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Trabajo Práctico.

Ética Profesional.

Prof. Lucas Bacceliere

Alumno: Sebastián Sánchez

La tensión del alma: entre la esclavitud y la libertad.

Me gustaría compartir la experiencia que he tenido y tengo sobre “la libertad” en un taller de escritura y filosofía que realizo
desde hace dos años en una comunidad terapéutica llamada “Nazareth”. Voy a contar lo que he podido ver en el espacio del
taller, realidad que me ha proporcionado el material para la reflexión, pero que no estoy seguro pueda transmitir con
exactitud. En mi reflexión puede haber limitaciones: teóricas; en la interpretación de dichas experiencias; y en la capacidad
de exponerlas. Es que siempre la vida misma nos “impresiona” más que lo que uno pueda escribir sobre ella.

Muchas veces, en este espacio, la vida aparece como tensión, tensión del alma entre la esclavitud y la libertad. La tensión del
alma entre la esclavitud y la libertad, significa en este caso -de un taller que forma parte de un programa terapéutico en donde
se trabajan adicciones- que si hacemos abstracción del tiempo y volvemos un poco para atrás en sus vidas, el alma no estaba
en tensión. No porque se hallaba en el reposo de la paz, sino en el reposo de la esclavitud. Podemos decir que estaba
tácitamente esclavizada. Tal esclavitud no estaba informada en el plano subjetivo, pero era existente y real, en silencio y sin
ruido, sin expresión, no se “declaraba formalmente”, pero queda en evidencia, como todo poder opresor, cuando un hombre
ve los grillos que no le dan opción, en la medida que toma conciencia de la libertad que no tiene, y se reconoce como
esclavo. Por tal motivo la tensión en el alma aparece cuando el sujeto intenta dar batalla a la esclavitud que lo apresa,
contradecir el poder que algo tiene sobre el. La tensión aparece cuando el alma toma el valor de enfrentar una cárcel de
ataduras que lo mantiene apresado. En este primer sentido podemos ver que la libertad está relacionada a la batalla que
debemos dar, puesto que nuestra condición es fácilmente aprehensible por distintas esclavitudes.1

¿Pero qué criterio nos habilita a decir que algo pertenece al reino de la libertad y otra cosa al reino de la esclavitud? Decimos
a un lado esclavitud por diversos motivos, también apelando a unos de los significados etimológicos por los que la palabra
“adicción” fue y es valorado: “ADICCO: del participio pasado ADICTIUM: que en la Antigua Roma, era aquel que habiendo
contraído una deuda no podía saldarla, convirtiéndose en ESCLAVO de su acreedor como forma de pago.”

a) Cuando hablamos de esclavitud.

Apresado por el consumo de sustancias, una trama de hábitos y costumbres estructuradas, y unas series de creencias y
valoraciones, la vida del adicto se inclina hacia la muerte, se dirige hacia un camino de muerte directa o indirecta, una
especie de suicidio lento (a veces muy veloz). Existe una clara inclinación hacia la muerte. También, en tal escenario de
consumo, cuando manifiestan (generalmente por una situación límite) la intención de dejar el consumo se encuentran con

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El caso de la drogadicción es fácil de ver, más aun cuando los adictos son pobres y delincuentes y la
sociedad que teme por la seguridad de su vida y de sus bienes no tarda en formular una condena social a tal
problemática. Pero las esclavitudes son muchísimas más y las peores son las que ni siquiera son mal vistas,
es mayor su silencio y su poder de opresión, pero no es objeto de este pequeño ensayo.
“fuerzas” que se le oponen a la nueva decisión, es decir fuerzas que escapan a su control consciente y que no le permiten un
camino diferente, no dan opción, anulan la capacidad de decidir, por lo tanto de elegir. Dichas fuerzas son según este ensayo
por un lado las caracterizadas y explicadas por la psicología y la psiquiatría en el plano bio-psicologico, pero también
procedentes del plano espiritual, mejor explicadas por la reflexión filosófica y religiosa acerca del sentido de la vida, el
sufrimiento, la injusticia, etc.

En este plano filosófico, vemos al alma como un conjunto de experiencias que no se reducen a la dimensión psíquica, sino
que la Persona, es un centro más complejo, no sometido solo a los influjos psíquicos, sino también el alma es llamada a
resignificarse en el espíritu. No se explica todo desde la psicología, menos aún la psicología determina a la persona (excepto
en caso puntuales), lo que acontece en el plano psicológico es de suma importancia porque en se expresan los problemas
espirituales, y se estructuran, pero no porque ellos sean ni el origen ni la determinación del alma. La persona humana no
habrá agotado nunca la explicación de su ser sin apelar a la dimensión espiritual. El hombre posee dos facultades
fundamentales que lo definen específicamente, la inteligencia y la voluntad. Pero estas no son más que mera maquinaria
racional, que podría explicarse por el mero instinto de supervivencia de una nivel superior del reino natural. Estas facultades
emprenden una tarea trascendente, propia de la realización humana de sus potencias, cuando son puestas en marcha por el
espiritu, horizonte del sentido humano de todo lo creado.

En la persona humana, su historia de vida, su trama de vivencias configuran gran parte de la forma de su ser en este mundo,
es decir, son condiciones externas de su existencia, que en la medida que no hace conciencia de ellas lo determinan. Estas
fuerzas condicionantes son para el hombre parte de los estímulos provenientes del medio, podríamos decir que son su entorno
natural. En este sentido es que recuerdo que una de las características principales de lo que llamamos espíritu, la capacidad
de oponerse a los principio naturales, como son los instintos, cuando por ejemplo podemos posponer un deseo sexual. El
hombre no está sujeto a los principios propios de su entorno natural, y se diferencia de los animales que se encuentran
determinados por las leyes inscriptas en su propia naturaleza y se orientan a la conservación de su especie, sin poder
oponerse ni postergarlos. No existe un águila que abandone el nido y deje a sus pichones porque tiene un proyecto de vida
diferente al de “criarlos”. En el caso del hombre, solo es verdaderamente humano cuando experimenta su dimensión
espiritual desde la cual puede oponerse por la fuerza del espíritu que orienta sus facultades hacia la realización de su ser,
oponiéndose si es necesario a las condiciones externas a si, como son su historia, sus dolores, las injusticias, etc.

Tal es el caso de las adicciones. Claramente podemos decir parafraseando la famosa frase “ningún pibe nace adicto”. Al
menos, los casos a los que hago referencia son aquellos en que la historia, el sufrimiento, los vacíos que han quedado
hundidos en el alma sin sentidos que lo recuperen, han estructurados personalidades y entornos de consumo que engrillaron
en algún momento al sujeto. Estas tramas de vivencias han levantado dentro del alma del sujeto fortalezas mentales,
estructuras rígidas de sometimiento, que le explican y lo habitúan a una forma de vida direccionada a la muerte, directa o
indirecta. (creencias y sentimientos de gran desprecio por su propia vida y por supuesto por la vida de los demás. Haber
sufrido dolor, vegación, indiferencia, maltrato, ausencias, contraste agresivos, etc; sentir sufrimiento, rencor, odio, etc)
Mediante la psiquis, mediante las emociones, las actitudes y las creencias formadas por años, el espíritu es desplazado, y los
condicionamientos a los que se vio sometido el sujeto se tornan determinantes. Si las historias de vida, o las estimulos
recibidos del entorno, conducen a la muerte, entiendo que hau una falta de conciencia espiritual, o una conciencia tomada
por la circunstancia que no es libre, sino circunstancial. A esto llamamos falta de libertad, incapacidad de hacer conciencia
liberadora que permita elegir.

b) En cambio cuando hablamos de Libertad:

Según Edit Stein, el alma del hombre siempre, necesariamente esta en relación a un reino o campo espiritual, del cual se
llena, en el cual alimenta sus sentido, como fue en un primer momento la familia, los círculos cercanos, luego los grupos
sociales, los amigos, el club, la parroquia,etc. Cada campo espiritual es un ambiente, un ámbito, como ejemplo, podemos
pensar en cuando éramos chicos los “heavy metal” los Hippies, los Emo, los del “futbol” los de “rugby”, Cada campo
espiritual tiene sus formas de ser, sus características por las cuales nos identificamos. Estos campos tienen tres formas de
“tocar” el alma. Pueden 1) influir: mi grupo de Metal me influye en mi forma de ver el mundo, en el gusto por tal música. 2)
me impregnan: como cuando cocinamos pescado, vamos con el olor a todas partes, o cuando usamos perfume. Comienzo a
vestirme de negro, a llevar campera con tachas, a hablar de determinada manera, etc, a donde voy llevo signos del campo
espiritual y los demás lo reconocen. 3) me apresa: ya me tiene por completo. No pude establecer mi autonomía, ya
personifico al campo espiritual, ese reino espiritual me tiene por completo, he perdido mi libertad totalmente. Estos
ambientes en los que el alma participa y de los cuales se llena pueden ser muy buenos, poco buenos, o muy malos, y no solo
en términos de valoraciones que algunos podría pensar como “moralistas”, sino en término de libertad.

En mi experiencia he podido ver como en cada historia de una persona que padece la adicción a alguna sustancia existen
profundas relaciones con campos espirituales que explican y hacen posible la vida ya sumida en tal hábito. De acuerdo a
Edith Stein, lo que pasa en gran medida es que estos ambientes no solo han influenciado el alma en determinado sentido, sino
que en todos los caso los ha impregnado de ciertas experiencias y prácticas que se fueron incorporando de apoco en
detrimento de las acciones libres y en mucho casos un puede advertir directamente una ausencia total de la libertad, por lo
que podemos decir que se trata de una esclavitud total.

Una vez que hay conciencia de la esclavitud, el sujeto que emprende la lucha por liberarse de ella puede encontrar muchos
momentos de conciencia para trabajar las fuerzas contrarias a las de la opresión y emprender el camino a la libertad. En otros
caso podemos ver que la fuerza de la adicción es tal que los espacios de clara conciencia son muy intermitentes, con muchas
recaídas; en otros casos el alma esta tan apresada que solo se los puede mantener inhabilitados al consumo por medicamentos
y medidas extremas como la internación, puesto que la libertad ha sido totalmente arrebatada.

Sucede que en sintonía con la definición etimológica que presente al comienzo, y Junto con Edith Stein se puede afirmar que
el único reino espiritual que no nos pide nada a cambio de lo que nos da es el Reino de la Alto, el reino de la Gracia.

La libertad no está dada, hay que ganarla en una lucha. El hombre solo elige en la medida que conquistó la libertad, antes
solo fue direccionado por otros. La adicción es una da las trampas, contrarias a la vida y a la comunidad, pero son muchos los
campos espirituales que andan al acecho. El hombre por naturaleza está condicionado, pero también por naturaleza esta
llamado a la vida del espíritu, de emprender tal tarea depende que sea libre o determinado.

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