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La guerra y sus efectos sobre la economía.

VI.1.- Enfoque teórico.

Los procesos económicos son en gran medida determinantes de los conflictos bélicos.

La propia guerra es una actividad económica . Requiere grandes inversiones, mucha fuerza de
trabajo, industrias de vanguardia, financiación a largo plazo… La guerra no se improvisa, sino que
necesita una planificación que implica gestión económica especializada y recursos materiales tan
gigantescos como firme sea la voluntad de victoria. Como decía Napoleón, la guerra es “dinero,
dinero y dinero”.

La guerra es inflacionaria porque implica el fortalecimiento de industrias de demanda asegurada


que tienen capacidad para subir los precios de sus productos. Al mismo tiempo, genera un
aumento coyuntural de la actividad económica pero, al estar ligada a sectores de menor efecto
multiplicador, realmente improductivos y con menos capacidad de creación de riqueza efectiva, a la
postre deprime la vida económica. Lo que tiene que ver, a su vez, con la destrucción que siempre
conlleva y con la derivación de las inversiones hacia los activos más seguros pero improductivos.

La guerra tiene costes explícitos que están vinculados a la destrucción, a la obtención del
armamento y de todo lo que es necesario para llevarla a cabo y también derivados de las nuevas
condiciones productivas que genera.

Pero además lleva consigo coste implícitos que los economistas llamamos costes de oportunidad y
que son los que equivalen a la renuncia a conseguir otros objetivos alternativos.

Tradicionalmente, cuando se hablaba de las relaciones entre la guerra y la economía se trataba de


computar estos diferentes costes y compararlos, si es que los hubiera, con sus beneficios. Pero
actualmente la naturaleza de la guerra ha cambiado y, por tanto, también cambian las relaciones
entre ella y la economía.

En primer lugar, la guerra de nuestros días no afecta sólo o principalmente a los aparatos militares
sino que se desencadena y es sufrida por la sociedad civil, por las personas normales y corrientes
y por las infraestructuras que no están directamente vinculadas a objetivos militares. Eso significa
que sus costes se multiplican cuantitativa y cualitativamente, aumentando de manera
extraordinaria el efecto económicamente destructor a medio y largo plazo. Además, la guerra
actual tiene las características de red de casi todos los fenómenos contemporáneos. También la
guerra se globaliza y sus daños y efectos de todo tipo se extienden en mayor medida, de manera
transversal y sin circunscribirse a espacios y dimensiones sociales localizados.

Los conflictos armados, declarados o no, constituyen hoy la principal anotación de la agenda
internacional creando un permanente clima de inseguridad e incertidumbre, de agresión, de
destrucción y de muerte que afecta de una forma nueva y mucho más dañina a las relaciones
económicas.

Las relaciones económicas internacionales tienen una dimensión relacionada con la guerra, son los
países más pobres del planeta los que financian a los más ricos, trasladando hacia estos últimos,
como devolución de la deuda, en fugas de capital o expatriación de beneficios, un flujo anual de
recursos mucho mayor que el que reciben no sólo en forma de ayuda.

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