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Sucesiones - Bolilla 3

DERECHO DE OPCIÓN. CONCEPTO. CADUCIDAD. INTIMACIÓN. TRANSMISIÓN. ACREEDORES DEL


HEREDERO.-

Derecho de opción.-Producida la muerte del causante, el llamado a la sucesión no está obligado a aceptar la
herencia. Esta facultad, implica un diametral apartamiento de las soluciones romanas, donde los llamados a la
sucesión se dividían en tres categorías: los heredes sui et necessarii, los necessarii y los heredes extranei. Mientras
que los pertenecientes a los dos primeros grupos recibían la herencia de pleno derecho y carecían de la facultad
de repudiarla, los del último podían aceptarla o renunciarla.

Nuestro ordenamiento, coherente con el sistema imperante en todas las legislaciones contemporáneas en el cual
la condición hereditaria no es impuesta a nadie, posibilita que el llamado a la sucesión pueda manifestarse
voluntariamente sobre si la acepta o la renuncia. Esa manifestación habrá de determinar la posición del sucesible
frente a la herencia, ya que según elija uno u otro de los términos de ese derecho de opción habrá de convertirse
en sucesor o en extrañó a la herencia. Puede ocurrir también que lejos de expresarse guarde silencio, en cuyo caso
corresponde determinar las consecuencias jurídicas de esa abstención. Conviene recordar que con respecto a la
transmisión hereditaria aquella se opera en el momento mismo de la muerte del causante, producida de pleno
derecho desde ese instante y sin solución de continuidad, de manera tal que con abstracción de que el sucesible
haya o no aceptado, el traspaso se produce con el deceso, sin que exista el menor intervalo en que los bienes
carezcan de titular. De lo expresado, podrían inferirse que la aceptación carecería de todo interés y que lo único
relevante sería la renuncia. Sin embargo, pese a la posible contradicción que el sistema de nuestra ley evidencia, la
aceptación tiene como efecto fijar la posición del heredero consolidando su título.

Momento en el cual puede ejercerse ese derecho.- El ejercicio del derecho de opción supone, como elemento
necesario y previo, el fallecimiento del causante. Es lo que dispone el Código Civil y Comercial en el juego de sus
artículos 2286 y 2287: “Las herencias futuras no pueden aceptarse ni repudiarse”. “Todo heredero puede aceptar la
herencia que le es deferida o renunciarla, pero no puede hacerlo por una parte de la herencia ni sujetar su opción a
modalidades. La aceptación parcial implica la del todo; la aceptación bajo modalidades se tiene por no hecha”,
respectivamente.

En suma, el llamamiento de la herencia se produce con la muerte del titular de la parte transmisible del
patrimonio, que además causa la apertura de la sucesión. Mientras no hay llamamiento no pude haber aceptación.

Es la muerte la que provoca el ofrecimiento de la herencia y entre tanto no sea ofrecida no puede ser tomada. La
aceptación de la herencia es el acto jurídico mediante el cual el llamado a suceder asume los derechos y las
obligaciones emergentes de la sucesión mortis causa, con los límites impuestos en el artículo 2317, es decir,
queda obligado por las deudas y legados de la sucesión sólo hasta la concurrencia del valor de los bienes
hereditarios recibidos, salvo que se den las circunstancias previstas por el artículo 2295 de aceptación forzada por
la que el heredero que oculta o sustrae bienes de la herencia es considerado aceptante con responsabilidad
ilimitada.

Si la vocación nace en el momento de la muerte del causante, es su aceptación la que confirma la calidad de
heredero. La renuncia, como se verá, en cambio, es la declaración de voluntad de no asumir tales derechos y
deberes. Por ella el renunciante es considerado como que no ha sido nunca heredero, como si nunca hubiese sido
llamado a la herencia.

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Desde el momento en que la sucesión ha sido deferida, lo que supone la unión de los dos primeros elementos de
la transmisión, o sea la apertura de la sucesión y la vocación del sucesor, éste puede otorgar su aceptación o
interponer su renuncia. La alternativa entre ambos términos, opuestos en su consecuencia, se manifiesta como un
derecho de opción. Este derecho de opción sólo existe eficazmente desde que la sucesión ha sido deferida. Antes
de ese momento no puede haber ni aceptación ni renuncia. Si en vida de aquel a quien se trata de suceder
después, alguien hubiera aceptado o renunciado la herencia o el legado para los cuales se creía con vocación
suficiente, emergente de la ley o de testamento por el causante, tal acto de opción no lo obligaría ni lo
beneficiaria, y así, sólo cuando medie una aceptación o una renuncia posteriores a la apertura de la sucesión, el
sucesor será considerado aceptante o será considerado renunciante. El presunto heredero que hubiere
aceptado o repudiado la herencia de una persona viva puede entonces renunciar a ella o aceptarla luego del
deceso de esta persona. Lo que implica que el acto contrario a la ley, en la especie concreta, carece de efectos
jurídicos.

Con la apertura de la sucesión se actualiza la vocación sucesoria que llama al heredero, otorgándole la alternativa
de aceptarla o renunciarla. No está obligado a ello hasta que no se den las condiciones establecidas en el artículo
2289, es decir, mientras no sea intimado por quien posea un interés legítimo en que se pronuncie puede
abstenerse de ejercer la opción entre aceptar o renunciar. Los artículos 2288 y 2289 como se verá, establecen las
consecuencias del silencio del heredero en caso de cumplirse alguna de las circunstancias previstas en ellos que
tratan, el primero, la caducidad de la opción por el transcurso del tiempo: se establece que ha renunciado en
modo tácito; en tanto que, por el segundo, si el heredero ha sido intimado por terceros interesados y guarda
silencio, la consecuencia de su silencio es la aceptación.

El sucesor con llamamiento eventual.- Nada impide que acepte o renuncie a la herencia antes de ser llamado, es
decir, luego de la muerte de cuya sucesión se trate, pero con anterioridad a que el heredero con llamado
preferente haya aceptado o renunciado la herencia. La aceptación o renuncia del sucesor eventual producirían, en
caso de la ulterior renuncia o de pérdida del derecho del sucesor preferente, el mismo efecto que si hubiera
tenido lugar después de la renuncia o pérdida del derecho de éste. Si el llamado en primer término acepta la
herencia, la manifestación que haya efectuado el sucesor eventual no produce efecto alguno en virtud de no
haberse efectivizado su llamamiento. Esto es así porque la prohibición legal resulta del condicionamiento de
tratarse de una herencia futura y en el caso expuesto no es herencia futura sino que lo que estaría pendiente en el
tiempo es la aceptación, renuncia o sanción al heredero preferente que cause con posterioridad el llamado al
sucesor eventual.

La prohibición expresa contenida ne la norma en comentario tiende a morigerar sus consecuencias en virtud del
contenido del artículo 1010 que si bien en su primera parte coincide con lo aquí expresado, al establecer que la
herencia futura no puede ser objetos de los contratos ni tampoco pueden serlo los derechos hereditarios
eventuales sobre objetos particulares, a continuación determina que: “Los pactos relativos a una explotación
productiva o participaciones societarias de cualquier tipo, con miras a la conservación de la unidad de la gestión
empresaria o a la prevención o solución de conflictos, pueden incluir disposiciones referidas a futuros derechos
hereditarios y establecer compensaciones a favor de otros legitimarios . Estos pactos son válidos, sean o no parte
el futuro causante y su cónyuge, si no afectan la legítima hereditaria, los derechos del cónyuge, ni los derechos de
terceros”.

Caducidad del derecho Existen instituciones jurídicas que extinguen acciones o derechos sin que tengan el carácter
de sanciones punitivas pues no son consecuencia del incumplimiento del deber jurídico u obligaciones. En este

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caso la caducidad consiste en la extinción del derecho de elegir por haber transcurrido el plazo fijado por la ley
para su goce o ejercicio. En esas situaciones la ley prescinde de la expresión de voluntad del causante
atribuyéndole efectos a su silencio, y es así, tal lo dicho, que es tenido por renunciante, por haber caducado su
derecho de opción. Su falta de respuesta a la intimación de sujeto interesado para que se expida lo convierte en
aceptante.

Caracteres.- Indivisibilidad. La idea de mantener el principio de la indivisibilidad de la aceptación hereditaria se


justificó históricamente por los civilistas sobre la base de tres criterios que exponen la herencia como la
continuación de la personalidad del causante, la necesidad de proteger a los acreedores y el respeto a la voluntad
del difunto. En la actualidad, la vigencia de lo expuesto radica en la necesidad de protección de los acreedores y
en la nocion de que el llamamiento se produce a la universalidad. Que de ninguna manera resulta menoscabado
como consecuencia de que ese llamamiento se efectivice posteriormente sobre una cuota. El llamado como
heredero fue llamado al todo y su aceptación es indivisible. Se es o no es heredero. Es que el heredero aceptante
ha de ocupar la misma posición que el causante, esto es, ha de subrogarse en su puesto como titular de todos sus
bienes, derechos y obligaciones. En definitiva, la aceptación ha de recaer sobre el conjunto de las relaciones
jurídicas del causante que sean transmisibles por causa de muerte. No puede recaer sobre parte de los mismos
por exclusiva voluntad del llamado.

Pura y simple. Asimismo, el acto de aceptación ni puede estar sujeto a modalidades y si ello ocurriera la
aceptación se tiene por no hecha, es decir, se tiene por renunciada, porque no implica una voluntad cierta de
heredera, aunque sea en parte. El llamado a suceder tiene la libertad de manifestar si quiere o no ser heredero,
pero su expresion de voluntad debe ser por el todo, y no sometida a modalidades, como ser plazo o condición.
“La aceptación no puede hacerse a término ni bajo condición ni sólo por una parte de la herencia: la ley pregunta
a las personas llamadas si quieren o no ser herederas y ellas deben contestar afirmativa o negativamente, por el
todo y sin plazos ni condiciones”.

Caducidad del derecho de opción.- “El derecho de aceptar la herencia caduca a los diez años de la apertura de la
sucesión. El heredero que no la haya aceptado en ese plazo es tenido por renunciante. El plazo para las personas
llamadas a suceder en defecto de un heredero preferente que acepta la herencia y luego excluido de ésta, corre a
partir de la exclusión”. Art. 2288.

El legislador determina un plazo para que el sujeto del derecho lo ejerza. La estructura jurídica nacional posee una
organización normativa tendiente a la protección de la circulación del tráfico jurídico. Se intenta con ello estimular
la actividad comercial, se da firmeza a los actos y la redacción normativa establece con clara determinación un
plazo a partir del cual el derecho sobre los bienes se pierde para el desinteresado, naciendo así para otro sujeto a
que pueda darle a los bienes un destino que satisfaga el interés social superior. La norma es contenedora de
principios de la mayor utilidad social; causa que al final de un cierto tiempo los derechos no puedan hacerse
revivir y responde a fines de interés social, convirtiéndose según Salvat, en una institución de orden público.

Sostiene Alterini que resulta de aplicación a la norma los fundamentos vertidos respecto de la prescripcion
adquisitiva al sostenerse que se trata de una institución de orden público que tiende a dar estabilidad y firmeza a
los negocios, disipar incertidumbres del pasado y poner fin a la indecisión de los derechos.

El principio general es que el derecho de opción puede ejercerse a partir de la apertura de la sucesión toda vez
que, como lo impone el contenido normativo del artículo 2286, las herencias futuras no pueden ser aceptadas ni
renunciadas. A partir de ese momento el llamado a suceder puede manifestar su voluntad de aceptar o repudiar la

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herencia. No obstante ello, el legislador ha previsto que para los que posean un llamamiento eventual el plazo no
queda cumplido a los diez años de la muerte del causante, sino a los diez años de que el que poseía un
llamamiento preferente sea excluido de la herencia por renuncia o sanción.

En cuanto al significado de la reforma, el Código Civil derogado establecía un plazo mayor para ejercer el derecho
de opción y diversa consecuencia ante el silencio del heredero. El artículo 3313 del mencionado código derogado
establecía el plazo de veinte años, y su nota explicativa indicaba que después de veinte años del silencio el
heredero perdía el derecho de renunciar, salvo que se encontrare en presencia de otros herederos que hubieran
aceptado. En este último caso se consideraba que el silencio del heredero que se había abstenido equivalía a una
renuncia de su parte y perdía la facultad de aceptar. El Código vigente ha dado una única consecuencia ante el
silencio en las circunstancias descriptas. En todo caso, el heredero que ha dejado transcurrir ese tiempo queda
como renunciante.

En rigor de verdad, el artículo 3313 que establecía que “El derecho de elegir entre la aceptación y la renuncia de la
herencia se pierde por el transcurso de veinte años, desde que la sucesión se abrió”, había generado basto
conflicto en la doctrina, proyectándose las respuestas ensayadas por ella, en concepciones absolutas y relativas.
Una de las concepciones absolutas era la adoptada por Machado, Segovia y Llerena, según la cual, el vencimiento
de los veinte años convertía al sucesible en aceptante ya que –sostenían los autores nombrados- adquirida la
propiedad de la herencia, ésta no podía perderse por el mero transcurso del tiempo. A esta posición adhería
asimismo el maestro Lafaille.

Prayones adoptaba en cambio, una solución absoluta y diametralmente opuesta a la anterior. Sostenía que el
artículo en cuestión establecía que lo que se perdía era el “derecho de elegir entre la aceptación y la renuncia” y
que esa elección venía pues a constituir el derecho hereditario que se descompone en ambas facultades. Luego,
afirmaba, “lo que se pierde por el transcurso de los veinte años es el derecho hereditario y ya no habrá lugar para
aceptar o renunciar: la persona queda como un extraño a la sucesión, tal como si no hubiese sido heredero,
porque ha perdido la facultad de aceptar o renunciar, que es lo que constituye la esencia del derecho del
heredero”.

Belluscio, junto a Borda y otros autores, atendiendo a lo dispuesto por la nota del artículo 3313 que hace
referencia a la inoponibilidad de la falta de renuncia al pariente ignorante, concluyen que la interpretación
correcta del precepto conlleva a considerar que por el transcurso de veinte años el sucesible –provenga su
llamamiento de la ley o de fuente testamentaria- deberá ser considerado heredero si otro no ha aceptado la
herencia, y renunciante si otro heredero la hubiera aceptado.

Intimación a aceptar o renunciar.- “Cualquier interesado puede solicitar judicialmente que el heredero sea intimado
a aceptar o renunciar la herencia en un plazo no menor de un mes ni mayor de tres meses, renovable una sola vez
por justa causa. Transcurrido el plazo sin haber respondido la intimación, se lo tiene por aceptante. La intimación no
puede ser hecha hasta pasados nueve días de la muerte del causante, sin perjuicio de que los interesados soliciten las
medidas necesarias para resguardar sus derechos. Si el heredero ha sido instituido bajo condición suspensiva, la
intimación sólo puede hacerse una vez cumplida la condición”. Art. 2289.

El plazo de diez años otorgados al heredero para optar, tiene como presupuesto la inexistencia de terceros
interesados en el pronunciamiento del llamado a la sucesión, ya que si los hubiere, sería inaceptable imponerles
la quieta espera para aguardar el conocimiento de quién es el legitimado pasivamente contra el cuál dirigir
sus acciones. La norma prevé que la intimación es judicial, a diferencia de lo que disponía el artículo 3314 del

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código derogado que no restringía la forma. La promoción del proceso judicial sucesorio, según la mayoría de los
códigos de forma, impone a los acreedores, considerándose abarcados en ellos los legatarios, que sólo podrán
iniciar el proceso sucesorio después de transcurridos cuatro meses del fallecimiento del causante, pero sólo en el
caso que previamente hayan efectuado la intimación de la norma en comentario. Por ello, a efectos del
cumplimiento de la estipulación legal, los acreedores deberán recurrir a una medida preliminar pues no están
habilitados para promover la apertura del proceso judicial sucesorio hasta tanto no se haya efectuado.

El heredero intimado que guarda silencio es aceptante. Llerena sostenía que el carácter de heredero está impuesto
por la naturaleza misma; viene del parentesco que existe entre el difunto y el heredero. Se agrega a lo dicho por el
autor que puede provenir también de otro vinculo familiar no parental o cualquier otro que haya motivado al
causante a instituir heredero, y cualquiera de ellos merece protección legal. Por ello, el autor citado consideraba
que la facultad de renunciar es un beneficio acordado por la ley y el silencio del heredero, durante el tiempo que
ésta le acuerda para hacer uso de la opción, implica renunciar a ella; la ley supone que ha renunciado a la facultad
de renunciar y por lo tanto queda con el carácter de heredero. Ello así, por el sistema adoptado por nuestro
Código, donde la herencia es deferida al heredero de pleno derecho desde la muerte del causante, momento
desde el cual se lo considera a aquél como propietario. Por lo tanto, como observa Maffía, si el heredero quiere
cambiar ese status del cual goza debe manifestarlo expresamente.

Forma y plazo de la intimación. El plazo durante el cual el heredero puede ejercer su derecho de opción no impide
que, antes de transcurrir el mismo, cualquier interesado exija a aquél que se pronuncie anticipadamente al
respecto. En este caso la opción se manifiesta como un deber, como consecuencia de la intimación, en razón de
que la existencia de la facultad de no pronunciarse dependerá de la actitud que asuman los demás interesados. Es
decir, el derecho de optar del heredero nace desde el fallecimiento del causante, en cambio, el deber de optar
surge sólo cuando los terceros le exijan que se manifieste en la forma determinada por la ley que es la judicial.
Este plazo la ley le otorga al heredero (no menos de un mes ni más de tres) se lo otorga la ley para que pueda
considerar atenta y detenidamente los pros y los contras de los motivos de su decisión antes de adoptarla y su
razón o sinrazón.

Legitimados para intimar al heredero a que acepte o repudie la herencia.- Están legitimados para efectuar la
intimación los herederos, los legatarios, los cesionarios de un heredero y los sucesores y acreedores de todos
éstos, como así también los acreedores del causante.

La legitimación del interesado se basa en que su situación frente a la herencia depende de la decisión que
adopten los otros legitimados al respecto a derechos actuales de la herencia. Fornieles, con adecuado
fundamento, expone que los herederos de grado posterior no pueden dirigirse al heredero más próximo exigiéndole
que haga una declaración de voluntad. El pariente más lejano no es propietario de la herencia ni tiene sobre ella
ningún derecho actual. La circunstancia de una posible renuncia no es bastante para permitirle una intervención
que no está autorizada por la defensa de ningún derecho.

El Código derogado facultaba a los terceros interesados a intimar al sucesible, sin indicar la vía correspondiente; el
texto vigente, en cambio, contempla sólo la forma judicial a través de la solicitud del sujeto legitimado para
intimar al heredero a que se manifieste si acepta o renuncia la herencia, manifestación que deberá efectuar en un
plazo que no sea menor de un mes ni mayor de tres meses, renovables una vez por justa causa. Al no determinar
el legislador cuáles serían las circunstancias comprensivas de justa causa, la aplicación de ellas debe ser amplia,
atendiendo grados de complejidad de la relación entre activos y pasivos hereditarios, situación de los bienes,
enfermedad, ausencia, entre otras cuestiones que razonablemente resulten de las circunstancias.

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En suma, mientras el titular de la vocación hereditaria no se pronuncie, si bien la ley lo reputa propietario de la
herencia desde el momento mismo de la apertura, conserva el derecho de opción entre aceptar o renunciar,
derecho que se extingue por el transcurso del plazo legal desde que la sucesión se abrió. Dicho plazo se reduce
frente al interés de terceros, quienes luego de transcurridos los días de llanto y luto se encuentran facultados para
exigir al heredero que se pronuncie anticipadamente sobre la aceptación o renuncia, dentro del plazo que la ley
establece para ello, situación en la que el heredero tiene obligación legal de expedirse para habilitar las acciones
de los terceros contra aquél.

Novenario de llanto y luto.- La intimación no puede ser hecha dentro de los nueve días posteriores a la muerte del
causante. Resulta de suma trascendencia la clara redacción que le ha impuesto el legislador a este artículo al
determinar que la intimación “no puede ser hecha hasta pasados los nueve días” en razón de que en vigencia del
Cód. Civil derogado la redacción normativa provocó incerteza en la doctrina autoral y jurisprudencial al considerar
algunos que la intimación hecha dentro de los nueves días era ineficaz pero su plazo comenzaba a correr
transcurridos ellos, en tanto que otra postura sostenía que de realizarse la intimación dentro de los nueve días
debía tenérsela por no hecha toda vez que la ley no puede apañar que a la persona que está sufriendo la pérdida
de un ser querido se lo pueda perturbar obligándola a prestar atención a cuestiones que no son merecedoras de
ocupar en tales circunstancias a quien, y por otra parte, es presumible no lo asista una absoluta lucidez.

Solicitud de medidas de protección.- De lo dicho resulta que los interesados deben respetar el plazo del novenario
y aguardar que se cumpla el tiempo que la ley le otorga a los herederos para que puedan considerar atenta y
detenidamente los pros y contras de los motivos de su decisión antes de adoptarla, y en caso de existir heredero
instituido bajo condición suspensiva se deberá esperar, además, que se cumpla la condición No obstante, mientras
ello transcurra pueden solicitar las medidas necesarias para la protección de sus derechos, previo cumplimiento
de los recaudos legales consistentes en la acreditación de la verosimilitud de su derecho y del peligro en la
demora.

La apertura de la sucesión obliga a prever circunstancias que acaso pongan en peligro el patrimonio que se
transmite y sirvan de base a medidas tendientes, en unos casos, a la seguridad de los bienes y en otros al
conocimiento de la voluntad del causante. Tales medidas, cuya justificación ha de variar en cada caso, interesaran
unas veces al heredero, otras al posible heredero, generalmente a los acreedores y legatarios. Los herederos y
legatarios pueden solicitar medidas de seguridad proporcionadas con el derecho que les corresponde. Ellas
pueden ser conservatorias, cautelares típicas o atípicas en general –verbigracia, inventario, depósito o secuestro
de bienes muebles y papeles del difunto, clausura y sello de los lugares en que se encuentran, compulsa de libros-
. En concordancia con lo que prevé esta norma en su párrafo 2º, in fine, los códigos de forma que rigen en el
territorio de nuestra República facultan la adopción de medidas para la seguridad de los bienes y
documentaciones del causante, sea a petición de parte o de oficio.

Situación del instituido bajo condición suspensiva.- El texto legal prevé que en el caso del heredero instituido bajo
condición suspensiva la intimación a éste para que se pronuncie sólo puede hacerse una vez cumplida la
condición. Es que mientras no se cumpla la condición suspensiva a que se halla subordinada la consolidación del
llamamiento realizado por el testador, éste no es eficaz, es decir, la vocación misma del instituido está sujeta a un
requisito de eficacia. Cumplida la condición, los efectos de la adquisición de la herencia se retrotraerán al instante
del fallecimiento del testador.

Transmisión del derecho de opción.- Art. 2290: “Si el heredero fallece sin haber aceptado ni renunciado la herencia,
el derecho de hacerlo se transmite a sus herederos. Si éstos no se ponen de acuerdo en aceptar o renunciar la

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herencia deferida a su causante, los que la aceptan adquieren la totalidad de los derechos y obligaciones que
corresponden a éste. La renuncia de la herencia del causante fallecido sin aceptar ni renunciar una herencia a él
deferida, implica también la renuncia de ésta”.

La opción del heredero es un acto jurídico unilateral, y se transmite a sus herederos si fallece sin haberlo ejercido.
Con la muerte del heredero que no se ha pronunciado se produce la transmisión del derecho que le correspondía
y en el mismo estado en que se encontraba, por aplicación del artículo 399 de este Código que establece que
nadie puede transmitir a otro un derecho mejor o más extenso que el que le corresponde salvo excepción legal.
Hay transmisión del derecho hereditario, y este derecho debe ser confirmado por un acto de voluntad del
sucesor. En consecuencia, hay allí un derecho de carácter personal que, no obstante, es transmisible.

El texto legal no determina el lapso en el cual los herederos deben ejercer el derecho transmitido, apartándose de
la doctrina sentada por el Proyecto de 1993 que agregaba “…por el tiempo que le restaba a su transmitente”. De
este modo se había pretendido dar una interpretación unívoca respecto del límite del ejercicio del derecho de
opción, recogiendo la posición mayoritaria en el sentido de que si el heredero presuntivo muere sin pronunciarse
antes del cumplimiento del plazo, sus herederos conservan el derecho de opción por el lapso que le restaba a
quien se los transmitió. Pero tal lo dicho, el artículo 299 lleva a la misma solución.

Desacuerdo entre los herederos. Cuando la persona llamada a la sucesión deja varios herederos existe la
posibilidad de que éstos no se pongan de acuerdo en aceptar o renunciar la herencia deferida a su causante.

Tal lo dicho en el comentario del artículo 2287: la idea de mantener el principio de la indivisibilidad de la
aceptación hereditaria se justificó por la necesidad de proteger a los acreedores y el respeto a la voluntad del
difunto. En la actualidad la vigencia de lo expuesto radica en la necesidad de protección de los acreedores y en la
noción de que el llamamiento se produce en la universalidad. El llamado como heredero fue llamado al todo y su
aceptación es indivisible. Se es o no es heredero. Es que el heredero aceptante ha de ocupar la misma posición
que el causante, ha de subrogarse en su puesto como titular de todos sus bienes, derechos y obligaciones. En
definitiva, la aceptación ha de recaer sobre el conjunto de las relaciones jurídicas del causante que sean
transmisibles por causa de muerte. No puede recaer sobre parte de los mismos por exclusiva voluntad del llamado.

Por ello es que en otras estructuras jurídicas la opción de los herederos ha sido siempre considerada como
indivisible: “todos ellos deben tomar una decisión única, como la que habría tomado su autor”. He aquí pues un
caso del derecho extranjero en que los herederos estarán obligados a aceptar, pese a ellos, contrariamente a la
regla “No es heredero quien no quiere”, como consecuencia de su disentimiento con sus copartícipes.

En la ley 26.994 (este código) el derecho de opción que se transmite es individual para cada heredero y puede
ocurrir que sólo acepten algunos de ellos. Los que así lo hagan, a efectos de mantener la indivisibilidad, adquieren
la totalidad de los derechos y obligaciones del causante y serán beneficiados por la renuncia que alguno de sus
herederos hicieran con motivo del acrecimiento de su porción. En definitiva, se cumple el precepto de que
quienes aceptan lo hacen por el todo y se logra no forzar la participación en una comunidad no deseada.
Concluye en abono de esta conclusión el pensamiento de Ripert quien ha sostenido que la solución del derecho
francés histórico, en relación con que todos los herederos deben tomar una decisión única, tiene un grave peligro:
uno de los derechohabientes tiene el medio de obligar a los otros a soportar el efecto de la colación, que podría
haber evitado mediante una renuncia, presentándose así la posibilidad de un fraude por la colusión, es decir, por
un pacto ilícito entre algunos coherederos que cause daño a otro.

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Requisitos para la transmisión del derecho de opción.- Para que se opere la transmisión de la facultad en análisis se
requiere que no existan causas que obsten al llamamiento de los beneficiarios a la sucesión del que transmite el
derecho de opción. Ello por cuanto el heredero es dueño de la herencia desde la apertura de la sucesión, y esto
implica que su patrimonio ya se ha conformado con aquello que le correspondía originariamente más lo que se le
ha incorporado de la herencia del muerto, conformando un patrimonio único. Nuestro derecho ha seguido el
sistema de adquisición ipso iure de la herencia por disposición de la ley, pero esta imposición no es irreversible, ya
que por lo visto el heredero puede optar entre aceptar o repudiar la herencia. Si renuncia se lo tendrá como si
nunca hubiese sido heredero. Si acepta queda fijada la propiedad de la herencia desde la muerte del causante.
Mientras no ejerza su derecho de optar es heredero provisional, aunque es el verdadero titular de la herencia con
todas las consecuencias que ello implica, quedando a salvo su derecho de repudiar.

El Código derogado no establecía lo que si establece el vigente en cuanto a la renuncia de la herencia del causante
fallecido sin aceptar ni renunciar una herencia a él deferida. Ello llevó a Llerena a sostener que el derecho acordado
podían ejercerlo los herederos aunque renunciaran a la herencia del difunto, que les transmitía el derecho de
opción. En efecto, el autor citado con referencia al código civil derogado sostuvo: “Se dirá tal vez que la
aceptación es indivisible, pero ello sólo tendría lugar en caso de que el heredero hubiera muerto después de
aceptar la herencia, porque entonces, desde el momento de la aceptación lo que este último viene a transmitir a
sus sucesores, no son ya dos herencias sino una sola, compuesta por sus bienes propios y de los que heredó. Pero
cuando el padre ha muerto sin haber aceptado la herencia de su propio padre, no se ve la razón de que
transmitiéndose a los nietos el derecho de opción no puedan hacer uso de él para aceptar la herencia del abuelo
sino mediante la aceptación de la herencia de su padre…”.

No existe fundamento que permita la opción prevista por el autor citado sin agredir el principio de la
indivisibilidad de la aceptación de una herencia, ya que la aceptación de la del fallecido último implica la
aceptación de todo aquello que se encontraba en su patrimonio y él era propietario, acreedor o deudor, desde el
instante de la muerte del que transmite, de todo lo que aquél lo era.

En suma, la determinación legal que implica que la renuncia de la herencia del causante fallecido sin aceptar ni
renunciar una herencia a él deferida implica también la renuncia a ésta constituye la incorporación al derecho
positivo de una norma útil a efectos de evitar interpretaciones contradictorias que en vigencia del Código Civil
derogado producía la ausencia al respecto, lográndose así el respeto al contenido de otras normas con las cuales
armoniza. La idea de la indivisibilidad de la aceptación se encuentra sí abonada.

El legislador ha seguido, en lo que a este tema rige, la solución del código derogado, teniendo en consideración
que su contenido armoniza con la estructura jurídica en su conjunto y su aplicación resuelve adecuadamente las
circunstancias tratadas, y atendiendo además, a la existencia de una consolidada doctrina jurisprudencial que
justificó mantener su vigencia.

Efectos.- El ejercicio del derecho de opción tiene “…efecto retroactivo al día de la apertura de la sucesión”. Art.
2291.

La apertura de la sucesión se opera con la muerte del causante. Es desde dicho momento que comienza, en
principio, el cómputo del plazo del artículo 2288 del Código para ejercer el derecho de opción, y tanto la
aceptación como la renuncia, que integran ese derecho, retrotraen sus efectos a aquel momento.

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En la nota de Vélez Sarsfield al artículo 3282 del código civil derogado se explica que la muerte, la apertura y la
transmisión de la herencia se causan en el mismo instante, no habiendo entre ellas el menor intervalo de tiempo;
son indivisibles. Por aplicación del artículo 2301 de este Código, el heredero renunciante es considerado como sin
nunca hubiese sido llamado a la herencia. En definitiva, el derecho hereditario se abre tanto en las sucesiones
legítimas como en las testamentarias desde la muerte de su autor, y al que ejerce el derecho de opción
repudiando la herencia se le adjudican los efectos de un extraño a la sucesión, y al que lo ejerce aceptándola le
corresponden los efectos del dueño que recibió directamente del muerto, es decir, en el mismo instante de la
apertura. Por todo ello es importante establecer no sólo el día de la muerte, sino también la hora de ese día, el
instante mismo. Debe tenerse en consideración que en caso de muerte presunta la sentencia judicial fija el día
presuntivo de fallecimiento del ausente, y si es posible, determina también la hora del día en que se produjo.

Acción de los acreedores del heredero.-“Si el heredero renuncia a la herencia en perjuicio de sus acreedores, éstos
pueden hacerse autorizar judicialmente para aceptarla en su nombre. En tal caso, la aceptación sólo tiene lugar a
favor de los acreedores que la formulan y hasta la concurrencia del monto de sus créditos”. Art 2292.

La norma contempla dos situaciones correlativas susceptibles de articularse conjuntamente: tornar inoponible la
renuncia de la herencia al acreedor y habilitarlo para ejercer los derechos patrimoniales del renunciante hasta la
concurrencia de lo que le es debido.

El legislador habilita la intervención del acreedor del heredero renunciante para evitar que su renuncia lo
perjudique. El mismo temperamento se hallaba en la nota al artículo 3351 del código civil derogado que
expresaba que los acreedores pueden ejercer los derechos y acciones del deudor, y para esto no es necesario que
la renuncia haya sido hecha con intención fraudulenta de parte del llamado a la sucesión, porque no se trata de
un acto a título oneroso, pues la renuncia supone una abdicación gratuita de la herencia; basta que los acreedores
sufran un perjuicio.

Queda en evidencia la uniformidad de criterio del derecho argentino al respecto, ya que el Anteproyecto de 1954
tenía un precepto similar al disponer: “No podrá oponerse a los acreedores del renunciante la repudiación de la
herencia en perjuicio de sus derechos. El acreedor perjudicado podrá hacerse autorizar para aceptar la herencia, al
solo efecto de ejecutar los bienes hereditarios hasta la concurrencia de su crédito…”.

El texto legal no requiere que el heredero haya renunciado con la intención de defraudar a sus acreedores.
Defraudar es privar a alguien, con abuso de su confianza o con infidelidad a las obligaciones propias, de lo que le
tocaba de derecho.

La norma no impone que el acreedor pruebe el perjuicio demostrando que el deudor renunciante es insolvente o
que sus bienes son insuficientes para satisfacer la deuda; el perjuicio por sí solo basta. La posibilidad de solicitar
autorización judicial para aceptar la herencia en nombre del renunciante no hace que el acreedor se convierta en
heredero del difunto que, de conformidad con los principios generales de la sucesión, sólo admite herederos por
llamamiento de la ley o por voluntad del causante. Todo lo que quede de la porción del renunciante, después de
satisfechos sus acreedores, corresponde a sus herederos o a los herederos del grado subsiguiente, que vienen a
ocupar el lugar del renunciante, pues la repudiación mantiene sus efectos.

La doctrina jurisprudencial ha interpretado que de este modo quedan subsumidas dos acciones: a) la revocatoria
o pauliana, cuyo objetivo es volver las cosas al estado anterior a la renuncia de la herencia, y b) la oblicua o
subrogatoria, que procura el ejercicio de los derechos hereditarios en nombre del heredero.

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El límite del interés del acreedor.- La aceptación sólo beneficiará a los acreedores que la solicitaron y hasta la
concurrencia del monto de sus créditos, que es el límite del interés de aquéllos, en razón de que la extensión de
sus facultades llega hasta la satisfacción de su derecho. Es que el acreedor de un crédito cierto exigible o no puede
ejercer judicialmente los derechos patrimoniales de su deudor, si éste es remiso a hacerlo, y esa omisión afecta el
cobro de su acreencia, en razón de lo que dispone el artículo 739 que regula la acción subrogatoria.

En esta hipótesis se está en presencia de una aceptación parcial de la herencia. El principio de que las herencias
no pueden aceptarse en parte (art. 2287), en virtud de que el contenido patrimonial de ésta no puede fraccionarse
o desmembrarse, se quiebra cuando una necesidad práctica reclama lo contrario. Su justificación se halla en que si
la ley declara que la herencia sólo se acepta por el todo, es en defensa de los acreedores. Cuando el interés de
ellos pide lo contrario, nace la excepción.

En cuanto al significado de la reforma, se ha eliminado la indicación expresa respecto de que el crédito que
autoriza la legitimación a los acreedores del heredero deba ser de fecha anterior a la renuncia. Sin embargo, debe
considerarse que si la renuncia es anterior al crédito no existe derecho por ausencia de perjuicio. En lo demás, el
legislador ha seguido la solución anterior.

ACEPTACIÓN DE LA HERENCIA. CONCEPTO. CARACTERES. CAPACIDAD. FORMAS. NULIDAD DE


ACEPTACIÓN. CAUSAS. REVOCACIÓN DE LA ACEPTACIÓN.-

Concepto.- Afirma Maffía que la aceptación de la herencia es el acto entre vivos, unilateral, mediante el cual la
persona llamada a la herencia manifiesta su decisión de convertirse en heredero y asumir los derechos y
obligaciones inherentes a esa condición. Como ya se ha dicho, no porque una persona sea llamada por la ley o
por el testamento a la sucesión del causante se transforma, por ese solo hecho, en sucesor; es necesario, además,
que se produzca su aceptación. Ésta por lo tanto, cumple la función jurídica de perfeccionar el derecho en
pendencia que confiere la vocación y, haciendo propia la herencia, convierte al sucesible en sucesor.

Caracteres.- La aceptación se distingue por los siguientes caracteres: a) Es voluntaria o facultativa. Como se ha
dicho, y aunque resulte reiterativo, nadie está obligado a aceptar. Cualquier disposición del causante que obligara
al heredero a aceptarla sería inválida, y en cuanto a los terceros, el único derecho que les asiste es el de intimar al
llamado para que manifiesta su decisión. Conviene advertir que en ciertas circunstancias puede hablarse de una
aceptación forzosa en las cuales se impone la aceptación a título de sanción cuando el sucesible ha sustraído u
ocultado bienes del acervo sucesorio.

b) Es indivisible. El sucesible no puede declarar que acepta no toda la herencia, sino una fracción aritmética de ella.
La ley no admite esa parcialización como categóricamente lo dispone en el artículo 2287 según el cual “Todo
heredero puede aceptar la herencia que le es deferida o renunciarla, pero no puede hacerlo por una parte de la
herencia ni sujetar su opción a modalidades. La aceptación parcial implica la del todo; la aceptación bajo
modalidades se tiene por no hecha”.

c) Es lisa y llana. Como se evidencia en el precepto transcripto, la aceptación no puede estar subordinada a
modalidad alguna. Si se realiza de esa forma, la ley fija la sanción: la aceptación bajo modalidades se tiene por no
hecha.

d) Es retroactiva. Según se ha visto, la aceptación tiene efectos retroactivos y se remonta al día de la apertura de la
sucesión. Así, entre otras consecuencias, el heredero aprovecha todos los beneficios venidos a la herencia desde
que la sucesión se abrió y soporta todas las pérdidas. Le pertenecen todos los frutos y rentas de los bienes

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heredados, como si hubiese aceptado la herencia en el momento en que se abrió la sucesión. Asimismo,
aprovecha las renuncias que hubiesen hecho sus coherederos en el intervalo de tiempo que corre desde el día de
la apertura de la sucesión hasta su aceptación.

Formas: expresa, tácita y forzada.- Dispone el Código Civil y Comercial que “La aceptación de la herencia puede ser
expresa o tácita. Es expresa cuando el heredero toma la calidad de tal en un acto otorgado por instrumento público o
privado; es tácita si otorga un acto que supone necesariamente su intención de aceptar y que no puede haber
realizado sino en calidad de heredero”. Art. 2293.

Aceptación expresa. La norma determina que la aceptación es expresa cuando el heredero asume la calidad de
tal a través de un acto jurídico plasmado en un instrumento público o privado. Es decir, el llamado a suceder
exterioriza su voluntad de ser heredero en un acto instrumental a fin de evitar la falta de certeza de su
manifestación.

El contenido de la norma en comentario sigue el criterio ya establecido en el código civil derogado. La


jurisprudencia ha resuelto que no es necesario que el documento del cual resulte la aceptación de la herencia se
haya redactado especialmente para hacerla constar, sino que ésta puede derivar de cualquier mención incidental
que aquél contenga, según la Corte Suprema de Justicia de la Provincia de Buenos Aires.

Aceptación tácita. La aceptación es tácita cuando el llamado a la herencia realiza un acto que presupone
necesariamente su voluntad de aceptar y que no tendría derecho a hacerlo sino en calidad de heredero. Surgen
del texto legal las dos condiciones que requiere la aceptación tácita: que el heredero presuntivo realice un acto
que únicamente tenía derecho de hacer en esa cualidad, y además, dicho acto suponga necesariamente su
voluntad de aceptar.

En cuanto al significado de la reforma, puede afirmarse que se ha mejorado la técnica legislativa de la definición
de la aceptación tácita que había originado crítica por parte de la doctrina por los términos utilizados por Vélez,
términos que exhibían, según Maffía, un gran descuido del lenguaje.

Actos que implican aceptación. Implican aceptación de la herencia: “a) la iniciación del juicio sucesorio del causante
o la presentación en un juicio en el cual se pretende la calidad de heredero o derechos derivados de tal calidad; b) la
disposición a título oneroso o gratuito de un bien o el ejercicio de actos posesorios sobre él; c) la ocupación o
habitación de inmuebles de los que el causante era dueño o condómino después de transcurrido un año del deceso;
d) el hecho de no oponer la falta de aceptación de la herencia en caso de haber sido demandado en calidad de
heredero; e) la cesión de los derechos hereditarios, sea a título oneroso o gratuito; f) la renuncia de la herencia a
favor de alguno o algunos de sus herederos, aunque sea gratuita; g) la renuncia de la herencia por un precio, aunque
sea a favor de todos sus coherederos.” Art. 2294.

La norma enuncia distintos supuestos en los que la manifestación de voluntad es considerada como
exteriorización de la intención del heredero de aceptar la herencia.

• Iniciación del juicio sucesorio del causante y la presentación en juicio. La promoción del proceso sucesorio
por parte del heredero implica un típico acto de aceptación de la herencia, por cuanto manifiesta una intención
cierta de asumir la calidad de heredero. Según Borda, no habría aceptación si se deja constancia de que se
interviene al solo efecto de vigilar la marcha del juicio en resguardo de sus intereses eventuales.

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El heredero titular de la vocación que acciona judicialmente contra los restantes coherederos para el
reconocimiento de su calidad o el ejercicio de derechos derivados de la misma, o acciona contra ellos oponiendo
un derecho dependiente de la sucesión, es considerado aceptante. Cabe incluir en estos supuestos a la demanda
de nulidad de testamento, a la de exclusión de otro heredero indigno, a la contestación de una demanda por
indignidad, entre otros. Es también considerado aceptante el heredero que demanda a terceros que detentan o
poseen un bien de la sucesión para exigir la restitución del mismo o contesta demandas iniciadas por terceros
contra los herederos en ese carácter. Aun en el caso de que no las conteste o se lo declare rebelde, es
considerado aceptante, lo que brinda seguridad al actor, ya que para destruir la presunción legal el demandado
debe expresamente invocar su falta de legitimación pasiva como renunciante.

• Actos de disposición o ejercicio de actos posesorios. El acto de disposición a título oneroso o gratuito de un
bien de la herencia realizado por el heredero presuntivo importa la aceptación de ésta. Se incluye tanto el acto de
disposición respecto de bienes inmuebles como muebles cuanto la constitución de gravámenes para los
inmuebles y muebles de carácter registrable. La promesa o boleto de compraventa de un inmueble o mueble
registrable, aunque no sea un acto de disposición, lo supone y debe considerarse que quien los ha concluido
acepta la herencia.

• Ocupación o habitación de inmuebles del causante. La norma establece que la ocupación o habitación de
inmuebles de los que el causante era dueño o condómino, después de transcurrido un año del deceso, implica
aceptación.

Si una persona ocupa un inmueble como consecuencia de una relación jurídica distinta a la que a la muerte del
causante produce su llamamiento y aquella relación habilita la permanencia, aun cumplido al tiempo de la ley, no
debe considerarse ello como acto de aceptación.

Por lo que si luego del fallecimiento del causante uno de los herederos ejerce o permanece en el uso del
inmueble integrante de la herencia por el tiempo que indica la ley, se considerará un acto típicamente posesorio
que constituye aceptación porque el disfrute de los bienes del autor de la sucesión es incompatible con la
renuncia.

Como el derecho al uso y goce de las cosas comunes pertenece por igual a todos los comuneros, la privación que
unos sufren en beneficio de otros es compatible con la exigencia de compensación en dinero. La compensación
sólo es exigible a partir del momento en que se solicita, pues hasta allí debe entenderse que hubo consentimiento
tácito en que la ocupación fuere gratuita.

• La no oposición de la falta de aceptación de la herencia Si el heredero es demandado en esa calidad y no


resiste la pretensión oponiendo su falta de aceptación de la herencia, está efectuando acto de aceptación tácita
pues, de otro modo, no tendría legitimación pasiva para obrar.

• La cesión de derechos hereditarios. La cesión de derechos hereditarios, sea a título oneroso o gratuito, es
considerada un acto de aceptación, en virtud de que no se puede ceder lo que no se tiene, y por lo tanto, quien
cede manifiesta implícitamente la voluntad previa de aceptar. En la cesión hereditaria, lo transmitido es sólo el
contenido patrimonial de la herencia y no la calidad de heredero –que por naturaleza sigue perteneciendo al
cedente-. El legislador ha considerado que no se puede ceder lo que no se tiene. Si, como se ha visto, la
disposición de cualquiera de los elementos singulares que integran el acervo constituye un acto de aceptación,
con mayor razón ha de dársele ese significado a la disposición del patrimonio sucesorio en su universalidad.

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• La renuncia de la herencia en favor de coherederos. La renuncia de la herencia, sea gratuita u onerosa, sea
a favor de alguno o algunos o todos los coherederos, importa la previa aceptación de la herencia.

Si bien ello parecería una contradicción, puesto que la renuncia coloca al que la hace como no habiendo nunca
sido llamado a la herencia, sin embargo, sólo se puede renunciar a los derechos hereditarios de los que se es
titular y quien renuncia, en beneficio de sus coherederos, lo hace porque se considera heredero, es decir,
aceptante.

Sostiene Fornieles que la renuncia de la herencia, cuando se hace por una suma de dinero o a cambio de
cualquier otra ventaja, no tiene de renuncia sino el nombre, y equivale a aceptación, porque en realidad se
dispone de los bienes. Aunque sea gratuita, si tiene lugar a favor de alguno de los coherederos, no de todos,
también importa aceptación, porque en este caso no produce su efecto propio que es el de derramarse por igual
entre todos, sino que se desvía hacia la persona a quien se quiere beneficiar, lo que es acto de propietario.

El legislador ha seguido, la solución del código derogado.

Actos que no implican aceptación.- “No implican aceptación de la herencia: a) los actos puramente
conservatorios, de supervisión o de administración provisional, así como los que resultan necesarios por
circunstancias excepcionales y son ejecutados en interés de la sucesión; b) el pago de los gastos funerarios y de
última enfermedad, los impuestos adeudados por el difunto, los alquileres y otras deudas cuyo pago es urgente; c) el
reparto de ropas, documentos personales, condecoraciones y diplomas del difunto, o recuerdos de familia, hecho con
el acuerdo de todos los herederos;

d) el cobro de las rentas de los bienes de la herencia, si se emplean en los pagos a que se refiere el inciso b o se
depositan en poder de un escribano; e) la venta de bienes perecederos efectuada antes de la designación del
administrador, si se da al precio el destino dispuesto en el inciso d de ese artículo; en caso de no poderse hallar
comprador en tiempo útil, su donación a entidades de asistencia social o su reparto entre todos los herederos; f) la
venta de bienes cuya conservación es dispendiosa o son susceptibles de desvalorizarse rápidamente, si se da al precio
el destino dispuesto en el inciso d.

En los tres últimos casos, el que ha percibido las rentas o el precio de las ventas queda sujeto a las
obligaciones y responsabilidad del administrador de bienes ajenos”.

Los actos enunciados anteriormente se tratan en general, de diligencias tendientes a evitar la destrucción
de los bienes, ejercidas frecuentemente con carácter de urgencia y sin necesidad para hacerlo de la titularidad del
derecho. Aquellos actos que pueden ser realizados por quien no invoca animus domino no implican aceptación de
herencia.

• Actos conservatorios. No implican aceptación de la herencia los actos conservatorios realizados por el
heredero. Son aquellos que tienden a impedir la destrucción de los bienes y procurar la preservación del acervo.
En la medida ne que tales actos de conservación o de administración provisional tengan carácter de urgente
puede realizarlos cualquier persona evitar un daño inminente o perjuicio económico, asumiendo la postura del
gestor de negocios ajenos en los términos del artículo 1781.

Entre los actos de supervisión de los bienes hereditarios, que no importan aceptación. Se han considerado actos
conservatorios el requerimiento judicial formulado para seguridad de los bienes; la demanda para interrumpir una
prescripción; las reparaciones urgentes o necesarias; la recolección de frutos naturales de inmuebles de la

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sucesión; la venta de la producción anual de una hacienda en caso de que no pudiera quedan en el campo; la
continuación de una explotación en marca. La norma determina que la realización de estos actos no implica
aceptación de la herencia por cuanto su ejecución no exterioriza con certeza el propósito de aceptar. Será
imprescindible indagar la voluntad del autor y determinar que no actúa como mero gestor, sino como administrador
a título de dueño, para que dichos actos lo conviertan en aceptante.

En caso de duda sobre su el acto del heredero importa o no aceptación tácita, debe ser interpretado con un
criterio restrictivo y decidirse que no la hay, pues la aceptación implica asumir responsabilidades que no puede
hacerse pesar sobre el heredero que no ha manifestado una voluntad de comportarse como tal.

• Pagos por actitud piadosa. El pago de gastos del entierro, funerales, y de última enfermedad del causante
no son actos que importen aceptación de la herencia. Los funerarios han sido considerados un deber piadoso; se
supone realizados pietatis causa; el entierro del difunto es un deber sagrado del pariente, y ese hecho no importa
aceptación, el pago, consecuencia de ese hecho, tampoco debe serlo.

La norma no distingue si el pago urgente de impuestos, alquileres y otras deudas debe efectuarse con dinero de
la sucesión o propio del que lo hace para no ser considerado acto de separación, no constituyendo en ningún
caso acto de adición de herencia. Se superan así las distintas posiciones que generó la nota del artículo 3326 del
Código civil derogado donde se declaraba, siguiendo a Chabot, que no se ejercía acto de heredero cuando se
pagaba con fondos propios, ya que sólo se trataba de una subrogación. En tanto otros autores consideraron que
no obstante realizarse con fondos de la sucesión, si eran gastos urgentes e inevitables, no había aceptación.

• Reparto de objetos de afecto y uso. Se reconoce generalmente que el incautarse de las ropas, ciertos
muebles u objetos de uso, retratos, papeles, etc., que tienen un valor de afección más que económico, no
constituyen actos de adición de herencia. Un retrato de familia, por grande que sea su valor artístico, estaría
comprendido en esta excepción.

• Cobro de rentas. El cobro de rentas de los bienes de la herencia no importa acto de aceptación, siempre
que ellas se destinen al pago de gastos funerarios y de última enfermedad, impuestos, alquileres y otras deudas
que requieran ser abonadas con urgencia. Si la percepción que realiza el heredero no tiene por finalidad atender a
los pagos mencionados será un acto de aceptación de la herencia. Se le adjudica también el efecto de no
considerarlo acto de aceptación cuando los fondos obtenidos se depositan en una escribanía.

• Venta por perecimiento del valor. El texto legal expresa que la venta de bienes que han de perecer o
acabarse, como así también aquellos cuya conservación sea costosa, de gran precio, o sujetos a desvalorizarse
rápidamente, no importan actos de aceptación de herencia. Se trata de actos meramente conservatorios, de
vigilancia o cuidado y administración provisoria. Como la ley concede cierto plazo para que el heredero ejerza su
derecho de opción, y no es justo que entretanto queden los bienes hereditarios en absoluto abandono, tiene
facultad el heredero de cuidarlos y administrarlos provisionalmente, pero debe ceñirse precisamente a los actos
de urgencia. De allí que si la ley no permitiera la venta de los bienes que se encuentran en la situación descripta
en la norma, se afectaría la herencia, pues podría ocurrir que ellos desaparezcan o que la conservación fuere tan
costosa que, en definitiva, insumiera el caudal relicto.

En estos casos se requiere que el producido de la venta sea destinado a efectuar los pagos que el artículo prevé o
se depositen en poder de un escribano.

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Aceptación forzada. Dispone el Código Civil y Comercial que “El heredero que oculta o sustrae bienes de la
herencia es considerado aceptante con responsabilidad ilimitada, pierde el derecho de renunciar, y no tiene parte
alguna en aquello que ha sido objeto de su ocultamiento o sustracción. En el supuesto de que no pueda restituir la
cosa, debe restituir su valor, estimado al momento de la restitución”. Art. 2295.

De lo que llevamos dicho surge que la aceptación tácita está inferida por actos que presuponen, ineludiblemente,
la voluntad de asumir la condición de heredero. La ley imputa esas consecuencias tutelando intereses de
acreedores y legatarios, pero sin descartar los propios del heredero. La aceptación forzada se produce como
consecuencia del ocultamiento o sustracción de bienes de la herencia y genera como consecuencia el
responsabilizar al heredero con su propio patrimonio, sin perjuicio de otras sanciones económicas previstas por el
ordenamiento.

La aceptación es un acto voluntario. Sin embargo, si el titular de la vocación oculta o sustrae bienes de la herencia,
el ordenamiento legal le impone como sanción la aceptación de la herencia y su responsabilidad ilimitada
respecto de ella. Se prescinde así de la voluntad del heredero y de allí que el texto legal califique a esta forma de
aceptación como “forzada”. Demolombe, citado por Vélez, observa lo fácil que resultaría, frecuentemente, la
sustracción fraudulenta de bienes de la herencia, sobre todo en los momentos de confusión y dolor
contemporáneos a la apertura de la sucesión. Ése es el motivo por el cual el legislador ha creído necesario
reprimir energéticamente los fraudes de esta naturaleza.

La aceptación forzada es la consecuencia de la conducta del heredero que realizó actos orientados a privar a sus
coherederos, acreedores y legatarios de bienes de la herencia, es decir, con la intención de sustraerlos del caudal
en perjuicio de aquellos y en su exclusivo beneficio. Se trata de una ocultación o sustracción imputables al
heredero que implica una actitud dolosa.

Responsabilidad ilimitada. Como consecuencia de sus actos ilícitos de ocultación y sustracción de bienes
hereditarios, el texto normativo le impone al heredero que así actuó responsabilidad ilimitada en el pago de
deudas y cargas de la herencia. Por consiguiente, responde respecto a sus coherederos, acreedores y legatarios,
no sólo con el valor de los bienes hereditarios que reciba sino también con sus propios bienes.

El propósito del legislador es asegurar a cada uno de los herederos llamados la integridad de sus derechos al
caudal hereditario. De allí que la aceptación forzada trascienda como una sanción que consiste en privar al
llamado, para lo sucesivo, de su facultad de renunciar a la herencia. Esta prohibición de renunciar tiene lugar
aunque no hubiera caducado el derecho de opción, desde que la aceptación se le impone. Concuerda con el
contenido normativo del artículo 2298 que establece que el heredero puede renunciar a la herencia en tanto no
haya mediado acto de aceptación y, en el caso, se trata de actos que la ley considera de aceptación forzada.

Aunque la norma no lo diga expresamente, la vocación hereditaria debe subsistir al tiempo en que su titular
oculta o sustrae bienes de la herencia, pues si éste hubiera renunciado a la herencia con anterioridad, no cabria
oponerle una aceptación forzada posterior a esa renuncia. La ley no podría aplicarse, correspondiendo solamente
una demanda de restitución de los bienes y valores ocultados y quizás también la aplicación de las penas del robo
o del abuzo de confianza.

El heredero deberá restituir la cosa objeto de su ocultación o sustracción y si no pudiera hacerlo, por haber
dispuesto de ella o por pérdida de los objetos ocultados, deberá su valor al momento en que se efectivice la
restitución.

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Capacidad para aceptar.- “La aceptación de la herencia por el representante legal de una persona incapaz nunca
puede obligar a éste al pago de las deudas de la sucesión más allá del valor de los bienes que le sean atribuidos.
Igual regla se aplica a la aceptación de la herencia por una persona con capacidad restringida, aunque haya
actuado con asistencia, por su representante legal o convencional”. Art. 2297.

Como principio general, debe entenderse, aunque el Código Civil y Comercial no lo diga expresamente, que la
aceptación podrá ser válidamente hecha por los capaces de obrar y por aquellos restringidos en su poder de
disposición, siempre que en este último caso se cumplan los resguardos impuestos por la ley. Esta es la regla
general. Empero se hace necesario considerar supuestos particulares.

El sentido del artículo transcripto debe encontrarse en la necesidad de no ocasionar daños a a quienes carecen de
suficientes atributos para actuar por sí mismos y a título propio. Es por ello que aun en el caso en que el
representante ejecute actos para los cuales se prevea como consecuencia la ilimitación de responsabilidad, ello
acarreará consecuencias al representante pero jamás al sujeto de protección normativa,

Representantes legales de los incapaces.- Los incapaces son los sujetos de máxima protección de nuestro
derecho. En este caso la protección consiste en que de la transmisión que se haga al incapaz no puede resultarle
un daño, máxime cuando “la institución sucesoria por causa de muerte, en cualquiera de sus conceptos, responde
a principios de asistencia, es decir, prestación de socorro, favor o ayuda”. Frente a tales circunstancias, el
legislador declara a la persona incapaz con el objeto de protegerla en el ejercicio de sus derechos nombrándole
un representante, a fin de que éste, por la legitimación e investidura de la ley, ejerza aquellos derechos en nombre
y por cuenta de su representado. La posibilidad de suplir la incapacidad de hecho por vía de la representación es
una de las diferencias más notables con las incapacidades de derecho, las que no pueden subsanarse por vía de
representación. Va de suyo que la representación está vinculada exclusivamente a: las personas por nacer, los
menores, las personas que por causa de una enfermedad mental permanente o adicción se les haya designado un
apoyo con facultades (extraordinarias) de representación, y aquellas personas que se encuentren en la situación
prevista en el último párrafo del artículo 32.

Fuera de estas hipótesis, en principio, no cabe ni la incapacidad, ni obviamente, la representación de la persona


para la toma de decisiones. La aceptación de la herencia deferida a una persona incapaz se realiza por medio de
su representante legal por tener incapacidad de ejercicio. La aceptación de la herencia limita la responsabilidad al
valor de los bienes recibidos por el sucesor. Sólo se responde ilimitadamente en los supuestos del artículo 2285 que
prevé, como se vio, para el caso de quien sustrae u oculta los bienes de la herencia, se lo considere aceptante con
responsabilidad ilimitada. Si el tutor realiza cualquiera de estos actos sería responsable en virtud de las normas
que regulan la propia responsabilidad y ello no resulta extensivo a su pupilo.

No existe, a este respecto, diferencia de trato de los incapaces en relación con las personas con capacidad
restringida, por lo que lo dicho resulta de aplicación para toda restricción de quienes carecen de los suficientes
atributos para actuar por sí mismos y a título propio.

Personas por nacer y menores. La personalidad humana está reconocida desde el momento de la concepción.
Desde la perspectiva de su capacidad, la situación jurídica del nasciturus es la de un incapaz absoluto de hecho,
con una capacidad restringida de derecho, puesto que goza de amplias facultades para recibir bienes, pero no las
tiene para obligarse. Esta limitación ha sido esgrimida por un autorizado sector de nuestra doctrina para sostener
que la situación del conceptus es similar a la del pariente excluido de la herencia por otro de grado más próximo,
y que viene luego a ella por renuncia del llamado primero, afirmando que en ambos casos hay un derecho

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condicional: para el primero la condición de nacer con vida, para el segundo la renuncia del heredero preferente.
Maffía no considera aceptable esta posición; según el mencionado autor el nasciturus se halla en la misma
situación jurídica del nacido incapaz, y su representante legal en idéntica posición a la del representante de
cualquier otro incapaz de obrar. Por lo tanto el representando del nasciturus podrá aceptar la herencia y en su
nombre actuará en el juicio sucesorio como si se tratara de un heredero común.

La persona por naces en suma no puede aceptar por sí la herencia que le es deferida; tampoco pueden hacerlo los
menores de edad, ya que en ambos estados del desarrollo de la persona ejercen sus derechos a través de sus
representantes legales. En el caso de las personas por nacer y los menores, la aceptación deberá ser efectuada por
quienes ejercen la responsabilidad parental. Entre los actos que requieren el consentimiento expreso de ambos
progenitores de primer grado, enumerados en el artículo 645 no se encuentra incluida la aceptación de herencia,
por lo que cualquiera de ellos puede aceptarla.

Nulidad y revocación de la aceptación.-

Nulidad.- La aceptación expresa de la herencia constituye un acto jurídico y queda, por tanto, sometida a las
reglas generales que regulan la materia. Ello equivale a decir que su validez estará afectada cuando aparezcan los
vicios comunes, y así, como toda manifestación de voluntad, será atacable cuando se halle viciada la intención, el
discernimiento o la libertad del agente. También lo estará cuando se hayan omitido en el acto las formas
impuestas por la ley o no se haya cumplido con las formalidades prescritas para suplir la incapacidad del heredero
a cuyo nombre es aceptada la herencia. Debe agregarse que, de igual forma, caerá bajo los efectos de la acción
revocatoria cuando el aceptante haya perjudicado, mediante ese acto, a sus acreedores.

En cuanto a las causas, no obstante a la sumisión a los principios generales, Vélez había dedicado normas
especiales implicaban la modificación de aquellos introduciendo reformas no siempre felices. Las causales
contempladas, omitidas por el Código Civil y Comercial eran el error, el dolo y la violencia.

Corolario obligado del pronunciamiento de nulidad de la aceptación es el retorno al estado anterior. Ello equivale
a decir que el llamado a la herencia está en condiciones de ejercer cualquiera de las posibilidades emergentes del
derecho de opción.

Revocación de la aceptación. Acción revocatoria concedida a los acreedores. El sistema que en esta parte
había seguido el Código de Vélez implicaba un apartamiento de los principios generales, consagrando de esa
forma una solución desarmónica. Por otra parte debía advertirse una suerte de desprotección de los acreedores
del heredero. El Código de Vélez en suma establecía que los acreedores del heredero “podrán, en el caso que éste
hubiera aceptado una sucesión evidentemente mala por una connivencia fraudulenta con los acreedores
hereditarios, demandar en su propio nombre por una acción revocatoria la retractación de la aceptación”.
Conforme a este precepto, los requisitos para la procedencia de la acción eran los siguientes: primero, que se
tratase de una herencia evidentemente mala; segundo, que hubiera existido una connivencia fraudulenta entre el
aceptante y los acreedores de la herencia; tercero, que dichos acreedores fueran titulares de créditos nacidos con
anterioridad a la aceptación. Como se observa, la acción pauliana quedaba reducida así a límites estrechísimos y el
remedio parecía ilusorio pues difícilmente podría llegar a probarse la connivencia fraudulenta entre el aceptante y
los acreedores de la sucesión. Como acotaba Lafaille “el extremo de la connivencia con ánimo de perjudicar no
parece impuesto por la ley sino en cuanto a actos a título oneroso. Al aceptar una herencia, no podría sostenerse
que se efectúe un negocio de este género, ya que el llamado a la sucesión no hace más que consolidar un
derecho y despojarse de la facultad de renunciar. Cierto es que toma sobre si una serie de cargas, susceptibles o

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no de ser cubiertas con el activo; pero el legislador habla de una sucesión evidentemente mala, de suerte que por
hipótesis sería inoficioso acreditar el perjuicio que fluye por sí. Obligar entonces, a los acreedores a soportar una
situación que aumenta considerablemente el pasivo, es en realidad injunto”.

El Código Civil y Comercial ha eliminado toda referencia a estas limitaciones a la acción pauliana la que quedaría
entonces sujeta a los principios generales; el artículo 2292 como se ha visto ya, si le otorga a los acreedores la
posibilidad de aceptar la herencia no obstante la negativa del llamado a suceder.

RENUNCIA DE LA HERENCIA. CONCEPTO. CARACTERES. CAPACIDAD. FORMALIDADES. NULIDAD,


CAUSALES. REVOCACIÓN DE LA RENUNCIA.-

Concepto.- Como ya se ha dicho, nuestra legislación ha seguido el sistema imperante en los modernos
ordenamientos, donde la condición hereditaria no es impuesta a nadie. De ello surge, como un corolario obligado,
la posibilidad otorgada al llamado a la herencia de renunciar a ella. La renuncia es la contrafigura de la aceptación
de la herencia. Por ella el interesado, mediante la manifestación de su voluntad, hace absoluto abandono de los
derechos y se excluye de las obligaciones ínsitas a la calidad hereditaria. Concordantemente con lo dicho, el
Código Civil y Comercial dispone que “El heredero puede renunciar a la herencia en tanto no haya mediado acto de
aceptación”. Art. 2298.

La calidad de heredero se adquiere con la muerte del causante y desde ese día la herencia se transmite al llamado,
sin perjuicio de que se despoje de él por medio de la renuncia en virtud de que dicha calidad no se le impone. La
renuncia es el acto jurídico por el cual el titular de la vocación hereditaria declara su voluntad de no asumir los
derechos y obligaciones emergentes de la sucesión mortis causa. Tiene por efecto que el renunciante quede
excluido de una herencia, a la que él debería participar en virtud de la ley o de un testamento, como si en el
momento de abrirse la sucesión no viviera ya. Es unilateral pues no necesita para producir efecto que sea
aceptada, ni por los coherederos ni por los acreedores, y es retroactiva, pues resuelve la vocación al momento de
la apertura de la sucesión, considerándose al renunciante como si nunca hubiese sido llamado a la herencia.

Esa manifestación de su voluntad requiere de una exteriorización inequívoca y formal (art. 2299). La única
excepción la constituye el silencio guardado por el heredero durante el transcurso del plazo del derecho de
opción, inacción que la ley interpreta como falta de interés en la herencia que equivale a una renuncia de su parte.

Si el heredero realizó un acto de aceptación, ya expreso ya tácito, no tendrá la facultad de renunciar. La aceptación
de la herencia es irrevocable. Ello por cuanto mediante ésta se ha confirmado la calidad de heredero y
consolidado la propiedad de la herencia, perdiendo el derecho de renunciar, pues la ley no contempla la
retractación de la aceptación, a diferencia de la renuncia, que puede ser dejada sin efecto. Asimismo, ciertos actos,
como la ocultación o sustracción de bienes de la herencia, son considerados supuestos de aceptación forzada y la
ley sanciona al que los realizó con la pérdida del derecho de renunciar.

Forma de la renuncia.- “La renuncia de la herencia debe ser expresada en escritura pública; también puede ser
hecha en acta judicial incorporada al expediente judicial, siempre que el sistema informático asegure la
inalterabilidad del instrumento”. Art. 2299.

La renuncia de la herencia es un acto jurídico de disposición, a) expreso y formal, b) unilateral, c) liso llano e
indivisible, d) retroactiva juzgándose al renunciante como no habiendo sido nunca heredero, y en principio e)
irrevocable, salvo que no haya caducado el derecho de opción y la herencia no haya sido aceptada por otros

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herederos ni se haya puesto al Estado en posesión de los bienes caso en el cual el artículo 2300, como se verá,
habilita la retractación.

En contraposición a lo que el Código ha facilitado respecto a la aceptación de la herencia, admitiendo la forma


expresa, y también aquella que se supone e infiere, es decir, la tácita; ha dificultado, al restringir la renuncia de la
misma, por ser ella de orden excepcional y no presumirse. Por ello la ley quiere que conste de una manera formal,
considerando como tal aquella que acredita de cierto y positivo por los caracteres, requisitos o circunstancias que
concurren.

Forma. La forma del acto jurídico es el aspecto exterior exigido por la ley como medio indispensable para conocer
una voluntad de tal naturaleza. Esta categoría de actos se integra con un contenido, la voluntad particular, y un
continente, la forma, que reviste esa voluntad y permite conocerla. El Código admite, como alternativa que la
renuncia a la herencia se haga por escritura pública. El código derogado, en su artículo 3345 establecía que la
renuncia de una herencia para ser eficaz respecto a los acreedores y legatarios debía ser expresa y hecha en
escritura pública, y a continuación el artículo 3346 ordenaba que la renuncia hecha en instrumento privado era
eficaz y tenía efecto entre los coherederos. Todas estas formalidades vienen de antiguo desde que, siempre en
este derecho especial, se ha considerado que la renuncia es la excepción.

El artículo en comentario al admitir la exteriorización de la renuncia en acta judicial incorporada al expediente


respectivo, además de la formalizada mediante escritura, ha receptado la postura de la doctrina, fundándose en
que aquella es también instrumento público y otorga aún mayores garantías que la escritura notarial, además de
la reducción de costos. La solución es de interés práctico. Garantiza la publicidad necesaria para la eficacia de este
acto, que se logra también con el escrito presentado y ratificado en el juicio o declarado autentico por el juez.

El texto legal agrega, como condicionante a la habilitación del acta judicial, que el sistema informático asegure la
inalterabilidad e inamovilidad del instrumento. Al no regir el doble ejemplar en el ámbito judicial es necesario
brindar certeza por otros medios hábiles a tal efecto, pero corresponde tener en consideración que la exigencia
carece de sentido, puesto que se debería reiterar para todo otro acto judicial, sea para las actas que instrumentan
audiencias, como también para decretos y sentencias del juez, entre otros. El texto del artículo elimina las
imprecisiones que contenía el código civil derogado, superando las contradicciones existentes e incorpora, como
se ha visto, como instrumento válido el acta contenida en expediente judicial, dado que brinda la seguridad
necesaria.

Retractación de la renuncia.- “El heredero renunciante puede retractar su renuncia en tanto no haya caducado su
derecho de opción, si la herencia no ha sido aceptada por otros herederos ni se ha puesto al Estado en posesión de
los bienes. La retractación no afecta los derechos adquiridos por terceros sobre los bienes de la herencia”. Art 2300.
Los supuestos contemplados por la norma constituyen excepción al principio general de la irrevocabilidad. Se
trata de la posibilidad de retractar una renuncia a una herencia respecto de la cual nadie haya confirmado un
llamamiento.

Por excepción se le otorga a quien ha renunciado a su llamamiento hereditario la facultad de retractarse, sujeto
ello a que no se hallen cumplidos la condición resolutoria consistente en la aceptación por otros que ante su
renuncia ocupen su lugar, ni el plazo resolutorio contenido en el artículo 2288 que establece que el derecho de
aceptar la herencia caduca a los diez años de la apertura de la sucesión. En este caso la retractación se tornaría
estéril en virtud de que el mismo efecto de su renuncia lo ha producido el tiempo y su silencio, y la ley de
conformidad con el artículo 2301 lo considera como si nunca hubiese sido llamado a la herencia.

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La ley vigente no especifica en qué situación queda quien ha desistido de su renuncia. El código derogado poseía
una redacción distinta según la cual “el renunciante puede aceptarla”, es decir que la aceptación implicaba
retractación de la renuncia, pero en el régimen vigente nada indica que la retractación importe aceptación, pues
quien ha renunciado; ante la inminencia de que otro heredero acepte y le provoque su pérdida del derecho de
arrepentirse, puede apurar su retractación para luego deliberar y decidir. Nada en la norma impide tal proceder.

Silencio de los herederos. La leu limita la facultad de retractación de la renuncia al supuesto en que otros
herederos, sean éstos de llamamiento concurrente o eventuales, no hayan aceptado. A efectos de comprender la
motivación de la norma resulta útil recurrir a la doctrina que emana de la nota del artículo 3348 del código
derogado, arribándose así a la conclusión de que ante una sucesión repudiada por un heredero, que no ha sido
aceptada por otro, el primero podrá volver a aceptarla y ello debido a ser éste “un favor, porque el derecho
supone que el heredero que renuncia, nunca ha sido heredero, y por consiguiente, los que son llamados después
de él o al mismo tiempo que él, son reputados haber sido siempre los únicos herederos. Éstos, por efecto de la
renuncia del primero, son los herederos aun antes de toda aceptación por su parte. En principio pues no se
debería permitir a aquel que ha renunciado la sucesión reasumir un derecho de que los otros estaban investido;
mas la ley no debe detenerse ante esta idea, y preocupándose poco por un derecho que los nuevos herederos no
han consolidado por una aceptación que no han manifestado intención de ejercer, debe permitir al primero destruir
ese derecho por una aceptación subsiguiente. Pero si en el momento que el heredero ha renunciado, un coheredero
hubiese ya aceptado la herencia, como toda aceptación es por el todo de la sucesión forzosamente, el renunciante no
puede volver a aceptar la parte de herencia que había renunciado.

La aceptación de la herencia por cualquiera de los sucesibles obsta a la retractación de la renuncia que formuló
otro de ellos, pues si bien el sentido de la ley claramente se encamina a facilitar siempre la aceptación, el favor va
brindando una oportunidad que se detiene cuando otros herederos ya han aceptado, puesto que entonces se
habría operado la transmisión hereditaria.

Herederos eventuales.- El derecho del heredero a retractarse no puede ser ejercido cuando han aceptado
herederos con llamamiento simultáneo, o herederos con vocación eventual actualizada con motivo de la renuncia
del preferente, debido a que se ha producido la adquisición hereditaria y la consolidación de la calidad de
heredero de éstos que torna improcedente la retractación. La aceptación trasciende jurídicamente sólo en el caso
en que quien lo hace posea un llamamiento vigente a la herencia, pues si no se ha producido la renuncia ni ha
transcurrido el plazo del derecho de opción del llamado en primer término y un heredero con llamamiento
eventual acepta, ello no produce efectos jurídicos.

Renuncia simultánea de todos los herederos.- La renuncia simultánea de todos los herederos, si no se ha puesto al
Estado en posesión de los bienes remanentes de la liquidación, habilita la posterior aceptación de la herencia de
cualquiera de ellos, que causa la caducidad del derecho de retractación de los restantes. Especial atención debe
prestarse a las consecuencias jurídicas derivadas de una renuncia simultánea de todos los herederos a la que
continúe una retractación por cualquiera de ellos sin efectuar aceptación. Mientras el heredero retractado no
vuelva a pronunciarse por una aceptación, no se ha producido para los restantes la pérdida de su propio derecho
de retractación porque sólo la aceptación o el vencimiento del plazo de opción es lo que los priva de ello.

Las particularidades de la posesión del Estado.- El artículo en comentario establece que el heredero renunciante
puede retractar su renuncia en tanto no se haya puesto al Estado en posesión de los bienes. Al respecto el artículo
2443 obliga a que, en caso de haber sido entregados los bienes de una sucesión al Estado, corresponde que quien
reclame posteriormente los mismos deba hacerlo mediante acción de petición de herencia “...En tal caso debe

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tomar los bienes en la situación en que se encuentran, y se considera al Estado como poseedor de buena fe.” Resulta
de interés atender a que el Estado toma los bienes luego de la declaración de vacancia, es decir, porque no
existen herederos. Al respecto dispone el Código Civil y Comercial en sus artículos 2441 y 2442 que a pedido de
cualquier interesado o del Ministerio Público, se debe declarar vacante la herencia si no hay herederos aceptantes
ni el causante ha distribuido la totalidad de los bienes mediante legados. Se dispone asimismo que al declarar la
vacancia, el juez debe designar un curador de los bienes; dicho curador recibirá los bienes bajo beneficio de
inventario, y con autorización judicial procede a los actos de la liquidación, entre ellos el pago de deudas y
legados. Puede ser autorizado a liquidar bienes en la medida que no exista dinero suficiente a los efectos de la
conservación. Finalizada su labor, el juez entrega los bienes al Estado que corresponda.

De todo ello resulta que la petición tiene como sujeto pasivo a quien invoca el título de heredero y ésta no es la
circunstancia del Estado, quien los ha recibido por vacancia y por lo tanto no debe invocarlo. De lo que debe
concluirse que existe excepcion a las normas que rigen la acción de petición de herencia consistente en que el
Estado puede ser sujeto pasivo de ella sin invocar título hereditario. En suma, la caducidad de la retractación no se
produce con la declaración de vacancia por no existir herederos sino que como se vio, conforme el artículo 2443
dispone que concluida la liquidación el juez debe mandar entregar los bienes al Estado.

Deben respetarse los derechos adquiridos por terceros.- La ley respeta –en armonía con lo dispuesto en el artículo
947- el derecho de los terceros que hayan adquirido bienes de la herencia como consecuencia de la repudiación.
En este sentido, operada la prescripcion extintiva o adquisitiva, ello no afectará la liberación de un deudor del
causante o la adquisición de un bien hereditario a favor del poseedor. Asimismo los actos celebrados por el
curador de la herencia vacante subsisten: si éste pagó deudas y legados o vendió bienes hereditarios para
satisfacer a los acreedores de la sucesión, el heredero debe respetarlos y tomará los bienes que queden, si es que
no se ha puesto aún en posición de ellos al Estado, supuesto en que no procede la retractación. Por otra parte, el
heredero forzoso que deja sin efecto su renuncia carece ya de la acción de reducción, porque al renunciar libertó
a los donatarios, quienes adquirieron así un derecho definitivo sobre las cosas donadas: “La renuncia, haciendo
perder al que la hace el carácter de heredero, hace nacer a favor de los donatarios y de los legatarios un derecho
irrevocable a conservar íntegra la donación o el legado”.

Con ello se participa de un plan u objetivo general del derecho: otorgar certeza a las consecuencias de la relación
jurídica especial que se trata. La regulación normativa protectoria del derecho de terceros adquirentes hace
predecir que se estimulará la actividad económica en que se involucren transmisiones sucesorias.

Efectos de la renuncia.- “El heredero renunciante es considerado como si nunca hubiese sido llamado a la herencia,
sin perjuicio de la apertura del derecho de representación en los casos en que por este Código tiene lugar”. Art. 2301.

Al indicar la norma que al renunciante se le aplica la misma consecuencia que a quien nunca fue llamado, está
adjudicando en ello un efecto que obra desde lo pasado, desde el instante mismo de la muerte del causante que,
por imperio del artículo 2277, se produce simultáneamente con la apertura de la sucesión y la transmisión. Ello
implica retroactividad. Rébora sostiene que por medio de la renuncia queda establecido que no investirá su
calidad de heredero. Queda claro que ese es el efecto típico de la renuncia; no se tiene en consideración la
excepcion en casos de su retractación.

El heredero que renuncia nunca fue heredero, por lo que no puede ser responsabilizado por las deudas del
causante. El heredero que renuncia a la herencia, de tratarse de descendiente o cónyuge, que hubiera recibido en
vida del causante alguna donación de éste, al ser considerado un extraño a la herencia no tendrá que colacionar

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el valor de lo donado y puede conservar la donación recibida o reclamar el legado hecho, hasta el límite de la
porción disponible, sin perjuicio de que por el excedente pueda ser demandado por reducción como cualquier
otro tercero que hubiera recibido una donación. De igual modo, si el heredero renunciante debiese alguna suma a
la sucesión debe restituirla pagando las deudas como un tercero. Conforme al artículo 2292, si el heredero
renuncia a la herencia con la intención de perjudicar a sus acreedores, la ley los protege permitiéndoles aceptarla
en su nombre.

Derecho de representación.- El que accede a la herencia en virtud del derecho de representación (art 2429) altera
el principio de la proximidad de grados en la misma línea de parentesco, ya que por su llamamiento ocupa un
lugar más remoto con otros coherederos respecto del causante en una sucesión determinada. El representante se
coloca en el lugar del pariente renunciante, premuerto o indigno de grado preferente. El derecho de representación
es una excepcion al principio que establece que, en el mismo orden, el pariente más próximo en grado excluye al
más remoto. Puede ocurrir que al tiempo del fallecimiento del causante, uno de los hijos haya muerto con
anterioridad y le sobreviven sus propios hijos, nietos del causante. La aplicación aislada del principio que
establece que el pariente más próximo en grado excluye al más remoto, provocaría que el único hijo del causante
que vive a la muerte de su padre excluya a los nietos –hijos del hermano premuerto- por encontrarse, dentro del
mismo orden, en un grado de parentesco más cercano al causante. Esto sería así por la preferencia por la
proximidad de grados de parentesco. Sin embargo, excepción a esta regla es el derecho de representación.

Suceder por derecho de representación es ser llamado en lugar del premuerto, del renunciante o del declarado
indigno, con el fin de recoger lo que a él se le hubiera transmitido. De ahí que los nietos del causante no son
excluidos por su tío, sino que heredan en concurrencia con él, permitiéndose así que el descendiente que se
encuentra en grado más lejano represente a su ascendiente y concurra a la sucesión a heredar la porción legítima
que su representado hubiera recibido en la titularidad de derechos.

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