El bien común político según J. M.

Finnis*
The Political Common Good According to J. M. Finnis

Luciano Damián Laise

Argentino, abogado (Universidad Nacional de Buenos Aires), auxiliar docente regular de Teoría General del
Derecho en la Universidad Nacional de Buenos Aires, Facultad de Derecho.
ldlaise@gmail.com

Damián Laise, Luciano (2012). “El bien común político según J. M.

Finnis”. Con-Sciencias Sociales, Año 4, N° 7, diciembre 2012, pp.
15-24. Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cochabamba.

Resumen
John Finnis considera que la paz y la justicia son las únicas finalidades del bien común político.
En efecto, el profesor australiano considera que el bien común político excluye a toda forma de
perfeccionamiento ético de los ciudadanos. Sin embargo, dicha interpretación fue rechazada
de plano por autores como Sergio Castaño y Camilo Tale. Frente a tal debate, este trabajo
pretende responder a la siguiente pregunta: ¿Cómo se vincula el bien común político con el
perfeccionamiento ético de los ciudadanos?
Palabras clave: John Finnis, bien común político, ética, virtud, ciudadano

Abstract
John Finnis considers that peace and justice are the sole purposes of the political common good.
In fact, the Australian professor considers that the political common good excludes all forms of
citizen ethical perfection. However, this interpretation was turned down flat by authors such as
Sergio Castaño and Camilo Tale. Opposing this debate, this paper seeks to answer the following
question: How is the political common good linked to citizen ethical perfection?
Keywords: John Finnis, political common good, ethics, virtue, citizen

Resumo
John Finnis considera que a paz e a justiça são as únicas finalidades do bem comum político.
Efetivamente, o professor australiano considera que o bem comum político exclui toda forma
de perfeiçoamento ético dos cidadãos. No entanto, dita interpretação foi rejeitada de fato por
autores como Sergio Castaño e Camilo Tale. Diante deste debate, o trabajo pretende responder
à seguinte pergunta: Cómo é vinculado o bem comum político com o perfeiçoamento ético dos
ciudadãos?
Palavras chave: John Finnis, bem comum político, ética, virtude, ciudadão

15

Año 4, nº 6, 2012
 El bien común político según J. M. Finnis
Introducción
Un tema recurrente en el estudio de la
ciencia política clásica, entre otros, es como
el Estado y el gobierno del Estado, en tanto
efectos de actividades políticas y realidades
prácticas, se ordenan a la consecución de lo
que tradicionalmente se designa como
«bien común político» (Cf. MEDRANO
1981:87). Frente a esta cuestión, uno de los
principales exponentes del iusnaturalismo
contemporáneo del mundo anglosajón,
John Mitchell Finnis, (Cf. PEREIRA SAEZ
2008: 1) formuló una interpretación sobre
la noción de «bien común político», a partir
de textos de Tomás de Aquino, que dio
lugar a una intensa crítica (y réplica) por
parte de un especialista argentino en
materia de filosofía política: Sergio
Castaño1 (Cf. CASTAÑO 2011). También
Camilo Tale, con una base argumental
semejante a la de Castaño, desplegó
penetrantes objeciones a ciertos escritos
políticos del citado profesor australiano
aunque su trabajo concluye en una
propuesta que distingue entre un analogado
principal que consiste en el bien o el
perfeccionamiento humano y un analogado
derivado que reside en un «conjunto de
condiciones» (Cf. TALE 2006: 888).
Ahora bien, la propuesta finniseana,
concluye que los elementos
específicamente políticos del bien común
no giran en torno a la virtud personal sino
a bienes y virtudes que son propiamente
interhumanas (ad alterum): la justicia y la
paz. (Cf. FINNIS 1998: 226-227) Mientras
que en una posición radicalmente opuesta,
Castaño niega la tesis finniseana. Según
este profesor argentino, las personas
privadas sí deben ordenar su
perfeccionamiento ético al bien común
político (Cf. CASTAÑO 2011: 101).
En este orden de ideas, a la luz de la obra
de John Finnis, intentaremos responder las
siguientes preguntas: ¿Es correcta la tesis
finniseana por la cual afirma que el bien
8
común político no comprende el
perfeccionamiento ético de los ciudadanos
del bien común político? En concreto,
CON ciencias Sociales
¿Qué relación existe entre el bien común
político y el propiciamiento de una vida
virtuosa por parte de los miembros de una
comunidad política? 2
En razón de lo expuesto, este trabajo
seguirá la siguiente «hoja de ruta»: 1) breve
descripción de la tesis finniseana sobre el
bien común político; 2) balance crítico de
la tesis de J. M. Finnis; y 3) conclusiones.
1. La tesis de J. M. Finnis
Finnis despliega su concepción acerca de
qué es el bien común político en distintas
obras. En la presente sección describiré los
textos que resultan más relevantes a los
fines de este trabajo. A tal efecto, recurriré
a las siguientes obras: 1) Natural Law and
Natural Rights y 2) Aquinas: Moral, Social
and Legal Theory. También se utilizará el
artículo titulado Virtue and Constitution of
the United States.
1.1. Natural Law and Natural Rights3
(Ley natural y derechos naturales)
[1980]
El «bien común político» se encuentra
definido en una de las primeras pero más
difundidas obras de de John Finnis: Natural
Law and Natural Rights (Ley Natural y
derechos naturales, en la versión
castellana).4 Es posible que buena parte de
su éxito se base en dos características
fundamentales: 1) su naturaleza didáctica
centralmente introductoria y 2) su eficacia
en alcanzar una meta que caracteriza a la
obra finniseana: poner en diálogo al
pensamiento sobre el derecho natural
clásico con la filosofía analítica
contemporánea5 (Cf. SERNA 2006: 152).
No obstante, a pesar del carácter
introductorio de la citada obra, y de tratarse
de una «obra de juventud», la mayor parte
de las conclusiones a las que arriba no han
sido sustancialmente modificadas a lo largo
de los años. En concreto, y en lo que atañe
focalmente al presente trabajo, su
concepción del bien común político se
mantuvo prácticamente intacta; sin
perjuicio de abordajes más profundos que
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 Luciano Damián Laise
fueran publicados en trabajos posteriores.
Ahora bien, el concepto de bien común es
abordado en una sección del capítulo VI
titulado: “comunidad, comunidades y bien
común”. Dicha sección comienza por
rechazar las interpretaciones utilitaristas
que consideran que el bien común es “el
mayor bien para el mayor número”
[“greatest good of the greatest number”];
puesto que dicha noción no solo es
impracticable sino también vacía y sin
sentido. Lo dicho anteriormente se funda
en el hecho de que, fuera de contextos
técnicos limitados, tal conceptualización
presupone que los bienes humanos son
conmensurables, esto es, que comparten
una unidad de medida común. Sin
embargo, el profesor australiano niega tal
posibilidad e incluso afirma que es
imposible establecer una jerarquía objetiva
entre los bienes humanos básicos (Cf.
FINNIS 1980: 92).
En este contexto sostiene que el «caso
central» del bien común consiste en
asegurar un conjunto de condiciones
orientadas a alcanzar un cierto objetivo por
medio de la actividad coordinada de varias
personas (Cf. FINNIS 1980: 154). En el
caso del juego, por ejemplo, el objetivo será
participar de un partido deportivo, lo que
supone no solo una serie de condiciones
materiales - pelota, cancha, indumentaria,
etc - sino también ciertas cualidades
inmateriales - caballerosidad, respeto por
las reglas de juego, etc -. En el caso de la
amistad será la autorrealización personal de
un amigo por medio de compartir afectos,
actividades y ciertos bienes materiales.
Finalmente, el objetivo específico del bien
común de la vida política es asegurar el
conjunto de condiciones necesarias para
que cada uno de los miembros de la
comunidad pueda alcanzar sus propios
objetivos, de acuerdo a su propio plan (Cf.
FINNIS 1980: 154-155).
Los capítulos siguientes de Natural Law
and Natural Rights, se dirigen a caracterizar
cuáles son los medios por los cuales se
alcanzan los fines específicos del bien
ISSN 2074-0700
común: la justicia, la autoridad y el derecho
[justice, authority and law] (Cf. FINNIS
1980:156), sin embargo, se argumenta de
un modo marginal como es la relación que
opera entre dichos medios y el bien común.
En el próximo apartado se examinará una
obra posterior en que Finnis explora con
mayor detalle cómo se vincula el
perfeccionamiento de los ciudadanos con
el bien común de la comunidad política.
1.2. Aquinas. Moral, Social and Legal
Theory (Aquino. Moral, teoría social y
jurídica) [1998]
En Aquinas, J. M. Finnis presenta una
interpretación sobre la filosofía práctica de
Tomás de Aquino, a fin de echar luz en los
principales temas y problemas del
pensamiento jurídico, social y moderno.6
Aquí, con mayor profundidad que en obras
anteriores, entre otras cosas, se aborda el
tema del bien común político; en particular,
en qué consiste y cuáles son sus fines y
medios específicos. Sus conclusiones no se
alejan significativamente de lo que fuera
argumentado en Natural Law and Natural
Rights. Sin embargo, en esta cuestión, su
trabajo reviste ciertos aspectos
problemáticos que, como se ha dicho supra,
fueron objeto de intensas críticas y
objeciones.
Finnis parte de la idea que una lectura
superficial de Tomás de Aquino podría
desembocar en una interpretación que
entienda que el bien común político se
dirige a la plenitud humana [fulfilment],
por medio de la completa virtud de cada
uno de los ciudadanos (Cf. FINNIS 1998:
222). Sin embargo, a reglón seguido, el
profesor australiano afirma que dicha
interpretación ha de ser rechazada (Cf.
FINNIS 1998: 223). Por el contrario, el
bien común de la comunidad política
excluye todo elemento de
perfeccionamiento ético de los ciudadanos.
Ahora bien, ¿Cuáles son los argumentos
por los cuales afirma la no vinculación del
17
bien común político con la virtud completa
de sus ciudadanos?
Año 4, nº 7, 2012
 El bien común político según J. M. Finnis
En primer lugar, sostiene que el bien
común de la comunidad política no incluye,
en cuanto tal, a otros bienes humanos
relevantes que esencialmente pertenecen a
los individuos (v.g. la fe religiosa y la
adoración). Incluso aún cuando se trate de
bienes significativos para mucha gente, o
hasta para todos, ello no los convierte en un
bien de la comunidad (Cf. FINNIS 1998:
226). En efecto, los elementos
específicamente políticos del bien común
no giran en torno a la virtud personal sino
a bienes y virtudes que son específicamente
interpersonales (ad alterum): la justicia y la
paz (Cf. FINNIS 1998: 226-227). De ahí
que prefiera utilizar el término «bien
público» (public good) a «bien común
político» (Cf. FINNIS 1998: 227); ya que
se trataría de bienes que trascienden la
esfera de lo individual y privado, y que se
ubicarían en el plano de las relaciones que
operan en el seno de la comunidad política.
Esta noción de «bien público» requiere
precisar que se entiende por «paz» y por
«justicia». Según Finnis, la «paz» designa
la ausencia de discursos y hechos exteriores
moralmente opuestos al orden social, tales
como las polémicas alborotadas, las peleas
pendencieras, la sedición y la guerra (Cf.
FINNIS 1998: 227). Por otra parte, la
inculcación de la «justicia», en tanto virtud
relacionada con el «bien público», se dirige
a lograr que los ciudadanos actúen
externamente en forma justa, que obren lo
justo y se abstengan de realizar lo injusto;
sin que el gobierno7 o el derecho pretendan
que su acción obedezca a una intención
rectamente justa (Cf. FINNIS 1998: 232).
En suma, según esta concepción limitada
del bien común político, no conciernen al
gobierno aquellos vicios de la disposición
y la conducta de los individuos que no
guardan una relación (directa o indirecta)
con la justicia y la paz de la comunidad
política (Cf. FINNIS 1998: 228).
1.3. “Virtue and Constitution of the
18 United States” (Virtud y Constitución de
los Estados Unidos) [2001]
CON .
ciencias Sociales
Este trabajo se dirige a analizar,
primordialmente, en qué medida la
Constitución de los Estados Unidos debe
fomentar la virtud en sus ciudadanos. Este
artículo es una buena oportunidad para
confrontar como son aplicadas, en un
contexto determinado y concreto, la tesis
que propone Finnis sobre el bien común
político.
En primer lugar, se parte de la definición
de virtud como un conjunto de
disposiciones que un individuo puede
alcanzar, en tanto persona responsable que
actúa y realiza opciones auténticas y
razonables (moralmente buenas y
correctas), en todas las circunstancias en
que uno puede optar y actuar. Luego, se
indica que la virtud cívica es simplemente
la virtud moral que lleva a la participación
de cada individuo en asociaciones de índole
política o cívica (Cf. FINNIS 2001: 1596).
Uno de los aspectos relevantes que revisa
la virtud cívica es la delegación de la
administración de la justicia a una
institución cívica o política: el juez. El
objetivo es concretar la justicia en un
ámbito pacífico y por medio de la autoridad
que detentan los organismos
jurisdiccionales (tribunales colegiados,
jueces individuales, etc.). Dicho de otra
manera, se trata de erradicar la venganza y
las represalias ejercidas por particulares
que pretenden «hacer justicia por mano
propia» (Cf. FINNIS 2001: 1596).
En segundo lugar, se precisa que el ámbito
propio de la actividad política gubernativa
es asegurar la justicia en las relaciones
interhumanas. Esto supone propiciar una
cultura de la virtud cívica que integre,
formal y materialmente, a las diversas
comunidades intermedias a la realización
de los fines del bien común político; a
través de medios que no impliquen cometer
injusticias, por parte de grupos o individuos
(Cf. FINNIS 2001: 1598).
Finalmente, uno de los aspectos más
relevantes de este trabajo consiste en la
precisión que formula respecto del alcance
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 Luciano Damián Laise
de las atribuciones del gobierno en lo que
hace al propiciamiento de la virtud cívica
de los ciudadanos. En tal sentido, se
concluye que el rol del Estado, en el
ordenamiento constitucional
estadounidense, debe limitarse a promover
el desarrollo de la virtud en todo aquello
que hace al desenvolvimiento de los roles
políticos de los ciudadanos (desempeñarse
como jurado, elegir a quienes ejerzan las
funciones públicas, etc.). Respecto a
cualquier otro aspecto de la virtud cívica,
el Estado debe tolerar y apoyar, pero no
suplantar, a otras instituciones cívicas tales
como la familia, las iglesias8 o las escuelas.
Estas últimas son las que tienen a cargo la
responsabilidad primaria de inculcar la
virtud cívica (Cf. FINNIS 2011: 1601-
1602).
2. Balance crítico: Reflexiones en torno
a la exclusión del perfeccionamiento
ético del «bien común político»
2.1. La complejidad o variedad de los
fines de la acción humana. Su incidencia
en la vida política o social
Finnis sostiene que el bien común político
no se interesa por el perfeccionamiento
ético de los ciudadanos sino en la medida
en que ello afecte directa o indirectamente
a la justicia y a la paz de la comunidad
política [polis]. En un sentido radicalmente
opuesto, Sergio Castaño, sostiene que el
bien común político sí se dirige a la
perfección ética de los ciudadanos del bien
común político (Cf. CASTAÑO 2011:101).
Frente a este escenario, cabe preguntarse
¿Qué relación existe entre el bien común
político con el perfeccionamiento ético de
los ciudadanos? En concreto, ¿Es posible
excluir la «completa virtud» del hombre de
las finalidades del bien común político?
Una respuesta a tal interrogante se topa con
una dificultad presentan los textos de John
Finnis; en particular, me refiero al hecho de
que no siempre reconoce la variada y
compleja ambigüedad que presentan
muchos de los objetos de nuestra
experiencia humana o moral (Cf.
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SHEARMUR 1990: 128).
La experiencia humana proporciona una
compleja trama de fines en el orden del
acto humano. Por un lado, tenemos aquello
a lo que la acción humana se dirige
concretamente – finis operis –. Así, por
ejemplo, el contrato de compraventa se
dirige – para ser propiamente tal y para
realizar sus efectos propios – a la
transferencia del dominio de una cosa
mediante el pago de un precio cierto en
dinero; más allá de las razones interiores
que motivaron las acciones de las partes
intervinientes – finis operantis – (Cf.
MEDRANO 1981: 94), como podría ser el
hecho de adquirir la cosa para obsequiarla
a un ser significativo, para obtener una
renta mensual por medio su locación o
simplemente para guardarla en una caja
fuerte, esperando que su valor se
incremente con el paso del tiempo. Esta
distinción entre dos niveles de fines del
acto humano no es utilizada por J. M.
Finnis, quien radicalmente desliga el
perfeccionamiento ético de los ciudadanos
del bien común político; salvo en aquello
que hace específicamente a la virtud cívica
en relación al desenvolvimiento de sus
roles políticos.
Una segunda dificultad que presenta este
debate sobre la relación del bien común
político con el perfeccionamiento ético de
los ciudadanos se basa, a mi entender, un
cierto desenfoque del objeto formal
práctico que caracteriza a las cosas
políticas. En efecto, las características
mismas del modo de proceder frente al
conocimiento práctico no implican un
objeto inteligible, que ya está puesto en
existencia tal como es, a la espera de ser
contemplado por el sujeto cognoscente. Por
el contrario, las ciencias prácticas (como la
política) tienen por objeto formal un
operable, algo que aún no ha sido puesto en
existencia concreta y a lo cual resta darle
su forma precisa (Cf. MARTÍNEZ 1963:
19
15-16). Dicho de otro modo, se trata de
algo que “puede llegar a ser”. Aquí el
intelecto se coloca no frente a un objeto ya
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 El bien común político según J. M. Finnis
concluido, sino frente a un objeto en estado
de proyecto (Cf. FERNÁNDEZ 1968: 18).
Esta practicidad que caracteriza a la política
supone que no siempre corresponde
resolver en términos bivalentes cualquier el
problema que pretenda ser en un nivel
teórico. En efecto, de poco sirve para el
avance del conocimiento científico sobre lo
político limitarse a afirmar – o negar – que
el bien común se vincula con el
perfeccionamiento ético. Lo que sí resulta
relevante para el conocimiento político es
examinar cómo debe y puede ser dicha
relación entre el bien común político y el
perfeccionamiento ético de los ciudadanos
(Cf. ROSMINI 2004: 25). En efecto, el
carácter práctico del conocimiento
científico de la cosas políticas supone, entre
otras cosas, comprender los variados
matices de la experiencia moral del
hombre, como operan las distintas
interrelaciones de los fines superiores e
inmediatos y como ello se vincula con la
consecución del bien político por parte del
gobierno de la comunidad.
2.2. Algunas consecuencias de la tesis
finniseana acerca del bien común
político
La tesis finniseana que excluye el
perfeccionamiento ético de los fines del
bien común político, a mi entender, no se
basa en una concepción antropológica-
filosófica que implique un «individualismo
egoísta» – similar a los presupuestos
antropológicos de la teoría económica de
Adam Smith, por citar un ejemplo –. Por el
contrario, supone una cierta solidaridad que
implica una serie de obligaciones de los
ciudadanos para con la comunidad política.
En concreto, el profesor australiano
sostiene que el Estado debe promover la
virtud de los ciudadanos en todo aquello
que haga a sus roles políticos (Cf. FINNIS
2001: 1601-1602). También supone que el
hombre desarrolle especies de virtud
20 individuales que se caracterizan por estar
estrictamente dirigida a orientar sus
CON .
ciencias Sociales
relaciones interpersonales – ad alterum –,
tal es el caso de la justicia y la paz.
Sin embargo, la tesis de Finnis no se limita
a lo que directa o inmediatamente incide
sobre el bien común sino también a aquello
que lo afecta en forma indirecta o mediata.
En todo caso, podría decirse que la
compleja gama de los fines de la acción
humana interesa al bien común político;
pero solo los finis operis interesan
primordialmente al gobierno y a las leyes;
mientras que los finis operantis importan
mediatamente e incumben directa y
exclusivamente a los distintos cuerpos
intermedios de la sociedad, aunque sólo en
el ámbito específico de la virtud cívica.
La segunda consecuencia de la tesis que
nos ocupa da cuenta de una cierta
inconsistencia de la caracterización que
hace Finnis sobre el gobierno de la
comunidad política. A mi entender, no es
necesario rechazar completamente su
definición de gobierno. En efecto,
considero que una de las finalidades
propias de la comunidad política – aunque
no la única – es el establecimiento de la paz
social y la justicia entre los individuos. Al
fin y al cabo, aún cuando una concepción
clásica tiene por fin inmanentemente
superior una «vida buena», de ello no se
deriva, como una especie de consecuencia
lógica, que moldear éticamente a sus
ciudadanos sea una atribución directa de la
comunidad política. ¡Mucho menos que sea
una tarea exclusiva de ella! Pero es preciso
advertir que una tesis que propicie la
exclusión del perfeccionamiento ético de
los ciudadanos de las atribuciones del
gobierno, prescinde del fin inmanente
superior de la comunidad política, esto es,
es el «buen vivir» de todos sus ciudadanos
(Cf. ARISTÓTELES 2005: 27-31).
2.3. El fin inmanente superior y el fin
inmediato. Una tesis ecléctica de las
finalidades del bien común político
Una primera cuestión sobre la que se basa
esta propuesta es la ordenación de los fines
ISSN 2074-0700
 Luciano Damián Laise
inmediatos – conjunto de condiciones – a
los fines últimos – perfeccionamiento ético
de los ciudadanos – del bien común
político. En efecto, tal como hemos dicho
anteriormente, la finalidad inmediata del
«bien común político» es propiciar el
conjunto de condiciones necesarias para
concretizar la finalidad – última – de la
comunidad política, esto es, el
perfeccionamiento o realización ética de
cada uno de sus individuos y cuerpos
intermedios. Este conjunto de condiciones
no solo supone una cierta cantidad de
recursos materiales – v.g. prestaciones
sanitarias, un salario digno, vivienda, ropa,
etc. – sino también requisitos inmateriales
– v.g. la justicia y la paz en las relaciones
interhumanas –. En este contexto, el bien
común político supone un conjunto de
condiciones e instituciones para que los
hombres de una comunidad política puedan
alcanzar el desarrollo personal y moral.
Esta integración de un «conjunto de
condiciones» al bien común político no
implica reducir el bien común al mero
propiciamiento de ciertos requisitos
externos. En tal sentido, este sustrato
material e institucional básico pertenece en
esencia a la realidad a la que se encuentra
instrumentalmente ordenada, esto es, a una
dimensión práctica-moral (Cf. MASSINI
CORREAS 2006: 114-115). Por tanto, el
bien común político se dirige
primordialmente al perfeccionamiento de
los individuos que componen la comunidad
política (Cf. TALE 2006: 888-889). Esto no
implica negar la relevancia del «conjunto
de condiciones» sino precisar su carácter de
medios subalternados a la plena realización
ética de los ciudadanos.
2.4. Recapitulación
Tanto la tesis finniseana como su contraria,
a mi entender, presentan importantes
inconsistencias por distintas razones. Por
un lado, la tesis que atribuye al gobierno,
el inculcamiento de la virtud en la vida
personal de los ciudadanos, incurre en el
riesgo de que el gobierno se atribuya
ISSN 2074-0700
potestades que bien podrían estar a cargo
de cuerpos intermedios de la sociedad. Esta
tesis, tal como la plantea Castaño, al menos
en el citado trabajo, no determina cuál es el
ámbito exclusivo de la autoridad política en
el perfeccionamiento ético de los
ciudadanos. Ahora bien ¿Cuándo comienza
y termina la responsabilidad de los
comunidades intermedias en el
perfeccionamiento ético de sus miembros?
La respuesta a esta pregunta no se
desprende de la argumentación del
mencionado filósofo argentino; aun cuando
resulta clave para afirmar la
responsabilidad del gobierno de la
comunidad política en lo que hace a la
virtud personal de sus ciudadanos.
La interpretación de Finnis tiene la
fortaleza de advertir que no todos los
aspectos del perfeccionamiento ético de los
individuos incumben directamente a la
comunidad política. Esto implica reconocer
un amplio margen de acción para la familia,
escuelas y/o las distintas sociedades
intermedias – asociaciones civiles,
fundaciones, corporaciones, sindicatos, etc.
– en lo que hace a la educación en la virtud
cívica.
Sin embargo, la propuesta finniseana
también presenta debilidades, puesto que
no advierte la complejidad de los fines de
la acción humana, en especial en su
dimensión política. De esta forma, y si solo
atañe al bien común político aquello que
afecta directa o indirectamente a la paz o a
la justicia de la polis, cabe preguntarse
cuáles son los criterios que permiten
identificar o especificar qué acciones
humanas comprende y cuáles no. Al fin y
al cabo, prácticamente todos los actos
interhumanos, en mayor o menor medida,
remota o directamente, inciden sobre la paz
social y la justicia. Por tanto, esta
teorización del bien común presenta
coherencia interna pero sus dificultades
para ser aplicadas concretamente por los
21
gobernantes son significativas; puesto que
no logra determinar con precisión cuáles
son las atribuciones específicas de la
Año 4, nº 7, 2012
 El bien común político según J. M. Finnis
autoridad política y cuáles corresponden a
sociedades intermedias.
Otra consecuencia que se deriva de su
propuesta que no considera adecuadamente
la complejidad de los fines de la acción
humana es no advertir los niveles en el
orden de los fines de la comunidad política.
Por un lado, tenemos un fin inmediato que
básicamente consiste en un conjunto de
condiciones para que la vida social o
política se despliegue en paz y justicia.
Pero, por otra parte, el fin inmanente
superior presupone y engloba a dicho
conjunto de condiciones pero, sobre a todo,
a concretar la «vida buena» o el «buen
vivir» de los ciudadanos. En virtud de lo
expuesto, la concepción incompleta de
Finnis acerca de los fines del bien común
político deriva en una comprensión
insuficiente que únicamente advierte las
finalidades inmediatas de la comunidad
política: la paz social y la justicia.
En suma, Finnis excluye de las atribuciones
del gobierno de la comunidad política al
perfeccionamiento ético de sus ciudadanos,
salvo en aquello directa o indirectamente
hace a la paz y a la justicia. Sin embargo,
sus textos invitan a profundizar en las
razones que permitan identificar que es lo
que incumbe al gobierno y que es lo que no.
En segundo lugar, su idea de los fines de la
comunidad política es correcta pero
incompleta porque excluye los fines
inmanentes superiores: el
perfeccionamiento ético de sus ciudadanos.
Conclusiones
Según J. M. Finnis el bien común político
excluye todo elemento que tienda al
perfeccionamiento ético de los ciudadanos
de la comunidad política. En efecto, el bien
común no incluye a bienes humanos
relevantes que pertenecen propiamente a
los individuos – o incluso a todos los seres
humanos – sino a bienes que se
caracterizan por ser interpersonales.
22 Respecto del caso estadounidense, sostiene
que el gobierno sólo debe intervenir
CON .
ciencias Sociales
activamente en la inculcación de la virtud
cívica en aquello que se dirija al
desenvolvimiento de los roles políticos de
los ciudadanos – v.g. desempeñarse como
jurados, elegir a quienes ejerzan las
funciones públicas, etc. –. En relación a
todos los demás aspectos de la virtud
cívica, el Estado debe limitarse a tolerar y
apoyar, pero no suplantar, la iniciativa de
organizaciones cívicas como la familia, las
iglesias, o las escuelas. Estas últimas tienen
la responsabilidad primaria de inculcar la
virtud cívica.
La principal crítica que cabe formular a la
tesis finniseana consiste en que no
distingue los distintos niveles en el orden
de los fines del bien común político. En
concreto, el bien común presentaría un fin
inmediato que consiste en el aseguramiento
de una serie de condiciones materiales e
institucionales que se ordenarían a un fin
de tipo superior: el pleno desenvolvimiento
del desarrollo de los individuos y
comunidades intermedias.
Sin embargo, la tesis finniseana tiene la
ventaja de ser una propuesta para evitar que
el gobierno se atribuya la educación en la
virtud de cada uno de sus ciudadanos;
excluyendo de tal actividad a comunidad
intermedias que bien podrían ejercer tales
las potestades en el ámbito que le
corresponde a cada uno de ellas. Esta
ventaja no es para nada desdeñable en
contextos políticos, como el argentino, en
los cuales se promulgan leyes que de
ninguna forma contribuyen a la plena
realización del hombre; ya sea en el plano
del derecho a un medio ambiente sano –
v.g. autorizaciones administrativas a
instalar industrias nocivas para el medio
ambiente –; el derecho a una justa
retribución – v.g. el tope a las
indemnizaciones en el ámbito de las
relaciones individuales de trabajo–; el
“derecho” a contraer matrimonio con una
persona del mismo sexo; por citar solo
algunos ejemplos.
En síntesis, la plena realización del hombre
no se concretará sino es a través de la
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 Luciano Damián Laise

asignación y sostenimiento de ciertas que indagan acerca de «si la cosa es» y, por el otro, «si debe ser
y cómo puede ser» (Cf. ROSMINI 2004:25).
requisitos materiales e institucionales
mínimas. Este es «conjunto de Bibliografía
condiciones» es un requisito necesario pero ARISTÓTELES (2005). Política. (Traducido
es en sí insuficiente. Es menester ordenar por María Isabel Santa Cruz y María Inés
estos medios a un fin inmanentemente Crespo). Buenos Aires, Losada.
superior: el «buen vivir» del hombre, su CASTAÑO, Sergio (2011). Los principios
«completa virtud». No se trata de una políticos en Santo Tomás de Aquino en
pretensión exclusiva de una corriente de entredicho. Una confrontación con
pensamiento aristotélica-tomista. En Aquinas de John Finnis. La Plata,
efecto, todas las concepciones políticas Universidad Católica de La Plata.
pujan por, en última instancia, realizar un FERNÁNDEZ SABATE, Edgardo (1968).
cierto ideal sobre el modo propio de ser de Los grados del saber jurídico. Tucumán,
hombre, que pretende responder a las UNT.
preguntas más básicas y elementales de la FINNIS, John (1980). Natural Law and
antropología filosófica: qué es el hombre, Natural Rights. 2da edición. Oxford,
cuál es su modo de ser propio, cuál es su Oxford University Press.
finalidad existencial, entre otras. - (1998). Aquinas. Moral, Social and Legal
Theory, Oxford, Oxford University Press,
1998.
Notas
* Agradezco profundamente a Jeremy Shearmur – Profesor de - (2001). Virtue and Constitution of the
Introducción a la Filosofía, Filosofía Política Moderna y Ética United States. Fordham Law Review. N°
Aplicada, Australian National University, School of Philosophy
– quien generosamente me proporcionó material bibliográfico de
69: pp. 1595 y ss., New York.
su autoría para la sección crítica del presente trabajo.
Castaño despliega un intenso debate respecto de algunos de los temas
- (2011). Human Rights and Common Good.
de filosofía política que Finnis desarrolla en su obra “Aquinas”. Collected Essays of John Finnis. Vol. III.
Aclaración terminológica: en el presente trabajo se utilizará Oxford, Oxford University Press.
indistintamente «comunidad política», «ciudad» y «comunidad
perfecta». En tal sentido, cabe destacar que Aristóteles sostenía MARTINEZ DORAL, José María (1963). La
que “La comunidad constituida a partir de muchas aldeas,
comunidad perfecta, es la ciudad [polis], que alcanza ya, por así estructura del conocimiento jurídico.
decirlo, el límite de la total autosuficiencia; surgió, entonces, con Pamplona, EUNSA.
el fin de preservar la vida pero existe con el fin del vivir bien”.
Aristóteles, Política 1, 1252b, 27-31. [se cita por la traducción al MASSINI CORREAS, Carlos Ignacio
idioma castellano de María Isabel Santa Cruz y María Inés
Crespo, Buenos Aires, Losada, 2005.]
(2006). Dworkin, Finnis y la «única
Existe traducción al idioma castellano: “Ley natural y derechos respuesta correcta». Cuadernos de
naturales”, Trad. Cristóbal Orrego, Buenos Aires, Abeledo Perrot, Extensión Jurídica. N° 13: p. 95 y ss.,
2000.
Este libro es una de las obras del iusnaturalismo contemporáneo más Santiago de Chile.
difundidas en el mundo occidental e incluso fue traducida al chino
mandarín por Jiajiao Dong, Yi Yang, Xiaohui Liang, Beijing, 2004 MEDRANO, José María (1981). Notas sobre
(Cf. FINNIS 2011: 391). política y bien común. Prudentia Iuris. N°
Uno de los méritos intelectuales más significativos de J. M. Finnis
es haber puesto en diálogo a la teoría clásica del derecho natural
3: p. 87 y ss., Buenos Aires.
y la filosofía analítica contemporánea, haciendo ver a los
analíticos el desenfoque de muchas de sus críticas al
PEREIRA SAEZ, Carolina (2008). La
iusnaturalismo clásico; y mostrando a los iusnaturalistas la verdad autoridad del derecho. Un diálogo con
de ciertas tesis en las que se centra la tradición positivista John M. Finnis. Granada, Comares.
contemporánea, y la posibilidad de aceptar tales tesis sin que ello
implique contradicciones al contenido esencial de su tradición de
pensamiento (Cf. SERNA 2006: 152).
ROSMINI, Antonio (2004). Diálogos sobre
Este libro forma parte de una serie titulada “Founders of Modern el problema del conocimiento. (Traducido
Political and Social Thought”, a cargo de Mark Philp, Oriel por Juan Francisco Franck). Madrid,
College, Universidad de Oxford.
“El gobierno es el mantenimiento y ejercicio de un amplio rango de
Encuentro.
autoridad (política, judicial, y en un amplio sentido ejecutivo)
apropiado para asegurar la justicia y la paz en la una comunidad SERNA, Pedro (2006). El pensamiento de
política” (FINNIS 1998: 258) [la traducción es propia]. John Finnis y el diálogo entre el
En este contexto, el término «iglesias» debe entenderse como iusnaturalismo y la tradición analítica en
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«comunidades religiosas» es decir, como agrupaciones humanas
tendientes a realizar o concretizar el bien humano básico filosofía del derecho. Cuadernos de
«religión». Extensión Jurídica. N° 13: p. 151 y ss.,
En el orden del método del conocimiento, cabe distinguir entre dos
tipos grandes de preguntas. Por un lado, están aquellas preguntas
Santiago de Chile.

ISSN 2074-0700 Año 4, nº 7, 2012

 El bien común político según J. M. Finnis

SHEARMUR, Jeremy (1990). Natural Law
without Metaphysics?. Cleveland State
Law Review. N° 38: p. 123 y ss.,
Cleveland.
TALE, Camilo (2006). La lucha por el
derecho natural verdadero y completo.
Aportes de John Finnis al esclarecimiento del
método del derecho natural. Los diversos
iusnaturalismos. La doctrina política liberal
de Finnis y su presentación liberal (errónea)
de la doctrina de Tomás de Aquino sobre el
fin del Estado. El Derecho. N° 218: p. 867 y
ss., Buenos Aires.

Damián Laise, Luciano (2012). “El bien común político según J. M. Recepción: 13/03/2012
Finnis”. Con-Sciencias Sociales, Año 4, N° 7, diciembre 2012, pp. Aprobación:
15-24. Universidad Católica Boliviana “San Pablo”. Cochabamba.

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CON .
ciencias Sociales ISSN 2074-0700