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vez en 1962 por la editorial española Seix Barral. Anteriormente se presentó a la primera
edición del Premio Pío Baroja con el título de Tiempo frustrado y bajo el seudónimo de
"Luis Sepúlveda" sin obtener el galardón. Es la única novela completa de Martín-Santos a
causa de su prematura muerte en un accidente de tráfico a los 40 años de edad. Dejó inacabada
otra obra, Tiempo de destrucción que fue publicada en 1975. En 1970 se publicaron varios
relatos suyos bajo el título de Apólogos.
Esta novela ha servido para situar al autor en un lugar muy destacado en la Historia de la
Literatura en español y está considerada como elemento clave en la evolución de la literatura
española del siglo XX. Su fecha de publicación, 1962, se considera como un año de inflexión
que abre un proceso de cambio en las letras españolas.1 Fue incluida en la lista de las 100
mejores novelas en español del siglo XX del periódico español El Mundo.2
Argumento
Esta novela es sencilla en cuanto a que desarrolla una historia lineal que sigue la división
clásica de principio, nudo y desenlace. La simplicidad de la trama ha sido resumida por
Buckley como "la anécdota misma de Tiempo de silencio" es la historia de un hombre que
quiso ser investigador científico y fracasó".3
Tras esa visita, Pedro entra en contacto con los bajos fondos de Madrid, y el Muecas acude
a él por su condición de médico, cuando su hija mayor, Florita, se desangra debido a
un aborto que su padre ha practicado en casa. La chica muere cuando Pedro, que no ejerce la
medicina, intenta salvarla. El protagonista se encuentra entonces perseguido por la policía,
que acaba por detenerle y sólo lo libera cuando la madre de Florita defiende su inocencia al
afirmar que la chica ya se había desangrado cuando Pedro llegó.
Pedro vuelve entonces a su vida en la pensión, donde las mujeres que la regentan pretenden
que se case con la más pequeña, Dorita. Sin embargo, Cartucho, personaje violento que
pertenece a las clases más bajas, decide vengar la muerte de Florita, su novia. Para ello saca
una navaja y mata a Dorita durante una verbena a la que había acudido con Pedro. Cartucho
está convencido de que Pedro había dejado embarazada a Florita y la había dejado morir.
Pedro acaba por perder su trabajo como investigador y termina siendo médico de
provincias.nota 1
Esta trama es la base del desarrollo de la novela pero no el único contenido. La obra recorre
diversos ambientes y lugares de Madrid, deteniéndose y ampliando los sucesos objetivos con
los monólogos interiores de los personajes, descripciones, reflexiones del narrador,
referencias intertextuales y culturales. Se muestran los prostíbulos madrileños, la vida
cultural (el famoso Café Gijón y una conferencia), la miseria de la clase media, la vida
burguesa y la brutalidad de los habitantes de las chabolas con un trasfondo ideológico y un
valor estético y testimonial.
Personajes
Los personajes de esta obra se muestran, al igual que otros elementos, distorsionados
mediante la ironía.4 Los personajes de Tiempo de silencio son un elemento funcional que
sirve al autor para desplegar una crítica de la sociedad de su tiempo y de instituciones como
el matrimonio o la familia tal como eran entendidas en la España franquista.
Estilo
Dado que, como se ha comentado, el eje argumental de la novela es sencillo y lineal, es por
tanto el estilo, complejo y vanguardista, el verdadero puntal de la obra. El estilo de Tiempo
de silencio ha sido, pues, uno de los aspectos más comentados de la obra. En la novela, el
autor se aparta de la escuela del realismo social, lo que él llamó un realismo pedestre, con la
intención -claramente conseguida- de realizar una total renovación de la narrativa de la época.
Martín-Santos busca y consigue una superación consciente de los modos imperantes en la
literatura de la primera mitad del siglo XX y la posguerra española.8 El estilo de la obra
enraíza en los recursos formales: la sintaxis, el léxico y los recursos estilísticos que se
desarrollan de forma coherente a lo largo de toda la narración. Incluso se ha señalado que
hay un “excesivo énfasis”9 en el empleo de algunos de estos recursos, pero es claro que
constituyen el centro del valor de esta obra y que sirvieron, y fueron conscientemente
utilizados, para desbloquear un realismo atascado en formas decimonónicas que necesitaba
superar el realismo social y el objetivismo. Martín-Santos es, en gran medida, un esteta
interesado en renovar el lenguaje realista imperante en la época y sustituirlo por un lenguaje
barroco opuesto al anterior. Utiliza así abundantemente vocabulario científico, cultismos,
metáforas y numerosas figuras retóricas clásicas. El calificativo de barroco se emplea en
cuanto a que la claridad expositiva de la obra está subordinada a los recursos estéticos101112
La estética del lenguaje se erige en protagonista por encima de la trama argumental. El lector
se ve obligado a dotar al texto de un sentido integral y descubrir las relaciones entre sus
elementos tal y como había planteado, por ejemplo, Castellet en "La hora del lector" (1957)
al teorizar sobre una posible renovación de la novela.
Influencias
Sintaxis
Junto con el léxico, la sintaxis de Tiempo de silencio es considerada como uno de los
elementos más originales y destacables de la obra. Desde una reseña de Torres Murillo
aparecida en El Diario Vasco en 1965,19 ya se hacía notar la influencia y el peso que tenía en
la obra la sintaxis latina, con presencia de ablativos absolutos y de oraciones complejas, de
estructura difícil pero legítima. Esta reseña temprana, que recogía la relación de la sintaxis
de la obra con la literatura latina sería después considerada como acertada por el propio autor.
Así, se evidencia que Martín-Santos buscó voluntariamente modelos clásico para la
composición de su obra.20
Léxico
Si bien el hilo conductor de Tiempo de Silencio es sencillo y su desarrollo principal lineal,
uno de sus valores esenciales es el recurso a un léxico abundante y complejo que se aleja del
lenguaje común revalorizando el poder artístico de la prosa. El lenguaje de esta obra convierte
una historia sencilla en una obra de notable complejidad y de gran exigencia artística que
requiere de un lector culto para su comprensión.21 La repercusión del empleo de esta
complejidad léxica es notable en la interpretación de la obra. La abundancia de matices
derivada de los múltiples recursos léxicos genera una necesidad de interpretación,
una polifonía y favorece además una lectura irónica.
Es decir, el léxico configura una ironía verbal que es en buena medida característica de la
novela e imprescindible a la hora de comprender su significado. Este recurso al léxico
culto, políglota y poco transparente obliga al lector a interpretar el texto y extraer
conclusiones que el autor no proporciona de forma directa y clara.22
Es notable la diferencia entre lo que las palabras dicen y lo que realmente significan en el
estricto contexto en el que aparecen dentro de la obra.23
Entre los ejemplos de la variedad léxica se pueden encontrar palabras en varios idiomas como
el francés dieu et mon droit24 o del griego clásico matiotes kai panta matiotes.25
La riqueza léxica, además, no se limita a palabras concretas sino que tiene otras dos
dimensiones: Por un lado, la combinación de adjetivos con sustantivos, bien antepuestos o
pospuestos, que ofrece significados inéditos; por otro, el empleo de sintagmas completos de
procedencia fácilmente delimitable que aparecen aquí degradados y, en definitiva, con un
significado diferente al estándar.26
Referencias culturales
El aquelarre, cuadro de Goya, es un ejemplo de referencia a la cultura dentro de Tiempo de
silencio. Martín-Santos tomó esta imagen como base para describir la conferencia de un
filósofo, tras ella se encuentra una crítica a la filosofía de Ortega y Gasset27
Pese a que Tiempo de silencio no es una novela particularmente extensa, en ella se encuentran
numerosísimas referencias culturales. Alfonso Rey señala más de cuarenta referencias
literarias, tanto a autores contemporáneos como clásicos, españoles y extranjeros así como
referencias bíblicas, filósicas y médico-científicas.28 Entre los numerosos referentes
culturales29 se encuentran:
Recepción crítica
La obra fue un éxito de público y la crítica coincide en calificar la obra de "hito" literario y
señalar su valor literario además de incidir en su importancia como impulso renovador
precursor de nuevos caminos en la literatura. El crítico Ricardo Doménech la caracterizó
como "novela irrepetible".31nota 3 La polémica por no haberle sido otorgado el Premio Pío
Baroja de novela en 1961 fue atribuida en parte a la militancia socialista de Martín-Santos
que supuso fuertes presiones por parte de las autoridades de Madrid hacia el jurado del
premio32 que finalmente fue declarado desierto.
La historia, que fue calificada por Juan Benet de “costumbrismo puro, a lo Mesonero
Romanos”nota 4
se convierte, con el uso peculiar y elaborado del lenguaje, en una obra
diferente y de notable exigencia artística que requiere de un lector culto para su
comprensión". Tiempo de silencio se publica en un panorama literario
eminentemente objetivista, marcado por un realismo social al que supera y renueva dando
paso, según opinión mayoritaria, a una novela de experimentación.33 Si en las obras
contemporáneas existía la pretensión objetivista, de observación, en la que el autor propone
que lo que contempla es lo mismo que ofrece en su texto, Tiempo de silencio es una obra
absolutamente subjetivista. Las implicaciones de este subjetivismo se hacen evidentes en una
nueva estética, en la que el texto pretende abarcar más allá de lo observable y lo evidente
convirtiendo al escritor en creador puro.34
Ediciones
Aunque terminada a finales de 1960, la novela fue publicada en 1961 por Seix Barral con
veinte páginas censuradas -cuatro capítulos y un fragmento de ambiente prostibulario-. La
misma editorial realizó otra edición en 1965, ya muerto el autor, que recuperaba fragmentos
censurados. Partiendo de esta segunda edición se sucedieron otras diez ediciones. Si bien en
esta segunda edición se habían recuperado los materiales censurados, son otros fragmentos
los que se modifican y también censuran. La decimocuarta impresión, de 1980, se conoce
como edición definitiva y pretende restaurar todas las partes eliminadas por la censura, pero
recoge erratas de anteriores ediciones y muestra variaciones textuales, por lo que no es
tampoco fiel a los contenidos iniciales pues lamentablemente no se conserva el original
mecanografiado. Resulta, por ello, que las tres ediciones citadas presentan problemas y no
permiten acercarse a las intenciones iniciales del autor. Además, muchos rasgos de la obra
se han considerado erratas cuando podrían ser, en realidad, anacolutos.35 En 2000, la
editorial Crítica publicó una edición crítica y anotada por Alfonso Rey.
Versión cinematográfica
El director de cine español Vicente Aranda realizó en 1986 una versión cinematográfica con
el mismo título, protagonizada por Imanol Arias, Victoria Abril, Charo López, Juan
Echanove y Francisco Rabal.
El grupo español La Oreja de Van Gogh hace referencia a la novela en una de sus canciones
más reconocidas, Rosas. Concretamente el verso dice resumiendo con prisas Tiempo de
silencio.
Tiempo de silencio ha sido uno de los libros que más me ha marcado en mi ‘biografía
lectora’. Supongo que todos tenemos nuestros iconos particulares, aquellos títulos que
dejaron huella para siempre. Este es uno de los míos, no sé si el más importante, pero
tuvo un carácter iniciático que me abrió el camino a ciertos autores más arriesgados, a
estéticas a veces rompedoras y que casi siempre exigían bastante del lector: Juan Benet,
Goytisolo, Torrente-Ballester… Y, claro está, me condujo sin dilación a Joyce, a quien
Martín-Santos tanto debía desde el punto de vista literario.
El tránsito de Pedro puede verse en varios planos: el hilo argumental en sí evoca quizá a
Baroja o a Céline, es la foto de una sociedad gangrenada por la pobreza extrema, donde
asistimos al contraste entre el mundo pequeño-burgués y la realidad de los poblados. Y
en el plano puramente subjetivo es el dibujo de un personaje débil y arrumbado por el
fracaso que, a poco que asoma fuera de su pequeño reducto de seguridad, se ve
zarandeado y arrastrado con naturalidad hacia el agujero negro. Vamos, un
planteamiento intenso, aunque tampoco excesivamente novedoso.
ARGUMENTO
Este tipo de cáncer es hereditario y desean saber si se trata de un virus o un gen, porque en el
caso de que fuera un virus se podría encontrar la cura por mjedio de una vacuna. Además de
experimentar con ratones también lo hacen con perros. A estos les colocan un fémur de
poliestilbeno o polivinilo, la finalidad de esto es ver lo que el animal aguanta, ya que el polivinilo
no es tolerado por los tejidos vitales del animal.
El muecas, un amigo de Amador que trabaja trayendo los ejemplares, observa un día que la
taxa de mortalidad de los ratones es más alta que la de natalidad, y por ello decide robar unos
cuantos y yevarselos a su chabola, donde su mujer junto a sus dos hijas los criarán.
El caso es que el muecas consigue mantenerlos con vida, y en cambio a Amador se les mueren
todos. Cuando descubren que Muecas tiene ratones deciden ir a su casa a que se los devuelvan
y expliquen como los han conseguido. El secreto nos es otro que el calor de los pechos de sus
hijas, entre los que colocan a los ratones durante la noche.Las hijas se dan cuenta que lo que
les ocurria a los ratones es que por culpa del frio no procreaban, y esb por ello que deciden
colocárselos entre sus pechos, y así conseguir con el calor humano mantenerlos con vida.
A medida qwue trancurre el libro, nos vamos encontrando con multitud de descripciones en las
que se nos habla de la sociedad de aquel entonces y de la inmensa pobreza en la que estaba
asumida España en los años 40.
Además hay muchas diferencias sociales; Muecas vive en una chabola en un ambiente en el
que todo son drogas, prostitución, delincuencia y mala vida; Pedro vive medio aislado en una
pensión con tres generaciones de lo que habia sido la viuda de un héroe, es allí donde se
emparejará con Dorita, una joven rubia muy guapa, nieta de la dueña de la pensión.
Él junto a su amigo Matías, quien destaca por su alta situación económica, recorrerán las
ciudades y descubrirán los que a su paso vean. Ámbos irán de bares y a burdeles, se
emborracharán y vivirán nombrosas aventuras, en una ocasión van a casa de mUecas por la
noche y allí conocerán a un alemán, que dice ser pintor de arte neoexpresionista. Los lleva a
ambos a su estudio, a observar sus obras de arte.
A partir de este estúpido accidente, Pedro se verá rodeado de diversas dificultades. Pedro junto
a Amador se movilizará para conseguir el material necesario para mantener con vida a Flora.
Cuando Pedro llega se encuentra con una situación catastrófica en la que Flora está en una
situación moribunda, perdiendo mucha sangre y con el que dice ser un mago.
Sin declarar la muerte de Flora, ocurrida en extrañas circunstancias, y sobre la que Pedro no
tenía autorización para realizar la intervención, éste se refugiará en el burdel que suele
frecuentar, donde Similiano (un policía), irá a buscarlo, y lo llevará a comisaría, donde
permanecerá encarcelado como presunto culpable de la muerte de Flora. A la joven de mientras
le van practicando la autopsía.
Tras las declaraciones de Pedro, todo àrece indicar que el es el culpable, mientras tanto Matías
se va movilizando para buscar un buen abogado. Gracias a Roberta(madre de Flora) Pedro
estará en libertad, ya que la joven estaba muerta cuando él llegó.
Sin embargo no todo queda aquí, debido al gran escandalo que deriva de esta noticia Pedro
será expulsado del trabajo y destinado a empezar una vida nueva, decide casarse con Dorita,
pero esta será asesinada por Cartucho, y de este modo pagar su odio hacia él. Esto ocurrirá en
la celebración del compromiso, tras esto el protagonista se desmorona, viendo como todos sus
sueños se desvanecen.
Intenta imaginar otras mujeres, pero se acaba refugiando en sus medicinas y en otros pacientes.
La historia acaba con Pedro en un tren que se dirige a un lugar lejano, aceptando la nueva
realidad y su vida cambiada por un estúpido accidente.
CARACTERIZACIÓN DE PERSONAJES
PEDRO:
MUECAS:
Es un hombre egoísta que maltrata a su mujee para desahogar sus frustaciones. Es alcohólico.
Se muda a Madrid porque allí luho en guerra y se mete en casa de Amador con excusa de ser
primos.
AMADOR:
Personaje secundario.
Amigo de Pedro pero también el responsabloe de las desgracias de Pedro porque es él quien
le acusa de la muerte de Flora. “Fue el médico - dijo Amador”
Trabaja con Pedro, frecuenta clubs de alterne, está casado y es un hombre fuerte.
MATÍAS:
Amigo de Pedro, pertenece a la alta sociedad, vive en una mansión. Debido a su elevada
posición se cree responsable de dirigir la vida de Pedro, intenta liberarle cuando está preso, es
un hombre juerguista, suele frecuentar burdeles, vive con su madre, va de superior.
DORITA:
Hija de Dora, rubia, delgada con el pelo largo y ondulado, es la envidia de muchas chicas, posee
una gran belleza, es virgen, dulce y bastante ingénua, está enamorado de Pedro. Acaba
muriendo por un navajazo de Cartucho.
DORA:
Madre de Dorita.
Ha llevado una vida muy difícil, siempre muy influenciada por lo que su madre le decía, típico
carácter de niña mimada y consentida que no sabe tomar decisiones, sin ayuda de mamá, es
bastante promiscuatiene carácter de gata, mujer traumatizada ya que de pequeña oía como su
padre maltrataba a su madre y tenía miedo.
Por ello sus relaciones son con hombres como cartuchos, bastante pequeños. Es de
constitución ancha poco agraciada, vive en una pensión.
DUEÑA HOTEL:
Su maridoluchó en la guerra y en ella murió dejandola sola y con una hija llamada Dora.
Su marido era bastante mujeriego y ella aún guarda fotos de las numerosas amantes que ha
tenido.
Recurre al alcohol para aliviar sus penas.Ve como futuro esposo de su nieta a Pedro.
DOÑA LUISA:
Se lamenta de su vida.
FLORA:
Muere a causa de un aborto. Provocado por su mismo padre. Chica un poco ingenua y que ha
llevado mala vida.
SIMILIANO:
RICARDA:
CARTUCHO:
Hombre delincuente. Pertenece a la baja sociedad. A estado en al cárcel por matar a “el guapo”
con el que supuestamente tenía una relación con su exnovia Dora. Se enamora de Florita. Es
un hombre vengativo y maltratador, mujeriego, frecuenta los bailes. Vive en una cueva rodeado
de delincuentes como él.
ESTILO:
El autor nos muestra con tono irónico y tono crítico la sociedad de España, concretamente de
Madrid de los años 40.
En el texto se ofrecen diferentes puntos de vista porque sabemos lo que piensan los
protagonistas y los demás. En el tiempo no sigue un orden cronológico, sinó que
constantemente nos encontramos ante retrocesos y avances (flash-backs)
Lenguaje barroco rebuscado, según la categoría social los personajes hablan como tal, los que
pertenecen a clases altas utilizan expresiones y palabras técnicas, las expresiones populares
son para la clase baja, las oraciones son largas y destacan los recursos retóricos.
AMBIENTACIÓN:
La novela nos muestra una España de postguerra, podemos observar las diferencias de las
clases sociales a partir de los distintos personajes.
Por un lado:
CLASE ALTA, protagonizado por Matías, son intelectuales, interesados en temas filosóficos.
CLASE MEDIA, protagonizada por Pedro y la pensión, sienten ganas de ascender a la clase
alta.
CLASE BAJA, representados por Muecas y Cartucho, se nos describe en las ciudades como
algo superfial, ingenuas, con falta de sustancia histórica, prepotentes. Nos dice que es necesario
que llegue yun dia que en que los que rien tristemente miren de cara a un futuro y se recojan
en sus casas. Que no debemos vivir como si estuviesemos en una película, sinó que tengamos
motivaciones e ideas claras, también describe los distintos paisajes de la sociedad de entonces
a través de las aventuras de Pedro. Podemos leer la miseria en la que la gente vivía en las
chaboles, rodeados de miseria y delincuencia.
Por otro lado la riqueza en la que vive Matías con su prepotencia y superioridad.
CRÍTICA SOCIAL:
El libro es una novela de protesta, una novela subjetiva donde el escritor muestra su punto de
vista hacía el descontento de la sociedad de aquél entonces.
Pretende hacer reflexionar a los lectores de aquella época y que estos se movilizen, es una
crítica social hacia los momentos de postguerra que se vivían. Época en la que la gente no
podía opinar libremente ni declarar sus ideas. Crítica a la hipocresía y la superficialidad de la
sociedad.
Hace un llamamiento proclamando la falta de interés por una vida mejor y el hechod e que la
gente vea pasar la vida ante sus ojos, sin apenas mostrar interés por mejorarla. Crítica a la
gente con personalidad abúlica y a quién se deja influenciar libremente. En contra del
Franquismo.
IDEAS MORALES:
Las conclusiones a las que podemos llegar a cerca de los ideales del autor, después de leer
una novela, es que no estaba de acuerdo en la situación de en contra y se encontraba en contra
del Régimen Franquista.
Nos encontramos ante una sociedad de jóvenes escritores dispuestos a plasmar en un libro sus
pensamientos. Destaca el realismos y un fuerte sentimiento de querer la libertad ante una
sociedad opresora.
El autor tiene una filosofía de vida en la que ante todo tienes que luchar por unos ideales.
Muchas veces nos presenta personajes que se sienten frustados con la vida que han llevado,
pero él pretende hacernos reflexionar, que tengamos aspiraciones, motivaciones y ambiaciones.
Ganas de superarnos día a día, como sería el caso de Pedro. Ante todo es un libro de constante
crítica y sobretodo de rechazo total a la sociedad española de los años 40.
VALORACIÓN PERSONAL:
De todas formas, creo que el escritor merece ser admirado por escribir un libro tan irónico y
crítico en aquella época. A través de sus escritos nos podemos hacer a la idea de como era la
sociedad de entonces.
Si el libro hubiera sido escrito de forma diferente y sin tantas divagaciones la lectura hubiera
sido más amena y me hubiera gustado más.
MARTIN-SANTOS, Luis
Tiempo de silencio
RESUMEN ARGUMENTAL
Pedro reside en una modesta pensión regentada por una viuda de militar, su
hija Dora y su nieta Dorita, hija ilegítima. Las tres se proponen, con claras
intenciones matrimoniales, que Pedro se decida por "la tercera generación". Allí lo
va a buscar Amador y juntos se dirigen al barrio de chabolas donde vive el
"Muecas". Aparece entonces un nuevo personaje, Cartucho, "chulo de navaja",
novio de Florita, hija mayor del "Muecas". Concertada la adquisición de animales,
Pedro se dirige a un café de ambiente literario donde se reúne con su amigo Matías;
posteriormente, ambos visitan un prostíbulo. De vuelta a la pensión, advierte que
Dorita duerme sola y que esto ha sido preparado para que caiga, y cae. De
madrugada, Pedro es reclamado por el "Muecas" ante los alarmantes síntomas de
aborto que presenta su hija Florita, y aunque no tiene licencia para practicar la
medicina acude con el instrumental médico; también llega Amador. Pedro practica
una intervención quirúrgica, durante la cual Florita muere.
Matías encuentra a Amador y lo lleva para que aclare la inocencia del acusado.
Cartucho los sigue con el propósito de vengarse del médico. Pedro es descubierto
y detenido, confesando en la comisaría algo que directamente no ha hecho: el
aborto y la muerte de Florita; poco después Ricarda, la mujer del "Muecas",
confesaría toda la verdad, denunciando a los verdaderos culpables.
Pedro, ya libre, acude al despacho del Director del Instituto y éste, a la vista
de lo ocurrido, se ve obligado a suspenderle la beca. Como resultado, tendrá que
hacer oposiciones y dedicarse a la práctica privada. En la pensión se organiza una
merienda para celebrar el feliz desenlace del asunto policial, y a la vez anunciar el
noviazgo entre Dorita y Pedro. Después del familiar ágape, el "todavía-no-pero-
ya-casi-inevitable-hijo" lleva a Dora y Dorita al teatro y luego a la verbena, donde
casualmente se encuentra también Cartucho. Este observa cómo los novios bailan
entre la muchedumbre y, mientras Pedro trata de comprar unos churros, Cartucho
apuñala a Dorita sin que nadie se dé cuenta.
a)
Aunque esta novela haya sido reiteradamente catalogada como exponente
representativo del realismo social, no hay en ella un protagonismo colectivo sino
un bien marcado protagonismo individual: el de Pedro, seguido de su amigo
Matías, si bien ninguno está plenamente desarrollado.
Matías tiene una personalidad más concreta y real que Pedro porque, como
señorito, posee unos rasgos que caen dentro de lo típico, igual que en el caso
de Cartucho. Si bien Matías posee todos los rasgos de un hijo de familia rica, con
aficiones literarias, gustos selectos, hábitos de buen vivir..., Cartucho —por el
contrario— se presenta al lector como el prototipo del hampa madrileña, con sus
ribetes de chulo; prácticamente esto es lo único que le caracteriza.
Podría en general afirmarse que los personajes de esta novela no "son" sino
que "representan" el papel que el novelista les ha concedido, y así su existencia
resulta a menudo falsificada, teatralizada.
TECNICA NARRATIVA
— No. No se puede.
Como una forma narrativa más se incrustan en el relato breves o menos breves
disquisiciones que aspiran a ser filosóficas sin conseguirlo y en las que el autor
utiliza el género ensayístico subordinándolo, una vez más, a los propósitos que
alientan su novela.
FORMA ESTILISTICA
Entre los tropos más destacados —ya que son muchísimos los utilizados en
esta novela— cabe señalar la metáfora supeditada con frecuencia a efectos irónicos
(el abogado que no resuelve nada será catalogado de "ardilla jurídica"); el símil, la
metonimia, la sinécdoque, la antífrasis, la sinestesia.
M.J.C.
(1980)
Teoría de la novela en la novela española
última (Martín-Santos, Benet, Juan y Luis
Goytisolo)
Gonzalo Sobejano
Por teoría suele entenderse el «conjunto organizado de ideas referentes a cierta cosa
o que tratan de explicar un fenómeno» (teoría de la relatividad, por ejemplo) o bien el
«conjunto de conocimientos sobre cierta actividad, separados de la práctica de ella» (se
puede conocer, por ejemplo, la teoría de la pintura sin ser pintor). Me refiero aquí a esta
segunda acepción, pero no como separada de la práctica, sino precisamente como
incorporada a ella: teoría de la novela dentro de la novela; conocimientos sobre la
actividad del novelar que pueden hallarse no fuera de las novelas sino en las novelas de
cuatro autores españoles cuya vigencia actual me parece fuera de duda. Descontando a
Luis Martín-Santos, que murió en 1964, a los cuarenta años de edad, los otros tres están
en una edad que va de los cuarenta y ocho a los cincuenta y cinco años. Pertenecen así,
los cuatro, a una misma generación, y no ignoro que hay en España novelistas más
jóvenes que pudieran representar más propiamente la novela «última», pero la verdad es
que su vigencia es hoy inferior a la de aquéllos: ya la lograrán en su momento. En cuanto
a novelistas de más edad, como Cela, Delibes o Torrente Ballester, si aquí no se incluyen
no es porque carezcan de vigencia ni porque algunas de sus novelas no presenten interés
en relación con el tema propuesto, sino porque no han sido ellos los promotores de esa
incorporación de la teoría novelística a la novela (promovieron otros cambios muy
fecundos, pero no éste).
Es cosa sabida que, de veinte años a esta parte, la novela española se ha ido haciendo
cada vez más autotemática, metafictiva o escritural (autorreferencial es otro nombre que
se le ha dado). Quiere ello decir que han ido apareciendo en este tiempo novelas cuyo
tema es la elaboración de la novela misma, o que reflejan a la vez que exploran el proceso
fictivo, o que exhiben con detenimiento la operación de escribir su texto, o que pretenden
llamar la atención del lector hacia el mundo autónomo por ellas creado y no hacia el
mundo que está más allá de sus lindes. Lo que esto tenga o haya tenido de «moda»
importa muy secundariamente. Lo principal sería el modo en que el fenómeno se ha
verificado y, también, lo que el proceso pueda revelar.
Que la teoría de la novela, o la reflexión autocrítica, halle lugar dentro de una novela,
no es en sí nada nuevo, y huelga recordar que ya en el Quijote el escrutinio de la librería,
los coloquios sobre los libros de caballerías, las reflexiones acerca de cómo se fue
componiendo la historia del ingenioso hidalgo o los comentarios de la segunda parte en
torno a la recepción de la primera, son teoría y autocrítica. En nuestro siglo baste
mencionar a Gide y a Proust, y en el mundo hispánico a Azorín, Unamuno o Cortázar.
Ahora bien: desde La familia de Pascual Duarte (1942) hasta, digamos, Tormenta
de verano (1962), ese volverse la novela sobre sí misma para hacer sentir que no sólo se
está leyendo la escritura de una aventura sino también la aventura de una escritura, apenas
se encuentra. En el mismo año 1962 se publica Tiempo de silencio, de Luis Martín-
Santos, que el consenso general estima como punto final de la novela socialrealista y
principio de otro paradigma novelístico (estructural o dialéctico) a partir del cual se
reduce el testimonio sobre la realidad inmediata y cobra fuerza la pesquisa intelectiva
acerca de los modos y fines pertinentes a la novela.
Tiempo de silencio contiene meditaciones sobre el destino de Cervantes, pasajes de
corte ensayístico sobre la fiesta de los toros, la venganza, el fracaso, el ascetismo ibérico,
una sátira de la labor cultural de Ortega y Gasset (demasiado célebre para ser recordada);
y ciertas páginas ambientadas en el café literario más visitado de Madrid brindan ocasión
al autor para deplorar el vacío seudoclásico y la pobreza del «bajorrealismo» español
carente de estilo. Pero Tiempo de silencio interesa más como práctica que como teoría de
un nuevo modo de novelar. La teoría puede inducirse, pero no está expresa.
Distinto, y muy notable, es el caso de la segunda y última novela de Martín-
Santos, Tiempo de destrucción, no publicada hasta 1975 en el estado inconcluso en que
el autor la dejó. La novela, en principio, iba precedida de un prólogo que se fingía escrito
por quien iba a ser el narrador de la historia entera: un sujeto (amigo de Agustín, el
protagonista) que actuaba de testigo y relator. Así empezaba el prólogo: «Desaforado y
loco me parece el intento de dar cuenta de todo lo que importa en la historia de Agustín.
No sé si puedo ser capaz de hacerlo correctamente, ni si mi visión del personaje, un tanto
nublado por el afecto, podrá ser de interés para el lector» (143)1. Se esboza en este
prólogo una teoría de la biografía según la cual ésta sólo es digna de escribirse cuando se
busca «una figura interior» del biografiado, el cual tiene que haber sorprendido al
biógrafo para que éste pueda trasmitir al lector su sorpresa. Si no se intenta definir la
condición simbólica de Agustín, se plantea al menos esa condición, se declara el
propósito de renunciar a la habitual secuencia cronológica y se opta por un ritmo
musical: «Una sucesión de temas de los que algunos se repiten y se amplifican a lo largo
del tiempo, mientras que otros apenas iniciados caen en un definitivo silencio» (153). El
testigo resume la intención de la tarea, emprendida con tanto entusiasmo como
escrúpulo: «Que este hombre sea capaz de demostrar una enajenación en el mismo
momento en que originalmente se libera de ella como otros no hubieran podido y siendo
el mismo que ellos, es lo que nos importa» (154). Y, en fin, previendo que el lector pueda
cansarse de largos preámbulos y necesite, como el vampiro, un poco de carne con que
cebar su curiosidad, inicia el relato del siguiente modo:
«El taxi baja despacio por la Gran Vía hacia la Plaza de
España. Hay muy poca luz. Sólo las luces de dos o tres autos
que suben en dirección contraria. Pasa otro taxi con la llama
de su gasógeno asomando por la boca roja -de siete por quince
centímetros-, violando provisionalmente la compacta
oscuridad. (Acabo de elegir como técnica de narración la
objetivista). Ella llena, muestra un rostro inmóvil encima de su
traje de seda negro, muy escotado»
(155). Etc.
(219)
El fragmento, que contenía extensas consideraciones sobre las varias figuras
protagónicas desechadas por el narrador y acerca de por qué escogió al joven juez
Agustín, no subsistió dentro del texto revisado. Tampoco subsistieron tres párrafos de la
versión primitiva del capítulo 4, que eran autocríticos y de mucho interés para
comprender el distanciamiento de Martín-Santos respecto de la técnica objetivista:
reconocía que ésta transmitía «una atmósfera vagamente trágica» al suponer la no
existencia de centro consciente en el interior de los cuerpos humanos, pero en seguida
optaba por referir de nuevo la escena de la iniciación sexual «de una manera menos
ambigua», y así lo ejecutaba. «Este hacer y rehacer (aclaraba) no proviene de voluntaria
arbitrariedad ni del deseo malicioso de hacer más difícil la lectura, sino de lo que me
parece importante» (pp. 255-267).
Me he detenido en estos pormenores porque, según prueban los textos citados, el
primer propósito del novelista fue incluir en su novela sus reflexiones acerca de la misma
(hecho «no tan inusitado»). Pero como se deduce de las partes revisadas, Martín-Santos
se retractó del propósito y excluyó al fin tales reflexiones. No renunció a experimentar
distintas técnicas, pero sí a explicitar los experimentos en discurso metafictivo. Y del
fenómeno de inclusión-exclusión que acabamos de apuntar parece inferirse que el
novelista no tenía confianza en la madurez de sus lectores para aceptar junto a la escritura
de la aventura la aventura de la escritura. O bien, que él mismo no se sentía capacitado
para salir airoso de una tarea tan poco habitual en aquellos tiempos. La timidez se
extiende a la crítica en general: ideas y razonamientos sobre las complicidades sociales y
la pasión de clarividencia, la dialéctica del siervo y el señor, la brujería, la historia de
España, la muerte de Dios, se moldean en diálogo, discurso indirecto o monólogo interior,
pero nunca por la voz del narrador, que, como no es impersonal, sino un personaje más
(un testigo) adopta la función meramente transmisora.
Juan Benet representa un caso especial que cabe situar entre el escrituralismo
germinal de Martín-Santos (inclusión-exclusión) y el terminal y desencadenado de los
hermanos Goytisolo (en Juan Goytisolo admisión de la teoría, en Luis integración de
ésta). Lo característico de Benet es, a diferencia de sus compañeros, que introduzca en
sus novelas la teoría novelística por vía de alusión.
Benet es autor de todo un libro de materia literaria, La inspiración y el estilo (1965)
y de otros en que se contienen luminosos ensayos sobre novela y narrativa: Puerta de
Tierra (1970), En ciernes (1976), Del pozo y del Numa (1978), y La moviola de
Eurípides (1981)3. Un joven crítico norteamericano, David Herzberger, ha estudiado la
teoría novelística de Benet y de Juan Goytisolo en lo expuesto por ellos fuera de sus
novelas4. No voy a ocuparme, pues, de esta teoría. Recordaré sólo algunos aspectos de
ella. La novela inventa la realidad gracias al alumbramiento de la inspiración y a la
eficacia del estilo propio constituido por la imaginación y el lenguaje. La mejor novela
es la que representa mundo, naturaleza, sociedad y hombre como enigmas y conserva lo
insondable de estos enigmas, arrastrando a la imaginación hacia aquella frontera donde
otro pensamiento puede iniciar la función del conocer; su imperio es el de la
incertidumbre, la novedad, la paradoja, el misterio y el azar. A cualquier crítico avezado
a descubrir grupos, corrientes, paradigmas, afinidades y a hablar de la novelística como
de algo aunque abstracto reconocible, tendrán que arredrarlo asertos como estos:
«La obra literaria no evoluciona, no es sustituida por otra,
no dialoga, no encierra verdad alguna, no puede ser
contradicha y al quedar inmersa en el medio anterior a la
muerte donde sólo el error es soberano, preserva su
ontogenética condición a resguardo de cualquier
investigación. En la literatura, carente de evolución, no hay
escuelas ni corrientes ni parentescos ni progreso. Solamente la
ubicua y casi todopoderosa actitud del 'saber' establece tales
categorías para provecho exclusivo de ese saber».
Como presunto crítico de novela, yo quedo arredrado en efecto ante estos axiomas,
y más aún cuando intento hacer ver cómo la teoría de la novela se incorpora a la novela
misma. ¿Podría ello ocurrir en novelas de Juan Benet cuando éste, en otro texto crítico,
censura a Stendhal por sus intrusiones en la narración, a favor de tal o cual personaje, y
le afea que rompa con su presencia «el hechizo novelístico, ese supremo don de conseguir
con la escritura que se olvide la lectura para convertir al lector en testigo directo de una
acción tan vivida que casi anula el carácter de la página como agente mediador» (La
moviola, 91)? Reflexionar en la novela sobre lo que sea o deba ser la novela ¿no sería
romper el hechizo novelístico? Podríamos, según esto, esperar que las novelas de Benet
no conllevasen la más mínima proporción de teoría novelística y presumir en él el caso
opuesto a Juan y a Luis Goytisolo, que teorizan en sus últimas obras de ficción frecuente
y ostentosamente.
Y, sin embargo, las narraciones de Benet están henchidas de reflexión y no pocas
veces encontramos en ellas claves teóricas sobre el arte de la novela. Pero la reflexión no
es intrusiva: viene por la voz de un personaje o de un narrador tan impersonal que casi
parece intraobjetivado en los personajes, situaciones y relaciones del mundo por la novela
abarcado. Y, de otra parte, aquellas claves tampoco aparecen como intromisiones, sino
en forma indirecta, a manera de alusiones, insinuaciones, comparaciones
circunstanciales. En otros términos, las muchas meditaciones del autor de Una
meditación pertenecen al hechizo novelístico con tanto vigor como los hechos y los
destinos, y apenas hay novela suya que no albergue, como a escondidas, alguna reflexión
concerniente a la esencia y eficacia de la novela misma.
Sólo unos pocos ejemplos. En Volverás a Región (1967) la hija del militar Gamallo
y el doctor Sebastián hablan durante toda una noche, pero sus palabras apenas se cruzan.
Y dice el narrador: «No parecía dirigirse a ella; había dejado la puerta abierta tras haberla
invitado a entrar y hablaba solo, distraído y ausente» (112)5. Es la descripción parca de
una circunstancia, pero que define la índole monologal del hablar de ambos personajes.
Y después, la misma voz narrativa, emanación de la conciencia de los personajes
transpuesta a una instancia neutra y todosabedora, habla de un momento en el que «se
produce una fisura en la corteza aparente del tiempo a través de la cual se ve que la
memoria no guarda lo que pasó, que la voluntad desconoce lo que vendrá, que sólo el
deseo sabe hermanarlas pero que -como una aparición conjurada por la luz- se desvanece
en cuanto en el alma se restaura el orden odioso del tiempo» (114). Se trata de la
expresión incidental de un principio que gobierna la narrativa de Benet: la imaginaria
anulación del orden crónico por un «tiempo caótico» (114).
Benet no cierra el mundo de su ficción a la realidad de la historia, pero cada novela
suya es una invitación hacia lo insondable construida en sí misma como un enigma, y a
ello alude el narrador refiriéndose a sus dos ensimismados interlocutores (yuxtalocutores
más bien): «Tenía la sensación de que apenas escuchaba. En varias ocasiones había
intercalado, como los errores y supresiones que se disimulan en un dibujo para dar lugar
a un juego de adivinanzas, ciertas insinuaciones y veladuras con las que esperó despertar
su interés y estimular su curiosidad» (136).
En Una meditación la única voz narrativa es la del anónimo meditador a cuya
conciencia afluyen recuerdos y reflexiones en torno al mundo de Región, del que procede
y al que ha vuelto en ocasiones varias. Este narrador-testigo, cuya testificación en su
mayor parte no es sino pura sospecha (322), medita a lo largo de 329 páginas sin un solo
aparte. Y su discurso no parece dirigirse a otro, sino a sí propio, fuera de toda sucesión
cronológica, al vaivén de asociaciones en cuya formación actúa una pauta musical. Esta
pauta se parafrasea a propósito de ciertas largas conversaciones entre un hombre y una
mujer (que sólo mucho más tarde desembocaron en la comprobación de su amor) de esta
manera:
«De forma parecida el oído extrae las mayores y mejores
satisfacciones de una melodía en el momento en que
conociéndola tras un limitado número de audiciones, no la
sabe todavía de memoria; y cuando confundido por las
variaciones sobre un mismo aire no puede por menos de
aplicar toda su atención sobre unas notas muy señaladas y
separadas que insinúan la matriz oculta y olvidada por el
caudal de diferentes ritmos y tonos, no sólo pierde el hilo de
aquella sino que por culpa de un interés demasiado polarizado
renuncia a la comprensión de cada uno de los fragmentos que
forman un conjunto cuyo vínculo se le ha escapado; pero al fin
el aire surge, como colofón, en un nítido y solemne final que
una vez entendido da plena significación a todo el variado
discurso anterior, cuyos más intrincados matices cobran todo
su significado, todo su orden armónico dentro de una
comprensión informada por un solo pensamiento que -tal es su
virtud- puede adoptar las formas más elaboradas del arte».
(157-58)6
(Francisco García Pérez, Los cuadernos del Norte, núm. 15, Sept-
Oct. 1982, p. 96)
Ya indiqué al comenzar estas consideraciones que ha habido en esta tendencia su
parte de «moda». Pero en ninguno de los cuatro autores examinados ha influido la moda,
creo yo. Luis Martín-Santos, vacilando entre incluir y excluir la teoría, atestiguaba una
voluntad de experimentación intelectual muy clarividente y oportuna en un tiempo en que
el sociorrealismo se demostraba repetitivo, estéril y agotado. En la obra de Juan Benet las
alusiones al entendimiento de lo que para él es la novela no pasan de ser discretas claves
orientadoras que, sin romper el hechizo novelístico, conducen al lector a una percepción
más intensa del misterio que el escritor aspira a explorar mediante su estilo. Juan
Goytisolo, confesadamente alerta al estructuralismo y la semiótica que tan renovadora
expansión alcanzaron desde París, su lugar habitual de residencia, al acoger dentro de sus
novelas últimas explicaciones teóricas de lingüística y novelística lo hace movido por una
búsqueda de nuevas formas que concuerda con otro proceso más íntimo: el
reconocimiento de su identidad insatisfactoria y el esfuerzo por conquistar otra a partir
del abandono de la primera: otra identidad que él ve sólo posible mediante la destrucción
del lenguaje inauténtico y la abjuración del mundo español y euroamericano en cuyo
ámbito prospera, entre otras mentiras, la mentira del realismo convencional. En Luis
Goytisolo, en fin, dentro de cuya obra la teoría literaria llega a un máximo de integración,
de tal suerte que sin ella el edificio de Antagonía se vendría abajo, puede reconocerse la
respuesta sincera al problema vivido por este escritor: el problema de qué hacer con la
propia vida cuando la conciencia ético-política, arriesgada hasta el límite más generoso
de intervención, se siente impedida de trascender a la práctica, recogiéndose como oleaje
de resaca en su inmanencia: inmanencia creativa dentro de su terreno propio, el del arte.
«Tema cardinal de la nueva novela», escribí hace unos años, «parece ser la busca del
sentido de la existencia en el sentido de la escritura, placenteramente ejecutada y
observada como una proeza de la voluntad de ser». «Se quiere exhibir los problemas
formales en la novela misma, respondiendo así a una ética artística»16. Y cabe añadir que
todo lo que refine la conciencia del escritor y la del lector acerca del valor artístico de la
obra que les vincula, tiene que favorecer necesariamente la calidad de ésta.
En los cuatro escritores comentados se da lo que Jürgen Schramke considera decisivo
de la moderna novela occidental: la busca de un mundo novelístico representable17. El
novelista no se aplica sólo a crear un mundo: pretende además revelar a su mejor
destinatario su esfuerzo por penetrar y dominar la realidad hasta configurarla en un
cosmos imaginario que sea, no independiente de ella (pues esto es imposible), sino digno
de absoluta permanencia y émulo de la realidad; de esa realidad sorprendente para Luis
Martín-Santos, enigmática para Juan Benet, y para Juan y Luis Goytisolo ruinosa pero
inagotable.