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Spinoza es lo que falta // Diego Sztulwark

http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/02/spinoza-es-lo-que-falta-diego-
sztulwark.html
21-02-2016
La miseria actual de lo político es índice de una profunda normalización
en curso ya desde hace años. El deseo de orden contrasta con las
subjetividades de la crisis y resulta directamente proporcional a la fobia
al conflicto y a la división que toda política efectiva conlleva. Despojada
de antagonismo, la política pierde toda relación con la actividad crítica,
todo fundamento en la dinámica material de la vida colectiva para
buscar apoyo en la entronización de los valores del orden como máxima
justificación. Este movimiento que va de la crisis al orden, de la crítica a
la adecuación, del antagonismo a la norma es irremediablemente
binario: distingue el espacio de la gestión del sistema de las necesidades;
lo político de lo económico; lo subjetivo de lo objetivo. Lo político-
subjetivo debe prevalecer y armonizar todo aquello que a nivel de lo
económico-objetivo conduce al caos.

Lo político, para Carl Schmitt, hereda de la “forma” católica esta


prevalencia normativa de lo espiritual por sobre lo objetivo-material
reducido a económico técnico. Lo político teme a la vida espontánea de
las cosas, también en el campo de lo social secularizado. Tanto lo
neoliberal que privatiza la decisión política, como lo progresista que la
equipara a lo público-estatal comparten la convicción naturalista según
la cual la vida de las cosas libre de restricciones encuentra un orden
racional propio: el del mercado. Para el reformismo laico, lo político
viene pensado como un ámbito exterior que pretende “regular” los
procesos materiales sin penetrar en ellos. Y su polémica con los
neoliberales gira en torno a las regulaciones necesarias para evitar que la
economía desembozada acabe en polarización social, crisis y guerra.
En todos estos casos, lo social fue escindido de lo político y degradado
frente a él. Lo político ha sido enaltecido en detrimento de la dimensión
económica y material. Incluso en el caso de los neoliberales, para quienes
lo político privatizado en el sistema de las corporaciones supone un
pensamiento de la gestión de la complejidad. En todos los casos, lo
político fue despojado de las subjetividades productivas. La vida
concreta ha sido desprovista de toda dignidad política propia y
convenientemente cauterizada. Lo político no es autogobierno de lo
social sino forma-estado acaparada por la exigencia de gobernar sobre lo
social.

Con sus importantes diferencias, todas estas variantes de la teoría


política –de la tiranía decisionista a la gubernamentalidad neoliberal,
pasando por los gobiernos llamados populistas- comparten el hecho de
ser respuestas normalizantes a la crisis. Su carácter reactivo no se
evidencia tanto en justificar su legitimidad en su potencia de conjurar el
caos, como en el hecho de que para conjurarlo se introduzca una
separación fundamental entre vida activa y sistema de lo político, un
fundamento espiritual para establecer la validez del orden jurídico.

Spinoza ha escrito páginas imprescindibles contra este modo –tan


dominante ayer como hoy– de lo político. En un tratado especialmente
dedicado a este asunto escribió que la libertad de pensamiento era el
fundamento de la auténtica paz y de la seguridad para el estado
entendida como libre asociación humana. Aunque la tradición
moderada de la ilustración leyó su Tratado Teológico Político como un
manifiesto en pos de la tolerancia religiosa, hay en sus páginas una
teoría alternativa del gobierno (el estado y la economía).

La “libertad de pensamiento” de la que habla Spinoza no es


simplemente el derecho a tener ideas propias, creencias religiosas
privadas y a expresar opiniones disidentes. Más radical, lo que Spinoza
defiende es una potencia de pensamiento que se descubre al poner en
práctica premisas diferentes: un poder colectivo que surge de la
composición entre los cuerpos. Esta puesta en continuo de afecto y
concepto, entre derecho y potencia, supone un enfrentamiento con el
fundamento de las teorías políticas del orden. A las que Spinoza llama
teológico-políticas, en la medida en que sustituye el orden de la
concatenación de los cuerpos por el de la superstición (lo que Marx
llamará “fetichismo”). Lo teológico político es el sistema de las
trascendencias capturando lo político, inoculando el temor y la
superstición en la vida de las masas populares como técnica de gobierno
por medio del sometimiento.

Por “superstición” Spinoza entiende el funcionamiento de unas


imágenes separadas de toda potencia expresiva fundada en su inserción
en el juego de las relaciones entre los cuerpos; la transmisión de unas
ideas escindidas de sus causas, la completa degradación del
pensamiento sostenido en premisas afectivas y determinaciones
específicas; la postulación de verdades trascendentes que actúan como
signos arbitrarios que exigen credulidad y obediencia. La naturaleza
primera de la superstición es la abstracción que separa a cada quien de
lo que puede, la tristeza que aleja a cada quien de su involucramiento en
el poder colectivo. La superstición es el mecanismo que secuestra el
entendimiento de su propio fundamento material; el conjunto de clichés
que circulan como supercherías propias de cada época. Es el conjunto de
diques que impide la fuga de eso que define a un tiempo histórico como
epocal.

La afinidad entre superstición y religión no es obvia ni necesaria.


Spinoza antes que Nietzsche la atribuye a los teólogos. Son ellos quienes
elaboran, en base a esta conjunción, los instrumentos para la dominación
política a través del gobierno de los afectos. Tomada como técnica de
dominación, la religión entra a formar parte de lo político, a título de
una pedagogía de la degradación de lo material sensible que condena a
mujeres y hombres a una vida sin enraizamiento en la potencia,
sometida a la oscilación y la inconstancia anímica. Sin acceso alguno a
un poder colectivo, de naturaleza (y racionalidad) diferente. La
superstición, para Spinoza, sólo engarza en la vida humana mediante el
miedo. El temor es su causa y su esencia. El terror es el fundamento del
poder político separado, de lo político separado (de lo teológico
político).

La libertad de pensar en Spinoza es ante todo la libertad que resiste a la


superstición (en este sentido hay un Spinoza militante, muy bien
retratado por Joanthan Israel en su libro La ilustración radical). Es la
libertad de limitar el poder teológico. Es la capacidad de hacer del
pensamiento un desafío respecto de todo aquello que difunde el terror y
el sistema de la obediencia. El pensamiento libre es pensamiento libre de
temor. Es decir, pensamiento que encuentra apoyo en el poder de los
cuerpos, de los que dice que nunca sabremos del todo qué es lo que
pueden, hasta dónde puede llegar su potencia colectiva. El pensamiento
libre es investigación colectiva sobre la potencia de los cuerpos no
sometidos al terror.

La banalidad de la cultura en que se apoya la miseria de lo político


actual mete miedo. En nombre del orden se extiende un ideal de vida
como adecuación a los poderes. La misma abstracción, la misma
separación. No es cierto que ya no estemos en el siglo XVII. La economía
política, el mundo de las finanzas gobernando a través del mercado
mundial los flujos de riquezas y, por tanto, de posibles vitales; el Estado
como mera polea de transmisión entre ese orden de las finanzas y la
temible normalización de las vidas reúnen todos los requisitos de lo
teológico: la denigración de lo corporal como fundamento, la
postulación de una instancia mediadora abstracta (el valor), la
reivindicación de un mando trascendente. Particularmente el mundo de
las finanzas, con sus cálculos de riesgo, sus sistemas estocásticos, sus
redes digitales y su pretensión de subsumir el futuro a variables de
mando del presente. Todo muy laico. Lo teológico político se ha
secularizado, es decir, se ha realizado por completo. Su rasgo
dominante, el terror, no ha dejado de propagarse a través de los caminos
habituales (patriarcalismo, colonialismo, racismo, el fetichismo de las
mercancías extendido al entero campo social a partir del sistema de la
renta). Su pedagogía está más vigente que nunca. Tanto que se la festeja.
Se la asocia con la inclusión, y con el cambio.

Falta Spinoza, quiere decir: falta romper la teoría política de la


normalización.

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