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ÉTICA Y RESPONSABILIDAD SOCIAL

1. EL SER HUMANO EN LA NATURALEZA Y EN LA SOCIEDAD.

Tanto la naturaleza como la sociedad constituyen algo así como el medio


ambiente inevitable del ser humano, y aunque se trata de dos ámbitos diferentes,
lo que se quiere decir, es que el ser humano tiene, por un lado, un medio social y
por otro, un medio natural.

Vivimos en medio de la naturaleza, y como es obvio, nacemos, nos


desarrollamos y morimos instalados en medio de cierto orden y disposición de las
cosas y fenómenos que componen lo que llamamos universo y en cuyo origen al
hombre no le ha cabido ninguna intervención. No sabemos a ciencia cierta si eso
que llamamos “universo” fue un acto deliberado de creación por parte de un ser
superior o el resultado de una explosión casual que expelió grandes cantidades
de energía que formaron las galaxias, los planetas y las condiciones para el
surgimiento de la vida al menos en uno de esos planetas. Pero lo cierto es que el
hombre estuvo ausente de tales acciones y nada tuvo que ver ni con el diseño ni
con la formación de lo que en general llamamos “naturaleza”, entendida como
un todo autónomo, dotado de sus propias leyes, que el ser humano se limita a
descubrir, a enunciar de un modo racional y, eventualmente, a aprovechar a su
propio favor.

Distinto es lo que pasa ahora con la sociedad, porque por sociedad se


entiende como una “agrupación constituida sobre un territorio por individuos
humanos que, participando de una misma cultura y de unas mismas instituciones
sociales, interaccionan entre sí para el desarrollo de sus intereses comunes y la
consecución de sus fines”. Corresponde a una reunión que forman los seres
humanos con el propósito de colaborar entre sí, para conseguir objetivos
comunes, y es algo en cuya aparición y desarrollo han tenido directa
intervención.

Ahora bien, lo anterior no excluye, sino que admite o presupone, la


existencia de conflictos entre las personas naturales que viven en sociedad, ya
que determinadas circunstancias “llevan a los seres humanos, al mismo tiempo, a
entrar en conflicto unos con otros y a buscar la cooperación de otros. Las mismas,
circunstancias que generan conflictos entre los individuos son las que los mueven
a colaborar mutuamente para eliminar o reducir los factores que determinan el
enfrentamiento y limitar alguna de sus consecuencias más desastrosas”.

Por otra parte, es efectivo que hay quienes creen en la sociedad como
una institución natural – “El hombre aislado, decía Aristóteles, o es un bruto o es un
Dios” o sea, algo menos o algo más que un hombre-, pero también hay quienes
sostienen que la sociedad de los seres humanos se forma a partir de cierto
instante producto de un pacto que pone término a un estado previo, llamado
precisamente de “naturaleza”, que, según Jean Jacques Rousseau, habría sido
de paz y felicidad, y que según Thomas Hobbes, habría sido de un estado de
guerra y violencia.

Pero se entienda la sociedad como una institución natural o convencional,


o sea, se entienda que solo podemos vivir en sociedad (Aristóteles) o que a partir
de cierto momento decidimos vivir de ese modo por alguna razón (Rousseau y
Hobbes), y se entienda, asimismo, en la segunda de esas hipótesis, que la
convención que dio origen a la sociedad puso término a un estado anterior de
felicidad o uno de infortunio, lo cierto es que sin mucha dificultad podemos
advertir que la naturaleza está regida por leyes, que llamamos leyes de la
naturaleza, en tanto que la sociedad está regida por reglas que en general
llamamos “normas de conducta”, o, simplemente “normas”.

2. LEYES DE LA NATURALEZA Y NORMAS DE CONDUCTAS.

Efectivamente, la diferencia entre naturaleza y sociedad nos conduce a la


distinción entre leyes de la naturaleza y normas de conducta. Así por ejemplo,
decimos que los movimientos, las estaciones del año, la lluvia, pueden ser
explicados por ciertas leyes que llamamos del modo antes indicado: leyes de la
naturaleza. Por otra parte, en la vida social encontramos ciertas prohibiciones y
mandatos, que llamamos normas de conducta, o simplemente normas, tales
como los Diez Mandamientos o las reglas que se encuentran en Ley General de
Urbanismo y Construcciones, etc. Usualmente se considera que nadie confundiría
hoy las leyes de la naturaleza con las normas de conducta. Sabemos de la
existencia de ambas y tenemos más de una experiencia de unas y otras, pero
nunca la confundiríamos.

Todos intuimos de algún modo que es bien distinto decir que los cuerpos
caen en el vacío a una velocidad determinada por su masa más la aceleración
correspondiente (la llamada ley de gravedad), a decir que la velocidad máxima
que un vehículo puede desarrollar en una determinada carretera es de 100
kilómetros (una norma que deben observar los conductores).

Karl Popper, uno de los filósofos más importantes del siglo XX, describe del
siguiente modo la diferencia entre leyes de la naturaleza y normas. Una diferencia
que podríamos anticipar, resumidamente: las leyes de la naturaleza describen
regularidades empíricas, mientras que las normas expresan directivas de nuestra
conducta. Esto significa que las primeras establecen “lo que es”, o sea, describen,
mientras que las segundas establecen “lo que debe ser”, o sea, prescriben.

3. PRINCIPIO DE CAUSALIDAD Y PRINCIPIO DE IMPUTACIÓN.

En síntesis: las leyes de naturaleza describen ciertas regularidades o


uniformidades que observamos en la naturaleza, sobre la base de advertir que
dada una determinada causa (por ejemplo: aplicar calor a un metal) se produce
determinado efecto (el metal se dilata, esto es, aumenta de volumen). Entonces,
las leyes de la naturaleza describen hechos que acontecen en ese medio que
llamamos naturaleza, las que funcionan sobre la base del principio de causalidad
y en consecuencia establecen “que un cierto hecho está condicionado por la
existencia de otro hecho”, solo piénsese en disciplinas como la física o la química.

En cambio, las normas prescriben determinados comportamientos que las


personas deben observar o cumplir y a la vez prevén algún tipo de castigo para
el caso de que no se cumplan. Entonces, las normas prescriben conductas, o sea
ya no señalan lo que es, sino lo que debe ser, y operan así, bajo el principio de
imputación: un principio que establece que “una determinada consecuencia
debe ser imputada a determinado acto, sin que pueda decirse, sin embargo, que
este acto sea propiamente la causa de dicha consecuencia ni ésta el efecto de
aquél”. Las normas implican un conjunto de reglas o leyes que determinan el
comportamiento y deben ser cumplidas por un determinado individuo en un
específico lugar y tiempo. Así las cosas, existen distintos tipos de normas,
dependiendo de quién las promulgue, ante quién deban respetarse, quién es el
encargado de ejercer el castigo por incumplimiento, hacia quiénes son
destinadas y de quién se espera su obediencia.

4. VON WRIGHT Y LAS NORMAS DE CONDUCTA.


Georg Henrik Von Wright, y la teoría que este lógico ha desarrollado
acerca de las normas, pueden prestarnos un buen apoyo en nuestra tarea de
aclarar el concepto de norma. Su pensamiento al respecto podría ser resumido
de la siguiente manera:
La palabra “norma” es utilizada en varios sentidos y, a menudo, con un
significado poco claro.
Si ordenamos los distintos sentidos en que suele utilizarse la palabra
“norma”, tendremos 6 tipos de ellas, a saber: normas definitorias o determinativas;
normas técnicas o directrices; normas prescriptivas; normas ideales; normas
consuetudinarias y normas morales.
En primer lugar están las normas definitorias, llamadas también
determinativas, que son aquellas que definen o determinan una actividad o un
concepto. Las reglas de los juegos, o sea, aquellas que fijan cuáles son en un
determinado juego las acciones o movimientos correctos e incorrectos.
Están luego las normas técnicas, llamadas también directrices, que son
aquellas que establecen los medios idóneos para alcanzar un fin determinado.
Se les acostumbra denominar “reglas” técnicas, en lugar de “normas
técnicas”, porque se refieren no propiamente a deberes de los sujetos, sino a
necesidades que éstos tienen que observar cuando se proponen un fin
determinado. Por lo mismo, más que un deber ser, indican un tener que. Así por
ejemplo, hay un conjunto de reglas técnicas que determinan qué es lo que hay
que hacer para operar un excavadora o una compactadora, esto es, para
ponerlo en marcha y que cumpla con la función deseada.
En tercer lugar están las normas prescriptivas, llamadas también
prescripciones, que son aquellas que emanan de una autoridad normativa y que
van dirigidas a uno o más sujetos normativos respecto de los cuales dicha
autoridad tiene la pretensión de que se comporten como la norma establece.
Además, la autoridad normativa que establece la prescripción procede a
promulgar ésta, o sea, a certificar su existencia y a darla a conocer a los
correspondientes sujetos normativos, a fin de que éstos procedan efectivamente
a cumplirla. Por último, y para dar efectividad a este tipo de normas, la autoridad
normativa preestablece un castigo o sanción que deberá hacerse efectivo cada
vez que algún sujeto normativo no se comporte como la prescripción señala.
Las normas del Derecho son un buen ejemplo de prescripciones, y aunque
no todas las normas jurídicas son prescripciones, el derecho, examinado en su
conjunto, recibe el nombre de “ordenamiento jurídico” y puede ser visto,
efectivamente como un orden prescriptivo de la conducta humana.
En cuarto término están las normas ideales, son aquellas que sin estar
referidas a un comportamiento específico que deba ser observado por alguien,
establecen, no obstante, determinados modelos generales o arquetipos con los
que se quiere presentar el conjunto de los atributos que caracterizan a un tipo
humano determinado. Por lo mismo, las normas ideales establecen antes modos
de ser que modos de hacer.
Normas ideales, por ejemplo, son las que establecen qué es un buen padre
de familia, un buen profesional, un buen marido, etc.
En quinto lugar están las normas consuetudinarias, que son aquellas que
marcan ciertas regularidades conductuales que se producen a partir de l a
disposición o tendencia de los seres humanos a actuar de la misma manera ante
situaciones también similares. Son auténticos hábitos sociales que se transforman
luego en patrones de conducta para los miembros del grupo de que se trate.

Finalmente, están las normas morales, Von Wright declara que este tipo de
normas es de muy difícil caracterización por la falta de suficientes criterios
identificadores, lo cual puede provenir de que la moral no constituye un ámbito
normativo unitario, sino diferenciado a lo menos en tres esferas diferentes: moral
personal; moral social y moral de los sistemas religiosos y filosóficos.

5. ÉTICA Y MORAL.
Para comenzar nuestro estudio, vamos a establecer una distinción entre
dos términos muy comunes, que están en boca de todos, y que son la ética y la
moral. Todo el mundo utiliza estos conceptos y cree saber su contenido, sin
embargo, esto no siempre es así.

Las palabras “ética” y “moral” (ethos y moris) tienen un significado


etimológico semejante en sus raíces griega y latina. En el uso común se emplean
casi indistintamente y, a veces, conjuntamente, aunque quienes las usan así
probablemente no serán capaces de decirnos con precisión si significan lo mismo
o se refieren a algo diferente.

En el lenguaje filosófico contemporáneo se han estipulado, dos distinciones


y dos clases de definiciones diferentes de estos términos. En un primer sentido se
comprende a la moral como una dimensión que pertenece al mundo vital, o al
lebenswelt1, y que está compuesto de valoraciones, actitudes, normas y
costumbres radicadas en nuestro fuero interno, y que orientan y regulan el obrar
humano. Se entiende a la ética en cambio, como la disciplina que lleva a cabo
el análisis del lenguaje moral, es decir, conjunto de creencias, actitudes e ideales
que configuran el modo de ser de una persona, por eso la “ética” alude en este
sentido a un concepción de vida buena, a un modelo de vida virtuosa y a los
valores vividos de una persona o de una comunidad, encarnados en sus
prácticas e instituciones.

En consecuencia, conforme al uso de este lenguaje, la ética pertenece al


campo de la filosofía, así como la metafísica y la epistemología, mientras que la
moral es, en general, su objeto de estudio.

6. RESPONSABILIDAD SOCIAL.

A lo largo de los últimos años hemos intentado ponernos de acuerdo


acerca de una definición compartida de la responsabilidad social. No lo hemos
conseguido, ni probablemente lo consigamos nunca, porque la responsabilidad
social no es una realidad física, sino una construcción social, que cada uno ve
desde la óptica de sus conocimientos, capacidades e intereses. Por ejemplo, la
idea de la responsabilidad de la organización para con los trabajadores no
puede ser la misma en una multinacional radicada en Suecia, donde ese tema
está fuertemente regulado y, sobre todo, donde las responsabilidades están
perfectamente delimitadas y repartidas entre el gobierno, las empresas y los
sindicatos, y en la misma multinacional trabajando en Bangladesh, donde tiene
que “inventar” su propia idea de qué es ser socialmente responsable en los
asuntos laborales, en un entorno en el que las reglas del juego son muy distintas –y
esto, a su vez, le planteará problemas porque, cuando esa empresa intente
explicar en Suecia lo que entiende por responsabilidad en otro país, ellos no lo
entenderán. Por eso seguimos buscando una definición común y compartida.

A falta de esa definición única de responsabilidad social, se han


elaborado muchas. Afortunadamente, en casi todas ellas aparecen unos cuantos
componentes, que nos pueden ayudar a definir qué es la responsabilidad social:
una referencia a tres ámbitos de responsabilidad, económico, social y
medioambiental (completada a veces, pocas, con una mención al carácter
ético de esas responsabilidades); una alusión a los interlocutores ante los que la
empresa se presenta como responsable; la identificación de esas
responsabilidades como voluntarias y, en algunos casos, alguna referencia a la
necesidad de que la responsabilidad social esté integrada en la estrategia, las
políticas y las operaciones de la organización. Al final, resulta una definición
compleja, probablemente porque la realidad de la responsabilidad social es
también compleja.

A modo de ejemplo, diremos que la responsabilidad social es “aquella


responsabilidad de una organización ante los impactos que sus decisiones y
actividades ocasionan en la sociedad y en el medio ambiente, mediante un
comportamiento ético y transparente que contribuya al desarrollo sostenible,
incluyendo la salud y el bienestar de la sociedad; tomando en consideración las
expectativas de las partes interesadas; cumpliendo con la legislación aplicable y
siendo coherente con la normativa internacional de comportamiento, y esté
integrada en toda la organización y se lleve a la práctica en sus relaciones”.

Aparecen todos los elementos mencionados antes, menos el carácter


voluntario que, de todos modos, está implícito.

Pero la Comisión Europea nos ha sorprendido recientemente con una


definición muy sencilla, que, parece, arroja mucha luz sobre el tema que nos
ocupa: la responsabilidad social, dice, es “la responsabilidad de las empresas por
sus impactos sobre la sociedad”.
Lo primero que llama la atención es que la responsabilidad social se define
como “responsabilidad”. No es una buena práctica incluir lo definido en la
definición, pero es un adelanto, porque la mayoría de las definiciones de
responsabilidad social hablan de un “concepto”, unos “resultados”, un “proceso”,
unas “iniciativas”, unas “prácticas”,… si bien es verdad que muchas definen la
responsabilidad social como un “compromiso”, que es algo muy próximo a la
idea de responsabilidad, aunque esta tiene un contenido de obligación o deber,
que puede estar presente en el compromiso, o no.

La responsabilidad que caracteriza a la responsabilidad social, va más allá


de la legal: es ética, porque refleja un deber moral, y es social, en cuanto que la
organización se siente solicitada, interpelada, reclamada por la sociedad para
hacer frente a sus responsabilidades ante esa sociedad –lo que lleva consigo la
rendición de cuentas, la transparencia, etc.

Responsabilidad, dice la Comisión Europea, por sus impactos sobre la


sociedad: este es el contenido de la responsabilidad social. Quizás estas palabras
no son suficientemente concretas, pero admiten al menos una interpretación que
me parece que es la mejor para entender de qué hablamos cuando hablamos
de responsabilidad social. Una empresa diseña unas estrategias, crea unas
estructuras, desarrolla unas políticas y lleva a cabo unas acciones que afectan a
sus propietarios, inversores, directivos, empleados, clientes, proveedores,
comunidad local y sociedad en general (los implicados e interesados). En todas y
cada una de esas acciones (y omisiones) la empresa tiene uno o varios impactos
sobre esas personas, al proporcionarles bienes y servicios, darles rentas, descargar
sobre ellas sus externalidades (positivas o negativas), crear riesgos, abrir
oportunidades (o cerrarlas), y mil cosas más. Y esto lo hace todos los días, a todas
horas, real o potencialmente, por encima o por debajo de las expectativas de
esas personas. Pues bien: la empresa es responsable de todo ello. Cada minuto
que pasa, la empresa adquiere o descarga responsabilidades de todo tipo que
produce impactos en la sociedad, y en consecuencia, la responsabilidad social
será, pues, ese conjunto de responsabilidades que la empresa asume ante la
sociedad, que irán cambiando, como es lógico, porque cambian las
circunstancias y la misma sensibilidad de los actores.

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