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DISCURSO JURIDICO Y DISCURSO PSICOANALITICO.

EL DERECHO COMO TEXTO SIN SUJETO. (Kozicki)

Ni las instituciones, ni los textos jurídicos, son psicoanalizables. Son inanalizables por definición, por
hipótesis: las ficciones no tienen cuerpo, carecen de palabra.
El derecho no es la palabra de un sujeto; es una avalancha de textos con los que se rellenan las
estructuras-instituciones y se produce así un particular efecto ficción: el como si las instituciones hablaran. Son
ficciones fundadas por la invención de un discurso de esencia jurídica, es decir, normalizante; son instrumentos
sociales jugando la ficción para poner a cubierto, desarrollar, arbitrar relaciones de fuerza y/o de cultura.
Legendre caracteriza al derecho como “Texto sin sujeto”, como efecto estructural, y a la institución como
estructura que, en tanto ficción, no tiene cuerpo. El derecho no es la palabra de un sujeto. (Texto: normas que
regulan los cuerpos e intercambios entre estos)

En medio del discurso ordinario de la censura, “discurso sostenido por los juristas”, Freud muestra que se
juega algo por cuenta de otra escena. Lacan dirá que el icc es estructurado como un lenguaje, de allí que la
dinámica del icc haya podido ser descripta como una gramática del deseo.
La vida pulsional pasa por una válvula de control. El aprendizaje de la carencia es la experimentación de
las prohibiciones, que resultan constitutivas. Se trata de una instancia de censura y de juzgamiento donde se
resumen nuestras relaciones parentales: el superyó.
En cuanto a la articulación del discurso psicoanalítico con la racionalidad jurídico-institucional occidental,
pueden distinguirse dos pares de registros.

 De la clínica: ley personalísima. Asegura el sometimiento a la propia instancia de juzgamiento, el


superyó. Remite al siguiente registro;
 Dimensión social: introduce al anterior. Mecanismos de sumisión y castigo. Técnicas de hacer creer.
Está en juego el superyó de la cultura.

“La correspondencia entre los dos planos, el del superyó de la clínica y el de la cultura, permitirá ver que
“la censura, para ser lícita y la única posible, debe ser conferida a otros que hayan tomado el poder de los
padres, el derecho de mirada sobre nosotros; conferida no al analista, sino a los doctores cuya ciencia es la de la
Ley.”

El discurso jurídico en occidente es el discurso del Poder por excelencia. Sin las técnicas de hacer creer,
no hay institución, ni orden, ni subversión. Es la creencia, registro de lo imaginario, espacio de la fantasía, de lo
mítico. Docta manipulación de las creencias, la indicación del objeto de amor, la captura del deseo icc de los
sujetos que son asegurados por la estructura jurídica, orden dogmático de la censura.
El manejo de las creencias supone una creencia pivotante, “la mítica encarnación de la Ley”, del Gran
Otro. Así se aseguran sumisión y censura, amor del Jefe y del Censor. La legalidad del sistema supone una
lógica cuya matriz está constituida por esa creencia mayor. El amor asegura la sumisión a la norma. Mito y
lógica aparecen así soldados en un sistema del cual son elementos solidarios y recíprocamente potenciadores.
Una sola vía para preservar las virtualidades del mito: nombrarlo de manera enigmática (de manera difícil de
interpretar). El vocablo pontífice, privado de referente actual, puro significante, testimonia este enigma, y es así
que su actualización histórica queda asegurada.
Las relaciones del par saber y verdad son clave para dar cuenta del mecanismo jurídico-institucional de
Occidente. La Función Dogmática es la que manipulando el deseo-de-saber ejerce el Poder para asegurar la
producción, circulación y reproducción de un sistema de escritos de la verdad. Estos escritos son producidos
para asegurar que los mensajes de la autoridad lleguen a sus destinatarios. Se trata, ni más ni menos, que de
instituir a los humanos: entre éstos y el montón de escritos, el deseo.
El cambio en las instituciones consiste en no cambiar nada; sólo desplazar o agregar, nunca sustraer. Es la
dimensión dogmática: evitar el cambio. Todo está reglado. El texto del poder no inventa nada. De allí que la
interpretación juegue como legalidad. Lejos de inventar; se trata de la creencia en los escritos.

El aporte del psicoanálisis para la comprensión del mecanismo jurídico-institucional de Occidente es


entender este mecanismo como referente al deseo icc.
Para comprender cómo la Ley y el deseo quedan acoplados, cómo el texto jurídico cumple su función en
la manipulación del deseo icc:
a) Es necesario admitir que dicho texto “expone también un pensamiento simbólico”;
b) El trabajo del jurista consiste en “inventar las palabras tranquilizadoras e indicar el objeto de amor
donde la política indica el prestigio;
c) El sistema jurídico funciona para adiestrar en el amor al Poder ;
d) La ley, recitada en un texto, enuncia todas sus reglas refiriéndose al orden, también fijado de
símbolos.

Las instituciones son ficciones pero, la ficción no es otra cosa que una figura de la verdad.
Las instituciones son verdaderas y siendo verdaderas movilizan el icc. Allí se fabrica lo jurídico. Las
ficciones son figuras de la verdad en tanto montaje. No hay relación con el otro sin montaje del cuerpo.
En este juego de montajes, cualquier cosa puede llamarse cuerpo: una sociedad, un grupo, las formas
útiles del grupo, las sociedades como corporaciones.
Desmontando así el mecanismo jurídico, los mecanismos de la ficción en tanto fantasmas del cuerpo
ponen en evidencia al pensamiento jurídico como maniobras de fantasmas. El milagro del dogmatismo cosiste
en fabricar prótesis para fantasmas.
Si en las instituciones existe la palabra, es la palabra transitada por los circuitos de la ficción jurídica, los
cuales no están hechos para dar la palabra al sujeto, sino para hacer funcionar una sociedad dada, y de la manera
más ciega, sin concesión.
La instancia de la censura social se apoya en la noción de superyó, que introduce Freud para penetrar en el
mecanismo institucional.

Laicización. El Estado reemplaza a Dios en el texto. Ahora son las organizaciones del sistema industrial
las que tratan del deseo, así como antes lo hacía la religión clásica.
Del Padre temible al Derecho Romano;
Del Derecho Romano al Pontífice;
Del Pontífice al Estado.

Una cuestión esencial consiste en hacer aceptar que la función de censura se encuentra hoy principalmente
asumida, no ya por los legistas, sino por las instancias de utilización de las ciencias humanas, sociales.

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