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sos de las naciones independientes, los del Perú no han dejado de excitar
el más alto interés desde el siglo XVI hasta nuestros días: gobiernos y
tados prácticos, han examinado con inteligente solicitud una cultura su-
carrera de la civilización, tan pronto como las naciones del antiguo con-
tinente próximas a la cuna del linaje humano, pero desde una antigüe-
dad muy notable no sólo con relación a los pueblos americanos, sino
respecto de muchos pueblos hoy muy cultos en Europa, fue habitado por
llas, que nos llevan a épocas muy lejanas. Donde quiera aparecen restos
de una agricultura adelantada, arte, que sólo poseen los pueblos civiliza-
períodos más que seculares para descender gradualmente desde las cum-
bres a las laderas, y desde las punas a los valles, a medida que las relacio-
nes entre las tribus colindantes eran más pacíficas y seguras. Por otra
mas piedras, que la acción lenta de los elementos había corroído. Prueba
más clara de esa inmemorial cultura han dado en nuestros días los ídolos
ridad en dilatados señoríos—, como los del gran Chimú; todas ellas fue-
y civilizador del astro del día. Bajo la dominación española fue el catoli-
sas utopías del socialismo, fue realizado por Manco-Capac y sus suceso-
singular cultura; así los hijos del Sol, bajo cuyo gobierno se confundía el
una corte y de una metrópoli situadas a más de tres mil leguas de distan-
cia, ejerció el Perú influencia muy poderosa desde Panamá hasta Buenos
Aires; Lima, que en casi todo el período del virreinato fue el centro del
laria tierra de los salvajes por la deliciosa Ciudad de los Reyes. Tan
eficaz era el influjo del Perú sobre la América del Sur, que la independen-
reció tan frágil y cayó de súbito con tan pequeño ataque, que juzgándola
todos sus beneficios, sino a que se tenga ese período trisecular como un
tas, que vegetan en los horrores y miserias de la vida salvaje. Por cierto,
de la república.
variadas como útiles: con las luces, que el pasado proyecta sobre el pre-
sente, disipa las sombras del incierto porvenir, como los rayos solares
viene a ser el triunfo del hombre sobre la naturaleza, del espíritu sobre la
cipio de los grandes adelantos; las glorias del pasado y los terribles con-
cial de los incas, sin que por eso haya de renunciarse a los inestimables