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Ezcurra, Eduardo de
En el siglo XXX / Eduardo de Ezcurra ; comentarios de Carlos Abraham. - 1a ed .
Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Fundación CICCUS, 2018.
240 p. ; 23 x 16 cm.

ISBN 978-987-693-735-1

1. Ciencia Ficción. I. Abraham, Carlos, com. II. Título.


CDD A863

Primera edición: enero 2018

Ilustración de tapa: “Paris: la nuit” de Albert Robida. Figura en el libro


“Le Vingtième Siècle” (París: Georges Decaux, 1883).

Diseño de tapa e interior: Andrea Hamid

© Ediciones CICCUS - 2018


Medrano 288 - CABA (1179)
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ciencia de Paz”, auspiciado por la Orga-
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Índice

Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino


por Carlos Abraham . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Panorama general del texto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Plano político-económico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
Sátira al periodismo y el arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Alertas y prevenciones de orden sociológico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Influencias literarias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32
Conclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38

Dos palabras
por Eduardo de Ezcurra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
Personajes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45
Jornada I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46
Jornada II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Jornada III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67
Jornada IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
Jornada V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Jornada VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Jornada VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Jornada VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120
Jornada IX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Jornada X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
Jornada XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Jornada XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 149
Jornada XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
Jornada XIV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 163
Jornada XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Jornada XVI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Jornada XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189
Jornada XVIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Jornada XIX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
Jornada XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
Jornada XXI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

Eduardo de Ezcurra:
un utopista argentino

Carlos Abraham

La Generación del Ochenta abunda en figuras que, si bien realizaron una


labor intelectual y cultural ingente, hoy día están olvidadas. Una de las
constantes que depara la investigación literaria en profundidad de dicho
período es el hallazgo de interesantes autores que no gozan de un lugar
siquiera mínimo en las historiografías literarias más exhaustivas. El se-
guimiento de un oscuro nombre propio aparecido en alguna novela, au-
tobiografía o ensayo, o en algún antiguo artículo periodístico, suele dar
como resultado la exhumación de trayectorias responsables de multitud
de textos de no poca calidad, editados en formato de libro o en formato
hemerográfico.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

Un ejemplo que considero paradigmático es Eduardo de Ezcurra


(Buenos Aires, 6 de septiembre de 1859 - Ídem, 4 de febrero de 1902).
Periodista y funcionario público, fue hijo de Felipe M. de Ezcurra (1820-
1897) y de Enriqueta Bond y, como puede deducirse por su apellido, pa-
riente de Juan Manuel de Rosas.1 Su primer matrimonio fue celebrado en
1894 con Emilia Iñíguez, con quien tuvo a su hija Ofelia Malvina (1895).
Emilia murió en el parto y el autor se casó en 1895 con Alicia Franchini
Tati, con quien tuvo tres hijos: Alicia Malvina (1896), Sofía Corina (1897)
y Eduardo (1899).
Tras un largo viaje a Europa en su juventud, se dedicó a trabajar como
redactor en La Tribuna2, dirigiendo su sección literaria. Colaboró tam-
bién, aunque de modo esporádico, en periódicos como La Patria Argen-
tina y El Pueblo Argentino y en revistas como La Lira Argentina, La
Crónica Musical, El Boletín y La Gaceta Musical, entre 1886 y 1888. En
1893 fue redactor en La Nación. Estaba acostumbrado al uso de seudó-
nimos. En El Memorial, de 1891, firmó como “Sancho Sánchez” y “Gor-
detti”, publicando con el primero una sección fija de artículos titulada
“Páginas volantes”. También empleó “Guante Blanco” (con el que firmó
sus colaboraciones en la sección “Ecos sociales” de El Nacional, así como
sus crónicas de sociedad en La Quincena), “Juan Sevipe” (utilizado para
unos artículos titulados “Cuadros campestres” en La Crónica Musical)
y “A. Foro” (para trabajos diversos en El Cascabel, El Año Literario, El
Buenos Aires Ilustrado y El Economista Argentino). Bajo el seudónimo
“Daniel Rochat” estrenó en 1879 El caso Teresita, comedia en prosa y
verso en un acto, en el Teatro de la Victoria.3 Con su propio nombre es-
trenó ese mismo año El fin justifica los medios, otra comedia en un acto
(o peti-pieza, para usar el léxico de la época), en el Teatro de la Alegría.4
Fue director y prologuista de la colección de folletines Obras literarias5,

1  He hallado estos datos en la necrología de Felipe M. de Ezcurra, en La Nación, apa-


recida el 27 de octubre de 1897.
2  Periódico matutino fundado en 1853 por los hermanos Héctor y Mariano Varela
(hijos del periodista Florencio Varela, asesinado durante el rosismo). Uno de sus co-
laboradores más destacados fue Miguel Cané. En 1872 pasó a tener dos ediciones
diarias: matutina y vespertina.
3  Scotto, José Arturo; “Los seudónimos en el periodismo argentino”, en El Debate.
Mendoza, 21 de junio de 1897 y números siguientes. El seudónimo Daniel Rochat
deriva de la comedia homónima de Victorien Sardou.
4  La Nación, 19 de agosto de 1879.
5  Buenos Aires: Tipografía “La Central”, 1879, 12 fascículos.

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

dedicada a publicar por entregas las obras narrativas y teatrales de Ra-


fael Barreda. También prologó Gesta6 de Alberto Ghiraldo.
Se trató de una personalidad de frecuente aparición en la vida cultural
porteña del período, aunque nunca estuvo en los primeros planos. Rubén
Darío lo recordó fugazmente en su autobiografía, sepultado en una larga
enumeración de nombres: “Eduardo de Ezcurra nos hablaba de su estéti-
ca y nos citaba siempre a Campanella, uno de sus autores favoritos”.7 La
referencia es doblemente interesante: tanto porque revela su amistad con
el cisne nicaragüense y por lo tanto su pertenencia al grupo del Ateneo,
como porque demuestra su interés por uno de los principales cultores del
género utópico: el italiano Tommaso Campanella, autor de La ciudad del
sol (1623), que describe una sociedad imaginaria donde el poder está en
manos de los sabios. Darío volvería a recordarlo en un poema sobre sus
años porteños:

Paréntesis. El Ateneo.
Vega Belgrano piensa. Ezcurra
discurre. Pedro despanzurra
a Juan. Surge el vocablo feo:
“Decente”. ¡Qué horror! ¡Qué escándalo!8

Poco más puede decirse con respecto a su biografía, ya que las fuentes
de información son casi en exclusividad sus propias obras y las columnas
necrológicas que he hallado (con el agregado de algún dato más presente
en su juicio sucesorio, conservado en el Archivo General del Poder Judi-
cial de la Nación). La más importante en extensión es la aparecida en Ca-
ras y Caretas, acompañada por una fotografía del autor. Por su interés,
la transcribo íntegra:

Los últimos años de su vida han sido duros para este hombre de letras,
fallecido en Buenos Aires a mediados de la semana anterior. Una penosa
enfermedad le había apartado de la vida activa, y Ezcurra, que había sido
siempre un espíritu brillante, había decaído y paseaba las calles melancóli-
co y entristecido. Veinticinco años atrás viajó por Europa provechosamen-
te, pues aprendió idiomas y adquirió un barniz literario, que, a su regreso
a la patria, le permitió incorporarse al personal de la prensa diaria. Tuvo

6  Buenos Aires: Edición de El Sol, 1900.


7  La vida de Rubén Darío escrita por él mismo, cap. XLIII. Barcelona: Maucci, 1913.
8  “Versos de año nuevo”. En: Caras y Caretas, 1 de enero de 1910.

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Eduardo de Ezcurra: un utopista argentino. Carlos Abraham

a su cargo mucho tiempo la “Revista literaria” de La Tribuna, en que vino


a parar aquel famoso diario político de los Varela, y luego ingresó a la ad-
ministración como empleado inferior de la Contaduría Nacional. En ésta
ascendió paso a paso hasta los puestos directivos, y cierto día una velei-
dad del presupuesto le dejó cesante, arruinándole. Hizo una prolija reco-
pilación de las leyes aduaneras, comentándolas, y la publicación de lo que
era fruto de una asidua labor, puede considerarse como obra de innegable
utilidad para cuantas personas tienen asuntos que ventilar en la Aduana.
También esbozó varias novelas que dio a luz más o menos concluidas. Per-
teneciente a una familia tradicional, pues su apellido se enlaza al de los
Rozas, su muerte ha enlutado a mucha gente de esta ciudad y su sepelio fue
una manifestación de las simpatías de que gozaba.9

Su trabajo más importante en el área legal fue Legislación aduanera.


Concordancias, jurisprudencia y comentarios10, elaborado (según seña-
la el propio Ezcurra en el prólogo) a partir de artículos publicados previa-
mente en varias revistas económicas y de derecho, y en los que se aprecia
la influencia de Ihering, Carle, Bluntschli y Alberdi. Constituye el primer
libro sobre cuestiones de aduana de la literatura jurídica nacional.
Su principal obra literaria fue la novela En el siglo XXX.11 Me ocuparé
de ella en las páginas siguientes.
Un trabajo previo es El alucón.12 Se trata de un extenso poema escrito
en versos dodecasílabos, ordenados en estrofas de seis versos. Evidencia
una fuerte influencia de Poe, no sólo porque el epígrafe13 pertenece al poeta
estadounidense, sino porque el texto en sí es una alevosa reelaboración del
poema “The raven”. A un estudiante de filosofía que contempla un viejo
retrato de Poe se le aparece un alucón, una especie de pájaro de la campiña
argentina, parecido al mochuelo, y que (al igual que el cuervo) puede imi-
tar la voz humana. La criatura contesta “¡Soñáis!” a cada una de las preten-

9  Nº 176, 15 de febrero de 1902. Hubo breves necrologías en el diario La Nación


(miércoles 5 de febrero de 1902, pág. 6, col. 2, y jueves 6 de febrero de 1902, pág. 6,
col. 5), interesantes porque la enumeración de deudos brinda un mapa del círculo de
relaciones del autor.
10  Buenos Aires: Jacobo Peuser, 1895. Existe una segunda edición de 1900. En La
Tribuna del 20 de agosto de 1895 se menciona la presentación de la primera edición
en el Ateneo.
11  Buenos Aires: Imprenta de Juan A. Alsina, 1891, 334 pp.
12  Buenos Aires: Tipografía Ítalo-Argentina de B. E. Borghese, 1881, 21 pp.
13  “¡Tus horas de felicidad han terminado ya...! Edgardo Poe.”

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En el siglo XXX. Eduardo de Ezcurra

ciosas explosiones filosóficas


del joven.
He hallado, tras una lar-
ga compulsa, algunas obras
menores. En el quinto nú-
mero (noviembre de 1898)
de la revista El Mercurio de
América, Ezcurra publicó
un capítulo de un libro en
preparación, titulado provi-
soriamente Vida. En el nú-
mero 9 (marzo de 1899) apa-
reció el relato “Albadolens”.
También publicó poemas en
prosa en El Boletín Musical,
y en 1894, en el Almanaque
Peuser, un artículo sobre
Wagner titulado “En el ani-
llo del Nibelungo”. El 2 de
octubre de 1898 publicó el
relato “La última” en El Sol
del Domingo, seguido el 16
de octubre por el artículo
“Anuro” y el 19 de marzo de
1899 por el relato “Honra- Carta de Eduardo de Ezcurra a Rubén Darío.
dez”; en su continuador El
Sol publicó el 8 de diciembre
de 1899 el monólogo dramático “Comprimidos pépsicos”.
La bibliografía del autor se completa con cuatro trabajos publicados
en el diario La Nación. El primero está constituido por tres poemas en
homenaje a Mitre, aparecidos el 13 de junio de 1883, bajo el título gene-
ral “Bartolomé Mitre”. Le sigue la reseña “La herida de Mitre”, del 9 de
noviembre de 1890, sobre Historia del general San Martín por Bartolo-
mé Mitre14 de Manuel Florencio Mantilla. Luego, el artículo “Impromp-
tu. Coloquio de los centauros”, del 3 de agosto de 1896, que versa sobre
el poema de Rubén Darío aparecido en el segundo número de La Biblio-
teca. Por último, “El oro; cuento de circunstancias”, del 21 de enero de
1899.

14  Buenos Aires: Pablo E. Coni, 1889.

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