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Where do research problems come from?

– Lewis Binford
Traducido por Matías Lepori

¿De dónde vienen los problemas de investigación?


Lewis Binford 2001

La racionalidad de los procedimientos relacionados con los objetivos.-

Un número cada vez mayor de literatura arqueológica se plantea la cuestión de qué


ideas son valiosas, qué heurística es la menos ambigua, y qué conceptos son cruciales para
la tarea de hacer arqueología. Como maestro, he encontrado que algunos de estos trabajos
no son sólo confusos para los estudiantes sino que algunas veces incluso me abruman a mí.

Cuando sugiero a mis alumnos que exploren la proliferación de la literatura


arqueológica, intento prepararlos para esta experiencia enunciando un principio básico para
guiar sus lecturas, que se relaciona directamente con los objetivos de la investigación: “Yo
no puedo realizar ningún juicio sobre la racionalidad de la forma en que ustedes intenten
proceder, al menos hasta que me digan que es lo que están tratando de conseguir”. Cuando
este principio es aplicado para el examen de cualquier problema científico, la identidad de
los dominios empíricos de los fenómenos que la ciencia ha elegido como su materia de
sujeto es de trascendental importancia. En el caso de la ciencia arqueológica, el objetivo del
estudio es el contenido y las propiedades de asociación del registro arqueológico.

Dado este objetivo de investigación, también nos podemos preguntar: “¿Qué es lo


que guía o enfoca nuestros estudios?” Podemos agregar que, ya que la arqueología es la
ciencia del registro arqueológico, uno podría esperar que los problemas que buscamos
resolver se deriven de un estudio de los restos arqueológicos. Muchos investigadores, sin
embargo, parecen pensar que los problemas que deben ser investigados deben derivarse de
los problemas sociales, culturales, o políticos contemporáneos. Tales enfoques son
comunes dentro de las ciencias de las humanidades. Esto, sin embargo, nos lleva a un
vínculo problemático entre los fenómenos empíricos y las teorías que se toman prestadas de
otras fuentes acerca de las causas de estos problemas. Los programas de investigación que
se encuentran estimulados por preguntas formuladas independientemente del estudio del
registro arqueológico tienen como imperativo el descubrimiento de “algo” en el registro
arqueológico que sea informativo sobre el “problema” de interés. Se sugiere que esta
dificultad solo se aprecia en las ciencias sociales y las humanidades, donde los problemas
generalmente no se derivan del estudio del objeto de estudio per se.

El reconocimiento y la discusión por parte de los arqueólogos acerca de “donde


vienen los problemas” son probablemente característicos de la era contemporánea. Tal
problemática no parece haber sido reconocida durante la era de la arqueología tradicional.
Que esto sea así quizás se vea mejor ilustrado por el hecho de que Walter Taylor haya
buscado, en 1943, “enfocar la atención de los arqueólogos sobre la naturaleza de sus
objetivos, sus prácticas, y sus herramientas conceptuales”. Taylor trató el problema de la
dependencia que mostraban los arqueólogos sobre otras disciplinas tanto para plantear los
problemas como para resolverlos, de la siguiente manera:

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La arqueología per se no es más que un método y un conjunto de técnicas


especializadas para la recolección de información cultural. El
arqueólogo, como arqueólogo, realmente no es más que un técnico.
Cuando él utiliza sus hallazgos para estudiar la arquitectura, él debe
emplear los conceptos desarrollados en ese campo, y cuando estudia la
cultura, debe utilizar la estructura teórica erigida por aquellos que han
realizado sus carreras estudiando la cultura, los llamados antropólogos.
(1948:43)

La aceptación del pronunciamiento de Taylor apunta hacia un nuevo paso en el


vínculo epistemológico entre el problema y los datos que no es característico del
pensamiento en las ciencias. Si las preguntas de investigación de los arqueólogos surgen de
la cultura contemporánea de nuestro campo, como podemos ver en muchos casos de
arqueólogos contemporáneos, entonces las herramientas intelectuales para descubrir las
respuestas a estos problemas también deben tomarse de las bases de conocimiento
contemporáneo. Podríamos preguntarnos, de manera razonable, ¿donde entra el pasado
entonces? La estrategia de investigación de Taylor, que habla de los arqueólogos “técnicos”
debe ser la de buscar de manera perpetua, en los paisajes interdisciplinarios, los conceptos y
principios interpretativos. Taylor elaboró de la siguiente manera los objetivos de la
disciplina:

La arqueología no es ni historia ni antropología. Como una disciplina


autónoma, consta de un método y un conjunto de técnicas especializadas
para la recolección o “producción” de información cultural.

Incluso a pesar de que en el léxico moderno las palabras de Taylor pueden ser
traducidas en frases tales como “información conductual” o “información evolutiva”, yo
pienso que la mayor parte de los arqueólogos contemporáneos estarían bastante cómodos
con la elección original de palabras por parte de Taylor. Sin embargo, la pregunta
permanece, ¿cómo hace uno para “recolectar o producir” información cultural mediante el
examen del registro arqueológico? ¿De dónde obtienen los arqueólogos el conocimiento
interpretativo y las herramientas conceptuales para traducir los datos u observaciones
arqueológicas que hallan en la forma de distribuciones, frecuencias y asociaciones entre los
ítems materiales y sus contextos de depositación, en “información cultural” acerca del
pasado?

Los medios y las metas de los procedimientos; analizando los estudios líticos.-

El problema delineado con anterioridad es endémico de la arqueología y la


antropología. No veo la necesidad de seguir documentando esto de manera más minuciosa
para el lector concienzudo. Sin embargo, en mi exploración de las consecuencias
metodológicas utilizaré un libro recientemente editado sobre análisis lítico para ilustrar
algunos puntos adicionales cuando discutamos las consecuencias de fallar en identificar la
problemática general acerca de dónde vienen los problemas.

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Por ejemplo, los comentarios de Odell que se muestran aquí hablan sobre las
recientes introducciones de la “teoría” en los estudios líticos:

“Los mayores avances teóricos en arqueología estaban siendo


desarrollados sobre las bases de la ecología de poblaciones y la
etnografía. La teoría del forrajeo óptimo y el modelo de forrajeo-
recolección para la organización de la movilidad de los cazadores-
recolectores llegaron a ser percibidos como marcos de trabajo apropiados
para la explicación de la distribución de sitios arqueológicos, las
actividades, etc.…y no paso mucho tiempo antes de que estos modelos
comenzaron a ser aplicados a los datos líticos…”
(1996:3).

La descripción que Odell hace de las prácticas actuales es la forma exacta en que
Taylor imaginó cómo la teoría sería obtenida y utilizada por los arqueólogos. El arqueólogo
es un “usuario” de la teoría, que provee una Piedra de Rosetta para la transformación del
fenómeno inerte del registro arqueológico en “información cultural” o –en términos más
contemporáneos- “información conductual” sobre el pasado. En otras palabras, se exhorta a
los arqueólogos a traducir las observaciones hechas sobre el registro arqueológico en
términos conceptuales de teoría, o de manera más común, la caracterización conceptual de
la conducta o de una situación observacional particular. Este proceso invita entonces a los
investigadores a producir una “interpretación” de sus observaciones. Tales productos
intelectuales derivados también pueden ser conocidos como reconstrucciones.

Los problemas con la interpretación como un objetivo intelectual.-

Muchos seguidores de la estrategia interpretativa que acabamos de delinear,


consideran que la incertidumbre del vínculo entre la teoría abstracta y los atributos o las
características observadas arqueológicamente es la principal responsable de muchos de los
problemas confrontados por los técnicos arqueólogos (sensu Taylor). Específicamente,
desean conocer el significado “correcto” para asignarle a las observaciones arqueológicas,
que parece ser lo que Odell tenía en mente cuando dijo que “la curación de las herramientas
líticas es un concepto empleado para explicar ciertos aspectos de la conducta de los
cazadores-recolectores prehistóricos, y su efecto sobre los conjuntos líticos. Es difícil
apreciar, sin embargo, cómo un concepto puede tanto explicar aspectos no identificados de
la “conducta de los cazadores-recolectores prehistóricos”, y al mismo tiempo, identificar de
manera certera las consecuencias de esta conducta explicada sobre el registro arqueológico.

La discusión y el argumento arqueológico consistentes con la visión de Taylor


usualmente se muestran en forma de intentos de justificar o garantizar el acto de asignar
significados particulares a fenómenos particulares. Frecuentemente, la crítica negativa de
las convenciones interpretativas consiste en largas discusiones sobre la ambigüedad o la
falta de esta que caracteriza el vínculo entre la observación arqueológica que uno realiza y
los significados impartidos por las convenciones conceptuales personales. Las
convenciones de “nuevos diagnósticos” pueden ser etiquetadas como poco claras, ambiguas

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o inapropiadas una vez que se aplican sobre las propiedades empíricas normalmente sujetas
a interpretaciones más convencionales.

En el peor de los casos, el argumento se concentra sobre la aceptación de palabras


específicas, mientras que en el mejor, se concentra sobre la mayor parte de las dinámicas
casuales alternativas que se encuentran entre las propiedades observadas. Casi todos los
trabajos recogidos en el libro más reciente de Odell están basados en uno u otro de estos
procedimientos explicativos. Dentro del mundillo Tayloriano o humanista, una teoría se
evalúa en términos de que tan aplicable es sobre las observaciones arqueológicas que clama
poder explicar. Las mejores teorías, sostienen Odell y otros, son confiables y no ambiguas
al referenciar las observaciones. Como Odell opina:

Uno de los desafíos del futuro será asegurar que las observaciones
elementales de un análisis provean un soporte adecuado y creíble para las
estructuras teóricas que están siendo creadas en este momento.
(1993:118)

Podría buscar por muchos años y no encontrar otra propuesta con la que me
encuentre más completamente en desacuerdo. Si fuera cierta, la opinión anterior aseguraría
que toda teoría es “aplicable a los datos”, como un argumento que se acomoda. Así, los
investigadores que crean que las teorías pueden ser verificadas y actúen como Odell
sugiere, aseguran que todas las verificaciones son tautologías. Este es un peligro que
Popper reconoció hace ya mucho tiempo, y como medicina planteó la estrategia
falsacionista en la ciencia. Como contraposición a Odell, ofrezco las siguientes sugerencias
que espero demuestren que las observaciones elementales en sí mismas no son el lugar
donde uno mira para apoyar las teorías, y que uno no desarrolla o adopta una teoría para
poder cargar a las unidades de observación de primer orden con significado.

La curación (ver Binford 1979) no debe ser pensada como una teoría sino como un
término descriptivo que se refiere a una forma particular de organizar el uso y producción
de herramientas de la forma que se observa en un sistema vivo. Los arqueólogos no
observan sistemas vivos, sino solamente sus productos estáticos. Esta afirmación introduce
el segundo principio que será discutido en este trabajo: ¿qué es lo que guía nuestros
estudios?

Al concentrarnos primero en el “ver y mirar”, podemos preguntarnos si la curación


es algo que podemos observar directamente, como una entidad dentro de un sistema vivo.
La respuesta es no. Hace referencia a una forma de organizar los materiales en crudo, el
trabajo y las tareas. Sólo es visible como resultado del estudio de las interrelaciones entre
las cosas: los actores, las acciones y los lugares. En este sentido, no podemos hablar de una
dimensión como la define Spaulding. La curación hace referencia a una forma particular de
organizar las relaciones entre un conjunto de fenómenos dimensionales. Se refiere a un
estado relacional, y por lo tanto, no es una propiedad “esencial” de cualquier fenómeno
supuestamente relacionado. Es poco razonable el buscarlo con un diagnóstico directo,
visible y discreto, como si fuera por ejemplo una propiedad de alguna herramienta lítica.

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En la ciencia, el diagnóstico es usualmente un proceso que implica la eliminación de


un número de posibles factores contributivos relacionados con alguna “observación
primaria”. Los análisis químicos cuanti y cualitativos usualmente requieren muchos
exámenes diferentes para identificar una sustancia o para estimar la cantidad que se
encuentra presente en una muestra. Piensen en las quejas que generalmente realizan los
pacientes cuando buscan un consejo médico sobre un problema de salud, cuando estos son
sometidos a muchos exámenes o enviados a demasiados especialistas. Es importante
recordar que un diagnóstico raramente se logra como resultado de una relación directa y
unidimensional entre síntoma y “causa”. El diagnóstico exitoso es el subproducto de una
larga historia de aprendizaje, equilibrada por el darse cuenta de que la forma en que vemos
el mundo y la realidad de la dinámica natural son dos cosas muy diferentes. Así también en
la arqueología, la percepción de la ambigüedad y de lo inadecuado de nuestras herramientas
cognitivas para comprender directamente la realidad de las dinámicas naturales –
particularmente a partir de observaciones de lo estático- son los subproductos de los éxitos
y los fracasos de nuestra ciencia. No existe justificación, sin embargo, para dejar de lado
todo lo que hemos aprendido sobre las dinámicas sólo porque nuestros esfuerzos no han
generado procedimientos de diagnóstico certeros para la identificación de los materiales
arqueológicos.

Ya he sugerido en otro trabajo que la identificación de la ambigüedad es una de las


mejores maneras de reconocer una oportunidad de aprendizaje. Popper sugirió, de manera
general, el mismo punto de vista hace mucho tiempo:

Podemos decir que la contribución más duradera para el crecimiento del


conocimiento científico que una teoría puede hacer son los nuevos
problemas que ésta plantea, esto nos hace que veamos a la ciencia y al
crecimiento del conocimiento como algo que siempre empieza y siempre
termina con los problemas –problemas de una profundidad siempre
creciente, y una siempre creciente fertilidad a la hora de sugerir nuevos
problemas.

Por otra parte, en críticas recientes que se han hecho al progreso de la arqueología,
muchos han arribado a conclusiones diferentes. La ambigüedad es citada como la
justificación para dejar de lado las observaciones y descripciones etnográficas –así como
las observaciones acerca de cómo funcionan las organizaciones vivas- debido a que fallan
en su intento de ver las dinámicas directamente sobre los artefactos estáticos. El hecho de
que las dinámicas de la mayor parte de los procesos de información reciente que
condicionan el carácter del registro arqueológico son diferentes a las dinámicas de gran
escala que afectan la organización de los sistemas culturales parece ser algo que muchos
investigadores no tienen en cuenta.

Las sugerencias anteriores apuntan directamente al impacto de nuestro trabajo sobre


nuestras formas de “ver y mirar”. Así, el reconocimiento de las diferentes escalas para la
observación demandan de mayores consideraciones sobre cómo nuestras tácticas de
pensamiento afectan los factores que “guían” nuestros estudios. Nuestra comprensión del
foco y las líneas guías asociadas para la investigación serán realzadas si regresamos a mi

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principio inicial, que decía que “no puedo hacer ningún juicio sobre la racionalidad de la
forma en que intentarás proceder hasta que no me digas que es lo que intentas conseguir”.
Al seguir este principio, nos vemos forzados a reconocer que existen grandes diferencias
entre lo que los investigadores científicos y sus pares en las humanidades aceptan como
logros deseables. Tales diferencias separan cada vez más a los científicos arqueólogos de
sus compañeros humanistas.

Metas y enfoques científicos vs humanistas.-

La ciencia busca construir una trayectoria de aprendizaje acumulativa a través del


estudio de su objeto empírico. El estudio científico presupone el objetivo de construir una
teoría explicativa para los problemas que son aislados durante el curso del análisis de un
objeto de estudio específico. Por otra parte, los arqueólogos que consideran a la arqueología
como una disciplina humanista intentan escribir la historia cultural, reconstruir las formas
de vidas pasadas, o identificar los eventos tales como el arribo de los primeros pobladores
al continente americano. Otros arqueólogos que no se identifican a sí mismos como
humanistas, comparten sin embargo una enfoque táctico similar en sus investigaciones al
intentar plantear que los fenómenos arqueológicos pueden ser explicados mediante el
seleccionismo, el marxismo, el estructuralismo, otras teorías, o incluso por el acomodo de
simples observaciones etnográficas. Esto se refiere a cosas de la que hablamos con
anterioridad acerca de lo que los arqueólogos estudian y de dónde obtienen sus
explicaciones. ¿Tenemos qué tomar prestadas nuestras teorías de otros lugares, tal como
sugirió Taylor? ¿Es la arqueología una ciencia por derecho propio, cuyo objeto de estudio –
el registro arqueológico- es la fuente de los problemas que deben investigarse?
¿Constituyen los argumentos de los arqueólogos sobre su objeto de estudio la fuente en
términos de qué teorías son desarrolladas acerca del registro arqueológico y el pasado?

Nuestras respuestas a estas preguntas pueden ser guiadas por la exploración de las
diferencias entre los argumentos interpretativos y los argumentos referenciales. De manera
bien explícita, una interpretación es una afirmación de que algunas características o
situaciones del pasado son evidenciadas por algunas características o propiedades
específicas del registro arqueológico. En pocas palabras, se está haciendo un reclamo de
conocimiento acerca del significado de algunas observaciones arqueológicas. Por otra parte,
un argumento referencial sugiere el contexto organizativo de las dinámicas del pasado en el
cual se piensa que surgieron algunas de las propiedades observadas del registro
arqueológico. En ningún momento se realiza un reclamo de conocimiento con respecto a
los detalles de la causa o del significado certero de cualquier referente arqueológico
específico. Uno podría decir que una interpretación es una afirmación o un reclamo de
conocimiento sobre el pasado, mientras que un argumento referencial es una afirmación o
sugerencia sobre el dominio de las dinámicas que pueden ser plausibles de ser investigadas
para buscar pistas de las condiciones causales operativas en el pasado. Como tales, existen
potenciales implicancias tanto para conocer los fenómenos arqueológicos como así también
fenómenos previos no observados. Los argumentos referenciales son muy ricos en
implicancias empíricas, mientras que los argumentos interpretativos son esencialmente
estériles con respecto al contenido empírico adicional. Los objetivos de estos dos tipos de

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argumentos son diferentes y, por lo tanto, la lógica y el procedimiento para su utilización


también son diferentes, así como el uso y la función intelectual de sus productos.

Argumentos referenciales.-

Los argumentos referenciales siempre son sugerencias acerca de los contextos


causales u organizativos apropiados que deberían ser explorados como parte de una
búsqueda de mayor comprensión acerca del fenómeno que se está investigando; como tales,
expanden las metas de aprendizaje para la ciencia. Por ejemplo, yo planteé un contexto
referencial para la variabilidad entre los conjuntos líticos Musterienses de la siguiente
manera:

Si asumimos que la variación en la estructura y el contenido de un


conjunto arqueológico está directamente relacionada con la forma, la
naturaleza y el arreglo espacial de las actividades humanas, son varios los
pasos que siguen lógicamente. Nos vemos forzados a buscar explicaciones
para la composición de los conjuntos en términos de las variaciones en las
actividades humanas. En pocas palabras, las unidades de “causación” de
la variabilidad de los conjuntos son actividades separadas, cada una de
las cuales puede estar relacionada tanto con el ambiente físico y el social,
como también interrelacionados de diferentes maneras.

Mis discusiones con Bordes en los ’60 y ’70 no estaban enfocadas en cómo él
clasificaba las herramientas líticas, yo cuestionaba su suposición de que la variabilidad en
las frecuencias de las herramientas líticas se refería exclusivamente a la identidad étnica de
los talladores. Al contrario, yo pensaba en los conjuntos como combinaciones variantes de
ítems para los cuales las condiciones determinantes de su asociación regular podían ser
semi o completamente dependientes una de la otra. Yo pensaba que el primer paso analítico
debería ser encontrar cómo variaban de manera relativa los “tipos de herramientas” entre
ellas. Entonces podríamos proceder a estudiar cómo los subconjuntos de tipos asociados
dependiente e independientemente interactuaban con las variables ambientales y crono-
climáticas, los contextos específicos de cada sitio, los materiales líticos en crudo y la fauna
asociada. Los patrones identificados en esta escala de análisis podrían proveer algunas
ideas sobre cómo podía estar condicionada la variabilidad del conjunto, y podríamos
empezar a construir la historia de sus causas.

También pensaba que tales patrones podían llevarnos a explorar los datos basados
en las observaciones etnográficas que podrían ser útiles para entender los procesos de
formación de sitio. Mi trabajo de campo posterior con los Nunamiut representó una
estrategia para la comprensión de las diferencias en los conjuntos óseos, descritos en
términos de las frecuencias de partes anatómicas entre los sitios esquimales documentados.
Cualquiera de estas trayectorias de investigación representa las investigaciones de rango-
medio que podrían ser iniciadas para expandir nuestro conocimiento relativo al disponible
en el momento en que un argumento referencial específico fue sugerido.

Las convenciones interpretativas y sus argumentos de garantía.-

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Las metas interpretativas humanistas, que incluyen la reconstrucción de las formas


de vida del pasado en términos humanos o la documentación de eventos específicos,
difieren radicalmente de los objetivos de conocimiento de los investigadores de rango-
medio. Para los humanistas, los argumentos referenciales son vistos como principios
interpretativos potenciales –derivados de los aparatos cognitivos-, que tienen el potencial de
proveer imágenes de un pasado desaparecido hace mucho tiempo. Si la interpretación del
registro arqueológico es la meta, ¿cuáles son las herramientas intelectuales necesarias para
poder arribar al conocimiento del pasado?

Las herramientas más esenciales son las convenciones cognitivas –verdaderas


convenciones- que garantizan que cuando observamos X en el registro arqueológico, eso
significa Y en términos del pasado. Técnicamente, para poder observar el registro
arqueológico estático y leer la narrativa humana del pasado se requiere de una enorme
cantidad de leyes –un diccionario de convenciones- para traducir los restos estáticos en
dinámicas humanas. En pocas palabras, se necesita de un completo conocimiento derivado
de la investigación científica básica para poder tener una disciplina interpretativa confiable.
Sin embargo, si uno se encuentra involucrado con la producción científica, un resultado
como este es inaceptable, dadas las demandas aplicadas para la producción de una
construcción humanística del pasado. La desalentadora tarea emprendida por el humanista
que vive bajo las sombras de una ciencia básica pobremente desarrollada es la de ser capaz
de encontrar algo entre un conjunto de restos arqueológicos que pueda decir al investigador
lo que él o ella desean conocer. Normalmente esto se consigue mediante la estipulación.
Taylor mantenía que el acto de selección estaría guiado por la “teoría”. Sin embargo,
irónicamente, la implementación de la lógica y los procedimientos de Taylor garantizaría
que todas las observaciones que son dependientes de la teoría serían acertadas. Esta misma
trampa intelectual estimula gran parte de la crítica y la frustración intelectual expresada en
el libro de Odell.

Los humanistas se refieren a los argumentos referenciales como potenciales


convenciones para ser utilizadas en la interpretación. Cuando las convenciones
interpretativas potenciales no se ven justificadas por la investigación científica, estas
representan “verdades” convencionales que se sospecha necesitan ser investigadas. Muchos
años atrás yo planteé que son las explicaciones y no las interpretaciones, las que deberían
ser el objetivo de los investigadores en arqueología. Este sigue siendo mi objetivo aún hoy
en día.

Gran parte de mi vida profesional se ha visto centrada en aprender acerca de cómo


fue creado el registro arqueológico y qué agentes produjeron sus muchas propiedades
dispares. Cuando sentí que había hecho algún tipo de progreso hacia esta meta, presenté
mis investigaciones, particularmente en el campo de los estudios etnográficos y
actualísticos. Frecuentemente destaqué lo inadecuado de muchas de las convenciones
interpretativas utilizadas por los arqueólogos en la búsqueda de diagnosticar el carácter del
pasado a partir de los datos, particularmente aquellos que estaban basados en afirmaciones.
Mi crítica sin embargo no implica que lo que yo haya experimentado y observado
representen todo lo que hay que saber sobre las relaciones entre la dinámica y la estática.

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¿Entonces por qué tantos “consumidores” arqueológicos de ideas prestadas que están
acostumbrados a “diagnosticar” el pasado, demandan causas certeras y de contingencia
simple? ¿Es esta la forma en que otras ciencias funcionan con relación a las disciplinas
asociadas? La respuesta es no.

Años atrás mostré mi desacuerdo con la idea de que Taylor había comenzado en la
década del ’40 los cambios en el pensamiento y la práctica arqueológica que yo y otros
estábamos proponiendo en los ’60. Mi respuesta fue que, en la ciencia, los argumentos de la
década del ’60 constituían un enfoque muy diferente tanto en el uso de las palabras como
en el uso de las observaciones. También sugerí que los arqueólogos podían aprender acerca
de muchas de las características organizativas y conductuales de los sistemas vivos que
algunos investigadores planteaban como imposibles de ser pensadas desde la inferencia
arqueológica. Yo dije que:

Las limitaciones prácticas sobre nuestro conocimiento del pasado no son


inherentes a la naturaleza del registro arqueológico; las limitaciones
yacen en nuestra ingenuidad metodológica, en nuestra falta de desarrollo
de los principios que determinan la relevancia de los restos arqueológicos
en relación a las proposiciones con respecto a los procesos y eventos del
pasado.
(Binford 1968:23)

Desde ese entonces me he dado cuenta de que algo de la ingenuidad a la que me


refería era el resultado de mi falla en ver claramente que los problemas son mejor
identificados a través de la investigación exploratoria de las observaciones sobre cualquier
categoría o fenómeno que se elija para ser investigado. Los problemas científicos se derivan
del análisis de un objeto de estudio, por lo tanto la investigación se encuentra dirigida hacia
su resolución. Este procedimiento tiene una consecuencia muy importante; las dificultades
interpretativas son evitadas cuando el reconocimiento de los problemas se deriva de los
estudios de reconocimiento de patrones en el segundo o tercer nivel derivativo o de la
escala de análisis. Las observaciones primarias o de primer orden se refieren a
observaciones registradas durante la excavación o el resultado de la síntesis descriptiva de
los datos generados para un segmento particularmente delimitado del registro arqueológico.
Los patrones derivativos de segundo o tercer orden describen cómo los datos primarios o
las observaciones de primer orden interactúan con otras informaciones tales como el
ambiente, la temporalidad y las asociaciones relacionadas con otros sitios arqueológicos o
escalas de análisis. Los problemas derivan del reconocimiento de los patrones que son
insospechadamente nuevos y poco comprendidos. Los problemas son por lo tanto al menos
parcialmente reconocibles en términos de síntesis a partir de observaciones de primer
orden. En otras palabras, las convenciones para la observación también son los términos en
el que los problemas deben reconocerse. El problema está al menos parcialmente
identificado en términos de unidades observacionales, definidas de manera operacional.

Un pastiche científico-humanista lleva al estancamiento intelectual.-

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¿Por qué los investigadores se apropian de las preguntas de un dominio de la


experiencia e intentan extraer respuestas del registro arqueológico cuando no existe una
vinculación competente entre los datos arqueológicos y sus preguntas? ¿Por qué los
arqueólogos rechazan buenas descripciones de las dinámicas del sistema debido a su
reclamo de que no existe un vínculo certero entre la dinámica descripta y las propiedades
del registro arqueológico que están examinando? ¡Son esas mismas dinámicas las que, al
menos parcialmente, influencian la estructura y el contenido de algunos de los componentes
del registro arqueológico! Como ya he sugerido con anterioridad en este manuscrito, las
respuestas a las preguntas precedentes se encuentran en los diversos enfoques para el
aprendizaje que caracterizan a la ciencia y las humanidades. Yo sugiero que la mayor parte
de las convenciones interpretativas en la arqueología son un legado del enfoque humanista
que por muchos años dominó a la antropología y la arqueología. Los argumentos sobre la
utilidad de las convenciones más recientemente planteadas también se vio iniciada por lo
humanistas que ven a las “teorías” como potenciales aparatos interpretativos.

Las generalizaciones empíricas que yo y otros hemos presentado, usualmente han


sido reconocidas como teorías, a pesar de que, por ejemplo, no existe nada teórico al
respecto de las conductas que yo observé entre los Nunamiut. Mis descripciones de la
conducta Nunamiut y los términos que utilicé para describirlos no son teóricos. Los
humanistas, sin embargo (como Trigger delineó en la búsqueda de lo que Taylor llamaría la
“filosofía” como una fuente de convenciones interpretativas), han planteado que estas
observaciones y descripciones son nuevas convenciones. No es sorpresivo que al ser usadas
como convenciones interpretativas, mis generalizaciones empíricas no parezcan tener
referentes certeros en los conjuntos líticos del medio oeste norteamericano. Entonces, se
concluye a partir de las críticas humanistas, que “la relación entre la curación, como sea
que ésta sea definida, y la conducta economizadora de escasez-inducida nunca podrá ser
totalmente clara, ya que la conservación de las herramientas es un constituyente de ambos”.

Rechazo la idea de la equifinalidad. El creer en esto se ve alentado por una falsa


creencia en las causas simples, o por el cambio semántico de la escala del discurso con
referencia a una variable particular. Por ejemplo, la “conducta economizadora de escasez-
inducida” es abstracta y debe hacerse concreta mediante la identificación de los elementos
materiales o los fenómenos que son “escasos”, permitiendo así que la frase “otras cosas
deben ser iguales” tenga algún contenido empírico que debe ser controlado para poder ser
capaz de ver de manera certera los otros factores condicionantes. La ambigüedad de este
tipo es una propiedad general de la experiencia y es la razón fundamental de por qué los
científicos realizan investigaciones controladas. Además, la ambigüedad cognitiva ha
provocado que los científicos se conviertan en especialistas en el desarrollo de
experimentos en los cuales algunas variables pueden mantenerse constantes o consideradas
irrelevantes para que las consecuencias de la interacción entre un conjunto finito de
variables seleccionadas para el estudio puedan ser observadas de manera no ambigua. Este
enfoque hacia el aprendizaje demuestra que las estrategias científicas están diseñadas para
asegurar el aprendizaje, mientras que la búsqueda de convenciones interpretativas certeras
es una búsqueda de las “verdades” estáticas y frecuentemente vacías acerca de la realidad.

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No deseo implicar que uno no puede comenzar con una proposición de mayor nivel
y proceder a hacer ciencia productiva. Las ciencias desarrolladas hacen esto todo el tiempo.
Pueden razonar a partir de teorías desarrolladas para tomar en cuenta un conjunto de
observaciones, hasta llegar a observaciones adicionales que –si la teoría es correcta- pueden
ser demostrables. Ya he discutido el asunto de la investigación de rango medio y la
fiabilidad de vincular las proposiciones de “nivel alto” –o más adecuadamente,
proposiciones para las que no existen vínculos confiables con datos observacionales- con
investigaciones bien organizadas en el presente sobre sistemas vivos o sistemas descriptos
desde la perspectiva ya sea de los participantes o de los observadores de tales sistemas. No
estoy sugiriendo que no se puedan hacer buenos trabajos desde la exploración del mundo de
las experiencias con ideas aún no vinculadas con ese mundo. Mi punto es que ser un
consumidor de ideas antes que adoptar un rol investigativo asegura que las ideas no
actuarán como portales para otro tipo de conocimiento, sino que en cambio serán aceptadas
o rechazadas por las razones erróneas. Tal curso de acción resultará en la imposición de una
secuencia infinita de diferentes convenciones interpretativas sobre el registro arqueológico
más que en el crecimiento del conocimiento acerca de las fuerzas y factores que crearon
este registro a lo largo del tiempo.

La teoría no es algo que uno lleva a los datos. La teoría se desarrolla para explicar
patrones de relaciones entre los datos que son analíticamente generados entre diferentes
dominios observacionales o conjuntos de datos. Los argumentos que se refieren a los
patrones estarán por lo tanto parcialmente fraseados en términos de las convenciones
primarias para la producción de datos. El vínculo inicial para los enunciados posteriores
sobre los datos se hace, necesariamente, en términos de las definiciones operacionales
utilizadas en la producción de datos. Esta tautología es vencida cuando uno toma los datos
resultantes para la etapa de reconocimiento de patrones en el análisis. Los estudios de
reconocimiento de patrones exponen las propiedades o características seleccionadas del
registro arqueológico (que en este punto puede ser correctamente nombrado como datos
arqueológicos) a otros cuerpos de datos independientemente razonados.

Conclusiones.-

Comencé este ensayo diciendo que: “no puedo realizar un juicio sobre la
racionalidad de la forma en que intentas proceder hasta que no me digas que es lo que estás
intentando conseguir”. Aceptando esta proposición, exploré algunas propiedades
fundamentales de la ciencia, la más importante de las cuales era el reconocimiento de que
los problemas para los que se buscan soluciones vienen de un estudio detallado del objeto
de estudio de la ciencia. En el caso de la arqueología, el objeto de estudio es el registro
arqueológico. Luego me pregunté si este punto de vista era ampliamente registrado en la
arqueología contemporánea. Respondí a esta pregunta con un enérgico NO y enfaticé que el
problema al que se refieren la mayoría de los investigadores es simplemente cómo
“interpretar” sus datos. Con ese objetivo en mente, ellos buscan otras disciplinas, revisan
sus propias experiencias personales y cúmulos de conocimientos, o se refieren a los
escritores de la así llamada teoría arqueológica en búsqueda de inspiración acerca de las
unidades de “significado” que pueden imponer sobre sus datos. Este método no hace que

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avance el estudio del registro arqueológico, ni traduce este registro en enunciados certeros
sobre el pasado.

La ciencia avanza a través del análisis de su objeto de estudio y la invención de


teorías que guíen las posteriores investigaciones sobre el objeto de estudio en búsqueda de
pistas adicionales de los procesos causales. Esto significa que los arqueólogos deberían
desarrollar sus problemas de investigación a partir del estudio analítico del registro
arqueológico. La resolución del problema está dirigida por la teoría que se desarrolla para
explicar cómo el registro arqueológico llegó a ser el que nosotros vemos. Esto significa que
los arqueólogos deben trabajar en una escala de síntesis más analíticamente diseñada que
las propiedades “elementales” o directamente observadas del registro arqueológico. Deben
analizar los datos para encontrar patrones y deben cotejar estas observaciones contra
diferentes marcos de referencia. Por marcos de referencia me refiero a cuerpos de datos
sistemáticamente organizados consistentes de fenómenos que no son, estrictamente
hablando, arqueológicos (por ejemplo, ambientales, etnográficos, temporales, geográficos o
algún otro tipo de dominio de datos sintetizados).

Es la interacción entre los hechos del registro arqueológico y otros cuerpos de


conocimientos sistemáticamente organizados –sintetizados en una escala comparable-lo que
permite establecer patrones que provean y definan la naturaleza de los problemas
apropiados para la investigación. En este punto, el vínculo entre el problema y al menos
algunas de las características arqueológicas referentes al problema, ya son conocidos, por lo
que la investigación exploratoria ya puede partir de los estudios de reconocimiento de
patrones que usan propiedades seleccionadas del registro arqueológico. Esta búsqueda
inductiva es muy diferente a la imposición de una “teoría” prestada sobre el registro
arqueológico, como propuso Taylor en la década del ’40 y que, lamentablemente, aún se
practica de manera rutinaria.

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