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Cuando se trata de dar un discurso político, no todo vale.

Antes hay que


saber para qué se habla, conocer a tu audiencia y articular cada palabra
con el sentido que debe tener.

Unas enseñanzas que no solo sirven para los políticos de cara a la


carrera electoral. Si tienes marcado en el calendario la fecha de
un discurso y no sabes por dónde empezar, quizá esta guía
sobre “Cómo preparar un discurso” pueda ayudarte.

Primer paso: Fíjate un objetivo para tu


discurso
Si el orador no tiene claro para qué habla, difícilmente va a convencer al
público de que su solución es la correcta. Así que por mucho que el
Presidente del Gobierno diga que los brotes verdes están aflorando, si no
apunta a ellos, no podrá encontrarlos.

Para fijarlo solo hay que sentarse a pensar. ¿Obvio? Puede. ¿Absurdo?
Quizá debas seguir leyendo si piensas eso…

Hay que escoger la mejor forma para dar un discurso


Cuando un orador logra concentrarse sobre su discurso, podrá ver que
las posibilidades para dar forma a su pieza no son infinitas. De hecho, se
encontrará con todo lo contrario: son limitadas y debe escoger entre ellas.

Segundo paso: Decídete ¿Informas o convences?

Cuando los políticos se ponen ante las cámaras para hablar de una nueva
medida, quieren (o deberían querer) informarnos y satisfacer nuestra
curiosidad sobre ella. En este sentido, captar la atención del público se
vuelve de vital importancia para que los receptores lleguen a comprender
el mensaje. Si no, solo será una oportunidad perdida.

Entregar todos los detalles es la mejor estrategia para hacerse cargo de


la situación que el orador presenta. En los discursos informativos se
presentan el pasado, el presente y la proyección futura de la medida. Una
base a partir de la cual se pueda tomar una decisión sin intención de
influenciar al público en su opinión sobre ella.

El narrador intenta mostrarse neutral. No hay sorpresas ni suspense. La


información es la protagonista y…

Oh, wait…

Realmente, esto ocurre en muy pocos (démosle el beneficio de la duda)


aspectos del panorama político español. Y es que los oradores de los
diferentes partidos lo que realmente buscan es influir en la audiencia que
les escucha.
La aceptación o rechazo que sienta el espectador por el
orador determinará el alcance de la posible influencia
Aquí entra en juego el espectador. De hecho, ya lo dejó claro Carl I.
Holland cuando, tras realizar experimentos en los 40 y los 50, concluyó
que la atención y la comprensión no eran suficientes.

La aceptación o el rechazo tienen un papel decisivo por lo que el orador,


a la hora de planificar su discurso, debe tener claro qué quiere: ¿que la
audiencia cambie de parecer?, ¿que deseen el panorama que él les
propone? o ¿que modifiquen sus valores?
Tercer paso: No dudes, sabes que lo mejor es que te voten a ti

Pero lo realmente importante es que antes de convencer a alguien,


debes ser el primero que esté convencido. Algo que se reflejará
siempre en el lenguaje corporal y en la voz del orador (¿os hemos dicho
ya que es el momento de practicar frente al espejo?).

Una voz quebradiza disminuye la credibilidad del


discurso
A medida que tu voz vaya quebrando, se irán resquebrajando con ella
los puntos de credibilidad que podías tener ganados. Por mucho que tu
razonamiento haya salido de las Conversaciones de Sócrates y Platón. Lo
mismo ocurre si no le pones energía a ese razonamiento y resultas frío y
lejano en tu discurso.

Recuerda: la fluidez ayuda aumentar la credibilidad. En cambio deja la


actitud de mármol para el David de Miguel Ángel…

Cuarto paso: Motivación mode on

Lo que la audiencia necesita es emoción y motivación, y eso solo se


consigue con un discurso corto. Si lo alargas caerás en una espiral de
drama que, estamos seguros, quieres evitar.

Discurso político corto

Como recoge el Profesor Felicísimo Valbuena de la Universidad


Complutense de Madrid, la clave de un discurso político corto está
en “estimular a la audiencia. La emoción, aquí, es sólo un paso para
conseguir que la audiencia actúe. La voz está llena de energía, sin
vacilaciones, y el orador debe saber hablar en tres dimensiones: con
imágenes vívidas para hacer concreta una manera de actuar; con
recursos sonoros, para que la audiencia capte y retenga los medios que
le conducen a los objetivos, con lenguaje corporal que irradie energía
hasta conseguir que la audiencia se ponga a actuar”. Puede que el
famoso “Yes, We Can” fuera por ahí…

Quinto paso: La audiencia, a examen

Parece innecesario decir esto, pero no todas las audiencias son


iguales. Si vas a dirigirte a un grupo de Podemos, no puedes hacerlo con
traje y corbata. Y si piensas dirigirte al séquito de Albert Rivera, será
mejor que antes te eches un poco de gomina.

Lo cierto es que a eso solo podrás responder si les conoces antes. Y visto
lo que está en juego, es mejor irse poniendo a estudiar.

Antes de escribir un discurso, conoce a tu audiencia


De hecho, como muchos autores afirmarían, solo conociéndoles
podrás estructurar correctamente tu discurso. Las palabras de
Valbuena lo dejan claro: “El sentido de la preparación de un discurso
estriba en que el emisor va acercando en su mente cada vez más el
mensaje a la audiencia y la audiencia al mensaje”.

Por tanto, al hablar a una audiencia con un nivel cultural bajo, palabras
indescifrables no son la solución. Además, cuando se trata de influir a
esa audiencia, no basta con identificar su nivel cultural. El orador debe
ser consciente de la actitud que su audiencia presenta hacia él, hacia el
tema del que habla y, muy importante, hacia la organización que
representa.

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