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Selección de poemas de Alfonsina Storni

(título del libro)


Selección de poemas
de Alfonsina Storni

Las obras más significativas de una


de las poetisas más relevantes de todos
los tiempos (subtítulo)

MaquetaTuLibro (Comp.)
(autor/editor/compilador del libro)
A Horacio
(dedicatoria)

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Frase célebre de algún autor:
“El sentido trágico que la marcó desde la
infancia parece resonar en su poesía como un
eco o una presencia acechante”.

El Espejo Gótico
(autor de la frase)
Sumario

Letanías de la tierra muerta 13


Voy a dormir 19
Frente al mar 21
Indolencia 23
¡Oh, tú! 24
Dolor 27
Alma desnuda 29
Melancolía 31
Golondrinas 32
Un lápiz 35
Date a volar 37
Silencio 39
Clamor lunar 43
Razones y paisajes de amor 45
Palabras a un habitante de Marte 47
Letanías de la tierra
muerta
A Gabriela Mistral

Llegará un día en que la raza humana


Se habrá secado como planta vana,

Y el viejo sol en el espacio sea


Carbón inútil de apagada tea.

Llegará un día en que el enfriado mundo


Será un silencio lúgubre y profundo:

Una gran sombra rodeará la esfera


Donde no volverá la primavera;

La tierra muerta, como un ojo ciego,


Seguirá andando siempre sin sosiego,

Pero en la sombra, a tientas, solitaria,


Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria.

Sola, con sus criaturas preferidas


En el seno cansadas y dormidas.

(Madre que marcha aún con el veneno


de los hijos ya muertos en el seno.)

13
Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros Oscuras cuevas de los esquimales
Soportará sobre los muertos hombros. Y finas y lujosas catedrales;

Desde allí arriba, negra la montaña Y negros, y amarillos y cobrizos,


La mirará con expresión huraña. Y blancos y malayos y mestizos

Acaso el mar no será más que un duro Se mirarán entonces bajo tierra
Bloque de hielo, como todo oscuro. Pidiéndose perdón por tanta guerra.

Y así, angustiado en su dureza, a solas De las manos tomados, la redonda


Soñará con sus buques y sus olas, Tierra, circundarán en una ronda.

Y pasará los años en acecho Y gemirán en coro de lamentos:


De un solo barco que le surque el pecho. ¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!

Y allá, donde la tierra se le aduna, —La tierra era un jardín lleno de rosas
Ensoñará la playa con la luna, Y lleno de ciudades primorosas;

Y ya nada tendrá más que el deseo, —Se recostaban sobre ríos unas,
Pues la luna será otro mausoleo. Otras sobre los bosques y lagunas.

En vano querrá el bloque mover bocas —Entre ellas se tendían finos rieles,
Para tragar los hombres, y las rocas Que eran a modo de esperanzas fieles,

Oír sobre ellas el horrendo grito —Y florecía el campo, y todo era


Del náufrago clamando al infinito: Risueño y fresco como una pradera;

Ya nada quedará; de polo a polo —Y en vez de comprender, puñal en mano


Lo habrá barrido todo un viento solo: Estábamos, hermano contra hermano;

Voluptuosas moradas de latinos —Calumniábanse entre ellas las mujeres


Y míseros refugios de beduinos; Y poblaban el mundo mercaderes;

14 15
—Íbamos todos contra el que era bueno Y acaso un día, por piedad sin nombre
A cargarlo de lodo y de veneno... Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,

—Y ahora, blancos huesos, la redonda La luz de un sol que viaje pasajero


Tierra rodeamos en hermana ronda. Vuelva a incendiarla en su fulgor primero,

—Y de la humana, nuestra llamarada, Y le insinúe: Oh fatigada esfera:


¡Sobre la tierra en pie no queda nada! ¡Sueña un momento con la primavera!

*** —Absórbeme un instante: soy el alma


Universal que muda y no se calma...
Pero quién sabe si una estatua muda
De pie no quede aún sola y desnuda. ¡Cómo se moverán bajo la tierra
Aquellos muertos que su seno encierra!
Y así, surcando por las sombras, sea
El último refugio de la idea. ¡Cómo pujando hacia la luz divina
Querrán volar al que los ilumina!
El último refugio de la forma
Que quiso definir de Dios la norma Mas será en vano que los muertos ojos
Pretendan alcanzar los rayos rojos.
Y que, aplastada por su sutileza,
Sin entenderla, dio con la belleza. ¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas
Serán las capas, ay, sobre sus huesas!...
Y alguna dulce, cariñosa estrella,
Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla? Amontonados todos y vencidos,
Ya no podrán dejar los viejos nidos,
¿Quién es esa mujer que así se atreve,
Sola, en el mundo muerto que se mueve? Y al llamado del astro pasajero,
Ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!...
Y la amará por celestial instinto
Hasta que caiga al fin desde su plinto.

16 17
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.


Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...


te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:


si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

19
Frente al mar
Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,


Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.


Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,


Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,


Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,


Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

21
Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño; Indolencia
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable. A pesar de mí misma te amo; eres tan vano
como hermoso, y me dice, vigilante, el orgullo:
Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza. «¿Para esto elegías? Gusto bajo es el tuyo;
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo! no te vendas a nada, ni a un perfil de romano»
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza. Y me dicta el deseo, tenebroso y pagano,
de abrirte un ancho tajo por donde tu murmullo
Y el alma mía es como el mar, es eso, vital fuera colado... Sólo muerto mi arrullo
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca; más dulce te envolviera, buscando boca y mano.
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso! —¿Salomé rediviva? —Son más pobres mis gestos.
Ya para cosas trágicas malos tiempos son éstos.
Vuele mi empeño, mi esperanza vuele... Yo soy la que incompleta vive siempre su vida.
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible Pues no pierde su línea por una fiesta griega
Y apenas es cicatriz que siempre duele. y al acaso indeciso, ondulante, se pliega
con los ojos lejanos y el alma distraída.

22 23
¡Oh, tú!
Oh, tú que me subyugas. ¿Por qué has llegado tarde? Para tus labios, agua de una pureza suma.
¿Por qué has venido ahora cuando el alma no arde, Para tus labios, copas de cristal y la espuma
Cuando rosas no tengo para hacerte con ellas Blanquísima de un alma que no sepa de abejas,
Una alegre guirnalda salpicada de estrellas? Ni de mieles, ni sepa de las flores bermejas.

Oh tú, de la palabra dulce como el murmullo Para tus manos, esas que nunca amortajaron;
Del agua de la fuente; dulce como el arrullo Para tus ojos, esos, los que nunca lloraron;
De la torcaza; dulce como besos dormidos Para tus sueños, sueños como cisnes de oro;
Sobre dos manos pálidas protectoras de nidos. Para que tus pupilas persiguieran mis rastros,

Oh tú, que con tus manos puedes tomar mi testa Oh si luego mis pétalos que estrujaran tus manos,
Y hacerle brotar flores como un árbol en fiesta Adquirieran por magia poderes sobrehumanos
Y hacer que entre mis labios se arquee la sonrisa Y hechos luz se aferraran a la luz de los astros
Como un cielo nublado que de pronto se irisa. Para que tus pupilas persiguieran mis rastros.

¿Por qué has llegado tarde? ¿Por qué has venido ahora Bienvenida la muerte que al sorberme me dieras;
Cuando he sido vencida por llama destructora, Bienvenido tu fuego que agosta primavera;
Cuando he sido arrasada por el fuego divino Bienvenido tu fuego que mata los rosales:
Y voy, cegada y triste, por un negro camino? Que todas las corolas se acerquen a tus males.

Yo quiero, Dios de dioses, que me hagan nueva toda. Oh tú, a quien idolatro por sobre la existencia,
Que me tejan con lirios; me sometan a poda Oh tú, por quien deseo renovada mi esencia,
Las manos del Misterio; que me resten maleza. ¿Por qué has llegado ahora cuando no he de lograr
Tus labios no se hicieron para curar tristeza. El divino suplicio de verme deshojar?...

24 25
Dolor
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,


como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.

Con el paso lento, y los ojos fríos


y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...

Perder la mirada, distraídamente,


perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.

27
Alma desnuda
Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.

Alma que puede ser una amapola,


Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.

Alma que como el viento vaga inquieta


Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.

Alma que adora sobre sus altares,


Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.

Alma que fuera fácil dominarla


Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.

Alma que cuando está en la primavera


Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.

Alma que cuando nieva se disuelve


En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.

29
Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia, Melancolía
Y les dice: libad sobre las cosas.
Oh, muerte, yo te amo, pero te adoro, vida...
Alma que ha de morir de una fragancia Cuando vaya en mi caja para siempre dormida,
De un suspiro, de un verso en que se ruega, Haz que por vez postrera
Sin perder, a poderlo, su elegancia. Penetre en mis pupilas el sol de primavera.

Alma que nada sabe y todo niega Déjame algún momento bajo el calor del cielo,
Y negando lo bueno el bien propicia Deja que el sol fecundo se estremezca en mi hielo...
Porque es negando como más se entrega. Era tan bueno el astro que en la aurora salía
A decirme: buen día.
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella, No me asusta el descanso, hace bien el reposo,
Y sentir en la mano una caricia. Pero antes que me bese el viajero piadoso
Que todas las mañanas,
Alma que siempre disconforme de ella, Alegre como un niño, llegaba a mis ventanas.
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.

30 31
Golondrinas
Las dulces mensajeras de la tristeza son...
son avecillas negras, negras como la noche. ¡Llevadme, golondrinas! ¡Llevadme! ¡No temáis!
¡Negras como el dolor! Yo soy una bohemia, una pobre bohemia
¡Llevadme donde vais!
¡Las dulces golondrinas que en invierno se van
y que dejan el nido abandonado y solo ¿No sabéis, golondrinas errantes, no sabéis,
para cruzar el mar! que tengo el alma enferma porque no puedo
irme
Cada vez que las veo siento un frío sutil... volando yo también?
¡Oh! ¡Negras avecillas, inquietas avecillas
amantes de abril! ¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid!
¡Venid primaverales! ¡Con las alas de luto
¡Oh! ¡Pobres golondrinas que se van a buscar llegaos hasta mí!
como los emigrantes, a las tierras extrañas,
la migaja de pan! ¡Venid! ¡Llevadme pronto a correr el albur!...
¡Qué lástima, pequeñas, que no tengáis las alas
¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid! tejidas en azul!
¡Venid primaverales, con las alas de luto
llegaos hasta mí!  

Sostenedme en las alas... Sostenedme y cruzad


de un volido tan sólo, eterno y más eterno
la inmensidad del mar...

¿Sabéis cómo se viaja hasta el país del sol?...


¿Sabéis dónde se encuentra la eterna primavera,
la fuente del amor?...

32 33
Un lápiz
Por diez centavos lo compré en la esquina
y vendiómelo un ángel desgarbado;
cuando a sacarle punta lo ponía
lo vi como un cañón pequeño y fuerte.

Saltó la mina que estallaba ideas


y otra vez despuntólo el ángel triste.
Salí con él y un rostro de alto bronce
lo arrió de mi memoria. Distraída.

lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas,


resecas flores, tubos colorantes,
billetes, papeletas y turrones.

Iba hacia no sé dónde y con violencia


me alzó cualquier vehículo, y golpeando
iba mi bolso con su bomba adentro.

35
Date a volar
Anda, date a volar, hazte una abeja;
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,


Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos,
La pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,


Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...


Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquello...


Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene,


¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.

37
Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero. Silencio
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido. Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
dulce como los sueños en la tarde que llueve.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti... Un día estaré muerta, fría como la piedra,
Pero se hace la noche; no te apures... quieta como el olvido, triste como la hiedra.
Todas traen a mí...
Un día habré logrado el sueño vespertino,
el sueño bien amado donde acaba el camino.

Un día habré dormido con un sueño tan largo


que ni tus besos puedan avivar el letargo.

Un día estaré sola, como está la montaña


entre el largo desierto y la mar que la baña.

Será una tarde llena de dulzuras celestes,


con pájaros que callan, con tréboles agrestes.

La primavera, rosa, como un labio de infante,


entrará por las puertas con su aliento fragante.

La primavera rosa me pondrá en las mejillas


—¡la primavera rosa!— dos rosas amarillas...

La primavera dulce, la que me puso rosas


encarnadas y blancas en las manos sedosas.

La primavera dulce que me enseñara a amarte,


la primavera misma que me ayudó a lograrte.

38 39
¡Oh la tarde postrera que imagino yo muerta Oh, silencio, silencio... esta tarde es la tarde
como ciudad en ruinas, milenaria y desierta! en que la sangre mía ya no corre ni arde.

¡Oh la tarde como esos silencios de laguna Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
amarillos y quietos bajo el rayo de luna! tu boca boca amada dulcemente me llama.

¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta: Oh silencio, silencio que tus besos sin ecos
cuán amarga es la vida! ¡Y la muerte qué recta! se pierden en mi alma temblorosos y secos.

La muerte justiciera que nos lleva al olvido Oh silencio, silencio que la tarde se alarga
como al pájaro errante lo acogen en el nido. y pone sus tristezas en tu lágrima amarga.

Y caerá en mis pupilas una luz bienhechora, Oh silencio, silencio que se callan las aves,
la luz azul celeste de la última hora. se adormecen las flores, se detienen las naves.

Una luz tamizada que bajando del cielo Oh silencio, silencio que una estrella ha caído
me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo. dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.

Una luz tamizada que ha de cubrirme toda Oh silencio, silencio que la noche se allega
con su velo impalpable como un velo de boda. y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.

Una luz que en el alma musitará despacio: Oh silencio, silencio... que el Silencio me toca
la vida es una cueva, la muerte es el espacio. y me apaga los ojos, y me apaga la boca.

Y que ha de deshacerme en calma lenta y suma Oh silencio, silencio... que la calma destilan
como en la playa de oro se deshace la espuma. mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...

***

40 41
Clamor lunar
Lirios, lirios, más lirios... llueven lirios...
La noche es blanca como la ilusión
y flota la dulzura del perdón
sobre el llanto de todos los martirios.

Hay una vaga claridad de cirios...


La luna es una hostia en comunión
y el alma se recoge con unción
castigada por todos los delirios.

Y es bajo el claro de la luna suave


cuando el poeta que medita sabe
las tristezas enormes de Pierrot.

Y cuando le asesina la agonía


de las nostalgias blancas de María
y las nostalgias rojas de Margot.

43
Razones y paisajes
de amor
I
AMOR
Baja del cielo la endiablada punta
Con que carne mortal hieres y engañas.
Untada viene de divinas mañas
y cielo y tierra su veneno junta.

La sangre de hombre que en la herida apunta


florece en selvas: sus crecidas cañas
de sombras de oro, hienden las entrañas
del cielo prieto, y su ascender pregunta.

En su vano aguardar de la respuesta


las cañas doblan la empinada testa.
Flamea el cielo sus azules gasas.

Vientos negros, detrás de los cristales


de las estrellas, mueven grandes masas
de mundos muertos, por sus arrabales.

II
OBRA DE AMOR
Rosas y lirios ves en el espino;
juegas a ser: te cabe en una mano,
esmeralda pequeña, el océano;
hablas sin lengua, enredas el destino.

45
Plantas la testa en el azul divino
y antípodas, tus pies, en el lejano Palabras a un habitante
revés del mundo; y te haces soberano,
y desatas al sol de tu camino. de Marte
Miras el horizonte y tu mirada ¿Será verdad que existes sobre el rojo planeta,
hace nacer en noche la alborada; Que, como yo, posees finas manos prehensiles,
sueñas y crean hueso tus ficciones. Boca para la risa, corazón de poeta,
Y un alma administrada por los nervios sutiles?
Muda la mano que te alzaba en vuelo,
y a tus pies cae, cristal roto, el cielo, Pero en tu mundo, acaso, ¿se yerguen las ciudades
y polvo y sombra levan sus talones. Como sepulcros tristes? ¿Las asoló la espada?
¿Ya todo ha sido dicho? ¿Con tu planeta añades
III A la Vasta Armonía otra copa vaciada?
PAISAJE DE AMOR MUERTO
Ya te hundes, sol; mis aguas se coloran Si eres como un terrestre, ¿qué podría importarme
de llamaradas por morir; ya cae Que tu señal de vida bajara a visitarme?
mi corazón desenhebrado, y trae, Busco una estirpe nueva a través de la altura.
la noche, filos que en el viento lloran.
Cuerpos hermosos, dueños del secreto celeste
Ya en opacas orillas se avizoran De la dicha lograda. Mas si el tuyo no es éste,
manadas negras; ya mi lengua atrae Si todo se repite, ¡calla, triste criatura!
betún de muerte; y ya no se distrae
de mí, la espina; y sombras me devoran.

Pellejo muerto, el sol, se tumba al cabo


Como un perro girando sobre el rabo,
la tierra se echa a descansar, cansada.

Mano huesosa apaga los luceros:


Chirrían, pedregosos sus senderos,
con la pupila negra y descarnada.

46 47

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