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de la empresa
Corporaciones en el poder de derechos de propiedad intelectual
Institutos económicos y acción Nuevas Teorías (IPR), economía industrial, economía de
de la empresa
la innovación y el cambio tecnológico,
política en Brasil y Argentina:
y economía de las instituciones. Se ha
IPÊS, FIEL y Fundación
desempeñado como consultor experto
Mediterránea
en diversas organizaciones, entre ellas,
Hernán Ramírez la Unión Europea, la UNESCO y la
Prólogos de Jorge Schvarzer y La empresa, o la firma, en su versión moderna, es la organización Organización Internacional del Trabajo.
Pedro Cezar Dutra Fonseca más importante del capitalismo. Sin embargo, su origen, naturaleza UNA REVISIÓN CRÍTICA Al menos dos de sus libros se han
ISBN: 978-987-23627-0-6 y posterior evolución no fueron objeto de estudio relevante hasta convertido en clásicos en materia de
avanzado el siglo veinte. análisis sobre la organización del trabajo
Argentina en el siglo veinte moderno y la producción en masa: El taller
Los esfuerzos por abrir esa “caja negra” –la firma era conside-
Economía y desarrollo político y el cronómetro (1982) y El taller y el robot
desde la élite conservadora a rada apenas un punto, un autómata– condujeron a partir de las (1992). También es autor de Pensar al
Perón-Perón décadas de 1960 y 1970 a nuevas formulaciones, como la teoría de revés (1993) y últimamente ha publicado
David Rock (comp.) los costos de transacción, la teoría evolucionista y la teoría regula- como editor The political economy of HIV/
AIDS in developing countries. TRIPS, Public
Prólogo de Fernando Rocchi cionista. A ellas se sumaron los aportes de Alfred Chandler realiza-
Benjamin Coriat
Olivier Weinstein
ISBN: 978-987-23627-3-7
Coriat, Benjamin
Nuevas teorías de la empresa / Benjamin Coriat y Olivier Weinstein; con prólogo
de María Inés Barbero. - 1a ed. - Carapachay : Lenguaje claro Editora, 2011.
224 p.; 23x15 cm.
Introducción ............................................................................................... 17
1 Coriat es conocido por los hispanoparlantes sobre todo por sus libros sobre fordis-
mo y posfordismo, que han tenido numerosas ediciones en español. Ha visitado la
Argentina en varias oportunidades, participando en seminarios organizados por la
Universidad de Buenos Aires y otras organizaciones, y es autor de un capítulo sobre
“Régimen de Convertibilidad, acumulación y crisis en la Argentina de los años noven-
ta” desde la perspectiva regulacionista, publicado en 2004 en un libro compilado por
Robert Boyer y Julio Neffa (La economía argentina y su crisis, 1976-2001: visiones institu-
cionalistas y regulacionalistas, Buenos Aires: Miño y Dávila, 2004).
11
Cabe señalar en primer lugar que, si bien esta obra está escrita en
un lenguaje claro que la hace accesible a estudiantes y a estudiosos no
especialistas en el tema, no se trata de un manual o de un libro de texto
convencional. En efecto, los autores no se contentan con resumir las
principales líneas de la teoría de la empresa elaboradas desde la década
de 1970, sino que se proponen explícitamente discutirlas y señalar tanto
sus aportes como sus limitaciones, con el objeto de contribuir a la elabo-
ración de un nuevo marco teórico que supere a los existentes. Coriat y
Weinstein no buscan ofrecer una presentación aséptica y no valorativa.
Por el contrario, se identifican en general con las corrientes heterodoxas,
a la vez que polemizan con ellas en algunas de sus proposiciones, con la
finalidad de construir teoría.
La originalidad de la obra se expresa ya desde la elección del
período a analizar, así como en la selección de teorías y de autores.
La etapa seleccionada es la que se inicia en la década de 1970, que
fue sin duda una fase de creciente interés por la empresa como actor
económico, en el contexto de la crisis económica, el retroceso del Estado
y los cuestionamientos al paradigma keynesiano, pero que fue tam-
bién el momento en el cual nació la teoría de la regulación, interesada
particularmente en explicar el paso de una fase de crecimiento a una
de crisis. En cuanto a la selección de teorías y autores, es destacable
la inclusión de nuevos protagonistas, en general ausentes de las obras
generales y de los manuales disponibles en español sobre teoría de la
empresa. Entre ellos, la teoría de la empresa japonesa, a través de las
propuestas de Masahiko Aoki. Esta inclusión rinde justo homenaje a
la competitividad y capacidad innovadora de las firmas japonesas en
la segunda mitad del siglo veinte, a la vez que jerarquiza los aportes
de académicos no occidentales a la teoría de la firma. La identificación
por parte de Aoki de la forma J (japonesa) en oposición a la forma E
(estadounidense) ofrece una visión alternativa a la de Chandler, incor-
porando las transformaciones experimentadas por las firmas desde los
años setenta, poco perceptibles en el momento de publicación de La
mano visible y que remarcan otros autores que polemizan con la pro-
puesta chandleriana. Al mismo tiempo, si bien Coriat y Weinstein no
dedican un capítulo a la teoría de la empresa red, ésta se hace presente
en la tipología de Aoki.
Otra inclusión original es la de la teoría de la regulación. Si bien
ello puede parecer un poco forzado, en la medida en que, como señalan
17
sa, es decir que sea a la vez realista y lógicamente válida. Como vere-
mos, no es una tarea fácil, dado que al simplismo inicial le han seguido
el exceso y, con frecuencia, una extrema sofisticación de las hipótesis
y construcciones. Más aún, las diferentes representaciones propuestas
no son, en general, coherentes entre sí. Cada gran corriente de análisis
propone su propia representación de la empresa, más preocupada por
llenar un vacío en sus propias construcciones que por obtener una
representación convincente y aceptable para todos.
Con el fin de superar estas dificultades y poder proponer en esta
obra una lectura eficaz de las diferentes teorías de la firma hemos teni-
do que realizar ciertas elecciones. Las presentamos a continuación para
que el lector se haga una idea del universo recompuesto en el que le
proponemos ingresar. Se hicieron dos series de elecciones.
Una primera serie consistió en privilegiar, en la exposición de las
teorías, dos objetivos que consideramos complementarios:
• por un lado, nos hemos esforzado por reubicar las representaciones
propuestas de la firma en el contexto y la historia de las corrientes
de análisis que les dieron nacimiento, de modo que cada cual pueda
juzgar con la profundidad de campo necesaria y disponga de las
claves que le permitan comprender por qué, de una corriente a la otra,
no se privilegian los mismos elementos en la definición de la firma o
en la puesta en evidencia de sus atributos esenciales;
• por el otro, nos pareció preferible y necesario facilitar una mínima
comparación entre las diferentes teorías de la firma que hoy se
proponen, las que, con frecuencia, rivalizan entre sí; para ello, con-
sideramos que se podía plantear la hipótesis de que, finalmente, las
nuevas contribuciones giran (de manera explícita o implícita) alre-
dedor de la consideración de la doble dimensión constitutiva de la
firma, a saber, como organización, por un lado, y como institución,
por el otro; esta clave de lectura estará presente en la introducción
de cada una de las teorías aquí examinadas.
La segunda elección concierne al lugar relativo que debe otorgarse a las
presentaciones de las teorías dominantes de la firma con respecto a las más
nuevas y heterodoxas, que, con frecuencia, son también las menos com-
pletamente elaboradas. Finalmente, se logró mantener un equilibrio
entre los dos tipos de contribuciones. De este modo, los tres primeros
capítulos están dedicados a las aproximaciones neoclásicas estándar
o “estándar ampliadas”; los tres últimos capítulos están dedicados a
21
Avances y rupturas
yylos límites de las capacidades de cálculo de los agentes, que tornan impo-
sible el recuento del conjunto de las acciones posibles y de sus con-
secuencias y, por lo tanto, la determinación de la acción “óptima”;
yylas dificultades propias de las situaciones de interdependencia estraté-
gica en competencia oligopólica, es decir, las situaciones en las que
ninguno de los agentes puede evaluar las consecuencias de sus actos
sin librarse de las “conjeturas” sobre las acciones de los otros.3
De allí la propuesta de un enfoque alternativo de la racionalidad,
calificado, según los casos, como racionalidad “procedimental” o
racionalidad “limitada”. Más que una teoría acabada, Simon propone
un conjunto de principios a partir de los cuales puede construirse una
“teoría descriptiva” de la toma de decisión o de los modelos de com-
portamientos específicos. Éstos se definen, en primer lugar, en oposi-
ción a la concepción clásica: concebir una racionalidad procedimental
antes que sustantiva, sustituir el principio de maximización por un
principio de satisfacción.
La oposición entre la racionalidad procedimental y la racionalidad sus-
tantiva del enfoque clásico es doble (cf. Mongin, 1984): por un lado,
la primera concepción se centra en los procedimientos de decisión,
mientras que la segunda se centra en los resultados de la decisión; por
otro lado, la racionalidad procedimental no toma a los objetivos y los
medios como dados, sino como objetos de una búsqueda, allí donde la
concepción clásica considera el objetivo y los medios utilizables por el
agente como dados a priori. De esta forma, el enfoque por la racionalidad
procedimental conduce al estudio profundo de los procesos de toma de deci-
sión, de la firma y en la firma, en situación compleja. Este enfoque pone el
acento en los procesos de aprendizaje, de resolución de los problemas
(problem solving, cuestión que será desarrollada en el capítulo 4) y de
elaboración de reglas (concept attainment), Y puede, en el campo de la
teoría de la firma, ser visto como fundador de una concepción “con-
ductista” en oposición al “determinismo de la situación” de la teoría
neoclásica, según los términos de Latsis (1972) retomados por Simon
(1976).
3 Cabe destacar al respecto que el tratamiento por la teoría del juego no resuelve real-
mente estos problemas; muestra más bien las dificultades de análisis de este tipo de
situación y la incapacidad de la racionalidad clásica para definir un criterio de decisión
aplicable en este contexto (Simon, 1976).
6 Leibenstein es bien claro respecto de este punto, y escribe: “La teoría tradicional de la
producción considera los inputs humanos y no humanos de la misma manera: nues-
tra teoría elimina este supuesto. Una distinción es evidente: lo que se adquiere son
unidades de tiempo de trabajo, pero no son estas unidades las que cuentan para la
producción. Lo que importa aquí es la intensidad y el esfuerzo” (Leibenstein, 1976). No
puede dejar de destacarse la forma en que –a partir de sus recursos y su propia visión–,
Leibenstein recupera una intuición fundamental de Marx y de su distinción clásica
entre trabajo y fuerza de trabajo. En Leibenstein, como en Marx, la intensidad con la
que se hará trabajar las unidades de tiempo adquiridas constituye un elemento central
de la productividad de conjunto que podrá obtenerse de la firma.
ve. Fueron particularmente importantes en Alemania. Cf. Chandler (1977), pp. 316-317,
y Chandler (1990), p. 398.
Chandler identifica dos grandes formas jerárquicas tipo que se suceden his-
tóricamente en Estados Unidos.
La forma unitaria, o forma U, refiere a un sistema funcional centralizado.
La organización se construye alrededor de una separación vertical entre las
unidades operacionales (fields office) y la dirección, rodeada de departamen-
tos funcionales, que supervisa las unidades operacionales y coordina sus
actividades. La organización se basa en el desarrollo de la división del trabajo
en la función de gestión mediante la creación de departamentos especializados.
Esta organización favorece la explotación de economías de escala, la división
del trabajo y la racionalización de la producción.
La forma multidivisional, o forma M, que sucede a la anterior, es la culmina-
ción de un largo proceso de innovaciones organizacionales en respuesta a las
transformaciones de las condiciones de la competencia y de las estrategias en
el sentido de la integración vertical y la diversificación. Esta forma se basa en
un doble movimiento de diferenciación e integración, de descentralización
de las decisiones y de concentración del poder. La empresa está descentra-
lizada en divisiones autónomas especializadas por líneas de productos o por
regiones. Cada división tiene su propia dirección y estructura funcional;
funciona como una “cuasi firma”, dado que está organizada como un centro
de beneficios autónomo. Así, un elemento de mercado se introduce nueva-
mente en la enorme firma burocratizada. Por encima de las divisiones, una
dirección general asegura la coordinación y la planificación del conjunto. La
forma M favorece:
• una mayor flexibilidad estratégica, facilitando la penetración en nue-
vos mercados (mediante la creación de nuevas divisiones);
• la puesta en práctica de economías de escala y de variedad, asegurando
una mejor coordinación de las unidades de producción;
• la coordinación de las etapas del proceso de producción por la integra-
ción vertical.
AOKI Teoría de
Teoría de la regulación Evolucionismo
la agencia
WILLIAMSON
Radicales
SIMON CHANDLER
COASE
Institucionalistas
CHAMBERLIN
SCHUMPETER
KNIGHT
MARX MARSHALL
SMITH
49
El aporte de Coase
El punto central para Coase es el reconocimiento de la existencia de los
costos de transacción. Allí es donde, para él, se sitúa la ruptura esen-
cial con la teoría económica tradicional. Ésta concierne al análisis de la
firma, pero también al del mercado o el derecho considerados como
instituciones tendientes a facilitar las transacciones (Coase, 1988). En este
2 Del mismo modo que el tamaño, algo que Williamson no toma en cuenta sistemática-
mente. Las formas organizacionales y contractuales específicas pueden implementarse
para una operación única pero de grandes dimensiones (como el túnel bajo el canal de
La Mancha).
Características de la inversión
No específica Mixta Idiosincrásica
Ocasional
Estructura trilateral
(contrato neoclásico)
Frecuencia
Estructura de mercado
(contrato clásico)
Estructura bilateral Estructura unificada
Intensa
(contrato personalizado)
Las implicaciones
La teoría de los costos de transacción desarrollada por Williamson,
como lo muestra en particular su obra de 1985, tiene la ambición de
responder a una extensa gama de cuestiones: prácticamente todo lo
que refiere a la organización de la firma, o de toda otra institución, y
sus relaciones con el entorno. Nos limitaremos aquí a dos cuestiones
esenciales: la cuestión “paradigmática” de la integración vertical y de
los límites de la firma y la justificación de las formas de organización
de la empresa expuestas por los trabajos de Chandler.
que, para Williamson, son los segundos los que importan. Por sí mismos,
éstos explican que la integración pueda resultar preferible que recurrir
al mercado: “La firma no se integrará jamás por razones de costos de
producción únicamente” (Williamson, 1985, p. 94).3
Una vez explicada la integración vertical, queda por elucidar
una segunda cuestión, la de los límites de la empresa: ¿qué limita
la integración? ¿Por qué no integrar el conjunto de la producción
en una empresa gigante? Esto remite a otra cuestión: ¿por qué una
gran empresa no podría hacer todo lo que puede hacer un conjunto
de pequeñas firmas y más? Esta cuestión ha llamado la atención de
los economistas desde hace mucho tiempo, especialmente de Knight
(1921). La respuesta más frecuente hace referencia a una elevación
de costos de gestión, cuando el tamaño y la complejidad de la firma
aumentan, y a los límites de las capacidades del empresario (o al “ren-
dimiento decreciente de la gerencia” de Knight). Queda por explicar
por qué sería inevitable la elevación de los costos de organización.
La historia muestra cómo el crecimiento de la firma ha provocado
innovaciones organizacionales que permitieron controlar la gestión
de estructuras cada vez más grandes y complejas. Esto vuelve inad-
misible, como lo señala Williamson, una explicación por la racionali-
dad limitada, es decir, por los límites de las capacidades de cálculo
del empresario individual: la organización interna de la empresa es
precisamente lo que permite superar estos límites, como ya lo destacó
Simon. Del mismo modo puede señalarse el riesgo de pérdida del con-
trol de la empresa cuando su tamaño aumenta. Se ha sostenido que los
límites de las capacidades del empresario hacen que el crecimiento del
tamaño de la firma vaya acompañado de un aumento del número de
niveles jerárquicos. Ello implicaría costos vinculados con la pérdida
de control que, más allá de cierto umbral, excederían los beneficios de
la integración (Williamson, 1985). Esta argumentación supone, sin
embargo, una organización totalmente jerárquica; pero nada obliga a
que sea de este modo (p. 66).
La teoría de los costos de transacción se orientará, entonces, en otra
dirección. Propone una explicación que se focaliza en los problemas de
3 Esta proposición resulta, de manera muy evidente, del hecho de que Williamson no
toma en cuenta la posibilidad de economías de variedad entre los diferentes estadios de
un proceso de producción.
Una evaluación
76
tes: la cuestión no es saber lo que quieren los gerentes, sino más bien qué deben
hacer si quieren sobrevivir. Diversos trabajos han buscado demostrar que
las limitaciones del mercado (mercado de trabajo, de productos o de
capital) impiden a los gerentes seguir sus objetivos personales, sin que
pueda decirse que han alcanzado resultados verdaderamente conclu-
yentes (ver sobre este punto a Holmstrom y Tirole, 1989).
En síntesis, la sociedad por acciones no sería otra cosa que la crea-
ción de un sistema más sofisticado de derechos de propiedad privada
que permite, en ciertas circunstancias que quedan por determinar de
manera precisa, la mayor eficiencia. Se trata, es necesario decirlo, más
de una tesis que de una demostración. Corresponde a los trabajos rela-
cionados con la teoría de la agencia intentar, especialmente sobre la
cuestión de las relaciones entre gerentes y accionistas, un mejor análisis
y formalización de los estímulos vinculados a los sistemas de derechos
de propiedad, y de allí una demostración de las condiciones de la efi-
ciencia de las diversas formas organizacionales.
por el cual una o más personas (el principal) compromete a otra per-
sona (el agente) para ejecutar en su nombre una tarea cualquiera que
implica una delegación de cierto poder de decisión al agente”. En el
mismo artículo, los autores consideran que toda cooperación entre
agentes plantea los problemas característicos de una relación de agen-
cia y puede ser tratada de la misma manera.
La noción de agencia es, por lo tanto, muy general: implica toda
relación entre dos individuos en la que la situación de uno depende de una
acción del otro. El individuo que actúa es el agente, la parte afectada es
el principal (cf. Pratt y Zeckhauser, 1985); a veces se habla de relación
principal-agente. De este modo, podrán ser tratadas como relaciones
de agencia la relación entre un enfermo y su médico tanto como la
relación entre un asalariado y su empleador (con la particularidad de
que, en este caso, cada parte puede ser considerada como el principal
o como el agente, según el ángulo desde el que se observe la relación).
En definitiva, puede afirmarse, como lo sugiere Charreaux (1987), que
la noción de relación de agencia abarca prácticamente toda relación
contractual entre dos individuos. Sin embargo, los problemas que estu-
dia la teoría de agencia sólo aparecen en la medida en que los intereses
de dos partes pueden divergir, y sobre todo, cuando hay información
imperfecta, en relación con el estado de la naturaleza y los comporta-
mientos de los agentes, y asimetría de información entre las partes, lo que
constituye la situación más frecuente: el agente sabe normalmente más
que el principal sobre la tarea que debe cumplir. La consecuencia de
estos problemas de información es, por un lado, que el contrato que
vincula a las partes sea necesariamente incompleto y, por otro, que el
principal no tenga los medios para controlar perfectamente y sin costo
la acción del agente. Las relaciones entre las partes llevan a las cuestio-
nes evocadas en el capítulo anterior: los problemas de riesgo moral y de
selección adversa. En este contexto, la teoría de la agencia se focaliza en
las siguientes cuestiones: (1) ¿cómo construir un sistema de estímulo y
de vigilancia que impida que el agente tenga un comportamiento sus-
ceptible de dañar los intereses del principal, o, para ser más precisos,
que conduzca al agente a comportarse como si buscara maximizar la
función de utilidad del principal?; (2) ¿cómo concebir, en información
imperfecta, un sistema de agencia que se acerque lo más posible a la
eficiencia obtenida en información perfecta a través de los mecanismos
de mercado descritos por la microeconomía estándar?
1 Este capítulo ha sido beneficiado por una lectura muy estimulante de G. Dosi. Los
autores quieren expresar su agradecimiento y precisar que, siguiendo el uso, son
los únicos responsables de las tesis y los puntos de vista aquí desarrollados.
2 Precisemos que al día de hoy sigue sin existir un planteamiento sistemático de la
teoría de la firma por parte de los autores evolucionistas. Sin embargo, el texto citado
constituye, a nuestro parecer, una excelente introducción a tal tipo de planteamiento.
Por otro lado, partiremos de este texto y completaremos sus carencias o sus silencios
refiriéndonos a otros textos de los autores.
102
4 Sobre todos estos puntos, cf. el trabajo de elucidación llevado a cabo por Mangolte
(1992).
7 Cf. el capítulo 1, donde se presentaron las contribuciones sobre este punto, decisivas
para toda la teoría de la firma de Simon.
Rutinas y satisfacing
De la manera más simple, las rutinas son definidas como el equilibrio a
nivel de la firma de las habilidades (skills) de los individuos. De manera
más comprensiva, Nelson y Winter escriben (1982, p. 97):
tada por los autores como una “ventaja”, de la misma manera que un
cuerpo vivo sólo se reproduce con la “ventaja” de los genes.
Implícita en la idea de automaticidad está la idea de carácter “tácito”
de las habilidades y los conocimientos que dictan las respuestas de los
agentes. Bien formados y entrenados, buscan espontáneamente en el
repertorio de respuestas del que disponen para dar la respuesta correc-
ta, sin necesariamente ser capaces de explicar sus elecciones ni en qué
habilidades particulares consisten esas elecciones.
Esta dimensión (tacitness) es resultado de las características cogniti-
vas de los sujetos. Éstos no son en lo absoluto perfectos optimizadores
ni calculadores. Funcionan siguiendo rutinas.
Dadas estas precisiones sobre las elecciones metodológicas genera-
les del enfoque evolucionista, es ahora posible centrarse más precisa-
mente en la teoría de la firma que de él se desprende.
La firma evolucionista
8 Como lo señalan los evolucionistas en esta definición, el acento está puesto no sobre “el
porqué de la diversificación de las empresas, sino sobre el porqué de las diversificaciones en las
líneas de evolución particulares” (Dosi, Teece y Winter, 1990).
Aprendizaje y rutinas
Para los evolucionistas, el aprendizaje puede definirse como un
“proceso a través del cual la repetición y la experimentación hacen
que, a lo largo del tiempo, las tareas se efectúen mejor y más rápido
y que se experimenten sin cesar nuevas oportunidades en los modos
operatorios”.
Cinco características permiten precisar este concepto clave de
aprendizaje:
1. El aprendizaje es acumulativo: “Lo que se aprende en un período
se apoya sobre lo que se ha aprendido en el transcurso de períodos
anteriores” (Dosi, Teece y Winter, 1990, p. 243). Así, a lo largo del
tiempo, repetición y experimentación aumentan y se vuelven más
complejas enriqueciendo las habilidades de los agentes.
2. Punto decisivo para toda teoría de la empresa: “El aprendizaje glo-
bal implica competencias más organizacionales que individuales”
(ob. cit.). Este rasgo se explica dado que “si bien las competencias
individuales son esenciales, su valor depende de su empleo en
las estructuras organizacionales particulares” (ibíd.). En resumen:
“el aprendizaje requiere códigos comunes de comunicación y de
procedimientos coordinados de búsqueda de soluciones” (ibíd.).
Precisemos que los códigos son transferibles (en la medida en que
se pueden formalizar), pero que el aprendizaje como tal sólo puede
transferirse mediante ciertas pérdidas de sustancia (recuadro 4.1).
3. El conocimiento engendrado por el aprendizaje es materializado y
“comprendido” en “rutinas organizacionales” definidas aquí preci-
samente como “modelos de interacción que constituyen soluciones
eficaces a problemas particulares”; a causa de la complejidad de las
interacciones que aplican, estas rutinas no pueden ser codificadas y
son, por lo tanto, tácitas.
9 Activo específico en el sentido dado a este término por Williamson (cf. capítulo 2), al
cual se refieren explícitamente los evolucionistas sobre este punto.
10 Cf. infra donde se recapitulan algunas observaciones críticas sobre las debilidades del
enfoque.
Tácito Articulable
Complejo Simple
Sistémico Independiente
12 Desde el origen hasta la finalización, esta cadena cubre actividades que van desde las
capacidades de compra y almacenamiento de los inputs, a las técnicas de comercializa-
ción de los productos, o de valorización de los activos financieros.
13 La noción de oportunidad tecnológica no debe ser definida aquí de un modo muy
restrictivo. Así, puede perfectamente consistir en el hecho de que cualquier firma que
disponga de una red de distribución innovadora (lo cual constituye un activo secunda-
rio) para su propio producto pueda llegar a distribuir los productos de otra firma. Las
habilidades acumuladas pueden conducirla a transformarse en distribuidor profesional
y, de este modo, cambiar de actividad principal.
14 Trayectoria
en la cual, tomando en cuenta sus rutinas particulares, acumula siempre en
la misma dirección, de manera no previsible, pero no aleatoria.
Selección y entornos
Para los evolucionistas, el concepto de selección es un concepto espe-
cialmente significativo. Como lo indicamos, ocupa una posición crítica
en su construcción,15 dado que los evolucionistas se oponen con fuerza
a la idea de que los mercados están dotados de una capacidad para
eliminar de manera eficaz e inapelable toda firma que no se comporte
siguiendo una hipótesis de maximización de los beneficios. Frente
a este tipo de visión correspondiente a la representación neoclásica
estándar fuertemente representada aún hoy por la escuela de Chicago
(Stigler, Friedman, Becker y otros), los evolucionistas hacen valer la
existencia de una pluralidad de entornos de selección.
El principio de pluralidad de los entornos de selección es esencial
para el enfoque evolucionista. Este principio puede explicar por sí solo
la existencia de trayectorias tecnológicas diferentes y diferenciadas
según la estructura de los entornos en los cuales las firmas evolucionan.
Es crucial comprender la diversidad “de las vías a través de las cuales
se transmiten las innovaciones, se prueban y rechazan algunas, se acep-
tan y proponen otras” (Nelson y Winter, 1982, p. 232). Sin una clara
apreciación de estas diversidades y de sus determinantes, es imposible
comprender la diversidad de las prestaciones tecnológicas y económi-
cas de las firmas o de las naciones.
En la práctica, bajo el concepto de entornos(s) de selección(es), los
evolucionistas tienen la ambición de proponer un conjunto de represen-
taciones alternativas a las representaciones clásicas de la competencia.
15 Particularmente frente a la visión friedmaniana del “As If” (“como si”, cf. parágrafo 1
de este capítulo), elaborada para intentar fundamentar la pertinencia del irrealismo de
las proposiciones iniciales en economía y especialmente la idea de que la maximización
de los beneficios es, a la vez, el motor y la condición de supervivencia de las firmas.
16 Sibien el lugar disponible no nos permite consagrar a este punto desarrollos particula-
res, notemos al pasar que esta definición les permite a los evolucionistas diferenciarse
netamente de las representaciones que convierten a la firma en un simple “nudo de
contratos”. Desde el momento en que se prescinde de las “competencias tecnológi-
cas” que se encuentran en el corazón de la competencia esencial, y en que todo es
reducido a las competencias en materia contractual (elaborar los “buenos” contratos
implementando incentivos eficaces, como ocurre particularmente en el caso de la teoría
de la agencia), estamos frente a una empresa vacía, una “hollow corporation”. Este tema es
ampliamente desarrollado por Dosi, Teece y Winter (1990), en un análisis dedicado a
los “conglomerados”, empresas vacías por excelencia, dado que están desprovistas de
habilidades específicas.
Consideraciones críticas:
¿qué le falta a la firma evolucionista?
* Las firmas no diversificadas de manera coherente pueden considerarse firmas integradas late-
ralmente.
“vacía”
Estrecho Conglomerado
corporación
“vacía”
Convergente Conglomerado
corporación
Y agrega: “Son aun más importantes las rutinas elaboradas para coor-
dinar estas diferentes actividades funcionales”.
Sin embargo, este homenaje de Chandler a los evolucionistas nos deja
perplejos. En efecto, si retomamos los dos motivos que fundan su adhe-
sión a las tesis evolucionistas, podemos hacer algunas observaciones.
Es legítimo manifestar algo de sorpresa sobre el primer motivo
invocado (la idea de que la unidad de referencia es la firma considerada
como un todo y no, como en Williamson, el costo de la transacción).
Como lo indicamos, los evolucionistas (muy explícitamente Winter: cf.
supra parágrafo 1) insisten, al contrario, en el hecho de que la firma no
puede y no debe ser considerada como un todo. Es incluso en el hecho
de que debe ser tomada como una colección de individuos en interacciones
que los evolucionistas sitúan una de sus contribuciones esenciales.17 En estas
condiciones, entonces, podemos sorprendernos de la posición tomada
por Chandler, dado que si a través de las “rutinas” que relacionan a los
agentes individuales la firma evolucionista reconstituye una “segunda
identidad” derivada de la existencia de las rutinas, éstas, como dijimos,
tienen un origen puramente cognitivo. De la misma manera, la sólida
institución que constituye la firma para Chandler no mantiene una rela-
ción muy lejana con la noción evolucionista de firma, cuya identidad
está constituida solamente por las rutinas.
Pero sin dudas lo esencial no se encuentra aquí; sino que hay que
detenerse más precisamente sobre la segunda proposición: aquella que
define a la firma como nudo de competencias organizacionales.
La pregunta que debe formularse aquí es saber si el concepto de
“competencias organizacionales” (en el cual Chandler ve la similitud
entre sus propias representaciones de la firma y la de los evolucionis-
17 Como vimos, Winter insiste en que la debilidad de la teoría neoclásica de la firma reside
en el hecho de que renuncia repentinamente a su individualismo metodológico para
hacer de la firma una entidad completa no divisible.
Las cruciales son aquellas de los senior executives, los top managers que reclu-
tan y motivan a los dirigentes de rango medio y más bajo, definen y asignan
sus responsabilidades, controlan y coordinan sus actividades, y programan
y asignan, además, los recursos para la empresa en su conjunto. (P. 84.)
18 Lasrutinas productivas del Time and Motion Study son inteligibles sin hacer referencia
a los conflictos a partir de los cuales nacieron y en los que están en juego (cf. B. Coriat,
1979), como lo son las concernientes al ohnismo (cf. B. Coriat, 1991).
* Esta visión de las instituciones y de las rutinas –y de sus relaciones– es la que preside
la investigación llevada a cabo sobre la emergencia de las rutinas fordistas y toyotia-
nas en B. Coriat y G. Dosi, 1998.
las “treguas” ni sobre lo que les sigue, como si esos elementos no fuesen
importantes para comprender su contenido y caracterizarlas.
Dicho de otra manera, la pregunta que surge es si se puede hacer
caso omiso del rol del conflicto en la determinación de las rutinas, y si es
posible definir los conceptos unidos a las competencias organizacionales y de
firma sin considerar los conflictos de los cuales son al mismo tiempo la expre-
sión, lo que está en juego y el resultado. ¿Es posible hacer caso omiso de
las condiciones de formación, de las formas de incentivo y de control
que permiten seleccionar las rutinas y aplicarlas eficazmente, sin correr
el riesgo de perder su significación y su concepto mismo, si procedemos a
partir de tales omisiones? Es claro que cuando afirman que “fundamen-
talmente y en los términos más abstractos, un proceso evolucionista
19 Desde la redacción de este capítulo, y en parte suscitado por la discusión a la cual dio
lugar, un primer ensayo para intentar rendir cuenta de la doble determinación de las
rutinas (como “organización” y como “institución”) fue llevado a cabo por B. Coriat y
G. Dosi (1998). De modo más general, una primera confrontación entre los programas
evolucionistas (presentados en este capítulo) y regulacionistas (cf. capítulo 6) fue efec-
tuada en B. Coriat y G. Dosi (1995).
131
1 Sobre el contenido de estos tres principios, cf. infra, sección II de este capítulo.
Firma J y firma E
2 Metodología que obtuvo su renombre con Kaldor, a propósito de hechos estilizados del
crecimiento económico, para ser utilizada luego en numerosas aplicaciones.
3 Esta noción de estructura de intercambio de información es esencial para el procedi-
miento de Aoki, primero porque es la que permite efectuar las comparaciones, pero
además y sobre todo porque va a proveer la matriz de base para una nueva representación
teórica de la firma en general.
4 Sin embargo, remarquemos que en los dos casos (tanto en Chandler como en Aoki),
las innovaciones organizacionales o las estructuras de intercambios de informaciones
apuntan al mismo objeto conjunto: el análisis de los modos de división del trabajo y de asig-
nación de las tareas por un lado, los modos de coordinación entre tareas así divididas y asigna-
das, por el otro. En Aoki el par división de tareas/coordinación es tomado a partir de un
criterio general y abstracto que supuestamente da cuenta de ello: el de la estructura de
los intercambios de información. De este modo nos encontramos, con Aoki, en un nivel
de abstracción superior.
* Este principio, aplicable a las tareas de simple fabricación, será también extendido a
todo aquello que concierne al mundo de la generación de innovación: Aoki se apoya
aquí en un modelo de Kline y Rosenberg para mostrar que la firma japonesa está,
en este punto, organizada siguiendo un modelo “circular” (donde las informaciones
circulan entre departamentos y niveles de decisión), mientras que la firma estado-
unidense se caracteriza por un modelo secuencial y jerárquico, en el que la innova-
ción sigue un recorrido lineal relativamente rígido: Investigación Básica Aplicada,
Desarrollo, Prototipo, Industrialización, etcétera, son efectuados de modo sucesivo
en actividades relativamente separadas.
** Hay doble control de las decisiones en el seno de la firma japonesa en la medida en
que se trata del control ejercido conjuntamente por los directivos y los representan-
tes de los asalariados, siendo la influencia de los accionistas y la de los banqueros de
las más reducidas.
Estos tres principios nos llevan a una teoría general de la firma, que
examinaremos ahora.
Para establecer cada uno de los tres principios duales formulados por
Aoki, el método seguido por el autor es idéntico. En cada caso se parte
de hechos estilizados para llegar a una expresión más concentrada y sus-
ceptible de ser presentada como principio constitutivo de toda firma.
5 Es también a partir de tales argumentos que Aoki explica ciertas características de las
relaciones industriales japonesas (especialmente el empleo para toda la vida y el salario
según antigüedad). Sobre este punto, cf. K. Koiké (1988), así como B. Coriat (1991).
6 Veremos en el tercer apartado de esta sección que hay mucho por decir sobre la elección
de los hechos estilizados a la que procede Aoki y sobre lo que implican en cuanto al
estatus relativo de los incentivos y de las instituciones en la teoría general propuesta.
7 En cuanto al poder de los accionistas, ya nos detuvimos en ello (cf. principio de dua-
lidad nº 2): los accionistas tienen poco poder directo y mucho poder de influencia a
través de los incentivos.
8 En el lenguaje adoptado en uno de sus libros anteriores (cf. Aoki, 1984), tendríamos
exposición detallada de este punto y las críticas que provoca, cf. B. Coriat (1991).
11 Para una presentación detallada de los protocolos prácticos aplicados por Toyota, cf.
especialmente Monden (1983). Y para una puesta en evidencia de las especificidades de
estas innovaciones con respecto a aquellas asociadas a Taylor y Ford, cf. Coriat (1994 b).
12 Cf. sobre este punto B. Coriat (1991), donde la firma japonesa, en una visión ohniana, es
que, dado que indica que “la amenaza” (bajo la cual se encuentra el asalariado de perder
su empleo y los beneficios a largo plazo que le están asociados) es constitutiva del modo
de dirección y de incentivo japonés. Pero no va hasta el límite de esta observación, dado
que la firma J sigue siendo caracterizada como perteneciente al ámbito de una coordina-
ción “horizontal” en un contexto de “doble poder” (el poder de los asalariados equilibran-
do el de los accionistas bajo la autoridad mediadora y condescendiente de los directivos).
14 Aoki se complace mostrando que hay una fuerte coherencia y un fuerte vínculo lógico
entre coordinación horizontal (para las tareas productivas) y poca jerarquía en las rela-
ciones entre banqueros y directivos. En la misma línea, sostiene que es la estructura de
las informaciones propia del sistema del banco principal la que le permite ser eficaz sin
intervención directa. Así, llevando todo hacia el lado de los incentivos y de la estructura
de los intercambios de informaciones, Aoki subestima de manera manifiesta el rol de la
reglamentación de las instituciones, a la vez en cuanto concierne a la génesis y la imple-
mentación del sistema y a su modo actual de funcionamiento (cf. sobre este punto, infra).
149
2 Premisa inversa a aquella de los neoclásicos, pero en común con los autores de tradi-
ción keynesiana.
“la empresa fordista”, que atañe más a un ideal weberiano que a una
teoría de la empresa en sentido propio, constituye el referente implí-
cito de la teoría de la regulación para todo aquello que concierne a su
visión de la empresa. Si bien la noción de empresa fordista no tiene el
estatus de un concepto verdadero, posee numerosos atributos sobre
lo que es una empresa.
8 Aquel según el cual el salario es regulado por la productividad (marginal) del trabajo.
gada por Aoki (cf. capítulo 5, donde se la presenta y critica), los regula-
cionistas se interrogaron si la firma J representaba un posible sucesor de
la firma fordista. Sobre numerosos puntos, la respuesta es positiva: la
firma J incorpora características que parecen tener que ser reproducidas
en la firma “tipo” posfordista.
También se realizó una útil comparación con el programa de inves-
tigación de los evolucionistas. El punto de interés y de convergencia
esencial con ese programa concernía a las nociones conjuntas de apren-
dizaje y de rutinas. La principal interrogación de los regulacionistas se
centró en el intento de identificar aquellas rutinas nuevas que aseguran
la generación y la estabilización de las innovaciones organizacionales
requeridas por el pasaje del fordismo al posfordismo. Con respecto a
esta categoría clave de la rutina, la oposición entre la inspiración cog-
nitivista del programa evolucionista y la dimensión institucional de la
teoría de la regulación no representó un obstáculo insalvable y se die-
ron los primeros pasos hacia una representación teórica aceptable para
los dos enfoques (cf. B. Coriat y G. Dosi, 1998).
Por último, el programa convencionalista –especialmente bajo la
forma en que se desarrolló en Francia– constituyó otra fuente fecunda
de inspiración y de comparación para los autores regulacionistas. La
reflexión sobre las condiciones de producción endógena de reglas efi-
cientes, las convenciones susceptibles de impedir el despliegue de juegos
no cooperativos fueron integradas, a menudo casi en las mismas condi-
ciones, al programa de investigación regulacionista; al mismo tiempo,
los autores convencionalistas se apoyaban sobre ciertos resultados de la
teoría de la regulación para fundar o asentar algunos de sus desarrollos
(cf. B. Reynaud, 1994; A. Orléan, 1994, o E. Favereau, 1989).
Reformulaciones y precisiones
El cotejo con estas nuevas corrientes de análisis condujo a la teoría de la
regulación a particulares desarrollos y reformulaciones sobre el análisis
de la firma. Interesan los siguientes puntos:
• Para comenzar, si bien la oposición capital/trabajo sigue siendo la
confrontación central alrededor de la cual se estructura la firma, las
lecciones de la década de 1980 llevaron a no atenerse únicamente a este
cara a cara y a tomar en cuenta el hecho de que múltiples grupos actúan e inte-
ractúan a partir y alrededor de esta oposición fundamental. Aquí es esencial
el aporte de Williamson, pero sobre todo el de los evolucionistas.
9 Sobre este punto, nótese que se reafirma fuertemente la idea según la cual la división
y la coordinación de las tareas se rigen en parte por reglas relativas a los modos de uso
de las herramientas y de las máquinas, y que la teoría de la firma debe incluir la consi-
deración de las leyes de rendimiento, de las cuales es el soporte en el nivel microeconómico.
Esto se produce en oposición con análisis como los de Aoki, que reducen la firma a
una “estructura de intercambio de información”, dando, de este modo, una represen-
tación enteramente desmaterializada de ella.
10 Esta dimensión de los acuerdos negociados se hace necesariamente en referencia a los
12 Cf.sobre todos estos puntos la lista de las cinco características planteadas como esen-
ciales para el concepto de firma de la teoría de la regulación en la década de 1970.
13 Estaobservación cobra todo su interés si recordamos que, del lado neoclásico, los desa-
rrollos que permiten la puesta en evidencia de una u otra de las cinco características
señaladas sólo se dieron en trabajos situados a niveles exclusivamente microeconómi-
cos (y a veces, incluso, micro-micro). Como tales, no son compatibles con las represen-
taciones dominantes del equilibrio a las cuales hacen, sin embargo, referencia y a las
cuales pretenden estar asociados.
Para comprender las preguntas a las que debería responder una teo-
ría unificada de la firma es posible referirse una vez más a Chandler.
168
La respuesta neoclásica
La ortodoxia neoclásica realizó a lo largo del tiempo, gracias al ajuste
de sus problemáticas, una formidable proeza. Partiendo de la nada, la
firma punto del equilibrio walrasiano, los desarrollos de la economía
estándar habrían logrado absorber progresivamente la complejidad de
las organizaciones y la complejidad de lo “social”, a través de la teoría
de los derechos de propiedad.
Sin embargo, en la práctica, estas integraciones se hacen ya sea
vaciando a la organización y a la institución de toda sustancia social e
histórica, ya sea llevando la microeconomía hacia desarrollos poderosos
y pertinentes, pero que impiden toda referencia a cierres en equilibrio.
La teoría neoclásica siguió dos vías simultáneamente. La primera dio
lugar a la teoría de la agencia, sobre la cual nos concentramos aquí. La
segunda vía se dispersa en una serie de investigaciones especializadas
en el límite entre la ortodoxia y la heterodoxia. Rendimos cuenta de estos
desarrollos cada vez que nos pareció útil, pero a la hora de concluir, hace
falta detenerse sobre la vía ideal que conduce a la teoría de la firma de la agen-
cia. Apoyada en determinada concepción de los derechos de propiedad,
esta vía supo superar en parte sus lagunas iniciales, así como el desafío
que le planteaban las tesis gerenciales, y proveer, tomando como base
la teoría de los contratos y de los incentivos, una grilla de análisis de las
diferentes formas de firmas. Pero, al querer mantener lo esencial de los
fundamentos neoclásicos, desemboca en tres insuficiencias mayores:
También del lado de los enfoques que se pueden calificar como hetero-
doxos, el balance es, por lo menos, contrastante.
Para terminar, hay que advertir que esta insistencia sobre la referencia
a la noción de estructura de intercambios de informaciones –a pesar de
las dificultades evidentes que hace surgir en la conceptualización hacia
la cual conduce– no es para nada fortuita. En efecto, si Aoki reconstruye el
conjunto de su contribución en cuanto a la teoría de la firma alrededor
de esta noción es porque ella tiene un rol clave en su dispositivo. La
noción de estructura de intercambio de información constituye el punto
de paso y de encuentro privilegiado con las representaciones de la teoría de la
agencia, con las cuales Aoki quiere marcar su proximidad y parentesco.
Por cierto, en algunos de sus trabajos más recientes (cf. por ejemplo
Aoki, 1990b), el autor reivindica explícitamente su filiación con la teoría
de la agencia. Esto, pensamos, explica ampliamente aquéllo, a saber, las
dificultades que encuentra Aoki en su conceptualización de la firma.
* El presente capítulo, enviado por los autores como puesta al día de los temas tratados
en este libro, fue publicado en francés con el título “Les théories de la firme entre ‘con-
trats’ et ‘compétences’. Une revue critique des développements contemporains”, en
Revue d’économie industrielle, nº 129-130 (primero y segundo trimestres de 2010), Trente
ans d’économie industrielle (N. del E.).
177
1 Como lo señala Bowles (1985), en el corazón de los enfoques contractuales se halla una
concepción hobbesiana de la empresa.
2 Sobre el que Williamson (1975) se apoya explícitamente. Ver sobre este punto Gibbons
(2005).
3 Lo que hemos calificado como “firma punto” y “firma autómata” (capítulo 1).
4 Una obra más reciente (Jensen, 1998) da una visión exhaustiva de este enfoque de la
firma y de las organizaciones.
Tiene poco o ningún sentido tratar de distinguir entre las cosas que
pertenecen “al interior” de la firma y aquellas que son “del exterior”
de la misma. (Jensen y Meckling, 1976.)
5 Sobre este punto, la importancia de la firma como entidad, ver un conjunto de textos
reunidos en Biondi y otros (2007).
the firm’s owner possesses by virtue of being the owner of the firm” [“todos los activos no
humanos que le pertenecen, activos que el dueño de la firma posee porque es el pro-
pietario de la firma”] (p. 1759); Hart y Moore (1990): “we identify a firm with the assets
that its owners control” [“identificamos una firma con los activos que sus propietarios
controlan”] (p. 1119), y más adelante: “we identify a firm with the assets it possesses”
[“identificamos una firma con los activos que posee”] (p. 1120).
12 Lasrutinas de los conductistas no deben confundirse ni asimilarse con las rutinas de los
evolucionistas. Las primeras se refieren estrictamente al tratamiento de la información
durante el proceso de toma de decisiones; las segundas son conjuntos de protocolos para
la puesta en práctica de conocimientos y competencias organizacionales.
13 Más tarde, en un artículo de suma importancia, Chandler sostendrá que sus contribu-
ciones deben interpretarse en el marco de las teorías de la firma que ubican las “com-
petencias” en el centro y no, como se creía y se argumentaba a partir de enfoques “a la
Williamson”, en términos de costos de transacción (Chandler, 1992).
14 Wernerfelt, uno de los teóricos importantes del enfoque basado en las competencias,
aportará al respecto útiles precisiones, cuando postula que “a firm’s resources at a given
time could be defined as those (tangible and intangible) assets which are tied semi-permanently
to the firm” [“los recursos de una firma en determinado momento pueden definirse
como aquellos activos (tangibles e intangibles) vinculados a ella de manera semiperma-
nente”] (1984).
15 Los autores van bastante más lejos por este camino al afirmar que “even the sophisticated
problem-solving efforts of an organization fall into quasi-routines patterns, whose general out-
lines can be anticipated on the basis of experience with previous problem-solving efforts of that
organization” [aun los sofisticados esfuerzos para resolver problemas de una organiza-
ción caen en patrones de cuasi rutinas, cuyas líneas generales pueden anticiparse sobre
la base de la experiencia con esfuerzos anteriores para la resolución de problemas”]
(Nelson y Winter, 1982, p. 136).
16 “We accept and absorb into our analysis many of the ideas of the behaviourist school”
[“Aceptamos e incorporamos en nuestros análisis muchas ideas de la escuela beha-
viorista”], escriben haciendo referencia a la hipótesis de la racionalidad limitada. Más
explícitos aún son cuando afirman: “The view of firm behaviour built into evolutionary
economic theory fits well with the theory of firms contained in modern organization theory,
especially the part that shares our own debt to Carnegie school (March and Simon, 1958; Cyert
and March, 1992)” [La visión del comportamiento de la firma incorporada en la teoría
económica evolucionista se adapta bien con la teoría de las empresas contenida en la
moderna teoría de la organización, especialmente la parte que comparte nuestra propia
deuda con la escuela de Carnegie …]”, (Nelson y Winter, 2002, p. 42).
17 Estas consideraciones llevan a Foss (2003) a reprocharles a los evolucionistas la incon-
18 Coriat y Dosi (1998) ilustran esta dimensión de las rutinas (arbitrando y expresando
conflictos de intereses) en relación con las rutinas nacidas de la aplicación del tayloris-
mo en las usinas norteamericanas o con el ohnismo en Toyota.
Conclusión
19 Una excepción importante es el artículo de Coriat y Dosi (1998), cuyo objeto, pre-
cisamente, es definir las rutinas a partir de su doble dimensión: 1) “cognitiva”,
como problem-solving devices, pero también 2) en la función de orientación, control y
gobierno sobre el trabajo, planteando que no se puede postular, por un lado, reglas
y rutinas “cognitivas” y, por otro, reglas y rutinas “disciplinarias”, sino que se trata
de las mismas rutinas o sistemas de rutinas y de las mismas formas organizacionales
que estructuran las dinámicas de aprendizaje y los procesos de gestión de conflictos,
así como de distribución del excedente. Pero es inevitable reconocer que esta visión
de la doble dimensión de las rutinas no se ha integrado en el enfoque evolucionista,
que de forma masiva permanece fijado en una visión de las rutinas consideradas
como “treguas”. Sin duda, esto se debe a que la consideración de esta doble dimen-
sión implicaría una reconsideración profunda de la teorización de las rutinas y de
sus modos de acción, y finalmente de la propia teoría de la firma. Sin embargo, algo
de esta reconstrucción se esboza en Coriat (2000). Una crítica profunda de las ruti-
nas como treguas y de lo que implica esta caracterización se propone en Mangolte
(1998).
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