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Fue como la mamá que no tuve de adulta, siempre estaba conmigo. Cuando mi madre
enfermo, ella fue una luz para mí y mi familia en medio de la oscuridad que significo el
cáncer para mi mamá. Desde ese momento no nos abandono; cartas cuando aún
funcionaba el correo, llamadas telefónicas y sus visitas fueron nuestra constante
comunicación. Vi a mi madre partir pero se llevo con ella lo más grande que podemos
recibir aquí en la tierra (la salvación de su alma a través de Jesucristo) y eso gracias a mi
vieja, pues junto con su afecto y cariño nos trajo el Amor de Jesús a nuestra casa.
Cada viaje que ella hacía a Maturín era un tiempo de compartir y disfrutar con cada
ocurrencia que tenía, siempre de buen humor, siempre una mujer llena de fe, esperanza,
alegría, optimismo. Con ella aprendí muchas recetas; postres y platos salados. Me enseño
el brazo gitano, a ponerle zanahoria rayada a la carne molida, a preparar la zanahoria a la
vinagreta, el muchacho en salsa negra y muchos otros. Ella era una buena cocinera y con
cualquier cosa que había en la despensa preparaba una buena comida. Para ella no había
cosa imposible y presentar a Jesús era su mayor necesidad, no le importaba si había
oportunidad ella las creaba. También le decíamos la cieguita pues llegaba pidiendo para
los necesitados. Esto también lo aprendí de ella.
Me acompañaba a visitar a mis conocidos enfermos y al llegar ella tomaba la batuta para
predicarles y que no se fueran sin el Señor.
Una odisea con ella era salir a comprar zapatos, recuerdo que me decía; hija que broma
que no hacen zapatos para mí pie, y bueno entre risas y echadera de broma disfrutábamos
de las compras. Le pintaba las canas y la llevaba a la peluquería y siempre me decía: aún
no pierdo las esperanzas de conseguir un candidato. Esto era motivo de risas para las dos.
En las noches nos quedábamos hablando y compartiendo de sus experiencias con Jesús y
de las situaciones que le toco pasar en su vida y de una esperanza que nunca perdió ver a
sus hijas varones buscar del Señor. Amaba mucho a sus hijos e hijas y a todo el resto de su
familia. ALGO QUE QUEDO GRABADO EN MI CORAZON DE ELLA: NUNCA LA ESCUHE
QUEJARSE NI MURMURAR, NI CRITICAR. Tenía un ánimo admirable y contagioso.
Tiempo después contraje matrimonio, ella se vino para nuestra casa en Maturín y me
acompaño en toda la corredera de la boda, además de hacer 4 cuatro tortas, pues había
muchos invitados y ella dijo que una era muy poco para tanta gente, y su voz era orden
pues siempre la considere una persona muy sabia.
Unos años después murió mi padre y ella no podía faltar para darnos el consuelo y la
ayuda que necesitábamos. No se puede olvidar a alguien como ella y como lamento no
tenerla ahora conmigo. Su consejo me ha hecho falta, su compañía, su ayuda, su amor y
sobre todo ESE SERVICIO DESINTERESADO para todos. Pero hoy dejó en mí un gran legado
del cual ella se apropió toda la vida “El de Servir al prójimo y al necesitado” Ella sembró el
servicio en mi corazón, y cómo la extraño hoy, cuando regreso de las comunidades y
misiones donde estoy sirviendo y no tenerla para llegar a contarle todo lo que estamos
haciendo. Así se sentaba conmigo a contarme de la obra de allá de San Juan, de la Iglesia
que pastorean Euclides, José y Eduardo.
Cuando había necesidad de orar por algo o por alguien, enseguida me llamaba para que la
apoyará en oración.
Ella es El vivo ejemplo de que no importan las situaciones difíciles que nos toque vivir aquí
en la tierra, siempre y cuando se tenga a Jesús en el corazón y se crea en El cómo esa
esperanza gloriosa de que con El vienen cosas mejores. Ella vivió así desde que conoció a
Jesús- El fue todo para ella.