A Manifesto Against the
Enemies of Modernity
This document is very long and detailed so a brief
bulleted summary is provided below for those who
don’t have the hour it takes for a careful read.
• Modernity, in terms of the views and values
that have brought us out of the feudalism of
the Medieval period and led us to the relative
richness and comfort we enjoy today (and
which are rapidly spreading around the world),
is under threat from the extremes at both ends
of the political spectrum.
• Modernity is worth fighting for if you enjoy
and wish others to enjoy the benefits of a first-
world existence in relative safety and with high
degrees of individual liberty that can express
itself in functional societies.
• Most people support Modernity and wish its
anti-modern enemies would shut up.
• The enemies of Modernity now form two
disagreeing factions — the postmoderns on the
left and the premoderns on the right — and
largely represent two ideological visions for
rejecting Modernity and the good fruits of the
Enlightenment, such as science, reason,
republican democracy, rule of law, and the
nearest thing we can claim to objective moral
progress.
• Left-right partisanship is the tool by which
they condemn Modernity and continually
radicalize sympathizers to choose between the
two warring factions of anti-modernism:
postmodernism and premodernism.
• A “New Center” centrist position is well-
intended, represents most people’s politics,
and cannot hold. It is naturally unstable and
reinforces the very thinking that perpetuates
our current state of what we term existential
polarization.
• Those who support Modernity should do so
unabashedly and without reference to
relatively minor partisan differences across the
“liberal/conservative” split. The fight before us
now is bigger than that, and the extremes at
both ends are dominating the usual political
spectrum to everybody’s loss.
• Modernity can be fought for, and it’s probably
what you already want unless you’re on the
lunatic fringe of the left or right.
Manifiesto contra los enemigos de
la Modernidad
James A. Lindsay y Helen Pluckrose (Traducido por Sebastian Wasserzug)
Publicado en la revista norteamericana en línea Areo Magazine el 22 de
agosto de 2017 https://areomagazine.com/2017/08/22/a-manifesto-
against-the-enemies-of-modernity/
Este documento es muy extenso y detallado, por lo que a
continuación se brinda un breve resumen por puntos para
aquellos que no puedan dispensar de la hora necesaria
para una lectura cuidadosa.
• La Modernidad, entendida como las opiniones y
los valores que nos han sacado del feudalismo de la
época medieval y nos han llevado a la relativa
riqueza y comodidad que disfrutamos hoy en día
(que se están expandiendo rápidamente por todo el
mundo), está actualmente amenazada por los
extremos de ambas puntas del espectro político.
• Vale la pena luchar por la Modernidad si se
disfruta y se desea que otros disfruten de los
beneficios del tipo de vida que hoy en día existe en
el primer mundo, con su relativa seguridad y el alto
grado de libertad individual que se ven expresados
en sociedades funcionales.
• La mayoría de la gente apoya la Modernidad y
querría que sus enemigos se callasen un poco.
• Los enemigos de la Modernidad forman dos
facciones contrarias —los posmodernos de la
izquierda y los premodernos de la derecha— que a
grandes rasgos representan dos visiones
ideológicas que rechazan la Modernidad y los
beneficios de la Ilustración, tales como la ciencia,
la razón, la democracia republicana, el estado de
derecho y lo más parecido que conocemos a un
progreso moral objetivo.
• El partidismo, tanto de izquierda como de derecha,
es la herramienta a través de la cual aquellos
condenan la Modernidad y constantemente
radicalizan a la sociedad para obligarla a elegir
entre estas dos facciones antimodernas en guerra
continua: el posmodernismo y el premodernismo.
• La posición centrista, o de "Nuevo Centro," está
bien intencionada y representa la opinión política
de la mayoría de la gente, pero es insostenible. Es
por naturaleza inestable y refuerza el mismísimo
pensamiento que perpetúa el estado actual de las
cosas o lo que aquí llamaremos polarización
existencial.
• Aquellos que apoyan la Modernidad deberían
hacerlo abiertamente y sin vergüenza, y sin hacer
referencia a diferencias partidarias que son
relativamente menores dentro de la ruptura
"progresista-conservadora." La lucha ante nosotros
es más amplia que esas diferencias y los extremos
de ambos bandos actualmente dominan el espectro
político, para desmedro de todos.
 ***
“Modernity” is the name for the profound cultural
transformation which saw the rise of representative
democracy, the age of science, the supersedence of
reason over superstition, and the establishment of
individual liberties to live according to one’s own
values. At its core, it values empowering the individual
to think, believe, read, write, speak, doubt, question,
argue, and refute any ideas at all in pursuit of truth.
What is there in the society of today for someone who
still believes in this? If we insist on continuing to think
in purely political terms, there are two primary
choices, and they’re both bad.
We find ourselves offered a left-hand path upon which
progressive crusaders bill themselves as the righteous
defenders of Social Justice and moral progress, and
thus the true future of Modernity. Beside it, forking
away, lies a right-hand path upon which conservative
stalwarts position themselves as the last desperate
defenders of the heart of the project of Modernity, the
so-called “values of Western Civilization,” defending it
from the potential failures of progressive social and
economic experimentation. Upon which of these two
paths can the hopeful believer in Modernity hope to
find the cornerstone of the Modern project, which is
an allegiance to seeking objective truth and erecting
sufficiently strong institutions to secure the fruits of
Modernity?
Neither.
The progressive left has aligned itself not with
Modernity but with postmodernism, which rejects
objective truth as a fantasy dreamed up by naive
and/or arrogantly bigoted Enlightenment thinkers
who underestimated the collateral consequences of
Modernity’s progress. The regressive right
champions premodernism instead, which is little more
than a grand delusion that the intricate complexities
of Modern society can function without the elaborate
infrastructure required to run a Modern society in the
first place. Both are outright rejections of the
Enlightenment’s commitment to truth.
If you value Modernity, much of political and cultural
life of late therefore feels like standing at this dismal
crossroads, not of truth, but of what Stephen Colbert
famously called “truthiness,” that which feels true,
• Es posible luchar por la Modernidad y
probablemente eso sea lo que nuestros lectores ya
desean, a menos que se encuentren en esa franja
lunática que está muy a la izquierda o muy a la
derecha
***
Por "Modernidad" entendemos la profunda
transformación cultural que dio en la consolidación de la
democracia representativa, la era de la ciencia, el triunfo
de la razón sobre la superstición y el establecimiento de las
libertades individuales que nos permiten vivir según
nuestros propios valores. Sus fundamentos son empoderar
al individuo para pensar, creer, leer, escribir, hablar,
dudar, cuestionar, discutir y refutar toda idea en pos de la
verdad. ¿Qué ofrece la sociedad hoy en día a aquellos que
todavía creen en esto? Si se insiste en continuar pensando
sobre esto en términos puramente políticos, existen dos
alternativas principales. Y ambas son malas.
Vemos que se nos propone un camino hacia la izquierda
en donde los cruzados progresistas se autodenominan
como los paladines defensores de la justicia social y el
progreso moral y es así que afirman representar el
verdadero futuro de la Modernidad. Vemos que al lado y a
la derecha hay otro camino donde los más reacios
conservadores se posicionan como los últimos defensores
epopéyicos de la esencia del proyecto de la Modernidad y
de los llamados "valores de la Civilización Occidental", que
ellos defienden contra los potenciales errores de la
experimentación social y económica de los progresistas.
¿En cuál de estos dos caminos podrá el esperanzado
ciudadano que aún cree en la Modernidad encontrar la
piedra angular del proyecto moderno, que no es otra cosa
que un compromiso con la búsqueda de la verdad objetiva
y el establecimiento de instituciones suficientemente
sólidas como para garantizar los beneficios de la
Modernidad?
En ninguno.
La izquierda progresista no se ha alineado con la
Modernidad sino con la posmodernidad, la cual rechaza la
verdad objetiva como una fábula ideada por unos
pensadores de la Ilustración prejuiciosamente ingenuos
y/o arrogantes que subestimaron las consecuencias
colaterales de la Modernidad. La derecha regresiva
defiende en cambio el premodernismo, que no es otra cosa
que ese gran engaño que cree que las intrincadas
complejidades de la sociedad moderna pueden funcionar
sin la compleja infraestructura requerida para dirigir una
sociedad moderna. Ambas visiones representan un
rotundo rechazo al compromiso de la Ilustración con la
verdad.
Para quienes valoramos la Modernidad, existe la
impresión de que mucho de la vida política y cultural de
los últimos tiempos fuera como estar parados ante esta
triste encrucijada de lo que es, no ya “la verdad” sino lo
though it isn’t — or, put more squarely, an intuition of
moral or ideological “truth” which has little to do with
any objective reality.
Take the leftward road, and you’ll find the
objectionable notion that truth is “situated” in
identity, which leads to the farcical belief that truth is
relative to whatever one’s cultural background has
traditionally held it to be — unless that culture is
considered to have unfairly dominated in the past, in
which case anything it holds to be true must be refuted
on principle.
If this sounds confusing, you’re not to worry. Priestly
representatives have appointed themselves along this
path to divine who can’t say what to whom and under
what circumstances. You need only to check your
privileges in life, fall in line, become an “ally,” shut up,
and listen to those deemed more oppressed than you
are. The shutting up is particularly important. It’s
almost impossible to avoid being “problematic” if
speaking independently. You probably won’t like being
told your existence is obsolete, but according to the
rubric (about which you will be reminded at every
opportunity) there are those less privileged in the
world and they like their oppression even less.
Veer rightward instead, and you’ll be similarly
disappointed. There, truth isn’t much different,
although they wouldn’t call it “situated” (but it is). It is
the kind of capital-T “Truth” that’s both “obvious” to
everyone and too simplistic to be true, and it’s situated
in the lived experience of the traditionally recognized
everyman. This right-hand Truth often arrives as some
amalgamation of divination upon the everyday
experience of rubes and the locally agreed upon
exegeses of God’s parochially preferred ancient
manuscripts. A more capital-S Sophisticated Truth can
also be found along the right-hand path, placed there
by Nature Herself in the form of philosophically
reasoned-out Natural Law, despite the demonstrated
meaninglessness of this term and its distinctness from
anything established by the natural sciences. Truth, on
the right, is thus exactly the “plainly True” Common
Sense everybody “knows” (except the elites and
experts, who are deemed too educated and too out-of-
touch with Real Life to see what’s plainly the case).
que el comediante Stephen Colbert célebremente llamó
"olor a verdad", es decir aquello que se siente como cierto
aunque no lo sea; o de forma más directa, una intuición de
"verdad" moral o ideológica que tiene muy poco que ver
con la realidad objetiva.
Tómese el camino que va hacia la izquierda y se topará con
la objetable noción de que la verdad está "situada" en la
identidad, lo cual lleva a la absurda creencia de que la
verdad es relativa a lo que la historia cultural de la
sociedad de uno haya tradicionalmente sostenido como
verdad; a menos claro que se piense que esa historia
cultural propia haya ejercido una dominación injusta por
sobre otras culturas, en cuyo caso cualquier cosa que se
considere verdadera deberá ser, en principio, refutada.
Si esto le parece confuso, no se preocupe. Existe un clero
de representantes a la vera del camino que se han
autoproclamaron los encargados de detectar quién no está
autorizado a decir qué cosa a quién y en qué
circunstancias. Solo deberá analizarse hasta qué punto
usted es un privilegiado en la vida, adecuarse
mansamente, convertirse en un "aliado", y callarse la boca
y escuchar a aquellos considerados más oprimidos que
usted. Callarse la boca es especialmente importante. Es
casi imposible evitar ser "problemático" si se opina de
forma independiente. Probablemente a usted no le guste
que le digan que su existencia es irrelevante, pero según la
rúbrica en boga (que se usará a cada rato para recordarle
esto mismo) hay otros aún menos privilegiados que usted
en el mundo a los que les gusta aún menos la opresión que
ellos sufren.
Tómese el camino que va a la derecha y allí las cosas no
serán mejores. Allí la verdad no es muy distinta, aunque
no la llaman "verdad situada" (aunque sí lo es). Se trata
más bien de una "Verdad" en mayúscula, la cual es tan
"obvia" para todo el mundo como en realidad demasiado
simplista para ser realmente verdad. Está situada en la
experiencia vivida del así llamado “hombre común.” Esta
Verdad de la derecha se manifiesta como una amalgama
de un presentimiento de verdad basada en la experiencia
cotidiana de cierta gente común con primaria completa y
las exégesis de ciertos párrafos escritos por Dios
seleccionados en algún pueblecito. En este sendero de la
derecha también se podrá encontrar una Verdad más
sofisticada, en mayúscula, que la Naturaleza Misma colocó
allí en forma de una filosóficamente razonada Ley Natural
(muy a pesar de la falta de sentido del término y de ser
contrario a todo lo establecido por las ciencias naturales).
Esta Verdad de la derecha equivale exactamente al Sentido
Común, a aquello que es "obviamente Verdadero" y que
“todo el mundo sabe" (excepto las élites y los expertos, a
quienes se los considera demasiado instruidos y
desconectados de la Vida Real del pueblo como para ver lo
que es a todas luces Verdad).
How can you know what’s “plainly True” along the
rightward path, then? It is whatever seems
immediately obvious, which “obviously” works good
enough to be getting on with (so long as most
complexities of systems and of human interaction are
dropped), or it is that which accords with the views of
the provincially correct religious or political deities or
their self-appointed emissaries. If you’re concerned
that Common Sense in its perfected capitalized-letters
form isn’t actually terribly common, that self-styled
Holy Rollers and fearmongers might not speak for
you, and that simple heuristics often miss the point,
the right-hand road is going to be a frustrating and
painful choice. You’d be exactly right in believing that
Modernity requires a bit more than plain sense and
“Natural Law” to keep itself functioning and moving
forward. Not only that, but down this way, if you’re
concerned that what passes for capital-T Truth often
tends to rationalize and exacerbate structural
inequalities in society, your job is to deal with what’s
True, suck it up, and keep your questions and
interfering to yourself.
Neither road seems good. In reality, they’re both bad.
You’ll not make it far down either path before
observing that the chief commodities along both are
hysterical moral panic and a corollary absolute
intolerance of thinking differently — duly papered
over with claims to appreciate the right kinds of
(limited) diversity. So it is that with just a bit of
patient observation, you’ll come to realize these
premodernists and postmodernists, despite their
distinct moral dialects and impossibly irreconcilable
differences in every political mood, are almost
indistinguishable. Both are bent toward
authoritarianism and values at odds with Modernity.
Collectively, these two groups represent one
overarching ethos. They are both anti-modernists, and
they are the enemies of Modernity. Treated as a single
entity, they make up a relatively small, intrinsically
divided, but alarmingly powerful minority. Separately,
these two factions whirl in a centrifugal death spiral
for society driven by a near-religious and
redemptionless hatred for each other. They proceed as
if by superpower, as they are nearly unrivaled at
fomenting ideological divisiveness amongst the
majority who believe in Modernity. They should be
seen and resisted as a single dragon with two noxious
heads that pose far more threat to everyone else than
they do to each other. Regardless of the validity of any
claim on which head is the nastier, the debate is a
matter of much fruitless argument that feeds the
dragon rather than slaying it.
Entonces, ¿cómo hacer para saber qué es "obviamente
Verdadero" al transitar este camino de la derecha? Pues
bien, es lo que sea que parezca ser inmediatamente obvio y
que "obviamente" ya funciona suficientemente bien
(siempre y cuando se abandone la creencia de que existe
complejidad en todo sistema, así como en las interacciones
humanas). O es aquello que esté de acuerdo con las
opiniones de las deidades —ya religiosas, ya políticas, y
ambas provincianas— o las de sus autoproclamados
emisarios. Si a usted le preocupa que el Sentido Común en
perfectas mayúsculas no sea en realidad tan terriblemente
común o que los defensores del Espíritu Santo y los
alarmistas sociales no lo representan a usted y que las
heurísticas simples son bobas, entonces el camino de la
derecha será una elección frustrante y dolorosa. Y tendrá
razón al creer que la Modernidad requiere un poquito más
que la "Ley Natural" y el sentido común para seguir
funcionando y avanzar. No solo eso: al elegir este camino y
si le preocupa que lo que se presenta como Verdad-en-
mayúscula tienda a racionalizar y exacerbar las
desigualdades estructurales en la sociedad, le esperará la
ardua tarea de lidiar con lo que es Verdadero,
aguantárselas, no meterse, y callarse sus objeciones.
Ninguno de estos dos caminos es bueno. En realidad,
ambos son malísimos. No se llegará muy lejos en ninguno
de ellos sin pronto darse cuenta de que lo que tienen en
común es un pánico moral histérico y, como corolario, una
intolerancia absoluta a quienes piensan distinto; aunque
nominalmente se diga que se aprecia “una diversidad
adecuada” (léase: limitada). De modo que con solo un
poquitín de paciente observación, se dará cuenta de que
estos premodernistas y posmodernistas —y a pesar de sus
distintivos dialectos moralistas y sus diferencias
irreconciliables en todo lo político— son en realidad casi
indistinguibles… Ambos se inclinan al autoritarismo y
tienen valores contrarios a la Modernidad.
Colectivamente, estos dos grupos representan un mismo
ethos general. Ambos son antimodernistas. Ambos son los
enemigos de la Modernidad. Si los tomamos como una
entidad única, no son más que una minoría relativamente
pequeña e intrínsecamente dividida, aunque
alarmantemente poderosa. Si los tomamos
separadamente, estas dos facciones giran en lo que para la
sociedad representa espirales centrífugas letales y
contrarias, impulsadas por un odio mutuo casi religioso y
sin redención alguna. Representan fuerzas potenciadas, ya
que no tienen rival a la hora de fomentar la división
ideológica entre las mayorías, que sí creen en la
Modernidad. Ambas deben entenderse y ser resistidas
como si fueran un solo dragón de dos cabezas perniciosas
que representan una amenaza mucho mayor para todos
nosotros de lo que cada una representa para la otra.
Independientemente de la validez de los argumentos que
buscan decidir qué cabeza es la peor, ese debate es
sumamente infructuoso y alimenta al dragón en lugar de
matarlo.
Modernity
When we advocate a defense of Modernity, we are
talking about the fruits of the Modern era; the positive
developments of that period from the Renaissance to
the present day. This period is distinguished from its
predecessor, the Medieval period, by several
important intellectual changes including the
Enlightenment, the formation of free societies
governed by representative democracy, and the
Scientific Revolution. Over the last 500 years, Western
society has seen a shift from a dominant epistemology
based on religious faith to one based on reason and
science, and from a social system based on collectives
within a hierarchy, to a recognition of individual
human worth and the need for individual freedom. If
you believe in the legitimate progress of the last 500
years and wish to see it continue, and you support the
moral and intellectual values that have led us here,
then you believe in Modernity too.
Some will argue that to see Modernity in this way is to
create false historical categories which ignore
continuities and do so in order to romanticize a period
which remained full of false belief and injustice. This
is a fair assessment but misses the point. Our
intention is not to claim that everything was terrible
and then the Enlightenment happened and all was
wonderful. The Enlightenment, the Scientific
Revolution, and liberal democracy are processes which
began in this period and progressed gradually
throughout it. Along the way, they encountered many
stalls and setbacks and made missteps that are
proportionally grand to their far-reaching vision. They
were and continue to be part of ongoing projects
subsumed under the umbrella of Modernity which
may never be completed but which it is essential to the
wellbeing of humanity to continue.
To be pro-Modernity is not to support everything that
happened in the Modern period to the point of
including war, genocide, imperialism, and slavery, or
their negative impacts, but to value that intellectual
shift which produced benefits that had not existed
before or had been lost in the Medieval epoch. You are
pro-Modernity if you believe in the scientific method,
human rights, liberal democracy, individual liberty,
and established epistemologies based on evidence and
reason.
The pillars of Modernity are a set of values that served
to lift us out of the Medieval period and into the
dramatically improved world we mostly take for
granted today. These defining values include
La Modernidad
Al proponer una defensa de la Modernidad, hablamos de
defender los frutos de la era moderna: los avances del
período que va desde el Renacimiento hasta la actualidad.
Este período se distingue de su predecesor, el medieval,
por muchos cambios intelectuales importantes, entre otros
la Ilustración (a veces también llamada el Siglo de las
Luces), la creación de sociedades libres gobernadas por
democracias representativas y la Revolución Científica. En
los últimos 500 años, la sociedad occidental ha visto un
cambio desde una epistemología dominante basada en la
fe religiosa a una basada en la razón y la ciencia; y de un
sistema social basado en colectivos dentro de una
jerarquía a un reconocimiento del valor humano
individual y la necesidad de contar con libertades
individuales. Si se cree en este legítimo progreso de los
últimos 500 años, en que es importante que continúe y en
respaldar los valores morales e intelectuales que nos han
llevado hasta aquí, entonces también se cree en la
Modernidad.
Algunos argumentarán que interpretar la Modernidad de
esta manera equivale a crear categorías históricas falsas
que ignoran continuidades y que con eso se busca idealizar
un período impregnado de falsas creencias e injusticias.
Esta es una lectura justa, pero demasiado incompleta.
Nuestra intención no es afirmar que todo era terrible y que
luego gracias a la Ilustración todo fue maravilloso. La
Ilustración, la Revolución Científica y la democracia
liberal son procesos que comenzaron y se expandieron
dentro de este período y que también continuaron y
progresaron gradualmente. En el camino hubo muchos
frenos y reveses y se cometieron errores que son
proporcionalmente grandes sí, pero solo si se los mide
dentro de la cosmovisión de sus ambiciosísimos objetivos.
Esos frenos y reveses fueron y continúan siendo parte de
los proyectos en curso bajo el marco de la Modernidad
que, aunque quizás nunca se completen del todo, siguen
siendo esenciales para el bienestar de la humanidad y
hasta para su continuidad.
Estar a favor de la Modernidad no es estar de acuerdo con
todo lo que sucedió durante el período moderno a tal
punto de aceptar la guerra, el genocidio, el imperialismo y
la esclavitud o sus negativos impactos asociados, sino
valorar ese cambio intelectual que produjo beneficios que
no existían antes o se habían perdido en el período
medieval. Uno es promoderno cuando cree en el método
científico, los derechos humanos, la democracia liberal, la
libertad individual y las epistemologías existentes basadas
en la evidencia y la razón.
Los pilares de la Modernidad son un conjunto de valores
que nos ayudaron a salir del período medieval y entrar al
mundo dramáticamente mejorado que hoy damos por
sentado. Estos valores determinantes incluyen:
 • A profound respect for the power of reason and
the utility and strength of science;
• An unwavering commitment to the norms of
secular democratic republics, including rule of
law, and an abiding belief that they are the
most beneficent political force the world has
known;
• A keen understanding that, whatever and
however group dynamics may influence human
societies, the atomic unit of society to be
defended and cherished is the individual;
• An earnest appreciation that the Good is best
achieved through a balance between human
cooperation and competition brokered and
mediated through the interplay of institutions
that work on behalf of public and private
interests.
Despite being unbelievably popular, these pillars of
Modernity are currently under threat.
The Broad Popularity of Modernity
The most bizarre thing about the current threat to
Modernity is that it is taking place within a Western
society that still overwhelmingly supports its values
and recognizes its benefits. Committed opponents of
science, democracy, liberty, human rights and reason
are a small minority and are found merely on the noisy
fringes of politics. Still, despite perhaps the broadest
support for any project in human history, Modernity
itself gets very little direct defense, quite possibly
because defending Modernity and its benefits seems
far too obvious to bother with. However, to fail to
defend Modernity is to stand above a pit of darkness —
one we clawed our way out of, mind you — and to cut
off the very branch we all stand upon. But who would
do such a thing?! Mostly people who believe they’re
doing the opposite.
The noisy anti-modern fringes have each planted their
flag in the soil of Modernity and set themselves up as
the sole moral luminaries of the left and right; as the
only True Scotsmen of Modernity’s diametrically
opposed ideological visions: liberalism and
conservatism. These moral luminaries demand we face
a ludicrous choice between odious poppycock and
loathsome codswallop: only by perfect radical left-
thinking can the true Modern Utopia be achieved, and
only by perfect radical right-thinking can we hope to
regain Modernity’s lost Golden Era.
• un profundo respeto por el poder de la razón y la utilidad
y solidez de la ciencia;
• un compromiso inquebrantable con las normas de las
repúblicas democráticas seculares, entre ellas el estado de
derecho, y una honda creencia de que esas normas
representan la fuerza política más beneficiosa que el
mundo jamás haya conocido;
• una profunda comprensión de que cualquiera sea la
forma y manera en que las dinámicas grupales influyan en
las sociedades humanas, la unidad atómica de la sociedad
que se defenderá y resguardará es el individuo;
• un sincero reconocimiento de que la mejor forma de
fomentar el bien es logrando un adecuado equilibrio entre
la cooperación humana y la competitividad humana,
acordadas y mediadas a través de la interacción de
instituciones que trabajan en nombre de los intereses
públicos y los intereses privados.
Estos pilares de la Modernidad, a pesar de recibir
muchísimo apoyo popular, están actualmente en peligro.
La gran popularidad de la Modernidad
Lo más paradójico de la actual amenaza que enfrenta la
Modernidad es que se da dentro de una sociedad
occidental que todavía apoya abrumadoramente los
valores y reconoce los beneficios de la Modernidad.
Aquellos que se oponen a la ciencia, la democracia, la
libertad, los derechos humanos y la razón son una
pequeña minoría que apenas sí existe en los ruidosos
rincones políticos más extremos. Aun así y a pesar de ser
quizás el proyecto con mayor aceptación en la historia de
la humanidad, la Modernidad en sí recibe muy poca
defensa directa, muy probablemente porque se cree que
defender a la Modernidad y sus beneficios es una
obviedad. Sin embargo, no defenderla es como contemplar
desde una rama un abismo oscuro justo debajo (uno del
cual en realidad ya habíamos salido) y querer cortar la
rama misma sobre la que todos estamos parados. Pero,
¿quién querría hacer tal cosa? Paradójicamente, se trata
más que nada de personas que creen estar haciendo lo
contrario.
Los ruidosos extremismos antimodernos han plantado su
bandera sobre el suelo de la Modernidad y se han
embanderado como las únicas luminarias morales, ya sea
de la izquierda o de la derecha; se han declarado como los
únicos que “verdaderamente” representan a las ideologías
válidas pero diametralmente opuestas de la Modernidad:
el progresismo y el conservadurismo. Estas luminarias
morales demandan que todos nos definamos en una
elección ridícula entre una tontería execrable o una
bobada repugnante: es solo gracias al pensamiento de
izquierda radical más puro que será posible lograr la
verdadera Utopía Moderna; o: es solo gracias al
pensamiento de derecha radical más puro que podremos
recuperar la Era Dorada perdida de la Modernidad.
Meanwhile, the vast majority of people on the left or
the right believe in incremental progress and appeal
first to the very principles and institutions of
Modernity when criticizing the extremes of the other
side. Those who claim that science and reason are a
form of imperialism or an arrogant defiance of God
are largely recognized as lunatics. Those who oppose
democracy, liberty, and human rights in the name of
any authoritarian vision are widely perceived as
dangerous zealots. The respect for and desire to
defend the fruits of Modernity is the mainstream view,
and it transcends partisanship, and yet they are in
danger of falling victim to the uncompromising
machinations of the fringes.
The Enemies of Modernity
The philosophical underpinnings of these two types of
anti-modernism are postmodernism (left) and
premodernism (right).
The far-left manifests anti-modernism
in postmodernism; a complex set of ideas rooted in
the works of theorists including Jean-François
Lyotard, Jean Baudrillard, and Jacques Derrida,
adapted and further politicized within the fields of
intersectional feminism, critical race theory, post-
colonialism, and queer theory and manifested to
various degrees in left-wing policies and Social Justice
activism. By its focus on justice for systemic harms in
society, theoretical postmodern poppycock easily
appeals to people with liberal moral leanings.
Underpinned by a belief in the power of language,
specifically discourses — speech which assumes or
promotes a certain view — postmodernism regards
society, knowledge, truth, and even the individual in
terms of cultural construction. Our values, our ethics,
our institutions, and even our scientific knowledge
and reasoning processes are held to have been
constructed according to the biases of dominant
groups in society and now need to be deconstructed to
allow other values, knowledge and truths to emerge.
Because Western societies have been dominant within
the modern period, it is those societies and the
knowledge, institutions, and values formed over that
period which come under strongest attack.
Although the founding fathers of postmodernism
claimed to be continuing the Modernity project by
continuing to break down oppressive power structures
and institutions in the same way as feudalism and
Mientras tanto, la gran mayoría de las personas más a la
izquierda o más a la derecha creen en un progreso gradual
y, cuando critican al extremo que ellos ven como su
opuesto (ya sea el de derecha o el de izquierda), a lo
primero que apelan es a los mismísimos principios e
instituciones de la Modernidad. Aquellos que afirman que
la ciencia y la razón son una forma de imperialismo o una
arrogante resistencia a Dios son ampliamente reconocidos
como lunáticos. Aquellos que se oponen a la democracia,
la libertad y los derechos humanos en nombre de
cualquier visión autoritaria, son ampliamente percibidos
como fanáticos peligrosos. La principal visión imperante
en la sociedad es el respeto y la defensa de los frutos de la
Modernidad, que trascienden los partidismos. Sin
embargo, muchos están en peligro de ser víctimas de las
maquinaciones inflexibles de estos dos extremismos
marginales.
Los enemigos de la Modernidad
Los fundamentos filosóficos de estos dos tipos de
antimodernismo son el posmodernismo (izquierda) y el
premodernismo (derecha).
La extrema izquierda manifiesta su antimodernismo en el
posmodernismo: un complejo conjunto de ideas producto
de las obras de teóricos como Jean-François Lyotard, Jean
Baudrillard y Jacques Derrida, adaptadas y aún más
politizadas en los campos del feminismo interseccional, la
teoría racial crítica, el poscolonialismo y la teoría queer,
manifestadas en diverso grado en las políticas de izquierda
y el activismo pro justicia social. Al enfocarse en la justicia
como solución a problemas sociales sistémicos, la bobería
teórica posmoderna tiende a atraer a personas con
inclinaciones morales progresistas.
Fundados en la creencia en el poder del lenguaje,
específicamente el de los discursos —el habla que da por
sentado una determinada visión o que la promueve—, el
posmodernismo considera a la sociedad, al conocimiento,
a la verdad e incluso al individuo en términos de
construcciones culturales. Considera que nuestros valores,
nuestra ética, nuestras instituciones e incluso nuestros
conocimientos científicos y procesos de razonamiento han
sido creados según los prejuicios de los grupos
dominantes de la sociedad y que ahora deben ser
deconstruidos para permitir que surjan otros valores,
conocimientos y verdades. Debido a que las sociedades
occidentales han sido dominantes durante el período
moderno, son esas sociedades —conjuntamente con el
conocimiento, las instituciones y los valores creados
durante ese período— las que son atacadas más
visceralmente.
Aunque los fundadores de la posmodernidad afirmaban
continuar el proyecto de la Modernidad al seguir
derribando las opresivas estructuras e instituciones de
poder, de igual forma en que se derribó el feudalismo y el
patriarcado, muchas de esas estructuras e instituciones de
patriarchy, many of those structures and institutions
are, in fact, products of Modernity that the majority
seeks to incrementally correct and ultimately protect.
The far-right form of anti-modernism could be
usefully thought of in terms of premodernism.
Premodernists would reset society to an idyllic state
that exists only in nostalgic memory and revisions of
history, before the perceived corruptions of
progressivism that accompanied later developments of
Modernity. Premodern codswallop, through these
values, often appeals to people with conservative or
libertarian moral leanings.
Premodernism valorizes simplicity and purity that it
imagines in terms of Natural roles, Laws, and Rights.
It feels these have been subverted by the growth of
institutions and complex social structures. It also
deeply distrusts expertise for a wide variety of
complicated reasons, including a certain self-assured
and yet self-pitying resentment of sociocultural
betterment, the undermining of “Natural” roles, the
questioning and challenging of traditional values, and
engineering in the social, cultural, and political
spheres.
In the case of libertarians, particularly, a major
influence is the political theory of Friedrich Hayek,
who saw the increasing centralized regulation by
government in the more recent Modern period as a
gradual return to serfdom which threatens to bring
about totalitarianism. In The Road to Serfdom, he
argues, mirroring the postmodernists, that knowledge
and truth is, in this way, inextricably linked to and
constructed by power structures. Here and in The
Constitution of Liberty, Hayek levied influential but
profoundly dubious criticisms of rationalism in the
forms of the expertise used in the planning and
organization of socio-economic programs because, he
argued, man’s knowledge is always limited. He warned
that rationalism pushes a form of destructive
perfectionism which disregards older traditions and
values and restricts individual liberty.
In its own way, premodernism also claims to uphold
the values of Modernity — liberty, in particular — and
believes itself defending the worldview that led
Modernity (usually termed “Western Civilization”)
into the world and has now gone astray. In service to
this delusion, premodernism threatens the values of
Modernity that bear the fruits the wide majority wish
to keep — including individual liberty, which in large,
hecho son el tipo de producto de la Modernidad que la
mayoría de las personas buscan corregir
incrementalmente y en última instancia proteger.
Podría ser útil conceptualizar la forma de antimodernismo
que toma la ultraderecha en términos de premodernismo.
Los premodernos restablecerían la sociedad a un estado
idílico que en realidad solo existe en ciertos recuerdos
nostálgicos y revisiones de la historia: las cosas como eran
antes de lo que se cree fueron las corrupciones del
progresismo que acompañaron los desarrollos ulteriores
de la Modernidad. Con esas ideas, las tonterías del
premodernismo a menudo atraen a personas con
inclinaciones morales conservadoras o libertarias.
El premodernismo valora la simplicidad y la pureza, a las
que imagina en términos de roles, leyes y derechos
naturales. Siente que estos han sido subvertidos debido al
aumento de instituciones y estructuras sociales complejas.
También desconfía profundamente de las
especializaciones y de los expertos, y por una gran
variedad de complicadas razones. Entre otras, por un
sesudo resentimiento —que también tiene algo de
autocompasión— hacia las mejoras socioculturales, el
resquebrajamiento de los roles "naturales", el
cuestionamiento de los valores tradicionales y la
planificación social, cultural y política.
En el caso de los llamados libertarios, existe la peculiar e
importante influencia de la teoría política de Friedrich
Hayek, quien vio la creciente regulación gubernamental
durante el período moderno más reciente como un retorno
gradual a la servidumbre y creyó que con eso se corría el
riesgo de caer en totalitarismo. En su libro Camino de
servidumbre Hayek argumentaba, en simetría con los
posmodernistas, que el conocimiento y la verdad están
inextricablemente vinculados y hasta construidos por las
estructuras de poder. Allí y en Los fundamentos de la
libertad presentó críticas de gran influencia, aunque de
dudosa solidez, sobre el racionalismo y las
especializaciones técnicas utilizadas en la planificación y
organización de programas socioeconómicos. Hayek
argumentaba que el conocimiento de los hombres es
siempre limitado y advertía que el racionalismo fomenta
una forma de perfeccionismo destructivo que ignora
tradiciones y valores más antiguos y que restringe la
libertad individual.
A su manera y como con el posmodernismo, el
premodernismo también afirma defender los valores de la
Modernidad —en particular la libertad— y se ve a sí mismo
como preservando la cosmovisión que logró que la
Modernidad (a la que en general llaman "Civilización
Occidental") cobrara ímpetu y que ahora está trastocada.
Al creer en este engaño, el premodernismo amenaza los
valores que la gran mayoría desea conservar: la
Modernidad y sus beneficios. Amenaza entre otras cosas a
la libertad individual, que en sociedades grandes y
complex societies requires being secured by effective,
elite-run institutions.
Enemies of Science and Reason
Nowhere are the anti-modernists more damaging to
Modernity than in their contemptuous relationship
with truth. Anti-modernists, in general, treat truth
selectively as that portion of the whole truth which
supports their moral ambitions. In this more than any
other way, they reveal themselves to be the enemies of
Modernity.
The postmodern left is openly hostile to the concept of
objective truth and even to science and reason. These
it associates with abuses that have arisen from
applying technological gains, and it uses this to claim
that the very Enlightenment enterprise is impossibly
fraught with biases. Over the last thirty years, in fact,
contemporary postmodernism has gone so far as to
claim that the empirical pursuit of objective truth is
evil in its built-in oppression of groups historically
oppressed by European exploits. Of course, they have
something approaching a point, but merely having a
point is, as always, beside the point. Their hostility
against science is both unwarranted and dangerous.
There’s no philosophical redemption here.
Postmodernists, as “theorists,” set themselves against
empirical science from the very beginning. Their
implicitly moralizing assault upon it followed from
Lyotard’s general distrust of “metanarratives” in which
he ranked Christianity, Marxism, and science as
equivalently constructed cultural narratives.
Postmodern relativism reduced science to but one
“way of knowing,” which it deems to be situated
against and unfairly devaluing alternative (read: poor)
epistemologies that can be found in other less ignoble
cultures. This, incredibly, they teach openly at nearly
every university.
Furthermore, postmodernism inextricably linked
science to oppressive institutional power. The
scientific enterprise’s claims to be in the business of
obtaining objective truth were presented as both false
and, though irrelevant to their point, tarred by
association with the moral failures that came with
industrialism, colonialism, imperialism, and
capitalism. This fashionable nonsense permeated the
later developments in critical theory and Social Justice
activism whose proponents, missing the irony in their
entitlement, will preach it endlessly to you in
insufferably repetitious messages concocted in
complejas requiere que se la garantice con instituciones
eficientes administradas por élites.
Los enemigos de la ciencia y la razón
No hay ningún otro aspecto en el que los antimodernistas
sean más dañinos para con la Modernidad que en el
desdeño que sienten hacia la verdad. En general, los
antimodernistas tratan a la verdad de forma selectiva:
como aquella parte de la verdad total que respalda sus
ambiciones morales. Y es más que nada de esta forma en
la que se nos revelan como los enemigos de la
Modernidad.
La izquierda posmoderna es abiertamente hostil al
concepto de verdad objetiva e incluso a la ciencia y la
razón. Los asocia con los abusos surgidos de la aplicación
de mejoras tecnológicas y utiliza ese argumento para
afirmar que la mismísima empresa de la Ilustración está
plagada de prejuicios. La posmodernidad contemporánea
de los últimos treinta años, de hecho, ha llegado a afirmar
que la búsqueda empírica de la verdad objetiva es nociva,
ya que lleva intrínsecamente consigo la opresión de los
grupos históricamente oprimidos por la explotación
europea. Por supuesto, aquí tienen algo de razón, pero el
hecho de tener algo de razón está muy lejos de tener razón.
Su hostilidad contra la ciencia es injustificada y peligrosa.
No hay medias tintas filosóficas aquí: los postmodernistas,
como "teóricos," se opusieron a la ciencia empírica desde
el principio. Su asalto implícitamente moralizante sobre la
ciencia comenzó con la desconfianza que Lyotard sentía
por las "metanarrativas" y según la cual él clasificó al
cristianismo, el marxismo y a la ciencia como narrativas
culturalmente construidas y equiparables. El relativismo
posmoderno reduce a la ciencia a una entre muchas
"formas de saber," y considera que se opone e
injustamente devalúa a otras epistemologías alternativas
(léase en realidad: epistemologías menos efectivas) que se
encuentran en otras culturas menos innobles.
Increíblemente, esto se enseña abiertamente en casi todas
las universidades.
Además, el posmodernismo vinculó inextricablemente a la
ciencia con el poder institucional opresivo. A la idea de
que la empresa científica busca obtener verdades objetivas
se la presentó tanto como falsa como así también (aunque
esto era irrelevante para su argumento) equiparable por
asociación a las fallas morales del industrialismo,
colonialismo, imperialismo y el capitalismo. Este disparate
de moda impregnó los posteriores pensamientos de la
teoría crítica y el activismo de la justicia social, cuyos
defensores —a quienes se les pasó por alto la ironía de
creerse con derecho a eso— lo predicarían
interminablemente en mensajes insufriblemente
repetitivos urdidos en jergas desconcertantes vociferadas
desde cafés caros de moda y enviados furiosamente desde
sus iPhones.
bewildering jargon over mass-market gourmet lattes
and sent angrily from their iPhones.
For the premodernist right, their opposition to science
and reason is far older, challenging as it does the
Christian beliefs held dear by many and offering
suspicious and often counterintuitive findings
regarded as an affront to plain Common Sense.
Premodern opposition to scientific impertinence is,
after all, the line of thought that justified Galileo’s
house arrest and Giordano Bruno’s “all-stars” funeral
pyre. Though the Inquisition ended centuries ago,
premodern distrust for inconvenient science hasn’t
abated. Biblical creationism versus evolution, for
example, still rages as a pretend debate even now,
more than a century after it was laid to rest by firm
scientific consensus.
The premodern impulse against science arises mainly
when scientific efforts, and the elites hedging to them,
offer provisional truths that overturn Common Sense
— traditional wisdom intrinsic to the dominant culture
— or that which is parochially deemed both Good and
Holy. On the occasions when these provisional
findings turn out to be wrong, sometimes
catastrophically wrong, the anti-science impulse is
intensified. This too is the result when well-intended
elites utilize science to promulgate left-wing social or
cultural initiatives for problems that “didn’t need
fixin’.” In particular, premodernists greatly dislike
meddlesome social science for reasons that range from
legitimate critique of methods and ideological biases
to inflamed concerns about social manipulation to
paranoia about uncovering facts that threaten the
status quo. These things, they, too, will readily tell you
in extremely plain language from their beloved
iPhones, usually in a politely stubborn tone that insists
that expertise is but one opinion and that theirs runs
otherwise.
For both postmodernists and premodernists, science
and reason, as manifested in many forms of legal and
professional expertise, are considered elitist and far
removed from the lived experience of the non-expert,
who, something akin to moral sorcery informs them,
holds a deeper and truer form of intuitive knowledge
than can be obtained in any university or elite
institution. For the postmodernist on the left, the
sacred non-expert groups may be minority,
indigenous, or immigrant groups (or women) within
society. For premodernists on the right, they are the
salt-of-the-earth everyman (and his brother). In both
Para la derecha premoderna, su oposición a la ciencia y la
razón es mucho más antigua, ya que éstas han contrariado
las creencias cristianas tan apreciadas por tantos y han
ofrecido hallazgos muchas veces contraintuitivos que esa
derecha ve como afrentas al Sentido Común. Esta
oposición premoderna a la impertinencia científica en
definitiva utiliza la misma línea de razonamiento que
justificó el arresto domiciliario de Galileo y la pira
funeraria de Giordano Bruno. Aunque la Inquisición
terminó hace siglos, la desconfianza premoderna hacia
esta ciencia “incómoda” no ha disminuido. Por ejemplo, el
falso debate del creacionismo bíblico versus la evolución
todavía sigue vivo más de un siglo después de que fuera
descartado gracias a un firme consenso científico.
El mayor ímpetu premoderno contra la ciencia surge
cuando los esfuerzos científicos y las élites que los
protegen ofrecen verdades provisionales que son
contrarias al “Sentido Común”, esa sabiduría tradicional
intrínseca a la cultura dominante, o aquello que se
considera parroquialmente como el Bien y lo Santo. En
aquellas ocasiones en que estos hallazgos científicos
provisionales resultan ser erróneos —y a veces son
catastróficamente erróneos— ese ímpetu anticientífico se
intensifica. Lo mismo ocurre cuando las élites bien
intencionadas utilizan a la ciencia para promulgar
iniciativas sociales o culturales de izquierda a fin de
resolver problemas que en realidad no necesitaban ser
resueltos. En particular, a los premodernos no les gusta
que la ciencia social se entrometa y esto es así por razones
que van desde lo que podrían ser críticas legítimas al
método científico y los sesgos ideológicos, a acusaciones
exageradas de manipulación social y la paranoia hacia
nuevos descubrimientos científicos que se cree amenazan
el status quo. Y son estas entonces el tipo de cosas que los
premodernos también nos dirán desde sus queridos
iPhones y en un lenguaje extremadamente simple, con un
tono cortésmente terco que insiste en repetir que las de los
expertos no son más que una opinión entre muchas y que
a ellos se les ocurre que no tienen por qué estar de
acuerdo.
Tanto para los posmodernos como para los premodernos
la ciencia y la razón, tal como se manifiestan en sus
variados tipos de especializaciones profesionales, son
consideradas elitistas y alejadísimas de la experiencia
vivida por quienes no son expertos. Estos últimos, nos
explican iluminados por algo símil a la hechicería moral,
cuentan con conocimientos intuitivos más profundos y
más verdaderos que los que se imparten en las
universidades o instituciones de élite. Para el posmoderno
de izquierda, los grupos sagrados de no expertos son las
minorías, los indígenas o los inmigrantes (o las mujeres).
Para el premoderno de derecha son la gente común, esa
cases, both the suspicion and rejection of expertise
and the equivocating relativism about truth are the
same, and the justifications are mere moral variations
on a single tortured logic.
Opponents of Liberty and Individuality
Liberty and individuality are cornerstone values of
Modernity. Unsurprisingly, both are trampled by anti-
modernists of both stripes even while each earnestly
professes to be the sole ideological defender of these
most precious and delicate fruits of Modernity.
For the postmodernist left, liberty — primarily
freedom of inquiry, belief, and expression — is often
seen as an unearned privilege of the dominant
majority. For this reason, in their view, liberty must be
constrained for the safety and flourishing of the
marginalized minority. Because discourses are
understood to construct society, there can be no value
and a great deal of harm in tolerating the expression of
ideas, beliefs, and speech which question or contradict
those which promote the postmodern conception of
Social Justice.
Individuality to the postmodern is a myth because the
individual is itself a construction of the dominant
discourses in society and how these discourses
position groups within society. This high-minded
poppycock renders group identity paramount, and
collective guilt or veneration is therefore both
coherent and ethically mandated. All of this, of course,
flies in the face of Modernity’s commitment to
universal human rights and individual freedom under
Enlightenment liberalism, and it is something the
wide majority of Modern society strongly rejects.
Premodernists on the right have a more complicated
relationship with liberty, not least because some of
them openly profess to value it above nearly all else.
Most liberty-loving premodernists rankle at individual
liberty, however, when it is used unpatriotically (say,
burning a flag), which they view as leading to a
disintegration of culture in which people lose their
sense of loyalty to their own people and fail to
understand their place in society.
Further, for socially conservative premodernists,
individual liberty has already gone too far in many
social developments. They are especially unhappy
about those which brought in a relaxed attitude
sal de la tierra semi divina. Se trata de lo mismo en ambos
grupos: la sospecha y el rechazo a los conocimientos
expertos y los especialistas, y el gran equívoco que
representa la relativización de la verdad. Cómo cada
bando intenta justificar lo anterior representan meras
variaciones morales de lo que es una misma lógica
equivocada.
Los enemigos de la libertad y la individualidad
La libertad y la individualidad son los valores primordiales
de la Modernidad. Una y otra se ven pisoteadas por los
antimodernos de ambas tendencias, aunque cada grupo
profese ser el único defensor ideológico de estos dos
preciados y delicados frutos de la Modernidad.
Para la izquierda posmoderna, la libertad —
principalmente la libertad de indagación, creencia y
expresión— es generalmente considerada un privilegio que
la mayoría dominante no se merece. Por esta razón y
según esta opinión, se debe restringir la libertad a fin de
garantizar la seguridad y el florecimiento de las minorías
marginalizadas. Al entender que los discursos construyen
la sociedad, no es posible ver valor alguno en tolerar que
se expresen ideas, creencias y discursos que cuestionen o
contradigan la concepción posmoderna de la justicia
social. De hecho, se cree que se genera muchísimo daño al
tolerarlas.
Para el postmoderno la individualidad es un mito, ya que
el individuo es en sí mismo una construcción social creada
a partir de los discursos dominantes en la sociedad y de
cómo estos discursos posicionan a los diversos grupos
dentro de ella. Esta bobería moralmente altisonante hace
que la identidad grupal sea primordial, y que tanto la
culpa colectiva como la veneración colectiva sean por ende
no solo coherentes entre sí sino éticamente obligatorias.
Todo esto por supuesto contradice el compromiso de la
Modernidad con los derechos humanos universales y la
libertad individual según el liberalismo clásico de la
Ilustración, y eso es algo que la gran mayoría de la
sociedad moderna rechaza enérgicamente.
Los premodernos de la derecha tienen una relación más
complicada con la libertad, sobre todo porque algunos de
ellos profesan abiertamente valorarla por encima de todo.
Sin embargo, a la mayoría de los premodernos que tanto
aman la libertad, la libertad individual les resulta irritante
cuando se la utiliza para manifestarse de forma no
patriótica (por ejemplo, quemando el pabellón nacional),
lo cual ven como una desintegración de la cultura que hace
que la gente pierda su sentido de lealtad hacia sus
compatriotas y que no entiendan cuál es su lugar en la
sociedad.
Además, para los premodernos conservadores la libertad
individual ya ha ido demasiado lejos en muchos aspectos
relacionados con los avances sociales. En especial, les
preocupa aquellos cambios que trajeron consigo una
toward some drug and alcohol use, gender equality,
sexual liberation, same-sex marriage, and transgender
rights. Gender equality and sexual liberation, in
particular, are believed in the socially conservative
premodern worldview to have encouraged a selfish
(and often “immoral”) individualism in relation to
sexual behavior and gender roles, which has led to an
alleged destruction of the family and, in many ill-
informed views, economic and social chaos.
This dim right-leaning view of individual liberty is
paradoxically shared in considerable degree by the
more culturally permissive premodern branch of anti-
modern libertarians. Libertarians, particularly
American ones, are distinguished by their insistences
upon individual liberty being an unrivaled good. Yet
theirs is a peculiar view of liberty that, despite being
based in many of Modernity’s values, is overly narrow
in its focus only upon restrictions of liberty issued by
the state and thus rapidly ceases to be compatible with
the institutions that enable Modernity. The oft-quoted
epigram on the rattlesnake-bearing Gadsden Flag,
“don’t tread on me,” is a good summary of their
naively optimistic view of society: just leave them
alone and everything will be fine. A similar mentality
is found in the kind of Brexiter who focuses on the big
themes of “independence” and “sovereignty” (going
light on the details), whilst accusing everyone still
unhappy about it of being undemocratic.
In reality, deeply interconnected societies like those
that now define Modernity can’t just leave people
alone — services are everywhere, and we’re (almost)
all glad of it (just ask Colorado Springs). More
worryingly, this narrow focus on opposing only
overreaching governmental regulations fails to
appreciate that powerful private-sector forces can
tread on individual liberty at least as effectively.
Because one can be and often is viciously trod upon by
footwear other than that issued by the state, theirs is a
recipe for another Gilded Era, which is hardly
distinguishable from pre-Modern feudalism. It thus
leaves us without sensible regulatory efforts that
constrain Modernity’s project from poisoning itself.
Only a minuscule fraction of people would embrace
this vision of liberty were it allowed to yet again play
out to its inevitable conclusion.
In terms of truth and knowledge, all anti-modernists
are united in their suspicion of science, reason, liberty,
and expertise, and they proceed defensively against
perceived threats to what amounts to “folk wisdom”
along with localized custom and tradition. They
actitud más laxa hacia el consumo de drogas y alcohol, la
igualdad de género, la liberación sexual, el matrimonio
entre personas del mismo sexo y los derechos de las
personas trans. En especial, ven a la igualdad de género y
la liberación sexual como culpables de haber fomentado
un individualismo egoísta (y a menudo "inmoral") en
relación con el comportamiento sexual y los roles de
género. Todo lo cual ha llevado a una supuesta destrucción
de la familia y, según muchos puntos de vista mal
informados, el caos económico y social.
Esta oscura visión de la libertad individual de la derecha
es paradójicamente también en gran medida compartida
por la rama premoderna de los libertarios, que en realidad
son culturalmente más abiertos. Los libertarios, en
particular si son estadounidenses, se distinguen por su
insistencia en que la libertad individual es un bien
supremo. Sin embargo, se trata de una visión peculiar de
la libertad ya que, a pesar de encontrar fundamento en
muchos de los valores de la Modernidad, se enfoca
demasiado estrechamente solo en las restricciones a la
libertad por parte del estado. Eso hace que esta visión sea
inmediatamente incompatible con las instituciones que
facilitan la Modernidad. Los libertarios muchas veces
tienen una visión ingenuamente optimista de la sociedad
según la cual el estado debería sencillamente dejar de
“pisotear” a la gente, dejarlas en paz, permitir que salgan
adelante por sí mismas y sin ayuda y así todo será de
maravillas. El mismo tipo de mentalidad se ve en los que
apoyan el Brexit, quienes se centran en los grandes temas
de la "independencia" y la "soberanía" (aunque sin entrar
mucho en detalles), y luego acusan de antidemocrático a
quien crea que el Brexit es problemático.
La realidad es que en las sociedades súper interconectadas
que caracterizan a la Modernidad hoy en día sencillamente
no pueden “dejar a la gente en paz”: los servicios públicos
están por todas partes y la verdad es que casi todos
estamos encantados de que así sea. Pero lo que es aún más
preocupante es que este enfoque estrecho que se opone
solo a las regulaciones gubernamentales excesivas falla en
notar que las poderosas fuerzas del sector privado también
pueden pisotear las libertades individuales casi con la
misma eficacia. Debido a que uno bien puede ser
pisoteado brutalmente por instituciones que no son el
estado, esta visión representa una receta para volver a otra
Era Dorada: una que apenas sí se distingue del feudalismo
premoderno. Por lo tanto, eso nos dejaría sin los sensatos
aparatos estatales normativos que impiden que el proyecto
de la Modernidad se autodestruya. Sólo una minúscula
fracción de la gente apoyaría esta visión de la libertad una
vez que se la lleva a sus consecuencias lógicas.
En términos de la verdad y el conocimiento, todos los
antimodernos están unidos en sus serias dudas hacia la
ciencia, la razón, la libertad y hacia los especialistas y los
conocimientos expertos. Y actúan a la defensiva cuando
creen ver amenazas a lo que podríamos definir como “la
sabiduría el pueblo" y las costumbres y tradiciones locales.
experience the benefits of Modernity in an entitled
fashion and yet view them as counterintuitive and
therefore a dangerous affront to “lived experience” or
“Common Sense.” This is a superstitious, anti-
intellectual mindset better representative of that
period in human history before Modernity arose. For
it to exist now is a rejection of Modernity. Thus, these
two enemies are best understood as part of the same
problem; the problem of anti-modernism.
What the Anti-Modernists Get Right (and
What They Miss)
It does not do to dismiss the anti-modernists concerns
with Modernity too easily. The very fact that they
arose within ideological extremes so fundamentally
opposed to each other indicates that they need
examining. In this way Modernity can self-correct and
improve.
Anti-modernism, is at its roots, a distrust that
Modernity can successfully course-correct toward
sustained societal improvements. While it is the
premodernists who are usually seen as most opposed
to social progress by advocating we put on the brakes
and a return to simpler values and maintaining
cultural integrity, this is also a feature of the
postmodernists. Most famously, Jean Baudrillard,
in Simulacra and Simulation described the
postmodern society as one which has entirely lost
touch with the real and authentic and become lost in a
world of rapid technological advance, artificiality, and
consumerism. Much of the focus of postmodern theory
on foregrounding histories, narratives, and cultures of
minority groups is rooted in this search for
authenticity and purity of culture. It therefore rejects
the roots of the seemingly overwhelming advance of
science, technology, capitalism, and consumerism that
outwardly characterizes Modernity. Of course, Hayek
feared the same from advanced technocratic states.
That said, postmodernists are right to claim that the
dominant group in a society sets its social norms and
that this can produce unacknowledged biases that
grievously impact minority groups. They are
reasonable to argue that we should look at dominant
discourses thoughtfully and challenge preconceived
ideas. They are also right to note that bias can be
desperately difficult to overcome. These concerns are
not unwarranted, nor did they arise in a philosophical
vacuum. Historically, within the Modern period, those
espousing Modern values have also justified human
rights abuses including slavery, workhouses, and
colonialism.
Disfrutan de los beneficios de la Modernidad como si los
merecieran y, sin embargo, también los ven como
contraintuitivos y por lo tanto como afrentas peligrosas a
la "experiencia vivida" o al "Sentido Común." Esta no es
otra cosa que una mentalidad supersticiosa y anti
intelectual correspondiente a un período de la historia
humana anterior a la Modernidad.
En qué sí tienen razón los antimodernistas (y en
qué no)
No sería sensato descartar todas las objeciones
antimodernistas hacia la Modernidad. El simple hecho de
que hayan surgido expresiones ideológicas tan
fundamentalmente opuestas entre sí nos dice que es
necesario examinar estas dos visiones. De esta manera la
Modernidad puede autocorregirse y mejorarse.
La esencia del antimodernismo radica en su desconfianza
de que la Modernidad pueda corregirse sobre la marcha y
así seguir avanzado exitosamente hacia mejoras sociales
sostenidas. Si bien son los premodernos a quienes
generalmente se los ve como los más opuestos al progreso
social —ya que desean parar el carro y volver a valores más
simples, manteniendo la integridad cultural— esta no deja
de ser también una característica de los posmodernos. El
más famoso, Jean Baudrillard en La precesión de los
simulacros, describió a la sociedad posmoderna como
habiendo perdido todo contacto con lo real y lo auténtico y
como perdida en un mundo de rápidos avances
tecnológicos, artificialidad y consumismo. Gran parte del
enfoque de la teoría posmoderna en relación a los
contextos históricos, las narrativas y las culturas de los
grupos minoritarios está enraizada en esa búsqueda de la
autenticidad y la pureza de la cultura. Es así que rechaza lo
que entiende como los avances arrolladores de la ciencia,
la tecnología, el capitalismo y el consumismo que a
primera vista caracterizan a la Modernidad. Por supuesto,
Hayek temía lo mismo con respecto a los estados
tecnocráticos avanzados.
Dicho lo anterior, los posmodernos tienen razón al afirmar
que el grupo dominante de una sociedad impone sus
normas sociales y que esto puede generar sesgos
inconscientes que afectan gravemente a grupos
minoritarios. Es razonable argumentar que debemos
analizar y evaluar los discursos dominantes de manera
reflexiva y problematizar las ideas preconcebidas.
También es razonable señalar que esos sesgos pueden ser
dificilísimos de superar. Estas preocupaciones no están
injustificadas ni surgieron en un vacío filosófico. Es cierto
que históricamente y dentro del período Moderno, muchos
de aquellos que defendieron los valores modernos también
justificaron abusos contra los derechos humanos, entre
otros la esclavitud, las condiciones inhumanas de trabajo y
el colonialismo.
On the other hand, premodernists are not wrong to
say that conservative values possess stabilizing social
value and are essential to the Modern project. Yet
these, they recognize, are culturally stigmatized from
the left, which holds sway over the most powerful of
intellectual institutions, the university, and the most
influential of cultural institutions, mass media. They
are right to point out that the left-wing parties
historically committed to defending working-class
interests can abandon them entirely in pursuit of
progressive aims which don’t include economic
progress for the working-class majority. They also
haven’t forgotten the horrendous leftist excesses that
followed from attempted and forced applications of
Marx.
Both groups can point to episodes within Modern
history in which projects framed in terms of science
and reason and a duty to share the benefits of Western
civilization with less Enlightened people have done
great harm, although they might not be thinking of the
same affected groups. Working class people, women,
LGBTs, enslaved and colonized people, ethnic and
religious minorities, criminal offenders, and the
mentally ill have been subjected to social engineering
projects which read well on paper but were
catastrophically damaging.
However, the fact that valid concerns can be raised
about Modernity in relation to ruling elites,
marginalized groups, the uncritical acceptance of
expertise and dizzyingly fast progress does not mean
that anti-modernist solutions are right. They are, in
fact, dead wrong.
The postmodernists present us with a false dichotomy:
keep your commitment to truth and your cherished
institutions but with them will come stagnation,
narrow-mindedness, catastrophic error, and
oppression; or abandon them and have plurality,
tolerance, progress, and Social Justice. The
premodernists present us with a different one: keep
your beloved modern institutions and along with them
degeneration, chaos, elitism, and oppression; or
abandon them and have Liberty, Morality, Common
Sense, and Natural Order. These are both utterly false,
overly reactive, and render no cultural bathwater safe
for any Modern babies.
Still, anti-modernists lodge fair complaints, despite
their overreactions. The Enlightenment project that
swept in Modernity has been over-confident and taken
Por otro lado, los premodernos tampoco se equivocan al
decir que los valores conservadores juegan un papel social
estabilizador y son esenciales para el proyecto moderno. Y
se dan cuenta de que esos valores están siendo
culturalmente estigmatizados por la izquierda, la cual
tiene gran influencia por sobre la institución intelectual
más poderosa: la universidad, así como también sobre la
institución cultural de mayor influencia: los medios de
comunicación. Tienen razón al recalcar que los partidos de
izquierda, históricamente comprometidos con la defensa
de los intereses de la clase trabajadora, muchas veces
abandonan a los trabajadores por completo en pos de
objetivos progresistas que en realidad no logran su
progreso económico. Tampoco se les han pasado por alto
los espantosos excesos izquierdistas que fueron la
consecuencia de intentar aplicar o ya imponer las ideas de
Marx.
Ambos grupos pueden señalar episodios dentro de la
historia moderna en los que ciertos proyectos que se
enmarcaron en términos de ciencia y razón y bajo el
imperativo de extender los beneficios de la civilización
occidental causaron gran daño a pueblos menos
“ilustrados” (aunque los dos extremos no identificarían a
los mismos grupos como los afectados). Además, los
trabajadores, las mujeres, las comunidades LGBT, las
personas esclavizadas y las colonizadas, las minorías
étnicas y religiosas, los delincuentes y los enfermos
mentales han sido sometidos a proyectos de ingeniería
social que quizás se veían bien en teoría, pero fueron
catastróficamente dañinos en sus aplicaciones prácticas.
Sin embargo, el hecho de que haya críticas válidas a la
Modernidad en relación con las élites gobernantes, los
grupos marginados, la aceptación acrítica de las opiniones
de especialistas y del progreso demasiado rápido no
significa que las soluciones antimodernistas sean las
correctas. De hecho, están completamente equivocadas.
Los posmodernos nos presentan una falsa dicotomía:
mantengamos nuestro compromiso con la verdad y con
nuestras queridas instituciones, y con ellas vendrá el
estancamiento, la estrechez intelectual, los errores
catastróficos y la opresión; o abandonémoslas y así
obtendremos la pluralidad, la tolerancia, el progreso y la
justicia social. Los premodernos nos presentan otra
dicotomía: mantengamos nuestras amadas instituciones
modernas y junto con ellas vendrá la degeneración, el
caos, el elitismo y la opresión; o abandonémoslas y así
obtendremos la Libertad, Moralidad, Sentido Común y el
Orden Natural. Ambas dicotomías son completamente
falsas, exageradamente reactivas y no nos garantizan para
nada no estar descartando el grano con la paja.
Aun así y a pesar de sus reacciones exageradas, los
antimodernistas presentan reclamos justos. Es cierto que
el proyecto de la Ilustración que dio tan triunfante cabida
a la Modernidad pecó de excesiva confianza en sí mismo y
too little care. In its search for objective truth and
unified ethical and political systems of society, it has
been simplistic, short-sighted, and far too sure of
itself, and it has gotten things wrong, at times with
tremendous consequences.
Projects do not need to be abandoned because they get
things wrong, however, unless they are fundamentally
irreparable and destined to continue getting things
wrong. Modernity bears no such fatal flaw as it is
rooted in self-correcting principles. The consensus is
that democracy, liberty, human rights, science, and
reason are fundamentally sound. They are, after all,
how we know we got things wrong. When science
makes mistakes, it is science that discovers them, and
when failures of reasoning occur, it is better reasoning
that reveals them. When liberties are curtailed, it is
the liberty to say so and campaign for change that we
need, and we are hopeless to address human rights
abuses except by arguing for human rights. There has
not yet been shown a better way for everyone to have a
voice than liberal democracy.
No honest reading of history could conclude that
society did better at minimizing the hegemony of
ruling elites, protecting the rights of marginalized
groups, obtaining knowledge to the benefit of
humanity, and critically assessing expertise and truth
claims before we had the institutions that define
Modernity. For the doubters, there are unfortunately
still countries which have not developed mature
Modern institutions, and a quick glance (or short visit
— but do be careful!) should convince you. It is merely
true that the tools and technological advances of
Modernity enabled grotesque abuses against it, as we
saw in Sovietism, Maoism, Nazism, and fascism more
generally. Abandoning the projects of Modernity
would be nothing short of disastrous; a pointless
mistake driven by nothing more than destructive
ideological overreaction.
Progress of the kind sought by all, not merely
postmodern progressives, comes by defending and
building upon the fruits of Modernity. Given that so
many of us favor this approach over the screeching of
the anti-modernist fringes, why is Modernity under
threat right now?
Partisanship Is Modernity’s Weakness
Anti-modernists should be easy to ignore but have
come to the point of being able to threaten Modernity.
no recibió los cuidados que merecía. En su búsqueda por
la verdad objetiva y la unificación de los sistemas éticos y
políticos de la sociedad, la Modernidad ha sido simplista,
miope, demasiado segura de sí misma y cometido errores
que muchas veces tuvieron consecuencias nefastas.
Sin embargo, no hay por qué abandonar un proyecto por el
simple hecho de que haya habido errores; a menos que
esos errores sean fundamentalmente irreparables y
estemos seguro de que continuarán generándose. Pero la
Modernidad no tiene para nada ese defecto fatal, ya que
está basada en principios autocorrectivos. El consenso
prevalente es que la democracia, la libertad, los derechos
humanos, la ciencia y la razón son fundamentalmente
sólidos. Después de todo, esos son los elementos gracias a
los cuales sabemos si nos equivocamos. Cuando la ciencia
comete errores, es la ciencia la que los descubre; y cuando
ocurren fallas de razonamiento, es un mejor razonamiento
el que las revela. Cuando las libertades se ven reducidas,
es la libertad de poder decirlo y las campañas para
denunciarlo lo que se necesita. Y a la hora de abordar los
abusos contra los derechos humanos no tenemos más
remedio que defender los derechos humanos. Todavía no
se ha demostrado nada mejor ni más efectivo que la
democracia liberal para hacer valer las voces de todos.
Ninguna lectura honesta de la historia podría concluir que
la sociedad humana era mejor antes de contar con las
instituciones que caracterizan a la Modernidad y que
lograron reducir la hegemonía de las élites gobernantes,
proteger los derechos de grupos marginados, crear
conocimientos para beneficio de la humanidad y evaluar
críticamente los conocimientos expertos y las
concepciones sobre qué constituye la verdad objetiva. A
los incrédulos, debería bastarles hacer una rápida
evaluación de alguno de los países que no han
desarrollado instituciones modernas maduras (o hacer
una visita breve, ¡pero téngase cuidado allí!). Es
técnicamente cierto que las herramientas y los avances
tecnológicos de la Modernidad facilitaron abusos
grotescos en su contra, como vimos con el sovietismo, el
maoísmo, el nazismo y el fascismo en general. Pero
abandonar los proyectos de la Modernidad sería
desastroso; un sinsentido cuyo único fundamento es una
reacción ideológica exagerada y destructiva.
El tipo de progreso que todos buscamos, y no solo los
progresistas postmodernos, se logra defendiendo y
construyendo por sobre los frutos de la Modernidad. Dado
que muchos de nosotros favorecemos este enfoque antes
que el chillido gritón de los extremismos antimodernos,
¿por qué entonces la Modernidad está ahora amenazada?
El punto débil de la Modernidad es la política
partidista
Uno debería poder dejar de lado fácilmente estas
corrientes antimodernas, pero la verdad es que han
How? By being very useful politically at driving in
partisan wedges.
Postmodernists churned out decades worth of
identity-driven scholarship that was manna to the
post-Civil Rights Democratic Party in America, to
postcolonial guilt-ridden British leftists, and to the
Western liberal left more generally. Premodernists
organized around moral causes mainly concerning a
starkly “paleoconservative” view of rights, liberties,
nationalism, and religion (and, increasingly, nativism,
protectionism, isolationism, and boorish white and
male identity politics) and proved an extraordinarily
useful bloc for the Republican Party in America. In
Europe, these same ideas fed into a very real (but not
necessary realistic) sense of existential threat which
accompanied the refugee crisis and spurred the rise of
nationalist parties and groups. (Jonathan
Haidt’s explanation of this is unsurpassed.)
As these extremists were put to use by the dominant
political forces of our time, our opportunistic or
otherwise blind leaders of state and media slowly
raised the two-headed dragon we now face to maturity
(and quickly lost control of it). Rampant partisanship
has steadily made this problem worse, leading each
side to focus upon purity by attacking those who can
be pilloried as alleged moral traitors: “cucks” and
“RINOs” by the right; “Nazi apologists” and,
astonishingly, “liberals” by the left.
As a result, the premodern right now wishes little
more than to “crush liberals,” and, in their case, voting
Brexit or electing Trump is often motivated by nothing
so much as showing us how committed to this
vituperative project they are. Simultaneously, the
postmodern left cannot abide “bigotry” and “hate,”
which they deem literally synonymous with
conservatism. Everything turns outsized and
hyperbolic in this environment. By reporting endlessly
on the other side’s most outrageous examples, our
increasingly partisan and “analysis-driven” media
environment has steadily worsened this problem.
Partisanship — prejudice in favor of a cause — is part
and parcel of democracy, however, and it is for all its
llegado a tal punto que están poniendo en peligro a la
Modernidad. ¿Cómo? Al ser políticamente útiles en
fomentar trincheras partidistas.
Los postmodernistas acumulan varias décadas de agitada
euforia académica con los temas de “las identidades”, lo
cual fue maná del cielo para el Partido Demócrata
norteamericano luego del movimiento por los derechos
civiles de los 60, para los británicos de izquierda llenos de
culpa poscolonial, y para la izquierda occidental más en
general. Los premodernistas se organizaron en torno a
causas morales más que nada relacionadas con
interpretaciones "paleoconservadoras" de los derechos,
libertades, del nacionalismo y de la religión (y ahora cada
vez más: nativismo, proteccionismo, aislacionismo y una
matona “política de identidad blanca masculina”). Los
premodernistas demostraron ser un bloque
extraordinariamente útil para el Partido Republicano de
EE.UU. En Europa, estas mismas ideas alimentaron una
sensación muy real (aunque no necesariamente realista)
de cierta amenaza existencial surgida con la crisis de los
refugiados e impulsó el surgimiento de grupos
nacionalistas. (La explicación de Jonathan Haidt sobre
esto es la mejor).
A medida que las fuerzas políticas dominantes iban
utilizando a estos extremistas, los líderes en el gobierno y
aquellos a cargo de medios de comunicación —ya sea por
oportunismo o falta de visión— fueron alimentando a este
dragón de dos cabezas que ahora enfrentamos ya crecido,
pero enseguida perdieron todo control sobre él. Este
partidismo desenfrenado ha exacerbado sistemáticamente
el problema, haciendo que cada partido se enfoque en
maximizar su “pureza”, atacando y ridiculizando a sus
presuntos traidores morales internos. En la derecha son
los cuckservatives [juego de palabras entre
“conservadores” y “cornudos”] y los "RINOs" (Republicans
in name only, “Republicanos solo en el nombre”). En la
izquierda son los "apologistas nazis" o, insólitamente*,
"liberals." [*N. del T.: “liberals” hasta hace poco solía ser
usarse solo para gente de izquierda en EE.UU.].
Como resultado, el premodernismo de la derecha ahora
pareciera no querer otra cosa más que "aplastar a los
progresistas", y el hecho de que voten por Brexit o por
Trump muchas veces solo está motivado en demostrar
hasta qué punto están comprometidos con ese proyecto
injurioso. Al mismo tiempo, la izquierda posmoderna no
puede tolerar el "fanatismo" y el "odio" que consideran
literalmente sinónimos de conservadurismo. En este
contexto todo se torna descomunal e hiperbólico. Y
nuestros medios de comunicación cada vez más partidistas
informan sin cesar sobre los ejemplos más escandalosos
de sus opositores y agravan continuamente este problema
con sus “análisis."
No obstante, el partidismo —entendido como cierto grado
de prejuicio a favor de una causa— es parte intrínseca de la
democracia y, pese a todos sus inconvenientes, es uno de
trouble one of Modernity’s greatest gifts to politics,
replacing the single-minded authority of monarchs,
emperors, and the papacy. Under normal
circumstances, reasonable degrees of partisanship
engender debate, diversity of opinion, a mixture of
perspectives, and a number of safeguards against the
excesses of single-party systems of government.
Partisan democracy is also slow. Decisions require
extensive debate and compromise, and for a truth to
be convincing in a bipartisan fashion, it must, at bare
minimum, be very firmly established or have
tremendous support. The slowness of partisan
democracy is often taken as a weakness in times when
decisiveness matters, but it is one of the safeguards
developed by and in service to Modernity.
Impulsiveness at the state level is almost always
unstable (and something the right is right to fear).
Deeply polarized partisanship is another matter.
Highly polarized partisanship, in which each side is
deeply entrenched in itself and unwilling to
compromise even upon routine matters, is a threat to
Modernity. It enables either side (or both) to hold the
entire system hostage if only it possesses the barest
minimum degree of advantage in the balance of power
or, at least, for the fear that this could happen to seem
credible. This creates a unique set of circumstances in
which political hardlining can easily be taken by the
opposing side as an existential threat to Modernity
and free democratic society.
Existential Polarization
Existential threats register at an irrational and
emotional level and produce more extreme reactions
than the ordinary machinations of politics and culture
(again, see Haidt). Thus, when political hardlining is
stubborn enough to overcome its usual weakness of
self-limitation, under certain circumstances deep
partisanship can become self-reinforcing. Our present
condition is an advanced case of such a state. It is not
one of mere partisanship but of existential
polarization driven by two anti-modernist extremes.
Under these conditions, actions by either side readily
produce oppositional solidarity in the other, and a
predictable result of such solidarity is increasing
partisan sympathy to its own extreme views, if nothing
else than as an ugly means to a necessary end.
los principales legados de la Modernidad a la política: ha
reemplazado la autoridad unitaria de los monarcas,
emperadores y del papado. En circunstancias normales,
un grado sensato de partidismo genera debate, opiniones
diversas, riqueza de perspectivas y representa una
salvaguarda contra los excesos de los sistemas de gobierno
de un solo partido. Pero la democracia partidaria también
es lenta. Las decisiones requieren debates extensos y
ejercer el toma y daca de las negociaciones y, para arribar
a una verdad que realmente convenza dentro de contextos
bipartidistas (de dos partidos enfrentados), esta debe
como mínimo estar firmemente establecida o contar con
un tremendo respaldo. Esta lentitud de la democracia de
partidos a veces es interpretada como una debilidad
(especialmente en momentos en que se necesita
determinación inmediata), pero en realidad es una de las
protecciones desarrolladas por la Modernidad y le sirve
bien. La impulsividad en temas de estado casi siempre
genera inestabilidad (y esto es algo que la derecha tiene
razón en temer).
Ahora, el partidismo profundamente polarizado ya es otra
cosa. El partidismo altamente polarizado en el cual cada
lado está profundamente atrincherado en sí mismo y
poquísimo dispuesto a negociar ni siquiera en temas de
rutina, es una amenaza para la Modernidad. Permite que
cualquiera de los bandos contrarios (o ambos) tome de
rehén a todo el sistema con tan solo poseer una mayoría
mínima en el equilibrio de poderes, o al menos permite
amenazar creíblemente con hacer eso. Esto crea un
conjunto de circunstancias únicas en las cuales el
extremismo político de uno de los extremos puede ser
fácilmente interpretado por el bando contrario como una
amenaza existencial a la Modernidad y a la sociedad
democrática libre.
La polarización existencial
Las amenazas existenciales se registran a un nivel
irracional y emocional y producen reacciones más
extremas que las normales intrigas y confabulaciones de la
política y las batallas culturales (nuevamente, véase
Haidt). Y es así que cuando el extremismo político
acentuado supera los límites que en tiempos normales es
posible imponerle, ocurre que bajo ciertas circunstancias
el partidismo excesivo se robustece a sí mismo. Nuestra
situación actual representa un caso avanzado de tal estado.
No se trata de mero partidismo sino de una polarización
existencial impulsada por los dos extremos
antimodernistas. En estas circunstancias, las acciones de
uno de los dos partidos fácilmente generan una oposición
alentada únicamente por “solidaridad contraria” en el otro
partido. Y el resultado predecible de dicha solidaridad es
el aumento de la simpatía partidista hacia los puntos de
vista extremos dentro de la coalición propia. A veces esto
se justifica como un medio malo para lograr un fin
necesario.
When polarization is deep, the large and only slightly
differentiated middle that normally has nothing to do
with anti-modern extremists is repeatedly forced to
take sides against whichever is, from their perch,
easier to see as the greater existential threat. Thus, we
see those leaning left largely internalizing the message
of postmodernism and those leaning right widely
embracing the message of premodernism. Everyone
knows on some level that the anti-modernists are a
threat to Modernity itself and thus the other side’s
anti-modernists must be massively and directly
resisted. This results in nearly everything becoming
yet another political battleground, every election is an
existential fight for the “soul” of the nation, and
extremists on one’s own side are repeatedly excused
and defended in the name of the Greater Good.
Motivated reasoning comes into play by allowing
people who truly believe in Enlightenment values to
rationalize or ignore abuses of them on their own side.
Our lunatics, we’ll insist, are just going a bit too far in
putting up the good fight, but their hearts are in the
right place. Their lunatics, on the other hand, are
malevolent and an immediate danger to all we hold
dear. Alternatively, we might acknowledge the
problem on our own side but minimize it to a few
fringe lunatics no-one takes seriously whilst
maximizing the anti-modernists on the other side and
arguing them to be a majority presenting an
immediate existential threat.
Thus, the cycle continues to spin out of control. Under
existential polarization, more and more everyday
citizens are forced to side repeatedly with a team they
deem to be the lesser of two evils and to galvanize
themselves within their moral team against the
perceived existential threat coming from the other
side.
Right now, you might be feeling disgusted with what
you see as false equivalence and want to point out the
recent murderous violence coming from the far-right
and ask how some silly postmodern ideas can compare
with this. Alternatively, you might want to protest that
a few very bad apples almost universally recognized as
such cannot present a comparable cultural danger to
that of the widespread respectability of postmodern
ideas within the universities that are already turning
out the leaders of our future. If so, you are still missing
the point.
Cuando la polarización es profunda, la gran mayoría de
personas del centro, que apenas sí están en desacuerdo en
algunos detalles y en tiempos normales no querrían saber
nada con extremismos antimodernos, se sienten forzadas
a oponerse al extremismo que desde su propia perspectiva
se ve como el peor (es decir, el del otro bando), al que les
resulta muy fácil percibir como la mayor amenaza
existencial. Y así vemos cómo aquellos que se inclinan a la
izquierda internalizan en gran medida el mensaje de la
postmodernidad y aquellos que se inclinan hacia la
derecha abrazan ampliamente el mensaje de la
premodernidad. Todo el mundo ya sabe que los
antimodernos son una amenaza para la Modernidad
misma y, por lo tanto, los antimodernos del extremismo
que uno no apoya deben ser resistidos inmediata y
masivamente. Esto hace que casi cualquier tema se
convierta en otro campo de batalla político y cada elección
una lucha existencial por el "alma" de la nación, mientras
que a los extremistas del bando propio se los excusa y
defiende en nombre del Bien Superior.
Y aquí también entra en juego el llamado “razonamiento
motivado”, el cual permite que una persona que realmente
sí cree en los valores de la Ilustración racionalice los
abusos del bando político propio, o los ignore. Insistirán
diciendo: “sí, a nuestros lunáticos se les está yendo un
poquito la mano en cómo dan pelea, pero sus intenciones
van en la dirección correcta”. Los lunáticos contrarios, en
cambio, tienen verdadera malicia y son un peligro
inmediato para todo lo que valoramos. Otra opción es
reconocer problemas en nuestro bando sí, pero
minimizándolos al insistir que solo se trata de unos pocos
loquitos marginales que nadie toma en serio y que de
todos modos lo que hacen sirve para contrarrestar a los
antimodernistas del otro bando, que sí son mayoría y
representan una amenaza existencial inminente.
Y es así que este nefasto ciclo continúa girando fuera de
control. Bajo la polarización existencial, cada vez más
ciudadanos se sienten obligados a aliarse con grupos que
consideran como el mal menor y a galvanizarse dentro de
su bando moral y contra la percibida amenaza existencial
que el otro bando representa.
Probablemente a esta altura al lector quizás le parezca
escandaloso lo que percibe como una falsa equivalencia y
señale algún acto reciente de violencia matona de la
extrema derecha y piense cómo demonios es posible que
algunas tontas ideas posmodernas puedan compararse con
eso. O quizás también es posible que el lector proteste
diciendo que algunas manzanas podridas de la derecha
que son casi universalmente reconocidas como tal, no
pueden representar un peligro cultural comparable a
ciertas ideas posmodernas que se hacen pasar por
respetables en las universidades en donde se forman
nuestros futuros líderes. Si eso es lo que piensa, todavía no
entendió nada.
Even if we could calculate and compare the different
kinds of harm being done on each side and prove one
to be considerably more dangerous (and we have our
own strong opinions on that which are being
purposefully left out here to make a bigger point), this
would not make joining the other side to oppose that
one the right thing to do. The enemy is the lunatic
fringe on both sides, seen as a single entity that
interacts with itself in a toxic, accelerating way. This
common, tribalistic error strengthens the
uncompromising authoritarianism on “your” side
(without reducing that on the other side a whit), and it
makes recognizing the source of the problem — anti-
modernism — even harder.
The cost of continuing this escalation of polarization is
too high. Anti-modernist differences are superficial
compared with their similarities. They are the two
gruesome heads of the same anti-modernist Beast,
and the only substantive difference they offer is
whether to turn our back on Modernity and walk back
into darkness in the name of “progress” or “tradition.”
The Center Cannot Hold
To counter existential polarization, a solution calling
for a collaboration in the name of centrism has been
held out. On the surface, this seems precisely the kind
of compromise and rejection of extremism that is
needed, inviting, as it does, the beleaguered majority
to set aside its partisan differences and form a
coalition called the “New Center.”
This project will fail.
The center, for the reasons described above, is
unstable and cannot hold against existential
polarization. While there may be some people
sufficiently close to being true centrists to maintain it,
it is unlikely that they are many, and it’s nearly certain
that they are not a wide majority. Most centrists also
lean one way or the other along our partisan spectrum,
and this is where their values and their intuitions lie.
Almost no-one is philosophically or intuitively
committed to a position of “taking a middle ground”
even though a majority is likely to find themselves
somewhere near it in any political milieu.
A New Center is therefore the wrong way to bypass
existential polarization. For most individuals on too
many political choices, the stakes are just too high. As
political events of 2016 showed, when forced to choose
consequentially between representatives of two
Incluso si pudiéramos calcular y comparar los variados
tipos de daños que se producen en cada extremo y
demostrar que un extremismo es significativamente más
peligroso que el otro (y tenemos nuestras propias
opiniones al respecto que aquí estamos dejando
deliberadamente de lado para poder expresar una idea
más amplia e importante), de ello no se sigue que lo
correcto sea unirse al otro extremo para sumar oposición.
El enemigo es el grupo de lunáticos en ambos extremos, a
los que hay que ver como una entidad única que en
realidad interactúa consigo misma de forma tóxica y
acelerada. Este error común y tribal fortalece el
autoritarismo intransigente en "nuestro" bando (y no
reduce el extremismo del otro bando pero ni un poquitito).
Además, hace que reconocer la fuente del problema —el
antimodernismo— se haga aún más difícil.
El costo de continuar esta escalada de polarización es
demasiado alto. Las diferencias entre los dos
antimodernismos son superficiales en comparación con
sus similitudes. Son las dos espantosas cabezas de la
misma bestia antimoderna y la única diferencia sustancial
que tienen entre sí es el porqué quieren volver a la
oscuridad: unos en nombre del "progreso", los otros en el
de la "tradición."
El centro no sirve
Para contrarrestar la polarización existencial, una de las
soluciones que se ofrece es hacer un llamamiento a una
colaboración en la forma de “centrismo”. A primera vista
esto parecería ser exactamente el tipo de concertación y
rechazo del extremismo que se necesita, ya que invita a la
atribulada mayoría a dejar de lado sus diferencias
partidistas y formar una coalición que podría llamarse el
"Nuevo Centro."
Ese proyecto fracasaría.
El centro, por las razones descritas anteriormente, es
inestable y no podría resistir la polarización existencial. Si
bien quizás haya personas que sean verdaderamente
centristas, es poco probable que sean muchas y
seguramente no son gran mayoría. Además, la mayoría de
los centristas ya se inclinan hacia uno u otro bando dentro
de nuestro espectro partidista y es allí donde yacen sus
valores y sus intuiciones. Casi nadie está comprometido
filosófica o intuitivamente con una posición de "término
medio", aunque probablemente sea cierto que la mayoría
dentro de los variados grupos políticos no está muy lejos
del centro.
Aspirar a un Nuevo Centro es por lo tanto una forma
errada de tratar de superar la polarización existencial.
Para la mayoría de las personas hay demasiado en juego
en las muchas decisiones políticas sobre las que deben
posicionarse. Como nos demuestran los eventos políticos
de 2016, cuando la gente se ve obligada a elegir entre dos
apparent existential threats, mostly everyone just loses
their mind and digs in a little deeper.
There is a subtler reason to avoid pushing for a New
Center. To push for a New Center is immediately to
raise the question, “center of what?” The obvious
answer is that the New Center is supposed to lie across
the broad middle of the apparent left versus right
dichotomy of Western politics. To think of the New
Center, then, is to limit our thinking to the left-right
spectrum all over again and legitimize the very
conception that perpetuates our existential
polarization calamity.
Ultimately, centrism and the spectrum itself are
currently nearly irrelevant. Supporters of the fruits of
the Enlightenment are a clear majority and those
values are deeply ingrained. Thus, the problem is
better summarized as society-level conflict between
champions of Modernity and anti-modernists who
would drag us away from it, maniacally calling out
partisan hypocrisy every step of the way.
Supporters of Modernity, whatever their political
orientation, should therefore unite against the anti-
modernists. In so doing, not only do they establish a
clear and popular rallying point for a majority that
already exists, they also undermine the false authority
that the anti-modernists have laid claim to by
dishonestly promoting themselves as the legitimate
standard bearers of “left” and “right.”
You may now be feeling that if you abandon your
primary identification with the left or the right, that
you’ll be betraying your principles and your side, that
you’ll be failing your team when it matters most,
especially after the other side ignites outrage or
commits political violence. This is a mistake. There is
no need to lose any principles which align with those
of liberalism or conservatism by recognizing that
defending the currently besieged values of Modernity
is paramount. In fact, by ceasing to rationalize or
minimize those abuses of them on your own side, you
can only strengthen it. Anti-modernism fails to
represent liberalism and conservatism and represents
only the gross distortions of their lunatic fringes.
Renew the Expectations of Modernity
Modernity is strong but not invincible. It requires
certain expectations to persist. One of these is the
expectation that we will be received well and listened
to if we make sense and have evidence, but with
embarrassment and ignored or ridiculed if we talk
aparentes amenazas existenciales, la mayoría
sencillamente pierde la cabeza y ayuda a profundizar la
polarización un poquito más.
Hay una razón más sutil para no abogar por un Nuevo
Centro. Impulsar un Nuevo Centro inmediatamente
conlleva plantear la pregunta "¿centro de qué?" La
respuesta obvia es que se supone que el Nuevo Centro se
encontraría en el medio de la aparente dicotomía de la
política occidental de izquierdas versus derechas. Pero
entonces ya simplemente al imaginar ese Nuevo Centro
estaríamos nuevamente limitando nuestro pensamiento al
espectro izquierda-derecha y legitimando la misma
concepción que perpetúa la calamidad de nuestra
polarización existencial.
En última instancia, en la actualidad el centrismo y el
espectro político en sí mismos son casi inconsecuentes.
Los partidarios de los beneficios de la Ilustración son una
clara mayoría y esos valores están profundamente
arraigados. Por lo tanto, el problema podría resumirse
mejor como un conflicto de base social entre los
defensores de la Modernidad y sus detractores
antimodernos que buscan alejarnos de ella, señalándonos
maniáticamente y a cada rato las hipocresías partidistas
del bando contrario.
Los partidarios de la Modernidad, cualquiera sea su
orientación política, deberían por lo tanto unirse contra
los antimodernos. Al hacerlo, no solo establecerían un
punto de convergencia claro y popular que atraería a las
mayorías, sino que además socavarían la falsa autoridad
con la cual los antimodernos se han embanderado al
autodefinirse deshonestamente como los legítimos
portadores de los ideales de la "izquierda" y "derecha."
Quizás en este momento el lector sienta que si abandonara
su compromiso con la izquierda o la derecha estaría
traicionando sus principios y al grupo con el que se
identifica, y que lo abandonaría justo cuando ellos más lo
necesitan y cuando el otro bando los está haciendo
explotar de indignación o cometiendo violencia política.
Esto es un error. No hay necesidad de abandonar ningún
principio —ni los del progresismo ni los del
conservadurismo—, sino simplemente reconocer que
defender los valores asediados de la Modernidad es de
vital importancia. De hecho, renunciar a racionalizar o
minimizar los abusos cometidos en el bando propio solo
puede fortalecer la Modernidad. El antimodernismo no
representa ni al progresismo ni al conservadurismo, sino a
las grandes distorsiones de sus extremismos lunáticos.
Renovemos las expectativas de la Modernidad
La Modernidad es sólida pero no es invencible. Requiere
ciertas expectativas contextuales para perdurar. Una de
ellas es la expectativa de que, si hacemos uso de la razón y
presentamos evidencias, se nos escuchará y seremos bien
recibidos, pero si hablamos sin saber nada seremos
utter cobblers. In 1992, Jonathan Rauch, drawing on
Karl Popper, argued in Kindly Inquisitors that this
was the basis of what he called “liberal science,” by
which he meant the system of free expression of ideas,
both factual claims and ethical arguments, which
could then be tested and rigorously critiqued, leading
to the survival of those that had worth and the
marginalization of those which had none. He feared it
was being eroded. He was right and the last twenty-
five years have confirmed his fears.
One of the major problems of approaching the issue of
the anti-modern extremists in politically partisan and
moralizing terms is that it obscures the fact that we
are losing respect for objective truth and reason. We
need to get back to that expectation that our ideas
should be both well-evidenced and reasonable, and so
long as we stand firm against political violence in the
meantime, this expectation alone can renew
Modernity. Commit yourself to it. Don’t talk utter
cobblers, and don’t credit those who do.
The concept of “the marketplace of ideas” is a
foundational one within the Enlightenment project
and it underlies nearly all of the others. It is how we
progress. It is the way bad ideas get routed out, how
mistakes get spotted and injustices addressed. It is
essential to defend the freedom to express ideas and to
strongly oppose limiting them or punishing people for
them. Politically correct postmodern zealots and
patriotically correct premodern fools aren’t likely to
learn this lesson easily, so it’s best to ignore their calls
to action when they whinge against free expression of
speech.
“The problem is better summarized as society-level
conflict between champions of Modernity and anti-
modernists who would drag us away from it.”
For your part, respond to ideas with agreement,
disagreement, ridicule, criticism, or by ignoring them.
Nobody wants to be fired from their job or subjected
to a social media mob for voicing an opinion. Nobody
wants to put their life in danger by participating in
civic life by taking part in a protest or demonstration.
If you agree that society should operate in a way that
safeguards most citizens most of the time from these
abuses, then you believe in Modernity and have a right
to demand it from your leaders, no matter their party.
How to Renew Modernity
Modernity is under threat, and it has begun to slip.
This forwards a question of tremendous importance:
What should a renewer of Modernity do now?
vilipendiados, ignorados o ridiculizados. En 1992,
Jonathan Rauch argumentó, en Kindly Inquisitors y
basándose en Karl Popper, que esta era la base de lo que él
llamó "ciencia liberal", con lo cual hacía referencia al
sistema de libre expresión de ideas, de argumentaciones
fácticas y éticas que luego deben ser rigurosamente
evaluadas y criticadas. Y que esto conlleva la supervivencia
de los argumentos realmente valiosos y la marginalización
de los que no lo son. Él temía que eso se estuviera
erosionando. Y tenía razón: en los últimos veinticinco años
hemos confirmado sus temores.
Uno de los principales problemas al abordar el tema de los
extremistas antimodernos en términos partidistas y
moralizantes es que pasa por alto el hecho de que estamos
perdiendo el respeto por la verdad objetiva y por la razón.
Tenemos que volver a la vieja expectativa de que nuestras
ideas deben fundarse en evidencias válidas y ser
razonables, y —siempre y cuando sigamos estando
firmemente en contra de cualquier violencia política— esta
expectativa sola bien podría renovar la Modernidad.
Comprometámonos con eso. No digamos pavadas y no
demos crédito a los que las dicen.
El concepto de "mercado de ideas" es fundamental para el
proyecto de la Ilustración y es subyacente a casi todos los
otros conceptos. Es así como progresamos. Es la forma en
que se eliminan las malas ideas, se detectan los errores y
se abordan las injusticias. Es esencial defender la libertad
de expresar ideas y oponerse firmemente a limitarlas o
castigar a las personas por expresarlas. Es improbable que
los fanáticos posmodernos políticamente correctos y los
tontos premodernos patrióticamente correctos aprendan
esta lección fácilmente y por lo tanto es mejor ignorar sus
llamamientos a la acción cuando despotrican contra la
libertad de expresión.
Por nuestra parte, alentamos al lector a responder a las
ideas que escuche acordando o desacordando con ellas,
ridiculizándolas o criticándolas. O ignorándolas; después
de todo nadie quiere que lo echen del trabajo o verse
sometido a los escraches del populacho por expresar una
opinión en las redes sociales. Nadie quiere poner su vida
en peligro participando de la vida cívica en una protesta o
manifestación. Si usted está de acuerdo en que la sociedad
debe operar de tal forma que logre proteger a la mayoría
de los ciudadanos contra estos abusos la mayor parte del
tiempo, entonces usted cree en la Modernidad y tiene
derecho a exigírsela a sus líderes, sin importar de qué
partido sean.
Cómo renovar la Modernidad
La Modernidad está bajo amenaza y ya ha comenzado a
decaer. Esto nos plantea un interrogante de tremenda
importancia: ¿qué puede hacer una persona que desea la
renovación de la Modernidad?
On a personal level, immediately reflect upon the ways
you assess opinions and think about the full extent of
variation of opinion that you can tolerate. Attempt to
expand it by asking the following question as an acid
test when you think you cannot accept a view: Is this
view compatible with the broader project of
Modernity, even if it carries a short-term setback from
some of my goals? Remember, Modernity is equipped
with tools of self-correction. Bad legislation passing
from either side of the political aisle can be overturned
by better legislation later, and usually will be in the
wake of its failure. If the short-term cost is genuinely
low, let Modernity tinker. Pick your battles and pick
them on the sides of science, universal human rights,
free democracy, individual liberty, and an
epistemology based on evidence and reason.
Once you adopt this view, you will be able to achieve
two things. First, by assessing your “opponents’” views
from this perspective you will be able to find common
ground and reduce your sense of existential panic.
This promotes calmness, levelheadedness, kindness,
and civility. It enables friendships, whilst our current
level of polarization is destructive of them. Second, it
will lead you to become more focused on what matters
rather than blind party allegiance. Ally yourself with
Modernity, make friends with other renewers of
Modernity, and oppose anti-modernists even on your
own side.
The simplest and most immediate things you can do
on behalf of Modernity are probably the most
efficacious and personally beneficial. Start engaging
socially in ways that hold people in high esteem for
standing for Modernity, especially when it takes going
against their political tribe to do so. We who value
Modernity should be proud of right-wing people who
reject premodernism, and we should be proud of left-
wing people who reject postmodernism. Supporting
them is easy: just tell them so and do not be afraid of
approving of their pro-Modernity messages on social
media.
The idea that we should signal partisan tribal loyalty
by never giving the “other side” credit for good ideas
perpetuates the problem. Premodern and postmodern
signaling, however, can be addressed calmly and
reasonably for the purpose of drawing more people
into conversation about the anti-modernist nature of
their arguments. Avoid responding with outrage or
condemnation of the other’s character which will only
trigger the backfire effect and make watchers unsure
that your view is the more reasonable. Ultimately, the
aim is to marginalize these views out of the general
conversation and into the fringes where they are seen
as they are and dismissed, not to highlight them and
A nivel personal, uno debería inmediatamente reflexionar
sobre cómo evalúa opiniones y cuál es la variedad de
opiniones que uno está en condiciones de tolerar. Intente
expandir esa variedad haciéndose la siguiente pregunta
como prueba de fuego y cuando crea que no pueda aceptar
una opinión: “¿esta opinión es compatible con el proyecto
más amplio de la Modernidad, incluso si conlleva un
retroceso de algunos de mis objetivos a corto plazo?”
Recuerde: la Modernidad está equipada con herramientas
autocorrectivas. Una mala legislación presentada por
cualquiera de los opuestos del espectro político y luego
adoptada, bien puede más tarde ser anulada por una
mejor legislación en el futuro, generalmente a raíz de que
fracasó. Si el costo a corto plazo es realmente bajo, deje
que la Modernidad haga lo suyo. Elija sus batallas bien y
elíjalas errando para el lado de la ciencia, los derechos
humanos universales, la democracia, la libertad individual
y una epistemología basada en la evidencia y la razón.
Una vez que adopte este tipo de marco podrá lograr dos
cosas. En primer lugar, al evaluar los puntos de vista de
sus "oponentes" desde esta perspectiva podrá encontrar
puntos en común y reducir la sensación de pánico
existencial. Esto promueve la calma, la sensatez, la
cortesía y la civilidad. Y hasta permite las amistades (al
revés que nuestro actual nivel de polarización, que las
destruye). En segundo lugar, le hará centrarse más en lo
que realmente importa y dejar de estar automáticamente
de acuerdo con las ideas expresadas por su alianza
política. Alíese con la Modernidad, haga amistad con otros
que quieran renovar la Modernidad y opóngase a los
antimodernistas, incluso a aquellos que estén de su lado.
Las cosas más sencillas e inmediatas que usted puede
hacer a favor de la Modernidad son probablemente
también las más eficaces, además de ser beneficiosas a un
nivel personal. Comience a involucrarse socialmente de tal
forma que le haga valorar a la gente que defiende la
Modernidad, especialmente cuando estén en desacuerdo
con su propia “tribu política.” Los que valoramos la
Modernidad debemos estar orgullosos de las personas de
derecha que rechazan el premodernismo tanto como de las
personas de izquierda que rechazan el posmodernismo.
Respaldarlos es fácil: dígaselos. Y no tenga miedo de
demostrarlo en las redes sociales.
La idea de que debemos embanderarnos con nuestra
lealtad tribal partidista y nunca claudicar ante el "otro
bando," aun cuando tengan una buena idea, perpetúa el
problema. El embanderamiento ciego con el
premodernismo y posmodernismo bien puede ser
abordado calmada y racionalmente, de manera de atraer a
más personas a la conversación en torno a la naturaleza
antimoderna de algunos argumentos. Evite responder con
indignación o repudiar la personalidad del otro; eso solo
hará salir el tiro por la culata y hará que los testigos de la
conversación no estén muy convencidos de que su punto
de vista sea el más razonable. En última instancia, el
objetivo es marginalizar los puntos de vista extremos, que
further entrench polarization. Often, the best thing to
do is ignore them.
More practically, become politically engaged, but not
for any particular party. Get involved at the grassroots
level as much as you can on both sides, left and right,
and make your voice heard for Modernity’s values and
vision. Analyze policies in terms of these values. Avoid
partisan speaking points and caricature depictions of
the other side. Don’t straight-ticket vote unless it
makes the most sense for Modernity. Support
candidates based upon their fundamental
commitment to Modernity and shun anti-modernists
of every stripe as effectively as you can.
Therefore, if you are in America, demand viewpoint
diversity within the major political parties.
Conservatives, of late, are laying a moral claim to
viewpoint diversity. Good. Put them to the test. If
you’re a centrist on the left, become a liberal
Republican. Show up at their primaries. Influence
their thinking. If they won’t let you, let it be known
that they’re enemies of viewpoint diversity and thus of
Modernity. If the premodernists don’t like it, tough.
They should be the ones to shape up their act or get
out, not you. The same goes for conservative
Democrats. There are many center-minded people out
there who broadly agree with the Democratic
platform, disagree with much of the Republican
platform, and yet play politics (including voting) in
close step with hardliner Republicans merely because
they don’t want to feel pressured to conform with the
postmodern left. Those people should join the
Democratic Party, then, let their views influence and
moderate Democratic thinking, and leave the
postmodernists to go vote Green or for some
whimsical unicorn party.
Similarly, in the UK, the anti-modern elements of the
Tories or Labour can best be opposed by those
defenders of Modernity who broadly agree with their
ethos. Many of the harshest criticisms of both parties
have been directed at their elements of anti-
modernism whether it is a xenophobic form of
nationalism and expertise-rejecting populism on the
right or reality-denying, culturally relativist ethics on
the left. Those whose values remain aligned with
either party’s core aims would do well to stay put and
try to affect change by specifically targeting those
problems. Alternatively, those defenders of the values
of Modernity who see strategic value in attempting to
build support for the liberal Democrats as a strongly
desaparezcan de la conversación general y se desplacen
hacia los márgenes en donde se los reconozca como tal y
sean descartados, y no darles visibilidad y así consolidar
aún más la polarización. Muchas veces lo mejor es
sencillamente ignorarlos.
De manera más práctica, comience a participar
comprometiéndose políticamente, pero no con ningún
partido en particular. Participe a nivel comunitario tanto
como pueda, y tanto en reuniones de izquierda como de
derecha, y alce su voz para proteger los valores y la visión
de la Modernidad. Analice las políticas a seguir en
términos de estos valores. Evite las retóricas partidistas y
no permita que se caricaturice a ningún grupo contrario.
No vote a la lista completa de ningún partido (a menos que
eso sea lo mejor para la Modernidad). Apoye a los
candidatos basándose en el compromiso que demuestren
hacia la Modernidad y evite a los antimodernistas de todas
las tendencias.
Consiguientemente y si vive en Estados Unidos, exija que
haya diversidad de puntos de vista en los principales
partidos políticos. Últimamente los conservadores están
haciendo un llamamiento moral a que haya más
diversidad de opiniones en su partido. Bien, póngalos a
prueba: si usted es un centrista con tendencias a la
izquierda, hágase republicano progresista. Acérquese a sus
elecciones primarias. Influya sobre ellos. Si se lo impiden,
explíqueles que eso equivale a declararse enemigos de la
diversidad de opiniones y, por tanto, de la Modernidad. Si
a los premodernistas no les gusta, que se las aguanten;
ellos son los que deberían cambiar o irse del partido, no
usted. Lo mismo es aplicable a los demócratas
conservadores. Hay muchas personas con opiniones de
centro que están de acuerdo con la plataforma demócrata,
en desacuerdo con gran parte de la plataforma
republicana, y sin embargo siguen a los republicanos de
línea dura (y muchas veces los votan) porque temen la
amenaza que representan las normas de la izquierda
posmoderna. Esas personas deberían unirse al Partido
Demócrata para expresar allí sus ideas e influir para
intentar moderar el pensamiento demócrata. Si a los
posmodernos no les gusta, que se vayan a votar a los
Verdes o algún extravagante partido de los unicornios.
Del mismo modo, en el Reino Unido también se podría
lograr una oposición efectiva a los elementos
antimodernos de los Tories (conservadores) o los
Laboristas (progresistas) gracias a aquellos defensores de
la Modernidad que estén a grandes rasgos de acuerdo con
sus ethos. Muchas de las críticas más duras hacia ambos
partidos se han dirigido justamente a sus elementos
antimodernos. Estos últimos se manifiestan ya sea de una
forma xenófoba nacionalista y populista en la derecha que
rechaza los expertos, o en la negación de la realidad o una
ética de relativismo cultural en la izquierda. Aquellos
cuyos valores continúen alineados con los objetivos
principales de cualquiera de los dos partidos harían bien
en continuar apoyándolos, pero al mismo tiempo influir
liberal center party should focus on this and hold the
LibDems accountable for claims to be the party which
best represents those values.
The skill with which the anti-modernists are able to
conquer and co-opt political movements on their side
is a huge contributor to the problem, so do what you
can to stop it. Postmodern extremists like Linda
Sarsour have co-opted the left-wing Women’s March,
for example, and Pride UK is currently under great
pressure from the same groups to ban criticism of
Islamic homophobia. Premodernists like the religious
right and the Tea Party have already deeply infiltrated
the Republican Party, and populist support for the far-
right UKIP within the UK was largely responsible for
the pressure on the Conservative Party to put forward
the Brexit referendum. If extremists cannot be
excluded and successfully co-opt a project, withdraw
your support for the initiative to let it die on the vine,
then publicize that fact (which is easy to do because
the other side’s media is always hungry for this kind of
story). These are enemies of Modernity, and thus they
are enemies of any pro-Modernity movement and
should be excluded as non-representative, however
much they scream about it. Enough is enough!
Conclusion: Stand for Modernity
Modernity is the period that brought us the
Enlightenment, the Scientific Revolution, and
Representative Democracy. It is the era which
replaced faith-based thinking, divine authority,
superstition, and folk wisdom with a respect for
evidence, science, reason, and objective knowledge. It
brought us out of a society formed of collectives and
hierarchies and introduced us to our common
humanity and our individuality. A requirement to
think the right way, hold the right values, believe the
right truth claims, and say the right things gave way to
the freedom to ask questions, doubt received wisdom,
investigate our world, our societies and ourselves, and
seek factual and moral truth in new and productive
ways. Systems, expectations, and institutions were set
up to safeguard and utilize these new developments
and society flourished because of them.
Modernity hasn’t been perfect. Bad ideas,
epistemologies, and power structures weren’t
overcome all at once. The Modernity project also made
its own terrible mistakes, but the system worked to
correct and learn from these. We are freer, better
informed, more just, and less prejudiced than we have
para lograr cambios que se enfoquen específicamente en
los problemas aquí descritos. También deberían hacer lo
mismo los defensores de los valores de la Modernidad que
vean un valor estratégico en aumentar el apoyo hacia los
elementos más “de centro” del Partido Demócrata
norteamericano, ya que ese partido dice ser el que mejor
representa esos valores. Recuérdeselos.
La habilidad de los antimodernistas para conquistar y
acaparar iniciativas políticas a fin de llevar agua hacia sus
molinos contribuye grandemente al problema, así que
haga lo que pueda para detener esto. Los extremistas
posmodernos como Linda Sarsour han acaparado
consignas de la izquierda como la Marcha de las Mujeres,
y Pride UK actualmente recibe gran presión de esos
mismos grupos para prohibir las críticas a la homofobia
islámica. Los premodernistas de la derecha religiosa y del
Tea Party ya han infiltrado profundamente el Partido
Republicano; el apoyo populista hacia el ultra derechista
UKIP del Reino Unido fue en gran parte responsable de la
presión ejercida sobre el Partido Conservador para que
avance con el referendo del Brexit. Si los extremistas no
logran ser excluidos y consiguen acaparar un proyecto
exitosamente, retire su apoyo a la iniciativa y deje que se
diluya. Luego, hágalo público (es fácil ya que los medios
del otro bando siempre están hambrientos de este tipo de
historias). Estos son los enemigos de la Modernidad y por
lo tanto los enemigos de cualquier movimiento a favor de
la Modernidad, y deben ser excluidos por no
representativos, no importa cuanta alaraca hagan al
respecto. ¡Ya basta de una buena vez!
Conclusión: defendamos la Modernidad
La Modernidad es el período que nos dio la Ilustración, la
Revolución Científica y la Democracia Representativa. Es
la era que reemplazó el pensamiento basado en la fe, la
autoridad divina, la superstición y los saberes populares
por un respeto por la evidencia, la ciencia, la razón y el
conocimiento objetivo. Nos sacó de una sociedad formada
por colectivos y jerarquías y nos introdujo a nuestra
condición humana universal y nuestra individualidad. La
obligación de tener que pensar correctamente, contar con
los valores correctos, creer en las verdades correctas y
decir las cosas correctas, devino en la libertad de hacer
preguntas, dudar de la sabiduría recibida, investigar
nuestro mundo, nuestras sociedades y a nosotros mismos,
y buscar hechos y verdades morales de formas novedosas y
productivas. Se establecieron sistemas, expectativas e
instituciones que pudieran salvaguardar y sacar provecho
de estos nuevos avances y la sociedad floreció gracias a
ello.
La Modernidad no ha sido perfecta. Las ideas,
epistemologías y las estructuras de poder erradas no se
superaron todas a la vez. El proyecto de la Modernidad
también cometió errores terribles, pero el sistema
funcionó al poder corregirse y aprender de ese proceso.
Somos más libres, estamos mejor informados, somos más
ever been. It is therefore essential that the Modernity
project continue.
Fortunately, the vast majority of us want it to. Support
for the scientific method, human rights, representative
democracy, individual liberty, and epistemologies
based on evidence and reason, as well as for the
institutions which protect and develop them, is
overwhelming. Promote these values explicitly and
evaluate and engage with society and our current
political situation in these terms. In this way, the
defenders of Modernity can unite to help society climb
down from its existential polarization, marginalize
those anti-modernist fringes, and continue the project
we all depend on.
James A. Lindsay is a thinker, not a philosopher,
with a doctorate in math and background in physics.
He is the author of four books, most recently Life in
Light of Death. His essays have appeared in TIME,
Scientific American, and The Philosophers’ Magazine.
He thinks everybody is wrong about God
Helen Pluckrose is an exile from the humanities
with research interests in late medieval/early
modern religious writing for and about women. She
is currently writing a book about postmodernism and
critical theory and their impact on epistemology and
ethics in the academy and more widely. She is editor-
in-chief of Areo.
justos y menos prejuiciosos que nunca antes. Por lo tanto,
es esencial que el proyecto llamado Modernidad continúe.
Por suerte, eso es lo que la gran mayoría de nosotros
deseamos. Existe un abrumador apoyo al método
científico, los derechos humanos, la democracia
representativa, la libertad individual y las epistemologías
que se basan en la evidencia y la razón, así como a las
instituciones que los protegen y los hacen avanzar.
Promovamos estos valores explícitamente y evaluemos y
participemos socialmente y en las coyunturas políticas
actuales en estos términos. De esta manera, los defensores
de la Modernidad podrán unirse para ayudar a la sociedad
a salir de su polarización existencial, marginar a los
extremos antimodernistas y continuar con este proyecto
del que todos dependemos.
James A. Lindsay es un pensador, no un filósofo, con
un doctorado en matemáticas y formación en física. Es
autor de cuatro libros, el más recientemente de ellos es
Life in Light of Death. Sus ensayos han aparecido en
TIME, Scientific American y The Philosophers’ Magazine.
James cree todo el mundo está equivocados acerca de
Dios.
Helen Pluckrose es una exiliada de las humanidades
interesada en investigaciones sobre escritura religiosa de
y para mujeres durante la era medieval/modernidad
temprana. Es crítica hacia el postmodernismo y el
constructivismo cultural, que entiende actualmente
dominan las humanidades. Es redactora jefa de Areo.