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1- Introducción
Las historias siempre dependen de quienes las escriben, y mucho más los libros que nos
ayudan a recordarlas; tal es así que el criterio selectivo nos lleva a “recortar” y “elegir”
unos relatos sobre otros.
A lo largo de 80 años la comunidad ucraniana ha vivido inmersa entre una dicotomía
en torno a uno de los genocidios más atroces que ha conocido la historia moderna junto
con la Shoá en la segunda guerra mundial, el Holodomor (muerte por hambruna
provocada). Al día de hoy, todavía sigue habiendo posiciones cruzadas y
cuestionamientos a lo que la Organización de Naciones Unidas ha definido como el
resultado de acciones crueles hacia el pueblo ucraniano.
La hambruna entre los años de 1932 a 1933 causó la muerte de tres millones de los
cuales eran ucranianos, según los datos de historiadores, aunque otros aumentan esos
números hasta 7 millones.
A través de la historia se observa que durante más de 50 años fue una historia se
practicó una política de negacionismo del Holodomor encabezada por la Unión
Soviética. Hasta la década de los 90´s, la teoría negacionista reinaba, sosteniendo que se
trató de una mala política seguida por graves errores en los esfuerzos de socorro del
gobierno de Iósif Stalin.
Desde 2008 y bajo la presidencia de Víctor Yúschenko, en Ucrania se planteó por
primera vez –de manera gubernamental- el reconocimiento al genocidio, y en octubre de
ese mismo año el Parlamento Europeo acepta la resolución en la que se reconoce al
Holodomor como “un crimen contra la humanidad”. Otras organizaciones reconocieron
el Holocausto Ucraniano y expresaron su repulsa por los hechos, aunque sin utilizar la
palabra genocidio, como se había optado en Ucrania.
En 2010, ya bajo el gobierno de Víctor Yanukóvich, se da marcha atrás a las
acusaciones contra la cúpula de la ex Unión Soviética, y se pide al Parlamento Europeo
que revoque la denominación de "Genocidio" planteando que el hecho fue una tragedia
de todos los pueblos soviéticos y no una política deliberada de exterminio de ucranianos
“Llegó a ser la consecuencia de la política del régimen totalitario de Stalin. Es erróneo
e injusto reconocer la hambruna de la década de 1930 como genocidio contra un pueblo
determinado porque fue una tragedia que afectó a toda la Unión Soviética”, dijo
Yanukóvich1 durante su intervención ante la Asamblea Parlamentaria del Consejo de
Europa.
En estos días se sigue viviendo una tensión entre los negacionistas y anti negacionistas.
Por un lado un sector se defienden las políticas aplicadas por el ex presidente Víktor
Yúschenko y la ley "Sobre el Holodomor en Ucrania de los años 1932-1933”, que lo
declara “genocidio contra el pueblo ucraniano” y se busca ahondar en las campañas
internacionales, como la que se inició en 2008 desde el Congreso Mundial Ucranio
quien fue el encargado de coordinar una actividad de alcance internacional que consistía
en llevar una antorcha portadora de “la llama del Holodomor” por diferentes latitudes
para pedir este reconocimiento a nivel mundial.
En la vereda opuesta están los que niegan la versión planteando el Holodomor como
una tragedia común para todos los territorios de la Unión Soviética, apuntando a que la
misma se extendió a Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, no solamente al territorio de
Ucrania.
A raíz de esta tensa situación conviven aquellos que catalogan a los negacionistas
como “pro soviéticos”, mientras que desde el otro lado buscan rescribir parte de la
historia y recuperar lazos que se habían roto durante la gestión de Yúschenko con Rusia,
como por ejemplo promoviendo el uso del idioma ruso en Ucrania, o el permiso para
que la flota rusa siga operando en el Puerto de Crimea.
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Holodomor o Голодомор: Matar de hambre. Construcción proveniente de las palabras ucranianas
“Holod” o hambre/hambruna, y “Moryty” inducir sufrimiento/morir
Muchos de los que sobrevivieron o pudieron escapar de la hambruna son quienes hoy
sustentan la teoría del genocidio, y aunque el marco político no sea el ideal –como
ocurría hasta hace en la presidencia de Yusckenco donde se tomó al Holodomor como
política de estado- el testimonio de las ucranianos en el extranjero se deja escuchar con
claridad; tal vez por esta apertura que se dio años atrás, porque una de las memorias en
disputa se convirtió en emergente, y aunque no se haya logrado dar un cambio
definitivo, hay un precedente que marca la aparición de nuevas voces que tratan de
generar el cambio de sentido de abordaje sobre el Holodomor.
Hay una memoria subterránea que ha emergido y se ha convertido en el paradigma a
defender por un importante sector. Logró convertirse en lo que se denomina como
“memoria oficial”, pero nuevamente ha caído en un negacionismo por parte de las
actuales estructuras políticas, patrocinantes de la hipótesis desgracia por sobre la teoría
de la matanza sistemática.
Lo cierto es que se ha trazado un parámetro y se ha marcado un punto de partida en el
Holodomor al haber sido reconocido oficialmente por el estado ucraniano y se ha
logrado instalar en la memoria colectiva internacional, ya que hasta la Iglesia Católica
había condenado al Holodomor, declarándolo como “un crimen horrendo que se
cometió a sangre fría por los gobernantes de ese período”, en una carta de Juan Pablo II
a los ucranianos el 23 de noviembre de 2003.
Ese traspaso de la resistencia a la emergencia ha dado la posibilidad de poner sobre el
tapete el debate sobre la situación ocurrida entre 1932 y 1933. El reconocimiento estatal
en voz de Yuschenko logró romper las barreras del silencio y de lo “no dicho”3
Sin lugar a dudas se produjo una transmutación entre lo acallado y lo expresado, ha
quebrado la barrera de lo silenciado para convertirse primero en una reivindicación
mundial y luego en un frente de resistencia, para mantener firme el recuerdo de la
historia, en la que ambos sectores buscan imponer su discurso, su historia, por sobre el
otro.
La intención de propagar el conocimiento sobre el Holodomor se encuadra dentro de la
intención de transmitir la memoria en un relato histórico que pretende y brega por
justicia, reviviendo el pasado trágico e irresoluto con la intención de generar una
conciencia colectiva y conseguir justicia en nombre de aquellos que fallecieron durante
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“Me dirijo a ustedes a favor de una nación que perdió alrededor de deiz millones de personas como
resultado del genocidio del Holodomor… Nosotros insistimos en que el mundo aprenda la verdad acerca
de todos los crímenes de la humanidad. Esta es la única manera en la que podemos asegurar que los
criminales no seguirán siendo remarcados por la indiferencia”
la hambruna. Ese es el marco en el que se buscó y se sigue aún buscando legitimar el
reclamo a lo largo del mundo, en el que se insiste en que el Holodomor sea reconocido
como un genocidio contra el pueblo ucraniano, declarándolo como una “hambruna
artificial creada por el régimen comunista de la Unión Soviética”.
La lucha de estos sectores ha conseguido que numerosos países del mundo (Argentina,
Australia, Canadá, Estonia, España, Estados Unidos, Georgia, Hungría, Italia, Lituania,
Perú y Polonia) denominaran a la hambruna como un genocidio contra el pueblo
ucraniano, marcando una postura y una valoración político-jurídica sobre el hecho.
La legislación ucraniana llegó a tener su ley "Sobre el Holodomor en Ucrania de los
años 1932-1933”, que lo declara “genocidio contra el pueblo ucraniano”, donde se
establece que la “negación pública de la existencia del Holodomor de 1932-1933 en
Ucrania se considera una burla a la memoria de millones de víctimas de la tragedia, una
humillación a la divinidad del pueblo ucraniano y es ilegal”, legislación que fue vetada
tanto en Ucrania como en el Parlamento Europeo en 2010.
A pesar de esto, persiste la declaración de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, quienes por primera vez introdujeron el término Holodomor en el diccionario
internacional como una “hambruna artificial” la cual fue apoyada por 63 países y
aprobada en la ONU.
3- La memoria
Hoy en día conviven en Ucrania dos posturas, una “doble memoria” sobre el hecho
histórico. Como se menciona anteriormente, por un lado están quienes defienden la
teoría del Holodomor como genocidio, mientras que por el otro están aquellos más
proclives a negar la situación y catalogarla como una “tragedia soviética”. El punto en
común es la crítica a las políticas stalinistas.
En este punto aparecen las interpretaciones sobre los planteos del propio Stalin quien
alguna vez habló del Holodomor como una estrategia política de lucha contra sus
oponentes ideológicos dentro y fuera de la URSS.
“Ucrania es hoy en día la principal cuestión, estando el partido y el propio estado y sus
órganos de la policía política de la república, infestados por agentes nacionalistas y por
espías polacos, corriendo el riesgo de perder Ucrania, una Ucrania que por el contrario
es necesario transformar en una fortaleza bolchevique”4 planteaba Stalin en tiempos del
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Carta de Stalin enviada a Lazar Kaganovitchel 11 de agosto de 1932
Holodomor, cuando se incrementaron las cuotas alimentarias que debía enviar Ucrania
al Kremlin. Asimismo, se había enviado una escuadra de la policía política para detener
intentos de sabotaje y rebelión por parte de los campesinos, arrojando la cifra de 27 mil
detenidos.
Ambos sectores coinciden en la crítica a las políticas de Stalin. Por un lado las plantean
de “desacertadas” mientras que desde el otro apuntan a la teoría del “genocidio
planificado”, argumentando que en el país existía suficiente comida para alimentar al
doble de la población ucraniana y que la cosecha de trigo de 1933 fue vendida por
debajo de los precios internacionales, mientras que en la primavera de ese año se
plantean 25 mil muertes a diario. Mientras tanto, otras teorías pro soviéticas aseguran
que fueron los kuláks (campesinos ricos) fueron quienes incendiaron los graneros y
destruían las cosechas, surgiendo así la escasez de grano y el hambre.
Todas las versiones buscan una legitimación histórica, alguna silencia, otra oculta, otra
omite y otra recorta en puntos delicados, aunque los años de silencio quedaron atrás y
cada uno tiene una versión para contar.
Durante mucho tiempo la hambruna en Ucrania había sido concebido como un hecho
político del pasado que no era necesario traer al presiente, pero en este presente se ha
vuelto a discutir ese pretérito, se vuelve a hablar del pasado traumático para la
generación de la memoria. Sin lugar a dudas hubo un detonante para que la discusión
vuelva a ponerse a flor de piel, hay una marca del pasado que ha funcionado como cebo
para que el olvido y el silencio salgan a la superficie y se conviertan en testimonio.
Los años de totalitarismo vividos en Ucrania se advierten supresiones y
adiestramientos a la memoria colectiva, se ven manejos de registros de lo que se intentó
borrar de la memoria social que hoy reflorece. Aquellos cambios en significados de
palabras, la prohibición de hablar de ciertos temas y la construcción de un discurso
univoco, terminaron por concebir una postura de repetición sistemática del discurso
dominante en el que no había análisis, quizá por el temor a ser castigado o solo por no
desacoplarse del sector más influyente.
En estos tiempos aparece un nuevo discurso que reclama ser escuchado y mantenerse
perenne en el imaginario social mundial, con una llama que marca la intención de
prevalecer a lo largo del tiempo, que trata de marcar un quiebre en el pasado y plantear
que el mismo no es historia cerrada sino sujeto de análisis en la memoria de cientos y
miles de ucranianos. El tiempo no ha logrado que el recuerdo se borre de la memoria
colectiva de aquellos que mantienen el discurso emergente, que permanecía a la sombra
y que ha renacido y desplegado con mayor fuerza hace menos de una década.
La aparición de los nuevos testimonios hace buscar significados a lo que aconteció en
el Holodomor. Aquellos que escaparon de su tierra natal eludiendo la hambruna buscan
hacer revalorizar el significado histórico del acontecimiento, mostrando que existe en el
una huella traumática en el camino, que intenta llegar a un pedido de justicia y memoria
internacional. Esas palabras de la “memoria herida” muestran que aún quedan capítulos
irresolutos, experiencias que aún no conciben un cierre total y que se muestran como un
eslabón necesario de una cadena que necesitaba nuevas voces para la construcción de
“la otra verdad”, la que durante decenas de años estaba acallada.
Las palabras de los sobrevivientes se convierten en testimonios importantes para
recrear el hecho histórico que aún no tiene una “historia oficial convalidada
mundialmente” y que se mantiene en conflicto entre dos memorias.
Los relatos son una parte más de la construcción de la historia, porque cada uno tiene
su postura. Parafraseando a Paul Ricoeur5 sería casi imposible decirle a una persona que
lo que recuerda es falso, o demostrarle que lo que dice haber vivido es diferente a lo que
el relata ya que “a la memoria se la exhorta a ser verdadera”. Cada uno mantiene su
testimonio ligado a su dolor y su tragedia personal, aportando un grano de su “memoria
individual” a la colectiva, en una construcción que se va dando a lo largo de los años,
dependiendo de los procesos políticos, sociales, culturales y económicos que los rodean.
La memoria “cumple la función política y hermenéutica de abrir en el pasado otros
futuros” señala Ricoeur, la memoria es parte de la cultura que se construye a través de
las marcas del recuerdo como espejo del colectivo.
Los sobrevivientes terminan siendo una especie de “guardianes de la memoria”
hablando por aquellos que ya no pueden hacerlo o no quieren hacerlo, los sobrevivientes
conforman el recuerdo colectivo que trata de difundir su memoria, y tratar de
convalidarla comparando situaciones trágicas entre sí, y cayendo en un dilema difícil de
resolver. ¿Es posible poner puntos de comparación entre hechos traumáticos”. Algunos
tratan de comparar el Holodomor con el Holocausto Judío o la matanza sistemática de
armenios en el imperio otomano, situación que puede abrir focos de conflicto, debido a
que la comparación se pueden abrir heridas y generar tensiones en torno a tratar de
ubicar uno sobre otro en una hipotética escala de importancia. Cada hecho es particular,
5
En referencia a los tres planteos de Ricoeur “Yo estuve allí”, “créeme” y “si no me crees, pregúntale a
otro”, ¿Por qué recordar? (Barcelona: Granica, 2002),
y aunque en muchos casos se utilice a la Shoah como parámetro de comparación, cada
historia es diferente, tiene un marco distinto; cada hecho relatará sucesos disímiles.
Al preguntarse como es posible recordar sin comparar, vale plantear que la memoria y
el recuerdo buscan ser selectivos, y resignifican hechos eligiendo y recortando
contenidos, donde aparecen los conflictos de lo que se puede contar, de lo que se puede
obtener de un testimonio, que en muchos casos pueden llegar a contradecir lo que
plantean los historiadores.
En el caso del Holodomor se plantean diferentes posturas en torno a la cantidad de
víctimas fatales de la hambruna que recorren cifras tan amplias que van desde 1,5 a 10
millones de personas. Las diferentes posturas tienen sus argumentos y sus conflictos, ya
que hay cientos de cuestiones que aún no se lograron desatar como cuantas fueron a
causa de la hambruna, cuantas a causa de enfermedades, cuantos números de victimas
fueron ocultados, cuantos fueron enterrados en fosas comunes, cuantos decidieron
nacionalizarse rusos para escapar de la persecución, etcétera.
La frialdad de los números de víctimas termina desatando un conflicto en la memoria,
que abre nuevos interrogantes sobre la necesidad de lo que hay que contar, si algo se
debe callar, cuales son los parámetros importantes para construir memoria, cuanto valen
el dolor y el sufrimiento como puntal para generar conciencia y enseñanza, entre otros.
Lo cierto es que aún quedan años por delante de discusiones y cuestionamientos, y
cada vez quedarán menos historias de vida que narren en persona lo vivido entre 1932 y
1933 en Ucrania. Allí aparecerá nuevamente la importancia de los testimonios y la
huella que dejan de cara al futuro.
4- Palabras
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http://www.holodomor.org.ar/testimonios.html
7
http://www.holodomor.org.ar/testimonios.html
La política del discurso unívoco y diseccionado se repite en otras palabras, como las de
Maksym Mytowkyj: “Nuestra ciudad estaba más bien cerca de la frontera yo pienso que
lo que intentaban era que si alguien llegaba a esa zona no viera lo que estaba
sucediendo. Por eso no lo sufrimos tanto. Pero yo vi como la gente se moría en la calle,
sobre todo ancianos y chicos” explica también en referencia al Holodomor, y plantea
que “mis padres algo pudieron guardar. Mijo, papas. Y cuando todo se terminó, la gente
se empezó a morir”8.
En su misma tónica se reproduce el testimonio de Tetiana Tarasenko. “Cuando pasó el
invierno y la gente ya había comido lo que tenía almacenado, ya no quedaba nada. Por
suerte empezaron a florecer los árboles, las flores, acacias. Y comíamos eso. Mi mamá
hervía la cáscara de las papas y nos mandaba a buscar el pasto que antes juntábamos
para los cerdos, lo lavaba, lo cocinaba y con eso hacía la comida y nos daba de comer. Y
eso nos salvó de morir. Pero lo que la gente guardaba bajo los pisos, fuera papa o
granos, ellos traían una especie de varilla con una forma parecida a un cuchillo con una
muesca. De modo que cuando lo metían entre las maderas y lo sacaban, si había algo
quedaba enganchado. Y entonces se llevaban todo”, una postal de la vivencia personal,
que se entrelaza con relatos de sus coterráneos para alzar la voz a una nueva forma de
construir memoria y destruir las paredes de lo prohibido, del dicho vedado por la
autoridad.
En el relato coinciden palabras en las que se refleja el dolor, el recuerdo trágico, la
muerte, lo terrible. Las frases recuerdan el pasado traumático y recurren
sistemáticamente a mostrar lo padecido, a tal nivel en el que la mayoría de las historias
hacen hincapié en la muerte.
“Vi cómo familias enteras, agotadas, se echaban a morir; hasta hubo quien asesinó a su
hija para alimentarse y luego se ahorcó... Comíamos cuando podíamos, hierbas, pasto,
algo de maíz molido; en otoño guardábamos las cáscaras de papas para plantarlas en
primavera a escondidas, porque el vecino las podía robar. Todo era muerte,
desconfianza, miedo. Sólo nuestra madre nos mantuvo vivos y a salvo de enloquecer”
rememora Tarasenko desde Berisso.
El dolor y el sufrimiento casi deja de lado el nacionalismo ucraniano para poner por
sobre todas las cosas el instinto de supervivencia, más allá de todas las cosas. “"En 1931
sacaron de las chacras y los graneros hasta la última miga de las cosechas" relata: "las
cuotas era imposibles de cumplir, entonces venían y revisaban hasta el último rincón, las
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http://www.holodomor.org.ar/testimonios.html
paredes, los pisos. No tardó en llegar el hambre: no un día o dos, todos, y sin solución.
Hubo desesperación, y muchos se volvieron locos; con mis propios ojos vi chicos
descuartizados, un muerto por acá y otro por allá; y sabíamos que al otro día podíamos
ser nosotros. Pasaban con un carro y los cargaban para llevarlos a enterrar, aunque
estuvieran agonizando"9.
El recuerdo trágico es algo compartido, así como la transmisión de sus reminiscencias
a la colectividad y al resto de la sociedad, con el objetivo de que el olvido no marchite
lo que alguna vez sucedió en las fértiles estepas de Europa del Este, donde muchos
aseguran que se perpetró uno de los mayores baños de sangre de la historia, mientras
que otros siguen aduciendo que el Holodomor no fue más que una mera determinación
política errónea por parte del gobierno de Stalin.
El presente
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http://www.eldia.com.ar/edis/20080623/laciudad36.htm
El debate se centra en el que hacer; en el mirar al pasado y tomar las lecciones del ayer
en el marco de una memoria ejemplar, o recordar y bregar por justicia desligando al
pasado del presente de manera literal.
Las sonrisas y la esperanza de las víctimas son un ápice de esperanza en busca del
cambio, para saber que la victima se convierte en un sobreviviente que tiene que
continuar su camino, que ríe para no llorar, que trata de encontrar motores para seguir
adelante y no estancarse en su experiencia traumática, recuperando viejos valores,
reconstruyendo imágenes y situaciones, compartiendo, exigiendo, contando, dejando de
tener una experiencia propia para exponerla y convertirla en conocimiento colectivo.
A pesar de las “memorias en conflicto”, el Holodomor ha dejado de estar oculto en los
anaqueles del olvido y se ha convertido en una temática de discusión en el seno político
ucraniano que ha considerado ponerlo a nivel mundial de discusión, un debate que aún
no ha terminado. Por un lado se busca generar un compromiso internacional, generando
una “llama que pase de mano en mano” entre los ucranianos alrededor del mundo para
representar el recuerdo y que este no se extinga, tratando de revalorizar una parte de la
historia del país, denunciando públicamente el sufrimiento. Por otra parte, se busca
poner un punto final, y dejar el debate enclavado en un error histórico.
Sin lugar a dudas quedan cabos sueltos y cuentas pendientes. Además del recuerdo, del
dolor y la denuncia del terror, todavía quedan por reconocer a aquellos intelectuales
ucranianos que bajo falsos cargos fueron fusilados o enviados a campos de trabajo en
Siberia, a la rebelión campesina, a los deportados, las penas de muerte, la prohibición de
ingreso de ayuda internacional, entre otros. Muchos ejes de debate quedan incompletos,
aunque quizá sea más importante no quedarse en el seno restrictivo del dolor y los
hechos que provocaron la hambruna, para que el Holodomor no sea entendido como un
hecho superficial de discusión política, sino un hecho que ayude a reescribir la historia
con heridas que aún no han cerrado.
Es necesario que la memoria no se represente como una sucesión de hechos
traumáticos y aberrantes, sino que la misma permita remontar el pasado y generar
conciencia en los sectores sociales. Que no sea una reiteración de historias sin análisis,
sino que permita reproducir y resignificar la magnitud de los hechos para que
finalmente se concrete la conciencia, porque “lo que honramos del pasado no es el echo
de que ya no existe más, sino el hecho de que alguna vez existió”10.
10
Paul Ricoeur, Porqué recordar, editorial Granica, 2003.
Bibliografía
Elizabeth Jelin, “Memorias en conflicto” en: Revista Puentes. Pilar Calveiro, Poder y
desaparición: los campos de concentración en Argentina
Andreas Huysen, “En Busca del Futuro Perdido. Cultura y memoria en tiempos de
globalización” Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.
Paulo Freire, Pedagogía del Oprimido, Editorial Siglo Veintiuno, México 1999