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Llega la ‘happycracia’ o la obligación de ser


feliz

El ensayo ‘Happycracia’ ataca una noción de felicidad que crea


hipocondriacos emocionales

Este miércoles se celebra el día internacional de la Felicidad (CSA Images / Getty)


JUSTO BARRANCO, ​BARCELONA
20/03/2019 01:16Actualizado a20/03/2019 16:01

Me harás el favor de ser feliz?”, pedía hace ya unos años


una popular adivina desde su insistente anuncio televisivo
de madrugada. Ella lo solicitaba con voz meliflua, pero
justamente hoy que se celebra el día internacional de la
Felicidad, la sociedad, más que pedirlo, parece exigirlo:
la felicidad, dicen la socióloga israelí Eva Illouz y el
psicólogo español Edgar Cabanas en ​Happycracia
(Paidós) –un libro que ha sido todo un fenómeno en
Francia–, se ha convertido en “una obsesión”, “un regalo
envenenado”. Al servicio del sistema económico actual.

El problema

“La felicidad se ha convertido en una


obsesión y en un regalo envenenado”

Sobre todo desde que, señalan, en 1998 naciera en


EE.UU. la ciencia de la felicidad, la psicología positiva,
que, bien financiada por fundaciones y empresas, en
pocos años ha introducido la felicidad en lo más alto de
las agendas académicas, políticas y económicas de
muchos países. Una ciencia quizá no tan sólida, más bien
endeble, ni tan nueva, dicen los autores –bebe de la
psicología de la adaptación o la cultura de la autoayuda–,
alrededor de la cual florece una poderosa industria con
terapias positivas, servicios de coaching o aplicaciones
como Happify, que promete “soluciones efectivas y
basadas en la ciencia para una mejor salud emocional y
mayor bienestar en el siglo XXI”. Una ciencia y una
industria que venden una noción de felicidad, apuntan
Illouz y Cabanas, “al servicio de los valores impuestos
por la revolución cultural neoliberal”: no hay problemas
sociales estructurales sino deficiencias psicológicas
individuales. Riqueza y pobreza, éxito y fracaso, salud y
enfermedad, son fruto de nuestros propios actos. Estamos
obligados a ser felices y sentirnos culpables de no
sobreponernos a las dificultades. Los autores reconocen
que poner la felicidad en cuestión es hoy hasta de mal
gusto. Pero señalan que no escriben contra la felicidad
sino contra la visión reduccionista de la buena vida que la
ciencia de la felicidad predica.

Una ciencia en cuestión

“La actual noción de felicidad está al


servicio de los valores de la
revolución neoliberal”

Que la felicidad es hoy omnipresente es indudable. Si en


Amazon había hace unos años 300 títulos con la palabra
felicidad ahora hay 2.000. La ONU instituyó en el 2012 el
día internacional de la Felicidad. Incluso florece una
corriente de economistas como Richard Layard que se
han propuesto sustituir un parámetro tan cuestionado
como el PIB por índices de felicidad. Unos índices que
encabeza Finlandia, y en el que España está en el puesto
36 por debajo de Arabia Saudí. David Cameron, tras
anunciar en 2007 los mayores recortes de la historia de su
país, decidió que era el momento para adoptar la felicidad
como índice: los británicos no debían pensar sólo en
meter dinero en el bolsillo, sino en lo que les hace más
felices.

Cabanas, profesor de la Universidad Camilo José Cela,


señala que se propone una felicidad que es “un estilo de
vida que apunta hacia la construcción de un ciudadano
muy concreto, individualista, que entiende que no le debe
nada a nadie, sino que lo que tiene se lo merece. Sus
éxitos y fracasos, su salud, su satisfacción, no dependen
de cuestiones sociales, sino de él y la correcta gestión de
sus emociones, pensamientos y actitudes”.

Lo personal es político

“Se afirma que el 90% de la


felicidad son factores personales,
como si lo social no importara”

Y advierte que “la psicología positiva lleva 20 años


diciendo que han descubierto las claves de la felicidad,
pero están por ver. Incluso dijeron que habían descubierto
la fórmula de la felicidad como si fuera una ecuación.
Afirmaban que la felicidad en casi el 90% se debe a
factores personales y las circunstancias no importan.
Clase, nivel de ingresos o educativo, género, cultura, no
importan. Las circunstancias no nos hacen felices, somos
nosotros, es psicológico. Muchos se han desdicho de esa
idea”.

Y el psicólogo señala que en esta nueva ciencia “no es


suficiente con no estar mal o estar bien, hay que estar lo
mejor posible, y por eso no sólo el que lo pasa mal
necesita un experto, sino cualquiera para sacarse el
máximo rendimiento, aprender nuevas técnicas de gestión
de sí mismo y obtener nuevos consejos para conocerse
mejor, ser más productivo y tener más éxito. La felicidad
así es una meta en constante movimiento, nos hace correr
detrás de forma obsesiva. Y tiene que ver siempre con
una mirada hacia dentro, nos hace estar muy
ensimismados, muy controlados por nosotros mismos, en
constante vigilancia. Eso aumenta la ansiedad y la
depresión. Nos proponen ser atletas de alto rendimiento
de nuestras emociones. Vigorexia emocional. En vez de
generar seres satisfechos y completos genera
happycondriacos”.

En el trabajo

“Los trabajadores con estrés


constante no lo tienen por no
gestionar bien sus emociones”
Luego, en el terreno ideológico, es una psicología
conservadora. “Propone que las soluciones a problemas
estructurales tienen soluciones individuales. Pero los
trabajadores que viven en un estrés constante no lo tienen
porque no gestionen bien sus emociones, es que la
situación laboral es precaria, insegura y muy
competitiva”. Justamente por eso esta psicología positiva
ha entrado con fuerza en la empresa y la educación. “En
las empresas obligan a pasar cursos de resiliencia y
mindfulness para aprender que eres tú el que ha de
encontrar la forma de estar mejor en el trabajo, de eso
depende la productividad. Y en la educación se dice que
el objetivo es hacer que los alumnos sean felices. Habría
que ver qué tipo de ciudadano queremos construir. Crítico
y centrado en el conocimiento del mundo o un alumno
emocional centrado en el conocimiento de sí mismo. Es
complicado que la psicología en vez de ser una
herramienta pase a dictar lo que debe ser la educación”.

Mirar afuera

“De esta noción de felicidad se sale;


la buena vida es justa, solidaria,
íntegra”

Además, desactiva el cambio social. “Admiten que las


circunstancias algo influyen pero es muy costoso
cambiarlas y no merece la pena. Debes cambiarte a ti
mismo. Abogan poco porque la idea de buena vida esté
relacionada con una buena vida colectiva”, dice Cabanas,
y explica qué pasa cuando la psicología positiva ataca
emociones como la ira. “Las emociones no son positivas
o negativas. Tienen diferentes funciones según la
circunstancia. Y son siempre políticas. La ira puede ser
mala a veces y buena para luchar por reparar injusticias.
Cuando dices que es tóxica, desactivas una emoción
política muy importante. Cuando estamos indignados, nos
ponemos las pilas.”.

En ese sentido concluye que “hoy declarar que no eres


feliz es vergonzoso, como si hubiéramos perdido el
tiempo, hubiéramos hecho algo mal, podríamos hacer
algo y no lo hacemos, somos personas negativas. Pero el
concepto de felicidad no ha sido igual en la historia. El
actual tiene raíces norteamericanas. Y no tiene las claves
para la buena vida. La única buena noticia es que de esta
noción de felicidad se sale. Y hay valores más
importantes:la buena vida es justa, solidaria, íntegra,
comprometida con la verdad. No es estar preocupados por
nosotros mismos todo el tiempo”.

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