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Democracia, valores y educación

Reflexión crítica sobre el contenido de la asignatura


1. Introducción
Como todo contexto social, el contexto educativo es dinámico, interactivo y complejo.
Los diferentes debates que han surgido en torno a este no se han resuelto de manera
consensuada en España, lo que provoca un continuo cambio en función del poder político que
gobierne.
Se podría entrar en los debates sobre la educación pública y privada, los centros
concertados, la situación laboral y económica del cuerpo docente, su supervisión y sus
funciones legales…
En mi caso, he preferido enfocar mi reflexión en tres temas para mí de especial
relevancia y de índole cultural y educativa: la educación democrática, la educación moral y el
rol del docente en el aula.

2. Educación democrática

democracia
1. f. Forma de gobierno en la que el poder
político es ejercido por los ciudadanos.

Es compartido por la mayoría de la población que el sistema democrático y la


Constitución deben ser valorados. La escuela, como agente esencial en el desarrollo vital del
ciudadano, debe promover el conocimiento y la valoración de estos dos elementos clave en la
sociedad.
Sin embargo, ¿cómo vamos a transmitir unos valores y creencias que no practicamos? La
primera forma que tenemos de aprender es la imitación y es especialmente útil en la
educación de valores, pues asumimos conductas que observamos y son útiles, sobre todo a
una edad temprana.
El aula debería ser un espacio democrático, un espacio de diálogo y discusión. ¿Qué
mejor forma de mostrar los valores democráticos al alumno que consensuando con ellos los
diferentes procesos y mecanismos del proceso de aprendizaje que van a llevar a cabo? Se
podrían negociar los mecanismos de evaluación, las metodologías de trabajo, los sistemas de
refuerzo positivo y negativo, las tareas para casa…
Es cierto que no es un proceso totalmente libre, puesto que hay unos mínimos legales y
académicos que cumplir y la prioridad es el aprendizaje del alumno… Pero un debate guiado
por el profesor en el que se elijan entre distintas alternativas válidas podría ser un buen
comienzo para implementar la práctica democrática en clase.
Del mismo modo, se podría establecer una “constitución” de clase, los derechos y
obligaciones del alumnado y del profesor; así como se podría establecer un “marco legal”, una
serie de normas y penalizaciones en caso de incumplimiento (así como refuerzos positivos por
logros grupales).
La introducción de los Derechos Humanos sería esencial para la actividad y constituiría
no solo una manera de que los alumnos asuman, participen y conozcan la práctica
democrática; sino que también supondría una mayor implicación en el cumplimiento de las
mismas por parte del alumnado.
No se pretende con esto una propuesta didáctica intensiva, sino mostrar que hay formas
de que el alumno aprenda de manera activa una serie de conceptos y valores esenciales y que,

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normalmente, quedan relegados en el proceso educativo a breves menciones o someras
reflexiones sin mayor trascendencia en el desarrollo personal y vital del alumnado.
Por otro lado, no es solo una cuestión de adquisición de conocimiento. Esta práctica
permite al alumnado tomar las riendas, compartidas con el dicente, de su proceso formativo y
que el docente siga avanzando hacia un proceso de enseñanza-aprendizaje centrado en el
alumno.
Por tanto, no solo es una práctica para adquirir conocimientos sobre la práctica
democrática y la constitución, sino que contribuye de manera decisiva en el desarrollo de
varias competencias, algunas de ellas dentro de las competencias clave de la etapa de
secundaria: aprender a aprender, desarrollo del pensamiento crítico, desarrollo de habilidades
sociales, desarrollo de la educación cívica y ciudadana…

2. Educación moral

moral
1. adj. Perteneciente o relativo a las acciones de
las personas, desde el punto de vista de su obrar en
relación con el bien o el mal y en función de su vida
individual y, sobre todo, colectiva.

Cuando hablamos de valores democráticos no saltan demasiadas voces de alarma. Sin


embargo, cuando entramos en la educación cívica o para la ciudadanía, comienzan estas
voces.
Temas como la sexualidad, la orientación sexual, el aborto, la incidencia de la religión en
las instituciones pública o la pena de muerte levantan ampollas en ciertos sectores de la
sociedad y se generan escenarios de confrontación en cuanto al tratamiento de estos temas en
el aula.
Sin embargo, creo que tenemos un marco indiscutible en el que fundamentar la decisión
final:

La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad


humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y
promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz. (Artículo 26.2 Declaración de los Derechos Humanos,
ONU)

Por tanto, si la educación debe favorecer “la comprensión, la tolerancia y la amistad”, no


hay duda de que es necesaria la educación moral en la escuela, incidiendo en toda temática
social que desemboque en una diferencia de opinión. Es necesaria la educación en el respeto y
el diálogo.
No es una cuestión de adoctrinamiento para ninguno de los dos lados. Se trata de
presentar realidades, mostrar diferentes puntos de vista respecto a ellas y fundamentar el
debate, la opinión y la argumentación en el respeto, la tolerancia y la igualdad.
Por tanto, no es una cuestión de debatir si la homosexualidad es natural o cultural,
“adecuada” o no, etc. Es una cuestión de presentar una realidad y ser capaz de respetarla. El
respeto a la diferencia es crucial para conseguir una sociedad que de verdad asuma los
derechos humanos fundamentales.
Nuestra misión como educadores es proporcionarles las herramientas para que puedan
formar un pensamiento crítico que les permita juicios elaborados, no impuestos, siempre
desde la base del respeto y la tolerancia.

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3. El docente en la educación

educar
1. tr. Dirigir, encaminar, doctrinar.

Se hace evidente el crucial rol del profesor en el proceso formativo. Según lo que se ha
expuesto, el rol del docente es muy lejano al tradicional rol de mero transmisor de
información. El profesor debe ser, sobre todo, educador. Un profesor no solo enseña una
materia, sino que educa, está directamente involucrado no solo en el desarrollo intelectual,
sino en el desarrollo integral del alumno, desde el intelectual hasta el emocional o social.
Es más, incluso aunque quisiéramos reducir la función docente al desarrollo intelectual
del alumno, no podríamos. Desde la neurociencia se ha demostrado ampliamente la conexión
entre el desarrollo intelectual y el emocional, entre la adquisición de conocimientos y los
vínculos afectivos y entre las actitudes frente al aprendizaje y el propio aprendizaje.
Dar la espalda al componente emocional, afectivo y social de la educación es cerrar los
ojos ante una realidad.
Y no solo darle la espalda en este sentido. Pretender que un alumno solo adquiera
conocimientos de las materias específicas en los centros educativos es ilusorio. Por un lado, en
un contexto social, es imposible que un alumno esté al margen de todas las interacciones
sociales que se producen o que no las incorpore a su memoria, lo que repercutirá en su
conocimiento.
Esto incluye la forma en que un docente imparte y dirige una clase, su forma de
comunicarse con los alumnos tanto como grupo como individualmente, su forma de evaluar…
Todas nuestras decisiones llevan carga ideológica y esta es percibida por todo el que las
observa. Por tanto, queramos o no, transmitimos ideología en nuestro día a día como
docentes.
Ideología en cuanto a jerarquías, en cuanto a relaciones interpersonales, en cuanto a
formas de enfrentarse a los sentimientos o decisiones de los demás y a los propios del
individuo, en cuanto a qué es lo socialmente valioso y lo que no, lo que es socialmente
aceptado y lo que es rechazado… La lista es inabarcable.
Dejemos de un lado la figura del docente que, al fin y al cabo, es secundaria en este
proceso. ¿Qué necesitan los alumnos? De hecho, cualquier persona ha sido, es o va a ser
alumno y se supone que con la educación debemos cubrir las necesidades de alumnado. Así
que, ¿qué necesita una persona?
Ser feliz. ¿Qué necesita para ser feliz? No se pretende un debate filosófico. Podríamos
reformular la respuesta: una vida plena. Es evidente que no hay una respuesta cerrada, como
ya demuestran siglos de reflexión filosófica. Sin embargo, podríamos llegar a un cierto
consenso sobre algunos elementos que son necesarios (aunque no suficientes) para tener la
posibilidad (aunque no la aseguran) de una vida plena. Por tomar una teoría como referencia,
podríamos hablar de la pirámide de las necesidades de Maslow:

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Fuente: https://economipedia.com/definiciones/piramide-de-maslow.html

Desde mi punto de vista, la pregunta debería formularse como: ¿qué puedo yo ofrecer a
mis alumnos para que puedan conseguir, por sus propios medios, cubrir sus necesidades?
Desde el nivel de las necesidades fisiológicas, la educación puede proveer al estudiante
de una formación en hábitos de vida saludables en cuanto a la alimentación y el ejercicio físico
y dotarle de la educación sexual necesaria para vivir el sexo y su sexualidad de manera segura
y saludable.
Desde el nivel de la seguridad, el sistema educativo puede proveer de los conocimientos
necesarios para conseguir un empleo que te dote de cierta estabilidad económica. A corto
plazo, también existen programas de ayuda para dotar de seguridad de recursos a alumnos
con problemas económicos.
Por otro lado, la seguridad moral también puede ser promovida desde la escuela,
proporcionando un marco amplio con base en los Derechos Humanos.
El rol de la escuela como agente socializador es determinante en el desarrollo de las
habilidades sociales y emocionales del alumnado y desde la institución se pueden promover
ciertas prácticas, ambientes y dinámicas que favorezcan la inclusión, la empatía, la tolerancia,
respeto…
La incidencia en este nivel es determinante para la superación del siguiente, pues lo que
se considera éxito y lo merecedor de reconocimiento son constructos culturales que pueden
ser también influidos desde la educación.
Por último, para la autorrealización es imprescindible que desde los centros se
promueva que el alumnado desarrolle su pensamiento crítico, que aprenda a aprender, que
tenga confianza en sí mismo, en sus destrezas y habilidades, etc., lo que incidirá directamente
en su autorrealización personal.
Todo esto nos lleva a un docente cuyo rol será el de guiar al alumnado en su proceso
formativo: en su formación intelectual, emocional y social.
Como se puede deducir, la responsabilidad del docente es enorme y su campo de
actuación inabarcable. Es este el motivo de que haya tres condiciones indispensables para ser
docente:
1. Formación permanente
2. Implicación absoluta
3. Vocación
La formación del profesorado en distintas áreas y disciplinas debe ser continua. Un
docente debe tener una formación pedagógica intensa y debe reciclarse continuamente. Las
nuevas tendencias marcan también nuevas pulsiones sociales y nuevos intentos de mejorar el
proceso de enseñanza-aprendizaje. El docente debe innovar e investigar durante toda su

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trayectoria profesional y debe tener un compromiso firme con la mejora del proceso
formativo.
Por otro lado, la implicación del docente con los alumnos debe ser absoluta. Nunca se
debería perder de vista que el fin último de la educación es cada alumno, de manera
individual. En la medida de lo posible, se debería promover una enseñanza integradora que
consiguiera sacar lo mejor de cada uno de los alumnos.
Por último, la condición indispensable sin la que es imposible realizar la labor docente
de manera adecuada: la vocación. La profesión docente requiere de una implicación absoluta a
nivel emocional e intelectual. Es un ejercicio de dedicación al otro y, sin vocación, el desgaste
emocional debe ser insoportable.
Es este quizás uno de los mayores problemas -en cuanto a gravedad y difícil solución-
que nos encontramos en el sistema educativo actual.

5. Conclusión
Las diferentes posturas acerca de la educación han desembocado en un debate continuo
que no se ha conseguido resolver políticamente de manera adecuada. Sin embargo, la
tendencia a la inclusión de la educación emocional y la educación en valores en el currículo
está siendo continua -aunque quizás no con la suficiente velocidad. Del mismo modo, el
cambio del rol del docente y de las metodologías empleadas en el aula va dando sus primeros
frutos.
Quizás la formación del profesorado debería profundizar y enfocarse en mayor medida
en estos aspectos para conseguir que una evolución más rápida y más eficiente y con unos
mejores resultados.

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