Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Arturo Arriagada
London School of Economics/Universidad Diego Portales
a.arriagada@lse.ac.uk
Patricio Navia
New York University/Universidad Diego Portales
patricio.navia@nyu.edu
30 de Noviembre, 2009
7.771 palabras
Resumen
Aquí analizamos el papel de la televisión en la democracia chilena desde el plebiscito de 1988
hasta el gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010). Discutimos el crecimiento y penetración de
la televisión en la sociedad chilena, incluido el reciente crecimiento de la televisión por cable, a la
par de la consolidación democrática experimentada desde 1988. Destacamos el papel de la
televisión como el principal medio a través del cual se informan las personas. Analizamos la
creciente mediatización de la política chilena. Revisamos el rol que jugó la televisión en la
campaña del plebiscito de 1988, en las campañas presidenciales de 1989, 1993, 1999 y de 2005.
Finalmente, analizamos el papel que juega la televisión como medio a través del cual los políticos
se comunican con los electores y la opinión pública se informa respecto a las acciones del
gobierno y de los políticos.
1
La televisión y la democracia en Chile, 1988-2008
2
Finalmente, analizamos el papel que juega la televisión como medio a través del cual los políticos
se comunican con los electores y la opinión pública se informa respecto a las acciones del
gobierno y de los políticos.
Junto con las mejoras en los niveles de bienestar material de los chilenos, el sistema de medios de
comunicación en Chile sufrió una serie de transformaciones que le dieron a la televisión un rol
principal en el actual escenario mediático del país. Es posible hablar de un sistema de medios
antes del quiebre democrático y golpe militar de 1973 y otro después de la dictadura. El sistema
de medios de comunicación pasó de estar centrado en la prensa escrita —que cubría
principalmente cuestiones políticas donde los partidos políticos tenían propiedad en alguno de
esos medios — a ser un sistema masivo, regido por el mercado y centrado en la televisión
(Dussaillant 2005; Tironi y Sunkel 1993). En cierto modo, la democracia chilena antes de la
dictadura de Pinochet utilizaba como medios de comunicación la radio y los diarios. Después de
la experiencia autoritaria, y producto del desarrollo de esa tecnología, la televisión se consolidó
como el principal medio de comunicación entre la política y los ciudadanos.
En un contexto reciente de mayor acceso por parte de los chilenos a tecnologías de información
y comunicación—incluido teléfonos celulares e Internet—la televisión sigue teniendo un rol
central en sus prácticas de consumo medial. Después de las horas dedicadas a dormir, la
televisión es la principal actividad no remunerada de los chilenos. Un chileno típico ve en
promedio 3,1 horas diarias de televisión (Catalán, 2007). Al mismo tiempo, las prácticas de
socialización que derivan de los contenidos presentados en televisión y la centralidad que esta
adquiere en los hogares chilenos explican el alto consumo televisivo en el país (Silverstone, 1998;
Dayan & Katz, 1994; Catalán, 2007). Al revisar la Tabla 2 observamos que el consumo de
televisión abierta ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. Si en 1970 sólo 33,8%
de los chilenos veía televisión todos los días, en 2008 esa cifra alcanzó el 76%. El crecimiento que
se observa en el consumo televisivo entre las décadas del ‘80 y los ‘90 se explica en parte por la
masificación en el acceso a la televisión y los cambios en el sistema de medios. Paralelamente a la
consolidación de la televisión abierta como el principal medio de comunicación que utilizan los
chilenos, a principios de los años ‘90 comenzó la expansión de la televisión por cable. Ya en 1999
3
un 34,3% de los chilenos declaraba tener televisión por cable, mientras que en 2008 la cifra
aumentó a un 38,9% (CNTV, 2008).
Para entender la centralidad que ha adquirido la televisión en la dieta medial de los chilenos es
necesario analizar la oferta informativa que los canales presentan. En la última década, la
principal característica de la oferta informativa en Chile ha sido su crecimiento explosivo en
función de la segmentación de públicos. Actualmente las personas ven televisión en distintos
horarios y los canales han adaptado su programación a esos cambios. Si en 1997 se transmitían
3.492 horas de información, en 2006 este tipo de programas se duplicó a 6.565 horas anuales. Se
entiende como contenidos informativos aquellos que aparecen en programas producidos por las
áreas de prensa de los canales de televisión (noticiarios, avances, programas de reportajes,
entrevistas de actualidad, políticas y otras) (Argandoña et. al, 2007).
Si bien los canales de televisión han ampliado la oferta de contenido informativo en distintos
horarios, es la franja comprendida entre las 9 y 10 p.m. donde se concentra el consumo televisivo
de los chilenos. Más del 60% de las personas consume televisión en el horario donde los canales
presentan sus noticieros centrales (CNTV, 2008). En términos de rating –medición por la cual se
calcula el número de personas que sintoniza un canal a una hora determinada- los noticieros en
Chile entre 1997 y 2006 promediaron 22 puntos (Argandoña et. al, 2009). En promedio los
noticieros televisivos en Chile fueron vistos diariamente por alrededor de un millón de personas
diariamente1. Los chilenos utilizan la televisión principalmente para informarse sobre lo que
ocurre en el país. De acuerdo a la tabla 3, entre 1997 y 2005, la televisión fue el medio más
utilizado por las personas con ese fin. Al mismo tiempo se observa una baja tanto en el consumo
de diarios como de radio en el mismo periodo.
Tabla 3. Fuentes de información más utilizadas por chilenos para saber lo que sucede en
su país
1996 1999 2002 2005
TV abierta 76,7 84,8 82,3 83,8
Radio 13,0 6,3 8,2 5,9
Diarios 7,3 5,7 5,2 5,2
TV cable 1,7 2,5 2,4 1,9
Internet - - 0,8 1,6
Otras 1,3 0,7 0,6 1,0
Fuente: Marín, C; Cordero, R. (2009): “Medios masivos, opinión pública y transformaciones de la
democracia”.
Hasta aquí hemos observado que la televisión es un bien que está siempre presente en el
equipamiento del hogar. También es el más utilizado para obtener información respecto de lo
que ocurre en el país. La evidencia empírica caracteriza a la televisión como el medio de
1 Cada punto de rating equivale a 11.534 hogares y a 46.325 personas. Fuente: Time-Ibope.
4
comunicación más importante para los chilenos. En términos de credibilidad, la televisión
también concentra los más altos niveles. En la década del ‘80 los principales canales de televisión
atravesaban por una crisis de credibilidad debido a la intervención y designación por parte de la
dictadura de los contenidos y los administradores y ejecutivos de esos medios. Pero esto cambió
en la década de los ’90 junto con la recuperación democrática (Tironi & Sunkel, 2000). Si en 1987
la televisión era desplazada por la radio y los diarios—donde sí existían medios de oposición a la
dictadura—como el medio más confiable, en 2008 un 57,9% consideró que era el medio de
comunicación más confiable superando a las radios y los diarios (Marín & Cordero, 2009). En ese
contexto de centralidad que adquiere la televisión en la vida de los chilenos se puede analizar el
proceso de mediatización que han sufrido las campañas políticas en Chile. Al ser la televisión un
medio masivo, confiable y útil para informarse, las campañas políticas comienzan a desarrollarse
en la televisión. Comienza a cambiar la forma de hacer campañas desde las grandes
concentraciones públicas hacia los discursos y mensajes televisivos, especialmente a contar del
plebiscito de 1988 con la franja televisiva por el No (Arriagada & Navia, 2006).
Durante las campañas electorales, la televisión adquiere un rol fundamental en los procesos de
deliberación pública (Graber 2000; Graber 2001; Jamieson 1996). Al tener los candidatos tiempo
y recursos limitados para comunicar sus ideas a los electores, la televisión pasa a ser el canal de
interacción entre candidatos y electores (Graber, 2000; Zaller, 1991). En este contexto, el acceso
a los medios de comunicación se convierte en un capital político-electoral fundamental para los
candidatos. Si logran comunicar sus propuestas a través de la televisión, los candidatos pueden
potenciar sus campañas y establecer lazos con su electorado. Por cierto, los medios de
comunicación pueden ser vistos como filtros que distorsionan las fortalezas y debilidades de los
candidatos en función de sus intereses particulares y de sus propias agendas y objetivos (Zaller
1992). Por eso, si los candidatos no son capaces de comunicar sus mensajes a través de los
medios, la posibilidad de que los electores conozcan y logren evaluar sus ideas y propuestas se
reduce sustancialmente.
En esa lucha constante entre políticos y ciudadanos por posicionar sus respectivas agendas de
demandas y propuestas, la televisión se convierte en su principal canal de comunicación. La
evidencia empírica existente plantea que la televisión puede afectar el ejercicio del poder y el
debate público (Iyengar & McGrady, 2007). Al mismo tiempo puede definir las agendas de
discusión que son parte del debate público (Rogers & Dearing, 1997). Este medio permite que las
audiencias establezcan ciertos criterios de evaluación del desempeño de actores políticos para
luego atribuirles resposabilidad sobre hechos políticos específicos (Ansolabehere et. al, 1993;
Iyengar & Kinders, 1987).
5
que la televisión aleja a los votantes indecisos de participar en una elección, generando incluso
reacciones negativas en contra de las instituciones políticas.
En esta sección analizamos la relevancia que han adquirido los medios de comunicación,
principalmente la televisión, en los procesos de comunicación política en Chile. Discutimos el rol
que ha desempeñado la televisión en las 5 elecciones presidenciales, incluido el plebiscito de
1988, entre 1988 y 2005. Analizamos el impacto de cada una de las campañas televisivas en los
electores, así como también describimos la importancia que adquirió la televisión como fuente de
información política en periodos electorales. Argumentamos que la televisión ha tenido un rol
fundamental en la consolidación de la democracia. Ya que los procesos políticos asociados a la
recuperación y establecimiento del régimen democrático se transmitieron por televisión, los
chilenos definieron sus preferencias y fueron partícipes de esos acontecimientos a través de este
medio. Al mismo tiempo, la creciente mediatización de las campañas electorales centró la
atención de la ciudadanía en la televisión y así informarse respecto de los candidatos.
Plebiscito de 1988
El plebiscito de 1988 tuvo como objetivo decidir entre la continuidad del gobierno militar y la
convocatoria a elecciones presidenciales y parlamentarias libres (Cavallo, 1988: 431-438). El
plebiscito se realizó, de acuerdo a lo previsto en la constitución de 1980 impuesta por la dictadura
de Pinochet, el 5 de Octubre de 1988. Allí los chilenos debieron pronunciarse por un Sí al
gobierno militar -que promovía la continuidad de Pinochet como presidente por un nuevo
periodo de 8 años—o un No, que era la alternativa promovida por los partidos de oposición
(Concertación de Partidos por el No) que abogaban por el retorno de la democracia y una
elección presidencial abierta a fines de 1989 (Fernandois y Soto 2005).
Para enfrentar la elección y difundir las propuestas de la oposición y los adherentes de Pinochet,
la dictadura estableció a través de decretos la existencia de una franja gratuita televisiva de 30
minutos, transmitida diariamente por los canales de televisión durante 30 días antes del plebiscito
(Tironi & Sunkel, 2000). Las franjas del Sí, a favor de Pinochet, y del No, en favor de recuperar la
democracia y de elecciones libres, contaban con un bloque de 15 minutos cada uno para
transmitir sus propuestas a contar de las 11:15 p.m. Ya que los medios de comunicación en Chile
se mostraban hasta entonces favorables a la dictadura (Tironi & Sunkel, 1993), la franja televisiva
de la oposición a Pinochet se convirtió en una oportunidad única para difundir sus propuestas
masivamente y sin censura.
La campaña del Sí optó por comunicar en su franja la idea de “yo o el caos”, mostrando a un
Pinochet que recuperó al país del socialismo, asociando la propuesta del No a una vuelta al
pasado de violencia y polarización (Hirmas, 1989). Contrario a esto, la campaña por el No
presentó una propuesta optimista, cuyo objetivo no era cambiar la actitud de la opinión pública,
sino más bien revertir la sensación de miedo y escepticismo existente en los chilenos en caso de
una derrota de Pinochet (Tironi & Sunkel, 2000). En su afán propositivo, la campaña por el No
resumió sus lecturas del país en la frase “Chile, la alegría ya viene”. Obviando que después de 15
años de régimen dictatorial y modernización económica los chilenos tenían otras aspiraciones y
preferían mirar a futuro que recordar los temores del pasado, la campaña por el Sí optó por el
eslogan “Chile, el marxismo ya viene”. Si bien la dictadura intencionalmente decidió que la
transmisión de las franjas se realizara en un horario de baja audiencia, los programas terminaron
siendo masivos, alcanzando ratings de 65 puntos (Hirmas, 1989 en Boas, 2009).
6
Varios autores que atribuyen a la franja por el No el triunfo de esa opción en el plebiscito de
1988 (Méndez, 1989; Boas, 2009). De acuerdo a los datos de la Tabla 4, esa campaña fue la que
logró una mayor empatía con el electorado, interpretando las aspiraciones de los chilenos. Así un
54,7% votó a favor de la opción No y sólo un 43% se inclinó por el Sí a Pinochet. El plebiscito
de 1988 será recordado como un evento político-mediático donde la televisión jugó un rol central
en la reconciliación nacional y la recuperación de la democracia (Tironi & Sunkel, 2000). Ya que
la masificación de la televisión en los hogares de los chilenos se dio en la década de los ‘80, el
plebiscito de 1988 se diferenció de las elecciones presidenciales de 1970, entre otras cosas, por la
franja televisiva. Porque fue a través de la televisión donde los chilenos se enfrentaron a la
posibilidad de recuperar la democracia, así como por la masificación que alcanzó la televisión en
los hogares chilenos, el plebiscito de 1988 también marca el inicio de la mediatización de la
política en Chile.
La campaña presidencial de 1989, al igual que el plebiscito del año anterior, se centró en la
televisión. Ya sea porque los candidatos tuvieron una activa presencia en los programas
televisivos y la amplia cobertura de los noticieros, la primera elección democrática en 19 años fue
seguida por los chilenos en la televisión. En tanto, la ciudadanía encontró en este medio un
espacio informativo útil del acontecer de la campaña electoral. De acuerdo a los datos del gráfico
1, los debates televisivos (56,5%), los noticieros (47,8%) y las franjas electorales (46,1%) se
convirtieron en las tres fuentes más informativas que consideraron los electores en dicha
elección. Del total de 12 fuentes, las tres más importantes correspondieron a programas
televisivos. De igual forma, la televisión fue el medio que más incidió en el voto de los chilenos.
Los debates televisivos (29,1%), los noticieros (14,9%) y la franja televisiva (14,5%) fueron las
fuentes de información que las personas consideraron como más decisivas en su votación (CEP,
1989).
7
La franja televisiva de la elección presidencial de 1989 fue ampliamente vista por los chilenos. Un
38% dijo verla “todos los días”, un 26,3% lo hizo “3 o 4 días por semana”, un 22,3% “1 o 2 días”
y sólo un 13,3% dijo no verla nunca (CEP, 1989a). En términos de contenidos, la franja televisiva
de Büchi hizo cambios respecto de lo mostrado por el comando por el Sí en 1988. Su publicidad
habló del cambio y Büchi apareció como “el hombre” que lo representaba. En tanto la
experiencia y organización en materia de campañas que tenía la Concertación después del
plebiscito se hicieron notar en la franja televisiva. Con mensajes propositivos, como “gana la
gente”, y en busca de mostrarle a los chilenos que la coalición opositora a Pinochet estaba
preparada para gobernar, la franja de la Concertación mantuvo la línea del plebiscito de 1988 con
Aylwin como protagonista (Tironi & Sunkel, 2000). El triunfo de Aylwin en la que fue la primera
elección presidencial en Chile desde 1970 junto al activo uso de la televisión por parte de la
ciudadanía, definieron la centralidad que adquirió este medio de comunicación en los procesos
electorales de la democracia chilena.
Fuente: Centro de Estudios Públicos (CEP). Diciembre, 1989b. Pregunta: De los siguientes
medios, indique aquellos tres por los cuales usted se ha informado más de las campañas
presidenciales.
La baja expectación respecto de sus resultados hizo que la franja televisiva de los candidatos
presidenciales no fuera tan vista como en ocasiones anteriores. Sólo 18,5% de los chilenos
dijeron ver la franja “todos los días”, mientras que un 54,4% lo hizo entre “1 y 4 días” y un
27,1% no la vio (CEP, 1993a). Pero la televisión continuó siendo considerada como una fuente
relevante de información durante la campaña. Al igual que en 1989, las tres fuentes principales de
información para los chilenos fueron programas televisivos (noticieros, debates y franja
publicitaria, en ese orden, respectivamente) (CEP, 1993b).
8
A diferencia del plebiscito de 1988 y de la elección presidencial de 1989, la de 1993 se situó en un
contexto donde el sistema de medios de comunicación ya era controlado por privados. Este
cambio significó que el canal de televisión estatal, Televisión Nacional de Chile (TVN), tuvo que
competir con el resto de los canales por obtener financiamiento privado a través de la publicidad.
Al mismo tiempo, entraron al mercado nuevos canales de televisión, Megavisión y La Red en
1990 y 1991, respectivamente, y cerraron otros medios estatales como Radio Nacional (Tironi &
Sunkel, 1993; Tironi & Sunkel, 2000, Bresnahan, 2003). Estos cambios en el sistema de medios
consolidaron a la televisión como el principal medio de comunicación del país, en términos de
audiencias y de inversión publicitaria, así como también afectaron los contenidos ofrecidos por
este medio, menos políticos y más enfocados en el entretenimiento (Tironi & Sunkel, 2000).
Pese a las señales de desafección frente a la política por parte de los chilenos, la televisión siguió
siendo su principal medio de información sobre el acontecer nacional. De acuerdo a una encuesta
nacional del PNUD, la televisión en ese entonces formaba la opinión sobre el país, en mayor
medida que el diario o la radio (PNUD, 2002). La centralidad de la televisión en la vida cotidiana
de los chilenos –y especialmente de los noticieros- se explica en que el 98% de las personas
declaró verlos y un 65% dijo verlos completos (PNUD, 2002; CNTV, 1999).
La elección presidencial de 1999 fue cubierta ampliamente por la televisión. Ya que fue la primera
elección que se definió en una segunda vuelta en la historia de Chile, el 16 de Enero de 2000,
entre los 10 temas más cubiertos por la televisión ese año las elecciones obtuvieron el quinto
lugar (PNUD, 2002). Ahora bien, si el uso de la televisión seguía siendo fundamental como
medio de información, no fue relevante en la decisión de voto de las personas. Un 60% de las
personas que votaron en dicha elección consideraron que la franja televisiva no fue decisiva en su
voto, en tanto un 64% no consideró importante la información de los programas políticos de
radio y televisión (CEP, 2000).
Es contradictorio lo que ocurrió en esta elección respecto de la relación que establecieron los
candidatos, medios de comunicación y electores. Como revisamos, la televisión siguió siendo
central para los chilenos a la hora de obtener información. No así al momento de definir su voto.
En tanto, la televisión le dio amplia cobertura la campaña electoral y los candidatos lograron
comunicar sus mensajes superando el filtro de los medios (Dussaillant, 2004). Esto último da
cuenta de la profesionalización de los equipos comunicacionales de los candidatos quienes
construyeron una campaña que entendió las reglas y el lenguaje televisivo. De esta forma
pudieron superar el filtro de la televisión y comunicar sus mensajes exitosamente al electorado.
9
dicha elección. La elección presidencial de 2005, al igual que la de 1999, fue nuevamente decidida
en una segunda vuelta, cuando Bachelet logró convertirse en la primera mujer en llegar a La
Moneda. Si en la primera vuelta, realizada el 11 de diciembre de 2005, Bachelet obtuvo sólo un
46% de las preferencias, en la segunda vuelta se impuso con un 53,5% de la aprobación
superando al candidato de la Alianza, Sebastián Piñera quien logró un 46,5% (Navia, 2006).
En dicha elección, la televisión siguió siendo el principal medio de información de los chilenos.
Un 56,8% de los ciudadanos dijo ver televisión para informarse en 2005 (CNTV, 2005). Al
mismo tiempo, los medios pusieron especial atención en la campaña de Bachelet. Ya sea por su
condición de mujer o por su rápido crecimiento en las encuestas de opinión pública, Bachelet
terminó recibiendo una cobertura distinta que el resto de los candidatos en la prensa escrita
(Valenzuela & Correa, 2006). En tanto, la televisión se mantuvo al margen de los temas
discutidos por los candidatos durante la campaña y priorizó una agenda propia (Porath, 2006).
En la elección presidencial de 2005, ya sea por la novedad de los candidatos o por lo competitiva
de la elección, la televisión mantuvo su liderazgo como la principal fuente de información de los
chilenos. Al mismo tiempo, los candidatos utilizaron este medio para discutir y debatir sus
propuestas frente a audiencias masivas. Un ejemplo de ello fue la cantidad de personas que siguió
los tres debates televisivos organizados tanto para la primera vuelta como en el ballotage. El
primer encuentro, realizado por Canal 13 en conjunto con CNN el 19 de Octubre, promedió
26,6 puntos de rating. El segundo debate se realizó el 16 de Noviembre y fue producido por
cuatro canales de televisión abierta (Canal 13, Chilevisión, Televisión Nacional y Megavisión)
promediando 48,1 puntos. El último debate, antes del ballotage, se realizó el 4 de Enero de 2006 y
allí se enfrentaron Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. Dicho encuentro llegó a los 49,4 puntos
de rating promedio alcanzando una audiencia de más de 2 millones de personas (2.228.455).
En ese contexto, y dada la importancia que ha adquirido el uso de los medios para establecer
vínculos con la ciudadanía, los políticos utilizan cada vez más los servicios de asesores
especializados. Estos profesionales se encargan de contactar a los medios para difundir las
acciones de los políticos. En 2004, un 75% de los políticos dijo utilizar los servicios de asesores
comunicacionales en el quehacer político cotidiano (ICSO-UDP, 2004). Los políticos chilenos
consideran que los medios de comunicación han tenido consecuencias negativas y positivas para
el desarrollo de la actividad política. Un 50% de los encuestados opinó que los medios han
contribuido a trivalizar la política. En cambio, un 53,4% cree que los medios colaboran en
10
transparentar el ejercicio del poder político (ICSO-UDP, 2004). De esta forma, la mediatización
de los procesos de comunicación política en Chile ha ido de la mano con la profesionalización de
los políticos y sus equipos a la hora de utilizar los medios para dar a conocer sus propuestas.
Al ser la televisión el principal medio de comunicación que utilizan los chilenos para informarse,
los gobiernos intentan construir una imagen y un discurso que se adapte al formato de ese medio.
De esta forma pueden comunicar sus acciones a la ciudadanía y someterse a niveles de exposición
y escrutinio público (Thompson, 2001). A través de las imágenes y la información en televisión,
los ciudadanos pueden establecer criterios de evaluación de los gobiernos y atribuir
responsabilidad sobre el devenir de los asuntos públicos (Iyengar & Kinders, 1987; Iyengar,
1992). En el caso de la presidenta Michelle Bachelet, sus altos índices de aprobación, por sobre el
80% en Octubre de 2009, se condicen con la credibilidad que ella genera a través de la televisión.
Un 65% de los chilenos dice creerle “siempre” o la “mayoría” de las veces a la presidenta cuando
la ven en pantalla, en cambio un 31% dice creerle “pocas veces” o “nunca” (ICSO-UDP, 2009).
Además un 59% de aquellos que aprueban la gestión de Bachelet ven televisión “todos los días”
(ICSO-UDP, 2009).
Conclusión
Precisamente porque la recuperación democrática se produjo a fines de los 80, cuando la
televisión se consolidaba como el principal medio de comunicación en Chile, la historia de la
democracia post Pinochet está profundamente ligada a la televisión. Las campañas políticas se
realizan esencialmente por televisión. Los gobiernos se comunican con los electores y con la
opinión pública en general a través de la televisión. Los partidos políticos buscan promover sus
ideales y visiones de país a través de la televisión, cuya masiva penetración ha consolidado a esa
industria como una herramienta esencial del proceso de consolidación democrática en Chile.
11
Referencias
Ansolabehere, S. 1993. The Media Game. American Politics in the Television Age. New York:
Macmillan.
Argandoña, L.; Torres, R.; Jiménez, J. 2007. “Evolución de la oferta y el consumo 1997-2006. El
Fortalecimiento de la Televisión abierta como centro de la dieta informativa de los chilenos”. En
La Función Política de la Televisión. Secretaría de Comunicaciones, Ministerio Secretaría General de
Gobierno pp. 135-159.
Argandoña, L.; Chaparro, M.; 2007. “Oferta informativa en televisión abierta: las audiencias
preferenciales de los cuatro canales”. En Tercera Encuesta Nacional
de Opinión Pública UDP. Radiografía social, política y económica de Chile. Santiago: Universidad Diego
Portales. Disponible en www.icso.cl
Arriagada, A.; Navia, P. 2006. Jefes de Campaña en Elecciones Presidenciales en Chile 1970-
2005. Bicentenario. Revista de historia de Chile y América. Vol. 5. No2: 115-146.
Boas, Taylor. 2009. "Going Positive or Going Plausible? Campaign Advertising Effects in Chile's 1988
Plebiscite." Paper presented at the Annual Conference of the International Communication
Association, Chicago, May 21-25, 2009, and the World Congress of the International Political
Science Association, Santiago, Chile, July 12-16, 2009.
Bresnahan, R. 2003. The Media and the Neoliberal Transition in Chile. Latin American Perspectives,
133, Vol. 30 No. 6, November 2003. 39-68.
Catalán, Carlos. 2007. Consumo televisivo y uso del tiempo. En “La Función Política de la Televisión”.
Secretaría de Comunicaciones, Ministerio Secretaría General de Gobierno pp. 97-109.
12
Consejo Nacional de Televisión. 1999. Encuesta Nacional de Televisión 1999. Principales Resultados.
Santiago: Consejo Nacional de Televisión.
Consejo Nacional de Televisión. 2005. Encuesta Nacional de Televisión 2005. Principales Resultados.
Santiago: Consejo Nacional de Televisión.
Consejo Nacional de Televisión. 2008. Encuesta Nacional de Televisión 2008. Principales Resultados.
Santiago: Consejo Nacional de Televisión.
Cordero, Rodrigo. 2009. “Dígalo con Números: la Industria de la Opinión Pública en Chile”. En
R. Cordero, (Ed) La Sociedad de la Opinion (pp. 69-95). Santiago: Ediciones Universidad Diego
Portales.
Dayan, D., Katz, E. 1992. Media Events: The Live Broadcasting of History. Cambridge, Mass: Harvard
University Press.
Dussaillant, Patricio. 2005. Medios y elecciones: La elección presidencial de 1999. Santiago, Chile: Centro
de Estudios Bicentenario/CIMAS.
Fernandois, Joaquín, y Ángel Soto. 2005. “El Plebiscito de 1988. Candidato único y
competencia”. En Las elecciones presidenciales en la historia de Chile. 1920-2000, editado por A. San
Francisco y Á. Soto. Santiago: Centro de Estudios Bicentenario.
Graber, Doris. 2001. Mass Media and American Politics. Washington: CQ Press.
Habermas, J. 1992. The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of
Bourgeois Society. Cambridge: Polity.
Hirmas, María Eugenia. 1989. “La franja: entre la alegría y el miedo.” In Diego Portales,
Guillermo Sunkel, María Eugenia Hirmas, Martín Hopenhayn, and Paulo Hidalgo, La política en
pantalla. Santiago, Chile: ILET/CESOC.
Iyengar, S.; Kinders, D. 1989. News that Matters: Television, and American Opinion. Chicago:
University of Chicago Press.
13
Iyengar, Shanto; McGrady, Jennifer. 2007. Media politics: a Citizen´s Guide. New York: W.W
Norton.
Jamieson, Kathleen Hall. 1996. Packaging the Presidency. A History and Criticism of Presidential
Campaign Advertising. Third ed. New York: Oxford University Press.
Méndez, Roberto; Godoy, Óscar; Barros, Enríque; Fontaine, Arturo. 1989. “¿Por qué Ganó el
NO? Estudios Públicos, 33. Santiago: Centro de Estudios Públicos (CEP).
Navia, Patricio. 2005. “La elección presidencial de 1993. Una elección sin
Incertidumbre”. En Las elecciones presidenciales en la historia de Chile. 1920-
2000, editado por A. San Francisco y Á. Soto. Santiago: Centro de Estudios
Bicentenario.
Rogers, E.; Hart, W.; Dearing, J.W. 1997. “A Paradigmatic History of Agenda-Setting
Research?”. In Iyengar, S. and Reeves, R. (Eds). Do the Media Govern?. Thousand Oaks: Sage.
Silverstone, Roger. 1998. ¿Por qué estudiar los medios?. Amorrortu Editores: Buenos Aires.
Thompson, John. 2001. El Escándalo Político. Poder y visibilidad en la era de los medios de comunicación.
Barcelona: Paidós.
Tironi, Eugenio, Mario Fernández, y Juan Gabriel Valdés. 1989. La Campaña del No vista por sus
creadores. Santiago: Ediciones Melquiades.
Tironi, E.; Sunkel, G. 2000. "The modernization of communications: the media in the transition
to democracy in Chile". In R., Gunther and A., Mugham, A. (Ed). Democracy and the Media: a
comparative perspective. Cambridge: Cambridge. pp. 165-194.
14
Valenzuela, Sebastián; Correa, Teresa. 2006. “Prensa y candidatos presidenciales 2005: Así los
mostramos, así los miraron”. Cuadernos de Información UC, 19, 89-96.
Zaller, John. 1991. “Information, Values and Opinion”. American Political Science Review 85
(4):1215-1237.
Zaller, John. 1992. The Nature and Origin of Mass Opinion. New York: Cambridge University Press.
15