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mmoraa90@hotmail.com, 2019
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inauguradas ciencias empíricas, específicamente las
ciencias naturales y la economía, mismas que reclaman
una condición de objetividad)
i. En el plano generalizado, la religión deja de ser
omniabarcante y supra/vital respecto de la
subjetividad, para convertirse en apenas una de las
tantas esferas separadas de la “vida” (mera
sobrevivencia podríamos decir) humana en
Occidente. En términos antropológicos, este
cambio resulta radical dentro de la cultura
moderna. Lo cual no indica tampoco que previa al
Renacimiento, la Reforma y luego la Ilustración, no
hayan existido esas otras esferas vitales. Lo
importante antropológicamente es la
diferenciación, complejización y jerarquización
racional que ocurre dentro de la modernidad y en
especial luego de la Ilustración
ii. Al ser sólo una de las esferas vitales, la religión
pierde su connotación universal; toda vez que en el
marco específico se racionaliza como las demás
esferas de la vida. Esta separación es propia de la
modernidad occidental, y no se encuentra en otras
etapas históricas ni lugares del planeta. Al respecto
véase el análisis realizado por Max Weber respecto
de las distintas formas de aparición de la
racionalidad en el planeta en general y no sólo
dentro de la cultura occidental moderna. Lo
importante del análisis weberiano, es
precisamente, su carácter general y no solamente
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restringido a la modernidad y el denominado
“espíritu del capitalismo”.
iii. Recuérdese que, desde el Renacimiento, la religión
venía sufriendo un proceso de racionalización en
manos de los mismos sistemas filosóficos (que
expresaba, a su vez, un cambio en la percepción
colectiva no especializada en términos de lo que
entendemos por “filosofía”), caso del de Descartes,
donde ocupa ya una posición secundaria o
marginal respecto del mismo proceso de
racionalización de sus fundamentos (nos referimos
a la teología formal). En Descartes, las premisas
teológicas son necesarias para la constatación de la
existencia e inmanencia material (aunque
esquemática y matematizada) de la realidad.
iv. Racionalización indica acá la concatenación de
determinado conjunto de premisas semánticas y/o
pragmáticas respecto de sus efectos sobre la
realidad o la práctica humana. Es decir, la
racionalidad indica, según este concepto, la
posibilidad de sujetar y/o de entender los efectos
de la acción o del pensamiento respecto de
premisas causal o relacionalmente orientadas. Este
concepto es suficientemente amplio para el análisis
antropológico en diversos contextos históricos
como suponemos arriba.
v. Esta característica es, como puede leerse desde la
actualidad, una apuesta a una vida sujeta al riesgo
(como dirán algunos autores contemporáneos,
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caso de Ulrich Beck), donde las fuerzas de la
naturaleza ya no tienen contención (por lo menos
no míticamente en el sentido tradicional del mito)
desde la gracia y la providencia divinas, por lo que,
como veremos más adelante, el ser humano se
enfrenta a las condiciones de vida de manera
individualizada (empoderada) y a la vez riesgosa
(sujeta a una contradictoria pérdida de este
empoderamiento dada la separación de esferas
vitales arriba señalada) que pone en
cuestionamiento los mismos conceptos de
comprensión, administración y control técnico de
la realidad.
vi. En otras palabras, siguiendo la definición supra de
de racionalidad, presupone su reducción a mera
razón instrumental, esto es, el sometimiento de los
medios a los fines (siendo esta, apenas, una de las
formas de racionalidad, presentes en el desarrollo
humano e incluso en otras especies animales) Las
demás formas de racionalidad, especialmente
aquellas holísticas o complejas (Edgar Morin),
occidentales u no occidentales, son destruidas o
imposibilitadas respecto de la imposición de la
razón meramente instrumental.
vii. En el plano específico, la religión pierde potestad
sobre la vida de este mismo individuo, siendo otras
disciplinas (como explica Foucault), caso de la
medicina, la pedagogía, la biología, la naciente
psicología y luego la sociología, “competidoras” en
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la instauración de un sujeto individualizado, a la
vez que sometido a diversos poderes externos que
se encargan de su desarrollo y “gobernabilidad”
(de nuevo estimamos la necesidad de realizar una
referencia general a Foucault) fuera del marco de
las azarosidades de la naturaleza número uno, pero
ahora en manos de la naturaleza número dos (es
decir, los aparatos técnicos desarrollados
originalmente por los seres humanos de manera
más o menos consciente)
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iii. Decimos ecología científica, en la medida que los
objetos de la naturaleza aparecían dentro del
cristianismo, como parte de una “ecología
espiritual” dentro de la cual, a su vez, la naturaleza
fungía como factor secundario frente al mandato
divino (propio del génesis) del usufructúo de
dichos objetos, pero que implicaban ciclos de
autoridad predestinada del ser humano respecto
de la denominada creación.
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ii. En términos teóricos al poder racional como nuevo
enemigo de la humanidad en sentido extremo, ya
que supone la aplicación técnica a fines
resueltamente destructivos de la otredad.
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i. La destrucción de la naturaleza número uno y, con
ella, el agotamiento y/o destrucción de los circuitos
naturales del planeta.
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