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La Invencible Inglesa fue una flota de invasión enviada a la Península Ibérica por la reina
Isabel I de Inglaterra en la primavera de 1589.
Los ingleses lograron ocultar durante siglos que la expedición del pirata Drake para acabar con
el Imperio concluyó con un desastre aún mayor que el español. Esta batalla forma parte de la
guerra anglo-española que termino con la victoria española reconocida en el tratado de
Londres 1604.
La Contra Armada Inglesa, un hecho totalmente desconocido y olvidado por la mayoría de los
historiadores del mundo y lo que es más lamentable, por el conjunto de la sociedad española.
La Invencible Inglesa
Entonces tendría el mar expedito para cumplir su segunda misión: conquistar Lisboa. Así
convertiría a Portugal en país satélite de Inglaterra y penetraría en el imperio luso. Para ello
conducía al Prior de Crato, pretendiente al trono luso que Felipe II acababa de heredar de su
madre, Isabel de Portugal. Crato había firmado previamente unas rigurosas clausulas que, de
cumplirse, transformaban a Portugal en un protectorado de Inglaterra.
Su tercera misión era apostarse en las Azores y capturar la flota de Indias. De este modo,
Inglaterra sería la nueva dueña del Atlántico y se aprestaría a usurpar las rutas oceánicas
españolas.
Esa Contra Armada contaba con más de 150 barcos ( La Armada Invencible española contaba
con 120 barcos) y unos 23.000 hombres era capitaneada por el almirante Francis Drake y por
el general John Norris (el más prestigioso militar inglés de su tiempo, como general en jefe de
los ejércitos transportados). Las claras órdenes dadas por su reina de dirigirse directamente a
Lisboa las torció a su gusto el más famoso de los piratas (Drake) que prefirió venir en busca del
desquite contra la ciudad desde la que había partido la Gran Armada, un año antes hacia
Inglaterra).Se dispuso a atacar primero, el que entendían el puerto más débil, el de La Coruña.
María Pita vs. Francis Drake ( Por Juan Luis Cebrián La Rosa de los Vientos)
Ataque a Lisboa
Con unos precedentes poco halagüeños, finalmente la flota inglesa fondeó en la ciudad
portuguesa de Peniche el 26 de mayo de 1589 e inmediatamente comenzó el desembarco de
las tropas expedicionarias comandadas por Norris. Acto seguido, el ejército comandado por
Norris, compuesto a aquellas alturas de la misión por unos 10.000 hombres, partió rumbo
a Lisboa. Paralelamente, la flota comandada por Drake también puso rumbo a la capital
portuguesa. El plan consistía en que Drake forzaría la boca del Tajo y atacaría Lisboa por mar,
mientras Norris, que iría reuniendo adeptos y pertrechos por el camino, atacaría la capital por
tierra para finalmente tomarla.
Pero lo cierto es que el ejército inglés tuvo que soportar una durísima marcha hasta llegar a
Lisboa, siendo diezmados por los constantes ataques de las partidas hispano-portuguesas, que
les causaron cientos de bajas, y por las epidemias que ya traían de los barcos.
Inmediatamente las galeras de Bazán atacaron a las fuerzas terrestres inglesas desde la ribera
del Tajo causando numerosas bajas a los invasores con su artillería y con el fuego
de mosquetería de las tropas embarcadas. Los ingleses buscaron refugio en el convento de
Santa Catalina, pero fueron acribillados por la artillería de la galera comandada por
el capitán Montfrui, y se vieron forzados a salir y continuar la marcha bajo un fuego incesante.
La noche siguiente, los soldados de Norris montaron su campamento en la oscuridad para
evitar ser detectados por las temibles galeras. Al no conseguir localizar la posición de las
tropas invasoras, don Alonso de Bazán ordenó simular un desembarco echando varios botes al
agua, indicando a sus hombres que hiciesen el mayor ruido posible, que disparasen al aire y
gritasen, lo cual provocó inmediatamente la alerta y la confusión en el campamento inglés, que
se preparó para la defensa. Las galeras españolas distinguieron en la oscuridad los fuegos de
las antorchas y las mechas encendidas de las armas inglesas, por lo que Bazán ordenó
concentrar el fuego de sus barcos en las luces, lo que provocó una nueva matanza entre los
ingleses.
Al día siguiente, Norris intentó asaltar la ciudad por el barrio de Alcántara, pero de nuevo las
galeras acribillaron a las tropas inglesas forzándolas a dispersarse y retirarse para ponerse a
cubierto, tras haberles causado un gran número de muertos. Tras conocerse que algunos
habían vuelto a buscar refugio en el convento de Santa Catalina las galeras abrieron de nuevo
fuego contra el edificio forzando a los atrincherados a salir y matando a muchos de ellos.
Posteriormente, los prisioneros ingleses relatarían el pavor que les producían las galeras de
Bazán, responsables de un enorme número de bajas entre sus filas. Finalmente Bazán
desembarcó 300 soldados para atacar desde tierra al maltrecho ejército inglés.
Durante los combates, la pasividad de Drake que no se decidía a entrar en batalla provocó un
aluvión de reproches por parte de Norris y Crato que lo acusaron de cobardía. Drake alegaba
que no tenía posibilidades de entrar en Lisboa debido a las fuertes defensas y al mal estado de
su tripulación. Lo cierto es que mientras las tropas terrestres llevaban todo el peso de la batalla,
el almirante inglés se mantenía a la expectativa, bien porque realmente no pudiese hacer nada,
bien porque estuviese esperando el momento adecuado para entrar en batalla cuando la
victoria fuese segura y recoger los laureles.
Tras la dura derrota sufrida por el ejército de Norris, Drake decidió abandonar con su flota las
aguas lisboetas y adentrarse en el Atlántico. Por su parte, los marinos españoles se
dispusieron para la persecución del enemigo.
Padilla partió el 20 de junio tras la flota inglesa al mando de 7 galeras: la capitana comandada
por el propio Padilla, la segunda comandada por don Juan de Portocarrero, la Peregrina,
la Serena, la Leona, la Palma y la Florida. Los españoles mantuvieron la distancia con la flota
enemiga, esperando un golpe de fortuna que dejase a los ingleses sin viento y permitiese
atacarlos y destruirlos. El comandante español estaba preocupado por los planes de Drake, y
temía que su intención fuese volver sobre Cádiz para a atacarla como ya había hecho en
1587.
Padilla ordenó a sus barcos formar en hilera y atacar a los buques enemigos que se
encontraban descolgados de la formación. Así, la fila de galeras iba situándose a popa de los
buques ingleses, y batiéndolos sucesivamente con su artillería se iban relevando unas a otras a
medida que se recargaban los cañones. Por su parte, las tropas embarcadas batían las
cubiertas inglesas con sus mosquetes. Debido a la imposibilidad de defenderse o huir, los
barcos ingleses atacados sufrieron un terrible castigo, siendo finalmente apresados 4 buques
de entre 300 y 500 toneladas, un patache de 60 toneladas y una lancha de 20 remos.
Durante aquellos durísimos ataques murieron unos 570 ingleses, y unos 130 fueron hechos
prisioneros. Drake, que había sido un mero testigo del ataque pudo maniobrar con su buque
insignia, y seguido por otras 4 embarcaciones mayores se dirigió hacia las galeras españolas
que trataban de remolcar sus presas de vuelta a Lisboa. Por su parte, don Alonso de Bazán
decidió relevar a Padilla con varias galeras de la escuadra de Portugal y continuar con la
persecución, apresando tres buques ingleses más durante los días siguientes.
Drake puso rumbo entonces a las islas Azores, para tratar de conseguir el último de los
objetivos acordados al planearse la expedición, pero sus fuerzas estaban ya muy mermadas, y
fueron rechazados sin grandes dificultades por las tropas ibéricas destacadas en el
archipiélago.
Tras otra tormenta que provocó nuevos naufragios y muertes entre los ingleses, Drake saqueó
la pequeña isla de Puerto Santo en Madeira, y ya en las costas gallegas, desesperado por la
falta de víveres y agua potable se detuvo en la indefensa villa de Vigo, que en aquella época
era un pueblo marinero de unos 600 habitantes, a pesar de lo cual, la resistencia de la
población civil causó nuevas bajas a los atacantes. El propio Drake, al mando de los 20
mejores bajeles regresaría a las Azores para tratar de apresar la flota de indias española,
mientras que el resto de la expedición regresaría a Inglaterra. Essex recibió orden de Isabel de
volver a la corte y Norris decidió también poner rumbo a Inglaterra.
Antes de conseguir llegar de nuevo a las Azores, otro temporal obligó al almirante inglés a
retroceder, momento en el que se dio por vencido y ordenó poner rumbo a Inglaterra.
En 1588 la Gran Armada sufrió 11.000 bajas, a las que habría que añadir 2.000 a
consecuencia de la peste, antes de embarcar en Lisboa. Ese mismo año, la Armada inglesa
perdió entre 8.000 y 10.000 hombres, entre las bajas causadas por los combates y, sobre todo,
por la peste. En 1589 las pérdidas de la “Contra Armada” de Drake superaron las 20.000, en
su mayor parte a causa de la epidemia de peste que se abatió sobre ella en el viaje de regreso
a Inglaterra.
La guerra anglo-española fue muy costosa para ambos países, hasta el punto de que Felipe
II tuvo que declararse en bancarrota en 1596, tras otro ataque a Cádiz. Después de la muerte
de Isabel I y la llegada al trono de Jacobo I (rey de Escocia e hijo de María
Estuardo) en 1603, éste hizo todo lo posible por terminar con la guerra. La paz llegó
en 1604 a petición inglesa. Las cláusulas de la misma se estipulaban en el Tratado de
Londres, y resultaron muy favorables a los intereses españoles. Ambas naciones estaban ya
cansadas de luchar, pero especialmente Inglaterra, que en aquel momento era tan solo una
potencia media y que estaba luchando en ese momento contra la monarquía más poderosa del
momento y más cuando ya no podía sostener más los costes de un conflicto que fue muy
lesivo para su economía. A raíz de este acuerdo de paz, Inglaterra fue capaz de consolidar su
soberanía en Irlanda, además de ser autorizada a establecer colonias en determinados
territorios de América del Norte que no revestían interés para España. Por su parte, los
ingleses debieron abandonar su pretensión de controlar las rutas comerciales
entre Europa y América y su promoción de flotas corsarias contra España, cesar en su
apoyo a las revueltas en Flandes y permitir a las flotas españolas enviadas para combatir a
los rebeldes holandeses utilizar los puertos ingleses, lo cual suponía una total rectificación en la
política exterior inglesa.
Tras la derrota de la Contra Armada, España rehízo su flota, que rápidamente incrementó su
supremacía marítima hasta extremos superiores a los de antes de la Armada Invencible.
Dicha supremacía duró casi 50 años más, hasta la Batalla naval de Las Dunas en la
que Holanda comenzó a asomar como primera potencia naval. Inglaterra no emergería
definitivamente como primera potencia naval hasta la Guerra de Sucesión española, en
1700–1715