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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente:
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

Santa Fe de Bogotá D.C., dieciocho (18) de agosto de dos mil


(2000)

Referencia: Expediente No. 5519

Se decide el recurso extraordinario de casación interpuesto por la


parte demandada contra la sentencia del 18 de Octubre de 1.994 y
su aclaración del 16 de Noviembre siguiente, proferidas por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali -Sala Civil-, en el
proceso ordinario de ALFONSO, NATALIA, MARCIA ALEJANDRA,
GUILLERMO y ALICIA PAZOS ALVAREZ, MANUEL y LUZ MAR
PAZOS LOPEZ, enfrente de la sociedad "CELULOSA Y PAPEL DE
COLOMBIA S.A.-PULPAPEL".

ANTECEDENTES

1. Los referidos herederos de Alfonso Pazos Mosquera,


actuando en nombre propio, entablaron juicio contra la sociedad
mencionada, para que en sentencia se declarara que es
absolutamente nulo el contrato de promesa de compraventa
celebrado entre aquel y ésta, respecto del predio denominado "La
Cohetera" ubicado en el municipio de Cajibío (Cauca).
Como consecuencia de la declaración anterior, solicitaron que se
condenara a la demandada a restituir a los demandantes la
totalidad del predio aludido, junto con los frutos naturales y civiles
producidos por el bien a partir de la fecha de la promesa, e
igualmente que se declarara extinguida la obligación hipotecaria
constituida por el promitente vendedor a favor de la entidad
demandada, contenida en la escritura No. 1790 del 23 de
Noviembre de 1974, otorgada en la Notaría Primera del Círculo de
Popayán.

De manera subsidiaria, se demandó que el cumplimiento de las


prestaciones mutuas se hiciera de acuerdo con lo previsto en el
artículo 1746 del Código Civil.

2. Como hechos fundamentales de sus pretensiones,


expusieron los demandantes los que a continuación se sintetizan:

A. El contrato de promesa de compraventa cuya nulidad


se demanda, fue suscrito el 14 de Noviembre de 1974,
acordándose como precio del predio la suma de $210.000,oo que
serían cancelados así: $80.000,oo que la prometiente compradora
canceló en esa fecha, y $130.000,oo para el día en que se otorgara
la escritura pública que perfeccionaría el contrato prometido, lo cual
tendría lugar en la Notaría 1a. del círculo de Popayán, 20 días
después de que ocurriera la última de 2 condiciones, ambas
inidóneas para fijar la época de la celebración del contrato dada su
vaguedad e imprecisión, a saber: a) haberse protocolizado y
registrado la causa mortuoria de Herminia Pazos, en la cual se

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adjudicara la parte del inmueble de ésta al prometiente vendedor y,
b) haberse registrado la sentencia de segundo grado por virtud de
la cual el prometiente vendedor hubiere adquirido por prescripción
extraordinaria el dominio de todo el predio.

B. Para garantizar el cumplimiento de la obligación


anterior, en escritura separada se constituyó hipoteca sobre la
misma finca, gravamen que respaldó una obligación inexistente,
pues la única que contrajo el señor Pazos fue la de firmar la
escritura de venta, no así la de pagar una suma de dinero, ya que
los valores recibidos no lo fueron a título de préstamo, sino como
parte del precio del inmueble.

C. Mediante sentencia del 28 de Octubre de 1.980,


proferida por el Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de Cajibío
en el sucesorio de Herminia Pazos Mosquera, se adjudicaron a
Alfonso Pazos los derechos que ostentaba sobre el inmueble la
causante, quedando así la totalidad del predio en cabeza de éste,
quien falleció en 1.984 sin haber concluido la negociación con la
sociedad demandada.

D. Tramitada la causa mortuoria respectiva, en la


sentencia aprobatoria de la partición se adjudicó en común y
proindiviso el dominio del inmueble a sus hijos, los aquí
demandantes, quienes están legitimados para invocar la nulidad de
la promesa de compraventa.

3. En su oportuna contestación a la demanda, Pulpapel S.A. se

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opuso a las pretensiones, aceptó unos hechos y negó otros,
formulando como excepciones de mérito las que denominó
"Indebida posición jurídica de los demandantes" por no ser parte en
el contrato atacado, "La independencia del contrato hipotecario" por
ser un acto diferente al que se está cuestionando, y "La posición
jurídica superior de la entidad demandada frente a la parte actora",
por tener la posesión material del predio desde hace más de 17
años.
4. Planteado así el litigio, se tramitó la primera instancia, a la
que el Juez del conocimiento le puso fin mediante sentencia del 22
de Abril de 1.994, en la cual resolvió: (1) declarar no probadas las
excepciones propuestas; (2) declarar la nulidad absoluta del
contrato de promesa de compraventa; (3) declarar sin ningún valor
la hipoteca contenida en la escritura pública No. 1790 del 23 de
Octubre de 1.974, constituida dicha garantía por Alfonso Pazos
Mosquera a favor de "Pulpapel S.A."; (4) ordenar a la demandada
restituir a los demandantes el inmueble objeto de la promesa de
compraventa; (5) condenarla igualmente a pagarles los frutos civiles
percibidos después de la contestación de la demanda, estimados
en la suma de $23'958.667,oo; (6) ordenar a los demandantes
restituir a la demandada los $80.000,oo recibidos por Alfonso Pazos
como parte del precio, los que con la corrección monetaria
ascienden a $4'560.000,oo; (7) condenar a aquellos a pagarle a
Pulpapel S.A. la suma de $58'494.008,oo correspondientes a
gastos ordinarios invertidos en la producción de los frutos civiles, (8)
así como $59'212.875,oo por concepto de mejoras útiles realizadas
en el predio, y (9) condenar en costas a la entidad demandada.

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5. Apelada la anterior decisión por la parte vencida, se adhirió al
recurso la parte demandante, culminando el Tribunal la segunda
instancia con sentencia del 18 de Octubre de 1.994, en la que
decidió confirmar la providencia recurrida y adicionarla en el sentido
de ajustar la condena impuesta en los numerales 5o. y 6o. de la
parte resolutiva, relativos al pago de frutos civiles y restitución del
precio, en el sentido de que la suma a pagar por el primer concepto,
era de $31’710.000,oo al 18 de septiembre de 1994 y, en el
segundo caso, de $5’762.400,oo, incluida la corrección monetaria al
31 de agosto de la misma anualidad. Igualmente, adicionó la
sentencia impugnada condenando a la sociedad demandada a
pagar los frutos naturales percibidos después de contestada la
demanda, en cuantía de $52'260.000,oo.

La anterior decisión se aclaró en auto del 16 de noviembre


siguiente, precisando que la suma total a pagar por concepto de
frutos civiles, era de $55’668.667,oo.

6. La parte demandada interpuso contra la sentencia del


Tribunal el recurso de casación, limitado a perseguir más de lo
concedido por mejoras, a rebajar los presuntos frutos reconocidos a
favor de la parte actora y lo relacionado con el derecho de
retención.

LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

Se sintetiza el fallo del ad quem en lo que atañe a los puntos objeto


del recurso de casación, por circunscribirse a ellos el análisis que la

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Corte puede efectuar.

1. Respecto a las restituciones mutuas que deben ordenarse


como consecuencia de la declaración de nulidad de la promesa de
compraventa, señaló el Tribunal:

A. El poseedor de buena fe vencido tiene derecho, según


el artículo 966 del Código Civil, a que se le abonen las mejoras
útiles efectuadas antes de contestarse la demanda, encontrando
demostrado que la parte demandada realizó una de ellas
consistente en la apertura y afirmado de la carretera, la cual, según
los peritos, es exclusiva de la finca, cuyo costo señalaron en
$59'212.275,oo, valor que reconoció el a quo y que en la segunda
instancia también se acogió, por lo que se confirmó sin modificación
alguna lo expuesto por aquel sobre mejoras.

Agregó respecto a las mejoras alegadas en el escrito de


apelación, en el que se expresó que fueron avaluadas por los
peritos según los folios 5 y 25 del cuaderno de pruebas del
demandante, que ellas se refieren a los costos de producción de los
frutos civiles, cuyo pago se ordenó en la sentencia.

B. En cuanto a los frutos naturales percibidos o que


hubiere podido percibir el dueño de haber tenido la cosa en su
poder después de contestada la demanda, el Tribunal ordenó su
reconocimiento bajo la consideración de que si en el escrito de
fecha 17 de Septiembre de 1.991, la empresa demandada consignó
que, aproximadamente, en Diciembre de 1.990 existían 13.164

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toneladas de pino Pátula, y si en el dictamen pericial se determinó
que existían 44 hectáreas, al hacer la operación respectiva (44
hectáreas X 22 toneladas hectárea), se tienen 9.680 toneladas, que
comparadas con el guarismo anterior, da una diferencia de 3.484
toneladas. Luego si el dictamen pericial fue practicado con
posterioridad a la contestación de la demanda, ello significa que las
3.484 toneladas fueron percibidas con posterioridad, las que a un
precio de $15.000,oo tonelada arrojan un valor total de
$52'260.000,oo, monto al que ascendió la condena que impuso por
este concepto.

Afirmó también el Tribunal que debía actualizarse la condena


referente a los frutos civiles percibidos después de contestada la
demanda, que inexplicablemente fueron liquidados por el a quo
hasta el 18 de Marzo de 1.993, motivo por el cual el ad quem
liquidó 18 meses adicionales - al 18 de septiembre de 1994 -,
tomando como punto de partida “lo dictaminado por los peritos”,
esto es, $200.000,oo por hectárea cada año. Por tanto, precisó, si
el predio tiene una extensión de 105.7 hectáreas, la condena debe
incrementarse en $31'710.000,oo, para un total de $55'668.667,oo,
como se explicó en la providencia aclaratoria del fallo.

2. Frente a la solicitud de ajuste monetario de la condena


impuesta a los demandantes de restituir el precio pagado, pues la
corrección que se hizo por el a quo se calculó hasta el mes de
Octubre de 1.983, debiendo ser a 1.993, la consideró el Tribunal
innecesaria, teniendo en cuenta la actualización que efectivamente
hizo en su sentencia, en virtud de la cual aquella arrojó una cifra de

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$5'762.400,oo al 31 de Agosto de 1.994.

3. En lo que atañe al derecho de retención que invocó el


apoderado de la parte demandada en el escrito de sustentación del
recurso, sostuvo el Tribunal que en ese momento procesal no era
viable su reconocimiento, pues aquel debió solicitarse en la
contestación de la demanda, de conformidad con el numeral 3o. del
artículo 92 del Código de Procedimiento Civil.

LA DEMANDA DE CASACION

La sociedad demandada formuló cuatro cargos por la causal


primera de casación, de los cuales los dos primeros se estudian
conjuntamente por tener consideraciones comunes, en tanto que
los restantes se despacharán en la forma en que fueron
propuestos.

CARGO PRIMERO

Con la denominación de cargo único, acusó la sentencia del


Tribunal - y concretamente la decisión vertida en el numeral
segundo de la parte resolutiva -, en lo que concierne a la condena
al pago de frutos naturales que le impuso a la demandada, por ser
indirectamente violatoria, por aplicación indebida, de los artículos
715 inciso 1º, 716 primera parte, 964 inciso 1º del Código Civil, y
por falta de aplicación de los artículos 715 inciso 2º, 716 in fine, 964
inciso 3º, en su primera parte, 840 y 1.746 in fine del mismo Código,

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a consecuencia de los errores de hecho manifiestos cometidos por
el sentenciador al apreciar erróneamente tanto la carta del 17 de
septiembre de 1991, como el dictamen pericial y el escrito de
contestación de la demanda, medios probatorios en que basó su
determinación; lo mismo al pretermitir el análisis del contrato de
promesa, y la oferta de transacción.

Para demostrar los yerros que le endilgó al Tribunal, el


casacionista, luego de un ponderado análisis sobre las restituciones
mutuas, del cual concluyó que el poseedor de buena fe no está
obligado - porque los hace suyos - a la restitución de los frutos
percibidos antes de la contestación de la demanda, destacó que los
juzgadores de instancia, de acuerdo con los elementos
demostrativos, concluyeron y tuvieron a la sociedad demandada
como una poseedora de ese linaje.

No obstante lo anterior, afirmó la censura que el Tribunal, en lo


relacionado con los frutos naturales, arribó a una conclusión que es
"injurídica por lo ostensiblemente aberrante", a consecuencia de los
siguientes errores de hecho:

A. Error manifiesto en la apreciación de la carta de fecha


septiembre 17 de 1991, en la cual, sostiene el recurrente, su autor
no reconoce lo que el Tribunal expresó, es decir, que "existían en la
finca `La Cohetera' a la fecha de la contestación de la demanda
13.164 toneladas de madera que constituían obviamente, frutos
naturales pendientes", porque lo cierto es que esa carta, si bien se
remitió en la fecha aludida, en el literal A) del numeral 2º, del

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capítulo "Valoración vuelo forestal", indica la existencia de esa
cantidad de madera pero a diciembre de 1990, fecha esta - al igual
que la de la misiva, que es anterior a la contestación de la
demanda, porque el escrito contentivo de ésta se presentó al
Juzgado del conocimiento el 28 de enero de 1992. De manera que
es errado afirmar, como lo hizo el Tribunal, que para la fecha de la
contestación de la demanda existían en la finca 13.164 toneladas
de madera.

B. Error evidente de hecho en la interpretación de la fecha


de la contestación de la demanda, pues, sostiene el recurrente, el
Tribunal interpretó equivocadamente en cuanto a su fecha el escrito
de réplica al libelo inicial, pues afirmó que la cantidad de madera
aludida correspondía a frutos pendientes para la fecha de la
contestación de la demanda, los que posteriormente percibió la
demandada. Que si se comparan las fechas en que se ubica la
existencia de las 13.164 toneladas de madera con la de
contestación de la demanda, se advierte que para esta última fecha
no hay prueba en el proceso que acredite la existencia de madera
que por no haberse cortado aún, tenían la categoría de frutos
pendientes y, por consiguiente, cuántas habrían sido percibidas o
consumidas con posterioridad al 28 de enero de 1992.

C. Error de hecho en la apreciación del dictamen pericial y


sus aclaraciones, porque si la ley requiere que el concepto sea
claro, preciso, detallado y explicado, de tales atributos carecen
aquellos, singularmente en lo que concierne a la determinación de
los frutos naturales percibidos y su valor.

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Argumentó el censor que los peritos se basaron en "anexos
aportados por Pulpapel", para determinar el costo de las 44
hectáreas sembradas en pino pátula, a razón de $220 por unidad,
según lo expresan aquellos en su aclaración del 13 de Diciembre,
“a una época anterior al 28 de enero de 1992 que fue la fecha de la
contestación de la demanda”. Y que respecto a la cantidad extraída,
categóricamente conceptuaron los peritos que "no podemos
precisar la cantidad de madera aludida en esta parte", que los frutos
naturales "sólo se pueden estimar cuando la edad de los árboles
está para un máximo de aprovechamiento forestal", precisiones que
ponen de manifiesto la carencia de fundamentación del dictamen,
para cuya elaboración solicitaron la colaboración de técnicos en
ingeniería forestal y topografía, que los demandantes les negaron
sistemáticamente, razón por la cual rindieron su informe "con datos
mínimos proporcionados por Pulpapel, que a nuestro saber no son
suficientes y seguimos considerando que las asesorías son
indispensables" (fl. 59, cdno. 5).

Pese a lo anterior, adujo el recurrente, el Tribunal, en la


interpretación que le hizo a la pericia, le atribuyó en su
fundamentación claridad y precisión, virtudes de las que carece,
concluyendo con soporte en él y en otros elementos de
demostración, la evidencia de que la sociedad demandada después
de contestar la demanda percibió frutos cuyo valor debe restituir.

D. Error de hecho por preterición de la cláusula novena del


contrato de promesa, del escrito de oferta de transacción y de su

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respuesta, toda vez que según aquella, Alfonso Pazos autorizó a la
entidad demandada para iniciar en el terreno prometido en venta
"una plantación de coníferas e introducir en el inmueble cualquier
mejora que la prometiente compradora considere útil o necesaria a
los fines de la plantación aludida"; que en el escrito fechado 17 de
julio de 1991 el apoderado de los herederos de Alfonso Pazos
propuso a la demandada transacción del litigio, manifestándole que
estaban dispuestos a otorgar la escritura a condición del reajuste
del precio, propuesta que rechazó la destinataria en respuesta del
13 de agosto siguiente, aludiendo que estaba convencida de que el
derecho le asiste, ya que el señor Pazos incumplió la promesa.

Ninguno de los tres documentos referidos, según el


casacionista, fue visto por el Tribunal al apreciar las pruebas, los
que contribuyen a demostrar el derecho que tiene "Pulpapel S.A." a
hacer suyos los frutos que con su injerencia produjo la finca,
particularmente la madera de pino de pátula y que, con el
calificativo de "naturales", condena a restituir su valor.

Finalmente, señaló la censura que los yerros denunciados fueron la


causa determinante para que el Tribunal condenara a la sociedad
demandada a pagar a sus demandantes por concepto de "frutos
naturales" percibidos, la suma de $52’260.000.oo, quebrantando
así las normas señaladas al principio, violación que se hace más
evidente al condenarla también al pago de frutos civiles, si se
considera que sólo en casos de excepción es acumulable la
condena por estos dos factores.

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CARGO SEGUNDO

En este se acusó la decisión vertida en el numeral 8o. de la parte


resolutiva de la sentencia de primer grado que fue confirmada por el
Tribunal, referente a las mejoras, la que considera ser
indirectamente violatoria, por falta de aplicación, de los artículos
739 inc. 2o., 965 incisos 1o. y 2o., 966 inc. 1o., 969, 1626, 1649 y
1746 inc. 2o. del Código Civil, quebranto a consecuencia de los
errores de hecho evidentes en que incurrió el Tribunal en la
apreciación equivocada del dictamen pericial, así como por la
pretermisión de otros elementos de prueba.

En la exposición que seguidamente hace del cargo, señaló el


recurrente que es frecuente que el poseedor vencido, durante el
tiempo que estuvo detentando la cosa como propia, haya realizado
gastos a fin de conservarla, mejorarla o cultivarla, razón por la que
uno de los efectos de la sentencia alude a la obligación a cargo del
demandante victorioso, de abonarle las expensas y mejoras, de
cuya clasificación se ocupó.

Precisado lo anterior, sostuvo el censor que en el presente caso el


juzgador estimó como únicas mejoras realizadas por "Pulpapel
S.A." en la finca "La Cohetera", la apertura de la carretera en
extensión de 3.9 kilómetros y su afirmado de 2.1 kilómetros, las
cuales consideró que eran útiles pues "significan un mayor valor
para el mismo y una mejor forma de aprovechamiento de él". Por
consiguiente, en la sentencia no se hizo condena alguna por abono
de mejoras necesarias, sino por concepto de aquellas y reducidas

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en su monto.

Estimó el casacionista que las mejoras referidas antes que útiles


son necesarias y que fuera de ellas hay otras con este carácter que
deben abonarse, o cuando menos, si se les califica a aquellas de
útiles el monto de su valor debe aumentarse.

Como pruebas mal apreciadas, señaló el dictamen pericial rendido


el 18 de marzo de 1993 y sus aclaraciones (fls. 4 a 9, cdno. 3), en el
que los peritos, al determinar la existencia de la carretera, si bien
allí no la califican como una mejora útil o necesaria, si lo hacen
implícitamente en la aclaración que a su concepto hicieron en abril
siguiente, al afirmar que “la vía es una mejora exclusiva de la finca
'La Cohetera' puesto que beneficia en un ciento por ciento el
predio”, pericia que si se analiza conjuntamente con la promesa de
compraventa, pone de manifiesto la calidad de necesaria de la
obra, toda vez que en ésta se autorizó a la demandada para
realizar las mejoras que considerara indispensables para la
explotación de la finca.

Siendo entonces aquellas mejoras necesarias, era indispensable


que su valor, para efectos de su abono, no se tomara al que tenían
en 1992, como lo hicieron los peritos, sino a “lo que valgan las
obras al momento de la restitución", tal como lo impera el artículo
965 precitado.

Enrostró también el recurrente al Tribunal haber cometido error de


hecho evidente por pretermisión de las cláusulas 5a. y 9a. del

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contrato de promesa, esta última porque en ella se autorizó al
promitente vendedor para "iniciar inmediatamente en el terreno
prometido en venta una plantación de coníferas e introducir en el
inmueble cualquier mejora que la promitente compradora considere
necesaria a los fines de la plantación", mientras en aquella otra las
partes acordaron como precio de compra del bien la suma de
$2.000 por hectárea, para un total de $210.000.oo, lo que significa
que, al contrario de lo que dedujo el Tribunal, tanto la plantación de
coníferas como las mejoras hechas por "Pulpapel S.A.", son
necesarias, pues gracias a tales impensas el predio aumentó su
valor de $210.000,oo a 300 millones de pesos, que es el valor que
para 1992 le asignaron los peritos. Adicionalmente, tales mejoras
fueron hechas cumpliendo con los objetivos de la sociedad, según
lo reza el certificado de la Cámara de Comercio, documento que el
Tribunal tampoco apreció.

Agregó el impugnante que el Tribunal tampoco estimó las cartas del


13 de agosto y del 17 de septiembre de 1991, que detallan las
mejoras hechas por la demandada, las cuales, de acuerdo con los
términos allí utilizados, se hicieron para que el fundo tuviera su uso
normal, por lo que tienen el carácter de necesarias y no de útiles,
motivo por el que su abono, se repite, debe hacerse por "lo que
valen las obras al tiempo de la restitución".

Por último, precisó el censor que si se mantiene la calificación de


mejoras útiles, como fueron realizadas por un poseedor de buena fe
antes de la contestación de la demanda, su abono debe hacerse
por la suma que realmente corresponda.

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CONSIDERACIONES

1. Tiene establecido esta Corporación, de antiguo (CCXLVI,


págs. 1425 y 1426. Cfme: CCXLIX, págs. 1367 y 1368), que en
virtud de la consecuencia liberatoria que emerge de la declaración
de nulidad de una promesa de contrato, como la de cualquiera otro,
ninguno de los contratantes podrá reclamar la ejecución del negocio
jurídico invalidado -efectos ex nunc-, quedando las partes, de cara
al prenotado vínculo de carácter preparatorio, exoneradas del
cumplimiento del deber de prestación de celebrar el contrato
prometido. Pero si ellas anticiparon o satisficieron obligaciones
propias del contrato respectivo (v.gr. pago del precio, la entrega del
bien, etc.), o crearon y cumplieron obligaciones adicionales (v.gr. la
entrega de arras penitenciales), como corolario del carácter
retroactivo de la declaración aludida -efectos ex tunc- y a manera
de insoslayable secuela, como se anticipó, las cosas -por regla-
deberán volver a su statu quo, esto es, “al mismo estado en que se
hallarían (las partes) si no hubiese existido el acto o contrato" (quod
nullum est nullum producit effectum)(art. 1.746, inc. 1o. C.C.). Por
consiguiente, sólo en tales eventos deberán producirse, ex lege,
"las restituciones mutuas que hayan de hacerse los contratantes"
en materia de pérdidas, deterioros, "intereses y frutos y del abono
de las mejoras necesarias, útiles y voluptuarias, tomándose en
consideración los casos fortuitos y la posición de buena o mala fe
de las partes, todo ello según las reglas generales" (Se subraya,
art. 1746 C.C.). Es lo que, de antaño, se denomina restitución in

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integrum.

2. Ahora bien, el régimen común de las “prestaciones mutuas”,


en lo tocante con los frutos y las mejoras, tiene un diáfano y
arraigado fundamento en la equidad, con el confesado propósito de
evitar que tanto el acreedor como el deudor de unos y otros se
enriquezcan indebidamente, ora porque, en el caso de quien debe
restituir, se aproveche de la totalidad de los primeros, sea porque,
en la hipótesis del que debe recibir, se beneficie del mayor valor
que las segundas le hubieren otorgado a la cosa (LXIII, pág. 659). Y
es que en esa línea de pensamiento, tuvo en cuenta el legislador
patrio, merced al explícito criterio adoptado por don Andrés Bello,
igualmente impreso -con matices- en los diferentes estadios del
Derecho Romano, Medieval (incluido el español histórico) y Post-
medieval, la buena o mala fe referente al sujeto obligado a la
restitución respectiva, pues sólo la primera, como lo reconoce la
doctrina y lo ha recordado esta Sala, “hace cambiar las cosas, pero
en virtud del efecto creador de derecho que a tal situación se le
reconoce” (Se subraya, XCVI, pags., 318 y 319).

A. Ello explica -y justifica- que en materia de frutos, por


regla general, se disponga que mientras el poseedor de mala fe se
encuentra obligado a restituir los naturales y civiles de la cosa,
incluyendo los percibidos -fructus percepti- y “los que el dueño
hubiera podido percibir con mediana diligencia y actividad", o, en su
caso, "el valor que tenían o hubieran tenido al tiempo de la
percepción", el poseedor de buena fe, por su parte, no está
obligado a la restitución de los frutos percibidos “antes de la

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contestación de la demanda”, sino únicamente de los que se
perciban a partir del pronunciamiento que, válida y oportunamente,
realice al libelo generador del proceso (ex post), como
expresamente se consagra en el inciso 3o. del artículo 964 del
Código Civil.

Por tanto, una vez que el poseedor demandado se


pronuncia oponiéndose a la pretensión dirigida, expresa o
implícitamente, a obtener la restitución de la cosa poseída (v.gr.
como consecuencia de la acción reivindicatoria o de la nulidad de
un contrato), o, en caso de extemporaneidad, vencido el plazo -ex
lege- para hacerlo, asume la carga, por gracia de esa oposición,
de someter el aprovechamiento de los frutos a la suerte del litigio,
en el sentido de apropiárselos en el evento de serle favorable el
fallo o, en caso contrario, de restituirlos a quien corresponda.

B. De otra parte, como lo ha señalado la Corte, también es


necesario tener presente en punto tocante con las prestaciones
mutuas, las especies -o tipología- de mejoras, esto es, si fueron
indispensables para la pervivencia o conservación material o
jurídica del bien, caso en el cual se las calificará de expensas
necesarias, pues sin su realización “la cosa habría desaparecido o
se habría deteriorado sustancialmente su valor, a tal punto que
cualquiera que la tuviera en su poder tendría que afrontar tales
dispendios”; si le aumentaron el valor venal al bien, hipótesis en la
que se tornan útiles, en la medida en que le incrementan “su
capacidad de rendimiento económico, dándole por ende una
productividad que no tenía antes y que el derecho objetivo busca

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fomentar”; o si le agregan lujo, recreo o comodidad, sin aumentar
su valor en el mercado general, por lo que se las denominará
voluptuarias, así llamadas porque obedecen “a apetencias
subjetivas del poseedor como son su gusto, deseo, aficiones
personales y capacidad económica” (CCXLIII, pág., 278).

Y esta clasificación trimembre -en lo esencial, legado del


Derecho Romano (Digesto, 50, 16)- es de capital importancia, pues
aunque al abono de las necesarias tienen derecho todos los
poseedores, sean de buena o de mala fe (art. 965 C.C.), “a lo que
valgan las obras al tiempo de la restitución”, respecto de las útiles
sólo los poseedores de buena fe tienen derecho al reconocimiento
de las efectuadas “antes de contestarse la demanda”, pudiendo el
obligado a reconocerlas elegir entre el valor de la mejora para la
misma época referida, o el mayor valor de la cosa en dicho tiempo,
toda vez que las ejecutadas con posterioridad -lo que también se
predica para las hechas en cualquier tiempo por el poseedor de
mala fe-, solamente dan derecho a retirarlas (ius tollendi), siempre
que la cosa no sufra detrimento y que el propietario rehuse pagar el
precio de los materiales una vez separados (art. 966 ib.), derecho
éste que igualmente se concede al poseedor vencido respecto de
las mejoras suntuarias (art. 967 ib.).

3. Aplicadas estas nociones preliminares al caso que ocupa la


atención de la Sala, se advierte que efectivamente el Tribunal
incurrió en los errores de hecho denunciados en el primer cargo,
pues objetivamente apreciada la carta de fecha 17 de septiembre
de 1991 (fls. 62 y 63, cdno. 1, fls. 11 y 12, cdno. 3), así como el

C.I.J.J. Exp. 5519. 19


dictamen pericial rendido por los peritos Gómez-Martinez (fls. 4 a 9,
21 a 23, ib.), en lo relativo a los frutos naturales, de ellos no se
desprende que para la fecha de contestación de la demanda (enero
28/92, fl. 66, cdno. 1), existían en el predio litigado 13.164 toneladas
de madera de pino pátula, por lo que no podía el sentenciador
concluir, como lo señala la censura, que habiéndose encontrado al
momento de practicarse la experticia 9.680 toneladas de madera,
ello quería significar que la sociedad demandada había percibido,
después de enterarse del proceso, 3.484 toneladas.

En efecto, según el texto de la aludida comunicación, “En Diciembre


de 1990 se calcularon 13.164 Tons., con porcentajes para pulpa y
productos para inmunización”. Así mismo, aunque del dictamen
pericial se desprende que el área cultivada en el predio litigado, a la
fecha en aquel se rindió (marzo 18 de 1993), era de 44 hectáreas
de pino pátula, que a razón de 220 toneladas de producción por
cada una arrojaba un resultado de 9.680 toneladas, no se podía
pasar por alto que, según la propia experticia, los “datos mínimos
proporcionados por Pulpapel… no son suficientes” para rendir el
informe, resaltando los peritos que “en una explotación forestal los
frutos naturales se pueden estimar sólo cuando la edad de los
árboles esten (sic) para un mínimo aprovechamiento forestal”, no
obstante lo cual anexaron como soporte de su pericia “datos
reportados por Pulpapel, los cuales podrían ser verificados en
campo”, procediendo entonces, pese a estas falencias, a valorar los
mencionados frutos en 104.3 millones de pesos: “Considerando los
costos de producción… aportados por Pulpapel”, pero sin tener en
cuenta “los costos de aprovechamiento, corte, extracción con

C.I.J.J. Exp. 5519. 20


maquinaria especializada como tractores de oruga, cargadores,
etc.”, agregando luego en el escrito aclaratorio, que “no
descartamos la posibilidad de que halla habido extracción de
madera o entresaca del área de Pino Pátula”, razón por la cual no
pudieron “precisar con certeza la cantidad de madera aludida en
este punto” (fls. 4 a 6 y 21, cdno. 3).

Fluye entonces de lo expuesto, que cuando el Tribunal hizo


descansar su decisión en tales medios de prueba, para concluir que
“existían en la finca la Cohetera a la fecha de contestación de la
demanda 13.164 toneladas de madera que constituían,
obviamente, frutos naturales pendientes”, y que como el dictamen
pericial practicado con posterioridad señaló que sólo existían 9.680
toneladas, la diferencia respectiva (3.484 toneladas) son los frutos
percibidos con posterioridad a aquella (fl. 31, cdno. 4), cometió un
yerro evidente de hecho, pues, de una parte, conforme a la carta
mencionada, vale decir, la adiada a 17 de Septiembre de 1.991, las
13.164 hectáreas existían pero a Diciembre de 1.990, sin que este
medio ni ninguno otro refieran que la misma cantidad existía al
momento de la contestación de la demanda (enero 28 de 1992); y,
de la otra, porque el dictamen -es cierto- carecía de precisión y de
soporte adecuados (art. 238 C.P.C.), al punto que los propios
expertos, al contestar la solicitud de aclaración formulada por la
parte demandante, en el sentido de si existía la posibilidad de que
con posterioridad a la última de las fechas aludidas “se haya
extraído madera del bosque en mención”, contestaron que “no
podemos precisar con certeza la cantidad de madera aludida en
este punto”, porque las partes no les suministraron la asesoría

C.I.J.J. Exp. 5519. 21


forestal y topográfica por ellos solicitada (Se subraya, fls. 15 y 21,
cdno. 3).

En otras palabras, el Tribunal adicionó el contenido objetivo de


dichas pruebas, teniendo así como probado un hecho que ellas no
acreditan, específicamente, que las toneladas de madera que
existían en diciembre de 1990, permanecieron inalteradas hasta el
28 de enero de 1992, cuando se contestó la demanda. Y todo ello
condujo a evaluar erróneamente los medios probatorios aludidos,
para concluir, contrariamente a la evidencia, que estaban
demostrados, sin estarlo, tanto los frutos pendientes al momento de
ese pronunciamiento del demandado, como los frutos percibidos
con posterioridad, sin que estos puedan deducirse mediante la
operación aritmética que realizó el sentenciador, restando de
aquellos la cantidad calculada por los peritos en 1993, puesto que,
se insiste, en el proceso no existe prueba de los frutos que estaban
pendientes a la fecha de la contestación de la demanda, sino, a lo
sumo, a diciembre de 1990.

Conviene agregar que como el Tribunal -rectamente- reconoció el


derecho de la sociedad demandada a retener los frutos percibidos
con anterioridad a la contestación de la demanda, descartando la
retroactividad absoluta de la declaración de nulidad del contrato de
promesa, la cual, se sabe, tiene efectos relativos, precisamente
para evitar -en ese aspecto- un enriquecimiento injusto de la
persona a quien se debe restituir el bien, no puede la Corte, dada la
naturaleza dispositiva de este recurso, ocuparse de analizar si tal
determinación está en plena consonancia con lo reglado por el

C.I.J.J. Exp. 5519. 22


ordenamiento jurídico, como quiera que la parte demandante no
cuestionó tal decisión en casación, motivo por el cual el
planteamiento que se consigna en la réplica a este respecto,
relativo a que el pronunciamiento de invalidez del negocio jurídico
impedía conceder cualquier tipo de frutos, no puede ser examinado
oficiosamente por la Sala, dadas las limitaciones que existen en
sede de casación.
De allí, entonces, que el primer cargo esté llamado a prosperar.

4. No ocurre lo mismo con la segunda censura, pues no


encuentra la Corte que el ad quem hubiere incurrido en error
manifiesto, ostensible o protuberante, por el hecho de haber
calificado como útiles, las mejoras consistentes en la apertura y
afirmado de una carretera, las cuales, a juicio del censor, son
necesarias, amparando su respetable criterio en el dictamen
pericial; en las cartas del 13 de agosto y el 17 de septiembre de
1991 emanadas del Jefe del Departamento Jurídico de Smurfit
Cartón de Colombia, así como en el contrato de promesa (cláusulas
5ª y 9ª).

En efecto, el Juez de primera instancia -cuyo concepto acogió


expresamente el ad quem-, estimó que las mejoras aludidas tenían
el carácter de útiles, “por cuanto no se estableció que se precisaran
para la conservación del predio, pero significan un mayor valor para
el mismo y una mejor forma de aprovechamiento de él” (fl. 184 vlto.,
cdno. 1), conclusión que no luce contraevidente con la prueba
recaudada, toda vez que de la afirmación de los peritos en el
sentido de que “La vía es una mejora exclusiva de la finca ‘La

C.I.J.J. Exp. 5519. 23


Cohetera’ puesto que beneficia en un 100% al predio en mención”
(fl. 21, cdno. 3), no se puede colegir cosa distinta a que esa
carretera únicamente le sirve a ese inmueble, lo que no significa
que sin ella el bien raíz necesaria e indefectiblemente se habría
deteriorado, al punto que de haber estado en poder de los
demandantes, de todos modos habrían tenido que ejecutarla. Y
esta conclusión no se altera por el hecho de que en la cláusula
novena del contrato de promesa, el promitente vendedor hubiere
autorizado a la promitente compradora para “introducir en el
inmueble cualquier mejora que la promitente compradora considere
útil o necesaria a los fines de la plantación” (Se subraya, fl. 7, cdno.
1), en la medida en que las susodichas impensas se efectuaron, no
porque el predio como tal invariablemente las requiriera, sino
porque la destinación económica que se le quería dar, rectamente
entendida, las demande. Si así no fuese, se desnaturalizaría el
concepto legal de expensa necesaria, que está dado -
objetivamente- en función privativa del bien, sin depender
exclusivamente de la voluntad -subjetiva- del propietario o del
poseedor, quien, a la postre, por esa vía, terminaría determinando
lo que es -supuestamente- indispensable para aquel, no porque la
cosa en sí misma la reclame para su subsistencia1 -concepción
intrínseca-, sino porque su destinación, la que el sujeto ad libitum le
ha dado, lo impone, caso en el cual, si la inversión aumenta el valor
de la cosa, tendrá la calidad de mejora útil.

Este entendimiento se ajusta al concepto de expensas necesarias

1
José María Manresa y Navarro. Comentarios al Código Civil Español. Madrid.
Reus. 1920. T. IV. Pág. 271.

C.I.J.J. Exp. 5519. 24


que consagró el legislador en el artículo 965 del Código Civil, norma
según la cual sólo pueden calificarse como tales las que hayan sido
“invertidas en la conservación de la cosa”. Así por ejemplo, en el
plano material, las cercas “para impedir las depredaciones”; los
diques “para atajar las avenidas”; las reparaciones de “un edificio
arruinado” y, en el plano jurídico, “la defensa judicial de la finca”,
hipótesis todas que obedecen, en lo esencial, al difundido concepto
romano clásico de “impensas necesarias”, concebidas por Paulo
como aquellos “gastos sin los cuales la cosa se perdería o
deterioraría” (Se subraya, Digesto 50, 16), esto es, erogaciones que
“no pueden dejar de hacerse” si se desea mantener la integridad
física o legal de la cosa2, por lo que ellas responden, stricto sensu,
no propiamente a la voluntad del detentador -como sucede desde la
perspectiva anotada con las mejoras útiles o suntuarias-, como a un
hecho objetivo que, por su entidad y a manera de corolario, impone
la necesidad de hacer la respectiva inversión. Por ello un sector de
la doctrina, con respaldo en una interpretación gramatical de la ley,
denomina a las primeras como “expensas”, por contraposición a las
segundas que califican -en rigor- como mejoras, pues, en el primer
caso, por ser indispensables, provocan un gasto, al paso que las
segundas traducen -de alguna forma- un mejoramiento.

En este sentido ha sido constante la jurisprudencia de esta


Corporación, según la cual para que una impensa sea necesaria, el

2
Cfme: Arturo Alessandri Rodriguez y Manuel Somarriva Undurraga. Los Bienes y
los Derechos Reales. Pág. 848; Luis Claro Solar. Explicaciones de Derecho Civil
Chileno y Comparado. Vol. IV, pág. 437. En sentido similar, José Puig Brutau.
Fundamentos de Derecho Civil. T. III. Vol. I. Pág. 115 y Fernando Vélez. Estudio
sobre el Derecho Civil Colombiano. T. III. Pág. 496.

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interesado, “a más de demostrar que dichas expensas realmente
tomaron cuerpo en obras duraderas visibles en la cosa cuando va a
ser restituida,… debe probar que se requerían, no para el simple
mantenimiento del bien o la producción de frutos, sino para evitar la
pérdida o menoscabo ya señalados, pues sólo si tienen esta
característica, participarán de la condición legal de necesarias”,
mientras que las útiles, que integran con las voluptuarias las
denominadas “expensas o mejoras no necesarias, llamadas así por
cuanto su realización no es indispensable para la integridad de la
cosa” (Se subraya. CCXLIII, pág., 277), son aquellas que, por
definición legal, han “aumentado el valor venal de la cosa” (inc. 2
art. 966 C.C.).

Así pues, en criterio de esta Sala, no erró el Tribunal al calificar las


mejoras en cuestión como útiles, ni, por ende, se equivocó al
ordenar su pago atendiendo la valoración que hicieron los peritos,
que si bien realizada con fundamento en “los precios unitarios de
1992 de OBRAS PUBLICAS Y EMCALI”, los cuales “se ajustaron
teniendo en cuenta el sitio de aprovisionamiento de recebo para el
afirmado de la carretera” (fl. 22 ib.), no por ello puede sostenerse
que el sentenciador desconoció que su pago debe hacerse por lo
que valgan al tiempo de la restitución –como también se habría
tenido que ordenar si la mejora se hubiere calificado como
necesaria (art. 965 C.C.)-, con mayor razón si se advierte que la
apertura de la vía se hizo en años anteriores (1988, fls. 54 a 56,
cdno. 1).

5. De otro lado, tampoco se equivocó el ad quem al limitar el

C.I.J.J. Exp. 5519. 26


reconocimiento de las mejoras a la apertura y afirmado de la
carretera, pues más allá de si otras impensas fueron ejecutadas (p.
ej. plantación de coníferas), como lo demostrarían, se afirma, las
cartas de agosto y septiembre de 1991, el certificado de la Cámara
de Comercio y el contrato de promesa, en todo caso la sentencia no
podía condenar a los demandantes a pagarlas, ya que la parte
demandada -en su oportunidad- no acreditó su valor, requisito
indispensable para su reconocimiento, en la medida en que “La
condena al pago de mejoras, perjuicios u otra cosa semejante, se
hará en la sentencia por cantidad y valor determinados”, según lo
establece el artículo 307 del Código de Procedimiento Civil.

Tan cierto es ello, que la misma censura, pese a predicar que tal
omisión constituía error de hecho del juzgador, manifestó que los
peritos “no dictaminaron sin embargo otras mejoras existentes en el
fundo” (fl. 65, cdno. 5), lo que explica que, al finalizar la
demostración del cargo, solicitara a la Corte reconocer que “el
monto a abonar por tal concepto tiene que elevarse a la suma que
realmente corresponda” (fl. 68, ib.). Luego si la propia recurrente
admitió que de esas otras expensas que alega, no existe prueba
específica de su valor, se excluye toda posibilidad de yerro en la
sentencia, a este respecto.

Bajo este entendimiento, el cargo segundo no prospera.

CARGO TERCERO

En éste, con fundamento en la causal primera de casación, el

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censor le imputó a la sentencia ser indirectamente violatoria, por
falta de aplicación, de los artículos 970 y 1.746-2 del C.C.; 92, 305
in fine y 339 del C. de P.C., a consecuencia del error de hecho
evidente en que incurrió el Tribunal en la apreciación del escrito de
contestación de la demanda.

En la sustentación del cargo, señaló el recurrente que un efecto


común o genérico de la prosperidad de la reivindicación o de
cualquiera otra de las acciones en que por mandato legal se deben
aplicar las normas reguladoras de las prestaciones mutuas, es el
derecho de retención que corresponde al poseedor vencido, sea de
buena o de mala fe.

Precisó que ciertamente, a diferencia de lo que sucedía antes de la


reforma introducida al Código de Procedimiento Civil en 1.989, el
texto actual del artículo 92 estableció que el escrito de contestación
de la demanda debía contener, entre otros requisitos, “la alegación
del derecho de retención si fuere el caso”, norma que, a juicio del
recurrente, no establece una única oportunidad para invocarlo, pues
ello sería contrario a lo establecido en el artículo 305 del mismo
estatuto procesal.

Pero, cualquiera que sea la posición que se adopte, estimó que lo


cierto es que en este caso la sociedad demandada sí invocó en su
favor el derecho de retención, contrariamente a lo que sostuvo el
Tribunal, derecho que alegó en el escrito de réplica a la demanda,
si bien no con palabras sacramentales, si en términos que por su
significado no dejan duda de la voluntad expresada. En efecto: la

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demandada, después de oponerse a las pretensiones, alegó que
“frente a cualquier decisión, me opongo por el derecho de mejoras,
plantadas como poseedora material, de buena fe”, y citó como
fundamento jurídico de su oposición, entre otras normas, los
artículos 92 y 339 del C. de P.C., que son justamente los preceptos
que contienen el derecho de retención.

Luego, si en la contestación del libelo inicial, la demandada se


opuso alegando mejoras y, además, citó las normas regulativas del
derecho de retención, es contraevidente afirmar que la entidad
demandada no alegó tal derecho, o que lo hizo
extemporáneamente en la sustentación del recurso de apelación,
error manifiesto en que incurrió el Tribunal en la apreciación de la
aludida contestación, que lo condujo a negarle ese derecho a
“Pulpapel S.A.” y, por ende, a la violación indirecta de las normas
referidas.

CONSIDERACIONES

1. Cuando el artículo 970 del Código Civil prescribe que si


llegare a existir un saldo pendiente de reclamar por concepto de
“expensas y mejoras”, el poseedor vencido puede “retener la cosa
hasta que se verifique el pago o se le asegure su satisfacción”,
ciertamente está consagrando un derecho de retención, es decir,
aquel que le otorga al acreedor la facultad de conservar la cosa que
está obligado a entregar a otro, hasta que no se le pague lo que se
le deba en razón de un crédito vinculado con la misma

C.I.J.J. Exp. 5519. 29


obligación de restituir -debitum cum re junctum-, derecho este que,
según lo ha precisado esta Corporación, tiene una naturaleza de
derecho real imperfecto, puesto que es una garantía accesoria que
si bien está protegida frente a terceros por la acción de despojo (art.
984 del C.C.), no otorga la facultad de “satisfacerse el retinente con
la realización del valor de las mejoras. De manera que el único
efecto que produce la retención es el de asegurar el cumplimiento
de la obligación del vencedor. Mas no es un derecho estable y
definitivo sino provisional, es decir, que está destinado a
extinguirse. Y se extingue por alguna de estas causas: por el pago
del crédito que origina la retención; por el aseguramiento del crédito
mediante una de las garantías que sirven para este fin (fianza,
prenda, hipoteca, etc.) y finalmente porque el retinente renunció a
seguir reteniendo” (G.J. LXXXVIII, pág.768), lo cual se entiende sin
perjuicio de la extinción que se produzca por la orden judicial de
entrega en los casos autorizados por la ley.

Ahora bien, concordante con el carácter de derecho -así sea


provisional- que se le ha reconocido a la retención, se ha exigido
secularmente que debe ser aducido por quien teniendo la cosa,
aspire a retenerla como garantía hasta la satisfacción o
aseguramiento del crédito vinculado a ella, toda vez que puede
abstenerse de hacerlo restituyéndola, lo que implica renunciar al
mencionado derecho. En este sentido, se hace necesario que los
supuestos fácticos que lo determinan se encuentren debidamente
acreditados, como son la preexistencia de la cosa, su tenencia por
quien lo invoca y el reconocimiento del crédito vinculado a aquella
por razón de expensas o mejoras, así como la voluntad de retener

C.I.J.J. Exp. 5519. 30


hasta el pago o la constitución de la garantía correspondiente.

2. Siendo así las cosas, encuentra la Corte que, en efecto, el


Tribunal incurrió en error de hecho en la apreciación del escrito de
contestación de la demanda, pues si bien es cierto de la sola
referencia -aún cuando elocuente- que en él se hizo al artículo 339
del Código de Procedimiento Civil, no se puede deducir la alegación
explícita del derecho de retención, no lo es menos que si a esa
alusión se agrega que, en el mismo libelo, la parte demandada
manifestó que se oponía a las pretensiones -entre ellas la de
restitución del inmueble- “por el derecho de mejoras, plantadas
como poseedora material, de buena fe” (fl. 64, cdno. 1), en sana y
plausible lógica debía concluirse, realizando una interpretación
armónica y, por ende, sistemática, a fuer de articulada de tales
planteamientos, que el opositor estaba invocando todas las
prerrogativas que la ley sustancial reconoce a quien ha plantado
mejoras en predio ajeno, entre ellas la de “retener la cosa hasta que
se verifique el pago, o se le asegure a su satisfacción”, conforme a
lo dispuesto en el artículo 970 del Código Civil, ya citado.

En otras palabras, al conjuntar la posición jurídica expuesta por la


parte demandada en la contestación de la demanda, no es difícil
comprender que si, de una parte, fue reclamado el reconocimiento
de los derechos que emanan de la inversión en impensas y, de la
otra, se invocó como inequívoco fundamento jurídico la aplicación
del artículo 339 del Código de Procedimiento Civil, no resulta de
recibo entender -como lo hizo el sentenciador de segundo grado-
que el derecho de retención no fue oportunamente solicitado (fl. 31

C.I.J.J. Exp. 5519. 31


vlto., cdno. 4), puesto que la ley contemporánea, a manera de
insoslayable conquista, no exige fórmulas o ritos sacramentales
para el ejercicio de un derecho, lo que atentaría de paso,
justamente como aquí ocurrió, contra el aquilatado postulado
constitucional de prevalencia del derecho sustancial en las
actuaciones procesales (art. 228 C. Pol.). Por tanto, erró de hecho
el ad quem en la apreciación del escrito de contestación de la
demanda, en el que, sin lugar a dudas, como se acotó, se solicitó el
reconocimiento del derecho de retención por razón de las mejoras
realizadas en el predio.

Cumple recordar que, al igual que sucede con la demanda, es


deber del Juez interpretar su contestación, labor que no debe
“ejecutarse con actitud mezquina y estrecha que, apuntalada en
minucias o descuidos que una sana interpretación puede despejar,
malogre la eficacia del derecho sustancial; por supuesto que, según
lo ha reiterado la Corte, el juez, ‘a falta de claridad en la demanda o
de su contestación, necesariamente se ve compelido para ejercer
su función, a interpretarlas para desentrañar su sentido y alcance,
de tal suerte que con esa labor se supere la oscuridad o deficiencia
aparentemente existente, a fin de que, tramitado el proceso, se le
ponga fin con sentencia que realice el derecho objetivo en el caso
litigado, única manera de garantizar la seguridad jurídica, la libertad
y la justicia material entre los asociados’ (G.J. CCXIX, pág. 253)”
(CCLII, págs. 768 y 769).

En consecuencia, el cargo prospera.

C.I.J.J. Exp. 5519. 32


CARGO CUARTO

Igualmente con apoyo en la causal primera de casación, le censuró


el recurrente a la sentencia del Tribunal, la violación directa, por
interpretación errónea, de los artículos 1.626 y 1.649 inc. 2o. del
C.C., y por falta de aplicación de los artículo 5o. de la ley 153 de
1.887 y 308 incisos 2o. y 3o. del Código de Procedimiento Civil.

En la demostración del cargo, sostuvo el recurrente que el Tribunal


condenó a los demandantes a restituir a la sociedad demandada los
$80.000,oo recibidos por Alfonso Pazos Mosquera como parte del
precio del inmueble, con la correspondiente corrección monetaria
liquidada hasta el 31 de Agosto de 1.994. Por tanto, si la ley
procura la equidad en las obligaciones entre comprador y vendedor
al tiempo de celebrarse la compraventa, ese mismo equilibrio tiene
que procurarse al dejar sin efecto el contrato, o la promesa de
celebrar éste, pues no existe un pago total cuando éste se ordena
con corrección monetaria, pero limitada en el tiempo.

El error de hermenéutica que, en criterio del casacionista, cometió


el Tribunal al limitar en el tiempo la corrección monetaria, lo condujo
a quebrantar, por no haberlos aplicado, los incisos 2o. y 3o. del
artículo 308 del C. de P.C., disposiciones que establecen un
procedimiento complementario de la sentencia para actualizar las
condenas a pagar sumas de dinero que se deben ajustar, trámite
que debe estar ordenado en la sentencia. Y como en este asunto
ello no sucedió, es probable que el Juez a quien corresponda su
ejecución, se niegue a reconocer este complemento con la disculpa

C.I.J.J. Exp. 5519. 33


de la señalada limitación.

Con este error jurídico, remató el censor, el Tribunal violó el


derecho a la sociedad demandada a percibir la corrección
monetaria hasta el día en que se le restituya la suma entregada por
ella, como parte del precio.

CONSIDERACIONES

1. Delanteramente advierte la Sala que, en su entender, el


recurrente carece de interés en la formulación del presente cargo,
pues, de manera anticipada, al interponer otrora el recurso, lo
restringió “a perseguir más de lo concedido por concepto de
mejoras a favor de Celulosa y Papel de Colombia S.A.” y rebajar los
presuntos frutos reconocidos en exceso a favor de la parte actora.
E, igualmente, hacer reconocer el derecho de retención, base de la
oposición a la restitución por la existencia de mejoras, efectuada en
la contestación de demanda” (Se subraya, fl. 34), tal como se
acepta expresamente por el casacionista (fls. 51 y 52, cdno. 5).

Por consiguiente, quedó por fuera de la impugnación lo atinente a la


liquidación de la corrección monetaria del precio que deben
devolver los demandantes a la sociedad demandada, por el lapso
comprendido entre el 31 de Agosto de 1.994 y la fecha en que se
produzca el pago de los $80.000,oo, ajustados, sin que pueda la
Corte extender su competencia a pronunciamientos de la sentencia
que no fueron enjuiciados al interponer el recurso -cuando su
alcance se limita anticipadamente-, dada la inquebrantable

C.I.J.J. Exp. 5519. 34


naturaleza dispositiva y extraordinaria de la casación, resultando
además ajeno al postulado de la ejecutoria de las decisiones,
pretender revivir una discusión que, por el silencio de las partes,
quedó definitivamente zanjada.

Téngase en cuenta que de conformidad con el inciso final del


artículo 371 del C. de P.C., "El recurrente podrá, al interponer el
recurso, limitarlo a determinadas decisiones de la sentencia del
Tribunal, en cuyo caso podrá solicitar que se ordene el
cumplimiento de las demás por el juez de primera instancia,
siempre que no sean consecuencia de aquellas y que la otra parte
no haya recurrido en casación. Con estas mismas salvedades, si se
manifiesta que con el recurso se persigue lograr más de lo
concedido en la sentencia del Tribunal, podrá pedirse el
cumplimiento de lo reconocida en ésta...", texto del que se
desprende la posibilidad de que el recurrente, espontánea y
unilateralmente, limite el recurso bajo las siguientes
consideraciones: En primer lugar, que la determinación se haga
dentro del recurso de casación y simultáneamente con su
interposición, razón por la cual aquella queda sujeta a las
condiciones y suerte de dicha formulación y procedencia. En
segundo lugar, que el alcance del recurso se ciña a su extensión y
al objetivo permitido por la ley, significando lo primero que el
recurrente puede limitar su impugnación a "determinadas
decisiones de la sentencia del Tribunal", lo que deja por fuera la
intención de atacar toda la sentencia de segundo grado o más allá
de lo que ella dispone, mientras que lo segundo, permite al
recurrente señalar el propósito de su recurso, bien sea para atacar

C.I.J.J. Exp. 5519. 35


las decisiones, sin admitir anticipadamente alguna de ellas, o, por el
contrario, para circunscribirlo "a lograr más de lo concedido en la
sentencia del Tribunal", lo que indica la aceptación de lo que hasta
ese momento le haya favorecido.

Pues bien, esta determinación anticipada del recurso de casación,


al momento de interponerse, apareja ciertas e inequívocas
consecuencias jurídicas sobre la sentencia y su impugnación,
porque, de una parte, esa limitación le permite al recurrente dejar
en firme las decisiones que han quedado por fuera del propósito del
recurso y, de otro lado, queda habilitado para exigir su
cumplimiento. Es decir, que en tal situación, el censor carece de
interés para formular en la demanda de casación acusaciones
relativas a tales decisiones, caso en el cual deberán desestimarse,
como aquí se hará.

Así pues, desde la perspectiva referida, el cargo no resulta fundado.

Habiendo prosperado la primera y tercera de las censuras


formuladas, deberá la Corte casar la sentencia y, en sede instancia,
proferir el fallo de reemplazo.

SENTENCIA SUSTITUTIVA

El pronunciamiento de la Sala se limita a aquellos aspectos


respecto de los cuales resultaron prósperas las censuras, esto es,
lo atinente a los frutos naturales y al derecho de retención.

C.I.J.J. Exp. 5519. 36


En torno a los primeros, al despachar el cargo inicial se precisaron
las razones por las cuales, con fundamento en las pruebas
recaudadas y, específicamente, en el dictamen pericial y los
documentos aportados por las partes, no podía establecerse, con la
exactitud que es necesaria, cuáles fueron los frutos percibidos por
la sociedad demandada con posterioridad a la contestación de la
demanda, motivo por el que no podrá hacerse condena alguna
sobre el particular, dado que la parte demandante no cumplió a
cabalidad con la carga probatoria que le imponía el artículo 177 del
C.P.C.

Y en cuanto a lo segundo, la Sala igualmente se remite a las


consideraciones efectuadas al analizar el cargo tercero, con soporte
en las cuales se concluye que deberá reconocerse a la parte
demandada el derecho de retención.

Como el recurso de apelación prosperó parcialmente, se condenará


en costas de la segunda instancia a la sociedad demandada, pero
limitadas a un 50%.

Para una mejor comprensión de la sentencia, se reproducirán las


decisiones del Tribunal que, por no haber sido cuestionadas o no
haber prosperado las censuras, permanecen incólumes.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de

C.I.J.J. Exp. 5519. 37


Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y
por autoridad de la ley, CASA la sentencia proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali, Sala Civil, el 18 de Octubre de
1.994, aclarada mediante auto de 16 de noviembre de la misma
anualidad, en el proceso ordinario promovido por ALFONSO,
NATALIA, MARCIA ALEJANDRA, GUILLERMO y ALICIA PAZOS
ALVAREZ, MANUEL y LUZ MAR PAZOS LOPEZ, contra la
sociedad CELULOSA Y PAPEL DE COLOMBIA S.A.-PULPAPEL-
y, en sede de instancia,
RESUELVE

“1. CONFIRMASE la sentencia del 22 de abril de 1994 proferida


por el Juzgado Primero Civil del Circuito de Cali, adicionándola en
el punto 5o. en el sentido de que la suma a pagar” “por concepto de
frutos civiles percibidos por la parte demandada después de
contestada la demanda y que debe restituir a los actores”, es de
“$55’668.667,oo”, liquidados a “18 de septiembre de 1994”.

2. NIEGASE la pretensión de pago de frutos naturales


formulada por los demandantes.

“3. ADICIONASE, asimismo, el numeral 6o. de la providencia en


el sentido de que la condena allí impuesta a los demandantes,
corregida monetaria (sic) al 31 de agosto de 1994 equivale a la
suma de $5’762.400,oo”.

4. RECONOCESE el derecho de retención en favor de la


sociedad demandada, en los términos de los artículos 970 del C.C.

C.I.J.J. Exp. 5519. 38


y 339 del C.P.C.

5. Condenar en costas de la segunda instancia a la parte


demandada, limitándolas a un 50%, por las razones expuestas.

Sin costas en el recurso de casación por haber prosperado dos de


los cargos.

Cópiese, notifíquese y devuélvase al Tribunal de origen.

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO

MANUEL ARDILA VELASQUEZ

NICOLAS BECHARA SIMANCAS

C.I.J.J. Exp. 5519. 39


JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ

JORGE SANTOS BALLESTEROS

C.I.J.J. Exp. 5519. 40

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