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Capítulo 2. Lo normal y lo patológico.

Lo normal y lo patológico ha sido una cuestión que ha dado de que hablar, ante lo
que puede o no puede hacer el paciente. No quedando clara una definición para el
campo de la psiquiatría por problemas éticos, culturales, sociales, políticos, entre
otros. El psiquiatra no puede abstraerse únicamente del contexto que delimita y
define en parte su forma de trabajo. El psiquiatra infantil se halla en esa misma
incertidumbre, acerca del desarrollo del niño en cuanto al lugar familiar y social.
Por lo que los criterios de normalidad no pueden limitarse a la evaluación de la
conducta que ha motivado la exploración y enumerar los síntomas.

Para definir lo normal y patológico deben de estar ambos conceptos unidos, pues
no se define uno sin el otro. Existen algunas definiciones posibles de lo normal: Lo
normal referido a la salud, opuesto a la enfermedad; lo normal como medida
estadística; Lo normal como ideal o utopía a realizar o hacia la que dirigirse y lo
normal en proceso dinámico, capaz de retornar a un determinado equilibrio. Estas
definiciones tienden a crear confusión entre lo normal y salud, oponiéndose
anormal y enfermedad. La enfermedad no puede reducirse a signos lesiónales
debe considerar la potencialidad para revestir la salud, acercando así a una
definición de normal como proceso. Considerando normal como proceso de
adaptación. La paidopsiquiatría está enfrentada a dicho dilema por lo que debe
hallar un sistema de evaluación, más allá de las conductas sintomáticas.

En el enfoque estructural basándose en el psicoanálisis por Freud y M. Klein,


introducen una línea entre individuos psicóticos y neuróticos. Y menciona que no
se puede trazar esta línea divisoria entre lo normal y patológico basándose
únicamente en la estructura mental del niño. El enfoque genético hace referencia a
que, el crecimiento y las tendencias a la progresión son cambiantes. Con dos
vertientes que Hartmann ha distinguido: los procesos de maduración y los
procesos de desarrollo. Y en el enfoque ambiental donde los criterios de
evaluación aplicados al niño deben tener presente el contexto donde una misma
conducta puede tener sentido diferente según la condición del niño. Valorando el
grado de interiorización de la conducta y su poder patógeno en la organización
psíquica actual del niño. Pero de cierta forma remite a no tener una definición
exacta, pues muchas veces la sociedad tiene ideas diferentes, siendo un riesgo en
el plano teórico.

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