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CUANDO ES PRECISO SER HOMBRE

Grupo preventivo – terapéutico para varones

Lic. Daniel Santinelli

Introducción
Prevención primaria y algo más
Un encuentro de hombres
¿Quién coordina hoy?
Sensaciones y sentimientos – testimonios de un proceso grupal
Grupos: un modelo para armar
Los hombres: prójimos próximos

En un fin de siglo cargado de exigencias, los hombres –incapaces de percatarse


de su dolor, entrenados para negarlo- consultan cuando su cuerpo se rompe y su
espíritu está deshilachado.

Esta es, también, la historia de mi condición masculina. En 1990, al morir mi


padre, viejo y querido conocido/desconocido, me di cuenta de lo poco que sabía
de él, de sus sentimientos, dolores y necesidades. Me percaté de mi propia soledad
y de la dificultad para compartir entre hombres mis sentimientos profundos.

De algún modo, había aprendido que con los varones se compite, se los ignora o
se les omite lo vergonzante. El sostén emocional no provenía de mis congéneres,
desconfiaba de ellos.

Comencé a cuestionarme esta actitud y hallé que a otros les sucedía algo similar.
Al compartir vivencias descubrí, con sorpresa, que no era difícil reconocerme en
el relato de los demás.

Casi sin proponérmelo, confluyeron mi interés en el tema y mi experiencia como


terapeuta grupal. Así, desde mi necesidad, consciente de que el aislamiento y la
disociación lastiman, convoqué a otros hombres.

Siempre me habían interesado la fenomenología y la psicología humanista; para


ese entonces había encontrado en el enfoque gestáltico el marco conceptual y
actitudinal que me permite desarrollar con libertad mi modo particular de ser en
el mundo. Y es de esta experiencia de lo que hablaré en las siguientes páginas:
una modalidad de trabajo –el enfoque gestáltico aplicado a la coordinación de
pequeños grupos – y una tarea específica: la revisión de la condición masculina.
Para ser más preciso, diré que en realidad todos los temas se encaran desde la
condición masculina, sin que esta se constituya en "el tema" por excelencia.

Prevención primaria y algo más

En propuestas acotadas, como talleres y seminarios es posible que un varón se


acerque al tema de la masculinidad y descubra aspectos interesantes de si mismo
y de su relación con otros hombres; esta experiencia constituye en si misma un
microproceso. Sin embargo, en lo personal me interesan más los procesos
grupales, y para que exista un proceso una de las condiciones es la continuidad.
Esta permanencia en el tiempo y la atención puesta en la explicitación de los
contenidos emocionales permite que, en algún momento, el grupo se cohesione y
alcance niveles mas complejos de organización.

Es en esta instancia grupal donde la confianza hace posible la formación de una


red de contención para los miembros, acompañada por un sentimiento de
camaradería. La red funciona como sostén afectivo y efectivo en situaciones de
crisis. Tratándose de un trabajo con varones esto es preventivo y terapéutico a la
vez.

En el ejemplo que utilizaré como referencia, el ritual del encuentro se produce


una vez por semana, en un día y hora determinados. La tarea incluye técnicas
supresivas, expresivas y de integración; ejercicios, experimentos, viajes,
campamentos, almuerzos y programas de radio, nacimientos, separaciones,
cumpleaños y desocupaciones. El grupo funciona con un alto grado de
compromiso: cada uno se refiere a si mismo y al pintar su aldea se torna universal.
El relato de la experiencia individual de ser varón dispara la experiencia de otros
y la multiplica. La tarea permite a los integrantes reconocer sus sensaciones,
sentimientos, necesidades y valores.

Encontrarse frente a frente con otro hombre, sostener su mirada, registrar su


presencia, es en si mismo una experiencia impactante.

La relación con las mujeres, la paternidad, la sexualidad, el dinero y el poder son


temas comunes, que se encaran integrando lo ideativo y lo vivencial. Del
encuentro mismo surge el tema del día, el denominador común. Es la situación la
que incide en el modo de abordaje.

La confianza se genera en la posibilidad del disenso y la aceptación de lo que


cada uno es, sin jueces ni cómplices, solo testigos.
Al revisar el vínculo con el padre, todos los padres tienen algo del propio. Lo
singular y lo compartido se convierten en una frontera móvil. Al multiplicarse las
opciones, se potencia la creatividad. La visión de lo distinto enriquece y alivia.
Los viejos fantasmas se corporizan y despiden.

No hay certezas. Es el camino compartido lo que nuclea y las respuestas son, en


el mejor de los casos, una pregunta renovada.

¿Los hombres nacen o se hacen? ¿Soy como necesito o como me demandan?


¿Qué rescato de mi ser varón hoy? ¿Qué guardo de mis ancestros y le ofrezco a
mis hijos? ¿Cómo me desprendo de roles y ropajes incómodos? ¿Qué comparto
y qué me diferencia de los otros? Estas son algunas de las preguntas que
convocan. Con este soporte, en algunas ocasiones la empatía entre los
participantes favorece la aparición en el ámbito grupal de situaciones personales
dolorosas, bloqueadas por años. En general, como terapeuta-coordinador prefiero
atender el proceso grupal y a la interacción, más que a los procesos individuales;
sin embargo, cuando el contexto lo requiere, estas emergencias son abordadas.

Con sumo cuidado, teniendo en cuenta las características de personalidad del


participante, lo acompaño en el percatarse de sus contenidos de conciencia. Al
mismo tiempo, mi intervención apunta a favorecer la expresión de los demás
integrantes en relación con su propia experiencia, evitando así que una sola
persona sea el protagonista excluyente de la tarea.

Este abordaje, si bien no se corresponde con un grupo terapéutico propiamente


dicho, excede lo que comunmente se entiende por prevención primaria.

A continuación describiré una reunión del grupo y luego explicitaré otra instancia
de este proceso grupal.

Un encuentro de hombres

La tarea comienza. Prevalecen los comentarios casuales en un clima distendido.


Lentamente, van llegando los muchachos y siempre hay un mate listo, esperando.

En esta primera parte intervengo poco, es una especie de caldeamiento donde


todos nos acomodamos. Aparecen los temas o situaciones que cada uno trae y me
dejo llevar blandamente por la corriente de la trama grupal que se va
configurando.

Pedro desliza un comentario jocoso acerca de la exigencia de su ex – esposa (que


vive en otra ciudad) de utilizar su departamento durante una estadía por negocios
en Buenos Aires. Hacen figura la negativa de Pedro, la frustración de ella, el
beneplácito de los otros, debido a que el compañero, por primera vez en años,
cuidó su espacio y privacidad. Cuentan chistes donde las mujeres son burladas;
los comentarios son "levemente" misóginos.

Llega Federico, retrasado. Viene de firmar su sentencia de divorcio. Hace algunos


comentarios graciosos y de a poco se conecta con el dolor, la pérdida y el sacudón
que esto le significa. Emergen en el grupo recuerdos de situaciones inconclusas
con las mujeres, producidas por separaciones y dificultades en la comunicación.

Percibo un cambio en el clima grupal: aumentó el compromiso. Comienza a


resonar en cada uno su propia historia y aparece un denominador común: el
vínculo afectivo con la mujer. Propongo un experimento: los invito a escribir una
carta que nunca será enviada, a su pareja más significativa. Cierran los ojos y se
conectan con esa mujer que aparece y con lo que sienten ahora por ella.

Realizan la tarea silenciosamente, en contacto con sus emociones. Doy la opción


de compartir o no con el grupo. Todos deciden leer su producción.

Uno a uno los ocho varones expresan ante otros hombres sus sentimientos más
profundos hacia esa mujer con la que compartieron sueños y proyectos, sudores,
humores, hijos y amores.

Surgen el llanto y la congoja ocultos detrás del desdén y la creencia de que eso
"ya fue". Hay lugar para el reconocimiento del camino compartido, mas allá de
las diferencias irreconciliables.

Curiosamente no hay reproches, sólo aceptación de la experiencia vivida. En


todos, la imagen de la mujer y del hombre se han humanizado, los sentimientos
se actualizaron.

Cuando ya han leído, en medio del silencio, observo el alto grado de movilización
alcanzado. Intuyo que una actividad no verbal facilitaría la expresión de la carga
emotiva. Es la oportunidad para un buen contacto en el aquí y ahora. Esta es una
posibilidad poco habitual para muchos hombres, acostumbrados a reconocer a la
mujer como único sostén emocional posible.

Les pido que se elijan de a pares y les propongo que se acunen uno al otro por
turno, respetando el estado en que se hallan.

Me conmueve la profundidad de los encuentros que se producen. Presencio la


manifestación de la masculinidad más honda y la suavidad, firmeza y capacidad
de reparar el dolor que de ella emana. Son cuarenta minutos de entrega de cada
uno consigo y con el compañero. Luego se sientan frente a frente y toman
conciencia de lo que está sucediendo: "Yo soy un hombre, enfrente hay otra
persona, otro varón al que miro con atención y sin intención." Y como hombres,
descubren que pueden compartir sentimientos, confiando. No es la emoción la
que daña sino el aislamiento.

En un ambiente de comunión y de serena conmoción, el abrazo espontáneo marca


el fin de la tarea. Abro una ronda para hacer comentarios y chequear el estado de
cada uno.

¿Quién coordina hoy?

Habiendo transcurrido dos años con el grupo, percibí claros indicios de que algo
había cambiado. En teoría era un grupo abierto (tanto para entrar como para salir);
sin embargo, las personas que llegaban no ensamblaban, mientras los que estaban
se comprometían en mayor medida cada vez.

Estos hombres, con bastante trabajo personal y grupal en sus alforjas, comenzaron
a tener sus propias ideas acerca de qué hacer y cómo lograrlo.

En primera instancia, lo visible fue la resistencia de algunos de ellos frente a las


consignas o propuestas que yo efectuaba. No siempre se trataba de la misma
persona aunque casi invariablemente alguien presentaba obstáculos a la tarea. En
ese momento vislumbré tres opciones:

1.-Cerrar el grupo, alegando que al convocar, mi interés había sido trabajar desde
el consenso sin imposiciones de ninguna índole.

2.-Luchar para controlar a un grupo que había alcanzado un interesante grado de


cohesión. Esta opción implicaba entablar una batalla por el poder, donde gran
parte de la energía disponible quedaría bloqueada. Para conseguir el objetivo
debería reforzar y acentuar un estilo directivo, e inevitablemente dejaría de actuar
como catalizador de procesos fenomenológicos para convertirme en el líder de la
resistencia al cambio.

3.-La opción que elegí: tomar este punto de inflexión como oportunidad para el
aprendizaje encauzando el proceso en una nueva forma.

Consideré que en las situaciones resistenciales estaban incluidos los aspectos más
creativos y saludables de las personas que componían el grupo. Busqué entonces
un modo en que estos contenidos ideativos pudiesen plasmarse. Propuse realizar
una serie de coordinaciones rotativas y obtuve aceptación.

Establecimos un orden para las coordinaciones y cada uno de los integrantes tuvo
la oportunidad de darse cuenta como elegía su lugar. Hubo una distribución casi
natural en relación con monto de ansiedad que producía el protagonismo de la
situación. La experiencia se fue desarrollando sobre la base del acuerdo en
algunos puntos básicos:

- Los miembros del grupo y yo coordinamos alternadamente hasta que todos los
integrantes realizaron la experiencia.

- Al coordinar, dispusieron la libertad para proponer un tema, consultar con los


compañeros, fluir con el grupo o inventar un ejercicio, haciéndose responsable de
su elección y de sus acciones. El eje central fue la revisión de la condición
masculina y mi intervención consistió en facilitar que los hombres buscaran el
estilo o modalidad en el que se sintiesen cómodos para encarar la empresa. En los
días previos, quienes lo deseaban supervisaban conmigo su propuesta.

- Con fines didácticos utilizamos una cámara fija de video para registrar la
dinámica grupal.

- Cada vez que alguien del grupo coordinaba yo permanecía en una habitación
cercana, disponible en caso de que se suscitara una crisis. Al final de la jornada,
ingresaba retomando la coordinación para constatar el estado emocional del
grupo e inducirlos a percatarse de sus actitudes y sentimientos.

- A cada encuentro conducido por un participante le sucedía uno coordinado por


mí, en el que conceptualizábamos y elaborábamos lo sucedido, evaluando los
costos y beneficios de cada modalidad. En esta instancia enfaticé y promoví el
respeto y la aceptación del propio estilo y el del compañero. Este espacio
constituyó un importante reaseguro para los participantes mientras duró la tarea.

Durante el ciclo de coordinaciones rotativas cada uno de los hombres vivió en


carne propia la sensación de conducir y de ser conducido por sus pares; y pudo
darse cuenta de sus sentimientos y actitudes. Cada uno puso en juego, entre otras
cosas, su modo personal de interacción y sus técnicas de manipulación y ejercicio
del poder.

Uno de los descubrimientos fue el hecho de percibir con claridad que casi todo el
tiempo nos estamos manejando en grupos y vinculándonos con otros. Esto parece
muy obvio, aunque para muchos no lo es tanto. La mayoría de los integrantes de
este grupo en particular son líderes grupales. Actúan en empresas en las cuales
tienen personal a cargo y a su vez algunos ocupan un lugar subordinado en la
estructura. La coordinación rotativa permitió que expresaran sus ideas y
participaran aún mas activamente en la revisión de su condición de varones. El
grupo fue el contexto adecuado para este ajuste creativo. Al encarar la tarea,
tomaron conciencia del modo en que se conducen habitualmente y la diferencia
entre lo que creían que podían hacer y lo que en realidad hacían. Las fantasías
catastróficas y anastróficas fueron confrontadas a través del diálogo.
Cada participante fue dándose cuenta de sus peculiaridades y evaluó en el
aprendizaje sus posibilidades de comunicación, no sólo a través de un trabajo
introspectivo, sino incluyendo la presencia de otras personas.

La relación comprometida y consciente con el otro me parece de fundamental


importancia: implica la aceptación de los propios contenidos y el respeto y la
valoración de lo diferente; aumenta el compromiso social, se extiende mas allá
del propio centro e incluye necesariamente lo que le sucede a los demás seres
humanos.

En lo personal la experiencia me permitió revisar mi relación de poder y quedé


en mejores condiciones de facilitar esta tarea en el grupo.

Como corolario de esta experiencia grupal el próximo proyecto común consistió


en producir y poner en el aire un programa de radio. En esta instancia fui elegido
por el grupo como coordinador general. Resultó una vivencia gratificante y un
nuevo aprendizaje.

Armamos un diseño que respetaba el funcionamiento habitual del grupo de


varones. Cada programa semanal fue conducido rotativamente y también
alternábamos en la atención de la línea telefónica durante la emisión. El que
conducía estructuraba el programa y el resto aportaba música, comentarios o lo
que fuera necesario.

El programa estuvo tres meses en el aire y cuando debido a situaciones personales


comenzó a recargarse la responsabilidad en unos pocos, evaluamos la situación y
dimos por finalizado el ciclo.

Cuando en un grupo todos y cada uno conocen sus actitudes y aptitudes, los
liderazgos funcionales pueden ser fácilmente instrumentados, el poder circula y
las relaciones tienden a la simetría. Se incrementa la autorregulación, puesto que
la percepción de las propias necesidades impide que estas sean invadidas por
regulaciones externas. Observando el proceso me resulta evidente que lo
terapéutico no depende de las técnicas aplicadas, sino de la actitud, de la calidad
del vínculo entre las personas y de sus posibilidades de movimiento y de acción.

Antes de pasar a las consideraciones finales, compartiré algunos comentarios que


describen las experiencias de los participantes.

Sensaciones y sentimientos – testimonios de un proceso grupal

- "Me invadió una curiosidad. ¿Cómo sería eso de reunirse con tipos
desconocidos? ¿Cómo comportarme? ¿Qué hacer?. Junto con la curiosidad
aparecieron la desconfianza, las dudas, los temores. Y si esto requiriese un alto
grado de compromiso ¿hasta dónde? Hubo una primera reunión explicativa y mis
recelos, lejos de despejarse, se incrementaron. Fiel a mi estilo contradictorio
decidí incorporarme al grupo."

- "No puedo afirmar que yo tuviera perfectamente claro qué buscaba, pero sí que
lo que hasta ese momento había incorporado y hecho mío, ya no me servía, y que
para mi grata sorpresa, algo parecido también les sucedía a otros. Fue en este
contexto donde pude emocionarme junto a otros hombres. Reconocerme en sus
relatos y aprender que mi historia tenía aspectos similares a otras, que a veces
solo era necesario cambiar algunos nombres y circunstancias pero que el guión
era básicamente el mismo. También supe de mis sombras mas negadas y me
sorprendí siendo espejo que ayudara a reflejarse a otros hombres sus propias
incertidumbres y penas. En suma, aprendí que tengo un alma masculina, que
requiere de cuidado y que se merece la tarea de recortarla cuidadosamente,
discriminar con mucho amor aquello que me define como hombre y me distingue
de la mujer".

- "Sentí mucha alegría de poder comunicar y percibirme como algo creativo,


evolucionante y buscador, en definitiva vivo y en crecimiento, como es un grupo
humano cuando el yo cede lugar al nosotros y hay ida y vuelta en la
comunicación. Hubo varios momentos impresionantes en cuanto a sensaciones y
percepciones de las más variadas formas de comunicación y aún de comunión
entre nosotros, en los que mas que nada recuerdo la sensación de ser y estar para
algo más que para mí exclusivamente."

- "Y vinieron muchos jueves más. Alguno de nosotros empezó a contar historias
personales. Pudimos compartir nuestros miedos, éxitos, fracasos, divorcios,
ponerse de novios, separaciones, conflictos con nuestros hijos, nuestros padres,
nuestras mujeres, trabajos... también comenzamos a compartir nuestros sueños.
Que todo esto pase entre varones, no es de todos los días."

- "Me daba fuerzas pensar, a través de lo que leía, que muchos hombres se
animaban a cuestionar el modelo patriarcal heredado, su relación con las mujeres,
su paternidad. Y poniendo todo esto en primera persona es que comencé a buscar
algo más que la lectura para dar salida a otros aspectos interiores. Necesitaba
relacionarme con los hombres de otra manera."

- "Descubrí que podía mirarme a mi mismo, tener registro de lo que sucedía,


darme cuenta, era música maravillosa que yo quería bailar y anhelaba esos jueves
de una manera muy especial. Quisiera evocar varios hitos y hechos, que fueron
determinantes para este presente de hombre más íntegro que puedo ver hoy en
mí. El primero, el contacto físico con otros hombres, antes limitado a mis hijos
varones y algún abrazo a mis amigos. Tocarme con otros hombres, consolar y ser
consolado, fue maravilloso. Me emociona tanto haber ganado este derecho para
mí. Varias veces he leído acerca de que el nuevo modelo de hombre es nacido
dos veces. Yo llevo internamente esta sensación. Uno de esos jueves en que todos
los hombres encadenamos nuestras manos y ensayamos el rito de parirnos entre
varones, fue vivir en el cuerpo esa sensación que no puedo describir con palabras
y que deseo para todo varón de los que por estas tierras andamos. Esa experiencia
me marcó. Hay un antes y un después de ser parido nuevamente a los 36 años de
mi primer parto."

- "La experiencia mas fuerte y recordable fue durante el taller de cierre, cuando
armamos un hombrecito de arcilla. Esa figurita nos representa a todos. Por
primera vez en mi vida, tomé vino en grupo del pico de una botella."

- "Un jueves para hablar y llorar a nuestros padres. Otro para trabajar con la furia
masculina y otro para hablar de la competencia entre varones y otro para tener
registro de cómo seducimos a las mujeres. Ay, cuánto darme cuenta junto, cuánto
registro, de golpe, de tantas cosas. Tenía que apagar tantos años de no darme
cuenta, de trabajar de proveer, de ser duro, perfecto, de no fallar, de no llorar, de
ser fuerte. Lloro mientras escribo esta parte del relato, me doy cuenta hoy de la
importancia de estos encuentros con hombres, en lo que soy. Vuelvo a sentir que
todos los varones tendrían que pasar por esto. Un jueves hablar de la fecundidad
masculina, de cómo cuidarla. Otro jueves para contener y consolarnos entre
hombres. Otro más para hablar y trabajar cómo en alguna parte de nuestra vida,
abandonamos a nuestro niño interior y dejamos de jugar y otro para conectarnos
con el hombre natural y salvaje que llevamos dentro."

-"Lo que sentí en esos días en el campo: Libertad de ser podría ser el resumen de
todo lo que sentí. Libertad de expresarme en un ámbito donde mi interrelación
con otros varones y adultos no estuviese marcada ni acotada por el miedo, la
represión emocional o la competencia. Libertad de ser al poder dejar aflorar a mi
modo la necesidad de proteger y ser protegido y tenido en cuenta; libertad de
sentir la pertenencia, no por la igualdad compulsiva ni aferrarme a ciertas normas,
sino por la diferencia creativa y sumadora de experiencia que alimenta al grupo
y hace crecer a sus componentes. Libertad de ser al dejar ser a los demás
(dificilísimo)."

-" Nuestra gran experiencia fue el viaje a Uruguay. Nos conocimos más en tres
días que en todo el tiempo previo. El momento más fuerte que registro de esos
días es la ceremonia de cierre en el cañaveral. Fue un momento mágico e
irrepetible."

-"Ser hombre hoy, quizás sea como siempre lo fue. El hombre en su estado puro
adaptado a su medio. Mi gran problema es cuando me pierdo de vista como
hombre y me someto al medio."
-"Encontré en mi grupo de hombres otra vez el espacio para cuidarme, para
respaldarme, lamer mis heridas lamiendo la de mis pares, refugiarme, crecer,
reflexionar, sentir y volver a intentar. Creo que allí fue cuando mi grupo se
convirtió en refugio y mis compañeros en red. Esta red que tejimos es una forma
distinta y profunda de amistad; resultó de entretejer miles de palmadas, abrazos,
comentarios, risas, relatos, lágrimas y silencios. Todos dirigidos con respeto,
afecto y solidaridad, sabiendo que el dolor o la alegría de un compañero era
también el dolor o la alegría de aquel hombre ancestral que habita en todos y que
por tanto también era mío."

Grupos: un modelo para armar

La experiencia que describo, al igual que este texto, se modifica cada vez que me
acerco a ella. Al releer el trabajo noto que muchas de las conclusiones están
esparcidas aquí y allá, enunciadas según fueron surgiendo.

En estas observaciones, retomaré el doble eje que anuncié al comenzar: el


encuentro de un grupo de varones en plan de revisar su condición masculina, y
un modo de abordaje sustentado en el enfoque gestáltico.

Una de las nociones básicas del enfoque es considerar al organismo en una


relación tal con su ambiente, en la que ambos conforman una unidad
interdependiente. De ello se desprende que el darse cuenta es relacional y es
mediante el diálogo que nos abrimos a lo social. El pequeño grupo (5 a 20
personas) aparece como una instancia intermedia entre los individuos y la
estructura social más amplia. Ofrece la posibilidad de acometer empresas de
distinto calibre y al mismo tiempo explorar los procesos individuales, las
relaciones interpersonales y la dinámica grupal como un todo organizado y en
movimiento.

Tal como dice Joseph Zinker, se puede ver al grupo como "comunidad de
aprendizaje" y "comunidad creativa". En su libro "El proceso creativo en la
Terapia Gestáltica", Zinker sostiene que "en el nivel de los procesos grupales, el
contacto se experimenta como sensación de ser cada uno único, como sensación
de las diferencias que hay entre cada miembro del grupo y también de las
similitudes. Es una experiencia de generalidad, de comunidad, a la vez que de
individualidad".

Cuando predominan las acciones cooperativas –como sucedió en el grupo para


varones del cual se ocupa este artículo-, las personas se asisten entre sí, el disenso
es necesario, lo diverso se integra y la solidaridad está presente; el crecimiento de
cada uno de ellos es percibido como un logro grupal. En una comunidad con estas
cualidades, en general, se presentan menos disturbios socioemocionales que en
los grupos competitivos.
Para que un grupo pueda alcanzar este propósito, tanto sus integrantes como el
coordinador recrean ciertas funciones. Al respecto Gary Yontef señala: "El
terapeuta tiene la responsabilidad de observar, reconocer y respetar las
necesidades de todos los individuos y del grupo como un todo... el grupo debe
aprender a enfrentar la frustración, siendo respetuosos de los límites, diferencias
y autonomía". Cuanto más consciente esté el coordinador-terapeuta de sus
posibilidades y estilo de liderazgo, mejor comprenderá al grupo; pues este se
configura y estructura de acuerdo a la relación que el coordinador establece con
él.

Utilizo en este escrito las denominaciones "coordinador" y "terapeuta"


indistintamente. En mi condición de psicoterapeuta estimo que cualquiera de ellas
describe mis acciones. Sin embargo, no todos los grupos son terapéuticos ni todos
los coordinadores son terapeutas. Creo que corresponde a la consciencia y
responsabilidad de cada coordinador, terapeuta o no, evaluar los medios de que
dispone; y en función de ello elegir el nivel de profundidad en que realizará sus
intervenciones.

Cuando el coordinador actúa básicamente como facilitador de procesos


fenomenológicos están dadas las condiciones para alentar la autonomía del grupo.
Como parte del proceso, se genera un progresivo pasaje, desde la preponderancia
del apoyo ambiental, representado por el terapeuta, hacia la autorregulación. De
este modo, el grupo moviliza sus propios recursos para obtener la satisfacción de
sus necesidades; los integrantes ejercen roles funcionales y pueden hacerse cargo
de la coordinación alternadamente.

Ahora bien, creo que la coordinación es una posición diferenciada y que en lo


posible debiera ocuparse una vez que los participantes han realizado la
experiencia vivencial de coordinar, en un contexto de aprendizaje. Los miembros
del grupo conocerán entonces algo de la dinámica grupal y lo suficiente acerca
de sí mismos y de sus compañeros como para intervenir en un nivel saludable
para todos. En este momento del grupo, el terapeuta-coordinador puede, si el
grupo lo necesita, actuar como consultor externo o simplemente alejarse, pues
culminó su tarea. Este podría ser el comienzo de una nueva configuración grupal;
por ejemplo, un grupo de autogestión.

Con esta modalidad que he descrito, los participantes pueden vivenciar su


capacidad de adaptación creativa a situaciones de cambio permanente. En este
peregrinaje, los integrantes del grupo y el coordinador se transforman, y al mismo
tiempo que cada uno profundiza en lo que es, despliega frente a otros un poco
más de su si mismo genuino.
Los hombres: prójimos próximos

En los últimos tiempos, tanto el ideal masculino como el ideal femenino han
sufrido grandes modificaciones. La crisis es particularmente intensa en el caso de
los varones. Sólo cuando su situación es insoportable, los hombres se acercan y
piden ayuda. Para ellos la condición masculina es fuente de dolor y frustración;
son pocos los que perciben su masculinidad como un encuentro placentero con la
firmeza, la potencia y la capacidad creadora del hombre maduro.

En la permanente interacción organismo/ambiente el hombre trata de satisfacer


sus necesidades biológicas, psicológicas y socioemociales mientras el medio
social le demanda el desempeño de ciertos roles y funciones para sobrevivir y
perpetuarse. Allí donde un grupo social tenga como estrategia de supervivencia
la confrontación, las funciones "sugeridas" para el varón serán: fecundar,
mantener y proteger. Frecuentemente, cumplir con estos mandatos significa para
los varones, competir arduamente, obligarse y obligar a otros a morir en batalla y
ser los últimos en abandonar el barco.

En muchas sociedades arcaicas una ceremonia ritual demarca con claridad el


tránsito hacia la responsabilidad adulta. En nuestro ámbito tales rituales casi no
existen o se han convertido en ceremoniales vacíos; no es aquí donde el joven
encuentra apoyo en su transformación. Es el padre entonces la persona adecuada
para guiar a su hijo en el sendero de la masculinidad; sin embargo, mientras los
hombres cumplen sus otras funciones por el mundo, están física y
emocionalmente distantes de los hijos durante la crianza. Cuando advierten que
estos han crecido y se acercan, cada uno percibe al otro como un extraño.

Así es como los varones suelen separarse de su padre sin haberse encontrado antes
con él. Estos hombres llegan a la adultez cronológica aislados, buscando en la
noche el horizonte perdido. Los cambios en el ambiente se suceden con mayor
rapidez que su habilidad para responder sin desatender sus necesidades.
Habituados a negar y disociar, los hombres no solemos registrar las señales de
nuestro cuerpo hasta que este dice "basta". La condición masculina se ha
convertido para nosotros en riesgo de estrés, infarto, enfermedades
psicosomáticas y muerte súbita.

Unicamente si acentuamos el contacto con los componentes profundos de la


masculinidad y con las energías instintivas que la sustentan, podremos
encontrarnos con experiencias integradoras en un marco de salud. Considero que
es en el ámbito grupal donde este proceso preventivo y terapéutico puede
efectuarse. Con una interacción adecuada, es factible que, además del
sufrimiento, se pueda acceder al dolor y reparar nuevas y antiguas heridas.
Solos no se puede, con el prójimo que está próximo, quizás... Como supo
expresarlo Luis Jait "Por eso me muevo, por un reciclado instinto que me hace
creer en mí, pero siempre a partir de un encuentro con algo que está un poco más
allá. Justo donde mis sistemas de agarre y de control ya no existen. Allá donde
pierdo autonomía, donde siempre tengo que confiar en algo más, en otro
diferente".

Bibliografía

 Hacerse hombre - D.D. Gilmore. (Editorial Paidós)


 La Vieja y la Novísima Gestalt - C. Naranjo (Editorial Cuatro Vientos)
 El Enfoque Gestáltico - F. Perls (Editorial Cuatro Vientos)
 Grupo, Objeto y Teoría II - R. Romero (Lugar Editorial)
 El Proceso Creativo en la Terapia Gestáltica - J. Zinker (Editorial
Paidós)
 Grupos de Autogestión - K.Cá y A.Wainer (Editorial Era Naciente)
 Elogio de la Desmesura - L. Jait. (Editorial Planeta)
 Hombres, hombres. Trampas y mitos de la masculinidad - H.
Goldberg (Editorial Temas de Hoy)
 Proceso y Diálogo en Psicoterapia Gestáltica - G. Yonteff (Editorial
Cuatro Vientos)

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