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BIOGRAFÍA
DEL

POR

CAMILO DESTRUGE

GUAYAQUIL

Librerfa é Tmprenta Gutenberg, de Uzoátepui & C o .


Calle 9 de Octubre, 2a. cuadra, Nos. 215-219

1914
BIOGRAFÍA
DEL

GENERAL M N uin
46690
BIOGRAFÍA
DEL

POR

CAMILO DESTRUGE
UíRKCTOll J>E LA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE GUAYAQUIL.

GUAYAQUIL.^ "

LIHHEUÍA É IMPUESTA GITTENBEBG, DE UZCATEGUI & 00.

Calle !) de Octubre, 3a. cuadra, Nos. 215-213.

1913
PRÓLOGO

Colombia, la Grande y Heroica, la Co-


lombia que nació del cerebro -poderoso de Bo-
lívar, no sólo tuvo laureles preciosos para
ceñir la frente de los héroes que surgieron
de su suelo; no sólo á ellos brindó con la glo-
ria y la inmortalidad, sino que tuvo también
la rara virtud de atraer á su seno á hombres
esforzados, de ideas nobles y levantadas; á
hombres que, en lejanas playas, oyeron el
grito de ¡libertad! lanzado por los pueblos
de América; á hombres cuyo espíritu se i e-
belába contra el íistema monárquico, y vie-
ron en el Nuevo Continente el campo á pro-
pósito para dar expansión á sus principios,
para luchar por la, libertad, por la democra-
cia; para esforzarse en reconquistar los fue-
ros y derechos de los pueblos.
Y de todas partes acudían á colaborar
en la obra redentora los hombres de buena
voluntad. Llegó hasta ellos el clamor de los
Americanos; el grito de Independencia hirió
las fibras de su patriotismo; cruzaron los
mares, y vinieron á participar de nuestros
sacrificios; á compartir con nosotros las fa-
tigas de la campaña, los peligros de la lucha,
VI

los sinsabores de los fracasos y las glorias


de los triunfos; su sangre generosa se mezcló
con la nuestra en los campos de esa fabulosa
contienda, é inscribieron también sus nom-
bres en el Martirologio Americano; dieron
páginas brillantes á la historia de la Eman-
cipación del Continente.
Muchos de ellos figuraron honrosamente
en la lucha por la libertad de la que es hoy
República del Ecuador.— Villamil, O Lea-
ry, Sandes, Wright, Mires, Hall, Whitte y
tantos otros, fueron los representantes de los
principios republicanos que también se agi-
taban en el Viejo Mundo, que con ellos nos
enviaba su precioso contingente y su entusias-
ta aplauso.
Dos de esos hombres de corazón genero-
so; dos de esos varones esforzados, salieron
de la vieja Inglaterra, cruzaron el Atlánti-
co, burlando la persecución de las naves esr
pañolas, y vinieron ó. sostener desigual y
brillante campaña en nuestros mares, para
pasear victoriosa en todo el Pacífico la ense-
ña de la Libertad Americana.—Cochrane é
lllingivorth, que habían ilustrado ya sus
nombres en el otro Continente, vinieron en
pos de nuevas glorias, que fueron triunfos
para la Causa Republicana.
Y si guardamos agradecidos y respetuo-
sos el recuerdo de los héroes de la Magna
Lucha; si para cada uno de ellos tenemos
bendiciones de gratitud; si hemos consagra-
do su memoria al culto sagrado del patrio-
tismo; justo es que la Historia inmortalice
VII

los hechos que ilustraron sus nombres.


Si conocidas son en lo general las accio-
nes meritísimas y gloriosas que constituyen
la larga y brillante carrera pública del Gene-
ral Don Juan Illitl^aJonn, «o se puede decir
que la Historia ha satisfecho yá, plenamen-
te, la deuda de gratitud nacional para con él
contraída. Porque hasta el día hay muchos
de esos hechos, muchos de esos acontecimien-
tos en que figuró el General lllingiwrth, que
no son conocidos debidamente, y otros cuyos
detalles se ignoran en lo absoluto.
Mas, yá digimos en otra ocasión que, si
se retarda el cumplimiento de un deber sa-
grado, cual lo es el de rendir el homenaje de
la Historia á los que fueron proceres y ser-
vidores ilustres de la Patria., ese mismo re-
tardo trae consigo las ventajas de que el tiem-
po, moderando las pasiones, permite mayor
imparcialidad en la historia, mayor suma
de serenidad para establecer un juicio exac-
to y justiciero de los hombres y de sus accio-
nes; para presentarlos tales y como fueron;
rindiendo homenaje á la verdad.
Pocos son los hombres de verdadero mé-
rito que alcanzaron en vida la justicia de
sus contemporáneos; y pocos, así mismo, los
que no vieron amargada su existencia por la
ingratitud y la perfidia, que- siempre se van
contra lo bueno, contra lo grande. Pero, más
tarde ó más temprano la justicia se impone
y llega el día de la reparación.
No faltaron cd General lllingivorth esas
amarguras en su vida pública; hasta la in-
VIII

triga de ruines traidores tuvo la audacia de


morder en su reputación; pero,—cosa rara,
—la justicia fué inmediata; humilló á los
traidores y brillaron más el patriotismo y la
lealtad del calumniado. Cosa rara, hemos
dicho, porque lo regular es que esajusticia
se cumpla sólo después de la desaparición de
los grandes hombres, víctimas siempre de las
medianías y nulidades....
El General lllingworth, fué un honrado,
entusiasta y leal servidor de la Patria que
adoptó y le adoptara á él, llena de gratitud.
Pero es en Guayaquil, sobre todo, donde
le hemos de contemplar al General llling-
worth, unificado siempre con el verdadero
patriotismo, trabajando de consuno con los'
entusiastas obreros de la civilización, para
el, engrandecimiento de su patria adoptiva;
velando por los intereses del pueblo, defen-
t

diendo los derechos ciudadanos; haciendo


frente al peligro, con dignidad y sereno va-
lor; no omitiendo sacrificios para el triunfo'
del ideal republicano, para la conservación
de la independencia y soberanía nacionales:
La instrucción pública fué una de sus
prefen entes atenciones como magistrado; y
en este ramo le debe la mujer guayaquileña
la iniciativa de su ilustración, como lo vere-
mos en el curso de este relato histórico.
Las artes y oficios tuvieron también en
él un decidido protector; y Guayaquil fué be-
neficiado en este sentido, por medio de la in-
plantación de la primera factoría mecánica
á vapor.
TX

Fué el fundador de, la Marina esencial-


mente ecuatoriana, pues lo fué de la primera
Escuela Naval en este puerto.
Su carrera, de marino fué brillante; sus
cam. ¡jañas fueron las de un jefe experto, va-
leroso y prudente; su labor de magistrado
fué progresista, y como legislador se distin-
guió por la previsión, por un conocimiento
exacto de las necesidades sociales y por las
más avanzadas ideas.
Su honradez inmaculada se impuso, cd
extremo de ser uno de los pocos hombres pú-
blicos á quienes los más encarnizados ene-
migos no se atrevieron á tocar en su reputa-
ción.
No le fcataron amargas decepciones en
su larga existencia pública; pero era de co-
razón fuerte y espíritu valeroso; era de esos
hombres que salen, triunfantes de las más du-
ras pruebas; porque no pierden su dignidad.
Los más terribles temporales políticos le en-
volvieron; pero él, sereno y fuerte en la lu-
cha, digno y resignado en la desgracia, que-
dó de pie cuando otros sucumbieron, resultó
inmaculado donde otros olvidaron su deber.
De principios cutamente morales, la
práctica, de ellos recomendó su vida de ma-
gistrado y de ciudadano; entendía y tradu-
cía en hechos elocuentes, el verdadero libera-
lismo. Era liberal de escuela; firme en sus
doctrinas, en sus convicciones; pero no ex-
tremista, no intransigente; no de aquellos que
corrompen una doctrina que proclaman....
y no entienden.
X

La instrucción y la lealtad, el pundonor


y la disciplina, la prudencia y el valor, eran
prendas que le distinguían y hacían de él un
tipo perfecto del militar de escuela, que da
lustre á la carrera de las armas.
Arrojado é inteligente marino, no fué
de los que se concretan á cruzar los mares,
en empresas más ó menos útiles y gloriosas;
sino que, llevando más adelante el desempe-
ño de su misión, fué también el hombre ilus-
trado, el hombre de ciencia, que ocupó honro-
so lugar en los anales de los descubrimien-
tos marítimos.
Tal fué el hombre de cuya vida pública
nos vamos á ocupar; tal la personalidad
ilustre que vamos á iiresentar en estas pági-
nas de historia, sin más recomendación que
la verdad de los hechos.

Es al Pueblo Ecuatoriano que vá dedi-


cado este trabajo; y es un deber de justicia
que me lo ha, inspirado.
Si bien es verdad que satisface una de
mis más legítimas aspiraciones, no es menos
cierto que esa aspiración envuelve también
el deber ciudadano; el pago de una, deuda
contraída por los ecuatorianos.
Las páginas de la Historia, repetimos
aquí,—constituyen el más hermoso monumen-
to que los pueblos pueden erigir en honor á
sus grandes hombres; y son esas páginas,
cuando limpias y honrosas, la más brillante
apoteosis de los liéroes.
El pueblo que sabe, guardar su Historia
con la veneración que ella se merece, demues-
tra su elevado patriotismo; porque en ella se
encierra lo que forma su orgullo, aquellos
sucesos en que resplandece su soberanía, sus
antecedentes de gloria y las más saludables
enseñanzas para el porvenir.
Las biografías de los hombres ilustres
son, al mismo tiempo que un homenaje á su
memoria, el más precioso ejemplo y eficaz
estímulo para las nuevas generaciones.
Una biografía que los hechos y la histo-
ria imparcial de ellos hacen honrosa, vale
tanto, y aun más, para los pueblos que leen
y se instruyen, que la contemplación de una
estatua, de un monumento cualquiera; por-
que el monumento, obra de la gratitud nacio-
nal, nada nos dice, nada nos refiere del por
qué de su erección; y la Historia es á la vez
un monumento, un homenaje á los grandes
hombres, y la exposición elocuente de sus me-
recimientos.
Hombres ha habido, vanidosos, llenos
de soberbia, que se han hecho levantar esta-
tuas en vida; pero no han podido impedir
que la Historia los juzgue con severidad.
Las estatuas rodaron por tierra, y la His-
toria ha permanecido inalterable....
Al ofrecer á los ecuatorianos la Biogra-
fía del General lllingivorth, no somos los
apologistas apasionados que se dejan llevar
únicamente del afecto, con daño de la impar-
cialidad histórica. El relato sencillo y do-
cumentado de los hechos, nos salva, al pro-
pió tiempo que de incurrir en parcialidades,
de cualquiera inculpación ó duda á este res-
pecto.
A los ecuatorianos, repetimos,—va dedi-
cado nuestro trabajo histórico: vean en este
libro, nó la labor de un descendiente del ilus-
tre lllingivorth, sino ¡a de un ecuatoriano
que cree cumplir un deber de gratutud nacio-
nal.

E L AUTOR.
BIOGRAFÍA

En Stockport, ciudad perteneciente al


Condado de Chéster. en Inglaterra, nació
el General Don Juan Illingworth, el 10 de
Marzo de 1786; y perteneció á una de las
familias más notables de ese Condado.
Rápidamente y con raro aprovecha mien-
to, hizo sus primeros estudios; y apenas
contaba quince años de edad, cuando in-
gresó, para el aprendizaje práctico, en la
marina de guerra británica.
Apenas comenzada su carrera, cuando
sufrió una de Jas pruebas más serias, más
peligrosas de los profesionales. Acababa
de embarcarse en el navio Venerable y sa-
lido á la mar; de pronto estalla la tempes-
tad y una horrorosa borrasca hizo naufra-
gar al navio, en aguas de Torbay; salvan-
do milagrosamente el novel marino, con
una parte de la tripulación. De manera
que el comienzo de la vida marítima de
2

lllingworth, fué señalado por un naufra-


gio; tal y como otro naufragio había de
poner término, muchos años después, á
una de sus más gloriosas empresas, en
aguas colombianas; á un crucero brillante,
á una campaña heroica por la libertad
americana....
Después de diez años de servicios no in-
terrumpidos, yá era lllingworth, según la
expresión de un ilustrado publicista, " u n
oficial de notable distinción; y aún más
que ésto: era un héroe"; porque el cumpli-
miento de sus deberes lo había llevado, en
efecto, á un alto grado de heroicidad.
La conducta, el cumplimiento del joven
marino durante la guerra con Francia., le
hizo distinguirse, allí donde era difícil so-
bresalir, le enalteció en grado sumo y le
valió honrosas distinciones.
Los partes oficiales pasados por el jefe
bajo cuyas órdenes servía en clase de pilo-
to, hacen muy especial y honrosa distin-
ción del arrojo, serenidad y heroísmo con
que atacó Illingworh, por dos veces conse-
cutivas, las baterías poderosas de la bahía
de Quiberón, clavando los cañones de ellas,
demoliendo las trincheras y destruyendo
toda obra de defensa, bajo el incesante y
mortífero fuego del enemigo, á la vista de
sus reductos.
El buque en que servía entonces, era la
Serveülante, mandada por el capitán Co-
llier, quien hizo ostensible, no sólo su com-
placencia, sino su admiración, por la con-
3

ducta heroica del experto y. valiente joven


oficial
En los Anales de la Marina Inglesa, co-
rrespondientes al año de 1810, se hace
mención muy particular y honrosa, del
glorioso episodio en que Illingworth dejó
tan bien sentado su nombre y puestas las
bases de una envidiable reputación, adqui-
rida á fuerza de heroísmo y grandes me-
recimientos.
• También en la "Historia Naval de la
Gran Bretaña", escrita y publicada en 1847,
por Williams James, se hace justicia á
Illingworth, comentando debidamente su
gloriosa acción. Pero todavía con más de-
tenimiento y mayor suma de detalles se
refiere ese hermoso hecho de armas, en la
obra titulada Bal fies of the Brítish Nuvy,
por Joseph Alien; el cual, dice:

«On the 5th of September, in the morning, as the


38 gun frigate Surveillante, captain George Ralph
Collier, and gunbrig Constant, Lieutenant John
Stokes, were off the Morbihan a French convoy
was observed escupinh fron that river, and making
off to the southward. The Brithis ships lost no ti-
me in pursuinh, and a port of the convoy reentered
the river. One brig, however anchored for protec-
tion cióse under the rocks, and betwin the batte-
ries of St Guildas and St Jacques. Captain Collier
then despatched the boats in command of Lieute-
nant the Honorable James Arbuthnot, asisted by
Master's mate John Illingworth, and Midshipmen
John Kingdom, Digby Marsh, Edwin F. Stanhope,
William Crowder, John Watt, and Herbert Ashton,
to attempt the destruction of the brig. In addi-
4

tion to the guns of the batteries, the boats has to


contend against a body of troops stationed in the
caverns near the brig, and also field pieces; but un-
deterred, by this formidable opposition, the vessel
was boarded, her cables and hawsers cut, and
brought out without any loss on the part of her
captors. Captain Collier, in his official letter, ma-
de very handsome allusión to the important service
rendered bi the Constant, Lieutenant Stokes, who
with great skill navigated his brig between the ro-
cks, and by her well directed fire upom the enemy,
doubtless saved the frigate's boats from severe
loss.
On the following night Captain Collier sent away
two boats, in command os Mr. lllingworth, assisted
by Midshipmen John Kingdom and Héctor Rose,
to destroy a watchtower an l'gun battery lately
erected at the mouth of the river Crache. The
service was performed with great gallantry, in
broad daylight; for, having first decoyed te guard
from the battery, the British attacked and drove
hem from the beach, spiked the gun [a long 24
pounder], and lovelled the whole building with
the ground.. Mr. lllingworth was very deservedly
prometed on the Ist of August,1811.»

" E n la mañana del 5 de Setiembre vigilaban la


costa del Morbihan los siguientes buques de gue-
rra al servicio de S. M. B.: fragata de 38 caño-
nes "Surveillante", comandada por el Capitán
George Ralph Collier, y el bergantín " C o n s t a n t "
á las órdenes del teniente John Stokes, cuando los
vigías anunciaron que un convoy francés salía del
río y trataba de escapar hacia el sur. Los buques
británicos persiguieron á los franceses sin pérdida
de tiempo, obligando á una parte del convoy á bus-
car refugio en el río. Sin embargo, un bergantín
francés ancló entre las baterías de St. Guildas
y de St. Jacques muy cerca de las rocas, buscan-
do así protección. Entonces el Capitán Collier
o

despachó los botes bajo las órdenes del teniente


Hon. James Arbuthnot, ayudado por el primer ofi-
cial John lllingworth, y por los guardias marinas
John Kingdon, Digby Marsh, Edwin F. Stanhope,
William Crowder, John Watt y Herbert Ashton,
para que trataran de destruir el bergantín. A d e -
más de tener los botes que combatir contra los ca-
ñones de las baterías, también debían sufrir el fue-
go de un cuerpo de tropas emboscadas en las ca-
vernas cercanas al bergantín y contra algunas pie-
zas de artillería de campaña: más los atacantes, sin
tomar en cuenta tan formidable oposición, aborda-
ron el buque enemigo, cortaron las amarras y es-
pías que lo aseguraban y se hicieron á la mar con
su presa, sin que sus aprehensores sufrieran perdi-
da alguna.
El capitán Collier, en su parte oficial encomia
grandemente los importantes servicios prestados
por el «Constante», comandado por el teniente Sto-
kes. quien con gran pericia dirigió su buque por en
medio de las rocas y rompió el fuego contra el ene-
migo, con tan buen éxito que, indudablemente, sal-
vó los botes de grandes pérdidas.
A la siguiente noche, el capitán Collier envió dos
botes bajo las órdenes de Mr. lllingworth, ayuda-
do por los guardias marinas John Kingdon y Héc-
tor Rose, para que destruyeran una torre que ser-
vía de atalaya y una batería de cañones que los
enemigos habían construido en la desembocadura
del río Crache. Esta comisión se llevó á cabo con
gran intrepidez, pues á la luz del día hicieron salir
al enemigo de sus posiciones, lo arrojaron de la
playa, clavaron el cañón (una pieza larga de 24
Lbs.) y arrasaron la torre.
Mr. lllingworth, muy merecidamente, fue ascen-
dido con fecha 1<? de Agosto de 1811".

Y a (le Teniente, pasó, en 18L2, al navio


Carolina; y en esa nave hizo toda la cam-
paña de la isla de Francia, cuya conquista
6

costó á la marina inglesa tantas vidas, ya


por las balas francesas, ya por el mortífe-
ro clima de esas regiones. Y fue ese cli-
ma el que llegó á quebrantar notablemen-
te la robusta constitución del joven mari-
no, que hasta entonces había afrontado
las privaciones, los sufrimientos y duros
maltratos de largas y pesadas campañas.
Y fue á consecuencia del mal estado de su
salud que "regresó Illingworth á Inglate-
rra en 1813; y, aunque hizo todavía una
nueva, aunque más corta campaña, en
Holanda y Dinamarca, con Sir Samuel
Warren, en el Blenhein, sus dolencias le
obligaron á buscar en el benigno clima del
sur de Francia y del mediodía de España,
el restablecimiento de su salud .
11

Residió en esos países unos tres años,


más que menos; y, al propio tiempo que
consiguió el objeto que por allá le llevara,
recuperando por completo sus fuerzas, ad-
quirió buenos conocimientos y versación
en los idiomas francés y español, que lue-
go llegó á poseer con perfección.
Al cabo de ese tiempo, regresó á su Pa-
tria, muy oportuna y providencialmente,
para ser elegido como factor de una em-
presa tan arriesgada como patriótica, dig-
na de su carácter enérgico y de sus ideas
levantadas, y que solo podía ser confiada á
un hombre en el que se reunieran todas
las prendas de que se há menester para las
grandes acciones, paia el éxito de una,
aventura tan arriesgada como gloriosa.
7

II

Por la época á que nos referimos, [1817)


hallábase en Londres el agente de la Re-
pública de Chile, don José Antonio Alva-
rez Condarco, y bascaba con empeño un
jefe de la marina, cuyas condiciones espe-
ciales de inteligencia, prudencia y valor,
tanto como sus ideas liberales, fueran
garantía suficiente para confiarle la arries-
gada empresa de conducir alas playas chi-
lenas al Lord Cochrane. el ilustre marino;
á esa gran figura de la Independencia
Americana.
Se trataba de burlar la vigilancia y per-
secución de las naves españolas que cru-
zaban el Océano en todas direcciones y en
gran número; y esa peligrosa empresa no
se podía confiar á cualquiera.
Pero el Sr. Alvavez Condarco tuvo noti-
cias de la existencia del hombre que bus-
caba; entró en relaciones con Illingworth,
se convenció de que en él concurrían to-
das las prendas que aseguraban el buen
resultado de la expedición; y no vaciló en
darle el mando de la corbeta Rosa, que era
el buque destinado al objeto.
La Rosa permanecía en el Támesis, sin
destino alguno; fué habilitada "como para
una empresa de colonización en el río Co-
lumbia, al norte del Pacífico; y, para me-
jor disimular esta ficción, hizo Illingworth
un corto viaje á Alemania, en demanda de
emigrantes. Pero volvió sigilosamente á
8

Londres, y luego dio la vela; } , tocando,


r

como de arribada, en Boulogne-Sur-Mer,


en Agosto de 1818, tomó á bordo al Lord
Cochrane, quien prófugo de su patria, des-
pués de su gloria y su codicia, vivía, desde
hacía algunos meses, refugiado en Fran-
cia".
El Comandante Illingworth cumplió per-
fectamente su delicada comisión, condu-
ciendo á Cochrane y su familia sin nove-
dad hasta el puerto de Valparaíso, al cual
arribaron hacía fines de Diciembre de 1818;
siendo objeto de un entnsiasta recibimiento.
Refiere el ilustre publicista chileno Vi-
cuña Mackenna que, desde el principio,
desde el primer momento, fueron aprecia-
das debidamente las condiciones marine-
ras de la nave; y el Gobierno de Chile to-
mó á empeño su adquisición.
Mas, corno á ese Gobierno le faltaron
fondos para la compra de tan útil elemen-
to, y el dinero andaba escaso allí donde
había exhuberancia y derroche de patriotis-
mo, se presentaba una grave dificultad pa-
ra tan deseada como ventajosa adquisi-
ción. Pero el patriotismo hizo desapare-
cer todo obstáculo, y la Rosa pasó en bre-
ve áser propiedad de la República de Chile.
"San Martín y O'Higgins, unidos en un
solo pensamiento, el de la libertad del Pa-
cífico, hicieron un llamamiento al Ejército
chileno-argentino, pidiendo al jefe, al su-
balterno y al soldado que, como un heral-
do de sus propias glorias y conquistas, en-
9

viaran á las costas enemigas aquella ágil


quilla, como precursora de sus armas.
"Tal idea encontró calurosa acogida; y,
en un mes dado, de Enero á Febrero de
1819, desde el Generalísimo del Ejército
hasta el último tambor, depositaron la ter-
cera parte de su escaso sueldo, para com-
prar y armar la liosa, para el corso y para
la guerra '.
1-

Adquirida, pues, la hermosa corbeta con


los recursos del más aseendrado patriotis-
mo, fué perfectamente arreglada y arma-
da, bajo la dirección de su Comandante.
Se la dotó de treinta- y seis cañones y reci-
bió oficialmente el nombre de Rosa de los
Andes; poniéndola al mando del mismo
Cora a n dante II li n g w orth.
La airosa nave iba, pues, á pasear triun-
falmente, á lo largo del Pacífico, el pabe-
llón glorioso de una nación heroica, cuyo
patriotismo sabía hacer milagros; iba á avi-
var la llama del fuego revolucionario has-
ta en las más septentrionales regiones de
la America del Sur.
"Esa gentil corbeta tenía una misión
mixta, política, militar y de depredación
armada al comercio español, desde el Perú
á las Californias. Por una parte, preten-
día el Gobierno las legítimas ganancias de
un crucero, para distribuirlas al Ejército
habilitador; y, por otra, se proponía desper-
tar el patriotismo de los habitantes de las
costas, desde Arica á Guayaquil y desde
Guayaquil á Panamá, á fin de preparar
10

el campo á la Escuadra y al Ejército Li-


bertador, que ya alistaban de consuno, el
uno como Almirante y c o m o Generalísimo-
el otro, Cochrane y San Martín.
"Para realizar un plan tan serio, conti-
núa diciendo Vicuña Mackena, era indis-
pensable confiar la nave mensajera á un
hombre de tacto, que uniera á un probado-
valor, la sagacidad y la prudencia de un
caudillo. Ese hombre, cortado al molde del
requerimiento, era el capitán Illingworth,
bravo é inflexible c o m o el hacha de abor-
daje, y cuya ciencia náutica y "distingui-
dos talentos militares", probados más tar-
de en arduas ocasiones, lo colocaron á la
altura de los primeros jefes del Pacífico '.
1

Lord Cochrane respondía por él, y esa


fianza armaba héroes, como la espada de
los reyes hacía antiguamente caballe-
ros"

Puesta yá la Rosa de los Andes bajo las


órdenes de Illingworth, vino la tarea de es-
cojer, de seleccionar la tripulación, em-
pleados de la nave, etc.; así como la de do-
tarla de jente escogida para las operacio-
nes de desembarco militar.
El Comandante de la Corbeta, expuso lo
inconducente y hasta lo perjudicial de em-
barcar mucha tropa; mas, á pesar de sus
serias y atinadas reflecciones, dictadas por
la experiencia, siempre fué excesivo el nú-
mero de soldados, lo cual no dejó de ser
un mal, como lo veremos más adelante.
En lo demás, lié aquí las noticias exac-
tas que nos proporciona el erudito publi-
cista chileno que venimos citando, en lo
relativo á la dotación y otros pormenores
sobre las fuerzas embarcadas en la históri-
ca nave.
"El Capitán Illmgworth ( ),-dice-,se ocu-
l

pó inmediatamente de organizar su expe-


dición; y era tal el entusiasmo que en esos
años despertaban las aventuras del mar y
sus ensueños de gloria y de fortuna, que,
en menos de un mes, la Rosa de los Andes
contaba á su bordo 550 tripulantes. Era
cuanto cabía en sus coyes, en sus cureñas,
en el fondo de sus pañoles.
"Las fuerzas estaban distribuidas casi
por mitad, entre tropas de desembarco j
marineros, éstos casi todos extranjeros, in-
gleses, norte-americanos, rusos, italianos,
suecos, griegos, malayos, de todas l?.s na-
ciones del inundo, excepto españoles. Los
soldados eran también por mitad chilenos
y argentinos.
"Servía como segundo de Illingworth, el
bravo, pero indisciplinado Teniente Rai-
mundo Morris, norte-americano de naci-
miento que había venido de Mendoza en
(I) El Sr. Vicuña Maekenna escribe lllinworth, en vez
de Illrnyworth, que es lo correcto; pero lo cierto es q u e .
más tarde, el misino General convino en la necesidad de
qne se españolizar» su apellido, en vista de la dificultad
que causaba escribirlo y, sobretodo pronunciarlo; acaban-
do por firmar él mismo llliiigroi.
uno de los batallones argentinos, y que 7

después de haberse batido en Chacabuce,


había sido el libertador de los proceres
proscritos en Juan Fernández; y, en segui-
da el feliz apresador de la Perla, en Valpa-
raíso. Era un mozo valiente, pero de escasa
moral, voluntarioso y arrogante, que esta-
ba muchos grados bajo el nivel del alto é
hidalgo pecho de su jefe, y en cuyo á n i m o
la intrepidez natural tenía casi siempre por
aliado al alcohol.
"Los demás tenientes, ingleses ó ameri-
canos, llamábanse Samuel Portude, Gui-
llermo Jones, Simón Seymur y Pedro Me'
Gilí en. Un Esteban Hort era el piloto, y
dos ingleses llamados, en el lenguaje de
los escribanos, cuya ortografía extranjera
es siempre una curiosidad,- Wachifia Cee-
rulley y Fulano Bingham, eran los médi-
cos. El Contador y el Amanuense princi-
pal eran chilenos. Llamábanse el prime-
ro José Villareal y el último Pedro Nolas-
co Jof ré, el mismo que nos ha trasmitido
sus ya vacilantes recuerdos de una campa-
ña á que asistió siendo niño.—Jofré había
nacido en Valparaíso, en la que hoy se lla-
ma calle del Peligro, en 1802, y tenía en-
tonces 17 años.
Componíase la tropa de desembarco, de
doscientos soldados de diferentes cuerpos
del Ejército de los Andes, y habíase confia-
do su mando á un joven y valiente oficial
13

francés llamado Desseniers Q).—El viaje-


ro francés Lafond, que le encontró años
más tarde en Guayaquil, asegura que
aquel había sido un brillante Capitán de
lanceros en el ejército de Napoleón. Iban
á sus órdenes un Capitán Rico y un Cael
de Jersicure (ortografía del escribano Men-
ceresj, en calidad de Tenientes.
" L a artillería de tierra, compuesta de
un destacamento de 25 hombres, estaba á
las órdenes de un modesto, pero valiente
oficial chileno, don Francisco Fierro, muer-
to en triste olvido hacen diez años"[ ]. 3

Y a arreglado el personal de la hermo-


sa corbeta, no faltaba sino hacerse á la ve-
ía, para iniciar la carrera de triunfos en
que la vamos á seguir.
Iba á comenzar una campaña glorio-
sa, y el pabellón chileno á recorrer los ma-
res, desde Valparaíso hasta Panamá, y
aun acompañar á lllingworth en una bri-
llante empresa ele descubrimiento, cuyo
resultado ilustró su nombre de marino
distinguido, como navegante que no descui-
da de prestar su contingente á la Ciencia,
en medio de las atenciones de una brillan-
te campaña; en una palabra, en el descu-

(1) — Este bravo oñcial era muy querido de l l l i n g w o r t h ;


hizo, como lo veremos, toda la campaña marítima con
aquel jefe; desempeñó un brillante papel en el combate de
P u n t a - G a l e r a ; y, cuando naufragóla liona, fué uno de los
que estuvieron al servicio de Colombia; viniendo á Gua-
yaquil, con el mismo lllingworth, en el primer contingen-
te de tropas auxiliares colombianas.
(2)—Fierro Calvo, murió en Santiago el 25 de M a y o de 1866.
14

brimiento de la comunicación interoceáni-


ca.
Pero no adelantemos los sucesos, y si-
gamos el orden cronológico del heroico cru-
cero de la "Rosa", de esa campaña tan pro-
vechosa para la causa de la Independencia
Americana.
La Rosa de los Andes, recorriendo las
aguas del Pacífico, c o m o mensajera de una
noble Nación que quería llevar la libertad
á sus hermanas del Continente; batiendo
con bizarría á las más poderosas naves es-
pañolas; apoderándose de los puertos de la
que fué después Colombia y provocando en
ellos la insurrección y la proclamación de
la Independencia, fué elemento poderoso
que contribuyó notablemente á la emanci-
pación de estas secciones americanas.
Dueños los españoles de los mares, te-
nían todas las ventajas para conservar so-
metidas á las poblaciones costaneras; pero
batidas y perseguidas en todas direcciones
sus poderosas naves, y obligadas á refu-
giarse en los puertos ó no alejarse m u c h o
de ellos, esas ventajas desaparecían ó dis-
minuían considerablemente, y los pueblos,
libres de ellas, quedaban en condiciones de
trabajar por su autonomía, de prestar su
concurso á los del interior y aún de insur-
reccionarse.
Lord Cochrane é lllingworth, limpian-
do los mares de naves españolas y luchan-
do, el primero por el Sur en combinación
con el ejército de San Martín, y el según-
15

do en el Norte, en combinación con el ejér-


cito de Bolívar, que operaba en el Cauca,
fueron dos grandes factores de los triun-
fos de la Independencia.

III

La Rosa délos Andes estaba, c o m o he-


mos dicho, lista para salir á campaña.
Ateniéndonos á lo asegurado por el
narrador Vieytes [*], tendríamos que la
corbeta salió de Valparaíso el día 5 de Abril
de 1819, aniversario de la victoria alcanza-
da en Maipo por el Ejército Libertador
Chileno. Pero el Sr. Vicuña Mackenna
asegura que es un error, pues la Rosa es-
taba en Valparaíso el 24 de ese mes; y el
error viene de que, en la hoja de servicios
del Alférez Fierro, consta que se embarcó
el 5 de Abril, lo cual no quiere decir que
ese mismo día abandonara la corbeta su
fondeadero.
Es irreplicable la observación del pu-
blicista chileno, y debió estar en lo justo,
puesto que pudo examinar con prolijo de-
tenimiento, en los archivos de marina de
Valparaíso, los documentos referentes á la
Rosa de los Andes; y así, se debe convenir
en que más bien fué el 5 de Mayo el día de
la partida.
Sea de ello lo que fuere, es lo cierto
(1)—Véase la narración de Vieytes; que publicamos en el
Apéndice de este libro.
16

que bien pronto se dejó sentir la acción de


la gallarda corbeta en las aguas del Pacífi-
co; pues que, antes de un mes, ya había en-
viado el Comandante Illingworth una im-
portante presa, destinada á ocupar el
puesto que su buque dejara en el fondea-
dero de Valparaíso.
Esa presa, resultó ser la fragata espa-
ñola Vascongada, llamada también Los
tres hermanos; y, c o m o se rindiera sin re-
sistencia, en las dereceras del Callao, fué
enviada á Valparaíso, para ser condenada
y vendida".
Bajo magníficos auspicios comenzaba,
pues, la campaña emprendida por el intré-
pido é inteligente Illingworth; y yá vere-
mos cómo este feliz comienzo no fué sino
el preludio de mayores triunfos alcanzados
en la hermosa obra de la redención ameri-
cana.
La Rosa de los Ancles, surcando el mar
Pacífico, en busca siempre del enemigo,
había de dejarnos un recuerdo imperecede-
ro de tan gloriosa campaña; llenando con
sus brillantes hechos muchas páginas de
la Historia.
Es de advertir que, desde 1817, año en
que fué capturada la Minerva en Arica,
por un acto de asombroso arrojo llevado á
cabo por valientes chilenos, ya sólo cruza-
ban el Pacífico las naves españolas más
poderosas, asegurándose esas mismas m u y
bien para salir á la mar; de manera que el
Comandante Illingworth tendría que ha-
17

bérselas, únicamente y muy á menudo,


con buques superiores, mucho más pode-
rosos que el suyo, bajo todos aspectos.
Mas, no era aquello para arredrar á
quien estaba hecho á empresas de tal gé-
nero; y yá veremos cómo supo salir airoso
en su tan delicada corno heroica misión.
Tendría que hacer frente á la Begoña,
la Piedad, la Esmeralda, la Venganza, la
Prueba, y otras fragatas que surcaban los
mares, como las IÍnicas que podían yá ha-
cerlo con alguna seguridad.
" Habría de mostrar, en consecuencia,
el Comandante Illingworth,—dice Vicuña
Mackenna,-la mayor cautela, para no caer
en una emboscada; y así, navegaba siem-
pre mar afuera y con la bandera españo-
la izada en sus masteleros."—Era una me-
dida de sana prudencia por parte de quien
llevaba tamaña responsabilidad en su atre-
vida empresa; y esa virtud de la pruden-
cia, de la cautela, que siempre debe acom-
pañar al verdadero valor, para que éste re-
sulte útil, sirvió de mucho á Illingworth
en los más críticos casos, que no fueron
pocos los que se le presentaron y tuvo que
vencer durante su larga vida de marino y
de militar.
Sigámosle en esta campaña marítima,
para encontrarle en aguas ecuatorianas,
después de haber recorrido las costas del
Perú, fustigando á las guarniciones de los
puertos y á las naves españolas que encon-
traba en su camino.
18

IV

Recorriendo Illingworth las costas co-


lombianas del Pacífico, presto positivos ser-
vicios á la causa de la Independencia de
esta parte del Continente; pues, con sólo
su Rosa de los Andes y los hombres que la
tripulaban, le fué suficiente, como lo vere-
mos después, para conseguir que se procla-
maran Esmeraldas, Tumaco, Izcuandé y
todos los pueblos del Chocó, aparte de otras
empresas de aliento que relataremos en su
lugar.
En lo demás, la airosa y velera corbe-
ta parecía destinada tan sólo para las gran-
des y desiguales luchas; pues todos sus com-
bates los sostuvo contra las más poderosas
fragatas españolas, muy superiores á ella.
Entre los más notables de sus reñidos
encuentros, merece señalarse con especia-
lidad el ocurrido en aguas de la Puna, no
á mucha distancia de Guayaquil; y el de
Punta-Galera, en la costa norte del Ecuador.
Veamos cómo fué lo del primero de
esos combates navales, que tuvo lugar el
24 de Junio de 1819.
La poderosa fragata Piedad navegaba
por el Golfo de Guayaquil, á la altura de la
isla Puna Q); y, gracias al ardid de guerra
(1) —El señor Vicuña Mackenna, y con él otros, dicen que
el encuentro con la Piedad fué en aguas de Santa Elena;
pero no fué así; y el único que está en lo cierto,, es el his-
toriador ecuatoriano Cevallos, quien o b t u v o personalmen-
te del General Illingworth, el relato verbal de esa acción
y otras.
19

adoptado por el Comandante Illingworth,


de navegar con bandera española, la Rosa
de los Andes, para la cual fué inevitable el
combate con nave tan superior, pudo acer-
carse á ésta y obtener alguna ventaja al
iniciarse tan desigual combate.
Hé aquí cómo se expresa el narrador
Vieytes sobre esta acción naval.
" A las 9 a. m.,-dice,-se habían acerca-
do tanto ambos buques, que yá era imposi-
ble evitar un reconocimiento y, por consi-
guiente, un combate á muerte. Los espa-
ñoles trataban como á piratas á las naves
de guerra de sus colonias beligerantes.
''De pronto, una blanca nube cubrió la
arboladura del corsario, y al eco sordo de
un cañonazo arréase la bandera española,
enarbolandose en lugar de ella el estandar-
te de Chile. No esperaba otra cosa la fra-
gata enemiga; pues, inmediatamente, pre-
sentó las dobles baterías de sus costados, y
lanzó sobre la corbeta una lluvia de pro-
yectiles, que pasaron silbando sobre las
jarcias de su arboladura.
"Al estrago producido por los cañones
de una y otra parte, se agregó luego el de
la fusilería, colocada en las vergas de am-
bos buques. Los combatientes percibían
claramente las voces de mando y el lamen-
to de los heridos ¡tanto llegaron á acer-
carse! . . . .
"Terribles fueron las pérdidas sufridas
por la Rosa de los Andes, sin que ni el mí-
mero de las víctimas, ni la calidad de los
20

daños recibidos, hicieran pensar á los pa-


triotas, ni en una cobarde rendición, ni en
una vergonzosa huida... .Yá el combate se
había prolongado hasta ponerse el sol; y el
corsario chileno, que principiara la acción
con extraordinario vigor, disminuía visi-
blemente sus tiros, por la falta de brazos:
-las dos terceras partes de su tripulación
yacían muertas ó heridas, y más de un pro-
yectil había, penetrado en su casco, más
abajo de la línea de flotación; de tal modo
que el agua, penetraba por las bodegas,
amenazando echar el buque á pique; el
bauprés y el timón habían sido inutiliza-
dos, al paso que sus velas se hallaban con-
vertidas en girones.
"Los estragos producidos por nuestras
balas, no eran menores en el puente de la
fragata enemiga; pues, á pesar de la supe-
rioridad de sus fuerzas, no se encontró ca-
paz de abordar á su adversaria; abando-
nando el campo de la refriega á la caída
de la tarde, no sin haber experimentado
por si misma, lo que valía un corsario in-
surgente, combatiendo por la libertad de
su p a t r i a " . . . .
El historiador ecuatoriano don Pedro
Fermín Cevallos, describe con frase más
sobria si se quiere, pero con toda exactitud
este encuentro naval; confirmando casi to-
do lo que queda relatado.
"Sucesos recomentables,-dice,-son los
combates navales habidos en las aguas de
Puna y Punta-Galera, que, aunque ante-
21

riores á la, proclamación de Guayaquil, tu-


vieron lugar en su territorio. Contábase
c o m o un año que el Comandante Juan
Illingworth, corsario al servicio de Chile,
se andaba haciendo presas en el Pacífico y
comunicándose con los independientes de
otras secciones americanas.
"Mandaba la corbeta Rosa de los An-
des, de treinta y seis cañones, de ciento se-
tenta y cinco infantes, bajo las órdenes del
Capitán Desseniers, y de treinta y cinco
oatilleros, bajo las del Alférez Fierro Cal-
A-U' chileno de nación.
"Hallábase Illingworth en las aguas
de Puna, cuando el 24 de Junio de 18 L9 Q),
se encontró con la fragata Piedad, de la
cual había deseado huir, por ser en todo
muy superior á s u corbeta; más, ahora, es-
trechado yá por el encuentro, arrió la ban-
dera española con que navegaba, y enar-
boló la de Chile para combatir. La Piedad,
al observar este cambio, se puso en facha,
cual lo estaba yá la Rosa, y de seguida se
asestaron terribles y repetidas andanadas.
"Gravísimas fueron las averías que
padeció la Rosa, pues quedaron muertos ó
heridos más de dos tercios de la tripulación;
las velas hechas girones, inutilizados el ti-
món y el bauprés, y aun abiertos algunos
agujeros en el casco.
"Pero sin duda que no fueron meno-
(1)—iil Sr. Vicuña dice que el combate fué el 24 de J u l i o ;
pero es Cevallos quien está en lo justo, pues t u v o lugar el
mismo día del onomástico del General Illingworth.
22

res las averías de la Piedad, cuando, con


ser tan superior á su enemiga, lejos de
atreverse á abordarla, se apartó del punto
del combate.
"Por la noche se ocupó Illingworth en
reparar, cuanto pudo y como pudo, las ave-
rías de su buque; y, ya recompuesto, con-
fió en que no sería apresado y se burlaría
de la persecución del enemigo.-Dos buques
balleneros que encontró, le proporcionaron
el medio de reponer la gente que había per-
dido en el combate; y, receloso de que, sa-
bido ésto en Guayaquil, despacharan en
su persecución las fragatas Pi ueba y Ven-
ganza, hizo rumbo á las solitarias islas de
Galápagos".
Ahora bien, c o m o lo observa Vicuña
Mackenna, la Rosa de los Andes, si bien era
de mucho vigor en la vela y el andar, por
lo mismo, su quilla no resultó ilesa á los
disparos de la sólida fragata española, que
hacía fuego á tiro de fusil".—Por otra par-
te, á despecho de las observaciones, m u y
juiciosas por cierto,-del Comandante Illin-
gworth, se había cometido la imprudencia
de embarcar en la Rosa un número exhor-
bitante de gente, vista su poca capacidad
para tantos hombres; y de allí que los pro-
yectiles de la Piedad hicieran tantas vícti-
mas, al punto de calcularse en más de cien
el número de bajas sufridas en aquel glo-
rioso encuentro.
"En realidad, el buque habia estado en
gran peligro de irse á pique, por la debili-
23

dad de su quilla, destrozada por las balas


enemigas, bajo su línea de flotación. Pero
el ejemplo que diera á cada cual, en el com-
bate y en el trabajo de las bombas, el jefe
común, reanimó los espíritus y preparó el
ánimo para nuevas empresas.
En el Archipiélago ecuatoriano per-
maneció la Rosa de los Andes poco menos
de dos meses, reparando sus averías; y tan
bien se trabajó durante aquel tiempo, que
la nave quedó nuevamente expedita para
otras empresas; y su Comandante resolvió
continuar la campaña; esa campaña en la
que aún le faltaban muchos lauros que co-
sechar.
Con tal propósito salió del Archipiéla-
go hacia mediados de Agosto, enderezan-
do el rumbo á Panamá.

No es demás que, como lo creyó tam-


bién conveniente el distinguido publicista
Vicuña Mackenna, en su relación de la
campaña de la Rosa, hagamos una digre-
sión histórica para mayor claridad del
asunto, y á fin de que se aprecie mejor to-
da la importancia de las operaciones de
lllingworth.
Y para ello, nada más natural y correc-
to que ceder la palabra al mismo ilustrado
escritor chileno.
"Para valorizar,-dice,-en su debido al-
24

canee, el arrojo y la feliz oportunidad de


los intentos de Illingworth sobre las pla-
yas de la antigua Colombia, hácese preci-
so arrojar una mirada, rápida como la de
las aves del océano, sobre los grandes acón -
tecimientos que, á la sazón, tenían lugar
en aquel inmenso país
"Cuando la Rosa de ¡os Andes soltaba
sus velas á las brisas del otoño, en los pri-
meros días ele Mayo de 1819, desde la rada
de Valparaíso, Bolívar se mantenía en los
llanos del Apure, jugando la suerte de Ve-
nezuela, como en un tablero de llanos y de
ríos, con Morillo, que le vigiliba á la cabe-
za de seis mil hombres, cual la zorra astu-
ta asecha al ágil halcón. Pero un día, por
uno de esos impulsos súbitos y sublimes,
que fueron la peculiaridad del genio volcá-
nico del Libertador, resuelve éste abando-
nar, en apariencia, la partida empeñada
con el hábil General realista, para ir á dar
á su contendor el jaque-mate de la estrate-
gia americana, en apartado paraje.
"Deja Bolívar á Paez, con sus ginetes.
para engañar á su adversario, y se lanza
sobre los Andes granadinos, seguido de dos
ó tres mil soldados aguerridos, con el pro-
pósito de libertar á Nueva-Granada, antes
que su propio suelo. Era la misma jugada
que había hecho San Martín en Chacabu-
co. Los verdaderos genios son siempre en-
contradizos.
"El 25 de Mayo (otra fecha redentora
de la América), emprende Bolívar su atre-
25

vi do movimiento contra el Virrey Sámano


y su General Barreiro, poderosos ambos
en Bogotá, como Morillo lo era en Vene-
zuela. El 4 de Junio pasó el Arauca; y, el
5 de Julio, después de penalidades que con-
vierten á sus soldados en espectros, está en
Sacha, en tierra granadina, después de
atravesar los Andes por el horrible pára-
mo de Terba. El 11 de Julio de 1819, tiene
lugar el primer combate de los invasores,
en Gárneza, contra Barreiro; y ese encuen-
tro es una victoria.-Un mes justo más tar-
de.-Agosto 11,-libra Bolívar la famosa ba-
talla de Boy acá, que fué más que una vic-
toria, porque fué la libertad del Nuevo
Mundo, al norte del Ecuador. — Maipo lo ha-
bía sido, un año hacía, de su parte austral.
"Talvóz en ese mismo día (Agosto de
1819), mientras Bolívar avanzaba por el
oriente sobre Bogotá, y entraba triunfante
en el palacio de Sebastián de Benalcázar,
huyendo Sámano á Popayán, la nave chi-
lena hacía rumbo á Panamá, como para
completar, en un círculo de gloria, aquella
era de libertad que brillaba para el Seten-
trión de la América española.
"Por ésto, la aparición de la Rosa de
los Andes, á mediados de Setiembre, en la
rada de Panamá, coincidiendo con la com-
pleta derrota de los españoles en Bogotá, y
la fuga de su Virrey al Sur, era de la ma-
yor importancia política y estratégica.
Los opresores del suelo americano, veían
derribarse su antiguo imperio, en todas
26

direcciones; y, al contrario, el corazón de


los patriotas latía con las alas de la espe-
ranza, yá al pié de los Andes, yá en las ciu-
dades mediterráneas, yá en las solitarias
costas que el Pacífico bate c o i sus ondas.
"Illingworth ignoraba, indudablemen-
te, lo que había acontecido tan reciente-
mente en el Continente ( ); pero, con el
J

vigor propio de su espíritu, se preparó á


asestar al poder español, en aquella parte
de sus dominios, uno de esos golpes que,
como los del rayo, fascinan y, á la vez, ate-
rran . . . . "

* *
Por de contado, la Rosa de los Andes
no había de pasarse sin aprovechar viaje
alguno; y así, en la travesía del Archipié-
lago á Panamá, encontróse con el bergan-
tín Cantón, que navegaba con bandera es-
pañola, y cuyo apresamiento no ofreció ma-
yor trabajo ni resistencia.
El cargamento de esa nave, si hemos
de atenernos á lo aseverado por uno de los
tripulantes de la Rosa, valía como sesenta
mil pesos; pero éste es un detalle de peque
ña importancia histórica; y el que sí mere-
ce mencionarse es otro, relacionado con
uno de nuestros más notables hombres pú-
blicos.
(1) Ignoraba, en efecto, los triunfos de Bolívar, puesto
que había navegado mar afuera directamente sobre Pana-
má, sin acercarse mucho A la costa: pero sí tuvo, á lo que
parece, alguna noticia sobre lá campaña de Bolívar en
Nueva-Granada.
27

Venía como pasajero en la Cantón, el


señor don Vicente Rocafuerte. Presidente
que fué más tarde del Ecuador, y quien
"pagó, andando el tiempo, merecido tribu-
to á la hidalguía y generosidad con que el
Capitán de la Rosa trató su persona y su
equipaje."
Es de advertir que el Sr. Rocafuerte
tenía un comercio de tabacos, y conducía
una buena cantidad de él á Lima. Claro
está que, navegando bajo bandera españo-
la, al ser apresada la Cantón, el cargamen-
to todo tenía también que ser apresado, sin
que ni la mayor voluntad de lllingworth
pudiera valer para una excepción; pero
obró eficazmente de otra manera, favo-
reciendo en mucho al Sr. Rocafuerte, como
luego lo veremos.
En uno de la serie de folletos publica-
dos por Rocafuerte en Lima, en 1846, de-
clara que en aquel suceso del apresamien-
to de la Cantón, tuvo mucho que agrade-
cer al Comandante lllingworth; pues lle-
vaba una buena cantidad de oro en polvo
de las minas de Barbacoas, y el Comandan-
te de la Rosa, procediendo con la caballe-
rosidad que le caracterizaba, salvó esa for-
tuna para su propietario, diciendo que los
tarros que encerraban el oro, contenían
únicamente dulces de varias e s p e c i e s . . . .
De manera que Rocafuerte no perdió una
sola partícula del precioso metal, gracias á
tan hidalgo procedimiento. Se trataba de
un americano que, aunque viajaba al am-
28

paro del pabellón español, no dejaba de ser


un americano.
Este hecho lo relata don Pedro Carbo
en su trabajo biográfico de Roeafuerte; y
éste mismo se complacía en relatarlo con
todos sus detalles y en hacer justicia llana
al Comandante Illingworth, por su noble
comportamiento y la sagacidad con que su-
po convencer á los que, por su personal in-
terés, no hubieran perdonado tan impor-
tante presa.

VI

La Rosa de los Andes llegaba al fin de


su travesía é iba á emprender en una ac-
ción atrevida; en una empresa gloriosa, en
la que iban á beneficiarse, a l a par, la cau-
sa americana y la humanidad.
"Levántase en la abierta y casi siem-
pro apacible rada de Panamá, dilatada co-
mo un mar, dulce como un lago alpino, á
manera de tres colosales esmeraldas en-
gastadas en ancha tasa de zafir, las islas
de Flamenco, Perico y Taboga, que son
tres rocas cobijadas de palmeras, del sucu-
lento matorral que dá la pina, de frondo-
sos bosquecillos de mangos y plataneros,
en medio de los mil encantos naturales de
los trópicos. Las dos primeras, tan famo-
sas en las navegaciones antiguas del Mar
del Sur, son desiertas, y apenas bastarían
al sustento de una familia. La última,
asiento hoy déla navegación moderna por
29

vapores, ostenta todavía una aldea de ca-


sas seculares, de piedras de sillar y tejas,
que el musgo de las lluvias cubre como
una floresta en miniatura.—Una fortaleza
ó barbeta, complemento de las formidables
fortificaciones de Panamá, caídas más tar-
de en tristes ruinas, como la antigua ciu-
dad, defendía, en la época de que tratamos,
el desembarcadero y la isla. Dos bergan-
tines armados protegían, además, la rada.
Era Gobernador de Panamá don Alejan-
dro de Hore, oficial tan. inculto como so-
berbio . . . .
1 1

La isla Taboga fué el primer punto de


mira para el Comandante lllingworth,
quien se había trazado un plan de opera-
ciones que, si bien atrevido, debía ser desa-
rrollado con la prudencia que acompaña-
ba á la serenidad y valor que tenía bien
acreditados.
Encomendó á l o s tenientes J o n e s
y Mc'Gillin el mando de las embarcacio-
nes menores, dándoles instrucciones preci-
sas para que efectuasen el ataque contra
las barcas que defendían la rada; operación
que los dos bravos pusieron por obra, con
todo lucimiento, hasta conseguir la rendi-
ción de los bergantines españoles.
Al mismo tiempo, lllingworth en per-
sona, dirigía el cañoneo de la Rosa de los
Andes contra las baterías de la isla. Y con
tanto brío y acierto se efectuó el ataque,
que, poco después, los cañones de tierra
30

apagaban sus fuegos, bajo el incesante y


bien dirigido'tiroteo de la corbeta.
Conseguido ese resultado, el Coman-
dante Illingworth desembarcó con el grue-
so de la tropa de infantes, á la que se reu-
nieron los artilleros de Fierro, quien reci-
bió una herida leve en la cabeza.
Cruzados unos pocos tiros más de fu-
sil, Illingworth llegó á tierra, tomó pose-
sión del puerto, clavó los cañones de la ba-
tería, avanzó sus tropas hasta los bosques
circunvecinos, donde se habían refugiado
los enemigos que no cayeron prisioneros,
y quedó dueño del campo.
Este hecho de armas, este triunfo que
añadió una gloria más al pabellón de la
estrella solitaria que flameaba al tope de la
Rosa, tuvo lugar,-¡hermosa coincidencia!-
la víspera del aniversario de la Indepen-
dencia de Chile; es decir, el 1? de. Setiem-
bre de 1 8 1 9 ! . . . .
*
* *
Pasados algunos días en el descanso
que tan necesario era á esos abnegados lu-
chadores, Illingworth dispuso lo necesario
para el reembarco, á fin de continuar la
campaña; y, una vez abordo de la Rosa,
puso proa, atrevidamente, hacia el desem-
barcadero de Panamá.
Mas, no era el objeto de Illingworth
atacar las poderosas fortificaciones de ese
puerto, toda vez que bien comprendía que
31

eran inexpugnables para las cortas fuerzas


que llevaba la Rosa, y estaba convencido
de que sería una temeridad improductiva,
la de sacrificar su gente en una empresa
tan desigual.
Le llevaha otro objeto, nobilísimo, en
alto grado humanitario, digno de un varón
de tan generosos sentimientos; le llevaba
el proyecto de rescatar á unos cuatrocien-
tos ingleses de los que formaron parte de
la desgraciada expedición de Me Gregor
1

sobre Puerto-Cabello, y los cuales se halla-


ban por entonces sepultados vivos en los
sombríos sótanos de aquellas fortalezas,
consumiéndose entre los horrores del ham-
bre y de la sed,; y diezmados, además, por
la barbarie de crueles castigos y todo gé-
nero de tqrmentos..... ; í '
El Comandante Illingworth, empeña-
do en el rescate de esos infelices, propuso
al inhumano Gobernador de Panamá, el
cange de esas desventuradas víctimas, por
los prisioneros tomados en Taboga.
Pero el tal Hore era de sentimientos
innobles y feroces, y se negó rotundamen-
te á aceptar la humanitaria propuesta del
Comandante de la jRosa.-Prefería guardar
esos prisioneros, para<irles quitando la vi-
da con cruel lentitud, Con la más asquero-
sa barbarie tanto lo hacía tal
punto llegó su salvajismo: <\íié, cuando,
por itn, llegó, á aceptarse él cange, apenas
.si qiH^laban sesenta de los cuatrocientos
32

prisioneros, y aun así, muchos de ellos ca-


si agonizantes
Con todc, no había sido estéril en lo
absoluto el generoso esfuerzo de Illing-
worth, ya que, siquiera esos restos de los
esforzados expedicionarios de Me' Gregor,
fueron arrancados de entre las garras de
esa fiera.
Después de este hermoso proceder, que
es una página brillante entre las m u y glo-
riosas de la vida del General Illingworth,
la Rosa de los Andes se alejó de la rada de
Panamá.
No sólo había rescatado á las víctimas
de la ferocidad de Hore, sino que había
enarbolado un pabellón independiente á la
vista de los habitantes del Istmo, hacién-
doles entender que contaban yá con un
decidido apoyo para el momento de la in-
surrección. .. . L a chispa quedaba encendi-
da; pronto había de estallar la conflagra-
ción.
VII

Sí el triunfo obtenido por Illingworth


en la Taboga, significaba mucho en rela-
ción al patriótico objeto de la campaña de
la Rosa, le fué también muy provechoso
por las noticias ciertas y concretas que
allí se le suministraron respecto á las ope-
raciones del Libertador.
Porque fué en Taboga donde obtuvo
informes positivos al respecto, y supo con
33

certeza y por primera vez, el triunfo ex-


plendido de Boyacá.
Con tales informes, trazó un nuevo y
más seguro plan de operaciones para la Ro-
fin de combinar sus esfuerzos con los
movimientos del E j é r c i t o republicano.
Comprendió que podía prestar entonces
mayores servicios á la Causa Americana,
llevando su acción sobre el litoral colom-
biano, ocupado todavía, desde Panamá
hasta Guayaquil, por las fuerzas españolas.
En esta persuación, se resolvió, pues,
á abrir una campaña formal á lo largo de
todas aquellas peligrosas costas, cuyas
aguas son de tan difícil navegación, que
sólo los marinos muy expertos pueden
aventurarse por ellas, y ésto con sólo embar-
caciones mucho menores que lo que era la
Rosa de los Andes.
"Navegando hacia el Sur, desde el 20
ó 21 de Setiembre, encontróse Illingworth
á la vista déla isla Gorgona, el 1° de Octu-
bre de 1819; y allí rescató á dos infelices
oficiales patriotas, confinados por los rea-
listas de Popayán, y que se consumían en
lenta agonía.
"Por una coincidencia harto venturo-
sa (lo haremos notar de paso), mientras la
bandera chilena era izada al tope de la Ro-
sa de los Andes, á la vista de las costas de
Colombia, con diferencia de horas, erguía
Lord Cochrane la "Estrella del Pacífico 11

(Setiembre 28 de 1819), á la vista de los cas-


tillos del Callao y al alcance de sus bate-
34

rías. Y de esta manera, así como los caño-


nazos del Almirante inglés servían para
sacar, poco á poco, de sus quicios las puer-
tas de la amurallada Lima; así también los
disparos de la barca chilena en Taboga y
el Chocó, precipitarían, una en pos de otra,
las revoluciones de Guayaquil (9 de Octu-
bre de 1820) y de Panamá [Agosto 29 de
1821], que abrieron el dominio de la liber-
tad entera del Continente, á S a n Martín y
B o l í v a r . . . .Gloria á aquellos bravos, hoy
de todos olvidados!". . . .
La salvación de los dos prisioneros de
la Gorgona, p e r m i t i ó á Illingworth adqui-
rir noticias de sumo interés respecto al. es-
tado délos pueblos del Chocó, y otros datos
interesantes para el éxito de sus p r o y e c -
tos.—Con tales informaciones y puesto de
acuerdo con l o s d o s oficiales, resolvió
"adueñarse de las costas del Chocó, por un
golpe de mano, rápido y a t r e v i d o " . . . . Y es
que "el Comandante de la Rosa de los An-
des,- era de la escuela de Lord Cochrane,
c o m o lo había probado, casi desde su niñez,
en las costas de Francia, cuando ambos
combatieron juntos, el uno como maestro
y el otro como a p r e n d i z " . . . .
Habían fortificado las autoridades rea-
listas algunos puntos principales á lo lar-
go de esa costa, tales como Esmeraldas,
Tumaco é Izcuandé; y hacia el interior,
cuatro ó cinco leguas adentro del río del
mismo nombre, el Guapí, que estaba defen-
dido por una compañía del regimiento de
35

Panamá, porque era el punto central del


sistema de defensa establecido por Calza-
da en ese territorio. La plaza estaba arti-
llada con siete cañones de grueso calibre;
y más adentro se hallaba el real de minas
llamado Santa María, donde residían las
autoridades, á cuya cabeza figuraba el acau-
dalado Teniente de Gobernador don Ma-
nuel Silvestre Valverde.
"El real de Santa María era, en cierto
modo, la llave maestra de las posiciones
realistas en las costas de Colombia que
caen al Pacífico, porque por su costa ó ve-
cindades atravesaban los dos caminos que
conducían al interior del país; el de Barba-
coas, inclinándose hacia el Sur, y el de San
Juan de Guapí, recto hacia Cali y Popayán.
"El golpe que meditaba lllingworth
contra el Guapí, era certero; y lo llevó á
cabo con éxito completamente feliz. El Te-
niente McGillin tomó el mando de las
fuerzas de mar; y el bravo Desseniers, con
cuarenta chilenos, recibió el encargo de
asaltar al enemigo.
"Caminando toda la noche, llegó Des-
seniers, al amanecer del 30 de Octubre de
1»19, á las afueras del caserío de Guapí; y,
dividiendo su destacamento en tres peloto-
nes, asaltó la plaza á la bayoneta, tomó los
cañones y, en pocos momentos, cogió toda
la guarnición Unos pocos soldados y
paisanos armados, alcanzaron á fugar ha-
cia el Real, donde se hallaba el Teniente
de Gobernador".
36

No fué necesario más, para que toda


la costa del Chocó quedara de un sólo gol-
pe en manos de Illingworth. Fué aquello
un golpe maestro, rápido c o m o el rayo, ex-
plendido en sus r e s u l t a d o s . . . . En Tumaco,
en Izcuandé. en Buenaventura, enarbola-
ron la bandera de Chile independiente; to-
dos esos pueblos proclamaron su libertad,
y organizaron un Gobierno local, que pu-
sieron "bajo los auspicios del de Chile",
mientras se constituían definitivamente.
Aquello fué otro de los triunfos glorio-
sos de Illingworth en su heroica campaña
por la redención americana; y á ese triun-
fo iba á seguir otro expléndido, alcanzado
en el campo de las ciencias.

VIII

Veamos cuál fué ese triunfo de la Cien-


cia; entremos en la narración de un hecho
que completa la gloria de Illingworth, que
acabó de justificar su bien ganada reputa-
ción de marino inteligente, experto, atrevi-
do y sabio; no de aquellos que se concretan
á lo rutinario y no salen de lo vulgar, sino
de los que hacen de su noble y peligrosa
carrera profesional una ciencia, que prodi-
gan para hacerla útil á la humanidad y
conquistarse para sí un puesto brillante en
la historia del progreso universal, de los
grandes descubrimientos, de sus más her-
mosos triunfos.
Illingworth, lo repetimos, era de esa
37

clase de marinos que ilustran las páginas


de la historia de la navegación; y á s u nom-
bre, á su veneranda memoria, acompaña
uno de los descubrimientos que bastan por
si solos para coronar con los laureles de
merecida fama la frente de sus autores.
Veamos, primeramente, lo que dice
nuestro historiador don Pedro Fermín Ce-
vallos, antes de entrar á la relación circuns-
tanciada del notable acontecimiento á que
nos referimos.
"Durante las correrías de que acaba-
mos de hablar,-dice, refiriéndose á la cam-
paña del Chocó,-debió el tan entendido ma-
rino Illingworth, descubrir la comunica-
ción interoceánica entre el Pacífico y el At-
lántico, entonces desadvertida, y posterior-
mente publicada y celebrada; y que, á la
postre, le dará renombre y gloria igual,
cuando menos, á la de Balboa, el descubri-
dor del Grande Océano.
"Andando Illingworth con sus mari-
neros por el istmo de Cupica, se metió en
el río Napipi, pasó de éste al Atrato, que
desemboca en el Mar del Norte, y se volvió
de allí para el Sur, en donde estaba su cor-
beta; dejando así descubierto ese camino,
apenas maliciado por los sabios del siglo
anterior"....
Como se vé, el historiador Cevallos so-
lo dá cuenta del descubrimiento en resu-
men, sin entrar en detalles que, por su im-
portancia, deben ser conocidos. Pero antes
de hacer la exposición minuciosa del suce-
38

so, conviene la descripción de la zona en


que tuvo lugar, y aun transcribir algunos
datos y referencias publicados más tarde
y que no son del todo exactos, y quedarán,
por lo mismo, rectificados en sus errores y
completados en su deficiencia.
Para la descripción geográfica del terri-
torio, adoptaremos la de que fué autor don
Ricardo Bruce Kirkland, en 1821. Dice:
"La boca principal del río Atrato, lla-
mada Barbacoas, está situada hacia el Nor-
te, en 8 12' de latitud, y corre por un terre-
o

no de 490 millas, hasta llegar á su origen.


"En la entrada de este río al Atlánti-
co, se halla la grande bahía de la Candela-
ria, capaz de contener toda la marina del
universo. Tiene buen anclaje, en aguas
hondables de 18 hasta 20 brazas. Está á
cubierto de todos los vientos, y solo sujeta
á grandes marejadas cuando dominan los
Nortes.-Dicha bahía está entre el golfo de
Darien y Costa San Blas.
"La Barra, en verano y marea baja,
tiene cinco pies; y en el invierno y marea
grande, tiene hasta seis y medio. La lati-
tud se extiende hasta casi doscientas va-
ras, en tiempo seco; y su fondo es de arena
dura.
"El primer río de alguna magnitud
que desagua en el Atrato, es el que llaman
Surio, distante de las bocas c o m o 70 millas,
y en 7° 46' Norte. El, en el presente estado,
no ofrece ventaja alguna para este plan
(la apertura de la comunicación interocéa-
39

nica), por los muchos palos y otros impe-


dimentos que presenta
"El segundo se llama Murindó, en 7°
46 de latitud norte, y dista de las bocas
1

del Atrato c o m o 150 millas. A las veinte,


después de su unión con el Atrato, se en-
cuentran unas serranías muy altas, que lle-
van el mismo nombre y son abundantes
en maderas muy duras y cedros de varias
calidades.
"El tercero, es el río Napipi, que desa-
gua á los 6" 36 de latitud Norte. Por me-
1

dio de este río puede formarse una comu-


nicación con el Océano Pacífico; pues, des-
de su origen hasta éste, no hay más de
seis millas. Los cortes que en el día se em-
prenden para transportar un tercio de cin-
co arrobas, son de ocho reales; y se llega á
nna bahía hondable y bien abrigada de
los vientos que baten las arenas del Pacífi-
co.
"Desde la entrada del Napipi al Atra-
to, hasta el tambo que llaman de Don Car-
los, subiendo río arriba, hay tres días de
camino ó 100 millas; de allí al de Antadé,
seis horas ó 18 millas de camino; de este
último al de Cupica, en el mar Pacífico, se
transita por tierra, y dos viajes se hacen
en un mismo día. Las cargas pueden lle-
varse en muías ó á hombros. El puerto de
Cupica es accesible á toda clase de buques.
"El cuarto río que desagua en el Atra-
to es el Bebará: está situado en 6 2' de la-
o

titud Norte. Como á 15 millas arriba de la


40

boca, se encuentra una bodega, en donde


se depositan bis cargas que van para An-
tioquia. De ella hasta Urrao, hay 60 millas
de camino terrestre. Aquellas se llevan á
hombros, y se emplean, comunmente, siete
días en el tránsito. De Urrao á Antioquia,
hay 40 millas poco más ó menos.
" L a capital de la provincia de Citará,
es la ciudad de San Francisco de Quibdó;
tiene como 2000 almas de población; hay
una iglesia parroquial y una aduana.
"El río A trato no presenta, hasta este
punto, obstáculo alguno para la navega-
ción de toda clase de buques que no calen
más de siete pies de agua. En su tránsito
se encuentran muy pocos palos; y, con cui-
dado, no hay el menor riesgo.-Dista Quib-
dó de las bocas del Atrato, c o m o 410 millas.
Navegando por el Atrato en tiempo de ve-
rano ó de sequía, cuando más se camina
por hora dos millas; pero, en tiempo de in-
vierno ó de grandes lluvias, pueden pro-
longarse hasta cinco. Desde la capital has-
ta el origen del río, podrá haber 80 millas.
"El tambo de San Pablo está fundado
sobre una angosta lengua de tierra, que
tendrá de ancho c o m o 14 millas. El río
San Juan, correspondiente á la provincia
de Nóvitas, baña el c.tro lado del Istmo, y
juntándose con el río de Calima, desagua
en el mar Pacífico; y en este punto se en-
cuentran el puerto y bahía de Charambirá.
"Al frente de Quibdó, se unen el Qui-
to y el Atrato. Por aquel se sube hasta la
41

quebrada de San Pablo, la que, en tiempo


de verano, presenta algunas dificultades
en su tránsito, por la poca agua que le que-
da; pero, no siendo más de cinco horas has-
ta el tambo del mismo nombre, bien podrá
facilitarse por medio de compuertas, según
y cómo se usan en Europa.
"Esta descripción es muy simple y sen-
cilla; pero, al mismo tiempo, representa el
verdadero cuadro del país". .. .
*

Vamos ahora á saber cómo se efectuó


el importante descubrimiento de la comu-
nicación interoceánica.
Alcanzado el triunfo de Guapí, dirigió-
se nuevamente el Comandante Illingworth
hacia el Norte, empeñado en completar sus
conquistas para la libertad, á todo lo largo
del golfo de Panamá.
Llevaba muy disminuido el número
de subordinados, yá porque algunos sucum-
bieron en combate, yá porque á otros les
mató la fiebre, yá por otras causas. Y co-
mo, adelantando hacia el Norte, había de
encontrar un clima más benigno para que
la gente que le quedaba repusiera su salud,
decidió poner la proa hacia el Istmo, des-
pués de dejar asegurados los principales
puntos estratégicos del Chocó
Mas, lo que mayormente influyó en su
ánimo para esa determinación, fué la no-
ticia de que los españoles de Cartagena^pre-
42

paraban una expedición reaccionaria por


el Atrato.
Dióse, pues, ala vela; y, "en los prime-
ros días del mes de Enero de 1820, la Rosa
de los Andes se encontraba tranquilamen-
te anclada en la bahía de Cupica, que es
una de las muchas ensenadas del Golfo de
Panamá, y que, por su profundidad hacia
el Darien, estrecha en esa dirección el paso
de un océano al otro océano."
De esta circunstancia, como se com-
prende, tenía perfecto conocimiento el Co-
mandante lllingworth; y como, á su paso
por Buenaventura, supiera algunos porme-
nores respecto á la expedición del enemi-
go, en el sentido, según lo digimos, de que
los realistes de Cartagena enviaban fuer-
zas por el Atrato, para que cayesen de sor-
presa y por la espalda sobre los vencedores
del Chocó; expedición que se aseguraba
constar de doscientos hombres, embarca-
dos en cuatro cañoneras; con todos estos
datos, repelimos, se decidió el Comandan-
te de la Rosa á proceder con la actividad
de costumbre.
En efecto; "con la viva energía de los
hombres de su raza, admirablemente se-
cundada por la heroica docilidad de sus
marinos y soldados, lllingworth se propu-
so llevar á cabo una de las operaciones
más atrevidas y singulares que era dable
imaginar en aquellas soledades, y cuya eje-
cución, importó una verdadera gloria uni-
versal para su nombre y para sus compa-
43

ñeros.—Esa resolución fué la de atravesar


de un punto á otro el Istmo de Darien, con
un destacamento de cien hombres, llevan-
do en sus hombros una embarcación de
mar; y, embarcándose en la parte inferior
del Atrato, cortar la retirada, hacia el mar
Caribe, á los invasores.
"Realizó su obra el atrevido marino,
con gigantescos esfuerzos; navegando, en
unas ocasiones, contra las corrientes; arras-
trando, en otras, á brazos, su esquife, por
entre las rocas; deslizándolo, á veces, por
las cimas escarpadas; y así, al fin, el 4 de
Febrero de 1820, llegó al término de su ex-
pedición, echando el pesado bote en las
aguas del A trato.
En carta escrita al día siguiente (5 de
Febrero) daba el Comandante Illingworth
cuenta detallada de su expedición ( ) ; y en ]

aquel precioso documento, á pesar ele


la suma modestia que le ei"a característica,
afirma el experto marino, sin que pueda
tomarse á vanagloria, su creencia, bien
fundada por cierto, de haber sido el prime-
ro en ejecutar hasta entonces esa atrevida
empresa. Dice en su carta: " F o creo que lie
sido el primero que ha imaginado atravesar
el Istmo de la manera como acabo de hacer-
lo:' ()
3

(1) Esa carta con otros papeles de importancia, fué envia-


da al Sr. Vicuña Mackenna por la familia Destruge Illin-
gworth, á la cual fué religiosamente devuelta por el cum-
plido é ilustrado publicista chileno.
(2)—I believe I ain the flrst who has ever imagined the
passing of the Isthmus in the w a y now clone."
44

"'El atrevido marino tenía razón,—di-


ce \icuña Mackerma.— Y asco Nuñ>z de
T

Balboa, había descubierto, subiendo á la co-


pa de los árboles con su guía, el Océano Pa-
cífico, viniendo del Dañen. Pero la alta y
duradera gloria de haber pasado del Pací-
fico al Atlántico, llevando á cuestas una
pesada embarcación, cábeselo á los que en
las costas de Colombia pelearon por la li-
bertad de ella, á la sombra de la bandera
de Chile, aparecida como por milagro en el
seno de sus montañas.
"Pero, si Illingworth logró con holgu-
ra del éxito de su empresa geográfica, no
tuvo igual suerte la parte militar de su ex-
pedición; porque, fuera que el anuncio de
invasión hubiese sido intencionalmente
falso; fuera que los realistas hubieran to-
mado otro camino, no encontraron los ex-
pedicionarios en el Atrato, huella alguna
de su presencia
"Acogido, sin embargo, con entusias-
m o por los habitantes, en su paso por va-
rias de las aldeas ribereñas del Atrato, el
estandarte bajo que servía; y, dejando ga-
nados sus ánimos á la Causa Americana,
regresó el Comandante Illingworth á Cu-
pica en los últimos días de Febrero.—Co-
mo un trofeo de tan feliz aventura, dejó bajo
la custodia de las autoridades y del pueblo
de Citará, el bote de la Rosa ríe los Andes,
que había conducido sobre las espaldas de
sus soldados; y allí se conservó por muchos
45

años, con justa veneración, al abrigo de un


techo protector. ' (')1

Cuanto á la parte geográfica de tan


importante empresa, podemos decir que
lllingworth subió el curso del río que de-
semboca en la bahía de Cupica; y, ensegui-
da, atravesando la cumbre, que es allí muy
baja y de corta distancia, descendió por el
Napipi hasta el Atrato. Según su carta del
o de Febrero, la distancia que separa las
cabeceras de los ríos Cupica y Napipi, es
apenas de ochocientas toesas.
Levantó un plano de la bahía de Cupi-
ca; y, junto con otros detalles científicos
que recogió en su excurción, lo envió al
ilustre Humboldt, algunos años más tarde,
por conducto del Sr. Restrepo, el célebre
autor de la Historia de la Revolución de
Colombia, y que fué Ministro de lo Interior
y Relaciones Exteriores.
Aparte de ese plano, levantó el Coman-
dante lllingworth una magnífica carta de
las costas del Chocó, la cual le fué solicita-
da más tarde por el Gobierno de la Gran
Colombia, al cual la obsequió con la mejor
voluntad. ( ) 3

En la carfca que hemos citado, habla


también el Comandante lllingworth de

(1)—Relación inédita, presentada al Gobierno de Chile por


el Gobernador de la provincia de Micay, don Manuel Sil-
vestre Valverde, y citada por Vicuña Mackenna.
(2) En cuanto al Atlas geográfico que llevaba el Coman-
dante lllingworth en la Roía, existe en el Museo de la Bi-
blioteca Municipal, obsequiado por uno de los nietos de!
ilustre marino, por el señor don J u a n lllingworth Icaza.
46

otros pasos bajos riel Daríen, especialmen-


te del famoso de la Raspadura que, según
Humboldt, habilitó en 1788 un inteligente
cura de Novitas, para la comodidad ele los
indígenas que atravesaban del Atrato á la
costa del Pacífico.
En 1821, ante el Gobierno de Colombia
se promovió la cuestión de la apertura de
un e;anal interoceánico; y hé aquí el infor-
me al respecto: •
, •
"Citará, 3 de Julio de 1821..—Sr. Minis-
tro de Hacienda.
"Estaba, reservarlo al Gobierno ele la
República de Colombia, el que, bajo sus
auspicios, serealizace la tantas veces pro-
yectada y apetecida comunicación de los
dos Océanos, Atlántico y Pacífico. Sí; lle-
gó ese día glorioso para los colombianos y
ele inmensas ventajas para las naciones.
Vamos yá á entrar en comunicación con
todas ellas, y á establecer un tráfico de co-
mercio activo, aun con los pueblos más dis-
tantes el el Universo. Pero, señor, dirá V. E.:
—¿de qué modo puede verificarse una obra
tan grandiosa, y cuyas consecuencias son
de trascendencia é importancia vital?—El
ilustrado y benéfico inglés Ricardo Bruce
Kinkland lo ha facilitado, y superado tó-
eles los obstáculos que hasta aquí habían
parecido invencibles, según lo verá V. E.
por los documentos que incluyo; y, aunque
su simple lectura es bastante para conven-
cer á cualquiera, de la facilidad y ventajas
del proyecto, con todo, quiero hacer un
47

breve análisis ó examen de ellos, para que


V. E. acabe de conocerlos.
"El que vá signado con el número 1,
le presentará el cuadro simple, sencillo y
verdadero de las provincias del Chocó, la
situación local que ellas ocupan en el glo-
bo, y los diversos canales escabados por la
naturaleza, que facilitan la comunicación
interior de sus habitantes. Sobre todo, le
hará palpar que por medio de los tres ríos
Atrato y Quito, correspondientes á la pro-
vincia del Citará, y el de San Juan que per-
tenece ala de No vitas, puede verificarse la
comunicación que se intenta. Entre el se-
gundo y el tercero, solo media una peque-
ña elevación que se llama el Istmo de San
Pablo; Por consiguiente, allanada ésta por
medio del arte y de la industria, queda rea-
lizada aquella y reducido á la práctica el
proyecto que'propone el citado Sr. Kirk-
land. Entonces, cualquier mercader que se
halle'en Londres, Paris, Bruselas, etc., pue-
de proyectar sus éxpeculaciones mercanti-
les para cualesquiera lugares de la Améri-
ca MeridionalySétentrional; pues, embar-
cándose en uno de aquellos puertos, podrá
marchar sobre las costas del Norte de Co-
lombia; y, entrando por la boca principal
del Atrato, llamada'Barbacoas, subir por
este río y por el de Quito, pasar por el ca-
nal abierto enel'istmo de San Pablo, bajar
por el río San Juan, llegar al puerto de
Oharambirá en el Pacífico; y, dé aquí, diri-
girse á Guayaquil, Lima, AcapulcOj etc.'—
48

Al regreso, deshace este misino camino,


para restituirse á su país, y evita, por lo
mismo, los inmensos peligros, gastos y di-
latado tiempo que necesitaría para remon-
tar el Cabo de Hornos.
"El que vá marcado con el número 2,
manifiesta el modo ele facilitar 200.000 pe-
sos en plata, que ha calculado el proyectis-
ta ser suficientes para llevar á efecto la em-
presa.
"El que vá marcado con el número 3,
indica la fuerza que debe mante-
nerse, no tanto para defender los intereses
de la Compañía, cuanto para proteger las
provincias contra las invasiones que el ene-
migo pudiera proyectar sobre ellas.
"El que vá signado con el número 4,
es el testimonio que dan los vecinos y per-
sonas notables de esta ciudad, de la justi-
cia, exactitud y facilidad en que está apo-
yado el significativo proyecto. ( ) ]

"Por último, agrego el mapa topográ-


fico de las mismas provincias, á fin de que,
inspeccionándolo todo V . E., forme el con-
cepto que se apetece y que, en su virtud,
pueda hacer á S. E. una relación exacta y
circunstanciada del negocio, para que so-
bre él recaiga la providencia que se crea
más conveniente y arreglada.

(1) AHÍ, en Citará, debió ver el informante la embarca-


ción en que efectuó lllingworth su descubrimiento; y los
informes de los vecinos tenían precisamente que referirse
a ese h e c h o ; como fué, sin duda alguna, la feliz empresa
del Comandante de la Rosa, la que inspiró el proyecto d e
la apertura del Canal.
49

" Y o , desde luego, desearía que él fuese


de la aprobación de S. E. el Vicepresiden-
te; y que, estando dentro desús facultades,
se dignase impartírselo, concediendo al
mismo tiempo al Sr. Kirkland, la patente
ó licencia que solicita para emprender en
la obra; y de nó, dirigir la solicitud á la au-
toridad que corresponda, con el informe
que tuviese á bien dar en el particular. Sír-
vase, pues, V E. comunicarla á su superior
conocimiento, comunicándome oportuna-
mente el recibo de todo, y la resolución que,
en su consecuencia, se dictare.—Dios guar-
de á V. E. muchos años. —Dr. Fortunato M.
de Gamba y Valencia."
El Sr. Vicuña Mackenna hacía notar
que "las comisiones diversas que estudia-
ron esos pasos, para la obra de un canal,
parece que se hallaban ignorantes déla ex-
pedición descubridora de Illingworth, y no
la mencionaron en sus informes."
Verdad que en diversas ocasiones omi-
tieron referirse de hecho á la expedición
de Illingworth; pero el mismo texto de
esos informes y el hecho de haberlos fun-
dado en noticias recibidas de los vecinos
de Citará y otros pueblos de la región, in-
dican claramente que no hubo otra fuente
de convicción que el descubrimiento del
Comandante de la Rosa. Por otra parte, el
General O' Leary se refirió á ese descubri-
miento en un informe; el Coronel Blanco
elevó otro desde Citará, en 1823, que deja
ver claramente que se inspiró en los resul-
fiO

tad os d e la a t re v i da e m pr esa de II1 i ng wor th;


y la prensa, desde esa época hasta 188-1, se
ocupó, con mayor ó menor exactitud, de
ese mismo primer descubrimiento de la co-
municación interoceánica.
En medio de todo y como resultado po-
sitivo, tenemos que las glorias de tal des-
cubrimiento nadie podrá, ni nadie ha pre-
tendido negárselas y menos ha podido ni
podrá arrebatárselas al inteligente y vale-
roso, cuanto modesto, Comandante de la
Rosa de los Andes.

IX

Muy oportuno fué el regreso del Co-


mandante Illingworth al Pacífico; pues,
durante su ausencia, se habían desarrolla-
do en el Chocó sucesos de bastante grave-
dad.
Digimos que en el Real de Minas de
Santa María estaba la residencia del Go-
bernador Valverde y las autoridades subal-
ternas; y allí fué donde, aprovechando la
ausencia de Illingworth, organizaron los
realistas la resistencia, sublevando á los in-
dios y negros salvajes del interior, á cuya
cabeza se puso uno de los guerreros indíge-
nas de mayor prestigio, llamado Trélas. Y
no sólo ^ésto, sino qué el General Calzada
despachaba considerables refuerzos, tanto
por el camino de Barbacoas, como por el de
San Juan de Micay,-' para expulsar á los
chilenos de aquella parte, del territorio co-
51

lombiano, amagado en otra dirección por


las tropas de B o l í v a r " . . . .
A fines de Abril de 1820. la Rosa de los
Andes cruzaba yá por frente á la desembo-
cadura del Mira, al Norte del Ecuador; es
decir, en los mares del Chocó.
"Con el empeño que ponía el Coman-
dante de la corbeta chilena en todas sus
empresas, acelerado ahora su espíritu por
la vehemencia qne despiertan siempre las
reacciones, acometió con todo ímpetu las
diversas posiciones ocupadas por el enemi-
go, adueñándose, en una sola noche, de to-
dos los lugarejos de los ríos que desembo-
can en los deltas del Mira, el Pombiquí, el
Guajeri, el Izcuandé; y, especialmente, de
la Concepción del Guapí, que era el de ma-
yor i m p o r t a n c i a . . . .
En seguida de efectuados estos rápidos
movimientos, mandó Illingworth al Capi-
tán Desseniers, con dirección al interior,
dándole el delicado encargo de desbaratar
el centro de resistencia de que era alma el
Gobernador y Tesorero Real, don Manuel
Silvestre Val verde."
El bravo é inteligente oficial francés
cumplió debidamente con su cometido. Sin
mucho esfuerzo, derrotó y desbarató á los
realistas, causándoles grandes pérdidas, en-
tibe las cuales se contó la del indígena Tré-
las, muerto en el combate; y entre los pri
sioneros figuró en primera línea el Gober-
nador Tesorero.
La tripulación de la Rosa de los Andes,
52

sacrificó á veintiuno de sus bravos en aque-


llas refriegas sin gloria, muertos la mayor
parte por las flechas envenenadas de los
negros y los salvajes.'1

Ruda fué la faena de esos luchadores


de la independencia, para aplastar la reac-
ción; pero tan levantados esfuerzos dieron
el resultado que constituía el empeño de
lllingworth.
Los refuerzos que Calzada había envia-
do por San Juan de Micay y Barbacoas,
retrocedieron desde casi medio camino, al
tener noticia del triunfo de los llamados
insurgentes y de la prisión del Gobernador
Valverde; yendo á parar esas tropas en Po-
payán.

* *
Desbaratado ese esfuerzo de reacción
realista, veamos c ó m o procedió lllingworth
para afianzar de la mejor manera el triun-
fo que había conseguido.
"Consagróse, -dice Vicuña Mackenna,
- á organizar una especie de Gobierno en
aquellas solitarias regiones, después de ha-
ber privado á los realistas de cuanto recur-
so podían utilizar para resistir á los patrio-
tas. Puso las minas de oro en trabajo, por
cuenta de su expedición; y, con las contri-
buciones que derramó en varios distritos,
logró juntar en dinero unos cuarenta ó
cincuenta mil pesos.-Capturó también dos
bergantines cargados con madera y cacao,
53

uno de los cuales tenía por nombre Resolu-


ción, y los despachó á Chile, donde fueron
condenados.-Por último, mandó en clase
de prisionero, al ex-Gobernador Val verde,
después de haberle hecho entregar,-según
lo afirmó el mismo Gobernador realista en
un informe al Gobierno de Chile, y según
aparece en las cuentas rendidas al mismo
Gobierno por el Comandante de la Rosa,-
seis mil pesos en efectivo y veinticuatro
mil en libranzas sobre Barbacoas, Quito y
Guayaquil, cuyas últimas contribuyeron,
con su producto, á la revolución que en bre-
ve estalló en toda la costa."
En esos días, el Comandante Illing-
worth proporcionó todas las facilidades del
caso, para que un oficial del ejército colom-
biano, apellidado Muñoz, se trasladara á
Chile, conduciendo pliegos del Vice presi-
dente Santander, en los que se solicitaba
del Gobierno de aquella República herma-
na auxilio de armamento, para dar mayor
impulso á la campaña por la independencia
de estos pueblos. Y diremos de una vez, que
ese auxilio fué prestado con la mayor vo-
luntad, y las armas pedidas se desembar-
caron por Buenaventura, á principios de
1821, sirviendo para la consolidación de la
libertad, ya alcanzada, de toda esa parte de
la costa del Pacífico.
Pero aún no había terminado la glo-
riosa misión de la Rosa de los Andes; pues
"lé faltaban todavía pruebas de otro gene-
54

ro," antes ele que concluyera su heroica


campaña.
Váraos averia figurando honrosamen-
te en otros acontecimientos que vinieron á
dar mayor lustre á esa carrera de conti-
nuados y envidiables triunfos.

Según hemos dicho en otro lugar, des-


de la aparición de la Rosa de los Andes en
los mares colombianos, las autoridades rea-
listas habían despachado contra ella, las
poderosas fragatas Piedad, Prueba y Ven-
ganza; y ya sabemos, así mismo, el comba-
te que sostuvo con la primera, en las aguas
de Puna. Agregaremos que esas naves si-
guieron á la corbeta inelependiente hasta
las costas de México; pero la siguieron inú-
tilmente, porque las rápidas, hábiles y opor-
tunas maniobras de Illingworth burlaron
la persecución é hicieron perder el rumbo
á Jos buques españoles.
Ahora bien, llegadas las cosas al punto
en que elejamos nuestra relación, se le pre-
paraba á la Rosa un nuevo y desigual en-
cuentro, m u y glorioso para ella; pero que
había ele ser el último de su brillante carre-
ra.
Veamos, primeramente, c ó m o se expre-
sa á este respecto el historiador ecuatoria-
no don Pedro Fermín Cevallos; para, en se-
guida, relatar nosotros los sucesos, con ma-
yor minuciosidad y exactitud, sirviendo-
55

nos de datos más precisos y abundantes


que aquellos de que él pudo disponer.
"Deseando las autoridades de Guaya-
quil, dice, recobrar el Chocó, despacharon
la fragata de guerra Prueba, de cincuenta
y dos cañones y quinientos cincuenta hom-
bres de tripulación; y, el 12 de Mayo de 1820,
fué á dar ésta con la Rosa de los Andes, en
las aguas de Punta-Galera.
"Illingworth, que conocía la superiori-
dad de la fragata, por mil respectos, procu-
ró atraerla á los bajos y arrecifes de las
costas, para balancear así las ventajas de
los enemigos. Mas, éstos comprendieron
el intento, y lo esquivaron; y, al día siguien-
te, obligaron á la corbeta á combatir, con
todas las desventajas en contra.
"Harto bien se sostuvo el corsario con
sus acertadas maniobras; y, cuando toda-
vía esperanzaba salir airoso del combate,
fué herido Illingworth de un astillaso terri-
ble, y se vio obligado á remontar las aguas
del río Izcuandé, después de haberse soste-
nido muchas horas más. La falta de cono-
cimientos prácticos de este ríe, hizo que en-
callara su corbeta, y fué abandonada por la
tripulación."
Ahora, veamos como relata el Sr. Vi-
cuña Machen na este glorioso encuentro.
"El 12 de Mayo de 1820,-dice,-al caer
la tarde, presentóse la Prueba á la vista del
corsario chileno; y, aunque era aquella una
fragata fuerte de 1.300 toneladas, de 52 ca-
ñones largos, y tenía 550 hombres de mari-
na y tropa de desembarco, lllingworth se
fué á toda vela sobre ella, con el objeto de
abordarla.
".La Rosa de los Andes no contaba á la
sazón sino con 80 cañones, teniendo 6 de
sus piezas desmontadas, por falta de bra-
zos. Los 550 hombres con que se había he-
cho á la mar en Valparaíso, estaban redu-
cidos ese día á 151.—En cuanto al porte, la
Prueba era cerca de cuatro veces mayor
que la lijera Rosa: 387 toneladas contra
1.300.
"No'obstante la inmensa superioridad
del enemigo, el bravo lllingworth se acer-
có á tiro de pistola desús baterías; y, domi-
nando con sus piezas á la fragata españo-
la, estaba ya listo para el abordaje, cuando
un troso de metralla le hirió en la megilla,
derribándole al lado del timonel, que le le-
vantó exánime. ( ) 1

"Esto no obstante, el heroico marino


continuó mandando la maniobra, hasta
que, debilitado en extremo por la abundan-
te pérdida de sangre, que inundaba hasta
sus botas, se vio forzado á retirarse
"Debió la Prueba, á este accidente su
salvación, porque lllingworth no había cui-
dado de comunicar el plan de abordaje á
sus oficiales, y éstos dejaron alejarse al ene-
migo en completa fuga, y gracias á la os-
(1) En la megilla izquierda fué que recibió lllingworth la
terrible herida; y conservaba una gran cicatriz que se ex-
tendía á todo ese lado de la cara. Y esto dio lugar á que,
considerando lo correcto de sus facciones, se dijera que,
por un lado, parecía un Marte, y por el otro, un Apolo.
COMBATE DE PUNTA GALERA

Copia de un gran cuadro existente en Valparaíso (Chile)


57

envidad de la noche. El combate había du-


rado tres h o r a s ' . . . .
1

A pesar del laconismo, esencialmente


británico, que acostumbraba Illingworth
en sus comunicaciones oficiales, parece que,
á fuerza de sorprenderle á él mismo lo arro-
jado de tal acción, y con la seguridad de lo
que decía, salió, contra su costumbre, de
ese laconismo en el parte que, con fecha 30
de Mayo de 1820, pasó al Gobierno Chileno,
cuando afirma que.la PRUEBA era yá suya,
á tiempo que fué herido; y pasa á recomen-
dar con cierto entusiasmo el heroísmo y dis-
ciplina de sus subordinados, haciéndoles
así justicia publicamente, como se la hacía
desde el fondo de su corazón.
La fragata Prueba estaba mandada
por el Comandante don José Villegas, el
mismo que fuera Gobernador de Valparaí-
so durante la reconquista; y la tropa de des-
embarco se hallaba bajólas órdenes del va-
liente Comandante Cerdeña, quien traía el
encargo de apoderarse del Chocó y expul-
sar de ese territorio á l o s chilenos; el mis-
11

mo que, más tarde, como una represalia de


aquel desastre, lesimpuso,-másque el mis-
mo Santa Cruz,-el salvador, pero humillan-
te, pacto de Paucarpata. Mandaba enton-
11

ces ese acreditado jefe, dos compañías del


famoso batallón escolta Numancia. (')
"Los fusileros de la Rosa se batieron
(1) Esas dos compañías del Numaindn,— compuesto en sn
mayor parte de venezolanos.— habían llegado poco ¡inte*
;í (rnayaquil, con procedencia, de Lima.
58

de tal manera en ese encuentro, y hacién-


dolo á quema-ropa y con tanto arrojo, se-
renidad y acierto, que "la nave republica-
na tomó un heroico desquite de los estra-
gos que en las aguas de la Puna ( ) le cau- 1

sara, un año antes, la fragata Piedad,"


La Prueba, vino á parar en Guayaquil;
y, por los oficios del Gobernador, que tene-
mos á la vista, queda de manifiesto que fué
necesario hacerle grandes, m u y serias y cos-
tosas reparaciones en el astillero del puer-
to; después de lo cual fué despachada al
Sur, por instrucciones del Virrey de Lima,
que la pedía con urgencia.
En un oficio del Teniente de Goberna-
dor de Esmeraldas, don Andrés Castro, de-
cía al Gobernador de Guayaquil:
"Respecto á la Prueba, se ignora com-
pletamente su situación; pues, desde que
tuvo la refriega (?) con la Rosa nadie dá ra-
zón de e l l a " . . . .

XI

Después del triunfo obtenido por la Ro-


sa, en Punta- Galera, emprendió el Coman-
dante Illingworth en otras operaciones; to-
mó tres bergantines, llamados Nuestra, Sé-
ñora del Carmen, Dolores y Místico; ocupó
nuevamente Tumaco y procedió en el sen-
tido de afianzar la independencia en toda
esa costa.
( 1 ) — " E n esas iuisina.s a g u a s , " dice el Sr. Vicuña,, por evi-
dente lapsus.
59

Hecho ésto, pensó en regresar á Chile;


pero la Rosa de los Andes estaba destinada,
á quedar en el territorio bañado por las
aguas que habían servido de teatro á tan-
tas y tan gloriosas empresas; como si Co-
lombia hubiese querido guardar para siem-
pre en su seno esa valiosa reliquia, como re-
cuerdo del oportuno y generoso auxilio de
una Nación hermana.
" U n a tarde,-dice el Sr. Vicuña Macken-
na,-por el descuido de un subalterno que
no vigiló debidamente la marea, la corbe-
ta se varó en la boca del río Izcuandé; y,
aunque sacaron á tierra toda su artillería,
no fué posible poner á flote la nave en va-
rios días y semanas de trabajo." ( ) 1

Persuadido el Comandante lllingworth


de que sería inútil todo esfuerzo para sal-
var el buque, reunió á todos sus subalter-
nos; y, con sentidas y elocuentes frases, les
manifestó la situación en que estaban, y
les anunció que se veía en el caso de licen-
ciarles á todos; de manera que cada cual
podía tomar el partido que más le acomo-
dara, después de dar el último adiós á su
querida corbeta... .Encargóles, con buenos
consejos, el más acabado cumplimiento de
sus deberes, no solamente para con Chile,
sino también para con toda la América; no
escatimando sacrificios por la causa santa
de la I n d e p e n d e n c i a . . . . ¡Espectáculo con-
movedor el de esos marinos y soldados que,
(1) -No fué por falta (le conocimientos prácticos, como lo
dice Cevallos.
60

acostumbrados á no conmoverse ni ante


los más grandes peligros, se hallaban aho-
ra dominados por la más profunda emo-
ción, al darse los unos á los otros el abrazo
de despedida, y verse obligados á abando-
nar su querida nave, la compañera de to-
das sus glorias! ,
Una buena parte de los soldados toma-
ron camino hacia Cali, siguiendo fielmen-
te á Illingworth.
Bolívar y Sucre se aproximaban yá ha-
cia el Sur de Colombia, con el intento de lle-
var sus tropas libertadoras á las provincias
interandinas de lo que hoy es el Ecuador;
y á ellos f u é á reunirse el intrépido Coman-
dante de la Rosa de los Andes; siendo reci-
bido como sabía recibir Bolívar á los hom-
bres de altos y positivos merecimientos.

XII

El 9 de Octubre de 1820 estalló en Gua-


yaquil la insurrección, y la heroica ciudad
hizo la proclamación de su independencia.
Después de los primeros arreglos, la
Junta que se organizó el b de Noviembre
siguente, presidida por el Sr. Olmedo, pro-
cedió, prudente y correctamente, á poner
esta provincia bajo la protección de las ar-
mas de Colombia.
Por su parte, el Libertador, "juzgan-
do que la guerra no ofrecía yá en Venezue-
la formales motivos de inquietud y recelo,
llevó la vista y atención al estado de las co-
61

sas en el Sur; y oficio á Valdéz, por varias


veces, que activara sus operaciones sobre
Quito"; y luego, envió al General Antonio
José de Sucre á encargarse del Ejército del
Sur.
Poco después, dispuso Bolívar que el
General Sucre viniera á Guayaquil para
que arreglara con la Junta de Gobierno lo
referente á los auxilios de Colombia para
la campaña sobre Quito; encargándole, al
propio tiempo gestionar la incorporación
de estas provincias á la Gran República.
Las negociaciones de incorporación
presentaron bastantes dificultades; pues
había venido también á Guayaquil el Coro-
nel Tomás Guido, enviado por San Martín
para conseguir la incorporación al Perú, y
había logrado que se formara un núcleo ó
partido favorable á sus deseos.
El General Sucre, había organizado en
el Cauca la División Auxiliar, que se em-
barcó en Buenaventura, y con la primera
columna de esa expedición vino el Coronel
Illingworth, que había recibido del Liber-
tador sus despachos. Tomó tierra en Ma-
nabí; y, después de vencer algunas dificul-
tades, efectuó su marcha á esta ciudad.
Fueron llegando en seguida las demás
columnas; y, reunidas las fuerzas en Gua-
yaquil, el General Sucre, á quien se había
dado el mando en Jefe del ejército, trazó
un plan de campaña. A mediados de Ju-
nio estaban yá acantonados 600 hombres
en Babahoyo y el resto tomó cuarteles en
62

Samborondón; y, afínes de Julio, inició Su-


cre en toda forma sus operaciones para
atacar á los realistas, mandados personal-
mente por el Presidente Aymerich.
Después del triunfo obtenido en Cone
[Yaguacbi] donde fueron desbarata- :

das por completo las tropas del Coronel Gon-


záles, el General Sucre contramarchó á Ba-
baboyo para abrir operaciones sobre el ejér-
cito de Aymerich, situado en Riobamba.
Despachó al Coronel Illingworth, con
una columna de 300 hombres, toda gente
colecticia, para que, tomando por el cami-
no de Zapotal, siquiera hasta Latacunga,
con el objeto de cortar la retirada á los rea-
listas. Y sucedió que esos trescientos reclu-
tas, fuertes bajo la acción hábil y enérgica
de Illingworth, se portaron admirablemen-
te, como veteranos bien disciplinados. La
marcha se efectuó con tal precisión y rapi-
dez, que apenas si había llegado Sucre á
Guanujo, donde tuvo que detenerse unos
días, cuando tuvo allí la noticia de que yá
el Coronel Illingworth, no sólo se había
apoderado de la plaza de Latacunga, sino
que avanzaba sobre Quito con su pequeña
columna
' También Aymerich supo este movi
miento; y viéndose en tal situación, se re-
solvió á operar prontamente. Movió su
ejército de tal manera, que vino á encon-

(1) El lugar llamado Cone pertenece a l a actual parroquia


de Y a g u a c h i - v i e j o : en esa época, todavía no se había fun-
dado la nueva población.
63

trarse con el de Sucre en los campos de Hita-


chi, que tan funestos habían sido, en oca-
sión reciente, para la causa de la Indepen-
dencia 0).—El 12 de Setiembre de 1821 se
libró allí una nueva y reñida acción, tan
desgraciada como la primera; pues el ejér-
cito independiente, á pesar de su comporta-
miento heroico, tuvo que ceder el campo á
su adversario, que obtuvo m u y cara la vic-
toria.
Para esa fecha, andaba ya Illingworth
por los suburbios de la Capital, defendida
por una corta guarnición que mandaba
don Damián Alba; de manera que iba yá
á apoderarse de la plaza, cuando recibió el
aviso del desastre de Huachi, que el Gene-
ral Sucre pudo hacerle llegar; y tuvo que
abandonar un triunfo seguro, ante la ame-
naza inminente de que se fuera contra él
todo el ejército vencedor.
"Este resultado,-decía el General Su-
cre al Libertador, en carta del 18,-me ha
reducido, por el momento, á la defensiva;
y espero el término de mis investigaciones,
para saber si el General Torres, más afor-
tunado que yó, logra algunas ventajas por
Pasto y llama por allí á una parte del ene-
migo, para emprender yo sobre Cuenca,
con cualquier fuerza que reúna. Por el mo-
mento, mi aptitud no es de hacer ningún

(1) En Huachi fué derrotado, en Noviembre de 1820, el


Ejército republicano de Guayaquil, m a n d a d o por el Coro-
nel Luis Urdaneta.—Véase " E s t u d i o s Históricos", por C
Destruge.—Vol. I.
64

movimiento. La importancia de Guayaquil


exige prefiramos su conservación á una
tentativa que, ahora mismo, sería m u y ex-
puesta, sobre Cuenca, mientras no sepa del
General Torres, de Illingworth, y de la di-
rección del enemigo, con la totalidad de
sus fuerzas."
De Illingworth supo bien pronto, pues
que éste le comunicó que el enemigo mar-
chaba sobre Qnito y él emprendía la reti-
rada. Y, en efecto; retrocedió hasta Lata-
cunga y, para burlar á Aymerieh, tomó
con su columna el camino de la montaña;
de manera que, cuando las tropas realistas
llegaron á la Capital, el día 28, no habían
podido inferir el menor daño ala columna
ele Illingworth, que se hallaba y á á buena
distancia; tanto que en esa misma fecha
se tenía noticia en Daule de que venía por
el camino de Santo Domingo de los Colora-
dos al Balzar, como lo manifiesta el siguien-
te oficio del Corregidor:

"Daule, Septiembre 28 de 182 L


Excmos. Sres. Presidente y Vocales de
la Junta Superior de Gobierno.—Guaya-
quil.
"Con noticia que he tenido por don
Bernardo Echever, de que el Coronel Illin-
grot, viene por las montañas de Santo Do-
mingo, he tenido á bien remitir quince
quintales de carne, tres de arroz, etc., para
socorrerlo de algún modo; pues el camino
65

que trae no presta auxilio alguno.—Lo que


pongo en noticia de V. E. para su inteli-
gencia. Dios guarde á V. E.—Juan de Avi-
les."

La columna llegó á Daule quince días


después, casi completa, sin que hubiera de-
serciones. Esos esforzados voluntarios ha-
bían efectuado una larga y penosa mar-
cha, mostrándose enérgicos y sufridos, dis-
ciplinados y llenos de resolución. Habían
pasado muchos trabajos, vencido multitud
de obstáculos y padecido grandes sufri-
tnientos, sin desmayar un instante; y se
presentaron en Guayaquil, dispuestos á
continuar la campaña.
De no haberse perdido la acción de Hua-
chi, el Coronel Illingworth se hubiera apo-
derado de Quito; el ejército de Aymerich
hubiera sido destruido; el General Torres
habría visto abierto el paso de los Pastos
hacia el Sur, y se hubiera evitado la segun-
da campaña.

* *
De regreso el General Sucre en Gua-
yaquil, se ocupó activamente en reorgani-
zar las fuerzas republicanas para empren-
der en una nueva expedición sobre Quito;
y en esta empresa le ayudó eficazmente el
Coronel Illingworth, cuyas dotes y singula-
res prendas tanto llegó á apreciar el futu-
ro Gran Mariscal de Ayacucho. Le enco-
66

mendó, pues, todo lo relativo á la parte


naval y á la organización de las nuevas
fuerzas que iban llegando á la ciudad; y yá
para principios de Marzo de 1822, habiendo
arreglado el plan de campaña por el lado
de Cuenca, mandaba á lllingworth con la
primera descubierta por la vía de Naranjal.
Inmediatamente se puso lllingworth en ac-
ción, con la actividad y resolución en él ca-
racterísticas. El siguiente oficio dá una
idea clara de la acción rápida del ilustre
jefe que iba á abrir camino á las fuerzas
independientes:

"Naranjal, Marzo 8 de 1822.


Excma. Junta Superior de Gobierno
de Guayaquil.
"El Jefe encargado de la División de
Colombia, don Juan Illingrot. me ha pasa-
do oficio, con fecha 3 del presente, inti-
mándome que pronto, pronto, se preparen
dos tambos, uno en el paraje de Cacho y
otro en el de Yerbabuena, capaces para el
alojamiento de doscientos hombres; como
igualmente le dé razón de las muías que
hayan en este pueblo, y que las asegure pa-
ra que conduzcan armas y p e r t r e c h o s . . . .
Dios guarde á V. E.— Jerónimo de Santa
Cruz."

No es de este lugar relatar la campa-


ña sobre Cuenca y la continuación de ella
sobre Quito, hasta la gloriosa jornada de
67

Pichincha, el 24 de Mayo.de 1822.-Báste-


nos decir que el Coronel Illingworth pres-
tó grandes servicios en toda esa brillante
campaña, hasta la terminación de ella
Obtenido el triunfo en Pichincha, illin-
gworth fué designado por Sucre para que
condujera á Guayaquil los prisioneros de
guerra realistas que debían salir del país.
No pudieron ser puestos en mejores manos
esos prisioneros, que fueron tratados, du-
rante todo el trayecto, como si no lo fue-
ran; con esmeradas atenciones y con la hi-
dalguía que los corazones generosos saben
emplear para con el adversario vencido en
buena lid.
El 18 de Junio entregaba esos prisio-
neros, sin novedad alguna, al General La
Mar, que hacía de Comandante General de
la plaza de Guayaquil.—Los prisioneros, se-
gún la relación nominal que tenemos á la
vista, eran los siguientes: —Coronel Fran-
cisco González; Comandantes Patricio Bray,
Antonio Fernandez, Francisco Mercadillo,
Francisco Pintado y Pascual Moles; Capi-
tanes Vicente Ruiz, José Jiménez, Dioni-
sio Balboa, José Lobé, Manuel Cáceres y
Bernabé de Vera; Tenientes Cecilio Angla-
da y José López San Román; el Cirujano
Mayor don Joaquín Morro y el Boticario
don Antonio Muñoz; y ademas, catorce de
los que se llamaban asistemados.
Al embarcarse esos presos con destino
á Panamá, el Coronel Illingworth, escribió
al General don José María Carreño, Coman-
68

clante General del Istmo, recomendándole,


por sí y á nombre del General Sucre, que
se tratara á aquellos con toda clase de con-
sideraciones y seles diera facilidades para
continuar su viaje. Hé aquí la respuesta
de Carreña

"Panamá, Agosto I de 1822.—


o

Sr. Coronel don Juan Illingrot.


" L a recomendación que U. S. se ha
servido hacerme, á su nombre y el del Si*.
General Sucre, en favor de los prisioneros
de Quito, de que me trata en su oficio de 24
de Junio, ha sido satisfecha en cuanto he
podido y en cuanto desearon esos señores;
y U. S. puede estar seguro ele la considera-
ción que me debe cualquiera insinuación
que tenga ábien hacerme.—Dios guarde á
U. S.—José María Carreño"

Esta es una página honrosa para el Ge-


neral Illingworth, cuyos elevados senti-
mientos de humanidad se asimilaban per-
fectamente con las del generoso y magná-
nimo vencedor de Pichincha.

XIII

El triunfo del 24 de Mayo fué decisivo


para poner término á la guerra de Pasto,
cuya plaza ocupó Bolívar mediante capitu-
lación; pasando en seguida á Quito, que ha-
69

bía declarado su incorporación á la Repú-


blica de Colombia.
Pero Guayaquil no había resuelto aún
cosa alguna en lo referente á su incorpo-
ración; y yá sabemos que, casi inmediata-
mente de proclamada la Independencia en
esta ciudad, el General San Martín traba-
jaba afanosa y tesoneramente por nuestra
incorporación al Perú. Y á este respecto,
nos parece oportuno referir un incidente
de gran importancia, poco conocido, y que
han pasado por alto la mayor parte de nues-
tros publicistas al tratar el punto histórico
de la incorporación.
Bolívar había escrito á la Junta de Go-
bierno de Guayaquil, insinuándole la indis-
cutible conveniencia de que esta provincia
se incorporara cuanto antes á la República
de Colombia. Tanto disgustó este paso del
Libertador á San Martín, que llegó hasta
convocar el Consejo de Estado para consul-
tarle si declararía ó no la guerra á Colom-
bia; y el Consejo opinó en sentido afirma-
tivo, excepción hecha del Ministro Monte-
agudo y del General A.-1 v a r a d o . . . . ..Véase,
pues, desde cuando estos departamentos co-
lombianos del Sur, tan codiciados por el Pe-
rú, constituían una causa para que esa Na-
ción provocara la guerra á Colombia; y de-
be tenerse presente cuando lleguemos á la
relación de sucesos posteriores.
Resolvió Bolívar venir á Guayaquil, y
el jueves 11 de Julio, á las cinco de la tar-
de, hizo su.entrada.-en.esta ciudad.
70

"Apenas pudo divisarse la falúa en que


venía, cuando empezó una. salva general.
Toda la ciudad se puso en movimiento, y
corrió ansiosa al puerto del desembarco.
Anhelaban todos conocer á Bolívar. Todos
querían ver y, si fuera dable, tocar á aquel
hombre extraordinario, que tenía la propul-
sión fecunda y radiante del genio; que obra-
ba sobre las masas por el brillo prodigioso
de las victorias; sobre los jóvenes, por la bi-
zarría y nobleza de su carácter; sobre los
pensadores por la razón; sobre todos, por la
deslumbrante investidura del d e s t i n o . . . . .
En el puerto se había construido una sen-
cilla portada, desde la cual, hasta el arco
de triunfo levantado frente al edificio que
debía habitar el Libertador, estaba tendida
la tropa.-Las baterías hicieron los honores
de la guerra. Toda la carrera estaba visto-
samente colgada. El arco era notable: en
su frente tenía esta inscripción: A SIMÓN
BOLÍVAR, Presidente de Colombia; el pueblo
de Guayaquil. En el otro lado se leía:—A
SIMÓN BOLÍVAR; al rayo de la guerra; al iris
de la paz; el Pueblo de Guayaquil.
"El Libertador llegó cerca de la seis de
la tarde á su morada, acompañado de la
Junta ele Gobierno, de todas las corporacio-
nes y los vecinos notables.—El Procurador
General le dirigió un precioso discurso. Bo-
lívar contestó, con desembarazo y elegan-
cia, á ésta y otras arengas con que fué sa-
ludado en aquella tarde. Por tres veces re-
pitió (y esto fué estudiado): "Las cimas de
71

los montes se han humillado bajo las plan-


tas victoriosas del Ejército Libertador"....
Y luego, hablando de la esclavitud de tres-
cientos años y del mal que había incrus-
tado en algunos espíritus débiles ó igno-
rantes (aludiendo á Pasto), dijo: La servi-
dumbre tiene en sí tan prolijo y contagioso
influjo, que sepulta el alma en un tenebroso
limbo; la degrada, la envilece y, lo que es peor,
la transforma para que ame la abyección y
no sepa salir de la indolencia y de la barba-
rie ....
"Olmedo, tan ilustrado, tan rico de
imaginación, tan poeta, estaba c o m o absor-
to, seducido por el atractivo y la animada
elocuencia de la improvisación del Liber-
tador Al otro día, fué éste cumplimen-
tado generalmente, y volvió á recibir los
testimonios de respeto y adhesión del pue-
blo de Guayaquil. La Junta de Gobierno
dio un explendido banquete para celebrar
la feliz llegada del Presidente de Colombia.
Bolívar brindó muchas veces "por la liber-
tad de los pueblos y por la estabilidad de
los Gobiernos de América, fundada en su
mutua, fraternal é indisoluble u n i ó n " . . . .
Su alma de fuego se pintaba en cada pala-
bra, con el colorido de la imaginación más
viva"
Planteado el problema de la incorpora-
ción, fuei'on vivas las discusiones á este
respecto, hasta que, por último, la provin-
cia de Guayaquil con todas sus dependen-
72

cias quedó agregada, como departamento


de la República de Colombia.
Hay quienes censuran acremente al
Libertador lo de traer una división de ejérci-
to á Guayaquil, siendo así que se trataba
de que el pueblo expresara libremente su
voluntad. La censura sería justa, si no hu-
biera existido una razón muy poderosa pa-
ra justificar ese procedimiento de Bolívar,
inspirado precisamente por la imperiosa
necesidad de evitar que Guayaquil fuera
violentamente incorporado al Perú, cabal-
mente por medio de un escandaloso abuso
de fuerza. En efecto; en Quito tuvo Bolívar
repetidas y bien compi'obadas denuncias
de lo que se preparaba. En Guayaquil, co-
m o yá lo digimos, existía un partido que
trabajaba por la anexión al Perú, y á él
pertenecía el General Lámar, Comandante
General de la Provincia. Este partido apro-
vecharía de que la División peruana al
mando de Santa Cruz tocase en esta ciu-
dad por la cual había de embarcarse, así
c o m o de la presencia de la escuadra de la
misma Nación, que vendría á conducirla,
y aún de la presencia misma de San Mar-
tín, que había ofrecido venir con un pre-
texto cualquiera; se aprovecharían, deci-
mos, todas estas circunstancias, combina-
das expresamente, para proclamarla incor-
poración al Perú Tal fué la razón de
que vinieran las tropas colombianas; ya
que para evitar tan escandalosa violencia,
n o cabía otro remedio que la ocupación mi-
78

litar de la plaza por fuerzas respetables del


Ejército Colombiano.
*

Efectuada la incorporación á Colom-


bia, el Coronel Illingworth fué nombrado
Comandante General de este Departamen-
to Marítimo.
Inmediatamente se ocupó de organi-
zar, en la mejor forma posible, todo lo con-
cerniente á ese ramo; y tomó á empeño la
creación de una Escuela Náutica; proce-
diendo con tanta actividad, que bien pron-
to lo tuvo todo arreglado para tan impor-
tante fundación, que fué la base de nues-
tra marina nacional.
A principios de Octubre fué designado
para el cargo de Intendente interino del
Departamento, por resolución del Liberta-
dor, y tomó posesión el 5 del citado mes.
He aquí el oficio en que se dio por notifica-
do el Ayuntamiento, de la disposición al
respecto:

"Sala Capitular, á 5 de Octubre de


1822.—Al Sr. General Intendente. O
"Queda inteligenciado este Ayunta-
miento del decreto de su S. E. el Liberta-
dor, que se sirvió U. S. comunicar en oficio
de esta fecha, en que ordena que el mando

(1) El Intendente á quien reemplazaba el Coronel Illin-


gworth, era el General Bartolomé Salom.
74

de la Intendencia de este Departamento,


lo ocupe interinamente el Sr. Coronel don
Juan Illingrot, por las repetidas renuncias
que U. S. se ha servido hacer. —Dios guar-
de á U. S. muchos años.-Pedro Santander.
- Francisco Bernal.-Gabriel García Gómez.
-Manuel de Marcos. - Martín Plaza.-José
Antonio de Vera.-Ignacio Coello.-Lorenzo
de Garaicoa.-Ignacio Cevallos.-José María
Santistevan.-Jnan Manuel Benites, Secre-
tario."

El segundo aniversario del 9 de Octu-


bre, fué celebrado en Guayaquil de una
manera más digna, más patriótica, que
con los fuegos artificiales, las iluminacio-
nes, etc. que, sin bien se han adoptado
como manifestaciones del regocijo público,
no satisfacen á los que, con justicia, quie-
ren que los aniversarios patrios se señalen
por demostraciones prácticas del progreso
nacional.
En ese día de gloriosa rememoración,
fué inaugurada la Escuela Náutica, cuya
creación, c o m o lo hemos dicho, se debía á
los esfuerzos del Coronel Illingworth, que
tomaba el más decidido empeño por el pro-
gieso ele su patria adoptiva.
Esa Escuela Náutica contribuyó, como
lo veremos después, " á sostener con brillo
las armas de Colombia", principalmente
en el sitio del Callao, donde los jóvenes
75

guardia-marinas salidos de ella, hicieron


sus primeros ensayos, haciéndose dignos
de las mejores recomendaciones de su jefe.
Al lado de Illingworth y bajo su inte-
ligente y casi paternal dirección, se forma-
ron hábiles y valerosos marinos que hon-
raron á la Patria; y de entre esos alumnos
de la Escuela Náutica, los hubo que llega-
ron áocupar, merecidamente, los más altos
puestos en la República.
Sobresalieron entre ellos, José María
Urvina y Francisco Robles, que asistieron
con el Almirante Illingworth al sitio del
Callao y ascendieron hasta Generales de la
República y fueron Presidentes de ella;
Luis de Tola, quien abrazó después la ca-
rrera sacerdotal y llegó á la categoría de
Obispo, amado y respetado por todos; José
Antonio Gómez que también llegó á Gene-
ral, jefe respetable bajo todos conceptos y
ciudadano lleno de merecimientos, que
prestó grandes servicios á la Patria; Juan
(ronzales, también de los del sitio del Callao
y muerto heroicamente en la acción naval
de Malpelo en 1828; Francisco Calderón,
hermano del héroe-niño de Pichincha,
quien resultó un marino- arrojado y enten-
dido en su noble profesión; y luego tantos
otros que ilustraron la marina nacional.
Podemos, p u e s , considerar á Illin-
gworth como el fundador de la marina
esencialmente ecuatoriana; y ésta es otra
de las páginas de su vida que hacen grata
y respetable su memoria.
76

* *
En 1»23, el Coronel lllingworth, que
había adoptado por patria esta República,
formó en ella su hogar, contrayendo ma-
trimonio con una distinguida, inteligente
y virtuosa dama; doña Mercedes de Déci-
mavilla, hija de don Vicente de Décimavi-
11a, español y oriundo de Cádiz, y la seño-
ra Gertrudis Cosió, también hija de Espa-
ña,
La familia Décimavilla no era de aque-
llas realistas intransigentes que se suble-
vaban ante la idea de la Emancipación
Americana. Al contrario; sus ideas eran
liberales y m u y avanzadas áeste respecto:
comprendía y reconocía el derecho de estos
oueblos, y se ponía de parte de ellos en la
ucha por la Independencia.
El Coronel lllingworth,: después de
tantas y tan peligrosas campañas, tenía el
derecho de reclamar algún descanso; y
éste le fué concedido por el Gobierno que
tanto apreciaba sus servicios.
Se retiró, pues, á la vida privada; se
dedicó al cuidado de sus intereses, y se
mantuvo alejado de los asuntos públicos;
hasta que, nuevos sucesos le. reclamaron
para el servicio de la Independencia Ame-
ricana.
77

Comenzaba el año de L825. Las hues-


tes colombianas luchaban aun en el terri-
torio peruano para dar la independencia á
esa Nación. : • i
El Capitán de Navio don Juan Illing-
worth estaba.'descansando ¡de; sus fatigas
y retirado á la vida privada, á tiempo que
se carenaban en nuestro astillero algunos
buques de la Escuadra Unida de Colombia
y el Perú, que; mandaba,el V i c e - A l m i r a n -
te Martín Jorge G u i s s c
Eran muchos los abusos y extorsiones
d e Guisse, al punto;de q u e .las autoridades
se hallaban yá violentas comíales'precedi-
mientos. ••; i •• •'>!:•' • M •••

Pero la conducta del Vice-Almirante


llegó al extremo de valerse del Intendente
de Marina del Perú, para exigir del.Gene-
ral Juan' Pazwdel Castillo^ Intendente del
Departamento' dé Guayaquil; la suma de
treinta mil. pesos; amenazando que, si no
se le entregaba esa suma? en un corto pla,'-
zo, hostilizaría á .la ciudad. Hay ¡que ad-
vertir que; Guisse había ¡solicitado y .recibi-
do y á manchas otras considerables cantida-
1

des-que decía eran indispensables i-paca la


reparación! déla Escuadra; y, sin¡ embargo,
«líestádo. dé ¡las- naves era cada djía' jpeor, y
aún desapáifecían ;sus!':pé"rt.ehehcias, ¡como
1© veremos>másadelántete¡Í3 \ ; b
\ñy,- Comprendiendo;Piaa .¡del Gastillo.: que
:

Guisse, ypor .si* cárápter abusivo é i n t é m p e .


78

rante, era muy capaz de provocar un con-


flicto; y deseando poner término á tan es-
candalosa conducta, dio instrucciones ai
Coronel León de Pebres Cordero para que
procediera á tomar preso al Vice-Al miran-
te; instrucciones que fueron perfectamen-
te ejecutadas.
"Conducido el Almirante del
Intendente, confesó su culpa; pero añadien-
do que no había tenido ánimo de llevar
adelante la amenaza; y como no era éste
el único exceso que cometiera en Guaya-
quil, pues yá antes, de propia autoridad,
había engrillado á un colombiano en uno
de sus buques, Paz del Castillo le envió
preso al Perú, por la vía de Cuenca, y dio
cuenta de ello al Libertador."
Debemos aclarar esta parte de la rela-
ción del Dr. Pedro Fermín Cevallos.
El General Paz del Castillo, no quiso
proceder de propia autoridad. Convocó el
8 de Enero una Junta de Guerra, que la
compusieron los más distinguidos jefes
existentes en la plaza; y esa Junta, después
de madura deliberación, resolvió que Guis-
se fuera separado inmediatamente del
mando de la Escuadra y remitido preso al
Cuartel General del Libertador. La mis-
ma Junta, presidida por Paz del Castillo,
dispuso que Illingworth asumiera el man-
do en jefe de la Escuadra Unida.
El 9 de Enero aceptó la designación
hecha en su persona; y pronto se vio que
no sólo se había conseguido, con esa reso-
79

lución, castigar la soberbia é insolencia de


Guisse, sino también un cambio á todas
luces ventajoso para el servicio de la armar
da. para poner la Escuadra en perfecto
estado de servicio, y hasta para el mayor
acierto y disposición en las operaciones tan
importantes del bloqueo del Callao.
Porque, en efecto, á pesar del tiempo
que permanecieron las naves en Guayaquil
y de los recursos que se habían proporcio-
nado á Guisse, los buques de la Escuadra,
principalmente la fragata Protector, lejos
de haber ganado en condiciones, habían
perdido lastimosamente.
Véase, por el siguiente oficio, cómo se
encontraba la Escuadra y los abusos que
se habían cometido.

"Comandancia General dé la Escuadra


Unida.—Guayaquil, á 29 de Enero de 1825.
—Al Sr. intendente del Departamento,
General Juan Paz del Castillo.
"Voy á tratar á U. S. de una; materia
que no dejará de excitar su sorpresa y asom-
bro, del mismo modo que á mi me los ha
causado.
" Y a sea por el poco cuidado y por efec-
to de un gran desorden ú otra causa, ha
sufrido la Escuadra una increible dilapida-
ción en los artículos de su armamento, que
sólo se ha venido á notar en los últimos
días del alistamiento de los buques, en que
me fué encargado el mando dé ellos. Con.
80

trayéndomei únicamente á la Prolector, no


le han ¡dejado ¡una• ¡váramete jarciaíútiifuna?
pieza!detona, ni pintura, ni coyes/ni herra-
mientas! de ninguna 'clase, ni • medicinas,'
que no hayan saqueado, J >:Ehu-n a'palabra;
sólo han respetado ¡las especies^que, por su
demasiado ívbíúrhen,. no es ífácil: ¡extraer
ocultamente: de rftanera que, en mi con-
cepto, seráa¡dificultoso:repqner¡estas pérdi-
das con 5.000 posos: esto, es, según las noti-
cias ,que$e ¡pie ha dado de las existencias
(pie habían abordo. Así. ¡rio es extraño que
se-pida í'recu.entemente ,á U. ¡S. artículos
que no habría sido uepégaripi pedir- s i s e
hubieran conservado; los repuestos con que
cada.buque llegó á estí-í puerto. ¡ M
;

"Én tal estado, me pai-ece conveniente


que, para descubrir á los sustractores,
U. S. se sirvaíeficargar á un oficial:de con-
fianza la. com:isión de formar una; sumaria
averiguaqióny; sobre el origen , de las espe-
cies de las cíase$;menciqnadasj ¡que puedan
encontrarse en las tiendas ó pulperías de
esta ciudad/pues son los'iúgáres en donde
regularmente se compra cualquiera artí-
culo á toda clase de personas, sin distin-
ción ni examen. De este modo, tal vez
:;

lograríamos esclarecer algo sobre la ¡mate-


ria, á fin- de castigar severamente á: los
culpables, y dar un ejemplo de escarmien-
to á los demás.—Dios guarde; á U. S.r-Juan
lllingrot."
Lo mismo pasaba con las corbetas
Limeña y Huachana, con la goleta Macedo-
81

riia y demás-.buques, \ c u y a s ¡reparaciones


no se habían hecho en•,lo ¡ absoluto ó se
!

habían efectuado sólo en }tarto y de mala


manera. -•>•
.•: .
Pero el Vice-Almirante Illingworth,
trabajó con actividad y eficacia para reme-
diar él mal y poder salir cuanto antes á su
destino.
- Bajó con la Escuadra á Punta de Pie-
r

dra, para tomar allí la madera que necesi-


taba; y en carta del 4 de Febrero decía á
Paz del Castillo:—"'Estoy desesperado has-
ta el-último grado con el horrible saqueo
y abandono que ha habido én la bendita
fragata. Me detengo para votar-algunos
palos que tenemos que labrar abordo: por
la mañana, á las siete, marcho sím falta".
El 6 estaba yá en Puna, y allí tuvo
todavía que continuar en las o b r a s de la
Protector, sobre las que decía al Intenden-
te de Guayaquil:^"Son tantas las precisas
obras de carpintería que hay sin concluir
en esta fragata, en donde lo más útil ha
sido pospuesto, que me veo o b l i g a d o á re-
clamar á U. S. para que se sirva destinar
de esa maestranza, cuatro© cinco oficiales,
que recibirán aquí los sueldos: correspon-
dientes." " - - -
Y á para el nueve de Febrero, pudo
Illingworth comenzar á despachar los bu-
ques de la Escuadra con rumbo al Sur;
pues ese día salió de Puna la Limeña; á
ésta debían seguir la Huachana, luego la
Vijía. Pero sobrevino un serio incidente,
82

de aquellos que eran el resultado de la fal-


ta de disciplina y aun de lealtad, introduci-
da por los malos manejos del ex-Vice-Al-
miran te G-uisse. Hé aquí el oficio en que
se dio cuenta del suceso.

"Comandancia General de la Escuadra


Unida.—A bordo de la "Protector", en
Puna, á 11 de Febrero de 1825.—Al Sr.
Intendente del Departamento, General
Juan Paz del Castillo.
"El Comandante de esta fragata, An-
drés Gordon Roberthon, se ausentó ayer al
medio día, con pretexto de ir á la corbeta
Macedonia, y después á una goleta de su
propiedad, que decía se hallaba varada,
habiendo doblado yá la punta que la ocul-
taba á nuestra vista. Tan libre de recelo
con respecto á este oficial, no entré en
duda alguna sobre el motivo de su ausen-
cia, hasta las ocho de la noche; y, á las
nueve, acabé de convencerme de que había
efectuado su fuga en la citada goleta de su
propiedad. La general desconfianza que
me ha inspirado un suceso tan singular,
no me¡ permitió mandar la Huachana en
persecución del Sr. Roberthon; sino que,
mas bien, me he visto precisado á hacerla
entrar otra vez bajo los fuegos de esta fra-
gata, y cambiar enteramente; su organiza-
ción; * <. •!.:' • I. ¡ V j i..:; •'¡i- vi
"Hay una Opinión, bastante 'válida y
razonable, de que el Sr. Michael haya cora-
83

binado su deserción con la de Róberthon:


aquel salió en la Limeña antes de ayer; y,
aunque varias circunstancias me aseguran
la suerte de esta corbeta, todo se recela,
cuando el Sr. Róberthon, en quien yo debía
tener una ciega confianza, se había consti-
tuido en garante délos Sres. Freeman y
Michael. Yo siento vivamente que U. S.
hubiese consentido en la permanencia de
éste en Guayaquil, después de mis recla-
mos, y hasta verme en la precisión de ad-
mitirle en la Escuadra ó de manifestarme
contra la oficialidad entera, que se cree
cómplice en los desordenes que pretende-
mos juzgar en Michael.
"En fin, todo ha concurrido á aumen-
tar las dificultades de mi comisiónalas que
sin embargo, espero superar.
"Repito á U. S. la necesidad de despa-
char cuanto antes la goleta Macedonia-,
pero nó con el actual Comandante, sino
que U. S. se sirva encargarla al Teniente
Juan Saavedra, y que venga con hijos del
país exclusivamente, y que sean socorri-
dos. Si no se cambia desde el Comandan-
te en aquel buque, corremos riesgo de per-
derlo.-Dios guarde á U. S.-Juan lllingrotP
A ese extremo había llegado la corrup-
ción bajo el mando de Guisse! No se podía
contar yá para nada con la mayor parte
del personal que había servido bajo sus
órdenes
Al ocurrir el incidente de la fuga de
Róberthon, y como el ex-Vice-Almirante
84

Guisse marchaba preso por la vía de Cuen-


ca, el Almirantelllingworth tomó la pre-
caución de escribir al Intendente de esa
ciudad, y al dé Piura, á fin de que no per-
mitieran la aproximación de Guisse á la
costa; temiendo que la Limeña, ya de acuer
do con Roberthon ó de su sola cuenta,
pues todo era de temerlo, arribara á algún
punto con el objeto de proteger al preso y
tomarlo á bordo.
Al fin, después de vencer muchos obs-
táculos, pudo illingworth salir de Puna
con la Protector y demás buques; reunién-
dose en el Callao a l a Escuadra de Chile,
sin mayor novedad. J
'
El Brigadier español don José Rodil,
Gobernador y Comandante en Jefe de la
plaza del Callao, " n o se había amedrenta-
do ;éon los ruidos y triunfos de Junin y
Ayaeucho, ni por la contemplación de ser
el único que quedaba sosteniendo la agoni-
zante causa de España en la América del
Sur. ni por las intimaciones y amenazas
de Bolívar." :
¡^
Manteníase firme en su propósito de
defender la: plaza: hasta lo último, contan-
1

do con el auxilio de algunos buques espa-


ñoles. - i ::•'•-

Repetidos eran los combates que se


sostenían; y merecen mencionarse- espe-
cialmente los del (5 do Mayo, del 10 y 21 de
Julio y del 3 de Noviembre de 1825..:."
• -Algunos días antes del último de estos
eoffibatés; habían llegado ú las aguas del
1
85

Pacífico el navio Asia y el bergantín Aqui-


ies, procedentes de España, á órdenes del
Capitán de Navio don Roque Gruzeta; y
este acontecimiento fortaleció la temera-
ria terquedad del Brigadier Rodil.
Dos combates reñidos sostuvieron las
naves españolas con las escuadras repu-
blicanas que sitiaban el Callao. Pero,
poco después le llegó á Gruzeta la noticia
del triunfo de las armas independientes en
Ayacucho; y, convencido, sin duda, de que
la América estaba perdida para España,
"desembarcó en el Callao toda la gente que
había tomado de esa plaza; despachó para
Chiloé y España los buques de su escua-
dra; y se hizo él mismo á la vela, con
rumbo á Filipinas, en el navio Asia y el
bergantín Constante.
Más, Rodil nó se dio á partido; pensó
que todavía podía sostenerse un año más,
encerrado en la plaza: era el paroxismo
del más temerario é infructuoso valor. Si
había cumplido ya con su deber; si era
evidente la inutilidad de sacrificar, de ma-
tar de hambre á la guarnición y á los ha-
bitantes que quedaban en la plaza, defen-
dida por él hasta entonces heroicamente,
su honor militar estaba satisfecho; nada
más se le podía exigir: y, por lo mismo,
podía capitular honrosa y ventajosamente
sin esperar al último momento.
No quedaba, pues, otra cosa que hacer,
sino estrechar el sitio; y fué lo que efec-
tuaron las fuerzas de tierra, al mando del
86

General Saló m, y la Escuadra .Unida,- al d'é


1

Illingworth. :•
Sabido es; que entre los que aoompa j

fiaron al Presidente Torre-Tagle en Febre-


ro de 1824,: fué el principal su pérfido. Mi^
nistro don Juan de Berindoaga. A m b o s
se habían refugiado en-el Callao después
de la batalla de Ayacucho; el primero y su
esposa & hijos, perecieron allí, víctimas de
los sufrimientos y el hambre; el segundo,
tratando de escapar, fué capturado junto
con un ayudante de Rodil; y esa captura
se debió á la magnífica organización man-
tenida en el sitio por el Vice-Almirante
Illingworth. Hé aquí una carta de Bolí-
var á este respecto:

"Plata, á 26 de Noviembre de 1825.—


Al Sr. General Bartolomé Salóm.
"Mi querido General: —He recibido la
carta de Ud. en que me dá parte de la pri-
sión de Berindoaga y del Ayudante de Ro-
dil; de lo que me alegro infinito, y mucho
más por deberse ésto á la vigilancia de
II lingrot. Déle Ud. las gracias y recomién-
deleel mayor celo en el bloqueo del Ca-
llao. Y o espero que á estas horas esté U. en
posesión de las fortalezas; y si nó, para el 9
de Ayacucho, que vamos á celebrar m u y
pronto.—Aun no llega el correo, y estoy
sin noticias de Colombia.—Bolívar. ' 1 1

Pero Illingworth, después del apresa-


miento de Berindoaga y del cumplimiento
•87

de'su deber en este punto, no'se mezcló en


nada de lo relativo á l o s incidentes que so-
brevinieron, de acuerdo con la actitud
aconsejada por Bolívar: "En el asunto de
Berindoagay Blanco, no se metan Uds., ni
en bien ni en mal. Los peruanos y chile-
nos sabrán lo que deban hacer. Proceda^
mos nosotros bien, y• ésto nos basta''''
• Bermdoaga fué juzgado, condenado á
muerte; y expió sus traiciones en el pa-
tíbulo.
* *
El General Bartolomé Salóm y la es-
cuadra, llegaron á estrechar tanto el sitio
del Callao, y á tal punto llegó el estado de
esa plaza, que el 11 de Enero de 1826, á las
dos de la tarde, hizo señal de parlamento
la fortaleza de Casas-Matas; y el resulta-
do fué que Rodil, aunque no solicitaba
abiertamente una transacción pacífica,
dejaba traslucir sus deseos en tal sentido.
En esa misma noche, la escuadra cruzó
sus fuegos nutridos con los de la fortaleza.
Era desesperada la.situación en el Ca-
llao. Los sitiados habían consumido to-
dos sus caballos en alimentarse; y aun
más, ya no habían dejado perros, ratas,
etc., de los que también se sirvieron como
alimento: el hambre se; enseñoreaba de la
población.
El 12 de Enero le fué. concedida á Ro-
dil una suspensión de hostilidades por el
término de. cuarenta y ocho horas; en los
88

días 13, 14, 15 y 16, aparentó el jefe espa-


ñol ocuparse: únicamente de tomar infor-
mes sobré el estado político de Europa;
pero lo ¡que hacía, en realidad* era dedicar-
se á zanjar algunos obstáculos que solo te-
nían cabida en su imaginación por efecto
de una extrema desconfianza.
Al fin, después de cruzados muchos
oficios yí concluidos algunos preliminares,
quedó convenido! que se reunieran los re-
presentantes de ambas partes, para proce-
der a las negociaciones.
El 16 de Enero, el General Salóm diri-
gió elsigúiente oficio al Vice-Almirante
lllingworth: ;

"Al Sr. Coronel • Comandante en Jefe


de la Escuadra Unida bloqueadora.
"Señor Coronel:—Habiendo contesta-
do hoy el Brigadier don José Ramón Ro-
dil, hallarse corriente para entrar en tra-
tados, sin necesidad de la garantía que exi-
gía; indicando, al mismo tiempo, que la
reunión de los diputados de ambas partes,
sea á las nueve de la mañana siguiente, en
el extremo del camino cubierto, elegido
por él de entre varios puntos que le desig-
né; y, siendo U. S. nombrado por mí, en
unión del Comandante de la Brigada de
Artillería, don Manuel Larenas, para tran-
sigir un asunto de tanta importancia, se-
gunde manifesté ayer verbalmente, c u y o
encargo tuvo U. S. la bondad de admitir
con todo gusto, espero que, á las siete de
89

la; mañana, se sirva U. S. pasar á este


Cuartel General, al objeto propuesto.—Dios
guarde á U. S. —Cuartel General en Be-
llapsta, Enero; 16 de 1826. - Bartolomé
Salóm."

Esté)oficio fué contestado en los si-


guientes términos:

'"Comandancia General de la Escua-


dra Unida.—Al Sr. General en Jefe del
Ejército de la:Costa del Perú.
/ • " S e ñ o r General: Impuesto de la nota
de U. S., de hoy, en que se sirve confirmar
el nombramiento que verbalmente me co-
municó ayéiy de asociarme con el Sr. Co-
mandante de l a brigada de Artillería, don
Manuel Larenas, en la importante comi-
sión de negociar los tratados de rendición
de las fortalezas del Callao, con los comi-
sionados del Brigadier don José Ramón
Rodil; y citándome U. S. al ¡Cuartel Gene-
ral, á las siete del día de mañana, tengo
el honor de reiterar á U. S¿ mi pronta vo-
luntad para el desempeño del honroso car-
go que me:ha confiadora cuyo efecto, me
pondré á las órdenes de U. S., á la hora
señalada.—Dios guarde á U. S.—Fragata
Protector, á 16 de Enero de 1«26.—Juan
lllingroV ,

. • Reunidos los comisionados, iniciaron


las negociaciones que continuaron el día
18; y, el 19, formularon y suscribieron las
90

capitulaciones; éstas fueron pasadas al Ge-


neral Salóm, el cual las elevó, en la misma
fecha al Consejo de Gobierno del Perú, y
éste las devolvió, el mismo día, con algu-
nas observaciones.
En vista de este resultado, el Coronel
Illingworth y su'compañero de Comisión,
dirigieron el oficio que sigue á los Comi-
sionados del Brigadier Rodil.
"Habiendo pasado, para su aprobación
al Supremo Gobierno de la República, el
tratado de capitulaciones que, en 19 del
presente, celebramos en este mismo sitio,
S. E. ha tenido á bien observarnos que, en
cuanto al artículo 6 ., no puede permi-
o

tirse al Sr. General Rodil embarcarse en


la fragata de guerra de S. M. Británica la
Britan, hasta después de haberse conclui-
do la entrega; como que es quien ha de
responder en cualquier caso que ocurra; y,
en cuanto á evitar el sentimiento de pre-
senciarla, puede servir la fragata Protector
como la Britan, si fuere de su agrado.
"Igualmente nos advierte que, respec-
to al artículo 21, que trata del reconoci-
miento de los créditos y deudas del Go-
bernador de la plaza, el de la República
no puede comprometerse tácita ni expre-
samente á él.
"De la reforma de dichos artículos, en
los términos indicados, depende la ratifica-
ción de un tratado que ahorra á la huma-
nidad el sacrificio de millares de víctimas.
Dios guarde á Uds.—En el mismo camino
91

cubierto, frente á la plaza del Callao, Ene-


ro 20 de 182C>. Juan lllingrot,--Manuel
Larenas,--Francisco Gálvez, Secretario."
Se resistía Rodil á convenir con las
modificaciones indicadas, y las negocia-
ciones estuvieron á punto de fracasar;
pues el Consejo de Gobierno, al insistir,
dio instrucciones al General en Jefe del
Ejército, para que suspendiera desde luego
el armisticio concedido para la celebración
del tratado, y continuaran, en consecuen-
cia, las hostilidades del sitio, después de
una formal intimación.
El General Salóm notificó al Brigadier
Rodil, el 21, á las nueve de la mañana, con
la última resolución de que hemos habla-
do; declarándole que, de no avenirse á las
reformas indicadas, se romperían las hos-
tilidades, tres horas después de recibida
esa intimación, en cuyo plazo debía Rodil
declarar lo que resolviera en definitiva.
El Brigadier Rodil pidió que se reu-
nieran nuevamente los comisionados; y
se convino en que así se hiciera el día 22,
á las ocho de la mañana, en el mismo lu-
gar que lo hicieran anteriormente.
Efectuada la nueva y última entrevis-
ta, poco hubo que discutir, y quedaron for-
malizadas las capitulaciones que vamos á
reproducir íntegras, ya porque constitu-
yen una obra en que tuvo parte principal
el V i c e - A l mirante Illingworth, ya por ser
un documento muy poco conocido. Hé
aquí el tratado:
92

"Los Diputados reunidos en el camino


cubierto, frente á la plaza del Callao, para
tratar una capitulación entre ésta y el
ejército sitiador, y poner término á la gue-
saber:—por parte del General de
Brigada y en Jefe del Ejército sitiador,
Bartolomé Salóm, el Coronel Comandante
en Jefe de la Escuadra Unida, Juan Illin-
grot, y el Teniente Coronel Comandante
de Artillería del Perú, Manuel Larenas; y,
por parte del Brigadier Gobernador de la
plaza del Callao, don José Ramón Rodil,
los Tenientes Coroneles, Comandante de
Artillería don Francisco Duro, é interino
de ingenieros don Bernardo Villazón; con-
vencidos de la necesidad de t e r m i n a r l o s
desastres de la guerra que por tanto tiem-
po ha oprimido este país, convienen en
los artículos siguientes:
Proposiciones que hacen los diputados
por la, plaza, y contestaciones de los diputa-
dos por el ejercito sitiador.
1.°— Se concederá una amnistía ó per-
dón general, á todos y cada uno de los in-
dividuos de cualquiera clase, sexo ó condi-
ción que fueren, así militares, eclesiásticos
como civiles; y, por consiguiente, son in-
violables sus personas, sean cuales fueren
sus servicios al Rey.
1.°—Concedido respecto á su conducta
pasada, hasta la rendición de la plaza.
2 .—Los jefes, oficiales y empleados que
o

prefieran restituirse á la Península á que-


darse en el país, podrán hacerlo, y se les
93

proporcionará pasaje para verificar su


marcha, por cuenta del Estado de la Re-
pública, en transporte inglés.
2.°—Concedido, en la inteligencia de
que los empleados no pasen de tres.
3. —Como hay algunos individuos de
a

tropa y gente de mar, procedentes de los


cuerpos expedicionarios de la Península, y
son en corto número, acreedores á regre-
sar á sus hogares, se les permitirá su pa-
saje á los que gustosamente quisieren, por
cuenta del Estado del Perú, hasta el Ja-
neiro, y á los demás á las provincias de
su oriundez.
3.°—Concedido respecto á los peninsu-
lares. Los americanos serán enrolados
en los cuerpos del ejército sitiador.
4."—Se permitirá que un transporte
inglés venga á la bahía, á recibir sus equi-
pajes, en el momento de la ratificación de
la capitulación; y los jefes, oficiales, tropa
y gente de mar, pasarán á su bordo, acto
continuo que sean relevadas las guardias
por el Ejército sitiador; cuyo buque servi-
rá para conducirlos á Europa, ó para con-
servarlos en depósito, según acuerde el
Gobernador con el Comandante de la fra-
gata de guerra de S. M. B. \a,Britan, mien-
tras se proporciona el modo de su pasaje.
á.°—El embarque de los equipajes de-
berá practicarse después de la ratificación,
relevo de todos los puestos de la plaza y
correspondiente reconocimiento, por los
94

que fueren comisionados al efecto, en pre-


sencia de sus dueños.
5 —El Gobierno de la República del
o

Perú depositará en la misma fragata de


S. M. B. la Britan, la suma del pasaje de
todos, los individuos que estén aptos para
marchar á la Península incontinentemen-
te, á fin de obviar incomodidades; marcan-
do el Sr. Comandante del expresado bu-
que el importe de cada uno, puesto que el
transporte ha de ser bajo su pabellón; de-
biendo entregar al Gobernador, en el acto
de ratificar los tratados, relación nominal
clasificativa de los que se hallan en seme-
jante caso, y servirá para que un Comisa-
rio del Ejército sitiador pase revista, á
certificarse de su existencia,
5°-El Gobierno de la República proveerá,
luego que.se verifique la ratificación de
este tratado, la suma necesaria, á concep-
to de los señores Comandantes en Jefe de
la Escuadra Unida y de la fragata de gue-
rra inglesa la Britan, para el pasaje de to-
dos los individuos comprendidos en la re-
lación presentada por los señores comisio-
dos por la plaza; y éstos elegirán la ban-
dera y seguridades que gusten para su có-
modo transporte.
6."—El Gobernador ratificará á bordo
de la Britan la capitulación; y, desde este
momento permanecerá en ella por rehenes,
hasta que la guarnición del Ejército sitia-
dor se posesione de la plaza en la forma
que se estipulará; y después quedará expe-
95

dito para marcharse, cuanto antes le sea


posible, á dar cuenta á S. M. 0. •'
6.°—La ratificación se hará en la mis-
ma plaza, y su Gobernador debe presen-
ciar la entrega, verificada la cual, puede
embarcarse con la parte de guarnición
que ha de hacerlo en el transporte inglés
destinado al efecto.
7.°—Un General de brigada del Ejér-
cito sitiador, pasará también en rehenes
á bordo de la Britan, en el instante que lo
verifique el Gobernador de la plaza; y será
libre de esta obligación, cumplidos qué
sean los artículos 4.° y 5.°
7.° - N o habrá rehenes por ninguna de
las partes contratantes.
8.*—El Gobernador, Jefes y oficiales,
conservarán el uso de uniforme y espada,
y podrán llevar los asistentes correspon-
dientes á su clase, y los criados que tu-
vieren.
8.°—Concedido.
9."—A los jefes, oficiales, tropa y toda
clase de empleados que deben quedar en
el país, se les concederá, por el Gobierno
de la República, pasaporte ó licencia para
regresar á sus domicilios, ó á donde mejor
les acomode, también por cuenta de la
misma.
9.°—Concedido respecto á los pasapor-
tes y salvo-conductos.
10.°—Los jefes, oficiales y tropa, saca-
rán su ropa, dinero, libros, ajuar de servi-
cio, monturas, asistentes, y cuanto les per-
96

tenezea á ellos y á sus respectivas fami-


lias, previa revisión por un jefe del Ejér-
cito sitiador, si se considera prudente.
10.°—Concedido, con la prevención de
que, en lo respectivo á alhajas y dinero,
sólo podrán llevar lo que valga la mitad
de sus haberes en el sitio; no entendién 2

dose comprendido en esta especie, el ser-


vicio particular de plata, proporcionado á
cada clase.
11.—Los jefes, oficiales y empleados
que les acomode el servicio de la Repúbli-
ca, serán admitidos en sus graduaciones
respectivas.
11.—Negado.
12.—Que se conserven á los eclesiásti-
cos de todas clases y á los paisanos, sus
haciendas é intereses.
12.— Concedido, con arreglo a l a ley de
2 de Marzo de 1825, respecto de los bienes
existentes fuera de la plaza.
13.—Se concederán seis meses de tiem-
po á los paisanos, tanto seculares c o m o
eclesiásticos y empleados de todas clases,
para vender sus bienes raíces; y se les per-
mitirá retirarse, con sus productos y fa-
milias, al país que eligieren; igualmente
que á las viudas de oficiales que hayan fa-
llecido en el sitio.
13.—Concedido, con restricción á la
misma ley de 2 de Marzo, en toda su ex-
tensión y relaciones.
14—El pueblo no será vejado, ni se le
97

exigirá más contribución que á otro cual-


quiera sujeto á la República.
14.—Concedido.
15.' Los individuos d é l a sección de
confianza, batallón de obreros y guerrillas
de Lima y Chancay, son considerados co-
mo de milicias, exceptuando los oficiales
del segundo, que son veteranos, y gozarán
de los beneficios que á cada clase dispen-
saren estos tratados.
15.—Concedido.
16.—Los individuos esclavos que sir-
ven provisionalmente en los cuerpos, vol-
verán con sus dueños legítimos, como lo
acreditarán con papeles del Gobierno, que
se les expidió con semejante condición.
L6.—Concedido, respecto á los enrolados
durante el sitio.
17.—Los enfermos y heridos de la guar-
nición, que de ningún modo puedan viajar
ó navegar, serán alimentados y curados
por cuenta de la República; y, restableci-
dos, disfrutarán las mismas condiciones
que los sanos, en los artículos en que, ca-
da uno en su clase, se halle comprendido.
17. —Concedido.
18.—Las banderas de los cuerpos In-
fante don Carlos y Arequipa, se concederá
se las Heve en su equipaje el Gobernador.
18.—Concedido.
19.—Los prisioneros del ejército de la
plaza y de ésta á aquel, quedarán en liber-
tad después de la ratificación.
19.—Concedido.
98

20.-—Se entregarán ele buena fe las


municiones, armas, cañones, morteros,
obuses, útiles de la Casa de Moneda, im-
prenta de Gobierno, archivos, talleres, al-
macenes, cuerpos de guardia, y cuanto
existe en San Miguel, arsenal y baterías
exteriores y esta plaza, al tiempo de la ca-
pitulación; sin mojar la pólvora, corrom-
per los comestibles y pozos, maltratar las
armas, dejar yesca ó mecha encendida en
los almacenes y hornillos, ni hacer otro
fraude; entendiéndose el tiempo de la ca-
pitulación el acto de su ratificación.
20.—Aceptado como conforme á las
leyes de la guerra y buena fé entendida en
toda capitulación.
• 21.—La República del Perú reasumi-
rá en sí los créditos y débitos contraídos
por este Gobierno, desde que tomó pose-
sión de estas fortalezas, en 29 de Febre-
ro de 1824.
21.—Negado.
22.—Se nombrarán comisionados, por
una y otra parte, á concluir la entrega y
recibo, con la claridad y honor que les ca-
racteriza.
22.—Concedido.
23.—El Gobernador llevará sus pape-
les reservados y protocolos de las piezas de
su tiempo, para dar de todo cuenta á S. M.
y entregará lo demás que no sea corres-
pondiente á este objeto.
23.—Concedido.
24.—Los pasados del Ejército sitiador á
99

la plaza, serán perdonados, y disfrutarán


todas las gracias que corresponden á la di-
visión según sus clases.
24. —Concedido.
25.—El mismo día, á las ocho, ocupa-
rán los puestos de guardia las fuerzas que
se necesiten al relevo correspondiente; y,
á las diez, comenzará la entrega por los
cuerpos más modernos, que irán saliendo,
con sus correspondientes pasaportes, con-
forme en todo á los artículos anteriores; y,
al intento, destinará el General sitiador
un cuerpo para que se posesione de la pla-
za, de la que entregará las llaves el Tenien-
te del Rey Coronel don Pedro Azmar.
25.—Concedido, después de la ratifica-
ción, y convenidos en la hora de entrega.
26.—Los ornamentos, vasos sagrados
y alhajas de la capilla de la plaza ó iglesia
de la población, harán su entrega los pá-
rrocos de ellas, por sus respectivos inven-
tarios; como igualmente los depositados
en Tesorería, por los libros de entrada y
salida.
26.—Concedido y aceptado.
_ 2?.—Toda duda que ocurra acerca de
la interpretación de los precedentes ar-
tículos, se entenderá á favor de la guarni-
ción; quedando de mediador en toda dife-
rencia, por parte de la misma guarnición,
el señor Comandante de la enunciada fra-
gata de S. M. B., la Britan, á quien se le
pasará un ejemplar de este extracto, in-
mediatamente que se convengan los co-
100

misionados, para obtener el consentimien-


to á que se extiende su línea de neutrali-
dad.
27.—Concedido sin mediación, respec-
to á ser inoficiosa.
28.—Las formalidades de entrega y
modo en que ha de hacerse, serán en los
términos siguientes: Relevados los pues-
tos por un cuerpo de tropa que destinará
al efecto el señor General del ejército si-
tiador, irán saliendo los de la guarnición,
por el orden de antigüedad que previene
el artículo 25, con su jefe y un oficial por
compañía, que traerá lista nominal de los
individuos de ella, y estado de armamen-
to y vestido.
28.—Concedido.
29.—La hora de la entrega será aque-
lla en que esté listo el transporte que debe
recibir los equipajes y personas que han
de embarcarse, con arreglo á lo que pre-
viene el artículo 4."
29.—Concedido.
30. - Los señores Generales, Jefes y
oficiales de la guarnición de la plaza del
Callao, no podrán tomar las armas contra
los Estados independientes de América,
durante la presente contienda.
30.—Corriente.
31.—El presente tratado será ratifica-
do, por una y otra parte, en el término de
tres horas.
31.—Concedido.
Dado en el camino cubierto, frente á
101

la plaza del Callao, á las doce de la maña-


na del día 19 de Enero de 1826.

Nota. -Habiendo ocurrido que, con-


cluidos estos tratados, S. E. el Consejo de
Gobierno hizo algunas observaciones so-
bre los artículos 6 y 21, los señores dipu-
o

tados volvieron á reunirse, en el mismo


sitio, el 23 del corriente, en que acordaron
y convinieron sobre dichos artículos, en
el modo y forma que al presente se obser
van. Y, después de haber quedado con-
formes en todo lo estipulado, sancionaron
que este nuevo tratado fuese ratificado,
por una y otra parte, en el término de una
hora.
Dado ¿n el camino cubierto, frente á
la plaza del Callao, á la una de la tarde
del día 22 de Enero de 1826.— J. lllingrot.
—Manuel Larenas—Francisco Duro —Ber-
nardo Villa zón.—Francisco Gálvez, Secre-
tario.
Ratificada por mí la anterior capitu-
lación, á la una y tres cuartos de la tarde.
Cuartel General en Bellavista, á 22 de
Enero de 1826.—Bartolomé Salóm.
Ratificada por mí la anterior capitu-
lación.—Real Felipe del Callao, Enero 22
de 1826, á las dos de la tarde.— José Ra-
món RodiV
El día 23, á las ocho de la mañana, sa
lió del Cuartel General de Bellavista, un*
cuerpo de ochocientos hombres, á ocupar
102

los castillos del Callao, llevan de el jefe dé


esa fuerza instrucciones suficientes para
el cumplimiento de la capitulación.
El Ejército sitiador se desplegó en or-
den de batalla, para recibir á los capitula-
dos, ante los cuales rindió las armas.
Ocupado el Real Felipe, el General Sa-
lóm afianzó el pabellón peruano, que fué
saludado por un cañonazo, al que siguie-
ron los saludos de todas las cortinas de los
tres castillos y de los buques que bloquea-
ban el puerto.
En seguida, se retiró el Ejército repu-
blicano á sus posiciones, "llevando por tro-
feos de sus desvelos, de sus fatigas y de
su constancia, los capitulados, sus armas,
sus instrumentos bélicos y diez banderas
españolas."
Durante el sitio, que había durado un
año y un mes, los españoles, dirigieron con-
tra el Cuartel General y. la escuadra,
79,553 balas de cañón, 454 bombas y 908
granadas; y la pérdida experimentada por
los sitiadores, á causa de esos fuegos y al-
gunas escaramuzas, fué de siete oficiales
y ciento dos individuos de tropa, muertos;
y siete oficiales y 62 individuos de tropa,
heridos. Las de los españoles fueron de
2.732 individuos de tropa, muertos por las
balas y por la peste; y buen número de je-
fes y oficiales. De los habitantes de la po-
blación, murieron 767 por la peste y las ba-
las; se pasaron 1.933 á los republicanos; y,
agregando 1.100 como comprendidos en la
103

capitulación, se obtiene el total de 3.800 al-


mas, á que ascendía el censo del Callao en
Enero de 1825.
La capitulación del Callao, fue el últi-
mo acto del drama sangriento que había
tenido por teatro á la América del Sur.
La Escuadra había hecho papel brillan-
te en ese año de prueba; y así lo reconoció
el Gobierno del Perú, en el siguiente ofi-
cio de gratitud:

"Ministerio de Guerra.—Palacio de
Gobierno en la Capital de Lima, á 24 de
Enero de 1826.
"Al Sr. Comandante General de la Es-
cuadra Unida, don Juan Illingrot.
" L a Escuadra Unida ha llenado los
votos de la Nación: su bravura y actividad
han contribuido á la importante toma de
la plaza del Callao, después de un año de
privaciones y de fatigas. El Gobierno está
muy satisfecho de los distinguidos servi-
cios de tan benemérito cuerpo; y me man-
da S. E., decir á U. S. que, á su nombre, le
dé las más expresivas gracias, quedando
en premiar oportunamente su consagra-
ción en obsequio á la Independencia de la
República.
"Sírvase U. S. hacerlo entender así, y
admitir los sentimientos de consideración
y aprecio con que me suscribo de U. S.
muy atento y obediente servidor. —Juan
Sa lazar."
104

El Coronel Illingworth, sólo permane-


ció en el Callao el tiempo extrictamente
necesario; y en los últimos días de Mayo se
embarcó en la Guay aguileña, acompañado
del Coronel O'Leary y otros jefes y oficia-
les; y llegó á Guayaquil el 10 de Junio de
1826.
No venía á tomar descanso de tan lar-
ga campaña; venía á prepararse á otra,
tanto ó más importante, más delicada, pa-
ra la cual le había llamado el Gobierno.

Antes de ocuparnos de la nueva cam-


paña á que era llamado Illingworth, la ver-
dad histórica nos obliga á hacer en este
lugar una rectificación importante.
Hablando el historiador Cevallos de
los sucesos de 1826 y del movimiento rela-
tivo á la Constitución Boliviana y Dicta-
dura del Libertador, dice que "Guayaquil
proclamó la Dictadura, por acta del 28 de
Agosto, á influjo del Intendente Tomás
C. de Mosquera, del Comandante de Ar-
mas, General Valdéz, y del de Marina, Ge-
neral I l l i n g r o t " . . . .
Esto es completamente inexacto. En
primer lugar, tenemos que no era Illing-
worth, sino Wright, el Comandante de
Marina en esos días, y aun consta c o m o
tal su firma en el acta del 2» de Agosto; y
luego, que en esa misma acta ni en otro
documento público al respecto, aparece la
105

firma de Illingworth.—Por qué? Simple-


mente, porque no se encontraba en Gua-
yaquil desde el último tercio de Julio; y,
desde el 5 de Agosto había llegado á Pana-
má para seguir de allí á Cartagena, como
lo veremos en el capítulo siguiente.
Por cierto que ésto no quiere decir que
el General Illingworth no fuera uno de los
más adictos amigos de Bolívar; pero la
Historia es la Historia, y conviene que no
se deslicen en sus páginas ésta ni otra cla-
se de errores; nada que pueda falsear la
verdad de los hechos.
Mientras otros amigos de Bolívar y
decididos partidarios de la integridad de
Colombia, creían honradamente salvarla
por medio de la Dictadura, Illingworth
procedía también en el sentido de salvar-
la de otra gravísima amenaza; estaba age-
no completamente á la política interna y
entregado por completo al cumplimiento
de su deber, en orden á la importante co-
misión que se le había confiado.

XV

Desde 1824, reunía España en las


aguas antillanas algunos buques, amena-
zando volver contra Colombia con una po-
derosa división de ejército; y esa amenaza
subió de punto en 1826. La independencia
de Colombia estaba en peligro muy serio
por parte de la santa alianza, y era llega-
do el caso de obrar con prontitud y resolu-
106

clon; era indispensable organizar debida-


mente la escuadra de la Gran República;
y, para ello, fué indicado lllingworth, co-
mo el más á propósito para esa clase de
empresas.
Al objeto, una vez que se tuvo conoci-
miento en Bogotá de haber terminado el
sitio del Callao, el Ministerio de Marina le
dirigió el siguiente oficio:
"Al Sr. Capitán de Navio don Juan
lllingrot, Comandante en Jefe de la Escua-
dra de Colombia auxiliar del Perú.
"La rendición del Callao, en que U. S.
ha tenido una parte tan distinguida, man-
dando las fuerzas navales del Perú y Co-
lombia, ha llegado á noticias del Gobierno,
en el momento más oportuno; porque, li-
bre de su empeño con nuestra íntima, alia-
da la República del Perú, puede disponer
de los marineros que existen en el Pacifi-
co, sin "aventurar nada.
"El Gobierno español reúne en el At-
lántico una escuadra respetable; y el Go-
bierno de la República está determinado á
hacer los últimos esfuerzos por oponerle
otra, capaz de rendirla y defender nues-
tras costas de una nueva invasión. La em-
presa es acaso superior á nuestros medios;
pero no á nuestra constancia; y el Gobier-
no ha fijado la consideración en U. S., co-
mo uno de los jefes más capaces de con-
tribuir á realizar sus planes, y me ha dado
orden de prevenirle lo siguiente:
10?

"I .—Que, en el momento que reciba


o

U. S. esta comunicación, proceda á elegir


todos los oficiales dé Marina, de los que es-
tén destinados en la Escuadra de Colom-
bia en el Pacífico, que, á juicio de U. S.,
puedan servir con utilidad ala Nación, en
la que se apresta en Cartagena.
"2".—Que, así mismo, reúna U. S. la
tripulación necesaria para un navio de 74,
desde Contra-maestre á paje, sacándoles
de los buques de guerra de Colombia, aun-
que queden solos. Los buques los entre-
gará U. S. al Comandante General del
cuarto Departamento.
"8".—Que el Capitán de Fragata Juan
Ignacio Pareja, continúe con el mando in-
terino del cuarto departamento. (*)
"4 .—Que U. S., con los oficiales y tri-
o

pulaciones de que se habla en la primera


y segunda disposición, y con todos los
alumnos de la Escuela Náutica que estén
en estado de embarcarse, venga inmedia-
tamente á Cartagena, por el Istmo de Pa-
namá.
"5". Que el Intendente de Guayaquil
le facilite los transportes hasta Panamá; y
que, de Cartagena, vayan los necesarios á
Chagres, para conducirlos á su destino.

(1) — N o pudo Illingworth cumplir con este encargo;


pues el Capitán de Fragata don Juan Ignacio Pareja tu-
vo que salir á reconocer las costas del Chocó, en los pri-
meros dfas de Abril, para dirigirse en seguida á B o g o t á ; y
por eso entrego la Comandancia Marítima al Capitán de
Navio don T o m á s Carlos W r i g h t , quien continuó desem-
peñándola.
108

"6".—Que el Comandante General del


cuarto Departamento, provea lo necesario
al cuidado y conservación de los buques
de guerra que U. S. le entregue.
"Todo encarecimiento es inútil, en el
concepto del Gobierno, cuando se ha dicho
á un jefe del carácter de U. S , que intere-
sa á la seguridad y la gloria nacional el
cumplimiento de esta orden; y así tengo
encargo de expresárselo á nombre de S. E.
el Vicepresidente encargado del Poder
Ejecutivo.—Dios guarde á U. S. — Palacio
del Gobierno en Bogotá, á 21 de Marzo de
1826—16°.—Carlos Soublette."

En la campaña marítima del Perú,


que tan felizmente acababa de terminar,
había perdido Col< mbia gran número de
marineros; y por ésto, como por tratarse
de la seguridad general de todos los pue-
blos de América, fueron solicitados del Go-
bierno de Lima unos mil hombres de mar,
á cambio de las pérdidas sufridas por Co-
lombia en la campaña naval de la indepen-
dencia de ese país. Pero no fué posible ob-
tener tal contingente, y tuvo que venirse
Illingworth á Guayaquil, para reunir acá
el mayor número de marinos que le fuera
posible.
Mas, las poblaciones costaneras de
este Departamento eran las que m i s indi-
viduos habían dado ala Marina de guerra,
especialmente para la campaña libertado-
ra del Perú; y, por lo mismo, era m u y ar-
109

dua la empresa de reunir todo el contin-


gente necesario.
De manera que Illingworth, después
de muchos esfuerzos, reunió toda la gente
hábil que pudo; tomó las medidas'del caso
para aumentar su número con individuos
de las milicias marineras de Manabí, Es-
meraldas, Tumaco, Izcuandé, etc., que se-
rían embarcados en el viaje á Panamá.
Se embarcó el .22 de Julio en el ber-
gantín Chimborazo; y, después de perma-
necer un día en la Puna, hizo rumbo con
su expedición hacia Panamá, á cuya plaza
llegó el 5 de Agosto, con algunos oficiales,
entre los que figuraban Urvina, Robles,
Tola, Gonzáles, Gómez y otros que habían
hecho la campaña del Perú, veintiún aspi-
rantes de la Escuela Naval de Guayaquil y
cien marineros, que fué '"todo cuanto pudo
conseguir.11

Después de pocos días de permanencia


en Panamá, siguieron los expedicionarios
su viaje hasta Cartagena, en cuya plaza se
i'eunieron las naves adquiridas por Colom-
bia, y que eran: un navio de 74 cañones,
dos grandes fragatas de 62 y otra de 44 ca-
ñones; y además, los otros buques que po-
seía yá el Estado; tales como las corbetas
Bolívar, Boyacá, Venezuela, Úrica y Cérea,
los bergantines Pichincha, Libertador é In-
dependiente, y las goletas Independencia,
General Padilla y General Manrique; y se
consideró que todas esas fuerzas reunidas
110

eran suficientes para oponerlas á la escua-


dra española.
Pero el peligro desapareció por enton-
ces, pues la política internacional de Espa-
ña en sus relaciones con Portugal y la in-
tervención de Inglaterra en favor del últi-
mo, así como otras poderosas circunstan-
cias, hicieron desistir al Gobierno Español
de sus proyectos contra Colombia.
*

En tales circunstancias, pensó Bolívar,


nuevamente, en el proyecto de dar la liber-
tad á Cuba, aprovechando el estado de co-
sas en España y de la Escuadra que se ha-
bía organizado en Cartagena; y aún estu-
vo indicado el mismo Illingworth para
conducir la expedición.
No queremos dejar pasar esta oportu-
nidad, sin decir algo sobre los antecedentes
ó siquiera la iniciativa respecto á la inde-
pendencia de Cuba por Colombia; reprodu-
ciendo una interesante carta de don Vi-
cente Rocafuerte y los documentos sobre
el proyecto del Libertador Bolívar en 1827;
proyecto de cuya realización, en gran par-
te, habría cabido la gloria al General Illin-
gworth.
Hé aquí la carta del Sr. Rocafuerte (')

(1) El original existe en el Museo de la Biblioteca


Municipal de Guayaquil. F u é obsequiada al autor de
este trabajo histórico por la Srta. Josefa G u a l ; y él, A su
vez, lo obsequió al Museo.
111

Maracaibo. Nvbre. 21 de 1823.


Sr. Dn. Pedro Gual.
Mi estimado amigo:—Acabo de llegar
á este país: el principal objeto de mi veni-
da ha sido ver este puerto, y anunciar á U.
una especie de diputación de la Isla de
Cuba, compuesta de los señores Arango,
Iznaga, Betancourt y Castillo, que, á nom-
bre de los jóvenes cubanos, vienen á pedir
protección á la República, y suplicar los
libren del yugo godo. Les acompaña tam-
bién un joven residente en 3a Habana;
éste se llama Miralla, quien, por su talen-
to y viveza, tiene un gran influjo en aque-
lla ciudad.
"El negociado ha tomado origen en
Piladelfia. entre Salazar, el General don
Manuel José Arce, Presidente de Guate-
mala, y yó.—Hablando del castillo de San
Juan de Ulúa, se me ofreció decir que el
único modo de rendirlo, era conquistar la
isla de Cuba, y fijar allí el nuevo sistema
de Independencia, aprovechándonos del
gran partido que se ha formado á favor
nuestro, desde dos años á esta parte. La
idea gustó mucho al General Arce, quién
contestó que tenía listos en San Salvador
los cuatro mil hombres que componían el
ejército que él mandó:y levantó contra las
tropas de Itúrbide; que sólo le faltaba di-
nero y algunos oficiales de artillería, para
realizar la expedición; que para este objeto
se podría conseguir en México, millón y
112

medio de pesos, pues acababa el nuevo Go-


bierno de efectuar en Londres un emprés-
tito de 22 millones de pesos, por medio de
la casa. Migony y Echeverría de Veracruz.
"Salazar, entonces, me dijo que la Re-
pública [Colombia] podría también coope-
rar á la conquista de Cuba; porque calcu-
laba que las plazas de Maracaibo y Puerto
Cabello quedarían evacuadas en todo No-
viembre; y que sería m u y útil á la Repú-
blica enviar fuera de su territorio, parte
de la mucha tropa que le sobraría; que,
mientras más fuerzas presentásemos, me-
nos resistencia harían los españoles, y ma-
yor estímulo tendría el fuertísimo partido
de Cubanos independientes. Después de
una larga discusión, resolvimos, que el
electo Presidente de Guatemala, General
Arce, iría á tomar pesesión de su empleo,
pasando por la ciudad de México, confe-
renciando con sus jefes y proporcionándo-
se el dinero necesario para alistar cuatro
ó cinco mil hombres; que los cubanos y
habaneros que se hallaban en los Estados
Unidos promoviendo la Independencia y
buscando inútilmente auxilios en esos he-
lados países, se pusiesen en camino para
Santa Pe de Bogotá, con cartas de recomen-
dación para U.
"El General Arce salió de N e w - Y o r k
para Tampico el 18 del pasado; yo debí ha-
berlo ido acompañando; pero, como tam-
bién salía una goleta que venía á cargar
de cacao aquí, para seguir inmediatamen-
113

te al puerto de Alvarado, me suplicó el Ge-


neral viniese á esta plaza, á tomar razón
de los oficiales útiles que podrían haber, y
examinar el aspecto del país y espíritu del
pueblo. He llegarlo aquí con bastante difi-
cultad, y pienso salir dentro de cuatro ó
cinco días: no me voy tan contento ni sa-
tisfecho como esperaba, por que ésto está
mucho más atrazado de lo que yo me ima-
ginaba; no calculaba que fuese tanta la es-
casez de hombres verdaderamente útiles y
patriotas. (') Es probable llegue á Méxi-
co á fines de Diciembre. Estoy persuadi-
do de que se realizará la expedición contra
Cuba, en todo el curso del próximo Febre-
ro." . . . . Vicente Rocafuerte,
La expedición no tuvo lugar, ni en el
tiempo señalado por el Sr. Rocafuerte, ni
después.
Ahora bien; pasada la amenaza de la
escuadra española, Bolívar pensó, como he-
mos dicho, en intentar la empresa de la
independencia Cubana; y, así, en oficio del
27 de Enero de 1827, decía el Secretario
General del Libertador, al Ministro de
Guerra:
" H o y ha llegado á noticia del Liberta-
dor la guerra existente entre España y Por-
(1) En realidad de verdad, no nos explicamos este jui-
cio del Sr. Rocafuerte. Acababa de llegar y yá quería un
resultado favorable inmediato, y sin moverse de Maracai-
b o ; sin considerar que los " h o m b r e s útiles y patriotas,"
por aquellos dfas, estaban ocupados en cosas más impor-
tantes que en permanecer sin hacer nada en los puertos.
114

trigal, y la concesión de auxilios que, á vir-


tud de antiguos tratados, hace á éste la
Gran Bretaña. No hay datos para esti-
mar la probable duración de aquella con-
tienda; porque, aunque el general deseo y
necesidad de la paz, y las respectivas fuer-
zas de los contendientes, den esperanzas
de una pronta reconciliación, el carácter
de las naciones belijerantes y la parte que
tengan en la lid las sugestiones de los fa-
náticos, así como la que tomen, por una y
otra parte, distintas naciones, y el conside-
rable apoyo con que España cuenta en Por-
tugal, hacen temer que se prolongue la lu-
cha.
"El Libertador cree que debemos apro-
vechar estos momentos para emancipar á
Cuba y Puerto Rico. No sólo alejaremos
así de todo el hemisferio aun las últimas
reliquias del poder español, sino que pon-
dremos en acción nuestras tropas-conser-
varemos su disciplina, y daremos mayor
firmeza á nuestra existencia y gloria na-
cional
"Se necesita al intento:—I .que se en-
o

víen á la Guaira todos los auxilios de tro-


pas, buques, armamento y dinero que. por
mi conducto y durante la marcha, ( ) había J

pedido S. E.; 2"queá el los se agreguen 1.000


nombres y todos los demás buques que ha-
ya en Cartagena, á propósito paraelinten-

m—El Libertador se hallaba en Caracas, -a donde ha-


bía ido á sofocar los disturbios que surgieran en 1826.
115

to; y 3 . que se inste al Gobierno de Méxi-


o

co para que inmediatamente amenace y


acometa á la Isla de Cuba"
Pero, después de pocos días, desistió
Bolívar de su proyecto, por las razones ex-
presadas en el oficio fechado el 7 de Febre-
ro en Caracas, y que dice:
"Las noticias que el Libercador ha te-
nido de Europa, desde que, en 27 del pró-
x i m o pasado, renové á U. S. la demanda
de auxilios, han m o v i d o á S. E, á presumir
que, desaprobada como ha sido la conduc-
ta de España hacia Portugal, por Inglate-
rra y por Francia, cede ella, por fin, á la
razón. Se ignora si, al restablecerse la
buena armonía, tenga alguna parte en las
condiciones la cesación de la guerra de
América; pero exigiendo, por ello mismo,
las circunstancias, mayor circunspección
de nuestra parte, ha resuelto el Libertador
suspender por ahora toda operación" . . . .
De manera, pues, que el General Illing-
worth, que se hallaba en camino de regre-
so á Guayaquil, no fué yá avisado de vol-
verse como se había resuelto en vista de la
primera de las notas transcritas; y conti-
nuó su viaje, llegando á esta ciudad el 18
de Enero de 1827, acompañado de toda la
lucida oficialidad de marina que le había
acompañado á Cartagena.
Tampoco esta vez le sería permitido
tomar algún descanso y gozar de la tran-
quila vida del hogar.
116

XVI

En cuanto llegaron las primeras noti-


cias de haberse sublevado en Lima y sali-
do del Callao con dirección á este Departa-
mento los cuerpos de la 3 División Auxi-
a

liar Colombiana, el Jefe Superior del Sur,


que lo era el General don José Gabriel Pé-
rez, dictó las disposiciones que creyó más
prudentes para la seguridad de esta parte
de la República, seriamente amenazada
por los sublevados.
Una de esas disposiciones fué la de
que, inmediatamente se hiciera cargo de
la Comandancia de Marina el General
Illingworth; encargándole pusiera en esta-
do de combate las dos lanchas cañoneras,
únicas de que se disponía, y armara y equi-
para todas las embarcaciones que creyera
conveniente. Y el 2 de Marzo, contestaba
al Jefe Superior en estos términos.
"En cumplimiento de la orden de U.
S. fecha 22 de Febrero último, hé tomado
posesión del mando de este Apostadero,
que hasta hoy estaba á cargo del Sr. Capi-
tán de Navio don Tomás C. Wright; y, co-
mo U. S. dispone que éste quede á mis ór-
denes, por su utilidad é importancia hé te-
nido á bien nombrarle segundo jefe en el
ramo de marina, encargado de la Mayoría;
pues, aunque las circunstancias han varia-
do favorablemente, siempre es necesario
un jefe para desempeñar cualquier servi-
11?

ció extraordinario, con respecto á la poca


seguridad de este puerto."
Invadido el Departamento de Guaya-
quil, por la parte de Manabí, por las fuer-
zas de la 3 . División que vinieron con el
a

Coronel Juan Francisco Elizalde, sobrevi-


no un movimiento revolucionario en Gua-
yaquil, tanto más fácil de efectuar, cuan-
to que el Coronel Antonio Elizalde, Jefe
de Estado Mayor, y el Comandante Rafael
Merino, Jefe de la guarnición, estaban com-
prometidos en favor de la revolución.
Fué nombrado Jefe Superior civil y mili-
tar el General peruano, aunque hijo de
Cuenca, don José de Lámar; y, natural-
mente, como ha sucedido y sucederá en to-
dos los casos iguales ó semejantes, se esta-
bleció la más activa persecución contra los
partidarios del orden constitucional.
Es cosa resuelta yá por la historia,
que la sublevación de los cuerpos de la 3 .a

División Auxiliar, la invasión á los depar-


tamentos eoloríibiános clel Sur y los movi-
mientos revolucionarios que se produje-
ron, fué todo la Obra del'Gobierno del Pe-
rú, para anexar estos territorios al de ésa
Nación; y sirvió de pretexto lo del supues-
to plan imperialista-de Bolívar.' Tanto es
así, que la misma, guerra que provocó el
Perú á Colombia, no tuvo otro objeto que
la anexión de que hablamos.
Pero dejemos que. elfmismo General
lllingworth relate los sucesos; y, para ello,
insertemos la siguiente;carta: -:
118

"Guayaquil, á 22 de Julio de 1827.


Al Excelentísimo Señor Libertador Presi-
dente, General Simón Bolívar.
Mi muy venerado General:
La suerte que tuvo Bustamante con
su columna, la habrá sabido V. E. por va T

rios conductos oficiales.


Con fecha 6 de Mayo, comuniqué al
Comandante General del Istmo, -las opera-
ciones de la que invadió este Departamen-
to, al mando de Juan Francisco Elizalde;
y me dice el Sr. Coronel Muñoz, haber
participado á V. E. el contenido de aquella
carta.
En la noche del 8 de Mayo fui arres-
tado y conducido á un cuartel. Prendie-
ron, al mismo tiempo, al General Castillo,
Letamendi, Ibañez, mi Ayudante Rodrí-
guez (un pardo de mi confianza), los Capi-
tanes Garóes y Cam acaro, Montoya y
Bravo. Estos tres permanecieron presos
conmigo, hasta la noche del 12, como cóm-
plices de mi supuesta conspiración; los de-
más fueron puestos en libertad al siguien-
te día de su arresto.
Después de nuestra salida de la pri-
sión, tuvimos que andar prófugos de no-
che, por las continuas amenazas de asesi-
nato. Cierto estoy de que no se pensaba
seriamente intentar contra nuestros días;
querían obligarnos á salir del país. Sali-
mos, en efecto; yo para Zarumilla, y Mon-
119

toya, Ibafiez, Letamendi y Bravo para


Cuenca. Éstos, en la Puna, encontraron
al Comandante Anzoátegui, con tres com-
pañías de Ayacucho, y las llevaron por el
camino de Máchala á Cuenca. Tuve que
salir de Zarumilla, luego que supo de mi
venida el Intendente de Piura, quien me
comunicó orden de desocupar el territorio
peruano, en virtud de una disposición su-
perior, que me citó al efecto, sobre que no
se consintiese allí á Jefe alguno de Colom-
bia. Sin embargo, recibieron, al mismo
tiempo, al Coronel Delgado y á más de
veinte Oficiales de la 3 . División, que fu-
a

garon de aquí después del arresto de Bus-


tamante (1).
Hasta la invasión del General Flo-
res (2),. á mediados de Julio, los revolu-
cionarios de aquí no manifestaron plan
alguno, y solamente coadyuvaban en las
miras de Juan Francisco Elizalde, por una
rigurosa persecución á los amigos de V. E.
y de Colombia. Mas, con la marcha de
Flores y los primeros oficios del Jefe Supe-
rior, empezaron á formar un partido y á
entusiasmar al pueblo. Los señores No-

(1) Prueba evidente de la parte que había tomado el


Gobierno del Perú en los acontecimientos, con el fin ex-
presado.
(2) Plores se había puesto en c a m p a ñ a contra los in-
vasores de la 3a. División; sometió á, los que se habían
apoderado de Cuenca; abrió operaciones sobre G u a y a -
q u i l ; celebró el arreglo del 10 de J u l i o ; fue éste desconoci-
do por el Ayuntamiento de Guayaquil, y continuó el des-
ordenado estado de cosas; teniendo Plores que regresar al
interior por varios motivos.
120

boa, Tola, Amador, Caamaño (padre é hi-


j o ) , los Santistevan, Aviles, Moran, Ponce
y algunos españoles, se vieron de repente
al lado del General Lámar y de sus sobri-
nos. Mientras tanto, emigraron déla ciu-
dad ó se pronunciaron contra la marcha
de las cosas, los Icazas, Campos, Aguirres,
Marcos, Garaicoas, Santander, Víctor y Jo-
sé A. Roca, Anzoátegui, Villamil, Luza-
rraga y su familia, tan fiel amigo de V. E.
Todas estas familias han manifestado una
constancia y un afecto por la persona de
V. E., que son muy apreciables en las cir-
cunstancias en que nos hemos visto; Al
mismo tiempo, debo asegurar que el otro
partido, en su mayor parte, ha mirado con
disgusto las diatribas é insolencias con
que los venidos de Lima han atacado el
nombre de V . E.
El doctor Espantoso se retiró al Perú,
luego que el General Flores llegó á Bode-
gas; Gorochátegui y Berna!, se han conser-
vado neutrales; Francisco Lavayen ha ata-
cado por la imprenta al General Valdéz, y
está m u y ligado con los Elizaldes, en par-
ticular con don Juan Francisco.—Zerda,
el Procurador, y el doctor Arosemena, am-
bos relacionados con los Merinos, se han
manifestado fieles colombianos. Los dos
oficiales Merino, no parece haber tenido
otra mira que la de figurar en esta revolu-
ción; y, tanto ellos c o m o Antonio Elizalde,
han reprimido, con castigos, cualquiera
voz en favor del Perú.
121

V. E. verá que son los mismos repu-


bliquistas que han salido en esta ocasión,
los que antes se sospechaban por afectos al
Perú. Parecía, pues, que con la fuerza de
la 3. División encima, el estado desespera-
a

do de Colombia en aquellos días, la persua-


ción general de que V. E. se retiraba, y con
el Sr. Lámar mandando, era-de temerse
un pronunciamiento de segregación; pero
ha sido preciso convencerse de que los in-
dependientes lo eran de buena fe, como
ahora se contentarían con el sistema fede-
ral.
Mas, con semejante partido, compues-
to generalmente de personas que, por sus
ocupaciones, se hallan masen contacto con
la plebe; teniendo los batallones Vencedo-
res, Guayas y parte de Ayacucho; reempla-
zados todos nuestros oficiales de marina
con individuos de su confianza, al mando
del viejo Caamaño; y libres de aquellas
personas y familias que hasta entonces ha-
bían mantenido algún equilibrio en las opi-
niones, se uniformaron fácilmente los áni-
mos, y se dispusieron todos á sacrificar el
país, antes que permitir la entrada del Ge-
neral Plores. Apuraron todos los medios
de la defensa. Las voces de federalismo y
reformas; el pretexto de que el Gobierno
aún no había contestado los reclamos del
Cabildo; la aprobación expresa dada á to-
das sus medidas por el General Obando; la
acusación de que el General Pérez obraba
sin órdenes y por el espíritu de venganza,
122

fueron los argumentos principales de que


se valieron estas autoridades, para vindi-
car su resistencia y estimular á sus parti-
darios.
En este estado encontré las cosas el
9 del presente, después de la tercera invi-
tación de Lámar y Elizalde, y las instan-
cias de nuestros amigos. Calculé que que-
rían usarme como un instrumento de paz,
y me importaba ver al General Flores, de
cualquiera suerte. La ocupación de la pla-
za por la fuerza, debía temerse, aun cuan-
do la de Flores hubiera sido suficiente pa-
ra asegurar un resultado completo; al mis-
m o tiempo, era imposible facilitar su entra-
da por vía alguna, ni persuadir á esta gen-
te, tan comprometida, á consentir en el re-
levo de la guarnición.
No se sabía todavía la resolución del
Congreso relativa á la renuncia de V. E.,
y este evento, según el juicio general, po-
dría decidir la suerte del Sur. Si fuese ad-
mitida, se argüiría la separación de Vene-
zuela, y que, en tal caso, debían unirse es-
tos departamentos, para seguir el mismo
ejemplo. Si, al contrario, ocupase V. E.
la Presidencia, se esperaba conseguir las
reformas por las vías legales; y todas las
cosas se repondrían entonces pacificamen-
te. Se calculaba, pues, que una función
de armas, que debía ser tan sangrienta,
era innecesaria; y que sería siempre perju-
dicial á la opinión de Colombia y, por com
123

siguiente, á la integridad nacional; la que,


por otra parte, no corría peligro.
Vistas las cosas bajo tal aspecto; y,
habiendo y á muerto en el pasado encuen-
tro más de cincuenta individuos hijos del
Departamento, conoció el General Flores
la necesidad de agotar todos los medios,
antes de venir á las manos. Más, por for-
tuna, el mismo día que estuve con el Ge-
neral Flores, llegaron las órdenes termi-
nantes del Jefe Superior para que contra-
marchase la división. Era útil la entera
reconciliación de Flores con esta gente; an-
tes de retirarse vino aquí; permaneció cua-
tro ó cinco días y logró todo el objeto de
su venida. Se le consiguió también un
corto auxilio de dinero y vestuarios, con
promesas de mayores socorros.
El estado militar de la plaza es el si-
guiente:—El Batallón Guayas, c<>n 200 pla-
zas, su Comandante R. Merino; en este
cuerpo, incluso el jefe, hay varios ascendi-
dos por la Municipalidad.- Vencedores, con
80 plazas, mandado por Arrieta, y tenien-
do por segundo al Capitán Paredes, el más
empecinado de la revolución del 26 de Ene-
ro. Unos veinte hombres de caballería, al
cargo de Guillermo Merino. Una sección
de Ayacucho, con 180 hombres, al mando
del segundo Comandante Barrero, con los
clases colombianos y soldados bolivianos.
La artillería, con poca fuerza, y sin opi-
nión nacional, como siempre.
Como estamos tan rodeados de espías,
124

no he podido averiguar las intenciones de


Merino y Barrero, en el caso de recibirse
aquí las órdenes de V. E.; pero, si fuere po-
sible, lo haré antes de cerrar ésta. Parece
ser la intención de Antonio Elizalde, acan-
tonar á Vencedores en Yaguaehi ó Sambo-
rondón, con la esperanza de que se disuel-
va con la deserción; y que, estando sin el
apoyo de este cuerpo, los Arrietas, Busta-
mante y compañía salgan del país.
La situación política es, poco más ó
menos, la que tengo yá indicada á V. E.
En el primer lugar están los Elizaldes y
los antiguos independientes, transforma-
dos en federalistas, muy conformes, al pa-
recer, con la presidencia de Y. E.; pero, de-
seando en el corazón la independencia del
Sur: éstos dirigen hoy las cosas. En el
lado opuesto, los colombianos por excelen-
cia, y los amigos de V. E.: éstos se unirán
con aquellos, en cualquier plan de reforma
que reciba la aprobación de V. E.—Les dis-
gusta el dominio de los Elizaldes, y desean
una completa reorganización civil y mili-
tar en el Departamento. Los corifeos re-
volucionarios son: el General Barreto, su
concuñado Viteri, los Arrietas, Juan Fran-
cisco Elizalde, Bustamante y el oficial Pe-
ña.—Peña y Arrieta, el hijo, se van con el
General Lámar. ( Juan Francisco Eli-

(1) El General Laniar había sido electo Presidente del


P e r ú ; renunció el cargo que desempeñaba en Guayaquil
por la revolución, y fué á tomar posesión de la Presiden-
cia.
125

zalde dá por motivo de la persecución que


me armó, el que V. E. le hubiese dicho que
y ó había informado mal de él, cuando ejer-
cía la Intendencia; pero, sin duda, fué más
bien una parte del plan que me.envolvía,
con otros colombianos.

En la corta Administración del Ge-


neral Lámar aquí, hemos tocado todos los
horrores de una verdadera disolución so-
cial, sin que me haya parecido que fuese
necesario tolerar un solo exceso, teniendo
una tropa que ha conservado la más ex-
tricta subordinación, en medio d é l a decla-
rada depravación de sus oficiales. La con-
ducta de los soldados ha sido la más admi-
rable que pueda concebirse. Con todo, el
General Lámar ha aumentado su popula-
ridad con el partido yá indicado, aunque
el opuesto se ha agriado contra él y su fa-
milia, en la misma proporción; porque nos
ha hecho grandes daños.

Se me olvidaba decir á V. E. que A n -


tonio Elizalde convino con el General Flo-
res en varias medidas para el restableci-
miento del orden, y c o m o condiciones pa-
ra la retirada de la división: echar del país,
ó ponerlos á disposición del Gobierno, á
Barreto, Bustamante, Arrieta, y ocho ó
diez mas; reponerla marina á su estado
antes del 16 de Abril; establecer una auto-
ridad.civil y obligar al Cabildo, á contener-
se dentro de sus atribuciones legales;, con-
126

sentir en el regreso de los emigrados, y pro-


tegerlos en todo sentido; dar cierta canti-
dad de dinero y vestuario al General Plo-
res, etc.

Y o he pedido al Gobierno mi licencia


absoluta desde el mes de Mayo. Las razo-
nes en que me apoyo son tan poderosas,
que no dudo conseguirla. Como ciudada-
no seré m e j o r colombiano, y más libre-
mente el celoso servidor de V. E.-No pien-
se en mi para ningún destino, se lo supli-
co; no porque estoy atrazado en mi fortu-
na, sino porque mi salud, el ningún parti-
do que tengo yá aquí, y mis resentimien-
tos, me hacen ser más que inútil
J. lllingroV
Como se vé, en esta carta resplandecen
el más absoluto culto á la verdad y una
neutralidad ó desapasionado criterio para
los juicios, m u y raro, rarísimo en los hom-
bres que se vén envueltos entre el torbelli-
no de los partidos políticos. Juicios sere-
nos, y ni la menor alusión á sus esfuerzos y
arduas labores de intermediario, que fue-
ron las que, al fin y á la postre, vinieron á
solucionar el problema, puesto que consi-
guió que se entendieran Plores y Elizalde;
y este último fué el que, cumpliendo leal-
mente su compromiso, restableció el orden
constitucional. Y, con todo, decía modes-
tamente el General Illingworth que " y a
no tenía partido," cuando en realidad era
tanta su influencia.
127

Decimos que Elizalde cumplió su com-


pilo miso, porque, en efecto, se aprovechó
de un incidente, que vamos á relatar, para
hacer volver las cosas al estado de norma-
lidad que habían perdido.
Para el Coronel Antonio Elizalde era
algo así c o m o un deber, proceder contra
los Arrietas, pues y á sabemos que él se
mostraba enteramente opuesto al proyecto
de anexión al Perú, y los Arrietas eran los
más desaforados sostenedores de tal pro-
yecto. Dispuso, pues, la prisión de uno de
ellos, y el otro, el sobrino, insurreccionó el
Guayas, en la noche del 10 de Setiembre,
puso en libertad á todos los presos, se apo-
deró de la pequeña fuerza de artillería, etc.
Pero Elizalde se puso á la cabeza del bata-
llón Ayacucho; y, después de algunos inci-
dentes, quedó debilitada la insurrección; y,
el día 22, quedó también restablecido el
orden -constitucional.
El General lllingworth, mientras tan-
to, se había trasladado, á fines de Julio,
á su hacienda Chonana, jurisdicción de
Daule, á orillas del pintoresco río del mis-
mo nombre; y en carta fechada en esa ha-
cienda el 7 de Agosto, daba al Libertador
nuevos pormenores del desarrollo de los
acontecimientos en Guayaquil, y le decía:
" L a víspera de su acta del 25 de Julio,
tuvo el Cabildo una junta preparatoria,
á la que asistieron el General Castillo, To-
la, Noboa y algunos más. De un partido
peruano, que empezó á manifestarse luego
128

que el General Flores contramarcha apa-


recieron dos ó tres en tal junta, y vocife-
raron mucho.
"Noboa, que es el más hombre de bien
de su partido, y quizá el único que esté de
buena fé en la pretensión de federalismo,
presentó un borrador de acta, sumamente
moderado. Fueron desechados todos los
artículos Al día siguiente, asistieron
de 150 á 200 individuos. Las personas más
visibles fueron Noboa, Tola y Ponce, el
administrador de correos.—Como especta-
dores estuvieron Santander y Yillamil; el
resto de la asamblea se componía de algu-
nos corifeos, zarandeadores de cacao, etc.
—Las firmas se colectaron en los días sub-
siguientes, por medio de comisionados, y
aun sin acompañar el acta. La misma
farsa ha tenido lugar en los demás canto-
nes; pero con una frialdad m u y notable...
"A medida que se van comprometien-
do los revolucionarios de Guayaquil, se dis-
pone su partido á echarse en brazos del
Perú. No creo que el General Lámar les
haya prometido tal amparo antes de irse;
pero, á lo menos, ellos lo aseguran, los más
lo creen, y este jefe, naturalmente, arras-
tra hacia el Perú á un partido c u y o amigo
se ha declarado, que volvió á formarse
bajo sus auspicios, y que se ha insolentado
por el completo ascendiente que tomó du-
rante su administración. Cuentan, pues,
con el partido del General Lámar en el
Perú; con el de Santa Cruz, con mayor ra-
129

zón; y con las intrigas en Pasto. Esperan


que los limeños logren revolucionar las
tropas del General Sucre y aún á Bolivia
misma, y que entonces el Gobierno del
P^rú se quite la máscara Por lo que
he dicho á V. E. en esta y en mis anterio-
res, conocerá que el pabellón e s y á el único
signo del dominio colombiano en este país;
y, sin embargo, los amigos del Gobierno
son más numerosos que en el año 22; pero
dejarán de serlo por necesidad, si este país
no se organiza según lo exige su situación
con respecto al Perú y á los enemigos de
Colombia."

Eran innumerables las cartas de mu-


chas personas que daban al Libertador no-
ticias circunstanciadas de la situación de
Guayaquil; y Bolívar, puesto yá al frente
del Gobierno de Bogotá, tuvo como opor-
tuno y conveniente disponer que el Gene-
ral Illingworth se hiciera cargo de la In-
tendencia de este Departamento; coinci-
diendo casi el nombramiento con los inci-
dentes que hemos relatado y que restable-
cieron el orden constitucional. Hé aquí
el oficio en que se comunicaba tal nombra-
miento:
"República de Colombia. —Secretaría
de Estado en el Despacho de lo Interior.—
Sección 3*.—Bogotá, á 12 de Setiembre de
1827—17—Al Señor General Juan Illing-
worth.
"El Excelentísimo Señor Libertador,
180

que, desde el día 10 del corriente, se halla


ejerciendo el Poder Ejecutivo de la Repú-
blica, ha nombrado á U. S., por decreto de
hoy, para Intendente interino del Depar-
tamento de Guayaquil, en virtud de ha-
berse admitido al Sr. Coronel Tomás Ci-
priano Mosquera, la renuncia que hizo de
este empleo, que obtenía en propiedad.—
Su Excelencia desea que U. S. ocurra in-
mediatamente á encargarse de él, y así
me manda prevenírselo. Al efecto, doy,
con esta misma fecha, la orden convenien-
te al Jefe Político Municipal de la capital
de Guayaquil, para que ponga á U. S. en
posesión, á presencia de la Municipalidad
y de las principales autoridades del Depar-
tamento.—Dios guarde á U. B.—J. Manuel
Restrepo".
Y no sólo la Intendencia le fué con-
fiada á Illingworth, sino también la Co-
mandancia del Apostadero, según se ve por
este oficio:
"Repúblca de Colombia. —Ministerio
de Estado en el Departamento de Marina.
—Sección I ,— N" 28.—Bogotá, á 28 de Se-
a

tiembre de 1827—17.-A1 Sr. Intendente del


Departamento de Guayaquil.
"Su Excelencia el Libertador Presi-
dente, ha resuelto, con fecha de ayer, que
reúna U. S. á los demás encargos que le
ha conferido el Gobierno, la Comandancia
de ese Apostadero de Marina.—Dios guar-
de á U. S.—Rafael Urdaneta".
Vino, pues, de su hacienda el General
131

Illingworth y entró al desempeño de sus


cargos el 30 de Setiembre.
En carta del 17 de Octubre de 1827,
decía el General Juan José Flores al Li-
bertador:
"El General Illingworth está ya en
posesión de la Intenden áa y Comandan-
cia General. Me parece tan acertada la
elección que V. E. ha hecho en este Gene-
ral, que con ella se ha colmado la tranqui-
lidad del Sur y la prosperidad de que es
suceptible este.país en las actuales cir-
cunstancias. Illingworth ha probado, con
la firmeza de su carácter y con su ad-
mirable cabeza, en este tiempo de inmora-
lidad, que es digno de ocupar los más bri-
llantes puestos de la República".
En otra del 6 de Diciembre del mismo
año, dirigida también al Libertador, le de-
cía Flores:
"Aquí se dice que viene el General
Sandes nombrado Comandante General
de este Departamento. Bien me hago
cargo de las excelentes cualidades de este
Jefe y de sus padecimientos honrosos; pe-
ro yo creo, con vista de los inconvenientes
que arroja el país, que en las actuales cir-
cunstancias vale mucho tener reunidos
los dos mandos en el General Illingworth:
son indecibles los embarazos que se pre-
sentan para obrar, cuando los dos desti-
nos están divididos. Además, el General
Illingworth conoce á Guayaquil, está m u y
querido por todos, y tiene influjo en las
132

tropas: contra Sandes hay prevenciones,


aunque muy pocas. No quiero decir que
este General lo haga mal en su nuevo des-
tino; pero es indudable que mejor estaría
la Comandancia unida á la Intendencia
en lllingworth. ''
1

La acción del General lllingworth y


su prestigio, tanto como las simpatías per-
sonales de que era objeto, influyeron po-
derosamente para consolidar la paz en el
Departamento y encaminar la opinión en
el sentido del orden constitucional.
Y así, se vio pronto rodeado de las
personas más distinguidas, que fueron
otros tantos colaboradores eficaces en su
patriótica labor. Entre los diversos docu-
mentos al respecto, tiene gran importan-
cia la siguiente manifestación dirigida al
Libertador:
"Excelentísimo Señor:—Aunque nada
es yá capaz de añadir un ápice á la gloria
de V. E., después de habernos librado de
la formidable tempestad que amagó nues-
tra patria, nosotros no podemos faltar á
un deber que impone la justicia. Este de-
ber es el de tomar parte en el regocijo ge-
neral de Colombia, al encargarse V. E. de
las riendas del Gobierno, y darle gracias
por el esfuerzo con que, haciéndose supe-
rior á la repugnancia que le alejaba de la
administración, la ha sacrificado al bien-
133

estar de los pueblos, que lo esperan todo


de su mano bienhechora. Guayaquil, que
á ninguno cede en gratitud hacia la per-
sona de V. E., y que ha separado ya de su
seno á los que turbaban su reposo, ruega á
V. E., con la efusión de su corazón, acep-
te el homenaje de admiración, de respeto
y de amor, que le tributa, por el órgano
de sus vecinos notables, en esta felicita-
ción; deseando que ella sirva de testimo-
nio irrefragable del sentimiento íntimo
que no habrá libertad en Colombia, ni bien
alguno, sin la continuación del sublime
sacrificio á que Guayaquil debe su salva-
ción (1).
" L a proclama de V. E., llena de bene-
volencia y ternura, aun para con los que
han tenido la desgracia de extraviarse en
este departamento, nos ha testificado esa
verdad, de un modo á que ningún enten-
dimiento puede resistirse. Son estos, se-
ñor, los afectos de un pueblo que, ahora
más que nunca, conoce que Bolívar es el
alma de América, como el Sol lo es del
mundo entero.—Guayaquil, Noviembre 4
de 1827-17 —Juan Illingworth, Pedro San-
tander, Pedro Morías, Juan Manuel Beni-
tes, A. Vítores, Mariano Pérez, Miguel de
Anzoátegui, Juan de Aguirre y Abad,
Claudio Díaz, Esteban Luque, Ignacio
Coello, Luis Samaniego, Martín Santiago
de Icaza, Jerónimo Zerda, Miguel de Izusi,
(1) Se referían al riesgo que corrió el Departamento
por los planes puestos en juego para anexarle al. Perú.
134

Fernando Márquez "de la Plata, José Mas-


cote, M. Plaza, Francisco Javier Pérez,
Juan Rodríguez y Coello, Vicente Martín,
Manuel Villacís, Manuel Ibañez, José Le-
tamendi, Francisco Lavayen, Joaquín Vi-
llamil, M. Paredes, Joaquín de Febfes Cor-
dero, Martín de Icaza, - Juan Francisco de
Icaza, Francisco de Icaza, Manuel de Ica-
za, Manuel Antonio ele Luzarraga, Berna-
bé Cornejo y Aviles, José María Maldona-
do, Eduardo Arosemena, Juan Bautista
de Elizalde, José F. Amador, José Joaquín
Pon ce, José Villamil, F. Camba, Manuel
Ignacio Moreno, José Ignacio Gorricháte-
gui, Francisco de Concha, Francisco Mar-
cos, J. Marcos, Francisco de Paula Gutié-
rrez. Francisco Bernal".
A esta manifestación siguió otra del
Concejo Municipal de la misma ciudad de
Guayaquil, suscrita el día 8, en los si-
guientes términos:
"Excelentísimo Señor:- -Si fuese posi-
ble manifestar por medio de la pluma los
sentimientos del corazón, la Municipalidad
de Guayaquil no sólo demostraría los que
la han animado en favor de V . E., aun en
medio de las agitaciones políticas que ha
padecido el Departamento, desde la llega-
da á sus costas de la 3 . División Auxiliar
a

al Perú, que nos ha causado males difíci-


les de detallar; sino que haría ver que la
parte sana de este vecindario, anhelaba
con la mayor ansia, por la venida de V . E.
á la capital de la República, á hacerse car-
135

g o del Poder Ejecutivo, conociendo que es-


te era el único remedio capaz de cortar de
raíz las causas de nuestras aflicciones.
Sin embargo, como no es fácil probar és-
to, la Municipalidad se limita á hacer ver
que, apenas llegó á sus manos el decreto
del Congreso convocando la Convención
Nacional, por laque tanto se ha anhelado,
cuando quedó, con esto sólo, reducido el
Departamento al régimen legal, alterado
en fuerza de las circunstancias, y se le pu-
so inmediatamente en posesión de la In-
tendencia al Sr. General Ignacio Torres,
nombrado interinamente por el Gobierno
para este destino (1). A los quince días
de ésto, recibimos la noticia de que V. E.
había llegado á Bogotá y tomado posesión
de la Presidencia, lo que causó una ale-
gría general, viendo todos cumplidos sus
deseos y realizadas sus esperanzas. El
nombramiento de Intendente que ha he-
cho V. E. en el Sr. General Juan llling-
worth, quien merece en Guayaquil la más
grande estimación, se ha recibido como
una de las pruebas de la benignidad de
V. E.; y la proclama que nos ha dirigido,
fechada el 11 de Setiembre último, nos ha
confirmado que no estábamos engañados
cuando deseábamos que V. E. sólo fuese el
que juzgase de nuestros procedimientos en
la última época. Las palabras de no sois

(1) Y a sabemos que al General Torres se le admitie-


ron sus renuncias anteriores á esa fecha, y fue nombrado
lllingworth.
136

culpables que encierra este documento ad-


mirable (1), jamás se borrarán de los
corazones de los hijos del Guayas. Y. E.
nos conoce, y nosotros conocemos á V. E.;
y esta conformidad, producirá en todos
tiempos los resultados más felices. Y. E.
penetrando á fondo las verdaderas causas
de nuestro trastorno, no se ha equivoca-
do en la justicia que nos hace.
"Reciba, pues, Y . E. las más reveren-
tes gracias por sus bondades, y las más ex-
presivas enhorabuenas, por haber tomado
las riendas del Gobierno.
" H a g a Y . E. la felicidad de la Nación
que ha fundado; cumpla los planes que se
ha propuesto para fijar su estabilidad y en-
grandecimiento; y admita Y. E. el amor,
respeto y obediencia que le tributan este
Departamento y, principalmente, la Cor-
poración que tiene el honor de manifestar-
los.—Vicente Ramón Roca, Ignacio Coello,
José Félix Aguirre, Manuel Mariscal, Ma-
tías Elizalde, Manuel Espantoso, Claudio
Díaz, Luis Samaniego, Martín Santiago de

(1) Dice la proclama:—"Gruayaquileños!-EI torrente


de las disenciones civiles os ha arrastrado hasta poneros
en la situación en que os halláis. Vosotros sois víctimas
de la suerte que habéis procurado evitar a todo trance.
N o sois culpables; y ningún pueblo lo es nunca, porque
el pueblo no desea más que justicia, reposo y libertad: los
sentimientos dañosos ó erróneos, pertenecen de ordinario
á los conductores; ellos son la causa de las calamidades
públicas. Y o os conozco; vosot7 os me conocéis, y no po-
-

demos dejar de entendernos. Que desistan, pues, los que


os quieran extraviar; para que volvamos a abrazarnos, co-
m o los más tiernos hermanos, á la sombra de los laureles,
de las leyes y del nombre de Colombia".
137

Icaza, Dr. José María Maldonado, Esteban


Lnque, Juan de Aguirre, Antonio Mtores,
Gerónimo Zerda, Miguel Izusi, Secretario"
Y todavía se suscribió una nueva ma-
nifestación, el día 10, en la cual figuran
muclios nombres de personas notables cu-
yas firmas no aparecen en las anteriores.
Estaba redactada casi en los mismos tér-
minos que la del Municipio, y resultaría
cansada su reproducción.
Y a vemos, por todo esto, cómo se ha-
bía operado una reacción completa y casi
general, asegurando días de tranquilidad
para este Departamento que, por su mis-
ma importancia, por su situación y por sus
recursos, había sido y debía ser todavía el
elegido para sufrir todo el rigor, así de los
trastornos intestinos, como de las agresio-
nes exteriores. Y vemos también c ó m o
no era otra cosa que el brote de una habi-
tual modestia, la aseveración del General
lllingworth, de que " y a no tenía partido 11

y "sería un obstáculo para cualquier arre-


glo ....
1 1

Reunida la Legislatura, confirmó en


favor de lllingworth el empleo de General
de Brigada que le había sido dado por el
Libertador; y los despachos se le extendie-
ron v fueron remitidos en 8 de Octubre de
1827:
El General lllingworth entró de lleno
en una labor administrativa, tanto más
complicada, cuanto que se trataba de re-
organizarlo todo, comenzando por lo prin-
138

cipal, ó sea la Hacienda pública, que se


hallaba en calamitoso estado. Pero su
energía y actividad incansables, supieron
vencer muchos obstáculos. Los documen-
tos que en gran número existen en los ar-
chivos de esa época, son el testimonio más
elocuente de los esfuerzos patrióticos de
Illingworth en favor de este Departamen-
to. Su labor no dejó, pues, de producir be-
néficos resultados, á pesar de que ella se
veía distraída, en gran parte, por el estado
de la política y las amenazas de un con-
flicto con el Perú, por efecto de sus planes
y maquinaciones para anexarse los depar-
tamentos de Azuay y Guayaquil.

XVII

Decíamos que por el lado del Perú con-


tinuaban desarrollándose los planes de una
política insidiosa para provocar un conflic-
to; y agregamos que esos procedimientos
del Gobierno de una Nación por cuya inde-
pendencia acababa de hacer Colombia tan-
tos y tan heroicos sacrificios, había de
arrastrarnos á la más escandalosa, pero
para nosotros, gloriosa guerra.
Ese estado de cosas fué advertido des-
de un principio por el General Illingworth,
quien hizo muy oportunas y serias adver-
tencias al Gobierno de Colombia, sobre el
particular; previendo lo que iba á suceder
y haciendo atinadas reflexiones sobre la
139

necesidad de tomar medidas eficaces para


i a seguridad no sólo de Guayaquil, sino
de todo el territorio del Sur.
Pero antes de entrar á la relación de
lo referente á los preliminares y sucesos
de la guerra con el Perú, ocupémonos, de
una vez, de la labor administrativa del In-
tendente Illingworth en 1828, para hacer-
lo después, separadamente, de todo lo que
se refiere á la campaña iniciada en ese
mismo año
Las ideas avanzadas de Illingworth y
su espíritu de progreso, tenían necesaria-
mente que traducirse en una labor prácti-
ca para el desarrollo de la instrucción pú-
blica, que se hallaba tan abandonada, á pe-
sar de las leyes y decretos que se habían
dictado para favorecerla.
En Guayaquil se había fundado la So-
ciedad Económica de Amigos del País, des-
de 1825; dejó de funcionar luego, por los
trastornos políticos ocurridos en 1820 y 2?;
pero terminado ese estado de cosas y pose-
sionado Illingworth de la Intendencia, fué
uno de los primeros propósitos el restable-
cimiento de tan benéfica institución; y en
tal sentido encaminó sus gestiones, hasta
que el 13 de Enero de 1828 quedó instalada
la junta, como lo manifiesta uno ficio, fe-
chado el día siguiente, dirigido al Liber-
tador y que dice:

"Excmo. Sr:—Restablecidos, felizmen-


te, el orden y tranquilidad de este Depar-
140

tamento, pareció justo que reviviese una


Sociedad que, fundada bajo la inmediata
protección de V. E. ha p< dido proporcio-
;

nar algunos bienes á Guayaquil. Al efec-


to, invitó su Director, el General Intenden-
te don Juan Illingrot, á la instalación, que
tuvo lugar el día de ayer; y uno de los pri-
meros acuerdos fué el implorar á V. E. se
digne aprobar la aplicación que ha bocho
la Intendencia, de una pequeña parte del
convento de San Agustín, para local de la
escuela de niñas, cuya benéfica institución
es el objeto de los desvelos de la Junta Cu-
radora que la ley ha formado para el efec-
to. La Sociedad, convencida, del afecto
con que V. E. mira los intereses de este
país, y cumpliendo con las reglas de su
instituto, al apoyar los esfuerzos patrióti-
cos de las matronas guayaquileñas para la
enseñanza del bello sexo, no ha dudado en
elevar á V. E. su petición, para que se dig-
ne conceder la gracia que se. pide.—El Di-
rector, Juan Illingrot.—José Villamil.—
Francisco Bernal.—Manuel Antonio Luza-
rraga.-Vicente Ramón Roca.-Nicolás Cor-
nejo y Flor.—Pedro Santander.—Francisco
de Paula Icaza.—Juan Francisco Icaza.—
Francisco Javier de Garaicoa.— Manuel Ig-
nacio Aguirre.-Antonio Vitores.-Domingo
Agustín Gómez.-Gabriel García Gómez.—
Fernando Sanz.-Juan Rodríguez y Coello.
-Manuel Tama.-José Icaza."
La escuela de niñas quedó, efectiva-
mente, establecida; pero no en el Convento
141
de San Agustín, y fué su primer Director
el ilustrado educacionista y notable hom-
bre público don Teodoro Maldonado.
Por esa misma época se había estable-
cido en el edificio q u e fué convento de
agustinos, el colegio de enseñanza secun-
daria y superior, llamado de San Ignacio,
y fué nombrado Rector el distinguido Doc-
tor Francisco Marcos, por renuncia del
Doctor Manuel Aguirre.
Volviendo á la escuela de niñas, dire-
mos que fué en Agosto de 1828 cuando se
inauguró, en un edificio arreglado para el
efecto, y el cual se hallaba en el Malecón,
hacia el Norte de la ciudad, precisamente
donde se fabricó, de 1870 en adelante, el
hermoso edificio para colegio de señoritas,
que regentaron las religiosas de los Sagra-
dos Corazones; edificio que fué destruido
por el gran incendio de Octubre de 1896.
He aquí un documento que se refiere
á la instalación de la escuela en 1828, y á
otros puntos relacionados con la misma
escuela de niñas.
"Por los sacrificios pecuniarios y el
trabajo personal del Sr. Coronel don Ma-
nuel Antonio de Luzarraga, se ha com-
puesto el edificio destinado á la escuela de
niñas, en términos de haberse verificado
su apertura el mismo día de hoy. Pero,
quedando en descubierto el Sr. Luzarraga
de una cantidad considerable de pesos, y
necesitando la Escuela el apoyo del vecin-
dario, para continuar la obra, la Intenden-
142

cia se atreve á unir sus súplicas á la de las


señoras que componen la Junta Curadora,
para que los ciudadanos cuyos nombres
van insertos en este pliego, se dignen
oblar, en favor de una institución de tan-
to interés general, aquella cantidad que
sus facultades y su buena Voluntad les per-
mitieren; quedando persuadidos, dichos se-
ñores, de que el Gobierno y el pueblo sa-
brán apreciar sus sacrificios en favor de la
beneficencia pública.—Guayaquil, Agosto
1." de 1828.—Juan lllingrot."

Las personas indicadas para esa con-


tribución voluntaria, fueron los señores
LuisSamaniego, Ildefonso Coronel, Eduar-
do Arosemena, Mariano Pérez, Esteban
José Amador, Francisco Camba, Juan Bau-
tista Elizalde, José Antonio Roca, Bernar-
do José Roca, José Vicente Espantoso,
José Antonio Espantoso, José Ignacio Ge-
rrichátegui, Ignacio Coello, Manuel Moran,
Diego Ignacio Franco, Manuel Ibañez,
José Mateo Feraud, Nicolás Cornejo y Flor,
Doctor Pedro Alcántara Bruno, Manuel
Ignacio Moreno, Fermín Antepara y Juan
Coello, y señoras Tomasa Rocafuerte y Ma-
riana Aviles de Mendiola; todos los cuales
erogaron para tan benéfico objeto^
El edificio de la escuela medía 45 varas
españolas de frente, por 33 de fondo; esta-
ba dividido en ocho clases ó secciones, con
capacidad total para cien niñas; y se ina-
guró con 35 educandas.
143

Tal fué la base déla instrucción públi-


ca para niñas en Guayaquil; y m u y pron-
to se dejaron notar los benéficos resulta-
dos de esa primera escuela para señoritas,
fundada por el Intendente lllingworth.

XVIII

V a m o s ahora á ocuparnos de lo que


dice relación con los manejos del Gobier-
no del Perú, que, como lo hemos dicho, pro-
vocaron á Colombia á una guerra en la
que alcanzarían nuestros aguerridos vete-
ranos la más explé'ndida victoria.
Es á los sucesos de Guayaquil á los
que tenemos que dedicar especial atención,
puesto que fué en este Departamento don-
de actuó el General lllingworth c o m o In-
tendente de él.
Desde el 29 de Noviembre de 1827,
decía el General Flores al Libertador:
"Aunque todos juzgan bien de la opi-
nión en Guayaquil, no puedo yó hacerme
ilusiones contra la experiencia. En ver-
dad que el país está tranquilo, porque las •
revoluciones se señalan pocas veces antes 1

de estallar. En mi sentir!(y puede ser q u e '


no me equivoque) hay en esta ciudad to- •
dos los .elementos del trastorno; porque los
agentes peruanos no pierden ocasión de mi-
nar la masa del pueblo, para llevar á cabo
sus miras insidiosas. Confieso que me se-.
paro de Guayaquil no muy satisfecho de
144

su perfecta seguridad: confío, sí. en la ca-


beza del General Illingrot y en la lealtad
de las tropas"
Había, indudablemente, alguna exa-
geración en los temores enunciados; pero
tampoco carecían de fundamento, puesto
que los trabajos de los agentes peruanos
eran activos y existía en la ciudad un par-
tido auxiliar de esa nación, sin que se pu-
diera decir que la mayoría se hubiera de-
jado arrastrar por ese partido.
El 22 de Agosto de 1828, escribía el
mismo General Flores á Bolívar, desde
Cuenca, diciéndole:
"No estoy cierto si desde Guayaquil
escribí á V. E., anunciándole que el Gene-
ral Illingrot había propuesto á Chile com-
pra de la corbeta Independencia para ar-
marla en Guayaquil, y hostilizar con ella
y la Guayaquileña, las costas del Perú.
Aunque no hay tiempo de saber el resulta-
do, lo pongo en conocimiento de V. E. para
que tenga la esperanza de que, si se consi-
gue este buque, no debemos temer el blo-
queo que se anuncia á Guayaquil; porque,
calculando con la posible exactitud, parece
que la Prueba no preferirá un crucero en
nuestras costas, dejando las suyas á mer-
ced de nuestra escuadra"
Pero esa compra no se efectuó y la
Guayaquileña era la única nave en buen
estado de que podía disponer el Intenden-
te Illingworth.
Vamos á ver ahora cuánto había anti-
145

cipació el Intendente de Guayaquil respec-


to á la situación de la plaza, la falta casi
absoluta de medios de defensa, etc., como
previsor, como hombre prudente que era.
Desde el 4 de Noviembre de 1827,
decía á Bolívar:
"Esperamos con alguna ansia la reso-
lución de V. E. sobre nuestras diferencias
con el Perú. La idea de una guerra, por
necesaria que esta sea, no es del todo popu-
lar todavía, no tanto por el sensible atraso
de estos países, cuanto por el temor gene-
ral de que, abandonando V. E. el timón de
la Administración para dirigir en persona
la guerra, vuelva Colombia á la anai'quía;
y que, repitiéndose una tras otra las reac-
ciones, ceda al fin la moral pública á los
esfuerzos de los demagogos. Mas. sea co-
mo fuere, el honor nacional está bastante
comprometido; y temo que, interpretando
la moderación como debilidad, logren al
fin nuestros enemigos, desmembrar la Re-
pública por esta parte. Al menos, sería
m u y útil tener garantías para lo futuro y
para el pago de la deuda, antes que la mi-
seria nos obligue á reducir el establecimien-
to militar. La amortización de la deuda
doméstica del Sur, en las aduanas del
Perú, afianzaría de un modo bien sólido la
opinión de V. E. y del Gobierno: estos paí-
ses han dado grandes sumas para aquella
guerra."
En carta del 14 de Diciembre de 1827,
decía al mismo Bolívar:
146

"Los preparativos de los peruanos con-


tinúan siempre; tienen actualmente dos
mil hombres de tropa de línea en la pro-
vincia de Piura; pero ya se quejan de la
falta de recursos. Sus papeles contienen
propuestas de paz; y, aunque y o la quisie-
ra, para que reposen los pueblos, temo que
V. E. y Colombia se arrepentirían de una
negociación pacíñca con un pueblo sin fé
Sigo siempre, en medio de las ne-
cesidades, con los trabajos de la defensa
del puerto; y estaremos medianamente á
cubierto de una sorpresa, antes que entren
las aguas."
En la de 14 de Abril de 1828, se expre-
saba así:
"Un recién venido de Piura, calcula
tener aquella división mil quinientas pla-
zas, y que para tenerla en este pié, se hace
una recluta continua. Hacen tres meses
que no pagan la tropa, y la entretienen
con la esperanza de ocupar Guayaquil.
Su principal fuerza, como antes dije á V.
E., es la caballería, en la que parece haber
fijado su confianza aquel gobierno, á cuyo
efecto tiene celebrado una contrata en
Chile por ochocientos caballos.
"Nuestras fuerzas en el Sur, se man-
tiene en un excelente pié y llenas de entu-
siasmo; pero la misma imposibilidad de
poderles mantener por mucho tiempo, pa-
rece indicar que hay absoluta necesidad
de vengar los agravios; y, además, la infi-
nidad de oficiales sueltos que aún tenemos
147

nos incomoda, y son una amenaza sorda


á la tranquilidad.
'•El General Flores tiene, en mi con-
cepto, fuerzas suficientes para ocupar las
fronteras del Perú, puesto otro batallón del
Norte en Pasto, y el Quito aquí, que es el
llamado para guarnición de esta plaza.
Mas, parece tener poca caballería para cu-
brir y extender sus operaciones más ade-
lante.—De marina estamos, como V. E.
sabe, muy pobres, no teniendo ya más que la
"GUAYAQUILEÑA;" pero, si se aprueba la
propuesta de Luzarraga, que mandé en el
correo penúltimo, tendremos un bergan-
tín muy bueno (*), que, con una corbeta,
nos pondrían casi á nivel de los peruanos,
después que han desarmado su fragata por
inútil" ( ) 3

"V. E. verá, por todo lo que le hemos


comunicado, que una tempestad amaga
por esta parte, y que nos puede sumir.
Los peruanos creen tener un poderoso au-
xiliar en la facción que en Oeaña. agita á
toda Colombia; y tienen razón, porque es
indecible la desconfianza general que exci-
ta aquella Asamblea en que los amigos de
V. E. ya pierden la cabeza. Si éstos hicie-
ran el único servicio que pueden en las ac-
tuales circunstancias, quizá V. E. podrá
(1) Ese bergíntin estaba en construcción; no p u d o
prestar servicios por no estar terminado, como lo veremos
en su lugar.
(2) N o llegó á efectuarse el desarme de la fragata Pro-
tector (á) Prueba*, y vino ai bloqueo de Guayaquil.
148

salvar á Colombia; quiero decir, que disuel-


van la Convención, ya que los pueblos pre-
sagian de su duración los más funestos re-
sultados.—V. E. podrá entonces anular los
esfuerzos de sus enemigos y dirigirse al
Sur, en donde su presencia sola puede sal-
varnos. La cuestión de paz ó guerra con
el Perú, es cada día más intrincada. Ve-
mos ahora que hace extraordinarios esfuer-
zos; y, halagado por las desgracias de Boli-
via, su política no observa límite alguno,
mientras está apoyada por los infames
enemigos, domésticos y extraños, de V. E.
—Entre tanto, estos pueblos sufren con
impaciencia los pequeños sacrificios que es
menester exigirles á cada paso"
En la de 14 de Junio de 182», dirigida
también al Libertador, hallamos estos pá-
rrafos:
"En el Perú tenemos tres partidos.
Uno que trabaja por evitar el rompimien-
to con Colombia, y del que me habla mi
antiguo Secretario Cáceres, anunciándose
c o m o socio de él; y este partido, en el cual
se halla Alvarez, es amigo de la Adminis-
tración de V. E., pero independientes abso-
lutos. El segundo quiere la guerra con
Colombia, para que se restablezcan las co-
sas al estado del año 26; se me asegura que
este partido es formidable, y lo dan á en-
tender los innumerables folletos contra los
vitalicios, y el temor de Lámar de abando-
nar la Capital. El tercero, se compone de
los enemigos de V. E.; es el que manda, y
149

sólo busca un pretexto para romper. Y a


se vé que la repentina vuelta que han dado
las cosas de Bolivia, ha trastornado sus
planes, y se agrega á esto los embrollos de
la escuadra. Temen á Guisse, por varios
motivos; por el dinero que le deben, por su
adhesión á Santa Cruz, y porque recelan
que les comprometa antes de tiempo. Así,
habían resuelto, según las últimas noticias,
darle el mando á un tal Postigo (1) que,
con Eleonobarzutia é Iladoy, de Comandan-
tes, son seguros ó de perder ó de anular en
el todo la tal escuadra.
"Hice averiguar por una carta de Pe-
dro Roca escrita á uno de aquí, en la que
dice que, desocupada ya la fuerza de Ga-
ra arra, por la revolución de Chuquisaca
del 18 de Abril, se destinarían á invadir es-
te Departamento, tres mil hombres de
aquella división; y que la de Piura, puesta
al pie de cinco mil y pico de soldados, mar-
charía hasta Quito, en donde debía aguar-
dar las contestaciones de Y. E Que
ellos hayan concebido y pensado llevar á
efecto un plan de esta especie, no hay la
menor duda (2); pero, como digo á Y. E.,
la reposición del Genei-al Sucre y los em-
brollos de Lima, han amortiguado sus pre-
tensiones. Lo que ahora parece convenir-

(1) Postigo era desertor de la escuadra de Colombia.


N o se nombró en vez de Guisse; pero sí le veremos figurar
pronto en esta guerra, de manera poco airosa para éí.
(2) Y ya veremos cómo lo ensayaron, para venir a su-
cumbir con sus ocho mil hombres al empuje de cuatro mil
bravos colombianos.
150

nos, mientras V. E. se desocupa, es hablar


aquí poco de guerra, prepararla de veras,
y animar á los amigos en el Perú por otros
medios
"En cuanto á las opiniones aquí, y ge"
n eral mente en el Sur, las hallo opuestas á
la guerra del Perú, bien que verían dismi-
nuirse los gastos con mucho placer. El
ejército sí está muy dispuesto, y quizá n o
habrá otro medio de conservarlo.
"Estoy remontando otra vez nuestra
pequeña marina y tomando las medidas
de defensa que las circunstancias permi-
ten. El plan de defensa aprobado por V.
E. no podrá llevarse á efecto, mientras
sean tan excesivos los gastos extraordina-
rios!"
El 21 de Junio, ya más adelantados los
sucesos, decía Illingworth al Libertador:
" H o y he tenido el honor de recibir la
carta de V. E. del 28 de Abril, datada en
Bucaramanga, en la que V. E. se digna
contestar la que le dirigí en 6 de Marzo
próximo pasado. Entonces, la situación
del Perú y la nuestra, aconsejaba lo que
V. E. previene: desentendimiento y dejar
á su propia suerte á nuestros ingratos ve-
cinos. Mas, hoy todo ha cambiado de as-
pecto, y nos vemos en la precisión de me-
ditar los eventos con las armas en la ma-
no, para aprovecharlos y aún para defen-
dernos".
Así se hallaban las cosas por el Sur de
Colombia, cuando, sin haber todavía de-
151

clárate-ría de guerra, el Perú comenzó de


hecho y ya casi al descubierto, sus hostili-
dades por mar.

XIX

En Agosto de 1828, se presentó en el


Golfo de Guayaquil la corbeta peruana Li-
bertad, de veintidós cañones de á veinti-
cuatro, y estableció un mal disimulado
bloqueo, registrando y molestando á cuan-
tas embarcaciones entraban hacia nuestro
puerto ó salían de él.
En Guayaquil no existía más nave
verdaderamente útil que la goleta Guaya-
quileña, de doce cañones, de á doce; pues la
corbeta Pichincha se hallaba en m u y mal
estado.
El Intendente lllingworth, que se veía
casi enteramente desprovisto de medios de
defensa, casi sin tropas, y procuraba á to-
do trance hallar el medio de neutralizar
la acción de la escuadra peruana y evitar
un bloqueo y una agresión á Guayaquil,
formó un plan de campaña que, al reali-
zarse, cambiaría por completo la situación.
Acerca de tal proyecto, decía el Gene-
rar Flores al Libertador, en carta dirigida
desde Cuenca el 28 de Agosto:
"Por la carta que acompaño del Gene-
ral lllingworth, verá V. E. que ya se ha
mandado ejecutar la empresa marítima de
que hablé á V. E. en el correo anterior; y
no dudo de un brillante resultado, si la
152

Prueba no hubiese venido á Paita. Son in-


calculables las ventajas que vamos á re-
portar, tomando la corbeta Libertad y la
goleta Macedonia. Las costas del Perú se-
rán hostilizadas por nuestra escuadra; se
suspenderá el bloqueo pasivo que la mis-
ma corbeta Libertad ha establecido contra
Guayaquil, cruzando en El Muerto; y la
Prueba no podrá impedir lo primero, por-
que nuestros barcos son extraordinaria-
mente veleros, ni tampoco continuar el blo-
queo, viendo que se destruye el comercio
del Perú. Cuando el General Illingworth
me consultó su pensamiento, lo aprobé sin
vacilar, y le di en el mío una extensión
vasta, porque hace tiempo que he fijado
mi consideración en operaciones de mar.
Toda la dificultad que yo encuentro para
realizar en todas sus jjartes el plan que
nos proponemos seguir, consiste en que
Wright logre sorprender la Libertad, para
no dar lugar á un combate que pudiera
averiar nuestros barcos y obligarnos de es-
te modo á una-dilatada carena, que nos qui-
taría el tiempo que necesitamos para lle-
var la empresa hasta la costa de Bolivia,
que guarda la Macedonia. Estaré inquieto
hasta saber el resultado de la expedición
de Wright, aunque con el sentimiento de
no poder secundarla, batiendo á Plaza en
las posiciones que ahora guarda [1], por-

(1) El General peruano Plaza había llegado ya cer-


ca de nuestra frontera por el lado de Cuenca, con la pri-
mera división del ejército invasor.
153

que no tengo caballería suficiente para


entrar en el terreno enemigo"
El plan del General Ifiingworth con-
sistía en mandar la Guayoquileña y la Pi-
chincha, á órdenes del intrépido Capitán
de Navio don Tomás Carlos Wright, para
que se apoderara de la corbeta Libertad,
en la seguridad de que esta corbeta rom-
pería las hostilidades. Una vez apresada
la nave peruana, debía Wright dirigirse
con ella y la Guayaquileña á los llamados
"puertos de Intermedios"; apresar la gole-
ta Macedonia, que debería hallarse en Ari-
ca ó Islay; impedir el embarque de las tro-
pas de Gamarra; y atraer la fragata Pro-
tector sobre aquella costa, en persecución
de nuestros buques, para librar así á Gua-
yaquil de un bloqueo, y dar lugar á que
llegaran los refuerzos de Panamá.
Como se vé, el plan estaba perfecta-
mente ideado; y todo consistía en el éxito
de la primera parte, ó sea el apresamiento
de la corbeta peruana, para que diera lue-
go los más satisfactorios resultados. Pe-
ro, precisamente, fracasó esa primera par-
te, excepción hecha de la prevista hostili-
dad con que la corbeta procuraría el con-
flicto; y, en consecuencia, todo lo demás.
Al hablar de esto al Libertador, en
carta del 6 de Setiembre, le decía el Gene-
ral lllingworth:
•'Aunque tuve que luchar con la falta
de todos los elementos, se proporcionaron
al fin, y salieron los buques Guayaquileña
154

y Pichincha, á cargo del Coronel Wright.


Acompañé á Wright hasta la Pana, para
darle las últimas instrucciones y consejos
para entusiasmar á una oficialidad bisoña.
"El adjunto ejemplar de El Colombia-
no impondrá á V. E. del resultado, según
se ha dado al público, y que, á la verdad,
no ha correspondido á las bien fundadas
esperanzas que tuvimos de un éxito feliz;
y si yo hubiera podido dudar de él un mo-
mento, yo mismo hubiera acompañado la
expedición, á pesar de estar ciego y enfer-
mo. Mas, fuera de la absoluta confianza
que me merecían los Comandantes de am-
bos buques, y el valor del Coronel Wright,
yo no podía, en tales circunstancias, aban-
donar el Departamento, con el riesgo de
no encontrar al buque peruano en el lu-
gar señalado, y tener que seguir en busca
de él. En fin, Y. E. verá, por los docu-
mentos publicados, que la cosa tiene el as-
pecto de una nueva agresión por parte del
Perú, y que el valor de nuestros marinos
le ha hecho levantar el bloqueo disimula-
do que tenían establecido. Este suceso
puede inducirles á mandar la fragata Pro-
tector aquí; pero estamos preparados á re-
sistir".
Yeamos ahora lo que había sucedido
en el Golfo; y para ello basta transcribir
los siguientes documentos:

"República de Colombia—Comandan-
cia de Marina del Apostadero de Guaya-
155

quil, [1] á 3 ele Setiembre de 182S.-A1 Sr.


General Comandante General del Sur, Juan
José Plores.
"Señor General: -Habiendo dado par-
te á U. S. en mi nota fechada 1". del pasa-
do, del crucero que tenía establecido sobre
la isla del Muerto la corbeta peruana nom-
brada Libertad, y que registraba escrupu-
losamente á cuantos buques nacionales y
extrangeros entrasen ó saliesen de este
puerto, tuvo U. S. á bien disponer se pi-
diera una explicación al Comandante de
dicho bajel peruano, sobre los motivos que
le inducían á continuar en aquel punto,
observando una conducta amenazadora y
hostil al comercio de la República. En su
consecuencia, dio á la vela el Capitán de
Navio Tomás Carlos Wright, en la goleta
Guayaquüeña, el día 27 del mes próximo
pasado, acompañado de la corbeta Pichin-
cha; y, habiéndose avistado con la dicha
corbeta peruana sobre la boca del Tumbes,
el día 31 del mismo, se acercó á tiro de ca-
ñón, con la intención de comunicar el ob-
jeto de su comisión al Comandante de la
Libertad; cuando, observando que el bu-
que peruano se preparaba á hacer fuego á
la Guayaquüeña, estrechó la distancia, á
hablarle con la bocina; y, habiéndole dado
á entender que la comisión que se le había
encargado era la de averiguar las inten-

[1] El General lilingworht desempeñaba este cargo


al mismo tiempo que ia Intendencia del Departamento.
156

ciones con que dicha corbeta sostenía un


bloqueo disimulado, visitando y registran-
do á los buques de este comercio, la con-
testación fue una descarga de la banda de
estribor. Semejante atentado obligó al
Comandante Wright á salir de los límites
de sus instrucciones, en las cuales no se
había previsto, como del todo probable, se-
mejante acontecimiento ( 1 ) . Los deta-
lles del combate que tuvo lugar, constan
del parte dado á esta Comandancia por el
Coronel Wright, ele cuyo documento ten-
go la honra de acompañar á U. S. una co-
pia. La corbeta Pichincha, que acompañó
á la Guayaquileña, y que debía seguir des-
pués de concluida la comisión del Coronel
Wright, el destino que antes tuve el ho-
nor de indicar á U. S., no cooperó á la de-
fensa del pabellón como debió, luego que
v i o comprometida á l a Guayaquileña:
los motivos que hayan ocasionado esta fal-
ta, no pueden saberse con exactitud, sino
por medio de la averiguación que he man-
dado formar sobre el particular, y de la
que claré cuenta á U. S. Dios guarde á
U. S. - Juan Illingrot".
Antes de insertar el parte del comba-
te sostenido en la Punta Malpelo, creemos
(1) Se comprende que en los documentos públicos
se velara en lo posible, el plan combinado sobre la seguri-
dad de que la corbeta peruana rompería, las hostilidades,
pues no era del caso dar publicidad á tan importante pro-
yecto, por el cual se castigaba a la corbeta por sus mane-
jos, y se aprovechaba el incidente para operaciones de
gran importancia.
Í57

oportuno dejar constancia de un hecho


posterior á ese combate, y que tenía gran
significación en lo relativo á la corbeta Pi-
chincha. Fue el caso que, habiendo sido
despachada en comisión á Panamá, para
transportar algunos auxilios que debían
enviarse á Guayaquil, y hallándose fon-
deada la nave en el puerto de Taboga, se
sublevó la tripulación, en la noche del 10
al 11 de Octubre de 1828. siendo de notar
que entre esa tripulación había algunos
marineros que habían desertado de la ma-
rina del Perú y aun de la misma corbeta
"Libertad", antes del combate con la "Gua-
y a q u i l e ñ a " . . . .¿No serían esos marineros,
agentes enviados expresamente para una
labor de traición? Así se explica perfecta-
mente por qué la Pichincha "se quedó re-
trazada" en Punta Malpelo; y la circuns-
tancia de que los sublevados proclamaran
al Perú [1]
He aquí, ahora, el parte del valiente
Coronel Wright:

"República de Colombia—Comandan-
cia de la División Marítima.—Goleta de
guerra Guayaquileña, al ancla frente de
la Punta Centinela, el I . de Setiembre de
o

1828.—Al Sr. General Comandante del


Apostadero.
"En cumplimiento de las últimas ór-
denes de U. S., de 28 del pasado, relativas
[1] Véase " E s t u d i o s Históricos" por C. Destruge.
158

á la salida de la goleta Guayaquüeña y cor-


beta Pichincha, con el objeto de pedir una
explicación al Comandante de la corbeta
de guerra peruana nombrada la Libertad,
que se hallaba cruzando entre la costa de
Tumbes y la isla del Muerto, salí exacta-
mente el 29, como se me previno; y, en la
madrugada de ayer, avisté dicha corbeta,
que se hallaba fondeada frente á la Punta
Malpelo. Mas, como nos encontrábamos en-
calma y á más de diez ó doce millas de dis
tancia, tuvo aquel bajel tiempo sobrado
para hacer á la vela, como lo verificó mu-
cho antes de que pudiéramos acercarnos.
Así que principió a soplar la brisa, hice se-
ñal á la Pichincha para que pasase á mi
voz; y, entonces, ordené verbalmente á su
Comandante, siguiera muy de cerca mis
movimientos, para que, unida la fuerza,
entrar luego en comunicación con la cor-
beta. A las dos de la tarde, viendo que la
Pichincha no podía reunírseme, por su mal
andar, determiné acercarme sólo á la cor-
beta peruana, bajo el supuesto de que la
Pichincheo, fácilmente y en corto tiempo,
podría tomar la posición que se le había
señalado en caso de un choque.
"Observando que la corbeta peruana
estaba preparada para el combate, y no te-
niendo otro medio más pronto para poner-
me en inteligencia con ella, que el de acer-
carme á la voz, lo verifiqué así, poniéndo-
me por su aleta de barlovento, á distancia
de medio tiro de pistola; y entonces, le di-
159

rigí mi palabra, exigiendo la causa por qué


se hallaba en un bloqueo disimulado, cru-
zando sobre la boca de este río; á lo que se
me contestó con frivolidades y, por últi-
mo, rompiendo el fuego, que fué bien con-
testado por nuestra parte. En cinco minu-
tos estaban yá los dos bajeles amarrados;
pero cuidé siempre, al verificar esta manio-
bra, de dejar el lugar necesario para la
mura de proa de barlovento, á que atacase
por allí nuestra corbeta Pichincha. Desgra-
ciadamente, calmó en parte el viento, y
ese bajel no llegó hasta media hora des-
pués: en todo este tiempo, sostuve un fue-
go vivo de metralla y fusilería. A la segun-
da descarga, viéndome en la posición cita-
da, intenté abordar á la corbeta; pero cuan-
do di la voz de mando al efecto, observé
un incendio por la proa, y poniendo mi
primera atención en apagarlo, lo logré en
pocos minutos. Al fin, cuando la Pichin-
cha, se me acercó, ordené á su Comandan-
te atacar inmediatamente por el lugar que
se le había prevenido; más, no lo hizo así,
y de consiguiente, no entró en acción; sien-
do esta la causa, en mi concepto, de no ha-
ber aprisionado la corbeta peruana, cuya
tripulación, desde un principio, fué casi en
el todo destrozada por este buque, en tér-
minos que, á fines del combate, se hallaba
su cubierta abandonada, desde el palo ma-
yor hasta la popa, sin tener siquiera un ti-
monel; ocasión que habría sido aprovecha-
da por mí, si, como he dicho antes, no me
160

hubiera encontrado casi sin gente disponi-


ble.-En estas cirunstancias, logró el buque
peruano cortar las espías con que estába-
mos amarrados, y nos separamos mutua-
mente, á reparar nuestras averías; las que,
ele mi parte, constan de una ancla partida,
estáis, bordas, y casi toda la jarcia pen-
diente, trazada; bauprés y cebadora, pasa-
dos de bala; y, en fin, otras mil averías que
sería demasiado largo relatar.—Aunque la
Pichincha no ha tomado su parte corres-
pondiente en la acción, de ningún modo
puede acusarse á s u Comandante de deseos
de evitarlo, porque es un oficial de bastan-
te valor, de lo cual tengo sobradas pruebas
antes de ahora. ( ) : su buque, acercándose
!

á la Guayaquileña cuando estábamos en la


acción, fué tomado por avante, más por
casualidad que de intento del que lo man-
daba; y la única cosa ele que es culpable
este oficial, es la entera falta de disposición
y de no haber obrado con actividad.
"Pasaré, con inmenso dolor de cora-
zón, á poner en conocimiento de U. S. las
pérdidas personales que hemos sufrido:
veinticuatro muertos y treinta y seis heri-
dos; entre los primeros se cuentan el valien-
te Alférez de Navio Juan González, un ca-
bo, seis soldados de la guarnición y diez y
siete marineros; y entre los segundos, el

(1) Era el Teniente de Fragata Juan Unsdworth, que


había servido desde marinero de primera clase en la mari-
na colombiana, comenzando en 1815, Fué herido en la su-
blevación que ocurrió en T a b o g a .
161

Comandante de esta goleta, Teniente de


Navio Claudio Johntson, y el Alférez de
Navio José María Urvina ('). tres cabos,
nueve soldados, veintidós marineros, y el
Teniente de Fragata Juan Unsdworth, con-
tuso. Aunque no he logrado vengar la
atroz agresión cometida por la corbeta,
capturándola, por la falta de la Pichincha,
sería una negligencia imperdonable, si no
recomendara á U. S., muy particularmen-
te, para conocimiento del Supremo Gobier-
no, la heroica conducta de estos bravos ofi-
ciales á quienes tengo el sentimiento de
ver heridos y contusos. La intrepidez del
Subteniente Juan Vergara, Comandante
de la guarnición de este"bajel es muy reco-
mendable; y, últimamente, los esfuerzos
extraordinarios que han tenido que hacer
todos mis oficiales, para sostener, en un
combate; tan desigual, el timbre de las ar-
mas colombianas, con una tripulación tan
moderna y un buque tan pequeño respecto
al peruano, son dignos de no olvidarse.—
La tropa ha cumplido con su deber, y es
acreedora á todo elogio; pues, si la tripula-
ción hubiera sido tan veterana c o m o ella,
habría, sin duda, caído la corbeta peruana
en nuestras manos; pero ya que ésto, por
una desgracia, no ha sucedido, puedo ase-
gurar á U. S. que la marina del Perú ha
recibido una lee-ion escarmentadora, de la
del Sur de Colombia. Así que me vi sepa-

(1)—Urvina, andando los años, llegó á ser General, Jeíe


Supremo y Presidente de la República,
162

rado de la acción, hice señales sucesivas á


la Pichincha, para que pasase á la voz, para
que se nos acercase y, últimamente, para
que siguiera mis movimientos; todos con
la intención de que, si se me acercaba, ata-
car por segunda vez; pues, ni la excesiva
mortandad, ni las muchas averías que su-
frió este buque, podían haberme conteni-
do, si la Pichmcha hubiera observado mis
señales.
"Últimamente, tuve á bien dirigirme
á este puerto, haciendo antes la señal co-
rrespondiente á la corbeta Pichincha, para
que me siguiese. Como dicho bajel está yá.
á nuestra vista, sin aguardará que se reú-
na en este puerto, seguiré con la próxima
creciente hasta Guayaquil, por exigirlo im-
periosamente la humanidad, que se resien-
te de la permanencia de tanto mal herido
en esta goleta.
"Me veo en el caso de no poner en co-
nocimiento del Sr. General Jefe Superior
del Sur este detall, por no tener otro oficial
disponible que el que tendrá la honra de
poner en manos de U. S. éste; debiendo U.
S. estar persuadido de que, si se rompieron
las hostilidades antes de poder abrir una
conferencia con el Comandante del bajel
peruano, ninguna culpa puede atribuírse-
me; porque el precipitado fuego empezado
por dicho buque, no dio lugar á otras razo-
nes que á las del cañón.—Soy de U. S. con
perfecta consideración, su m u y atento y
obediente servidor. — Tomás C. Wright:''
16,3

De esta manera quedaron sin realizar-


se los proyectos del General lllingworth,
que hubieran cambiado absolutamente la
faz de las cosas. Las fatales circunstan-
cias que impidieron la captura de la corbe-
ta Libertad, tenían que ser de posteriores
fatales consecuencias para Guayaquil, pues-
to que no había yá cómo evitar el bloqueo
del puerto por las fuerzas navales del
Perú.

XX

Sabemos yá que desde 1826 se habían


acentuado los procedimientos d e l Perú
contra Colombia, y hemos relatado, aunque
á grandes rasgos, cuanto la historia ha
comprobado á este respecto.
Diremos ahora que, desde Noviembre
de 1827, el General Juan José Flores, Jefe
Superior del Sur, opinaba acertadamente
sobre la conveniencia y necesidad de llevar
la guerra al Perú y hacer efectiva la ocu-
pación de su capital. En carta del 24 de
dicho mes y año, decía al Gran Mariscal
de Ayacucho:
"No puedo ocultar á U. que opino por
la guerra contra el Perú: son muchas las
razones que se pueden aducir, de legitimi-
dad, conveniencia y aun necesidad impe-
riosa. Permítame U. exponer las m á s
triviales. El pueblo que una vez recibe
vejámenes extranjeros, sin lavar con san-
gre la mancha del oprobio, se expone, con
164

el tiempo, á recibir también la ley de aquel


que quiere dársela; prostituye el santo prin-
cipio del honor; y, á cambio de su condi-
ción honrosa, recibe al fin la servidumbre
de conquista y el desprecio universal. A
Colombia, que lleva la vanguardia entre
las Repúblicas Americanas; á Colombia,
que ha hecho sacrificios generosos para
libertar al Perú de la déspota dominación
peninsular, se le corresponde hoy c o n
ingratitudes y perfidias, que no pueden
perdonarse, sin pasar por u n a afrenta
vergonzosa. Pero, aun prescindiendo de
la honra colombiana- ¿podremos también
hacer el sacrificio costoso de la seguridad?
—Creo que nó; porque ninguna sociedad
puede renunciar á este bien apreciable,
y porque los gobiernos tampoco pueden
permitirlo. La seguridad del Sur e s t á
inminentemente expuesta, mientras el Pe-
rú esté dominado por la facción actual.
Yo, más que ningún otro, tengo razones
invencibles para creer que los agentes pe-
ruanos han concebido fuertes pretensiones
sobre estos tres departamentes; que, espe-
rando en la poca opinión que ganaron
cuando los disturbios pasados, esperan una
ocasión favorable para llevar á cabo sus
miras proditorias; que no puede haber
armonía, de buena fe, entre los dos pueblos,
cuando los elementos son contrarios y los
intereses encontrados; que estando anun-
ciada yá la expedición española, se hace
por ésto más necesaria la ocupación del
165

Perú, no tanto para sacar de él los abun-


dantes recursos que se necesitan, sino para
no exponernos á las traiciones de Torre-
Tagle, Riva-Agüero, Berindoaga, etc., cuya
repetición sería más funesta* en el calor de
una guerra sostenida, que la pérdida de
seis batallas c a m p a l e s . . . .
11

Pero el General Flores, llegado el caso,


creyó también que la importancia de Gua-
yaquil era secundaria; lo mismo pensó
el Mariscal de Ayacucho; y de allí que
dejaran casi desguarnecido este puerto y
apenas con m u y pocos medios de defensa;
siendo así q u e en la población misma
habían, desgraciadamente, muchos adictos
al Perú, que no descansaban en una ingrata
labor.
En tal estado las cosas, y cuando el
Ejército Colombiano, compuesto de 4,000
plazas, se había reconcentrado en la fron-
tera Sur, la escuadra peruana, se presentó
en aguas de la Puna, y comenzó por abrir
operaciones sobre las costas de Máchala y
Balao. El siguiente oficio da cuenta de tal
suceso:

"Comandancia de Marina del Aposta-


dero.—Guayaquil, Octubre 6 de 1828.—Al
Sr. Secretario de Estado en el Despacho de
Marina.
"Tengo el honor de informar á U. S.
que, el día 30 del mes próximo pasado,
fondearon en la Puna la fragata Presidente
y la corbeta Libertad, ambas de la escuadra
166

peruana; y el 2 del presente, destacó él


enemigo cuatro embarcaciones menores al
pueblo de Naranjal, en donde sorprendie-
ron á dos oficiales y algunos paisanos, sobre
cuyo suceso deberá informar la Coman-
dancia de Armas.
"Observando que el enemigo se dispo-
ne á emprender sobre esta ría, he apelado
á todos los medios de defensa y vigilancia
de que puedo disponer, para contrarrestar
cualesquiera tentativa del enemigo contra
esta plaza. He hecho pasar de firme la
cadena que protejen las dos baterías nue-
vas, cuatro cañoneras y la. goleta Guaya-
quüeña, Con todo, ía total falta de dinero
me ha incapacitado, no sólo de aumentar
las fuerzas sutiles hasta el número necesa-
rio de embarcaciones, sino también para
conseguir marinería hábil para tripular
las que tiene el Apostadero.
"El enemigo, según mis espías, tiene
conocimiento de la salida de la corbeta
Pichincha con destino á Panam a, a condu-
cir trescientos y tantos hombres del bata-
llón Girardot; y tiene intención, según he
sabido, de destacar la corbeta Libertad en
persecución del bajel nuestro. Sin embar-
go, tengo las más fundadas esperanzas de
que no será apresado; habiendo en mis
instrucciones previsto el caso en que nos
hallamos; y los conocimientos y actividad
del Comandante de la Pichincha, me pro-
meten el más fiel cumplimiento de las
órdenes que se le han dado, y de las que
167

encontrará en los puertos de la recalada


que tiene que hacer, según se le previene.
—Dios guarde á U. S.—Juan lllingrof. ( i )
Las partidas destacadas del enemigo,
hicieron también irrupción en los demás
puntos de la costa, como Máchala, Morro,
etc., sin que se les pudiera oponer resisten-
cia, porque, como hemos dicho, todo el
Departamento de Guayaquil se hallaba de-
samparado de fuerzas, y las de esta misma
ciudad eran insignificantes; y, por otra
parte, la traición levantó bandera en esos
pueblos, de la manera más vergonzosa.
El pueblo de Máchala, completamente
indefenso, fué asaltado por cuarenta gra-
naderos, que cometieron todo género de
depredaciones.
"Antes de marcharse,—dice la autori-
dad de ese pueblo en oficio del 10 de Octu-
bre,—me obligó el jefe de la partida (el
Comandante Sauri) á poner un oficio al
Vice-Almirante peruano, exponiéndole que
habían conservado el orden en el pueblo y
no se le había hecho daño alguno á los
vecinos, y aun felicitándole; á lo que tuve
que acceder, pues me amenazó con que, de
no hacerlo así, me llevar bordo de la
Prueba"
Hé allí perfectamente explicado e l
verdadero origen de algunos documentos
de tal especie que se exhiben hasta ahora
(1) A u n q u e de la Comandancia General se había encar-
gado el General Sandes, la de Marina, al mismo tiempo que
ía Intendencia, las desempeñaba el General lllingworth.
168

como pruebas fehacientes, y ofuscan el


criterio de quienes no investigan suficien-
temente los h e c h o s . . . .
La vigilancia no era descuidada en lo
menor; la Intendencia de Guayaquil reci-
bía partes diarios de los movimientos de
la escuadra peruana y de cuantas ocurren-
cias había en los pueblos costaneros; pero,
desgraciadamente, la falta de elementos y
medios, coartaba la acción d e l General
lllingworth y le reducía á procurarlo todo
sin tener nada, y á establecer una defensa
que tenía que resultar deficiente, dada la
situación anómala y aun el aislamiento en
que se le había dejado.
Las naves peruanas se entretuvieron
en diversos movimientos, sin mayor impor-
tancia, como aparece de los documentos
anexos á esta relación; reforzándose, eso
sí, aquellas fuerzas navales con otros bu-
ques, como la Macedonia, etc., y esperando,
indudablemente, la ocasión ele sorprender
la p l a z a . . . .
El 22 de Noviembre, después de sor-
prender á los vijías, á favor de la traición
de malos ecuatorianos, aparecieron l o s
buques enemigos en la Puntilla, hacia el
Sur de la ciudad; y sucedió que, ya por lo
repentino de esa aparición, ya por otra
causa, el oficial que mandaba un corto
piquete en la batería avanzada de Las
Cruces, no dio aviso alguno; de manera
que las fuerzas enemigas avanzaron rápi-
damente, á favor de la marea creciente y
169

de la brisa, pudieron cortar la cadena, y


seguir basta el frente de la ciudad.
Al día siguiente, abrieron el fuego
sobre la población, desde las siete de la
mañana.
Cedemos la palabra, en este punto, al
historiador Cevallos:
"Al amanecer del 23,—dice,—la bate-
ría de la Planchada y nuestras pequeñas
lanchas cañoneras, que yá con la marea
favorable pudieron acercarse á la escuadra
enemiga, comenzaron á cañonearla, bien
que sin provecho. Por el contrario, utili-
zándose el enemigo de una fuerte brisa y
de la marea que había cambiado, se acercó
nuevamente al malecón, hasta ponerse á
tiro de pistola, é hizo una horrible descarga
de metralla y palanquetas contra el centro
de la ciudad, frente á la casa de la In-
tendencia. Dos compañías del Caracas,
desplegadas en guerrilla, y el cuerpo de
artillería, con cuatro cañones colocados en
las boca-calles por el Coronel O'Leary,
sostuvieron los fuegos con gallardía, hasta
las ocho y media de la noche, hora en que
el enemigo destacó hasta el muelle (1) dos
lanchas cañoneras, seguramente con el fin
de apoderarse de los cañones; pero fueron
rechazadas con notable daño, por veinti-
cinco soldados del primer cuerpo.
(1) En aquella época no se habla construido el Muelle
fiscal que existe actualmente, y tampoco había el muro
del Malecón, El muelle era insignificante y toda la orilla
una playa que recién se comenzaba á levantar por medio
de relleno.
170

"Al ver Guisse (1) que no podía pro-


porcionarse desembarco por ningún puer-
to, se retiró por la noche, y fue á estarse á
la capa, hasta que se le presentara mejor
ocasión.
"En la madrugada del 24, varó la
Protector, (2) a l frente d e l a antigua
Aguardientería. y nuestros soldados im-
provisaron al punto un terraplén semi-
circular, y montaron en él un cañón de á
veinticuatro. A las seis de la mañana, el
Coronel Juan Ignacio Pareja, encargado
de la dirección de esta batería, rompió los
fuegos contra la fraga ta y le causó algunas
averías (3); nuestras lanchas, comandadas
por el Teniente de Fragata don Francisco
Calderón (4), cayeron igualmente sobre
ella; mas, siempre logró escapar, saliendo
á remolque y favorecida por la m a r e a . . . .
"El Almirante Guisse, mortalmente
herido en el combate del 24, murió en este
mismo día. Don José Botarin, desertor de
la marina de Colombia, sustituyó á Guisse
en el mando de la escuadrilla peruana, la
cual, con la muerte de Guisse, fue á parar

(1) Este Guisse que m a n d a b a ahora la escuadra pe-


ruana, era el mismo que fue destituido en 1825, según lo
hemos visto en el curso de esta narración histórica.
(2) L a antigua fragata española Pmeba.
(3) Actores y testigos de este combate, nos referían
que fue m a n d a d o por el General Illingworth en persona,
y también quien dirigió el fuego del cañón sobre un cua-
dro de oficiales que con Guisse estaban sobre cubierta;
hiriendo mortalmente al Vice-Almirante peruano.
(4) Este Calderan era hermano d e A b d ó n , el héroe de
Pichincha.
171
en Punta de Piedra. (1) Los pueblos inde-
fensos d e l a costa inmediata, fueron,
antes y después de este suceso, víctimas
del sinnúmero de tropelías cometidas por
los enemigos. 11

El Intendente Illingworth, después de


tan lucida defensa con tan pobres elemen-
tos, lanzó la siguiente proclama:
"Ciudadanos!—El Libertador de Co-
lombia cree en las virtudes de los hombres,
porque él las posee en grado eminente.
Así, confiado en que los inmensos sacri-
ficios que hicisteis para d a r existencia
política al Perú, os escudarían para siem-
pre de la animosidad de aquel pueblo,
redujo vuestra defensa al pie de profunda
paz y seguridad en que os dejaba la gloriosa
conclusión de la guerra en aquel Estado;
porque quiso que descansara este país, al
que a m a con ternura. Mas—¡quién lo
creyera!—el fin de vuestros sacrificios, fne
el principio de la ingratitud peruana.
Apenas se habían agotado vuestros tesoros
y empapádose aquel suelo con la sangre
colombiana, por darle libertad é indepen-
dencia, emplean estos bienes e n hacer
guerra nefanda á sus benefactores.
"Guayaquileños!—Ayer habéis visto el
abrazo de fraternidad que el Almirante
peruano os ofreció en nombre de su Gro-

(1) De hecho b a j ó la fragata hasta P u n t a de Piedra,


y fue allí donde murió Guisse.
172

bierno ( 1 ) . . . .Vencida la defensa principal


del río, era de esperarse que ese jefe anun-
ciase el objeto de su violenta agresión;
pero, en lugar de una conducta conforme
con las reglas de la guerra entre pueblos
civilizados, vuestras propiedades fueron
las víctimas de una venganza brutal, y
vuestras casas estarían reducidas á cenizas,
sin aquel valor que demostraron vuestros
heroicos defensores.
"Conciudadanos! -Colombia se levan •
tara en masa para vengar los ultrajes que
ha sufrido vuestra inocencia. V u astros
jefes no ansian otra gloria que la de vencer
ó morir en vuestra defensa. Eecibid mi
eterno agradecimiento por el patriotismo
que habéis manifestado, en la noble in-
dignación con que visteis la barbarie de
nuestros enemigos.
" L o s pueblos que saben defenderse
viven felices, son respetados de los demás,
y su nombre pasa con gloria á la posteri-
dad. Hagamos de nuestros hogares un
baluarte inexpugnable, y confiad en que
nunca os abandonará el q u e tanto os
ama y os tiene dedicados sus desvelos.—
Guayaquil, Noviembre 24 de 1828.—Juan
Illingrot.''''
En carta privada al General Plores,
de fecha 25, le decía el Intendente Illing-
worth:
(1) Se refiere á una proclama de Guisse en la que
decía venir á dar un abrazo fraternal á los guayaquile-
ños
"El Coronel O'Leary tomó á su cargo
comunicar á U. todas las ocurrencias desde
el día 22 del presente, que fuimos sorpren-
didos por la escuadra peruana, hasta el día
de ayer, en que, de oficio, le dije la situa-
ción de las cosas. El 23 por la tarde, recayó
en mí todo el mando, con motivo del insulto
(fiebre de insolación) que le dio al compa-
ñero Sandes en aquellos momentos. Hacía
días que él se hallaba enfermo, y empeora-
do por una infinidad de malas noches que
tuvo que pasar, el sol, que fue furioso
aquella tarde, le causó la mencionada no-
vedad. Al Coronel Luque lo hice reconocer,
en el acto, como Jefe inmediato de la
División, y ha desplegado su acostumbrado
valor, trabajando, al mismo tiempo, con
empeño, en la defensa de la ciudad.
"El diario que he hecho redactar por
el Estado Mayor, le impondrá de todos los
movimientos; y se imprimirá junto con las
observaciones que actualmente está traba-
jando el amigo O'Leary.
"Los buques enemigos están actual-
mente por Sonó; ellos han estado trabajan-
do con empeño en la reparación de sus
averías, que parece haber sido considera-
bles en el casco de la Prueba. Hice un
reconocimiento esta mañana, en persona,
y en seguida por medio de un oficial de
marina, que acaba de regresar; y, sabiendo
que se comunican con Punta Pierda y
están sacando ganado, ha marchado un
piquete de caballería y otro de infantería,
174
montado, con el objeto dé sorprenderlos.
"Hablaré de la vergonzosa sorpresa
del 22.—Usted sabe el esmero con que y o
cuidaba de mis vigías en Puna y en la
entrada del río, y la fidelidad con que éstos
cumplían. De oficio le he dicho que aquella
misma mañana dispuse la marcha de un
bote y una canoa; pero que éstos no tuvie-
ron tiempo de llegar aquí antes que los
buques enemigos. Sin embargo, si el oficial
de guardia de la batería de Cruces hubiera
avisado, tiempo h u b o para reforzar la
línea, con todas las probabilidades de una
defensa eficaz; porque U. sabe que desde
aquel mismo punto se descubre una gran
distancia del río. (1) Parece que el oficial
estaba enfermo, lo que es siempre una
malísima disculpa. Con todo, el Coronel
Pareja se condujo bien, y trató de cumplir
la orden que le di, de sostener á todo trance
la posición, aun cuando las fragatas hicie-
sen callar los fuegos de la batería. Mas,
Guerra hizo retirar los refuerzos, por el
laudable motivo de no exponerla tropa en
la pampa á un fuego tan vivo de metralla.
Es justo decir que la conducta del Coronel
Pareja ha sido después la de un excelente
oficial, pundonoroso en todo, y trabajando
con el empeño y entusiasmo de un hombre
acostumbrado al fuego: el que dirigió á la

(1) La batería de Cruces estaba situada al Sur de la


ciudad, cusa de una milla distante de la batería de Sara-
g u r o ; y toda aquella parte se hallaba despoblada, pues la
ciudad terminaba en el estero de Saraguro, ó sea lo q u e
es h o y Avenida Olmedo.
ITS

Protector, de la. batería que levantamos en


la noche del 23, causó todas las averías que
recibió dicha fragata.
"En fin, U. sabe el refrán de que " n o
hay mal que por bien no venga". Así es
que, por vergonzosa que haya sido la pérdi-
da de la línea, hemos ganado una batalla,
con el desengaño completo que han expe-
rimentado muchos guayaquileños: hasta
las piedras claman aquí venganzn contra
el Perú; y, después del ataque contra la
ciudad, he visto á los más sospechosos en
las faenas, y c o m o avergonzados de sus
opiniones (1).
" V a m o s ahora á las operaciones de U ,
en cuanto tengan relación con esta ciudad.
Y o creo que deben saber en Piura el resul-
tado del ataque de Guisse, de aquí á cuatro
días; de manera que, dentro de diez días,
estará resuelto el problema de si atacan ó
no este Departamento, ó si antes fuese
resuelto, puede marchar Cauca p o r el
camino de Yaguachi; pero me parece que
Caracas y Dragones no pueden moverse
mientras las fuerzas que tenga Mosquera
no lleguen siquiera á Quito; porque hasta
ahora no han llegado m á s que ciento
treinta hombres del batallón Girardot y
no hay seguridad de la llegada del resto }

sin embargo de que he vuelto á escribir;

(1) Muchos eran los partidarios del P e r ú ; pero reac-


cionaron en gran número, aunque quedaron siempre bas-
tantes, pero bien conocidos, para trabajar en favor de los
invasores.. ' • - -
:
- 1
'
176

en nombre de U., al Coronel Sarda, para


de todos modos mande ese resto. Si lográse-
mos reunir dicho cuerpo, pudiera entonces
m a r c h a r Caracas, pero nó Dragones;
porque, una vez que hay disposición de
defender este importante país, sé m u y bien
que U. la aprovechará. Resulta, pues, que
las operaciones de U., dependen ele una de
tres cosas: primera, si atacarán ó nó los
peruanos á este Departamento con sus
tropas; segunda, la aproximación de los
refuerzos del Norte; y tercera, la llegada
del resto de Girardot, que pudiera excluir
en alguna manera el segundo caso."

El parte oficial de los sucesos de que


venimos ocupándonos, es el siguiente:
" República de Colombia, —Comandancia
General del Departamento.—Guayaquil,
á 24 de Noviembre de 1828. - A l Benemé-
rito Sr. General en Jefe del Ejército.
"El día 22 del corriente, á las cinco de
la tarde, aparecieron en la Puntilla la
fragata Presidente y la corbeta Libertad,
una goleta pequeña y dos lanchas, de la
escuadra del Perú. Como sorprendieron á
los vigías, nada se supo, hasta que, á favor
de la buena brisa que había, se pusieron
sobre la batería de Cruces y le hicieron
descargas cerradas que no pudieron resistir
diez y seis artilleros que solamente había
en ella. Cuando se dieron disposiciones
para defenderla, ya eran inútiles, pues los
enemigos, en el acto le dieron fuego. En
177

seguida, se dirigieron sobre la Guayaquile-


i'iGr y las lanchas que, después de haber
resistido con valor, la desigualdad l a s
obligó á retirarse; mucho más. porque los
enemigos, luego que saltaron á incendiar
la batería, aflojaron la cadena y la pasaron.
Ayer principiaron el fuego, desde las siete
de la mañana, contra nuestras fuerzas
marítimas; y, á las cuatro de la tarde,
aprovechando el viento y marea, subieron
á situarse frente á la Aduana (1) y rom-
piendo un fuego horroroso contra la ciudad,
el que duró hasta por la noche, y fue bien
contestado por una batería que se pudo
alistar en la Planchada (2), y por las fuer-
zas marítimas que estaban apoyadas en
ella. A las diez p. m. principiaron á hacer
tentativas, con sus botes, para tomarlas;
pero protegidas por secciones del batallón
Caracas, los rechazaron con firmeza. La
fragata Presidente, al bajar con la vacian-
te, se detuvo, por la madrugada, sobre un
bajo; y, al amanecer, con un cañón de á
24 que se pudo montar en la Aguardiente-
ría (3), le hemos causado un daño notable,
que lo ha demostrado retirándose á remol-

(1) L a Aduana,—oficinas y depósitos,—estaba situada


entonces en los bajos de la Casa de Gobierno, en el lado
que da frente al Malecón.
(2) L a batería de la Planchada estaba situada al Norte
de la ciudad, al pie de la colina de Santa Ana, dominando
la ría, Existe aún, restaurada, como un recuerdo históri-
co, á la entrada del barrio llamado Las Peñas.
(3) L a casa de la Aguardientería estaba situada en la
que es h o y esquina sur intersección de la calle Municipali-
d a d y Malecón.
178

que, luego que estuvo llena la marea, hasta


más allá ele Cruces, donde queda fondeada
actualmente con las demás fuerzas. Las
casas de la orilla del río, han recibido una
avería considerable; pero los enemigos las
han recibido igualmente, sin que de nues-
tra parte hayamos perdido más que cinco
hombres, entre soldados y paisanos. El
pueblo, ofendido por este procedimiento
tan atroz y desconocido en toda nación, se
muestra resuelto á no omitir medio alguno
para acreditarles su indignación, y contri-
buye con empeño á las disposiciones que
se están tomando con el fin de establecer
baterías, y hostilizar, cuanto sea posible,
á unos enemigos los más bárbaros que se
conocen. El batallón Caracas y el escua-
drón Dragones, han manifestado el valor
y el entusiasmo propios del Ejército Colom-
biano. Con ellos, y el batallón Cauca, que
acaba de llegar, será destruida cualquiera
fuerza que pueda desembarcar. Por esta
sospecha, había anticipado órdenes para
que el batallón Ayacucho venga á ocupar
los cuarteles de Cauca en Samborondón, y
la primera sección de Girardot, compues-
ta de doscientos hombres que desembarca-
rán en Manabí, venga á Daule.—Mas, co-
m o hasta ahora parece desvanecida dicha
sospecha, se quedarán en dichos puntos.
De todos modos, el Departamento está ase-
gurado con la fuerza que tiene ('). Daré

(1) Y habría continuado en seguridad y se hubiera sal-


vado, si no hubieran sido distraídas de ól la m a y o r parte
179

á U. S. continuos avisos de cuanto ocurra


sucesivamente.
"Por un fuerte insulto [insolación] que
sufrió ayer el General Sándes, me he en-
cargado del mando del Departamento en
todos los ramos; confiriendo al Sr. Coronel
Luque la dirección inmediata de la Divi-
sión.-Dios guarde á U. S.-Juan Illingrot."

De una relación enviada á la Gaceta


de Gobierno, de Caracas, tomamos los si-
guientes párrafos:
" A las cuatro y media de la tarde del
23, el Almirante peruano Guisse se presen-
tó con su escuadra frente á esta ciudad, y
empezó un fuego horroroso sobre los ciu-
dadanos pacíficos y las casas de la pobla-
ción, el que duró hasta las nueve de la no-
che. Nuestras tropas de mar y tierra y los
ciudadanos mismos, se han portado con un
valor digno de los días heroicos de la pa-
tria de Bolívar. No son hombres los sol-
dados del Caracas; son semidioses; mas, en
nada excedieron estos valientes á los bra-
vos artilleros. En el momento se reunie-
ron en las boca-calles que conducen al ma-
lecón por las del Intendente y Co-
mandante General, con sus piezas, que
eran de á cuatro, y en número de sólo vein-
ticinco con un oficial. Pegadas á tierra
tuvimos á la Libertad y una goleta, que

d e las fuerzas para engrosar el ejército que triunfó en Tar-


q u i ; y si la traición no hubiera hecho la labor nefanda que
hizo en favor del Perú.
180

abrieron un fuego espantoso. Nuestros ar-


tilleros no dieron un paso atrás, y tuvieron
tanto acierto en sus disparos, que, de cada
cinco tiros, no erraron dos. Sufrieron mu-
cho las casas por el fuego enemigo; pero no
tuvimos un sólo soldado herido (*).. .Mien-
tras ésto sucedía en las calles que condu-
cen al malecón, la Prueba ancló frente á la
casa de Carbo, arriba déla de losGaraicoa,
y no cesó su fuego ni un i n s t a n t e . . . .Han
sufrido muchísimo las casas de la señora
Urvina, de Villamil y casi todas las de
aquellas cuadras. Las lanchas y la Gua-
yaquüeña se retiraron, batiéndose, hasta
tras del Santa Ana. Era preciso barrenar
el nuevo bergantín, y esta operación fué
protegida por Caracas, á pesar de la metra-
lla que le prodigaba el Almirante Guisse
. . . .Todos los Jefes, oficiales y soldados, se
acordaron de que peleaban por la buena
causa; por la causa de Colombia. Entre los
oficiales son muy dignos de recomendación
los Urvinas [José María y Gabriel].-Wright
es siempre Wright; y Calderón [Francisco,
Teniente de Fragata], excelente represen-
tante del entusiasmo de su familia. Villa-
mil siempre lo mismo"
La escuadra había sido, pues, derrota-
da en esta primera acción de guerra; pero
—¿se podría sostener mucho tiempo la pla-
za, cuando casi inmediatamente fueron
distraídas muchas de sus fuerzas y cuando
(1) En esta narración h a y algunos errores. Se perdie-
ron cinco hombres entre soldados y paisanos.
181

iba á entrar en juego la traición y á privar


de recursos á la ciudad?
"Por demás hueras,—dice el historia-
dor Cevallos.—vinieron á quedar esas ven-
tajas, cuando los enemigos, valiéndose del
traidor Bustamante y otros oficiales perte-
necientes á la división sublevada en Lima
( ), lograron corromper la moralidad de
1

nuestros pueblos costaneros. Santa Elena


y el Morro, Máchala y Balao, poblaciones
asentadas al Occidente y Sur de Guaya-
quil, dieron este paso de infidelidad contra
la Patria. Y no sólo ésto, sino que sus ha-
bitantes, auxiliados por las armas, dinero
y municiones del enemigo, establecieron
partidas volantes, y comenzaron á vejar,
oprimir y aún asesinar á sus mismos con-
ciudadanos de las vecindades.
''Separados los batallones Caracas y
Cauca y el escuadrón de caballería, que
fueron á incorporarse con nuestro Ejército
en Cuenca, la guarnición de Guayaquil ha-
bía quedado reducida al batallón Ayacucho.
"Gravísimos, pues, eran los conflictos
del General lllingworth para sostener el
Departamento que corría á su cargo; y, no
obstante, cuando Botarin envió á intimarle
la rendición de la capital, se denegó á ello
con energía, bien que accediendo á la soli-
citud de ajusfar una capitulación, según
las bases que se presentasen. Discutiéndo-
se estaban los puntos convenientes para el
(1) L a tercera División auxiliar colombiana que se su-
blevó en Lima 6 invadió estos Departamentos en 1827.
182

arreglo, por medio de los Coroneles Pareja


y Luzarraga, y aun parece que yá estaban
acordados, cuando supo Botarin la escan-
dalosa sublevación en Daule, donde asesi-
nando al Comandante Dávalos y cometien-
do otros excesos, se levantaron también al-
gunos de sus hijos contra la Patria". ( ) I

Esa infame traición de Daule, privaba


á Guayaquil de comunicación con la pro-
vincia de Manabí y de recibir los importan-
tes recursos de agua y víveres que se con-
ducían por el río Daule para el abasto de
nuestra población.
"Botarin, en consecuencia, se desen-
tendió de las bases acordadas; hizo pasar
algunas tropas y elementos de guerra para
favorecer á los facciosos, y situó las fuer-
zas sutiles en la confluencia de los ríos Ba-
bahoyo y Daule con el Guayas, vías por
donde Guayaquil recibía aún los víveres y
frutos de la sierra y otros puntos"; agre-
gándose que también por esa operación
quedaba la Intendencia de Guayaquil sin
poder comunicarse con el Cuartel General,
cerradas como estaban todas las vías, por
la traición y nada m á s que por la traición
de malos ciudadanos que levantaron á esos
pueblos contra la Patria, por favorecer los
designios del Gobierno del Perú.
(1) En 1831, los complicados en tan criminal subleva-
ción, se presentaron aí Gobierno alegando que ella " e s t a -
b a justificada, porque tuvo por objeto la separación de es-
te Departamento de la República de Colombia, como se
había efectuado en 1830." Alegato falso, porque lo de
Daule fué una traición escandalosa en favor del Perú,, con
el que estábamos en guerra
.183
"Entonces,—continúa diciendo Ceva-
llos,-los conflictos del General Illingworth.
subieron de punto; y, deseando salvar, á lo
menos, parte del Departamento, los archi-
vos públicos y algunos artículos de guerra,
tuvo que capitular con otras condiciones,
y capituló el 19 de Enero de 1829.-Las con-
diciones del arreglo fueron [fijémonos bien]
que si, hasta dentro de diez días no se tuvie-
se noticia de la batalla que estaba al darse
entre los ejércitos que obraban en tierra, des-
ocuparían la ciudad, tanto la guarnición
c o m o las autoridades departamentales; que
también la desocuparían dentro de tres
días de recibida la noticia de que habían
sido derrotados los colombianos; y que los
buques, cañones y más artículos de guerra
necesarios para el servicio de la plaza, se-
rían entregados en depósito, sin que pudie-
ran emplearse contra Colombia. En otros
artículos se arregló la continuación del go-
bierno municipal, conforme á las leyes co-
lombianas; el pago de las deudas contrai-
das á nombre de nuestro Gobierno; y el
modo y tiempo para que Cesasen las hosti
lidades. Los comisionados peruanos pidie-
ron también seguridad para las personas y
propiedades de los colombianos que habían
sido adictos á la de ellos, y les fué
igualmente concedido". ( ) J

• (1) N i n g u n o de ésos ''colombianos adictos al P e r ú " p&do,


en razón y justicia, quejarse de haber sido hostilizados en
lo 'más leve, A pesar de su conducta antipatriótica, que les
hacía indignos dé t o d a consideración. ...
184
Nos parece conducente insertar inte-
gro el convenio de capitulación, para que
sea conocido y juzgado en todos sus deta-
lles. Dice así:

"En el río de Guayaquil, á 19 de Ene-


ro de 1829, reunidos á bordo de la goleta
de guerra de la República del Perú nom-
brada Arequipeña, los señores Coroneles
Manuel Antonio Luzarraga y Juan Igna-
cio Pareja, comisionados por parte del Sr.
Comandante General de la plaza de Gua-
yaquil, General de Brigada D. Juan Illin-
grot, y los señores Tenientes Coroneles Ale-
jandro Acuarrony y José Félix Márquez,
comisionados por el Comandante en Jefe
de la Escuadra, don José Botarin, con el
objeto de acordar los puntos convenientes
por ambas partes, sobre la evacuación de
la referida plaza, con el fin de evitar los
padecimientos de la población, consiguien-
tes á un estrecho bloqueo y demás acciden-
tes de la guerra, después de haber cangea-
do sus respectivos poderes, por ante noso-
tros los Secretarios, Alférez de Fragata de
la armada del Perú don Manuel Gonzáles
Pabón, y el Sr. Florencio Bello, Oficial de
la Tesorería del Departamento, presenta-
ron los señores comisionados por parte de
la plaza, las proposiciones siguientes:
"I .—Que si dentro de diez días no se
a

tuviese una noticia oficial por una de las


dos partes contratantes, de haberse dado
una batalla entre ambos ejércitos, se eva-
185

cuárá la plaza bajo las condiciones necesa*


rias para la seguridad de las personas y
propiedades de los que se hayan compro-
metido por sus opiniones políticas.
"I .—Concedido.
a

"2. —Si antes, como es probable, tuvie-


a

se el General de la plaza órdenes de su Je-


fe para evacuarla, lo hará bajo las mismas
condiciones.
"2 .—Concedido.
a

"3 .—Si nuestro ejército perdiese una


a

batalla, se evacuará del mismo modo la


ciudad, al tercer día de haberse recibido la
noticia oficial.
"3 .—Concedido.
a

"4 .—Los buques de guerra, fuerzas


a

sutiles, artillería de la plaza y demás má-


quinas de servicio, que se entregarán con
la formalidad acostumbrada, permanece-
rán en clase de depósito, durante la presen-
te guerra, sin que puedan emplearse con-
tra la República ó cualquiera parte de ella.
"4 .—Concedido; y sólo se podrá hacer
a

uso de estas armas para conservar la tran-


quilidad pública.
"5 .—Hallándose el vecindario temero-
a

so de los males de la anarquía, el Jefe de la


escuadra designará la forma de gobierno
que se ha de establecer después de evacua-
da la plaza, para garantizar la tranquili-
dad pública y la propiedad de los ciudada-
nos.
"5 .—Con respecto á la forma de go-
a

bierno que debe regir el punto desocupado,


186

será, en lo político, el actual que lo rige,


mientras el Supremo Gobierno del Perú
instruya sobre esta materia; y, por l o q u e
toca al Jefe militar, el Comandante de la
escuadra nombrará al que considere más
idóneo para mantener el reposo y tranqui-
lidad de los habitantes, proporcionándole
la fuerza que juzgue bastante al objeto in-
dicado.
•'6 .—Las deudas contraidas por el Go-
a

bierno serán religiosamente reconocidas y


pagadas; quedando establecidas las rentas
sobre las cuales se han contraído algunas
deudas de preferencia.
"6 .—Concedido; siendo de primera de-
a

ducción los gastos de guarnición y armada.


"7 .—Respecto á que las fuerzas suti-
a

les hostilizan indirectamente á la pobla-


ción, amedrentando á los abastecedores,
por hallarse colocadas en su tránsito, se in-
corporarán á la escuadra; y, si llegase el
caso de romperse las hostilidades, se les
permitirá tomarla posición que actualmen-
te tienen, dándose el aviso respectivo una
creciente antes de que espire el término.
"7 .—Concedido.
a

"8 .—No será la plaza molestada con


a

contribuciones.
"8 .—Concedido; y de las entradas na-
a

turales se hará uso para el sostenimiento


de las tropas y marina que sea indispensa-
ble mantener en el puerto, valiéndose, en
el caso que. éstas no sean suficientes, de los
medios que dicte la prudencia.
18?

"9\— No se obligará á ningún vecino


á que tome las armas contra Colombia.
"9\— Concedido.
"10 .—Las comunicaciones entre am-
a

bas partes contratantes, se harán, como


hasta ahora, por medio de parlamentos,
durante el armisticio.
"10 .—Concedido".
a

Proposiciones de la escuadra bloqueadora.

"I .—Todas las personas que hayan pa-


a

sado á la escuadra peruana ó emigrado por


opiniones políticas durante el bloqueo, vol-
verán á tomar posesión de sus propiedades,
ó se les hará la debida indemnización, con
arreglo á las leyes del país.
"I .—Concedido.
a

"2 .—Las tropas de la guarnición eva-


a

cuarán la plaza, a l a s 2 4 horas del término


prefijado en el artículo primero de las pro-
posiciones hechas por parte del Jefe de
ella, sin que hostilicen de ningún modo á la
población; y si, por algún suceso de los de
la guerra, llegase el caso de que deba vol-
ver á ocuparla, dará precisamente un avi-
so anticipado al jefe de la guarnición, pa-
ra que evacué la plaza, según y en los tér-
minos que se han estipulado en estos tra-
tados.
"2 .—Concedido.
a

"3 . —Todo vecino que, habiendo perte-


a
188

neoido al'ejército ó marina, se quedase en


la plaza, no será molestado en su persona
y propiedades, siempre que su comporta-
miento sea conforme al orden de cosas que
se establezca.
"3 .—Concedido.
a

"4 .—No se aumentarán, de manera


a

alguna, las fuerzas, por ninguna de las


partes contratantes, que continuarán ocu-
pando las mismas posiciones que al presen-
te; y no se romperán las hostilidades sino
después de diez horas, en caso dé no haber
convenio.
"4 .—Concedido, á excepción de lo esti-
a

pulado en el artículo 7 . sobre la incorpo-


o

ración de las fuerzas sutiles á la escuadra*


"Estos tratados quedan concluidos á
las ocho de la noche del día de esta fecha*
y serán ratificados dentro de 24 horas; si
ocurriese alguna duda, se esclarecerá por
ambas partes, antes de expirar el término
prefijado; y si fuese necesario prolongarlo,
se verificará por convenio de las mismas.
-Manuel Antonio Luzarraga.—Juan Igna-
cio Pareja.—Alejandro Acuarrony.—José
Félix Márquez.—Manuel González Pabón,
Secretario".

El General Illingworth decía a O'Lea-


ry en. carta fechada el 23 de Enero:
"Mi compadre [el General Flores] im-
pondrá á U. de cuanto le digo en orden á
mi convenio con el enemigo, á quien me
disponía á resistir cuando me cercó con
189

sus fuerzas por agua, y dio la señal á los


pueblos, empesando por el de Daule, en
donde fué miserablemente esesinado el Co-
mandante Dávalos, y uno ó dos más, sal-
vándose los jueces por la fuga.' Y a había
oído algo de esta disposición en los canto-
nes Daule, Baba y Babahoyo, hacían días.
Pero—¿qué podía yo hacer, con el enemigo
por delante y apenas cuatrocientos reclu-
tas en la ciudad? Diré, mas bien, cuatro-
cientos prófugos del panteón; porque nues-
tra terrible situación no ha permitido que
esta gente se sacuda del aspecto cadavéri-
co con que me la mandaron.—Hacía más
de un mes que los cantones Morro y Santa
Elena se segregaron; y, aunque tomé me-
didas para restablecer el orden allí, no aca-
ba de llegar aun la sección del Girardot,
que debía dar la tropa necesaria. Subleva-
do Daule, cortada la comunicación con
Baba, Babahoyo y Yaguachi, con las nue-
ve lanchas que plantó el enemigo allí; fue-
ra de tiro de cañón y en comunicación con
los facciosos de Daule, á donde introdujeron
tres oficiales de la 3 . División, con arma-
a

mento y-municiones; los demás de estos


suisos en camino para el Morro y Sambo-
rondón; la segunda mitad del Girardot
expuesta;, cinco buques de'guerra mayores,
para oponerse á medias baterías tan admi-
rablemente construidas, que sólo' tienen
una boca libre una vez fondeado un buque
á tiro de pistola; la ciudad vacía de gente; el
Gobierno abandonado de todos sus soi dis~
190

saniamis; la certeza de que la división de


Gamarra llevaba quince días de marcha
desde P a i t a . . . ¿Qué habría hecho U. en mí
caso?—No perecer miserablemente.—Conse-
guí el tiempo que pude, nó para evacuar el
Departamento, sino esta ciudad abierta
que quieren llamar plaza, que no importa
dos bledos . estando bloqueado el puerto:
salvé la guarnición y el resto de las tropas
que deben venir de Panamá. He logrado
también que n o fomenten la rebelión en
los pueblos, y han reembarcado los 500 fu-
siles depositados para el efecto en la Puna,
además de llamar á los oficiales de la 3\
División que fueron al Morro, y para los
cuales tendí una trampa, luego que me
dieron tregua. He tenido también en esta
transacción otros dos grandes objetos, que
espero lograr, pero que no, fío á la pluma
en estos tiempos. Sé que mi conducta será
criticada, y quizá será necesario un,Conse-
jo de Guerra; antes de poder tapar la boca
de los que se contentan con probar su pa-
triotismo por la voracidad de sus lenguas;
pero á U., c o m o á mi mejor amigo, le ins-
truyo de las razones que me han dirigido.

"Mi Merceditas (*), ha corrido traba-


jos y peligros nuevos para ella. Se halló
en Daule durante la horrible escena que
(1) Se refiere á su esposa, la señora Mercedes Décima-
villa, •• •
191

tuvo lugar allí Q); á los tres días se refu-


gió en una casa ele campo, cerca de la em-
bocadura de aqueL río; y, sabedor ele ésto el
Comandante de las fuerzas sutiles enemi-
gas, trató de prenderla y llevarla á su es-
cuadra, á fin de alcanzar de m í lo que qui-
sieran; se refugió á una montaña, en la
que pasó un día y una noche, y al cabo sa-
lió de allí por haberse retirado tales saltea-
dores", . . . . . . . . ! 0)

En otra comunicación, fechada en Za-


potal el 19 de Marzo decia a l mismo O Lea* 1

, .
r y :

" L a opinión del cortó número dé hom*


bres sabios y buenos, respecto á rhi salida
de Guayaquil, es lo único que yo deseaba.
La liga infernal que podemos personificar
c o m o el genio del mal del Sur, hablaría de
mí peor de lo qué habla ahora, si yo hubie-
ra ejecutado un-gran acto de valor ( ), en
1
:
3

vez de obrar, como me vi obligado á hacer*


lo, según las reglas comunes de la pruden-
cia. Dios me preserve de que hablen bien
de mí, hombres 'que pasan sus días y sus
noches calumniando á todo lo decente. La
opinión pública, el bienestar del pueblo, la
reputación, las propiedades y los sentimien-

(1) L a esposa 'del C-feneral hallábaséen la haéienda ahor-


1

naría y venía á e-J-uayaquil por acoinpafi,ar-,^¡, su- esposo en


el peligro, como le había acompañado en el sitio del Callao.
(3) >Tales eran los medibs ¡ie'que se yalíátíjlos enemigos,
sin pudor alguno por lo falaz del procedimiento.
'. (3).. Y y-ái'sabemos que el-valor, el heroísmo eran propios
del General Illingworth. • ,¡; - i
192

tos del ciudadano, son objetos de su odio y


presa de su voracidad.—La elevación de
ellos, sería un mal general, y su presencia
funesta á los intereses del Sur. Tales son
mis ideas respecto a u n a partida de enemi-
gos míos, que lo son, no sólo sin motivo,
sino aún existiendo causa para un senti-
miento contrario.
"Respecto á mis movimientos en este
punto y á las razones de m i conducta, ten-
go que citar á U. mis esquelas al General
Flores, del 1? y 18 de Febrero, y la que di-
rigí al Secretario del Libertador. Desearía
que U. las viese, á causa del interés que U.
se digna tomar en lo que me concierne.
"Por lo demás, el General Sucre (*),
sin querer me hizo un terrible perjuicio,
con la orden que dio de evacuar el Depar-
tamento, en los mismos momentos en que
había reducido la rebelión á los cantones
y estaba próximo á tomar posición para es-
perar el resultado de la batalla. Nuestras
pobres y escasas tropas están casi aniqui-
ladas, por las marchas en esta estación ho-
rrible. Y o mismo estoy enfermo, así c o m o
la mayor parte de los oficiales; una parte
cuantiosa se ha destruido; y yo aparesco
ridículo, inútil y vagando en medio del
triunfo general. Si él me hubiese dejado
hacer, ya hace mucho tiempo que yo estaría
en Guayaquil 11

En efecto; si la primera falta había


(1) El Mariscal Sucre era el Jefe Superior del S u r y Di-
rector de la Guerra,
193

consistido en dejar desamparado el Depar-


tamento, la segunda consistió en que, una
vez desocupada la ciudad, y habiendo el
General Illingworth emprendido en opera-
ciones que le hubieran permitido ocupar
nuevamente la plaza, como lo veremos, des-
pués, se le ordenó, m u y inoportunamente
la desocupación del Departamento, impi-
diéndole desarrollar el plan de campaña
que se había trazado.
Pero no adelantemos los sucesos y ter-
minemos antes con lo relativo á la capitu-
lación del 19 de Enero.
"Como en el transcurso de los diez días,
—dice el historiador Cevallos,—no se tuvo
noticia alguna de la batalla ( ), hubo que J

dar cumplimiento á la primera condición;


y, en consecuencia, nuestras fuerzas eva-
cuaron la plaza, y el Intendente Illingworth
vino á establecer su Gobierno en Daule,
trayéndose los archivos, una imprenta y
otros muchos objetos de propiedad nacio-
nal.
" A no ser por la oportunidad con que
se ajustó la capitulación, habría habido
que pasar por mayores trabajos, y talvéz
por mayor vergüenza; porque muchos de
nuestros conciudadanos [confesión vergon-
zosa, pero necesaria] fueron corrompién-
dose, seducidos por el oro del opulento Perú.
"Merced al tino con que obró Illin-
gworth, se conservaron la lealtad de otros
(1) L a batalla no se dio hasta el 27 de Febrero, en el
P ó r t e t e de Tarqui, con triunfo espléndido para Colombia.
194

pueblos, el entusiasmo ele los habitantes de


Manabí y la correspondencia con el Jefe
Superior elel Sur, que recientemente se ha-
bía nombrado".
Ahora bien—¿había algo de indigno,
de humillante en las bases de la capitula-
ción? No resaltan allí la prudencia y el tino,
al par que la. dignidad? Y qué más le era
dable conseguir al pundonoroso Jefe? Per-
mitían acaso otra cosadlas circunstancias?
Se nos dirá, quizá, que el General
lllingworth pudo pactar un plazo más lar-
go para la entrega de la ciudad; pero no
estaba en el caso de exigir mucho; y queda,
por lo demás, probada la oportunidad de
los arreglos. .
Guayaquil había sido defendida heroi-
camente contra el enemigo de fuera y cou 7

tra el que le hacía: guerra de traición en su


propio seno; los pueblos que le rodeaban se
corrompían; una facción compuesta de ma-
los hijos de laipafria, trabajaba activamen-
te por su perdición; había agotado sus fuer,
zas y sus recursos y i;. . 4Qné le restaba ha-
:

cer, sino capitular ohonrosam en te?


Y pregúntese quiénes fueron los más
furiosos acusadores,—acaso los únicos,— 1

por el hecho decía capitulación./ Fueron


esos mismos ciudadanos que "se habían
corrompido por el oro del opulento Perú",
los unos, y por sus>ideas extraviadas; los
otros; y ellos fueron los más encarnizados
enemigos del digno Intendente, que supo,
.]>rimero, defender, y luego salvar la ciudad
que ellos querían segregar de Colombia
para entregarla al P e r ú . . . . .
Se pensará acaso que tales hombres,
conviniendo á sus proyectos la capitula-
ción, no tuvieron por qué. atacarla. Está
bien; pero considérese que rio eran esas las
condiciones convenientes á quienes perse-
guían la entrega incondicional y de hecho;
y, además, qué los arreglos eran una arma
que imaginaron'podría.servirles contra el
General Illingworth, al que pretendían per-
der, por el hecho mismo de haber combati-
do los planes é intrigas de los traidores que
anhelaban entregar la Patria.
" A pesar de todo,-dice Cevallos,-el Ge-
neral Ilimgworth fué puesto en causa [con-
forme á sus deseos y solicitud] por la capi-
tulación y entrega de la plaza; mas, cono-
cidas", las malas circunstancias que obra-
ron en! su contra, le absolvieron los jueces
de toda culpa y cargo, y quedó honrosa-
mente vindicada su memoria".
* *
Desocupada La" plaza de Guayaquil, el
Intendente Illingworth estableció su Go-
bierno en Daule; y allí también estableció
su Cuartel General. r

Retirado hasta Zapotal, para cumplir


lo ordenado por el Mariscal Sucre, precisa-
mente cuando las operaciones desarrolla-
das ofrecían.los mejores resultados, volvió
á ocupar el cantón Daule, por instruccio-
nes del Comandante en Jefe del Ejército,
196

General Juan José Flores, para abrir cam-


paña sobre Guayaquil.
Después de obtenido el brillante triun-
fo de Tarqui, en el que 4.000 colombianos
derrotaron á 8.000 peruanos mandados por
su General y Presidente Lámar, se celebró
el Convenio de Jirón, en el que se estipula-
ba la inmediata devolución de Guayaquil.
Pero, llegado el caso de exigir el cumpli-
miento de esa parte del Convenio, las au-
toridades peruanas se negaron rotunda-
mente á devolver la plaza.
Esa negativa dio lugar á la resolución
de abrir campaña para recuperar la ciudad
por medio de las armas; y de allí la dispo-
sición de que el General Illingworth volvie-
ra á ocupar la zona de operaciones que Su-
cre le hiciera abandonar.
Yá para el 24 de Marzo se hallaba en
Baba; y una de sus primeras providencias
fué la de intimar á los jefes peruanos la
entrega de Guayaquil, en cumplimiento
del Convenio de Jirón, y notificarles que,
de no hacerlo así, abriría operaciones y
marcharía sobre la ciudad.
Naturalmente, la contestación fué ne-
gativa, fundándose en razones que inme-
diatamenta dieron á comprender que el
propósito no era otro que el del quebranta-
miento del Convenio, casi en seguida de
celebrado, según la costumbre del P e r ú . ~
He aquí una de las primeras contesta-
ciones del Jefe de la plaza y el de la Escua-
dra:
19?

''República Peruana.- - Comandancia


General de la Escuadra.—Fragata "Presi-
dente", al ancla, en Guayaquil, Mayo 27 de
1829.—Al Sr. General Juan Ulingrot.

"Sr. General:—Instruido como yá lo


está U. S. de la resolución que me dice le
comunicó el Comandante General de la
plaza, en 13 del corriente (*), acerca de la
no entrega de ésta, nada más me resta que
añadir á U. S. por esta justa determina-
ción, sino que, posteriormente he recibido
orden de S. E. el General en Jefe y Presi-
dente de mi República, para que suspenda
dicha entrega; y que, en caso de que este
punto sea atacado por las fuerzas de IT. S.
ú otras que vengan en su auxilio, trate de
sostenerlo con las de mi mando.
"Por consiguiente, si IT. S. quiere evi-
tar cualquiera encuentro desagradable,
puede suspender su marcha, Ínterin recibo
nuevas órdenes de mi Jefe; en la inteligen-
cia de que, si son conformes á lo estipula-
do en Jirón, no habrá, por mi parte, emba-
razo en cumplirlas.—Tengo el honor de
manifestarlo á IT. S., en contestación á su
apreciable nota de ayer, que me ha entre-
gado su Ayudante, el Sr. Capitán José Ma-
ría Ürvina.--Con la más alta considera-
ción me repito de IT. ^.-Hipólito Boiichard".

(1) N o T Í O S lia sido posible conseguir ese oficio del 13 de


Marzo; así como los del General Illingworth, por no exis-
tir el libro copiador; pero por el texto de las contestacio-
nes, es fácil conocer el de esos oficios.
198

"República Peruana.—Comandancia
General del Departamento.—Guayaquil, á
27 de Marzo de 1829.—Al Sr. General de
Brigada de los Ejércitos de Colombia, don
Juan Illingrot.
"Sr. General:—Cuando la tardanza de
la respuesta de U. S. á mi comunicación
oficial de 13 del presente, me había hecho
yá perder la esperanza de obtenerla, hé
quedado tan sorprendido en esta mañana
con la llegada del Capitán conductor de la
nota de U. S., fecha de ayer, c o m o con el
duro lenguaje y las picantes observaciones
contenidas en ella. ( ) J

"En consecuencia de todo, después de


participar á U. S., que nuevas y precisas
órdenes de S. E. el Presidente de mi Repú-
blica, dictadas en Loja el 13 de este mes,
me ponen en la obligación de conservar el
Departamento bajo mis órdenes.—U. S. se
dignará concederme la libertad de que
ofrezca ante sus ojos algunas reflexiones,
petrel satisfacer la amarga censura que se
ha permitido sobre mis procedimientos an-
teriores, y manifestarle cuánto tienen de
equivocadas las consecuencias que ha de-
ducido IT. S. de los inexactos principios ba-
jo los que ha considerado mi posición.
"U. S. me clasifica, señor General, sin
más fundamento que su simple dicho, un
(1) Como si hubiera sido posible otro lenguaje ante la
negativa de cumplimiento del convenio que acababa de
suscribir el General Lámar después de la derrota de su
ejército.
199

bandido independiente de todo poder legí


timo y fuera de la ley de las naciones.—TJ.
S. me declara libre de toda responsabilidad
con respecto á mi Gobierno, y aún se avan-
za á afirmar que yo mismo me he despren-
dido de tan altos respetos, desconociendo
absolutamente las autoridades á que debie-
ra estar sometido.—Diríase que los jefes de
Guayaquil habían negado formalmente su
dependencia del Gobierno de que emanan
sus derechos en este país, y declarádose,
por su voluntad, sólo sujetos al de la fuer-
za Si, señor General; si en el oficio que
U. S. se ha servido contestarme, yo hubie-
ra dicho esplícitamente que pretendía se-
guir ocupando el Departamento por la úni-
ca razón de poseerlo si de una manera
expresa y auténtica me hubiese yo mismo
representado ante U. S. bajo tan odioso
punto de vista, nada más ofensivo habría
encontrado que contestarme. Mas, reco-
nociendo, del modo más terminante, el po-
der de los jefes de mi Gobierno, cuyas últi-
mas disposiciones protesté cumplir religio-
samente ( ) —¿Cómo puede tenérseme por
3

(1) Las expresiones del General lllingworth obedecían


á que el Coronel Prieto se había negado, por sí y ante sí,
al cumplimiento del convenio de Jirón; pues sólo en la
nota que estamos transcribiendo es que aludió á órdenes
de su Gobierno; órdenes que también implicaban el más
escandaloso quebrantamiento dei Convenio.
(2) Si no lo dijo con frases claras, lo dio á entender po-
sitivamente; y era triste el argumento, porque se basaba
en el lenguaje estudiadamente capeiosó de los que no pro-
ceden de buena fé.
(3) Era ahora que venía á hablar de últimas instruc
dones de su Gobierno.
200

rebelde á la suprema autoridad del Perú,


sin incurrir, cuando menos, en una com-
pleta inversión de todos los principios, ni
bajo cuál otro pretexto que el deseo de des-
figurar hechos los más claros, y hacer re-
caer sobre cuantos pertenezcan al Perú la
negra tacha de atropelladores de lo más
sagrado, puede interpretarse tan sinies-
tramente la mera suspensión que anuncié
á U. S. en la nota que rne responde?
U. S. me refiere que tal suspensión tenía
por término la llegada de las últimas órde-
nes. U. S., pues, no cree de buena fé que
yo haya pretendido evadirme la obediencia
que me prescriben mis deberes ( )! Por 2

otra parte, señor, ni yo puedo reconocer en


U. S. el poder bastante para una declarato-
ria tan grave como la que se ha tomado la
licencia de hacer ( ), ni mucho menos m e
s

he creído merecedor de ella, cierto c o m o


estoy de mi absoluta deferencia á las de-
terminaciones del Jefe de mi Gobierno.
"Nada me resta que decir á U . S., rela-
tivamente á los demás capítulos de su nota;
porque, no conteniendo todos ellos sino
nuevas aseveraciones de la opinión que ha
concebido U. S. sobre la medida que ADOPTÉ,

(1) Y no eran otra cosa, como atropelladores de un Con-


venio en forma, celebrado después de su derrota.
(2) Y no habían hecho ni estaban haciendo otra cosa.
(3) Otro subterfugio. El General Illingworth era el In-
tendente legítimo del Departamento y era el Jefe de Ope-
raciones en esta zona; y, como tal, tenía el derecho de in-
crepar á quienes tan abiertamente faltaban á la fé públi-
ca de sus tratados.
201

de suspender el cumplimiento de los tratados


de Jirón ('). me parece haber alegado yá
las razones más poderosas y convincentes
para demostrarle la ligereza con que U. S.
me ha juzgado.
"Podría creer también que U. S. in-
tentare amedrentarme con su declaración;
pero no quiero detenerme en esta idea,
porque la considero, igualmente, más in-
digna de U. S. que de mí mismo ( ) 2

"Ya que me dirijo á U. S. quizá por


la última vez, me permitirá, U. S. le haga
observar, aunque no sea necesario para
llenar mi objeto, que U. S. ha raciocinado
con poco detenimiento, al asegurar que yo
solicité en mi oficio la continuación de la
guerra y pretendo sujetar las operaciones
de las fuerzas de mi mando al fallo de mi
Gobierno. Y o no puedo, ciertamente, acor^
dar estas inducciones de U. S., ni con el
objeto, ni con el estilo mismo de mi ex-
presada nota. Jamás he podido concebir
que el que solicita una suspensión de hos-
tilidades sea más bien considerado amante
de la guerra que el que resiste ( ); y la 3

(1) Adopté, dice, lo cual es confesión del procedimiento


arbitrario, obediente á un sistema de engaños y perfidias
para el quebrantamiento del convenio.
(2)—¿Indigna la declaratoria de que se resolverfa'por
medio de las armas el cumplimiento del convenio quejlas
autoridades peruanas quebrantaban?
(3) Pero no se trataba de simple suspensión de hostilida-
des, sino de negativa al cumplimiento del convenio; y,
precisamente, era querer ó provocar la continuación?de
la guerra ese hecho del quebrantamiento de un tratado,
a u n q u e fuera bajo la forma especiosa de suspensión ar-
bitraria del cumplimiento.
202

práctica general de todos los pueblos del


mundo, me tiene en la firme convicción
de que, señalar por término de una tre-
gua ( ) la llegada de nuevas ordenes para
]

alguna de las partes, no puede nunca in-


terpretarse de la manera que U. S. lo ha
hecho. Por el contrario, yo entiendo, en
mi humilde modo de pensar, que mis ope-
raciones ulteriores, y de ningún modo las
de U. S., fueron las que yo quise someter
á mi Gobierno. — U. ¡S., señor General, no
habría hecho otra cosa, conviniendo con
mi demanda, que interrumpir las suyas;
pero, á la llegada de mis nuevas instruc-
ciones, cancelados sus compromisos, que-
daban á su arbitrio los actos posteriores.
"Con sentimiento de la más distin-
guida consideración y respeto, tengo la
aonra de repetirme de TJ. S., m u y humilde
y m u y atento servidor.—José Prieto".

Establecido el Cuartel General en la


villa de Daule, el General lllingworth vol-
vió á insistir enérgicamente para la devo-
lución de la plaza de Guayaquil; pero con-
tinuó recibiendo las mismas excusas, fun-
dadas ahora en que el General Lámar,
Presidente del Perú, había dado instruc-
ciones para que no se cumpliera el conve-
(1)—Tregua de qué?—La tregua de la ocupación de la
plaza por las fuerzas peruanas había terminado me-
diante el tratado de Jirón, que no admitía más tregua en
el cumplimiento.
203

nio de Jirón; y así lo declaró Bouchard, el


Jefe de la escuadra peruana. Q)
Mientras, las autoridades de Guaya-
quil, quebrantaban también el convenio
del 19 de Enero levantando empréstitos,
contra una cláusula terminante de los
arreglos de capitulación.
Con ese motivo, el General Illing-
worth se vio en el caso de dirigir una
enérgica reclamación al Intendente Sr.
don Diego Noboa ( ), la cual fué contes-
2

tada en los siguientes términos:


"Intendencia del Departamento de
Guayaquil, á 8 de Abril de 1829.— Al Sr.
General don Juan Illingworth.
"Señor: —Cuando el Sr. Comandante
General de esta plaza ( ) se penetró de que
3

las entradas naturales de Tesorería eran


muy cortas é insuficientes para los gastos
precisos de la guarnición y armada, soli-
citó de la Intendencia se pidiera un em-
préstito de veinticinco mil pesos, que-
dando obligado el Gobierno del Perú á
satisfacerlo ( ), como un medio dictado
4

por la prudencia para evitar contribucio-


nes, según lo extipnlado por el artículo 8.°
del convenio del 21 de Enero ( ). 5

(1) El General Lámar desconoció ese convenio con los


más fúliles pretextos.
(2) El Sr. JNTovoa ejerció la Intendencia en Guayaquil,
durante la ocupación peruana; y el General Illingworth
la ejercía por Colombia, en los lugares no ocupados por
el enemigo.
(3) El Coronel peruano don José Prieto.
(4) L o que nunca cumplió
(5) Y ese empréstito era equivalente á una contribu-
ción forzoza, disfrazada con otro nombre.
204

" L a Intendencia, para proceder con


acierto, reunió la Muy Ilustre Municipali-
dad, y manifestó el oficio de la Coman-
dancia General. Esta Corporación, des-
pués de discutir detenidamence el asunto,
resolvió que se verificase el repartimiento
(señalamiento de cuotas de empréstito),
que ella misma hizo del modo que tuvo por
conveniente. Bajo de estos mismos funda-
mentos, se ha pedido á uno ú otro pueblo,
á donde han habido pequeñas guarnicio-
nes, el corto suplemento de los gastos ne-
cesarios de raciones. —Esto es, señor Gene-
ral, lo ocurrido; y es cuanto puedo contes-
tar á U. S. á su apreciable nota que recibí
ayer á las cinco de la tarde.—Con la mayor
consideración y respeto, soy de U. S. atento
y obediente servidor.—Diego Noboa."
Lo probable es que el señor Noboa,
que no era hombre de energías y arrestos,
estuviera arrepentido de haber aceptado
la Intendencia b a j ó l a ocupación peruana,
pues llenos están los archivos, de oficios
del jefe militar, conteniendo exigencias
extremas, reclamadas en términos grose-
ros y aún con amenazas irritantes.
En lo que respecta al Coronel Prieto,
no sólo continuó con largos alegatos y
evasivas para ganar tiempo y procurar
justificar su conducta y la del Gobierno
respecto á la devolución de la plaza, sino
que, bajo el mismo sistema de especiosos
argumentos, llegó hasta el punto escanda-
loso de declarar que no se creía obligado
205

al cumplimiento de las capitulaciones de


E n e r o . . ! Y obrando en consecuencia con
tan desleal declaración, extremaba las ex-
torsiones, reclutando, persiguiendo á los
ciudadanos, obligándoles á hacer servicios
que no les correspondían, y llegando al
brutal extremo algunos jefes peruanos,
de hacer arrojar el sobrante del agua po-
table destinada á las necesidades del ve-
cindario, después de tomar la necesaria
para la g u a r n i c i ó n . . !
Entre tanto, el General Juan José
Flores, Comandante en Jefe del Ejército,
había entrado en campaña por el lado de
Baba y Vinces; y el 16 de Mayo se le reu-
nió en el segundo de estos pueblos el Ge-
neral Illingworth, que había abandonado
Daule por instrucciones superiores, y á
efecto de reconcentrar las fuerzas para la
mayor eficacia de las operaciones; pues
Bolívar había emprendido también ya la
campaña llamada de Buijo, en cuya ha-
cienda estableció su Cuartel General.
Una vez que estableció el Libertador
su centro de operaciones en Buijo, el Ge-
neral Illingworth creyó llegado el mo-
mento de solicitar su juzgamiento por la
capitulación de Enero, como medio el más
eficaz para abrumar á sus enemigos, que
eran los enemigos de la Patria.
A este fin, como era del caso, renun-
ció los cargos que venía ejerciendo; y al
serle aceptada esa renuncia, hizo entrega
206

del archivo, fuezas, etc., ;al General Flores,


como lo manifiesta el siguiente oficio:
"República de Colombia. — Samboron-
dón, Junio 18 de 1829.—Al.Benemérito Sr.
General- de División; Juan José Flores,
Comandante en Jefe del Ejército del Sur.
"Señor General:—En virtud de haber
admitido S. E. el Libertador Presidente,
la renuncia que hice de la Prefectura, Co-
mandancia General y más destinos que
ejercía en este Departamento, tengo el
honor de enviar á U. S. el poco archivo
que existe en mi poder; advirtiendo á IT.
S. que la mayor parte clel de la Coman-
dancia General existe en el templo del
Balzar; habiéndose perdido el de los últi-
mos meses en el incendio que sufrió el
pueblo de Baba. — U. S. se servirá permitir
que sea éste depositado en su Secretaría,
mientras S. E. nombra los sujetos que de-
ben hacerse cargo de estos destinos, para
cuyo efecto incluyo el correspondiente in-
ventario.- Soy de U. S., con la más per-
fecta consideración, m u y obediente servi-
dor.—Juan Illingrot"
Sin embargo, el General Illingworth
continuó en el Cuartel General, hasta la
ocupación de Guayaquil por el Ejército
Colombiano, la que no se efectuó por me-
dio de las armas, sino en consecuencia de
un suceso que supo aprovechar el Liber-
tador.
En efecto; el General Agustín Garaa-
rra, que mandaba la segunda división del
207
ejército peruano acantonado en Piura, y
el General Lafuente en< Lima, hicieron la
revolución al Presidente Lámar, aprove-
chando la coyuntura de la derrota de éste
en el Pórtete de Tarqui.
Bolívar envió al Coronel Demarquet
en comisión especial cerca de Gamarra,
para pedirle la devolución de Guayaquil;
y Gamarra, viendo la conveniencia de
proceder así, accedió á la petición, y se ex-
fipuló el armiticio de Piura que lleva fe-
cha 10 de Julio.
El 29 de Junio había llegado á Guaya-
quil el General de Brigada Blas Cerdeña,
nombrado Comandante General por Ga-
marra; y á él le tocó efectuar la devolu-
ción de la plaza, el día 20 de Julio.
Ocupada la ciudad por el Ejército Co-
lombiano, el Libertador procedió á la reor-
ganización administrativa, comenzando
por dictar á su Secretario General el si-
guiente oficio, que, aunque con rubor
c o m o ecuatorianos, debemos insertar como
historiadores:
"República de Colombia,— Secretaría
General de S. E. el Libertador.— Cuartel
General en Guayaquil, a 7 de Agosto de
1829.—Al Sr. Prefecto del Departamento.
"Señor:—A consecuencia de la ocupa-
ción de esta plaza por las armas peruanas,
fueron removidos de sus destinos civiles y
de hacienda, varios empleados, sin otro
delito que su pura adhesión al Gobierno
de la República.— Era entonces una reco-
208

men dación para obtener un destino cual-


quiera, ser desafecto á Colombia ó, por lo
menos, una conducta ambigua.—Reooupada
la ciudad y el Departamento por las ar-
mas de la República, sería monstruosa, á
la vez que injusta, la conservación de es-
tos empleados en los destinos que obtuvie-
ron con despojo de los propietarios. Estos
son acreedoresásu reposición; y, debiendo
ser los empleados á satisfacción de las
Prefecturas, cuyos Magistrados son los in-
mediatos responsables de la Administra-
ción departamental, conforme á las leyes,
toca á U. S. remover de sus destinos á los
que, en su concepto, no merezcan la con-
fianza del Gobierno ó no tengan la idonei-
dad que se requiere. En consecuencia, U.
S. propondrá las personas en quienes con-
curran las cualidades necesarias para lle-
nar los destinos civiles y de hacienda que
resulten vacantes... - D i o s guarde á U. S.
José Domingo Espinar."

El tratado de 22 de Septiembre de
1829, firmado en Guayaquil, puso término
á esa guerra temeraria provocada por el
Perú, y alentada por malos hijos de esta
Patria ecuatoriana, á la que querían en-
tregar al dominio del enemigo.
Y a está suficientemente juzgado por la
Historia, y condenado su traidor procedi-
miento; y la Historia ha juzgado también,
209

imparcial y serenamente la conducta del


benemérito Illingworth, no sólo para ab-
solverle de imaginaria culpa, sino para
hacerle justicia plena y rendirle el home-
nage debido á los que, á su valor recono-
cido, reúnen las cualidades necesarias
para salvar á la Patria en sus grandes
crisis, en sus momentos ele amargura.

XXI

V a m o s á entrar ahora á un período


distinto, á una época amarga é ingrata
para los que deploramos las luchas intes-
tinas como causa eficiente de todos los
males que han sufrido las naciones latino-
americanas.
Había llegado el tiempo de la disolu-
ción de la Gran Colombia; Venezuela ha-
bía iniciado el movimiento separatista y
no habían de tardar en seguir el ejemplo
las secciones del Sur.
No vamos, pues, á contemplar ahora
al General Illingworth luchando heroica-
mente por la libertad, por la independen-
cia de estos pueblos; le vamos á ver en-
vuelto en el torbellino de la guerra civil y
sufriendo las tristes consecuencias de
ella; pero le vamos á ver también atrave-
sar por entre ese desenfrenado mar de las
pasiones políticas, saliendo ileso y siem-
pre limpia su reputación; siempre noble,
210
siempre sereno, sin perder sn ecuanimidad,
con su honra intacta, con su nombre in-
maculado. Raro caso, por cierto, reservado-
solo á hombres invulnerables, eso de salir
ileso de entre la borrasca de los odios po-
líticos; de esos odios más implacables que
los demás, que nada respetan, que nada
perdonan! Privilegio exclusivo de muy
pocos, eso de escapar á las envidias de las
nulidades que muerden en la reputación
agena, porque para levantarse necesitan
destruir lo que les hace sombra; envidia
de las nulidades contra el verdadero mé-
rito.
¿Cuál de los hombres más notables de
la Independencia no ha sido atacado en
su reputación por sus implacables enemi-
gos?' ¿Cuántos n o vieron su honorabilidad
hecha girones por la aleve calumnia?
¿Cuántos de ellos, después de haberse ele-
vado á gran altura, á fuerza de heroísmos,
no cayeron de lo alto envuelto por las pa-
siones- políticas?
Pero ni aún los mayores y gratuitos
enemigos; de lllingworth se atrevieron á
insinuar siquiera una duda sobre su acri-
solada honradez, sobre su hombría de
bien, sobre su austeridad republicana:
ninguno ha podido señalar una sola man-
cha en su larga carrera pública, en su
ejemplar vida privada.
Caso raro-, caso excepcional, repeti-
mos, en las turbulencias de nuestra po-
lítica. Pero es que hay hombres que se
211

imponen sin más que sus procedimientos;


sin más que su invulnerable honorabi-
lidad.

• •. * *

El 13 de Mayo de 1830 se suscribía en


Quito una acta por la cual se declaraba á
ese Departamento separado de la Repú-
blica de Colombia, para formar, con los
otros del Sur, un Estado independiente; y
el General Juan José Flores fué desig-
nado para Jefe del Gobierno del nuevo
Estado.
En Guayaquil fué secundado el movi-
miento, y luego en Cuenca y demás pue-
blos del interior y del litoral.
Reunido un Congreso Constituyente,
dictó la Constitución y eligió Presidente
del Estado al mismo General Flores, bajo
cuya inspiración y dirección, aunque re-
servada y oculta, se había operado el mo-
vimiento.
Y aquí nos permitimos anotar, de
paso, una de las varias contradicciones de
los que pretenden que el General Flores
aparezca ageno á los preparativos y al
acto de la proclamación, haciéndole pasar
c o m o ignorante de todo ello, como ageno
á todo antecedente, á toda gestión en ese
sentido. Y si así fué—¿por qué se le llamó
fundador de la República; y por qué los
mismos á quienes nos referimos se com-
placen en darle ese título?
212

Pero no es esta ocasión de entrar al


análisis de tales cuestiones; y hemos de
concretarnos á relatar los hechos confor-
me á la verdad histórica.
Dice el historiador Cevallos que ' e l
Ejército del Sur de Colombia, acantonado
en nuestros departamentos con motivo
de la campaña de Tarqui, se mantuvo
quieto bajo la conocida influencia del Ge-
neral Plores".. Verdad que el General
Flores gozaba de mucho prestigio en el
ejército; pero ese ejército era idólatra de
Bolívar y de las glorias de la Gran Co-
lombia, y el influjo de Flores desaparecía
al evocar ese nombre y esas glorias.
Sucedió, pues, que llegara á Guaya-
quil el General Luis Urdaneta, con pro-
cedencia de Cartagena, en Noviembre del
mismo año de 1830.
Se puso inmediatamente al habla con
los jefes de los cuerpos que hacían la guar-
nición de la plaza, y eran el Jirardot, el
Cauca y el escuadrón Cedeño, todos de ve-
teranos acostumbrados á la victoria. Pues-
tos de acuerdo, se efectuó la insurrección,
proclamando la unidad colombiana y á
Bolívar, el 28 de Noviembre.
El General Illingworth, fiel á sus
ideas y sentimientos, y convencido de
que la República de Colombia, en las eir-
custancias que la rodeaban, necesita-
ba, precisamente, de una autoridad
como la de Bolívar, y de unión, de com-
pactación, para consolidar la conquista de
213

su Independencia; el General Illingworth,


decirnos, no tuvo inconveniente en apoyar
el movimiento efectuado, y entró en él
honradamente, obedeciendo á sus íntimas
convicciones, y acaso previendo los sufri-
mientos que se preparaban para la Patria.
Fué designado para Comandante Ge-
neral de Marina; y, como tal, su acción se
redujo á ese ramo del servicio, que no fué
de mayor importancia, por cuanto la cam-
paña tendría como teatro la región inter-
andina y la marina se reducía á mante-
ner la seguridad de nuestro puerto.
El General Urdaneta salió á campaña
con cosa de 2,000 hombres, en tanto que
Flores se hallaba escaso de fuerzas vete-
ranas. Pero Urdaneta era confiado y no
tenía la astucia ni los alcances de Flores;
y fué la astucia la que puso en juego este
General para contrarrestar á la superiori-
dad numérica de su enemigo; la astucia,
decimos, y la seducción, que eran su fuer-
te, y que, en esa nueva ocasión, le dieron
los resultados que buscaba. Y le vino á
favorecer la circunstancia de que se reci-
biera la noticia de la muerte del Liberta-
dor, precisamente cuando Urdaneta aca-
baba de firmar la capitulación de la Cié-
n e g a . . Muerto Bolívar, murieron las es-
peranzas de los que veían en él la salva-
ción de Colombia. Los cuerpos que esta-
ban á órdenes de Urdaneta fueron pro-
nunciándose gradualmente por el Gobier-
no de Flores; Guayaquil firmó el acta de
214

13 de Febrero y luego siguieron las de los


demás pueblos.
El historiador Cevallos, que se mues-
tra apasionadamente severo contra los je-
fes que tomaron parte en el movimiento
del 28 de Noviembre, se vio en el caso de
hacer una excepción del General Illing-
worth y juzgarle con justicia, ya que la
honradez acrisolada y la alta moralidad y
conducta siempre ejemplar de tan digno
Jefe se imponían por sí mismas. En efecto;
dice el historiador, que fué de sentirse el
destierro de unos pocos, y en especial del
General Illingworth, "uno de los más
honrados, apacibles y de buenas costum-
bres que vinieron á derramar su sangre
por la independencia de Colombia". Y
agrega: "sus entrañables afectos por el
Libertador, bajo cuyo Gobierno y amparo
podían únicamente, en su sentir, consoli-
darse las instituciones de su Patria adop-
tiva, le envolvieron en la impopular y
malhadada causa de Urdaneta ( ); y tuvo J

que padecer persecusiones y sufrir las ma-


las consecuencias del destierro"..
Verdad que tuvo que sufrir las duras
consecuencias de una persecusión extre-
mada. Porque no pareció suficiente deste-
rrarle, sino que le fueron embargadas sus
propiedades, confiscados sus bienes y los

(1) L a causa de Urdanetaf La causa cíe Colombia de-


bió decir el Sr. Cevallos, si quiso escribir con propiedad
y no cometer un error histórico, que es grave, aunque á
primera vista, no lo parezca.
215

de su esposa, y se le redujo á vivir en el


ostracismo, privado hasta de los recursos
adquiridos por sus solos esfuerzos, sin de-
ber nada á la munificencia oficial, sin ha-
ber recibido la menor dádiva de aquellas
con que improvisaron fortunas, en todo
tiempo, los que hicieron de la política un
negociado y una especulación de su falso
patriotismo....
El General lllingworth vivió pobre,
m u y pobre, en el destierro; pero siempre
digno, siempre consecuente para con su
glorioso pasado, para con sus limpios an-
tecedentes.
Bastará relatar un hecho histórico,
m u y honroso por cierto, para aquilatar
la severidad del General lllingworth en
cuanto á rectitud y nobleza de sus proce-
dimientos.
Hallábase desterrado en Paita y vi-
viendo con su familia en la más honrosa
pobreza, cuando sobrevino el conflicto del
Perú con Chile. El Gobierno peruano ins-
tó á lllingworth para que aceptara el
título de Almirante y se hiciera cargo de
la organización y mando de las fuerzas
navales, con el sueldo que él mismo tu-
viera á bien fijar. Pero el pundonoroso y
digno jefe se negó enérgicamente; mani-
festando que jamás entraría en campaña
contra una Nación cuya bandera se le
había confiado para llevarla al tope de su
nave, á las conquistas de la libertad en
las aguas del Pacifico; que jamás se des-
216

mentiría su cariño por esa Nación que


fué la primera en solicitar su colaboración
para la Independencia. Despreció los ho-
nores y riquezas qué se le ofrecieron; y
continuó en su destierro, pobre, pero
digno, como siempre lo había sido, como
continuó siendo durante su larga y ejem-
plar existencia

XXtl
Regresó el General Illingworth del des-
tierro á principios de 1836.
Y á había terminado la guerra llama-
da de los chihuahuas, de Rocafuerte contra
¡

el Gobierno de Flores, mediante los conve-


nios que ambos celebraron en Julio de 1834;
y á habían sucumbido en la carnicería de
Miñarica, el 18 de Enero de 1835, las fuer-
zas que sostenían en el interior al Gobier-
no de Valdivieso; ya había terminado el
período presidencial de Flores y sido pro-
clamado Jefe Supremo don Vicente Roca-
fuerte; yá se había reunido la Convención
de 1835 y elegido Presidente de la Repúbli-
ca al mismo señor Rocafuerte.
El General Illingworth se vio obligado
á permanecer en Guayaquil, gestionando
la devolución de su hacienda, confiscada
contra todo derecho, y que había sido ma-
terialmente arrasada. Y esa devolución
se hizo, porque se iba á necesitar de sus
influencias Y fué en los precisos mo-
217

méritos en que i b a á poner en juego esas


influencias cuando pudo establecerse nue-
vamente en su propiedad.
En una palabra, el Gobierno se veía
en serios conflictos por las causas que lue-
go vamos á explicar; y, agotado todo recur-
so, envió su salvo-corducto al General
Illingworth, viendo en él la única persona
capaz- de sacarle del apuro y poner reme-
dio á una situación desairada.
Parecía destinado Illingworth á que
se le solicitara como, mediador ó pacifica-
dor en las circunstancias.difíciles, como lo
hemos visto en el curso de esta narración;
y una vez más se apelaba á su prestigio
para tal objeto.
En efecto; el infatigable guerrillero
José Dionisio Navas, que se había puesto
en armas contra el Gobierno de Plores des-
de 1834, no se había dejado seducir por los
convenios de Julio, ni amedrentar por el
sangriento triunfo que obtuviera Plores en
Miñarica, el 18 de Enero de 1835. Conti-
nuaba impertérrito la campaña, fustigan-
do por todas partes á las tropas de Gobierno,
sorprendiéndolas con su especial estrategia,
cansándolas, rindiéndolas; sin que él y los
suyos se cansaran ni rindieran jamás. Tal
estado de cosas era yá desesperante para
el Gobierno y había apelado á diversos re-
cursos para ponerle término. No habían
dado resultado alguno las insinuaciones
ni propuestas de indulto, etc.; y habían fra-
casado las comisiones que llevaran algunas
218

personas de viso cerca de Navas con ese


objeto. Léase el siguiente oficio:

"Estado del Ecuador.—Corregimiento


del Cantón.—Daule, á 11 de Febrero de
1835. -Al Sr. Prefecto del Departamento
del Guayas.
"Señor:—Acaba de decirme el Sr. Do-
mingo Santistevan, que los enemigos no
entran en convenio alguno, y que, por tan-
to, se retira de su comisión. Q) Claro es
que estos malvados no están por el orden
y sus miras se dirigen sólo á destruir los
pueblos. ( ) 8

Dios guarde á U. S. — Francisco Javier


Escobar:" 1

Entonces fué cuando se pensó en el


General Illingworth; entonces fué cuando
se invocaron sus nobles, sus generosos sen-
timientos, para que interviniera. Y el Ge-
neral Illingworth, poniendo á un lado sus
justos resentimientos, y pensando que era
necesario cortar él derramamiento de san-
gre y aún prestar alguna garantía á esos
valerosos guerrilleros que no eran otra cosa,
sino una parte de las huestes á cuya cabe-

(1) L o mismo que ésta, fracasaron todas las gestiones


posteriores, hasta Mayo de 1836.
(2) M u y lejos estaba N a v a s de ser un m a l v a d o : era, sí,
m u y tenaz en sus propósitos; y el mismo Gobierno le exas-
peró para continuar en la campaña, á causa de los fusila-
mientos de los guerrilleros que caían prisioneros y aún de
sus simples partidarios; fusilamientos que se efectuaban
sin fórmula a l g u n a de juicio y en montón.
za había estado el mismo Rocafuerte y que
no habían querido sujetarse á unos trata-
dos que consideraban como personalísimos
y obligatorios, por lo mismo, tan solo para
Rocafuerte; el General lllingworth, deci-
mos, accedió súplica de Flores y se
comprometió á servir de mediador para
poner término á la campaña. En conse-
cuencia de .ello, la Comandancia General
del Distrito, decía al Coronel Comandante
de Armas de la Provincia, en oficio fecha-
do el 2 de Mayo:

"El Sr. General don Juan lllingrot,


marcha con el objeto de establecerse nue-
vamente en su hacienda Chonana (*); y ha
convenido con S. E. el General en Jefe, en
llamar á Navas, el jefe de los facciosos, y
ofrecerle perdón en nombre del Gobierno
( ), si quiere en adelante vivir tranquila-
2

mente en su casa; y también todos sus com-


pañeros. Me parece ser éste el medio más
eficaz y más pronto, para restablecer la
tranquilidad en todo el Cantón Daule; par-
ticularmente cuando el Sr. General llling-
worth tiene amistad con el referido Navas,
y éste, sin duda, Gomará sus consejos en
todo.—Por consiguiente, ordeno que, en
(1) La hacienda tornó el nombre del de la antigua tribu
de indios,—los ohonanas,—que poblaban ese territorio.
(2) N o era á ésto simplemente que se había comprome-
tido l l l i n g w o r t h ; sino a l a celebración de un convenio que,
al poner término á la guerra, sirviera de garantía á N a v a s
y sus compañeros. N o admitió que á los guerrilleros se les
considerara como bandoleros, según se les trataba, sino
como revolucionarios políticos.
220

adelante, U. S. obre de acuerdo con el Sr.


General Illingrot; previniendo al Sr. Co-
mandante Ferrusola y demás jefes y oficia-
les lo mismo.— Por de pronto, U. S. debe
cesar en la persecución de los facciosos,
hasta verse con el General Illingrot y acor-
dar las medidas que deben tomar; y así,
U. S. hará proclamar la concordia por to
das partes, desde el momento en que esta
nota llegue á sus manos."

El Comandante Navas, en efecto, tenía


por el General Illingworth gran venera-
ción y cariño, desde mucho tiempo atrás;
y la opinión y consejos del segundo eran
decisivos para el primero.
No dejó, pues, Navas, de acudir al lla-
mamiento, y pronto se presentó en la ha-
cienda Chonana, más que con la idea de
una transacción segura y honrosa para él,
porque desconfiaba del General Flores y
del Gobierno, por el deseo de saludar al Ge-
neral Illingworth, después de tan largos
años de destierro.
El General Illingworth recibió á Na-
vas con su acostumbrado cariño; y, entran-
do á tratar de la campaña, le hizo ver la
inutilidad de su continuación y la conve-
niencia de un convenio con las debidas ga-
rantías, y en el cual no descuidaría Illing-
worth las seguridades y ventajas que se
pudieran obtener para el tenaz y valeroso
guerrillero y los que aún le acompañaban.
Navas no vaciló; pidió únicamente que
221

la capitulación se hiciera bajo la garantía


del General Illingworth; y, obtenido ésto,
fué suficiente para que se decidiera á capi-
tular.
En comunicación fechada en Chona-
na el 16 de Mayo, decía el General Illing-
worth al Comandante General del Distrito:
"Ayer tuve la satisfacción de infor-
mar á U. S. de la llegada á esta hacienda,
del Sr. José Dionisio Navas con su partida;
así como su sometimiento al Gobierno y á
las leyes; y ahora, tengo el honor de acom-
pañar á IT. S. un testimonio de la declara-
toria que hice hoy á dicho individuo, sobre
las condiciones del indulto. Impuesto de
ellas, estos hombres que por tanto tiempo
se habían resistido, manifestaron su rego-
cijo; y, habiendo recibido de mis manos un
certificado del indulto, se restituyeron á
sus hogares.
"En la lista nominal que acompaño,
se han expresado, para conocimiento del
Gobierno, los grados que tenían algunos
individuos de la partida del Sr. Navas.—
Las armas de fuego que me ha entregado
éste, consisten en siete fusiles y nueve ca-
rabinas, que él mismo entregará á la Co-
mandancia de Armas de Manabí.
" A mi regreso á esa cuidad, que será
dentro de cuatro días, impondré á U. S. de
los demás pormenores."
Hé aquí, ahora las bases de la capitu-
lación que puso término á esa larga y san-
grienta campaña de los guerrilleros:
222

"En conformidad con la autorización


que me ha conferido S. E. el General en
Jefe del Ejército, Juan José Flores, á nom-
bre del Supremo Gobierno, para la pacifi-
cación del Cantón Daule, y principalmen-
te para someter á la obediencia de las leyes
al Sr.. José Dionisio Navas y los individuos
que componían la partida que obraba á sus
órdenes, por medio de un indulto pleno y.
comprensivo de toda su conducta durante
la pasada, rebelión; y, siguiendo en lo posi-
ble el sentido noble y generoso con que el
:

General en Jefe interpretó las miras del


Gobierno, en orden al, restablecimiento de
la concordia y el ahorro de la sangre ecua-
toriana; vista la entrega franca y expontá-
nea, que el Sr. Navas y sus compañeros me
han hecho, c o m o á agente del Gobierno, el
día de hoy, de sus personas,; armas y mu-
niciones, en el momento de estar cerciora-
dos de los términos y el objeto de mi mi-
sión, he venido en hacer,; en favor de los
expresados, la siguiente declaratoria:
"1°.—El Sr. José Dionisio Navas y. los
individuos comprendidos en la lista nomi-
nal que se adjunta, quedan indultados por
su conducta desde el 15 de Agosto de 1834
hasta la presente fecha; y no podrán ser
jamás ni reconvenidos por los actos come-
tidos durante la época citada. :

"2 .—Gozarán de los beneficios del ar-


o

tículo anterior, todos aquellos que se hubie-


ren hallado en la partida del Sr. Navas, ó
en cualquiera otra de los disidentes en este
223

Cantón, y que habiéndose separado antes


de la presentación de dicho señor, hubie-
sen quedado ocultos por infundados rece-
los de persecución ú otros motivos, con tal
que, dentro del término de veinte días, se
presenten ante mí ó cualquiera autoridad.
''3°.—Las personas comprendidas en
los artículos anteriores, no pueden ser re-
queridas en los juzgados por especies toma-
das en funciones de armas y consumidas
durante la rebelión. En cuanto á los ga-
nados y otras especies que no han sido ha-
bidas de la manera referida, y aún existen,
sin que hayan sido adjudicados por una
autoridad competente, designará el Gobier-
no el modo y forma en que debe hacerse
la restitución á sus legítimos dueños.
"4°.—Siendo los comprendidos en este
indulto, en su mayor parte, vecinos de la
parroquia de Santa Lucía, el Gobierno se-
ñalará un día para que concurran á pres-
tar el juramento á la Constitución de la
República, en el pueblo de dicha parroquia.
"5 .—Queda á mi cargo recomendar á
o

S. E. el General en Jefe, la buena conduc-


ta que en la presente transacción han ma-
nifestado los que hacían con el Sr. Navas
las funciones de oficiales.
"De esta declaratoria será remitido un
ejemplar á S. E el General en Jefe, otro á
la Comandancia General del Distrito del
Sur, y el tercero queda en poder del Sr.
José Dionisio Navas, para su resguardo y
fines consiguientes.—Dado en la hacienda
224

Chonana, en el Cantón Daule, á 16 de


Mayo de Juan Illingwt n

Por parte del Gobierno, debemos decir-


lo, se cumplieron fielmente las anteriores
condiciones; y, lo que es más, se aprobó
una adición por la cual se reconocía á Na-
vas y otros militares que le acompañaron,
sus grados respectivos, y se hizo extensivo
el indulto á todos los guerrilleros que se
hallaban presos.
Se había convencido el Sr. Rocafuerte
de que los medios á que había apelado por
la valiosa mediación del General Illing-
worth, resultaban más eficaces que los nu-
merosos fusilamientos de grupos de guerri-
lleros que se habían hecho en los campos
y en diversas poblaciones rurales!.

Establecido nuevamente en Chonana,


se dedicó el General Illingworth á reparar
los daños que había sufrido esa hermosa y
rica propiedad.
En ese mismo año, asociado á don Ma-
nuel Antonio de Luzarraga, trabajó, con
buen resultado, en el sentido de que los
agricultores del Cantón Daule emprendie-
ran en el cultivo del algodón; pidieron á
Europa las máquinas necesarias para pre-
parar el producto para la exportación, y
dieron gran impulso á la nueva industria.
En esta empresa correspondió al Sr. Luza-
225

traga proporcionar el capital necesario, y


al General Illingworth la labor agrícola;
alcanzando después de cierto tiempo á cu-
brir su capital el Sr. Luzarraga; y luego
quedó Illingworth como dueño único de, la
empresa.

En 1836 había sido elegido el General


. Illingworth, Senador por la Provincia de
Loja; pero, resuelto como estaba á no vol-
ver por entonces á la vida pública, renun-
ció su elección y le fué admitida por el Con-
greso extraordinario de 1837.
En ese mismo año le fueron extendi-
das sus letras de cuartel como General de
Brigada; y en 1839 sólo aceptó el cargo de
Inspector de las Milicias del Cantón Dau-
le, sin otro sueldo que el que gozaba por
aquellas letras.
Elegido nuevamente Senador, se excu-
só de asistir al Congreso de 1842; y así vi-
vió, alejado de toda participación en la po-
lítica, hasta que, por sus convicciones y
porque á ello le obligaba su patriotismo,
volvió á las agitaciones de la vida pública,
en 1845.
226

XXIII

El General Juan José Flores había sido


electo Presidente de la República por el
Congreso de 1839; y en 1843 terminaba su
período presidencial.
Mediante combinaciones bien prepara-
das y hábilmente desarrolladas, se hizo im-
posible la reunión del Congreso desde 1841;
y de allí resultó la Convocatoria de una
Convención que se reunió en 1843.
Esa Asamblea comenzó por dictar una
nueva Constitución, que fué llamada Carta
de Esclavitud, porque en uno de sus artícu-
los consagraba la reelección del Presiden-
te de la República, con el objeto único de
que el General Flores continuara indefini-
damente en el poder.
Fué reelecto, efectivamente, el General
Flores; pero, desde ese mismo instante, fué
cosa segura una insurección nacional. La
revolución, que estaba en la mente y en el
propósito de la gran mayoría ciudadana,
daría pronto al traste con los propósitos de
Flores. El procedimiento de este General
era un reto á los pueblos; y los pueblos re-
cogieron el guante, aceptaron el desafío y
se prepararon á la lucha.
El 6 de Marzo de 1845 estalló la revo-
lución en Guayaquil; iniciándose por el
pronunciamiento del cuerpo de Artillería,
que se vio inmediatamente reforzado por
gran número de ciudadanos que tomaron
las armas voluntariamente.
227

Después de reñido combate con el Nú-


mero 2°., á cuya cabeza se puso el General
Wright, Comandante General de la plaza,
cuyas fuerzas fueron rechazadas, aunque
no del todo vencidas, sobrevino una capi-
tulación honrosa para tan digno jefe.
No es de este Jugarla relación detalla-
da de esa revolución esencialmente popu-
lar. Tendríamos que entrar, no solamente
en muchos pormenores, sino también que
rectificar algunos puntos en los que ha pa-
decido errores de alguna significación el
historiador Cevallos, y otros en que tam-
bién incurrió el Doctor Moncayo en su obra
"El Ecuador, desde 1825 á 1875." En otra
obra ( )hacemos la relación circunstancia-
!

da de ese movimiento nacional, y rectifica-


mos, con pruebas documentadas, los erro-
res á que nos referimos.
El 7 de Marzo quedó constituida una
Junta de Gobierno, que la formaron los se-
ñores Vicente Ramón Roca, Dr. José Joa-
quín Olmedo y Diego Noboa; Junta de la
cual fué el primer Secretario General el
Dr. Pablo Merino; pero, habiendo éste pa-
sado al desempeño déla Gobernación de la
Provincia, fué reemplazado por don José
María Cucalón en el Ministerio General.
Fué nombrado General en Jefe del
Ejército que debía organizarse inmediata-
mente, para sostener la campaña, el Gene-
ral Antonio Elizalde, ascendido á General
de División.
(1) Historia del Ecuador.— 1845 á 1883.
228

Por lo que respecta al General Illing-


worth, no se hallaba en Guayaquil; corti-
nuaba en su hacienda Chonana, entera-
mente dedicado á sus labores agrícolas.
Pero la transformación política nece-
sitaba de los importantes servicios de tan
entendido y prestigioso Jefe; y la Junta de
Gobierno comenzó por nombrarle Inspec-
tor General de Milicias del Cantón Daule,
como el más á propósito y acaso el único
capaz de organizar una fuerza respetable
en esa sección, lo cual era de la más ur-
gente necesidad. Hé aquí un oficio relati-
vo á tal nombramiento.

"Gobierno Provisorio del Ecuador. —


Secretaría General.—Guayaquil, á 13 de
Marzo de 1845.—Al Sr. General Comandan-
te General del Distrito.
"S. E. el Gobierno provisorio, tiene por
conveniente nombrar al Sr. General don
Juan Illingworth, Inspector General de las
Milicias del Cantón Daule, para que tome
todas las medidas oportunas áfin de poner
una fuerza respetable en ese Cantón, ca-
paz, no sólo de' resistir en el caso de ser in-
vadido (*); sino también de tomar la ofen-
siva cuando convenga, y de auxiliar, siem-
pre que las circunstancias lo exigieren.
. "Sé ha visto él Gobierno en la necesi-
dad de ocupar al Sr. General Illingrot en
(1) Era, en efecto, inminente el peligro de que, llegadas
las tropas de Plores á Babahoyo, invadieran por el lado de
Daule para abrir campaña sobre G u a y a q u i l
este destino, por causas no de poca impor-
tancia y consideración. El pueblo de Dau-
le es de bastante respetabilidad; se ha pro-
nunciado vigorosamente por la causa de
las leyes; parece que los vecinos principa-
les no están en perfecta armonía, como es
indispensable para el éxito de la restaura-
ción; y ninguna persona es más aparente
que dicho Sr. General, para arreglar con-
venientemente todos los intereses y poner
en estado ventajoso las fuerzas de ese te-
rritorio. No hay duda que sería importan-
te la permanencia del Sr. Illingrot al lado
del Gobierno; pero, tío pudiendo esto suce-
der, por lo delicado de la comisión que se
le encarga, como por el estado de su salud,
cree el Gobierno que cualquiera que sea el
lugar de su residencia, los servicios que
preste ala Patria serán altamente satisfac-
torios y de la mayor trascendencia.
"U. S., al comunicar al Sr. General
Illingrot esté nombramiento, pondrá tam-
1

bién en su noticia los sentimientos de que


se halla animado el Gobierno á su respec-
to.—Dios y Libertad.-José María Cucalón."

El 16 de Marzo decía al General Illin-


grot el Ministro General:

;"E1 Gobierno autoriza á'Ú.S, para que,


en su carácter de Inspector dé Milicias y
de Jefe dé las operaciones militares .en ese
Gantón, cuyo nombramiento dirijé á U . S,'
: : ;

con esta fecha la Gómáhdáncia. General del


230

Distrito, obre con toda la..plenitud de facul-


tades que exijan las circunstancias, en
cuanto conduzcan á levantar y organizar
la fuerza necesaria para poner á esos pue-
blos en estado de perfecta defensa, á man-
tenerlos en la unión y tranquilidad conve-
niente al mismo fin; y á alejar, de acuerdo
con la autoridad civil de aquel Cantón, to-
dos los estorbos que pudieran embarazar
estos objetos.—El Gobierno, que tiene en
U. S. toda la confianza que merecen sus ta-
lentos militares y patrióticos precedentes,
descansa tranquilo en la prudente activi-
dad de sus disposiciones y en el fruto que
ellas deben producir á la causa de los pue-
blos."

El General Illingworth procedió inme-


diatamente a l a organización de las fuer-
zas, en lo cual alcanzó completo éxito, de-
bido á sus grandes influencias y su activi-
dad; y consiguió poner término á las dife-
rencias de los vecinos principales, unifican-
do sus opiniones y dirigiendo la acción de
todos en el sentido de trabajar en concier-
to por la causa nacional, Y si el Cantón
Daule se había pronunciado resueltamen-
te por esa causa, el entusiasmo creció al
desaparecer las rivalidades y esos pueblos
prestaron un importante contingente para
la campaña.
El General Otamendi, que había sido
enviado por el Presidente Flores á Baba-
hoyo para que organizara allí las milicias
231

y tomara medidas para la campaña, se pro-


poso operar sobre Daule, ya para dominar
ese Cantón y disponer de sus cuantiosos
recursos, ya para cortar la comunicación
por ese lado, de Guayaquil y Manabí, ya
para facilitar la campaña sobre esta pro-
vincia y aún sobre la misma ciudad. Pero
las medidas tomadas por el General Illing-
worth le impidieron avanzar,y tuvo que
reducir su acción á los pueblos del Cantón
Babahoyo; que también debían pronunciar-
se á poco andar. El siguiente oficio mani-
fiesta las providencias que Illingworth in-
dicó para oponerse á los movimientos de
Otamendi:

"Inspección de Milicias de Daule.—


Hacienda Chonana, á 16 de Marzo de 1845.
—Al Señor General Comandante General
del Distrito.
"Es la una de la tarde, hora en que aca-
ba de avisarme el Sr. Comandante de la
Caballería Cívica, Domingo Ordeñana ( ), 1

que el cabo de su escuadrón, Agustín He-


rrera, le dá la noticia de que, habiendo él
General Otamendi reclutado fuerzas en Bo-
degas [Babahoyo], ha oficiado al Corregi-
dor y al Cura de Baba; y, aunque supongo
qué sea con el objeto de anunciar su mar-

( l j ' ' E I patriota Sr. Domingo Ordeñana, pariente políti-


:

co del General Illingworth. organizó, moritó, y vistió a su


costa él escuadrón que mandaba, constante de 130 plazas,
y pasó con él & incorporarse con la División de Guayaquil
que s e h a l l a b á en el T e j a r .
2}\2

cha por aquella vía, rio expresa Herrera el


motivo ríe esas comunicaciones.
"Sin embargo, por la situación de este
Cantón, que se halla expuesto á ser presa
del enemigo y de perderse sus recursos
para la causa de la libertad (0, debo hacer
á IT. S: las siguientes peticiones.
I . — Que se tomen medidas, por medio
o

de las autoridades y personas adictas de


Samborondón, Baba y ¡Vin CBS, SJ fin de que
den pronto aviso al Comandante Militar de
Daule, de cualquier movimiento avanzado
que hiciese el enemigo, siempre que inten-
tase pasar directamente á Daule. por la vía
de Candilejo, pues ahora se facilita este
movimiento por hallarse las sabanas nave-
gables por cualquiera parte.
" 2 . — Que si la marcha del enemigo fue-
o

se por Baba ó el estero de Vinces, con di-


rección á los pasos del río Bobo, se dé par-
te, volando, al expresado Comandante Or-
deñan a ( ), que se halla en su hacienda de
a

Manantial, reuniendo la primera compañía


de su escuadrón, para cubrir dichos pasos;
y, al mismo tiempo, se duplique el aviso al
Comandante Militar y al Corregidor de
Daule; advirtiendo que, si no recibimos es-
tos avisos anticipados, no habrá tiempo
para hacer resistencia, y menos para reple-

(1) Los mejores cuerpos organizados por Illingworth en


el Cantón Daule, habían venido también á incorporarse
con el grueso del Ejército; y le quedaban pocasfuerzas pa-
ra defender esa importante sección territorial.
(2) Ordeñada no pasó á El T e j a r hasta el mes de abril.
gar alguna parte délas milicias sobrevesta
plaza.
"3"'.—Que se remita inmediatamente
de ese parque, 60 fusiles, con la dotación co-
rrespondiente, para armar alguna gente de
la infantería; y á más, cien lanzas y cua-
renta carabinas para, del mismo modo, ir
armando los soldados de caballería que se
reúnan; pues, aunque se necesitará m u c h o
más armamento, si quedase lugar para
continuar la organización de las milicias,
no creo conveniente exponer más armas,
sino las necesarias para, hacer alguna re-
sistencia y cubrir la retirada de alguna
fuerza. •
"4".—Que si U. S. puede, con comodi-
dad, amagar la ocupación de Bodegas, bien
sea por las fuerzas de Yaguaehi, ó de otro
modo que retuviese al enemigo en aquel
punto, sería de la más vital importancia
para salvar algunos recursos de este Can-
tón.
"En cuanto á la reunión y organiza-
ción de las Milicias, poco se ha adelantado
todavía, ya por la crudeza de la estación,
ya por algunas disposiciones equivocadas
y contradictorias. Mas, si hay lugar de
continuar el plan trazado y que vengan
las armas suficientes para cubrir siquiera
la retirada, podré muy pronto dar cuenta
á TJ. S. de los resultados. —Dios y Libertad,
—Juan lllingrot."

Tal era la situación al comenzar el Ge-


234

neral Illingworth la organización para la


defensa de tan importante zona, muy ex-
tensa y colindante con la que ocupaba Ota-
mendi con sus fuerzas. Pero éste también
necesitaba tiempo para organizar, no di-
gamos una invasión por el lado de Daule,
sino la misma defensa de Babahoyo, ame-
nazado por las fuerzas de Guayaquil. Y fué
ese tiempo precioso el que supo aprovechar
el General Illingworth, n o t a n solo para or-
ganizar los cuerpos que vinieron á engro-
sar el Ejército marcista, sí que también
para poner en seguridad el Cantón y aún
extender su acción á proteger la resisten-
cia por el lado de Vinces.-Y así, vino á su-
ceder que las tropas vetet anas de Flores, al
llegar a Babahoyo, amagadas por el lado
de Daule y de Guayaquil, tuvieron que re-
ducirse casi á sus atrincheramientos en la
hacienda Elvira, donde se hicieron fuertes
y opusieron, á la verdad, una fuerte resis-
tencia.
No pasaremos desadvertida la actitud
patriótica de la familia Ordeñana. Yá he
mos apuntado que don Domingo organizó,
montó, vistió y equipó á su costa un escua-
drón de 130 plazas; ahora debemos dejar
constancia del contenido de un oficio del
General Illingworth á la Comandancia Ge-
neral, fechado en Daule el 27 de Marzo, y
en el que decía:—"El señor José María Or-
deñana, Alcalde I . Municipal de este Can-
o

tón, animado del entusiasmo que inspira


la santa causa ele la libertad de su patria,
235

solicita por medio de esta Inspección, el


puesto de segundo Comandante del Escua-
drón de lanceros que se organiza actual-
mente en esta villa. Lo pongo en conoci-
miento de U. S., para que se sirva resolver,
consultando á S. E. el Supremo Gobierno
provisorio, sobre el grado que solicita este
joven que tan principal parte tuvo en el
pronunciamiento de este C a n t ó n " . .
Estos detalles no deben ser omitidos
por los historiadores en ningún caso; ya
porque revelan el grado de patriotismo de
los ciudadanos; ya porque la historia debe
recomendar los nombres de los que se dis-
tinguieron en sus desinteresados servicios
a l a Patria; ya para ofrecer esos nombres
y esas acciones á la gratitud de los pueblos.

El General Plores, que se puso en ca-


mino á Babahoyo en cuanto tuvo noticia
de la revolución del 6 de Marzo, dio instruc-
ciones á Otamendi para que fortificara la
casa de la hacienda Elvh-a, situada río de
por medio frente á Babahoyo,-donde aho-
ra se halla la nueva ciudad del mismo nom-
bre,-y que se estuviese allí á la defensiva.
El General Elizalde, una vez organi-
zado el Ejército, marchó con él y la floti-
lla, sobre el campo enemigo. El 3 de Mayo
fueron atacadas las fortificaciones enemi-
gas; se empeñó una lucha heroica y san-
grienta; los asaltos á las fortificadas posi-
28(5

ciones ele Otamendi fueron admirables; te-


rrible era el empuje de los entusiastas y
aguerridos cuerpos de Guayaquil, tanto
como enérgica y muy sostenida era la de-
fensa. Corrió á raudales la sangre; el Ejér-
cito marcista quedó diezmado; y, dejando
muchos muertos, heridos y prisioneros, —
entre éstos el admirable Francisco Jado,—
se puso en r e t i r a í d a . . . . . . . .
No desmayó el entusiasmo patriótico
en Guayaquil; comenzó inmediatimente
la reorganización del Ejército; el General
Illingworth se apresuró a mandar un ""nue-
vo,y considerable contingente; y,' tal fué la
acción del civismo de estos pueblos, que
casi de seguida, emprendían la marcha las
nuevos fuerzas, y el 10 de Mayo atacaban
por segunda vez los parapetos de la Elvira.
Igual heroísmo, en dos asaltos, igual bra-
vura en la defensa; nuevos torrentes de
sangre; y el mismo resultado que la vez
anterior. El General Elizalde tuvo que or :

denar la retirada.
Nuevamente se comenzó la reorgani-
zación del Ejército, con la base de lo que
quedaba después de los combates de la El-
vira; á lo cual se agregó una fuerte divi-
sión organizada en Manabí por el General
l'rvina, que llegó con ella á Guayaquil el
27 de Mayo, y otros contingentes' venidos
del Cantón Daule, de Máchala, etc. --
''Repuesto así él Ejército,—dice e l h í s -
eoriador Cevallos,- fué llamado á su cabeza
ti General Illingrot, por indicación del
237

mismo Elizalcle, quien, por la cuenta, com-


prendió que su Gobierno no estaba satisfe-
cho, como no podía estarlo, de los resulta-
dos de sus dos expediciones."
En efecto, así sucedió, como lo mani-
fiesta el siguiente oficio:

"N°. 36.-Gobierno Provisorio del Ecua-


dor.-Secretaría General.—Guayaquil, á 21
de Mayo de 1845.—Al Sr. Comandante Ge-
neral del Distrito.
"Con esta fecha digo al Sr. General
Comandante en Jefe del Ejército lo que
sigue:—"S. E. el Gobierno Provisorio, con-
siderando de suma importancia la presen-
cia de U. S. en esta ciudad, para dirigir los
aprestos militares, y de acuerdo con los
deseos manifestados por U. S., de venir á
ella con el mismo objeto, ha tenido á bien
resolver que, no pudiendo el Sr. General
Ayarza ir á reemplazar á U. S., por razón
de la enfermedad que actualmente se halla
sufriendo, marche inmediatamente el se-
ñor General don Juan Illingrot á hacerse
cargo de la división, á fin de que U. S. pue-
da luego verificar su venida."—Lo i que
transcribo á U. S. para su conocimiento, y
con el fin de que se sirva facilitar todos los
recursos que necesite para su marcha el ex-
presado señor General Illingrot, quien de-
berá salir mañana mismo para el Cuartel
General.—Dios y Libertad:—José María
Cucalón.'''
1
>
238

El General lllingworth, al encargarse


del Ejército y de la dirección de la campa-
ña, cambió ele táctica, proponiéndose lle-
gar al resultado clel triunfo sin mayor de-
rramamiento d e s a n g r e . Conservando
siempre su Cuartel General en Samboron-
dón, para estrechar al ejército de Flores
por ese lado, dispuso también la moviliza-
ción de fuerzas clel Cantón Daule para eme
se apoderaran nuevamente ele Baba, Vin-
ces y Pueblo viejo, á fin de privar al ene-
migo ele los recursos de esas poblaciones y
quitarle toda comunicación por ese lado.
Continuando el desarrollo de su plan de
campaña, despachó al Coronel Guillermo
Bodero con una columna, por la vía de Ya-
guaehi, conduciendo triple armamento, y
con órdenes é instrucciones precisas para
operar en todas las poblaciones del tránsi-
to hasta Cuenca.— Se reunieron á las fuer-
zas de Bodero el Coronel Viteri, el Capitán
Víctor Proaño, el Doctor Francisco Mon-
talvo y otros. Llegados á Alausí, se pronun-
ció esa población y luego los demás pue-
blos comarcanos, dando un buen contin-
gente para engrosar la columna expedicio-
naria.
El 4 de Junio s¿ presentaban las fuer-
zas de Bodero en el Tablón de Machángara,
á corta distancia de Cuenca; coincidiendo
con el pronunciamiento de Loja efectuado
el día anterior; y después de ciertas gestio-
nes para la rendición pacífica de la ciudael
capital del Azuay, que resultaron vanas,
239

se empeñó el combate, el mismo día 4; que-


dó el triunfo por los marcistas, después de
media hora de lucha, en la que se distin-
guieron el Coronel Viteri, el Comandante
Camilo Borja y el valiente Capitán Bolívar
Villamil; y el día 5 la ciudad de Cuenca
firmó el acta de adhesión á la causa pro-
clamada el 6 de Marzo en Guayaquil.—
Pero casi en seguida llegó, á su vez, al Ta-
blón del Machángara el Coronel Raimun-
do Ríos, enviado en auxilio de las fuerzas
de Cuenca con unos 240 hombres de tropa
veterana. Aquí intervínola esposa de Ríos
y, después de muchos esfuerzos, consiguió
que este jefe "se separara del General Plo-
res para servir á la Nación"; y así quedó
asegurado el triunfo de la causa marcista
en aquellas provincias.
El plan de campaña ideado por el Ge-
neral Illingworth, daba, los mejores resul-
tados, sin grandes sacrificios. El General
Flores, encerrado en la Elvira sólo conser-
vaba yá sus comunicaciones con Quito;
pero pronto fué privado de ellas: la revolu-
ción del Norte se propagó pronto; los pue-
blos se fueron pronunciando uno tras otro;
cayó en poder del General José María Gue-
rrero la Capital de la República; la aban-
donó el personal del Gobierno, trasladán-
dose, á Latacunga; y entonces el aislamien-
to de Flores en sus posiciones de la Elvira
fué casi absoluto. Se podía decir que esta-
ba terminada la campaña y asegurado el
triunfo de la Revolución de Marzo, j
240

Entre tanto, "habíanse cruzado entre


el General Flores y el General Illingrot,
Comandante en Jefe del Ejército del Gua-
yas, algunos oficios relativos al cange de
prisioneros; y el primero, al contestar uno
de ellos, propuso suspensión de hostilida-
des.—Aceptada la proposición por los del
Gobierno provisional, se determinaron á
nombrar los comisionados que habían de
arreglar la paz, no yá temporalmente, sino
de una manera definitiva"
El historiador Cevallos, al exponer las
razones que, según su entender, movieron
al Gobierno de Guayaquil á aceptar las
propuestas de la capitulación de Flores,
deja deslizar una m u y extraña, por cierto,
cual lo es la de que acaso "se consideraba
sin los medios suficientes para apurar la
caída de su e n e m i g o " . . . . E x t r a ñ a idea, re-
petirnos; extraña ocurrencia la de Cevallos,
que le hace caer en contradicción, puesto
que él mismo, en su relato, pinta la crítica
situación de Flores en su aislamiento de la
Elvira, y dice: " L a revolución pujante en
el litoral, contó desde entonces c o m o segu-
ro su triunfo; y así fué la verdad: el ejérci-
to de la Elvira, menoscabado por la muer-
te, enfermedades y deserción, iba á menos
de día en d í a " . . . Y siendo ésto así; siendo
efectiva la fuerza de la revolución en todo
el país y reducido Flores á la Elvira con
sólo esa tropa tan menoscabada,—¿cómo
se entiende lo de que el Gobierno de Gua-
yaquil "se considerase sin los medios sufi-
241

cientes para apurar la caída de su enemi-


go"? Precisamente era á Flores á quien fal-
taban los medios para sostenerse-; y de no
haber sido así; de haber abrigado siquiera
alguna esperanza, no habría sido él quien
se resolviera á capitular.
Los tratados, según las instrucciones
del Gobierno de Guayaquil á sus comisio-
nados, debían tener por base indispensable
"la separación de Flores del Ecuador"; y
con esa condición principal y precisa fué
suscrito el Convenio, en la hacienda Vir-
ginia, el 17 de Junio; y el día 1H, se celebró
el Convenio adicional, que es el más impor-
tante y el que contiene la cláusula de la
"separación de Flores", quien salió del
Ecuador el 25, después de presenciar las
fiestas que con gran entusiasmóse celebra-
ron en Guayaquil por el triunfo de la Re-
volución Nacional iniciada en esta ciudad
el 6 de Marzo.
Terminada la campaña cuyo éxito se
debía en gran parte á los esfuerzos y peri-
cia del General lllingworth, éste entró al
desempeño de la Comandancia General de
Guayaquil; pero, viendo yá pacificado en-
teramente el país, renunció el cargo, y se
dedicó nuevamente á sus labores agrícolas.
Siempre fué igual el procedimiento de
lllingworth: en los días de lucha, cuando
la Patria reclamaba sus servicios, lo aban-
donaba todo por el cumplimiento del deber;
y, una vez pasado el peligro, una vez con-
cluida la lucha, se retiraba modestamente
242

á sus pacíficos trabajos, al cuidado de sus


intereses, sin más ambición que la de ver
prosperar á la República, que era su patria
adoptiva y para cuyo progreso y engran-
decimiento no dejó de trabajar en ningu-
na ocasión.

XXIV

Convencido el General Illingworth de


que la prosperidad del país se aseguraría
por medio del desarrollo de la agricultura
y las industrias fabriles, tomaba á empe-
ño cuanto decía relación con tan patrióti-
ca labor. Y así, yá hemos visto cómo, por
su iniciativa, se implantó en grande esca-
la la industria algodonera en el Cantón
Daule, y cómo fué el primer introductor
de las maquinarias aplicables á la explo-
tación de ese producto. En la hacienda
Chonana se veían hasta hacen pocos años,
el edificio y restos de las maquinarias que
allí fueron con el objeto indicado.
Siempre en el mismo empeño de pro-
pender á cuanto podía influir para el ade-
lanto público, tomó en 1845 gran interés
para que se estableciera en Guayaquil una
gran factoría mecánica y de fundición,
que tanta importancia tendría, ya para el
desarrollo de la industria, ya para que los
hijos del país se dedicaran al aprendizaje
de esos interesantes ramos profesionales.
343

El pliego de indicaciones relativas al


establecimiento de la factoría, presentado
por el General Illingworth, dice:
u
E n todos los puntos civilizados del
globo, se emplea en él día el auxilio de la
maquinaria para facilitar las operaciones
de la industria y de las artes; y, de consi-
guiente, en ninguna p rte se podrá des-
preciar su cooperación, sin exponer á la
s( ciedad, si nó á una marcha retrógrada,
por lo menos á quedar retrazada relativa-
m e n t e á las demás; á degenerar en una es-
pecie de aislamiento con respecto al mun-
do industrial; negándose á las ventajas
del progreso, fomentado por las artes é in-
dustrias, aplicadas á las necesidades de la
vida.
''En la provincia de Guayaquil exis-
ten yá cinco clases de empresas cuyo po-
der motriz es la maquinaria de vapor; á
saber, la navegación, el aserrío de made-
ras, los molinos ó ingenios de azúcar de
los señores Camba y Gallegos, y las des-
motadoras de algodón de Chonana. Ade-
más, el Sr. Vicente Ramón Roca aguarda
una maquinaria que debe aplicar igual-
mente á la industria azucarera. —En Qui-
to existe una fábrica de géneros de algo-
dón, y otra de tejidos de lana en la pro-
vincia de Imbabura, ambas con maquina-
ria moderna; y en Manabí ha instalado el
Sr. Manuel Córdova varias máquinas, pa-
ra elaborar azúcar, para harina, para teji-
dos, etc.
244

"Ahora, bien; sucede que todas estas


empresas y otras que pudieran formarse,
quedan expuestas á grandes atrazos y á
gastos exorbitantes. Si se pierden ó se
rompen una ó más piezas de las maquina-
rias, es preciso suspender todo trabajo por
uno ó dos años, mientras se ocurre á Eu-
ropa ó Norte América para reemplazar la
pieza en cuestión, la que no siempre vie-
ne como se pide. Es igualmente preciso
que cada empresario tenga á sueldo ur in-
geniero mecánico extrangero, por el temor
continuo de que sufra daños su instala-
ción ó porque no hay en el país quien se-
pa cuidar y manejar las maquinarias.
"El Gobierno, por su parte, tiene que pa-
gar de mil quinientosá mil seiscientos pesos
al año, para sostener un maquinista en el
buque de vapor, que es de tanta utilidad
al Estado y al público en general; suce-
diendo con la máquina de esa nave lo que
con las demás, por estar expuesta á la rup-
tura, desgaste, etc. de sus piezas; y tam-
bién tendría que suspender el servicio, tai-
vez en los momentos más apremiantes; y
aun quedaría abandonado el buque, ex-
puesto á la destrucción de la inmovilidad.
"Todos éstos inconvenientes, de suyo
graves, y muchos otros, quedarían reme-
diados mediante la. instalación de un ta-
ller mecánico y de fundición. Además,
este taller ó factoría daría gran impulso y
estimularía las infinitas empresas indus-
triales que reclama la bella y rica pro-
245

vincia marítima de Guayaquil, y aun pa-


ra las demás del Ecuador; pues las gran-
des dificultades que se presentan al hom-
bre emprendedor é industrioso para adqui-
rir maquinarias ó instrumentos que su-
plan ó ahorren el trabajo manual y nos
permitan competir con la industria de los
demás pueblos; así como las que se pre-
sentan para el manejo de las instalacio-
nes, desalientan al espíritu de empresa y
nos dejan atrás en la marcha de los pro-
gresos industriales. — Todos estos perjui-
cios y atrazos, repito, desaparecen por el
establecimiento indicado, bajo la dirección
de un hábil profesional que. en primer lu-
gar, montaría la maquinaria pertenecien-
te á cualquiera empresa, y estaría en ap-
titud de reparar inmediatamente todo da-
ño: y, al mismo tiempo, enseñaría, en po-
cos días, el mecanismo, á cualquier joven,
para que, mediante un salario moderado,
atendiere á dichas máquinas; y así se ob-
tendrían hombres competentes en el ra-
mo, muy útiles al progreso nacional.
"En el servicio de Policía de sanidad,
se halla muy atrazada la ciudad de Gua-
yaquil, en proporción á las exigencias del
clima, que requiere un grado superior de
aseo, á fin de establecer y conservar la sa-
lubridad en la única plaza marítima y
mercantil del Ecuador; plaza que es el
mercado de sus productos todos, de sus
transacciones, cambios, préstamos y toda
clase de operaciones comerciales. Por lo
24(>

mismo, el problema de la sanidad de Gua-


yaquil tiene que ser de alta importancia
nacional, ya que se presenta la necesidad
de que los hijos de las serranias puedan
venir á este emporio de tantas riquezas,
sin temor de perder la salud y aun la vi-
da.—Pues bien; no es dable concebir pla-
nes de mejora en este ramo de tan vital
importancia, sin el auxilio de la maquina-
ria. Si quisiéramos conservar el aseo en
los patios de nuestras casas y en las calles
de la ciudad, sería preciso mejorar el em-
pedrado y la condición de las acequias, pa-
ra que las aguas encuentren libre curso y
para que el aire nocturno no se cargue de
emanaciones pestilentes de las aguas de-
tenidas. Serían menester las maquinarias
baratas que se emplean para reducir las
piedras á formas angulares; ó una de aque-
llas para hacer de uno á dos mil ladrillos
empedernidos por hora, para que el públi-
co pudiera adquirirlos al reducido precio
de cuatro ó cinco pesos por millar.
-

"Si quisiéramos refrescar nuestras ca-


lles, y tener un medio de combatir los in-
cendios, elevando el agua del río y hacién-
dola correr por acequias, seguramente no
podría hacerse sin el poderoso auxilio de
varias y sencillas maquinarias. (1)

(1) Fijemos la atención en que, al hacer presente el


General Illingworth las ventajas de las instalaciones á va-
por, se preocupaba, desde aquella época, de problemas de
gran importancia para G u a y a q u i l ; tales como el de la ne-
cesidad del saneamiento, que no hemos resuelto en lo ab-
soluto t o d a v í a ; y desde entonces también insinuaba el
247

"Finalmente, si al cabo ele tres siglos


ríe la fundación de Guayaquil, se determi-
nase traer al centro de sus plazas un cau-
ce inagotable de agua dulce, en lugar de
continuar proveyendo á una ciudad prin-
cipal por medio de botijas, ( 1 ) ni más ni
menos que como se hace la aguada de un
barco, y con un costo anual para la pobla-
ción, de cerca de cincuenta y cuatro mil
pesos, el empleo de la maquinaria daría
los medios, en muy poco tiempo, para que
desapareciera este símbolo patente de nues-
tro atraso, esta causa perenne de las en-
fermedades que abruman á un pueblo si-
tuado, por otra parte, en uno de los mejo-
res climas de la zona tórrida; esta causa
constante de padecimientos para el pobre,
y que hace encarecer hasta los medios que
contribuyen al aseo personal. ( 2 )
"Las bombas de incendios, al estable-
cerse la factoría, serían conservadas en
buen estado y aumentadas hasta donde
fuere menester. Los artesanos hallarían
en la factoría los implementos de sus ofi-
cios; y una rebaja gradual de precios ten-
dría lugar en los artefactos de primera ne-
medio de la provisión de agua para combatir los incen-
dios, por el mismo sistema de elevación que tenemos des-
>de 1905, naturalmente más perfecto, más completo, en ra-
zón de los medios más ventajosos que ha proporcionado
el progreso.—Pero resulta que la primera iniciativa del
sistema, corresponde al General Illingworth.
(1) Se trata el agua para el consumo, del río Daule,
en botijas, transportadas por medio de balzas.
[2] Desde entonces también insinuó el General Illing-
worth la provisión de agua potable, casi como ahora la
tenemos.
248

cesidad, á mutuo beneficio del industrial


y el consumidor; ventaja de no poca, im-
portancia en éste que es uno de los países
más caros clel mundo.
"Mas, el establecimiento de la facto-
ría hallaría embarazos si no se contara
con una persona apta para dirigirla y co-
rresponder á las esperanzas puestas en tal
fundación. Esta persona la tenemos, fe-
lizmente, en el Sr. L. P. Kuhn, quien, por
una experiencia inmediata de cinco años,
ha acreditado su honradez y sus buenas
costumbres, unidas estas prendas á vastos
conocimientos en la ingeniería mecánica.
Este inteligente profesional ha presenta-
do el siguiente cálculo muy aproximado
ele los elementos que se necesitan para el
establecimiento ele la factoría, y el valor
de ellos. [1]

"Resulta de aquí que, por la suma de


cinco mil trescientos pesos, se instala una
factoría nacional, que ofrece las numero-
sas ventajas á que he aludido en esta ex-
posición, y otras no difíciles de prever. Y
supuesta la aprobación de S. E. el Gobier-
no Provisional, la cuestión del fondo de
donde se ha de proporcionar esta suma,
será la que ocupe á S. E. Se verá si el
Erario ha de facilitar el crédito necesario
en Baltimore, que es la ciudad más propia
para conseguir los elementos indicados;
[1] Suprimirlos el presupuesto por considerar incon-
ducente y pesada la inserción de él.
249

si este préstamo se hace con cargo á los


fondos municipales, como empresa propia
de esta Corporación, etc
Guayaquil, á 30 de Agosto de 1845.— Juan
Illingrot.
El Gobierno Provisorio, estudiado el
asunto, y convencido de las ventajas de la
propuesta, la acogió decididamente; y, el
6 de Setiembre, decía al General Illing-
worth el Ministro General:
"He recibido y puesto en conocimien-
to de S. E. el Gobierno Provisorio, la apre-
ciable nota de U. S., fecha 30 del mes
próximo pasado, y la propuesta que acom-
paña, para el establecimiento de un taller
de maquinaria y factoría en esta ciudad,
con las observaciones que U. S. hace á es-
te respecto; y S. E. me ha ordenado con-
testar á U. S. que, penetrado de las gran-
des ventajas que reportará el país con el
enunciado establecimiento, no ha vacila-
do en aceptar dicha propuesta; y que, en
consecuencia, se autorizará inmediatamen-
te á la Gobernación de esta provincia, pa-
ra que, de los fondos públicos, proporcio-
ne los recursos pecuniarios que para ello
necesita el empresario, según el cálculo
que él mismo ha formulado; sin más con-
diciones que la de prestar una garantía
para la redención del capital dentro de
cierto número de años, que se extipulará
de común acuerdo, y de emplear algunos
hijos del país, como aprendices, en su es-
tablecimiento; debiendo quedar, por consi-
250

guíente, el empresario, en el libre uso del


taller. — S. E. me encarga, por último, dar
a IT. S. las más expresivas gracias por la
parte que ha tomado; siendo ésta una
prueba elocuente del laudable interés que
U. S. toma por los adelantamientos indus-
triales de la República. - Dios y Libertad.
—José Ribas.' '
1 1

El 17 de Octubre de ese mismo año de


1845, se firmó el contrato con el Sr. Kuhn,
ciudadano de los Estados Unidos de Norte
América; prestando su garantía para el
cumplimiento el General lllingworth.
El 15 de Mayo de 1846 se recibía en
Guayaquil un aviso del Cónsul ecuatoria-
no en Baltimore, de haber sido despacha-
das las maquinarias en la fragata mer-
cante Seamos; y la factura de ellas, según
el mismo anuncio, arrojaba un costo de
cinco mil ochenta y ocho pesos; cuya can-
tidad se ordenó fuese pagada á la casa de
Manuel Antonio de Luzarraga, que «ra la
que había proporcionado los fondos al Sr.
Kuhn; y ese pago se dispuso del sobrante
de la renta de sales, una vez cancelado el
de los veinte mil pesos que el Sr. Luzarra-
ga proporcionó para ser entregados al Ge-
neral Flores á su salida del país.
El taller mecánico y de fundición que-
dó instalado en una extensa área de terre-
no, á orillas del estero llamado de Saragu-
ro, en lo que es hoy la esquina sureste in-
tersección de la calle ''Industria" y Aveni-
da Olmedo. De él salieron muchos y cora-
251

peten tes mecánicos, herreros y fundidores


nacionales; se hicieron allí numerosas é
importantes obras; y prestó indiscutibles
beneficios públicos.
En 1851 terminó la contrata del Sr.
Kuhn; la factoría pasó sucesivamente á
otras manos, hasta que desapareció, harán
unos treinta años.

XX V

Desde 1846, el General Illingworth fué


elegido para Representante por diversas
provincias.
En ese año ocurrió por primera vez la
duda de si podía "recibir sufragios para
elector (1) y ser elegido' . La consulta la
1

hizo la primera autoridad del Cantón Dau-


le, y fué resuelta en sentido afirmativo.
Pero alejado de la polítita, se mantuvo
dedicado exclusivamente á sus labores
agrícolas, y á trabajar por otros medios
para el progreso de su patria adoptiva.
En este sentido, las iniciativas del General
Illingworth eran de aquellas que hoy mis-
mo, en el grado de adelanto á que hemos
alcanzado, se consideran como las más efi-
caces en la práctica. Y asi, en 1847, el
Presidente de la República, don Vicente
(1) Las elecciones no eran directas; se elegía primera-
mente á los miembros del Colegio Electoral de cada pro-
vincia; éstos elegían los diputados al Congreso; y la Le-
gislatura hacía la elección de Presidente y Vicepresidente
de la República, etc.
252

Ramón Roca, acogió con entusiasmo la


idea de una Sociedad para trabajar por el
fomento de la agricu [tura, que ha consti-
tuido siempre la gran fuente de la riqueza
nacional y constituye su porvenir.
El 25 de Mayo del año citado, decía el
Ministerio de lo Interior en oficio al Gober-
nador de Guayaquil:
"Deseoso S. E., el Presidente de la Re-
pública 'de tocar todos los resortes del es-
píritu de empresa, á fin de reanimar la in-
dustria agrícola, ha creído conforme á es-
te deseo de dictar el adjunto decreto, crean-
do una Sociedad de Agricultura, compues-
ta de personas celosas de la prosperidad
pública y cuyos nombres se hallan consig-
nados en la lista que acompaño, á efecto
de que se les dirija por U. S los corres-
pondientes nombramientos y una copia
autorizada del decreto antedicho. Esta
Junta deberá reunirse en Guayaquil el día
prefijado por esa Gobernación; para cuyo
efecto removerá todos los inconvenientes
que pudieran presentarse para la realiza-
ción de tan benéfico proyecto.—S. E. el
Presidente confía en el amor patrio que
distingue á los ciudadanos á quienes se
excita para que concurran á formar la
Junta, para el mejor desempeño de tan
importante encargó; y U. S. dará cuenta
á este Ministerio, de haber cumplido con
lo dispuesto en el decreto mencionado".
El decreto en cuestión dice así en su
parte dispositiva:
253

"Art. 1°.—Para preparar las mejoras


de eme es suceptible la agricultura en la
Provincia de Guayaquil, se formará una
Junta de agricultores, compuesta de los
individuos que, al efecto, designará el Go-
bierno.
"Art. 2 .—El Gobernador de la Provin-
o

cia de Guayaquil, convocará á los miem-


bros, fijando el día y hora en que deba
instalarse la Junta.
"Art. 3°.—Llegado el día prefijado en
la convocatoria, se verificará la instala-
ción, con el número de miembros que hu-
biesen concurrido, quienes deberán ser
presididos por el Jefe Político del Cantón,
hasta que se hagan las elecciones de Di-
rector, Sub-Director y Secretario, cuyos
nombramientos podrán recaer aun en los
miembros ausentes.
"Art. 4 . La Junta podrá aumentar
o

sus miembros,hasta el número que le pa-


rezca conveniente; y, además, procurará
adquirir socios corresponsales en otros
puntos de la República y fuera de ella.
"Art. 5 .—Fijará, igualmente, los días
o

en que debe celebrar sus sesiones en el


curso del ano; las mismas que no podrán
rebajar de cuatro veces; debiendo celebrar-
se dichas reuniones en la casa municipal
del Cantón en que hubieren determinado
abrir las sesiones. Unas de sus primeras
ocupaciones, serán las de formar el Regla-
mento interior, para el orden de sus traba-
jos, y la de nombrar comisiones que deban
254

encargarse de los distintos ramos del ob-


jeto y fin de la Junta de Agricultores.
"Art. 6°.—Pedirá, por medio de su Di-
rector, á las autoridades de la Provincia,
las providencias más convenientes y capa-
ces de remediar las necesidades de la agri-
cultura, siempre que dichas resoluciones
pudieran legalmente dictarse por las auto-
ridades respectivas; y, en caso de incompe-
tencia, se ocurrirá ante el Supremo Go-
bierno del Estado.
"Art. 7 .—Serán atribuciones de la
o

Junta:
1°. - P r o m o v e r la mejora en el cultivo
y beneficio de todos los frutos que se cose-
chen en aquella Provincia.
2 .—Procurar ia aclimatación de nue-
o

vas plantas y frutos, que sean de conocida


utilidad.
8 .—Promover la limpieza de los ríos;
o

la apertura de nuevos canales y esteros


que ofrezcan mayor comodidad y seguri-
dad en las navegaciones; el establecimien-
to de puentes y barquetas donde fueren
necesarios; y dirigir al Gobierno los pro-
yectos que deben insertarse en los regla-
mentos de policía rural, sobre el trabajo
de peones en las haciendas de labor, con
todos los demás que se estimaren útiles al
progreso de los establecimientos agrícolas,
á fin de que dichas indicaciones formen
parte de los reglamentos policiales de los
cantones de la Provincia.
"Art. 8".—El Director y, por su falta,
255

el Sub-Director de la Junta, podrán en-


tenderse de oficio con las autoridades de
la provincia; y éstas franquearán los datos
que aquellos hayan pedido para objetos
relacionados con sus trabajos y que exis-
tieren en las oficinas y archivos públicos.
"Art. 9".-Anual mente publicarán una
memoria de estos trabajos; y, además,
cuantos otros documentos y avisos consi-
deren útiles al fomento de la agricultura.
"Art. 10. - Se procurará excitar el pa-
triotismo de los ciudadanos en favor de
esta institución; y se mandará abrir sus-
criciones voluntarias y formar, con el
producto de ellas, un fondo que sirva pa-
ra los gastos de las indicadas publicacio-
nes, para la reimpresión de folletos que
contengan nuevos sistemas de cultivo y
mejoramiento de plantas adaptables al
clima de la Provincia de Guayaquil; y pa-
ra la compra de semillas, herramientas y
más útiles de labor.
" A r t 11". - E l Director se entenderá
directamente con el Ministro de lo Inte-
rior en todos los asuntos concernientes á
sus trabajos; elevará á su conocimienco
los informes y proyectos que haya consi-
derado la Junta como importantes al ade-
lantamiento de la agricultura; y dará cuen-
ta del celo y puntual asistencia de los so-
cios, en los días designados para la celebra-
ción de sus sesiones '.
1

Los designados por el Gobierno para


formar la Junta de Agricultura, fueron
256

los señores General Juan Illingworth,


Juan ele Aviles, Rafael Bayas, Coronel
Camilo Lanclín, Manuel Flores Rúales,
José Gómez, Juan de Aguirre, Manuel
Otoya, Manuel Venégas. Manuel Aceve-
do, Dr. José María Maldonado, Juan Ro-
dríguez y Coello, Juan Otaola, Pedro Pa-
blo García Moreno, Francisco Camba, Mi-
guel Marín, Miguel Lavayeu, Ramón Avi-
les, José Aspiazu, Juan Sánchez y Corde-
ro, Joaquín Cordero, Domingo Cordero,
Rafael Lara, Manuel Baque-rizo, Juan Ma-
clas, Ignacio Rivera, José María Gal vez,
Esteban José Amador, José María Carbo,
Coronel Lorenzo Garaicoa, General Tomás
Carlos Wright, José Antonio Paredes,
Diego Noboa, Manuel Plazarte, Santiago
Camposano, Juan José Viera, Francisco
Lara, Nicolás Aviles, Manuel Beltrán y
Miguel Anzoátegui (1).
La Junta de Agricultura quedó cons-
tituida con la mayor parte de los miem-
bros designados por el Gobierno, y funcio-
nó hasta 1849, teniendo como Director al
General Illingworth. Pero las agitaciones
políticas, que en todo tiempo han sido fa-
tales para nuestras mejores instituciones,
han interrumpido las más patrióticas la-
bores y desbaratado los más recomenda-
bles proyectos, acabaron también entonces
con una asociación cuyos trabajos iban
perfectamente encaminados y hubiera ,11er
(1) Hemos conservado el mismo orden en que aparecen
los nombres en la lista original.
257

gado á prestar grandes beneficios á la agri-


cultura nacional.
Pero esto no des rain uye el mérito de
la iniciativa, que correspondió al General
Illingworth, ni el de la acción oficial y la
de quienes cooperaron á la realización de
tan importante proyecto.

* *
En 1817, el Ecuador se preparaba pa-
ra hacer frente á la expedición armada
que había organizado el General Juan Jo-
sé Flores, con el apoyo de la Reina Regen-
te doña María Cristina. El Perú. Nueva
Granada, Chile y Bolivia hacían también
sus preparativos para combatir tal expe-
dición.
En esas circunstancias, como era ne-
cesario organizar una Escuadra en el Pací-
fico se resolvió designar al General Illing-
worth para mandarla. Al efecto, el Mi-
nisterio de lo Interior ofició, el 2? ele Enero
del año indicado, al Gobernador de Gua-
yaquil, á fin de que significara al General
la designación que se había hecho en su
persona, y el deseo general de su acepta-
ción.
El General Illingworth se hallaba por
entonces sumamente enfermo y sufriendo
mucho de la vista. Sin embargo; se trata-
ba, no yá de una simple guerra civil, sino
de la misma independencia de estos países,
y no vaciló en sacrificarlo todo: contestó,
258

pues, que, llegado el caso, estaría pronto á


cumplir su deber.
Felizmente, la expedición, ya casi or-
ganizada del todo, fracasó, mediante las
activas gestiones de los Representantes
Diplomáticos de algunos Estados america-
nos en Londres y París; los buques fueron
embargados en el Támesis y nos vimos li-
bres de un serio conflicto.

Y a digimos que, cuando fué desterrado


el General Illingworth por Flores, el Go-
bierno le embargó ó confiscó su hacienda
Chonana, que quedó arruinada.
Las reclamaciones que hizo al respec-
to fueron desatendidas; y, en 1849, creyen-
do acaso que un espíritu de justicia inspi-
raría á la Legislatura, elevó un nuevo re-
clamo. Pero tampoco obtuvo resultado
favorable; y desde entonces hasta su muer-
te, no volvió á interponer reclamación al-
guna.
* *
En Febrero de 1850 estalló en Guaya-
quil una revolución contra el Gobierno del
Vicepresidente don Manuel Ascásubi.
Fué el caso que, al terminar el período
administrativo de don Vicente Ramón Ro-
ca, la opinión se dividió entre dos candi-
datos; el General don Antonio Elizalde y
don Diego Noboa.
259

El Congreso no pudo hacer la elección


de Presidente de la República, porque en
todas las votaciones y escrutinios, ningu-
no de los dos candidatos logró obtener la
mayoría sobre el otro, y así llegó y se
cumplió el plazo fatal señalado por la
Constitución para la elección presidencial;
resolviéndose que el Vicepresidente se hi-
ciera cargo del Poder Ejecutivo.
En Febrero fué proclamado en Gua-
yaquil el General don José María Urvina
como Jefe Superior Civil y Militar; pero él
mismo convocó al pueblo, resignó su auto-
ridad suprema ante una junta de nota-
bles, y entonces fué designado el Sr. No-
boa para Jefe Supremo.
Pero en las provincias de Manabí,
Cuenca y Loja, fué proclamado también
el General Antonio Elizalde; de donde re-
sultó una situación sumamente violenta,
que conmovió toda la República; siendo in-
minente el peligro de que se produjera
una guerra, que hubiera resultado muy
sangrienta. Cada día puede decirse que
surgían nuevas complicaciones y parecía
imposible llegar á un a r r e g l o . . . .
El General Illingwoth se mantuvo
neutral en tan desgraciada emergencia,
deplorando las desgracias del país, para
las cuales no veía otro remedio que el de
un pacífico avenimiento.
No quiso aceptar cargo alguno ni del
Sr.'Noboa ni del General Elizalde; pero no
se negó, sino que se apresuró á aceptar,
260

como otras veces, el papel de mediador.


El General Urvina, que era el General en
Jefe de las fuerzas que sostenían á JNoboa,
insinuó á éste la conveniencia de evitar
una guerra, cuando yá los ejércitos esta-
ban á punto de llegar á las manos; y se di-
rigió con igual objeto al General Illing-
worth, pidiéndole su apoyo en tal sentido.
Los tratados que se firmaron en la
Florida fueron el resultado de esas gestio-
nes; y el General Illingworth fué uno de
los signatarios de ellos, por parte del Gene-
ral Elizalde.
Convocada una. Convención Nacional,
y aunque luego surgieron algunas compli
cationes, el resultado final fué que, reuni-
da en Quito esa Convención, eligió Presi-
dente de la República al Sr. Diego Noboa.
El General Elizalde se había separado
voluntariamente del país, renunciando á
toda acción, por no envolver á la Repúbli-
ca, en una lucha civil; y así pareció tran-
quilizado todo y consolidada la paz.

XXVI

Hubiera quedado, efectivamente, ase-


gurada la tranquilidad pública y el Gobier-
no del Sr. Noboa no habría encontrado obs-
táculos mayores, si no se produjeran cir-
cunstancias fatales para ese Gobierno, pro-
vocadas por sus propios amigos y sostene-
dores.
261

En efecto; la Convención, con imper-


donable ligereza y con una precipitación
que la hizo desde el primer momento sos-
pechosa, se dio á una labor de represalia ó
más bien de venganza de lo más inconsul-
ta, de lo más inoportuna, de lo más peli-
grosa.
De una plumada decretó que fueran
borrados, para siempre, del escalafón mili-
tar numerosos jefes y oficiales, precisa-
mente de entre los que más se habían dis-
tinguido en la revolución y campaña de
1 8 4 5 . . . . Y no sólo ésto, sino que ordenó de
seguida la reinscripción también de mu-
chos Generales, jefes y oficiales conocida-
mente partidarios del General Plores, en
los momentos precisos en que este General
se hallaba por las vecindades, ocupado en
preparar una nueva expedición contra el
Ecuador. . . S e abusó de la buonhomía y
debilidad del Sr. Noboa que, así como era
un distinguido y honorable ciudadano, ca-
recía de esa energía especial que tienen po-
cos mandatarios para sustraerse á las in-
fluencias fatales de los amigos que les ro-
dean
El resultado fué, que los procedimien-
tos á que nos hemos referido, y otros que
fueron no menos imprudentes y hasta fal-
tos de lealtad, dieron margen y prestaron
•fundamento á la insurrección que estalló
en Guayaquil el 1? de Julio de 1851, procla-
mando al General don José María Urvina
Jefe Supremo de la República.
262

El mismo día llegaba á esta ciudad el


Presidente Noboa; era declarado prisionero
en el tránsito de Babahoyo á Guayaquil, y
enviado luego fuera del país.
Al pronunciamiento ele Guayaquil, si-
guió el de todos los pueblos clel litoral, y de
seguida la revolución se extendió átoda la
República; operándose la transformación,
casi sin derramamiento de sangre.
El General lllingworth no había toma-
do parte activa en la revolución de Julio;
pero en breve habían de ser solicitados sus
servicios, por circunstancias especiales que
ponían al país en serio peligro, y á él en el
caso de prestar, como en otros casos iguales,
su valioso contingente para la defensa na-
cional.
* *
En Febrero de 1852 se tuvieron en Gua-
yaquil las primeras noticias positivas so-
bre la expedición armada que había logra-
do organizar en el Perú el General Juan
José Flores, con el apoyo del gobierno de
esa Nación, para venir contra el Ecuador.
La tripulación y guarnición de las na-
ves expedicionarias, las componían, casi
en su totalidad, aventureros de diversas
nacionalidades, prontos siempre á engan-
charse, para cualquiera empresa.
La flota expedicionaria constaba del
vapor Chile, la fragata Lima, el bergantín
Almirante Blanco y la barca Esperanza; y
salió del Callao el 28 de Febrero.
263

La defensa de la plaza de Guayaquil


fué encomendada al General Illingworth,
que fué nombrado Comandante General
de Artillería, para tan importante objeto;
dándole como segundo al Coronel don Juan
José Val verde.
Se le encargó también la organización
de una escuadrilla; y entonces fué cuando
se adquirió, con muy ventajosas condicio-
nes el bergantín Silos Marean que recibió
el nombre de Seis de Marzo y fué armado
en guerra, poniéndolo bajo las órdenes del
mismo Capitán de Navio don Juan José
Valverde. (')
Ya digimos que la expedición de Flo-
res salió del Callao el 28 de Febrero. Fué
á estacionarse en la isla de Lobos para
completar allí su organización; hizo rum-
bo al Ecuador y se presentó en aguas de la
Puna el 8 de Abril, á las tres de la tarde.
Y a para esa fecha, el General Illingworth
había establecido la defensa de esta plaza
en la mejor forma que lo permitió la exca-
séz de elementos; y esperó tranquilo el ata-
que.
A la medía noche del 4 de Julio, se pre-
sentó la escuadrilla invasora hacia el sur
de la ciudad, y comenzó á disparar sus ba-
terías.
El General Illingworth se hallaba en
(1) El Seis de Marzo naufragó, en Octubre del mismo
•año en las eostas del C h o c ó ; pereciendo Valverde y cuan-
tos tripulaban la nave, pues sólo se salvaron tres.—Véase
" E s t u d i o s Históricos" por C. Destruge.
264

él fortín ele Saraguro, para mandar perso-


nalmente el combate; y le acompañaba el
General Villamil, Ministro de Guerra.
Un sólo cañón había disponible en la
batería de Saraguro ( ); y, en; cuanto la
3

escuadrilla se puso á tiro, rompió Illing-


worth el fuego, sosteniéndolo sin descan-
so hasta la madrugada, y con tal precisión
y acierto, que las naves expedicionarias,
salieron maltrechas, en derrota; retirándo-
se apresuradamente á su fondeadero ele la
Puna.
Sobrevino luego la sublevación ele los
tripulantes del vapor Chile, que trajeron
esa nave á Guayaquil y la entregaron al
Gobierno clel General Urvina, en la tarde
del 18 de Julio.
Fracasó también el General Flores en
la campaña terrestre que emprendió en el
territorio ele Máchala; vencidas sus fuerzas
en cuantos encuentros sostuvieron, pasó la
frontera Sur, y fué á refugiarse en Tum-
bes; terminando así esa expedición comba-
tida por toda la opinión pública clel Ecua-
dor.
Al General Illingworth correspondie-
ron, en su mayor parte, los laureles del
triunfo en la defensa de la plaza. Enfer-
(1) El fortín de Saraguro estaba situado en el extremo
oriental de la que es h o y A v e n i d a Olmedo, sobre la mar-
gen del río, y aún existen vestigios de ella. El cañón de
que se trata existe en el Musco de la Biblioteca Munici-
pal, á donde lo hizo trasladar en 1909 el autor de esta re-
lación, j u n t o con las piezas que sirvieron en 1828 para com-
batir á la escuadra peruana, y una que perteneció á la
histórica fragata Colombia.
265

mo. achacoso y casi ciego, no había perdi-


do nada de sus energías, y sos padecimien-
tos físicos no le impidieron prestar ese nue-
vo é importantísimo servicio á la Patria.

XXVII

El 6 de Marzo dictó el Jefe Supremo,


General Urvina, un decreto convocando á
elecciones de diputados á la Asamblea Na-
cional Constituyente que debía reunirse el
].?de Julio de 1852, en Guayaquil.
El 10 de Junio se verificó el escrutinio,
resultando elegido el General lllingworth
primer diputado principal por esta provin-
cia, siguiendo en orden de sufragios los se-
ñores Dr. Manuel Rodríguez Parra, Ramón
Benites, Juan José Robles, Teodoro Mal-
donado, Dr. Francisco X . Aguirre, José
María Vivero y Francisco Pablo Icaza.
Reunida la Asamblea en el día fijado
por el decreto de convocatoria, y como se
resolviera reformar la Constitución políti-
ca de 1845, adoptada provisionalmente, se
encomendó el estudio de ella para presen-
tar el pliego de reformas, á una Comisión
que, presidida por el General lllingworth,
lo formaron los señores Dr. Francisco X .
Aguirre, Dr. José Manuel Rodríguez Parra,
Manuel Bustamante, Manuel Gómez de la
Torre, Dr. Mariano Cueva y Dr. Francisco
Monta! vo.
266

En la sesión del 30 de Julio fué presen-


tado y leído el informe de la Comisión. Ex-
tenso es el documento, y tan interesante,
tan luminoso é inspirado en elevadas ideas
y principios tan avanzados, que considera-
mos un deber reproducirlo integro, no solo
por la importante parte que en él corres-
pondió al General Illingworth. sino tam-
bién porque es desconocido para la genera-
lidad. Dice así:
"Señor: Vuestra Comisión de Constitu-
ción, después de haber examinado deteni-
damente el todo y cada uno de sus artícu-
los, os presenta el proyecto de reformas que
en el estado actual de la República, consi-
dera más indispensables y urgentes.
"Vuestra Comisión ha creído que, limi-
tándose á las reformas que os propone,
cumple mejor con la voluntad de los pue-
blos que han deseado y pedido su restable-
cimiento.
" L a Constitución de la República es
ciertamente, defectuosa; y, c o m o otras
Constituciones americanas, contiene un
número considerable de disposiciones re-
glamentarias, que convendrá eliminar en
más felices circunstancias. La Constitu-
ción fué la expresión de la reacción de la
libertad contra la tiranía y la usurpación;
y, naturalmente, se resiente del espíritu
que la dirigió y de la precipitación con que
fué sancionada. Subyugado el país largo
tiempo por un poder extraño, creyó que,
suscribiendo á límites extrechos los pode-
267

res del Gobierno, y sujetando la elección


de los primeros magistrados á formas de
una severidad sin ejemplo, podría refrenar
la ambición de los aspirantes y prevenir
los excesos del poder que le había oprimido
escandalosamente. Costosa fué la expe-
riencia y cruel el desengaño; pues, casi
en ios mismos días de sancionada la Cons-
titución, estuvo á punto de perderse. Más
tarde se perdió, en efecto, y la República
ha tenido que atravesar por entre los to-
rrentes de la anarquía y de la guerra civil.
—Y, como si tantos males no fuesen bas-
tantes para servir de lección, ha tenido que
deploi'ar otras innumerables calamidades
y, lo que es más sensible para hombres que
tienen corazón ecuatoriano, ha tenido que
pasar por la vergonzosa humillación de
una invasión por verdaderos piratas, con
visos y talvez con los honores de legítimos
beligerantes. Vuestra Comisión no ha de-
bido olvidar lo pasado,—ni podía olvidarlo,
porque es muy reciente,-para no proceder
en la reforma que os propone, con toda la
mesura, con toda la circunspección que de-
mandan la importancia del asunto y la si-
tuación de la República, en sus más solem-
nes momentos. En el examen que ha he-
cho de la Constitución, ha creído encontrar
ciertos puntos esenciales, que le permiten
clasificar las reformas según su respectiva
importancia. Pero, antes de ésto, ha com-
prendido que, estando autorizado el Con-
greso por la Constitución para crear nuevas
268

provincias, es inútil comprender en la mis-


ma Carta Fundamental la enumeración de
las que componen actualmente el territo-
rio de la República. Por obviar esta difi-
cultad, ha reformado los artículos 3" y Viy°
de la Constitución, reproduciéndolos en el
1" de la reforma. La clasificación de que
se trata tiene por objeto ensanchar y for-
talecer el espíritu nacional, puesto á dura-
prueba en estos calamitosos tiempos; poner
el principio general de legislación penal en
armonía con los principios de humanidad
suprimiendo la pena de muerte en los deli-
tos políticos; prevenir la disolución del Go-
bierno, la anarquía, y la guerra civil, re-
dactando nuevamente los artículos que tra-
tan de la elección del Presidente y de los
casos en que el Vicepresidente y otros fun-
cionarios deben subrogarle; remover los
obstáculos que han impedido y que pueden
impedir la. elección de los altos funciona-
rios, y determinar con mayor claridad los
casos de sucesión entre los que están llama-
dos á ejercer el Poder Ejecutivo; propor-
cionar al Ejecutivo recursos para sostener
la Administración en tiempo de paz, y para
defenderla en tiempo de guerra, autorizán-
dole ampliamente para cuando se trate de
asegurar el orden, interior y defender el
país contra toda invasión exterior; privar-
le en algún modo de sus medios más cono-
cidos de corrupción, asegurando la inde-
pendencia del Poder Legistativo; evitar to
da confusión en la inteligencia de las leyes
269

'restableciendo el método antiguo de dero-


garlas; facilitar las reformas de la Consti
tución, aligerando las condiciones para
hacerlas. Además, se han puesto las dispo-
siciones transitorias, necesarias para res-
tablecer el orden constitucional.—Las na-
cionalidades americanas son nuevas; y más
nueva que todas, la nacionalidad ecuato-
riana apenas tiene siete años ( 1 ) de una
existencia vacilante, sostenida á fuerza de
constante combate. —Los últimos aconteci-
mientos de la República, en los que tanto
figura la traición de algunos desnaturali-
zados ecuatorianos, manifiestan la necesi-
dad de estimular el espíritu nacional, sea
marcando intencionalmente en la Consti-
tución todo el horror que inspira la trai-
ción, sea poniendo á los buenos ciudadanos
dejos de la tentación de amortiguar su pa-
triotismo y desdeñar el título de ciudada-
no del Ecuador. —: Para lo primero, se ha
puesto el Artículo 1". de las reformas, que
no es otra cosa que la reproducción del Ar-
tículo 11". de la Constitución, con la adición
-de que la facultad que tiene el Senado pa-
ra rehabilitar no se extiende á los casos de
traición: en favor de una nación ó de una
facción extranjera. Los ciudadanos que
componen vuestra Comisión de Constitu-
ción, se hallan bien penetrados del espíritu
de tolerancia é indulgencia que anima á

(1) . Se refería la Comisión á la existencia de la naciona-


lidad sólo desde 1845, año que fué llamado ''primero de la
•libertad". . <
270

los hombres civilizados, particularmente á


los verdaderos republicanos, cuando se tra-
ta de juzgar los errores y los delitos pro-
piamente llamados políticos; pero, recono-
ce, al mismo tiempo la profunda separa-
ción que existe entre esos errores y delitos
políticos, y el crimen de traición contra la in-
dependencia de la Patria, que es un crimen
capital contra la naturaleza, y el más an-
tisocial de todos los crímenes. —La Comi-
sión no cree hacer otra cosa que expresar
el sentimiento nacional, poniendo en el Ar-
tículo 2 . de las reformas la marca ignomi-
o

niosa que debe quedar grabada con carac-


teres indelebles sobre la frente de los trai-
dores. Pero, si yá está visto que la Repú-
blica puede fallecer por la traición, existe
otro hecho que se vá introduciendo silen-
ciosamente, y que no es menos alarmante
ni menos peligroso para su bienestar y sub-
sistencia. Interpretandose malamente el
Artículo 10". de la Constitución, en el cual
se autoriza á los ciudadanos para que pue-
dan admitir empleos de gobiernos extran-
jeros, se ha extendido esta facultad, hasta
el extremo de desempeñar estos empleos
en el propio territorio del Ecuador y cerca
del Gobierno de que son subditos, sin em-
bargo de existir en semejante situación la
doble incompatibilidad de la ley y del ho-
nor.—Los agentes diplomáticos y consula-
res gozan de'ciertos privilegios, más ó me-
nos extensos, que no pueden renunciar, n o
siendo, c o m o n o son, puramente persona-
271

les. En el hecho de restablecerse estos pri-


vilegios, quedan ellos, en ciertos casos, fue-
ra de la ley común, fuera de la ley de la
patria ecuatoriana. Así es que, la fórmu-
la especiosa introducida para hacer desa-
parecer la incompatibiladad, y que consis-
te en que los que admiten tales empleos no
renuncian los derechos y abjuran los debe-
res de ecuatorianos, no es ciertamente bas-
tante para que los soberanos á quienes sir-
ven, no reclamen por las ofensas que reci-
ban en las personas de sus agentes, con la
violación de los privilegios que el Derecho
de Gentes les concede. Crecen los incon-
venientes, cuando se considera que un
ecuatoriano, sirviendo en el Ecuador de
Cónsul extranjero, puede, si hay disención
entre el Ecuador y el Gobierno á quien sir-
ve, verse en la difícil alternativa de faltar
á su país ó á su gobierno. Ahora, si las di-
senciones llegaren á degenerar en una
guerra, y si las ventajas del empleo sedu-
cen al empleado, la alternativa es más di-
fícil, porque, ó tendrá que ser infiel á quien
lo emplea, ó traidor á su país. Además, es
sumamente perjudicial á la República, por-
que mina sordamente la nacionalidad del
Ecuador,; el que sus hijos encuentren en
banderas extranjeras una especie de pro-
tección, que indica el descrédito de la ban-
dera nacional. El hábito de servir á extra-
ños gobiernos, debe inspirar insensible-
mente cierto desapego por la tierra natal,
que naturalmente ha de propagarse á la f a-
miliá ele esos cónsules y trasmitirse á sü
posteridad. —En otras naciones en donde,
por razón de la población, es considerable
la porción de ciudadanos notables, serían
menos sensibles los inconvenientes que
acaban de observarse; porque el número de
los que desempeñasen consulados de otros
gobiernos, sería insignificante; pero en está
República, y particularmente en esta ciu-
dad, donde no hay muchas personas de
cierta importancia, el mal es inmenso, ab-
soluto, en tal grado que pronto se les vería
á todos convertidos en Cónsules, y la Re-
pública sin una gran parte de sus más ca-
paces y más útiles ciudadanos. Con el fin,
no sólo de contener, sino también de des-
truir este cáncer social, la Comisión os pro-
pone el Artículo 3 ., que prohibe á los ecua-
o

torianos por nacimiento, ejercer empleos


de otros gobiernos en el territorio déla Re-
pública.—Por mucho que nuestros obstina-
dos enemigos hayan dicho para desacredi-
tarnos ante las demás naciones, subsiste el
hecho, que es la mejor justificación de los
ecuatorianos,-de que, á pesar de sus disen-
ciones, nunca se ha visto en el Ecuador,'—
con una sola excepción.—aplicada la pena
de muerte por.delitos políticos. Este hecho
que caracteriza al pueblo ecuatoriano, es
una dispensación de la ley penal escrita.
La Comisión cree de suma importancia,
poner esta ley en armonía con nuestras
costumbres, estableciendo en el Artículo
4 ., como principio constitucional, la su-
o
273

PRESIÓN DE H PENA DE MUERTE EN LOS DE-


LITOS POLÍTICOS.—La necesidad, la urgen-
cia de reformar los Artículos 60°., 6L". y
65". de la Constitución, es tan manifiesta,
que es escusado justificarla. Bastará re-
cordar los sucesos funestos de estos dos úl-
timos años, que traen su origen de la exi-
gencia de dos tercios de votos para la elec-
ción de Presidente, y del vacío que, por una
falta de relación, quedó en la determina-
ción de los casos en que el Vicepresidente
debía subrogarle. En vez de esos artículos,
se han puesto el 5°., 6". y 7°. de las refor-
mas, en los cuales se exige únicamente la
mayoría absoluta para la elección, y se ge-
neralizan, sin límites, los casos de la subro-
gación, añadiéndose un procedimiento más
fácil para las votaciones.—La República,
para ser realmente libre, necesita dar á la
autoridad pública los medios necesarios
para subvenir á los gastos de la Adminis-
tración. Pero sucede que las rentas, por
un fenómemo peculiar á la naturaleza del
territorio, se hallan sujetas á las viscisitu-
des de las estaciones. Hé aquí que esca-
sean durante una parte del año, y en la
otra abundan, proporcionalmente hablan-
do. Ha sido, pues, necesario autorizar al
Poder Ejecutivo para recaudar anticipada-
mente las contribuciones del año, autori-
zación que la Constitución concedía única-
mente en circunstancias excepcionales.
Esta reforma se halla comprendida en el
artículo 8 .—Ha creído también la Comi-
o
274

sión, deber aumentar las facultades que,


por el artículo 75°. de la Constitución pue-
den conceder al Poder Ejecutivo el Congre-
so ó el Consejo de Gobierno. La experien-
cia ha demostrado que, en tiempos de con-
moción interior ó de guerra exterior, no es
posible sujetarse á las fórmulas de los jui-
cios, para prevenir las conspiraciones ó re-
primir á los conspiradores. En estas cir-
cunstancias, todo Gobierno que conozca la
importancia de su misión, todo Gobierno
que ama la paz interior y exterior del país
que se le ha confiado, todo Gobierno que
piensa seriamente en sostener la integri-
dad del territorio y la independencia nacio-
nal, tendrá que revestirse de los poderes
que no encuentra en la Constitución; pero
que encontrará en su patriotismo y en el
patriotismo de sus conciudadanos.—Yá es
tiempo de desechar cierto charlatanismo
que, puesto en acción, sólo ha servido para
ridiculizar y arruinar á los pueblos; y, so-
bre todo, es tiempo de hacer que la Consti-
tución sea una realidad, poniéndola de
acuerdo con las exigencias y necesidades
de los hechos, de los cuales ningún Gobier-
n o de honor ha prescindido ni prescindirá
jamás. A este fin, la Comisión os propone,
como reforma constitucional, el artículo 9°.,
que tiene por objeto facultar al Poder Eje-
cutivo, con toda la autoridad necesaria pa-
ra salvar la República, sujetándole alas
responsabilidades en que incurra por el
abuso que haya de esta autorización. Vues-
275

tra Comisión, proponiendo tan extensas


facultades para el Gobierno, sólo ha tenido
en consideración la necesidad que hay, de
medidas extraordinarias, convencida como
está de que ninguna nación se defiende con
leyes ni con principios utópicos, contra
enemigos que la atacan con las razones de
las bayonetas y del c a ñ ó n . . . . P e r o , conse-
cuentes á sus principios, de que la Consti-
tución no puede tener otro objeto que el de
la felicidad pública, juzga indispensable
que el Poder Ejecutivo quede sometido a l a
responsabilidad que le corresponda por el
abuso que hiciera del peligroso poder que
se le confiere.—Con este fin, se ha puesto
un parágrafo al artículo 9 . La Comisión
o

no pretende dar á la República un Gobier-


no tiránico, pues veis que las facultades
que se conceden al Ejecutivo, se limitan á
circunstancias m u y excepcionales, quedan-
do viva, en todo tiempo, la responsabilidad
por los abusos que cometa.—Autorizado el
Poder Ejecutivo para salvar la República,
no debe estarlo para perderla; y, por el con-
trario, la Constitución debe cortarle los
medios de corrupción, tan frecuentes, de
que se ha hecho uso para destruir la inde-
pendencia del Poder Legislativo, seducien-
do con empleos á los diputados del pueblo.
La Comisión tiene que decir altamente la
verdad, porque, de otro modo, faltaría á la
confianza con que la habéis honrado. El
Poder Legislativo ha sido, hasta hoy, en el
Ecuador una Corporación desacreditada,
276

y sus actos considerados como una expeou-


lación, y sin otro móvil, sin otro objeto que
el egoísmo. La Comisión teme, ciertamen-
te, los inconvenientes del artículo 110 que
os propone, para que los Senadores y Di-
putados no puedan recibir destinos del Po-
der Ejecutivo; porque muchos de sus miem-
bros servirían con gran provecho de la Re-
pública; pero prefiere este inconveniente
al estado de sujeción en que quedarían
los Congresos si no se oponen fuertes di-
ques á la corrupción que se ha introducido
en su seno, que ha excitado el desaliento
de los pueblos, y que cada día hace perder
la fé en las instituciones republicanas. -
El artículo 54° de la Constitución, fué una
de aquellas novedades que seducen mien-
tras no se practican. Como se había obser-
vado, particularmente en la Administra-
ción de Justicia, la dificultad de salvar la
oposición real y aparente entre diferentes
leyes, se dispuso en el citado artículo 54°,
que la ley derogatoria expresara minucio-
samente todo aquello que derogase en
otras leyes; y de esta innovación ha resul-
tado que, cuando los legisladores, por des-
cuido ú olvido, no han especificado todo lo
que trataban de derogar, quedaban vigen-
tes en realidad las leyes derogadas ó insub-
sistentes las nuevas leyes. Vuestra Comi-
sión, volviendo sumisamente al buen sen-
tido y á la experiencia de todas las edades
y de todas las naciones, os propone como
artículo 11", la disposición sencilla de que
27-7

la ley posterior deroga la anterior en todo


lo que le fuere contrario.—Interrumpido
por más de dos años el sistema constitucio-
nal, es indispensable, para continuarlo, re-
producir los artículos transitorios que se
encuentran en la Constitución, á los cua-
les se han agregado otros dos, c u y o objeto
es autorizar á la presente Asamblea para
proponer y acordar las demás reformas
que juzgue convenientes, sometiéndolas á
la definitiva aprobación de la primera Le-
gislatura, limitando para lo sucesivo el
tiempo en que pueden hacerse las refor-
mas y por la mayoría absoluta.—Penetra-
da vuestra Comisión del respeto y de las
consideraciones que las naciones se deben
en sus relaciones internacionales, ha pues-
to, entre los transitorios, el artículo 21°.,
que autoriza a los ecuatorianos que ejercen
funciones públicas de otros gobiernos en el
territorio del Ecuador, para continuar en
ellas por el término de cuatro meses, dan-
do tiempo ásus respectivos gobiernos para
que puedan reemplazarlos, sin menoscabo
de los intereses comerciales de las nacio-
nes que representan.—Cualquiera que sea
vuestra resolución sobre los artículos que,
c o m o urgentes os propone, la Comisión es-
pera de vuestro civismo y de vuestra sabi-
duría, que consideréis como más urgente
todavía, la necesidad de reconstituir el país
y de nombrar sus altos funcionarios. La
crisis que atraviesa la República es inmi-
nente, y las'grandes crisis han sido, por lo
278

común, la época del aniquilamiento ó de


la regeneración de los pueblos.—Conside-
radlo bien: la energía del pueblo y del ejér-
cito han comenzado la salvación del país;
que vuestra cordura, que vuestra sabiduría
la completen. La Comisión cree no equi-
vocarse sobre el verdadero estado de la opi-
nión pública, expresada por actos repeti-
dos, en favor de la inviolabilidad de la
Constitución de 1845; y, pues que la fuerza
de los acontecimientos nos obliga á refor-
marla, sin olvidar que ella es la Constitu-
ción contemporánea de nuestra indepen-
dencia, y de manera que siempre sea la en-
seña sagrada que guíe á los ecuatorianos
en los combates que hayan de sostener
para conservar el orden en el progreso y la
estabilidad en la libertad."
En el curso de los debates, el General
Illingworth propuso y sostuvo otras refor-
mas liberales, relacionadas con la libertad
de imprenta, con la tolerancia de cultos,
con la supresión de los tratamientos con-
trarios á los principios democráticos, etc.,
no sin que encontrara gran resistencia por
parte del elemento conservador, apegado á
las tradiciones, y el eclesiástico, intransi-
gente en cuanto se refiere al absolutismo
religioso.
Cuando se trató del humanitario asun-
to de la absoluta libertad de los esclavos
existentes aún en nuestro territorio, con
ofensa tamaña á los más elevados princi-
pios republicanos, fué designado el Gene-
279

ral Illingworth para presidir la Comisión


que había de redactar el proyecto de ley, y
que la compusieron diputados de mucha
ilustración é indiscutible patriotismo. Esa
Comisión presentó un bien meditado pro-
yecto que, discutido y aprobado por la Con-
vención, pasó á ser ley de la República el
28 de Setiembre de 1852
El General Illingworth fué también
designado por la misma Asamblea Nacio-
nal, para que, con el Doctor Francisco X .
Aguirre, estudiaran el importante proyec-
to sobre conversión de la llamada Deuda
Inglesa. Después de un reposado examen,
presentó la Comisión un informe lumino-
so y un proyecto de decreto que, con cier-
tas variantes, fué aprobado por la Legisla-
tura.
En otro trabajo histórico Q) hemos
tratado extensamente sobre este arreglo
de la deuda, que tan provechoso resultaba
para el país, y hemos comprobado así mis-
mo las grandes ventajas que ofrecía, bajo
diversos aspectos. De manera que aquí
:

nos concretamos á insertar la opinión del


historiador don Pedro Moncayo, quien tu-
vo ocasión de apreciar debidamente ese
convenio. Dice él Dr. Moncayo.
U
E1 arreglo, según la opinión general,
fué m u y ventajoso y conveniente para el
Ecuador. Se debían nueve millones de pe-
sos, comprendiendo él capital y los intere-
{!)'•• Biografía del General don José María Urvina.
2.80

ses de un gran número de años, que habían


dejado en completo olvido los gobiernos
anteriores. El señor Aguirre consiguió una
rebaja d e d o s millones, y plazos convenien-
tes para el pago de nuevos intereses que se-
extipularon.—Además, la República podía
pagar á sus acreedores con los; terrenos
baldíos que poseía en la parte oriental y la
occidental del Estado. Era un magnífico
negocio; porque, á la vez que pagaba á sus
acreedores, atraía á la patria una inmigra-
ción voluntaria, industriosa y civilizada.
Esas regiones, sumamente ricas, con fuen
tes fáciles y cómodas para la navegación
y el comercio, habrían sufrido una trans-
formación feliz en manos de empresarios
ingléseselos más aptos para formar y esta-
blecer colonias en países solitarios, que per-
manecen alejados de ía c i v i l i z a c i ó n " . . . .
Las labores de la Convención, á las que
el General lllingworth dedicaba patriótico
empeño, no eran un obstáculo para que
también atendiera, con actividad é inteli-
gencia, á la importante parte que le había
correspondido en la defensa de la plaza;
defensa que, c o m o sabemos, dio por resul-
tado un brillante triunfo.
Terminados los trabajos legislativos,
y asegurada la paz, el General lllingworth
se retiró nuevamente á su hacienda Clio-
nana.
Era su acostumbrado procedimiento.
Cuando las circunstancias lo exigían, cuan-
do sobrevenían situaciones críticas para el
281

país, cuando eran reclamados sus servicios


para la defensa de la nacionalidad, estaba
siempre pronto á ocupar el puesto que le
señalaba el patriotismo; todo lo dejaba por
el cumplimiento de sus deberes; y luego,
cuando el peligro había pasado, cuando
ya todo había desaparecido, cuando so-
brevenían la tranquilidad y el sosiego, se
retiraba á la vida privada: no fué de los
apegados á los cargos públicos; no fué de
los que buscan su prosperidad, su beneficio
personal en esos cargos; cuando los desem-
peñaba, lo hacía con desinterés; y si llegó
á labrarse una fortuna, la debió á su traba-
jo, ásus empresas agrícolas, pues la hacien-
da ühonana llegó á prosperar tanto, á fa-
vor de su inteligencia laboriosa é incansa-
ble acción, y fué acaso la más importante
de las del Cantón Daule.
La patriótica acción militar y legisla-
tiva del General Illingworth en ese año de
1852, fueron los últimos y muy importan-
tes servicios que pudo prestar á su patria
adoptiva, a cuya libertad y progreso había
contribuido tan poderosamente desde 1819.

XXVIII

Y a digimos que, una vez clausuradas


las sesiones de la Asamblea de 1852, se re-
tiró Illingworth á su hacienda Chonana.
Desde entonces, no volvió lir de
ella; no volvió á separarse de su familia.
282

Enfermo, maltratado, nó por los años,


sino por las fatigas de tan larga como agi-
tada vida pública, por las crudas campañas
sostenidas desde su primera juventud, fué
á pasar los últimos días de su gloriosa y
benéfica existen cía, rodeado de los seres que
tanto amaba, de esos seres que le adoraban,
como á esposo modelo, como á incompara-
ble padre.
Allí, en el seno de ese hogar donde res-
plandecían todas las virtudes, le sorpren-
dió la muerte el día 2 de Agosto de 1853, á
la edad de sesenta y siete años.
Su cadáver fué perfectamente embal-
samado por el Doctor Al cides Destruge,
hijo político del General, y esos veneran-
dos despojos mortales, se depositaron en la
iglesia de la villa de Daule, cabecera del
Cantón del mismo nombre.
No hubo quien no lamentara, con sin-
cero dolor, el fallecimiento del General
Illingworth; pues sólo dejaba tras de sí gra-
titud en los unos, cariño sincero en los
otros, y simpatías y respetuosa admiración
en todos. Porque fué un varón justo, lle-
no de bondades, siempre dispuesto á servir
á cuantos de su protección ó de sus influen-
cias necesitaban, siempre pronto á socorrer
á quienes acudían á sus generosos senti-
mientos de caridad; sin odios, sin rencores
ni aún para los que le ocasionaron gran-
des perjuicios y m u y crueles sufrimientos
Si tuvo enemigos, fueron contados y
gratuitos, de aquellos que nos resultan del
283

cumplimiento de nuestros deberes, de la


rectitud de nuestros procedimientos
Al tener noticia el Gobierno de tan in-
fausto suceso, que fué justamente conside-
rado como una calamidad pública y c o m o
de duelo nacional, dirigió el siguiente ofi-
cio á la primera autoridad militar de Gua-
yaquil:

•'N°. 23. - R e p ú b l i c a del E c u a d o r ; - M i -


nisterio de Estado en el despacho de Gue-
rra y Marina. - Quito, á 31 de Agosto de
1853. Al Sr. General Comandante Gene-
ral del Distrito de Guayaquil.

" A l acusar á U. S. recibo de su estima-


ble comunicación de 24 del que expira, se-
ñalada con el número 166, por la que par-
ticipa el fallecimiento del Sr. General don
Juan Illingrot, que tuvo lugar el día 2, di-
ré á U. S. que semejante acontecimiento
ha sido sumamente sensible al Gobierno;
porque la Patria ha perdido una de sus
más fuertes columnas, y la Nación se ha
privado de los grandes é importantes ser-
vicios que en todo tiempo recibió del memo-
rado señor General. El General Illingrot es
acreedor á la gratitud de todos los ecuato-
rianos; porque, además de los importantes
servicios que prestó en la guerra de la In-
dependencia y de los aún más recomenda-
bles que le debe el Ecuador, su decidida
consagración á la Causa Nacional, su ca-
rácter siempre amable, su ascendrado pa-
284

triotismo y, en fin, todas las cualidades de


que se hallaba dotado, hacen más lamen-
table su pérdida,—Dios y Libertad.—Teo-
doro Gómez de la Torre".
Mas, "no se había de concretar á esta
simple manifestación de sentimiento la ac-
ción de un Gobierno que sabía apreciar en
lo que valían los grandes merecimientos
del benemérito General Illingworth. Y así,
el Presidente déla República, General don
José María Urvina, dirigió al Congreso de
1853, el siguiente sentirlo y justiciero Men-
saje especial:
"Exmo. Sr:—El artículo 4 . de la Ley-
o

Fundamental, en la atribución 7 ., autori-


a

za al Congreso para conceder premios per-


sonales y honoríficos á los que hayan he-
chos grandes é importantes servicios á la
República, y decretar honores públicos á
su memoria.
" Y es ésta la ocasión para recomenda-
ros y exigiros un acto de gratitud nacional,
á la memoria del republicano, del esclare-
cido General don Juan Illingrot.
"Sus importantes servicios á la causa
liberal, en diferentes épocas, son demasia-
do conocidos por todos los contemporáneos;
y sería, por consiguiente, m u y excusado
referirlos detalladamente. •
"El nombre del General Illingrot se
encuentra unido á los hechos más notables
y gloriosos déla gran lucha por la Indepen-
dencia, y las páginas de su historia, lo re-
285

enmendarán como uno de los más distin-


guidos campeones. Después de haber sos-
tenido la Causa de la Independencia, con
valor, con lealtad, perseverancia y gloria,
apareció en Guayaquil, y tuvimos la fortu-
na de que se nacionalizara en el Ecuador,
al que eligió como su Patria adoptiva, des-
pués de haber ilustrado su nombre y con-
quistádose una reputación tan pura como
hermosa.
"Establecido y radicado en nuestra pa-
tria, y obedeciendo siempre á las inspira-
ciones de nuestra noble causa, la abrazó
con entusiasmo y sinceridad, como la cau-
sa de su corazón, sin haber transigido nun-
ca con el tirano de su patria.
"Sufrió persecuciones, proscripciones
y expoliaciones, sin vacilar en su fé políti-
ca. Así, le hemos visto en los más gran-
des peligros de la patria, presentarse con
denuedo y bizarría, ó correr todo género
de azares, sin buscar otra recompensa para
su sacrificio generoso, que la gloria y la li-
bertad de su suelo adoptivo.
"También sus méritos y aptitudes le
han llevado, en diversas épocas, á funcio-
nar como magistrado civil, principalmen-
te en el Distrito del Guayas; y, si en los
tiempos de conflictos ha ostentado todas
las virtudes de un guerrero, en las épocas
de paz, como Magistrado, ha dado explén-
didas pruebas de su espíritu público, de su
civismo y de su amor al progreso; pues to-
davía existen en Guayaquil obras públicas
286

de notable importancia, debidas al celo y


patriotismo del General Illingrot.
"Sus servicios, aún en los últimos días
de su existencia, cuando la invasión de los
piratas (*), como Comandante General de
Artillería, son t a m b i é n recomendables;
pues, al lado del Gobierno y en el centro
del peligro, se portó de un modo digno de
su nombre.
"Tan relevantes, tan clásicos servicios,
demandan imperiosamente, de parte de los
Representantes del pueblo, el deber de de-
cretar honores públicos á la memoria del
General don Juan Illingrot; pues semejan-
te acto, previsto por la Constitución, será
un testimonio de gratitud nacional por tan
eminentes servicios; al paso que será tam-
bién un estímulo para las grandes acciones.
—Quito, Octubre 27 de 1853.—JOSÉ M A R Í A
U R V I N A . — Teodoro Gómez de la Torre."

El Congreso, al recibir el Mensaje, aco-


gió por unanimidad la indicación del Po-
der Ejecutivo, como no padía menos de ser,
pues unánime era el reconocimiento de los
grandes servicios prestados por el General
Illingworth al país, y unánime también el
sentimiento de justicia y gratitud que á to-
dos inspiraba para honrar la memoria del
ilustre marino y noble y desinteresado pa-
triota. De allí que, en Congreso pleno, se
dictara el siguiente decreto:
(1) Se refiere á la expedición del General Flores en. 1853,
que fué declarada pirática.
287

EL SENADO Y CÁMARA DE REPRESENTANTES


DEL ECUADOR
R E U N I D O S E N CONGRESO
Considerando:
1°. —Que es justo honrar la memoria
de los fieles y leales servidores de la Patria;
2°.—Que el General don Juan Illingrot
prestó grandes y eminentes servicios á la
Causa de la Independencia Americana; y
3".—Que, amigo entusiasta de las ins-
tituciones republicanas, combatió con per-
severante denuedo por la nacionalidad y li-
bertad del Ecuador,
DECRETAN:

Art. I .—Los restos del General Juan


o

Illingort serán trasladados al panteón ele


la ciudad de Guayaquil.
Art. 2 .—Con este objeto, el Comandan-
o

te General de ese Distrito, acompañado de


su Estado Mayor y de una columna de ar-
tillería, se constituirá en Daule, donde ya-
cen sepultados los restos venerables del ex-
presado General Juan Illingrot.
Art. 3 .—Después de practicado el re-
o

conocimiento, serán colocados á bordo del


vapor "Guayas", y conducidos, con todo el
acompañamiento de que habla el artículo
anterior, á la ciudad de Guayaquil.
Art. 4 . — Al tocar en el muelle de dicha
o

ciudad se le harán todos los honores debi-


dos á su rango; y sus restos serán deposita-
288

dos en el panteón, con la pompa acostum-


brada en casos semejantes.
Art. 5°.—Sobre la tumba en que repo-
sen sus cenizas, se levantará una columna,
en la cual se grabarán sus trofeos milita-
res, y al pie de ellos, una nave, en memo-
ria de las proezas que hizo á bordo de la
corbeta Rosa de los Andes, combatiendo
por la Independencia Americana,
Art. 6 .—En dicha columna se graba-
o

rá la inscripción siguiente:

A L G E N E R A L J U A N ILLINGWORTH

Valiente marino que combatió por la Inde-


pendencia Americana y por la libertad del
Ecuador; llevando sobre su rostro heroicas
heridas, como insignias de su valor y como
trofeo de su gloria.

Art. 7°. —El día en que se depositen en


el panteón las cenizas venerables del Ge-
neral Juan Illingrot, vestirá luto toda la
guarnición de Guayaquil.
Art. 8 . -El retrato de este distinguido
&

General, será colocado en la Comandancia


General de Guayaquil, teniendo al pie la
misma inscripción de que habla el articu-
lo 6 .o

Dado en Quito, Capital de la Repúbli-


ca, á 26. de Noviembre de 1853. —El Presi-
dente del Senado,—Manuel Bustamante.—
El Presidente de la Cám de Represen-
tantes,— Nicolás Espinosa.—El Secretario
289

del Senado,— José M. Mestanza. —El Secre-


tario de la Cámara de Representantes,—
Francisco J. Montalvo."

Ese Gobierno y ese Congreso, cumplie-


ron con un deber de justicia, al proponer
el uno y expedir el otro, el honroso decreto
que hemos transcrito. Pero, como otros re-
lacionados con ilustres proceres que, como
lllingworth, se distinguieron por sus gran-
des servicios á la Patria,ha quedado sin lle-
varse á práctica ejecución, Por razones
que vamos á exponer en seguida, no le fué
posible al Gobierno del General Urvina
cumplir con lo que, en verdad, constituía
uno de sus más íntimos anhelos; al del Ge-
neral Robles se lo impidieron las mismas
razones y la del estado de anarquía en que
la revolución puso al país; y los Gobiernos
subsiguientes no se preocuparon del cum-
plimiento de un alto deber de gratitud, y
olvidaron que el patriotismo y el reconoci-
miento imponen obligaciones sagradas,
que están ó deben estar m u y por encima
de las miserias de una política egoísta -y
e s t r e c h a . . . . Bien es verdad, que nada hay
que admirar en ésto; ya que el olvido, la
indiferencia en este punto, han sido en mu-
chas épocas el distintivo de los que gober-
naron una Nación cuya existencia y liber-
tad se debe al heroísmo, á la sangre gene-
rosamente vertida, de esos hombres real-
mente ilustres, cuya memoria se vé mu-
chas veces postergada ante la conveniencia
290

de endiosar á modernas m e d i a n í a s . . . . Y
entiéndase que nuestras palabras, masque
un reproche son una explicación. No se
puede exigir otra cosa en el laberinto de
una política en la que las pasiones dan la
nota dominante y los intereses personalis-
tas del momento, no dejan tiempo para
volver los ojos á las glorias del p a s a d o . . . .
No es tampoco ésto un reclamo de cumpli-
miento; puesto que yá hemos expresado
con sinceridad nuestra convicción; ya he-
mos dicho que el mejor monumento para
los hombres verdaderamente grandes, es la
Historia, que mantiene perdurable su re-
cuerdo y hace justicia plena á sus virtudes
y merecimientos.
El historiador -.'hileno Vicuña Macken-
na, reprochando este olvido, decía á sus
compatriotas:
"Pedimos y esperamos que los ciuda-
danos encargados de erigir un monumento
á la fama y los servicios del primer Almi-
rante que paseó por el Mar del Sur el pabe-
llón libre de Chile (Lord Cockranne), re-
serven una de sus faces para esculpir el
episodio del más glorioso de sus corsarios,
que, por el genio de su caudillo (Illing-
worth), se convirtió en mensagero de re-
dención para cuatro de las más nobles Re-
públicas de la América española."
Nosotros nada pedimos, ni nos corres-
ponde hacerlo, tanto más, cuanto que se-
gún nuestro criterio, y repitiendo lo que
y á hemos dicho, el General Illingworth
291

tiene yá su más hermoso é indestructible


monumento en la Historia, y ésta le pre
senta cubierto de laureles y lleno de virtu-
des republicanas, á la admiración, respeto
y gratitud de las generaciones. El már-
mol y el bronce se han vulgarizado: la so-
berbia, la adulación, el servilismo, llega-
ron á corromper lo que idearon la admira-
ción, la gratitud y la justicia de los pueblos
para perpetuar el recuerdo de sus grandes
hombres. La Historia, la verdadera Histo-
ria, no se deja invadir ni corromper por el
interés ni las pasiones; en ella tienen un
trono de gloria imperecedera los varones
ilustres que merecieron bien de la Patria;
tanto como en ella tienen un eterno é infle-
xible fiscal, los degenerados, los criminales,
los déspotas, los tiranos; todos, en fin, los
que se hicieron dignos de reprobación

XXIX

Digimos que el cadáver del General


Illingworth, después de embalsamado, fué
depositado, con todas las formalidades re-
ligiosas en la iglesia parroquial de Daule.
En ese lugar permanecieron los despo-
jos mortales del Procer, hasta que la in-
transigencia sectaria ó el rencor llevado
hasta más allá de la tumba, quisieron tur-
bar el reposo de esos restos venerandos.
Después de algunos años durante los
292

cuales la autoridad eclesiástica no había


puesto obstáculoá que continuaran los res-
tos del General Illingworth en el lugar don-
de los depositara la piedad de su noble y
digna esposa; después de muchos años, de-
cimos, se consumó un "abuso de autoridad
eclesiástica", como lo calificara entonces en
valiente y luminoso escrito publicado pol-
la prensa, .el Dr. Alcides Destruge, hijo po-
lítico del General Illingworth.
Fué muy extraño y causó escándalo,
que un sacerdote, en verdad ilustrado, co-
mo lo era el Obispo de Guayaquil Doctor
José Tomás de Aguirre, bajo fútiles pre-
textos, ordenara que los restos del General
Illingworth fueran arrojados fuera del lu-
gar donde reposaban.
¿Era acaso que en el pecho del minis-
tro ele una religión de paz y caridad, había
nacido y subsistía, después de tantos años,
un mezquino rencor, por aquello de que el
General Illingworth había negado su voto
para el Obispado de Guayaquil al candida-
to Sr. Dr. Aguirre?—O era que, con ofensa
á su propia ilustración, el sacerdote del
cristianismo, que aconseja la tolerancia, se
dejaba arrastrar por los arrebatos de la in-
transigencia?
Tales fueron las preguntas que formu-
ló la sociedad entera ante el mal aconseja-
do procedimiento, ante la violenta orden
del Sr. O b i s p o . . . . Esa orden se fundó en la
aseveración episcopal de que el General
Illingworth había sido protestante. Sin em-
293

bargo, los mismos frailes franciscanos, que


por entonces tenían á su cargo la iglesia
de Daule, manifestaron que la orden era
injusta, y el procedimiento carecía de ra-
zón; que el General Illingworth, dado que
hubiera sido protestante, no se había ja-
más evidenciado como enemigo del catoli-
cismo, sino que, más bien, su tolerancia se
había demostrado por el hecho de que su
familia tenía un oratorio en la hacienda
Chonana, y en ese oratorio celebraba misa
el cura de Santa Lucía, con permiso del
Vicario de Guayaquil; y el mismo General
Illingworth contribuyó en todo tiempo y
generosamente, yá para la celebración de
las fiestas eclesiásticas en el Cantón, ya
para las obras de los templos, etc. - T o d o
ésto fué corroborado y apoyado por respe-
tables miembros del Cabildo y por muchos
y muy connotados personajes, entre los
que se distinguió el ilustre Dr. Francisco
Javier Aguirre, hermano del Sr. Obispo,
quien reprobó seriamente el procedimiento.
—El Dr. Francisco Javier Aguirre, nota-
ble hombre público que sobresalió por su
honradez, por sus luces y por su vasta ilus-
tración, había sido compañero de Illing-
worth en la Convención de 1852, y lo fue-
ron así mismo en diversas comisiones que
les encargara la misma Asamblea, tales
c o m o la de Constitución, la de Conversión
de la Deuda, la de Manumisión de Escla-
vos y otras; estuvieron siempre de acuerdo
en ideas, en principios y en medios para
294

trabajar por el bien de la Patria. El Dr.


Francisco Javier Aguirre, hombre eminen-
te entre los m á s eminentes ecuatorianos,
era admirador del General Illingworth y
era su amigo con toda la sinceridad de su
carácter noble y l e v a n t a d o . . . .
Pero todo fué inútil; el prelado se man-
tuvo inflexible, y la orden tuvo que cum-
plirse. . . .
Los restos del General Illingworth fue-
ron, pues, sacados de la iglesia de Daule, y
llevados á la hacienda Chonana.. .. ¿Qué
importaba que una sensible aberración les
hubiera privado del lugar de descansó ele-
gido por la piedad de sus deudos? Acaso
no iban ahora á reposar en un recinto tan
sagrado, en el templo de un hogar en el
que la virtud irradiaba más pura que los
convencionalismos religiosos? Acaso n o
iban á reposar cerca de la esposa amada,
de los hijos adorados, sacerdotes de ese
hermoso templo y de ésa hermosa religión
donde impera el culto de los corazones hon-
rados?..
Y allí estuvieron, allí permanecieron,
hasta que, andando los años y y á fallecido
el lltmo. Aguirre, quien murió en 1868,
otro prelado, bueno y virtuoso, el Doctor
don Luis de Tola, Administrador Apos-
tólico de la Diócesis, no tuvo inconvenien-
te en que los venerables despojos del Gene-
ral Illingworth, fueran trasladados al Ce-
menterio de Guayaquil.
¿Se cumplió entonces el. decreto legis-
295

lativo de 1853 en lo referente á la trasla-


ción?—No, por cierto: ni fué solicitado por
su familia, c o m o no debía serlo, ni las au-
toridades pusieron su atención en ello.
En una embarcación fluvial fué colo-
cado el féretro, y en ella fué conducido, sin
más custodia que la del amor filial: don
Juan Illingworth, hijo del General, acom-
pañado del mayor de sus hijos (*), fué
quien cumplió con el sagrado deber de
acompañar los restos de su ilustre padre,
hasta depositarlos en la bóveda del Cemen-
terio de esta ciudod, en donde permanecen
hasta el d í a . . . . No se ve allí otra inscrip-
ción que la del nombre del esclarecido Pro-
cer; pero ese sencillo nombre expresa más
que muchas frases pomposas que se desta-
can en letras de oro sobre soberbio mármol
y nada dicen al patriotismo, nada enseñan
á la posteridad.
No podemos decir si llegará día en que
se dé cumplimiento al decreto legislativo
que manda honrar y hacer justicia á la
memoria del General Illingworth.
Entre tanto, y para siempre, será la
Historia la que perpetúe las virtudes y glo-
riosa existencia de tan abnegado como mo-
desto servidor de la Patria, decidido y he-
roico defensor de su libertad, de sus dere-
chos é instituciones.

(1) D o n J u a n Illingworth Icaza, actual Gerente del


Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil.
Sscudo de Jjrmas de la familia Jílincfv
NOTA GENEALÓGICA

Terminada la relación de los hechos


que ilustraron la vida pública del GENERAL
D O N J U A N ILLINGWORTH, parécenos conve-
niente dar algunas noticias respecto á los
antecedentes de su familia, no ciertamen-
te por un sentimiento de vanidad, muy
ageno á nuestro modo de ser, sino como
una mera nota informativa, p o r u ñ a parte;
y, por otra, c o m o una prueba de que el
hombre ilustre' de quien nos hemos ocupa-
do, no fué uno de tantos aventureros vul-
gares que se lanzan á las empresas de cier-
to carácter sin más objeto que el de buscar
fortuna ó conquistarse fama.
Como se vá á ver, el General Illing-
worth pertenecía á una familia ilustre que
ocupaba distinguida posición en su país;
y, por lo demás, ya se había conquistado
celebridad propia, mediante sus esfuerzos
y su distinguida actuación en la noble ca-
rrera de marino. De manera, pues, que no
fué la ambición de nombre y de fortuna la
que le decidió á tomar parte activa en la
300

empresa de la Emancipación Americana;


y ya se sabe que fué la circunstancia de
haber sido solicitada su cooperación para
un arriesgado paso de que dependía el éxi-
to de una delicada empresa íntimamente
relacionada con la causa de la Independen-
cia; que fué, repetimos, esa circunstancia
la que correspondió á sus ideas sobre la li-
bertad de estos pueblos, y le dio ocasión
de distinguirse en la Guerra Magna.
Porque el General lllingworth, á pesar
de tener un título nobiliario y pertenecer
á una familia de tan antiguo y alto abolen-
go, tenía ideas m u y avanzadas respecto á
los derechos del hombre y los principios
democráticos, como lo demostró plenamen-
te durante toda una vida, dedicada al triun-
fo de las ideas republicanas.
En cuanto á nosotros tenemos ideas
propias bien definidas respecto á los títu-
los nobilarios. Fueron distinciones hechas
á hombres de grandes merecimientos que,
por sus hechos, por acciones singulares,
por servicios eminentes prestados á la pa-
tria, se hicieron acreedores á tales títulos.
Y ellos, los que merecieron la distinción de
nobleza," eran los que justamente podían
enorgullecerse ya que era debido á sí mis-
mos; pero ese sentimiento se cambia en el
de satisfacción, también m u y justa, para
los descendientes ele aquellos, y á los cuales
lo que corresponde es conservar limpio y
honrado el nombre que les legaron sus ma-
yores. El General lllingworth fué de és-
301

tos; y lié allí cómo un demócrata puede y


debe honrar, con sus nobles acciones, el
nombre ilustre de sus antepasados.
Repetimos, pues, que sólo á título de
información y corno para complementar
este trabajo ó determinar antecedentes,
siempre interesantes, dárnoslos siguientes
datos genealógicos.

El primero de los Illingworth á que al-


canzan las noticias históricas, fué á Ingla-
terra acompañando á Guillermo el Conquis-
tador.
Los grandes servicios que prestó, dis-
tinguiéndose de varias maneras, le valieron
honores varios; y, además, le fueron asig-
nados, para él y sus descendientes, exten-
sos territorios en el Condado de Yorkshire.
Tomó posesión de tales territorios y,
andando el tiempo, llegó á formarse en
ellos una población cuya importancia fué
creciendo, hasta llegar á ser una ciudad,
que existe aún, en nuestros días, conser-
vando el nombre de Illingworth, y en la
cual se vé todavía el antiguo Panteón de
familia.
De esa noble familia descendían el Ge-
neral Illingworth y diez y seis hermanos
de él. Esos hermanos fueron: Abrahan
Roger, que fué Médico de la Armada y
asistió á la toma de Copenhague; Ricardo
Stanshuer, Guillermo, Jorge, militar que
302

figuró en la toma de Barbados; Ricardo,


abogado que intervino como tal en los
arreglos del empresario Wheelwright para
establecer la navegación por vapor en el
Pacífico; Eduardo, Tomás, Carlos, Isaac,
Robroy, Alejandro, Víctor, María, Carlota,
Juana, y Sara, que fué la esposa del céle-
bre Sir George Caley.
Muchos de los Illingworth ocuparon,
en todo tiempo, eminentes puestos en la
alta política inglesa; y hoy mismo, hay en
el Parlamento personajes notables de este
apellido.
Bastan estas noticias para que aparez-
ca más meritoria la resolución del General
Illingworth al venir á luchar por la Inde-
pendencia Americana, cuando ya se había
conquistado merecida fama en el servicio
de su Patria.
La señora

^AerGGcles DeGimatfilla ds lllipgCs/orbrp

En el curso de la Biografía del Gene-


ral don Juan lllingworth, hemos tenido
ocasión de hablar, aunque incidentalmen-
te y muy de paso, de su digna esposa, que
tuvo méritos suficientes para figurar, en
primera línea, entre las mujeres más nota-
bles del Ecuador.
Fueron sus padres, don Vicente de De-
cima-villa, oriundo de Cádiz, y la señora
doña Gertrudis Cosío, quienes, aun cuando
gozaban en España de una posición distin-
guida y desahogada, vinieron á América
y adquirieron en el Ecuador grandes per-
tenencias agrícolas en las orillas del Dau-
le; entre ellas, las haciendas Chonana y
San Juan, esta última de la Sra. Mariana
Cosío, hermana de la esposa del Sr. Deci-
mavilla.
Nacida la señora Mercedes Decimavi-
11a durante la época colonial y dotada de
-notable inteligencia, que fué cultivada con
304

esmero, sus ideas, c o m o las de sus padres,


muy lejos de ser monárquicas, estaban en
consonancia con los principios republica-
nos, reconociendo el derecho de las colo-
nias para aspirar á su independencia.
En 1823, independizado yá el territo-
rio que constituye hoy la República del
Ecuador, "cúpole en suerte á la señora De-
cimavilla, unir la suya á la,de. uno, de los
más distinguidos proceres de nuestra eman-
cipación", el benemérito General don Juan
Illingworth, Intendente entonces del De-
partamento de Guayaquil.
Cuando, en 1825, el bravo é inteligen-
te marino que había comandado la gallar-
da. 'Rosa de los Andes, fué puesto al frente
dé la escuadra Unida, como Almirante de
ella, para establecer el sitio del Callao, su
digna esposa, "á la que animaba un raro
espíritu . público y patriotismo que velar
pudiera a l a fama espartana", acompañóle
a esa memorable campaña, que tanto se di-
lató por obra de la tenacidad del imperté-
rrito Rodil, jefe de la plaza sitiada, y sólo
vino á terminar en Enero de 1826, por la
capitulación del jefe español.
Mereció entonces el heroísmo de la se-
ñora Decimavilla la envidiable distinción
de recibir, de mano de Bolívar, la Cruz de
Honor, que la destinaba tan sólo á los que
se distinguían por su valor y abnegación.
Por ésto, un talentoso amigo suyo y
justo admirador de las acciones levanta-
305

das, llamó un día á la señora Décima vil la:


Colaboradora,: de la Independencia. /
De regreso á Guayaquil y á sus posi-
ciones agrícolas, como el Almirante llling-
worth tuviera que pasar inmediatamente
á Cartagena para organizar allí la Escua-
dra Colombiana del Atlántico, su esposa,
con la inteligencia y carácter que la distin-
guían, suplió "al esposo en la dirección y
manejo de sus propiedades, como lo hizo
siempre que las necesidades dé lá guerra,
:i

de la legislatura, etc., distraían al General


dePc-uidado de sus intereses.
Cuando, en 1828, la escuadra peruana,
al mando del Vice Almirante Guisse, sor-
prendió y ametralló, durante muchas ho-
ras, á la indefensa plaza de Guayaquil,
siendo Intendente del Departamento el
General lllingworth, la señora Decimavi-
11a, que se hallaba en su hacienda Chona-
na, resolvió venirse á esta ciudad, para
acompañar á su esposo en el peligro, sin
que valieran reflexiones en contrario.
Pero sucedió que hallándose de tránsi-
to en Daule, de donde debía pasar á Gua-
yaquil, estalló en aquella villa el motín en
favor del Perú y el asesinato del Coman-
dante Dávalos y otros; acto de traición la
más infame contra la Patria.,
Amenazada la señora Decimavilla, tu-
vo que salvarse por la fuga, y vino á refu-
giarse en una casa de campo, á no mucha
distancia de la confluencia del Daule y el
306
Guayas, estando ocupado yá este punto
por las lanchas cañoneras peruanas.
El Jefe de la Escuadra del Perú tuvo
conocimiento del lugar donde se asilaba la
valerosa señora; y, con el propósito depren-
derla y llevar] la escuadra, despachó
una gruesa comisión. El Jefe peruano
quería, de esa manera, obligar al General
Illingworth en cuanto de él se pretendiese;
figurándose que, al tener en rehenes á su
esposa, Maquearía en la defensa de la plaza.
Felizmente, la señora tuvo oportuno aviso
de todo, y fué á refugiarse en las monta-
ñas, donde se mantuvo hasta pasado el pe-
ligro; y luego, cuando el Intendente Illing-
worth fué á establecer su Gobierno y cen-
tro de operaciones en Daule, su esposa re-
gresó á Chonana.
Vinieron más tarde las luchas intesti-
nas, y con ellas, los sufrimientos consi-
guientes para la virtuosa y noble familia
Illingworth. Pero ni tales sufrimientos,
ni las más crueles amarguras, hicieron
perder su fuerza de ánimo á tan digna
matrona.
Cuando, en 1831, fracasó la campaña
del General Luis Urdaneta en sostenimien-
to de la integridad de la República de Co-
lombia y se efectuó la separación de los
tres departamentos del Sur, quedando el
General Flores en el poder, el General
Illingworth fué confinado con su familia á
la Puna, para que de allí siguiera al des-
tierro. Y c o m o antes de salir para el exte-
307

rior, ordenara el General Flores que fuera


traído á esta ciudad y se sospechase daña-
das intenciones en esta orden, el General
Illingworth tomó en el acto una pequeña
embarcación, hizo la travesía á Tumbes y
luego siguió hasta Paita. Cuando llegó el
comisionado de Flores á la Puna, sólo en-
contró á la señora Decimavilla, la que al
preguntársele por el lugar donde se halla-
ba su esposo, contestó al Comisionado, se-
gún aparece del oficio que tenemos á la
vista:—"Ni á Ud., Comandante Reina, ni
á otra persona que venga de parte del Go-
bierno, diré el lugar donde se encuentra
mi esposo: por Ud., á quien aprecio, lo úni-
co que puedo decirle es que el General
Illingworth cumplirá la orden de salir del
p a í s . . . .pero ninguna otra".
Pronto fué la señora á reunirse con su
esposo en Paita; y durante los largos años
que permaneció en el destierro esa honora-
ble familia, doña Mercedes Decimavilla su-
frió, con santa resignación, las amarguras
consiguientes al estado á que redujeran á
ella y su familia la extremada hostilidad
y el cruel refinamiento de una venganza
política; pero lo sufrió todo, agregamos, sin
que decayeran tampoco sus singulares
energías Los bienes del General Illing-
worth, y de su familia habían sido confis-
cados, se le había suspendido el pago de su
renta; y saborearon una pobreza honrosa,
sobrellevada con dignidad.
Cuando, á principios de 1836, los mis-
308

mos que habían tenido en el destierro y


perseguido al General Illingworth, sé vie-
ron en el caso de pedirle su pronto regreso
para que les librara de una situación gra-
ve; cuando ésto sucedió y volvieron al país
los proscriptos, hallaron arruinadas sus
propiedades; esas mismas propiedades que
había arrasado antes la invasión peruana
de 1829, y de las cuales sustrageron los in-
vasores: todo el ganado existente, cuyo va-
lor constituye hasta el día una deuda re-
conocida m as tarde; pero, naturalmente,
no pagada por el gobierno del Perú hasta
la fecha.
La señora Decimavilla, como hemos
dicho, era una mujer de espíritu superior,
de inteligencia previlegiada y de memoria
muy feliz. Hasta los últimos años de su
larga existencia, recordaba con.precisión y
detalladamente, todos los principales acon-
tecimientos públicos; y sus narraciones,
expresión acabada de lá verdad, eran su-
mamente instructivas: muchos hombres
ilustrados, algunos escritores iban en con-
sulta á ella para fijar, para determinar la
realidad de acontecimientos históricos que
eran materia de discusión.
Esta honorable y distinguida matro-
na, digna compañera del hombre ilustre á
que la unió, la suerte, falleció, á los seten-
ta años de edad, el 18 de Junio de 1879.
Del matrimonio del General Illing-
worth y la señora Decimavilla, nacieron
sus hijos Juana, Carolina, Juan, Vicente,
309

Carmen y Gertrudis, todos los cuales han


fallecido.
La primera hija, doña Juana, contra-
jo matrimonio con don Guillermo Illing-
worth, inglés y pariente; pero no tuvieron
sucesión.
Don Juan Illingworth y Décimavilla
unió su suerte á la de la señora Rosa'''Eloí-
sa Icaza, que vive aún, siendo objeto de la
veneración social; y de éste matrimonio
nacieron Juana, Juan, Carlos, Vicente, Ca-
rolina, Francisco, Rosa Eloísa, Aurora, Ma-
ría y Alfredo Illingworth é Icaza, y de los
cuales viven únicamente el primero de los
varones, que es un distinguido y honora-
ble miembro de nuestra sociedad; y las tres
últimas mujeres, dos de ellas casadas y con
descendencia, así c o m o don Juan Illing-
worth, que es padre de numerosa familia.
Doña Carmen Illingworth, contrajo
matrimonio con el Doctor Alcides Destru-
ge, y ambos yá fallecidos; y de esa unión
nacieron: Alcides, Rosa, Camilo, Juan, Gui-
llermo, Carmen, Francisco, José Antonio,
Ricardo, Federico, María y Carlos Destru-
ge Illingworth; de los cuales viven el ter-
cero, el quinto, la sexta, y los tres últimos,
con numerosa descendencia algunos de
ellos.
Doña Tula Illingworth contrajo ma-
trimonio con el Sr. don Luis Amador, am-
bos fallecidos yá, y tuvieron sólo dos hijas,
de nombres Tula y Carmen, que existen
810

todavía, casadas y con descendencia la pri-


mera de ellas.
Los demás hijos del General Illing-
worth murieron solteros y jóvenes todavía.
Hemos querido dejar constancia de es-
tos pormenores, únicamente con el objeto
de completar la relación de la vida del Ge-
neral Illingworth con los datos referentes
á la descendencia que dejó en su país adop-
tivo; y, por otra parte, sin pretensiones de
ninguna clase que puedan merecer críti-
ca ó censura

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