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MICHEL FOUCAULT

«¿Qué importa quién habla?»


En esa indiferencia se afirma el
principio ético, tal vez el más
fundamental, de la escritura
contemporánea. La borradura del
autor se ha vuelto de aquí en más
un tema cotidiano para la crítica. Apostillas a¿ Qué es un autor?
Pero lo esencial no es constatar DANIEL LINK
una vez más su desaparición; hay
que localizar, como lugar vacío -a
la vez indiferente y coercitivo-,
los emplazamientos desde donde
se ejerce su función.

el cuenco de plata
MICHEL FoucAULT

¿Qué es un autor?
Traducción de Silvia Mattoni

SEGlilDO DE
© 2010. Ediciones literales
© 2010. El cuenco de plata

Ediciones literales
Apostillas a ¿Qué es un autor?
Directora: Marta Olivera de Mattoni
Con la colaboración de: Sandra Filippini y Silvia Halac por DANIEL LINK
Tucumán 1841 (5001), Córdoba, Argentina
Ed_líterales@ciudad.com.ar

El cuenco de plata S.R.L.


Director: Edga·rdo Russo
Diseño y producción: Pablo Hernández
Av. Rivadavia 1559 3° A (1033) Buenos Aires el cuenco de plata
www.elcuencodeplata.com.ar
info@elcuencodeplata.com.ar

ISSN 0329-5249
edieion¡zs lit¡zral¡zs
Hecho el depósito que indica la ley 11.723
Impreso en abril de 2010 cuadernos de plata
¿Qué es un autor?1 (aJ

Michel Foucault, profesor en el Centro Universita-


Nota de la edición rio Experimental de Vincennes,<bJ se proponía desa-
rrollar ante los miembros de la Sociedad Francesa de
De la a a la z, las letras entre parén- Filosofía«> los siguientes argumentos:
tesis han sido agregadas para facilitar
la consulta de las «Apostillas a '¿Qué «¿Qué importa quién habla?» En esa indife-
es un autor?'» de Daniel Link que se rencia se afirma el principio ético, tal vez el más
incluyen al final de este volumen. fundamental, de la escritura contemporánea. La
Como no se trata propiamente de no- borradura del autor se ha vuelto de aquí en más
tas, al márgen de las apostillas se re- un tema cotidiano para la crítica. Pero lo esencial
producirán las letras que remiten a los no es constatar una vez más su desaparición; hay
párrafos que las desencadenaron. que localizar, como lugar vacío -a la vez indife-
rente y coercitivo-, los emplazamientos desde
donde se ejerce su función.

l. El nombre de autor: imposibilidad de tratar-


lo como una descripción definida; pero

Conferencia en la Sociedad Francesa de Filosofía el 22


de febrero de 1969, publicada en el Bulletin de la S.F.P.,
julio-septiembre de 1969. Renovamos aquí nuestro
agradecimiento a Michel Foucault quien dio su
acuerdo para la publicación de este texto. [De Littoral
nº 9, Junio de 1983. Traducción de Silvio Mattoni.J.
"' Ver ap. pág. 59.
•> Ver ap. pág. 62.
ce> Ver ap. pág. 63.

5
imposibilidad también de tratarlo como un
nombre propio ordinario. INFORME DE LA SESIÓN

2. La relación de apropiación: el autor no es exacta- La sesión se abrió a las 16:45 h. en el College de


mente ni el propietario ni el responsable de France, Sala N' 6, bajo la presidencia de fean WAHL.
sus textos; no es su productor ni su inventor.
Cuál es Ja naturaleza del speech act que permi- Jean Wahl.-Tenemos el agrado de tener hoy
te decir que hay obra. entre nosotros a Michel Foucault. Estábamos un
poco impacientes por su llegada, un poco inquie-
3. La relación de atribución: el autor es sin duda tos por su retraso, pero alú está. No se Jos presen-
aquel al que podemos atribuir Jo que ha sido to, es el «verdadero» Michel Foucault, el de Las
dicho o escrito. Pero Ja atribución -incluso palabras y las cosas, el de la tesis sobre La locura. (ij
cuando se trata de un autor conocido- es el Le cedo la palabra de inmediato.
resultado de operaciones críticas complejas y
raramente justificadas. Las incertidumbres del Michel Foucault. -Creo-sin estar muy seguro
«opus». además- que es tradicional traer a esta Sociedad
de Filosofía el resultado de trabajos ya concluidos
4. La posición del autor: posición del autor en el para proponerlos al examen y a Ja crítica de uste-
libro (uso de shifters; funciones de Jos prefa- des. Desgraciadamente, lo que hoy les traigo es
cios; simulacros del escriptor, del recitador, algo demasiado nimio, me temo, para merecer su
del confidente, del memorialista).<dl Posición atención: es un proyecto'gl que quisiera someter a
del autor en los diferentes tipos de discurso ustedes, un ensayo de análisis cuyas grandes lí-
(en el discurso filosófico por ejemplo). Posi- neas todavía apenas vislumbro; pero me pareció
ción del autor en un campo discursivo (¿Qué que al esforzarme en trazarlas ante ustedes, pi-
es el fundador de una disciplina?¿ Qué pue- diéndoles que las juzgaran y las rectificaran,
de significar el «retomo a... »<e> como momen- «como buen neurótico», yo estaba en busca de tm
to decisivo en Ja transformación de un cam- doble beneficio: en primer lugar, sustraer los re-
po de discurso?). sultados de un trabajo que todavía no existe, al
rigor de sus objeciones, y hacer que se beneficia-
ra, en el momento de su nacimiento, no solamen-
te con su padrinazgo, sino con sus sugerencias.
(d) Ver ap. pág. 70. <O Ver ap. pág. 72.
(e) Ver ap. pág. 71. "' Ver ap. pág. 74.

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Y quisiera pedirles otra cosa; que no se ofen- etc., y dejé que esos nombres funcionaran con una
dan cuando los escuche luego plantearme pregun- ambigüedad muy embarazosa. Hasta el punto de
tas: siento todavía, y sobre todo aquí, la ausencia que dos clases de objeciones podían ser legítima-
de una voz<h> que hasta ahora me resultó indis- mente formuladas, y en efecto lo fueron. Por un
pensable; comprenderán que sea a mi primer maes- lado, se me dijo: usted no describe como se debe a
tro a quien hubiera querido inevitablemente es- Buffon, ni el conjunto de la obra de Buffon, y lo
cuchar. Después de todo, a él le había hablado en que dice sobre Marx es irrisoriamente insuficien-
primer lugar de mi proyecto inicial de trabajo; se- te en relación con el pensamiento de Marx. Esas
guramente, yo habría necesitado mucho que el asis- objeciones evidentemente eran fundadas, pero no
tiera al esbozo de éste y que me ayudara una vez pienso que fueran del todo pertinentes con respec-
más en mis incertidumbres. Pero después de todo, to a lo que yo hacía; porque para mí el problema
puesto s~e la ausencia es el lugar primario del no era describir a Buffon o a Marx, ni restablecer
discurso •l, les ruego que acepten que sea a él en lo que habían dicho o querido decir: simplemente
primer lugar que me dirija esta tarde. trataba de hallar las reglas según las cuales ha-
El tema que he propuesto: «¿Qué es un au- bían formado un determinado número de
tor?», evidentemente, hace falta justificarlo un conceptos<i> o de conjuntos teóricos que se pue-
poco frente a ustedes. Si elegf tratar esta cuestión den encontrar en sus textos. También se lúzo
tal vez un tanto extraña, fue en primer término otra objeción: usted forma, me dijeron, familias
porque quería efectuar una determinada critica monstruosas, reúne nombres tan manifiestamen-
de lo que anteriormente escribiera. Y volver sobre te opuestos como los de Buffon y de Linneo, pone
un ~eterminado número de imprudencias que co- a Cuvier junto a Darwin, contra el juego más
metiera. En Las palabras y las cosas, había intenta- visible de los parentescos y de las semejanzas
d? an'":izar masas verbales, especies de napas naturales. También en este punto diría que la
d1scurs1vas, que no estaban escandidas median- objeción no me parece adecuada, porque nunca
te las urúdades habituales del libro, de la obra y traté de hacer un cuadro genealógico de las
del autor. Hablaba en genera] de la «historia na- individualidades espirituales, no quise constituir
tural» o del «análisis de las riquezas» o de la «eco- un daguerrotipo intelectual del científico o del
nomía política», pero no de obras o de escritores. naturalista de los siglos XVII y XVIII; no quise for-
Sin embargo, a lo largo de todo ese texto, usé inge- mar ninguna familia, ni santa ni perversa, simple-
nuamente, es decir, salvajemente, nombres de mente busqué -lo que era mucho más modesto--
autores. Hablé de Buffon, de Cuvier, de Ricardo, las condiciones de funcionamiento de prácticas
discursivas específicas.
"' Ver ap. pág. 63.
1
<> Ver ap. pág. 71. • Ver ap. pág. 67.

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Entonces, me dirán, ¿por qué utilizar en Las tro de qué sistema de valoración se captó al autor,
palabras y las cosas nombres de autores? Era preci- en qué momento se empezó a contar la vida ya no
so o bien no utilizar ninguno, o bien definir la de los héroes sino de los autores, cómo se instauró
manera en que uno se servía de ellos. Creo que esa categoría fundamental de la crítica «el-hom-
esta objeción está perfectamente justificada: he bre-y-Ia-obra»-todo eso seguramente merecería
intentado evaluar sus implicaciones y sus conse- ser analizado. Por el momento quisiera conside-
cuencias en un texto que pronto aparecerá; en él rar sólo la relación del texto con el autor, la mane-
intento dar un estatuto a grandes unidades ra en que el texto apunta hacia esa figura que le es
discursivas como las que llamamos Historia Na- exterior y anterior, al menos en apariencia.
tural o Economía Política; me he preguntado se- El tema del que quisiera partir, cuya formula-
gún qué métodos, qué instrumentos uno puede ción tomo de Beckett: «Qué importa quién habla
establecerlas, escandirlas, analizarlas y describir- -dijo alguien-, qué importa quién habla». Creo que
l":s. Ésa es la primera parte de un trabajo empren- en esa indiíerencia hay que reconocer uno de los
dido hace algunos años y que ha concluido ahora. principios éticos fundamentales de la escritura
Pero se plantea otra cuestión: la del autor-y de contemporánea. <kl Digo «ética» porque esa indife-
ella quisiera hablarles ahora. La noción de autor rencia no es tanto un rasgo que caracteriza la ma-
constituye el momento más importante de la indi- nera en que se habla o en que se escribe; es más
vidualización en la historia de las ideas, de los bien una suerte de regla inmanente, retomada sin
conocimientos, de las literaturas; también en la his- cesar, nunca completamente aplicada, un princi-
toria de la filosofía y en la de las ciencias. Aun hoy, pio que no señala la escritura como resultado sino
cuando se hace la lústoria de un concepto o de un que la domina como práctica. Esa regla es dema-
género literario o de un tipo de filosofía, creo que siado conocida como para que sea preciso dete-
no se dejan de considerar tales unidades como nerse a analizarla mucho tiempo; basta con espe-
escansiones relativamente débiles, secundarias, y cificarla aquí mediante dos de sus grandes temas.
superpuestas con relación a la unidad primaria, Podemos decir en primer lugar que la escritura de
sólida y fundamental que es la del autor y la obra. hoy se ha liberado del tema de la expresión: no se
Dejaré de lado, al menos para la exposición refiere más que a sí misma, y sin embargo no es
de esta tarde, el análisis histórico-sociológico tomada bajo la forma de la interioridad; se identi-
del personaje del autor. Cómo el autor se ha fica con su propia exterioridad desplegada Lo que
individualizado en una cultura como la nuestra, quiere decir que es un juego de signos ordenado
qué estatuto se le ha dado, a partir de qué mo- menos hacia su contenido significado que hacia
mento, por ejemplo, se empezaron a hacer inves-
tigaciones de autenticidad y de atribución, den- ei Ver ap. pág. 74.

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l~ naturaleza misma del significante; pero tam- crificio, al sacrificio incluso de la vida; borradura
bién que esa regularidad deTa escritura es experi- voluntaria que no tiene que ser representada en
mentada siempre del lado de sus lúnites; está siem- los hbros, ya que se cumple en la existencia misma
pre transgrediendo e invirtiendo esa regularidad del escritor. La obra que tenía el deber de traer la
que acepta y con la que juega; la escritura se des- inmortalidad ha recibido ahora el derecho de ma-
pliega como un juego que infaliblemente va más tar, de ser asesina de su autor. Vean a Flaubert, a
allá de sus reglas y pasa así al afuera. Proust, a Kafka. <m> Pero hay algo más: la relación
En la escritura no funciona la manifestación o de la escritura con la muerte se manifiesta también
la exaltación del gesto de escribir; no se trata de la en la borradura de los caracteres individuales del
aprensión de un sujeto en un lenguaje; se trata de sujeto que escribe; mediante todos los ardides que
la apertura de un espacio donde el sujeto que es- establece entre él y lo que escribe,el sujeto que es-
cribe no deja de desaparecer. <I> cribe despista todos los signos de su individuali-
El segundo tema es aún más familiar; es el pa- dad particular; la marca del escritor ya no es más
rentesco de la escritura con la muerte. Ese vínculo que la singularidad de su ausencia; le es preciso
invierte un tema milenario; el relato o la epopeya ocupar el papel del muerto en el juego de la
de los griegos estaba destinado a perpetuar la in- escritura. <n> Todo esto es conocido; y hace un buen
mortalidad del héroe, y si el héroe aceptaba morir tiempo que la crítica y la filosofía han tomado nota
joven era para que su vida, así consagrada y de esa desaparición o de esa muerte del autor<ñ>.
magnificada por la muerte, pasara a la inmortali- Sin embargo, no estoy seguro de que se hayan
dad; el relato redimía esa muerte aceptada. De otra extraído rigurosamente todas las consecuencias
manera, el relato árabe -pienso en Las mil y una exigidas por esa constatación, ni de que se haya
noches-tenía también como motivo, como tema y tomado con exactitud la medida del acontecimien-
pretexto, no morir: se hablaba, se contaba hasta el to. Más precisamente, me parece que un determi-
alba para apartar la muerte,' para diferir el plazo nado número de nociones que están hoy destina-
que debía cerrar la boca del narrador. El relato de das a sustituir el privilegio del autor de hecho lo
Sheherazade es el encarnizado reverso del asesi- bloquean, y eluden lo que debería ser despejado.
nato, es el esfuerzo de todas las noches para llegar Tomaré simplemente dos de esas nociones que
a mantener a la muerte fuera del círculo de la exis- hoy son, según creo, singularmente importantes.
tencia. Nuestra cultura ha metamorfoseado ese En primer lugar, la noción de obra. Se dice, en
tema del relato o de la escritura hechos para conju- efecto (y es además una tesis muy familiar), que lo
rar la muerte; la escritura está ahora ligada al sa-
{mJ Ver ap. pág. 75.
(nJ Ver ap. pág. 75.
t1> Ver ap. pág. 75. t•ll Ver ap. pág. 70.

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propio de la crítica no es despejar las relaciones de ción, una nota de lavandería: ¿obra o no es obra?
la obra con el autor, ni querer reconstituir a través ¿Y por qué no? Y así indefinidamente. Entre los
de los textos un pensamiento o una experiencia; millones de huellas dejadas por alguien tras su
más bien debe analizar la obra en su estructura, en muerte, ¿cómo se puede definir una obra? La teo-
su arquitectura, en su forma intrínseca y en el jue- ría de la obra no existe, y quienes ingenuamente
go de sus relaciones internas. Ahora bien, hay que se proponen editar obras carecen de tal teoría y
plantear en seguida un problema: «¿Qué es una su trabajo empírico muy pronto se halla parali-
obra?» ¿Qué es entonces esa curiosa unidad que zado. Y podríamos continuar: ¿acaso podemos
designarnos con el nombre de obra? ¿Con qué ele- decir que Las mil y una noches constituyen una
mentos está compuesta? ¿No es acaso una obra lo obra? ¿Y las Stromatés de Clemente de Alejandría
que ha escrito quien es un autor? \7emes surgir las o las Vidas de Diógenes Laercio? De pronto ve-
dificulti'!des. Si un individuo no era un autor, ¿aca- mos qué abundancia de preguntas se plantea a
so podríamos decir que lo que ha escrito, o dicho, propósito de la noción de obra. De modo que es
lo que ha dejado en sus papeles, lo que se ha podi- insuficiente afirmar: prescindamos del escritor,
do restituirse de sus palabras, podría ser llama- prescindamos del autor, y vamos a estudiar, en sí
do una «obra»? En tanto que Sade no fue un autor, misma, la obra. La palabra «obra» y la unidad
¿qué eran entonces sus papeles? Rollos de papel que designa son probablemente tan problemáti-
sobre los cuales, hasta el infinito, durante sus jor- cas como la individualidad del autor.
nadas de prisión, desenrollaba sus fantasmas. Otra noción, según creo, bloquea la constata-
Pero supongamos que uno se enfrente con un ción de la desaparición del autor y retiene de algu-
autor: ¿acaso todo lo que ha escrito o dicho, todo na manera al pensamiento al borde de esa borra-
lo que ha dejado detrás suyo forma parte de su dura; con sutileza, preserva todavía la existencia
obra? Problema a la vez teórico y técnico. Cuando del autor: es la noción de escritura. Co> Con todo ri-
se emprende el publicar, por ejemplo, las obras gor, debería permitir no solamente prescindir de la
de Nietzsche,¿dónde hay que detenerse? Hay que referencia al autor, sino darle un estatuto a su nue-
publicar todo, por supuesto, pero ¿qué quiere de- va ausencia. En el estatuto que actualmente se le
cir ese «todo»? Todo lo que el mismo Nietzsche da a la noción de escritura, no se trata en efecto
publicó,está claro. ¿Los borradores de sus obras? ni del gesto de escribir, ni de la marca (síntoma o
Evidentemente. ¿Los proyectos de aforismos? Sí. signo) de lo que habría querido decir alguien;
¿Las tachaduras asimismo, las notas al pie de los nos esforzamos con notable profundidad en
cuadernos? Sí. Pero cuando en el interior de un pensar la condición en general de todo texto, la
cuaderno lleno de aforismos se encuentra una re-
ferencia, la indicación de una cita o de una direc- {<>J Ver ap. pág. 72.

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condición a la vez del espacio en que se disper- bajo la salvaguarda del a priori: hace subsistir den-
sa y del tiempo en que se despliega. tro de la luz gris de la neutralización el juego de
Me pregunto si esa noción, a veces red u cid a a las representaciones que han formado una deter-
un uso corriente, no traspone en un anonimato minada imagen del autor. La desaparición del
trascendental los caracteres empíricos del autor. Cp> autor, que desde Mallarmé es un acontecimiento
Sucede que nos contentamos con borrar las mar- que no cesa, se halla sometida al bloqueo trascen-
cas demasiado visibles de la empiricidad del au- dental. ¿No hay actualmente una línea divisoria
tor disponiendo una paralelamente a la otra, una entre quienes creen que todavía pueden pensar
contra la otra, dos maneras de caracterizarla: la las rupturas de hoy dentro de la tradición históri-
modalidad crítica y la modalidad religiosa. En co-trascendental del siglo XIX y quienes se es-
efecto, concederle un estatuto originario a la es- fuerzan por liberarse de ella definitivamente?
critura, ¿no es una manera de retraducir en térmi-
nos trascendentales, por una parte, la afirmación ***
teológica de su carácter sagrado y, por otra parte,
la afirmación crítica de su carácter creador? Ad- Pero evidentemente no basta con repetir como
mitir que la escritura, de alguna manera, por la afirmación vacía que el autor ha desaparecido. Del
misma historia que ella hizo posible, está someti- mismomodo,nobastaconrepetirindefinidamen-
da a la prueba del olvido y de la represión, ¿no es te que Dios y el hombre han muerto por una muer-
acaso representar en términos trascendentales el te conjunta. Lo que habría que hacer es localizar el
principio religioso del sentido oculto (con la ne- espacio dejado así vacío por la desaparición del
cesidad de interpretar) y el principio crítico de autor, escrutar el reparto de las lagunas y de las
las significaciones implícitas, de las determinacio- fallas, y acechar los emplazamientos, las funcio-
nes silenciosas, de los contenidos oscuros (con la nes libres que esa desaparición hace aparecer. Cq>
necesidad de comentar)? Por último, pensar la es- Quisiera evocar primero en pocas palabras los
critura como ausencia, ¿no es simplemente repetir problemas planteados por el uso del nombre de
en términos trascendentales el principio religioso autor. ¿Qué es un nombre de autor?¿Y cómo fun-
de la tradición, a la vez inalterable y nunca com- ciona? Muy lejos de darles una solución, indica-
pleta, y el principio estético de la supervivencia de ré solamente algunas de las dificultades que pre-
la obra, de su conservación más allá de la muerte senta.
y de su exceso enigmático con relación al autor? El nombre de autor es un nombre propio; plan-
Pienso pues que tal uso de la noción de escritu- tea los mismos problemas que éste. (Me refiero
ra amenaza con mantener los privilegios del autor aquí, entre diferentes análisis, a los de Searle.)
(p) Ver ap. pág. 72. "" Ver ap. pág. 75.

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No es posible convertir al nombre propio, eviden- ese nombre,Pierre Dupont, deje de seguir refirién-
temente en una referencia pura y simple. El nom- dose siempre a la misma persona; el vínculo de
bre propio (e igualmente el nomb~e d~ ai.:tor) tie- designación no se habrá modificado por eso. En
ne otras funciones antes que las md1cativas. Es cambio, los problemas planteados por el nombre
más que una indicación, un gesto, un dedo apun- de autor son mucho más complejos: si descubro
tado hacia alguien; en alguna medida, es el equi- que Shakespeare no nació en la casa que hoy visi-
valente de una descripción. Cuando decimos tamos, ésa es una modificación que evidentemente
«Aristóteles», empleamos una palabra que es el no va a alterar el funcionamiento del nombre de
equivalente de una o de una serie de descripcio- autor; pero si se demostrara que Shakespeare no
nes definidas, frl del género de: «el autor de las escribió los Sonetos que se consideran suyos, ése
Analíticas» o «el fundador de la ontología», etc. es un cambio de otro tipo: no deja indiferente el
Pero no podemos limitamos a ello; un nombre funcionamiento del nombre de autor. Y si se pro-
propio no tiene pura y simplemente una signifi- bara que Shakespeare escribió el Organon de
cación; cuando descubrimos que Rimbaud no es- Bacon simplemente porque fue el mismo autor
cribió La caza espiritual, no podemos pretender que el que escribió las obras de Bacon y las de
ese nombre propio o ese nombre de autor haya Shakespeare, ése es un tercer tipo de cambio que
cambiado de sentido. El nombre propio y el nom- modifica íntegramente el funcionamiento del
bre de autor se hallan situados entre los dos po- nombre de autor. El nombre de autor no es pues
los de la descripción y de la designación; segura- exactamente un nombre propio como los demás. <•l
mente tienen un determinado vínculo con lo que Muchos otros hechos señalan la singularidad
nombran, pero no completamente según el modo paradójica del nombre de autor. No es lo mismo
de la designación, rú completamente según el decir que Pierre Dupont no existe y decir que
modo de la descripción: un vínculo específico. Homero o Herrnes Trismegisto no han existido;
No obstante-y es allí donde aparecen las dificul- en un caso, queremos decir que nadie lleva el nom-
tades particulares del nombre de autor- el víncu- bre de Pierre Dupont; en el otro, que varios han
lo del nombre propio con el individuo nombrado sido confundidos bajo un solo nombre o que el
y el vínculo del nombre de autor con lo que nom- autor verdadero no tiene rúnguno de los rasgos
bra no son isomorfos y no funcionan de la misma relacionados tradicionalmente con el personaje de
manera. He aquí algunas de esas diferencias. Homero o de Herrnes. Tampocoeslomismodecir
Si me doy cuenta, por ejemplo, de que Pierre que Pierre Dupont no es el verdadero nombre de X,
Dupont no tiene los ojos azules o no nació en sino en verdad Jacques Durand, y decir que
París o no es médico, etc., eso no quiere decir que Stendhal se llamaba Henri Beyle. Uno también
(d Ver ap. pág. 75. "' Ver ap. pág. 78.

18 19
podría interrogarse sobre el sentido y el funcio- Llegaríamos finalmente a la idea de que el
namiento de una proposición como «Bourbaki es nombre de autor no va como el nombre propio
tal o cual, etc.» y "Víctor Eremita, Climacus, desde el interior de un discurso al individuo real
Anticlimacus, Frater Taciturnus, Constantin y exterior que lo produjo, sino que, de alguna
Constantius son Kierkegaard». manera, corre en el límite de los textos, que los
Estas diferencias tal vez se deban al hecho si- recorta, que sigue sus aristas, que manifiesta su
guiente: un nombre de autor no es simplemente un modo de ser o que al menos lo caracteriza. Mani-
elemento en un discurso (que puede ser sujeto o fiesta el acontecimiento de un conjunto determi-
complemento, que puede ser reemplazado por un nado de discurso, y se refiere al estatuto de ese
pronombre, etc.); ejerce un determinado papel con discurso en el interior de una sociedad y en el
relación al discurso: garantiza una"función clasi- interior de una cultura. El nombre de autor no se
ficatoria; un nombre semejante permite reagrupar sitúa en el estado civil de los hombres, tampoco
un determinado número de textos, delimitarlos, ex- está situado en la ficción de la obra, está ubicado
cluir algunos, oponerlos a otros. Además efectúa en la ruptura que instaura un determinado gru-
una puesta en relación de los textos entre sí; po de discursos y su modo de ser singular. UíPo-
Herrnes Trismegisto no existía, Hipócrates tampo- dríamos decir, en consecuencia, que en una ci-
co-en el sentido en que podriamos decir que Balzac vilización como la nuestra hay un determina-
existe-, pero que varios textos hayan sido coloca- do número de discursos que están provistos de
dos bajo un mismo nombre indica que se estable- la función-autor, mientras que otros están des-
cía entre ellos una relación de homogeneidad o de provistos de ella. Una carta privada puede tener
filiación, o de autentificación de unos por otros, o un firmante, pero no tiene autor; un contrato pue-
de explicación recíproca, o de utilización conco- de tener un garante, pero no tiene autor. Un texto
mitante. Finalmente el nombre de autor funciona anónimo que leemos en la calle sobre una pared
para caracterizar un determinado modo de ser del tendrá un redactor, no tendrá un autor. La fun-
discurso: para un discurso, el hecho de tener un ción-autor es pues característica del modo de exis-
nombre de autor, el hecho de que se pueda decir tencia, de circulación y de funcionamiento de cier-
«esto ha sido escrito por tal» o «tal es su autor», tos discursos en el interior de una sociedad.
indica que ese discurso no es una palabra cotidia-
na, indiferente, una palabra que se va, que flota y ***
pasa, una palabra inmediatamente consumible,
sino que se trata de una palabra que debe ser reci- Ahora habría que analizar esa función-autor.
bida de cierto modo y que en una cultura dada ¿Cómo se caracteriza en nuestra cultura un
debe recibir un estatuto determinado. <1J Ver ap. pág. 71.

20 21
discurso portador de la función-autor? ¿E':' qué de escribir tomó cada vez más el aspecto de un
se opone a los demás discursos? Cre". que s1 con- imperativo propio de la literatura.<" Como si el
sideramos solamente al autor de un libro o de un autor, a partir del momento en que fue situado
texto, podemos reconocerle cuatro caracteres di- dentro del sistema de propiedad que caracteriza
ferentes. a nuestra sociedad, compensara el estatuto que
En primer lugar, son objetos de apropiación; recibía así recuperando el viejo campo bipolar del
la forma de propiedad de la que dependen es de discurso, practicando sistemáticamente la trans-
un tipo bastante particular;ha sido codificada ya gresión, restaurando el peligro de una escritura a
desde hace un determinado número de años. Hay la cual por otro lado se le garantizaban los bene-
que señalar que esa propiedad h'! sido históric;a- ficios de la propiedad.
mente secundaria con relación a lo que podna- Por otra parte, la función-autor no se ejerce de
mos llamar la apropiación penal. Los textos, los una manera universal y constante en todos los
libros, los discursos han empezado realm<;':'te a discursos. En nuestra civilización, no fueron siem-
tener autores (distintos de los personajes rruticos, pre los mismos textos los que han solicitado reci-
distintos de las grandes figuras sacralizadas Y bir una atribución. Hubo un tiempo en que esos
sacralizantes) en la medida en que el autor podía textos que hoy llamaríamos «literarios» (relatos,
ser castigado, es decir, en la medida en ':lue los cuentos, epopeyas, tragedias, comedias) eran re-
discursos podían ser transgresores. El discurso cibidos, puestos en circulación, valorados sin que
en nuestra cultura (y en muchas otras sin duda) se planteara la cuestión de su autor; su anonima-
no era en el origen, un producto, una cosa, un
1
to no ocasionaba dificultades, su antigüedad, ver-
bien; era esencialmente un acto -un acto que es- dadera o supuesta, les resultaba una garantía su-
taba situado en el campo bipolar de lo sagrado y ficiente. En cambio los textos que ahora llamaría-
lo profano, de lo lícito y de lo ilícito, de lo religioso mos científicos, concernientes a la cosmología y
y de lo blasfematorio. Ha sido históric~ente un el cielo, la medicina y las enfermedades, las cien-
gesto cargado de riesgos antes de ser un bien den- cias naturales o la geografía, no eran aceptados
tro de un circuito de propiedades. Y cuando se en la Edad Media y no implicaban un valor de
instauró un régimen de propiedad para los tex- verdad sino a condición de estar marcados con el
tos, cuando se decretaron reglas esti:ictas sobre nombre de su autor. «Hipócrates dijo», «Plinio
los derechos de autor, sobre las relaciones auto- cuenta» no eran exactamente las fórmulas de un
res-editores, sobre los derechos de reproducción, argumento de autoridad; eran los indicios con
etc. -es decir, a finales del siglo XVlll y a comien- los que se señalaban discursos destinados a ser
zos del siglo XIX- fue en ese momento que lapo-
sibilidad de transgresión que pertenecía al acto (ul Ver ap. pág. 78.

22 23
recibidos como probados. En el siglo XVII o en el que una manera de nombrar teoremas o conjun-
XVIIl se produjo un quiasmo; se comenzaron a tos de proposiciones, en biología y en medicina
recibir los discursos científicos por sí mismos, en la indicación del autor y de la fecha de su trabajo
el anonimato de una verdad establecida o siem- cumple un papel muy diferente: no es simplemen-
pre de nuevo demostrable; es su pertenencia a un te una manera de indicar la fuente, sino de dar un
conjunto sistemático lo que los garantiza y no la determinado indicio de «fiabilidad» en relación
referencia al individuo que Jos produjo. La fun- con las técrucas y los objetos de experiencia utili-
ción-autor se borra, el nombre del inventor sólo zados en esa época y en tal laboratorio).
sirve a lo sumo para bautizar un teorema, una Tercer carácter de la función-autor. No se
proposición, un efecto notable,.una propiedad, forma espontáneamente como la atribución de
un cuerpo, un conjunto de elementos, un síndro- un discurso a un individuo. Es el resultado de
me patológico.Pero los discursos «literarios» ya una operación compleja que construye un de-
sólo pueden ser recibidos dotados de la función- terminado ser de razón que llamamos el autor.
autor: a todo texto de poesía o de ficción se le Sin duda se intenta darle a ese ser de razón un
preguntará de dónde viene, quién lo escribió, en estatuto realista: sería en el individuo una ins-
qué fecha, en qué circunstancias o a partir de qué tancia «profunda», un poder «creador», un
proyecto. El sentido que se le otorga, el estatuto o «proyecto», el lugar originario de la escritura.
el valor que se le reconoce dependen de la mane- Pero de hecho lo que en el individuo es desig-
ra en que se responde a esas preguntas. Y si como nado como autor (o lo que hace de un indivi-
consecuencia de un accidente o de una voluntad duo un autor) no es más que la proyección, en
explícita del autor, nos llega en el anonimato, el términos siempre más o menos psicologizantes,
juego es en seguida reencontrar al autor. El ano- del tratamiento que les infligimos a los textos,
nimato literario no nos resulta soportable; no lo de los acercamientos que efectuamos, de los ras-
aceptamos más que a título de enigma. La fun- gos que establecemos como pertinentes, de las
ción-autor actúa plenamente en nuestros días continuidades que admitimos o de las exclus10-
para las obras literarias. (Por supuesto, habría nes que practicamos. Todas estas operaciones
que matizar todo esto: desde hace algún tiempo, varían según las épocas y los tipos de discurso.
la crítica ha comenzado a tratar las obras según No se construye a un «autor filosófico» como a
su género y su tipo, según los elementos recu- un «poeta»; y no se construía al autor de una
rrentes que figuran en ellas, según sus variacio- obra novelesca en el siglo XVIII como en nues-
nes propias en tomo a una invariante que ya no tros días. Sin embargo, podemos recuperar a tra-
es el creador individual. Del mismo modo, si la vés del tiempo cierta invariante dentro de las
referencia al autor en matemáticas casi no es más reglas de construcción del autor.

24 25
Me parece, por ejemplo, que la manera en que manera propia del escritor (es el autor como uni-
la crítica literaria durante mucho tiempo definió dad estilística); por último, se deben considerar
al autor -o más bien construyó la forma-autor a como interpolados los textos que se refieren a acon-
partir de textos y discursos existentes- se deriva tecimientos o que citan personajes posteriores a
directamente de la manera en que Ja tradición cris- la muerte del autor (el autor es entonces un mo-
tiana autentificó (o por el contrario, rechazó) los mento histórico definido y el punto de encuentro
textos de los que disponía. En otros ténninos, para de un determinado número de acontecimientos).
«reencontrar» al autor en la obra, la crítica mo- Ahora bien, la critica literaria moderna, aun cuan-
derna usa esquemas muy cercanos a Ja exégesis do no se preocupe por la autentificación (lo que
cristiana cuando ésta pretendía. probar el valor es la regla general), no define al autor de otro
de un texto por Ja santidad del autor. En el De modo: el autor es Jo que permite explicar tanto la
viris illustribus, San Jerónimo explica que la ho- presencia de algunos acontecimientos en una
morúmia no basta para identificar de manera legí- obra como sus transformaciones, sus deforma-
tima a los autores de varias obras: individuos di- ciones, sus diversas modificaciones (a través de
ferentes pudieron llevar el mismo nombre, o al- la biografía del autor, el descubrimiento de su
guno pudo tomar abusivamente el patronímico perspectiva individual, el análisis de su perte-
del otro. El nombre como marca individual no es nencia social o de su posición de clase, la actuali-
suficiente cuando uno se dirige a la tradición tex- zación de su proyecto fundamental). El autor es
tual. ¿Cómo atribuir entonces varios discursos a asimismo el principio de una determinada uni-
un solo y mismo autor? ¿Cómo hacer actuar la dad de escritura -debiendo al menos reducirse
función-autor para saber si nos enfrentamos a todas las diferencias mediante los principios de
uno o a varios individuos?SanJerónimo prescri- la evolución, de la maduración o de la influencia.
be cuatro criterios: si entre varios libros atribui- El autor es además lo que permite superar las con-
dos a un autor uno es inferior a los otros, hay que tradicciones que pueden desplegarse en una se-
retirarlo de Ja lista de sus obras (el autor es defini- rie de textos: en verdad debe haber allí -en un
do entonces como un determinado nivel constan- detenninado nivel de su pensamiento o de su de-
te de valor); al igual que si algunos textos están seo, de su conciencia o de su inconciente- un
en contradicción doctrinal con las otras obras de punto a partir del cual las contradicciones se re-
un autor (el autor es definido entonces como un suelvan, encadenándose finalmente los elemen-
determinado campo de coherencia conceptual o tos incompatibles unos con otros u organizándo-
teórica); hay que excluir igualmente las obras que se en torno de una contradicción fundamental
están escritas en un estilo diferente, con palabras u originaria. Por último, el autor es un determi-
y giros que no se encuentran habitualmente en la nado foco de expresión que bajo formas más o

26 27
menos acabadas se manifiesta igualmente y con Sería tan falso buscar al autor del lado del escri-
el mismo valor en obras, en borradores, en cartas, tor real como del lado de ese locutor ficticio; la
en fragmentos, etc. Los cuatro criterios de la au- función-autor se efectúa en la misma escisión
tenticidad según San Jerónimo (criterios que les -en esa partición y esa distancia. Tal vez se diga
parecen muy insuficientes a los exégetas de hoy) que ésa es solamente una propiedad singular del
definen las cuatro modalidades según las cuales discurso novelesco o poético: un juego en el que
la crítica moderna hace actuar la función-autor. sólo participan esos «cuasi discursos». De hecho,
Pero la función-autor no es en efecto una pura todos los discursos que están provistos de la
y simple reconstrucción de segunda mano que se función-autor implican esa pluralidad de ego. El
hace a partir de un texto dado como un material ego que habla en el prefacio de un tratado de ma-
inerte. El texto lleva siempre en sí mismo un de- temáticas -y que indica sus circunstancias de
terminado número de signos que remiten al au- composición- no es idéntico, ni en su posición ni
tor. Esos signos son bien conocidos por los en su funcionamiento, a aquel que habla en el
gramáticos: son Jos pronombres personales, Jos curso de una demostración y que aparece bajo la
adverbios de tiempo y de lugar, Ja conjugación de fonna de un «Concluyo» o «Supongo»: en un caso,
los verbos. Pero hay que señalar que esos elemen- el «yo» remite a un individuo sin equivalente que
tos no actúan de la misma manera en Jos discur- en un lugar y un tiempo determinados ha reali-
sos que están provistos de Ja función-autor y en zado cierto trabajo; en el segundo, el «yo» desig-
los que están desprovistos de ella. En estos últi- na un plano y un momento de demostración que
mos, tales shifters remiten al locutor real y a las todo individuo puede ocupar, con tal de que
coordenadas espacio-temporales de su discurso haya aceptado el mismo sistema de símbolos, el
(aun cuando pueden producirse algunas modifi- mismo juego de axiomas, el mismo conjunto de
caciones: como cuando se relatan discursos en demostraciones previas. Pero en el mismo trata-
primera persona). En los primeros, en cambio, su do podríamos también localizar un tercer ego; el
papel es más complejo y más variable. Sabemos que habla para expresar el sentido del trabajo,
bien que en una novela presentada corno el relato los obstáculos encontrados, los resultados obte-
de un narrador, el pronombre de primera perso- nidos, los problemas que todavía se plantean;
na, el presente del indicativo, los signos de la loca- ese ego se sitúa en el campo de los discursos
lización nunca remiten exactamente al escritor, ni matemáticos ya existentes o aún por venir. La
al momento en que escribe ni al gesto mismo de función-autor no es garantizada por uno de esos
su escritura; sino a un alter ego cuya distancia ego (el primero) a costa de los otros dos, que ya
con respecto al escritor puede ser más o menos no serían entonces sino su desdoblamiento ficti-
grande y variar en el transcurso mismo de la obra. cio. Hay que decir por el contrario que en tales

28 29
discursos la función-autor actúa de tal modo que producción podemos atribuirle legítimamente.
da lugar a la dispersión de esos tres egos simultá- Ahora bien, es fácil ver que en el orden del discur-
neos. so se puede ser el autor de mucho más que un
Sin duda, el análisis todavía podría reconocer libro -de una teoría, de una tradición, de una dis-
otros rasgos característicos de la función-autor. ciplina en el interior de las cuales otros libros y
Pero me limitaré hoy a los cuatro que acabo de otros autores podrán ubicarse a su vez. En una
evocar porque parecen a la vez los más visibles palabra, diría que esos autores se hallan en una
y los más importantes. Los resumiría así: la posición «transdiscursiva».
función-autor está ligada al sistema jurídico e Es un fenómeno constante -seguramente
institucional que circunscribe, detennina, articu- tan viejo como nuestra civilización. Homero o
la el universo de los discursos; no se ejerce uni- Aristóteles, los Padres de la Iglesia han desempe-
formemente y de la misma manera en todos los ñado ese papel; pero también los primeros mate-
discursos, en todas las épocas y en todas las for- máticos y quienes estuvieron en el origen de la
mas de civilización; no es definida por la atribu- tradición hipocrática. Pero me parece que se han
ción espontánea.de un discurso a su productor, visto aparecer, en el curso-del siglo XIX en Europa,
sino por una serie de operaciones específicas y tipos de autores bastante singulares y que no se
complejas; no remite pura y simplemente a un in- podrían confundir ni con los «grandes» autores
dividuo real, puede dar lugar simultáneamente a literarios, ni con los autores de textos religiosos
varios ego, a varias posiciones-sujeto que diferen- canónicos, ni con los fundadores de ciencias. Lla-
tes clases de individuos pueden llegar a ocupar. mémoslos, de manera un tanto arbitraria, «fun-
dadores de discursividad».<v>
*** Esos autores tienen de particular que no son
solamente los autores de sus obras, de sus libros.
Me doy cuenta de que hasta ahora he limita- Han producido algo más: la posibilidad y la re-
do mi tema de manera injustificable. Segura- gla de formación de otros textos. En este sentido,
mente habría sido preciso hablar de lo que es la son muy diferentes, por ejemplo, de un autor de
función-autor en la pintura, en la música, en las novelas que en el fondo nunca es más que el au-
técnicas, etc. No obstante, suponiendo incluso que tor de su propio texto. Freud no es simplemente el
uno se atenga, como quisiera hacerlo esta tarde, autor de la Traumdeutung o de El chiste, Marx no
al mundo de los discursos, creo en verdad haber- es simplemente el autor del Manifiesto o de El
le dado al término «autor» un sentido demasiado capital: hen establecido una posibilidad indefinida
estrecho. Me he limitado al autor entendido como
autor de un texto de un libro o de una obra cuya M Ver ap. pág. 79. ·

30 31
l

de discurso. Evidentemente, es fácil plantear una que no volvieron simplemente posible un deter-
objeción. No es cierto que el autor de una novela minado número de analogías, volvieron posible
s?lo sea el autor de su propio texto; en algún sen- (del mismo modo) un determinado número de di-
tido, con tal de que sea, como suele decirse un ferencias. Abrieron el espacio para algo distinto
tru;to «importante», t~mbién rige y ordena ~go a ellos y que sin embargo pertenece a lo que ellos
mas. Pa~a tomar un e¡emplo muy simple, pode- fundaron. Decir que Freud fundó el psicoanálisis
mos decrr que Ann Radcliffe no solamente escri- no quiere decir (no quiere simplemente decir) que
bió El castillo de los Pirineos y un determinado nú- 1 volvemos a hallar el concepto de la libido, o la
mero de otras novelas, hizo posibles las novelas técnica de análisis de los sueños en Abraham o
d~ terror de ~~mienzos del siglo X)X y en esa me- Melanie Klein, quiere decir que Freud hizo posi-
dida su funaon de autor excede su misma obra.
Ante esa objeción, creo que sólo podemos respon-
J bles un determinado número de diferencias con
relación a sus textos, a sus conceptos, a sus hipó-
der: lo que hacen posible los instauradores de tesis que dependen todas ellas del mismo discur-

'
discursividad (tomo como ejemplos a Marx y a so psicoanalítico.
Freud: l'.orque creo que son a la vez los primeros y Creo que de inmediato surge una dificultad
los ma~ 11'.'Portantes), lo que hacen posible es algo nueva o al menos un nuevo problema: después
muy distinto a lo que hace posible un autor de de todo, ¿no es ése el caso de todo fundador de
novelas. Los textos de Ann Radcliffe abrieron el 1 ciencia o de todo autor que en una ciencia intro-
campo para un ?etermh;1ado número de semejan- dujo una transformación que podemos llamar fe-
z~s y de analogras que tienen s~ modelo o princi- 1 cunda? Después de todo, Galileo no sólo hizo
pio dentro d_e ~u propia obra. Esta contiene sig- posible a aquellos que repitieron después de él
nos caracterIBticos, figuras, relacioi.les, estructu- las leyes que había formulado, sino que hizo po-
ras que pudier?n ser reutilizadas por otras. Decir sible enunciados muy diferentes a lo que él mis-
que Ann Radcliffe fundó la novela de terror quie- mo había dicho. Si Cuvier es el fundador de la
re decir a fin de cuentas: en la novela de terror del biología, o Saussure el de la lingüística, no es por-
siglo XIX, se hallarán, como en Ann Radcliffe el que se los haya imitado, no es porque se haya
tem~ de la h_eroína_ presa en la trampa de su p~o­ retomado aquí o allá el concepto de organismo o
p1a ':'ocencia, la figura del castillo secreto que de signo, es porque Cuvier hizo posible, en cierta
func10na como una contra-ciudad, el personaje medida, la teoría de la evolución que se oponía
del héroe negro, maldito, consagrado a hacer ex- término a término a su propio fijismo; es en la
piar al mundo el mal que se le ha hecho, etc. En medida en que Saussure hizo posible una gramá-
cambio, cuando hablo de Marx o de Freud como tica generativa que es muy diferente a sus análi-
«instauradores de discursividad», quiero decir sis estructurales. Por lo tanto la instauración de

32 33
discursividad parece ser, a primera vista en todo
caso, del mismo tipo que la fundación de cual- de posibilidades de aplicación. Limitarlo es en
quier cientificidad. Sin embargo, creo que hay una realidad intentar aislar dentro del acto mstau-
cllierencia, y una diferencia notable. En efecto, en rador un número eventualmente restringido de
el caso de una cientifícidad, el acto que la funda proposiciones o de enunciados, a los cuales se
está al mismo nivel que sus transformaciones fu- les reconoce exclusivamente valor fundante y
turas; de alguna manera forma parte del conjun- con respecto a los cuales tales concepto~ o teoría
to de las modificaciones que hace posibles. Por admitidos por Freud podrán ser con~1der~dos
supuesto que esa pertenencia puede adquirir di- como derivados, secundarios, accesonos. Fmal-
versas formas. El acto de fundación de una rnente, en la obra de esos instauradores, no reco-
cientificidad puede aparecer' en el curso de las nocemos algunas proposiciones como falsas,
transformaciones ulteriores de esa ciencia, como nos contentamos, cuando se intenta captar ese
si no fuera después de todo más que un caso par- acto de instauración, con descartar los enuncia-
ticular de un conjunto mucho más general que se dos que no serían pertinentes, ya sea que se l~s
descubre entonces. Puede aparecer también como considere inesenciales, ya sea que se los consi-
tachado de intuición y de empiricidad; hay que dere «prehistóricos» y depei;idien:es de otro tipo
formalizarlo entonces de nuevo, y hacerlo objeto de discursividad. Vale dec1r, a diferencia de la
de un determinado número de operaciones teóri- fundación de una ciencia, la instauración
cas suplementarias que lo funda más rigurosa- discursiva no forma parte de las tran.sforma-
mente, etc. Finalmente, puede aparecer como una ciones ulteriores, permanece necesariamente
generalización apresurada que hay que limitar y detrás o en suspenso. La consecuencia es '!':'e
cuyo restringido dominio de validez hay que vol- se define la validez teórica de una propos1c10n
ver a trazar. Dicho de otro modo, el acto de funda- con relación a la obra de esos instauradores
ción de una cientificidad siempre puede ser -mientras que en el caso de Galileo y de
reintroducido en el interior de la maquinaria de Newton es con relación a lo que son, en su es-
las transformaciones que de él derivan. tructura y su normatividad intr!nsecas, la f~sica
Ahora bien, creo que la instauración de una o la cosmología que se puede afi~:rnar la v~hdez
discursividad es heterogénea con respecto a sus de tal proposición que ellos pudieron an;1?1par.
transformaciones ulteriores. Extender un tipo de Para hablar de una manera muy esquematíca: la
discursividad como el psicoanálisis tal como fue obra de esos instauradores no se sitúa con rela-
instaurado por Freud no es darle una generali- ción a la ciencia y en el espacio que ésta diseña;
dad formal que no habría admitido al comienzo, sino que es la ciencia o la discursividad la qu.e
es simplemente abrirle un determinado número se relaciona con su obra como coordenadas pn-
rnarias.

34
35
Se entiende por eso que encontremos, como constitutivo. El acto de instauración es en efecto,
una necesidad inevitable dentro de tales en su misma esencia, tal que no puede no ser olvi-
discursividades, la exigencia de un «retomo al dado. Aquello que lo manifiesta, lo que deriva de
origen». También en este caso es preciso distin- él, es al mismo tiempo lo que establece el desvío y
guir esos «retornos a ... » de los fenómenos de lo tergiversa. Ese olvido no accidental tiene que
«redescubrimiento» y de «reactualización» que ser investido dentro de operaciones precisas, que
se producen frecuentemente en las ciencias. En- podemos situar, analizar y reducir mecliante el
tendería por «redescubrimientos» los efectos de mismo retomo a ese acto instaurador. El cerrojo
analogía o de isomorfismo que, a partir de las del olvido no ha sido sobreañaclido desde el exte-
formas actuales del saber, vuelven perceptible una rior, forma parte de la discursividad en cuestión,
figura que ha sido opacada o que ha desapareci- ésta le brinda su ley; la instauración cliscursiva
do. Diria por ejemplo que Chomsky, en su libro así olvidada es a la vez la razón de ser del cerrojo
sobre la gramática cartesiana, ha redescubierto y la llave que permite abrirlo, de tal modo que el
una determinada figura del saber que va de olvido y el impedimento del mismo retomo sólo
Cordemoy a Humboldt: a decir verdad, no es pueden levantarse a través del retomo. Además,
constituíble sino a partir de la gramática el retomo se dirige a lo que está presente en el
generativa, porque es ésta última la que detenta texto, más precisamente se vuelve al texto mismo,
su ley de construcción; en realidad, se trata de al texto en su desnudez, y sin embargo al mismo
una codificación retrospectiva de la mirada his- tiempo se recurre a lo que está inscripto como hue-
tórica. Por «reactualización» entendería algo muy co, ausencia, laguna en el texto. Se vuelve a cierto
distinto: la reinserción de un cliscurso en un do- vacío que el olvido ha esquivado u ocultado, que
minio de generalización, de aplicación o de trans- ha recubierto con una falsa o una mala plenitud
formación que es nuevo para él. Y la historia de y el retomo debe redescubrir esa laguna y esa fal-
las matemáticas es rica en tales fenómenos (remi- ta; de allí el juego perpetuo que caracteriza a los
to aquí al estudio de Michel Serres consagrado a retornos a la instauración discursiva -juego que
las anamnesis matemáticas). ¿Qué hay que en- consiste en decir por un lado: esto estaba allí, bas-
tender por «retomo a»? Creo que podemos desig- taba con leer, todo se encuentra allí, era preciso
nar así a un movimiento que tiene su especifici- que los ojos estuvieran bien cerrados y los oídos
dad propia y que caracteriza justamente a las bien taponados para que no se lo viera ni se lo
instauraciones de discursividad. Para que haya oyera; e inversamente: no, no está en esta pala-
retomo, en efecto, primero tiene que haber habido bra, ni en aquella palabra, ninguna de las pala-
olvido, no olvido accidenta!, no recubrimiento por bras visibles y legibles clice lo que ahora está en
alguna incomprensión, sino olvido esencial y cuestión, se trata más bien de lo que se dice a

36 37
través de las palabras, en su espaciamiento, en
la distancia que las separa. De lo que se deduce
T sino su campo teórico -aunque sólo fuera des-
plazando su acentuación o su centro de grave-
naturalmente que ese retorno, que forma parte dad. A través de tales retornos, que forman par-
del discurso mismo, no deja de modificarlo, que te de su misma trama, los campos discursivos
el retorno al texto no es un suplemento histórico de los que hablo implican con respecto a su au-
que vendría a añadirse a la misma discursividad tor «fundamental» y mediato una relación que
y que la redoblaría con un ornamento que des- no es idéntica a la relación que un texto cual-
pués de todo no es esencial; es un trabajo efecti- quiera mantiene con su autor inmediato.
vo y necesario de transformación de la Lo que acabo de esbozar a propósito de esas
discursividad misma. El reexamen del texto de «instauraciones discursivas» es, por supuesto,
Galileo bien puede cambiar el conocimiento que muy esquemático. En particular la oposición que
tenemos de la historia de la mecánica, nunca intenté trazar entre una instauración semejante y
puede cambiar la mecánica misma. En cambio, la fundación científica. Tal vez no siempre sea
el reexamen de los textos de Freud modifica al fácil decidir si nos enfrentamos a esto o aquello: y
mismo psicoanálisis, y los de Marx, al marxis- nada comprueba que sean dos procedimientos
mo. Ahora bien, para caracterizar estos retor- exclusivos uno del otro. Sólo intenté hacer esa
nos, hay que añadir un último carácter: se ha- distinción con un único fin: mostrar que la
cen hacia una suerte de costura enigmática en- función-autor, ya compleja cuando se trata de lo-
tre la obra y el autor. En efecto, es en tanto que calizarla en el nivel de un libro o de una serie de
es texto del autor y de ese autor particular que textos que llevan una firma definida, implica ade-
el texto tiene valor instaurador y es por eso, por- más nuevas determinaciones cuando se trata de
que es texto de ese autor, que hay que volver a analizarla en conjuntos más vastos -grupos de
él. No hay ninguna posibilidad de que el obras, disciplinas enteras.
redescubrimiento de un texto desconocido de
Newton o de Cantor modifique la cosmología ***
clásica o la teoría de los conjuntos, tales como
se desarrollaron (a lo sumo esa exhumación se- Lamento mucho no haber podido aportar al
ría capaz de modificar el conocimiento históri- debate que vendrá a continuación ninguna pro-
co que tenemos de su génesis). En cambio, la posición positiva: a lo sumo direcciones para un
reactualización de un texto como el Proyecto de trabajo posible, caminos de análisis. Pero al me-
Freud -y en la misma medida en que es un tex- nos debo decirles en algunas palabras, para ter-
to de Freud- amenaza siempre con modificar minar, las razones por las cuales le atribuyo cier-
no el conocimiento histórico del psicoanálisis, ta importancia.

38 39
Semejante análisis, si fuera desarrollado, tal no y arquitectónico de una obra (ya se trate de un
vez nos permitiría introducirnos a una tipología texto literario, de un sistema filosófico o de una
de los discursos. Me parece, en efecto, al menos obra científica), al poner entre paréntesis las refe-
en una primera aproximación, que semejante rencias biográficas o psicológicas, ya se ha pues-
tipología no podría hacerse sólo a partir de los to en cuestión el carácter absoluto y el rol fundante
caracteres gramaticales de los discursos, de sus del sujeto. Pero tal vez haya que volver sobre esa
estructu'.as formales o incluso de sus objetos; sin suspensión, no para restaurar el terna de un suje-
duda eXIsten propiedades o relaciones propia- to originario, sino para captar los puntos de in-
mente discursivas (irreductibles a las leyes de la serción, los modos de funcionamiento y las de-
gramática y de la lógica, así como a las leyes del pendencias del sujeto. Se trata de dar vuelta el
objeto) y a ellas hay que dirigirse para distinguir probt;rna tradicional. Ya no plantear la pregun-
las grandes categorías de discurso. Larelación(o ta: ¿como puede la libertad de un sujeto insertar-
la no relación) con un autor y las diferentes for- se en el espesor de las cosas y darle sentido, cómo
mas de esa relación constituyen -de una manera puede ~imar desde el interior las reglas de un
b~stan:e visible- una de esas propiedades lengua¡e y hacer así que funcione con objetivos
discursivas. que le son propios? Sino, antes bien, plantear es-
Por otra parte, creo que con ello se podría en- tas preguntas: ¿cómo, según qué condiciones y
contrar una introducción al análisis histórico de bajo qué formas algo como un sujeto puede apa-
los discursos. Tal vez sea tiempo de estudiar los recer en el orden de los discursos?<wf ¿Qué sitio
discursos ya no solamente en su valor expresivo puede ocupar en cada tipo de discurso, qué fun-
o sus transformaciones formales, sino en las mo- ciones puede ejercer y obedeciendo a qué reglas?
dalidades de su existencia: los modos de circula- En r_esumen, se trata de quitarle al sujeto (o a su
ción, de valoración, de atribución, de apropiación s.ustituto) su rol de fundamento originario, yana-
de los discursos varían con cada cultura y se mo- ~arlo como una función variable y compleja del
difican en el interior de cada una; la manera en discurso.
que se articulan sobre relaciones sociales me pa- El autor -<> lo que intenté d.escnbir como la
rece que se descifra de modo más directo en el función-autor- sin duda no es rriás que una de las
juego de la función-autor y en sus modificaciones especificaciones posibles de la función-sujeto. ¿Es-
antes que en los temas o los conceptos que ponen pecificación posible o necesaria? Viendo las mo-
en práctica. dificaci?ne~ históricas que han tenido lugar, no
¿No es igualmente a partir de análisis de este parece mdispensable, ni mucho menos, que la
tif'.o que~ J?Odrían reexaminar los privilegios del función-autor permanezca constante en su forma,
su¡eto? Sé bien que al emprender el análisis inter- (w) Ver ap. pág. 80.

40 41

1
en su complejidad e incluso en su existencia. Po- hombre, sino al autor. Y comprendo bien Jo que
demos imaginar una cultura donde Jos discursos pudo conducirlo, en los acontecimientos cultura-
circularían y serían recibidos sin que Ja función- les desde hace cincuenta años, a esas considera-
autor apareciera nunca.M Todos los discursos,· ciones: «La poesía debe ser hecha por todos», «eso
cualquiera sea su estatuto, su forma, su valor, y habla», etc. Me planteaba un determinado núme-
cualquiera sea el tratamiento a que se los someta, ro de preguntas: me decía que a pesar de todo
se desarrollarían en el anonimato del susurro. Ya hay autores en filosofía y en literatura. Se podrían
no se oirían las preguntas por tanto tiempo repeti- dar muchos ejemplos, me parecía, en literatura y
das: «¿Quién ha hablado realmente? ¿Es en ver- en filosofía, de autores que son puntos de conver-
dad él y nadie más? ¿Con qué autenticidad o qué gencia. Las tomas de posición política son tam-
originalidad? ¿Y ha expresado Jó más profundo bién el acto de un autor y se puede cotejarlas con
de sí rrúsmo en su discurso?» Sino otras como és- su filosofía.
tas: «¿Cuáles son los modos de existencia de ese Y bien, he sido completamente tranquilizado,
discurso? ¿Desde dónde se ha sostenido, cómo porque tengo Ja impresión de que en una especie
puede circular y quién puede apropiárselo? ¿Cuá- de prestidigitación, extremadamente brillante Jo
les son los emplazamientos que se reservan allí que Michel Foucault le saca al autor, es decir,'su
para sujetos posibles? ¿Quién puede ocupar esas obra, se lo ha restituido con interés, bajo el nombre
diversas funciones de sujeto?» Y detrás de todas d; instaurador de discursividad, puesto que no
estas preguntas no se oiría más que el ruido de sololedevuelvesuobra,sinotambiénladeotros.<Y>
una indiferencia: «Qué importa quién habla».
L. Goldmann. -Entre los teóricos notables de
Jean W ah!. -Le agradezco a Michel Foucault una escuela que ocupa un sitio importante en el
por todo Jo que nos ha dicho y que llama a Ja pensamiento contemporáneo y se caracteriza por
discusión. Preguntaré de inmediato quién quiere la negación del hombre en general y, a partir de
tomar la palabra. allí, del sujeto en todos sus aspectos, y también
del autor, Michel Foucault, que no ha formulado
Jean d' Ormesson. -En Ja tesis de Michel explícitamente esta última negación sino que
Foucault la única cosa que no había comprendi- la sugirió a lo largo de toda su exposición áes-
do bien y sobre la cual todo el mundo, incluso la embocando en la perspectiva de Ja supresión
prensa masiva, había puesto el acento, era el fin ~el autor, es ciertamente una de las figuras más
del hombre. Esta vez Michel Foucault acometió el interesantes y más difíciles de combatir y de
eslabón más débil de la cadena: no atacó ya al criticar. Puesto que a una posición filosófica
"' Ver ap. pág. 80. M Ver ap. pág. 80.

42 43
fundamentalmente anti-científica, Michel tanto que autor último de un texto, y en especial
Foucault une un notable trabajo de historiador y de un texto importante y significativo, parece cada
me parece altamente probable que gracias a un vez menos sostenible. Desde hace un determina-
determinado número de análisis su obra señala- do número de años, toda una serie de análisis
rá una etapa importante dentro del desarrollo de concretos han mostrado en efecto que, sin negar
la historia científica de la ciencia e incluso de la ni el sujeto ni el hombre, estamos obligados a re-
realidad social. emplazar al sujeto individual por un sujeto co-
Es por lo tanto en el plano de su pensamiento lectivo o transindividual. En mis propios traba-
propiamente filosófico, y no en el de sus análisis jos me vi llevado a mostrar que Racine no es él
concretos, donde quiero situar hoy mi interven- solo, único y verdadero autor de las tragedias
ción. · racinianas, sino que éstas nacieron dentro de un
Permítanme,sinembargo, antes de abordar las desarrollo de un conjunto estructurado de cate-
tres partes de la exposición de Michel Foucault, gorías mentales que era una obra colectiva, lo que
referirme a la intervención que acaba de hacerse me llevó a hallar como «autor» de esas tragedias,
para decir que estoy absolutamente de acuerdo en última instancia, a la nobleza de toga, al gru-
con quien intervino en el hecho de que Michel po jansenista y, dentro de éste, a Racine en tanto
Foucaultno es el autor y ciertamente tampoco el que individuo particularmente importante.
instaurador de lo que acaba de decirnos. Puesto Cuando uno se plantea el problema de
que la negación del sujeto es actualmente la idea «¿Quién habla?», hay actualmente en las cien-
central de todo un grupo de pensadores, o más cias humanas al menos dos respuestas, que aun
exactamente de toda una corriente filosófica. Y oponiéndose rigurosamente una a la otra, recha-
si dentro de esa corriente Foucault ocupa un lu- zan ambas la idea tradicionalmente admitida
gar particularmente original y brillante, no obs- del sujeto individual. La primera, que yo llama-
tante hay que integrarlo a lo que_ podríamos lla- ría estructuralismo no genético, niega el sujeto, al
mar la escuela francesa del estructuralismo no que reemplaza por las estructuras (lingüísticas,
genético y que comprende en especial los nom- mentales, sociales, etc.) y sólo les deja a los hom-
bres de Lévi-Strauss, Roland Barthes, Althusser, bres y a su comportamiento el sitio de un rol, de
Derrida, etc. una función en el interior de esas estructuras que
Al problema particularmente importante subra- constituyen el punto final de la investigación o
yado por MichelFoucault, «¿Quién habla?», pien- de la explicación.
so que hay que agregar un segundo: «¿Qué dice?». Por el contrario, el estructura!ismo genético re-
«¿Quién habla?» A la luz de las ciencias hu- chaza también en la dimensión histórica y en la
manas contemporáneas, la idea de individuo en dimensión cultural que forma parte de ella al

44 45
sujeto individual; sin embargo no suprime por
eso la idea de sujeto, sino que la reemplaza por la sociedades y de las culturas capitalistas occiden-
del sujeto transindividual. En cuanto a las estruc- tales? La respuesta ocasiona dificultades análo-
turas, lejos de aparecer como realidades autóno- gas. Volvamos sin embargo a la obra: sus límites,
mas y más o menos últimas, no son en esta pers- como los de todo hecho humano, se definen por
pectiva sino una propiedad universal de toda el hecho de que constituye una estructura signifi-
praxis y de toda realidad humanas. No hay he- cativa fundada en la existencia de una estructura
cho humano que no esté estructurado, ni estruc- mental coherente elaborada por un sujeto colectivo.
tura que no sea significativa, es decir que, en tan- A partir de allí, puede ocurrir que para delimitar
to que cualidad del psiquismo y del con:rporta- esa estructura nos veamos obligados a eli:runar
miento de un sujeto, no cumpla una funcmn. En algunos textos publicados o, por el contrario, a
resumen, tres tesis centrales en esta posición: hay integrar algunos textos inéditos; en fin, es _obvio
un sujeto; en la dimensión .iu:stórica y cultu_ra_I ese que podemos justificar fácilmente la exclusión de
sujeto es siempre transind1v1dual; toda a<;ttvidad la nota de lavandería. Añadiré que en esta pers-
psíquica y todo comporta:rue".to ~el su¡eto s~n pectiva la puesta en relación de la estructura co-
siempre estructurados y s1gruficativos, es decrr, herente con su funcionalidad respecto de un su-
funcionales. jeto transindividual o-para emplear un lenguaje
Añadiré que también yo me topé con una difi- menos abstracto- la puesta en relación de la in-
cultad planteada por Miche! Foucault: la de la terpretación con la explicación adquiere una par-
definición de la obra. Es en efecto difícil, y hasta ticular importancia.
imposible, definirla con relación a un sujeto indi- Un solo ejemplo: en el curso de mis investiga-
vidual. Como dijo Foucault, cuando se trata de ciones me enfrenté con el problema de saber en
Nietzsche o de Kant, de Racine o de Pascal, ¿dón- qué medida las Cartas provinciales y los Pensamien-
de se fija el concepto de obra? ¿Hay que fijarlo en tos de Pascal pueden ser considerados como una
los textos publicados? ¿Hay que incluir todos los obra y tras un análisis atento llegué a la conclu-
papeles no publicados hasta con las notas de la- sión de que no era el caso y de que se trataba de
vandería? dos obras que tienen dos autores diferentes. Por
Si se plantea el problema en la perspectiva del una parte, Pascal con el grupo Arnauld-Nicol<; y
estructuralísmo genético, se obtiene una respues- los janserustas moderados para las Cartas provin-
ta que es válida no sólo para las obras cultt.~ra~e~, cianas; por otra parte, Pascal con el _grupo de
sino también para todo hecho humano e histon- jansenistas extremistas para los Pensamiento~. Dos
co. ¿Qué es la Revolución francesa? ¿Cuáles son autores diferentes que tienen un sector paraal co-
los estadios fundamentales de la historia de las mún: el individuo Pascal y tal vez algunos Otros
jansenistas que siguieron la misma evolución.

46
47
Otro problema planteado por Michel Foucault relativamente complejo y oscuro que adquirió en
en su exposición es el de la escritura. Creo que su exposición, ¿no podemos hallar el fundamen-
más vale ponerle un nombre a esa discusión, ya to epistemológico y sociológico de esa oposición
que presumo que todos hemos pensado .en en la distinción, corriente en el pensamiento dia-
Derrida y en su sistema. Sabemos que Dernda léctico moderno y en especial en la escuela
intenta -apuesta que me parece paradójica- ela- lukácsiana, entre las ciencias de la naturaleza,
borar una filosofía de la escritura negando al su- relativamente autónomas en tanto que estructu-
jeto. Tanto más extraño cuanto que por otra parte ras científicas, y las ciencias humanas, que no
su concepto de escritura está muy cerca del con- podrían ser positivas sin ser filosóficas 2? Cierta-
cepto dialéctico de praxis. Un ejeqiplo entre otros: mente no es casual que Foucault haya opuesto a
no podría más que estar de acuerdo con él cuan- Marx, Freud y en cierta medida Durkheim a Galileo
do nos dice que la escritura deja huellas que ter- y a los creadores de la física mecanicista. Las cienc
minan borrándose; es la propiedad de toda cías del hombre -explícitamente para Marx y
praxis, se trate de la construcción de un templo Freud, implícitamente para Durkheim- suponen
que desaparece al cabo de varios siglos o varios la unión estrecha entre las constataciones y las
milenios, de la apertura de un camino, de lamo- valoraciones, el conocimiento y la toma de posi-
dificación de su trayecto o, más prosaicamente, ción, la teoría y la praxis, por supuesto que sin
de la fabricación de un par de salchichas que lue- abandonar por eso en nada el rigor teórico. Con
go son comidas. Pero pienso, como Foucault, que Foucault, pienso también que muy frecuente-
hay que preguntar: ¿Quién crea las huellas? mente, y en especial hoy, la reflexión sobre Marx,
¿Quién escribe? Freud e incluso Durkheim se presenta bajo la
Como no tengo ninguna observación que ha- forma de un retorno a las fuentes, puesto que se
cer sobre la segunda parte de la exposición, con trata de un retorno a un pensamiento filosófico,
la cual estoy de acuerdo en ténninos generales, contra las tendencias positivistas que pretenden
paso a la tercera. hacer ciencias del hombre con el modelo de las
Me parece que allí también la mayoría de los ciencias de la naturaleza. Habría que distinguir
problemas planteados hallan su respuesta en la además lo que es retorno auténtico de lo que,
perspectiva del sujeto transindividual. Sólo me bajo la fonna de un pretendido retomo a las fuen-
detendré en uno de ellos: Foucault ha hecho una tes, es en realidad una tentativa de asimilar a
distinción justificada entre lo que llama los Marx y a Freud al positivismo y al estructuralísmo
«instauradores» que distinguió de los creadores
Las primeras fundadas por la interacción del sujeto
de una nueva metodología científica. El proble- con el objeto, las segundas en su identidad, total o
ma es real, pero en lugar de dejarle el carácter parcial. (N. del T.)

48 49
el juego de Ja función-autor. Y Jo que intenté ana-
no genético contemporáneo que les son totalmen- lizar es precisamente Ja manera en que se ejercía
te extraños. · Ja función-autor dentro de Jo que podemos lla-
Es en esa perspectiva que quisiera terminar mar la cultura europea después del siglo XVII.
mi intervención mencionando la frase ya oélebre, Por cierto que lo hice muy groseramente, y de
escrita en el mes de mayo por un estudiante en el una manera que admito que es demasiado abs-
pizarrón de un salón de la Sorbonne y que me tracta porque se trataba de una localización de
parece que expresa Jo esencial de la cri.tica a la conjunto. Definir de qué manera se ejerce esa fun-
vez filosófica y científica al estructuralismo no ción, en qué condiciones, en qué campo, etc., con-
genético: «Las estructuras no bajan a la calle», es vendrán en que no equivale a decir que el autor
decir: nunca son las estructuras !¡is que hacen la no existe.
historia, sino Jos hombres, aun cuando la acción Iguahnente para esa negación del hombre de
de estos últimos tenga siempre un carácter estruc- la que habló Goldmann: la muerte del hombre es
turado y significativo. un tema que permite sacar a la luz la manera en
que el concepto del hombre ha funcionado en el
M. Foucault.-Trataré de responder. Lo pri- saber. Y si se superara la lectura, evidentemente
mero que diré es que por mi parte nunca he usa- austera, de las primeras o de las últimas páginas
do la palabra estructura. Búsquenla en Las pa- de Jo que escribo, se percibiría que esa afirmación
labras y las cosas, no Ja encon~~arán. Entonces, remite al análisis de un funcionamiento. No se
preferiría que todas las facilidades sobre el trata de afirmar que el hombre ha muerto, se trata,
estructuralismo me sean ahorradas, o que se to- a partir del tema -que no es mío, que no ha dejado
men el trabajo de justificarlas. Además: no he di- de repetirse desde fines del siglo XIX-de que el
cho que el autor no e~stía; no Jo dije y e.stoy sor- hombre ha muerto (o que va a desaparecer o que
prendido de que mi d1scurs". haya podido pres- será reemplazado por el superhombre), de ver de
tarse a semejante contrasentido. Retomemos un qué manera, según qué reglas se ha formado y ha
poco todo eso. funcionado el concepto de hombre. He hecho Jo
He hablado de una determinada temática que mismo con la noción de autor. Retengamos pues
podemos señalar tanto en las obras como en la nuestras lágrimas.
crítica que si se quiere es: el autor debe borra'.se Otra observación. Se ha dicho que yo tomaba
o ser borrado en beneficio de las formas propias el punto de vista de la no-cientificidad. Por cierto,
del discurso. Habiéndolo entendido así, la pre- no pretendo haber hecho aquí obra científica, pero
gunta que me he planteado era ésta: ¿qué es l? me gustaría saber desde qué instancia se me hace
que permite descubrir esa regla de. la desapar~­ ese reproche.
ción del escritor o del autor? Perrmte descubnr

51
50
Maurice de Gandillac. -Me pregunté al escu- o Aristóteles. Y habría que describir lo que es
charlo según qué criterio preciso distinguía us- esta transdiscursividad moderna por oposición
ted a los «instauradores de discursividad», no a la transdiscursividad antigua.
solamente de los «profetas» de carácter más reli-
gioso, sino también de los promotores de L. Goldmann. -Una sola pregunta: cuando
«cientificidad» con los cuales ciertamente no es usted admite la existencia del hombre o del suje-
incongruente ligar a Marx y a Freud. Y si admiti- to, ¿los reduce, sí o no, al estatuto de función?
mos una categoría original, situada de algún
modo más allá de la cientificidad y del profetismo M. Foucault. -No he dicho que lo redujera a
(y sin embargo dependiendo de ambos), me sor- una función, analizaba la función en el interior
prende no ver allí a Platón y sobre todo tampoco de la cual algo como un autor podía existir. No he
a Nietzsche, que usted nos presentó hace poco en hecho aquí el análisis del sujeto, he hecho el análi-
Royaumont, si mal no recuerdo, como si hubie- sis del autor. Si hubiese dado una conferencia
ran ejercido sobre nuestro tiempo una notable sobre el sujeto, es probable que hubiera analiza-
influencia del mismo tipo que la de Marx o de do de la misma manera la «función sujeto», es
Freud. decir, hubiera hecho el análisis de las condicio-
nes en las cuales es posible ~ue un individuo cum-
M. Foucault. -Le responderé-aunque a títu- pla la función de sujeto.<• Habría que precisar
lo de hipótesis de trabajo, ya que una vez más lo además en qué campo el sujeto es sujeto y de qué
que les he indicado desgraciadamente no era (del discurso, del deseo, del proceso económico,
nada más que un plan de trabajo, una marca- etc.). No hay sujeto absoluto.
ción de taller- que la situación transdiscursiva
en la cual se han encontrado autores como Platón J. Ullmo. -Me ha interesado profundamente
o Aristóteles desde el momento en que escribie- su exposición, porque ha reavivado un problema
ron hasta el Renacimiento debe poder ser anali- que es muy importante en la investigación cientí-
zada; la manera en que se los citaba, en que se fica actual. La investigación científica, y en parti-
referían a ellos, en que se los interpretaba, en cular la investigación matemática, son casos lí-
que se restauraba la autenticidad de sus textos, mites en los cuales un determinado número de
etc., todo eso obedece ciertamente a un sistema los conceptos que usted despejó aparecen de
de funcionamiento. Creo que con Marx y con manera muy clara. Se ha vuelto en efecto un
Freud nos enfrentamos a autores cuya posición problema bastante ahgustiante en las vocaciones
transdiscursiva no puede superponerse con la
posición transdiscursiva de autores como Platón M Ver ap. pág. 80.

52 53
científicas que se concretan hacia los veinte años tan objetivos, tan desprovistos de pasión, álgebra
el hallarse frente al problema que usted planteó lineal o teoría de conjuntos, de hecho hay noches
irúcialmente: «¿Qué importa quién habla?». En enteras de discusión y de gresca para ponerse de
otro tiempo, una vocación científica era la voluntad acuerdo sobre un pensanúento fundamental, so-
de hablar por sí mísmo, de aportar una respuesta bre una interiorización. Y ése es el único punto
a los problemas fundamei:tales de la 1:'ªtt:r?leza en el cual me encontré en un desacuerdo bastante
o del pensanúento maten::atico; .Y e~o. ¡ustifi~aba profundo con usted, porque desde el comíenzo
vocaciones, se puede decir que ¡ustificaba vidas usted ha elinúnado la interioridad. Creo que sólo
de abnegación yde sacrificio. En nuestros día~, el hay autor cuando hay interioridad. Y el ejemplo
problema es mucho más delicado, porque la cien- de Bourbakí, que no es del todo un autor en el
cia parece mucho más anónima; y en ~fecto «qué sentido banal, lo demuestra de una manera abso-
importa quién habla», lo que no ha sido encon- luta. Y dicho esto, creo que restablezco un sujeto
trado por y en junio de 1969, será encontrado por pensante, que tal vez sea de naturaleza original
y en octubre de 1969. Entonces, sacrificar su vid? pero que es bastante claro para quienes tienen el
a esa anticipación leve y que permanece an?m- hábito de la reflexión cíentífica. Por otra parte, un
ma es verdaderamente un problema extraordina- artículo muy interesante de Critique de Michel
riamente grave para quien tiene la vocación y para Serres, «La tradición de la idea», puso esto en
quien debe ayudarlo. Y creo que esos ejemplos de evidencia. Dentro de las matemáticas, no es la
vocaciones científicas van a aclarar un poco su axiomática lo que cuenta, no es la combinatoria,
respuesta por otra parte en el sentido gue uste~ no es lo que usted llamaría la napa discursiva, lo
ha indicado. Quiero tomar el ejemplo de Bourbakii que cuenta es el pensamíento interno, es la per-
podría tomar el ejemplo ~e ~eynes, pero Boru;baJ:í cepción de un sujeto que es capaz de sentir, de
constituye un ejemplo lumte: se trata de un mdi- integrar, de poseer ese pensanúento interno. Y sí
viduo múltiple; el nombre del autor parece des- tuviera tiempo, el ejemplo de Keynes sería mucho
vanecerse verdaderamente en beneficio de una más patente aún desde el punto de vista econó-
colectividad, y de una colectividad renovable, mico. Simplemente concluiré: pienso que sus con-
puesto que no son siempre Jos mísmos quienes ceptos, sus instrumentos de pensamiento son ex-
son Bourbaki. Pero no obstante, existe un autor celentes. Usted respondió en la cuarta parte a las
Bourbakí, y ese autor Bourbakí se manifiesta a preguntas que yo me había planteado en las tres
través de las discusiones extraordinariamente primeras. ¿Dónde está lo que especifica a un au-
violentas, e incluso patéticas, diría yo, entre los tor? Y bien, lo que especifica a un autor es justa-
participantes de Bourbaki: antes de publicar uno mente la capacidad de modificar ese campo
de sus fascículos -esos fascículos que parecen epistemológico o esa napa discursiva, según las

54 55
1

fórmulas suyas. En efecto, no hay autor más que extremadamente diferente; y muy particularmen-
cuando se sale del anonimato porque se reorien- te, en el nivel del retomo a Freud, de la dependen-
tan los campos epistemológicos, porq1:". se crea cia del sujeto con relación a algo verdaderamente
un nuevo campo discursivo que modifica, que elemental y que hemos intentado aislar bajo el
transforma radicalmente al precedente. El caso término de «significante». .
más patente es el de Einstein: es un ejemplo abso- En tercer lugar -limitaré a esto mi interven-
lutamente sorprendente en esa relación. Me ale- ción-, no considero de ninguna manera que sea
gra ver que Bouligand me aprueba,estamos ente- legítimo haber escrito que las estructuras no ba-
ramente de acuerdo sobre este asunto. En conse- jan a la calle, porque si hay algo que demuestran
cuencia, con esos dos criterio~: necesidad de Jos acontecimientos de mayo es precisamente la
interiorizar una axiomática y criterio del autor en bajada a la calle de las estructuras. El hecho de
tanto que modifica el campo epistemológico, creo que se lo escriba en el mismo sitio donde se efec-
que se restituye un sujeto bastante potente, si pue- tuó esa bajada a la calle no prueba nada más que,
do decirlo así. Lo que por otra parte creo que no simplemente, lo que muy frecuentemente e inclu-
está ausente de su pensamiento. so con la mayor frecuencia es interno a lo que lla-
mamos el acto, es que se desconoce a sí mismo.
J. Lacan. -Recibí la invitación muy tarde. Al
leerla, advertí en el primer párrafo el «retomo a». Jean Wahl.-Nos queda agradecerle aMichel
Tal vez se retome a muchas cosas, pero, en fin, el Foucault el haber venido, haber hablado, haber
retomo a Freud es algo que he tomado como una primero escrito su conferencia,haber respondido
especie de bandera en un campo determinado, Y a las preguntas que han sido planteadas y que
en eso no puedo sino agradecerle, usted respon- por otra parte han sido todas interesantes. Les
dió completamente a mis expectativas. Especi~­ agradezco también a quienes intervinieron y a
mente al evocar, a propósito de Freud, lo q~~ sig- Jos oyentes. «¿Quién escucha, quién habla?»: po-
nifica el «retomo a», todo lo que usted d1¡0, al dremos responder «en casa» a esta pregunta.
menos con respecto a aquello en lo que yo haya
podido contribuir, me parece perfectamente per-
tinente.
En segundo lugar, quisiera hacer notar que,
estructuralismo o no, me parece que en ninguna
parte, dentro del campo vagamente. determhi:ado
por esa etiqueta, se trata de la negación del su¡eto.
Se trata de la dependencia del sujeto, lo que es

56 57
Apostillas a ¿Qué es un autor?'
por Daniel Link

Michel Foucault había publicado en 196.6 Las t.>


palabras y las cosas, cuya aparición estuvo rodea-
da, sino de auténtica polémica, por lo menos de
un considerable revuelo. Como se recordará, uno
de los objetivos del libro es delimitar en qué mo-
mento apareció, en la cultura occidental, el hom-
bre como objeto de saber («el hombre es un in-
vento reciente», «el hombre es una invención
cuya fecha reciente de creación la arqueología
de nuestro pensamiento pone fácilmente de
manifiesto. Y tal vez su próximo fin también»)
y, por lo tanto, la constitución de las «ciencias
humanas».
Foucault designa el «a priori histórico» que
hay que considerar para describir cada período
como epistemé: las bases que explican lo que una
época puede (o no puede) pensar (un sustrato,

Algunos párrafos están encabezados por una letra entre


paréntesis (o dos, o tres), que remiten a la referencias
que puntúan el texto de Foucault, donde la serie es
rigurosamente progresiva. En estas «Apostillas>), por
el contrario, eso no sucede, dado que muchas veces
resultaba más conveniente referirse a dos segmentos
no contiguos ni consecutivos de «¿Qué es un autor?»
en el mismo párrafo, para evitar que este texto, frag-
mentario por necesidad, lo fuera en demasía.

59
podríamos decir, imaginario, entendiendo la precisión, y que prescribió simultáneamente la
imaginación como una potencia que arrastra al economía revolucionaria del núsmo siglo. Es
pensamiento). posible que sus controversias hayan agitado
La aparición del libro (el núsmo año en el unas cuantas olas y provocando unas cuantas
que se publican los Escritos de Jacques Lacan) ondulaciones superficiales, pero no son más que
coincide con el momento más alto de la polénú- tormentas en un vaso de agua», se lee en Las
ca sobre el estructuralismo, que empuja a Las palabras y las cosas. Y los marxistas ortodoxos
palabras y las cosas en una dirección no prevista leyeron en la frase una impronta gaullista.
por Foucault, inmediatamente atacado por los El mismísimo Sartre (que, con particular
círculos del Partido Comunista;que leyeron en perspicacia, señala que Las palabras y las cosas
las provocaciones del libro una declaración de no es una arqueología de las ciencias huma-
guerra: «Al nivel más profundo del conocinúen- nas sino, apenas, una geología) muestra que
to occidental, el marxismo no introdujo ningu- «Foucault le da a la gente lo que ésta necesitaba:
na discontinuidad real; encontró su lugar sin una síntesis ecléctica en la que Robbe-Grillet, el
dificultad corito una forma plena, tranquila, estructuralismo, la lingüística, Lacan, Te/ Quel
confortable y satisfactoria para una época (la son utilizados sucesivamente para demostrar la
suya), dentro de un arreglo epistemológico que imposibilidad de una reflexión histórica».
la recibió con gusto (ya que de hecho era este Pese a la encendida defensa de su maestro
arreglo lo que le estaba haciendo campo) y que, Canghilhem y al interés que el libro despierta
por su parte, no tenía ninguna intención de per- en los círculos althusserianos, Foucault (por otro
turbar y, sobre todo, no tenía poder para modi- lado encantado con su repentino éxito y su fama:
ficar, ni siquiera una tilde, porque descasaba la primera edición del libro se agota en una se-
enteramente sobre este arreglo. El marxismo mana) no sobrelleva la polémica y muy pronto
existe en el pensamiento del siglo XIX como un se negará a ser adscripto al estructuralismo y
pez en el agua, es decir, no puede respirar en comenzará a considerar a Las palabras y las cosas
ninguna otra parte. Aun cuando se opone a las como su libro menos logrado (llegó a pedirle a
teorías «burguesas» de la economía, y aunque Pierre Nora que dejara de reeditarlo).
está oposición lo lleva a utilizar el proyecto de Para contestar a las malas lecturas de las que,
una inversión radical de la historia como un en su perspectiva, el libro fue objeto, pero so-
arma contra ellas, ese conflicto y ese proyecto bre todo para corregir algunas nociones ambi-
no tienen ~orno condición la posibilidad de la guamente planteadas, Foucault se abocará a la
reformulación de toda la Historia, sino un su- escritura de La arqueología del saber, que será
ceso que cualquier arqueología puede situar con publicado a principios de 1969 y del cual, por

60 61
lo tanto, la conferencia «¿Qué es un autor?» pue- abandonará definitivamente el país en diciembre
de considerarse un adelanto (el tema aparecerá de 1968, p~ro P':'"ª hacerse cargo del Departa-
desarrollado en el libro y, luego, en la lección mento de Filosofía en el Centro Experimental de
inaugural al Colli!ge de France, El orden del discur- Yincennes, inscripto en la «reforma de la ense-
so, el 2 de diciembre de 1970). nanza .sup~rio':» (autonomía, cogobierno y
A finales de septiembre de 1966, Foucault lle- multidrnciplinanedad) promovida por el gobier-
gó a Túnez gracias a la mediación de Jean Wahl, no luego del pánico de Mayo del 68. Foucault con-
donde permanecería dos años dando clases en vocó a Gilles Deleuze (que no pudo aceptar in-
la Licenciatura de Filosofía fundada poco tiem- corporarse entonces al Departamento por razo-
po antes y luchando para definir los conceptos nes de salud), a Michel Serres, JudithMiller, Alain
fundamentales de la «arqueología» cuya presen- Badiou, Jacques Ranciere, Henri Weber, Etienne
tación había hecho en Las palabras y las cosas («El Bal1bary Fran<;ois Chátelet, entre otros. Algunos
ámbito de las cosas dichas es lo que se llama el de los cursos propuestos por el Departamento:
archivo; la arqueología pretende analizarlo»). «Re~:sionfomo:izquierdismo» por Jacques
Pero no todo es sociabilidad académica, sol Rancie.re, «Cre.ncras de las.formaciones sociales y
y trabajo filosófico para Foucault durante esos filosofía marxista» por Étinenne Balibar, «Revo-
años. Si bien es cierto que no participó directa- !ucioi;e~ culturales» por Judith Miller, «Lucha
mente de los acontecimientos de mayo de 1968 ideologrca» por Alain Badiou, «El discurso de la
en Francia, sí se comprometió políticamente con sexualidad» y «El fin de la metafísica» por Michel
las revueltas tunecinas («Lo que vi en Francia Foucault.
en 1968-1969 es exactamente lo contrario de lo Foucault permaneció dos tumultuosos años
que me había interesado en Túnez en marzo de en Vincennes, durante los cuales pasó a encar-
1968», dirá en una entrevista, oponiendo lapo- nar el modelo del intelectual militante al que
tencia del imaginario tunecino al fárrago de las hasta entonces se había resistido. En diciembre
discusiones teóricas de París). de 1970, Foucault cambió Vincennes por el
<:;ollé!?e d~ Fran~e, per:o el Departamento pro-
(b)
En el otoño de 1968, Foucault regresó a Fran- sigu10, ba10 la d1recc10n de Fran<;ois Chiitelet
cia con el propósito de hacerse cargo de una cáte- la senda por él trazada (Deleuze, Lyotard, René
dra en el Departamento de Psicología que acaba Scherer darán clases allí y Jacques Lacan dicta-
de crearse en Nanterre, como resultado de la rá una serie de conferencias).
crisis institucional que vivía la universidad fran-
cesa luego de los sucesos de mayo. En Túnez, . El Foucault de Vincennes no es exactamente el <<>, <hl
en todo caso, ya no podría seguir trabajando y nusmo que el Foucault que se presenta a la Société

62 63
Franr;aise de Philosophie (http://www.sofrphilo.fr/), límites de la enunciabilidad». Es decir: es la voz y
institución fundada en 1901 por iniciativa de no el lenguaje lo que le importa (y por eso, como
Xavier Léon y André Lalande como centro de Blanchot, detendrá su atención en las sirenas: «El
comunicación y de información filosófica. pensamiento del afuera»).
Bergson, Husserl, Durkheim, Einstein, Poincaré, En 1967, Foucault había hecho invitar a Jean
Sartre, Foucault, Lacan, Derrida y muchos más Hyppolite a Túnez, para que hablara de «Hegel
presentaron sus comunicaciones ante el selecto y la filosofía moderna». El maestro dijo, enton-
auditorio convocado por la SFP. La actividad de ces, .señalando al.discípulo: «Debe haberse pro-
los pocos miembros (350) de la SFP consiste en ducido un error mv1tándome, ya que la filoso-
la organización de cuatro conferencias por año, fía moderna está aqufo.
un coloquio internacional cada cuatro años y la Hyppolite había sido maestro de Foucault en
publicación de un Bulletin, con el texto de cada sus años de formación, en el Liceo Henri-IV
conferencia y la discusión consecuente. La So- cuando comentaba para sus alumnos l;
ciedad edita también la Revue de métaphysique et Fenomenología del espíritu de Hegel («Nosotros no
de morale publicada por PUF. sólo vislumbrábamos la voz de un profesor: es-
Como se ha señalado, «¿Qué es un autor?» se cu:~bam~~ algo así como la voz de Hegel y
deja leer en serie junto con La arqueología del sa- quiza tamb1en la voz de la filosofía en sí. No creo
ber y El orden del discurso. Pero Foucaultnovolve- q_ue i;ueda olvi~ar la fuerza de aquella presen-
rá sobre esos temas en su enseñanza en el Collége cia, rula proxmudad que pacientemente invoca-
de France, mucho más inclinada en relación con ba'.'' dirá Foucault cuando Hyppolite muera,
las preocupaciones que su paso por Vincennes de¡ando vacante el sillón que el discípulo ocupa-
le dejó. rá en el College de France).
Hasta la lección inaugural en el Collége, po- Hyppolite fue, junto con Jean Wahl y
dría decirse, Foucault se reconoce como discípu- Alexandre Kojeve, responsable de la difusión de
lo de Jean Hyppolite, a quien se refiere tanto en Hegel en Francia. La Introducción a la lectura de
esta conferencia como en El orden del discurso Hegel de Kojeve, publicada en 1947 a partir de
como el dueño de esa voz que él simplemente los apuntes de Raymond Queneau, es estricta-
repite o sigue. Poco analizado en la obra de m;nte contemporánea de la tesis de Hyppolite,
Foucault, el tema de la voz es decisivo en este Genests y estructura de la «Fenomenología del espíritu»
período. En una carta a Daniel Defert de 1963, don~e Roland Caillois encontraba a un «HegeÍ
y
Foucault se refiere a las lecturas de Whorf Sapir místico». En todo caso, Hegel funcionaba, en-
que ha hecho mientras Las palabras y las cosas está tonces, como instaurador de la modernidad fi-
en prensa: «No es eso, no es la lengua, sino los losófica. En El orden del discurso se lee: «Toda

64 65
nuestra época, sea a través de Marx o a través
de Nietzsche, trata de librarse de Hegel(... ). Pero El pensamiento debe apartarse de las tres fi- <i>
librarse de Hegel realmente implica la aprecia- guras copartícipes de la anulación del discurso:
ción del valor exacto de lo que cuesta alejarse una filosofía del sujeto fundador, para la que el
de él; y tal cosa supone saber hasta qué punto, discurso es juego de escritura; una filosofía de la
con insidia tal vez, se acercó Hegel a noso- experiencia originaria, para la que el discurso es
tros». sólo juego de lectura; y una filosofía de la me-
Conviene recordar los artículos «El lenguaje diación universal, para la que el discurso es jue-
al infinito» (1963), «Prefacio a la transgresión» go de intercambios. Todas esas formas del pen-
(1963) y «El pensamiento del afuera» (1966) samiento sólo ponen en juego los signos, redu-
corno hitos de ese proceso de apartamiento de ciendo todo discurso al orden de los significantes.
Hegel del que «¿Qué es un autor?» también for- Foucault va a entender la tarea de un pensa-
ma parte. miento que no se proponga más ocultar el te-
En 1975, Foucault se referirá a sus textos so- mor ante la proliferación del discurso precisa-
bre literatura en los siguientes términos: «En el mente como el análisis de ese mismo temor -de
fondo, Blanchot, Klossowski, Bataille [algunos sus condiciones, juegos y consecuencias.
de los autores en los que Foucault fijó su aten- Para eso, el principio regulador de tal análi-
ción entre 1962 y 1966, junto con Roussel, Borges sis se sirve de cuatro nociones; «la del aconteci-
y Kafka] eran para mí mucho más que obras lite- miento, la de la serie, la de la regularidad y la
rarias, o discursos internos de la literatura. Eran de la condición de posibilidad. Ellas se oponen,
discursos externos a la filosofía>». término a término, del modo siguiente: el acon-
Klossowski, corno Bataille y Blanchot -pro- tecimiento a la creación, la serie a la unidad, la
pone Foucault- hacen explotar la evidencia ori- regularidad a la originalidad y la condición de
ginaria del sujeto y hacen surgir formas de ex- posibilidad a la significación. Las cuatro últi-
periencia en las que la descomposición del su- mas nociones -creación, unidad, originalidad,
jeto, su aniquilación y el encuentro con sus lí- significación- han dominado, de manera muy
mites muestran que no existía esta forma origi- general, la historia tradicional de las ideas, don-
naria y autosuficiente que la filosofía clásica- de, de común acuerdo, se buscaba el punto de
mente suponía. la creación, la unidad de la obra, de una época
o de un tema, la marca de la originalidad indi-
vidual y el tesoro indefinido de las significacio-
«Foucault, passe-frontieres de la philosophie» (entre-
vista con Roger-Pol Droit del 20.6.75), Le Monde, 6-9-
nes dispersas» (El orden del discurso).
86, p. 12, en adelante FPP. Foucault lanza esos nombres (esas «obras»,
esas experiencias de la literatura), Klossowski,

66
67
Blanchot, Bataille, al mismo tiempo fuera de la número de esos relatos se autonomicen y fun-
literatura y fuera de la filosofía: un afuera de la cionen como «literatura»?
obra literaria y del pensar filosófico. Se trata Un segundo nivel de reflexión tiene que ver ya
del saber, al que Foucault dedicará enorme aten- no con la función (históricamente delimitada) del
ción en los años próximos: La arqueología del discurso literario sino con el ser de la literatura:
saber y La voluntad de saber (octubre de 1976, pri- es lo que se deja leer en «El lenguaje al infinito»,
mer tomo de la Historia de la sexualidad), pero «Prefacio a la transgresión» y «El pensamiento
también los cursos en el College de France, en del afuera», donde Foucault establece una «regla»
particular Defender la sociedad (enero-marzo de (podríamos decir) de desidentificación o de
1976). diferentiftcación: «La literatura no es el lenguaje
Defender la sociedad comienza con una carac- que se identifica consigo mismo hasta el punto
terización de los «saberes sometidos»: de su incandescente manifestación, es el lengua-
a) «bloques de saberes históricos que esta- je alejándose lo más posible de sí mismo» («El
ban presentes y enmascarados dentro de los pensamiento del afuera»).
conjuntos funcionales y sistemáticos, y que la Esta relación literatura-lenguaje-voz, que inclu-
crítica pudo hacer reaparecer por medio, desde so se anuncia como introducción a «una ontología
luego, de la erudición», y formal de la literatura» («El lenguaje al infinito») en
b) «serie de saberes que estaban descalifica- verdad abrirá la puerta para una reflexión ética,
dos como saberes no conceptuales, como entendida como un umbral de disolución de las
saberes insuficientemente elaborados: saberes categorías y las disciplinas, un «ir y venir alrede-
ingenuos, saberes jerárquicamente inferiores, dor del propio círculo de la filosofía para hacer
saberes por debajo del nivel del conocimiento o permeable-y por lo tanto, insignificante- la fron-
de la Cientificidad exigidos», «Saberes de aba- tera entre lo filosófico y lo no-filosófico.» (FPP).
jo». Aunque Foucault no lo diga explícitamen- Se trata de romper el círculo cerrado de la
te, tal vez la literatura encuentre su lugar en ese filosofía abriéndolo hacia un espacio donde sea
conjunto de saberes subalternizados. posible otra experiencia de pensamiento: el
Foucault interroga a la literatura, y las pre- «pensamiento del afuera» será, pues, el funda-
guntas que se formula tienen que ver con el es- mento de una «ontología del si mismo».
tatuto mismo de lo literario (tal como se deja Además de esto, el «último Foucault» abando-
leer en El orden del discurso y en «¿Qué es un nará la teoría de la transgresión y formulará ade-
autor?»): ¿Cuál es la actividad que permite que más una autocrítica en la que cuestionará el estu-
circulen ficciones, poemas relatos en una cierta dio nietzscheano del poder como enfrentamiento
sociedad?, ¿Qué es lo que permite que un cierto y belicosidad (Defender la sociedad). Pero por el

68 69
Es curioso que hasta ahora no se hayan exa- Ctl
momento Foucault es el miembro más destaca- minado con la atención que requieren las rela-
do del «experimento Vincennes». ciones entre las obras de Foucault y Barthes, que
parecen dialogar permanentemente. En este
(dl, <•l La pregunta por el autor, decisiva en cualquier caso se trata de la noción de autor, en otros, de
teoría moderna de la literatura y el discurso, ha- la noción de verdad y la práctica de la parresia.
bía sido formulada apenas unos meses antes por Por supuesto, lo viviente, las reglas de lo co-
un amigo de Foucault, Roland Barthes, en «La munitario, la ascesis como negación. La noción
muerte del autor» (1968). Si bien el objetivo de (muy clásica) de Scriptor que Foucault copia en
Foucault es, aquí, aniquilar la metafísica de la el resumen de su comunicación, aparecerá en
escritura que él lee en Derrida, lo cierto es que el curso La preparación de la novela de Barthes,
también puede leerse en «¿Qué es un autor?» una que se detiene en las distancias entre la Persona
recriminación a su amigo, que opone a «la obra», (la identidad civil), el Scríptor (el escritor como
«la escritura» (muy influido por las hipótesis imagen social), el Auctor (el yo como garante de
derrideanas). Atento al reproche de Foucault, lo que escribe) y el Scríbens (el sujeto de la prác-
Barthes publicará en 1971 «De la obra al texto», tica de la escritura).
donde si bien sigue constatando el malestar de la
clasificación, resuelve ese malestar en favor del Por supuesto, Foucault extiende la noción de C.l, Cil
texto y no de la escritura. Barthes sostiene allí que autor más allá de la obra, y piensa la «función
«El texto plantea problemas de clasificación i:or- autor» respecto de un «campo discursivo» o
que implica siempre una determinada experien- «disciplina» y usa uno de los latiguillos más
cia de los límites( ... ). El texto es lo que llega hasta peligrosos de la época, el que sacudía Jacques
los límites de las reglas de enunciación, la racio- Lacan ante sus adversarios: «el retorno a... (Freud)».
nalidad, la legibilidad, etc.; no es una idea retóri- Hacia el final del debate que suscita «¿Qué es
ca, no se recurre a él para resultar heroico. El ~e~­ un autor?», Lacan reconocerá haberse sentido
to intenta situarse exactamente detrás de los lími- interpelado por esa provocación y dictaminará
tes de la opinión corriente». Las resonancias que la conferencia de Foucault lo ha satisfecho.
foucaultianas son evidentes. En Sade, Founer, En la lección del 26 de febrero de su Seminario
Loyola (1971), Barthes propondrá incluso el. «re: XVI (De un otro al Otro), Lacan mencionará (sin
torno amistoso del autor», tema al que dedicara comentarios) la conferencia de Foucault. La fra-
una sesión de su curso La preparación de la novela, se «La ausencia es el lugar primario del discur-
dictado en 1979-1980 en el College de France, ins- so», que se lee más abajo, si bien puede ponerse
titución a la que accede con el patrocinio de en relación con los propios textos de Foucault
Foucault.

71
70
ya citados, también tiene evidentes resonancias
1 Es ~o_r sistema. Sistema cuyo representante más
lacanianas («Toda falta es falta en su lugar», dec1s1vo es hoy Derrida, en su último brillo: re-
Seminario X, La angustia). ducción de las prácticas discursivas a las trazas
textuales; elisión de los acontecimientos que se
w, (o), (p) Entre las muchas posibilidades de especiali- producen allí para no conservar más que las
zación que Foucault se planteó, la psicología fue marcas por una lectura; invención de voces de-
una de ellas. La Historia de la locura en la época trás de los textos para no tener que analizar los
clásica, que constituye su tesis mayor, es prue- modo~ de hnplicación del sujeto en los discur-
ba de ese derrotero y explica la relación estre- sos; as1gnac1ón de lo originario como dicho y no
cha con Lacan y sus discípulos y también su dich~ en el _texto para no reemplazar las prácti-
fascinación por las corrientes de antipsiquiatría. c~s d1scurs1vas en el campo de las transforma-
El 4 de marzo de 1963, Jacques Derrida ha- c10nes en que se efectúan.
bía pronunciado en el College Philosophique la N~ diré que es una metañsica, la metafísica, o
conferencia «Cogito e historia de la locura», su recmto que se oculta en esta «textualización»
donde examinaba críticamente algunos pasajes de las prácticas discursivas. Iré mucho más le-
de la Historia de la locura en la época clásica. Jean jos: diré que es una pequeña pedagogía históri-
Wahl publicó el texto en la Revue de Métapysique c~"'.'ente bien detemü;i~da que, de manera muy
et de Morale y, años después, el 27 de enero de v1~1ble, la que se manifiesta. Pedagogía que en-
1968, convidó a Derrida a que dictara una con- sena al alumno que no hay nada fuera del texto
ferencia en la Société Franraise de Philosophie («La P.ero que ~n él, en ~us intersticios, en sus espa-
différance» ). c10s Yno dichos, rema la reserva del origen; que,
La presencia de Foucault en el mismo lugar por tanto, no es necesario ir a buscar en otra
no podía sino continuar un ajuste de cuentas. parte, sino aquí mismo, no en las palabras, di-
En uno de los apéndices incluidos en la segun- rectamente, pero sí en las palabras como borro-
da edición de la Historia de la locura, Foucault nes, en su red, se dice, «el sentido del ser». Pe-
incluye un texto («Mi cuerpo, ese papel, ese fue- dagogía que, inversamente, da a la voz de los
go», 1972) en el que reacciona violentamente a maestros esa soberanía sin límite que le permi-
las críticas de Derrida y destroza el atrevimiento te predecir indefinidamente el texto».
de su discípulo de una manera tan definitiva S:'n los mismos argumentos que Foucault
que sus túnidas objeciones importan ya bien esgrime en «¿Qué es un autor?» y el enemigo
poco: «No es por un efecto de su inatención por con la mediación de Roland Barthes, es el mis'.
lo que los intérpretes clásicos han perdido, an- mo: no un gran metafísico, sino (son sus pala-
tes de Derrida y con él, ese pasaje de Descartes. bras) un pequeño pedagogo reaccionario.

72 73
<•> El «proyecto» que Foucault presenta en«¿Qué En «El pensamiento del afuera», texto que m
es un autor?» es, por supuesto, La arqueologfa del responde al mismo malestar disciplinario que
saber, cuyo objetivo ha quedado ahora .mucho más se deja leer en «¿Qué es un autor?», Foucault ya
en claro: se trata de una doble (o triple) opera- había introducido, a propósito de Blanchot, o
ción: contra el trascendentalismo derrideano, por tomándolo como excusa, la problemática de los
una parte, contra los que asignaron Las palabras y límites del lenguaje, la apertura del espacio
las cosas al estructuralismo (banalidades que, ha- enunciativo (la voz) y la desaparición del sujeto
cia el final, Foucault pide que le ahorren) y contra como temas éticos. La inspiración, en aquel artí-
la izquierda dogmática del Partido Comunista. De culo, era evidentemente wittgensteiniana (con-
esos tres frentes de batalla, la conferencia se con- traria, por cierto, al Wittgenstein del Tractatus) y
centra sólo en uno, el trascendentalismo de la «es- «antihegeliana» (es decir, hegeliana en el senti-
critura», noción completamente inadecuada a la do heideggeriano).
ética en la que Foucault está pensando.
Los nombres que Foucault cita como ejem- <m>.(n)
<k> La «desaparición» del autor en «la escritura plo de sus lúpótesis en su conferencia, Flaubert,
contemporánea» como un principio ético le vie- Proust, Kafka, son bien heterogéneos salvo en
ne a Foucault de sus lecturas de Blanchot, en el punto que subraya: el escritor ocupa, en la
primer término y Borges, en segundo lugar. ''.El literatura contemporánea (valga la imprecisión),
idioma analítico de John Wilkins» había funcio- el «lugar del muerto», en la medida en que lo
nado como umbral de Las palabras y las cosas y que produce es ya, también, un «muerto-vivo»,
como disparador de la risa inquietante que des- eso que se llamaba arte y que, en Esto no es una
encadenaba el libro. En una conferencia pronun- pipa (1968), el ensayo sobre Magritte, se resol-
ciada el 23 de noviembre de 1998, Roger vía en una deriva incesante a lo largo de una
Chartier ha vuelto a relacionar los nombres de serie: «Campbell, Campbell, Campbell».
Borges y Foucault a partir de «¿Qué es un au-
(q), (r)
tor?» en un intento para precisar la genealogía Típicamente francesa, la formación de Foucault
de la «función-autor» que, en su perspectiva, era bastante deficiente en lo que se refiere a las
Foucault plantea con deliberada ambigüedad'. corrientes anglosajonas de filosofía del lengua-
je. Durante su estancia en Túnez tuvo ocasión
Chartier.. Roger. «Trabajar con Foucault: esbozo de de salvar esas lagunas, dado que el director del
una genealogía de la «función autor», conferencia
leída en la Cátedra Extraordinaria Michel Foucault
Departamento de Filosofía, Gérard Deledalle, era
(UAM-Iztapalapa) y publicada en la revista Signos experto precisamente en esa área y siguió casi
Históricos, 11 (México: junio 1999), págs. 11.27. a diario el progreso de La arqueología del saber.

74 75
No sorprende, pues, el minucioso análisis que
Foucault propone sobre la relación del nombre ciados y su reemplazo por una noción que bien
propio con las descripciones definidas. puede hacerse corresponder con las «formas de
En La verdad y las formas jurídicas', Foucault vida» que Wittgenstein articula con los juegos
se referirá a ese conjunto de investigaciones en de lenguaje.
términos ciertamente peyorativos:« Yo elije que Salvo menciones ocasionales, Foucault no
tenía tres proyectos que convergían pero que cita ni una sola vez a Wittgenstein en toda su
no son del mismo nivel. Por un lado una espe- obra. Sin embargo, tanto en El nacimiento de la
cie de análisis del discurso como estrategia, a clínica como en Raymond Roussel (los dos libros
la manera de lo que hacen los anglosajones, en fueron publicados el mismo día de 1963) utili-
particular Wittgenstein, Austin, Stráwson, Searle. za la noción de «juegos del lenguaje»', muy
Lo que me parece un poco limitado en el análisis característica del segundo Wittgenstein.
de Searle, Strawson, etc., es que son análisis de . En El nacimiento de la clínica, el juego-lenguaje
la estrategia de un discurso que se realiza alre- unplica la constitución, mediante doctrinas y
dedor de una taza de té, en un salón de Oxford, prachcas nuevas, de la moderna anatomia pa-
que sólo hablan de juegos estratégicos que son tológica, d_e! cuer~o humano como «espacio del
interesantes pero que me parecen profundamente ongen y distr1buc1ón de la enfermedad». La in-
limitados. El problema sería saber si no se pue- tervención de Bichat (1771-1802), el anatomis-
de estudiar la estrategia del discurso en un con- ta, es caracterizada por Foucault como una «re-
texto más real o en el interior de prácticas que organización sintáctica», «un juego por entero
son diferentes de las conversaciones de salón. diferente».
Por ejemplo, en la historia de las prácticas judi- El juego-lenguaje de Roussel, tal como lo
ciales( ... )». describe Foucault, es fantástico espejo del de
De todos modos, la noción de «juegos del El director del Departamento de Filosofía en Berkeley
lenguaje» (que Foucault traduce como «juegos durante los años en que Foucault dio clases en el De~
estratégicos de acción y reacción») es decisiva partamento de Francés de esa universidad, recuerda
en su formulación de La arqueología del saber y, las conversaciones en el auto, «de vuelta a casa».
por lo tanto, también en su hipótesis sobre la «Hablábamos de todo (... ) Yo estaba trabajando en
WittgensteinI así que tenninábamos conversando acerca
desaparición del sujeto como fuente de los enun- de su crítica del self. Se interesaba mucho en las posi-
ciones de los demás colegas del Departamento de Filo-
Las conferencias reunidas en el libro fueron pronun- sofía, en sus intereses; era evidente que intentaba si-
ciadas en Río de Janeiro en 1973 y se publicaron por tuarse en el cuadro que se hacían de la filosofía». Cita-
primera vez en 1978. do por James Miller en La pasión de Michel Foucault. San-
tiago de Chile, Andrés Bello, 1995, pág. 463

76
77
Bichat. Como el anatomista, el artista articula invención del autor propietario se vincula con Ja
un lenguaje en el cual la muerte se convierte en defensa de un antiguo sistema de privilegios ga-
fenómeno positivo (la presencia constante de rantizado por la corporación o por el monarca.
«la muerte en la vida a la luz del lenguaje», No deriva de Ja aplicación de una nueva concep-
Nacimiento de la clínica). La enfermedad se apar- ción de la propiedad o del mercado. Finalmente,
ta de la metafísica del mal, con la que se había la distinción entre la identidad esencial del texto
relacionado durante siglos. Según Foucault, y la diversidad de sus formas materiales, desem-
Roussel es quien mejor revela «la ley general peña un papel fundamental en el proceso que
del Juego de los Signos según la cual avanza desmaterializa las obras y construye el autor como
nuestra razonable historia». el principio de identificación de una entidad tex-
t¡ial que existe en sí misma, fuera o más allá de
<» El cjcmplomásdramfücodclafalla ob¡:;'ma cacla una de sus formas particulares. Categorías
constitutiva del «nombre de autor», entendido estéticas y categorías jurídicas, entonces, se apo-
como un juego de lenguaje, entonces, no sería tan- yan recíprocamente para definir a la vez el con-
to el «Yo es otro» de Rimbaud sino el «Borges y cepto moderno de la obra y un rasgo esencial ¡:le
yo», el texto de Borges que Chartier lee en conti- Ja función-autor». Foucault habría aceptado con
güidad con la conferencia de Foucault. gusto esas correcciones.

(u) Aceptando en lo esencial la argumentación Los dos grandes temas que articula la definí- (v)
de Foucault, Chartier corrige levemente la ción de «instaurador de discursividad» son la
periodización propuesta: «Semejante revaluación reflexión filosófica y el saber positivo (que supo-
sobre la invención del copyright, permite reví- · nen diferentes umbrales de formalización -tema
sar las afirmaciones de Foucault en cuanto a la wittgensteniano- y diferentes umbrales de
relación entre función-autor y propiedad mo- cientificidad). Tal relación se da, en primera ins-
derna. En primer lugar, es claro que la construc- tancia, de manera negativa. ¿No es ello, ya, una
ción del autor como propietario de su obra no forma de definir «el pensamiento del afuera»?
data de finales del siglo XVIII o principios del Pero también se da de forma afirmativa, porque
XIX, sino de los comienzos del siglo XVIII cuan- ¿cómo sería posible instaurar de otro modo el tra-
do el Statute de 1710 abre en Inglaterra una se- bajo del pensamiento sin repetir la positividad
rie de procesos donde se oponen los argumen- del saber? Se trata de encontrar en el discurso un
tos movilizados por Jos libreros-editores de decir y una voz (sin nombre y sin origen}, en rela-
Londres y los de las provincias. En segundo lu- ción con el cual puedan formularse las reglas de
gar, en Inglaterra y más tarde en Francia, la formación y transformación de enunciados.

78 79
<wl, «l De ese modo, piensa Foucault, se puede pres- rencias puntuales ocasionalmente suministradas,
cindir por completo de las lúpótesis sartreanas este texto debe prácticamente todo a la biografía
sobre la libertad y el compromiso y, al mismo de Didier Eribon (Michel Foucault. Barcelona, Ana-
grama, 2004) y al imprescindible Vocabulario de
tiempo, definir de acuerdo con parámetros más Michel Foucault de Edgardo Castro (Buenos Aires,
refinados las relaciones entre acontecimientos Prometeo/3010 y Universidad Nacional de Quilmes,
lústóricos y acontecimientos discursivos, el pro- 2004). Pueden consultarse con provecho, además,
blema de la detennina~ión que ya había desve- El infrecuentable Michel Foucault, volumen compilado
lado a su tutor en la Eco/e Norma/e Supérieure, por Didier Eribon (Buenos Aires, Letra Viva y Edelp,
Louis Althusser, quien denominará «interpela- 2004) y el libro de Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow
ción» (es decir, llamado: otra vez el problema de (Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la her-
menéutica. Buenos Aires, Nueva Visión, 2001).
la voz) al conjunto de «condiciones en las cua-
les es posible que un individuo cumpla la fun-
ción de sujeto».

M La utopía de «una cultura donde los discur-


sos circularían y serían recibidos sin que la fun-
ción-autor apare9iera nunca» formulada por
Foucault es, naturalmente, deudora de la
«geopolítica anárquica» que puede deducirse de
"11ón, Uqbar, Orbis Tertius» de !jorges.

<yl Al proponer la noción de «instaurador de


discursividad», podría pensarse: Foucault le de-
vuelve a Marx con intereses lo que en Las pala-
bras y las cosas le había quitado. No se trata ya de
«la revolución teórica de Marx», tal vez, pero sí
de Marx como el fundador de un discurso ince-
sante6.

Fiel al llamamiento final de Foucault, «Qué importa


quién habla», podría haber obviado las referencias
de los textos que he seguido centralmente en este
apostillado de «¿Qué es un autor?», pero tal vez no
sea eso lo que el lector espera. Además de las refe-

80 81
Bibliografía a las Apostillas

(En los casos de las obras de Foucault, Barthes y Derrida,


se ha agregado el año de la publicación original entre
paréntesis.)

Albano, Sergio. Michel Foucault. Glosario epistemológico.


Buenos Aires, Quadrata 1 2003.
Barthes, Roland (1968). «La muerte del autor}), incluido
en El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós, 1987.
- - - - - - (1971). «De la obra al texto», incluido
en El susurro del lenguaje, loe. cit.
- - - - - - - (1971). Sade, Fouríer, Loyola. Caracas,
Monte Ávila, 1977.
Castro, Edgardo. Vocabulario de Michel Foucault. Buenos
Aires, Prometeo/3010 y Universidad Nacional
de Quilmes, 2004.
Chartier, Roger. «Trabajar con Foucault: esbozo de una
genealogía de la «función autor)>, Signos Históricos,
11 (México: junio 1999).
Derrida, Jacques (1963). «Cogito e historia de la locura>1
en La escritura y la diferencia. Barcelona, Anthropos,
1989.
Dreyfus, Hubert L. y Rabinow, Paul. Michel Foucault:
más allá del estructuralismo y la hennenéutica. Buenos
Aires, Nueva Visión, 2001.
Eribon, Didier. Míchel Foucault. Barcelona, Anagrama,
2004.
-----(comp.). El infrecuentable Michel Foucault.
Letra Viva y Edelp, 2004.

83
Foucault, Michel (1964). Historia de la locura en la épaca
clásica. Buenos Aires, FCE (Breviarios), 2003.
- - - - - - (1966). Las palabras y las cosas. Buenos
Aires, Siglo XXI, 1968. ÍNDICE
- - - - - - (1968). Esto no es una pipa. Barcelona,
Anagrama, 1993.
- - - - - - (1969). La arqueología del saber. México,
Siglo XXI, 1980. Nota de la edición, 4
- - - - - - (1970). El orden del discurso. Barcelona,
Tusquets, 1980.
- - - - - - (1973). La verdad y las formas jurídicas.
Barcelona, Gedisa, 2003. MJCHEL fOUCAULT
- - - - - - - - - · · «Foucault, passe-frontieres de ¿Qué es un autor?, 5
la philosophie)) (entrevista con Roger-Pol Droit
del 20.6.75), Le Monde (París: 6 de septiembre de
1986).
Miller, James. La pasión de Michel Foucault. Santiago, DANIEL LINK
Andrés Bello, 1995.
Sartre, Jean Paul. ((Jean-Paul Sartre répond>) (entrevista),
Apotillas a ¿Qué es un autor?, 59
L'Arc, 30 (París: 1966).

Bibliografía a las apostillas, 83

84
El cuenco de plata
David Halperin
San Foucault *
Jacques Le Brun
El amor puro de Plat6n a Lacan *
Giuliano Campioni
Nietzsche y el espíritu latino
Jean Allouch
El psicoanálisis ¿es un ejercicio espiritual? *
Respuesta a Michel Foucault
Carlo Altini
La fábrica de la soberanía
Pascal Quignard
Ret6rica especulativa
Simone Weil
Sobre la ciencia
Remo Bodei
Destinos personales
Yves Bonnefoy
Lugares y destinos de la imagen
Nicole Loraux
Nacido de la tierra - Mito y política en Atenas
Denis Diderot
Carta sobre los ciegos
Fran~ois de La Mothe Le Vayer
Diálogos de escéptico
Tommaso Campanella
Apología de Galileo
Anónimo clandestino
Tratado de los tres impostores
David Hume
Sobre las falsas creencias
Voltaire
La usurpación de los papas
.. En coedidón con Ediciones Literales.
l

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