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Un refugio contra el frío: casas

termoaisladas en las alturas


Las heladas empiezan a azotar, como cada año, a nuestro país.
Superarlas tiene a las viviendas como factor clave.

La jornada diaria de un agricultor o un criador de alpacas en las alturas superiores a los 3.500
m.s.n.m. de Puno puede ser esta: tras un desayuno de alto calibre, que consiste generalmente
en un caldo que caliente el cuerpo por buen rato, cerca de las 7 u 8 de la mañana toca hacerse
al campo, ya sea para el pastoreo o el labrado; para la tarde, el retorno a casa, cerca de las 5 o
6 de la tarde, supone seguir realizando labores en los ambientes aledaños al hogar, para luego
descansar y reponer energías para el próximo día. La rutina, no obstante, se complica
entre abril y septiembre cada año, cuando las heladas hacen descender las temperaturas
nocturnas en estas latitudes hasta -20 °C. Buscar refugio en casa es en vano, pues el frío en su
interior, por las noches, alcanza los -3 °C, detalla la arquitecta Sofía Rodríguez Larraín,
coordinadora del Grupo del Centro Tierra de la PUCP, que ha desarrollado un modelo de
vivienda para sobrevivir al azote de este frío.

Así, el frío en época de heladas va cobrando un alto precio a la salud de las poblaciones en
riesgo, a diario. Tan solo en la temporada de 2017, fueron más de 220 distritos expuestos en
14 regiones, principalmente en Puno, Cusco y Huancavelica, de acuerdo con el Plan
Multisectorial ante Heladas y Friaje.

Según el INEI, en los cuatro distritos con temperaturas más bajas


registradas, una tercera parte de la población está en edad vulnerable
(niños menores de 12 años y adultos mayores de 65).

Ahí, las paredes exteriores de la mayoría de viviendas están hechas de adobe o


tapia; en otros casos, es la piedra con barro el principal componente de estas
estructuras, mientras que los techos están hechos principalmente de planchas de
calamina, fibra de cemento o similares. Los pisos, por otro lado, no presentan
revestimiento alguno y son, en la práctica, la misma tierra.

Se trata de materiales y métodos de construcción tradicionales, muchos de los


cuales han sido empleados por siglos para sobrevivir en estas zonas, pese a que no
se trata de tecnologías idóneas para superar los meses con noches bajo cero.

La sierra peruana no es el único lugar que en años recientes experimenta


heladas más intensas pese al calentamiento global.

Y es que lo podemos ver así: mientras el frío de la temporada de heladas es el


efectivo que llevamos en la billetera, el calentamiento global es nuestra cuenta de
ahorros (Kendra Pierre-Louis/The New York Times). La presencia de frentes de
aire frío con mayor presión —a raíz del aumento mundial de temperaturas— en los
polos hace que el avance de estos frentes gélidos sea mayor, lo cual compromete
las condiciones en que viven nuestros compatriotas en la sierra y selva alta.

El ingeniero Adolfo Gálvez explica que ya existe en el extranjero y en el Perú


una serie de tecnologías de construcción para que las viviendas conserven el calor
del sol que entra por el día, lo almacenen y eviten que se disipe en la noche.

La solución para transformar estas viviendas de congelados habitados a casas


confortables principalmente pasa por dos procesos: aprovechar al máximo el
valioso recurso ilimitado en estos lugares, el calor producido por el brillo solar; y
sellar la vivienda de manera que durante la noche, cuando el sol no brilla, no pierda
el calor que ha acumulado en horas diurnas.

En lugares como la localidad india de Ladakh, donde al igual que en nuestra sierra
brilla el sol la mayor parte del año, se alcanzan temperaturas de -20 °C, se
construye con piedra y adobes de barro y se emplean muros Trombe para calentar
las viviendas. Se trata de un sistema que, mediante la colocación de un vidrio y un
vacío de aire en los exteriores de las paredes, logra calentar y encapsular el calor en
las estructuras.

¿Por qué no hemos ensayado una respuesta a las heladas con esta solución de
más de medio siglo en el mercado? El de las localidades peruanas azotadas por el
intenso frío cada año hasta septiembre es un clima intertropical de altura, una
circunstancia peculiar y, para más señas, con alta concentración en el Perú. Son
lugares que alcanzan altitudes superiores a los 3.000 y 4.000 m.s.n.m., con latitudes
muy cercanas al ecuador. Por lo tanto, allí brilla el sol verticalmente o con muy
poca inclinación.

“Es un tema de orientación de viviendas, que aparentemente se construyen sin


considerar la técnicamente más adecuada. En esos casos se tiene que rehacer la
vivienda y orientarla adecuadamente en función a por dónde sale y se pone el sol,
así como la inclinación de los techos y por donde sopla el viento”, señala Gálvez.

Así las cosas, y aunque parezca contradictorio, abrirle la entrada al sol es una
poderosa herramienta para aumentar la captación de calor. Ya sea en forma de
claraboyas o ductos en el techo, los expertos coinciden en proponer que mientras
más luz solar pueda calentar los ambientes interiores de una vivienda, más
llevadera será la noche.

Por la ocurrencia de lluvias y granizo, los techos suelen ser a dos aguas, a fin de
proveer una inclinación que impida la acumulación de agua o aguanieve sobre la
casa. Este es otro punto abordado por modelos de viviendas térmicamente
confortables, como la desarrollada por CARE y la Unión Europea para poblaciones
arriba de los 3.500 m.s.n.m. en Huancavelica. En estas, se propone que a los
tragaluces —que en todos los casos deben ser cerrados herméticamente por las
noches para evitar la fuga de calor— se añada un techo raso, con tapajuntas y
rodones, sujeto a un soporte de madera, que facilite la hermetización de la vivienda.
Estas partes del inmueble son la principal puerta de entrada a la luz del sol.

Felipe García Bedoya, ingeniero de Capeco, precisa que el material de construcción


más popular en la zona es el adobe para muros; los techos son de paja y/o calamina;
y los pisos, de tierra. Usualmente, se incorpora al interior de los espacios
monohabitacionales la cocina, para generar calor, aunque si esta no es mejorada, se
producirá un problema de contaminación del aire.

“La paja se tiene que cambiar cada año, pues de lo contrario pasa el agua y el frio.
La calamina es más barata y durable, pero, al ser una lata, convierte una vivienda
en un congelador. Se requieren tumbadillos y falsos techos rasos, así como la
reparación de fallas y rajaduras en muros y ventanas (que deben ser chicas y
cerradas herméticamente) para evitar fugas de calor. Todo ello requiere mano de
obra calificada”, señala.

La implementación de estas soluciones, por otra parte, no tiene que resultar


engorrosa ni cara, sino que puede incluir materiales naturales y locales.
Rodríguez Larraín señala que el módulo del Grupo del Centro Tierra no es un
módulo típico de vivienda, “sino tecnologías y estrategias aplicables en cualquier
contexto climático”, basadas en un diseño bioclimático que considera la
orientación, el uso de materiales locales y los recursos energéticos (como el sol) en
zonas altoandinas.

“Los recursos que hay en zonas a 4.700 m.s.n.m. son muy pocos: piedra, tierra,
ichu. Pero hay madera y, además, bosta de alpacas para generar calor. Sobre todo,
en lugares como Puno [donde ha trabajado el Grupo], cerca del lago Titicaca, crece
la totora, extremadamente aislante por su conformación, una fibra con muchos
tubos de aire en su interior”, señala la especialista.

En ello repararon durante su investigación los expertos de la PUCP, cuando


descubrieron que los colchones hechos de totora usados en estos lugares, conocidos
como quesanas, eran preferidos por su capacidad de almacenar el calor.

Hay también en el mercado ventanas y puertas insuladas; para el piso, hay mezclas
de madera y resinas plásticas, usadas como si fueran un terrazo. En los techos
también se usan dos planchas de metal con polietileno expandido colocado en
medio, señala García Bedoya, quien fue el jefe del proyecto de mejora de viviendas
rurales contra las heladas, en el marco del Plan Nacional de Reconstrucción de
Viviendas durante el pasado gobierno.
Hay una diversidad de soluciones disponibles, provenientes de la sociedad civil y el
sector privado. Hace falta la adopción de un modelo general. El ingeniero Gálvez,
también ex miembro del consejo directivo de Concytec, señala que la voluntad
política será clave para implementar, promover y difundir un modelo definitivo.

En temporada de heladas, los picos son las crisis en


que la población se ve expuesta a temperaturas muy
bajas.”
En CARE, desarrollamos el concepto de confort térmico, bajo la lógica de
conservarlo allí en donde permanece la familia, colegio y vivienda. La importancia de
mantener la temperatura intradomiciliaria lo más cómoda posible impacta en el
aprovechamiento de la ingesta alimenticia. En buenas condiciones, el organismo de
los chicos y la población en general puede emplear lo que come para aumentar su
crecimiento y desarrollo y mantener su salud, en vez de usarlo en mantener su
temperatura, un proceso en que se pierde demasiada energía.

Se puede mejorar la temperatura, como ya se ha visto, mediante una serie de


mejoras, eliminando la capilaridad del suelo para que la humedad no penetre,
erradicando las oquedades que permiten que entre el frío como un cuchillo entre la
pared y los techos, puertas y ventanas. Todo ello baja la temperatura en la vivienda
y en muchos casos no hay diferencia entre la temperatura interior y la exterior, de
acuerdo con lo que hemos medido en trabajo de campo.

En este escenario, es importante considerar la ventilación a la par con el manejo del


calor, a fin de tener elementos que te permitan abrir la ventana y puertas para que la
casa se pueda ventilar y se implementen prácticas de limpieza y mantenimiento,
como las de manejo de humos.

Estas prácticas de conservación de temperaturas e higiene deberían estar aplicadas


también a escuelas rurales pequeñas, a fin de que los niños aprovechen mejor su
ingesta y así mejoren su capacidad de aprendizaje y concentración, al no estar
sufriendo frío. Aparentemente se trata de un tema trivial, pero en realidad tiene un
impacto en los niveles de aprendizaje.

Por otro lado, es complicado implementar en estas viviendas y colegios un único


modelo porque no hay nada más privado que una casa y es la familia la que hace lo
que mejor le parece con ella. Además, pese a que las opciones de tecnología son de
fácil instalación y no son muy caras, procesos como aislar el suelo requieren de
asistencia y acompañamiento técnico, con profesionales calificados.

La clave entonces pasa por desarrollar ampliamente habilidades para la


construcción entre los maestros de obra locales y así promover mejor la idea de que
el confort térmico no es un lujo, sino una necesidad para maximizar la ingesta
alimenticia y capacidades en estos lugares.

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