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Maritza Espinoza
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El escenario ideal, maximalista, hubiera sido que el Ejecutivo adopte toda nuestra propuesta,
pero parte de la realidad política es que tenía todo el derecho de procesarla, evaluarla. Se
han tomado el tiempo para ver cómo caían las propuestas que habíamos hecho, incluyendo
la bicameralidad, que era el tema más polémico…
Es una frase sacada del contexto: la había dicho como Fernando Tuesta, no como
comisionado, antes de las reformas. Y entendemos la situación en la cual ha estado el
Ejecutivo y la idea de no hacer suya la propuesta de la bicameralidad es una decisión más
política, porque, en las conversaciones que hemos tenido con el presidente, el ministro de
Justicia, el antiguo premier y este premier, políticamente están a favor de la bicameralidad…
Y la plantearon en un inicio…
La pregunta es: ¿Qué partidos? ¿Y qué partidos deseamos tener? Muchos de los “partidos”
que hoy existen lo van a tener difícil y esa es un poco la idea. En realidad, nosotros no
planteamos la propuesta de reforma política como algo que va en contra de los partidos o
pensando en debilitarlos, sino todo lo contrario: que sea una forma de generar partidos más
fuertes, más representativos, más organizados, más duraderos, y un poco tratar de romper o
desincentivar esta dinámica perversa que se ha institucionalizado en el país.
Exacto. No nos estamos metiendo con las decisiones partidarias. No decimos, por ejemplo,
los requisitos que cada partido debe establecer para criterios de membresía. Tampoco cómo
deben organizarse hacia adentro. Incluso ellos mismos van a definir qué candidaturas enviar
y quiénes pueden ser candidatos dentro de su partido. Y los militantes tienen decisión en
quiénes van a ser candidatos, porque también van a votar…
Sí, pero una de las críticas principales que se hace a los partidos existentes es justamente lo
mal que vienen seleccionando candidaturas. Por eso, la idea es que ciudadanía participe en
este proceso previo de filtro de candidaturas, para que contribuya a hacer una mejor
selección. Y esto abre la caja de Pandora. Ahorita, ¿qué sabemos de cuáles son las prácticas
reales para seleccionar candidatos? Los partidos más organizados tienen procedimientos de
selección interna más establecidos. Algunos han solicitado alguna vez el apoyo de ONPE…
Pero con lo que implica, por ejemplo, asumir los costos de organizar estas elecciones y con
los problemas que eso a veces tiene para la institucionalidad partidaria… Todo eso se dejaría
de lado, porque no habría una cúpula partidaria que toma las decisiones, sino que habría
transparencia, para comenzar, porque el padrón de militantes sería público. También
sabríamos quiénes son el pool de candidatos, que son los militantes del padrón que podrían
aspirar a puestos de elección popular, con una cuota de 20% de invitados. Ahora sucede lo
contrario. Se juega con la figura de invitados, pero, muchas veces, la mayoría no es gente del
partido…
Cierto. Y eso desvirtúa el sentido de una organización que quiere permanecer en el tiempo,
pero también abre la puerta a estas cosas que sabemos que pasan: negociaciones de
candidaturas, que en la práctica es la venta de candidaturas; cambios de puestos en la lista
por quién da más plata… Ahora, las elecciones las organiza ONPE. Es una votación más, con
el requisito de la participación obligatoria.
¿Cuál es la diferencia?
Que la ley dice que solo lo pueden gastar en gastos ordinarios relacionados con el
funcionamiento partidario regular y actividades de capacitación e investigación. Entonces, se
dan situaciones paradójicas de partidos que usan los fondos estatales para pagar su local
partidario, pero, después, en elecciones, no pueden usar ese local para hacer campaña. El
Estado se está metiendo a financiar en parte las actividades partidarias para que justamente
los partidos no tengan la excusa de “como no tengo plata, debo aceptar las condiciones de
quienes quieran aportar a mi campaña” y es la puerta para el ingreso de dineros oscuros.
Eso. Entonces, no es que esto elimina, pero sí debería reducir la posibilidad con dos
medidas: una, que ya ha sido aprobada a nivel constitucional, y que nosotros estaríamos
desarrollando en parte, que es la prohibición de que los partidos paguen directamente
propaganda en radio y televisión durante campañas. Eso era lo que más encarecía las
campañas electorales y lo que más propiciaba esta necesidad de buscar plata como locos y
aceptarla de quien sea.
Sí. Eso también equilibra las posibilidades de comunicación de los partidos, porque también
pasaba que aquellos candidatos que tenían más plata eran los que podían darse a conocer
más.
Se ha dicho que para que estas reformas sean viables tendrían que aprobarse este
año. ¿Considera que con este Congreso se pueden aprobar?
Con voluntad política se pueden hacer muchas cosas. Estamos llegando a un punto de hastío
generalizado donde la ciudadanía está demandando cambios. Entonces, es importante que
los congresistas tomen nota de estas demandas de un cambio que pueda realmente abrir las
puertas a que, a partir del año 2021, podamos empezar un nuevo capítulo y tengamos un
cambio de reglas lo suficientemente significativo como para hacer, como dice mi colega
Martín Tanaka, un reset y empecemos a hacer una política diferente para el nuevo siglo.
Un problema es que se ha generado una apatía del ciudadano frente a la política. ¿Esta
reforma contiene algún mecanismo destinado a neutralizar esta apatía?
¿Cuál ha sido el punto más difícil de ponerse de acuerdo entre los miembros de la
comisión?