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Jacques Derrida
(2011: 13)
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A partir de su percepción y comprensión del estado
actual de Occidente, en donde este, por un lado, ha perdido
la capacidad de crear Mundo y se ha entregado a la
experiencia cosificante de sí mismo -ver imagen uno-:
lugar en donde “todo sucede como si el mundo estuviera
trabajado y atravesado por una pulsión de muerte que
pronto no tendrá ninguna otra cosa que destruir sino al
propio mundo” (Nancy, 2003c: 16), Jean-Luc Nancy
despliega una declosión, eclosión, de la estructura que
posibilita, posibilitó y abre la posibilidad del sentido del
mundo, a saber, el cristianismo. Imagen 1.
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volver a pintar cielos, ni de reconfigurarlos -dice J-L. Nancy-”, sino de “abrir la tierra
oscura y dura, perdida en el espacio” (Nancy, 2008: 7) y en la cual se despliega todo
sentido, la existencia en su esplendor.
De modo tal, que si hay algo que se debe declosionar para Jean-Luc Nancy es a
Platón, por predisponer el pensamiento hacia el cristianismo a través de la idea sensible
y la irradiación del sentido; a G.W.F. Hegel, por relevar al cristianismo en el saber
absoluto a través de un reconocimiento de las autoconciencias en la esencia absoluta; a
K. Marx, por relevar a G.W.F. Hegel en la postulación de un valor absoluto que permea
y da lugar tanto al valor de cambio como al valor de uso; a M. Heidegger, quien, en medio
de su proyecto de la destrucción de la metafísica, releva la verdad luterana del sentido
originario.
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Por otro lado, recepcionando la escritura derridiana, en donde esta se expone
como el elemento primario en el cual el hombre se atempera en propiedad con los
demás (Derrida, 2012), y apropiándose del gesto deconstructivo de Jacques Derrida -es
imposible deconstruirse sin construirse al mismo tiempo (Spivak, 2013)-, J-L. Nancy
impone su impronta particular, a saber, la excripción como lo ex-crito. Es decir, que en
el ahí de la excripción, lejos de tener lugar una manifestación originaria del sentido,
desde ahora, desde la recepción del gesto de la excripción por parte de J-L. Nancy, hay
una expulsión (ex-cripción), abyección originaria del sentido (Nancy, 2006), la cual,
justamente, se caracteriza por la multiplicidad de los sentidos del sentido. En otras
palabras, la abyección originaria del sentido (ex-cripción) es la condición de posibilidad
de toda creación y acontecimiento del mismo.
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empresa es -para decirlo con Jacques Derrida- exorbitante y excéntrica (Derrida, 2011),
pues, lleva al filósofo francés a abrir un mundo de conceptos y conceptualidades que
irrigan el sentido del mundo a través de una inmanencia transinmanente (Nancy, 2008)
del mismo, la cual, sólo es posible mediante la fuerza hiperbólica de la exactitud
(Derrida, 2011).
En otras palabras, por un lado, Jean-Luc Nancy despliega una filosofía de la vida
que debe atender el pensamiento filosófico de Occidente bajo una sospecha: padecemos
el estatismo y la cosificación del sentido del mundo. De ahí que, por otro lado, es
necesario construir una filosofía de la vida que no renuncie ni a la trascendencia ni a la
inmanencia. Una filosofía que, tal como lo muestra J-L. Nancy en su recepción de la
estética de G.W.F. Hegel (Nancy, 2008), haga experiencia viva de los conceptos,
experiencia encarnada del concepto y la conceptualización, en donde prime la
transinmanencia del sentido, es decir, el resentimiento de “la multiplicidad espaciada
de los sentidos, y de los sentidos del sentido, y del sentido de los sentidos” (Derrida,
2011: 93). En síntesis, una filosofía que resienta la multiplicidad condición de la
creación y, simultáneamente, acontecimiento.
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Esta primera aporía estaría apuntando, literalmente, al problema del tacto como
facultad sensitiva y su correspondiente órgano de excitación. Sin embargo, de manera
indirecta, por un lado, la aporía indica el carácter inaparente, adelon -dice Aristóteles-,
del tacto. Por otro lado, y simultáneamente, la aporía despliega el sentido, en tanto que
facultad sensitiva táctil, como algo que sólo es en potencia y no en acto, pues, el sentido
no se siente por sí mismo, sino por el movimiento de un objeto exterior. Quizás, este
punto queda más claro en la formulación de la segunda aporía, a saber, “pero cuál es el
sensible único subyacente -dice Aristóteles- en estas diferencias que sea, para el tacto,
lo que el sonido es al oído: he aquí lo que no aparece con claridad” (Aristóteles, 2003:
422b).
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común, que el gusto y el tacto se ejercerían por contacto y los demás a distancia?
[…] Creemos, en efecto, tocar los tangibles mismos y que no existe ningún medio
intermediario” (Aristóteles, 2003: 423b).
En síntesis, las cuatro aporías del tocar, expuestas por Aristóteles en De anima
(2003), dejan claro tres cosas: uno, el órgano del tacto es interno; dos, la carne no es
más que el intermediario del tocar; tres, el tocar tiene por objetos lo tangible y lo no
tangible (Aristóteles, 2003: 423b-424a). Sin embargo, para una filosofía del sentido, la
cual actualiza la unidad (partes extra partes) y el aparecer como tal del sentido, el punto
de atención radica en cómo hay un tocar en lo intocable. Es decir, en la construcción, re-
construcción, de formas y figuras que indican el significado de aquello «interno»,
«intermediario» y, sobre todo, «intangible», que tiene lugar en la experiencia del
tacto/tocar, sentir/sentido.
Finalmente, pensar dicho corpus del tacto es resentir el peso de las cosas, su
pesaje y paso, sentido, como presentido. En otras palabras, el filósofo francés abre el
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fósil llamado Mundo a través de un “desarreglo de los sentidos -como escribió Rimbaud-
que forma sentido” (Rimbaud, 1871: 2) y, fundamentalmente, muestra que el hombre
ya habita el sentido, es presentido. En palabras de Jean-Luc Nancy, “el acto del
pensamiento es un pesaje efectivo: el pesaje del mundo, de las cosas, de lo real en cuanto
sentido […] la co-apropiación del sentido y de lo real es aquello en lo cual la existencia
se precede siempre a sí misma en cuanto ella misma, es decir, en cuanto carece de
esencia –en cuanto ella es lo sin-esencia” (Nancy, 2008: 10-11).
Ahora bien, cabe preguntarnos, ¿cuál es el lugar del pe[n]sar?, ¿en qué lugar el
pensar, pesar, la pensatez, es existencia? Es decir, ¿cuál es el medio intermediario -como
lo formula Aristóteles en la primera aporía del tacto- que posibilita todo pesar, pensar
y resentir el sentido del mundo? Inicialmente, debemos resaltar que el pensamiento,
para Jean-Luc Nancy, no corresponde a la distinción cartesiana de res extensa y res
pensante, pues, como acabamos de ver en el párrafo anterior, pensar es un acto efectivo
de pesaje, es decir, el pensamiento es extenso y la extensión es manifestación del
pensar, ontológicamente hablando, podemos afirmar que la extensión es la
manifestación del ser, excreción de ser (Nancy, 2000).
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En consecuencia, el pensamiento es exterioridad, expeausition, en la cual se
resiente el mundo, las cosas y lo real en cuanto sentido, en cuanto es piel (peau). De ahí
que, el corpus del tacto no es otra cosa que el pensamiento que pesa exactamente el
peso del sentido a través de un re-sentimiento de sentidos -sentidos habitados- en los
cuales se entreteje el ahí de la vida humana. Es decir, un pesaje del peso, paso, de otros
cuerpos. En otras palabras, el corpus del tacto es un volver a sentir y evaluar
exactamente el sentido, indicar el peso exacto del sentido. Por tal motivo, la piel es -
para decirlo con Aristóteles- el medio intermedio de un toque, experiencia del sentido,
que, por un lado, no agota lo sentido en el límite del tocar y, por otro lado, siempre se
despliega como exceso de sentido. De ahí que, el pensamiento es una exposición que se
relaciona con un más allá de sí mismo, exceso, en tanto y en cuanto, es un re-sentir el
mundo y la mostración absoluta de este.
Es decir, y para fines de una “filosofía por venir” -como la llama Cristina
Rodríguez (2011): la piel es ontológica, en tanto que es condición de ser, experiencia del
ser. La piel es, por un lado, relación fundamental en donde la existencia se experiencia,
pre-siente, como co-existente2. Empero, cabe preguntarnos: ¿cuáles son las
modalidades de una piel ontológica que se presiente como coexistente? Sobre este
punto, el corpus del tacto, expuesto por Jean-Luc Nancy en Corpus (2000), despliega las
modalidades co-existentes de la existencia, a saber: “rozar, rozarse con, presionar,
hundir, agarrar, apretar, alisar, rascar, frotar, acariciar, palpar, amasar, masajear,
enlazar, estrechar, golpear, pellizcar, morder, chupar, mojar, sostener, soltar, lamer,
sacudir, mirar, escuchar, olfatear, saborear, evitar, besar, acunar, balancear, llevar,
pesar…” (p. 82). En otras palabras, una filosofía del sentido abyecto, filosofía por venir,
2 Una vez más, Jean-Luc Nancy muestra su diálogo con la tradición filosófica a partir de una declosión de
los conceptos de la misma. En esta ocasión, el filósofo francés postula la co–existencia del cuerpo, la
existencia como experiencia de una co–existencia, a partir de una relectura de La Communauté
inavouable de Maurice Blanchot (Blanchot, 1983). En este texto -del cual hay múltiples interpretaciones-
M. Blanchot habla de la existencia de un inconfesable que dá lugar, gracias a su formulación oblicua
(comunidad inconfesable, pero comunidad), a la existencia misma, el sentido, la experiencia de la
comunidad. Lo inconfesable blanchoniano se caracteriza por un exceso que, en términos de Jean-Luc
Nancy, es «desobramiento» de comunidad, hay [il y a] que posibilita todo sentido (Nancy, 2003 b).
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atiende la experiencia de la piel, en tanto que esta es el paradigma del medio intermedio
que toca, es tocado, abre los sentidos del Mundo y, sin embargo, se sitúa en una
opacidad del saber. Esta nueva filosofía recorre la piel, eclosiona los sentidos, y se
mantiene en la insistente búsqueda de “adquirir pensatez” a través de una gravitación
“sobre las cosas mismas y sobre sí mismo” (Merleau-Ponty, 2013: 19), es decir, sobre el
peso del espacio y el pesaje, gramaje, del cuerpo que pesa, sopesa y sostiene dichos
pesajes.
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2010), entonces, no sólo estamos en la verdad (ser) y nos reconocemos en ella -como
expone G.W.F. Hegel en el recorrido de la conciencia en la Fenomenología del espíritu
(2010)-, sino que esta está expuesta, comparece y es mediada por un trascendental que
está sujeto a la infinita modificación y modulación espaciosa de sí mismo, a saber, la
piel, sus modificaciones, transformaciones y constitución. En otras palabras, situar la
piel como ontológica implicar pensar una «ontología modal», en la cual se done lugar a
una reflexión ontológica y, simultáneamente, se renuncie a la sustancialidad. Pues, la
piel, y aún más, “el cuerpo como expeausition”, está más relacionada con posiciones,
tensiones, pesos y no con esencias o sustancias. En términos propiamente nancynianos,
la tarea de una nueva filosofía es pensar lo no-pensado, a saber, el cuerpo ontológico,
“un discurso del cuerpo o sobre el cuerpo [que] debe a la vez ser tocado por y tocar lo
que no es en absoluto discurso… [Pues,] el discurso del cuerpo no puede producir un
sentido del cuerpo, no puede dar sentido al cuerpo. Debe más bien tocar lo que, del
cuerpo, interrumpe el sentido del discurso” (Nancy, 2000: 97).
Por otro lado, en su texto Corpus (2000), Jean-Luc Nancy afirma que “no tenemos
un cuerpo [sino que] somos cuerpo” (13). Esta afirmación, de la mano de la experiencia
fundamental del cuerpo, a saber, una superficie de contactos, contagios, roces y relación
absoluta, piel, sitúa la pregunta antropológica, ¿qué es el hombre?, en los límites de un
discurso natural y artificioso del cuerpo humano, su naturaleza. Pues, si la piel es
aquella gratuidad que posibilita y manifiesta el ser a través de las transformaciones,
modulaciones e intervenciones de esta, expeausition, entonces, lo propiamente humano,
la naturaleza humana, caracterizada por una fisonomía particular (Courtine, 2005) y
facultades, es una creación que se dá, tiene lugar, en y sobre la piel.
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ya se trate de la vida humana, animal, vegetativa o vírica, es ya un conjunto de
condiciones llamadas «técnicas»” (Nancy, 2003c: 117). Pues, toda determinación de un
«auto», fundamentalmente «la autonomía» de los organismos y ecosistemas, se dan en
una gestión técnica de la vida, -en términos de Jean-Luc Nancy-, ecotécnica, en “donde
se desarrolla para nosotros (y por nosotros) toda especie de «naturaleza»” (Nancy,
2003c: 117). Es decir, que el carácter productivo de la piel nos despliega a una
comprensión onto-tecno-lógica de nuestra relación y producción de las cosas, el Mundo
y el sentido. Ontológica en tanto que manifiesta, expone, el ser, la totalidad de lo que
‘es’; técnica en tanto que la piel se produce así misma a través de sus fulguraciones y
encarnaduras; logía en tanto que la piel se auto-fundamenta desde sí misma a sí misma.
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