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DÉCADA DEL 70 . 1 DE NOVIEMBRE DE 1974. Asesinato de del COMISARIO GENERAL


D/ALBERTO VILLAR

publicado a la(s) 1 nov. 2012 6:03 por Julio Mendoza

Así actuaban los jóvenes idealistas. No fueron 30.000 ni eran inocentes !!!

Cuando un par de días después de las elecciones de setiembre del 73, cuando la fórmula
Perón-Perón obtuvo casi dos tercios de los votos, el terrorismo apátrida, ateo, marxista
comunista consumó otro de sus grandes crímenes en la persona del Secretario General de la
CGT, confederación General del Trabajo, don José Ignacio Rucci del gremio metalúrgico y de
extensa trayectoria en el campo laboral.

A pesar de la numerosa custodia armada con armas largas, granadas, vehículos, etc. Rucci cayó
acribillado pordecenas de balas MONTONERAS, los valientes que siempre mataron a atados
como Aramburu o por la espalda como a José Ignacio y a eso llamaban "lucha popular".

Perón, se indigno por este hecho. Dijo "me cortaron las piernas". Hizo llamar al mejor jefe
policial que conocía, que se hallaba en retiro y lo convocó a su casa en la calle Gaspar Campos
de Vicente López en donde vivía en ese tiempo.

Así llegó el Comisario Villar a su presencia. Perón le explicó lo que quería y lo convocó a
reintegrarse a las filas policiales. Villar no tenía mucho entusiasmo con la invitación y a modo
de excusa le dijo: "General, usted sabe que yo no soy peronista....."

Perón, ni lerdo ni perezoso le respondió: "Usted sabe bien comisario que no lo convoco porque
sea o no peronista, sino que lo convoco porque LA PATRIA LO NECESITA.-

"EL OPERATIVO VILLAR"


El comisario Alberto Villar fue designado como Jefe de la Policía Federal Argentina por el
Teniente General Juan Domingo Perón. Villar fue Jefe de Policía en democracia. Que eso no lo
olvide nadie.

Eran las 10.30, aproximadamente, del viernes 1° de noviembre de 1974, "Día de todos los
Santos". Tres vehículos Ford Falcon avanzaban lentamente sobre los 200 metros de tierra de la
calle Luis Pereyra, en Tigre, el único acceso hasta el fondeadero "Sandymar", sobre el arroyo
Rosquete y detrás de los astilleros "Astarsa", a orillas del río Luján. En uno de esos autos y
protegido en su vanguardia y retaguardia por 10 miembros de su custodia personal, viajaban el
jefe de la Policía Federal, comisario general Alberto Villar y su esposa, Elsa María Pérez.

Al llegar a la guardería náutica, la calma del lugar no se alteró cuando descendieron del rodado
Villar y su mujer, ambos vestidos de sport para la ocasión y portando bolsos como para pasar
el día en el delta.

A la hora apuntada subieron a la lancha de no más de 10 metros de eslora llamada "Marina",


que les había acercado un marinero. Ahora sí, todo estaba dispuesto para disfrutar del sol de
aquella mañana. El crucero propiedad del entonces comisario, y que había permanecido con el
motor en marcha durante 15 minutos, esperando el abordaje de la pareja, lentamente
comenzó a pasearlos, adentrándose uno, ocho, quince, treinta metros en el río. Entonces "se
produjo una explosión indescriptible y prácticamente la total voladura de la embarcación que,
en medio de un cerco de fuego, se hundió rápidamente", dio su versión un vecino del lugar. La
nave desapareció justo en el centro del riacho La Rosqueta, ante la mirada atónita e impotente
de la custodia policial, que en este caso logró salvar la vida al obedecer las órdenes directas de
su jefe de quedarse a esperarlo en el pequeño muelle.

La desesperada ayuda de un remero tampoco sirvió de nada. Los cadáveres de la pareja Villar
estaban mutilados y muertos antes de hundirse la embarcación. Cualquier intento, cualquier
movimiento ya era demasiado tarde. El jefe de la Policía Federal de un gobierno democrático y
su esposa habían muerto asesinados.

En un primer momento lo único que se sabía era lo que se ignoraba: 1) que un artefacto
explosivo (colocado en la quilla de la "Marina", tal vez por hombres ranas) había sido el arma
mortal; 2) que ninguna organización guerrillera se había adjudicado el crimen.
El "Operativo Villar" fue detalladamente procesado por los "GEC" (grupos especiales de
combate). Estas unidades se formaron con posterioridad al asesinato del dirigente radical y ex
ministro del Interior del gobierno del general Alejandro Agustín Lanusse, el doctor Arturo Mor
Roig, en junio de aquel año. La Conducción Nacional creó a partir de este "éxito" a medias
(muerte de Mor Roig, un guerrillero muerto, otro capturado), los GEC, un proyecto luego
concretado de conformar tropas de elite. A diferencia de otras unidades montoneras, éstas
actuaban en cualquier jurisdicción. Sus principales líderes fueron Horacio Mendizábal, (alias "El
Vasco", muerto en 1979) y Roberto Cirilo Perdía (alias "El Pelado Carlos", ahora pasteurizado,
homogeneizado e indultado y funcionario de los gobiernos de turno), quienes junto a Norberto
Habbeger, (alias "El Cabezón", desaparecido en 1979) provenían de la banda "Descamisados",
la cual en 1968 se fusionó con Montoneros.

El comisario Alberto Villar "era ''la síntesis de la represión" para las bandas armadas del
marxismo. Al parecer, su asesinato estaba sentenciado desde los años de Lanusse. Así, no
tardaron en enterarse, por informes de su propia inteligencia (Rodolfo Walsh, Horacio
Verbitsky eran los pilares de la misma), que en los astilleros "Astarsa", en el Tigre, había
entrado en reparaciones la embarcación de Villar, "Marina", y que el mismo comisario
ordenaba que se terminara rápido porque deseaba navegar en su primer día de franco. El
primero que se enteró fue Norberto Ahumada (alias "Beto", capturado en 1977 por los Grupo
de Tareas de la Marina y llevado a la ESMA, donde habría "prestado colaboración" que le
significó su liberación dos años después y su partida a España, donde actualmente reside. De
"Beto"", la información pasó inmediatamente a los GEC, que luego se enteraron, hacia el 25 de
octubre, que el 1º de noviembre sería "el día". Por lo pronto, tenían la imperiosa necesidad de
saberlo con precisión, porque la carga debía ser colocada apenas un día antes y sin que en los
astilleros nadie tuviera la menor idea de lo que sucedería; no sólo para prevenir "filtraciones",
sino también para no comprometer a los trabajadores-agentes que habían brindado la
información clave.

Mendizábal, jefe de los GEC, había descartado de plano la idea de un operativo a lo Aramburu,
a lo Vandor o incluso a lo Rucci, debido a la fuerte custodia y a todas las medidas de seguridad
que protegían al comisario. Para algunos "montos", la figura de Villar inspiraba odio, sobre
todo después de decidir la clausura del diario ''Noticias" (el que dirigía Miguel "Cogote"
Bonasso), que era una de las principales fuerzas de la propaganda montonera (financiada por
los Gelbard, Graiver y otros), y por sus declaraciones posteriores que constituyeron todo un
desafío propio de un pesado que sabía que tenía los días contados: "Ya tenía un cajón para él,
pero él tenía varios para nosotros", decía un guerrillero de la época.

El siguiente paso de los GEC, fue determinar el orden y los ejecutores. De este modo fueron
designados dos pelotones integrados cada uno por cinco guerrilleros perfectamente
adiestrados. Todo fue dirigido por "El Vasco" Mendizábal, la coordinación de "Beto" Ahumada,
una combatiente jamás identificada, otros dos conocidos como "Nacho" y ''Pippo" (que habían
participado en el asesinato de José Ignacio Rucci) y Máximo Alfredo Nicoletti y su señora.

La intervención de Nicoletti sería clave para el operativo, pues se trataba de un buzo táctico
con registro profesional y a la vez experimentado hombre montonero. Como en el caso de
Ahumada, años después, "El Gordo Alfredo" también fue capturado por los Grupos de Tareas y
llevado a la ESMA junto con su mujer al intentar volar una nave misilística de la Armada.
Ambos fueron liberados en 1979, se hizo orgánico del SIN (intentó, sin éxito volar una nave de
guerra inglesa en Gibraltar con algunos oficiales de la Armada). Su mujer se terminó casando
con el ex vice-presidente de la Nación en el gobierno de la Alianza, Carlos "Chacho" Álvarez.

Precisamente Nicoletti y el guerrillero identificado como "Pippo", aproximadamente a la 1 de


la madrugada del viernes 1º de noviembre de 1974, se sumergieron en las aguas del Tigre con
el equipo completo de buceo y casi 20 kilos de trotyl bajo el brazo. Según sabían, este
elemento era el único que se podía emplear bajo el agua y que además resultaba de sencilla
aplicación.

Así fue como colocaron la bomba debajo del asiento del conductor, de la manera más
disimulada posible. Las horas pasaron. Los dos pelotones montoneros apostados con itakas,
ametralladoras y armas largas, sólo aguardaban la llegada de Alberto Villar. La idea era detonar
el ''caño" cuando el comisario todavía se mantuviera en la orilla, para que de este modo
murieran tanto él como, sus custodios, pero la presencia de varios peones y otros trabajadores
lo hizo imposible. Sin embargo, la muerte de la señora Elsa María Pérez de Villar pareció no
valer tanto.

La explosión despidió el cuerpo de la mujer hasta la ribera del riacho. El cuerpo del comisario,
en cambio, fue encontrado completamente mutilado junto a los restos de su embarcación.

SEÑOR COMISARIO GENERAL

Don ALBERTO VILLAR

¡¡¡ P R E S E N T E !!!
Material provisto por : LUCIO TIRAO

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