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Ingenieros del alma, de Frank

Westerman
Por Félix Romeo
Noviembre 2005 | Tags:

 Libros
 Ensayo
 literatura

Frank Westerman (Holanda, 1964) quería saber qué había pasado con una bahía de la
antigua Unión Soviética que, misteriosamente, había dejado de aparecer en los mapas.
¿Había existido realmente alguna vez? Tenía un documento que hablaba de su
existencia: una novela realista y socialista y soviética de Konstantin Paustovski, La
bahía de Kara Bogaz.
Ingenieros del alma cuenta el complicado viaje a esa bahía, situada en la ahora
independiente república —islámica— de Turkmenistán. Y un viaje al pozo negro del
estalinismo: cómo Máximo Gorki es utilizado por el régimen como si fuera un títere;
cómo el terror machacó a escritores como Isaak Babel, como Boris Pilniak o como
Andrei Platonov; cómo los planes comunistas esclavizaron a los presos que tenían que
construir pantanos completamente inútiles; cómo los escritores fueron obligados a
narrar la épica de las grandes obras hidráulicas; cómo esa ficción épica acabó
acogotando a los técnicos, incapaces de sacar adelante proyectos a la altura de la
literatura; cómo el realismo socialista fue un auténtico género de ciencia ficción.
Frank Westerman no ahorra dolor, ni sufrimiento, ni Gulag, ni asesinatos de Estado,
ni los graves asaltos a la naturaleza, ni miseria, ni tiranía, ni pánico... Maneja los datos
que el régimen anotaba minuciosamente, lee los expedientes que han salido a la luz,
habla con los científicos que trabajaron en los proyectos, elabora un riguroso trabajo de
investigación sobre fuentes escritas, sobre fuentes orales y sobre el propio terreno. Y no
es una tarea sencilla.
Ingenieros del alma es la biografía del escritor Konstantin Paustovski (1892-1968),
de quien en España se editó su autobiografía, bastante nebulosa, Historia de una vida
(Bruguera), y el análisis de su obra literaria, que tuvo algunos momentos de éxito.
Konstantin Paustovski consiguió sobrevivir al estalinismo por su discreción y por su
habilidad para hacerse invisible; tuvo dificultades y trató siempre de agradar a sus
superiores, cumpliendo las tareas socialistas y soviéticas que le encomendaban, aunque
no renunciaba a escribir la literatura que él deseaba escribir, de un carácter mucho más
romántico. Frank Westerman viaja a la pesadilla cotidiana del estalinismo a través de la
vida del autor de La bahía de Kara Bogaz: la complicada tarea de cumplir con sus
encargos realistas, sus complicadas aventuras amorosas, su dependencia afectiva de las
mujeres, su miedo de hombre a estar en el ojo del huracán, su terror a ser detenido y a
ser asesinado por el Estado paranoico, sus amigos, sus ambiciones y una escritura en
condiciones no muy favorables.
De la mano de Konstantin Paustovski, Frank Westerman nos mete en la vida de
Máximo Gorki: sus iniciales dudas sobre Stalin; su vuelta a la Unión Soviética; su
encumbramiento; el triunfo de su proyecto estético realista, que acabó rápidamente con
la vanguardia que defendía, por ejemplo, Vladimir Maiakovski; sus campañas para
escribir libros colectivos; su caída en desgracia, su secuestro y el último periodo de su
vida, engañado por sus secuestradores, que le fabricaban periódicos a su medida.
Y nos mete en la vida literaria en tiempos de Stalin, que había bautizado a los
escritores con el apelativo de "ingenieros de almas": la parte más cotidiana, con sus
publicaciones, sus grandes tiradas y sus dachas, y la parte más terrible, con la censuras
y con los crímenes, que ya conocíamos ampliamente por De los archivos literarios del
KGB (Anaya & Mario Muchnik), el magnífico y desolador ensayo de Vitali
Chentalinski.
Pero tan interesante, y no menos estremecedor que el relato de la vida literaria
soviética, es la investigación paralela en la que Frank Westerman cuenta los grandes
proyectos hidráulicos soviéticos, fracasados en su mayor parte, más tarde o más
temprano. Marx había detectado claramente en 1853 que las grandes obras hidráulicas
estaban ligadas a regímenes totalitarios, y a la esclavitud; un asunto que posteriormente
desarrolló de forma más científica Karl August Wittfogel en su ensayo Despotismo
oriental (que tuvo una edición española en 1966, Guadarrama). Así, los proyectos para
desviar ríos y hacerlos desembocar en otros lugares, los planes para construir presas
gigantescas, para explotar bahías y extraer recursos minerales, y los diseños futuristas
para regar desiertos eran prueba evidente, por si el propio Stalin no lo fuera
suficientemente, de la conversión del socialismo soviético en una tiranía salvaje. Como
decía una canción de época: "Los ríos soviéticos van/ hacia donde los bolcheviques
sueñan".
Ingenieros del alma es además, aunque de forma lateral, el retrato de la Unión
Soviética actual, después de la caída del comunismo en la Unión Soviética. Frank
Westerman lo presenta como un lugar que sigue siendo, en más de un sentido,
totalitario, y es cierto que el Turkmenistán que enseña parece un lugar muy siniestro,
sometido todavía a un tirano, islámico y no comunista, y a las grandes obras hidráulicas.
El viaje termina, y ofrece una lectura metafórica sobre el fin del terror comunista.
Frank Westerman consigue ver la bahía de Kara Bogaz, que ha vuelto a existir.
Desapareció durante unos años por una política hidráulica infernal, pero volvió a la luz,
con sus aguas y con su belleza.
Ingenieros del alma es un gran ensayo, que cuenta un terrible horror. -

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