Por segunda vez, tenemos la oportunidad de contar en el Centro de
Estudios Teológicos de Sevilla con el profesor Paul Gilbert, que muchos de los presentes conocen a través de un libro azul inmaculado que, paradójicamente, no pocas veces les hace perder la paciencia… la paciencia de ser.
El padre Gilbert, sacerdote de la Compañía de Jesús, nació en Charleroi
(Bélgica). Antiguo alumno de la “Ecole Pratique des Hautes Études” (V sección de París). Obtiene el doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Lovaina y la licenciatura en Teología Dogmática en la Universidad Gregoriana de Roma, de la que, desde 1986, es profesor catedrático en Metafísica. En esta misma universidad romana, ha sido director de la revista Gregorianum y luego decano de la Facultad de Filosofía. Desde hace dos años es pro-decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Profesor invitado, entre otras universidades, en el Instituto Católico y en las Facultades Jesuitas de París, en centros universitarios de América Latina y en Kinshasa. Ha publicado numerosos artículos concernientes, de modo especial, a temas de Ontología. De entre su amplio catálogo bibliográfico, pueden ser señalados los siguientes títulos: La simplicidad del principio. Prolegómenos a la metafísica (1994) y Metafísica. La paciencia de ser (1996), ambas traducidas al español, por las la Universidad de Lovaina le concedió, en 1999, el premio Cardenal Mercier. Por estas mismas obras, la Academia real de Bélgica le otorgó el premio quinquenal (1996-2000), de la sección de ‘Letras’. Ha publicado en italiano: Sapere e sperare. Percorso di metafisica (2003), el texto colectivo La passione. Indagini filosofiche tra ontologia e violenza (2007) y Le ragioni della sapienza (2010). De sus últimas publicaciones, destacan: Le don. Amitié et paternité (2003), escrita junto al filósofo italiano Silvano Petrosino (2003), y Violence et compassion. Essai sur l’authenticité d’être (2010). En todas estas obras, queda patente su capacidad para recuperar aspectos fundamentales de los clásicos de la Filosofía (de Platón a Aristóteles, pasando por Plotino, santo Tomás de Aquino o san Anselmo, de cuyo pensamiento está considerado reconocido especialista; y llegando a Suárez, Descartes, Kant o Schelling); virtud esta a la que une la profundización en la reflexión de pensadores contemporáneos como Lévinas, Heidegger, Lotz, Gilson o Balthasar. Esta mañana, el padre Gilbert presentará una ponencia sobre la fenomenología de la misericordia. Por medio de la fenomenología abordará el tema de la misericordia, atisbando sus implicaciones más profundas, pero sin renunciar a ahondar también su contrapartida: la miseria e incluso la violencia. Frecuentemente la realidad de la violencia ha sido ignorada por la metafísica. Desde el punto de vista de la metafísica, el acto de ser es ante todo un acto de libertad, frente al cual se sitúan numerosas formas de violencia, exhibidas como fuerzas que invaden con precipitación el dominio de otro. «La razón moderna, que pretende tener razón, es espontáneamente violenta. Más aun, la globalización contemporánea participa de la violencia al reducir las diferencias de los otros, o de asimilar a los otros en la idea de una unidad meramente formal». Vivimos en un ambiente, de violencia más o menos explícita que convive con un aprecio por una diplomacia que, sin embargo, aparece no pocas veces como inútil. En esta cultura la misericordia no es ciertamente una virtud muy apreciada hoy. Apenas unos pocos aspectos ha sido esbozados en esta presentación, pero, al mismo tiempo, numerosas cuestiones van ya suscitándose. Junto a la perspectiva positiva que apunta, se sitúa la pregunta que interpela y hará al oyente rastrear respuestas en el discurso que sigue. Algunas de estas interrogaciones podrán ser contestadas en las palabras del profesor Gilbert. Sin embargo, otras, la mayoría de ellas, no harán sino abrir nuevas preguntas, que darán, de esta forma, testimonio (paradójico) de la limitación de lo que se ofrece y de la grandeza del pensamiento humano, el cual, partiendo de la confusión y la imaginación, puede situarse, en último término, ante el misterio de la eterna Sabiduría, de la Misericordia que, hecha carne, se abaja hasta la miseria humana y eleva al ser humano sobre ella. Escuchemos pues con atención su discurso y honremos con él el ejemplo y la memoria de Santo Tomás de Aquino, quien después de años de estudio llegó a ser amigo del Misericordioso.