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Traigo aquí un texto muy poco conocido de C. G.

Jung, que es en realidad una entrevista


concedida al periodista norteamericano H. R. Knickerbocker a finales de 1938. El texto me ha
parecido tan clarividente que he tenido que comprobar que no era un hoax más de los que
circulan por internet. No lo es. Está editado en "Encuentros con C.G. Jung" (2000), de Mcguire y
Hulle, Editorial Trotta. Cuando lo leáis pensad que está escrito en 1938, después del Pacto de
Munich.

Me ha sugerido un montón de cosas, unas cuantas sobre la situación actual. Más tarde, si tengo
tiempo y ganas, comentaré alguna. De momento os dejo una traducción aproximada que he
hecho del texto.

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¿Qué pasaría si encerráramos juntos en una habitación a Hitler, Mussolini y Stalin y les
diéramos una barra de pan y una jarra de agua para una semana? ¿Quién se quedaría
con todo el pan y el agua? ¿O lo dividirían?

Tengo dudas de que lo compartieran. Hitler, siendo un chamán, se mantendría aparte y no


se implicaría en la pelea. Estaría indefenso porque estaría sin su pueblo alemán.
Mussolini y Stalin, siendo ambos jefes y fuertes en sí mismos, probablemente se
pelearían por la posesión del pan y el agua, y sería el más duro y resistente el que
seguramente se quedara con todo.

Había dos tipos de hombres fuertes en la sociedad primitiva. Uno era el jefe
físicamente poderoso, más fuerte que todos sus competidores, y el otro era el chamán, que
no era fuerte por sí mismo sino en razón del poder que el pueblo proyectaba sobre
él. Así tenemos al emperador y a la cabeza de una comunidad religiosa. El emperador era el
jefe, físicamente fuerte a través de la posesión de sus soldados; el profeta era el chamán, que
tenía poca o ninguna fuerza física, pero un poder real que a menudo superaba al del emperador,
porque el pueblo acordó que poseía la magia—es decir, una facultad sobrenatural. Él podía,
por ejemplo, facilitar u obstruir el camino a una vida feliz tras la muerte, expulsar a un individuo,
una comunidad o una nación entera, y por excomunión causar en la gente mucha inquietud y
sufrimiento.

Bueno, Mussolini es el hombre de la fuerza física. Cuando le ves te das cuenta de esto
inmediatamente. Su cuerpo sugiere buenos músculos. Es el jefe en razón del hecho de que es
individualmente más fuerte que cualquiera de sus competidores. Y es un hecho que la mente de
Mussolini corresponde a su clasificación: tiene la mente de un jefe. Stalin pertenece a la
misma categoría. No es, sin embargo, un creador. Lenin creó. Stalin se está comiendo la
camada. Es un conquistador; él simplemente cogió lo que Lenin había hecho, le metió el diente y
lo devoró. Ni siquiera es creativamente destructivo. Lenin sí lo era. Echó abajo toda la estructura
de la sociedad feudal y burguesa rusa y la sustituyó por su propia creación. Stalin está
destruyendo eso.

Mentalmente, Stalin no es tan interesante como Mussolini, que se parece al modelo fundamental
de su personalidad, y éste no es ni la mitad de interesante que el chamán, el mito: Hitler.

Alguien que se ha puesto al frente de ciento setenta millones de personas, como Stalin
ha hecho, seguro que ha de ser interesante, le guste a uno o no.

No, Stalin es sólo un bruto—un campesino astuto, una bestia instintiva y poderosa—y sin duda
es, en ese sentido, el más poderoso de los dictadores. Recuerda a un tigre dientes de sable
siberiano con ese cuello poderoso, poblados bigotes y esa sonrisa como de gato que se ha
comido un helado. Imagino que Gengis Kan pudo haber sido un temprano Stalin. No me
extrañaría que se convirtiese él mismo en zar.
Hitler es completamente diferente. Su cuerpo no sugiere fuerza. La característica sobresaliente
de su fisonomía es su mirada soñadora. Me di cuenta de esto especialmente cuando vi las
fotografías que le tomaron durante la crisis de Checoslovaquia; había en sus ojos la mirada de
un profeta. No hay duda de que Hitler pertenece a la categoría de los sanadores realmente
místicos. Como alguien comentó sobre él en el último congreso del partido en Nuremberg, desde
los tiempos de Mahoma no se había visto nada así en este mundo. Esta marcada
característica mística de Hitler es lo que le hace realizar cosas que a nosotros nos parecen
ilógicas, inexplicables, curiosas e irracionales. Pero fíjese—incluso la nomenclatura de los nazis es
claramente mística. Tome el mismo nombre del Estado nazi. Lo llaman el Tercer Reich. ¿Por qué?

Porque el primero fue el Sacro Imperio Romano, el segundo fue el fundado por Bismarck y el
tercero es el de Hitler.

Desde luego. Pero hay un significado más profundo. Nadie llamaba al reino de Carlomagno el
primer Reich, ni al de Guillermo el Segundo Reich. Sólo los nazis se llaman Tercer Reich. Porque
tiene un significado profundamente místico: para cualquier alemán la expresión “Tercer Reich”
trae ecos [aquí faltan palabras] quien más de uno ha indicado que es consciente de su vocación
mística, parece para los devotos del Tercer Reich como algo más que un simple hombre.

Igualmente, tomas la extendida recuperación en el Tercer Reich del culto a Wotan. ¿Quién
fue Wotan? El dios del viento. Coja el nombre Sturmabteilung—SA, tropas de asalto. Sturm,
storm, fíjese:el viento. Exactamente como la esvástica es una figura giratoria que hace moverse
un vórtice constantemente hacia la izquierda, lo que en el simbolismo budista significa lo
oscuro, lo adverso, dirigido hacia lo inconsciente. Y todos estos símbolos juntos de un
Tercer Reich conducido por su profeta bajo los estandartes del viento y la tormenta, haciendo
girar el torbellino hasta un movimiento de masas que barrerá al pueblo alemán en un huracán de
emoción irracional y hacia un destino que nadie, salvo el profeta, el Führer mismo, puede prever.
Tal vez ni siquiera él.

¿Pero por qué Hitler, que hace caer de rodillas y adorarle a casi cualquier alemán,
apenas impresiona a los extranjeros?

Exactamente. Pocos extranjeros reaccionan, ni siquiera como aparentemente cualquier alemán


hace en Alemania. Eso es porque Hitler es el espejo del inconsciente de todos los
alemanes, pero desde luego no refleja nada para un no alemán. Es el altavoz que amplifica los
susurros inaudibles del alma alemana hasta que pueden ser percibidos por el oído del
inconsciente alemán. Es el primer hombre en decir a todos los alemanes lo que han estado
pensando y sintiendo en su subconsciente sobre el destino de Alemania, especialmente desde la
derrota en la [Primera] Guerra Mundial, y la única característica que influye en toda alma aria es
el complejo de inferioridad típicamente alemán: el complejo del hermano menor, el que
siempre llega un poco tarde a la fiesta. El poder de Hitler no es político: es magia.

¿Qué quiere decir con magia?

Para comprender esto debe entender lo que es el inconsciente. Es aquella parte de nuestra
constitución mental sobre la que apenas tenemos control y que es depositada con todo tipo de
impresiones y sensaciones; que contiene pensamientos e incluso conclusiones de las que no
somos conscientes.
Además de las impresiones conscientes que recibimos, hay todo tipo de impresiones afectando
constantemente nuestros órganos sensoriales de las cuales no nos damos cuenta porque son
demasiado leves como para atraer nuestra atención consciente. Se sitúan por debajo del umbral
de la consciencia. Pero todas estas impresiones subliminales quedan registradas: nada se pierde.

Alguien puede estar hablando con una voz apenas audible en la habitación de al lado mientras
estamos hablando aquí. No le prestas atención, pero la conversación de al lado se registra en tu
inconsciente tan seguramente como si fuera recogida en una grabadora. Mientras usted se sienta
aquí, mi inconsciente está tomando cantidades de impresiones de usted, aunque yo no soy
consciente de ello y se sorprendería si yo le dijera todo lo que he aprendido inconscientemente
acerca de usted en este corto espacio de tiempo.

Bien, el secreto del poder de Hitler no es que tenga un inconsciente mejor provisto que el suyo o
el mío. El secreto de Hitler es doble: primero, que su inconsciente tiene un acceso
excepcional a su conciencia, y segundo, que se deja guiar por él. Es como un hombre que
escucha atentamente la corriente de sugerencias de una voz susurrada desde una fuente
misteriosa y luego actúa según ella. En nuestro caso, aunque ocasionalmente nuestro
inconsciente nos roce a través de los sueños, tenemos demasiada racionalidad, demasiado
cerebro para obedecerlo. Este es sin duda el caso de Chamberlain, pero Hitler escucha y
obedece. El verdadero líder siempre está dirigido. Podemos ver cómo funciona en Hitler. Él
mismo se ha referido a su Voz. Su Voz no es otra cosa que su propio inconsciente, en el
cual el pueblo alemán se ha proyectado a sí mismo; es decir, el inconsciente de setenta
y ocho millones de alemanes. Eso es lo que lo hace poderoso.

Sin el pueblo alemán, él no sería lo que ahora parece ser. Es literalmente cierto cuando
dice que todo lo que puede hacer es sólo porque tiene al pueblo alemán tras de sí o, como dice a
veces, porqueél es Alemania. Así, con su inconsciente siendo el receptáculo de las almas de
setenta y ocho millones de alemanes, es poderoso, y con su percepción inconsciente del
verdadero equilibrio de las fuerzas políticas en su país y en el mundo, hasta ahora ha sido
infalible. Por esta razón hace juicios políticos que resultan acertados contra las opiniones de
todos sus consejeros y contra las opiniones de todos los observadores extranjeros.

Cuando esto sucede, significa sólo que la información recogida por su inconsciente, y alcanzando
su conciencia por medio de su talento excepcional, ha sido más certera que la de todos los
demás, alemanes o extranjeros, que intentaron juzgar la situación y que llegaron a conclusiones
diferentes a las suyas. Y, por supuesto, también significa que, teniendo esta información a mano,
está dispuesto a usarla.

Supongo que eso se aplicaría a las tres decisiones realmente críticas que tomó, cada una de las
cuales involucraba un claro peligro de guerra: cuando entró en Renania en marzo de 1936, en
Austria en marzo de 1938, y cuando movilizó y obligó a los aliados a abandonar Checoslovaquia.
Porque en cada uno de estos casos sabemos que muchos de los más altos asesores militares de
Hitler le advirtieron de no hacerlo, ya que creían que los aliados se resistirían, y también que si la
guerra llegara, Alemania estaría abocada a perder.

¡Exactamente! El hecho es que Hitler fue capaz de juzgar a sus oponentes mejor que
nadie, y aunque parecía inevitable que sólo venciera por la fuerza, él sabía que sus
oponentes se rendirían sin luchar. Ése debe haber sido el caso especialmente cuando
Chamberlain vino a Berchtesgaden. Allí por primera vez Hitler se encontró con el mayor estadista
británico. Como Chamberlain demostró más tarde en Godesberg, había ido para decirle, entre
otras cosas, que no fuera demasiado lejos o Gran Bretaña pelearía. Pero el ojo inconsciente de
Hitler, que hasta ahora no le ha fallado, leyó tan profundamente el carácter del primer ministro
británico que todos los recientes ultimátums y advertencias de Londres no hicieron ninguna
impresión en su inconsciente: el inconsciente de Hitler sabía—no suponía o sentía: sabía—
que Gran Bretaña no se arriesgaría a la guerra. Sin embargo, el discurso de Hitler en el
Palacio de los Deportes cuando anunció al mundo la sagrada promesa de que marcharía sobre
Checoslovaquia el 1 de octubre, con o sin el permiso de Gran Bretaña y Francia, indicó por
primera y única vez que Hitler el hombre, en el momento crítico, temió seguir a Hitler el
profeta. Su Voz le decía que siguiera adelante, que todo saldría bien. Pero su razón
humana le decía que los peligros eran vastos y quizás insuperables. Por lo tanto, por
primera vez la voz de Hitler tembló; su aliento se quebró. Su discurso carecía de forma y se
apagó al final. ¿Qué ser humano no tendría miedo en tal momento? Al hacer ese discurso que
fijaba el destino de quizás cientos de millones de personas, era un hombre que hacía algo que le
provocaba un miedo mortal, pero obligándose a hacerlo porque estaba ordenado por su Voz. Su
voz estaba en lo cierto. Ahora bien, ¿quién sabe si su Voz puede seguir siendo acertada? Si lo
hace, será muy interesante observar la historia de los próximos años porque, como dijo justo
después de su victoria checa, Alemania se encuentra hoy en el umbral de su futuro.
Eso significa que él sólo acaba de comenzar y que si su Voz le dice que el pueblo alemán está
destinado a convertirse en los señores de Europa y tal vez del mundo, si su Voz continúa estando
en lo cierto, entonces estamos ante un período muy interesante, ¿no es así?

Sí, parece que los alemanes están ahora convencidos de que han encontrado su Mesías.
En cierto modo, la posición de los alemanes es especialmente parecida a la de los judíos de
antaño. Desde su derrota en la guerra mundial han esperado a un Mesías, un Salvador.
Esto es característico de las personas con un complejo de inferioridad. Los judíos
desarrollaron su complejo de inferioridad por factores geográficos y políticos. Vivían en una parte
del mundo que era un desfile para los conquistadores de ambos bandos, y después del regreso
de su primer exilio a Babilonia, cuando fueron amenazados por los romanos con el exterminio,
inventaron la consoladora idea de un Mesías que iba de nuevo a reunir a todos los judíos en una
nación y a salvarlos. Y los alemanes desarrollaron su complejo de inferioridad por causas
semejantes. Salieron del valle del Danubio demasiado tarde, y fundaron los cimientos de su
nación mucho después de que los franceses y los ingleses estuvieran ya bien encaminados hacia
su propia nacionalidad. Llegaron demasiado tarde a la lucha por las colonias y a la fundación de
un imperio. Entonces, cuando se reunieron e hicieron una nación unida, miraron a su alrededor y
vieron a los británicos, franceses y otros con ricas colonias y todas las características de las
naciones adultas, y se volvieron celosos, resentidos, como un joven hermano cuyos hermanos
mayores han tomado la parte del león de la herencia.

Éste es el origen del complejo alemán de inferioridad que ha determinado tanto su pensamiento
político y su acción y que ciertamente es decisivo para su política [global] actual. Es imposible
hablar de Hitler sin hablar de su pueblo, porque Hitler es sólo el pueblo alemán.

La última vez que estuve en América se me ocurrió que podía hacerse una interesante analogía
geográfica con Alemania. En América conocí que en algunos lugares de la costa Este existe una
cierta clase de gente llamada "poor white trash" y me enteré de que son en gran parte
descendientes de los primeros colonos, algunos de ellos portadores de viejos nombres ingleses.
La “poor white trash” se quedó rezagada cuando otras personas con energía e iniciativa se
subieron a sus vagones cubiertos y se dirigieron hacia el Oeste. En consecuencia, en el Medio
Oeste te encuentras la gente que considero más estable en América; me refiero a la más
equilibrada psicológicamente. Sin embargo, en algunos sitios más al oeste se encuentran algunas
de las personas menos equilibradas. Actualmente, me parece que tomando Europa en su
conjunto, e incluyendo las Islas Británicas, en Irlanda y País de Gales tiene el equivalente de su
costa oeste. Los celtas poseen facultades imaginativas originales.

Así pues, para corresponder a su sobrio Medio Oeste, usted tiene en Europa al inglés y al francés,
ambos psicológicamente estables. Pero luego llega a Alemania y, un poco más allá de Alemania,
están los mujiks eslavos, la poor white trash de Europa. Ahora, los mujiks son personas que ni
pueden levantarse por la mañana, duermen todo el día. Y los alemanes, sus vecinos de al lado,
son gente que pudo levantarse, pero se levantó demasiado tarde. ¿Recuerda cómo los alemanes
representan incluso hoy a Alemania en todas sus caricaturas?

Sí, el “Deutscher Michel”, un tipo alto y encorvado en bata y gorro de dormir.

Correcto, y “Deutscher Michel” se durmió durante la división del mundo en imperios coloniales,
por lo que los alemanes terminaron con un complejo de inferioridad, lo que les hizo querer luchar
en la guerra mundial y, por supuesto, cuando la perdieron su sentimiento de inferioridad se
agudizó, desarrollaron el deseo de un Mesías, y así ellos tienen su Hitler. Si no es su verdadero
Mesías, es como uno de los profetas del Antiguo Testamento: su misión es unir a su
pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida. Esto explica por qué los nazis tienen que combatir
toda forma de religión excepto su propio subproducto idólatra. No me cabe duda de que la
campaña contra las iglesias católica y protestante se llevará a cabo con un vigor implacable y sin
pausa, por la razón, desde el punto de vista nazi, de que desean sustituirlas por la nueva fe del
hitlerismo.
¿Considera posible que el hitlerismo pueda convertirse para Alemania en una religión
permanente para el futuro, como el Islam para los musulmanes?

Creo que es muy posible. La "religión" de Hitler es la más cercana al Islam, realista,
terrenal, prometiendo el máximo de recompensas en esta vida, pero con un Valhalla
musulmán en el que los alemanes que lo merezcan puedan entrar y seguir disfrutando.
Como el Islam, enseña la virtud de la espada. La primera idea de Hitler es hacer que su pueblo
sea poderoso porque el espíritu del alemán ario merece ser apoyado por el poder, el músculo y el
acero.

Por supuesto, no es una religión espiritual en el sentido en que normalmente usamos el término.
Pero recuerde que en los primeros tiempos del cristianismo fue la iglesia la que formuló una
reivindicación de poder total, tanto espiritual como temporal. Hoy la Iglesia no hace ya esta
afirmación, pero la pretensión ha sido retomada por los estados totalitarios que exigen no sólo el
poder temporal sino también el espiritual. A propósito, se me ocurre que el carácter "religioso"
del hitlerismo también es acentuado por el hecho de que las comunidades alemanas en todo el
mundo, lejos del poder político de Berlín, han adoptado el hitlerismo. Mire las comunidades
alemanas de América del Sur, especialmente en Chile.

(Me sorprendió que en este análisis de los dictadores no se hubiera mencionado de la influencia
de los padres y las madres de los hombres fuertes. El doctor Jung no les asignó un papel
importante).

Es un gran error pensar que un dictador se vuelve así por razones personales, como si tuviera
una fuerte resistencia a su padre. Hay millones de hombres que resistieron a sus padres con
tanta fuerza como, por ejemplo, Mussolini o Hitler o Stalin, pero que nunca se convirtieron en
dictadores ni nada parecido. La ley a recordar sobre los dictadores: "Es el perseguido quien
persigue". Los dictadores deben haber sufrido circunstancias calculadas para traer consigo la
dictadura. Mussolini llegó en el momento en que el país estaba en el caos, los obreros
fuera de control y la amenaza del bolchevismo aterrorizaba a la gente. Hitler llegó
cuando la crisis económica había reducido el nivel de vida en Alemania y aumentado el
desempleo a un nivel intolerable, y después de la gran inflación de la moneda que, a
pesar de la estabilización, había empobrecido a toda la clase media. Tanto Hitler como
Mussolini recibieron su poder del pueblo y ese poder no puede ser recuperado.

Es interesante que Hitler y Mussolini basen su poder principalmente en la clase


media baja, obreros y campesinos. Pero para seguir adelante con las circunstancias en
que los dictadores llegan al poder: Stalin llegó cuando la muerte de Lenin, creador único
del bolchevismo, había dejado al partido y al pueblo sin líderes y al país en la
incertidumbre sobre su futuro.

Así, los dictadores están hechos de material humano que sufre necesidades abrumadoras. Los
tres dictadores de Europa difieren enormemente entre sí, pero no son tanto ellos los
que difieren como sus países.

Compare la manera en que el pueblo alemán piensa y siente acerca de Hitler con la forma en que
los italianos piensan y sienten sobre Mussolini. Los alemanes son muy impresionables. Ellos
se mueven entre extremos; son siempre un poco desequilibrados. Son cosmopolitas, ciudadanos
del mundo; pierden fácilmente su identidad nacional; les gusta imitar a otras naciones. Todos
los alemanes quisieran vestirse como un caballero inglés. Hitler no.

Siempre se ha vestido a su manera, y nadie podría acusarlo nunca de intentar aparentar que se
compraba su ropa en Savile Row.
Precisamente. Debido a que Hitler está diciendo a sus alemanes: "¡Ahora, bei Gott, tenéis que
empezar a ser alemanes!" Los alemanes son extraordinariamente sensibles a las nuevas
ideas, y cuando escuchan una que les atrae probablemente la aceptarán sin una crítica y
durante un tiempo estarán completamente dominados por ella; pero después de un tiempo son
igualmente propensos a deshacerse de ella violentamente y adoptar una idea más nueva, muy
probablemente contradiciendo la anterior por completo. Esta es la forma en que han dirigido su
vida política. Los italianos son más estables. Sus mentes no giran y se retuercen, se impulsan
y se sumergen en todos los extravagantes éxtasis que son el ejercicio diario de la mente
alemana.

Así que encuentra en Italia un espíritu de equilibrio del que Alemania carece. Cuando los fascistas
tomaron el poder en Italia, Mussolini ni siquiera depuso al rey. Mussolini no trabajó con un
espíritu extático, sino con un martillo en la mano, forjando Italia con la forma que él quería, al
igual que su padre herrero solía hacer herraduras.

Este equilibrio de temperamento italiano-mussoliniano es corroborado por el


tratamiento que dan los fascistas a los judíos. Al principio no persiguieron a los judíos en
absoluto, e incluso ahora, cuando por diversas razones han iniciado una campaña antisemita, han
mantenido una cierta proporción. Supongo que la razón principal por la que Mussolini derivó
hacia el antisemitismo fue que se convenció de que el judaísmo internacional era probablemente
una fuerza incorregible y eficaz contra el fascismo - especialmente Leon Blum en Francia, creo- y
también, que deseaba estrechar sus lazos con Hitler.

Así puede ver que, mientras que Hitler es un chamán, una forma de recipiente espiritual, una
semi-divinidad o incluso más, un mito, Mussolini es un hombre, y por lo tanto todo en la
Italia fascista tiene una forma más humana que en la Alemania nazi, donde las cosas
son dirigidas por la revelación.

Hitler como hombre apenas existe. En cualquier caso, desaparece detrás de su


papel. Mussolini, por el contrario, nunca desaparece detrás de su papel. Su papel
desaparece detrás de Mussolini. Vi al Duce y el Führer juntos en Berlín en el momento en que
Mussolini hizo su visita formal; tuve la suerte de estar a pocos metros de ellos y pude estudiarlos
bien. Era entretenido ver la expresión de Mussolini cuando marcaban el paso de la oca. Si no lo
hubiera visto, habría caído en el error común de que la adopción del paso de la oca alemán por el
ejército italiano era una imitación de Hitler. Y eso me habría decepcionado, porque había querido
ver en la conducta de Mussolini un cierto estilo, un cierto formato de hombre original, con buen
gusto en algunos asuntos.

Quiero decir, por ejemplo, que fue de buen gusto por parte del Duce mantener al Rey. Y la
elección de su título, "Duce" -no Doge como en la vieja Venecia, ni Duca, sino Duce, la palabra
italiana para decir líder llanamente- era original y en mi opinión demostró buen gusto.
Ahora, mientras observaba a Mussolini admirando el primer paso de la oca que había visto, pude
contemplarlo disfrutando con el entusiasmo de un niño pequeño en un circo. Pero disfrutó aún
más del espectáculo cuando llega la caballería y el tambor galopa adelante y ocupa su lugar a un
lado de la calle mientras la banda ocupa su lugar en el otro. El tambor debe galopar rodeando la
banda y remontar hasta la primera línea para ocupar su puesto allí, y esto lo hace sin tocar las
riendas, guiando a su caballo sólo por la presión de las rodillas, ya que ambas manos están
ocupadas con los tambores. En esa ocasión se ejecutó magníficamente y le gustó tanto a
Mussolini que se echó a reír y aplaudió. Cuando volvió a Roma después, él introdujo el paso de la
oca y estoy convencido que lo hizo solamente para su propio disfrute estético. Realmente es un
paso impresionante.

En comparación con Mussolini, Hitler me dio la impresión de una especie de andamio,


de madera cubierta con una tela, de un autómata con máscara, como un robot o una máscara de
robot. Durante toda la actuación no se rió nunca; era como si estuviera de mal humor,
enfurruñado. No mostró ninguna señal humana. Su expresión era la de una intencionalidad
inhumana y simple, sin sentido del humor. Parecía como si fuera el doble de una persona
real, y que tal vez Hitler el hombre podría estar escondido en el interior como un apéndice, y
ocultándose intencionadamente a fin de no perturbar el mecanismo.
¡Qué diferencia tan sorprendente entre Hitler y Mussolini!

Mussolini no podía dejar de gustarme. Su energía corporal y su elasticidad son cálidas, humanas
y contagiosas. Con Mussolini tienes la sensación familiar de estar con un ser
humano. Con Hitler, sientes miedo. Sabes que nunca podrías hablar con ese hombre; porque
no hay nadie allí. No es un hombre, sino un colectivo. No es un individuo; él es toda una
nación. Considero literalmente cierto que no tenga ni un amigo personal. ¿Cómo puedes hablar
íntimamente con una nación?

No se puede explicar más a Hitler por el enfoque personal de lo que se puede explicar una gran
obra de arte mediante el examen de la personalidad del artista. La gran obra de arte es un
producto de la época, del mundo entero en el que vive el artista, de los millones de personas que
lo rodean, de las miles de corrientes de pensamiento y de las innumerables corrientes de
actividad que fluyen alrededor. Por eso sería más fácil para Mussolini, que es sólo un hombre,
encontrar un sucesor, que para Hitler. Con buena suerte, creo que Mussolini podría encontrar a
alguien que le reemplazara, pero no veo que Hitler pueda.

¿Y si Hitler se casara?

No puede casarse. Si se casara, no sería Hitler quien lo hiciera. Dejaría de ser Hitler. Hasta
resulta increíble que lo haga alguna vez. No me sorprendería si se demostrara que ha sacrificado
su vida sexual por completo a la Causa. Esto no es algo inusual, especialmente para el tipo de
líder chamán, aunque es mucho menos habitual en el tipo de jefe. Mussolini y Stalin parecen
llevar vidas sexuales completamente normales. La verdadera pasión de Hitler, desde luego,
es Alemania. Podrías decir que tiene un enorme complejo materno, lo que significa que estará
bajo el dominio de una mujer o de una idea. La idea es siempre femenina. La mente es
femenina, porque la cabeza, el cerebro, es creativo; por lo tanto, como un útero, es hembra. El
inconsciente de un hombre siempre está representado por una mujer; el de una mujer siempre
por un hombre.

¿Qué importancia tiene el rol de lo que llamamos ambición personal en la composición de los tres
dictadores?

Debo decir que desempeña un papel muy secundario en Hitler. No creo que Hitler tenga una
ambición personal más allá de la de un hombre promedio. Mussolini tiene más ambición personal
que el promedio, pero no es suficiente para explicar su fuerza. Él cree además que coincide con
la necesidad nacional. Hitler no gobierna Alemania. Él es simplemente el exponente de la
tendencia de las cosas. Esto lo hace misterioso y psicológicamente fascinante.
Mussolini gobierna Italia en cierta medida, pero por lo demás es un instrumento del
pueblo italiano. Con Stalin es diferente. Su característica dominante es la ambición
personal abrumadora. Él no se identifica con Rusia: él gobierna Rusia, como cualquier
zar. Recuerde, es un georgiano de todos formas.

Pero, ¿cómo explica que Stalin haya tomado el camino actual? Me parece que Stalin, lejos de ser
poco interesante, es igualmente enigmático. Ahí tiene a una persona que pasó la mayor parte de
su vida como revolucionario bolchevique. Su padre zapatero y su piadosa madre lo mandaron a
un seminario. En sus primeros años se convirtió en un revolucionario y desde entonces, durante
los siguientes veinticinco años, no hizo otra cosa que luchar contra el zar y la policía del zar. Le
enviaron a una docena de cárceles y se fugó de todas ellas. Ahora bien, ¿cómo se explica que un
hombre que había luchado contra la tiranía del zar toda su vida, de repente se convirtiera en una
especie de zar?

Eso no es notable. Es porque siempre te conviertes en aquello contra lo que más luchas. ¿Qué
socavó el poder militar de Roma? El cristianismo. Porque cuando los romanos conquistaron
Oriente Próximo, fueron conquistados por su religión. Cuando peleas con una cosa tienes que
estar muy cerca de ella, y es probable que te infecte. Debes conocer muy bien al zarismo para
derrotarlo. Luego, cuando has expulsado al zar, te conviertes tú mismo en zar, tal como un
cazador de animales salvajes puede volverse bestial. Conozco a un sujeto que, después de
muchos años practicando caza mayor de tipo deportivo y en forma adecuada, tuvo que ser
arrestado porque usaba una ametralladora contra los animales. El hombre se había vuelto tan
sanguinario como las panteras y los leones que mataba. Stalin luchó tanto contra la sangrienta
opresión del Zar que ahora está haciendo exactamente lo mismo que el Zar. En mi opinión, ya no
hay ninguna diferencia entre Stalin e Iván el Terrible.

Pero ¿qué pasa con el hecho que muchos han observado y he observado por mí mismo de que el
nivel de vida en la Unión Soviética haya aumentado considerablemente y siga
aumentando desde el punto más bajo de la hambruna de 1933?

Por supuesto. Stalin puede ser un buen administrador al mismo tiempo que es un
zar. Sería un milagro que alguien pudiera evitar que un país naturalmente tan rico como Rusia
fuera próspero. PeroStalin no es muy original, ¡y es de tan mal gusto por su parte coronarse a
sí mismo zar con tanta crueldad, delante de todo el mundo, sin el más mínimo disimulo! ¡Es
realmente proletario!

Pero todavía no me ha explicado cómo Stalin, el militante leal del Partido Comunista, el
trabajador clandestino de lo que entonces era un ideal altamente altruista, se habría
convertido en un adicto al poder.

En mi opinión, el cambio en Stalin se produjo durante la revolución de 1918. Hasta ese


momento había trabajado, desinteresadamente quizás, por el bien de la Causa, y probablemente
nunca había pensado en el poder para sí mismo, por la muy buena razón de que nunca pareció
existir ni la sombra de una posibilidad de que pudiera aspirar a algo como el poder personal. La
pregunta no existía para él. Pero durante la revolución, Stalin vio por primera vez cómo se
consigue el poder. Estoy seguro de que se dijo con asombro: "¡Pues sí que es fácil!" Debe
haber observado a Lenin y los demás alcanzar todo el rango del poder absoluto, y se ha dicho:
"¡Así es como se hace! Bueno, yo lo puedo hacer mejor. Todo lo que tienes que hacer es acabar
con el tipo que tienes enfrente." Sin duda habría acabado con Lenin si Lenin hubiera vivido.
Nada podía detenerlo, como nada lo detiene ahora. Naturalmente, quiere que su país
prospere. Cuanto más próspero y más grande es su país, más grande es él. Pero no puede
dedicar todas sus energías a promover el bienestar de su país en tanto no se satisfaga
su impulso personal de poder.

Pues ahora seguramente tiene el máximo poder.

Sí, pero tiene que mantenerlo. Está rodeado de una manada de lobos. Tiene que
mantenerse siempre alerta. ¡Creo que tenemos con él una gran deuda de gratitud!

¿Por qué?

Por el maravilloso ejemplo que ha dado a todo el mundo sobre la verdad axiomática de que el
comunismo siempre conduce a la dictadura.

Pero ahora echémoslo a un lado y déjeme decirle cuál es mi terapia. Como médico, no sólo tengo
que analizar y diagnosticar, sino también recomendar un tratamiento. Hemos estado hablando
casi todo el tiempo de Hitler y los alemanes, porque entre todos los fenómenos dictatoriales del
momento es sin ninguna comparación el más importante. Por ello, debo proponer una terapia. Es
extremadamente difícil lidiar con este tipo de fenómenos. Es excesivamente peligroso. Me refiero
al tipo de caso de un hombre que actúa bajo compulsión.

Bien, cuando tengo un paciente actuando bajo el mando de un poder superior, un poder dentro
de él, como la Voz de Hitler, no me atrevo a decirle que desobedezca su Voz. No lo hará si se lo
digo. Incluso actuará con más determinación que si no se lo dijera. Todo lo que puedo hacer es
intentar, al interpretar la Voz, inducir al paciente a comportarse de una manera que sea menos
perjudicial para sí mismo y para la sociedad que si obedeciera la Voz inmediatamente sin
interpretación.

Así que creo que, en esta situación, la única manera de salvar la Democracia en Occidente
-y por Occidente también me refiero a los Estados Unidos- no es tratar de detener a
Hitler. Puede intentarse desviarlo, pero detenerlo será imposible sin la Gran Catástrofe para
todos. Su voz le ordena unir al pueblo alemán y conducirlos hacia un futuro mejor, un lugar más
grande en la tierra, una posición de gloria y riqueza. No puede impedir que intente hacerlo. Sólo
puede esperar influir en la dirección de su expansión. Lo que digo es que le dejen ir hacia el
Este.

Desvíen su atención de Occidente, o mejor dicho, anímenle a que la mantenga alejada. Dejen
que vaya a Rusia. Ésa es la cura lógica para Hitler. No creo que Alemania se sienta satisfecha con
un trozo de África, sea grande o pequeño. Alemania mira a Gran Bretaña y a Francia con
sus magníficos imperios coloniales, e incluso a Italia con su Libia y Etiopía, y piensa en su
propio tamaño, setenta y ocho millones de alemanes contra cuarenta y cinco millones de
británicos en sus islas, y cuarenta y dos millones de franceses, y cuarenta y dos millones de
italianos, y está obligada a pensar que debería tener un lugar en el mundo no sólo tan grande
como el ocupado por cualquiera de las otras tres grandes potencias occidentales, sino mucho
más grande. ¿Cómo va a conseguir eso en Occidente sin destruir una o más de las naciones que
ahora ocupan Occidente? Sólo hay un campo en el que operar, y ése es Rusia.

¿Y qué pasará con Alemania cuando intente ajustar cuentas con Rusia?

Ah, eso es asunto exclusivamente suyo. Nuestro interés es simplemente que ello salvará a
Occidente. Nadie ha penetrado jamás en Rusia sin arrepentirse. No
es un bocado fácil de engullir. Podría llevar a los alemanes cien años digerir esa comida. Mientras
tanto, nosotros debemos estar a salvo, y por nosotros, me refiero a toda la civilización
occidental. El instinto debería decir a los estadistas occidentales que no toquen Alemania en su
estado de ánimo actual. Es demasiado peligrosa.

El instinto de Stalin era correcto cuando le dijo que dejara que las naciones occidentales tuvieran
una guerra y se destruyeran unas a otras, mientras él esperaba a recoger los restos. Eso habría
salvado a la Unión Soviética. No creo que hubiera entrado jamás en la guerra del lado de
Checoslovaquia y de Francia, a menos que fuera al final, para aprovechar el agotamiento de
ambos bandos.

Así que, estudiando Alemania como si fuera un paciente y Europa como la familia y los vecinos de
un paciente, digo: déjenle ir a Rusia. Hay una gran cantidad de tierra, una sexta parte de la
superficie de la tierra. A Rusia le da lo mismo si alguien toma un cacho y además, como ya dije,
a ninguno de los que lo hizo le fue bien. ¿Cómo salvar a los U.S.A. democráticos? Deben, por
supuesto, ser salvados, si no todos nos hundimos. Debéis manteneros alejados de la locura,
evitar la infección. Mantened vuestro ejército y vuestra armada grandes, pero a salvo. Si llega la
guerra, esperad. América debe mantener grandes fuerzas armadas para ayudar a mantener el
mundo en paz, o para decidir la guerra si llega. Sois el último recurso de la democracia
occidental.

Pero, ¿cómo se va a conservar la paz de Europa occidental dejando que Alemania «se vaya al
Este», como dice usted, puesto que Inglaterra y Francia han garantizado formalmente las
fronteras del nuevo Estado de Checoslovaquia? ¿No habrá entonces guerra de todos modos si
Alemania intenta incorporar los restos de ese Estado a su sistema administrativo?

Inglaterra y Francia no harán más honor a la nueva promesa realizada a Checoslovaquia que el
que Francia hizo a la anterior. Ninguna nación mantiene su palabra. Una nación es un gusano
grande y ciego, ¿siguiendo qué? El destino, tal vez. Una nación no tiene honor; no tiene palabra
que guardar. Ésa es la razón por la que, en los viejos tiempos, trataron de tener reyes que
poseyeran honor personal y una palabra. ¿No sabe que si elige a cien de las personas más
inteligentes del mundo y las junta a todas, se convierten en una mafia estúpida? Diez mil de ellos
juntos tendrían la inteligencia colectiva de un caimán. ¿No se ha dado cuenta de que en una
cena cuanta más gente invita más estúpida es la conversación? En una multitud, las
cualidades que todo el mundo posee se multiplican, se acumulan y se convierten en las
características dominantes de toda la multitud. No todo el mundo tiene virtudes, pero todo el
mundo tiene los instintos animales bajos, la sugestión de las cavernas primitivas básicas, las
sospechas y los rasgos viciosos del salvaje. El resultado es que cuando se consigue una
nación de muchos millones de personas, ni siquiera es humana. Es un lagarto o un
cocodrilo o un lobo. Sus estadistas no pueden tener una moralidad superior a la del animal que
da forma la masa moral de la nación, aunque los estadistas individuales de los estados
democráticos pueden tratar de comportarse un poco mejor.

Respecto a Hitler, sin embargo, más que respecto a cualquier otro estadista en el mundo
moderno, sería imposible esperar que mantuviera en cualquier pacto, acuerdo o tratado
internacional la palabra de Alemania en contra de su interés. Porque Hitler es él mismo la
nación. Eso, por cierto, es por lo que Hitler siempre tiene que hablar tan alto, incluso
en una conversación privada, porque está hablando con setenta y ocho millones de
voces. Eso es lo que es una nación: un monstruo. Todo el mundo debe temer a una
nación. Es algo horrible. ¿Cómo puede tal cosa tener honor o una palabra? Por eso soy de
naciones pequeñas. Pequeñas naciones significan pequeñas catástrofes. Las grandes
naciones significan grandes catástrofes.

Sonó el teléfono. En la quietud del estudio y con un día sin viento, pude oír a un paciente gritar
que en su dormitorio un huracán estaba a punto de barrerlo bajo sus pies. "Acuéstate en el suelo
y estarás a salvo", aconsejó el médico. Es el mismo consejo que el sabio médico da ahora a
Europa y América, ya que el gran viento de la Dictadura hace estragos en los cimientos de la
Democracia.

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