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Alrededor del 95 % del gas sale por la boca y las fosas nasales de los
animales. Como podrá imaginarse, el otro 5 % es expulsado por otra vía
menos elegante.
Los investigadores han explorado varias vías para reducir las emisiones del
ganado: reproducción selectiva (algunos animales emiten menos gases que
otros), vacunas, transferencias de microbiomas, diversos suplementos
dietéticos y alimentos más eficientes. Pero ninguno ha dado resultados
espectaculares, explica el analista principal de agricultura en el Instituto
Breakthrough, Dan Blaustein-Rejto, cuyo centro de investigación está enfocado
en soluciones tecnológicas para los problemas ambientales.
El enfoque de las algas está ganando mucho apoyo gracias a los resultados
casi sorprendentemente de los primeros estudios científicos. En 2014, unos
investigadores australianos encontraron que pequeñas dosis de un alga roja
conocida como Asparagopsis taxiformis prácticamente eliminaban la
producción de metano en laboratorio. Las pruebas de campo con ovejas
vivas redujeron las emisiones hasta en un 80 %, mientras que el experimento
de la UC Davis, el primero en reses vivas, mostró una reducción del 58 % con
solo un 1 % de algas en la dieta.
Kebreab creció en Eritrea, un país del este de África en la costa del Mar Rojo
que lucha contra recurrentes sequías y hambrunas. La continua escasez de
leche y carne fue la que le inspiró para centrar su investigación en el
ganado, con la esperanza de encontrar formas sostenibles de aumentar la
producción de ambos productos.
Foto: El profesor de la UC Davis, Ermias Kebreab, alimenta a una vaca en el
campus. Créditos: Jame Temple
Sin embargo, añadir algas a la dieta de las vacas tenía un efecto negativo: los
animales comían menos cada día. Este es un problema grave, ya que cuanto
más comen, más leche o carne producen. Kebreab sospecha que simplemente
fue una cuestión de sabor: las algas son muy saladas. Así que los
investigadores las mezclaron con melaza para ocultarlo.
Pero en el estudio inicial se usó un tipo de alga marina que no era tan potente
como las algas rojas empleadas en los primeros experimentos de laboratorio
australianos. Kebreab tiene la intención de usar esa variedad en la prueba de
seguimiento y cree que podría reducir aún más las emisiones incluso con
una cantidad más baja de algas.
Hay otra preocupación: cómo conseguir los 200 kilogramos de algas rojas
que necesitan para el estudio. Aún no se ha producido a escala comercial y
podría resultar complicado hacerlo.
Llegar a la escala
De forma natural, las algas rojas crecen en estado salvaje, pero hará falta
mucho trabajo humano para producirlas a la velocidad y escala necesarias para
servir incluso solo a una fracción de la industria ganadera mundial. Y hasta
ahora, las algas marinas se han resistido a los intentos de ser
reproducidas, explica el fundador de la compañía, Josh Goldman.
Foto: Huynh Thi Khanh trabajando en el banco de semillas de Greener
Grazing. Créditos: Greener Grazing
DSM Nutritional Products espera comercializar este alimento para los animales
y ya ha solicitado la aprobación de la Administración de Medicamentos y
Alimentos de EE. UU. para venderlo en Estados Unidos. Aunque las
reducciones no son tan drásticas como las observadas en las primeras pruebas
de algas, una gran empresa que ya dispone de centros de fabricación y
canales de distribución podría aumentar la producción más rápido y reducir
más los costes que el enfoque basado en algas, explica Kebreab.
Salwen reconoce que es necesario investigar más sobre los efectos de las
algas marinas en la salud, tanto del ganado como de los seres humanos,
y admite que aún no está claro si estas cepas pueden escalarse de una
manera económicamente viable. Pero si todo va bien, espera que los mercados
impulsados por fuertes políticas climáticas ayuden a expandir la producción y
reducir los costes.