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EL SIGNIFICADO DELA MUERTE

PARA LOS PUEBLOS INDIGENAS


Edwin Miranda Córdova
Los pueblos indígenas de nuestro país tienen diversas concepciones sobre la muerte. De la
misma forma tienen creencias distintas sobre la vida, el tiempo, el amor, el odio, el sentido de
la vida. Sin embargo de las diferencias, existen elementos comunes a todos ellos que les
distingue de otros pueblos y culturas del mundo. Vamos a reflexionar a continuación sobre el
concepto de muerte para nuestros pueblos.

En primer lugar hay que considerar el hecho de que la invasión europea a nuestro continente
fue inmisericorde con las creencias y prácticas culturas propias, de ahí que gran parte de lo que
se conserva tiene influencias notables de la religión católica-cristiana y la cosmología de
occidente moderno. En esta concepción la muerte es un evento trágico –el fin de todo-, más aún
si la persona en vida no se comportó bajo las normas de la religión, para éstos el infierno era el
destino final. Con Jesús, se acepta que existe la posibilidad de una resurrección espiritual el día
su segundo retorno a este mundo.

La idea de ser purgado al infierno, arden y sufrir eternamente en él, fue utilizado por la iglesia
católica para controlar, dominar y manipular a las personas. Hasta hoy, por ejemplo se venden
indulgencias.

Bien, éste es el relato cristiano sobre la muerte y hoy se acepta que es uno más de los muchos
que existe en el universo.

Refiriéndonos al significado de la muerte de los pueblos indígenas que habitan nuestro


territorio, hay que indicar que sus fuentes son básicamente la tradición oral y secundariamente
las crónicas escritas durante la colonia y posteriormente. En base a ellas, podemos indicar que
para los indígenas (nativos del lugar) del Abya Yala o continente Amerindio, la muerte, no es un
evento o acontecer trágico, ni es cancelatorio de la existencia, sino un hecho por el que todos y
todas tenemos que pasar, pues la muerte es parte de la vida. La muerte semeja a un viaje, un
viaje al Wiñay Marka, de donde podremos retornar a este mundo –kai pacha–, en el Aya Markay
Quilla o Todos Santos y otros momentos en los que seremos convocados por la comunidad
humana, la naturaleza y las deidades de las montañas o el monte.

La muerte no es final sino la continuidad dentro de la totalidad de la existencia. Por esta razón
los muertos viven en permanente relación con los vivos y pueden estar en el mundo de allá –
Ukhu Pacha- y en el mundo de los vivos.

En el ciclo vital de la vida, todas las personas pasamos por cuatro fases o momentos: la creación,
el nacimiento, el crecimiento y la muerte. La creación viene del Señor Fundamental, Tiksi Wira
Qucha (Guamán Poma de Ayala); y el nacimiento, crecimiento y muerte está ligado a la
Pachamama o Madre Tierra, pues de ella nos alimentamos, en ella nos cobijamos, vivimos…y en
ella descansaremos.
La muerte es un evento muy importante en la vida de cada persona y la propia comunidad, por
este motivo la muerte es esperada y preparada tanto desde el puto de vista espiritual como
material. Espiritualmente la persona que va a morir debe estar en paz con todos y todo. En lo
material la familia del que va a morir despliega todos sus recursos para dar abundancia de
comida, bebida, y realizar gastos fuertes de dinero. El muerto debe ser bien atendido, celebrado
y despedido con todo lo que necesita, no por el miedo al castigo o penas del alma, si no porque
la muerte es también un acontecimiento festivo y sagrado.

Describiremos a continuación algunas costumbres que se practican aún en las comunidades


indígenas, campesinas o los mismos centros urbanos, sobre cómo se vivencia la muerte.

Nuestras sabidurías indígenas nos permiten saber cuándo una persona va a morir, podemos ver
y sentir los signos de la muerte, al margen de que una persona este enferma o herida. La muerte
nos visita, la reconocemos y la recibimos.

El Ajayu (aymara), Aya (quechua) o alma del que va a morir se presenta en esta vida con
anterioridad a su muerte; recorre, viaja por todos los lugares que anduvo durante toda su vida.
Conversa con la gente allegada a su familia y especialmente con aquellas personas con quienes
tiene alguna deuda que pagar o cobrar.

Los signos del alma de la persona a morirse, son diversos. Existen las huellas del alma en los
caminos recorridos, la presencia de ciertas aves en las casas; los signos de la producción de los
cultivos; el estado de los alimentos guardados; el estado de las aguas de las fuentes o vertientes;
el tipo de cansancio en el trabajo; la presencia de ciertas formas de vientos, los matices de la luz
del atardecer (antawara); la manifestación de la imagen de la persona que tiene que morir
(especialmente en las noches de luna); las pesadillas que sufren algunas personas en la noche
de sueño (alma ñit›in); otros signos de los sueños. Finalmente, los yatiris son los que saben de
los signos de la muerte en la lectura de la coca y son quienes pueden cambiar o posponer la
muerte.

La muerte no es motivo de tragedia o terror en el mundo indígena, lo que no quiere decir que
significa también dolor y mucha tristeza.

Cuando se sabe que la muerte es inevitable, se la espera de la mejor manera posible, es decir se
realiza todas las atenciones necesarias al muerto como a todos los antepasados, a los achachilas
y todas las divinidades que protegen la vida.

Todos los pueblos del mundo tienen costumbres para prepara el cuerpo del difunto antes de su
entierro o cremación. Nuestras acciones tienen su propia forma de preparar el cuerpo, las
atenciones al difunto, las despedidas, las recomendaciones, los perdones, las oraciones, la
comida, el pijchu (coca), las bebidas, la forma de vestir de los participantes y propiamente de los
familiares del difunto.
El velorio es un momento de diálogo muy cercano con el alma del difunto. Los participantes
entran en conversaciones sobre la vida y recuerdos del difunto. En realidad, se logra recorrer y
recordar toda la vida del alma, su familia y comunidad.

En la despedida del alma se realiza el gesto del perdón. Si se tuvo algún inconveniente con éste,
es el momento oportuno para reconciliarse. Por eso se observa como la gente se acerca al
difunto para abrazarle y pedirle perdón, ya sea la noche del velorio y durante el entierro.

Durante el pijchu de la sagrada coca, se cuentan recuerdos en forma espontánea sobre el alma,
eventos memorables como también hechos desagradables, si hubieran y quisieran decirse, para
que también éstos sean encomendados a todas las deidades, incluido el dios cristiano.

Antes del entierro se prepara el cuerpo para que el alma tenga un viaje sin percances -Aya
wakichiy- La preparación encomendada a las personas con mayor experiencia y reconocimiento
de la comunidad, consiste en proveerle de todo lo que una persona necesite para realizar un
largo viaje. Se le provee de suficientes alimentos, ropa, coca, herramientas, utensilios, que el
alma acostumbraba utilizar durante su vida cotidiana. Se toma muy en cuenta sus gustos y
preferencias.

Se cree también que si no lo tiene consigo sus prendas personales, puede estar penando el alma
en este mundo en busca de las cosas que le faltan. Por lo tanto, sus familiares y las personas
allegadas a la vida del finado deben estar atentos y vigilantes para que no falte lo esencial de las
provisiones para su viaje.

En el camino al cementerio - Aya pusay- familiares y comunarios acompaña al difunto de manera


solemne. Generalmente los familiares del finado no participan en el traslado del cuerpo, pues
se cree que éste o ésta puede llevarse consigo a alguno. Es entonces que la comunidad bajo el
concepto del ayni participa en llevar el cuerpo.

En el traslado también se pone atención a ciertas costumbres y signos que puedan presentarse
durante el recorrido. Se realizan descansos en ciertos lugares, oraciones, servicios a los que
llevan el cuerpo, así como se ve el comportamiento de los vientos, la presencia de los animales,
los matices del horizonte, el llanto de los acompañantes y familiares, y otras expresiones. Para
dar saber si el difunto se despide en paz o está inconforme. El yatiri en este caso realiza algunos
ritos para armonizar todas la energías.

El entierro del cuerpo - Aya p’ampay-, dependiendo de las costumbres comunales y las naciones
o pueblos existentes en el país, se entierra bajo la tierra, en el cementerio o en el propio
domicilio. Se observa también que los nichos van ganando preferencia en ciertos lugares, sin
embargo estas son costumbres citadina antes que nativas, pues se cree que volver al seno de la
madre tierra es lo deseado.

Generalmente la cabeza del difunto se orienta hacia la salida del sol, o en su caso hacia el Norte,
pues existe la la esperanza de volver a la vida de una manera diferente y mejor que la ya vivida
(Pachakuti). Luego del entierro se dejan sobre la sepultura las guirnaldas, o coronas de flores y
de papel de color, según la edad del difunto. Las oraciones generalmente son las cristianas en
algunos casos con adaptaciones a la manera de vivir de cada pueblo.

Después del entierro a los dos o tres días los familiares del finado realizan el lavatorio, un evento
generalmente en algún río donde se lava las prendas de vestir del difunto. Se trata de la
purificación de las ropas, del ambiente y de la vivienda del difunto. Todas las pertenencias del
alma deben ser despachadas adecuadamente.

A los nueve días, el mes, año y tres años, además de los mast’akus de todos santos, re realizan
los misachicos. Una tradición más bien cristiana, pero adecuada a las costumbres nativas. Las
misas son acompañadas de actos festivos en la vivienda del alma que se fue, donde se reúne la
comunidad y los familiares del difunto, para recordarle. En el misachicu de año, los dolientes se
“quitan el luto”.

Se cree que las almas permanecen tres años en el Kay Pacha, durante este tiempo de cierto
peregrinaje deben alcanzar la armonía y plenitud para ser recibidos en el otro mundo. Sin
embargo de ser despedidos tras este tiempo, cada año en el mes de Noviembre serán
recordadas y esperadas con diferentes atenciones, como “Ñawpa almas”, almas que quedaron
en la lejanía del tiempo pasado, pero que al mismo tiempo están presentes en la vida cotidiana
de su familia y comunidad.

Referencias bibliográficas:

Bascopé, Victor. El sentido de la muerte en la cosmovisión andina; el caso de los valles andinos
de Cochabamba. Versión digital de internet

Flores, Policarpio. El hombre que volvió a nacer. Ed Plural. 2005

Brecheti, Angela. Los pintare como estaban puestos. Versión digital de internet

Alem, Teresa. La vida y la muerte en el mundo guaraní.

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