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Reforma tributaria: ¿quién paga?

Por: Bárbara Neyra, directora Área Tributaria Aninat Schwencke & Cía. | Publicado:
Jueves 21 de marzo de 2019 a las 04:00 hrs.

Bárbara Neyra, directora Área Tributaria Aninat Schwencke & Cía.

Llegó marzo, y con eso la discusión de la reforma tributaria se ha vuelto


a tomar la agenda, no sólo a nivel de la discusión política que se inició
en los últimos días, sino también a nivel de ideas y propuestas
planteadas por el mundo político, empresarial y otros actores que ven la
oportunidad de proponer modificaciones al proyecto original enviado el
año pasado por el Ejecutivo.
En este sentido, una de las mayores críticas efectuadas al proyecto
consiste en cómo se mantendrá y/o aumentará la recaudación
actualmente existente, sobre todo considerando la eventual eliminación
del régimen semi integrado, lo que ha dado pie a variadas alternativas
que pretenden despejar esta interrogante.

Algunas de estas propuestas ya poseen un amplio respaldo, como ocurre


con la propuesta de incrementar de un 10% a un 19% el impuesto a los
servicios digitales prestados desde el extranjero, manteniendo la
estructura de tributación propuesta por el Ejecutivo. De esta manera, la
retención asociada al momento de efectuarse el cargo en la respectiva
tarjeta de crédito ascendería de un 10% a un 19%, lo que en la práctica
podría implicar un aumento en el precio de estos servicios, por lo que
serían los usuarios finales quienes económicamente soportarían parte de
este impuesto.
Otros, a su vez, han propuesto eliminar el beneficio tributario que posee
la ganancia de capital obtenida a través del mercado financiero, y que
consiste, principalmente, en considerar como ingreso no renta la utilidad
obtenida en la venta de acciones de sociedades anónimas abiertas,
bonos transados en bolsa y cuotas de determinados fondos. Si bien esta
medida podría tener un impacto considerable a nivel de recaudación
analizando datos pasados, una medida como ésta debe,
necesariamente, considerar un análisis a largo plazo, y que se vinculan
al impacto que tendría en el mercado financiero, ya que al incorporar un
costo de impuestos (27% si se estima que el análisis es efectuado a
nivel de empresas), disminuirían los retornos asociados, impactando la
rentabilidad de los activos, situación altamente sensible a nivel de toma
de decisiones, sobre todo considerando el tamaño de nuestro mercado
financiero en comparación a otros actores de la región, por lo que una
medida como ésta no sólo debe considerar el impacto recaudatorio
inicial, sino también proyectar la fuga de inversiones que
necesariamente traerá aparejada.

También están los que proponen desintegrar el sistema tributario,


eliminando lo que hasta hoy ha sido la base de nuestro sistema, en
virtud del cual el impuesto pagado por las empresas en la práctica sólo
constituye un anticipo del impuesto final que deba pagar su propietario,
lo que a su vez implica mantener un estricto control de los impuestos
pagados por las empresas, antes por medio del FUT y hoy por el
engorroso registro de rentas empresariales. Esta medida posee varios
partidarios porque no sólo se lograría incrementar la recaudación (el
cuánto dependerá de la forma en la que se implemente esta opción, ya
sea agregado a la base de los impuestos finales o bien con un impuesto
especial de tasa fija a ser retenido por las empresas) sino que se
simplifica la carga administrativa asociada, eliminado los actuales
registros.
Como es posible apreciar, hay una gran cantidad de ideas dando vuelta,
algunas con más respaldo que otras, pero una cosa es clara, para
eliminar el sistema parcialmente integrado, y lograr los votos necesarios
para su eliminación, el Ejecutivo necesariamente deberá entregar una
propuesta que permita al menos mantener la recaudación actual, y
frente a eso sólo queda pensar, ¿quién será finalmente el que financie la
reforma?

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