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RESUMEN
Las políticas económicas aplicadas en Venezuela para el período 1959-1998 fueron producto
de las corrientes estructuralistas y neoliberales, la aplicación de tales políticas condujo al país a
una crisis estructural donde la mayoría de la población se encontraba no solo en niveles de
pobreza extrema sino también excluida del aparato productivo y los beneficios sociales que
este genera. Es así como a partir de 1998 se sientan las bases para la construcción de un
modelo de desarrollo alternativo donde prevalecen la inclusión social y la participación
ciudadana, todo ello enmarcado en la formulación e instrumentación de políticas económicas
dirigidas al mejoramiento de los indicadores económicos propiamente dicho pero también a
elevar los niveles de bienestar humano de los ciudadanos.
Corredor C. y Díaz G.: "Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante el período 1959-
2007" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 105, noviembre 2008. Texto
completo enhttp://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ve/
INTRODUCCIÓN
Desde la década del 50 hasta la década de los 90 del siglo pasado, la elaboración de políticas
económicas en Venezuela fue guiada por dos doctrinas o modelos de desarrollo económico,
operantes al margen de los verdaderos sujetos de su aplicación, tales como, el estructuralismo
(combinadas con políticas populistas) y los postulados neoliberales. En este sentido, las
políticas públicas en materia económica aplicadas en Venezuela a partir del año 1959, año de
la instauración del proceso democrático representativo hasta 1998, caracterizaron la economía
venezolana en un movimiento desde una importante intervención estatal en todas sus áreas,
con gran influencia del modelo cepalino o neoliberal.
Sin embargo a partir del año 1999, luego de la toma de poder, el gobierno actual del presidente
Hugo Chávez, se enfrentó a una crisis caracterizada por el agotamiento del modelo económico-
político tradicional y la necesidad de su rápida sustitución. Además, a la crisis del modelo
propiamente dicho, habría que añadir la quiebra, también heredada, del modelo de
acumulación rentista con sus efectos sobre el potencial de crecimiento de la economía a corto
y mediano plazo. Este modelo económico generó históricamente en el país, una desigual
distribución de la riqueza, manteniendo a amplios sectores de la población en niveles de
pobreza y restringiendo su incorporación al aparato productivo y a sus beneficios. Para
contrarrestar esta situación se comenzaron a sentar las bases de un modelo que permita la
construcción de una economía de carácter humanista, autogestionaria y competitiva, en medio
de una economía mundial hostil, y una región que puja por el cambio. El presente artículo tiene
como finalidad caracterizar las principales políticas económicas aplicadas en Venezuela
durante el período 1959-2007, así como sus resultados y su representación en los procesos de
desarrollo.
DESARROLLO
1. Período 1959-1998
Esto conllevó a los ciudadanos a demandar un cambio en la dirección política del país, por lo
cual en las elecciones presidenciales del 98, el pueblo venezolano se avocó a la opción
propuesta por el Teniente Coronel retirado Hugo Chávez, quien había saltado a la palestra
política en 1989.
El triunfo de Hugo Chávez en la contienda electoral del 1998 fue el resultado, por una parte del
agotamiento del modelo económico-social reflejado en el cansancio popular, la decepción del
electorado con respecto a los resultados del período democrático representativo y la ausencia
de liderazgos alternativos. Por otra parte Chávez fue capaz de transmitir un mensaje atractivo y
de cambio, arremetiendo contra las llamadas cúpulas de los partidos tradicionales y
canalizando las insatisfacciones populares. Su programa apareció como una alternativa radical
y como una verdadera revolución popular: La Revolución Bolivariana. Bajo la propuesta de una
Asamblea Nacional Constituyente y la reorganización del Estado, Hugo Chávez caló en el
sentimiento popular apelando a un discurso de justicia social, profundización democrática y
rechazo al modelo impuesto por el neoliberalismo salvaje.
2. Período 1998-2007
A partir del cambio político ocurrido en Venezuela en 1998, autores como Hernández (1999),
Mujica (2000), Parker (2003), García H. (2004) y Guerra (2004) señalan que contrariamente a
los preceptos neoliberales y marcando una ruptura con ellos, el Estado venezolano empezó a
concebir un modelo de sociedad fundamentado en la profundización democrática, la soberanía
nacional y en el reconocimiento de las necesidades populares; por lo cual se considera que con
ello se ha afinado una política que apunta hacia una alternativa creíble y viable ante el
neoliberalismo, ante el capitalismo subdesarrollado.
Para comenzar este proceso de cambio, el primer mandatario nacional aplicó un programa
llamado “De Transición”, para el período 1999-2000. Con este programa se comenzaron a
crear las condiciones para propiciar progresivamente la reactivación productiva, la estabilidad
económica, la disminución de los altos índices de inflación, así como la creación de empleos, lo
cual generaría una mayor equidad en el acceso al bienestar de toda la población. A
continuación se muestra, en líneas generales, las principales políticas aplicadas para este
lapso de tiempo.
Cuadro 2: Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante 1999-2000.
Una vez transcurrida la etapa 1999-2000, se conformaron las bases de las Líneas Generales
del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, “proyecto enmarcado al
crecimiento general del país, donde se reivindica la planificación y el desarrollo como política
de Estado para materializar la meta de construir una sociedad mas justa” (Giordani, 2004:4).
Se puede apreciar que la planificación se sustenta en todo un sistema jurídico, por lo que
constituye una poderosa herramienta para guiar la acción del Estado y viabilizar el cambio
hacia la transformación radical de los paradigmas anteriores en el país, en función de viabilizar
el desarrollo y satisfacer las necesidades de las mayorías. La idea esencial de la planificación
no debe concentrarse en si misma en un Estado fuerte, sino en el pueblo, haciéndose fuerte y
fortaleciendo al Estado.
Las políticas económicas surgidas a partir de Las Líneas Generales del Plan Nacional de
Desarrollo Económico y Social de la Nación y aplicadas durante la etapa 2001-2006, abren
definitivamente un nuevo modelo de desarrollo económico y social para el país; enmarcadas
dentro del proyecto de cambio que se vive en Venezuela.
Con el inicio de un nuevo período de gobierno para el lapso 2007-2013 comandado por Hugo
Chávez, quien fuera ratificado en su cargo de mandatario nacional en el mes de diciembre de
2006, se presentan y replantean la nuevas Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico
y Social de la Nación, contentivo de siete líneas fundamentales, “que definen de manera
explicita un conjunto de objetivos, estrategias, políticas, programas y preceptos que permitirán
enrumbar el país hacia la trayectoria del llamado Socialismo del Siglo XXI” (Baptista, 2006).
Las líneas contentivas en el segundo plan de desarrollo de la era bolivariana son: la nueva
ética socialista, la suprema felicidad social, la democracia protagónica y revolucionaria, el
modelo productivo socialista, la nueva geopolítica nacional, la nueva geopolítica internacional y
Venezuela: potencia energética mundial.
Entre los principales resultados del primer año de gestión de este Plan se encuentran:
CONSIDERACIONES FINALES
BIBLIOGRAFÍA
2. Baptista, A., (2006) El relevo del capitalismo rentístico. Hacia un nuevo balance de poder.
Caracas, Venezuela. Fundación Empresas Polar.
4. Djkki, S. y A. Incerto, (1997) Efectos de las políticas económicas y sociales sobre los niveles
de pobreza en Venezuela (1989-1993). Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Universidad Central de Venezuela (UCV).
5. Giordani, J., (2004) Hacia una Venezuela productiva. Caracas, Venezuela. Ministerio de
Planificación y Desarrollo.
Efectivamente, el estudio del desarrollo ha avanzado mucho en las últimas dos décadas. Hoy
en día se incluyen conceptos como la calidad ambiental, los derechos humanos, la
incorporación de la mujer, los fallos del mercado, etc, que han cambiado para siempre el
concepto de desarrollo limitado al mero ámbito económico. La teoría del desarrollo es ahora un
campo multidisciplinario donde convergen la sociología, la ciencia política, la geografía, la
historia, la psicología, la economía e incluso hasta la teología.
Creo que definitivamente quedan muy pocas personas que piensen que es justo que siga
conviviendo la infinita riqueza con la más miserable pobreza. A pesar de que en algunas
circunstancias nos podemos ver forzados a pensar que el logro material de una persona
obedece a su exclusivo esfuerzo y que gran parte de la miseria de nuestros pueblos reside en
la desidia de los pobres, creo que estos argumentos se caen por su propio peso cuando
analizamos la rampante desigualdad de oportunidades que impera en las naciones más
atrasadas del planeta. Ese creciente dualismo social y económico podría ser la mecha de las
más encontradas luchas de este siglo XXI, pero también podría ser acicate para una reflexión
profunda sobre las nuevas sociedades que pretendemos construir.
A mi no me cabe duda que a todo individuo debe garantizársele la libertad plena de desarrollar
sus talentos y capacidades. Por otra parte, podríamos disminuir la desigualdad artificial creada
por el mismo hombre si el Estado garantiza un mínimo de condiciones para que todos
desarrollemos nuestros potenciales independientemente de nuestro nivel de ingresos,
condición social, racial, de género e incluso de aptitud física (personas con minusvalías físicas).
Nuestro principal obstáculo en el largo camino del desarrollo nacional es de carácter cultural.
Nos hemos convertido en enemigos de nuestro propio desarrollo y progreso. La mentalidad del
venezolano está muy lejos de llevar en alto los valores de responsabilidad, ética, seriedad,
preocupación y trabajo.
Venezuela, a pesar de contar con un extraordinario potencial, tiene un 80% de sus habitantes
en situación de pobreza. No han sido suficientes todos los recursos obtenidos del petróleo para
construir una nación próspera, donde la mayoría de sus ciudadanos alcance un nivel de vida
adecuado y nadie tenga negado el acceso a la salud, la educación y la justicia.
Sin embargo, nosotros mismos hemos sido culpables de que nuestra nación se esté cayendo a
pedazos en este momento. Por un lado, una gran parte de nuestros líderes políticos
(incluyendo los de la mal llamada V República) han sido incompetentes para conducir al pueblo
hacia un futuro mejor. Han perdido la oportunidad histórica de convertir a Venezuela en una
potencia regional. También debe recordarse que esos políticos provienen del mismo medio que
el resto de los venezolanos, y los hemos llevado con nuestros votos hasta donde están gracias
a un sistema democrático que parece ser una de las pocas cosas buenas que nos quedan
todavía.
Hemos caído en un círculo vicioso del cual necesitamos salir lo más pronto posible para iniciar
la reconstrucción de la República. La ignorancia crasa en la que está inmersa una gran
cantidad de venezolanos es un medio propicio para que los politiqueros con ansias de poder se
hagan de las suyas y sigan manteniendo a "Juan Bimba" en la misma situación. Las
esperanzas están cifradas en los nuevos líderes políticos, tanto a nivel nacional como regional,
que tienen en sus manos la tarea de restaurar la confianza de la población en la democracia y
sus instituciones.
Muchas veces se han señalado a los partidos políticos como los causantes de todas las
descomposiciones de nuestra sociedad. No obstante, los partidos políticos son una parte
fundamental de toda democracia representativa, ya que son los medios que permiten canalizar
las inquietudes y las necesidades de las masas. Por otra parte, los partidos políticos están
presentes en todas las democracias desarrolladas que han tenido éxito en los ámbitos
económico, social y político. De ahí parte una reflexión necesaria: el problema fundamental no
reside en los partidos per se, sino en la concepción que tenemos de ellos. Hemos convertido a
las organizaciones políticas en grandes máquinas de favores personales y familiares, que van
desde un puesto en un ministerio hasta el otorgamiento de contratos públicos en dudosas
condiciones.
Entonces, ¿dónde está el principal enemigo de nuestro desarrollo económico, social y político?
Pues, simplemente, lo llevamos todos por dentro.
¿Dónde Estamos?
En esta entrega quisiera analizar algunos indicadores internacionales que nos permiten
comparar el desempeño económico de Venezuela con otros países. La mayoría de estos
indicadores ubican a nuestra nación en una situación muy precaria dentro del escenario
internacional, incluso dentro del contexto latinoamericano. Sin embargo, la intención de este
análisis no es contribuir más al pesimismo y a la incertidumbre reinante, sino señalar el camino
y las áreas susceptibles de mejora.
Examinemos ahora el Reporte 2001-2002 para Latinoamérica del Foro Económico Mundial con
sede en Suiza. En una muestra de 75 países de todo el globo ordenados de mayor a menor
competitividad económica, Venezuela se coloca en el puesto 61, detrás de Chile, Costa Rica,
México, República Dominicana, Brasil, Panamá, Argentina, El Salvador y Perú. Superando sólo
a Colombia, Guatemala, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y Nicaragua.
Este mismo reporte tiene una interesante sección sobre el crecimiento económico en la década
1990-1999 de cada país analizado. Para 1999, el tamaño de la economía venezolana era de
US$ 102.222 millones y el de la colombiana US$ 86.605 millones, lo cual se traduce en una
brecha de US$ 15.617 millones. Sin embargo, en ese lapso de 10 años, la economía
colombiana creció US$ 19.797 millones (29,63%) y la venezolana sólo US$ 10.855 (11,88%).
De continuar estos ritmos de crecimientos en ambos países, dentro de 10 años, la economía
venezolana será sólo US$ 2.099 millones mayor que la de su vecino.
Por último, quisiera presentar el Índice 2001 de Percepción de la Corrupción realizado por
Transparencia Internacional. De 91 países ordenados de menos corruptos a más corruptos,
Venezuela comparte el puesto 69 con Rumania. Sólo cuatro países latinoamericanos se
perciben como más corruptos que Venezuela: Honduras, Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
Colombia ocupa el puesto 50 y Costa Rica el 40.
Ante estos indicadores, Venezuela debe afrontar el inmenso reto de recuperar la senda del
progreso, del desarrollo y del mayor bienestar para sus ciudadanos. Es el momento de hacer
un cuidadoso examen de nuestra situación y comenzar a construir el proyecto del país que
queremos.
Las causas del subdesarrollo son múltiples, pero es oportuno mencionar las condiciones
culturales y climatológicas que, a pesar de no determinar el desarrollo de un país, pueden
condicionarlo en gran medida. Nuestra herencia cultural recibida con la conquista española
difiere enormemente de aquella recibida por los Estados Unidos y Canadá a través de la
colonización anglosajona. La ética protestante influyó enormemente en la conformación
económica y social de los países de América del Norte. Al respecto, el sociólogo Max Weber
escribió un libro titulado "la ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que el
desarrollo económico de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos durante la Revolución Industrial
recibió una notable impronta del pensamiento religioso calvinista y luterano.
Sin embargo, estas condiciones culturales y climatológicas que limitan nuestro desarrollo
pueden ser soslayada, ya que son factores modificables y dependen en buena medida de la
capacidad del hombre para cambiar su entorno. Países en peores condiciones que el nuestro
han salido adelante luchando contra grandes adversidades, como Alemania y Japón después
de la Segunda Guerra Mundial o Corea del Sur tras la Guerra de Corea que partió a la nación
en dos. La condición de subdesarrollo que aún prevalece en los países latinoamericanos no se
debe tanto a distorsiones inducidas por la política económica o la falta de recursos, sino más
bien son de origen histórico y de índole endógena y estructural.
Debemos considerar que existe un camino mejor y que no debemos quedarnos de brazos
cruzados esperando que la inercia económica y social desarrolle al país. El desarrollo se
planifica y se hace pensando en metas de corto, mediano y largo plazo que comparta la
mayoría de la población. Cualquier plan tiende a fracasar, por muy bueno que sea, sí no existe
consenso alrededor de éste. La población debe estar informada y sentirse comprometida con
un proyecto común de país, aspecto en el cual han fallado nuestros líderes y dirigentes
políticos.
La insatisfacción con la situación actual no debe convertirse en un aliciente de la frustración, el
desorden y la inestabilidad política. Por el contrario, debe ser un reto a trabajar duro, a respetar
y hacer cumplir el orden jurídico, a ser más solidarios y a participar activamente en el proceso
de cambio que la nación reclama.
El desafío que se nos presenta es el de superar la crisis y reencontrar el camino del desarrollo
en un contexto democrático, pluralista y participativo. La variable política del desarrollo es de
gran importancia como indicador del grado de evolución de una sociedad y nuestra
participación en la concreción de una nueva Venezuela es una responsabilidad que la patria
nos está reclamando urgentemente.
Insistir en la libertad absoluta puede generar desigualdad, ya que los individuos no tienen la
misma dotación de capacidad intelectual ni se desarrollan sometidos al mismo entorno
socioeconómico; especialmente en Venezuela, donde los pobres están excluidos de los
servicios fundamentales. Estas diferencias han conducido a importantes disparidades en la
distribución del ingreso en nuestro país.
La acción del Estado Venezolano debe basarse en una noción de libertad condicionada por la
igualdad de recursos iniciales, es decir, garantizando la igualdad de oportunidades. Los
ciudadanos deben tener la facultad de tomar sus propias decisiones, porque son quienes mejor
pueden defender sus intereses y generalmente tienen la mejor información para hacerlo. Esto
no significa que debamos minimizar por completo el rol del Estado. Ciertamente, éste debe
intervenir cuando se presentan problemas de acción colectiva, es decir, cuando la suma de las
decisiones individuales no conduce necesariamente a la mejor decisión social.
Sin embargo, el Estado tiene otro papel importante en una sociedad libre y democrática, y no
es otro que permitir que todos los ciudadanos, independientemente de su nivel de ingreso,
condición social, racial o física, cuenten con un nivel mínimo de provisión de servicios públicos
y privados. En primer lugar, debe garantizarse el acceso a la educación, salud y justicia.
Igualmente, todo ciudadano debería disponer de una renta mínima vital que le provea de una
adecuada alimentación, techo y vestido, por ser necesidades humanas fundamentales.
No objeto que el sistema capitalista nos incentive a competir para lograr niveles superiores de
bienestar, pero no es ético que lo hagamos en desigualdad de condiciones. Todos debemos
tener acceso a un nivel básico de recursos que nos permita competir de acuerdo a nuestras
capacidades. Cuando construyamos un país que no discrimine por niveles de ingreso o
condición social sino que incentive el desarrollo humano y el talento, tendremos una sociedad
más justa y más próspera.
venezolano (V)
En este artículo se presentará una visión sucinta en torno a la relación del Pacto de
Punto Fijo con el modelo de desarrollo predominante durante muchas décadas en
Venezuela, cuestión importante para el análisis de la realidad actual de emancipación
revolucionaria.
Por estos años en cuanto a los resultados de la aplicación del modelo de desarrollo
se encuentran los siguientes planteamientos de acuerdo a Stavenhagen (1999) en su
articulo de las siete tesis equivocadas donde afirma: primero que en latinoamérica las
sociedades aparentemente son sociedades duales las áreas arcaicas o tradicionales de
nuestros países acontece lo mismo que en las repúblicas coloniales con respecto a las
ciudades,. Segundo el desarrollo será producto de la distribución de la producción de la
industria nacional, sin embargo, lo real es señalar que unas regiones se modernizan a
costa del atraso de otras. Tercero las regiones atrasadas impiden el progreso del país,
cuestión que es falsa ya que ellos son ricos por la explotación a los atrasados. Cuarta
La burguesía busca destruir a los terratenientes, cuestión errónea al ver que ellos los
tienen como aleados y se valen de estos. Quinto la clase media como el motor de
cambio en el país, en realidad es un sector reaccionario que vive sirviendo a la clase
dominante. Sexta la unidad de América Latina es producto del mestizaje, término
despectivo racista que significa blanqueamiento y destrucción de la cultura indígena y
séptima, la unión entre campesinos y obreros produce cambios en América Latina
cuestión que no se ha producido en esta región, por último, el pacto de puntofijo se va
acoplando convirtiéndose en un bipartidismo AD, COPEI, que mantienen el control de
las instituciones sindicales, gubernamentales y otras, siempre bajo la influencia de los
Estados Unidos.
Referencias bibliográficas.
Introducción
Venezuela ocupa, desde hace algo más de una década, un punto neurálgico de la
geopolítica continental. Fue allí, en esa nación medio caribeña y medio
sudamericana, donde a fines de la inefable década de los noventa comenzó a abrirse
la grieta por donde se colaría desde entonces la posibilidad de un nuevo tiempo, no
sólo para dicho país, sino para gran parte de la región.
Desde su consolidación, el proceso iniciado en 1998 con la asunción de Hugo
Chávez ha fungido real y simbólicamente como el motor de lo que –asumiendo los
riesgos de toda generalización– llamamos una nueva época en el subcontinente. Por
ocupar ese centro, es allí, en su incierto y convulsionado presente, donde
actualmente se dirime gran parte del futuro regional, tensionado por un pasado
neoliberal que plantea sendas resistencias a perecer y un nuevo orden –difuso e
indefinido aun– que le sale al encuentro.
Pero, ahora bien: comprender las condiciones particulares que posibilitaron la
emergencia de la Revolución Bolivariana, implica necesariamente ahondar en la
historia contemporánea de dicho país, fundamentalmente en la segunda mitad del
siglo XX. Sólo a condición de desandar esos años, es que se torna posible
vislumbrar el verdadero carácter disruptivo de la emergencia del chavismo.
Bucear por ese período histórico –tal el objetivo del presente trabajo– no es otra cosa
que desentrañar la manera particular en que se estructuró la versión venezolana del
neoliberalismo –sobre la base de un capitalismo sui géneris atravesado por
frondosas reservas petroleras–y la posterior resistencia al mismo traccionada por un
sector importante de la sociedad.
El final del ciclo neoliberal –propiciado, como se verá, por dicha resistencia–
significará en términos políticos la caída de un modelo de democracia absolutamente
singular, vigente desde fines de los cincuenta, la cual, entre otras cosas, tuvo la
particularidad de mantenerse en pie cuando el resto de los regímenes democráticos
de la región se derrumbaron.
Un pacto entre las principales fuerzas políticas del país y las implicancias –tanto
positivas como negativas– de las enormes reservas petroleras, serán los principales
elementos que configurarán la democracia venezolana en las últimas décadas del
siglo pasado. Un itinerario que recorra ese período es tarea obligada para calibrar
con justeza el presente de dicho país.
En el trabajo que sigue proponemos, entonces, analizar los elementos más
importantes que dibujaron la gramática social, política y económica de Venezuela a
partir de la década del 70, poniendo especial atención en el proceso de desembarco
del neoliberalismo en dicho país.
En el caso de Venezuela, la relación entre democracia, neoliberalismo y rebelión
social se torna significativa para el análisis de la profunda estela de crisis que va
dejando el período que aquí trabajamos. Allí opera el neoliberalismo: en esa relación
que marca el pulso de una sociedad que se politiza rápidamente y que encuentra
actores fundamentales para canalizar su expresión social. Un país que no padece las
clásica crisis de la región sobre el modelo sustitutivo de importaciones en los
primeros años 70 –en un mundo trastocado luego de la crisis que produce la subida
de los precios del petróleo– por un motivo sencillo: ser una nación petrolera que va
definiendo funciones –bien y mal– a partir de la renta petrolera y la red de actores y
acciones que esta produce.
El caso venezolano obliga entonces a situarse entre una “democracia modelo” –a
partir del puntofijismo– ofrecida como ejemplo a la región durante largos años, y
una salida de la misma –de los términos del pacto cupular– justamente cuando éste
muestra sus límites y, sobre todo, por la particular forma de conjugar una
democracia excluyente que, readaptada fuertemente a los valores neoliberales,
eclosionaría luego de una seguidilla de intensas crisis y revueltas sociales.
Bibliografía