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Entre los hallazgos del milenio que termina, hay dos supremos que
acontecieron en este Siglo 20: el de los rollos de Nag Hammadi y el
de los rollos del Mar Muerto.
Los rollos o manuscritos del Mar Muerto, hallados dentro de vasijas de barro por unos
pastores en las inmediaciones de Khibet Qumrán en 1947, registran en caligrafía
hebraica -arameo- versiones bíblicas realizadas por la secta de los esenios. Este
tesoro arqueológico fue oculto en el siglo primero de nuestra era en una caverna,
situada en los acantilados calcáreos de una de las regiones más inhóspitas del
planeta.
El hallazgo en 1945 de los rollos de Nag Hammadi ha tenido también una aventura
inquietante. Son papiros en escritura copta que datan de los años 350-400 después de
Cristo, copias de manuscritos de tres mil años de antigüedad. Estaban enterrados
dentro de una jarra cerca de la ciudad de Nag Hammadi en el Alto Egipto, y los
descubrió el joven árabe Muhammed Ali al-Samman, cuya madre o hermanos tomaron
algunos manuscritos para prender el horno doméstico. Por fortuna, el resto de los
documentos, después de avatares y codicias, fue acopiado, traducido y publicado. Se
trata de evangelios gnósticos -gnosis: conocimiento- que la Iglesia católica considera
heréticos, ya que sus contenidos le son adversos.
La película Estigma, de Rupert Wainwright, parte de dichos hallazgos para elaborar
una historia sobre el principio de verdad documental en la fe católica y la crisis de la
jerarquía ante un acontecimiento extraño: la presencia de estigmas -heridas en
manos, pies, cabeza y pecho de Cristo durante la crucifixión- en el cuerpo de una
muchacha atea. Una suerte de anti-Padre Pío (1887-1968) -el religioso italiano que
llevó cinco heridas y murió en aroma de santidad- en femenino, pretexto para
cuestionar la fobia sexual y misoginia católicas.
Estigma pertenecería a estas últimas, pero sus aspectos interesantes -su idolatría del
cuerpo sensual o sufriente- resultan al final vencidos por un sentimentalismo
redentorista. El kitsch o cursilería religiosa -que diría Hermann Broch en su ensayo
sobre este tema-, inscrita mediante un desenlace romántico. Quizás el proselitismo
religioso del futuro venga de recursos similares: una transcatequesis por vía del
encantamiento visual.