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ESTUDIOS
UN SOLO MUNDO,
MÚLTIPLES DESAJUSTES
Jaime Tatay Nieto, sj*

Fecha de recepción: noviembre 2012


Fecha de aceptación y versión final: enero 2012

Resumen
La comunidad científica advierte que el ser humano ha desencadenado trans-
formaciones sin precedentes en el planeta Tierra, con previsibles efectos adversos
para las poblaciones empobrecidas, las generaciones futuras y el resto de seres vi-
vos. Los cambios acelerados de nuestra época –causados por múltiples desajustes
económicos, sociales y éticos– nos plantean un triple reto: reorientar los modelos
económicos, los sistemas políticos y la reflexión ética hacia la justicia económica,
la inclusión social y la protección medioambiental. Invertir las actuales diná-
micas de degradación medioambiental requerirá soluciones técnicas y medidas
políticas, así como una reforma de hábitos mentales, una conversión del sistema
de valores, una extensa alfabetización ecológica y una justa redistribución de la
riqueza. En esta tarea, el diálogo y la acción de todos los actores que conforman
la sociedad civil, incluyendo las religiones, resulta imprescindible.
PALABRAS CLAVE: ecología, urgencia, incertidumbre, justicia, redistribución.

* Trabaja en el Seminario de Investigación por la Paz y en el Centro Pignatelli.


Zaragoza. <sjtatay@yahoo.es>.

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One single world, multiple imbalances

Abstract
The scientific community has warned that human beings have prompted unpre-
cedented transformations on Planet Earth that will have foreseeably negative
effects for impoverished populations, future generations and other living creatures.
The fast-paced changes of our times –caused by numerous economic, social and
ethical imbalances– lead us to consider a three-fold challenge: to redirect economic
models, political systems and ethical reflections toward economic justice, social in-
clusion and environmental protection. Reversing today’s dynamics of environmen-
tal decline requires technical solutions and political measures, as well as an alte-
ration of mental habits, a conversion of our value system, widespread ecological li-
teracy and a fair redistribution of wealth. In this task, dialogue and action by all
the agents involved in civil society, including religions is essential.
KEY WORDS: ecology, urgency, uncertainty, justice, redistribution.

–––––––––––––––

Del 20 al 22 de Junio de 2012 se dieron cita en Río de Janeiro más de


cincuenta mil personas en una de las cumbres más multitudinarias de la
historia de la Organización las de Naciones Unidas (ONU). La Confe-
rencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, conocida como Rio+20,
tomó el testigo de las dos anteriores –Estocolmo’72 y Río’92– en la bús-
queda de una fórmula capaz de combinar prosperidad económica, in-
clusión social y protección medioambiental.
El título de la cumbre, El futuro que queremos, expresaba la triple in-
quietud –social, económica y ecológica– que motiva estas cumbres in-
ternacionales. La inquietud de Rio+20 por el futuro del planeta y de la
humanidad refleja tanto la creciente preocupación con respecto a las di-
námicas de degradación medioambiental como la toma de conciencia de
la interconexión existente entre los problemas sociales, económicos y
ecológicos1. La peligrosa combinación de un pobre desarrollo ético, in-
capaz de abordar estos retos, con un sistema productivo hipertrofiado
provoca un desajuste cuyos efectos se acumulan en informes y evalua-
ciones provenientes de todos los rincones del planeta.

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Conviene señalar que en las últimas décadas se han dado avances sin pre-
cedentes en la lucha contra la pobreza extrema, en la mejora de la educa-
ción y en el acceso a la sanidad. La capacidad de análisis de los problemas
medioambientales y la formulación de soluciones técnicas a dichos pro-
blemas se ha visto también mejorada notablemente. El reto actual consis-
te en articular el compromiso político, la iniciativa empresarial y la movi-
lización social necesarias para llevar adelante esas soluciones, revertir las di-
námicas de degradación más peligrosas y construir el futuro que queremos,
un futuro digno para todos los seres humanos presentes y venideros; un fu-
turo adecuado también para otras formas de vida.
Usando la expresión «Rio+20», se trata de articular prosperidad económi-
ca, inclusión social y protección medioambiental. Este es el conocido trí-
pode del desarrollo sostenible, un trípode amenazado de inestabilidad y que
necesita re-ajustarse de forma urgente con la colaboración de todos. En pa-
labras de Ban Ki-Moon, «aspiramos nada menos que a un movimiento
global capaz de generar un cambio generacional». El urgente cambio ge-
neracional al que se refiere el secretario general de la ONU refleja nuestra
compleja situación y algunas de las tareas más urgentes: proteger los eco-
sistemas de los que dependemos para nuestra supervivencia, reconocer los
límites del actual modelo de producción-consumo, reducir el sobreconsu-
mo del «Norte global» y erradicar la pobreza del «Sur global»2.
El entramado de problemas sociales, económicos y ecológicos contempo-
ráneos es una amenaza para nuestro futuro y un reto intelectual, político
y moral de enormes dimensiones. La complejidad del problema hace que
la ubicación epistemológica de la comúnmente llamada «crisis ecológica»

1. Amin Maalouf, en quien me he inspirado para el título de este artículo, ha sugeri-


do de forma análoga que los signos contemporáneos de agotamiento civilizador po-
nen de relieve un triple desajuste: intelectual, económico-financiero y climático.
Cf., A. MAALOUF, El Desajuste del Mundo. Cuando nuestras Civilizaciones se Agotan,
Alianza Editorial, Madrid 2009.
2. El uso de las expresiones «Sur global» y «Norte global» trata de superar la connota-
ción meramente geográfica asociada a los términos «Norte» y «Sur». Algunos paí-
ses desarrollados no están en el Norte, en los países industrializados también hay
importantes bolsas de pobreza, y no todos los habitantes del Sur (sus élites, por
ejemplo) son pobres.

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no sea clara: se encuentra a caballo entre las ciencias naturales, las ciencias
sociales y la reflexión ética. Resolver los problemas señalados en Rio+20 re-
querirá una gran capacidad de escucha, un diálogo entre distintos actores
y una visión holística de los procesos desencadenados en nuestro planeta.
Empecemos escuchando a la comunidad científica.

1. La necesaria perspectiva planetaria

La invitación a estudiar nuestro planeta como un único sistema interco-


nectado es una de las grandes contribuciones de la ciencia contemporánea.
La imagen de la Tierra que nos ofrecieron los astronautas del Apolo 11 en
1969 no fue solo una bella fotografía de la casa común que habitamos; su-
puso además un verdadero cambio de paradigma, una nueva manera de
entender el planeta como un único sistema del que los seres humanos for-
mamos parte integral: el Sistema-Tierra (ST). La perspectiva planetaria, el
estudio de la Tierra como un único sistema interconectado, ofrece el mar-
co adecuado para la comprensión de los retos a que nos enfrentamos y es-
tablece el contexto donde imaginar las modificaciones necesarias en nues-
tra forma de vivir, trabajar y gobernar el planeta.
El informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente ela-
borado para Rio+20, The Global Environmental Outlook (GEO5), ha de-
finido el ST como «un complejo sistema socio-medioambiental que in-
cluye una amplia gama de componentes y procesos físicos, químicos,
biológicos y sociales que determinan el estado y la evolución del planeta
y de la vida que hay en él»3. A juicio del equipo científico que elaboró el
GEO5, las múltiples interacciones, fenómenos de retroalimentación y
procesos no-lineales entre subsistemas y dentro de los subsistemas que
conforman el ST, hacen que su complejidad sea enorme. Complejidad a
la que se añade la creciente –y a menudo imprevisible– acción humana.
Dos factores que dificultan los intentos de predicción con respecto a las
consecuencias de las múltiples transformaciones planetarias en curso.

3. UNITED NATIONS ENVIRONMENT PROGRAMME, Global Enviromental Outlook 5,


Malta 2012, 195.

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Sin embargo, y a pesar del margen de incertidumbre congénito a toda


predicción, la comunidad científica afirma con preocupación que en
nuestro planeta «hay umbrales que han sido o están siendo cruzados y a
partir de los cuales ocurren cambios abruptos e irreversibles. Estos cam-
bios afectarán las funciones básicas de sostenimiento de la vida en el pla-
neta y tendrán implicaciones significativas para el bienestar humano pre-
sente y futuro»4.

1.1. Cruzando el umbral: un planeta en rápida transformación


La profundidad, velocidad y extensión de las transformaciones contem-
poráneas están modificando, de forma irreversible, muchos ecosistemas
terrestres. Algunos expertos han llegado a sugerir que nuestro planeta ha
entrado en una nueva era geológica, el antropoceno; una época en la que
el ser humano se habría convertido en la principal fuerza de transforma-
ción a escala planetaria. Esta nueva era, iniciada tras la Segunda Guerra
Mundial, hace de nuestra época un periodo único en la historia de la
Tierra. Señalemos cuatro de las principales transformaciones planetarias
en curso: el cambio climático, la deforestación, la degradación de los
ecosistemas acuáticos y la pérdida de biodiversidad.

Cambio climático
El cambio climático constituye sin duda, entre todos los problemas eco-
lógicos, la cuestión más controvertida y la que atrae mayor atención me-
diática, por su carácter global, su complejidad y sus posibles efectos ca-
tastróficos. Los sucesivos informes del Panel Intergubernamental para el
Cambio Climático (IPCC, en inglés) han puesto de relieve que la gran
cantidad de dióxido de carbono, metano y ozono troposférico emitidos
a la atmósfera por la acción humana en las últimas décadas resulta dañi-
na para los ecosistemas terrestres y para la propia salud humana5.

4. Ibid., 194.
5. Cf., MILLENNIUM ECOSYSTEM ASSESSMENT, Ecosystems and Human Well-being. A
Framework for Assessment, Island Press, Washington D.C. 2003; Global Environ-
mental Outlook 5, 32.

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Conviene recordar que la quema de combustibles fósiles como el carbón,


el petróleo y el gas nos ha proporcionado una cantidad de energía y ali-
mentos sin precedentes en la historia de la humanidad. La impresionan-
te mejora del nivel de vida a nivel global ha supuesto, sin embargo, la
emisión de ingentes cantidades de gases de efecto invernadero. El exceso
de concentración de estos gases es el principal causante del sobrecalenta-
miento de la atmósfera. Los efectos de las partículas en suspensión libe-
radas por la actividad industrial y la minería, así como la desaparición de
la cubierta vegetal, se suman al producido por los gases de efecto inver-
nadero presentes en la atmósfera. Todos estos fenómenos hacen del cam-
bio climático y la contaminación atmosférica problemas interrelaciona-
dos que precisan de un abordaje integral.
La velocidad, extensión y profundidad de los cambios en el clima son las
cuestiones sometidas a debate actualmente. Pero, a pesar de la contro-
versia en torno a los distintos «escenarios» y grado de influencia de la ac-
ción humana en la modificación de la composición atmosférica, los su-
cesivos informes del IPCC subrayan que hay suficiente evidencia cientí-
fica para considerar que el calentamiento global provocado por la acción
humana es el principal problema atmosférico al que nos enfrentamos.
En relación íntima con este problema, nos encontramos con otra de las
grandes transformaciones de nuestra época: la deforestación.

Deforestación y degradación de la cubierta vegetal


El papel de los bosques en el equilibrio ecológico del planeta y para el
bienestar humano es fundamental. Los ecosistemas forestales son clave
para el ST: protegen el suelo de la erosión, mejoran la retención y la ca-
lidad de las aguas, constituyen una importante reserva de carbono at-
mosférico, albergan buena parte de la biodiversidad del planeta, son
fuente de valiosos recursos, desempeñan un papel clave en la regulación
del clima, son el hogar de numerosos pueblos indígenas milenarios,
cumplen una irremplazable función cultural, estética, pedagógica y espi-
ritual. Muchos de estos ecosistemas, sin embargo, han sido destruidos o
transformados a gran velocidad en las últimas décadas.

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El estudio más completo de los recursos forestales mundiales realizado


hasta la fecha, The Global Forest Resource Assesment 2010, señala que en
el periodo 1990-2010 desaparecieron más de tres millones de kilómetros
cuadrados de bosques en el mundo, seis veces la superficie de España. Es
cierto que el ritmo se ha ralentizado a nivel global en el periodo 2000-
2010, con respecto a la década anterior, habiéndose incluso incrementa-
do la superficie forestal en varios países. Pero la tasa aún es muy alta,
siendo América del Sur y África los continentes donde la destrucción de
los bosques es más elevada. La presión sobre los bosques tropicales, don-
de se concentra la mayor parte de la biodiversidad del planeta, ya no la
ejercen pequeños grupos de agricultores, sino grandes corporaciones
agro-industriales. Este fenómeno reciente, junto a otros factores de or-
den histórico, político y cultural, amenaza gravemente la supervivencia
de numerosos ecosistemas forestales6.

Degradación de los ecosistemas acuáticos


Los ecosistemas acuáticos (lagos, ríos, marismas, manglares y regiones
costeras) cubren 1.280 millones de hectáreas y desempeñan una función
vital para el bienestar humano y la regulación del planeta. La degrada-
ción de este tipo de ecosistemas está siendo muy rápida. Se calcula, por
ejemplo, que un 35% de los manglares ha desaparecido en las últimas
dos décadas del siglo XX. Más del 50% de algunos ecosistemas acuáticos
se han destruido en distintas partes de Norteamérica, Europa, Australia
y Nueva Zelanda a lo largo del siglo XX7.

6. Las razones que llevan a la degradación de los bosques son múltiples y complejas.
En fechas recientes, la inseguridad generada por la crisis alimentaria del bienio
2007-2008 y la creciente demanda de soja, carne, productos lácteos, aceite de pal-
ma, caña de azúcar y biocombustibles a nivel global están conduciendo a la com-
pra y transformación de grandes superficies de tierra en países del «Sur global» por
parte de gobiernos, corporaciones internacionales e individuos particulares. Este fe-
nómeno, conocido como landgrabbing, está relacionado con la transformación de
numerosas formaciones forestales.
7. El caso del Mar de Aral es el más dramático y el mejor documentado. Algunos de
los ecosistemas marinos más diversos y productivos han sufrido igualmente un rá-
pido proceso de degradación. Se estima que un 20% de los arrecifes coralinos se

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Es cierto que vivimos en el periodo histórico con mayor acceso a agua


potable a nivel global, tanto en términos absolutos como relativos8. Este
dato, positivo y esperanzador, no debe hacernos olvidar la situación que
atraviesan muchos de nuestros ecosistemas acuáticos y el alto precio que
han pagado en el proceso urbanizador y transformador de las últimas dé-
cadas. Efectivamente, la acelerada desaparición o degradación de los eco-
sistemas acuáticos resulta preocupante, por la importancia estratégica de
sus servicios ecosistémicos para el bienestar futuro9.
Las causas de esta transformación son múltiples: la extracción de cauda-
les; la alteración de los regímenes naturales; la ruptura de la continuidad
de los hábitats fluviales; la acumulación de sedimentos en presas; el dre-
naje y desecación de humedales; la introducción de especies alóctonas
invasivas; la deforestación masiva en las cuencas hidrográficas; la conta-
minación orgánica y biológica procedente de actividades industriales,
agrarias y mineras; las obras de encauzamiento, drenaje y ocupación de
espacios de inundación en los dominios fluviales.
La combinación de todos estos factores, junto a los problemas de gober-
nanza y el aumento de la demanda de agua para uso agrícola e industrial,
hace que en la actualidad centenares de especies de estos ecosistemas se
encuentren en peligro de extinción. El análisis de la evolución de los eco-

han perdido en el siglo XX, y al menos otro 20% se ha degradado debido a prácti-
cas pesqueras destructivas, sobrexplotación, contaminación y cambios en la fre-
cuencia e intensidad de las tormentas. Cf. MILLENNIUM ECOSYSTEM ASSESSMENT,
Ecosystems and Human Well-being: Wetlands and Water Synthesis, Island Press,
Washington D.C. 2003, 3.
8. A pesar de ello, conviene recordar que todavía 1.200 millones de personas siguen
sin tener acceso garantizado al agua potable, y 10.000 personas –en su mayoría ni-
ños– mueren diariamente debido a ello. Cf. P. ARROJO, «Crisis global del agua: va-
lores y derechos en juego»: Cuadernos Cristianisme i Justícia, n. 168, Barcelona 2010.
9. Los servicios ecosistémicos son los beneficios obtenidos por los seres humanos de
los ecosistemas. Son de cuatro tipos: aprovisionamiento, como el agua y los alimen-
tos; regulación, como la regulación de sequías, inundaciones, degradación del sue-
lo o enfermedades; apoyo, como la formación de suelo o el ciclo de nutrientes; y
culturales, de orden recreacional, científico, espiritual o religioso. Cf., Global Envi-
ronmental Outlook 5, v.

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sistemas acuáticos nos conduce a la última de las transformaciones pla-


netarias en curso: la pérdida de biodiversidad.

Pérdida de biodiversidad
Estrechamente relacionada con las tres transformaciones anteriores, se ha
observado una rápida disminución de la biodiversidad del planeta en las
últimas décadas. El Convenio sobre Diversidad Biológica (CBD) acordado
en Rio’92 consideró que son cinco los factores causantes de las extincio-
nes en curso: la transformación de los hábitats, la sobreexplotación, la
contaminación, la invasión de especies exóticas y el cambio climático10.
En los últimos veinte años, la combinación de estos factores ha condu-
cido a un declive global de la biodiversidad del 12%, y del 30% en las
regiones tropicales. El Índice Planeta Vivo, uno de los indicadores de la
evolución de la biodiversidad, indica que el ritmo de extinción actual es
1.000 veces superior al de la época pre-industrial, un ritmo que convier-
te nuestra época en el sexto periodo de extinción masiva de la historia
del planeta. El último informe de la Secretaría del CBD alerta: «En la
mayoría de los escenarios a futuro se prevé que en el transcurso de este
siglo los niveles de extinción y pérdida de hábitats seguirán siendo ele-
vados, con la consiguiente disminución de algunos servicios ecosistémi-
cos que son importantes para el bienestar de los seres humanos»11.
Ahora bien, llegados a este punto, es legítimo preguntarse: ¿qué impor-
ta que algunas especies o ecosistemas enteros desaparezcan?; ¿acaso la ex-
tinción no es parte del proceso evolutivo natural? Además, ¿no ha esta-
do siempre el planeta Tierra en constante transformación?; ¿acaso la
composición atmosférica y el clima no han cambiado a lo largo de la his-

10. Cf. http://www.un.org/es/events/biodiversityday/documents.shtml.


11. Algunos de estos importantes servicios son el suministro de alimentos, fibras, me-
dicamentos o agua dulce, así como la polinización de los cultivos, la protección
frente a desastres naturales o la filtración de contaminantes. Cf. SECRETARÍA DEL
CONVENIO SOBRE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA, Perspectiva Mundial sobre la Diversi-
dad Biológica, 3, Montreal 2010, en línea,
http://www.cbd.int/doc/publications/gbo/gbo3-final-es.pdf
(Consulta el 10 de noviembre de 2012).

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toria? Es cierto: la inmensa mayoría de especies que han existido en la


historia del planeta se han extinguido, y los ecosistemas no han dejado
de transformarse, en ocasiones de forma brusca e impredecible. Es más,
los ecosistemas empobrecidos biológicamente siguen «funcionando» y
evolucionan para adaptarse a las nuevas condiciones climáticas.
Sin embargo, el rápido declive de la biodiversidad y las consecuencias del
resto de transformaciones planetarias alerta a la comunidad científica
por su velocidad sin precedentes y por la imprevisibilidad de los cambios
que pueden desencadenar. Si los ecosistemas traspasan ciertos umbrales
o «puntos de no-retorno», existe un gran riesgo de que se desaten meca-
nismos de «retro-alimentación» y se produzca un deterioro de una am-
plia variedad de servicios ecosistémicos12.

2. La encrucijada contemporánea:
entre la urgencia y la incertidumbre

La ausencia de series de datos completas, la complejidad inherente a


cualquier transformación a escala planetaria y la necesidad de un mejor
análisis de los procesos desencadenados por la acción humana dificultan
la capacidad de predicción y suponen un límite epistemológico impor-
tante para las ciencias naturales. Estos son los principales argumentos es-
grimidos por quienes consideran las cuestiones medioambientales un
problema secundario o una excusa para el alarmismo injustificado.

12. La disminución o pérdida de estos servicios es, a menudo, un proceso gradual cu-
yos efectos se perciben a lo largo de un amplio período de tiempo. Sin embargo,
existe constancia de que algunos cambios en los ecosistemas resultan abruptos e
irreversibles. Un ejemplo paradigmático de este tipo de cambio abrupto se ha des-
crito en algunos arrecifes coralinos, al ser invertida la dominancia de los corales por
las algas. La progresiva eutrofización y la eliminación de peces herbívoros que man-
tenían el equilibrio entre corales y algas son, en este caso, factores «detonantes» del
cambio; un cambio que puede producirse en pocos meses y dar lugar a un ecosis-
tema menos productivo, diverso y resiliente que el anterior. Cf. MILLENNIUM
ECOSYSTEM ASSESSMENT, Ecosystems and Human Well-being. A Framework for
Assessment, 835.

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Sin embargo, la comunidad científica insiste en que los niveles de los in-
dicadores más críticos y sus efectos sobre el bienestar humano y la estabi-
lidad de los ecosistemas se han identificado, descrito y, en algunos casos,
sobrepasado13. El margen de incertidumbre de cualquier predicción no nos
impide preguntarnos por la gravedad de los procesos desencadenados, por
las causas últimas que los han generado y por el modo de revertirlos.
Una de las organizaciones internacionales líderes en la conservación de
la naturaleza, The World Wildlife Fund (WWF), ha sintetizado de forma
cruda y directa la encrucijada ante la que nos encontramos tras el acele-
rado proceso de transformaciones producido después de la Segunda
Guerra Mundial: «La biodiversidad global del planeta ha disminuido en
torno a un 30% entre 1970 y 2008. La demanda de recursos naturales
se ha doblado desde 1966, y actualmente estamos utilizando el equiva-
lente a 1,5 planetas para sostener nuestras actividades. Los países con al-
to nivel de ingresos tienen una “huella ecológica” cinco veces mayor que
la de los países con bajo nivel de ingresos. Las proyecciones estiman que,
al ritmo actual, en 2030 necesitaremos el equivalente a dos planetas pa-
ra satisfacer nuestra demanda anual»14.
Como sucede en otros ámbitos de la acción humana, hemos de pre-
guntarnos por el saber mínimo necesario para la acción. Dicho de otro
modo, ¿podemos, con los datos e indicios de que disponemos, emitir
un juicio con respecto a las causas que subyacen a estas transformacio-
nes planetarias y están empujando a muchos ecosistemas al límite de
sus capacidades, amenazando la supervivencia de los seres vivos que de-
pendemos de ellos?

13. Ibid., 835-838.


14. WORLD WILDLIFE FUND, Living Planet Report 2012. On the Road to Rio+20, 2, en
línea, http://awsassets.panda.org/downloads/lpr_2012_rio_summary_
booklet_final_120509.pdf (Consulta el 10 de noviembre de 2012).

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3. Degradación medioambiental y justicia social:


dos cuestiones inseparables

«El mundo es suficientemente grande para satisfacer las nece-


sidades de todos, pero siempre será demasiado pequeño para
satisfacer la avaricia de algunos».
– Mahatma Gandhi

Las causas últimas de las transformaciones observadas en los ecosistemas


terrestres se conocen en la literatura científica como vectores de cambio.
Si nos preguntamos cuáles son estos vectores, la mayoría afirmará sin du-
dar: la acción humana, el consumo y el impacto de la producción in-
dustrial asociada. La respuesta puede parecer evidente, pero resulta insu-
ficiente y requiere una aclaración. La acción humana, de acuerdo; pero
¿qué tipo de acción(es) y de quién(es)? Estas precisiones no son meras
disquisiciones académicas, sino que son fundamentales, porque delimi-
tan el contorno del debate contemporáneo sobre los problemas ecológi-
cos y su relación con otros problemas socioeconómicos, así como las po-
sibles vías de solución.
Existe un amplio consenso en considerar el incremento de población y
el modelo industrial de consumo-producción como los dos principales
vectores de cambio. Ciertamente, un crecimiento ilimitado de la pobla-
ción en un mundo finito es insostenible. Pero cuando se estima que
1.000 millones de personas en el mundo –tanto en el Norte como en el
Sur– están sobrealimentadas (o mal alimentadas), mientras al menos
otras tantas pasan hambre, y que un tercio de los alimentos producidos
en el «Norte global» se pierde o desperdicia, uno no puede sino pregun-
tarse si el problema de la malnutrición (y la degradación medioambien-
tal) se debe tan solo al aumento de la población o también a la sobreali-
mentación y al consumo desordenado de unos cuantos15.

15. Cf. A. JÄGERSKOG – T. JØNCH CLAUSEN (eds.), Feeding a Thirsty World – Challen-
ges and Opportunities for a Water and Food Secure Future, Report Nr. 31, SIWI,
Stockholm 2012; Global Environmental Outlook, 81.

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Una de las paradojas de nuestro mundo es que, mientras el Norte global


lucha contra su adicción al consumo, el Sur global se esfuerza por salir
de la miseria. Se estima que el 20% de la población mundial consume
un 45% de la carne y el pescado, un 68% de la electricidad, un 84% del
papel, y posee un 87% de los automóviles del mundo (aunque los nue-
vos países emergentes, como China, India o Brasil estén modificando es-
tos datos en la actualidad). Dicho de otro modo, los países con mayores
ingresos dejan una huella tres veces mayor que los países de ingresos me-
dios, y cinco veces mayor que los de bajos ingresos.
El análisis de la crisis ecológica conduce, tarde o temprano, a plantear
cuestiones de justicia social. La degradación medioambiental está estre-
chamente ligada a los modelos de consumo de una minoría de la pobla-
ción (que ya no vive solo en los países industrializados del Norte) y a la
dinámica de acumulación subyacente a esos modelos. Sin embargo, re-
sulta significativo que, en la mayoría de informes técnicos de organismos
internacionales sobre cuestiones medioambientales, la discusión sobre
cuestiones de justicia social y reparto no ocupe un lugar central.
Es pertinente señalar que, junto al proceso de degradación medioam-
biental descrito, hemos asistido en las últimas décadas a una reducción
de la pobreza a nivel global sin precedentes. El impresionante movi-
miento de ascenso social en curso en países como China, India, Vietnam
o Brasil es una gran esperanza para cientos y hasta miles de millones de
personas y para el conjunto de la humanidad. En la posibilidad de redi-
rigir o no ese movimiento está una de las claves del futuro. Señalar el cre-
cimiento de la población como causa última de la degradación medio-
ambiental, sin indicar los aspectos positivos del avance de muchas eco-
nomías «emergentes», maquilla propuestas eugenésicas que perpetúan el
dominio de unos pocos sobre la mayoría de la población y del planeta.
La difícil situación en que nos encontramos requerirá análisis cuidado-
sos y soluciones valientes. Los problemas medioambientales son una
consecuencia del desarrollo económico y el modelo de producción in-
dustrial, pero son también reflejo de un desajuste moral incapaz de esti-
mar los efectos globales y diferidos de nuestras decisiones cotidianas. Co-
mo afirmaron el papa Juan Pablo II y el patriarca Bartolomé I en la De-

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claración de Venecia sobre ética medioambiental, «el problema no es so-


lamente económico y técnico, sino también moral y espiritual. Una so-
lución a nivel económico y técnico únicamente es posible si realiza-
mos, del modo más radical, un cambio interior de corazón que lleve a
un cambio del estilo de vida y de los modelos insostenibles de consu-
mo y producción»16.
El análisis de los «vectores de cambio» a que conduce la problemática
medioambiental nos abre a un complejo debate ético que desborda el es-
pacio y los objetivos de este artículo. Es un análisis que precisa de los da-
tos de las ciencias naturales, pero que apunta a un urgente diálogo con
otras disciplinas académicas y con la sociedad civil en su conjunto, in-
cluidas las religiones. El camino hacia el futuro que la cumbre de Rio+20
señaló será un camino largo y tortuoso, un camino capaz de articular
prosperidad económica, inclusión social y protección medioambiental a
nivel global.

4. Mirando al futuro: del diálogo a la acción

Las razones que conducen a la preocupación por la degradación medio-


ambiental son, principalmente, de seis tipos: científicas, económicas, po-
líticas, estéticas, éticas y espirituales17. Esta pluralidad de acercamientos

16. JUAN PABLO II y BARTOLOMÉ I, Declaración de Venecia, en línea,


http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/2002/june/
documents/hf_jp-ii_spe_20020610_venice-declaration_sp.html
(Consulta el 10 de noviembre de 2012).
17. Científicas (degradación de la biodiversidad del planeta y desaparición del objeto de
estudio); económicas (preocupación por la disminución de la productividad y di-
versidad de los distintos servicios ecosistémicos; insostenibilidad de los actuales
modelos de producción y consumo); políticas (cuestiones de seguridad relacionadas
con conflictos por los recursos naturales); estéticas (repulsión ante la destrucción de
la belleza; desaparición de paisajes y formas de vida singulares); éticas (injusticia
económica vinculada a la degradación medioambiental, responsabilidad para con
las futuras generaciones, efectos adversos de la degradación medioambiental sobre
poblaciones indígenas y empobrecidas); y espirituales (responsabilidad por el cui-
dado de la creación, don de Dios).

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a los problemas ecológicos hace que los distintos actores de nuestra so-
ciedad tengan puntos de entrada, intereses y percepciones diferentes con
respecto al problema. Una diversidad que muestra también la necesidad
de diálogo entre los expertos de las distintas disciplinas y las organiza-
ciones de la sociedad civil para abordar esta cuestión.
Resulta significativo que el panel científico que elaboró el GEO5 con-
cluyera que las soluciones de «expertos», de arriba abajo, no servirán pa-
ra resolver problemas que implican cambios complejos18. La salida de la
actual situación requerirá soluciones técnicas innovadoras y medidas po-
líticas valientes, pero también la movilización social que señaló Ban Ki-
Moon. Una movilización social que exigirá una extensa «alfabetización
ecológica», una reforma de los hábitos mentales y una conversión del sis-
tema de valores.
Las tradiciones religiosas, expertas en reformas y conversiones culturales,
pueden y deben unirse al coro de voces que exploran el camino a seguir
en el siglo XXI, aportando su sabiduría y su capacidad de movilización
global. Las religiones son actores influyentes que animan a sus fieles a vi-
vir de forma armónica: austeridad, justicia y responsabilidad intergene-
racional son valores compartidos más allá de las líneas confesionales. La
lucha por un futuro equitativo, justo y sostenible es una necesidad ur-
gente para todas las confesiones y un terreno fecundo para el diálogo
ecuménico e interreligioso.
Quizá resulte prematuro afirmar que se está produciendo un «despertar
ecológico» en las religiones o que la crisis medioambiental está restau-
rando dimensiones «éticas y espirituales» en círculos científicos. Pero,
ciertamente, se observa un doble movimiento que puede conducir a una
(sana) espiritualización del movimiento verde y a un reverdecimiento de
las religiones.
El romanticismo significó una primera reacción ante un tipo de moder-
nidad que empobrecía la experiencia humana y su relación con la natu-
raleza, una reacción que no podía imaginar el proceso de degradación

18. Cf. Global Environmental Outlook, 5, 194.

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medioambiental en el que se encuentra el planeta. La ciencia contempo-


ránea, más humilde que su predecesora, observa con inquietud los peli-
gros de una racionalidad científico-técnica dejada de la mano del juicio
ético, y establece también las bases de una nueva conciencia de unidad
profunda entre los seres humanos y el mundo natural: una conciencia
que trata de superar la fragmentación analítica previa y la abre al diálo-
go con otras racionalidades.
En el seno de las comunidades religiosas nos encontramos con un nú-
mero creciente de declaraciones oficiales que manifiestan la preocupa-
ción por la degradación ecológica y sus repercusiones en los más pobres
y en las generaciones futuras. Junto al discurso institucional están sur-
giendo múltiples iniciativas que buscan articular espiritualidad, justicia
social y sostenibilidad ambiental. Todas las fuentes habituales de inspi-
ración y motivación de la comunidad cristiana –Escritura, Tradición,
magisterio y espiritualidad– pueden fundamentar y motivar este tipo de
iniciativas. Profundizar en ellas, incorporar los análisis de la ciencia, dis-
cernir la forma de transformar las estructuras políticas actuales y aunar
esfuerzos con otros movimientos de la sociedad civil en la lucha por un
mundo más justo y sostenible, es parte irrenunciable de la misión de la
Iglesia en el siglo XXI.

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