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Son muchos los recuerdos de mi vieja Aurolina.

Y quiero escribir hoy de ella como una


mujer servidora. No miraba tiempo, distancia ni circunstancia para estar con aquel que la
necesitaba, siempre y cuando ella estuviera conocimiento de esa necesidad.

Fue como la mamá que no tuve de adulta, siempre estaba conmigo. Cuando mi madre
enfermo, ella fue una luz para mí y mi familia en medio de la oscuridad que significo el
cáncer para mi mamá. Desde ese momento no nos abandono; cartas cuando aún
funcionaba el correo, llamadas telefónicas y sus visitas fueron nuestra constante
comunicación. Vi a mi madre partir pero se llevo con ella lo más grande que podemos
recibir aquí en la tierra (la salvación de su alma a través de Jesucristo) y eso gracias a mi
vieja, pues junto con su afecto y cariño nos trajo el Amor de Jesús a nuestra casa.

Cada viaje que ella hacía a Maturín era un tiempo de compartir y disfrutar con cada
ocurrencia que tenía, siempre de buen humor, siempre una mujer llena de fe, esperanza,
alegría, optimismo. Con ella aprendí muchas recetas; postres y platos salados. Me enseño
el brazo gitano, a ponerle zanahoria rayada a la carne molida, a preparar la zanahoria a la
vinagreta, el muchacho en salsa negra y muchos otros. Ella era una buena cocinera y con
cualquier cosa que había en la despensa preparaba una buena comida. Para ella no había
cosa imposible y presentar a Jesús era su mayor necesidad, no le importaba si había
oportunidad ella las creaba. También le decíamos la cieguita pues llegaba pidiendo para
los necesitados. Esto también lo aprendí de ella.

También le gustaba visitar a familiares, amigos y conocidos de sus amigos. En una


oportunidad vino a Maturín, y me dijo: hija necesito ir a Caripe a darle el pésame a Rogelio
y ella no lo conocía, pero trataba a las personas con mucha estima. Yo me encontraba con
parotiditis y me dijo, vámonos en carrito, te quitas el trapo de la cara y las hojas de
libertadora cuando vayas a subir al carro. Por cierto bien grandes y con aceite que ella
misma me había puesto y yo le dije viejita pero no puedo hacer desarreglos, me
respondió Dios nos va a cuidar en el viaje, vámonos, y así fuimos y regresamos a Caripe.
Otro día me dijo no me puedo ir sin visitar a la familia del tio Luis. Aquí si teníamos
problemas porque ni idea de donde Vivian, fue a su cartera y saco un número de teléfono
que tenía guardado hace mucho tiempo y era del tio Luis; al día siguiente viajamos a
Caripito a visitar la familia del tio Luís.

Me acompañaba a visitar a mis conocidos enfermos y al llegar ella tomaba la batuta para
predicarles y que no se fueran sin el Señor.

Una odisea con ella era salir a comprar zapatos, recuerdo que me decía; hija que broma
que no hacen zapatos para mí pie, y bueno entre risas y echadera de broma disfrutábamos
de las compras. Le pintaba las canas y la llevaba a la peluquería y siempre me decía: aún
no pierdo las esperanzas de conseguir un candidato. Esto era motivo de risas para las dos.
En las noches nos quedábamos hablando y compartiendo de sus experiencias con Jesús y
de las situaciones que le toco pasar en su vida y de una esperanza que nunca perdió ver a
sus hijas varones buscar del Señor. Amaba mucho a sus hijos e hijas y a todo el resto de su
familia. ALGO QUE QUEDO GRABADO EN MI CORAZON DE ELLA: NUNCA LA ESCUHE
QUEJARSE NI MURMURAR, NI CRITICAR. Tenía un ánimo admirable y contagioso.

Un año después de la partida de mi madre, tuve que ser operada de la columna, en la


ciudad de Barcelona, en ese momento me encontraba sola pues mis hermanas aún no
habían llegado de Maturín, y cuando desperté de la operación que abrí mis ojos, ya mi
vieja había llegado de San Juan de los Morros, yo no sé cómo se las arreglo para llegar
primero que mis hermanas pero que alegría abrir mis ojos y verla allí, yo sabía que ella
cuidaría de mí. (Para ella no había lugar imposible de llegar, preguntaba mucho y era muy
positiva y arriesgada)

Tiempo después contraje matrimonio, ella se vino para nuestra casa en Maturín y me
acompaño en toda la corredera de la boda, además de hacer 4 cuatro tortas, pues había
muchos invitados y ella dijo que una era muy poco para tanta gente, y su voz era orden
pues siempre la considere una persona muy sabia.

Unos años después murió mi padre y ella no podía faltar para darnos el consuelo y la
ayuda que necesitábamos. No se puede olvidar a alguien como ella y como lamento no
tenerla ahora conmigo. Su consejo me ha hecho falta, su compañía, su ayuda, su amor y
sobre todo ESE SERVICIO DESINTERESADO para todos. Pero hoy dejó en mí un gran legado
del cual ella se apropió toda la vida “El de Servir al prójimo y al necesitado” Ella sembró el
servicio en mi corazón, y cómo la extraño hoy, cuando regreso de las comunidades y
misiones donde estoy sirviendo y no tenerla para llegar a contarle todo lo que estamos
haciendo. Así se sentaba conmigo a contarme de la obra de allá de San Juan, de la Iglesia
que pastorean Euclides, José y Eduardo.

Cuando había necesidad de orar por algo o por alguien, enseguida me llamaba para que la
apoyará en oración.

Ella es El vivo ejemplo de que no importan las situaciones difíciles que nos toque vivir aquí
en la tierra, siempre y cuando se tenga a Jesús en el corazón y se crea en El cómo esa
esperanza gloriosa de que con El vienen cosas mejores. Ella vivió así desde que conoció a
Jesús- El fue todo para ella.

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