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EL CAMINO DE EMAUS

Por: Jorge Espinosa

REFLEXIONES DEL CAMINO DE EMAÚS

La estructura del texto:

La historia de los caminantes de Emaús se articula en un modelo quinario de la


siguiente manera:

Lc 24, 13-18: Situación incial La introducción narrativa describe una


13 Aquel mismo día iban dos de ellos a situación inicial marcada por claves
un pueblo llamado Emaús, que dista geográficas, temporales y de la propia
sesenta estadios de Jerusalén, situación emocional de los
14 y conversaban entre sí sobre todo protagonistas.
lo que había pasado.
15 Mientras conversaban y discutían,
el mismo Jesús se acercó a ellos y
caminó a su lado;
16 pero sus ojos estaban como
incapacitados para reconocerle.
17 Él les dijo: "¿De qué discutís por el
camino?" Ellos se pararon con aire
entristecido.
18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le
respondió: "¿Eres tú el único residente
en Jerusalén que no sabe las cosas
que han pasado allí estos días?"

Lc 24, 19-24: Nudo Este segmento enmarcado por el


19 Él les dijo: "¿Qué cosas?" Ellos le interrogatorio de Jesús a los dos
dijeron: "Lo de Jesús el Nazareno, que hombres refleja la causa de su tristeza
fue un profeta poderoso en obras y y huida. Con la respuesta de los
palabras delante de Dios y de todo el discípulos se puede identificar la
pueblo; imagen que tenían de Jesús, de su
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y muerte e incluso su identidad.
magistrados le condenaron a muerte y
le crucificaron.
21 Nosotros esperábamos que sería él
el que iba a librar a Israel; pero, con
todas estas cosas, llevamos ya tres
días desde que esto pasó.
22 El caso es que algunas mujeres de
las nuestras nos han sobresaltado,
porque fueron de madrugada al
sepulcro
23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron
diciendo que incluso habían visto una
aparición de ángeles que decían que él
vivía.
24 Fueron también algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal
como las mujeres habían dicho, pero a
él no le vieron."
Lc 24, 25-27: Acción transformadora Este es el momento transformador, la
25 Él les dijo: "¡Oh insensatos y tardos instrucción de Jesús lo muestra como
de corazón para creer todo lo que el Mesías anunciado en las escrituras,
dijeron los profetas! donde se indicaba como debía morir y
26 ¿No era necesario que el Cristo como al tercer día resucitaría.
padeciera eso para entrar así en su
gloria?"
27 Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les
explicó lo que había sobre él en todas
las Escrituras.

Lc 24, 28-32: Desenlace Después de la instrucción de Jesús,


los discípulos sufren inmediatamente
28 Al acercarse al pueblo a donde una transformación, inicialmente de
iban, él hizo ademán de seguir manera inconsciente y expresada en
adelante. hospitalidad y luego consiente en la
29 Pero ellos le rogaron fracción del pan.
insistentemente: "Quédate con
nosotros, porque atardece y el día ya
ha declinado." Entró, pues, y se quedó
con ellos.
30 Sentado a la mesa con ellos, tomó
el pan, pronunció la bendición, lo partió
y se lo iba dando.
31 Entonces se les abrieron los ojos y
le reconocieron, pero él desapareció
de su vista.
32 Se dijeron uno a otro: "¿No estaba
ardiendo nuestro corazón dentro de
nosotros cuando nos hablaba en el
camino y nos explicaba las
Escrituras?"
Lc 24, 33-35: Desenlace Esta última parte nos muestra el efecto
33 Y, levantándose al momento, se directo de tener una experiencia
volvieron a Jerusalén y encontraron personal e íntima con Jesús, de
reunidos a los Once y a los que inmediato salen los discípulos a
estaban con ellos, anunciar lo vivido
34 que decían: "¡Es verdad! ¡El Señor
ha resucitado y se ha aparecido a
Simón!"
35 Ellos, por su parte, contaron lo que
había pasado en el camino y cómo le
habían conocido al partir el pan.

Identificada la estructura narrativa lo que a continuación haremos es desarrollar


cada etapa de manera independiente, pero guardando la secuencia narrativa que
en conjunto implica.
DESARROLLO DEL PASAJE DE EMAÚS

PRIMERA PARTE (Lc 24, 13-18)

13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista
sesenta estadios de Jerusalén,

14 y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.

15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y caminó


a su lado;

16 pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle.

17 Él les dijo: "¿De qué discutís por el camino?" Ellos se pararon con aire
entristecido.

18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¿Eres tú el único residente en


Jerusalén que no sabe las cosas que han pasado allí éstos días?"

Palabra de Dios

Desde el punto de vista narrativo, Lucas nos presenta el pasaje desde tres
descripciones (tiempo, lugar y protagonistas) descritos desde dos elementos en
paralelo: Primero menciona que esto ocurrió aquel mismo día. ¿de qué día esta
hablando?, por la ubicación del microrrelato sabemos que esto ocurrió el primer
día de la semana posterior a la muerte de Jesús, es decir, el mismo día de la
resurrección; sin embargo, el narrador no lo indica de ninguna de las dos maneras,
es decir, va dejar que nosotros identifiquemos, de acuerdo a los eventos, cómo lo
califican los protagonistas.

En muy importante señalar este primer contraste o sincrisis, pues las dos opciones
tiene significados muy diferentes, para el que cree que está al tercer día de la
muerte de Jesús, se trata de un momento triste, de luto, de confusión e incluso de
profunda tristeza, es fácil asociar los momentos posteriores y cercanos a la muerte
de un ser querido como momentos dolorosos y confusos; o también podemos
asociar simbólicamente a la muerte con estados donde nos sentimos derrotados,
confundidos, heridos, decepcionados; en general derrumbados.

Claramente sería muy diferente si creyeran los caminantes que no se trata del día
de la resurrección, seguramente las emociones serían otras, estarían alegres,
triunfantes y buscando reunirnos con los más cercanos a celebrar, es como
cuando llega ese bebe anhelado, la visita de una familiar que hace mucho tiempo
no veíamos, cuando logramos el mayor de los éxitos, es una fiesta a la vida,
nuestra mirada está en la gratitud e ilusión de un futuro llego de amor y éxitos.

Una segunda pista del entorno en que se desarrolla el pasaje es el lugar, y


nuevamente nos ofrece un contraste, pues hay dos lugares, Jerusalén, lugar que
representa para el pueblo Judío la casa de Dios, allí estaba el templo, allí es la
sede de las autoridades religiosas, allí se esperaba al Mesías; pero los caminantes
se alejan de Jerusalén, es decir, se alejan de Dios, le dan la espalda, descienden
del monte y quieren dejar atrás todo, a sus amigos, a su comunidad; es decir,
marchar a Emaús representa alejarse de Dios, olvidarse de él; descender en su
relación con Dios, darle la espalda, es la expresión de la pérdida de la esperanza.
Seguramente en nuestras vidas hemos tomado ese tipo de decisiones, algunas
muy consientes otras inconscientes, algunas forzadas por una decepción o un
dolor similar a la muerte; u otras por seguir otros dioses, que me han alejado de
Dios: El dinero, el éxito, el placer.

Los protagonistas son dos hombres, que sin duda, al igual que ocurrió con la
interpretación de aquel mismo día, o Jerusalén vs Emaús, nos debe guardar un
mensaje para nosotros. Por ahora sabemos que eran dos de ellos, es decir, dos
discípulos o seguidores de Jesús. Esto quiere decir que comulgan con lo que
habían escuchado, conocido y compartido con Jesús; posiblemente hacen parte
de quienes habían dejado todo y lo seguían; esto, sin duda, le da más significado
a su decisión de alejarse de Jerusalén, es alejarse de su maestro.

Los dos hombres caminaban hacia Emaús, atención, no estaban quietos, sino
todo lo contrario se alejaban y mientras lo hacían conversaban y discutían sobre
todo lo que había ocurrido; esta descripción tan detalladas de San Lucas nos
muestra que no estaban felices y gozosos, es decir, claramente aquel día no
representaba para ellos el día de la resurrección; aquí ya advertimos que para
ellos su maestro había muerto y con él todas sus esperanzas; como buen cronista,
Lucas muestra que además de huir, siguen anclados en el pasado, en los
acontecimientos ocurridos en los últimos días, no en el hoy, sino en el pasado.
Este cuadro o escena como el de una película nos confronta, ¿cómo caminamos
en la vida?, tan vez lo hacemos como aquellos hombres, de espaldas a Dios,
decepcionados y un poco malhumorados, estamos peleados con la vida.

Lucas logra que los lectores nos identifiquemos con esos hombres, pues al ofrecer
tantos detalles es fácil conectar con experiencias y sentimientos que de alguna
manera todos hemos experimentado, debido a que en algún momento de nuestras
vidas hemos teniendo la ilusión puesta en Dios, pero por diferentes circunstancias
esa ilusión se convierte en decepción, distancia y frialdad; en general, esas
circunstancias hacen que le demos la espalda.

Estos hombres representan a tantos que hoy han perdido la fe, que casi sin
pretenderlo se alejan de Dios y sienten que toda su vida ha sido una mentira, pues
no le encuentran ahora sentido o significado. Los caminantes de Emaús pueden
ser hombres o mujeres sin esperanza y que ahora se sienten solos, huérfanos,
con una vida que carece de sentido. Esta pareja puede representar a muchas
familias que han perdido el sentido de unidad, que andan sin rumbo y que día tras
día caen, descienden sin control a un estado que cada vez desolado, vacío y sin
sentido.

Ahora bien, justo cuando los dos discípulos conversaban y discutían de lo ocurrido
se les acerca Jesús y camina a su lado; es decir, el evangelista muestra que fue el
propio Jesús quien tomó la iniciativa y se les acercó a los atribulados hombres, no
teneos a un Jesús reluciente o mostrando señales de su identidad de resucitado,
sino que se acerca como un caminante más, como uno de ellos, que quiere
hacerse parte del viaje de los hombres, que los acompaña y está interesado por
entender su molestia, no como quien interrumpe su viaje, sino como el que hace el
camino con ellos.
El narrador ofrece a los lectores información desconocida para los discípulos, pues
advierte que ellos no parecen reconocerlo, pues sus ojos estaban incapacitados
para hacerlo, detalle que en ese momento no parece tener una razón lógica, pero
que se entiende como el “nudo” de la historia; es decir, es el centro de la tensión
dramática.

Esta escena nos muestra dos hombres frágiles, perdidos, ciegos, enfermos, con
una vida sin sentido; y justo en ese momento sale Jesús, ahora resucitado, al
encuentro del ciego, de la oveja perdida, de todo aquel que necesita de la luz, del
hijo que se aleja de la casa de su padre, del enfermo, del atribulado.

Son muchos los momentos de la vida en los que nos sentimos perdidos,
entristecidos o decepcionados de la vida y de Dios; tenemos ganas de alejarnos,
de botarlo todo, de olvidarnos de todo. Ese sentimiento solo pone de relieve
nuestro dolor, cada cosa que sucede la leemos en clave de decepción,
acrecentando aún más nuestro estado o situación negativa; todo esto nos
enceguece, impidiendo comprender que, a pesar de no saberlo, Jesús está
acompañándonos en el camino.

Así como Jesús fue quien tomó la iniciativa para acercarse a los hombres y se
unió en su viaje, de nuevo es él quien toma la iniciativa y les pregunta: "¿De qué
discutís por el camino?", es decir, él quiere conocer la razón de su estado y de su
decisión de alejarse de Jerusalén; Jesús quiere entrar en relación con los
hombres, quiere entender su tristeza y busca que ellos le cuenten directamente las
razones de su decepción, no porque no la conozca, sino porque entiende que es
necesario conocer de ellos mismos sus angustias.

Cristo en persona nos acompaña siempre en nuestro camino; con mayor razón en
momentos de derrota y decepción, se convierte en un compañero interesado en
conocer y entender nuestra realidad, nuestras angustias, miedos y dudas. Él toma
la iniciativa para acercarse a nosotros, y aunque no seamos capaces de
reconocerlo, él igual está ahí, dispuesto a escucharnos y acompañarnos.
Cleofas le responde en tono de recriminación, pues para él no es comprensible
que haya alguien no que sepa lo ocurrido, y no es comprensible pues se cree
dueño de la verdad, su estado de decepción que lo enceguece para ver a Jesús
resucitado caminando a su lado, también le impide recononer lo que realmente ha
ocurrido aquel mismo día.

SEGUNDA PARTE (Lc 24, 19-24)

19 Él les dijo: "¿Qué cosas?" Ellos le dijeron: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue
un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo;

20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados le condenaron a muerte y le


crucificaron.

21 Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas
estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó.

22 El caso es que algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque
fueron de madrugada al sepulcro

23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una


aparición de ángeles que decían que él vivía.

24 fueron también algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las
mujeres habían dicho, pero a él no le vieron."

Palabra de Dios

Entendido el estado de desolación, decepción y tristeza de los caminantes,


quienes huyen de Jerusalén, y con esto de Dios, este segundo segmento empieza
con un Jesús activo, buscando que los hombres expresen las razones que los han
llevado a tomar la decisión de alejarse de Dios, para esto interpeló a los discípulos
“Él les dijo: ¿Qué cosas?”, ellos le narraron en detalle lo ocurrido en Jerusalén. En
este punto, llama la atención que sea el propio Jesús quien interrogue a los
caminantes acerca de los hechos, pues fue él quien sufrió, murió y resucitó; es
decir, no hay mejor fuente que él para saber de lo ocurrido; sin embargo, esta es
una ocasión perfecta para tener una idea de cómo había sido entendida su muerte
por sus más cercanos y hasta qué punto habían reconocido en él al verdadero
Mesías; para Jesús lo importante es comprender a los caminantes y actuar solo a
partir de lo expresado.

Con la pregunta de Jesús, la caminata se convierte en un encuentro, un espacio


para compartir y profundizar en una relación, con el fin de conocerse y, claro,
aprender del otro.

Ahora bien, la respuesta de los discípulos es clara en describir lo que sabían y


entendían de Jesús: “Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en
obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo”. Los caminantes lo
describen como un profeta, de origen humano y que por sus obras y palabras
recibió la complacencia del pueblo y del propio Dios; si bien la descripción es
adecuada, es limitada, pues refleja que su conocimiento se soporta solo en lo que
ellos vieron y escucharon; pero no por un entendimiento real y profundo de la
identidad de Jesús, con esto los discípulos muestran una fe inmadura o limitada.

La pregunta que surge es ¿quién era Jesús para estos discípulos? Por su
respuesta, dista mucho de ser el Mesías; era valorado por el poder de sus
palabras y obras, descripción similar a la que se le daba a muchos otros profetas
de la historia del pueblo judío. Lo anterior revela ceguera, una condición que
estaba instalada en los hombres mucho antes de este encuentro, algo que no les
había permitido entender la verdadera identidad de Jesús.

De nuevo Lucas nos ofrece el nudo de la narración: un par de hombres que no


reconocen en el momento, y tampoco lo habían hecho antes, el verdadero Jesús.
Aquí vuelve a cobrar un valor sustancial la iniciativa del propio Cristo al acercarse,
caminar con ellos y ahora consolidar un encuentro con los dos hombres; esto
sugiere que Jesús no deja de enseñarles y enseñarnos quién es él
verdaderamente.
¿Cuál es la identidad de Jesús para nosotros? Seguramente somos muy
parecidos a los caminantes de Emaús, somos de aquellos que hemos hecho una
imagen de Jesús a nuestra medida y a partir de nuestras limitaciones; claramente
hemos escuchado de él, nos enteramos de muchas de sus historias e incluso
conocemos las enseñanzas y milagros de varios pasajes de su evangelio. Pero,
en realidad, ¿eso es suficiente para decir que conocemos verdaderamente a
Jesús? Vale la pena reflexionar acerca de nuestra comprensión de la identidad de
Jesús.

Ahora bien, los discípulos atribuyen a las autoridades judías que Jesús haya sido
condenado a muerte y crucificado; con esto expresan a su interlocutor que su
maestro murió y que con ello todo terminó. La resurrección no hace parte del
discurso para los caminantes y con ello narran el final de una historia.

Para quien no comprende la verdadera identidad de Jesús es fácil perder la


esperanza y caer en estados derrotistas, nuestra sociedad está llena de signos de
muerte y desesperanza; el dolor del maltrato infantil, la destrucción de las familias,
la drogadicción, el alcoholismo, la infidelidad, las adicciones a los juegos de azar,
la pornografía o a la propia violencia verbal, en general la falta de solidaridad o
caridad son reflejos de un camino sin Dios, son reflejo de ver a Jesús simplemente
como un personaje histórico que murió, una identidad imperfecta de Jesús.

Los discípulos le comentan a Jesús: “Nosotros esperábamos que sería él el que


iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que
esto pasó”. Con estas palabras se revelan varias cosas: primero, el entendimiento
que tenían ellos de Jesús, pues lo veían como un potencial liberador del pueblo
judío; sin embargo, su visión era la de un libertador al estilo humano, con la fuerza
de las armas y con la intención de someter a los enemigos del pueblo, instalando
un reinado de poder, ejércitos y riquezas materiales; es decir, lo consideraban un
héroe épico, quien no tiene la posibilidad de morir, pues la muerte en este
contexto significa derrota y esta solo se reserva para los opresores.

Desde esa perspectiva, un liberador muerto es claramente una derrota y justifica el


porqué de su tristeza; sin embargo, también refleja ignorancia en torno al
conocimiento de quién era Jesús. Ese desconocimiento se torna más dramático
cuando los caminantes se presentan como cercanos a Jesús, pues se supone que
son sus discípulos.

¿Cómo esperamos que Dios nos libre de nuestros dolores y problemas?


Seguramente al estilo de los caminantes de Emaús, con un poder que oprima a
nuestros enemigos y que nos aísle de cualquier sufrimiento; al no encontrar un
Dios que actúe de esa manera, seguramente nos sentimos decepcionados de
haber puesto nuestra esperanza en una deidad como esa.

Queremos un Dios que no permita que nos enfermemos, o que nos de dinero y
poder, que castigue y oprima a cualquiera que nos haga daño o vaya en contra de
nuestros intereses; queremos un Dios a la medida de nuestra ambición,
mezquindad o egoísmo.

Queremos a un Dios en los plazos y tiempos nuestros, ignorando que el tiempo es


del Creador y perfecto según su voluntad. Para los discípulos, que hubiesen
pasado tres días después de la muerte de Cristo solo reflejaba que todo había
terminado, evidenciado desconocimiento absoluto de las Escrituras y de las
propias palabras de Jesús, quien anunció que al tercer día resucitaría.

El narrador sagrado profundiza aún más en la ignorancia de los protagonistas,


pues describe en detalle, en los vv.22-24, como las mujeres y otros discípulos
habían ido hasta el sepulcro y no habían encontrado el cuerpo del maestro;
incluso registran la aparición de un ángel que anuncia que él está vivo. El narrador
apela al conocimiento del lector para incrementar la tensión dramática asociada a
la falta de entendimiento de los caminantes, parece paradójico que ellos reporten
la resurrección desde varios testigos y no entiendan de qué se trata. Es recurrente
la intención del evangelista en registrar la falta de comprensión de los discípulos y
el rol de Jesús en evidenciar dicha situación.

De manera pragmática se puede deducir que un seguidor de Jesús incapaz de


entender la muerte y resurrección dispone de una fe frágil, una fe gobernada por
nuestra limitada condición humana. La ceguera de los discípulos va incluso más
allá de no poder reconocer a Jesús a su lado, los hombres no son capaces de ver
en Jesús al Mesías resucitado.

¿A cuál Jesús seguimos? ¿A uno que debe actuar de acuerdo con nuestras
condiciones y que está lejos del sufrimiento y de la muerte? O ¿a un Jesús
encantador en sus palabras y obras, pero a quien no hemos podido entender la
profundidad de su mensaje y menos de su salvación? Vale la pena identificarnos
con los caminantes de Emaús, pues en medio de su dolor reflejan
comportamientos muy cercanos a los nuestros. Buscamos un Dios a nuestra
medida, ignorando lo que las Escrituras anunciaban del Mesías. Los caminantes
de Emaús reflejan una vida confundida y alejada de Dios, pero que aun así es
posible ser alcanzada por la gracia de Jesús, quien nos acompaña e indaga,
escuchando nuestras expectativas en torno a él.

Jesús escucha atentamente a los discípulos, a él le interesa conocer a


profundidad nuestra interpretación de la realidad, para desde allí poderla
transformar. Hoy Jesús quiere escuchar la razón de nuestras tristezas, el por qué
nos hemos alejado de él, en qué nos sentimos defraudados y con ellos cuales son
nuestras necesidades y anhelos; él nos escucha con atención, con disposición
amorosa y misericordiosa.

TERCERA PARTE (Lc 24, 25-27)

25 Él les dijo: "¡Oh, insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron
los profetas!

26 ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso para entrar así en su gloria?"

27 Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo
que había sobre él en todas las Escrituras.

Palabra de Dios
Llegamos al punto central de pasaje. En este momento Jesús se ha tomado el
tiempo para acercarse a los caminantes, indagando por su incomodidad,
escuchando atentamente su entendimiento acerca de su identidad y advirtiendo la
lectura que hicieron de su muerte y la falta de comprensión de su resurrección;
entonces llega este instante para transformar la realidad de los discípulos.

En el primer momento Jesús usa palabras fuertes para evidenciar que los
hombres habían leído o escuchado las escrituras, pero no las entendían; es decir,
se trataba de personas que habían escuchado acerca de lo que debía padecer el
Mesías y cómo resucitaría al tercer día; sin embargo, lo habían ignorado.

Jesús presenta su identidad de Mesías, acreditado por las Escrituras y por los
profetas, él es del que habla la Torá de Moisés y que han anunciado los profetas,
no se trata solo “de un profeta poderoso en obras palabras y obras”, sino que
Jesús es el Mesías, el Cristo, nuestro Salvador. Con esto se derrumba la primera
gran confusión de los discípulos, su identidad.

Jesús es el mismo Dios vivo hecho hombre, quien vino a mostrar el amor
misericordioso del Padre y a guiarnos al camino de la salvación. Jesús es el
mismo que ha sido anunciado en las Escrituras (el Antiguo Testamento) y que se
cumple plenamente en el Nuevo Testamento; con Cristo se cumplen a cabalidad
las promesas de Dios.

Este momento del pasaje nos invita a abrir nuestro corazón y mente para entender
a profundidad la identidad de Jesús, aceptándolo como nuestro único Señor y
salvador.

Dentro de la explicación de Jesús a los caminantes está el contenido de la


Escritura, en donde se anticipaba que el Cristo debía padecer para entrar en la
gloria; esto otorga el verdadero sentido a la crucifixión, muerte y resurrección,
como premisas para su glorificación. Con estas palabras el propio Jesús
reencuadra la equivocada imagen que tenían los discípulos de Emaús sobre su
muerte, pues esta debía ocurrir, al igual que su resurrección, como presupuesto
para la consolidación de la promesa del Mesías.
Con la explicación de las Escrituras por parte de Jesús adquiere sentido todo los
visto y comentado por las mujeres y los otros discípulos; como producto de las
palabras del propio Jesús la resurrección adquiere certeza.

Es necesario abrir nuestro corazón para que entren las palabras de Jesús, que
nos explican el misterio de la resurrección, haciendo que todo lo que antes era
confusión y tristeza se transforme en claridad y esperanza. A partir del encuentro
con Jesús los discípulos de Emaús y todos nosotros recibimos una revelación, la
cual nos permite entender quién es Jesús y reivindicar su presencia viva a nuestro
lado, acompañándonos y transformado nuestras angustias en esperanza.

Gracias a las palabras de Jesús y al entendimiento de las escrituras sabemos que


no caminamos con un extraño o con un Jesús muerto, en nuestra vida tenemos
como compañero al propio Dios hecho hombre, que entiende el dolor humano, un
Jesús vivo y resucitado, que quiere nuestra salvación y nos ofrece su amor
sanador, misericordioso y liberador.

Llama la atención que el narrador sagrado no reporte acá alguna respuesta o


expresión de los caminantes, lo que nos sugiere que aún falta algo de la acción
transformadora de Jesús.

CUARTA PARTE (Lc 24, 28-32)

28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.

29 Pero ellos le rogaron insistentemente: "Quédate con nosotros, porque atardece


y el día ya ha declinado." Entró, pues, y se quedó con ellos.

30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se


lo iba dando.

31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su


vista.
32 Se dijeron uno a otro: "¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de
nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?"

Palabra de Dios

Jesús y los dos discípulos comparten durante la marcha, es en el camino y


desplazándose que ocurre la conversación anterior y en donde el maestro
catequiza en torno a las Escrituras, revelando su identidad; es decir, primero
Jesús acompaña a los entristecidos discípulos en un trayecto que los aleja de
Jerusalén y solo después de la acción transformadora (la explicación de las
Escrituras), los caminantes se detienen; he aquí un primer efecto de las palabras
de Jesús: los dos hombres detienen su avance en dirección contraria a Dios,
producto de un entendimiento que aunque por ahora inconsciente es efectivo.

Todos los hombres y mujeres que, aunque estemos confundidos o ignorantes de


quien es Jesús, nos dejemos acompañar por Él, expresemos todas las angustias
en la oración, dejemos que sea el propio Jesús quien nos interpele y revele su
verdadera identidad, inevitablemente detendremos nuestro camino de huida y
surgirá un deseo profundo de compartir con él.

Después de la intervención reveladora de Jesús, la voz narrativa vuelve a los


caminantes, claro, con un nuevo entendimiento de su realidad, quienes, al ver la
intención de Jesús de seguir adelante sin ellos, insisten: "Quédate con nosotros,
porque atardece y el día ya ha declinado." Esto demuestra que son los hombres
quienes toman la iniciativa; es decir, ahora son los discípulos los que quieren
compartir con Jesús; hay una manifestación inconsciente de que han encontrado
en Jesús el alivio a sus angustias y, como consecuencia de eso, quieren compartir
más con él.

La respuesta de Jesús refleja una disposición plena para compartir con los
caminantes, anticipando que aún faltaba algo más para lograr la completa
revelación, por eso él “Entró, pues, y se quedó con ellos”. Esta nueva relación es
una hermosa oración, Quédate con nosotros Señor, pues queremos oírte y
compartir contigo en nuestra familia; tus palabras son vida y nos llenas de amor y
esperanza.

En el v. 30 se presenta que Jesús está sentado a la mesa y pronuncia la oración


de bendición, la misma que hizo en la última cena, como parte de la celebración
de la pascua judía. Justo en ese momento el escritor sagrado nos dice que “se les
abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista”. Con esto se
completa perfectamente la revelación y el entendimiento de los discípulos de la
verdadera identidad de Jesús.

Este es un momento profundamente revelador, pues después de explicar las


Escrituras Jesús comparte con los caminantes y así se consolida la revelación,
aunque desde la propia explicación ya se había notado la trasformación de los
discípulos, fue justo después de bendecir y compartir los alimentos que el narrador
nos muestra que se les abrieron los ojos a los hombres; el reconocimiento de
Jesús en las Escrituras se perfecciona al compartir en comunidad y,
particularmente, en la experiencia de la eucaristía.

Compartir los alimentos es ágape, una expresión de amor, que incluye varios
niveles, un amor que procede de Dios, que se expresa en la entrega a nosotros de
su hijo Jesucristo y que nos invita a compartirlo con los demás, especialmente con
los más necesitados del amor misericordioso y salvador de Dios a través de
Cristo.

Llama la atención el contraste que hay entre el momento en que los hombres
acompañados físicamente de Jesús no lo reconocían, pero al instante de
reconocerlo plenamente desaparece; esto sin duda nos habla de la fe, la que una
vez profundizada y experimentada en comunidad se hace parte, se interioriza y se
vive desde dentro. Los discípulos huían de Jerusalén movidos por una fe sin
sustento en la Escritura, basada más en los anhelos humanos y no como
comprensión de la identidad de Jesús, esto los hacía ciegos e incapaces de
reconocer a su maestro en la sencillez de un caminante; sin embargo, como
resultado de entender las Escrituras y compartir el pan con el Cristo, el
conocimiento adquirido se transforma en fe, una convicción que les recobra la
vista y les permite reconocerlo, incluso sin tenerlo de cuerpo presente.

Esta cuarta parte está marcada por el deseo de los discípulos de permanecer con
el forastero, motivados por un impulso inconsciente que se genera tras la
explicación de las Escrituras. Esto nos impulsa a buscar en la Palabra de Dios el
deseo continuo y creciente de querer permanecer en Cristo, pues desde esas dos
experiencias (palabra y comida) se consolida nuestra fe y lograremos vivir a un
Cristo presente, real y parte de nosotros.

La intención original de los caminantes de alejarse de Jerusalén se transforma por


el deseo de permanecer con Jesús, mostrando ya que el estado emocional de los
hombres ha cambiado: de un sentimiento de tristeza se pasa a una actitud
hospitalaria, que busca acoger, atender y compartir con el ajeno. Cuando la
Palabra de Dios ha tocado nuestro corazón, aún sin tener consciencia, transforma
nuestra realidad y permite experimentar un renacer.

La expresión "¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando


nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?" supone varios
aprendizajes; el primero es que justo después de compartir el pan, los caminantes
entienden conscientemente todo lo que ha ocurrido en su camino, incluso
reconocen que algo ya había sucedido, la transformación de sus corazones
producto de la explicación de las Escrituras directamente por Jesús; es decir, en
ese momento se consolida la revelación para los discípulos, revelación que les
permite entender todo y particularmente la identidad de Jesús como el Mesías
anunciado en las Escrituras y por los profetas; pero, sobre todo, la muerte y
resurrección de Jesús adquieren el sentido de la salvación.

Las Escrituras se inscriben en el corazón, debido a que allí es donde se llevan a


cabo las verdaderas transformaciones y la vida adquiere sentido. La explicación
de Jesús llega a los corazones de los caminantes, produciendo en ellos un calor
ardiente que invade todo su ser y que impulsa ser proclamada (Jer 20,9); con esto,
la experiencia, que antes era inconsciente, ahora se hace plenamente consciente
e invita a ser proclamada.
Todos los que hemos estado acompañados por Jesús, quien nos interroga y
escucha, pero también nos instruye y comparte su palabra y el pan vivo en la
eucaristía, sentimos en nuestro corazón un fuego abrazador que nos impulsa a
compartir también nuestra experiencia con otros caminantes que repiten la escena
de huir entristecidos dándole la espalda a Dios.

QUINTA PARTE (Lc 24, 33-35)

33 Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos


a los Once y a los que estaban con ellos,

34 que decían: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!"

35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le


habían conocido al partir el pan.

Palabra de Dios

Una vez revelada la identidad de Mesías de Jesús resucitado, los discípulos no


dan espera y se levantan y regresan a Jerusalén. Si bien el primer segmento del
microrrelato nos mostraba a dos hombres saliendo de Jerusalén entristecidos,
alejándose de su fe; el quinto y último segmento nos muestra el regreso, pero no
de hombres entristecidos, sino con el corazón ardiente y lleno de una experiencia
personal transformadora. En definitiva, estamos hablando de hombres nuevos que
han podido entender y ese nuevo conocimiento se transforma en una verdadera fe
que los lleva a regresar y anunciar; el corazón de los discípulos ahora es un
corazón de profeta, presto a anunciar al resucitado.

En el v.29 los mismos discípulos le decían a Jesús: "Quédate con nosotros,


porque atardece y el día ya ha declinado", como advirtiendo de los peligros de la
noche e invitando a protegerse; ahora una vez abren los ojos (v. 31), la motivación
de anunciar es más fuerte que cualquier miedo o prevención o, tal vez, ahora es
más profundo el significado que toma Jerusalén frente a lo que les puede ofrecer
Emaús. Quien conoce a Dios a través de su hijo Jesucristo renace, también
resucita con él, vive un nuevo génesis en su vida, tal como los caminantes de
Emaús, y su caminar tiene de frente a Dios (Jerusalén) y deja atrás a Emaús, pues
el impulso de vivir su nueva vida es mayor que cualquier otra oferta.

Ambos discípulos regresaron a Jerusalén donde los Once y sus acompañantes;


sin embargo, no fueron ellos los únicos ni los primeros en contar su experiencia,
pues Jesús ya se había aparecido a otros, entre ellos a Simón. Con esto el
narrador nos muestra que la experiencia con el resucitado no es exclusiva ni
excluyente; es decir, todos tenemos la posibilidad de encontrarnos con Cristo
resucitado en nuestras vidas, y también recibimos el encargo de anunciar a un
Cristo vivo y resucitado.

El pasaje de Emaús combina dos experiencias: la explicación de las Escrituras y la


fracción del pan, dos experiencias profundamente eucarísticas. Todos tenemos la
oportunidad de encontrarnos con Cristo resucitado en la eucaristía y revivir la
experiencia de los caminantes, quienes producto de ese encuentro de inmediato
salen a proclamar a un Dios vivo.

El pasaje de Emaús es un modelo de aprendizaje donde claramente se identifican


los cinco momentos narrativos: un estado inicial marcado por el distanciamiento de
Jerusalén (que refleja el alejarse de Dios), hay un segundo momento revelador del
nudo de la narración (con el desconocimiento de la identidad de Jesús como
Mesías anunciado en las Escrituras y por los profetas), un tercer momento de
acción transformadora, donde el propio Jesús es quien aclara y enseña su
identidad de Mesías (quien debería padecer la crucifixión como antesala para su
glorificación); el cuarto momento refleja el cambio vivido por los caminantes
(inicialmente de manera inconsciente y luego consiente en la fracción del pan) y
finalmente el quinto momento está plenamente relacionado con el primero, cuando
ellos regresan a Jerusalén; es decir, vuelven a Dios y lo primero que hacen es
tener una experiencia comunitaria de fe, comparten su vivencia con el resucitado.

Hoy todos somos caminantes a Emaús, marcados por nuestros problemas


económicos, de salud, familiares o la falta de una visión clara de vida,
distanciándonos de cada vez más de Dios; de hecho (como los discípulos),
caminamos en dirección contraria a él, entristecidos y en ocasiones defraudados
porque nuestro ideal de Dios no se ajusta a la manera como Jesús actúa. En todo
caso, es el propio Cristo quien toma la iniciativa y se acerca a nosotros, a ti, para
acompañar tu caminar, escuchar tus angustias, conocer tus preocupaciones,
compartir tus sueños y alentar tus esperanzas; para después de eso explicar con
amor el verdadero significado de Cristo vivo, el ser que transforma toda nuestra
vida y le da sentido y orden.

Reflexiones finales

Ahora bien, los que hemos vivenciado que el propio Jesús nos ha hablado y
transformado nuestra realidad, los que hemos sentido que el corazón arde de
amor y esperanza, estamos llamados a salir con prontitud a anunciar con nuestra
vida a un Jesús vivo, real y presente en cada momento de nuestra vida.

En este hermoso texto podemos evidenciar como los protagonistas evolucionan en


cada fase de las que hemos reflexionado:

1. Entristecidos y en dirección opuesta a Dios


2. Alcanzados por Jesús resucitado, pero no reconocido
3. Interrogados por el propio Jesús, quien quiere conocer la razón de su
tristeza
4. Escuchados por Jesús, quien se entrega al encuentro
5. Interpelados por Jesús, quién les explica las escrituras y les enseña la
verdadera identidad de Jesús
6. Detienen su huida
7. Expresan hospitalidad y deseo de compartir con Jesús
8. Reconocen a Jesús resucitado en sus vidas
9. Despierta el deseo de volver a Dios y donde sus amigos y familiares
10. Regresan con prontitud
11. Reconocen en los otros experiencias similares a las de ellos
12. Comparten su experiencia.

De igual manera podemos observar el itinerario de Cristo en nuestras vidas:

1. Acude al encuentro de los discípulos que huyen


2. Toma la iniciativa de acompañarlos
3. Se preocupa por conocer las razones de su huida
4. Escucha atentamente a los discípulos
5. Corrige y enseña a partir de las escrituras
6. Enciende el corazón de los hombres
7. Acepta la invitación a quedarse y compartir con ellos
8. Bendice y comparte los alimentos con los discípulos
9. Se revela como el Mesías resucitado
10. Motiva a los hombres a anunciar lo vivido

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