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SAPIENCIAL
.-LA ENFERMEDAD
Si la salud es la mejor cosa que se puede tener, la enfermedad es el peor de los males. Un
proverbio dice que es mejor morir que vivir con una larga enfermedad (Eclo. 30,17). La
enfermedad es un mal que hace perder el sueño a la gente (Eclo. 31,2).
* La enfermedad es vista como castigo de Dios por el pecado (2 Cró. 26, 16-20; 1 Sam 5,6;
Juan 9,2) y por la transgresión de los mandamientos de la Ley de Dios (Lev. 26,25; Deut.
28,21-22.27-29). Conforme a la tradición del pueblo de la Biblia , existe una ligazón real
entre la culpa humana y la falta de salud.
*En la Biblia , el estudio de las causas de las enfermedades está poco desarrollado. No
sabían hacer un buen diagnóstico. Por eso, los nombres que la Biblia da a las
enfermedades son bastante primitivos, poco variados y muy genéricos: tumores o úlceras
( Deut. 28,27; 2 Re. 20,7); tuberculosis o tisis (Deut. 28,22); rotura de los huesos (parece
ser un nombre genérico para indicar cualquier enfermedad: Salmo 22 (21) 15; 51 (50) 10;
Lam 3,4); fiebre (Lev. 26,26; Deut. 28,22; Mc. 1,30); enfermedades de la piel (Lev. 13,14;
Deut. 28,27); enfermedad del ombligo (Prov. 3,8 conforme a la traducción de la S.BB );
peste (Lev. 26,25; Jeremías habla mucho de peste, hambre y espada Lev. 21 7-9; 24,
10;27,13, etc.); heridas, (B 1,6); ceguera, cojera, sordera, mudez, (Is. 35,5-6), etc.
*Es muy difícil saber cuáles son exactamente las enfermedades indicadas por estos y otros
nombres tan genéricos. Por ejemplo, ¿qué viene a ser la “mano seca” del hombre que
estaba en la sinagoga el sábado? (Mc. 3.1). ¿Consecuencia de la poliomielitis? ¿Qué es la
“mano seca” del rey Jeroboán? (1 Re. 13,4). La enfermedad del rey no tenía nada que ver
con la poliomielitis. Tal vez haya sido una parálisis histérica. ¿Y los “tumores” y “úlceras”
de los habitantes de Azoto? (1 Sam. 5,6). El pueblo decía que era castigo directo de Yahvé
(1 Sam. 5,6). Algunos médicos dicen que fue una peste bubónica transmitida por ratones
contaminados (Cf. 1 Sam 6,4). Existen estudios médicos respecto de las enfermedades
mencionadas en la Biblia. Intentan mejorar el diagnóstico.
Esta opción es preferencial, no exclusiva ni excluyente (Puebla 1145, 1165; Santo Domingo
178), pues si Jesús envió a sus apóstoles a predicar a todo el mundo, la misión de la Iglesia
es universal. Por tanto, ha de liberar a los pobres del individualismo y de la seducción del
consumismo, y también evangelizar «a los ricos que tienen su corazón apegado a las
riquezas, convirtiéndolos y liberándolos de esta esclavitud y de su egoísmo» (Puebla
1156).
La opción preferencial por los pobres también revela cómo es el hombre. La visión del
mundo revelada en la pobreza de espíritu evita las distorsiones y los falsos encantos que
las riquezas producen en el alma humana. Los pobres no aprisionan la verdad del mundo
(Rom 1,18). Por eso, la opción preferencial por los pobres es, antes que nada, una opción
por la verdad, por la realidad de este mundo tal cual es; una conversión epistemológica
radical y una apuesta de que desde los pobres se transparente mejor la verdad del mundo
(J. Sobrino).
Si la opción preferencial por los pobres revela cómo es el hombre, constituye también un
modo de ver la historia y vivir en el mundo; es el nuevo modo de ser humano proclamada
por Jesucristo. Tal opción marca las relaciones nuevas entre los hombres, basadas en el
servicio libre del amor como la relación básica que humaniza, contra la esclavitud
manipuladora que deshumaniza. Los pueblos pobres y oprimidos tienen el papel de
iluminar el mundo con la nueva visión del evangelio.
Ahora bien, la pobreza padecida no es mera carencia, sino fruto, muchas veces, del abuso
de otros. La riqueza de algunos ha empobrecido a otros muchos. Se trata de una situación
de ignominia causada por otros. Pobreza, entonces, es pecado que clama al cielo
(Medellín 1, 1), contrario al plan del Creador y al honor que se merece (Puebla 28). Los
pobres son víctimas del pecado social de otros, de estructuras injustas. Este pecado divide
muchas veces la sociedad en empobrecidos y empobrecedores.
La situación de los pobres tiene también una dimensión política. Los pobres están sujetos
no sólo a la opresión empobrecedora sino también a la represión (Puebla 42). Los pobres
que quieren dejar de serlo son frecuentemente reprimidos y asesinados; se asemejan al
siervo de Yavé que, por intentar implantar la justicia, sucumbe bajo la represión (J.
Sobrino).
Por último, los pobres hoy en día no son sólo individuos, sino pueblos, esclavos de su
miseria económica, política o cultural. Muchas veces dependientes y empobrecidos por
otros pueblos que los despojan de sus recursos. Otras veces sus propios gobernantes se
convierten en capataces del pueblo, al que traicionan y oprimen.
Los obispos describieron en Puebla los rasgos de los pobres por quienes hicieron su opción
preferencial: «La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real
rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el
Señor, que nos cuestiona e interpela: rostros de niños golpeados por la pobreza desde
antes de nacer, de jóvenes desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad, de
indígenas y afroamericanos que viven marginados y en situaciones inhumanas, de
campesinos que como grupo social viven relegados, de obreros frecuentemente mal
retribuidos, de desempleados, marginados y hacinados urbanos, de ancianos» (Puebla 31-
39).
Santo Domingo completa el cuadro: «En la fe encontramos los rostros desfigurados por el
hambre, consecuencia de la inflación, de la deuda externa y de injusticias sociales; los
rostros desilusionados por los políticos, que prometen pero no cumplen; los rostros
humillados a causa de su propia cultura, que no es respetada y es incluso despreciada; los
rostros aterrorizados de los menores abandonados que caminan por nuestras calles y
duermen bajo nuestros puentes; los rostros sufridos de las mujeres humilladas y
postergadas; los rostros cansados de los migrantes, que no encuentran digna acogida; los
rostros envejecidos por el tiempo y el trabajo de los que no tienen lo mínimo para
sobrevivir dignamente. El amor misericordioso es también volverse a los que se
encuentran en carencia espiritual, moral, social y cultural» (Santo Domingo 178).
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