Sunteți pe pagina 1din 32

Economía de Venezuela

POLÍTICAS ECONÓMICAS APLICADAS EN VENEZUELA


DURANTE EL PERÍODO 1959-2007

Melvy Y. Corredor C. (1)


melvy@uclv.edu.cu
William J. Díaz G. (2)
wiliam@uclv.edu.cu

RESUMEN

Las políticas económicas aplicadas en Venezuela para el período 1959-1998 fueron producto
de las corrientes estructuralistas y neoliberales, la aplicación de tales políticas condujo al país a
una crisis estructural donde la mayoría de la población se encontraba no solo en niveles de
pobreza extrema sino también excluida del aparato productivo y los beneficios sociales que
este genera. Es así como a partir de 1998 se sientan las bases para la construcción de un
modelo de desarrollo alternativo donde prevalecen la inclusión social y la participación
ciudadana, todo ello enmarcado en la formulación e instrumentación de políticas económicas
dirigidas al mejoramiento de los indicadores económicos propiamente dicho pero también a
elevar los niveles de bienestar humano de los ciudadanos.

Palabras claves: políticas económicas, planificación, indicadores económicos.

Para citar este artículo recomendamos utilizar este formato:

Corredor C. y Díaz G.: "Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante el período 1959-
2007" en Observatorio de la Economía Latinoamericana Nº 105, noviembre 2008. Texto
completo enhttp://www.eumed.net/cursecon/ecolat/ve/

INTRODUCCIÓN

Desde la década del 50 hasta la década de los 90 del siglo pasado, la elaboración de políticas
económicas en Venezuela fue guiada por dos doctrinas o modelos de desarrollo económico,
operantes al margen de los verdaderos sujetos de su aplicación, tales como, el estructuralismo
(combinadas con políticas populistas) y los postulados neoliberales. En este sentido, las
políticas públicas en materia económica aplicadas en Venezuela a partir del año 1959, año de
la instauración del proceso democrático representativo hasta 1998, caracterizaron la economía
venezolana en un movimiento desde una importante intervención estatal en todas sus áreas,
con gran influencia del modelo cepalino o neoliberal.

Sin embargo a partir del año 1999, luego de la toma de poder, el gobierno actual del presidente
Hugo Chávez, se enfrentó a una crisis caracterizada por el agotamiento del modelo económico-
político tradicional y la necesidad de su rápida sustitución. Además, a la crisis del modelo
propiamente dicho, habría que añadir la quiebra, también heredada, del modelo de
acumulación rentista con sus efectos sobre el potencial de crecimiento de la economía a corto
y mediano plazo. Este modelo económico generó históricamente en el país, una desigual
distribución de la riqueza, manteniendo a amplios sectores de la población en niveles de
pobreza y restringiendo su incorporación al aparato productivo y a sus beneficios. Para
contrarrestar esta situación se comenzaron a sentar las bases de un modelo que permita la
construcción de una economía de carácter humanista, autogestionaria y competitiva, en medio
de una economía mundial hostil, y una región que puja por el cambio. El presente artículo tiene
como finalidad caracterizar las principales políticas económicas aplicadas en Venezuela
durante el período 1959-2007, así como sus resultados y su representación en los procesos de
desarrollo.

DESARROLLO

Para caracterizar lo concerniente a las políticas económicas aplicadas en Venezuela desde


1959 hasta nuestros días, es conveniente dividir dicho período de tiempo en dos fases, la
primera desde 1959 hasta 1998 y la segunda desde 1999 hasta nuestros días, todo ello en
función de una mejor comprensión.

1. Período 1959-1998

A partir de 1959 Venezuela se había configurado en el imaginario latinoamericano como un


caso excepcional de trayectoria democrática, debido a la situación de prolongada y relativa
estabilidad política sustentada entre otros factores, en la naturaleza rentista petrolera. No
obstante, esta democracia fundada en los lineamientos del Pacto de Punto Fijo, daba para la
década de los ochenta claras señales de descrédito y deterioro, producto de la insatisfacción
de las demandas populares, de los amplios márgenes de corrupción y de la significativa
penetración en el país de intereses foráneos. El modelo de desarrollo seguido por Venezuela
luego de la posguerra había alcanzado un cierto margen de éxito, sostenido por la intervención
estatal pero con amplia base en los ingresos petroleros, lo cual permitió que algunos sectores
de la población mejoraran su calidad de vida, atendiendo a una cierta vocación democrática
que no transcendía mas allá de los períodos electorales; sin embargo, el Estado mantenía un
papel protagónico en el logro de las expectativas relacionadas al mejoramiento de la calidad de
vida de la población. En este orden de ideas, dicho período se puede resumir en el Cuadro 1
donde se sintetiza el movimiento de las políticas económicas aplicadas para ese período e
tiempo, así como los puntos esenciales de continuidad y ruptura entre un gobierno y otro.

Cuadro 1: Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante el período 1959-1998

Fuente: Elaboración de la autora a partir de los diferentes planes económicos de la nación.

La aplicación de las políticas económicas en Venezuela durante el período mencionado, trajo


consigo una serie de efectos que pueden sintetizarse en el comportamiento de algunas
variables económicas. La variación del Producto Interno Bruto (PIB) per capita de 0,47% para
el período presidencial 1959-1964 pasó a -0,58 para el período 1994-1998; el promedio del
precio del petróleo pasó de 2.07 US$/ barril para el período 1959-1964 a 13,05 para el
quinquenio 1994-1998, la tasa promedio de inflación presentó una tendencia creciente, debido
principalmente a la aplicación del modelo neoliberal, pasando de 1,29 en el gobierno de
Betancourt a 59,96 para el cierre del período de Rafael Caldera y finalmente el promedio de la
tasa de desempleo se ubicó en 13,4 para el período 1959-1964, presentando una tendencia
decreciente a medida que se aplicaba el modelo estructuralista, comenzando a subir a medida
que se aplicaba el modelo neoliberal para cerrar esta etapa de la economía venezolana en
10.54.

La aplicación de las políticas económicas en Venezuela durante el período 1959-1998, condujo


a que durante el segundo gobierno de Rafael Caldera (1994-1998), se desatara una ola
especulativa motivada por las fuertes represiones llevadas a cabo por los organismos de
seguridad del Estado, las incertidumbres generadas en torno al colapso del sistema bancario y
la subsiguiente salida del país de los banqueros, los continuos reclamos por el mejoramiento
de la calidad de vida y de las funciones del Estado, las presiones en torno a la reinvidicaciones
salariales, el modelo de flexibilización laboral que facilitó el despido a los trabajadores, la
violación del sistema de seguridad social, la ineficiente prestación de los servicios públicos y la
corrupción, que hizo agudizar las protestas dejando claro el descontento de la población y la
necesidad urgente de desconstruir, en bien del pueblo y la Nación, el modelo neoliberal
imperante.

Esto conllevó a los ciudadanos a demandar un cambio en la dirección política del país, por lo
cual en las elecciones presidenciales del 98, el pueblo venezolano se avocó a la opción
propuesta por el Teniente Coronel retirado Hugo Chávez, quien había saltado a la palestra
política en 1989.

El triunfo de Hugo Chávez en la contienda electoral del 1998 fue el resultado, por una parte del
agotamiento del modelo económico-social reflejado en el cansancio popular, la decepción del
electorado con respecto a los resultados del período democrático representativo y la ausencia
de liderazgos alternativos. Por otra parte Chávez fue capaz de transmitir un mensaje atractivo y
de cambio, arremetiendo contra las llamadas cúpulas de los partidos tradicionales y
canalizando las insatisfacciones populares. Su programa apareció como una alternativa radical
y como una verdadera revolución popular: La Revolución Bolivariana. Bajo la propuesta de una
Asamblea Nacional Constituyente y la reorganización del Estado, Hugo Chávez caló en el
sentimiento popular apelando a un discurso de justicia social, profundización democrática y
rechazo al modelo impuesto por el neoliberalismo salvaje.

2. Período 1998-2007

A partir del cambio político ocurrido en Venezuela en 1998, autores como Hernández (1999),
Mujica (2000), Parker (2003), García H. (2004) y Guerra (2004) señalan que contrariamente a
los preceptos neoliberales y marcando una ruptura con ellos, el Estado venezolano empezó a
concebir un modelo de sociedad fundamentado en la profundización democrática, la soberanía
nacional y en el reconocimiento de las necesidades populares; por lo cual se considera que con
ello se ha afinado una política que apunta hacia una alternativa creíble y viable ante el
neoliberalismo, ante el capitalismo subdesarrollado.

Desde los primeros meses de su gobierno, Chávez comenzó planteando la necesidad de


combatir el neoliberalismo salvaje y buscar un capitalismo más humano. No se trató ni de un
proyecto socialista, ni de un proyecto básicamente estatista; sin embargo, en la mayoría de los
documentos doctrinaros iniciales del movimiento bolivariano, el Estado aparece como eje
articulador principal de la transformación de la sociedad.

El proceso de cambio y el propio discurso del mandatario venezolano, fueron evolucionando y


radicalizándose hasta desembocar en la declaración pública en la que se plantea la necesidad
de crear el Socialismo del Siglo XXI, bajo un ambiente democrático, participativo y protagónico,
rompiendo así con los viejos esquemas. Es así como el Gobierno Nacional, a partir de su
instalación, asumió con toda prontitud la necesaria transición política, económica y social. Su
acción estratégica trascendió el simple activismo político, definió claramente las prioridades
que servían de base para la elaboración y aplicación de nuevas políticas públicas y se
establecieron múltiples acciones y responsabilidades encaminadas a un tipo de desarrollo en la
que todos los ciudadanos y sus instituciones se convierten en actores de su propio destino.

Para comenzar este proceso de cambio, el primer mandatario nacional aplicó un programa
llamado “De Transición”, para el período 1999-2000. Con este programa se comenzaron a
crear las condiciones para propiciar progresivamente la reactivación productiva, la estabilidad
económica, la disminución de los altos índices de inflación, así como la creación de empleos, lo
cual generaría una mayor equidad en el acceso al bienestar de toda la población. A
continuación se muestra, en líneas generales, las principales políticas aplicadas para este
lapso de tiempo.
Cuadro 2: Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante 1999-2000.

Fuente: Elaboración de la autora a partir del programa de transición 1999.2000.

Una vez transcurrida la etapa 1999-2000, se conformaron las bases de las Líneas Generales
del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, “proyecto enmarcado al
crecimiento general del país, donde se reivindica la planificación y el desarrollo como política
de Estado para materializar la meta de construir una sociedad mas justa” (Giordani, 2004:4).

El cumplimiento de estos objetivos asegura, entre otras cosas, el reconocimiento y la ejecución


de la deuda social acumulada, sentando las bases del desarrollo y modernización de la
República Bolivariana de Venezuela (RBV). Todo ello lleva implícito una profunda convicción
democrática participativa y protagónica, que ratifica la firme intención de construir una
República que lleve a un verdadero Proyecto Nacional. Para operativizar este proyecto se
establecieron cinco polos de equilibrios, fundamentados en la participación protagónica de todo
el pueblo venezolano sin discriminación alguna, enfocados en las áreas económica, social,
política, territorial e internacional.

A partir de la confección del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación 2001-2007, se


sientan las bases del sistema nacional de planificación pública del Estado Bolivariano para
diseñar e implantar el Sistema Nacional de Planificación. De la misma manera, la Asamblea
Nacional aprobó la Ley Orgánica de Planificación (LOP) (2001) para regular el proceso de
planificación y el proceso técnico gubernamental, como mecanismos de inclusión popular,
organizando así las bases del desarrollo que se plantea la nación, en el que los distintos
niveles de poder tienen un rol de importancia. Así pues, planificar es transformar y construir
nuevas realidades a partir de los intereses actuales y futuros de la sociedad; es asignar
recursos en función del desarrollo de la nación y el mejoramiento del bienestar de la gran
mayoría del pueblo; “es tecnología permanente, ininterrumpida y reiterada del Estado y la
sociedad; destinada a lograr cambios estructurales de conformidad con la Constitución
Nacional” (LOP, 2001: Art. 2). La planificación es un mandato constitucional, en el cual se
establece que “…el Estado, conjuntamente con la iniciativa privada promoverá el desarrollo
armónico de la economía nacional… mediante una planificación estratégica, democrática,
participativa y de consulta abierta” (CRBV, 1999: Art. 229). En Venezuela, la planificación se
convierte en todo un sistema de planes que conforman el gran plan nacional, que busca
desarrollar cada unos de los niveles territoriales con los cuales cuenta la República. Entre estos
planes se encuentran: el Plan Nacional de Desarrollo, el Plan Operativo Anual Nacional, el Plan
Nacional de Desarrollo Regional, el Plan Nacional de Desarrollo Institucional, los Planes
Operativos, el Plan Estadal de Desarrollo y el Plan Municipal de Desarrollo.

El proceso de planificación en Venezuela está articulado desde las alcaldías, las


gobernaciones y el nivel nacional, a través de procesos de planificación que van desde arriba
hacia abajo y desde abajo hacia arriba, con el compromiso participativo de las comunidades
involucradas.

Figura 1: Pirámide institucional ejecutiva para la planificación pública nacional.

Fuente: Elaborado por la autora a partir de la información suministrada por Vila, E. en El


desarrollo endógeno de Venezuela, 2da. parte.

Resulta importante mencionar que el ordenamiento jurídico del Sistema Nacional de


Planificación se rige por la Constitución Nacional, la Ley Orgánica de Planificación, la Ley
Orgánica de la Administración Pública, la Ley Orgánica del Estatuto de la Función Pública, la
Ley Orgánica de Administración Financiera del Sector Público, la Ley Orgánica del Régimen
Presupuestario, La Ley de los Consejos Estadales de Planificación y Coordinación de Políticas
Públicas, la Ley de los Consejos Locales de Planificación y el Decreto sobre Organización y
Funcionamiento de la Administración Pública Central.

Se puede apreciar que la planificación se sustenta en todo un sistema jurídico, por lo que
constituye una poderosa herramienta para guiar la acción del Estado y viabilizar el cambio
hacia la transformación radical de los paradigmas anteriores en el país, en función de viabilizar
el desarrollo y satisfacer las necesidades de las mayorías. La idea esencial de la planificación
no debe concentrarse en si misma en un Estado fuerte, sino en el pueblo, haciéndose fuerte y
fortaleciendo al Estado.

Las políticas económicas surgidas a partir de Las Líneas Generales del Plan Nacional de
Desarrollo Económico y Social de la Nación y aplicadas durante la etapa 2001-2006, abren
definitivamente un nuevo modelo de desarrollo económico y social para el país; enmarcadas
dentro del proyecto de cambio que se vive en Venezuela.

Cuadro 3: Políticas económicas aplicadas en Venezuela durante el período 2000-2006.

Fuente: Elaboración de la autora a partir del Plan de Desarrollo Económico y Social de la


Nación 2000-2006.

La instrumentación de estas políticas comenzó a favorecer la restructuración de la esfera


económica y social del país. Venezuela inicia una nueva etapa en su historia a través de una
notoria mejoría en los indicadores no solo económicos, si no también sociales. El constante
incremento de los ingresos petroleros y su mejor distribución, el fortalecimiento de la actividad
agrícola, el crecimiento sostenido del Producto Interno Bruto (PIB) (en este aspecto es
importante señalar que para los años 2002 y 2003 los índices de variación del PIB son
negativos producto del paro petrolero por el cual tuvo que atravesar el país), el aumento
sostenido de los salarios mínimos, así como la consolidación de salarios rurales y urbanos en
una misma categoría, la eficiencia en la recaudación de los impuestos de fuente no petrolera
por parte de la administración tributaria nacional, la baja de los índices de inflación, entre otros,
son solo algunos resultados positivos del cambio de sociedad que impulsa el gobierno
nacional.

Con el inicio de un nuevo período de gobierno para el lapso 2007-2013 comandado por Hugo
Chávez, quien fuera ratificado en su cargo de mandatario nacional en el mes de diciembre de
2006, se presentan y replantean la nuevas Líneas Generales del Plan de Desarrollo Económico
y Social de la Nación, contentivo de siete líneas fundamentales, “que definen de manera
explicita un conjunto de objetivos, estrategias, políticas, programas y preceptos que permitirán
enrumbar el país hacia la trayectoria del llamado Socialismo del Siglo XXI” (Baptista, 2006).
Las líneas contentivas en el segundo plan de desarrollo de la era bolivariana son: la nueva
ética socialista, la suprema felicidad social, la democracia protagónica y revolucionaria, el
modelo productivo socialista, la nueva geopolítica nacional, la nueva geopolítica internacional y
Venezuela: potencia energética mundial.

Entre los principales resultados del primer año de gestión de este Plan se encuentran:

Tabla 1: Principales resultados económicos de la aplicación de políticas económicas en


Venezuela para el año 2007.
Fuente: Elaboración de la autora a partir de la información estadística del Banco Central de
Venezuela (BCV) del año 2007.

Como puede observarse la mejoría de los indicadores económicos de la nación bolivariana es


una constante en la medida que avanza el proceso revolucionario de cambio, donde el pueblo
es el protagonistas principal, al forjar su propio destino bajo un ambiente de solidaridad,
inclusión social, cooperación, ayuda mutua, riesgo compartido, corresponsabilidad y cambio
progresivo del modelo económico, a uno liberador y contrahegemónico con profundo arraigo
local donde exista una justa y equitativa distribución de los ingresos.

CONSIDERACIONES FINALES

Las políticas económicas aplicadas en Venezuela durante el período 1959-1998 de corte


estructural y neoliberal marcaron la diferencia social en la población venezolana, tal situación
hizo agudizar las protestas ciudadanas y dejo claro no solo el descontento de la población con
los resultados económicos-sociales que se habían alcanzado hasta el momento sino también
mostró la necesidad de desconstruir, en bien del pueblo y la Nación, el modelo neoliberal
imperante. A partir de allí, la propuesta de introducir cambios sustanciales en las políticas
económicas a ser aplicadas en Venezuela a partir de 1998, tiene su fundamento en un
proyecto socio-político cuyo objetivo es el logro de un modelo de economía humanista,
competitiva y autogestionaria. El componente humanista guarda relación con el mejoramiento
del nivel de vida de la población, el cual se expresa en un aumento del ingreso real de las
familias. La esfera competitiva hace referencia a la capacidad de ganar participación tanto en el
mercado internacional como en el mercado interno y a la diversificación de la economía. En lo
relativo a lo autogestionario, se trata de modificar el esquema de propiedad vigente y de abrir
espacios a nuevas formas de asociación para la producción.

BIBLIOGRAFÍA

1. Analítica (2001) “Políticas económicas neoliberales no contribuirán al desarrollo de nuestros


países” en Informe de relatoría del III Encuentro Internacional de Economistas sobre
Globalización y Problemas de Desarrollo. [En línea]. Caracas, Venezuela, disponible en:
www.analitica.com. [Accesado el 18 de Julio de 2008].

2. Baptista, A., (2006) El relevo del capitalismo rentístico. Hacia un nuevo balance de poder.
Caracas, Venezuela. Fundación Empresas Polar.

3. Chávez, H., (2003) Venezuela promueve la transformación de la estructura económica y


social. Alo Presidente Nº 203. Caracas, Distrito Capital.

4. Djkki, S. y A. Incerto, (1997) Efectos de las políticas económicas y sociales sobre los niveles
de pobreza en Venezuela (1989-1993). Facultad de Ciencias Económicas y Sociales.
Universidad Central de Venezuela (UCV).

5. Giordani, J., (2004) Hacia una Venezuela productiva. Caracas, Venezuela. Ministerio de
Planificación y Desarrollo.

6. Giordani, J., (2007) La transición venezolana, y la búsqueda de su propio camino. Caracas,


Venezuela. Vadell Hermanos Editores C. A.

7. Guerra, J., (2004) La política Económica en Venezuela 1999-2003. Caracas, Venezuela.


Universidad Central de Venezuela (UCV).

8. Monaldi, F., (2004) Instituciones Políticas y Políticas Públicas en Venezuela: Un Análisis de


Jugadores con Veto. Caracas, Venezuela. Departamento de Economía, Universidad Católica
Andrés Bello (UCAB).
Economía de Venezuela

Desarrollo Económico: el caso de Venezuela

Marcos Tulio Álvarez


Economista UCAB
marcostulio@economista.com
http://www.marcos-alvarez.com/

Este texto son las conclusiones elaboradas


por el autor en marco del curso-taller sobre
"Teorías del Desarrollo Económico" organizado
por la Universidad de Málaga en junio de 2002.

Desarrollo, Liberalismo y Mercado

Efectivamente, el estudio del desarrollo ha avanzado mucho en las últimas dos décadas. Hoy
en día se incluyen conceptos como la calidad ambiental, los derechos humanos, la
incorporación de la mujer, los fallos del mercado, etc, que han cambiado para siempre el
concepto de desarrollo limitado al mero ámbito económico. La teoría del desarrollo es ahora un
campo multidisciplinario donde convergen la sociología, la ciencia política, la geografía, la
historia, la psicología, la economía e incluso hasta la teología.

Creo que definitivamente quedan muy pocas personas que piensen que es justo que siga
conviviendo la infinita riqueza con la más miserable pobreza. A pesar de que en algunas
circunstancias nos podemos ver forzados a pensar que el logro material de una persona
obedece a su exclusivo esfuerzo y que gran parte de la miseria de nuestros pueblos reside en
la desidia de los pobres, creo que estos argumentos se caen por su propio peso cuando
analizamos la rampante desigualdad de oportunidades que impera en las naciones más
atrasadas del planeta. Ese creciente dualismo social y económico podría ser la mecha de las
más encontradas luchas de este siglo XXI, pero también podría ser acicate para una reflexión
profunda sobre las nuevas sociedades que pretendemos construir.

Entiendo que el desarrollo es un problema multidimensional (especialmente con relación a la


variable cultural del desarrollo), pero todavía sigo creyendo firmemente en el sistema liberal
como la mejor arma contra el atraso de nuestros pueblos y en la profundización del sistema
democrático. Claro está, que debo reconocer que en ciertas circunstancias es inaplicable el
liberalismo en nuestras naciones. Es necesario resaltar que las bondades del sistema liberal
están profundamente relacionadas con la dicotomía "libertad - igualdad". A pesar de que la
Revolución Francesa adoptó estos ideales como principios básicos en la declaración de los
derechos del hombre, la aplicación de éstos en su concepción ortodoxa provoca una fuerte
contradicción. Y es que los hombres no han sido creados iguales, es decir, podrán nacer con la
misma constitución física y se podrá pregonar la igualdad ante la ley, pero si estos mismos
hombres tienen la libertar de disponer de sus talentos como mejor lo crean conveniente,
entonces a la vuelta de unos años podríamos tener por un lado a un Premio Novel en química y
por el otro a un obrero de una línea de producción industrial (sin que esto implique alguna
connotación peyorativa del trabajo del obrero). Ahora bien, más que un problema económico,
tenemos un problema ético. ¿Deben estos dos hombres ser pagados iguales? ¿Deben contar
con las mismas comodidades materiales? Y si la sociedad les retribuye igual, ¿cómo
incentivamos el talento y premiamos el esfuerzo? Eso jamás lo va a resolver la economía por
mucho que busquemos entre modelos y teoremas. Debo señalar que hasta ahora no he
mencionado nada en relación a sí estos dos hombres tuvieron o no igualdad de oportunidades.
Pero supongamos por un momento que el Estado garantizó a ambos hombres las mismas
oportunidades educativas, logró utópicamente dotarlos de familias igual de cariñosas y
cuidadosas, les ofreció la misma atención médica y los alimentó de forma similar. El dilema se
sigue manteniendo, porque nada garantiza que alguno de los dos no tenga una capacidad
mental inferior o simplemente siendo aventajado no decida convertirse en un vividor (o vago)
del sistema de igualdad de oportunidades.

A mi no me cabe duda que a todo individuo debe garantizársele la libertad plena de desarrollar
sus talentos y capacidades. Por otra parte, podríamos disminuir la desigualdad artificial creada
por el mismo hombre si el Estado garantiza un mínimo de condiciones para que todos
desarrollemos nuestros potenciales independientemente de nuestro nivel de ingresos,
condición social, racial, de género e incluso de aptitud física (personas con minusvalías físicas).

El mercado todavía puede desempeñar un papel importante en los procesos de desarrollo de


nuestras naciones si lo combinamos con una acción gubernamental eficaz, transparente y
oportuna. He visto en Venezuela como el Estado ha fallado tantas veces en llevar adelante
reformas económicas, gerenciar eficientemente la mayoría de las empresas públicas y
garantizar el cumplimiento de las leyes que es natural que en este país todos los ciudadanos
se pregunten si la acción del gobierno es más eficaz que el mercado. Nadie puede tampoco
asegurar que el mercado a su libre albedrío es garantía del desarrollo, como ejemplos tenemos
el caso de Enron y más recientemente el de Worldcom. Pero estamos demasiado cansados de
la burocracia y la corrupción pública que ya no creemos en la intervención gubernamental por
sí sola. Podríamos pensar que un Estado regulador eficiente y moderno junto con un mayor
uso de las instituciones de mercado pueden traer mayor bienestar que la mera intervención
pública en todas las facetas económicas o la liberalización radical de todos los mercados. La
literatura económica en relación a los fallos de mercado y la regulación pública están
sumamente avanzada para pensar que ambos extremos por si sólo pueden generar progreso.

¿Dónde está el enemigo?

Nuestro principal obstáculo en el largo camino del desarrollo nacional es de carácter cultural.
Nos hemos convertido en enemigos de nuestro propio desarrollo y progreso. La mentalidad del
venezolano está muy lejos de llevar en alto los valores de responsabilidad, ética, seriedad,
preocupación y trabajo.

Venezuela, a pesar de contar con un extraordinario potencial, tiene un 80% de sus habitantes
en situación de pobreza. No han sido suficientes todos los recursos obtenidos del petróleo para
construir una nación próspera, donde la mayoría de sus ciudadanos alcance un nivel de vida
adecuado y nadie tenga negado el acceso a la salud, la educación y la justicia.

Sin embargo, nosotros mismos hemos sido culpables de que nuestra nación se esté cayendo a
pedazos en este momento. Por un lado, una gran parte de nuestros líderes políticos
(incluyendo los de la mal llamada V República) han sido incompetentes para conducir al pueblo
hacia un futuro mejor. Han perdido la oportunidad histórica de convertir a Venezuela en una
potencia regional. También debe recordarse que esos políticos provienen del mismo medio que
el resto de los venezolanos, y los hemos llevado con nuestros votos hasta donde están gracias
a un sistema democrático que parece ser una de las pocas cosas buenas que nos quedan
todavía.

Hemos caído en un círculo vicioso del cual necesitamos salir lo más pronto posible para iniciar
la reconstrucción de la República. La ignorancia crasa en la que está inmersa una gran
cantidad de venezolanos es un medio propicio para que los politiqueros con ansias de poder se
hagan de las suyas y sigan manteniendo a "Juan Bimba" en la misma situación. Las
esperanzas están cifradas en los nuevos líderes políticos, tanto a nivel nacional como regional,
que tienen en sus manos la tarea de restaurar la confianza de la población en la democracia y
sus instituciones.
Muchas veces se han señalado a los partidos políticos como los causantes de todas las
descomposiciones de nuestra sociedad. No obstante, los partidos políticos son una parte
fundamental de toda democracia representativa, ya que son los medios que permiten canalizar
las inquietudes y las necesidades de las masas. Por otra parte, los partidos políticos están
presentes en todas las democracias desarrolladas que han tenido éxito en los ámbitos
económico, social y político. De ahí parte una reflexión necesaria: el problema fundamental no
reside en los partidos per se, sino en la concepción que tenemos de ellos. Hemos convertido a
las organizaciones políticas en grandes máquinas de favores personales y familiares, que van
desde un puesto en un ministerio hasta el otorgamiento de contratos públicos en dudosas
condiciones.

Para resolver nuestra crisis es necesario iniciar un arduo proceso de depuración de la


administración pública, lo cual no se limita a una drástica reducción de la burocracia oficial.
Deben tomarse medidas más profundas como el cambio de mentalidad del venezolano a través
de una colosal campaña de imagen y una mejora substancial de nuestra educación ciudadana,
capaz de erradicar en el mayor porcentaje de compatriotas el lastre de su subdesarrollo mental.

La función primordial de un buen gobierno es suministrar el mayor bienestar posible al mayor


número de ciudadanos. Pero muchos políticos han desdeñado este concepto básico de ciencia
política y han convertido las instancias de poder nacional, regional y municipal en feudos
personales donde priva obtener el mayor lucro personal posible. Se ha perdido la mística de
servicio a la comunidad y los funcionarios públicos han olvidado que sus cargos se deben a la
ciudadanía.

Entonces, ¿dónde está el principal enemigo de nuestro desarrollo económico, social y político?
Pues, simplemente, lo llevamos todos por dentro.

¿Dónde Estamos?

En esta entrega quisiera analizar algunos indicadores internacionales que nos permiten
comparar el desempeño económico de Venezuela con otros países. La mayoría de estos
indicadores ubican a nuestra nación en una situación muy precaria dentro del escenario
internacional, incluso dentro del contexto latinoamericano. Sin embargo, la intención de este
análisis no es contribuir más al pesimismo y a la incertidumbre reinante, sino señalar el camino
y las áreas susceptibles de mejora.

El primer indicador es el Índice de Desarrollo Humano (IDH) publicado anualmente por el


Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este indicador es una media
ponderada de la esperanza de vida, alfabetismo y PIB per cápita ajustado por el coste de vida
en cada país. Para el año 1999, entre 162 países ordenados de mayor a menor desarrollo
humano, Venezuela ocupó el puesto 61. El PNUD clasifica los 162 países en tres grandes
grupos: a) países de alto desarrollo humano; b) países de desarrollo humano medio; y c)
países de bajo desarrollo humano. Venezuela es considerado un país de desarrollo humano
medio. Al observar otras naciones latinoamericanas, tenemos que seis países están mejor
ubicados que Venezuela (Argentina, Uruguay, Chile, Costa Rica -estos cuatro calificados como
de alto desarrollo humano-, México y Panamá). El caso más resaltante es el de Costa Rica, un
pequeño país centroamericano que ha mejorado sensiblemente el bienestar de sus ciudadanos
y ha crecido consistentemente en la última década. Por otra parte, la tendencia en el
mejoramiento del IDH de Colombia (puesto 62) pronostica que este país pronto aventajará a
Venezuela.

Examinemos ahora el Reporte 2001-2002 para Latinoamérica del Foro Económico Mundial con
sede en Suiza. En una muestra de 75 países de todo el globo ordenados de mayor a menor
competitividad económica, Venezuela se coloca en el puesto 61, detrás de Chile, Costa Rica,
México, República Dominicana, Brasil, Panamá, Argentina, El Salvador y Perú. Superando sólo
a Colombia, Guatemala, Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay y Nicaragua.
Este mismo reporte tiene una interesante sección sobre el crecimiento económico en la década
1990-1999 de cada país analizado. Para 1999, el tamaño de la economía venezolana era de
US$ 102.222 millones y el de la colombiana US$ 86.605 millones, lo cual se traduce en una
brecha de US$ 15.617 millones. Sin embargo, en ese lapso de 10 años, la economía
colombiana creció US$ 19.797 millones (29,63%) y la venezolana sólo US$ 10.855 (11,88%).
De continuar estos ritmos de crecimientos en ambos países, dentro de 10 años, la economía
venezolana será sólo US$ 2.099 millones mayor que la de su vecino.

Por último, quisiera presentar el Índice 2001 de Percepción de la Corrupción realizado por
Transparencia Internacional. De 91 países ordenados de menos corruptos a más corruptos,
Venezuela comparte el puesto 69 con Rumania. Sólo cuatro países latinoamericanos se
perciben como más corruptos que Venezuela: Honduras, Nicaragua, Ecuador y Bolivia.
Colombia ocupa el puesto 50 y Costa Rica el 40.

Ante estos indicadores, Venezuela debe afrontar el inmenso reto de recuperar la senda del
progreso, del desarrollo y del mayor bienestar para sus ciudadanos. Es el momento de hacer
un cuidadoso examen de nuestra situación y comenzar a construir el proyecto del país que
queremos.

El subdesarrollo económico venezolano

Nuestra condición de país subdesarrollado nos debe motivar a reflexionar profundamente


acerca de las posibilidades de esta decepcionante situación de atraso. Venezuela es un país
inmensamente rico; posee una plétora de recursos naturales: petróleo, gas, hierro, bauxita, oro,
diamante, tierras fértiles, potencial forestal y una ubicación geográfica envidiable. Pero también
es un país mayoritariamente pobre: el 80% de la población vive en situación de pobreza y el
ingreso per capita anual es de apenas 2500 dólares, cuando en 1977 era de aproximadamente
7445.

Las causas del subdesarrollo son múltiples, pero es oportuno mencionar las condiciones
culturales y climatológicas que, a pesar de no determinar el desarrollo de un país, pueden
condicionarlo en gran medida. Nuestra herencia cultural recibida con la conquista española
difiere enormemente de aquella recibida por los Estados Unidos y Canadá a través de la
colonización anglosajona. La ética protestante influyó enormemente en la conformación
económica y social de los países de América del Norte. Al respecto, el sociólogo Max Weber
escribió un libro titulado "la ética protestante y el espíritu del capitalismo", donde señala que el
desarrollo económico de Inglaterra, Alemania y Estados Unidos durante la Revolución Industrial
recibió una notable impronta del pensamiento religioso calvinista y luterano.

Sin embargo, estas condiciones culturales y climatológicas que limitan nuestro desarrollo
pueden ser soslayada, ya que son factores modificables y dependen en buena medida de la
capacidad del hombre para cambiar su entorno. Países en peores condiciones que el nuestro
han salido adelante luchando contra grandes adversidades, como Alemania y Japón después
de la Segunda Guerra Mundial o Corea del Sur tras la Guerra de Corea que partió a la nación
en dos. La condición de subdesarrollo que aún prevalece en los países latinoamericanos no se
debe tanto a distorsiones inducidas por la política económica o la falta de recursos, sino más
bien son de origen histórico y de índole endógena y estructural.

Debemos considerar que existe un camino mejor y que no debemos quedarnos de brazos
cruzados esperando que la inercia económica y social desarrolle al país. El desarrollo se
planifica y se hace pensando en metas de corto, mediano y largo plazo que comparta la
mayoría de la población. Cualquier plan tiende a fracasar, por muy bueno que sea, sí no existe
consenso alrededor de éste. La población debe estar informada y sentirse comprometida con
un proyecto común de país, aspecto en el cual han fallado nuestros líderes y dirigentes
políticos.
La insatisfacción con la situación actual no debe convertirse en un aliciente de la frustración, el
desorden y la inestabilidad política. Por el contrario, debe ser un reto a trabajar duro, a respetar
y hacer cumplir el orden jurídico, a ser más solidarios y a participar activamente en el proceso
de cambio que la nación reclama.

Los esfuerzos de inversión y de industrialización no logran los efectos planeados cuando


predominan en ciertos sectores de la economía (v.g. el sector agrícola) estructuras que
entorpecen el avance tecnológico, el incremento de la productividad, el empleo eficiente de los
recursos y cuando el sistema educativo no está orientado hacia la formación de mano de obra
de alta calidad. No podemos aspirar a ingresar al exclusivo club de los países desarrollados
con un sistema judicial y carcelario como el que tenemos en la actualidad, donde las leyes y los
lentos procesos favorecen la corrupción y la falta de seguridad jurídica. Por otra parte, si
queremos integrar una sociedad más justa debemos proveer a la población con un sistema de
salud y de seguridad social adecuado que garantice condiciones mínimas de vida.

El desafío que se nos presenta es el de superar la crisis y reencontrar el camino del desarrollo
en un contexto democrático, pluralista y participativo. La variable política del desarrollo es de
gran importancia como indicador del grado de evolución de una sociedad y nuestra
participación en la concreción de una nueva Venezuela es una responsabilidad que la patria
nos está reclamando urgentemente.

Entre la Igualdad y la Libertad

Mucho se ha discutido sobre la igualdad y la libertad como derechos fundamentales en las


sociedades democráticas. Pero, ¿de qué igualdad estamos hablando? ¿Absoluta? ¿Ante la Ley
y el Poder Público? ¿De oportunidades? Nuestra Constitución señala en su Artículo 2 que
"Venezuela se constituye como un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en
general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político".

Desde la perspectiva de la economía, la libertad se refiere a la posibilidad que tienen los


agentes de tomar sus decisiones para maximizar su utilidad dadas las restricciones que
enfrentan. En adición, es necesario determinar qué tipo de igualdad debe prevalecer en nuestra
sociedad y si éste es compatible con el concepto de libertad.

Insistir en la libertad absoluta puede generar desigualdad, ya que los individuos no tienen la
misma dotación de capacidad intelectual ni se desarrollan sometidos al mismo entorno
socioeconómico; especialmente en Venezuela, donde los pobres están excluidos de los
servicios fundamentales. Estas diferencias han conducido a importantes disparidades en la
distribución del ingreso en nuestro país.

La acción del Estado Venezolano debe basarse en una noción de libertad condicionada por la
igualdad de recursos iniciales, es decir, garantizando la igualdad de oportunidades. Los
ciudadanos deben tener la facultad de tomar sus propias decisiones, porque son quienes mejor
pueden defender sus intereses y generalmente tienen la mejor información para hacerlo. Esto
no significa que debamos minimizar por completo el rol del Estado. Ciertamente, éste debe
intervenir cuando se presentan problemas de acción colectiva, es decir, cuando la suma de las
decisiones individuales no conduce necesariamente a la mejor decisión social.

Sin embargo, el Estado tiene otro papel importante en una sociedad libre y democrática, y no
es otro que permitir que todos los ciudadanos, independientemente de su nivel de ingreso,
condición social, racial o física, cuenten con un nivel mínimo de provisión de servicios públicos
y privados. En primer lugar, debe garantizarse el acceso a la educación, salud y justicia.
Igualmente, todo ciudadano debería disponer de una renta mínima vital que le provea de una
adecuada alimentación, techo y vestido, por ser necesidades humanas fundamentales.
No objeto que el sistema capitalista nos incentive a competir para lograr niveles superiores de
bienestar, pero no es ético que lo hagamos en desigualdad de condiciones. Todos debemos
tener acceso a un nivel básico de recursos que nos permita competir de acuerdo a nuestras
capacidades. Cuando construyamos un país que no discrimine por niveles de ingreso o
condición social sino que incentive el desarrollo humano y el talento, tendremos una sociedad
más justa y más próspera.

El Pacto de Punto Fijo y el modelo de desarrollo

venezolano (V)

Por: Ramón Manaure | Domingo, 27/01/2013

En este artículo se presentará una visión sucinta en torno a la relación del Pacto de
Punto Fijo con el modelo de desarrollo predominante durante muchas décadas en
Venezuela, cuestión importante para el análisis de la realidad actual de emancipación
revolucionaria.

Comenzaremos señalando que de acuerdo a Gonzalo Escribano y Mauricio


Betancourt García, entre otros especialistas hablar de desarrollo es algo muy complejo
que nace del campo económico y se puede definir como un proceso que engloba
aspectos económicos, sociales y culturales que pretende buscar el progreso de una
población en estos ámbitos, pero tal definición lleva a pensar que ese avance se logra
a costa de la pobreza de unos pueblos con respecto a otros esto, cuestión indicada por
la teoría de la dependencia, sin embargo al impensar la definición de desarrollo como
dice Miguel Ángel Contreras (2004), encontramos múltiples interrogantes. Esto se
traduce en la elaboración de diferentes modelos de desarrollo basados en las diferentes
teorías que han surgido del mismo donde se clasifican generalmente a los países en
desarrollados, en vías de desarrollo y subdesarrollados. .

En el pacto de puntofijo se pone de manifiesto una idea de desarrollo ligado a lo


económico que predomina para los años en que se suscribe 1958 , propiciado por
Estados Unidos a través de organismos regionales como la OEA, pero principalmente
es la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) que asesora y promueve las
medidas a tomar para lograr el ansiado desarrollo, el modelo de desarrollo que
predomina en la época es del estado de bienestar propulsor de la planificación
centralizada, crecimiento e industrialización en el marco del capitalismo (Escribano s/f).
Particularmente en Venezuela las características son: papel predominante del
Estado como motor de la economía, se favorece el monopolio, la sustitución de
importaciones, iniciativa privada, inversión extranjera, reforma agraria,
perfeccionamiento de las Fuerzas Armadas, igualmente, de acuerdo a González (2003)
tiene las siguientes particularidades:

 El ingreso petrolero la convierte en una economía rentista, donde se transfieren las


ganancias al sector privado a través de diferentes mecanismos como el gasto
público, los bajos tributos, la libertad cambiaria, entre otros.
 Los mecanismos a través del cual se atienden las demandas entre pueblo y
gobierno son los siguientes: El semicorporativismo representado por organizaciones
como la Confederación de los trabajadores de Venezuela (CTV) principal
representante de los trabajadores y Federación Venezolana de Cámaras y
Asociaciones de Comercio y Producción (FEDECAMARAS) representante del
sector empresarial. El clientelismo político de los representantes del pueblo. El
sistema de partidos (penetra todas las organizaciones sociales).

Esto se suscribe en el documento del Pacto, la declaración de principios, el programa


mínimo de gobierno y se detalla en la Constitución de 1961, en este contexto se
desarrollara la política pública incrementalista que viene de los años 50 de donde surge
la administración para el desarrollo que presuntamente llevaran a los países en peores
condiciones al nivel de los industrializados cuestión que aspira Venezuela como lo
señala Aidé Ochoa en su obra Crisis y salidas de la administración pública (Ochoa,
1995).

Luego entre 1959 A 1970 se consolida el estilo de democracia representativa, se


lleva adelante la política de sustitución de importaciones, el sistema se establece bajo
un clima de insurrección temporal donde aparecen las guerrillas, sale del pacto URD

y …‘’diremos que el desarrollo como un proceso espontáneo, es decir, como


una consecuencia de la actuación de ciertos grupos sociales empeñados en
elevar al máximo sus beneficios materiales y su influencia sobre los demás
grupos componentes de una comunidad nacional se produjo en América
Latina a partir de la segunda mitad del siglo pasado, sin exigir o provocar
cambios fundamentales en la estructura social de la gran mayoría de los
paises…’’(Furtado, 1999, p.233).

Por estos años en cuanto a los resultados de la aplicación del modelo de desarrollo
se encuentran los siguientes planteamientos de acuerdo a Stavenhagen (1999) en su
articulo de las siete tesis equivocadas donde afirma: primero que en latinoamérica las
sociedades aparentemente son sociedades duales las áreas arcaicas o tradicionales de
nuestros países acontece lo mismo que en las repúblicas coloniales con respecto a las
ciudades,. Segundo el desarrollo será producto de la distribución de la producción de la
industria nacional, sin embargo, lo real es señalar que unas regiones se modernizan a
costa del atraso de otras. Tercero las regiones atrasadas impiden el progreso del país,
cuestión que es falsa ya que ellos son ricos por la explotación a los atrasados. Cuarta
La burguesía busca destruir a los terratenientes, cuestión errónea al ver que ellos los
tienen como aleados y se valen de estos. Quinto la clase media como el motor de
cambio en el país, en realidad es un sector reaccionario que vive sirviendo a la clase
dominante. Sexta la unidad de América Latina es producto del mestizaje, término
despectivo racista que significa blanqueamiento y destrucción de la cultura indígena y
séptima, la unión entre campesinos y obreros produce cambios en América Latina
cuestión que no se ha producido en esta región, por último, el pacto de puntofijo se va
acoplando convirtiéndose en un bipartidismo AD, COPEI, que mantienen el control de
las instituciones sindicales, gubernamentales y otras, siempre bajo la influencia de los
Estados Unidos.

Referencias bibliográficas.

CANELON, Fidel, Franklin, GONZALEZ. (1998). El modelo político puntofijista,


desarrollo, agotamiento y perspectivas. Revista venezolana de análisis de coyuntura,
vol IV, Nº1, enero-junio, p 11-42.

CONTRERAS N, Miguel. (2004). Ciudadanía, estado y democracia en la era


neocolonial: dilemas y desafíos para la sociedad venezolana. En Daniel Mato
(Coordinador) políticas de ciudadanía y sociedad civil en tiempos de globalización,
Caracas, (111-132).

ESCRIBANO, Escribano (s/f) Teorías del desarrollo

FURTADO, Celso. (1999) Factores Estructurales del Estancamiento Latinoamericano.


En Francisco Lopez Segrera, (pp. 215-234). Caracas: Unidad Regional de Ciencias
Sociales y Humanidades para América Latina y el Caribe. UNESCO.

GONZALEZ, Sonia. (2003). Desconfianza política: el colapso del sistema


de Partidos en Venezuela. Consultado el 12 de enero de 2000
en http://digital.csic.es/bitstream/10261/25634/1/dt-0314.pdf.

OCHOA, Haydee. (1996). Administración pública y populismo en Venezuela. Revista


venezolana de gerencia, volumen 1
La Venezuela pactada: entre el Punto Fijo y el
paquete neoliberal
Autor/es: Agustín Lewit, Luis Wainer
Sección: Especial
Edición: 20

Introducción
Venezuela ocupa, desde hace algo más de una década, un punto neurálgico de la
geopolítica continental. Fue allí, en esa nación medio caribeña y medio
sudamericana, donde a fines de la inefable década de los noventa comenzó a abrirse
la grieta por donde se colaría desde entonces la posibilidad de un nuevo tiempo, no
sólo para dicho país, sino para gran parte de la región.
Desde su consolidación, el proceso iniciado en 1998 con la asunción de Hugo
Chávez ha fungido real y simbólicamente como el motor de lo que –asumiendo los
riesgos de toda generalización– llamamos una nueva época en el subcontinente. Por
ocupar ese centro, es allí, en su incierto y convulsionado presente, donde
actualmente se dirime gran parte del futuro regional, tensionado por un pasado
neoliberal que plantea sendas resistencias a perecer y un nuevo orden –difuso e
indefinido aun– que le sale al encuentro.
Pero, ahora bien: comprender las condiciones particulares que posibilitaron la
emergencia de la Revolución Bolivariana, implica necesariamente ahondar en la
historia contemporánea de dicho país, fundamentalmente en la segunda mitad del
siglo XX. Sólo a condición de desandar esos años, es que se torna posible
vislumbrar el verdadero carácter disruptivo de la emergencia del chavismo.
Bucear por ese período histórico –tal el objetivo del presente trabajo– no es otra cosa
que desentrañar la manera particular en que se estructuró la versión venezolana del
neoliberalismo –sobre la base de un capitalismo sui géneris atravesado por
frondosas reservas petroleras–y la posterior resistencia al mismo traccionada por un
sector importante de la sociedad.
El final del ciclo neoliberal –propiciado, como se verá, por dicha resistencia–
significará en términos políticos la caída de un modelo de democracia absolutamente
singular, vigente desde fines de los cincuenta, la cual, entre otras cosas, tuvo la
particularidad de mantenerse en pie cuando el resto de los regímenes democráticos
de la región se derrumbaron.
Un pacto entre las principales fuerzas políticas del país y las implicancias –tanto
positivas como negativas– de las enormes reservas petroleras, serán los principales
elementos que configurarán la democracia venezolana en las últimas décadas del
siglo pasado. Un itinerario que recorra ese período es tarea obligada para calibrar
con justeza el presente de dicho país.
En el trabajo que sigue proponemos, entonces, analizar los elementos más
importantes que dibujaron la gramática social, política y económica de Venezuela a
partir de la década del 70, poniendo especial atención en el proceso de desembarco
del neoliberalismo en dicho país.
En el caso de Venezuela, la relación entre democracia, neoliberalismo y rebelión
social se torna significativa para el análisis de la profunda estela de crisis que va
dejando el período que aquí trabajamos. Allí opera el neoliberalismo: en esa relación
que marca el pulso de una sociedad que se politiza rápidamente y que encuentra
actores fundamentales para canalizar su expresión social. Un país que no padece las
clásica crisis de la región sobre el modelo sustitutivo de importaciones en los
primeros años 70 –en un mundo trastocado luego de la crisis que produce la subida
de los precios del petróleo– por un motivo sencillo: ser una nación petrolera que va
definiendo funciones –bien y mal– a partir de la renta petrolera y la red de actores y
acciones que esta produce.
El caso venezolano obliga entonces a situarse entre una “democracia modelo” –a
partir del puntofijismo– ofrecida como ejemplo a la región durante largos años, y
una salida de la misma –de los términos del pacto cupular– justamente cuando éste
muestra sus límites y, sobre todo, por la particular forma de conjugar una
democracia excluyente que, readaptada fuertemente a los valores neoliberales,
eclosionaría luego de una seguidilla de intensas crisis y revueltas sociales.

El Pacto de Punto Fijo: un modelo para la democracia


venezolana
Luego de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), en Venezuela surgiría
lo que Hugo Chávez llamó modelo adecopeyano, un acuerdo institucional entre los
dos partidos más importantes del país, Acción Democrática (AD) y el Comité de
Organización Política Electoral Independiente (COPEI), más la Unión Republicana
Democrática (URD). Formalmente, el acuerdo comenzó a funcionar el 31 de octubre
de 1958, tras el pacto firmado en la residencia de Rafael Caldera llamada Punto Fijo.
El partido con más peso al interior de dicho acuerdo era AD, una fuerza de tendencia
socialdemócrata, que se había conformado a partir de una alianza de carácter
policlasista hegemonizada por universitarios y profesionales de los sectores medios,
pero que también incluía una importante porción del campesinado y sectores
populares y obreros de los centros urbanos. En cuanto a COPEI, el cual ocuparía el
lugar de socio menor en el acuerdo, era un partido identificado con la derecha,
vinculado a la Iglesia antirreformista y con influencia en las clases altas y medias del
país, con fuerte incidencia en el ámbito educativo a través de los colegios católicos.
El pacto entre las principales fuerzas políticas implicaba un acuerdo para actuar
conjunta y solidariamente en torno a aspectos como la defensa de la
constitucionalidad y del derecho a gobernar según los resultados electorales. Se
establecía que las fuerzas políticas que no resultasen victoriosas en las elecciones no
podían contemplar el uso de la fuerza para cambiar dicho resultado. También se
apelaba a la conformación de un “gobierno de unidad nacional” a partir de un
“gobierno de coalición”, donde ninguno de los tres partidos podría tener total
hegemonía en el gabinete ejecutivo. (Pacto Punto Fijo, 1958)
En suma, el Pacto de Punto Fijo buscaba una consolidar una estructura que pudiera
dotar al país de estabilidad en términos políticos, económicos y sociales; un
verdadero acuerdo que estableciera la alternancia en el poder de los partidos
mayoritarios, garantizando, por otro lado, la exclusión del Partido Comunista de
Venezuela (PCV). Para entonces, el PCV contaba con una importante influencia en
vastos sectores de la sociedad, producto de su posición de liderazgo en la resistencia
contra la dictadura militar. Así, al salir del gobierno dictatorial, Venezuela daba una
clara señal para la burguesía local y los Estados Unidos respecto a los parámetros
que se respetarían en la nueva etapa que se iniciaba (Nicanoff y Stratta, 2008).
El Pacto de Punto Fijo permitió que se realizaran las elecciones del 7 de diciembre
de 1958, resultando electo presidente Rómulo Betancourt (AD). Posteriormente,
para fines de 1960, la URD abandonaría la coalición de gobierno, dando inicio
formal al bipartidismo conformado por AD-COPEI, que caracterizaría al sistema de
partidos venezolano hasta el año 1993.
Desde 1958, lo que se debía garantizar era una alternancia pero en sentido
restringido, al tiempo que AD y COPEI cohabitaban conjuntamente el aparato
estatal. Así, independientemente de quién tenga el turno de gobierno, se garantizaba
el acceso común a mecanismos clientelares y la disposición de herramientas públicas
como el empleo estatal, los planes sociales, subsidios, becas, así como mecanismos
financiados a partir del reparto de la renta petrolera, articulando entonces
funcionarios locales pertenecientes a estos partidos con los grupos económicos,
tanto nacionales como extranjeros. A su vez, como suele ocurrir con estos acuerdos
de gobernabilidad, por fuera de los mecanismos de control que suponía el pacto
quedarían un conjunto de organizaciones populares a partir de un esquema delineado
–que incluía procesos de cooptación y represión– que podría verse, por ejemplo, en
repartos de tierras públicas, combinadas con desalojo de tierras ocupadas.
Tal como indican Nicanoff y Stratta: “…este proyecto requería la condena,
eliminación y/o cooptación de toda forma de organización de las clases subalternas
que estuvieran por fuera de los mecanismos de control clientelares del Estado (…)
De todas maneras, el edificio montado por el modelo del Pacto de Punto Fijo se
torna escasamente entendible si no se profundiza en la relación estructural que
existía en Venezuela entre la renta petrolera, la dependencia de Estados Unidos y el
tipo particular de Estado que surgió de esos elementos (…) El pacto cupular de
Punto Fijo, la lógica de cooptación y control, el peso de la renta petrolera, la
dependencia de Estados Unidos, el rol del Estado en la acumulación y su relación
con el capital extranjero y local constituyeron las coordenadas donde debieron
moverse los esfuerzos de las clases subalternas y sus organizaciones por romper ese
entramado” (Nicanoff y Stratta, 2008).
Es importante mencionar que el puntofijismo fue exitoso y estable y, además, muy
propagandizado en América Latina como modelo que daba cuenta de las virtuosas
posibilidades de la democracia parlamentaria en la región, frente a una destacada
presencia de dictaduras militares en el resto del subcontinente. Por otro lado,
también es necesario resaltar para el caso venezolano el rol del petróleo como un
elemento estructural para la vida política y económica de dicho país. En efecto, el
Estado capitalista venezolano no solo era un elemento que permitía garantizar el
desenvolvimiento de un patrón de acumulación, sino además era aquel donde se
producía dicha acumulación por el peso de la renta petrolera. El resultado de ello fue
un perfil industrial menos volcado al mercado interno por el potencial de su
producción, y más centrado en industrias complejas capital-intensivas y con un
protagonismo decisivo por parte del Estado, con el cual las diversas fracciones de la
burguesía local articularon constantemente. Así, las empresas que empezaron a
aparecer en los años sesenta eran directamente impulsadas desde el Estado en
asociación con el capital privado y extranjero (Nicanoff y Stratta, 2008).
Cuando durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez se nacionalizó el
petróleo, entonces este modelo alcanzaría su máxima expresión en cuanto a la lógica
de acumulación: la porción cada vez mayor de la renta petrolera apropiada desde el
Estado era derivada, en parte, a través de caminos indirectos hacia las empresas
privadas. El hecho decisivo de este período sería la creación de la compañía estatal
Petróleos de Venezuela –PETROVEN– que más adelante será PDVSA, la cual
asumió con el tiempo rasgos de Estado dentro del propio Estado.
Hecha esta caracterización y en vistas a avanzar en la caracterización del
desembarco de la matriz neoliberal en Venezuela, nos situaremos en el primer
gobierno de Carlos Andrés Pérez, de Acción Democrática, en el año 1974.

Entre el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez y la crisis


de 1983
El primer gobierno de Carlos Andrés Pérez contó con los mayores ingresos
provenientes de la extraordinaria renta petrolera, al mismo tiempo que favoreció el
mayor endeudamiento externo que se había conocido hasta entonces. Dicha bonanza
económica resulta paradójica –sobre todo a la distancia– si se toma en cuenta que el
país no logró establecer las bases para romper con la economía monoproductora
fuertemente dependiente del petróleo. Por el contrario, la riqueza obtenida creó una
fuerte ilusión de prosperidad capaz de ocultar una estructura económica impotente
para hacer derivar la riqueza petrolera hacia una economía productivamente
diversificada e independiente en términos económicos.
Esta fue la época de la “Gran Venezuela”, también denominada la “Venezuela
Saudita”, en alusión al aumento de la renta petrolera, el financiamiento de grandes
proyectos desarrollistas, así como también a la asistencia a actores emergentes –
sectores financieros y económicos– y la aparición de los denominados “nuevos
ricos”, que encarnaban una nueva elite surgida durante este período, ante las
oportunidades que brindaron las riquezas que emanaban del “boom petrolero”, así
como también a raíz del clientelismo que caracterizó a los partidos políticos de la
época, especialmente AD y COPEI (República Bolivariana de Venezuela,
Defensoría del Pueblo, 2007).
Por su parte, y como hemos indicado, el puntofijismo permitió a Venezuela la
emergencia de una clase obrera reducida en su número, pero con un núcleo fuerte
ligado a la industria petrolera, hecho que la convertía en un sector con un peso
político importante por su posición en la estructura económica. Hacia principios de
la década del ochenta, tan solo un 3% de los trabajadores venezolanos generaban el
producto del 90% de las exportaciones; escena que se complejizaría por el lugar que
comienza a adquirir la clase media urbana, consolidada alrededor del mayor
consumo de ciertos bienes que proporcionaba la distribución de la renta petrolera.
Así, Carlos Andrés Pérez, pudo “dotar” de una gran capacidad política y económica
al sistema que ya se había institucionalizado a partir del Pacto de Punto Fijo, por
contar con cuantiosos recursos económicos para “ofrecer” a los distintos sectores
sociales. Al mismo tiempo, la capacidad del sistema de generar la subordinación de
las luchas populares dio un nuevo salto cualitativo. Esos mecanismos, junto al
restablecimiento de relaciones con Cuba y el activo protagonismo de Pérez en la
Internacional Socialdemócrata –con miras a convertirse en su principal expresión en
Latinoamérica– generaron efectos devastadores en buena parte de la izquierda
(Nicanoff y Stratta, 2008), lo que fortalecía la posición del gobierno.
Entre el gobierno de Pérez y el de Luis Herrera Campins (1979-1984) comienzan a
vislumbrarse los signos de un sistema político económico con fuertes limitaciones
en el mediano plazo, las cuales llevarían a una crisis que, en poco tiempo, cambiaría
la estructura económica, política y social del país. El “despilfarro” y la “corrupción”
(dos elemento señalados a posteriori sobre el gobierno de Pérez), llevaron a Luis
Herrera Campins, a fundamentar su campaña electoral a partir del eslogan: “¿Dónde
están los reales?”, interpelando acerca del destino de los vastos recursos
económicos que ingresaron al país en el período anterior.
Luis Herrera Campins recibe al país con la mayor deuda externa que había tenido el
mismo en su historia republicana, y con un modelo de desarrollo económico
francamente agotado. De ahí que, ya durante su campaña electoral, empezara a
plantear la necesidad de estimular la iniciativa privada, fundamentalmente en
relación a la pequeña y mediana industria, además de –y, sobre todo– la no
intervención directa del Estado en el libre flujo de la economía. Es interesante
resaltar aquí cómo comienzan a ensayarse las primeras medidas de corte neoliberal,
como ser la reducción del gasto público y la liberación parcial de los precios.
A partir del año 1981 y hasta 1983, los ingresos fiscales del país se vieron
fuertemente disminuidos producto de la baja en los ingresos petroleros, al mismo
tiempo que gran parte de las divisas que ingresaban al país se fugaban de dólares,
situación que se prolongaría al menos durante dos años.
El anuncio de devaluación por parte del gobierno de Herrera Campis, el 18 de
febrero de 1983, y con él el cambio de paridad cambiaria, constituyó un baño de
realidad en cuanto a la sobrevaluada situación de dos elementos sustanciales para la
democracia venezolana: un bolívar sobrevaluado que nada se condecía con la
realidad económica y una democracia que de tan pactada, encontraba fuertes límites
a la participación política.
Ambas situaciones –primero la económica, luego, más adelante, la política– irían a
mostrar los límites del modelo adecopeyano y la pronta movilización social de
vastos sectores de la sociedad, que de una u otra manera quedaban excluidos de
dicho sistema. Así, las medidas asumidas por Herrera Campis profundizaron la
complicada situación de vastos sectores de la ciudadanía, generando una situación
de insatisfacción y deslegitimación del gobierno que, de a poco, empezaba a dar
cuenta de un descontento mayor con el sistema institucional.
Tal como indica el politólogo venezolano Luis Salamanca, entre los años que
separan los dos gobiernos de Caldera (1969-1974 y 1993-1999), Venezuela
completó su proceso de modernización y movilización social iniciado con el
hallazgo de petróleo. En palabras del autor, el país alcanzó una alta tasa de
urbanización, un crecimiento económico persistente, un importante incremento de la
densidad demográfica (con alta concentración en los llamados “polos de
desarrollo”), un fuerte impulso de las actividades económicas no agrícolas; al mismo
tiempo que una significativa reducción del analfabetismo, una fuerte penetración de
los medios de comunicación en la conformación de la opinión pública y, por último,
la incorporación de los sectores rurales y urbanos a la participación político-electoral
(Salamanca, 1994).
Sin embargo, y como luego veremos, este proceso de “movilización social
petrolera” ha sufrido un fuerte cimbronazo a partir de 1983, cuando comienza una
nueva historia económica marcada por el traumático fin de la convertibilidad de la
moneda nacional en relación al dólar. En febrero de ese año, el gobierno de Luis
Herrera Campíns devalúa el bolívar, iniciándose así un ciclo que se caracterizaría
por una inflación persistente, estancamiento económico, eclosión de la crisis de la
deuda externa, deterioro de las condiciones de vida y empobrecimiento de amplios
sectores sociales, crisis fiscal recurrente, caída de la inversión y descenso de los
precios del petróleo, entre otros factores. Estos elementos se han ido articulando de
tal forma, que activaron, junto a otros, la crisis socioeconómica más profunda de la
historia contemporánea.

Las grietas del puntofijismo: el viernes negro de 1983


El 18 de febrero de 1983 se conoce en Venezuela como el “viernes negro”. Ese día,
fue la cristalización de una serie de fenómenos que venían, como dijimos,
desarrollándose en el contexto de la década de bonanza petrolera. Los elementos que
convergieron en ese momento fueron tres: la incontrolable y creciente deuda externa
(con la particularidad que en 1983 el país debía cancelar una suma equivalente al
50% de su deuda), la fuerte fuga de divisas y la caída de los precios del petróleo
(elemento clave para una economía que dependía y se estructuraba sobre la renta del
petróleo).
El viernes negro venezolano daría lugar a la mayor devaluación en la historia de
dicho país: el bolívar dejaría su condición fija de 4,30 dólares para, luego de diez
días de haberse suspendido toda venta de divisas, tomar tres valores diferenciales
según la utilidad (4,30 para pagar deuda pública y privada, así como también para la
compra de bienes indispensables; 6 bolívares para bienes necesarios pero no
esenciales y, finalmente, 7 bolívares para el resto de las transacciones, flotante entre
oferta y demanda). Esta reestructuración monetaria, que era inédita para una moneda
que había mostrado una gran estabilidad durante muchos años, ahora daba lugar a
todo tipo de especulaciones financieras, como así también –producto de la misma– a
acaparamiento de bienes. Era, como se dijo, el final de “la plata dulce”, del “tá
barato, deme dos” propia del modelo rentista o, el “adiós Miami” que tanto
caracterizaba a los sectores medios venezolanos acostumbrados a recorrer dichas
playas.
El endeudamiento externo del país mostró un alza de gran significación durante los
gobiernos de Carlos Andrés Pérez (1974-1979) y Luis Herrera Campins (1979-
1984), con relación a los gobiernos anteriores del período democrático: pasó a ser
23.000 millones de dólares en 1979, finalizado el mandato de Pérez; y 36.200
millones de dólares en 1984, luego del gobierno de Herrera Campins. Tal aumento
en este período, parece verdaderamente alarmante si pensamos que, durante los
gobierno de Carlos Andrés Pérez y Herrera Campins el ingreso petrolero fue el más
alto durante de todo el Siglo XX (con los cuantiosos aumentos en el precio del
petróleo que hemos mencionado, propios de esta época).
Otro de los elementos que confluyeron en el 18 de febrero de 1983 fue la fuga de
capitales: esta fue de tal envergadura que el gobierno debió recurrir a la transferencia
de dinero desde la industria petrolera –o sea de PDVSA hacia al Banco Central de
Venezuela– con el objetivo de intentar disminuir el déficit. En cuanto a la caída de
los precios internacionales del petróleo, luego de 1982 los países centrales resuelven
“racionalizar” el consumo de energía, disminuyendo así el consumo de
hidrocarburos, lo que llevaría que los miembros de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) a disminuir su cuota en la producción mundial.
Esto implicó para Venezuela una caída significativa del volumen de sus
exportaciones de crudo, lo que significó una enorme pérdida por ingresos petroleros.

El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y el


“paquetazo” neoliberal
A partir de febrero de 1989, la sociedad venezolana entraría en una fase de
profundas transformaciones, sobre un escenario que incluyó importantes estallidos
sociales, uno de ellos a pocos días de la asunción del presidente y de la presentación
de un paquete de medidas económicas y programas de ajustes de corte estrictamente
neoliberal; dos intentos de golpe de Estado en 1992; la posterior destitución del
Carlos Andrés Pérez por cargos de “malversación y peculado de fondos públicos”;
así como también los altos niveles de abstención registrados en los procesos
electorales ocurridos a partir de 1989 ; y la crisis del sector financiero de 1994 y
1995. Desde entonces, y hasta la asunción de Chávez en 1998, Venezuela ha
conocido un sinfín de programas de ajuste económicos, tales como El Gran Viraje,
el Plan Corrales, el PERE o la Agenda Venezuela.
Intentaremos repasar en este apartado, los elementos centrales de este período para
pensar de qué modo el paradigma neoliberal se transforma para Venezuela en una
racionalidad política, en una práctica de gobierno y en un consagrado sentido
común. Dicho de otro modo, nos interesa reflexionar acerca del modo en que un
conjunto de temas políticos y económicos novedosos para una Venezuela –que
mostraba hasta entonces una fuerte presencia estatal, proteccionista y rentista–
logran convertirse en sentido común económico tanto para la clase dirigente como
para vastos sectores de la sociedad en general.
El 16 de febrero de 1989, en el comienzo de su segundo período presidencial, Pérez
anunció el programa que se conoció como el “Paquetazo Económico”, en el que se
presentaba un conjunto de medidas que incluían, entre otras, el endeudamiento
externo con la supervisión del FMI, la liberalización del mercado, el incremento de
tarifas de los servicios públicos, la privatización de empresas estatales, el aumento
del precio del combustible; es decir, un plan de reestructuración neoliberal para la
economía venezolana.
Rápidamente, en respuesta a tales medidas, pero fundamentalmente como producto
del largo proceso de deslegitimación del sistema político e institucional, el 27 de
febrero estalló una revuelta popular conocida con el nombre de Caracazo. Es este un
elemento a prestar destacada atención en relación al devenir del punto fijo pero,
sobre todo, en cuanto a rápida reacción y resistencia de la sociedad venezolana para
hacer sentir su malestar frente a un modelo excluyente. Sobre este punto volveremos
luego, en la medida que avances las medidas del paquetazo.
Sobre el segundo gobierno de Pérez se suscitaban grandes expectativas, a partir de
un imaginario que se sostenía sobre la década del setenta, imaginario que, como
muchas veces sucede, se construye justamente a partir de una selección de imágenes
que deja por fuera los elementos que venían produciendo y producirían el fin de la
“Venezuela Saudita” y el rentismo del que ya hemos hablado. En medio de esas
expectativas el nuevo presidente presenta el 16 de febrero de 1989, –solo a catorce
días de haber asumido– su Plan de Gobierno denominado “El Gran Viraje”,
conocido popularmente como el “Paquetazo Económico”. Como veremos, en dicho
plan, en contraposición a lo planteado en su discurso inaugural, se llamaba
taxativamente a una salida de corte neoliberal a la crisis, planteando la renegociación
de la deuda ante el FMI, fundamentalmente la firma de una Carta de Intención con
este organismo y un conjunto de políticas económicas que iban en la línea propuesta
por los organismos internacionales y los Estados Unidos para América Latina.
El Gran Viraje, ideado por economistas venezolanos en Washington, se corresponde
con el paradigma neoliberal en cuanto a programas implementados en la región. Las
líneas básicas del mismo fueron redactadas en las oficinas del Departamento del
Tesoro de los Estados Unidos, el Banco Mundial y el FMI por dos brillantes
economistas venezolanos egresados de Yale: Moisés Naim, futuro ministro de
Fomento, y Miguel Rodríguez, futuro ministro de Planeamiento. Si el Pacto de
Punto Fijo había nacido en Nueva York, el gran viraje ahora lo hacía en
Washington.
Este plan fue diseñado como un texto básico del Consenso de Washington:
liberalizar el sistema financiero; devaluar la moneda; eliminar las tarifas de
importación; liberar los precios, principalmente combustibles y tarifas públicas
subsidiadas. El resultado fue la explosión popular en las calles conocida como
Caracazo entre los días 27 y 28 febrero 1989.
Como decíamos, el gobierno presentó el “Gran Viraje” o VIII Plan de la Nación, que
caracterizaba y entonces justificaba, el paquete económico neoliberal. Este
documento planteaba los principales problemas del país, intentando evidenciar el
agotamiento del modelo basado en la sustitución de importaciones, al mismo tiempo
que cuestionaba el modelo institucional “centralista”, postulando la necesidad de
contar con un Estado reducido en sus funciones, para que el mercado operara de
forma libre. Como ya hemos visto en términos teóricos, el espíritu sería el que sigue:
“El paradigma que orienta al nuevo modelo es lograr el Equilibrio Social a través de
la Gerencia Social. El Estado interviene en forma selectiva, procurando mantener los
criterios de Equidad y jerarquización, dando prioridad a la ‘eficiencia’. Las Políticas
Sociales se tornan Mixtas (de corte Neoliberal y Neoestructuralistas) por un lado se
encuentran aquellas de carácter estructural que se promueven a través de la
cogestión y, por otro, se mantienen políticas focalizadas para los grupos
vulnerables”.
El gobierno de Pérez, luego de presentar el VIII Plan de la Nación, llevó a cabo en
Washington, el 28 de febrero de 1989, una carta de intención con el FMI,
cumpliendo con los objetivos que se habían planteado en el plan. En dicha carta se
establecía un financiamiento externo de seis mil millones de dólares, un 35 por
ciento de inflación y se calculaba en 3000 millones de dólares el capital que
retornará al país entre los años 1989 y 1991. Como contraparte, el Estado
venezolano se comprometería en llevar adelante “un programa de ajuste
económico”. El documento compromete al gobierno venezolano a limitar las
restricciones a las transacciones internacionales y reestructurar la deuda externa,
evitando caer en nuevos atrasos en sus pagos. De esta manera, cada una de las
recomendaciones que había formulado la misión del FMI en el año 1987 se
convertiría en compromiso afectivo por parte del gobierno venezolano.
Al respecto de la carta de compromiso, y en relación a la disputa desatada en el
Congreso de Venezuela, se señalaban situaciones en relación al no envío de la carta
por parte del Poder Ejecutivo al Congreso para que este la tratase, se cuestionaba el
proyecto en sí mismo, al mismo tiempo que se marcaban episodios de corrupción
alrededor del gobierno de Carlos Andrés Pérez.
“No es posible, colegas parlamentarios, que comencemos este período constitucional
–sin mayoría por parte del partido de gobierno– dándole al Ejecutivo Nacional el
derecho a que pisotee las facultades constitucionales que tenemos. Hoy dos
ministros declaran públicamente que no van a enviar la carta. Entonces, ¿qué
hacemos aquí en el Congreso? O el Ejecutivo nos respeta, o asumimos actitudes
categóricas. (Aplausos). No podemos aceptar que el Gobierno Nacional desconozca
las facultades constitucionales de vigilancia y de control así como la obligación que
tiene de enviar cualquier información que solicite el Congreso y sus Comisiones”
(Diputado Orlando Fernández, del MAS, 23 de febrero de 1989)
“Esa estrategia sería un grave error del equipo económico del presidente Pérez. Los
planes de ‘shock’ han fracasado en toda América Latina [...] en el propósito de
estabilizar y reequilibrar las economías y han dejado un cuadro social desolador,
caracterizado por el incremento de la pobreza, el desempleo y la inestabilidad
política”. (Vivas Terán en: Urdaneta, Marié. “La política de shock sólo ha dado
como resultado la ruina”, El Diario de Caracas, Caracas, 11 de febrero de 1989,
pág. 4.)
Los resultados que arrojarían el quinquenio de Pérez no lograron lo que se
propusieron en términos económicos, ni mucho menos fueron satisfactorios en
cuanto a lo social, motivo por el cual se generó el proceso de mayor protesta social
conocido por el período democrático. Las condiciones de vida y el salario real
habían sido fuertemente afectados: para el año 1994, según indicaba la Oficina
Central de Estadística e Informática, más de 8 millones de personas estaban bajo la
línea de pobreza, y 11 de los 23 Estados del país concentran entre su población un
50% en situación de pobreza.

El Caracazo y la crisis de hegemonía


El 27 de febrero de 1989, es decir, once días después de los anuncios del Gran
Viraje de Pérez y casi simultánea con la firma de la Carta de Intención con el FMI,
explotó en las ciudades más importantes del país una protesta popular en respuesta a
la implementación de las medidas económicas propuestas por el presidente, en el
contexto de las difíciles condiciones de vida de la población y –de forma específica
y como disparador concreto– ante el aumento del pasaje del transporte que se
derivaba del fuerte aumento del precio de los combustibles. El estallido social
mostraría las limitaciones del sistema político institucional vigente, agravado por un
contexto económico y social de crisis aguda.
No era posible encauzar la protesta por medio de los canales institucionales creados
desde el Pacto de Punto Fijo hasta las medidas estrictamente neoliberales decretadas
por el Estado Nacional, cuando los partidos políticos –y su alternancia medida– se
encontraban fuertemente deslegitimados, junto a un conjunto de actores sociales –
como muchos gremios y sindicatos– que se movían con la lógica que el pacto
requería.
Otro elemento a considerar es la aparición en la escena pública de algunos sectores
de las fuerzas armadas autoproclamados como “bolivarianos”, los que venían
gestándose al calor de los acontecimientos, y que se potencian en este contexto de
fuerte movilización, sumado a una gran represión por parte de un Estado que ya no
podía convencer, ni frenar, ni contener el desborde social. Frente a este hecho, es
sustancial recordar que durante el gobierno de Caldera (1969-1974) se decidió
realizar una apertura en las Fuerzas Armadas que consistió en –la lógica del
puntofijismo– evitar un proceso de desestabilización por parte de las mismas, por lo
que se profesionalizó la carrera militar, con su incorporación al sistema universitario
que ahora la dotaba de rango académico. Esa reforma militar, como consecuencia
imprevista, traería la formación de cuadros militares con contenidos teóricos y
políticos inéditos para América Latina, formación que no había sido monopolizada
por la Escuela de las Américas, acostumbrada a formar los militares de la región.
También, otro elemento que daría una singular forma a las Fuerzas Armadas, es su
composición social: la academia militar no se nutre fundamentalmente de sectores
medios y altos; sino más bien de sectores populares.
Así, estos dos elementos permiten comprender por qué la cruenta represión que
recibió el Caracazo produciría un profundo rechazo en muchos militares, que vieron
su función social distorsionada en relación a los intereses del pueblo venezolano;
motivo por el cual la revuelta militar encontraba aquí otro de los motores. Ese grupo
del Ejército buscaría descifrar en pleno auge neoliberal una matriz autónoma de
pensamiento que recogía banderas de grandes líderes de nuestra América. (Nicanoff
y Stratta, 2008).
Las dos revueltas militares del año 1992 (febrero y noviembre) también daban
cuenta del gran malestar a nivel social que empezaba a coincidir con la búsqueda de
construir, por otros canales más amplios, un nuevo proyecto político y social. No se
trataba de un golpe de Estado de forma tradicional, sino que se intentaba lograr un
cambio social profundo, a partir del cual se tenía como objetivo revocar los
mandatos del presidente, congresistas y magistrados mediante un referendo, al
tiempo que acceder a una convocatoria de carácter constituyente
La irrupción en la escena de los militares el 4 de febrero de 1992, potenció la crisis
político-institucional y condensó el resto de los desajustes sociales, económicos y
psicosociales en una sola gran crisis: todos los elementos emergían a la vez,
actuando con una potencia disolvente nunca antes vista en la historia contemporánea
del país (Salamanca, 1994). Cuando Hugo Chávez sale de la prisión, producto del
levantamiento del 4 de febrero de 1992, se va a concretar un paso más en esa crisis
profunda y emergente, colocando al sistema político y económico del país en una
situación de derrota casi infranqueable. En el momento de la rendición de la toma de
Caracas, Chávez había sido detenido y en un tono propio de quien no dudaba en
interpretar la condición de un sistema político derrotado -y mirando por sobre
encima de las circunstancias inmediatas– daba un mensaje que no pasaría
desapercibido ni para amigos ni para enemigos: “Hemos fracasado por ahora,
tiempos mejores vendrán”.
En las elecciones del 6 de diciembre de 1998, habiendo salido Chávez de prisión,
este se presentaría como candidato a presidente, logrando imponerse con el 57% de
los votos; lo que significaría el fin de ese ciclo abierto a partir de la búsqueda por
recomponer la hegemonía –en disputa– desde finales de la década del o80. Ahora sí,
otros tiempos mejores vendrían.
El siguiente fragmento de Hugo Chávez, en el año 1996, grafica el conjunto de los
puntos que a lo largo de este apartado sobre Venezuela, intentamos condensar:

Fragmentos de “Pacto de Punto Fijo: El Fin”


“Sin duda, estamos ante una crisis histórica, en el centro de cuya
irreversible dinámica, ocurren simultáneamente dos procesos
interdependientes: uno es la muerte del viejo modelo impuesto en
Venezuela hace ya casi doscientos años, cuando el proyecto de la
Gran Colombia se fue a la tumba con Simón Bolívar, para dar paso
a la Cuarta República, de profundo corte antipopular y oligárquico y
el otro es el parto de lo nuevo, lo que aún no tiene nombre ni forma
definida y que ha sido concebido con el signo embrionario aquel de
Simón Rodríguez: "La América no debe imitar modelos, sin ser
original. O inventamos o erramos". Por supuesto que el viejo
modelo ha venido cambiando de ropaje y de nombres a lo largo de
todo este tiempo, pero siempre se ha basado en la imposición, en la
dominación, en la explotación, en el exterminio. En este siglo,
durante la última década de gobierno del Genera! Gómez, fue
incubándose un modelo político al que perfectamente pudiéramos
llamar "el modelo adeco", fundamentado especialmente en la
explotación petrolera (en 1926 ya el petróleo había desplazado al
café como primer producto de exportación), en el populismo y en el
autoritarismo. El "modelo adeco" irrumpió el 18 de octubre de
1945; echó sus bases en el Trienio 45-48, para ser desplazado
durante una década y reaparecer en 1958, a la caída del gobierno del
General Marcos Pérez Jiménez. Ahora sí había venido para
quedarse. Desde entonces el nefasto modelo pisó el acelerador al
proceso de sustitución de importaciones, profundizando el rentismo
petrolero y la dependencia, sobre un pacto político cupular-
partidista al que se conoce como "Pacto de Punto Fijo", reforzado
desde ese momento por el calderismo copeyano, cómplice, a pesar
de su papel de actor de reparto, en el festín. El "Modelo
Adecopeyano" devino, como tenía que ocurrir, en una crisis
avalancha que hoy es ya una verdadera catástrofe moral, económica,
política y social. Es histórica e irreversible. Conjuntamente con el
Pacto de Punto Fijo, que lo hizo posible, están no solamente
agotados, sino que se encuentran ahora en la fase terminal de su
triste historia y con ellos se hunde también el modelo económico
colonialista-dependiente.
Esa fase terminal, entrópica, agónica, ha generado un verdadero
maremágnum social, con violentas reacciones populares, civiles y
militares, como aquéllas del 27 de febrero de 1989, e14 de febrero y
el 27 de noviembre de 1992. El viejo modelo, sin embargo, se
resiste a morir. A través de sus pensadores, escritores y
argumentadores de todo género, trata desde hace varios años de
esconder su realidad, elaborando y presentando planes o proyectos
de "estabilización" y de "ajustes", según los cuales bastarían unas
cuantas medidas monetaristas y fiscalistas, además de las
"incómodas pero necesarias políticas sociales", para "superar" la
crisis. Claro que aquel viejo modelo y estos nuevos planes se
inscriben dentro de todo un proyecto político transnacional que, en
alianza con poderosos sectores nacionales, arrecia su ofensiva en
todo el continente con un discurso fetichista de libre mercado,
libertad individualista y competencia, tras el cual se esconde la
pretensión de recuperar y consolidar "por los siglos de los siglos" la
hegemonía de un modelo de acumulación (…) Todos estos planes –
ayer "El Gran Viraje", hoy "La Agenda Venezuela"– se basan en la
tradicional visión fragmentaria y simplificadora que pretende dividir
en partes una realidad que ha demostrado con creces no tolerar tal
descuartizamiento. Así, en un país como Venezuela, donde se han
dilapidado cerca de 300 mil millones de dólares en los últimos
veinte años, ahora se quiere convencer a los venezolanos de que
esta crisis dantesca se solucionará con nuevos créditos del Fondo
Monetario Internacional y del Banco Mundial, además de los
dineros provenientes de las privatizaciones y la desnacionalización
petrolera y minera. Con esto se quiere reducir la magnitud de la
crisis al ámbito meramente económico.
Como también intentan los defensores del viejo modelo presentar
soluciones políticas basadas en el simplismo de una" Reforma del
Estado", llevada al extremo del reduccionismo en la llamada
"Agenda Venezuela", según la cual bastaría con despedir unos cien
mil empleados públicos para que ya el putrefacto Estado venezolano
comience a funcionar. De la misma forma, según esta visión, "la
democracia" es perfectible y puede madurar con sólo reformar
algunas leyes y mejorar unas pocas instituciones. Realmente podría
madurar algo que esté verde, pero una vez podrido, como 10 está
este sistema político, sólo le resta su final desintegración.
Con el mismo enfoque fragmentario aspiran los ahora flamantes
neoliberales enfrentar la espeluznante situación social, agravada
precisamente a raíz de la aplicación del "Shock Pérez" y del
"Ultrashock Caldera". Con los degradantes programas de ayuda
social como artificio, estos engendros prometen ir atenuando las
tremendas convulsiones que azotan a la población venezolana. Es
una nueva "Alianza para el Progreso", en su momento igualmente
fracasada, pero ahora en versión calderiana. Claro que el esfuerzo
reduccionista les lleva a ignorar la fantástica desigualdad en la
distribución del ingreso, cuya brecha se ensanchó en un 30%
durante los tres años del primer shock. Para los cultores del
Capitalismo Salvaje, estos indicadores no tienen la mayor
importancia. Como tampoco les dice nada en sus tableros, el hecho
criminal de que entre 1988 y 1991, el número de venezolanos por
debajo de la línea de pobreza crítica se incrementó de 45% a 60% y
ahora con ultrashock se acerca al 90%, mientras que la pobreza
extrema saltó sus barreras históricas desde un 25% hasta la
descomunal cifra d 50% en mayo de 1996, nivel de cuyo registro no
hay precedentes en la memoria histórica venezolana, ni siquiera en
los años posteriores a la larga y dolorosa Guerra de Independencia y
que a su vez precedió a la Revolución Federal. Por encima de todo
esto, avanza la Agenda Venezuela, aplaudida en los lujosos salones
de Washington y Caracas, con el mismo rigor con que es sufrida por
millones de hogares de la clase pobre venezolana.
Para salir del laberinto: Alternativa Bolivariana
“El enfoque fragmentario y simplificador de la "Agenda
Venezuela", es además fundamentalista, al ser presentada como la
única vía disponible, sin la posibilidad de que pueda haber por
alguna recóndita dimensión del pensamiento, otra modesta opción
para los venezolanos. Es el "fin de la historia" de Fukuyama
tomando por asalto la tierra de Bolívar. Es la negación de la
inteligencia misma. "Muera la inteligencia", pareciera ser el lema
central de la "Agenda Venezuela". Los bolivarianos, los
revolucionarios, los patriotas, los nacionalistas, nos negamos a
aceptar y mucho más, a seguir, tales postulados. El fin de su vieja
historia es para nosotros el comienzo de nuestra nueva historia. Es
en medio de esta dinámica cuando surge la Agenda Alternativa
Bolivariana, producto del estudio, del pensamiento, del trabajo y la
experiencia de hombres y mujeres que hemos comprometido
nuestra acción vital con una doble y formidable tarea: la muerte de
10 viejo y el nacimiento de 10 nuevo. La AAB, rompe con el
fundamento neoliberal, se rebela contra él; derriba los estrechos y
negros muros de la visión unilateral, fragmentaria y reduccionista,
para mirar en derredor y percibir la realidad en toda su magnitud, a
través de un enfoque humanístico, integral, holístico, ecológico. Por
ello la AAB comienza diciendo que el problema a solucionar no es
económico meramente, ni político ni social. Los abarca a todos
ellos, es verdad. Pero va más allá de su conjunto. La forma de
enfrentarlo, entonces, es a través de un poderoso ataque coordinado
a lo largo de todo el frente. Atacar por partes implicaría la derrota,
parte por parte. Así, la estrategia bolivariana se plantea no
solamente la reestructuración del Estado, sino de todo el sistema
político, desde sus fundamentos filosóficos mismos, hasta sus
componentes y las relaciones que los regulan. Por esa razón
hablamos del proceso necesario de reconstitución o refundación del
Poder Nacional en todas sus facetas, basado en la legitimidad y en
la soberanía. El poder constituido no tiene a estas alturas la más
mínima capacidad para hacerlo, habremos necesariamente de
recurrir al Poder Constituyente, para ir hacia la instauración de la
Quinta República: la República Bolivariana”.
Hugo Chávez Frías, 1996

Algunas consideraciones finales


Tal como vimos, el despliegue del neoliberalismo en Venezuela tuvo tintes muy
particulares que, si bien en términos de consecuencias sociales terminó luego
asemejándose a lo acontecido en el resto de la región, hicieron del mismo una
experiencia singular. Mucho influyó el tipo de democracia pactada entre las
principales fuerzas políticas que, al tiempo que quitó lugar a cualquier tipo de
interrupción militar, excluyó a fuerzas minoritarias dejando así fuera del juego
político a importantes sectores de la sociedad. Este entramado, sumado a las
posibilidades brindadas por la renta petrolera y a un Estado que se configuró
alrededor de la misma, hacen de Venezuela un caso sui géneris.
Como también hemos resaltado, el éxito del puntofijismo fue altamente difundido en
la región y presentado como un modelo de virtuosa democracia parlamentaria, que
garantizaba un desarrollo social en paz. No hay que perder de vista que tal difusión
ocurrió en paralelo a un período de intensas movilizaciones populares en América
Latina, signada además por la proliferación de los gobiernos dictatoriales en el
subcontinente. Frente a dicho escenario, a Venezuela le bastaba aislar el fantasma de
la revolución a partir de un consagrado pacto entre sus cúpulas partidarias.
Asimismo, resaltamos que en dicho contexto –junto al rol de la renta petrolera como
un elemento estructural para la vida política y económica del país– va a tener lugar
el desembarco del paradigma neoliberal en Venezuela. Pero el mismo va a ocurrir en
un país con un perfil productivo menos volcado al mercado interno y más centrado
en industrias complejas y con un protagonismo central del Estado, lo que corona una
situación esencialmente diferente a la de otros países del continente.
Igualmente, y por sobre las particularidades señaladas, Venezuela compartiría el
derrotero regional en tanto, tras la incursión de una fuerte intervención estatal,
sobrevenía un período neoliberal clásico, similar al aplicado en el resto de América
Latina. Y, tal como sucedió en otros países del subcontinente, dicho viraje despertó
la resistencia de un sector variopinto de la sociedad –que incluyó la fundamental
participación de una fracción de las Fuerzas Armadas– el cual abriría en el mediano
plazo las grietas por donde se presentaría la inédita experiencia chavista.
De este modo, el Caracazo abriría un campo de disputa por la hegemonía,
caracterizado por una constante movilización social: numerosas y confrontativas
protestas populares, aunque carentes de un proyecto definido y de una conducción
que nucleara a las mismas, marcarían el pulso de los años que se aproximaban para
la escena política del país. Los sectores populares empezaron a ocupar la escena
política tanto real como simbólicamente: entre ambos elementos, estos sectores
empiezan a contar con la posibilidad real de construir un nuevo tipo de poder. Por
eso decimos que la disputa era por la hegemonía, porque como indica Stratta, “uno
de los elementos más disruptivos de la rebelión fue la puesta en acto de la violación
de fronteras sociales, espaciales, simbólicas, invisibles pero existentes. La
destrucción violenta de imágenes y objetos representativos (como fue la destrucción
de vidrieras, el saqueo de electrodomésticos y distintas mercancías que resultaban
ostentosas e inalcanzables para muchos de quienes se manifestaban) equivale a
eliminar una jerarquía que ya no se admite, a suprimir las distancias válidas
generalmente establecidas. Asimismo, el hecho de que las barriadas populares de
Caracas se encuentren en los cerros, rodeando desde arriba el casco urbano central,
permitió construir en las clases altas y medias una sensación de “amenaza”, de
asedio que se transformó en paranoia a partir del Caracazo” (Nicanoff y Stratta,
2008, p. 5).
Por ello hemos intentado plantear preliminarmente –y con todas las limitaciones del
caso– una situación venezolana de largo alcance; porque no es posible comprender
el significado del “sacudón” de febrero sin atender a procesos de complejo anclaje
en la sociedad venezolana. La eclosión marca el agotamiento del sistema político,
entendido, en términos gramscianos, como crisis orgánica (Gramsci, 2003) del
sistema inaugurado con el puntofijismo, más la profundización de ese modelo de
acumulación basado en la renta petrolera, que fue excluyendo a amplias capas de las
clases populares y, finalmente, la saturación de un modelo burocrático estatal, ahora
al resguardo de los intereses de empresas multinacionales en acuerdo de control con
los organismos de crédito internacional.
Crisis orgánica, porque lo que se cuestiona es la relación que constituyen
dominantes y dominados, donde lo que se problematiza son las condiciones para
establecer un consenso duradero: los sectores dominantes venezolanos ya no pueden
representar el interés común de la sociedad, y el Caracazo lo expresa de ese modo;
lo seguirá haciendo hasta la llegada del gobierno de Hugo Chávez Frías, que
intentará recomponer la hegemonía a partir de un intento decidido de romper la
trama neoliberal.
Los quince años que el chavismo lleva al frente de Venezuela hay que mirarlos a la
luz del pasado-presente que intentamos analizar. Es en esa distancia entre el pasado
neoliberal y un presente que batalla cotidianamente por cerrar dicho ciclo y construir
un nuevo orden, donde reside la verdadera densidad de la Revolución Bolivariana, y
en base al cual hay que juzgar la trascendencia de dicha experiencia para la historia
venezolana y regional contemporánea.

Bibliografía

o Boron, Atilio, Estado, capitalismo y democracia en América Latina, Buenos Aires,


Imago Mundi, Bs, 1991.
o ----------------, «América Latina: crisis sin fin o fin de la crisis», en: América Latina
2020. Escenarios, alternativas, estrategias, López Segrera y Daniel Filmus
(comps.), Unesco-Flacso-Temas Grupo Editorial, Buenos Aires, 2000.
o Brieger, Pedro, “De la década perdida a la década del mito neoliberal”, en La
globalización económico-financiera. Su impacto en América Latina, Gambina, J.
(comp.) Buenos Aires, CLACSO, 2002.
o Casilda, Ramón, “América Latina: Del Consenso de Washington a la Agenda del
Desarrollo de Barcelona”, Documento de Trabajo, Área: Economía y Comercio
Internacional/ América Latina, 2005.
o Flax, Javier, Ética, Política y Mercado: en torno a las ficciones neoliberales,
Buenos Aires. Universidad Nacional General Sarmiento, 2013.
o González, H.; Marín, J.C., Sader; E., Svmapa, M.; y Tapia, L., Los gobiernos
progresistas en la región: escenarios futuros, Buenos Aires, Argumentos, Revista
de Crítica Social, Nº 12, 2010, p. 1-49.
o Klein, Naomi, La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre,
Barcelona, Paidós, 2007.
o Lewit, Agustín, Wainer, Luis (2012), “¿Posneoliberalismo en América Latina?
Transformaciones políticas y económicas en la última década”, en: Anuario 2012,
Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini, Buenos Aires, 2012.
o Murillo, Susana, Colonizar el Dolor. La interpelación ideológica del Banco Mundial
en América latina. El caso argentino desde Blumberg a Cromañón, Buenos Aire,
CLACSO, 2008.
o -------------------, “Estado, sociedad civil y gubernamentalidad neoliberal”, en:
Entramados y Perspectivas, revista de la carrera de Sociología, UBA, 2011.
o Nicanoff, Sergio, y Stratta, Fernando, “La Revolución Bolivariana. Notas sobre la
relación entre Estado y movimientos sociales”, en: Jornadas Internacionales de
Problemas Latinoamericanos, Mar del Plata, Buenos Aires, 2008.
o Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos- OCDE, 1995.
o Orlansky, D., “Políticas de Descentralización Y Desintervención Estatal”. Preparado
para su presentación en el XXI Congreso Internacional de LASA, Latin American
Studies Association, The Palmer House Hilton Hotel, Chicago, Illinois, 1998.
o ---------------, “Política Y Burocracia. Los últimos cincuenta años”, Buenos Aires, 5º.
Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. Asociación Argentina de Especialistas
en Estudios del Trabajo, 2001.
o ---------------, “El Concepto de Desarrollo y las Reformas Estatales: Visiones de los
Noventa”. Presentado en Tercer Congreso Argentino de Administración Pública.
Sociedad, Estado y Administración, 2005.
o Pollit, Christopher, y Bouckaert, Geert, Public Management Reform: A Comparative
Analysis, Oxford, Oxford University Press, 2000.
o Rapoport, Mario, “Orígenes y actualidad del ‘pensamiento único’”, en: La
globalización económico-financiera. Su impacto en América Latina, Gambina, J.
(comp.), CLACSO, Buenos Aires, 2002.
o República Bolivariana de Venezuela, Defensoría del Pueblo, A 18 años del
Carazazo. Sed de Justicia, Caracas, Venezuela, 2007.
o Rodríguez Rojas, Pedro, “Venezuela del neoliberalismo al socialismo del Siglo
XXI”, Política y Cultura, N° 34, México., 2010.
o Sader, Emir, “Necesidad de acabar con el esquema neoliberal”, en: Le Monde
Diplomatique, N° 40, octubre, 2002.
o ---------------, Posneoliberalismo en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2008.
o Salamanca, Luis, “Venezuela. La crisis del rentismo”, en: NUEVA
SOCIEDAD Nº.131, Caracas, 1994.
o Thwaites Rey, Mabel, La autonomía como búsqueda, el estado como
contradicción, Buenos Aires, Prometeo, 2004.
o Torre, Juan Carlos, Las dimensiones políticas e institucionales de las reformas
estructurales en América Latina, Naciones Unidas – CEPAL, Santiago de Chile,
1997.
o Vázquez, Federico; Damoni, Ezequiel, y Flores, Emiliano, Integración o
dependencia. Diez tesis sobre el presente de América Latina, Buenos Aires,
Continente, 2012.
o Vilas, Carlos, Después del Neoliberalismo: Estado y procesos políticos en América
Latina, La Plata, UNLa, 2011.

S-ar putea să vă placă și