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El TD no solo es un campo semántico que permite reunir los
derechos fundamentales de los trabajadores del mundo, dispersos en
diversos textos del derecho nacional e internacional, sino que también
se presenta como un punto de partida para configurar un marco político
que permita concretar los anhelos de las personas. Ello permite consolidar
una agenda común, adecuada a las nuevas realidades y a los contextos de
los diferentes grupos humanos. (Egger ySengenberge, 2002).
Diversidad sexual y
la deshistorización de
unasociedad patriarcal y
heteronormativa
La discusión frente a lavulneración del derecho al trabajo al
sujeto de la diversidad sexual y de género, podría comprenderse a
partir de los lineamientos que, a manera esencialista y universalista,
han configurado a la sociedad occidental; lineamientos desde
los cuales se legitima y justifica la discriminación y exclusión
hacia esta población. Los planteamientosde Nancy Fraser, de
Pierre Bourdieu y Judith Butler y Careaga, apoyados en algunas
interpretaciones de Carlos Duque (2010), han permitido realizar un
primer acercamiento a la intersección derecho al TD – diversidad
sexual e identidad de género.
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Según Bourdieu
Este ordenamiento social, en apariencia naturalizado, lleva a
(2000), la dominación que el sujeto de la diversidad sexual y de género enfrente de entrada
masculina presupone una sociedad que reproduce una injusticia de orden simbólico
que las actividades para quienes no se inscriban en el ordenamiento hegemónico, la
y actitudes tanto misma que desencadenan violencias de orden físico y acciones
de mujeres como de discriminación y exclusión hacia ellos. Fraser considera
de hombres están
marcadamente
que la injusticia simbólica hacia la población de la diversidad
diferenciadas por su sexual hay que analizarla a partir de las lógicas de dominación
género; la división sustentadas en el imperialismo cultural, en el no reconocimiento
sexual es un principio y en el irrespeto a las diferencias. Señala al respecto:
básico de la violencia
simbólica en este “Este tipo de injusticia incluye la dominación o imperialismo
tipo de estructura.
Este principio de
cultural (estar sometido a patrones de interpretación y comunicación
diferenciación asociados con otra cultura y extraños u hostiles a los propios); el no
sexual es adoptado reconocimiento (invisibilización mediante prácticas representacionales,
y reproducido interpretativas y comunicativas autorizadas de la propia cultura); y el
desde la base de lo irrespeto (ser agredido, calumniado o menospreciado habitualmente
familiar, mediante en las representaciones culturales públicas estereotipadas o en las
disposiciones que
se hacen pasar
interacciones cotidianas)”. (Fraser, 1997: 22).
como naturales, al
ser incorporadas Esta injusticia simbólica, que se materializa en contra del
y programadas en sujeto de la diversidad sexual y de género en un NO reconocimiento
el juego simbólico pleno del sujeto a nivel jurídico, político y social, sólo ha encontrado
del lenguaje, del respuestas mínimas en un multiculturalismo liberal que busca
sentido común,
o de lo dado por
acciones de inclusión, desconociendo las asimetrías históricas que ha
descontado. De esta asumido esta población, y sin una incidencia en la transformación
manera el Estado, la de dicha cultura dominante. (Duque, 2010).
iglesia o la escuela,
son instituciones Las injusticias simbólicas que afronta a diario el sujeto de la
que se configuran diversidad sexual conducen a la generación de violencia simbólica,
simbólicamente para
perpetuar y reafirmar
noción acuñada por Bourdieu (2000) para referirse a acciones de
ese principio de negación, sumisión, desvalorización o invisibilización hacia un Otro
diferenciación que está por fuera de una sociedad androcentrista y estructurada en
sexual que se una dominación masculina2.Para este autor, la violencia simbólica
reproduce desde opera a través de una forma especial de dominación, que se traduce
el nicho familiar y en opresióny en rechazo a esta población en la esfera pública.
que obliga a una
deshistorialización.
La forma especial de dominación simbólica que sufren los
homosexuales, afectados por un estigma que, a diferencia del color
de la piel o la feminidad, puede estar oculto (o exhibido), se impone a
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través de los actos colectivos de categorización, los cuales hacen que
existan unas diferencias significativas, negativamente marcadas, y a
partir de ellas unos grupos y unas categorías sociales estigmatizadas.
Adopta en este caso, al igual que en algunas formas de racismo, la
forma de una negación de la existencia pública y visible.
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Adicional a los planteamientos de Fraser y Bourdieu,
Judith Butler (1993) considera que la discriminación y exclusión
hacia los sujetos de la diversidad sexual y de género se debe
fundamentalmente a que la sociedad, además del patriarcado,
el androcentrismo y una estructura de dominación masculina,
también ha configurado unos discursos hegemónicossobre cómo
debe asumirse la sexualidad. Para ello acude a una figura que
denomina “la matriz discursiva de heterosexualidad obligatoria”,
donde la sociedad espera una coherencia entre el sexo anatómico
y el género, y quien rompa con esa coherencia es un ser que no se
entiende, que produce extrañeza, un abyecto, alguien humillable,
que genera el rechazo y el repudio porque —en palabras de
Bourdieu— subvierte la norma sexual y la legitimidad del orden
hegemónico heterosexual y de dominación masculina.
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Lina María Posada Vélez ”SOLDADORA DE ILUSIONES”
1. 4. Reconocimiento de
derechos en condiciones de
igualdad y diversidad
El ejercicio pleno de los derechos y libertades exige el
reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos:
igual respeto a cada cual. Y este reconocimiento solo es posible si se
establecen los derechos que garanticen que la libertad de cada uno
puede coexistir con la libertad de los otros. Un universalismo que
no sea ciego a las diferencias culturales, étnicas y raciales supone,
entonces, la definición de una comunidad moral que se oponga a las
pretensiones de universalizar lo sustancial, reconociendo el igual
derecho de todos los individuos a tener derechos (López, 2007: 106).
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Asumir desde esa perspectiva la discusión de los derechos humanos,
obliga a garantizarles a los grupos históricamente discriminados y
excluidos un trato en igualdad de oportunidades en el contexto de sus
vida particulares, con la repercusión del principio de igualdad jurídica,
para que así logren autonomía y reconocimiento de sus libertades y, al
mismo tiempo, condiciones materiales y reales para el desarrollo de sus
diferencias, provistas estas condiciones por el mismo Estado y por los
principios éticos de las sociedades, como sería el caso del derecho al TD
de los sujetos de la diversidad sexual y de género.
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“El reconocimiento debe tratarse como una cuestión de justicia y no
de autorrealización; por ello, de entrada se rechaza la disyuntiva entre
el paradigma distributivo y el paradigma de reconocimiento, por
una concepción bidimensional de la justicia basada en la ´norma de
la paridad participativa´. Ahora, para justificar sus reivindicaciones,
los reclamantes de reconocimiento deben demostrar en
procesos públicos de deliberación democrática que los patrones
institucionalizados de valor cultural les niegan injustamente
las condiciones intersubjetivas de paridad participativa, y que la
sustitución de esos patrones por otros diferentes representaría un
paso en la dirección de la paridad. Por último, la justicia debe exigir,
en principio, el reconocimiento de los caracteres distintivos, más allá
de nuestra común humanidad, aunque esto solo pueda determinarse
pragmáticamente a la luz de los obstáculos a la partida participativa
específica de cada caso” (Fraser & Honneth, 2006: 51).