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SEPTIMO GRADO.
1. El siguiente paso para trabajar con la autoestima de tu paciente es que comprendas por qué
esa persona tiene baja autoestima. Para encontrar el origen de la baja autoestima,
es necesario que explores a fondo su infancia y su adolescencia.
Explorar si era una relación de apoyo, donde las figuras paternas están disponibles y se forma un
apego seguro, o por el contrario, son figuras que provocaron inseguridad e inestabilidad.
Algunas de esas críticas el niño las introyecta, es decir, las “traga sin masticar”, definiéndose a sí
mismo en base a esas críticas que recibió en la infancia.
Invita al paciente a que exprese de forma concreta esos gestos de amor, ya sean palabras, hechos,
detalles, etc. A menudo encontrarás en el paciente falto de autoestima que estas muestras de
amor fueron muy limitadas, o no fueron suficientes.
Si llegas a la conclusión de que tu paciente tuvo una infancia sana, sin acontecimientos
excesivamente desestabilizadores y con un afecto estable por parte de sus figuras paternas, ya
tienes una pista importante: el problema es reciente.
En ese caso, tendrás que explorar dónde está el origen, cuándo fue que comenzó a desconfiar de
sus propias capacidades y valía personal: ¿tal vez un trabajo que le sobrepasaba? ¿Unos estudios en
los que no se sentía capaz? ¿Una pareja que le menospreciaba? ¿Una amistad dañina?… Cuanto más
reciente sea el problema que ha socavado su autoestima, menos enraizado estará.
2. El objetivo de este tercer paso es que tu paciente se haga consciente de estos pensamientos
automáticos negativos que tiene constantemente sobre sí mismo.
Para eso, pídele que se observe. Sin intentar cambiar nada, ni intentar frenarlos. Simplemente, que
esté atento a cuándo su mente pone en marcha este “hilo musical”: qué cosas se dice a sí mismo,
cómo se las dice (con qué tono, qué palabras usa), ante qué situaciones…
Muchas veces recordamos las críticas, las cosas que hacemos mal, las ofensas. Pero nos olvidamos
de recordar nuestros éxitos, elogios, halagos. Para ello vamos a hacer una recopilación de los
mismos, es una forma de darles más peso:
Busca una libreta para trabajar (física o virtual 😉 y realiza tres listas:
En una recopila los elogios que recuerdes que te hayan dicho otras personas a lo largo de tu vida
En otra enumera las capacidades y fortalezas que tú consideras que posees.
En un tercer listado enumera cosas que te hagan sentirte orgulloso de ti mismo (logros, actitudes
ante alguna situación, etc.).
Soy paciente.
Sé escuchar a los demás.
Soy respetuoso con las opiniones de otros.
Soy generoso
Fecha
Pensamiento (¿Qué he pensado? Por ejemplo, pienso “soy un inútil, con 32 años y no sé ni freír un
huevo”)
Emoción (¿Qué he sentido? Por ejemplo, siento enojo hacia mí mismo por no haber estado más
atento. Ojo: no confundir sensaciones o sentimientos con pensamientos. Cuando el “siento” va
seguido de un “que”, no estamos hablando de una emoción sino de un pensamiento. Por ejemplo,
“siento que no valgo para nada” no es una emoción, es un pensamiento. Una emoción sería: “me
siento impotente”)
Conducta (¿Qué hago? Por ejemplo: tiro la comida quemada y me quedo sin comer, ya da igual, se
me ha quitado el hambre).
5. Para que una persona se quiera a sí misma, de forma auténtica y realista, tiene que conectar
con aquellas partes que le gustan de sí misma, con las cosas que se le dan bien, con los logros
que admira de sí misma, con los momentos de bienestar en soledad. De esa forma, el cariño
surgirá de forma natural y no impuesta.
Piensa en aquellas personas a las que más quieres. ¿Por qué las quieres?
Les tienes cariño porque te gusta cómo son, admiras lo que hacen, porque te aporta bienestar
compartir tiempo con ellas.
Quererse a uno/a mismo no debe ser una imposición: “tienes que quererte porque eres el único
que va a estar ahí toda tu vida”. Eso está muy bien, pero, ¿cómo querer a alguien a quien rechazo?
¿Cómo quererme a mí mismo, si no me gusto?
Cualidades + Habilidades
(2) sus habilidades, es decir, lo que se le da bien hacer. Pueden ser cosas muy sencillas y cotidianas,
no hacen falta grandes virtudes súper heroico ni grandes dotes.
En función de las resistencias que tengan, para algunos pacientes va a ser más complicado que
para otros realizar estos listados.
Nunca caigas en la manipulación del paciente cuando éste dice “no se me ocurre nada”, “no tengo
cosas buenas”, “nada se me da bien”. No des el ejercicio por acabado, ni pases a lo siguiente, hay
que sostener esos primeros momentos de blanco mental.
Si le resulta muy difícil, sugiérele que recurra a otras personas cercanas para que le ayuden a
elaborar los listados. Incluso tú mismo, como terapeuta, puedes aportar alguna cualidad positiva
que ves en tu paciente y quieres recalcar.
También puedes recurrir a momentos pasados de su vida en los que tu paciente se sentía mejor.
A menudo los pacientes dicen cosas como “yo cuando era joven era muy echada para adelante, pero
ahora todo lo contrario”, “antes de perder el trabajo yo era muy divertido, siempre estaba haciendo
bromas, pero ahora ya no soy así”. Yo siempre les digo que si en algún momento de su vida fueron
algo, esa virtud está ahí, en alguna parte de ellos, ¿o acaso fueron poseídos por otra persona? Sólo
hay que rescatar y desenterrar esas virtudes que nos hemos ido dejando por el camino.
7. Ejemplificar y concretar
Pídele a tu paciente que elabore uno o dos ejemplos concretos para cada una de las cualidades que
enumeró antes y en los que se vea reflejada esa virtud.
Concretar siempre es importante para bajar a la tierra y no quedarte en el terreno mental, que es
tan ambiguo.
Por ejemplo, una cualidad que la gente dice muy a menudo “soy muy amiga de mis amigos”. ¿Qué
es ser muy amiga de mis amigos? Nadie lo sabe.
Concretar esa cualidad en ejemplos claros y cotidianos, te ayudará a clarificar la ambigüedad.
Por ejemplo, “cuando mi amiga Marta me dice que necesita hablar, yo dejo lo que estoy haciendo y
la llamo”, “soy buena guardando los secretos de mis amigos”, “se me da bien pararme y escuchar a
mis amigos, sin juzgarles”.
8. Elaborar un perfil
Tu paciente ha de elegir o tiene que elegir las tres cualidades principales y las tres habilidades
principales que le definen, aquellas con las que se siente más identificado, las que más le gustan, las
que más se cree, las que más utiliza en su día a día, aquellas a las que le puede sacar mayor partido.
Esas tres cualidades y tres habilidades esenciales son seis herramientas que va a llevar debajo de su
brazo en cada decisión y en cada paso cotidiano.
5. Pasar a la Acción
Recuerda finalizar siempre la terapia con un paso a la acción. En esta fase terapéutica final,
el objetivo es que tu paciente empiece a tratarse con más cariño.
Esto significa aprender a reconocer sus propias necesidades, necesidades que dependan de sí
mismo y no de los demás o del entorno y aportárselo de forma autónoma.
¿Qué necesito?
¿Cómo me lo puedo dar?
Este ejercicio consiste en invitar al paciente a (re)descubrir y recopilar todo aquello que le gusta
hacer, todo aquello con lo que disfruta, desde cosas troncales en su vida hasta pequeños placeres.
Por ejemplo: “me gusta tocar la guitarra”, “disfruto cocinando mis platos favoritos”, “un pequeño
placer es llegar a casa, descalzarme y ponerme música un rato”.
Estas actividades o pequeños placeres tienen que tener la misma importancia que las obligaciones,
decidiendo cuánto tiempo al día o a la semana quiere dedicarse a aportarse bienestar.
Cuando la persona comienza a dedicarse el tiempo, el cariño, el respeto y el placer que realmente
se merece, la autoestima se ve fortalecida, y con ella el bienestar, el optimismo y la salud mental.
Es interesante que estas metas sean de diferentes áreas de la vida (social, personal, hábitos, salud,
laboral, académica…). Estas metas tienen que tener las siguientes características:
En este punto, enfoca la terapia hacia esos objetivos propuestos orientando y ayudando a tu
paciente para los alcance, ya que le aportarán bienestar a su vida y fortalecerán su autoestima.
6. Finalizar la Terapia
¿Cómo sabrás cuándo finalizar la terapia? Cuando veas en tu paciente los rasgos de una
autoestima sana.
Tener un buen vínculo terapéutico o alianza con tu paciente es un aspecto clave para que la
terapia con los problemas de autoestima tenga éxito. El cariño y la aceptación que tú sientas hacia
tu paciente, es algo que se transmite. Contar con ese cariño le va a dar seguridad y le ayudará a
quererse a sí mismo un poco más. Desde mi punto de vista, si tú como terapeuta no llegas a ver la
parte positiva de tu paciente y no le aprecias por quién es, será imposible que le ayudes a mejorar
su autoestima.
¡No caigas en las trampas que el paciente se pone a sí mismo! El paciente se pone trampas como
estas: explicaciones, argumentos, excusas, justificaciones… que pueden sonar muy lógicas, pero a
menudo no son realistas. Por ejemplo, “como comida chatarra porque no tengo tiempo de
cocinarme nada”, cuando realmente está utilizando ese tiempo, por ejemplo, en ver la tele, y
puede redistribuirse de una forma más adecuada. Cree siempre lo que dice tu paciente, pero
siempre siendo consciente de que su forma de ver las cosas es una perspectiva. Tú estás ahí para
aportar un punto de vista diferente.
Para trabajar con la autoestima de tus pacientes es muy importante que tengas bien trabajada tu
propia autoestima. ¡Los psicólogos y terapeutas también somos personas! Para poder ayudar a
nuestros pacientes hace falta un trabajo de crecimiento personal muy extenso. Aquí tienes 7
claves para mejorar tu autoestima.