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En ese sentido, lograr mejoras en los ambientes laborales que minimicen el impacto
a nuestra salud, no es despreciable, pero si estas mejoras se circunscriben al marco
del sistema capitalista y se mantienen allí no avanzaremos, es decir, si los medios
de producción siguen en manos privadas y los procesos productivos no pasan al
control de la clase trabajadora, la tendencia es a que la clase trabajadora cabalgue
sobre estas mejoras no estructurales obtenidas y perder de vista el objetivo vital de
que los medios de producción sean poseídos, planificados y utilizados por el pueblo
como única alternativa de desarrollo, igualdad, prosperidad, equidad y de salud de
la clase trabajadora, para que no nos sean arrebatadas y profundizar la lucha para
avanzar en el control de los procesos productivos.
La clase dominante necesita justificar su sistema ante los ojos de la sociedad, así
como necesita explotar a la clase trabajadora para extraer su inmoral ganancia del
sudor de la clase trabajadora (plusvalía). La clase dominante se apropia de la cultura
y a nuestros ojos expresa sus intereses como si fuesen la expresión del interés
general y del bien común. Se identifica con la naturaleza, con la patria, con el pueblo.
Lo que es bueno para la clase dominante es bueno para la nación. Esto lo vemos
con mucha frecuencia en los centros laborales, donde los dueños, a través de sus
lacayos cancerberos nos manifiestan que mientras la empresa sea próspera
nosotros también seremos prósperos, que mientras más trabajemos y colaboremos,
más tendremos.
Por otra parte, detenta, tanto los medios de producción como los medios de
reproducción de la clase trabajadora, así como las investigaciones y publicaciones
especializadas, medios de comunicación de masas, instituciones educativas,
movimientos políticos y sindicales, instituciones religiosas, entre otras.
La cultura dominada forma a los miembros de las clases populares para aceptar su
condición, para soñar en una promoción social calcada de los modelos burgueses.
La dependencia que engendra tiene de peculiar que no es percibida como tal por
las personas esclavizadas. La ilusión de la libertad forma parte de ello. La ideología
es una prisión invisible. Es una forma de violencia, en el plano simbólico, violencia
tan profunda que llega a esconder la servidumbre que engendra.