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Rubén Darío
.. y el modernismo
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Angel -Rama
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Alfadil Ediciones, C. A.
Caracas f Barcelona
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Inauguración
de una época poética

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El fin que Jl,ulim. Dado se propuso fue prácticamente el
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mismo a que tendieron Jos últimos.Acocláslcos y...PJ:ime•os-ro..
•Jl!.!!.!ic2s de la época de la independencia: la_ autoaomla pof-
tiaa ~ la ..A.Iamca española como parte d~d'O¡en49'if .
~d contineotaJ, Jo que significaba establecer un orbe
cultural propio que pudiera oponerse al español mntemo, con
una implícita aceptación de la participación de esta nueva li- 1

DiRño de la cubiena: teratura en el conglomerado mayor de la civili~ación europea, ~.•

Raúl O. Panc que tenía sus raíces en el mundo grecolatino. '
@ Alfadil Ediciones, <.. \ ¡·•x5 Pero sobrevenida la obra de Daría, y en general de los
Apartado 50.}04 modernistas, casi setenta años después de la "Alocución a la
· Cancos lOSO / Vcnezud.l poesía" de BeUo, corrige el propósito común, hasta parecer
ISBN: 74-7222-8} 1-2 .. que lo contradice, con la lección de su tiempo. Básicamente
Depósito Legal: B. 19.400-1985 agrega una conciencia mtls lúcida de las posibilidades Ieales
Representante pan Españ~: del intento, o sea, una apreciación menos lírica y más realista 1
Edororial Laia, S. A.
Guit>rd, H de las capacidades creadoras disponibles de la formación, el
08'014 Barcelona rigor y.la dedicación de los escritores hispanoamericanos, lo
Impreso y encuadernado por que justificó su desolada comprobación en el prólogo-mani-
l. G. ,Manud Pareja . fiesta de ProJaJ Profanar: _'_'E~tan~o mu~IJO_s de los mejores
Momaña, 16 talentos en el ~!x>d~ }l!l;.C:!?sPPleto desconocimiento del mis-
08026 Barcdona mo Arte" a que· se . ~!lnsagran"; una mayor precisión acerca de
Impre•o en España la esferá eñ qúe ·debla producirse la novación poética autonó-
Prinred in Spam

\ 1
•

-- --
 Cm/lo ,, !tt Argentina hasta el Canto GeneraL-, pero será ya América Latina se incorpora
una cobertura puramente aparencia!, donde lo narrativo es co-
¡il ranco y donde el todo se disuelve en sus partes independien- a la economía
te.~. Las formas también iug resan a la época liberal y se adap-
tan a sus exigencias. · y a la literatura del liberalismo

.•
'

Para entender la tarea fundacional de ' Darío, avizorando

al mismo tiempo la conflictualidad del modernismo, debe vér-
sele a la luz de las condiciones de la época que vivió. Es vano
• pedirle Jos ojos de la contemporaneidad, cosa que con mayor 1
frecuencia de la previsible se ha hecho en ese largo capítulo
de cargos que se inicia en la segunda década de nuestro siglo,
referidos particularmente a su aristoccatismo artístico y a su
idealismo. apolítico. Su preocupación dominante paca establecer
• 1
una poética no hubiera podido hacerse ex nihilo e implicaba •
foCZIOsamente una previa opción de tipo sociocultural. Inmerso .' 1
en una época de r4pido cambio, debía orientarse y optar de
,.
acuerdo a las diversas propuest.~s que ella le hada. Nadie elige 1
fuera de su tiempo. '
Los cambios fundamentales que presencian los últimos
decenios del siglo XIX se cumplen sobre un trasfondo cultural
constante, lo que puede definirse como una invariante de
Hispanoamérica. Por sus orígenes; basados en el sistema de
.desplazamiento de las culturas indígenas autóctonas, reempla-
• zadas violentamente por la española renacentista; por su des-
•
. arrollo, a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVUI en el régimeJi

11.! L'
19

•
 de monopolio y dependencia, su cultura, ;¡ irruJgen de su eco-
oomia, es de tipo colonial. No nace como el esfuerzo de auto-
disciplina del bárbaro de que habla Ortega y Gasset, sino como
el traspaso de la creación de una metr~poli que se. aplica fé-
ueame.nte a las tierras de ultramar, medtante el prevto traslado
de un conjunto d~ hombres que (uncionan como conquistado-
res, detentudores de w1 poder con el cual desalojan las formas
culturales primigenias. Támpoco tuvo -ni tendrá, al pare-
cer- la posibi üdad de una ruptura que a partir del fecunda·
miento original extranjero le permita crecer lenta y original-
mente como las cull\tras medievales; las nuevas leyes del mun-
do burgués un.iversalista la condujeron a una sujeción constante
que consistió en el adiestramiento den~r~ .de las c~ndiciones
propias de la metrópoli (con la sola postbthdad se~tautón~ma
del "criollismo") y al pasaje de una a otr~ zona de mfluena~s,
según el juego sustitutivo de lo~ imperios. De ah! que la. h•:
toria de la cultura hispanoamertcana, salvo escasos focos mdt-
geoas mayoritariamente condenados al folklorismo -tanto vale
decir, al remedo de un pasado consoHdado-, sea la sombra
obediente de la historia de la cultura europea.
Pero al mismo tiempo es la historia de un esfuerzo obse"
sivo de autonomla que, en la zona de las sociedades criollas,
al margen de las rebeliones indígenas, vertebró las élites inte·
lectuales desde ·Ja Colonia hasta nuestros días. Ese afán auto-
nómico funcionó siempre dentro de las posibllidades reütivas
de acción, logrando éxitos merced a las debilidades o contra•
dicciones de las potencias imperiales: su modelo fue la revo-
lución Independentista de 1810, donde la burguesía criolla
apcoyecqó tanto de la debilidad española como de la creci~te
conveniencia del imperi-o inglés. Por eso el afán autonÓilllCO
funcion6 adaptándose a la estructura general de las influen-
cias entomjeras, muchas veces enmascarándolas simplemente,
como un progreso dentro de los límites ope.cativos que le pres-
taba la pugna de los imperios. En algún seolido él juega, res-
pecto a la cultura universal, como en Europa, el afán de líber·
tad respecto al or4c:n establecido: un modo de compensación
que no puede eludir por entero las reglas precedentes y que es,
20
por lo tanto, una oposictón condicionadJ!. Pero adem5s, el.gp
-
sesivo intento de lograr una autonomía se define por la cons-
tancia del aut<>examen hispanoamencano en la literatura y
en la críi:Jca del continente, y el abusivo peso de La twu ca·
~onial por la probada incapacidad para afirmar su circunstan·
cía y su problemática corno de valide? universal. Cu;tndo Zum
Felde comprueba que "en este imper:ttivo del tema americnno
-nacional o continental- en la ensayística hispíUlOamericaoa
es evidente el poder del ente histórico sobre el hombre, o, a la
inversa (que la inversión de términos no altera, mus corrobora
el producto), la función autocrític:t que el pensamiento parece
desempeñar ea Hispanoamérica impuesta por la supremacía
de los problemas de la propia realidad histórica sobre lm
e~c:ocial.es -universales- del ser mismo y los valores de la
cultura",' no parece percibir en qué medida esa dilemática re·
vela la pugna de la tradición colonial y el simultáneo afán de
rqmperla. Esos elementos componen las invariantes america·
nas y por lo tanto están presentes, de un modo particularmente
' · agudizado, en la época modernista.
Cuando Daría comienza su obra, Europ¡t presencia dos
hed1os aparentemente contrarios. Por tm larlo, en el campo de
la ~conomía, un progreso que al mismo tiempo que torna más
compleja la sociedad europea, derrama a.lgunos bienes sobre
los ciudadanos y desdeña la admonición profética de Marx
acerca de la progresiva pauperización del proletariado que lo
aciclltearía a la insu.rrección. Por otro lado, en e! campo de
la cultura literaria, el esplendor de la línea iniciada por Dau-
delaire con un negativismo que pareció sorprendente a sus con
temporáneos, y que se intensificó por el camino de los llama
dos poeta~ malditos o por el de los refinados turrieburnistas
que se distanciaban de lll realidad. Es esta orientación cnltural
la que hari suya· Dado, auoque a veces medrosamente, en sus
zooas aparenciales más que en las profundas y riesgosas. Al-
gw•os de e;sos escritores pasan a integrar la colección Je "ra·
ros" -Poe, Llutrearnont, Dloy- ; a otros los saqut:a esporá·
1, Albrrtu Zum Fc.:.dc, lm/lrt ffÍ/Ífo ;/t- /,, liurouut~ hit p;.IH/J.111'1t'flfoll.'41
Ltn l!Jttayistdt. Mb:iro. l!ditorial Guarania, lí>H, p. H.
1
• li ¡
 dicamente, St:a Baudelaire o Mallarmé, en especial este último
que conoció con lúcida perspicacia; a otros corno a Verlaine
los transforma en dioses penates; otros le sirven de incitado-
res en las búsquedas propias, como Catulle Mendes y Morcas.
& su lección la que ambiciona, aunque a veces se quede a me-
dio camino, demorado junto a Jos parnasianos que intentan
un pacto de contrarios territorios. A partir de esa lección inte-
rroga la tradición poética española en una retrospectiva que le
lleva del siglo xvu a los orígenes medievales, cumpliendo una
operación revalorizadora que sólo puede adjetivarse como mn-
gistral: el Lrasvasamicnto de esa creación varias veces secular
según la óptica del suhjetivismo de fines del siglo XIX. Es ma-
gistral por la seguridad de su gusto artístico y por el vasto
conocimiento poético que demuestra (él también, como Martí,
había leido a fondo el repositorio de la Rivadeneyra); Jo es
por contraste, dado que no hubo ningún poeta en España ca-
paz de tal empresa en la segunda mitad del XIX, a pesar de
11
que a ese periodo alcanzó la producción de un poeta esencial
corno Bécqucr, y dado que los que tras él lo intentan como .
Juan Ramón Jirnéucz, se mueven dentro de opciones más estre-
chas; lo es po.tque sólo a través de esa revisión Se reedifica
un nuevo Parnaso qnc, sir1 apreciables val'iaciones, ha seguido
vigente hasta hoy, y donde conviven los poemas cultos .del ba-
rroco gongorino con las canciones medievales, Jos ritmos aus-
teros de Berceo con las letrillas renacentistas.
La .rcinvenci6n de una tradición poética de la lengua se-
obtiene por el encaba lgamicnto del "pensando en francés" y·
"escribiendo en castellano", cuando esto funciona en un plano·
exclusivamente estético. Pero corno ello nunca es enteramente
posible, la recuperación de una tradición centenada desde el
ángulo subjetivista acarrea la conflictualidad que se instala en
su arte. Gozosamente, dcMprcnsivamente, decía en su juventud:
"A cada cual le aprendía Jo que me agradaba, lo que cuadraba
a mi sed de novedad y a mi dclitio de arte; los elementos que
• constituirían después un medio de manifestación individual" .
Quizás no percibía que esa "individuación", como él deda, de
elcrncntos puramente artísticos (formales), podía hacerse có-
22
modamente en la poesía francesa de la segtmda mitad del XIX,
porque arrastrabá contenidos afines, pero que en la tradición
española le imponía un conjunto de significados -histórica·
mente datados y coincidentes, por lo demás, con la tradición
analfabeta en que se educó, la del catolicismo -y la moNl de
su infanda- que entraban en conflicto con las líneas rectoras
del arte nuev~: Si una solución. parcial podia b,uscarse por el
lado del este.tiasm?, no era Dano el cr.eador que podía perma-
necer dem;lSlado taem.{'O c:n ese terreno. En definitiva, nunca
pudo resolver el confl1cto y vivió tironeado por sus elementos
contrastantes. Pero tampoco pareció que la sociedad de su tiem·
po ambicionara o pudiera resolverlo. Se limitó a una solución
~st~atif!cadora, que mantenía ~!" cap~s separadas y escalonadas
¡erarqu1ca~entc una concepc10n moderna, urbana, inyectora
~e ext¡-an!erías •. que coronaba la sociedad, y otra tradiciona-
!Jsta, de mscrc1ón rural, españolista y conservadora, sobre la
que se .ejercía el dominio de la primera. Aunque a veces inten-
taba disfrazarse con la tradicioo~Iista manejándola como ele-
mento de mistificación y, por ende, de dominio, que esa fu~
la norma -propu_esta voluntaria o inconscientemente acep-
tada- en el com1enzo de la transformación socieconómica
de América Latina. ·
La. razón secreta que quebrantó el augurio de Marx y que,
contranando sus palabras, hizo del fin del siglo el comienzo de ·
~a "bt;lle époque:·, ~ue lo que ?osotros llamarnos la expansión
1mpenal del capitalismo: un s1stema de exacción a bajo costo
de materias primas del ·mundo, de complementación de su
estructura econóqúca dominante con las zonas dependientes
(colonias o ~eocolonias), de simultánea ampliación del mer-
cado .consumidor de sus productos con el público de las zonas
margmales, y de expulsión a éstas del exceso de población que
en lu metrópolis hubiera restado la capitalización. Si el pro-
ceso se aplica sobre toda loi América Latina. siendo un ejem-
plo destacable el Porfiriato mexJCano, m m~ tnm}'leta reali-
'ución se da en el Plata, por <liver~a~ JtttVnes hi~t6rícu , de
tipo económico, geográfico y ltorial. f1und4fllentalmente, por
que su pro<lucd6n (p.anaderl• y ;~grirullurll) u:~ultaba rorn
lJ
plementaria de la empresa industcializadora ingl~a, facílitá!l·
dosc así su plena integración al mercado muodtal, y ~-r las
facilidades que la aportación ~migratoria y las rond!ao~
gtográficas regionales proporoonaban a la neocolomzactón
de los capitales.1
fute movimiento se reproduce de modo paralelo en el
campo de la cultura. No sólo ~ la apreciaci_ón primaria~ P_Or·
que los escritores hispanoamencanos se dediquen a la touta-
ción de b poesía &ancesa, sino. porque s~ _sienten llamad~s a
hacerlo en la medida en que vtveo, servu:almente, cxpenen-
cias emparentadas a los centros i~dustriales y cultu_rales. Para
poder actuar, el_capitalismo debe tmponer a 1~ r~l!JOnes sobre
las que se ejerce, su sistema de valore~: ~ _sub¡etJvtS~ «?n~
mico la división del trabajo, los pnnctptos de raCionaltdad
de 1~ producción, su concepción del objeto económico Y, de las
leyes de circulación del mercado. ?e
ot~o modo no po~raa futr~ .
donar. Al hacerlo, procede a umversahzar las condtc1ones pe· •
culiares de su sistema económico, instaurando en todas p~rtes
formas similares. Son a la vez, conviene desde ya advertt~l~,
formas dependientes, de tipo colonial, lo que ~ ~a larga tm·
porta establecer simultáneamente una. con~adiwón~ que no
sólo se traducid. en la vida económtca, s•no tambtén en la
cultural.
La incorporación de América ~atina.~ sistema ~rc~ado por
la burguesía europea triunfante se mtens1fica a partu de. 1870,
al día siguiente del aplastamiento ~e la C:omuna. El stst~~a
tenia en Europa unos cuantos deceruos de vtda, porque habeen-
dose generado oscuramente ~n la _In~bterra del xvm, toma el
poder desde comienzos del stglo stgutente y se ~ace ley sobera·
na desde el "Enriqueceos", del rey burgués. Sm embargo, su
expansión vc:rtigino~ se hará_~ el -~er1o?~ 1870-1914, cuan·
do ya se ha produCido la cap_ttaltzaoon baSJca. ~ pesar de es-
porádicas quiet;>ras y fluctuaoones, se fortaJecera con las gue-
2. Vwe: H. S. Peros, Gru Brtl•íi" J Art•".IÍ•c• ,.Be,¡ Jitlo X 1X .B.:-,.DOI
Aireo, Sokt/H.dlcll~. 1966. )21 pp.; luu . nv~nu1o, 8 ,v• "' ·1 10
ri• Jtl Ur•tUJ. Montewideo, Are., 1967, pp.; Goulllvo Beybaut, ~
u/ tD~I•mporJtuDJ ,¡,- A,írit11 LAii11,., Buenos Airrs, EUOEBA, 19 •
pp. 168.
24
•
rus coloniales de fin de siglo, tanto la hespanoamericana de
1898 como la angloboera de 1899 a 1902, medtante las cuales
se produce la incorporación definitiva de las zonas marginalts
a la economla de los imperios.
La primera respuesta artística de Europa al sistema, o sea,
la primera oposición ya condicionada por los principios adul-
tos de la nueva economía, está representada por dos obras cla-
ves, ambas de 1857: Madame Bovary y Lm Jlorn Jel mal.
Tal como lo ba visto Ernst Fischer,' el primer poeta m:~IJito
se retcae del universo creado por la burguesía en el poJer,
pero en su refluencia queda marcado_ por los r_asgos de la nu~v~
estructun económica y por las relactones sooales que ella tns·
tituye. No hay duda de que su respuesta es negativa, pero ya
lo es ron los rasgos de la modernidad. Más exactamente, es
con él cuando comienza la modernidad. Como lo han t'xplicado
agudamente Walter Benjamín y Tbeodor W. Adorno; _con
Baudelaire, y con su hermano de otro gran u:l\tr6 captta!Jsta,
Edgard Allan Poe, surge la ro_o~epoón . de l_o "~uevo" <'QilJO
ley_i~ la.,co:a.ci611. ~~~á~ El poeta debe.~ sumer~u~e "au
fóñd de l"inconnu pour trouver du nouveau , aun a sabtendas
de que esa novedad puedl! ser un '"m:te!stroin" en que h:t de
ser destruido, como el personaje de la novela de Poe. l !s legí·
timo que tal experiencia de la novedad sea interpretada por
· otro gran poeta de la época como la ap:trición del "frisson
nouveau" en la literatura.
Ya vimos que esta actitud fue la típica de Darío: "Mi
¡(Jeito -seda ridiculo no confesarlo- se ha debido a la nove-
dad"", le dice a Groussac, y en reiteradas ocasiones subraya
el rasgo de invención "novedosa·· de los contemporáneos mo-
dernistas-de que habla, como un especial valor, una concluyen-
te prueba de la excelencia d~ I:'-
o~ra. Ya vimos ta~bi~ que
la novedad, equiparada a ongtnahdad, nace del e¡ercecto de
una rubjetivación violenta de la creación artística. El poeta hace
suyas, no sólo las leyes del mercado, rou su circulación de
3. l!r.ut l'ischu, Lt JJUtJiti.J Je aru. u ttabatu, Unión, 1964, pp. 267.
4. Walltt BcnjamÜl, Sthr~{uw, Fsanlcfurt a. M., Suhrbmp Verlag, Al?,.
Theodor W. Adorno, Pri11nDJ, Noi#I J. /Í/ml/llr4, Bucdona, nel,
1962.
•
25
 productos, sino también la estructura subje~ivista de 1~ ecooo-
mia 9ue acaba de imponérscle al rnundo h1spanoamencano.
Es conocida, y muy citada, la explicación de tipo univer-
sal que dio Federico de Onis del modernism!), la cua~ p~ede
emparentarse con la más esteticista de Ju~ R_~ón Jtmen~.
.. Decía Onís: "El modernismo es la forma htsparuca de Ja crt·
sís universal de las letras y del espíritu que inicia hacia 1885
la disolución del siglo xrx y que se había de manifestar en el
arte, en la ciencia, la religión, la politica, y gradualmente en
los demás aspectos de la vida entera, con todos los caracteres,
por lo tanto, de un hondo cambio htstórico curo f~Oceso c~n­
tínúa hoy".' Sí efectivamente se trata de una cns1s mundial
que abarca todos los órdenes de la vida, es obvio que ella no
parte del "arte, la ciencia, la religión", etc., sino que _se genera
'1
en una transformación básica de tipo económrco-soct'!l, y que
su centro está en la Europa decimonónica, eo el e~clave de
1
1 Inglaterra, Francia y Alemania. Por tratatse de ?Da epoca en-
1
tera, su iniciación e.s difícil de datar, pero es, sm duda, ante-
1 rior a 1885; si preferimos hablar de _1870 es p_orque esa ~e~a .
indica la intensificación de la expanstón 1mpenal del caprtalts-
mo europeo y del norteamericano, una v~z alcan~ado el de~­
arrollo de Ja estructura industrial y comerCial que K> sos~endra,
abriendo ese período que se cierra en la conflagrac:ón de
1914·1918, dentro de la cual debe situarse. la revoluaóu so.
cialista ·rusa.
y si, además, el modernismo hisp~oamericano es parte
de esa "crisis mundial"', lo es en la medida y en eJ gra~o en
que la expansiótt imperial de fas potencia_s industrialnadas
europeas va modelando a los pa~s{'S del contm~te ~n hts ~or­
mas económicas y sociales proptas de su orgao1zaC1on captta-
listil. Ya Pedro Hcnríquez U.retía había observado que ".a. par-
tir de 1870 empezamos a cosechar los frutos de 1~ estabtltdad,
y, para 1890, había ya prosperidad",• aunque sm establecer
• ,
F<d<dco de Onb, Alftolo&i- ,¡, ¿, por~J~ np,.nol. • bisft•~<oammr""-·
' · Nueva York, Los .Amtrital Pu.blishinl! Cornpanr, 1961. . .
6 Pedro Hcnrfqun Urciia, f.AJ corri,,~~_l lit"tl'i«J 111 /¡~, Amlrttd llupJJ,cll,
M~rico, Fondo d< Cultura Ilcon6mt<a, 1949, p. 165,
~1
26
l._
la estcech11 vinculadón de esos beneficios, -perceptibles ro-
bre todo en <~lgunos estratos superiores de las sociedades ur-
banas en pleno crocimiento-, con la inserción de la economía
capitalista europea. Esa vincuJación la había ya a_puntado Luis
Alberto Sánchcz:, sin compccoder ni exponer su cnfero signifi-
cado, tanto ideológico como artístico, en un libro polémico e
improvisado, Bala11u y lit¡llidaci6~t del 11cvecienJoi, donde di-
ce: '"Coincidente con el modernismo, se afirma más el capita-
lismo extranjero en nuestras tierras, y con su robustecimiento
-es decir, con el imperialismo-, América ingr{'Sa, plenamen-
te, a la corriente capitalista universal": .
Este ingreso no es parejo en toda la comarca htspanopar-
lante, ni tiene la misma intensidad en sus cliversas zonas, como
ya lo anotara Hcnriquez: Ureña, viéndolo bajo el ángulo de la
prosperidad. Ante todo, se produce primero en América, bas-
tante antes que en España. Darlo lo observaba c-on lucidez,
al apuntar, en 1900, que· "no existe en Madrid, ni en el resto
de España, con excepción de Cataluña, ninguna agrupación,
brotherhood, en que el arte puco -o impuro, señores precep-
tistas- se cultive siguiendo el movimiento que en estos últi-
mos tiempos ha sido tratado con tanta dureza por unos, con
tanto entusiasmo por otros''. 8 Y si América se anticipó al mo-
vimiento fue por ''ra:r.ones clarlsimas", dice Darío: "Por nues-
tro inmediato comercio material y espiritual cOl\ las distintas
naciones del mundo y principalmente porque existe ea la nue-
va generación americana un inmenso deseo de p10greso y un
vivo entusiasmo". El desarrollo económico de Hispanoamérica
por obra de los imperios europeos, eso que: Uama Darío "el
..comercio material y espiritual con las distintas naciones", fue
ánterior al de España. Y dentro de España fue primero el del
gran centro industrial del pais: Cataluña.
En América Latina se distinguen también diversos momen-
. tos y diversos procedimientos de penetración. El prim~ro se
produce en los países que rodean el Caribe, donde nacen los
1. LuiJ Albtrlo SiMhn, &1-wt~ yliqlliJ-tiów ,¡,¡ 900. Santiago de Chil~•
. &cilla. 194o, r 10.
8. n..~D Dado, BI{J•I1- <OUUifi/>Ordlfr-, IU1. "El mod<mismo··, en Ob<IIS
tomp/1141, 10<110 111, p. lOO.
27
 -·
que Henrlquez Ureña Jla_~a los ~~neo d_lrigentes d_el modcr·
nismo: Martí, Casal, Guticrrez Na¡era, Stlva y Dar10. Ea esa
zona el progreso económico que el nuevo sistema del liberalis-
mo europeo acarrea, padece notorias dificultades para su esta,.
blecimiento y avance: algunas derivadas del cruce de influen-
cias rivales, como lo serán la intervención norteamericana, la
acción financiera inglesa y la remanencia del viejo imperio
espaíiol; otras, consecuencia de la incapacidad_ ~e l~s bt~gue­
slas locales paca reali2a.t íntegramente la modift~ac1ón liberal
de las economías nacionales. .I!n tQdo caso, es evtdente que el
movimiento modernista se expresa en la zona con bruscas mu-
taciones, conservando elementos del pasado por más l_ie~npo, !
disolviendo más rápidamente algunas de sus caractenst1cas ti-
picas. Diversas contradi~ciones } con~!ictos se comprueban:
asl, la distancia que va de Mart1 a Jullan del Casal, ~ Cuba,
y la peculiar situación en que los coloca su dependenCia fo~za- .
da de la órbita del impedo español ~goni1.ante; así, la. cunosa.
evolución de la escuela poética mex1can:1. El modetnlsmo de
Gutiérrez Nájera, de suntuosa expresión parisiense, deja muy
pronto paso a diversas formas qu~ !o dis~elven: es la trans-
formación de Nervo, es el descubnmtento ¡aponés de Tablaela,
es la situaciórL clave de Gonzále-1: Martlnez que, como observa
Paz, "no se opone al modc:mism~: lo desnuda y de~oja. Al des-
pojarlo de sus adherencias sentimentales y parnas1anas, 1~ re-
dime, le otorga conciencia de si mismo y de su oculta stgnl-
ficación".•
En el mismo momento en que tal operación cumple Gon-
zález Martínez en el norte, Herrera y Reissig y Lugones en
el sur cumplen la que puede entenderse como contraria. _
Ello puede comprenderse por los rasgos diferenc!ales q~e
tanto el modernismo üterario como su contexto polítJco-soc¡aJ
tienen en el sur del continente en comparación con el norte.
De los dos periodos modemistas ·que reconocía Henríquez
Ureña, el segundo, c¡ue se inicia según él en 1_896:. tendrá su
centro en eL sur_, "en Buenos Aires y Montevideo· _ Más es-
- 10.
9. Octavio Pn, Ltlt P'"" tld o/tpo, Mhico, Universidad Nacional Autóno·
ma de M~xico, 196,, p. 26.
28
trictameute cabe anotar que, a partir de 1888, su cenfro _está
ya en el sur, en Santiago, en Buenos Aires y en Montevtdeo,
siendo su capital la capital argenti~a. Simultáneament~ debe
consignarse que la burguesía argent10a, y, en otra r_nedtda, la
chilena y uruguaya, establecen las ~ases de la esp~1al contex-
tura de los países del cono sur al maugurarse el sJglo XX..
Se trata de una transformación económica que responde
" una nueva y razonada actitud política. Un historiador inglés
así la explica: "Lo cierto es que la preside~~i.a dd .g~neral
Mltre fue la señal de una fundamentnl deoston pohhca de
toda la sociedad argentina. Una ve~ tomada. la. decisión ~lí­
tica primaria en favor de la e~panSJÓn fCOnOmJCa ~ Ue J¡t ~0-
teg.ración del país en la comun1dad.Y _Jos mcrc~~os mternaao-
nales, era posible la adopción de mult1ples dec1S1ones secu~da·
rías en el terreno ue la actividad económica. . . La nueva epo-
ca, anunciada por la triunfante inaugur~ción -~e la pres_iden-
cia del general Mitre, fue una época de mversJOn de capttal. y
de libre comercio. Esa época venía, pues, a responder a un nt-
mo acelerado de desarrollo que se estaba verificando al otro
lado del Atlántico".' 0 Los efectos que sobre la renovación poé-
tica hispanoamericana habrlan de tener estos distintos grados
de oiodernidad económico-social, los descubrió Daría no bien
pisó tierra chilena. Ya, en 1~88, ~o- ~e Azul- - . , m~ con~­
cieate de lo que para el hab1an stgntfteado J_os dos anos du-
Jenos, escribía a propósito del mexicano . RICardo_ Contre~as
que si "en vez de ir a Centroamérica, hub1~se ven1do a Chile
o a la Argentina, estaría colocado en el pe1mer rango de los
escritores del continente"."
Similares juicios habría de verter a propósito de la bené-
fica influencia del desarrollo económico argentino sobre las le-
tras, a\11lque no en un sentido prÚnacio o uníyoco;, donde o~­
rría exactamente lo contrario, o sea, el desmteres mercantd
por la creación artlstica, sin~ en el sentido ~e la instauración
de una serie de valores, de sutemas referenCiales, de formas y
J t.
H. S. Ftms, obut riiDII<t, PP- 326·7. b
·•u filtraron m Ú'oltoa.mériu.. , en Raúl Silva úsuo. O '"~ ~uoH:;­
J
citl~tt lt Rllhl" Dttrio 1tcri1111 on Chilt J no ruopiiDiiui liT llllllU"O ""
1111 librot, Ssntia&o. Prtnsas deJa Universldatl de Otile, 19H, pp. 200·1
2'J
 de temas, que abastecerían la lite.ratur.a y fort11lecerían en ella
el apetito de la "novedaJ". En agosto de L912, al retornar a
la Argentina, evoca los años de su juventud, "los añas de las
ilusiones y luchas literarias, en que una floraci6ó de talento • mo''. Apunta así a la superestructura política del movimiento
brot6, como rosas entre rocas, en el imperio de los números.
Nuestros bandolines sonaban cerca de los bancos, y nuestra·
bohemia nocturna mcl•(icaba el ambiente al lado de Jos co-
merciantes alemanes, ingleses, ital•anos, que iban a ingurgi-
tarse cívicos y chop~ en lo de Luzio o en Auer"s. ¡Era el buen
tiempo ! No impedía el ruido lírico de unas cuaotas cigarras
la marcha de las transacciones; el Ateneo hacía su poco de
Grecia en la atmósfera fenicia o cartaginesa y la juventud
aprendía que no sólo de papel morted:t vive el hombre y que
los intelectuales, como los héroes y las bellas y honestas da-
mas, son las joyas de la república"." Es! a convivencia del am-
biente mercantil y Je la bohemia literaria, éle comerciantes y
cigarras en un medio dominado por las transacciones econó- ' terna económico liberal en tierras americanas. Donde se impone
micas, da la pnut:t de In dinámica social sobre la cual se gene-
ra el fenómeno modernista. Su exltemadón en el SIJ.t del con·
tinente, donde t:encrará las formas de Lugones y Herrera y
l~eissig, que Octavio fl:•z cuticnde como rupturas "con el mo-
dernismo cxt rem;mdo MIS conquistas"," corresponde al cum·
plimicnto total del ciclo económico que inserta a umt wna his-
panoamcricah;t - el Plal3- e11 la es~ructura de la sociedad
europea de ~u tiempo, utilizando sus concepciones para una
modelación interna.
Esta relación es la que ha permitido a Julio Saavedra • cimon6nica.
Malina e_quiparar modernismo con liberalismo, estableciendo
12. "Jll telorno", en L.a Na<irJ11, aiío XLI!, N• 14.800, Buenos Aire$, 21 ile guesía urbana, empresaria 1 y comerciante; lvs deteotadorcs Je
agosto de 1912, p. 6.
13 _ Octavio Pii.L, obrn áMtl•, 1'· 3 l. CoinciJcntc con tst:~ comproba<;:ión
respecto 11 di(cr~ul< ritmo, inlmsidad r logros dcl modrrnismo en Mt!•
xico y el Río de la Plota, dice Octuio Pat en el mismo tnsayo citado,
"Introducción 1 la hrslorio de la pot'Sia mexicana" : "Y sobre todo, coe:t ambicionaron Porfirio Díaz y su Ministro dt' llanentla, L•-
( t( modernismo) UO nuevo Jcnsuaje que ~rvÍtia pata qtu: m un mOCMD..
tn de: occraoMinu͕ (~cundid:ad M::expresar~n alsunos grandes poet;;: '
• ll.u~n Dorio, Lcopoldo Lu¡;oncs, Julio Htrrora y Reissig. E,, !llt!s;co
d modernismo 3Cutl habría poseído may<'r f~rtilid.td ~tiQ si los m~­
src•nos hubic!ICn odv~rlido lo verdad<ra signific:ndón '> li n~•• 1< .
dencia" (p. 2-4).
3G
un paralelismo estrecho eotre las escuelas literarias y las orien-
taciones políticas: "Lo que se ha llamado modernismo en lite-
ratura no es otra cosa que lo que en polltica se llama liberalis-
más que a sus bases económicas, que es donde está la fuente
generadora de la nueva sociedad continental. Pero reconoce
explícitamente la dependencia de la literatura respecto a la
transformación que el liberalismo impone a los países hispano-
americanos. "Confirma esta interprctaóón, a nuestro parecer
-dice-, la historia misma del modernismo literario, la cual
corre pareja coo la suerte de las ideas liberales: alli donde el
liberalismo es acosado por el dogmatismo tradidonalis~a (por
t jemplo, Chile después de la revolución de 1891) el moder-
nismo se retarda" .u ·
Más que a la acción de un dogmatismo de tipo político,
debe apuntarse a la mayor o menor posibilidad de éxito del sis-
con decisión, también se intensifica la corriente moder~'sta;
donde zozobra. como en la reacción antibalmacedista, en 1ile,
o donde se entorpece, como en las indecisiones y dificul a.des
a que se enfrenta en México en la primeKa década del siglo,
el movimiento modernista disminuye su vigencia y violencia,
aunque compensa su alejamiento del modelo europeo ton un
intento t1mido de nacionalización. Pero el éxito del sistema
no sólo depende de causas estrictamente económicas; sobre todo
obedece a la poHtica de un sector poderoso de la sociedad de-
Los conductores del sist~ma no soo los terratenientes ni
la antigua burguesía, sino los integrantes de una nueva bur-
la ciudad-puerto Argentina, que desarrolla y a la vez somete
al pais a la órbita de los imperios europeos. Lo que en .Méx1co
mantour, en el Plata lo consumaron Mitre y su~ de-.cc!n.lienlc~
1.. ObfiJI tJ<Ofitl.u ¿, 1/,tlbhr O~rln f,"blirM"r "' C.htll, S•nll•¡¡u de Clult,
19}9 (cdic:tón uleica y no1u d• ulln Sanrolra Mnlrna ¡ t ""'" K M•
pa, pp.l40-l)
31
 •
politicos, con mayor comodidad y alcance a partir del aniquila-
mjento de las resistencias provincianas, del ingreso de la in·
migración extranjera, y debido al tipo especial de producción
l~berecisl
t
ión mi ayo_r acerca de los efectos del desarrollo eco~ómico
ra ea' a vtda cultu ra1' con e 1 f' d e f"
tn tJar los rasgos de lo
- agricultura y ganadería- que se adecuó a las necesidades que sera el comportamiento intelectual de la Ame· . H'
de complementadón económica de las metrópolis industriali-
moderna
¡é. • Yt d d nca •spana
que es e la época modernista se ingresa a un
r. gm1en cu t.~ral que hasta la fecha no ha tenido modifica·
zadas. ctones sustanaales.
Si Buenos .Aires, en este momento de su historia, puede
equipararse a "Cosmópolis", como dice Daría, es entendiéndola
como la más desarrollada cabeza de puente de la inserción del
sistema capitalista en .América Latina. Beyhaut sintetiza el afán
de europeización del período, diciendo: "El crecimiento urba-
no se verá, pues, acompañado de una ráfaga de europeísmo.
La producción industrial europea, estandardizada y uniforme,
destruye los artesanados locales. De Europa ven.ían Jos velo·
ces vapores cargados de maquinaria para la producción y el
transporte de mercader! as a bajo precio. ¿Por qué no adopfar
entonces los muebles y vinos de esa procedencia, la moda de
París? La pasividad intelectual de las élites locales, .acostum·
bradas a tomar sus elementos de civilización de las potencias
colonizadoras, seguirá inspirándose en el viejo continente, aun:
que ahora mire preferentemente a Francia. Una verdadera fie-
bre civilizadora -en verdad improvisada y superficial- trata
de cubrir con un aspecto europeo aquellas regiones en vertigi-
noso ritmo de progreso económico y demográfico". 15
El progreso económico benefició especialmente a la em·
prendedora burguesía que comienza a cumplir en .América la
labor que decenios antes había llevado a cabo la europea, aun·
que cumple su misión histórica .en una conflictual situación de
dependencia. Las ventajas que su acción acarrea a la vida inte-
lectual fueron vistas por Daría en un sentido general: "Füe
para mi un magnífico refugio la República Argentina, en cuya
capital, aunque llena. de tráfagos comerciales, había una tra-
dición intelectual y un medio más favorable al désenvolvimien-
to de mis facultades estéticas" ... Conviene', sin embargo, una

O . GUJtavo lkfbau~ obr.- <iJ(II/Q, p. 67. •

16. "Historia de mis libros", en Obr4s romp/#141, t. l.
-
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•
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•
33
1'(
•
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'~.~
1 .. Transformaciones culturales
1
en el modernismo

•
•.

El primer efecto visible de la nueva estructura económica

sobre el campo cultural, es un proceso de ·aceleración, que
irrumpe en forma repentina, casi desconcertante, y r4pi.d.amen-
te gana terreno, creando una dinámica sucesión de corrientes.
La situación típica del siglo XIX estaba representada por la lar-
gulsima sobrevivencia de escuelas literarias: el neoclásico abas!
tece el periodo de la independencia y se prolonga en muchos
lugares hasta mediados del XIX; el romanticismo, histórica-
mente introducido por Echeverrla al iniciarse los a.ños treinta,
florece todavla en la década del ochenta en un poema como
· el Tabaré de Zorrilla de San Martln, que es contemporáneo
de Un coup de dé.r, Esta situación, que para una concepción
universalista regida por los principios europeos, hacía de Amé- ·
rica Latina el continente de- los anacronismos, desaparece. Por
una parte, se_agota mfos velozmente la vigencia de las líneas
artlsticas, pero por otra, el habitual retraso que se registraba en
la introducción de las corrientes litera~ias extranjeras, tiende
a disminuir: el romanticismo tardó treinta años en llegar al
• • Plata, el parnasianismo casi otro tanto; pero el decadentismo
.,, y el simbolismo se ofrecen con fechas más cercanas, y ya Darí~
.. se disculpa porque al escribir las textos de Azul. . . no estaba
'.
",
•• •
35
i"1'
.,.
1
·1
 "a la page'', y aón desconocía el movimiento simbolista, que • tas criticas tradicionales al m d .
era la ley europea de esos años. a! rubendaúsmo, hicieron hinca • ié o ero,sm~, en p<~;ti':ular
Comienza a imponerse un cierto isocronismo, por obra del .• va, o sea, en Ja procedenc· ~ 1 eu sn servidumbre lmltali-
cual la t(ans{ormación literaria hispanoamericana sigue de .f c.reta, de sus fuentes ccead:a verpa ' horr~ de experiencia con-
muy cerca la que se produce en los centros. culturales del mun- cabría un cote¡'o con l'r~s. ara medu tales afirmaciones
. neoc asJCos y ro • · .. . •
do. La· conciencia _dolorida de estar relegados con respecto a servar el evidente proa e ~~nt,cos. Penn,tma ob-
Jos europeos, que era perceptible en los jóvenes del Salón Lite-
•definición del ob¡'eto
d 1
lectso edn la prec!slón enunciativa, en la.
n ro e su real1d· d
rario, ahora cobra mayor intensidad. El intelectual se propon· e o concreto que se prod d ~ Y en 1a experiencia
con independencia del h ·huce el neoclásico al tnodemisrno
drá sistemáticamente estar al día, considerando que si su arte • ec o que las ese 1 d · •
no responde a las coordenadas europeas en cuanto a estilos y son mas ap· arentemente s 1'bl ue as eCimonónicas
das d el artepurismo a f ' ens d es al. canto rno rea1 <¡ue las nací-
recursos literarios, no puede ser aceptado y respetado. Aun en mes el rmsmo siglo
a9uellos casos en que recurra a asuntos pintorescos o costum- Para elogiar la poesía de ] .
Gutiérrez destaca un uan Cruz V:uela, Juan Marh
bristas, aspira.rá a expresarlos de conformidad con reglas de · poema cuyos ve " '
pnmeras condiciones ue . rsos poseen una de las ¡
fabriación modernas.
las escuelas modernasq PL:eestexlgrm del poeta por los críticos de
J
Esta actitud habla de prodigar los mimetismos, pero con- ~entro de la vida real' activ~ que tom~n cuer¡x> y se inspiran
viene reconocer que la actitud imitativa había funcionado tam· SJÓn de sentimientos Ibst . t y no se CJ rctmsc:nben a Ja expre-
bién en el período neoclásico colonial y en el romántico inde- común. ¿Quién podrá neg~:cao:· g~n~rales y ajenos al interés
pendentista, en un mOdo mucho más servil y adocenado que el color local y el caráct h' a pagJna de que nos ocupamos
el que distingue al periodo modernista. Entre los románticos· porteño podrá recor(·erl er. JSIÓr¡~o que la c~racterha? ;Qué 1

regía el ciclo del abastecimiento puramente verbal, palabrero, · a S1n sentirse mo 'd d '
tnterés con que exam· VI o e ese curi-oso
mediante el cual los hispánoamericanos aprendían en Ch.ateau- d 'ó . Jna un corazón b'e 1
que eJ Impresas en su camín l J n pncsto las huellas
briand las formas que éste creata para expresar su muy fran- Luego de estas apuntaciones ~J; pueblo ~ que pertenece?".'
cés descubrimiento de la vida natural y la floresta americanas, el crítico cree percibir u • p e~os. leer esos versos donde
de 1os compatriotas un t0t1 na presencta v h' · ·
condenándose así a la hitación repetitiva de acuñaciones ver- 1 . 1va, IStonca, conocida
bales. Si en el modernismo aún se prolonga la imitación, el descubnr . ' --¡ue e e extste · 1
que por el cont . . neta rea • concreta para
hecho de que el patrón oro de la poesía sea la originalidad y · • rano se rwen b . '
ret6 neo a estar a nuest ' . o por un a stracoonismo
· . ra concepoón mod d
la búsqueda de la novedad, comienza a establecer una canten· Cla VIVa en la poes 'a o· V erna e la experien-
l • •ce arela:
ción al proceso mimético. Pero aUit en aquellos casos en que las
similitudes son muy flagrantes entre los modelos franceses y ¿Pet•o tl6nde 111¡ verJa
las imitaciones hispanoamericanas, cabe reconocer que en estas Podrá empezat? ·Ni d6nd
últimas se registra un acento de autenticidad que faltaba en sus En e e
·.. esrn :llleva euena coffe.rponde
antepasados. · En los hechos el · poeta no copia fórm~ ver- Pr¡ar ?1:as mi leer? l/6vene.r bellas
bales: también acomete experiencias concretas, reales, de tipo Que as¡ como en el cielo /a¡ eslrelltJI
similar; se enfrepta a situaciones semejantes, aunque más pá-
lidas que las primigénias del otro lado del océano; comienza
~~ Matra ~uti~cez, t...
1
a tantear una creac~ón más perdur¡lhle por más verdadera. · 1 ""''"' de l .
wa Argenllna ele letea., 1941, p. 393~ I/'Vo/Jm6tJ, Bueno• Aores, .tl.rn-

36
• J7

•
 F.n deslunada noche,
AJí JucÍiteis en /11 concurrencid este concepto 1 Eso
rica" • · es ser un nn..ta
De otra noche dühos11 . 1 r-~ ' y un gran poeta de Amé-
Que l11 c()rona ha sido
De l11 fiesta de Mayo más pomposa/ El río, el monte el/l.
La piedra l ' ano,
Vosotras me dirlir a quién mi rima '
Son dfJUÍ fr,,111 d ¡ f' CUdltJo extsle,
as 4l'el14s .
1o¡a¡ con ,-
Primero nombrará, sólc vosotras J' e uturo hum ,
Si mi verso menguado t¡ue la A ' . ttno,
• y virgen y r. J: meflca se viue,
De su objeto al nivel no Je sublima, Pre1enta ',¿ pa l4nl~ 1 podero111,
Con elogio podéis más delicado orve111r su mal'lo h ermou.
Decir lo que allí vÍJieÍI;
Decir, bellas, más bien Jo q11e sentisteis1• _¡Sdiud, jo¡a del mllnd 1 El -
Srel'lle demasiado,.¡ o peregrmo
Cuando a los p. /a su c-#lbeza
De conformidad con un precepto interno del n~lásico, ,.,. fe¡ r~e 111 1in p 1•. u
.le ofrece de rodil'.. J .ar oeueza
no hay para él experiencia concreta válida si no pue~ inser- "'" SU <UJ/111().
tarse en una afirmación general, en un principio o ley-, que B<tstante se ennohl.
a su vez la historia de la cultura respalde con alguna acotación &¡o Id lum Lr e;e Y abrillan/4
p v e IIJavt! 'at! 1111 ·
mitológica, y así homologue a los hombres -a los lectores- dra envidiar del A . 1 OJOs,
en la aceptación de fórmulas comunes, compartibles. Pero no Ni c-uanto Euro~> Ila os ~espo;os
es demasiado distante de ésta la ~pecieocia que nos o&ece ra envanecid.t cantd,
el romanticismo, a pesar de que aspi{ó en América al color '_A_I pi'!tar fll hermoJura
local y l1 la expresión de la sociedad particulu de cada región. '-'V msp~ra J4I'Z4/. Lf.· '
Para úlixto Oyuela, pocos poetas provocan tan empinada yJólo s
C0/1 . o su~ ltne de ella,
admiración como José Mármol. Eo sus notas explicativas a(ir- El Je bdiia e eÍiilt'le, tltrge" pllr;:¡,
n os ra¡os de tu eJtrella.
ma que "su poesía, naJuralmente grdndiosa, asombra por el
vasto trazado de rasgos y pinceladas, por el manejo en CUCfpo ¡Sdi¡¡J, ricas COfOflaJ
y alma, sin sombra de afectismo, de las grandes masas de la Paraltt hldltcd fre¡rt d
naturaleu, encanta por su opulencia oriental, y conmueve por T ejidtts desde el Pla:a; ~:ermosd,
la intima melodía de la contemplación". "Leyéndole, la anti- Por/a tndlto ¿, ¡ . , ldZ()flaS
e CJe•o pritnoro¡af•
gua y tantas veces vulgariuda idea del Numen, que habita en Tambim en est . · .
el alma del poeta, y la ilumina y la inspira, y canta en ella, el constan e CJemplo del roen ··
·
parece una realidad". Escogimos el poema de Mármol que . del objetoter
l..ós da
usf o
de l~s generalidades ~hc¡s':' se observará
~ SUillJdo eo la. llle<{" . c?'ts nte escamoteo
• • elige Oyuela, y del cual expresa: "¡Qué hermoso y triunfal . tos preasos de la realidad· •taaQn..Ulterior del ta
entmiasmo, y qué modo de sentir y cantar la naturaleu cara a
cara y sin velos! ¡Cuánto hemos perdido de entonces acá m
:::or::' conven~onalcs ·('.'bl.mca~ devorados.por_las f~u:
P s de tu _sm par bell.. ~~" ente de la hermosa" "
--- .......,. , etc.) qu · , a
J. C:.lúrto Oro . e mstaur¡¡n. lo &en~ .
-1 "- ·'- ~ MIQ/o~;., ,._,.. • CJ·
z. o•. ril., pp. 306-7. .f
.
"" ._.Ú'Itua 1 Cta: 19(9
Ob, ~il., Pfl. 89~7.
rvcur_, IJfl~>ttr04, •
, L ll¡ ,.ol. r, ftP:"89HI~"'""C. BIJCoOt Aira, Aot-

JH
• '

•
JC)
co, y es a partir de f!Stos materiales que el poeta procede a una
tarea combinatoria. , La mención del Plata o del Amazonas,
como la de las fiestas Mayas, en uno u otro ejemplo, nada
dicen sobre la realidad, limitándose a apelar a referencias que
sin chirriar puedan ingresar .en este juego genérico. Tanto vale
decir que han sido previamente seleccionadas por su calidad
abstracta.
Si pasamos a la poesía del modernismo, incluso a los
ejemplos más reiteradamente acusados de imitación europea
servil, encontraremos ese progr~ que apuntábamos en la
experiencia de lo concreto y Jo real, que se expresa a través del
contacto vivo con el objeto, ya se trate de un objeto americano
o de uno europeo, de una experiencia autóctona o de una ex·
periencia mediatizada corno lo son aquellas que reposan sobre
la información que presta el libro, sin por eso dejar de ser ex·
periencias reales. Cuando Osvaldo Crispo Acosta se enfurece
con la poesía de Julio He.rrera y Reissig, exigiéndole coheren·
cía lógica a las distintas partes de un soneto," sin decirlo estL
reconociendo la pasmosa capacidad de objetivación que tiene
el poeta para apresar estados y circunstancias particulares, vi-
vientes y precisamente dibujados. Entre ellos el autor establece
conexiones que el crítico no es capaz de reconocer con sensibi·
lidad poética y que, por lo tanto, trata de someter a enlaces :
lógicos, de tipo genérico, que son Jos que rechaza una inven-
ción de lo concreto, construida a partir de elementos subje·
ti vos.
Cualquier ejemplo de Herrera y Reissig, nombre que ele-
gimos porque es el del' poeta que más lejos navegó por el exo-
tismo y la creación imaginativa, está cargado de estas expe-
riencias directas:
Bn beato Jilmcio el recimo vegeta.
La1 vírgenes de cera duermen en Sil tjecoro
de terciopelo llvitÚ> y .Je esmalte incoloro;
y Stm Gabriel se hastJa de soplar·la trompeta . ..
•
'. Os nido Ccispo Acos11., Molivos Jt trllitlt, Moote.idco, Diblioteo. Arti·
gas, 196,, t. ll, pp. 93-99. ·
-10
y si pasamos a Jos que él llamara "cromos exóticos", ené:ontra·
remos aún más acentuad:lesta.capacidad para r~scatar poética-
mente la experiencia única, que es experiencia viva y ambiciona
siempre la más tensa precisión del estilo:
Sonó un trueno. A loi últimos reflejos
de fuego y sangre, en místico¡ sigilor,
u aplacaron lo1 ídolos perplejos . ..
Picó la lluvia en crepitante¡ hiloJ,
y 14rgmnente IuJpiró a lo lcjoJ
el miserere de lo1 cocodrilor.
Para el caso de Dacio, y de sus Pr.osas Profanas, cuyo
exotismo sigue siendo motivo de vilipendio, conviene apuntar
también que ese exotismo funciona sobre la experiencia directa
de un material también directo, como es el del arte - las re
rroducciones, los grabados, los jarrones, los versos- al cual
Ingresa un poeta, y explana con rigor:
Al cielo alzó /os brazos la lírica sirena:
los curvoJ hipocampos sobre /a¡ 11erdes ondas
lt!11aron los hocicos,· y cademi redondas,
tritónicas melena! y doriOs de delfines . .•
o el uso mundano del arte, en:
Y bajo un boJCaje del amor paieslra,
JObre rico zócalo al motl..o de Jonia,
con un candelabro prendido en la die.rtra
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia.
O en la constante refracción sobre motivos de arte ya consolí-
c!Jldos, este modo interrogativo que los abarca y los vivifica in·
sertándolos en una experiencia concreta real:
¿Rec11erdai que queriai 1er una Margarita 1
Gttrlfier? Fijo en mi mente tu extraño rostrQ está 1
, 1
 Si dentro del modernismo el poeta comienza su roma de
contacto más austera con la realidad, es en buena parte debido
a. llue el nuevo sistema económico generaba una relación con
ella mucho más estrecha y lo fuerza a su utilización rigurosa,
como en general fuerza a los distintos estratos de la sociedad a
una cuidadosa y racional utilización de los materiales fabrica-
dos por d hombre ( de~de los utensílios de mesa hasta los
f enocar riles) tendiendo, simultáneamente, a desacreditar los
elementos naturales. m aprovechamiento de los recursos que
brinda la naturaleza postula una servidumbre cada vez mayor
del hombre que se inida en el régimen de prestaciones de la
sociedad actual. El poeta modernista no será una excepción
dentro de este proceso general. . •
) El isocronismo cultural que se instaura en la época tiene
inmediata amsecuencia sobre los escdtores. Estos se ven im·
pelidos a recoger en una sola brazada una multipli~;idad de
c;tminos, estilos, temas, y un amplio sector cronológico de la
segunda mitad del XIX, donde se han ido sucediendo diversas
corrientes . .En Jos hed1os se produce tma repentina superposi·
ción de estéticas. En el período de las dos últimas generaciones,
la de 1880 y la de 1895, encontramos reunidos el último roman-
ticismo, el realismo, el naturalismo, el parnasianismo, el sirn·
bolismo, el positivismo, el espicítualismo, el vitalismo, etc., que
otorgan al modernismo su peculiar configuración sincrética,
abarrotada, no sólo en etranto periodo de la cultura, sino, in·
d usive• en el desarrollo de la obra de los escritores individua·
le.'l. "No creo que pued;r hablarse de una "ideología del 900"
-decía Real de Azúa•- sino, y sólo, de un ambiente intelec·
tu al caracterizado, como pocos, en la vida de ~a cultura, por ·el
signo de lo controversia! y lo caótico".
Este aprovechamiento cargado, vertiginoso, de los ·últimm
trcmta años del mundo, po~ .parte de una zona marginal dt: las
literaturas europeas, está señalando el inicio de un moyimiento
el<- l'llpansrón de estas últimas: por primera vez, al menos en
• t'~c· runJo categ6rico, se universaliza la cultura creada en los
r. e-.In• n,.,., ,,, A>.ó•. "Ambiente espiritu•l del 900"', revi~l• Númtm,
f\-lq!• (, 11t, MuM,.,vitlt'o 1 encro·iunio i950, p. 1 , ,
centros del poder económico. Desde entonces comienza a existir
un !Jlercado internacional para los productos litetnrios, merca·
do que la tecnología moderna se encargar:í de ampliar y con·
solidar. Su aparición en d horizont.e del escritor americnno
ioaugura y motiva su tenaz esfuer~o para couqiJistatlo, entrar
en él y funcionar dentro de él. Esta ambición será madre de
todo tipo de "rastacuerismo", ~todo tipo de enajenación y
aun de mezquina venta, pero la línea general de los escritores
modernistas será dominar el mercado grande. Dado, Blanco
Pombona, Gómez Carrillo, considerarán posible la conquista
de Europa, trabajando desde allí para el público hispanoame-
ricano. Ot.tos esctitores tratarán de .integrarse a ese mercado
mediante creaciones que expresen directamente el mundo eu·
ropeo: Larreta escribe La gloria de don Ramiro, y Reyles,
Bl embr11jo de Sevilla,
Podrán considerarse primaria.~ estas formas de conquista.
Es consecuencia de la inexperiencia y también de la paiticular
composición del mercado c~ntral en el momento. Los escrito·
ces contribuyen. desde su zona marginal a la univeisalización
del mercado cultural que se les impone tras el flujo financiero
yeconómico; ellos p'\rticlpan en el intento de crear un área co·
mún que en el futuro verá mejores etapas, sin duda m~ exi-
losas.
Se registra, asimismo, una intensificación cultural no. co-
nocida hasta el momento. Parecería que se desencadenan fuer-
• zas largamente reprimidas, las que producen una cantidad alta
de nuevos creadores, una mullipliddad variadísima de obras
y una eficiencia artistica superior. Lo c¡ue los españoles, de
Juan Ramón Jiménez a Oámaso Alonso, han llamado el segun-
do J:enacimiento o la segunda edad de oro de la literatura es-
pañola, se da como ptimera, pero con mayor ampLitud y va·
riedad, en tierras americanas.
· Refiriéndose al período europeo anterior, desde comien-
tos del XIX, Ernst Fiscber se ve obligado a reconocer que ··es
cierto que el capitalismo libera fuerzas artlsticas enormes, así
como producción econ6míca'' y aún agrega: "Trajo nucvo3
sentimientos e ideas y le dio al artista tJucvos medios con lu:t
1
 cuales expresarlos. Ya no era posible aferrarse rígidamente a
cual~uier estilo fijo y de lenta evolución; se hablan superado
las limitaciones locales dentro de las cuales se formaban esos
estilos, y el arte se desarrolló en un espacio dilatado y un
tiempo acelerado. Y así, mientras el capitalismo era básica-
mente extraño a las artes, favoreció, no obstante, su crecimien-
to y la producción de una variedad enorme de obras orlgirra1es,
expresivas y multifacéticas" .'
En Hispanoamérica la multiplicidad de autores y obras per- .
mitió trazar un complejo entramado de problemas y posicio-
nes artísticas. Sobre él se asienta el íntento de una literatura
orgánica. No se trató simplemente de un conjlmto de creacio-
nes artísticas importantes, sino que ellas, al corresponderse con
, la problemática básica de la nueva sociedad en trance de ins-
~ taurarse, alimentaron la primera explicación artística del mun-
.. do que se inauguraba para el continente la:inoamericano. Es
Ja permanencia de las lineas rect<>cas de la nueva estructura
socioeconómica lo que ha asegurado la permanencia - o al
menos la coherencia- de los primeros planteos formulados
en la época modernista. Si seguimos refiriéndonos a ellos, aun
para contradecirlos, es porque los reconocemos como un nuevo
nacimiento cultural hispanoamericano.
Otro importante efecto de la nueva economla capitalista1
consistió en la introducción de la división del trabajo, princi-
pio que acarrea la forzosa especial iudón y simultáneamente
la pérdida de la visión totalizadora, tmificadora e interpreta-
tiva, de la actividad humana. Su repercusión sobre la creación
poética en Jos países de gran desanollo económico burgués se:
registra en 'Edgard Allan Poe y Charles Baudelaire, tal comó
lo ha analizado Walter Benjamín, y no sólo en la rosmovisión
del escritor, sino en el manejo de sus recursos literarios, en la
asunción de un arte poético y de una psicología del arte. Su re-
percusión en América comienza con el modernismo.
Tal división del trabajo viene imbricada en la transforma-
ción económica d.e las dos últimas décadas del siglo y su efecto
sobre el arte es tan hondo y transformador como lo fue en
llrmt PiKhor, LA ,,.rnit/aJ ti• nu, pp. 63·4.
7.
• 8.
los ~tas europeos de mediados del XJX. Para Pedro Henríquez
Urena. :s. un aspecto .central, del nuevo período: "Comenzó
una diVISIÓn del traba¡o. Los hombres de profesiones intelec·
tuales trataron ahora ?~ ceñirse a la tarea que habían elegido
Y abandonaron la po!Jta:a; los abogados, como de costumbre,
menos y después que los demás. El timón del Estado pasó a
manos de qUJeo ~s no eran sino políticos; nada se ganó con ello,
antes al contrano. Y como la literatura no era en realidad un:1
profesión, sino una vocación, los hombres de letras se convir-
tieron en periodistas o maestros, cuando no c:n ambas cosas" .•
!'!~ se trata del exclusivo abandono de la política -que no
luc1eron todos !ospoetas, que afec.tó principalmente un perío·
do del modenHsmo, y cuya significación entera deberemos ver
con más Jetalle-, sino del abandono de todas las funciones
educativas e ideológicas que hasta ese momento conllevaba
la ~e.sí.a, y de las. ~u ales la po~ítlca era sólo una, aunque la
más VJS1blc. Tambten desapareciÓ la tarea pedagógica -que
nos habla dad~ ~as sobre las ventajas de la vacuna y sobre las
regla~ ~ie comercto-; desapareció la t·area de ilustración que
descn?la. la .nueva geografía americana con un esfuerzo de
aproptac1ón, mtelec~al d~l. contorn?; la tarea histórica que
esta.ba destinada a mten.s•f•car la ~~nculación con un pasado
nacrooal para generar la tdea de nac10n en una masa recién des-
~ol~ni~da; la tarea religio.s~ que predicaba con ejemplos poé-
ticos 1~ verdades del catohCJSm? o que en los grandes poemas
(Tabare) se alzaba a la c:xphcación metafísica del hombre
americano; la tarea jurídica adoctrinando en los principios del
Esta.do, _Y ~esde luego la contribución cotidiana de la poesía a
la vrda m~~a de los hombres, fortaleciendo en ellos el cnncep-
to de fam1lra -poemas a los nacimientos las bodas los due·
los, los triunfos-, etc. ' '
.Lo ~~e el poeta ab~ndona es la multiplicidad de fuuciones
que ¡ustifJcaban y expltcaban, más allá de la excelencia artís-
ti~a f>?sihle de sus obras, su lug~r en la vida social y su papel
hlStónco dentro de una cletermtnada comunidad tradicional.
Pedro Henriqun Urtña.. Lu ~orrÍ~niiJ lü~rari111 e-p 111 Amérir~ JliJfiiJJIJ
p. 165. •
45
 •
Difícil es determinar si fue el poeta quien hizo abandono de
('~r. ancho predio, o si fue la sociedad que emergía entonces
hajo la máscara liberal la quc ~e forzó a alejarse de sus some-
tidos civilizadores. Las excepciOnes parecen corroborar el se-
gundo término de _la disyun~v_a: Dice Hen~í~uez yre~a: (!-a
transformación soc1al y la drv1s1ón del uaba1o d•solv•erOt:J el
lazo tradicional entre nuestra vida pública y nuestra literatura.
Martí fue, por supuesto, la gran excepción; en esto estuvo más
próximo a la generación que 1~ precedió que a 1~ suya pr~~~· .•
Y si Martl estuvo más próxrmo ~ la generac~ón anteu _(Y
también a las posteriores, de este srglo) se debró a su peculiar
enclave: su campo operacional, la colonia cubana todavía en
la órbita del descalabrado y anacrónico imperio español, se
corresponde con su concepción de _1~ función del poe~a,_ en
c¡uien ve al apóstol de una causa ciVIl: Eso pu~de perabJ~se,
asimismo, en las formas de sus pruneros libros po~tl~s
-ltmaeJilio y los Versoi libres- aunque ya no en las de6mh-
vas del posterior, Verso¡ Jet~cilloi, esc:rito oostálgicame~t: des-
pués de largos años en los Estados ~rudos, cen~ro encoge~ICo. de
la sociedad liberal basada en el l1bre empresrsmo ecooomiCo.
Los demás escritores del moderuismo clausuran, en dis·
tintas formas, lanto la concepción del ··vate" romántico, como
la del "poeta civil"' neoclásico, ambas muy frecuentemente
ayuotadas a lo largo del XIX. Pero al coofinar}o a. l~-poes1a­
(011IO-especialtzaci611, la sociedad nueva le . esta .CJ<Igtendo af
poeta que redeCina su fu?ción y ~st~blezca su n~evo c~po
de acción, cosas ambas mas que difictlcs en las tJerras hispa-
noamericanas• donde la endeblez del • medio cultural era b•eq
conocida. . la gesta de la burguesía heroica de la época de la independen-
Esta es la tarea que acometen los escritores nuevos .. ~uren
tiene mayor conciencia del problema es Darlo. La soluaon·~o-
. mi nante, la que teorizó Darío y, ant~s que él, ~u~o en prá~ttca
Gutiérrcz Nájcra, co¡1sisti6 en asum1r el prmCJpiO parnasJano
de ''l'art pour l'art", haciendo suya la res~ucsta que a~te una
transformación· similar habían opuesto cas1 cuarenta anos an-
tes los poetas europeos. Por lo tanto, los poetas se traosfor-
H•nrlq~
9. Pedro Urciia, ob. tit., p. 176.
' P• 269.
maráó en los servidores, custodios, de dos valores siempre va·
gos y mal definidos -eJ ideal y Ja belleza-, nsrupándose Cll
una suerte de cofradía que se autoabastece y deutro de In cual
se fabrican, guardan y trasmiten algunos productos de elabora
ción tan compleja como los artefactos industriales que comien·
zan a Uegar desde I!u.topa.
En su "Oda a Hidalgo", toda ella destinada a explicar
por qué no canta al padre de la patria, Manuel Gutiérrez Ná-
jera reconoce que ya no existen los viejos "titanes" de la lnde-
pendencia, que se está en otro mundo:
Pequeños somoi para empresa tanla:
¡a la intacta cerviz de los volcanes
sólo sube el dmr:kr, y ai viejo Olimpo
por escala de montei, los titanes/
Nuestra Mu¡a, pueril y desmedrttda,
la débil MuJa del placer y el /tanto,
bla11dir 110 pued~ Lt terrible e~pada,
la alta espada del canto.••
Que la autoinculpación es fingida, que tras ella se apunta
cdticamente a la burguesla emprcndedota de la época, a la
gran falange materialista, ya lo selialaba Darlo al decir de
Gutiérre:t N6jera que "su pluma aristocrática no escribe para
la burguesía literaria", entendiendo por tal los que pretendlan
aplicar en las letras pdocípios perimidos, a los que se aferraba
la burguesfa. Esta no era ya la clase que podla pretextar el
tanto alto, el acento épico, que había despertado en los poetas
cia. Aunque seguía reclamando de los poetas la tarea adoctJ:i-
nadora e ideologizante que antaño cabía a los cantos patrióti-
cos, ni ella creta. en tales demandas, ni sus propios gustos y
prácticas Las justificaban.
En su texto primerizo, Rubén Dado reivindica la litera-
tura como un coto cerrado, sólo para especialistas, "con la pro-
10. Aúoud Culiúrez Nljero, Po1Jh1t <omp/,141, Mo!xlco, Potrlia, 19)}, l .• JI ,
• ·17
hibkión de que el maestro de escuela anodino y el pedagogo Los poetas modernistas
chascarrille:o penetren en el templo del arte"." La religión
del arte es la forma ideológica de la especialización provocada en eJ mercado económico
por la división del trabajo, en un momento en que ha quebrado .
el público real. Y el idealismo renaniano y el esteticismo, los
únicos asideros aut6no111os que en primera instancia descubren
los poetas como territorios propios que les permitan justificarse
y redefinir su función social.

La repetida condena del' burgués materiali~ta en t¡ue uná-

nimemente ·coinciden los escritores del modernismo, desde los
este(icistas que acaudilla Darío -como se puede ver en su
"El rey burgués"-, hasta sus objetores, poseídos de
la preocupación moral o social, tanto en la línea apostólica de
Martí como en la didáctica de Rodó, responde a la más fla-
\
grante evidencia de la nueva economía de la épocn finisecular:
instauración del mercado.
Ese burgués vilipendiado había puesto en funciouamlento
una infraestructura económica a b que atendía con tenaz asi-
duidad, aunque pudiera estar muy distante de sus tradicionales
convicciones religi-osas y morales, y merced a ella se disolvían
las relaciqnes personales; la actividad del hombre era puesta
·al servicio de los objetos y éstos entraban en un régimen com-
petitivo, como entidades autónomas y todopoderosas que mo-
delaban una masa nueva: el público.
"En semejante mundo -dice Fischer refiriéndose a su
.Aparición europea, en la primera mitad del XIX- el arte tam-
se convirtió en mercancía; y el artista, en productor de
mercancías. El mecenazgo fue sustituido por un mercado libre
11. Rubb\ Dulo, "Ricardo Palma", en Obr111 romp/11111, t. 11, p. 19. •\~"Y"~ operaciones eran difíciles o imposibles de comprender,
1

-H! 49 1
'
1
 pm un conglomerado de consumtdorcs desconocidos, el llamado
\<público». La obra de arte se sometió más y más a las leves
de la competencia".1
m conocimiento del mercado y sus leyes lo puede hacer
un escrit-or ele distintas maneras y en distintos planos de pene-
tración. La forma radical es la que tiene que ver con su situa·
ción como productor dentro de él, y el valor que se co1ncE:dc,
a los productos t¡ue ofrece en venta, derivando del tipo
:t<.CIJlación o de rechazo que e11perimcnte -y esta última habrá
de ser la norma- un juicio sobre el comportamiento del mo•r.,
cAdo )' los hombres que lo crearon respecto a la obra de arte.
O, en un proceso de generalización interpre~ativa, \tn enjui·
ciamicnto acerca de los valores espirituales que aporta o Jos
t¡uc afecta, dado que ése es el terreno va locativo en que por
dr.finición se sitúa un creador.
Producida la división del trabajo y la instaurac:ón <le! mer-
cado, el poeta hispanoamericano se vio condenado a
ccr. La alarma fue general. Se acumularon centenares de tes·
timonios denunciando est<t situación y señalando el peligro que •
par¡¡ la vid:1 espiritual profunda d,e las sod~da~es hispanoam~-,
ricanas comportaba la que se vela como mmmente desaP.atl·
uón del arte y la literatura. A los ojos de los poetas, el mund~
llrCtllldante bnbía sido dominado por un materialismo hostil
al espíritu, en lo que no se equivocaban mucho, y si algunos
confundieron la fatal quiebra de los valores retóricos del pa·
sado con la extinción misma de la cultura, los más compren·
dieron agudamente lo que estaba ocurriendo. En efecto, no se
pusieron a defender las formas del pasado, ni a prolongarlas en
unn sociedad a la que no podían adecuarse; considerando 1a
nueva realidad, trataron de entender qué ocurría y buscaron el
modo de salir de la parálJsis. No ha:,ía en!on~es, ni siquiera
en 1as más populosas y modernizadas ciudades hispaooameri-
cau;ts -su ejemplo mayor fue Buenos Aires- un público
pudiera sostenec la producción liter:tria como e~ cambio ya
•
• lo había para los bienes de conwmo que ~e fabncaban en el
r:tís artesanalmente, o que afluían a los puertos desde Europa.
1. l!mst FiJCh~r. ob. át., pp. 61·2.
•
En una ser.ie de artlculos que in 'ció con "La vida Jiterá
ria",' Darío ofrece un panorama lúcido de la situación en la
plau privilegiada de América, o sea, Buenos Aires en 1895:
"Todos los intelectuales con quienes tenemos ocasión de co-
municarnos se quejan del actual decaimiento. Ténemos que
buscar otro oficio. . . dedanos en di<~s pasados el autor de
MiJ montniías". Cita en su apoyo textos de Luis Bcrisso que
plantean el problema en términos concretos: "Por desgracia,
entre nosotros, el pensador, el JJterato, el artista, n·o tienen es-
cena propicia: lo mata la indiferencia pública y el ambiente
burgués". Después de enumerar los escritores del pasado que
"han arrojado la pluma lejos, cansados de escribir sin resulta-
do", y los jóvenes "roncos de tanto gritar, sin ser ~údos, y que
bien pronto, si no reaccionamos, dejarán también la pluma y
los entusiasmos artísticos para ir a perderse en la sombra'',
Bcrisso acepta la estructura creada y conviene en que no hay
olla solución que crear un "mercado", pero literario. Dice: "No
basta poseer un ateneó y una academia; es indispensable un
público, por asi decir, 'artista, un público que ame la ciencia,
la poesía, el arte, las cosas bellas del espíritu, Wl público ,que
' lea las estrofas de nuestros bardos inspi r;tdos, las páginas de
nuestros historiadores concienzudos, los textos cientlficos de
nuestros hombres de pensílmiento" .•
Las palabras de Luis Berisso hacen eco, a diez años, y me-
jorando el estilo, a bs que el propio Dorío pronunciara ape-
nas transcurrido un mes de su llegada a Valp:uaíso. En un ar-
ticulo de El Mermrio de 24-7-1886, se pregunta dónde es·
t:in los poetas chilenos : "Casi todos permanecen silenciosos -se
contesta-; casi todos hao olvidado el amable comercío de las
Gracias. Quien con la cartera de diplomático no cura si l<t Fama
.le ha encumbrado a la categoría del primer poeta fil6~ofo de
América; quien en prosaicas oficinas cuenta números en vez
. de hemistiquios; quien en las orduas t:~rea~ del profesorado
apenas en certísimos ocios escribe sublimes pocmnr. <¡u<: quedan
' sepultados entre sus papeles de mateml~l ic.:ns; quirn, por ulti·
2. EJcrlto¡ ittldilol, p. 68.
} . Burilo¡ ittltlilos, ·P. 69.
51
 rno, rompe dtam y plectro y se entrega al mundo agitado de
Jos negocios o a la brega terrible del p¡¡rlamento". Buscando
una explicación a esta deserción general, concluyendo con gran-
dilocuencia: "Las musas se van! ¡Oh Póstumo! que tienes a
bien poner oídos a mis tristes :~póst'rofcs. Las musas se van, ·
porque vinieron las máquinas y apagan el eco de las liras. Idos,
adiós poetas inspirados! Los que nos qued:1ban se están mu-
riendo; los que sobreviven han. dejaJo b floresta primitiva de
su Arcadia al ruido enwrdecedor de la edad nueva; allá clue-
dó el instrumento abandonado, el arpa de los cánticos prime-
ros. Idos a Dios, encendedoras de divinos entusiasmos, dulces
Piérides, que en mejores tiempos hallasteis en el suelo de
Arauco servidores c:pnstantes y sumisos. Ya no h:ty v:tgar para
vuestro culto":
Hay aquí una comprobación p~imera, tan general, que fue
un lugar común de las dos últimas décadas del siglo~ la de-
serción de Jos poetas es consecuencia de la nueva época ma-
quinista, más exactamente, del sistema de relación económica'
que imponía, la que, además, transforma a los po~:tas en servi-
dores ele sus necesidades económicas imperativas. El poeta ve! ·
Jos efectos y no avizoraba L'ls causns económicas
Comprobaba que, fatigados, los escritores dejaban
literatura y se entregaban al comercio, sospechando quizás que
eca culpa de ellos. No avizoraba, y lo comprended durante
sus años chilenos, que ésa era la ley de la sociedad creada,
que se debía ser muy hábil para sorteada. Por lo menos ·cotn<
¡:.rueba, muy rápido, que el estilo en que escribe no tiene po·
sible sobrevivencia. Ese amasijo de lugares comunes del reper- .
torio neocl:ísico y del romántico, desaparecerá en ttn plazo cor·
tísimo: sólo un año. Sobrevivir en esta sociedad exigirá una•
transformación que Daría comienza a rumiar desde SLl inccJr•·
poración a La Epoc-a. Sólo transformándose podrá !!\fluir )u,,,~,
el medio.
Por el momenro, el "mercado" literario no existía; Jos li·
bros no tetl1an c:o¡npr~dores y, por lo mismo, fampoco
4. Ch. por Diego Manuel Stquein, Rnbln Darlo r<iollo o raíz J m;dula
111 tt•nri6fl pohirn. lluenos Aires, Guillermo Krafl, 194), pp, 302·3.
52
editores. Permanecian vigentes las formas gue procedía~ Je la
época d~l "p~trocinio", o sea,. el mecenazgo ocasional de algu-
nos amtgos neos que pag:~ban una edición, y la costumbre de
los conocidos de solicitar al poc:ta que les regalara un ejemplar
~e sns poesías, a ve~es ~iradumente si había pasado mucho
tiempo _desde su publ~cactón. En tal demanda iba implícita la
aftrmactón de que ell1bro no tenia valor en el mercado con1er-
cial cotidiano.
. Sobre estos temas se expresó muchas veces Daría. Iln un
artículo referido a "La producción intelectual latinoamerica-
na. Verdadera propaganda americanista. Autores y editores"',
recoge las palabras del cubano doctor Alcover .acerca de la
inexistencia de editores en el continente y las confirma con un
recuerdo de su vida personal: "En Buenos Aires no sé cómo
andarán las cosas ahora. Cuando yo vivía allí, publicar un libro
era obra magna, posible sólo a un Anchorena, a un Alvear, a
un Santamarina: algo como comprar un automóvil ahora, o un
caballo de carrera. Mis Raros aparecieron gracias a que paga-
ron la edición Angel de Estrada y otros amigos;· y Prouts Pto-
fanaJ, gracias a que hizo lo mismo otro amigo, Cados Vega
Belgcano" .6 ·
Esta y otras anotaciones de sus artículos parten de la con-
vicc!ó? de que no er~ posible conservarse en la época del pa-
troctruo, y que el escntot debía incorporarse al mercado: vivir
dentro de él, como pudiera, aunque fuera muy mal, pero den-
tro de sus coordenadas específicas. los riesgos son conocidos.
Daría los refirió, pero en general, defendiendo elprincipio del
me:cado, ~ás que des~onfiando de sus efectos pewiciosos que
reaén al f10al de su v1da se le harán ostensibles. Asl, ataca la
conducta. del "amateur", cuya presencia es un disturbio en el
funcionamiento correcto del mercado literario dificultando la
.c?nsecución ~e la secreta ambición ele todos: la profesionaliza-
ctón del escn~r. El "amateur'" era, por lo común, un mediocre
~n. dinero que, sabiendo que las editoras parisienses imponían
nombres y obras ante la clientela hispanonmericana, no aspi·
). En l-11 Nddd11, Año XLIII, N• 15.140, Buenos .Ahes, t• de •tosto de
1913.
1
SJ
1
 raba a Qtra cosa ')UC a publicar bajo el sello Michaud, G:unier,
Ollendorf, sin fijar m1entcs en el precio que le extorsionaba
el editor, hadcndo su propio negocio con el rasmcuerismo ~ud­
•llncricano. En el citado nrtículo d ice: "Duro es el señor Al-
LOver al tratar este punl'o, pero est~ en la razón. No es tan sólo
los malos y bisoños escritores recomendados y que cobran la
pequeñez vergonzosa que pagan estos editores, sino que hay
también los que dan su mediano libro gratis y hasta ~l. q~e pn-
l!n por ser publicado, esto es, el que se hace su ed1a6n y la
~<'gala, en todo o en parte, a la casa editora, con tal de lucirse
entre sus colegas de América··. •
En la cJ;¡d de l patrocinio, los escc:tores ~e agrupan en
academias, pon¡ue de ahí extraen el rango social y eventual·
mente algún recurso -la Academie Frant;aise fue creada por
Richelieu con esos fines, como pacte de la política de la mo-
narquía centralizada- , pero tal sis~ema no tie~e .sentido ~i
valor en la nueva sociedad. En ella solo cabe el smd1cato desti-
nado a defender intereses económicos y a establecer una estruc-
tl!ra económica viable para la producción intelectual. El "ne·
fclibata contento·· que dijo ser Daiío, no aborreció estas for·
mas arcaicas - "de las academias, J!branos Seiior"- por ra-
~ones de militancia estética modernizadora, sino porque eran
organizaciones an¡1crónim.~ en la n~ev~ ép?ca, meras prolonga-
ciones. retóricas de un mundo en hqu¡dac16n.
Cuando bajo el incentivo de la ley de derechos de autor, se
crea la SociedAd de Escritores en Ducnos Aires, Darío escribe
alborozado desde Palma de Mallorca, adhiriendo a la iniciativa,
"porque 110 se trata de un in~tituto que tenga que limpiar! _fi.
jar o dar esplendor a nada; m de un club de mundanos afJCIO·
nados a las bellas letras; ni de una capilla, clan o cenáculo
en que se practique un mentaJ ritual para pocos. Eso es para
todos; para todos los trabajadores que zambull~n su. alma en
el tintero, haciéndola bucear para que les traiga, SI no una
prda de ensueño, dinero para vivir". La oposición _entre la
• , ¡cr:uquín ,j(' tipo ceremonial, representada por academias y por
(. L~ 11 1 ,, N111iJ11, Año XLIII, N' U.I,O. Durnos Airt$, 11 de ~goslo de
IPI\
los a(icionaoos de las clases altas, donde la literatura es urna-
mento, y la democratización de quienes trabajan pnra ~i~ir, y
donde la literatura es realidad, esfueJ:zo intenso cohd1ano,
"alma en el tintero", como dice gráficamente, q\le~a patentiza-
da, mostrando la _(JCeocupación rectora del artista en ua dcte~­
minado medio soc1al. Y ron el mismo lenguaje llano, auténh·
camente de practic6n que conoce las miserias de la vida lnte-
·lectual, afirma: '"El trabajo intelectual necesita también, como
los otros trabajos, sindicarse, mantenerse en orden activo, re-
presentarse. La labor periodística está entre nosotros, los pe-
riodistas de la prensa argentina1 mejor establecida y arreglada
que en otros palses; mas no as! la producción exclusivamente
üterada, de libro o de revista'~ .
Está escribiendo en 1907. Ha comprobado que sus libros
se venden, aunque no sea en cantidades importantes; ha sido
pirateado en djstintns ciudades del 'continente; sus' poemas se
reproducen en decenas de diarios y revistas sin pedirle autoriza-
ción. O sea, que está viendo cómo en su caso hay uoa entrada
al mercado que él como escritor sólo aprovecha en mínima
parte. Es natuul que exclame amargamente: "Hay que traba-
jar contra la desidia de los que no se preocupan de defender sus
derechos y contra los usos auaigados en la rapiña de los ban·
didos de la edición. Con sesos de pobres diablos de escril'ores
están hechos muchos capitales de Esp.aña y América".' ·
· Pero ruando Dacio comienza su tarea, cuando los moder-
nistas de la primera época se enfrentan a la realidad de sus
ciudades en auge, la actividad específica del escritor, y espe-
cialmente del poeta, no tenía un sitio previsto en la cstr~ctura
econ6mica que estaba siendo trasplantada de Europa a tierras
americanas. Eso reproducía en el continente lo que cuaccntll
aiios antes se había registrado, al irrumpir el mismo tipo de
organización, en Europa, cuando ni disolverse el slstcmn (1R·
trocinante que la aristocracia y luego la burguesía en su pc~íodo
de ascenso habían utilizado con los c.~critorcs, no se lo suslltuyó
con ningún otro especial y se rruut1ó >~1 esrrilot a J:u coyun-
7. Un Ln N4<iJ", Ailu Xl,lll, N• 11.!/~7. llu~no~ t\lru. 21 tle l<~t<ru clr
!1lor. ·
55
toras del mercado. Walter Benjamín afirma de Baudelaire, que
fue "el primero en darse cuenta, y de un modo pleno de ricas
consecuencias, que la burguesía estaba a punto efe retirar al
poeta su encomienda. ¿Qué encargo social podia sustituirla?
No se podía recibirlo de ninguna clase; só)o podía inferirse
del mercado y de sus crisis. A Baudelaire le interesaba, no la
demanda clara, a corto plazo, sino la latente, a largo plazo.
Lai FloreJ del Mal prueban que sabía valorarla exactamente.
Pero el tipo de mercado en el cual ella se m·anifestaba, de-
teaninaba un modo de producción, y también de vida, que era
muy diverso de los poetas anteriores. Baudelaire estaba obli-
ado a reclamar la dignidad de i:eo
una sociedad que
J.lO tenía runguna 1801 a que otorgar" .•
Es evidente quéla bu;gü~sia le retira al poeta esA enco-
mienda que le otorgar·a ·desaé- el período renacenlisfiíbasta
la conclusión revolucionaria del xvm. Se la retira en lanlo
poeta, :~1 ser incapaz de darle a su producción un vlllor con·
venido en el mercado. En los hechos se desinteresa de la pro·
ducción estética cuyo uso ya no parece entender, como antes,
dado que ha creado un universo regido por la eficiencia y fa
utilidad, destinado a la manipulación de la naturaleza. en el
cual no sabe cómo y para qué puede entrar un poeta. En cieJtO
sentido es una conducta coheJente: en ese mundo regido por
la fabricación y apetencia de las cosas, los principios de corn·
petencia, la ga1unaa y la productividad, el p.oeta no parece ser
una necesidad. Por lo menos éste así Jo siente, y agudísima·
m~~ . .
Es cierto que en una. segunda etapa, como ha observado
Noé Jitdk, esa burguesía reivindica el aristocratismo mode.r-
nista, hace suyo su desdén por la mesocracia ambiente, enaltece
las grandes figuras sobrevivientes y les reclama la función dt
consolidadoras de su "status" dofl\inante. Es Dínz Mir6ó al
servicio de Huerta, o ·na río escribiendo In "Oda a Mitre" y el
"Canto a la Ar~entina". Hay una eiplicaci6n de tal cambio
radical de frente. Pa{a ese entonces estamos presenciando la
8. Walter D"ajomln, Sthri/llu, ..Porq"" Üotr<tl"'. Trtd. itoJiano de llenolo
Solmi, An&tiNr No•JJJ1 Einaudi, 1962, p, 129.
acción poderosa de las clases medias, c¡uc comienzan a abrirse
paso con ~ apoyo de los se_ctores proletarios engrosados por
la inmigración masiva, en el sur, o con el apoyo del campesi-
nado analfabeto, en el norte mexicano, las que intentan desa-
lojar a la burguesía de la conducción política del Estado y de
la administración económica del país. La inseguridad en que
vuelve a encontrnrse la burguesía, combatida por un enemigo
reciente, la lleva a requerir la ayuda del poeta, y, paradojal-
mente, son las críticas q11e n ella dirigiera éste las c¡ue intenta
utilizar a su servicio, es dt>cir, como crítica a los sectores me-
dios que irrum.Pen. .
En las úlbmas d~cadas del XIX y comienzos del xx, en ese
periodo propiamente modernista que se c1erra en 1910, no sólo
es evidente que no hay sitio parn el poeta en la sociedad uti
litaría que se ha instaurado, sino que ésta, al regirse por el
criterio de economía y el \ISO racioual de todos sus elementos
para Jos fines productivos 'Jile se traza, debe destruí¡· la antigua
dignidad que le otorgara el patriciado al poeta y vilipendiar!()
c~mo una .~xcrecencia social peligrosa. Ser poeta pasó a cons-
tituir una -vc1 gücnza. La imagen que de él se construyó en el
uso públit~ fue la del vagabundo, la del insocial, la Jd hom-
bre entregado a borracheras y orgías, la Jel neurasténico y des-
equilibrado, la del droguista, la del esteta delicado e incapaz,
en una palabra -y es la m:ís fea del momento- la del im-
productivo. Quienes más contribuyeron a _crc:ar esta imagen
fueron, porque no pueden ser otros, iutelectuales, eo especial
Jos críticos tradici-onalistas, verdaderos ideólogos de esta lucha
contra el poeta que orienta la bmguesía h1spll!loamericana, {2.0f·
ue no distin oía mucbo entre p.eligro de un hombre dedi-
cado a la poes1a y e un anm¡uisrn con su bomba en la mañO.
En In visión que del conCiicto ofrecieron los poetas mo-
decnistas siempre se encuentra el pítblico ignorante y hostil,
el burgu~s utilitario, asociado a Jos críticos igualmente igno-
rantes, def::nsores de una retórica c¡ue, paradojalmenh:, había
quebrado al instaurarse elmtevo sistema económico, de tal mo-
do que en una típica conducta suicida, esos críticos se ponían
al servido de qLfienes habían hecho cancelar su cosmovisi6n
1
•
1
~~ ~
 y su axiología. lis de sobra conocido el pasaje de "El rey bur·
gués", en que este reciente monarca es presentado cuando se
dedica a "ensanchar su espíritu, leyendo novelas de M. Ohnet,
o bellos libros sobre cuestiones gramaticales, o críticas hermo·
sillescas. Eso sl: defensor acérrimo de la corrección académica
en letras, y del modo lamido en artes; alma sublime amante
de la lija y la ortografía··.• Con la habitual precisión de Dacio,
aquí se vinculan en la persona del "rey burgués" el utilitarismo
y el academicismo, ~ubra)'ando todo lo que de ornamental, ex·
terno e inútil tiene el universo en que vive. Pero la norma seda
dirigir toda la metnllla contra los críticos, ya que éstos fueron
quienes sostuvieron la batalla contra lo~ moderoistas. Cuando
en De .!Obreme.rtt, j()sé Femández, el alter ego de José Asun-
ción Silva, tiene que explicar a su insistente amigo por qué
no ha vuelto a escribir un poema, dice: "Porque no lo coten·
decían, tal vez, como no entendieron los «Cantos del más
allá» -dijo el poeta con dejadez-. ¿Ya no te acuerdas el ar·
tículo de Andrés Ramírez er1 que me llamó asqueroso pornÓ·
grafo y dijo que mis versus eran una mezcla de agua qendita
y de catárida? Pues esa suerte correría el poema que escribiera.
Es que yo no quiero decir, sino sugerir, y para que la sugestión
se produzca es preciso CJUC el lector sea un artista'' .•• ,.---
Duena parte de Jos poetas deriva hada la autonegacióo,
destruyendo en sí al artista. Las profesiones liberales, espe-
cialmente la abogacía, la nueva clase autónoma de los políticos
a la que sí C()nced ía sitio In sociedad burguesa, las ocupacio·
nes rcdituables económicamente, se nutren de muchos ex poc·
tas, que, incapaces de sostener la dura lucha como marginados
de la socredad, deciden acatar sus exi&encras dedicándose a otras
tareas. Otros perseveran en una act1tud dual~ se escinden en
un poeta escondido vergonzosamente y un hombre acondicio-
nado a las profesiones intelectuales que la sociedad reconoc~
como legítimas o a las comerciales y productivas. J. A, Silva
• 1)' 1\uiJ~n D••io, CtWIItJJ <t.'tn/>ltl•ll, 1\luico, J.'ondo de Cuhura Económica,
r•no, p. "'·
10 )mf A St!". r¡¿,.,, rompl<i.rt, Bogot~, Banco de la R<pliblica, 196,,
1' ll(,,
prácticamente no publica en vida para mantener la (achndh
social de su postíza naturaleza de comerciante. Sanín Cano,
que le conoció y entendí!> bien, nos dice: "La educación de
Silva, la seriedad con que miró sitmprc la vida y la necesidad
en que estuvo de entrar eJt Jo~ negocios a Ja·muert~ de su pa·
dre, en circunstancias desfa.vorablcs, le obligaron en su propio
concepto a hacer de sus preocupaciones "literarias una especie
de vicio nefando, que quiso siempre tener oculto de los indi·
ferentes"." Vicio nefando tenía que ser para la sociedad bogo·
tana que un comerciante, por exquisito que fuera, también
cultivara la poesía. ¿Quién Jo respetaría? Y puede sospecharsc
que en su fracaso comercial pesó
la desconfianza de financis-
t:u y negociantes por este colega demasiado refinado. ·
Francisco Co.ntrecas cúenta en el prólogo de Romances de
hoy, un episodio aleccionante: "Existe en Chile la preocupa-
ción de atribuir a Jos poetas los calificativos de loco, perdido,
vagabundo. De mancra que lo que en toda sociedad culta es
un señalado honor, en la núestra se truéca en motivo de escar·
nio o sello de rídlculo. Un distinguido poeta nacional nos con·
taba que en derta ~asióo, habiendo sido presentado a una
dama con las palabras de: el poeta séñor Tal, se vio obligado
a protestar asegurando que era objeto de una mala broma ... ".
Q~edan, por último, Los que afirman, como si se suici·
daran. su vocación de poetas y persisten en la tarea. Muchos
asumen la mirada congeladora que les dirige la sociedad como
ú.nico medio de recuperar una cierta jerarquía de signo contra-
no, y son decadentes, borc~os, suoos, asociales, improducti-
vos, en el sentido que el medio confiere a la palabra. En Jos
hechos se oponen a la sociedad negando con sus vidas los prin·
cipios que la sustentan. Pero su acción, como ya intula Oarío,
es. en definitiva vana; pando un primer periodo· de rrbeldla
trJUnfa.ote, su ataque deja de ser eficat: s6lo rota la superficie,
no afecta ninguna parte más robusta del orgaoi~mo, y conclu-
ye desváneciéndose en la nada. La vida y frustrada. obra de
;',.lcjandro Sawa, que Dario conoció ~ien y a quien Manuel
11. }osL\. liitu, <1i. ril., p. 1 U.,
59
y ~u a:.tología. Es de sobra conocido el pasaje de "El rey bw--
flUés", en que c..~ te reciente monarca es presentado cuando se
dedica a "ensanchar su espíritu, leyendo novelas de M. Ohnet,
o bellos libros sobre cuestiones gramaticales, o críticas hermo-
sillescas. Eso sí: defensor acérrimo de la corrección académica
en letr~s, y del modo lamido en artes; alma sublime amante
c.le la lija y la ort-ografía".• Con la habitual precisión de Dacio,
aquí se vinculan en la persona del "rey burgués" el utilitarismo
y el academicismo, subrayando tQdo lo que de ornamental, ex-
terno e inútil tiene el universo en que vive. Pero la norma sería
dirigir toda la metratla contra los críticos, ya que éstos fueron
quienes sostuvieron la batalla contra los modernistas. Cuando
en De sobreme.ra, )-osé Fe.cnández, el a/1er ego de José Asun-
ción Silva, ti ene que explicar a su insistente amigo por qué
no ha vuelto a escribir un poema, dice : ''Porque no lo enten-
derían, tal vez, como no entendieron los «Cantos del más
all á» - dijo el poeta con dejadez-. ¿Ya no te acuerdas el ar-
ticul-o de Andrés Ra mírez cu que me llamó asqueroso pornó-
grafo y dijo que m is versos eran una mezcla de agua l"}Cndita
y de catátida? Pues esa suerte correría el poema que escribieta.
Es que yo no quiero drcir, sino sugerir, y para que la s~esti6n
se produzca es preciso que el lector sea un artista" .'0
Buena parte de lo~ poetas deriva hada la autonegación,
destruycudo en sí a l artista. Las profesiones liberales, espe-
cialmente la abogacía, la nueva clase autónoma de los políticos
a la que sí conced ía sitio la sociedad burg uesa, las ocupacio-
nes redituables ccon6mícamente, se nutren de muchos ex poe-
tas, que, incapaces de sostener la dura lucha como marg inados
de la sociedad, deciden acatar sus exigencias dedicándose a otras
laceas. Otros perseveran en uoa actitud dual: se escinden en
un poeta escondido vergonzosameute y un hombre acondicio-
nado a las profesiones intelectuales que la sociedad reconoc~
w mo legítimas o a las comerciales y productivas. J. A. Silva
? lt1obeu L>>tio. C!lvt>/QJ tvmpl<1vJ 1 M<•ico, l'ondo de Cu.llur~ EconOmica,
L1)t0, 1' ,6.
itl J•t•~ 1\ Silva, ()/.,,,. r<>n>pltt•J, Bosotá, 6 •11<0 efe la Repüblica, 196,,
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prácticamente no publica en vida para mantener la fachada
social de su postlza naturaleza de comerciante. Sanín Cano,
que le conoció y enteodi_6 bien, nos dice: "La educación de
Silva, la seriedad con que miró s~mpre la vida y la necesidad
en que estuvo de entrar eñ l~s negocios a la··mucrte de su pa-
dre, en circunstancias dcsfa.vorables, le obligaron en su propio
concepto a hacer de sus pceoo.tpaciones "literarias una especie
de vicio nefando, que quiso siempre tener oculto de los índi-
ferenles".u Vicio nefando tenía que ser para la sociedad bogo-
tana que uo comerciante, por exquisito que fuera, también
cultivara la pocsla. ¿Quién lo respetaría? Y puede sospecha ese
que en su fracaso comercial pesó la desconfianza de financis-
tas y negociantes por este colega demasiado refinado. ·
Franci.sco Contteras cúenta en el prólogo ck Romances áe
hoy, un episodio alecdona'n te: "Existe en Chile la preocupa-
ción de atribuir a los poetas los calificativos de loco, perdido,
vagabundo. De manera que lo que en . toda sociedad culta es
un señalado honor, en la miestra se trueca eo motivo de escar-
nio o sello de rid!culo. Un distinguido poeta nacional nos con-
taba que en cierta oc;así6n, habiendo sido presentado a una
dama con las palabras de: el poeta séñ~r Tal, se vio obligado
a protestar asegurando que era objeto de una mala btoma . . . ".
Quedan, por último, los que afirman, como si se suici-
daran, su vocaci.ón de poetas y persisten en la tarea. Muchos
asumen la mirada congeladora que les dirige la sociedad como
único medio de recuperar una cierta jerarquía de signo contra-
rio, y son decadentes, bocr~chos, sucios, asociales, improducti-
vos, en el sentido que el medio confiere a la palabra. En los
bechos se oponen a la sociedad negando con sus vidas los prin-
cipios que la sustentan. Pero su acción, como ya intuía Dar!o,
es en definitiva vana; pasado un primer periodo de rcbelc.lla
triunfante, su ataque deja de ser eficaz: sólo roza la superficie,
no afecta ninguna pacte más robusta del organismo, y conclu-
ye desváneciéndose en la nada. La vida y fru~trada obra de
:Alejandro Sawa, que Da.rio conoció bien y a quien Manuel
11 . Jo~ A. su..., u•• ril., p. 11 >.
59
 Machado dedicara un poema definidor, puede ilustrar este
régimen de bohemia y fracaso.
Los más lú<;idos intentarán recuperar, o simplemente al·
canzar, una digrii<iad, en tanto poetas, en el conglomerado
sociaL Para eso sólo· les queda la interrogación a las posibili·
dades del mercado anonímo, como lo haría un comerciante o
un industrial para sus··productos. También les queda combinar
este sistema con remanentes de la época del patrocinio. El des-
aliento en altas dosis fue la norma de estos empecinados. De-
bieron sentirse como Gutiérrez Nájera, dice en el poema mo-
dernista, donde con mayor acuidad se desarrolla la_problemá-
tica de su tiemP9.:
¡Pobre eipíriill, débil, perdido
en/re gente egoísta y extraña!
¡Pobre ciego que crrtZtiS tocando
lriJJei coJtJJ de amor en tu arpa!
Ya no JigaJ pidiendo limosna,
ya no liendaJ tm manos heladas,
ya 110 catlleJ, que natlie te uwr:ha,
1 en la tierra por siempre de~r:amtl.
("Las almas huérfanas") u
'
'Rodeados de extraños y egolstas se vi_eron: gentes que no
escuchaban su canto y que ni siquiera retribulan con limosna
las ·:tristes cosas de amor" que entonaban. Si no se comienza
''por establecer esta situación de rechazo de la éceación artís-
tica por la cstr'uctuca socioeconómica creada, será difícil en-
tender a los poetas del período modernista. Persistirá entonces
esa soterrada convicción de que ellos, por libre y suicida voca-
ción, decidi~tori rebusacse al servicio de la comunidad y ence-
rrarse en blólJUeadas torres de marfil. Según eso, la generacióJJ
de más.encumbrados poetas que dio .Am~rica Hispana y la que
fuod~ la autonomía poética del continente, habría- estado inte-
grad~ por locos que s_e negaron a tener público, a ser cubier-
. afrentosa fiesta, donde todo asno tiene derecho a lanzar re-
12. Manue.l Gutilrctz NA joro, Po11las tomJ>/1/ul, Mú:ico, lldhociol Porrll•,
19H. Tomo U, pp. U4-,,
60
tos de honores, a set admirados y enaltecidos, a disponer de
riquezas. Nada de eso hubo. El aforismo de que tes la exis-
tencia la que determina la concieflcia sigue en pie. En la reali-
dad, la sociedad no tenía honores y dignidad ·que dispensar a
nadie: apenas si podía conceder algunas magras comodidades
a cambio de un sometimiento en que la poesía era ;¡vent:tda.
La doble alternativa que en este mezquino nivel se ofre-
cía a lo's poetas fue bien vista por Julián del Casal, como asi-
mismo la oscilante conducta del verdadero artista respecto al
mercado consumidor del momento: necesitando de él por po·
derosas razones económicas y desconfiando simultáne:tmcnte,
ya que se trataba de un ambiente desconocido, incógnito, cuyo
comportamieuto con la obra de arte resull aba siempre impre-
visible y donde ella se sumía en un proceso muchas veces des-
virtuador de sus esencias. las primeras experiencias fueron
tanteos, movimientos de acomodacíón y de rechazo, entendi-
miento confuso y a vetes erróneo de sus orientaciones, enorme
des~onfianza hacia C]tlicnes se arrojabau en él y se remode-
laban.
"los artistas moJemos están divididos en Jos grandes
grupos -decía Julián del Casal en 189o-. El primero está
formado por los que cultivan sus facultaJes, como los labra·
dores sus campos, para especular con sus productos, vendién-
dolos siempre al más alto postor. Estos son los falsos artistas,
cortesa.nos de las muchedumbres, especie de mercaderes hipó-
critas, a quienes [a Posteridad -nuevo Jesús- echará un día
del templo del Arte a latigazos. El segundo se compone de los
que entregan sus producciones al público, no para obtener los
aplausos, sino el dinero de éste, a fin de guarecerse de las mi-
serias de la existencia y conservar un tanto la independencia
salvaje, .que necesitan para vivir y crear. Lejos de adaptarse a
los gustos de la mayoría, tratan más bien de c¡ue ésta se ad:apte
a los de ellos. Terminada una obra, la ponen en venta, no ha-
blan a nadie de ella y empieza11 enseguida a hacer otra mejor.
Casi todos desdeñan la popularidad, considerándola como
buznos y todo reptil a escupir su baba. Si buscan los éxitos
•
úl
•
 tr.ltr.llcs, purque pwporcion::~n maroces recursos, se sienten al
prurto nrrcpentidos y llenos de pavor"."
El liw.agueo de esta explicación, su juego de a~roximación
)' J la vez de ;¡lejamiento dcJ "público", de la 'muchedum-
hn:", su modo de reclamarlo y a la vez de precavidamente
despreciarlo, su esfuerzo por imponerle una norma propia que
tuviera, sin embargo, validrz para Jos muchos que habrían de
1 omprat el producto, apuntan a una intensa cogitación acerca
de la función del poeta y su destino. Esta problemática expli-
l :1 que el poeta y la poesía hayan devenido, desde el romantlcis-
"'o, pero nlcanza11do su ápice en el modernismo, el tema cen-
•
tral de la creación. Más que un subtcma, como piensa Salinas
ele Dacio, el tema por antonomasia. La mujer, el amor, la
rnuerte, el erotismo, son constantes del arte poético; las reen-
e<>ntramos en toda$ las épocas y poetas. De ellas, especialmente
subrayadas en el romanticismo. En el seno de esa escuela, sin
embugo, comienza n germinar la meditación sobre el poeta y
su arte, que los artepuristas de mediados del XIX desarrollan
mtcnsamente, que remiten al Pamaso y al simbolismo, y que
inunda Améri(;a 1lispana por un período ele treinta años. la
nueva concepción subjetivizante, la quiebra de los valQres artls-
lícos en el nuevo mercado, la hostilidad de un medio que pa-
rccía de<: retar la cnncelación del instrumento poético m:srno
el hombre que cautaba- justific.an sobradamente Ja obse-
fSión temática que los dominará. ¿Qué somos? ¿Para qué exis-
L,timos? ¿Qué hacernos? ¿Adónde vamos? A esta situación
'concrctH, diríamos existencial, provocada por una modificación
de las e:;trucluras que vinculan escritor y ambiente, se puede
wntestar de distintos rnodos. Ya vimos las respuestól$ que
cmrncian Julián del Casnl y la oscilación que las distingue. La
respuesta dominante de la época fue una retracción ante la
lrostiildlld, que llevó al poeta al aislamiento, y una actitud ces·
pccl{) a esa sociedad de dolorido enfrentamiento. Al desprecio
Sl' respondió con el de_spr<:cio, a la ignorancia provocativa con
l.J burla destemplada, al desinterés masivo con la ironía y el
11 l•dl4u .Jd '-•••1. C•ó11iraJ l"'b'''"'aJ. bs Villas, Universlclad Cenital
1lr 1->1 VIII•~>. IQ(\1, 1'· 1~8.
apartamiento aristocrático. Los poetas edificaron parsimonio·
samente sus torres de marfil, a conciencia si~mpre de que se
trataba de medidas defensivas destinadas a preservar valores
superiores que en ese momento veían naufragal".
EL Rubén Darío que firma sus aitículos en la prensa ili·
gen tina Des Esseintes, contribuyendo al culto generalizado de
la última década del siglo a la novela de Huysmans, es el mis-
mo que muy pronto explicitará en qué condiciones, coo qué
inseguridad intenta su construcci6n torremacfilista. "La tone
de marfil tentó mi anhelo; / quise encerrarme dentro de mi
mismo, ¡ y tuve hambre de espacio y sed de cielo/ desde las
sombras de mi propio abiSmo". Es hambre de mundo real, es
también necesidad de afirmar el propio yo poniéndolo en con-
tacto con la vida mism:1. Tal necesidad ilustra los valores de·
fensivos que Iigen el t\l[rieburnismo hispanoamecicano, y que
se explican con sobrada lógica y amargura en una carla de
Silva: "¡Y sl supiera usted.qué horrible prisión es la Torre de
Marfil, cuando el encierro volun!ario se convierte en prisión!. ..
El )'O se afirma mostrándose, no sólo en los bárbaros que aúllan
para sentirse vivir, sino en los aprendices del "Hombre libre"
o de UtbermeiiJc!J. Encaramado uno en su torre, con el puente
levadizo levantado, y oyendo a todos los commi.woyageur.r, ge-
neralotes chiven,dos, elegantes, más o menos charolados y pcr-
1'umado~ genJ de lellrn, contarse, b1cer su biografía, exhibir
sus yoes de cargazón, con suprema impudicia e ingenuidad
infantil, ilustrar el relato con toda e~pccie de datos fisiológicos,
llega un momento en que comienza a pensarse si la humanidad
no es más que eso, y necesita acordarse de <¡ue e¡cisten los maes·
tras, ele que hay un universo intelectual artíst:co, en (in, algo
que no sea lo que está por delante"." .
En esta distancia, en ese CQtejo con la sociedad, el poeta
decanta su yutor propio, reconoce su n:~tur~le~a y se trall~fl:r
ma im auto tema de su creación. No es la expcriem ia del en dio
samiento romántico, sino J~ la función especifica del poeta
que se recobra. Lo que Cinlio Vllier Jil.:e de Julilin del Casal
.
1~. Jos~ A. Sil••. oh,'"·· 1'· H7.
 podría aplicarse a los grandes poetas del modernismo: "Vivió,
por primera vez entre nosotros, la pasión excluyente, absoluta,
de La poesía."u I!s una respuesta al medio social.
Hay, sin embargo, otros modos de entrar en el mercado
y experimentar en curne propia sus leyes rigurosas. Pocos poe-
tas modernistas· tuvieron la posibilidad -p.or cierto trágim-
dc José Asunción Silva: conocerlo en su corazón, a ttavés de
la actividad comercial a que se dedicó desde la muerte de su
padre el 19 de junio de 1887, hasta la declaración de quiebra
come¡·cial de 1892 y sus p.rolongaciones judiciales basta fines
de 1893, período que co-rresponde mayoritariamente al de su
creación poética, tal como señala Camilo de Brigard Silva: .. La
influencia que sobre Ja obra literaria '·de Silva tuvieron sus
infortunios materiales, es indiscutible. Las mejores poesías de
Si lva fueron escritas a partir c.le 1887, especialmente entre •
1890 y la fecha de su muerte" ,'• No fue él ingreso al mercado
del poeta, sino del hombre, y por lo mismo conviene analizar
qué significó para el artista este pactismo que intentaba re·
solver por acumuladón los_.~~...~pectos contradicto~:ios de Ja
realidad: las exigencias económicas del medio y la ~eadón ar·
bstlc~, voc~i~l. Más aún, porque en Silva el pactismo fue
a
cumpltdo rondo. No se trata del período breve en que He-
rrera y Reissig se dedica n comerciante de vinos, cuando ya te-
nia escrita una parte fundamental de su obra, sino de una de-
dicación intensa simultánea al período creador.
Una de las típicas mistific~ciones, nacidos del afán de
vilipendii> del poeta, es la que se cebó en la muerte de J. A.
Silva, poniéndola en el rubro de la locura personal o asocián-
dola a las perversiones que ya habían sido evocadas con motivo
· de su famoso "Noclurno". Balaomero Sanín. Cano, en las nO·
tas explicativas a la edición de I;ouis Michaud, corrigió, con
su habitual precisión: "La vida le llamaba al comercio cle las
ideas, y él tuvo que decidirse por el comercio simple en un
U. GJUio Vilitr, Lo r11hano en la potsía, las Villas Univtrsidad Ctnlrol
d< Las Villas, 19~8. p. 26M. - '
lG "UJ infortunio co~rci•l de Sih·a". a• José A Silva. IJb. rit., P. 4~ 1.
-
:Jmacén de novedades. El comercio simple en un almacén de
novedades señalaba también el camino ele la tragedia".u
Cuando se sigue, en la correspomleocia comercial de Silva,
los vaivenes de ltn negocio inestable, las estrecheces de su falta
de capital, el endeudamiento v~rtiginoso a. cada caída de la
moneda, las dificultades para obtener etédito, la aplicación de
un Código de Comercio cuidadosamente urdido, las lentitudes
de una plaza: provinciana, los procesos de facturación, lllterés,
asientos, a ~os que dedica días enteros, se puede pensar que
eran tareas impropias del poeta e inútiles a su vida. Lo eran
peco su incidencia en la ·vida y obra del poeta es mucho mayo;
ea
que. el hab~tualme~te consignado. Ese a rato comercial al que
dedtcó cas1 exclusivamente ciuco años de una vida cortísima,
fue s~ zona. de contacto con la sociedad bogotana, aparte de
los diez am1gos de que habla en su novela, y su familia. Por
él conoce el manej0 de la oferta y la demanc.la, la determina-
ción del valor del producto en la plaza, los inlereses económi-
cos. que lo mueven y la urdimbre de relaciones emre la ley
y Jo.s comerciantes, las tendencias más fuertes del medio; pero
conoce además, y ese era 1 !ano en ue debía afectarlo mñs
--· .
~~ valores mor~~es_ y cspmtua es que esa re
'
lrd conCif:i'"y
~ne en fuhc~onam•en[o;-y no es avenTtirado apl.mtar que la
v1olenta.. reacc~ón ante el cuadro que se le ofreció explica su
refluenCia hac1a el cogollo de la vida familiar y dentro de éste
hacia los valores espirituales que rigen el mundo de la infan-
cia : sus po~n:'~s evocativ,o~ del pasado y de los juegos infanti-
les, su sens1btlidad aguJ•s•ma para recuperar lJua ima<>~o de la
relación fraternal con su hermam1, su piedad filial, ~ pretcx.-
tan en su contacto con esta realidad socioeconómica t¡ue en·
tiende bajo las especies montes.
. Pnra él .ese contn~to ~e tipifk~ en el ~eñor Uribe, quien al
tiempo, de e¡ecuta.rlo ¡udtc1almente, obligandolo a (¡¡ <¡uiebra,
lo surt1~ de conse¡os morales: "Usted, entonces, me aconsejaba
!o
la conftanza en sobrenatural, en los milagros, me hada leer
el.ltbro de Henn L~serre sobre f!'~~IIra SeiíortJ de Lourdes y la
Vtda de San Igmmo de ~oyoltt '. Yo recuerdo esto: el 31 de
17. José A. Silv~. oh. ris., p. 121.
 Jicternbre me prestó usted $ 5.917. Iil día t• de enero íue
fiesta. El dfa 6 cayó mi hermana enfe rma gravemente, no vol-
vi ¡¡ saltr de mi casa hasta el día 11 en que la llevé al cemen-
terio. En seguida, moribundo de dolor y de sufrimiento, cal a
cama, no pude moverme en muchos días, venddo de dolor, no
podía coordinar dos ideas, ~o podla pens~r. Úna mañana entró
usted a mi cuarto a aconse¡arme que tuvtera fe, que le rezara
a Nuestra Señora del Carmen, que leyera un libro místico que
trala en Ja mano y que saliera a ocuparme de mis negocio~.
No podia en realidad; los músculos no me sostenlan, tema
el alma destrozada; yo comptcndía que usted estaba urgido por
su dinero, peco no podí:t devolvérselo en este mome~to. _No po-
día pensar sino en que Elvira esta~a muerta: ¿que qwe_re us-
ted? .. ."".'8 Esta hislorta atroz clevtene una seca denuncia por
obra de la concentración estilística con que vuelve a reiterada
m:b adelante, en tre~ líneas objetivas: " Me prestó usted esas
sumas en 3l de diciembre; perdf a mi hermana en enero; no
sal! en todo el mes, volvl a la calle el 2 de febrero; el día 17
le habla devuelto a usted la suma rtue le debía". Son impera-
tivos de la vida c<lmcccial en ese período rapaz de acumulación:
el dinero pasa antes <lue, los ~cn tirnie(ltos. Es también la duplíci·
dad a que se ven obligados los negociante.~: el pago en fe~ha,
con ejel'uci6n, y la plcgHria sentenciosa. No fue ui1a excepo6n,
e incluso por algunos datos puede ycnsarse que era un alma
piadosa. Corno debla serlo la propia abuela del poeta que le
embargaba los bienes para recobra.r uo.a deuda: ~ aprehet1dicla por In poesía (de ahf el fracaso estético de sus
La influencia de cstns cxpcrtenc1as ha stdo senalada para
"Gotas amargas", los poemas secretos del autor, su irónica
venganza de la sociedad que oo se ~trevía a dar a _co.nocer a
los integrantes de ella y sólo conooan alg~nos amtgos. ~ero
quizás cabria trazar un paralelo entre la vtda doble de Silva
y Jas curiosas contradicciones que se enc~1entra~ eo su poesla.
r:.sa existencia donde una parte -desmeolla a la otra y donde
la mejor parte debía ser íntima y secreta para resguardarse
de la condena za(ia y sarcástica de la Qtra, se r~encu~tra en
lh• peculior sistema eshlí~tico, donde la entonaoón lmca del
• raa_6n. modcrmsta fue ta!tJplfuJLbrillan.tc. ¡eneración de~
111 J<"t A. Silva, nh. cil., p. ~99
poetna es bruscamente burlada por una inserción de realismo
critico. que colorea la composición de un aire grotesco; la Hne.a
evocahva con su lenta impregnación emocional es distouiona-
da repentinamente por una chirriante acotación que la inva-
lida fDía de difuntos"). I!l poeta que en su ''Ars"' predicó
q~e el vers.~ es ~aso santo; poned en éllan sólo/ un pensa-
miento puro dedtcó buena parte de lbs suy<Js a ese juego con·
trastado que delata la incredulidad infiltrada en el seno de la
creación. Y aun podrla .extenderse el ámbito de esta increduli-
dad ~ast~ las fuentes del esfuerzo creador, restando energías
Y ded1caoón a una tarea que en su vida diaría estaba desmin-
tie~d~. _El poeta sólo resguardó algunas zonas hondas de la
sub¡et1VIdad porque en ellas alentaba un sentimiento alimen-
tado por años de aprendizaje soterrado: "llna noche" "Poeta
di paso"', "Infancia". '
, . ~a incre.d~lidad y _la desconfianza fue el contrapeso de su
act1v1dad art1st1ca, dcb1do a su endeudamiento a Las activida-
~es comerciales. Si su fm~aso se "?a.gnificó no fue porque care-
CJera de facultades o de tiempo, Sli"lo porque la mayoría de sus
años juvemles fue devorada por la hostilidad del mundo: ni
consiguió dinero "o glorias mundanas a pesar de ocultar al poe-
ta que era, ni tampoco pu_do construir una obra amplia que
expresara por entero sus vJCtuales potencias (de ahi su rein-
greso al pasado, y en el plano de su dual existencia concreta
tampoco pudo expresa~ la distorsión padecida como totalidad
"Gotas amargas"). El vado·que esta situación dual no resuelta
opera, lo conduce a una recorrida por territorios desolados.
Pero babia un modo oblicuo por el CUM!los poetas h~bdan
de e?trar ~1 merc~do, hasta .devenir parte indispensable de su
funciO~~?-JTUento, stn tener que negarse a s.í mismos por entero.
::u no mgresao en cuanto poetas, lo bacan et1 cwoto lntelcc·
cuales. ~ ley de la oferta y la demanda, que c.-.~ el instrumento
de mane¡o del mercado, se aplicará también a elfos haciendo
qu~ en su ma~oría devengan pcriotlí~tas. En efecto, ,!!Jtene-
-~~Jsta.s, a veces llamados a l.1 ftitncesa '"chomiqueurs··, eñ-
67
 l.'argados de una gama intermedia entre la mera iuformación y
el artlculo doctrinario o editorial, a saber: notas amenas, co-
mentario de las actu:ilidades' crónicas sociales, crítica de espec-.
táculos- teatrales y ci!censes, eventualmente comentario ae _li-
bros, perfiles de personaíes célebres o artist~s. muchas_ deswp-
" cioues de viaje de conformidad con l:l. ;eCJén desc~tblcrta p~­
sión por el vasto mundo. Cronistas espeClflcamente fuero~ Go-
mez Carrillo y Vargas Vila, pero también lo fueron Guttérrez
Nájera y Julián del Casal, y, sobre todo, los dos mayores:
Martt y D arlo.
Que la exigencia que los l~tvaba ~1 periodismo n? e!a
vocacional sino de orden económiCo, de6ído a que su soaeCiad
"no necesitaba de poetas pero sí de p~riodistas, lo reconocieron
todos. Dacio dice de Francisco Contreras que "como todos los
que no golamos de rentas producidas por gran"dcs capitales y
tenemos que sacar del cerebro para nuestro.s Juj~s, caprichos,
vicios o simples y precisos elementos de ex1stenc¡a, se ha de-
dicado al periodismo" .11 Por su parte, Luis Berisso, en el texto
mencionado antes, 1rn0ta: " ... si los diarios y las revistas cre-
cen y se multiplican -aunque no .en la proporció~ debida-,
¡el Hbro muere y Jos auto~es se ed1psa~! Y se explica: las flo-
res se marchitan y secan, si les falta una gota de agua o un rayo
de sol bienhechor; nuestras letras, desalojadas del libro por la
at-mósfera glacial que ahoga las ideas y quieb ra las ata·s, se gua-
recen en los periódicos y las revistas, paca vivir un día y des-
aparecer después en el olvido".*" . mentiia".u
Esa trnsmutación del estcitor en periodista no es nueva.
Es parte de la empresa hi~tócica de ~a~~~esí~ .. Los. diaci~s
surgen con esta clase y con ella ~;~dquterea magnlflc~nc1a. Mas
que e1 libro, ése es su insnumento de acción intelectual y a su
servkio pone en Afllérica Hisp'a~a a. l<?s e~aitores en t~ot? va
forjando por un avance de la espCCJallzao?n a Jos per10d1stas
propiamente dichos. Es sabido que los poetas no se alegraron
con esta traosfomiaci6n; vieron en su trabajo _una imposición
19. "Letns chil•nas", e.• .Rul><!n Dnrto. Obr.u NmpltllfJ, Madrid. Afrooisio
.Aguado, J9SO, lomo ll, p, 63'1.
20. Eurisos iPIJitos, p. 68.
68
económica, frecuentemente on mero ganapán, a veces un ersttlz
de gloria bajo la apruiencia de la publicidad volaudera que su
nombre o seudónimo le conquistaba en el lector.
Rubén Daría fue toda su vida periodista. 'De la prensa,
mucho más que de los cargos diplom:íticos, obtuvu sus recur5uS
econón1icós permanentes y a la vez ella fue el portavoz de sn__-.-
obrn crít.ica y de su fuma poétic~. Periodista eu todos los p:úses
que visitó, conociendo antes las redacciones que las calles de
la ciudad a que llegaba; periodista forzado de gacetilla diaria
o de crónica semanal, según Jos períodos . .m vio la transfor-
mación de las tediosas hojas doctrinarias en los primeros pe-
riódicos modernos; vio la aparición de la informaCIÓn gráfica
en desmedro de la palabra escrita; vio la irrupción todopode-
rosa de la "noticia" con la labor de las agencias informativas;
vio surgir el criterio de la "novedad" y del' "sensacionalismo"
a cualquier precio; llegó a ver incluso d desplazamie.uto del
escritor -quien dentro de las redacciones ~nservaba una am-
bigua dignidad, reflejo de su obra extedor a ellas-, por el
novlsimo especialista que crecía junto a él, el "notero", 1!1 "re-
pótter", usando el término que lo distinguía en Estados Uni-
dos, país de donde procedía la especialización. "El periodista
actual -dice-- se basa en el reportaje, en las novedades. Hay
que llamar la atención, hay que hacer grande la tirada del
o;,,,.io, que poner en vistosas letras, con llamativos títulos,
noticias frescas, aunque ellas tengan por base el dolo y la
Con tal diagnosis apunta a los rasgos don1iuantcs del mer-
cado en· la parte cultural o· meramente informativa que cubr!a
el periodismo, adaptár1dose miméticamente a sus imposiciones
' y poniendo a su servicio a un equipo intelectual en el t¡ue se
integran los escritores. La gran obsesión y el gran afán del
mercado fue una concepción recién descubierta que arrasó con
los antiguos valores establecidos: la "novedad". El problema
en Europa y asimismo en América fue .hacerse de nuevas, que
en general Jo' eran por provenir de lugares distantes, pero tam-
bién por trahuse de hechos y combinaciones de datos más ccr-
11 . "La prer1sa y In libCTia•l", tn Obflll rom{llttlll, t. ti, p. l 2~
•

cano~ y desconocidos. Tan imperioso fue el reclamo de nuevas
"llamativas", que para alcanzadas no se vaciló en pasar por
encima de la verdad, en utili1ar "oolo y mentira" como dice
Dado. Porgue estaba dejando de ~er lo importante In ilustra·
1
ci6n, el lento camino hnda 110 w notimiento profundo y aun
1 la concepción de la felicidad como un agotamiento de la ex·
periencia tal como lo practicó el xvnr, sustituidos ahora por
1 el relampagueo eptdérmico de la "sensación", ese sistema de
1
erizamiento de los sentidos ante una incitación. violenta y re-
pentinOt del medio que correctamente ha concluido llamándose, ·
.
a1 a..e l1carse · r ;JO, e1 ••sen~.acton
a1 penou.sn: • a1·1smq" .
-- •· No se engañaba Darío cuando reconocía que ese cambio,
que correspoodi6 a los modos de acción intelectual de la nueva . . bhcos reclamados por las el ases baja~
sociedad, tenía su adalid en el periodismo norteamericano, en
ese entonces el más inventor, por haber n.1cido en una sociedad
bmguesa joven sin demasiadas ataduras ron las tradiciones
ornamentales de las sociedades europeas. "Los que han impul·
sado J>C.!r este camino el [!criodismo actual son los yaoqu~s.
Ellos, por su mercantilismo y por su aprecio del tiempo, hao
hecho que el telegrama se anteponga al editorial¡· han estable-
cido el reinado de la información sobre la doctrina"... El gran
debate de la época se centró entre do> concepciones del pe·
ciodismo que se estimaron antagónicas: la de origen francés,
donde se daba amplio espacio al editorial y a los comentarios
doctrinales, la cual venía modelando la p~ensa desde mediados
del siglo XIX, creando los instrumentos de comunicación de
las clases altas, y la de origen norteamericano que acentuaba
la parte puramente informativa, más breve, rápida y vivaz, en
desmedro del concienzudo examen teórico de los problemas,
y que teuía su expresión en los diru;io~ populares de alcauce
más democrático que tocaban a las délSCS bajas. En el examen ··
de la prensa chilena que hace Darío <n su prólogo al libro de
Narciso Tondreau, AsoJumles, reconoce la existencia de UJl
solo diario "de moqclo y_:¡nkee··, . El Ferrocarril, mientras los
aem:is, <Jice, "son mis dados al mecanismo francés". Por su
parte Aníbal Latino, en un artículo sobre "'El periodismo ~
n 1/rl. cit., p. 112.
10
•
~croo", establ~e claramente la vinculación del periodismo
hpo norteamencano con la existencia de un público popular,
poco educado, que está ingresando a los bienes culturales: "'En
la R~pública Argentina, donde no existen gmndcs masas de
traba¡adores que presten numeroso contingente a la leclul'a de
~os perió~icos, no han podido arraigar los diarios de simples
mformac1_ones, basa_d?s en los folletines horripilantes y en la
acu~ulaCIÓn de nohoas de pocas lineas". u Ese tipo de periódi.
co m~ormatlvo. y _popular fue tipificaJo en el Uruguay p()[
TJJ Dta, que 1tv16 de base A la campaña política <.!e osé
_Batlle .Y. Ordóñez y que se dtstmguJo ¡us, men e por e uso e
, .la,~otiCJa breve, del folletín naturalista, y de los servicios pú·
Desde su peculjar actitud de clcrc, Pedro Salinas ba 'en-
juiciado d~ramente la actividad pedodfstica de Darfo, po.r
haberlo estunulado en "la atención a lo más superficial. el
cultivo de S\IS capacidades literarias más comunes". Luego de
desmonetizar su trabajo periodístico por obligarlo a ''escribir
a las órdenes de la actualidad"', lo vir:cula con su poesía, que
no estaría "inmune de ese mal", y con su criterio meramente
a~mulati vo de lo que debe ser un 1ibro de poemas. Concluye
af~t~nando que su oficio ''le dio con qué vivir y le quitó con
qué sobrevivir", "porgu.e el periodista que llevaba Rubén a su
lado: suena a extraño. Era su extrafio"." El juicio peca de pre-
. venc1ón profesora! sobre los procesos de emergencia de la lite-
ratura dentro de la vida concreta - psicológica y social- de
un hombre. Son los mismos argumentos coo los c¡ue Salinas
construyó su ensayo sobre "Balzac o los poderes del escritor",
o su ingenioso análisis del libro de Van Wyck Brooks. Los
ab~ndantc.~ textos que Darlo dedicó a su p¡;ofesión wuigeo a
Salmas y ponen el asunto en un punto más preciso.
En todos Jos problemas de la actividad pt•blicn de un
bonnbre. las diversas fuerzAs antagónicas andan entrevemdas,
1 cuando 5C trata de la imposición social sobre un artista
2}. "El pcriodí.sruo mod<rno", en (.« Eflor~, Aflo V, N • 1 M 1 Sn11ho¡¡n ele
· Chile, 3 de oclubre de 18R6, p. 3.
24. Pedro Salinos, lA frOIII• "· 1/.Nbln nnrlo, Bueno• Air~•. Lo••"·· 1'1'. lO 2.1.
71
 de sus leones, Jos pedaws más frescos de carne, para tenerlos
satisfechos e impedir que lo devoren" .>•
Es difícil que esta actividad de toda la vida no se_refleje
en la obra creativa. Y no s.Jlo en el s~lido pérjudicial que
censuraba Salinas, sino en la adopción de las que llamaremos,
para obviar el término virtudes, tendencias estilísticas de la
nueva época. Poesía y periodismo se entremezclaban en el tra·
bajo diario, pasánéose de una a otro sin cesar, en el mismo día,
sobre la misma mesa de trabajo: "Pasaba, pues, mi vida bonae·
reose escribiendo artículos para La Naci6n y versos c¡ue fueron
más tarde mis ProsnJ profatull", dice Dacio en su A1110biogra·
fía. "Y del mismo modo que Juliáo del Casal, a regañadientes,
admitía que "~cri~~endo con frecuencia, como lo hace el ee:
riodista, la pluma adquiere cierta soltura:.", sin que esto lo con·
venciera del consejo de 'Emile Zola, según el cual era mejor es·
c:ribir artículos en un periódico que versos en una buhardilla,
y del mismo modo que Ma.nuel Gutiérrez Nájeru tratnba de
asumir las que . él estimaba condiciones del reportee y no d~l
cronista -:-"~gil, diestro, ubi?Jo, iny!sible, ~e¡;¡~que
gu1sa ·¡a Jle6re antes Cle que la atrapen, el reportee que ejerce
C!l todas las noticias el derecho del Señor, el reporte( que ·
obliga a los sucesos a encanecer en una sola noche"••- para
acometer su mejor serie de artículos, de 1893 a su muerte, del
mismo modo Rubén Daría afirmaba categóricamente que ··~1
periodismo constituye una gimnasia del estilo'".'' Es..í!j.Jenden-
cias_estilístic;@s epoca les son; novedad, atra.cc:ión, yelocid¡¡d,
-- sttodC, rareza, intensidad, sensación. Las mismas c¡ue reencou·
traremos en el arte f110dernísta. La b~squeda de. lo insólito, los
aceréamientos bruscos de elementos disímiles, la ·Ienovación
permanente, las audacias temátiéas, el regisiro de los matices,
la me:zcb de las sensaciones, la interpenctrnción de di-stintas dis·
ciplinas, el constante, desesperado afán de lo original, son a
2\1. Juliáo. del úual, ob. til., p. 10).
}0. Manud Gutitrré:z N!jer.1, Ob••l ilfláilni, Nuevn Yorlc, Hlspank lnstltutt
in the Unit.ed Statts, !943. p. 8.
~1. ..Lrtrns dtilcnas.. , en R\lbén Darfo, Obr.u rompl•tm, l. 11, p. 6),.
76
su vez rasgos que pertenecen al nuevo mercado, y, simultá·
neamente, formas de penetrarlo y dominarlo.
Esas formas estuvieron primero en el periodismo que en
la poesí~ y a1li estuvieron primero Jos temas que ella cultivó.
La poesía aprendió en aquél su sistema operacional. Tenía
otm fuente amplísima donde aprenderlo: en las creaciones
poétiCas de los escritores europeos del artepunsrno en adelante,
que habían hecho, decenios antes que los hispanoamericanos,
esas experiencias, rodando a través de las redacciones de los
periódicos franceses. Pero este origen literario ~ólo hubiera
dado la imitación deslavada, externa, y no el brío creativo y
original del movimiento, si no concurrieran elementos de uoa
experiencia concreto; la situación se reiteraba ahora en Arn~­
rica Latina, provocan&:> mayores contrastes y violencias de
las que había generado en Europa;· el escritor se hacía a sí
mismo en el ejercicio de esas circunstancias nuevas.
Las lamentaciones de los persoo:~jes de Balzac, en LJr
i/mionei perdidtu, son el ptinto de urrnnque de 1a gran decep-
ción de los escritoreS, cuando ven organizarse a su alrededor
el mundo moderno a cuyo parto habían contribuido. Su iucor·
p~rac!ó~l .mal paga y po~o digmficante a los periódicos, le pcr·
mtte mtC!ac el aprendtza¡e duro de la nueva realidad en el pla-
no de una actividad intelectual. Los que vienen detrás consu-
ma.n la experiencia. En ~us apuntes sobre Baudela.irc, lo señala
para éste Benjamín, como para Balzac Jo ha señalado Lukács:
"Baudelaire .esra.ba habilitado o constreiiido -debido a su pro·
funda expeClenc!a de la naturaleza de la mercadería- a reco-
nocer el mercado como una instancia objetiva. A través de las
relaciones con las redacciones estaba en continuo contacto con
el mercado. Su método la - difamación '(Musset), la contre-
fllron ( Hugo) ". ·~
La escuela -dura a veces- , el taller de experimentación,
fuf:rOtl pata Darío el periodismo. Por el ¡1llente que son sus
CWldcos del natural, sus estampas coloristas, sus artículos ima·
ginativos, y sus cuentos, pasamos de la mera crónica periodís·
32. Wo lt<r Oenjomin. ob. rit., p. 129 .
•
17
! tka al reino de la poesía. A imagen de lo que ocurre en Gutié-
rrez Nájera, donde los ''Cuentos frágiles" y los "Cuentos color
de humo" son tm deslizamiento de sus crónicas semanales, me-
diante cl despojamiento del traje llamado actualidad, en Da-
• tío sus distintas tareas literarias quedan ensambladas, prefe-
rentemente en su despuntar modernista, por el empleo de re-
CUISOs literarios semejantes. Raimundo Lida ha comprobado
con el es~udio acucioso de 1as formas estilísticas este paren-
tes,o: ".Es natural -dice-- que a menudo lleguen a bouarse
Jos límites del 1clato con la crónica, el rápido apunte descrip-
tivo o el ensayo. Sólo la presencia de cierto mlnimo de acción
es lo que nos ll~va a incluir, entr~ sus c;ue_otos, páginas como
F.stn era tilla rema. . . o ¡A pobla! . .. , trueotras quedan des·
ech<!das tantas otras que no se distinguen de ellas sino por la
falta de ese elemento dinámico. En el extremo opuesto, una
frontera igualmente difusa separa el relato de la prosa lírica,
a veces de tono muy afín".n En la colección establecida por
Ecncslo Mejía Sánchcz, se incorporan como ,!=uentos v~ri~s ~ex­
tos que D:uío publicó como si fueran art1culos penodtstteos
(ejemplo, "Bouquet" o "TII año que viene siempre es .azul'')
de las típicas crónicas semanales que sobre el modelo de Gu-
tiérrez Nájera escribía. Es evidente qi.te se las recopiló utili·
zando como criterio para su inclusión que no estuvie~an mar·
ca das por sucesos de actualidad. De este _modo adq~te_ren . un
aire de cuentos autónomos las que en realidad son pagiDas de
ac.tualidad sobre momentos de la vida de una sociedad. Así,
"El año que viene sfempre es azul", está directamente vincula-
do a la anterÍQr crónica de El Heraldo de Valparalso eo que
menta la partida de los inmigr_anles_ veraniegos al. concluit_ la
estación estival: los recur~os literanos en una y otra págma
son los rnisu10s y es el mismo el principio -que y~ es_taba
en Del Casal y en Gutiérrez Nájera- de crear ~ penodismo
expresivo de· las :ircunstancias espirituales y v!tales por las
que pasa el grupo soci~l, pr~ferent~ente fe~eniDQ, de un ~e­
• terminado país. Del mtsmo modo Bouquet no es muy dife·
rente de "Una; exposición" que escribe dos semanas después
-sa_lvo que está mejor escrito-, pero donde hay alusiones
prec1sas a hechos del momento: la exposición de bord;tdos,
muebles, de las niñas del monasterio de los Sagrados Cor-..zo-
nes. En la___serie de ocho crónicas que escribe para El Hel'tlldo
de:_ \fa! araíso se encuentran las me' ores á inas en rosa -de
Darío en su período chileno. La publica a el 10 e marro de
1888 sobre la rnuc(te del emperador de Alemania sólo admite
comparación con textos tan famosos como "TI! velo de la reina
Mab", "El rey burgués" o "La canción del oro".
Uno de l<Js principios de la estética modernista que co-
mienza a desarrollarse en Dado ,..e,s::..:;:u::.:n!:a..:e::.::s~cr+
~
i~tu~r~a~d-;;.-o~n~d~e-"-~~
se mez·
dan los sistemas de distintas artes, en particular la música y la
pmtura. Del m•smoiil"odo fambtén los límites entre los género~
tienden a disolverse: si la poesía surge soberana e indepen-
diente, a pesar de los intentos de versolibrismo, la prosa, que
es el gran campo experimental del movimiento renovador, ad-
mite diversas lecciones y tendencias en un esfuerzo coherente
de integración: el periodismo fue el terreno donde se dilucidó
primero y donde se puso a prueba y donde triunfó el sincre·
tismo artístico.

H• "los cuentos de Rubén Oario", en RuMn Dado, Clftrt/01 romfJ/tlo1,

1'· VIII.

7li