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El Mohán Pijao Fernando Lozano dice que los Mohanes, (médicos tradicionales y
hechiceros) nacen, no se hacen. Según él, debe haber una clara señal por parte de la
naturaleza, que designe al indígena que debe dedicarse a la mohaneria. Esta señal se da
generalmente durante la niñez. Pero la prueba inequívoca de que un niño es un elegido por
la naturaleza, es su curiosidad insaciable hacia el conocimiento ancestral, una sensibilidad
especial hacia los seres de la naturaleza como animales y plantas, una sed de aprender sobre
mohaneria que nunca se sacia, un respeto profundo por los antepasados y sus costumbres, un
amor y una lealtad absoluta hacia su pueblo y sus luchas.
En el caso de Quintín, esta señal o primer encuentro con el gran espíritu se dio a los seis años:
“Había un roble viejo y corpulento, cultivado por la naturaleza; —y digo por la naturaleza
porque sobre el crecía un jardín de flores de las que los blancos llaman parásitas, y
nosotros los Indígenas, "Chítemas". Sentado sobre este roble en la edad de seis años,
alcancé a contemplar un árbol elevado, con una copa altanera y orgullosa, que coronaba
las vírgenes selvas que me habían visto nacer, tanto a mí como a mis antepasados. Parecía
que saludaba a las omnipotencias, humana y divina, cuando por el pasaban los cuatro
vientos que tiene la tierra. Me llegó un pensamiento: Así de altas debían quedar mis ideas
en la Nación Colombiana, después de haber bajado del Monte al Valle a defender mi raza
indígena proscrita, perseguida, despreciada, robada, asesinada por los hombres no
indígenas.” Las enseñanzas del indio que se educó en la selva colombiana. Quintín
Lame.
La narración de Quintín comienza con la composición del escenario, una composición que
es de un carácter simbólico profundo. En este escenario hay dos grandes árboles, un jardín
silvestre de flores Chítemas, los cuatro vientos de la tierra, la selva que lo vio nacer, es decir
un marco natural potente en el que se desarrolla el momento místico. Comienza describiendo
el primer árbol, “un roble viejo”, símbolo de la ancianidad y la sabiduría sobre la que él se
sienta. Este árbol fue cultivado por la madre naturaleza con flores chitemas o parásitas, ese
cultivo simboliza la libertad, esa libertad que solo es posible cuando la madre tierra tiene el
control, esa libertad que es pureza y belleza.
El segundo árbol que Quintín observa a lo lejos con admiración, el de la copa altanera que
corona la selva virgen, es el símbolo de sus objetivos y metas futuras, de lo que él quiere
lograr, de la grandeza que le está reservada a él y a su pueblo. Por tanto Quintín es consciente
de su propia existencia desde muy niño, y también es consciente de que esta vida es una gran
y única oportunidad, que no puede desperdiciar, así adquiere el “propósito” de su vida, y
seguir este camino se convierte en un acto sagrado que define toda su historia.
El camino del internamiento en la selva y la observación.
En el Tolima suelen decir que al que le quieren dar tamal, le guardan y si esta frio le calientan.
Esto piensa la madre naturaleza cuando se trata de uno de sus elegidos, así que ella siguió
actuando en el destino de Quintín, como analizaremos en el siguiente texto de su libro.
“A mí me fue negada la educación por el Doctor Miguel Campos Cárdenas, porque
amenazó severamente castigar a mi Padre Mariano Lame, razón para que mi padre me
diera una dunda de cascara de ganado, cuando le pedí que me mandara a estudiar a la
escuela, porque había conseguido posada en la casa del señor José Alvino Mosquera y
alimentación como hijo obediente.”
Aquí vemos como el blanco y su poder opresivo, impiden a Quintín acceder a una educación
formal, también podemos ver el férreo propósito de este güipa de no más de 10 años, quien
por sus propios medios gestionó la posada, y la alimentación necesaria para llevar acabo sus
estudios. En esta ocasión la madre tierra utiliza al blanco, para cerrarle el camino a Quintín
de la educación formal, empujándolo hacia una revelación mística en medio de la selva.
Después de darme la dunda tomé la cuesta y pensé que a las cuatro de la tarde bajaba de
la montaña con el atadero, pero llegué y entré a la montaña, y perdí completamente el
sentido pues en vez de devolverme, continué buscando la vía para devolverme porque ya
había cogido el atadero. Se anocheció y busqué un árbol para dormir en las celdas o
bambas de la cumbre porque sentí movimiento de animales feroces.
En mis visitas al sur del Tolima, he visto en varias ocasiones una escena arquetípica: la de
un güipa (niño o niña) corriendo a gran velocidad, descalzo, que huye de su padre, su madre
o su abuela, quien lo persigue con una correa o chancla y difícilmente lo atrapa. Después el
joven se interna en la selva y no regresa a su casa en varios días. Los viejos de las
comunidades recuerdan con picardía, como ellos también huían de sus padres en su niñez.
En esta ocasión Quintín es castigado por su padre, lo que hace que se “escape” de su casa y
se interne en la selva, pero pierde el rastro y debe pasar la noche allí solo. Así,
improvisadamente y por casualidad, Quintín inicia su camino para convertirse en un hombre
de conocimiento, ya tenía conciencia plena de su propia existencia y de su propósito. El paso
siguiente era internarse solo, durante varios días en la selva para observarla en silencio y
aprender sus secretos.
Al segundo día me combatía el hambre, pero encontré muchas frutas de árboles silvestres
maduras. A eso de las diez de la mañana pasaron recogiendo los dueños de las frutas que
eran tres osos reales pero me sintieron y rodearon el árbol donde yo estaba trepado en la
copa, y uno de ellos se preparó en dos patas, y yo me preparé con el machete en mano para
quitarle la cabeza, porque valor si tenía y ese valor si lo tengo hasta hoy. No es valor
jurídico, ni valor civil, sino que es un valor montés.
Este pasaje me recuerda la lucha contra el ángel que tuvo el patriarca Jacob, tras de la cual
emergió como un iluminado líder de su pueblo, tanto que le fue cambiado el nombre por el
de “Israel”. También me recuerda “la pelea con el aliado” de Carlos Castaneda, tras de la
cual el Nagual Carlos, se hizo uno con este espíritu y adquirió su poder. Aquí la madre
naturaleza invita a desayunar a Quintín sus mejores frutas, pero llegan sus dueños, los osos,
a correr al intruso de sus terrenos. Al llamarlos “dueños de las frutas” los osos no son solo
animales feroces, sino que se convierten en espíritus de la selva, equiparándolos al mohán,
dueño de los peces, y a Nabsacadas, dueño del oro. Por tanto estos osos no son para nada
solo animales, son seres espirituales que debe enfrentar el iniciado para acceder al poder, a
la conexión. Un poder que está reservado por los seres espirituales, solo a los iniciados que
demuestren su valentía enfrentándolos y venciendo
En el árbol se me presentaron tres niñas que me miraron bañados sus labios de sonrisas y
me hablaron así: Señor esta es la casa del Tesoro de los Humildes. Dijo una "yo soy la
virtud". Habló la segunda y dijo "yo soy el bien unido con la virtud". Habló la tercera y
dijo "yo soy tu esperanza venturosa; porque una ventura te ha traído a esta casa porque
es el Templo del Tesoro de los Humildes y de la virtud ante todos los hombres de
civilización.
Tras enfrentar a los tres osos y detenerlos, Quintín recibe como premio una visión mística
muy poderosa, en la que se le aparecen tres niñas que son la encarnación de la virtud, el bien
y la esperanza. Estos espíritus femeninos llaman a la selva, “la casa del Tesoro de los
Humildes”, el tesoro es el saber que la naturaleza encierra, saber que está disponible para
cualquier ser humano, independiente de su condición social. Pero al cual solo se puede
acceder con humildad.
Simplificando esta colorida y hermosa visión, las niñas representan los dones que le son
dados a Quintín Lame por parte del Gran Espíritu, el Bien, la Virtud y la Esperanza
Venturosa, es decir un futuro de grandes logros.
“Pues la cuna de la Sabiduría está debajo de crueles montañas escondida, según me lo
dijo en sueños aquel indígena que subió a visitar al Recién Nacido en su cuna de paja.”
Porque la Naturaleza me ha educado, como educó las aves del bosque solitario, que allí
entonan sus melodiosos cantos y se preparan para construir sabiamente sus casuchitas,
sin maestro.
Para algunos líderes indígenas y mohanes del sur del Tolima, un paso fundamental en el
camino del conocimiento, es la internación en la selva, esta internación debe hacerse solo, y
durante varios días, sin llevar comida ni agua, solo tabaco y coca. El iniciado debe recorrer
la selva usando las quebradas y los cañones, nunca las vías veredales ni ningún camino hecho
por el hombre, ni actual ni ancestro. Cada vez que lo sienta su corazón, y encuentre un sitio
de especial belleza y poder, el aprendiz de mohán debe ubicar el sitio por donde amanece, y
sentarse en silencio a observar los colores y formas del mundo, a oír los cantos y voces de
los animales y de las fuerzas naturales, a oler los aromas de la selva, a sentir la dirección del
viento y a mirar de vez en cuando fijamente el sol. En la noche el iniciado deberá observar
atentamente las estrellas, reconocer claramente los planetas, las constelaciones, la dirección
que llevan las estrellas fugases. Si la noche es de luna llena se deberá fijar la mirada en la
luna el mayor tiempo que sea posible, También deberá relacionar la posición de todos los
astros del cielo, con puntos reconocibles de su territorio.
En el siguiente fragmento, Quintín Lame hace un magistral compendio de las materias
anteriormente mencionadas:
Todos hablan de sus claustros de educación, por esta razón yo también debo hablar de los
claustros donde me educo la naturaleza, ese colegio de mi educación es el siguiente:
El primer libro fue el ver cruzar los 4 vientos de la tierra.
El segundo libro fue el contemplar la mansión del cielo
El tercer libro fue el Ver nacer la estrella solar en el oriente y verla morir en el ocaso y
que así moría el hombre nacido de mujer.
El cuarto libro fue el contemplar la sonrisa de todos los jardines, sembrados y cultivados
por esa Señorita Naturaleza, que viste un traje azul y que se corona ella misma de flores
y se perfuma en su tocador interminable.
El quinto libro fue el coro interminable de cantos.
El sexto libro ese bello jardín de la zoología montes.
El séptimo libro fue el oír atentamente esa charla que forman los arroyos de agua en el
bosque.
A partir de aquí, Manuel Quintín refiere las materias más avanzadas de su aprendizaje,
incluye conocimientos que adquiere fuera de la selva, sabe que para un mohán sus relaciones
amorosas, son una de las claves para entender el mundo.
“El décimo libro fue el libro del reglamento armónico que tiene la Naturaleza en el palacio
de sus tres reinos.”
Estas líneas tratan de un conocimiento más avanzado que el de los anteriores libros. El
aprendiz ya ha conocido las cosas del mundo, y entrado en trato personal con cada una de
ellas, ahora es tiempo de conocer su reglamento armónico, la forma en la que se relacionan
unos elementos con otros, el flujo de energía de todo el sistema. Pero Quintín no adquiere el
conocimiento pensando, lo adquiere sintiendo el mundo cuando silencia su mente, es como
si un bloque pesado de energía, que es conocimiento y poder a la vez, entrara directamente
en su pecho, y el mundo se hiciera cristalino, y hasta el pensamiento de los insectos y las
serpientes fuera entendible.
“Mirad su sombra divina dentro del agua y no se suspende el correr de ellas, mirad la
estrella que asoma en el oriente con el nombre de El Sol; mirad ese concierto de los
principales astros que forman el reloj, fijos sobre nuestra corona; mirad el canto
armonioso y dulce que tienen los coros que viven en el bosque; mirad el reglamento interno
del bosque. Porque ahí en ese bosque solitario se encuentra el libro de la sabiduría; porque
ahí está la verdadera poesía, la verdadera filosofía, la verdadera literatura, porque ahí la
Naturaleza tiene un coro de cantos que son interminables, un coro de filósofos que todos
los días cambian de pensamientos pero nunca saltan las murallas donde está colocado el
Misterio de las leyes sagradas de la Naturaleza.”
Quintín inicia la descripción del reglamento armónico que tiene la naturaleza, hablando de
los astros de la bóveda celeste y sus ciclos, para después de “puesto el escenario”, seguir con
la descripción de los demás sistemas o reglamentos. Después hace una descripción espiritual,
mágica y poética, de la forma en la que la naturaleza educa a sus discípulos.
La ciencia tiene un jardín muy extenso y pocos son los hombres que lo han mirado aunque,
de muy lejos. Pero el indiecito lo ha mirado de muy cerca, unido con esos discípulos que
la Naturaleza ha criado y cría en el bosque, en esos momentos de charla interminable que
tienen los arroyos de las fuentes; en esos momentos en que ronca el tigre, ruge el león,
silba la serpiente, canta el grillo y la chicharra, gime la paloma torcaz y cruza el bosque.
Es el momento del recreo que esa maestra que es la Sabiduría, ha ordenado
armónicamente a sus discípulos; y después cruzan los cuatro vientos de la tierra que son
los sembradores que tiene la Naturaleza.
El indígena del Abya Yala, es el único de entre los seres humanos que tiene, y ha tenido
acceso a este saber, a esta enseñanza. Para estos pueblos, la más importante de sus diosas
madre es la naturaleza, y su protección y respeto es la más sagrada de sus leyes. Quintín nos
recrea una escena en una especie de “Aula mística”, en la que la madre naturaleza, al mejor
estilo de una maestra de primaria, educa tanto al hombre, como a la serpiente, al jaguar, a los
insectos, a las aves, así como a las plantas, ríos y vientos. Por tanto el Mohán que ha adquirido
esta conexión tiene la capacidad de comunicarse, adquirir conocimiento, y ser ayudado por
estos espíritus naturales.
Quintín nos confiesa hasta donde ha llegado su poder, ese poder que es al mismo tiempo
saber y suerte. Él ha desarrollado una conexión tan poderosa con la Madre Tierra, que le
permite conocer el pensamiento de los insectos, pues él ha viajado espiritualmente a su
mundo y ha hablado con ellos. Se ha hecho cóndor y ha volado libremente por las cumbres
más altas de los andes, también se ha hecho tigre y ha recorrido la selva a grandes
velocidades.
Encuentra el hombre el nido del cóndor tan bien preparado; encuentra la casuchita de
varias aves tan bien construidas; encuentra una colmena de abejas, con un centinela en
la puerta, y así, armónicamente, se ve arreglado todo. Pues la Naturaleza tiene sus
armoniosos cantos enseñados a los que vienen educados por generaciones, y no por
maestros, como ha aprendido a leer y escribir el blanco, enemigo del indio. Esa Naturaleza
que enseñó a cantar al pájaro y a construir su nido y a conocer los graneros para poder
vivir, graneros que la misma Naturaleza cultiva; la misma Naturaleza tiene sus cantinas
donde van todos esos tunantes a sellar sus labios y a apoderarse de los frutos y de los
perfumes, mientras cruza el aire, que es el dueño de ellos.
Quintín insiste en la superioridad del saber indígena con respecto del saber del hombre
occidental, esta superioridad radica en un asunto que a simple vista no parece fundamental,
y es el hecho de que a los blancos los educa el hombre, mientras que a los indios los educa
una diosa. Lo cual genera una radical diferencia entre los dos sistemas, que deja en desventaja
al sistema occidental.
Porque el 9 fui capturado en el puente del río "El Cofre" por una traición que la
pagó el Gobierno Conservador en la suma de cuatrocientos pesos; moneda que le
sirvió a Judas Iscariote para comprar un cuño de hacer monedas de oro, y así
como él me vendió a mí así también hubo quien lo vendiera a él, y lo cogió la
justicia infraganti, porque quien a cuchillo mata a cuchillo muere ; el hombre con
el juicio que juzga es juzgado, y con el decámetro que mide será medido.
Quintín tenía conciencia plena de su imagen y de su peso histórico . Sabía que estaba
adelantado a su época. Tenía conocimiento de la geopolítica y la historia, además
era un lector consagrado. Contaba entre sus amigos con intelectuales de la talla de
Geraldo Reichel Dolmatoff y Juan Friede, quienes ampliaron su universo , y él el de
ellos, más en unos casos que en otros. Sabía lo que comentaba la gente de ortega
sobre él, como intentaban ridiculizarlo y ofenderlo, pero también sabía que esas
personas, con el paso del tiempo, iban a ser solo referencias vergonzosas en su
biografía.
“En Ortega se me ha mirado y se me mira como a una fiera, porque no dejo robar
ni engañar a mis hermanos indígenas que viven dentro de los terrenos o
resguardos nacionales, pues Ortega es la cueva de los hombres cohechadores,
engañadores y perjuros.”
“Yo he sido odiado del blanco, perseguido del blanco, calumniado del blanco y
sindicado falazmente por el blanco. Pero no he necesitado ni he pedido una lección
intelectual, es decir, una clase. Por lo tanto, dejo en concreto desarrollado mi
pensamiento en esta obra, que el blanco la tildará de mil maneras porque los
blancos de los Departamentos de Nariño, Cauca, Valle del Cauca, Huila y Tolima,
son enemigos acérrimos y mortales de la raza indígena.”
En el siguiente párrafo, Manuel Quintín nos deja ver claramente, qu e el dolor para
él era parte de su aprendizaje, una parte fundamental que ejercía de catalizador. Era
como si el conocimiento fuese un tamal preparado a conciencia, pero que debe hervir
durante horas para adquirir su carácter. También se ve la fuerte conex ión que tiene
Quintín con Madre Tierra, ella se manifiesta con furia al ver a su hijo lastimado y
humillado, pero su voz en forma de truenos, ventisca y tormenta no es en modo
alguno, queja ni reclamo. Es la forma en la que la naturaleza le trasmite un pod eroso
saber. Un poder que eleva su alma por encima de las murallas físicas que lo limitan.
Un poder que entra en su cuerpo golpeado y sangrante y lo lleva por el cosmos, a
visitar los ancestros en un pasado remoto. Lo lleva cabalgando por el momento
actual, donde visita el alma de su enemigo, y ve sus intenciones. También le muestra
las cosas que pasaran en el futuro. Él recibe este poder porque ha pagado su precio
de sangre y dolor.
“Fui incomunicado desde el día en que se me capturó en puente de "El Cofre", por una
traición el 9 de mayo 1915. Cayeron las lluvias, soplaron los vientos, los ríos salieron de
madre y dieron con ímpetu contra el edificio. Y allí dentro de la muralla, yo mismo construí
la imagen de mi pensamiento, con mis lágrimas y sangre, que hicieron verter la envidia y
el orgullo del español, llegado el 12 de octubre de 1492, para hacerse rico en nuestro país,
y que nos trató y nos trata hasta hoy como a bestias de carga.”
Quintín nos da un indicio de la técnica chamanica de conversar con los rayos, en la que el
iniciado se hace primero “amigo del rayo”, siempre que lo oye le saluda y le pregunta cosas,
hasta que con el paso de los años esta conversación se hace más fluida, pues el aprendiz
reconoce del rayo su duración, su tono, su cantidad, su frecuencia, entonces el mohán y el
rayo se hacen uno solo.
La imagen del pensamiento la conocí en forma de relámpago, que rompe el soberbio manto
de los dioses de la oscuridad en altas horas de la noche. Yo conocí esta imagen después
de once meses de estar incomunicado en uno de los calabozos de la Penitenciaría de
Popayán, como autor de 18 delitos, creados por célebres inteligencias que tenía aquella
ciudad. Ellas habían ordenado que se me maneara con una barra de acero de 28 libras
para que abandonara la imagen de mi pensamiento. Así conoció esta imagen de mi
pensamiento todos los fenómenos y añoranzas que danzaban en el campo enemigo contra
el indiecito.
Quintín nos dice que fue después de más de un año de estar en el calabozo, maneado con una
barra de hierro, torturado y solo, cuando “construyo la imagen de su pensamiento”. Su mente
se hizo una con el sentir de su pecho o “brújula de la vida del hombre”. Ahora la conexión
mística con la naturaleza era parte de su ser, e iría con él por todos sus caminos y a todas sus
batallas. El iniciado debe ser consiente que adquirir poder es una lucha constante, el saber o
poder para un mohán no es algo que se posea de por vida, es algo por lo que se pelea a diario
o si no se pierde.
El camino de la utilidad.
Ese jardín que me ha mostrado la naturaleza humana, me ordena que no debo temer decir
la verdad a ninguno de los hombres, por más blanco que sea, ni que debo ceder a aquellos
que me redujeron en un calabozo en la penitenciaría de la ciudad de Popayán, durante un
año, con una cadena de gruesos eslabones, sin haber sido citado, oído ni vencido en juicio;
y también incomunicado.
Al iniciar este camino Quintín lame ya no es como los demás seres humanos, ahora es un
Mohán que camina sobre la madre tierra y debajo del Sol. El paso siguiente en la formación
de Manuel Quintín como sabedor, fue el de usar pragmáticamente ese saber místico, que
había adquirido por medio de la internación dentro de la selva, del dolor y la humillación. En
el Abya Yala nunca se ha visto con buenos ojos el fenómeno del ascetismo, de hecho los
monjes y misioneros han sido un cáncer que ha carcomido, física y espiritualmente a las
comunidades indígenas. Para un mohán no tiene sentido que un hombre iluminado, con
poder o conexión, no use este poder en favor de su pueblo y en una lucha real, y en vez de
esto se retire del mundo a vivir en una celda, o solo en una montaña, que clase de desperdicio
es ese?, es la pérdida de tiempo y energía más vil de todas, pues es como el hombre que
prepara la más deliciosa chicha, solo para dejarla podrir, además permanecer solo durante
mucho tiempo es un camino directo a la locura.
Este pasó engrandece el alma del mohán, pues regresa a vivir las penalidades y alegrías al
lado de los suyos, a poner al servicio de su comunidad este gran poder espiritual. Pero con
una visión diferente, una visión que hace sentir cada hecho cotidiano, con el placer cristalino
que tiene el ver la inmensidad de cada segundo.
Quintín Lame es consiente que su misión espiritual es llevar la causa indígena a otro nivel.
Usando la imagen del pensamiento vio que la lucha de su raza era muy a largo plazo, que
llevaría siglos lograr una reivindicación real, lograr la verdadera libertad y la salvación de la
madre tierra. Entonces él supo que debía luchar contra su enemigo en sus propios términos,
enredarlos en su propia soga. Los blancos habían construido un palacio de palabras leguleyas,
lleno de buenas intenciones, manipulaciones y corrupción. El palacio de la justicia
colombiana, no era una institución que garantizara la justicia de los ciudadanos, era una
institución a la que había que exigirle justicia, casi que arrancársela. Su pueblo dormía en la
ignorancia y por tanto siempre perdía en sus enfrentamientos legales. Quintín tenía claro que
solo quien conociera la ley la podía exigir, solo quien fuera valiente lograría ver su
mecanismo, el cual se escondía detrás de la “alcurnia” de los aristócratas. El ya no creía ser
inferior a esas personas blancas solo por ser indio.
Ahora yo les pregunto: ¿Por qué la cólera de los siglos no ha podido destruir o borrar esas
leyendas, escritas sobre duras piedras en los lomos de las empinadas cordilleras, y que
marcan los cementerios de nuestra prehistoria? Cementerios que se encuentran unos en
el vientre de la tierra, otra forman el redil de extensas lagunas de agua, y otros son
depósitos de las grandes riquezas de mis antepasados soberanos, quienes dominaban
muchedumbres.
La prehistoria de nuestros antepasados repercute sus acentos, allá en esa colina donde
está sepultada la casa de la divinidad, según la prehistoria del Bochica, quien escribió por
medio de signos la historia de su padre que era el sol quien consagraba las ceremonias del
dios que tenían nuestros antiguos...
Conocía la prehistoria de su raza, los logros de sus antepasados soberanos, sabía que entre
sus hermanos de raza habían existido emperadores y reyes, sabios y maestros, y que los logros
de estos eran tan superiores, que el hombre blanco ni siquiera podía concebir sus técnicas,
como en el caso de Sacsayhuamán en el Perú.
Mientras participó en la guerra de los mil días, tuvo la oportunidad de tratar con oficiales
letrados, algunos de ellos abogados. Quintín no perdía oportunidad para preguntar sobre la
esencia del derecho, sobre sus partes y componentes, sobre su Reglamento Armónico. En
varias ocasiones los militares saciaron su curiosidad, le explicaron con paciencia lo que más
se pudiera entre batalla y batalla. Quintín usaba la imagen del pensamiento como un método
de aprendizaje, un método que consistía en encontrar el “Reglamento Armónico” de cada
materia, entenderlo claramente para luego a partir de allí, recorrer en espiral los entresijos y
vericuetos más complejos del tema.
La jurisprudencia que yo aprendí fue enseñada allá en esos campos de lucha donde me
acompañaba esa imagen que iba alzando el vuelo, de imagen en imagen, y yo la miraba
hoy más bella que ayer e imaginé, que mañana sería más bella que hoy, y que la sabiduría
del hombre debía ser más exacta para coger las flores de la Ciencia dentro de ese jardín
que cultivó el primer hombre y la primera mujer. Porque el día de mañana el hombre será
más sabio que ayer y mañana será más sabio que hoy.
Quintín se tenía en tan alta estima que se igualaba no solo con los abogados en general, sino
con los senadores. Estaba muy orgulloso de su educación espiritual en la selva, consideraba
a su Alma Mater una de mejor prestigio que cualquiera otra. Una de las primeras cosas que
noto Quintín del derecho, fue que el sentimiento de inferioridad y la ignorancia, a la que
había sido sometido su pueblo, eran en sí mismo una desventaja jurídica. Pues por timidez y
falta de conocimiento, los indígenas se sometían sin chistar a las decisiones de terratenientes,
alcaldes y jueces municipales, los cuales actuaban como reyezuelos en sus jurisdicciones,
imponiendo sus caprichos, odios, actos de corrupción y cohechos como ley. Pero Quintín no
tenía miedo, no se sentía inferior a ningún blanco, y por el contrario rebozaba de orgullo por
su raza. También conocía sus derechos como ciudadano de Colombia, y la estructura de la
rama judicial, sus instancias y la subordinación de todas las leyes a la constitución nacional.
Por esta razón, y a pesar de las amenazas de las autoridades municipales, siempre dirigía sus
memorandos de defensa y demanda a las altas cortes. Basaba sus alegatos jurídicos en la
constitución Nacional y en las leyes de la República, nunca en ordenanzas ni acuerdos. En
otras palabras Quintín siempre negociaba con el dueño del circo, mientras que sus hermanos
indígenas se dejaban oprimir por los payasos.
Por eso la civilización mía es montes. Razón para haberle pedido al defensor de la
Soberanía Nacional Colombiana que es el Senado de la República en una carta que yo le
dirigí como abogado que recibí mi educación debajo de las selvas, al doctor abogado que
había recibido su educación en las universidades blancas, para que diéramos un grito en
defensa de la verdad y de la Justicia a fin de que fuera conmutativa distributiva y legal en
Colombia, en defensa de los esclavos indígenas, absolutos dueños y señores de la Tierra
Wananí, hoy con el nombre de Colombia.
La siguiente historia narrada por Quintín sucede dentro de la cárcel de Popayán, en ella
Quintín nos da un ejemplo magistral del uso práctico de su conexión espiritual, o imagen del
pensamiento, también nos habla de la brújula de la vida del hombre, o “sentir del mohán”,
algo muy parecido a lo que en occidente se llama instinto.
“Un fiscal entró al recinto de la cárcel de procesados de Popayán unido con el suplente
fiscal, me llamaron a solas para preguntarme cómo y en qué forma iba a principiar mi
defensa para ayudarme, diciéndome "que ellos no tenían tierras que defender, etc." pero
yo inmediatamente interpreté la jugada de éstos y antes de contestarles les pregunté, y
ustedes también me van a decir ¿por dónde me van a acusar? — Contestaron: ""nosotros
no lo acusamos, vamos es a defenderlo, etc., etc.". Pero yo al conocer a este par de jóvenes
que me hablaban con sus labios bañados de sonrisa, se me presentó inmediatamente esa
Reina que me había consolado allá en el bosque, allá en la cárcel, allá en el calabozo
cuando estuve un año incomunicado, arrastrando una barra de grillos de veintiocho libras,
dentro del calabozo de la Penitenciaría de Popayán, cumpliéndose la orden de los ya antes
citados aristócratas Payaneses. ¿Y cuál era esta reina? Pues era la imagen de mi
pensamiento que se había engendrado en esa profunda y extensa pradera de mi cuerpo y
alma, y que moraba dentro del santuario de mi corazón, que es la brújula de la vida del
hombre, brújula que me encaminó para cruzar caudalosos ríos y anchos caminos.”
“Así por así señores jefes del poder judicial, ejecutivo y legislativo etc., cambiará
en poco tiempo el derecho de ustedes, porque un mendigo que es el hijo de la
huérfana indígena, se sentará sobre el trono de nuestra reivindicación social, con
su cetro de inteligencia con que la naturaleza humana le ha dotado¨”
Quintín Lame Prevé el advenimiento de un Sol Indígena, un poderoso rey que librará la
batalla final contra el cáncer de la tierra, es decir la civilización occidental. Vencerá y
obligará a todos los guagáz a limpiar los ríos, los valles y las montañas. La única razón para
que el guagáz siga existiendo, será para ser obligado de por vida a reparar los daños que a la
madre naturaleza ha hecho.
El hombre rico, engreído en medio del orgullo satánico dice que su derecho es
estable y que permanecerá. Pero ya oímos los pobres infelices la carcajada de ese
enemigo, que reducirá los inmortales imperios de la orgullosa y malévola
civilización a una sacristía, porque todos los fusiles, las ametralladoras y los
cañones quedarán mudos, y los soldados esperando la voz de aliento de los
generales ya ahogada en sus gargantas, porque así ha sucedido y sucederá , porque
el hijo de la mujer indígena no vino al mundo por los grandes ricos, sino fue por
nosotros los pobres infelices.
La estrategia militar del organigrama, de la manipulación de la cadena de mando, de
la eliminación del liderazgo enemigo, serán fundamentales para lograr la victoria
final.
Así pues he llegado lentamente a contemplar en medio de dicha obscuridad lo que
debe ser mañana el hombre indígena, quien tiene derecho a manejar todos los
destinos de la humanidad, porque donde tiene la cabeza el blanco la tiene el indio,
y así sucesivamente toda la armadura; pues el hombre se humilla es ante el motivo,
pero no ante otro hombre porque éste tenga un rostro blanco.
Quintín está seguro de la victoria a largo plazo, sabe que el mañana le pertenece a los hijos
de la madre tierra, que finalmente el coloso colombiano caerá, y sobre sus cenizas se
impondrá la ley de origen. Ve un futuro en el que su pueblo erige ciudades de piedra
colosales, pero que no hacen ningún daño a la tierra, ve como la economía mundial se vuelve
permacultura. Ve como las riendas de la humanidad, pasan a manos indígenas como la única
forma de preservar la vida sobre la tierra. Pues es el pueblo del Abya Yala, el único que
lleva en su cosmogonía y espiritualidad la clave del futuro.
BIBLIOGRAFIA:
En defensa de mi raza, Manuel Quintín Lame Chantre (todos los textos en
negrita y cursiva)
Noticias Historiales de Fray Pedro Simón
Relatos de Poder, Carlos Castaneda
Articulo: Lengua Pijao como lengua franca en las gobernaciones de Popayán y Neiva,
siglos xvi-xvii, Santiago Paredes Cisneros
Conversaciones con el mohán Fernando Lozano G. de Coyaima Tolima.
Entrevista del Mohán Roque Oyola Tao. Aparecida en la serie Cosmogonías de
Pedro Pablo Tatay