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BOLERO

Género bailable y cantable diferente por completo de su


homólogo español, del que solo conserva la nomenclatura genérica.

Surge en el tercio final del siglo pasado en la trova tradicional


de Santiago de Cuba.

Entre sus más tempranos cultores se considera a José Pepe


Sánchez, el maestro, pionero en la definición de los caracteres
estilísticos del género.

Fueron frecuentes los boleros que, como el titulado Tristezas,


del propio Pepe Sánchez, comprendían dos períodos musicales de 16
compases, separados por un pasaje instrumental, ejecutado en las
cuerdas agudas de la guitarra, al que llamaban pasacalle.

Aquellos boleros podían estructurarse en modo mayor o menor


y a veces alternando ambas modalidades.

El bolero constituye sin duda alguna, la primera gran síntesis


vocal de la música cubana, que al traspasar fronteras registra
permanencia universal.

En el bolero tradicional es total la fusión de factores hispanos y


afrocubanos, que aparecen por igual en la línea acompañante de la
guitarra que en la melodía, donde el acento sonoro-percutivo del
cinquillo cubano se impone a las palabras del texto literario, dentro
del compás de 2/4 ( el bolero español utilizaba el compás de 3/4 ).

Ya en la segunda década de la presente centuria el bolero


tradicional va evolucionando.

Compositores calificados , pianistas, alternan la figuración del


cinquillo, remitiéndola a la mano izquierda acompañante en el piano,
realizando figuraciones melódico-armónicas de adorno.

Poco a poco los compositores inician la músicalización de versos


de poetas conocidos. Así ocurre en "Aquellos ojos verdes", letra de
Adolfo Utrera, música de Nilo Menéndez, un bolero que rápidamente
alcanza el más completo éxito universal.

Ya en esta composición los versos imponen su ritmo prosódico,


con lo cual el cinquillo pierde su tradicional hegemonía.

El bolero continúa desarrollándose, enriqueciéndose y


evolucionando, pero aún cuando es interpretado por diferentes
grupos instrumentales, nunca pierde su carácter, ya que el
instrumental percusionista del son se adapta y la brinda el marco
necesario a su más cabal expresión.

Así pues, podemos afirmar que corresponde plenamente a


nuestro país la evolución sufrida por el bolero y no a otros países,
como a veces ha querido hacerse creer.

No obstante debe reconocerse que el triunfo internacional del


bolero determinó la incorporación del género a la creación de muy
significativos compositores.

Así ocurre en el caso del genial creador mexicano Agustín Lara,


que le impartió su muy personal sello melódico-poético.

En Puerto Rico también muy valiosos compositores, como Rafael


Hernández, lo cultivaron en profusión.

El Bolero ha tenido variantes de éxito : el bolero-moruno, el


bolero-mambo y el bolero-beguine, muy cultivado por compositores
mexicanos y cubanos.

La fuerza del bolero es indestructible; así muy recientemente,


durante una invasión de música beat, se escuchó la modalidad con la
percusión invirtiendo los acentos; es decir, destacando los tiempos
débiles, pero siempre implícita, presente, viva, la sensualidad ritmada
del bolero cubano. (Vicente González Rubiera y Rosendo Ruíz, hijo :
Música Popular Cubana, una valoración necesaria inédita)

Boleros
Desde fines del siglo XIX van apareciendo las canciones compuestas
por nuestros primeros trovadores, los cuales utilizaron, desarrollaron e
incluso crearon algunas formas o géneros musicales dentro del marco
general de la canción. Uno de ellos: el bolero. Con la Trova Cubana
resurge este término, ahora con características propias, para designar
a una música unida siempre a textos y concebida eminentemente
para ser cantada y a través del canto, expresar sentimientos e incluso
criterios y conceptos acerca de la vida en general y del amor muy en
particular.

La pieza titulada ‘Tristezas’, de Pepe Sánchez es el primer bolero


cubano que reporta la historia, el cual no se parecía en nada a aquel
llamado ‘bolero español’ cuya presencia data en Cuba desde el siglo
XVIII, junto a otras manifestaciones de igual origen, como fandangos
y seguidillas, entre otras varias. Ni es siquiera una modificación de
aquél.
Los primeros boleros adoptaron la forma, o la estructura, de la
canción, con dos partes o períodos musicales, casi siempre separados
por una parte instrumental e incorporan al acompañamiento en la
guitarra –y en ocasiones a la melodía- un elemento rítmico muy
característico de nuestra música: el cinquillo cubano, adoptado
también por el danzón y característico de éste, en el toque de las
pailas.

Los más importantes compositores de la Trova Tradicional


compusieron una buena cantidad de piezas con este ritmo. Durante
esa etapa, que abarca las primeras décadas del siglo XX, se puede
particularizar a este género con fisonomía propia, dada especialmente
por la presencia del cinquillo, constituyéndose un ritmo que fusionó
perfectamente elementos hispánicos y africanos. Se puede hablar con
propiedad de un bolero tradicional o trovadoresco diferente al que
años más tarde sería más difundido y reconocido internacionalmente.

Durante el auge del son y el apogeo del danzón, este bolero


tradicional es parcialmente relegado por éstos, pues al no ser de
carácter eminentemente bailable, no es asimilado por los nuevos
sextetos y septetos soneros ni por las orquestas típicas o charangas.
No obstante, hay que aclarar que durante esos mismos años,
continuó desarrollándose la obra de los trovadores cubanos, que
interpretaban desde sus guitarras y voces, algunas de las más bellas
canciones de nuestra historia, entre ellas, no pocos boleros.
En esta época, en la que prevalecían las manifestaciones bailables,
algunos compositores, ya no guitarristas sino pianistas, comienzan a
componer boleros que poco a poco van diferenciándose de los
primeros. El piano, con más posibilidades expresivas que la guitarra,
da la posibilidad de, manteniendo el cinquillo como figura rítmica en
la mano izquierda, introducir giros melódicos de otro tipo, que
finalmente prevalecen sobre el ritmo rígido del cinquillo, hasta
finalmente hacerlo desaparecer por completo. También influyó en su
desaparición, la musicalización de versos, pues resulta más fácil para
ello una mayor libertad, sin ataduras demasiado fuertes a una base
rítmica. La canción que sintetiza este proceso: ‘Aquellos ojos verdes’,
es una música de Nilo Menéndez con texto de Adolfo Utrera.

La paternidad –o más bien la nacionalidad- de este bolero ha sido


cuestionada. Muy especialmente en México, ha sido y sigue siendo,
un ritmo muy difundido y gustado, y se ha señalado a dicho país
como gestor de esta manifestación musical. Lo que sí no deja lugar a
dudas es que algunos grandes compositores mexicanos, como
Agustín Lara o María Grever, han contribuido mucho a este género y a
su aceptación a escala internacional y es innegable que su obra ha
influido en los compositores cubanos que les sucedieron. Pero no
debe ponerse en duda que los boleros de nuestros creadores deben
igualmente haber ejercido una notable influencia en la obra de
autores mexicanos y de otros países.

No es posible hablar de boleros sin aludir a sus letras, eminentemente


amorosos, intimistas. Se declaran los más tiernos sentimientos
amorosos o se expresa el desengaño, en un lenguaje directo y
sencillo, cuyos textos a veces han sido repetitivos o simplistas en
extremo. El bolero, ya convertido en pieza bailable, fue llevado a las
agrupaciones orquestales de todo tipo y resultó todo un éxito al
permitir a la pareja un respiro, bailando un aire más lento, entre una y
otra pieza más movida.
Sería imposible mencionar a algunos de los más importantes autores
de boleros sin omisiones, no obstante, se destaca la obra de René
Touzet, Juan Bruno Tarraza, Orlando de la Rosa, Felo Bergaza, Pedro
Junco, Luis Marquetti, Isolina Carrillo y Juan Arrondo, entre otros
injustamente omitidos en aras de no hacer interminable esta relación.
Estos sin olvidar que músicos como Adolfo Guzmán, Ernesto Lecuona,
Gonzalo Roig o Jorge Anckerman, cultores de canciones más cercanas
al género lírico, también compusieron hermosos boleros, o fueron,
finalmente, cantadas a ritmo de bolero.

Otro momento de suprema importancia para este género musical fue


la aparición del feeling –o filin, en cubano-. Igualmente intimista, el
filin fue un movimiento que a partir de la canción, influyó en casi toda
la música popular cubana. Sus iniciadores parten nuevamente de la
guitarra para hacer sus composiciones con influencias del blues y el
jazz, pero enraizados también en la tradición trovadoresca. El
movimiento del filin, junto a sus creadores, nucleó a algunos de los
mejores y más actualizados arreglistas y músicos de entonces,
quienes se reunían junto a los trovadores en sus habituales
descargas. Muchas de las canciones del filin fueron interpretadas
como boleros a partir de excelentes arreglos orquestales con
conceptos y armonizaciones de vanguardia.
Junto a José Antonio Méndez y a César Portillo de la Luz, que son los
más conocidos, hay que mencionar también a Martha Valdés, Ángel
Díaz, Ñico Rojas, Rosendo Ruiz Quevedo, Tania Castellanos y el ‘Niño
Rivera’, entre los más importantes creadores de este movimiento.
Los más destacados intérpretes de la música popular cubana
incluyeron boleros en su repertorio. Entre los grandes intérpretes de
este género musical están Benny Moré, Panchito Riset, Ñico
Membiela, Orlando Vallejo, Olga Guillot, Fernando Álvarez, Gina León,
Tito Gómez, Roberto Faz, Pacho Alonso, Roberto Sánchez, Omara
Portuondo, Elena Burke y tantos otros.

El bolero tuvo –y tiene- también un acercamiento, una suerte de


fusión con otros ritmos cubanos. El bolero-son, el bolero-mambo, el
bolero-chá, son ejemplos de la unión del bolero con estos géneros.
Inicialmente, se tomaba un tema, concebido originalmente como
bolero y se añadían elementos rítmicos de otros, pero se llegaron a
componer piezas ya pensadas, preconcebidas originalmente a partir
de la fusión entre los géneros musicales.

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