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Unidad 6. Capacidad.

a) Capacidad. Concepto de la capacidad de Ejercicio y la capacidad de Derecho.


Capacidad es la aptitud de la persona para adquirir derechos y contraer obligaciones. Es un atributo
que las personas gozan de hecho, es inherente.
Su naturaleza jurídica es ser un atributo inherente a la personalidad, el atributo más típico de las
personas, sirve para definirlas como tales, no solo como naturaleza, sino también a la esencia de la
personalidad.
Se caracteriza por:
a) Es susceptible de grados. Se puede tener en mayor o menor extensión
b) Es una regulación de orden público. Esta más allá de la autonomía de la voluntad de
los particulares que no pueden dejarla sin efecto.

Capacidad de derecho.
Art 22 CCyC: “Capacidad de derecho. Toda persona humana goza de la aptitud para ser titular de
derechos y deberes jurídicos. La ley puede privar o limitar esta capacidad respecto de hechos, simples actos, o
actos jurídicos determinados.”
La capacidad de derecho es la aptitud para ser titulares de derechos y deberes jurídicos. Todas las
personas son, en principio, capaces de derecho. La incapacidad de derecho absoluta es la esclavitud
o la muerte civil, que van en contra de los derechos naturales. Pero existen capacidades de derecho
relativas referidas a ciertos derechos particulares, por ej los padres no pueden comprar los bienes
de sus hijos que se encuentran bajo su tutela, o los curadores a sus protegidos. Los jueces no pueden
adquirir bienes que se encuentren en litigio en su juzgado, ni escribanos, abogados, fiscales,
defensores o tasadores. Estas incapacidades obedecen siempre a una causa grave, solo por motivos
serios se priva a las personas de esta capacidad, y son excepcionales.

Capacidad de hecho o de ejercicio.


Art 23 CCyC: “Capacidad de ejercicio. Toda persona humana puede ejercer por sí misma sus derechos,
excepto las limitaciones expresamente previstas en este Código y en una sentencia judicial.”
La capacidad de hecho o de ejercicio es la aptitud para ejercer derechos y contraer obligaciones.
Mientras que la capacidad de derecho se refiere al goce, esta capacidad de vincula con el ejercicio.
Algunas veces la ley priva a las personas de ejercer ciertos derechos, esta privación se funda en la
insuficiencia mental de algunas personas, como los menores o incapaces, o bien en la carencia de
libertad, como los condenados a prisión, o aquellos que es necesario proteger al interesado o a su
familia, como los pródigos. En todos los casos la persona realiza los actos mediante su representante
legal y solo ciertos actos que no necesiten la intervención de la ley o no atenten contra su patrimonio.

b) Incapacidad de Ejercicio y Capacidad de Derecho. Limitaciones de la Capacidad de Derecho.


Incapacidad de Ejercicio: análisis del art 24 CCyC.
La incapacidad de derecho se da cuando la ley priva o limita este derecho. (Capacidad de derecho)
La incapacidad de ejercicio o de hecho se da cuando no se pueden ejercer los derechos de los que
somos titulares. Se establece para amparar al sujeto, es una medida de protección.
Art 24 CCyC: “Personas incapaces de ejercicio. Son incapaces de ejercicio: a. la persona por nacer;
b. la persona que no cuenta con la edad y grado de madurez suficiente, con el alcance dispuesto en la Sección
2ª de este Capítulo;
c. La persona declarada incapaz por sentencia judicial, en la extensión dispuesta en esa decisión.”
Según el artículo con incapaces de ejercicio:
1º Las personas por nacer, quienes pueden adquirir ciertos derechos y los progenitores son sus
representantes legales, los cuales del usufructo sobre los bienes de los hijos por nacer. Cesara la
representación, de este modo, el día del parto, y pasara a ser el segundo punto del articulo;
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2º Personas que no cuentan con edad y grado de madurez suficiente, son los menores de edad y
adolescentes. Personas menores a 18 años son adolescentes, y personas menores a 13 años son
menores de edad. Ejercen sus derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la
persona que cuenta con edad y grado de madurez suficiente puede ejercer por si solo los actos que
le son permitidos. Tiene derecho a ser oída en todo proceso jurídico que le concierne así como
participar de las decisiones sobre una persona. A partir de los 16 años el adolescente es considerado
como un adulto para las decisiones sobre su cuerpo.
3º Personas con capacidad restringida o incapacidad. El juez puede restringir la capacidad de ciertos
actos de una persona mayo de 13 años con adicción o alteración mental permanente o prolongada,
siempre que el ejercicio de su capacidad resulte un daño a su persona o a sus bienes. El juez debe
designar los apoyos necesarios especificando las funciones de los mismos. Esta declaración de
incapacidad o capacidad restringida puede ser solicitada por el propio interesado, el cónyuge (no
separado de hecho), el conviviente (mientras no haya cesado la convivencia), los parientes dentro
del cuarto grado o el Ministerio público. El juez debe entrevistar al interesado personalmente, antes
de dictar resolución alguna, el cual puede aportar todas las pruebas que hagan a su defensa.

c) Protección de los Incapaces: Representación. Apoyo, nulidades como sistema de protección.


Ley 26.061 y modificatorias. Normas principales. Ministerio de menores.
Art 43 CCyC: “Concepto. Función. Designación. Se entiende por apoyo cualquier medida de carácter
judicial o extrajudicial que facilite a la persona que lo necesite la toma de decisiones para dirigir su persona,
administrar sus bienes y celebrar actos jurídicos en general. Las medidas de apoyo tienen como función la de
promover la autonomía y facilitar la comunicación, la comprensión y la manifestación de voluntad de la
persona para el ejercicio de sus derechos. El interesado puede proponer al juez la designación de una o más
personas de su confianza para que le presten apoyo. El juez debe evaluar los alcances de la designación y
procurar la protección de la persona respecto de eventuales conflictos de intereses o influencia indebida. La
resolución debe establecer la condición y la calidad de las medidas de apoyo y, de ser necesario, ser inscripta
en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las Personas.”
El fin del sistema de protección es remediar la incapacidad de hecho de las personas y por el
principio de igualdad se agrega un apoyo para suplir la incapacidad. Estos son:
La Representación. Art 100 al 103. Tiene lugar cuando se designa una persona para que se sustituya
al incapaz en el ejercicio de sus derechos y realice los actos para los cuales el titular está legalmente
impedido. Actúa por su propia iniciativa sin consultarle su voluntad al incapaz. Se caracteriza por
ser:
a) Legal: ya que proviene de la ley y no de la voluntad del incapaz.
b) Necesaria: no se puede prescindir de ella.
c) Dual y conjunta: esta conferida a dos representantes: el legal individual y el representante
promiscuo.
d) Controlada: está sujeta a la aprobación judicial.
Art 100: “Regla general. Las personas incapaces ejercen por medio de sus representantes los derechos que no
pueden ejercer por sí.”
Art 101: “Enumeración. Son representantes: a. de las personas por nacer, sus padres; b. de las personas
menores de edad no emancipadas, sus padres. Si faltan los padres, o ambos son incapaces, o están privados de
la responsabilidad parental, o suspendidos en su ejercicio, el tutor que se les designe; c. de las personas con
capacidad restringida, el o los apoyos designados cuando, conforme a la sentencia, éstos tengan representación
para determinados actos; de las personas incapaces en los términos del último párrafo del artículo 32, el curador
que se les nombre.”

La Representación se divide en:


∞ Representación legal. Es la obligación del representante denunciar la situación para que se
le provea al incapaz un curador o tutor especial. Si lo omite de los actos que realice serán
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nulos. El tutor o curador solo pueden intervenir en el negocio para el que fue designado, esto
no afecta la patria potestad que ejercen los padres en los demás asuntos.
∞ La Representación promiscua. Es la representación colectiva a cargo de un organismo creado
para defender los intereses de los incapaces.

El Ministerio Público. Es un organismo estatal de protección de menores de edad, incapaces y con


capacidad restringida. Actúa ante la ausencia, carencia o inacción de los representantes legales
cuando están comprometidos los derechos sociales, económicos o culturales. La omisión de la
intervención del Ministerio es sancionada con la nulidad de todo lo actuado.
Es la rama del Ministerio Publico integrada por los Asesores de Incapaces. Estos funcionarios son
los encargados de representar y defender a las personas que no pueden ejercitar sus derechos por
si mismos debido a su estado de incapacidad (personas por nacer, menores, dementes, sordomudos
que no saben darse a entender por escrito).
La actuación de los Asesores de Incapaces esta inserta en todo el plexo jurídico normativo destinado
a la protección de los menores e incapaces, desenvolviéndose no solo en el plano judicial sino en el
extrajudicial, esto es en todo asunto donde estén interesados los derechos de los incapaces, ello bajo
pena de nulidad en los actos cumplidos sin su intervención.
Con intención de brindar plena operatividad a esta misión, la Ley 16061 (Ley de creación de
Ministerio Publico) y regulaciones del Procurador General, regulan la actuación de los Asesores de
Incapaces imponiéndoles:
1º Tomar contacto inmediato y directo con los menores o incapaces que representen judicialmente
y con todos aquellos que requieran su asistencia aunque no medie proceso judicial.
2º Asistir al incapaz en toda audiencia ante los jueces de la causa o ante cualquier otro magistrado
que requiera su comparendo.
3º Patrocinar en nombre de ellos en defensa de los derechos a la vida, identidad y de ser oídos por
el juez de la causa.
4º Concurrir, en su caso, al ejercicio del Patronato de menores, para atender la salud, seguridad y
educación del menor, proveyendo su tutela.
5º Tomar contacto con la comunidad a través de las instituciones especificas a fin de coordinar
acciones vinculadas con la producción y asistencia de los incapaces.
6º Vigilar la situación de los incapaces alojados por cualquier causa en lugares de detención o
establecimiento sanitarios.
Art 103: “Actuación del Ministerio Público. La actuación del Ministerio Público respecto de personas
menores de edad, incapaces y con capacidad restringida, y de aquellas cuyo ejercicio de capacidad requiera de
un sistema de apoyos puede ser, en el ámbito judicial, complementaria o principal. a. Es complementaria en
todos los procesos en los que se encuentran involucrados intereses de personas menores de edad, incapaces y
con capacidad restringida; la falta de intervención causa la nulidad relativa del acto. b. Es principal: i. cuando
los derechos de los representados están comprometidos, y existe inacción de los representantes; ii. cuando el
objeto del proceso es exigir el cumplimiento de los deberes a cargo de los representantes; iii. cuando carecen de
representante legal y es necesario proveer la representación. En el ámbito extrajudicial, el Ministerio Público
actúa ante la ausencia, carencia o inacción de los representantes legales, cuando están comprometidos los
derechos sociales, económicos y culturales.”

La asistencia. Las personas con capacidad restringida y los inhabilitados no son sustituidos por otro
en el ejercicio de sus derechos sino llamado conjuntamente con el apoyo al desempeño de ese
ejercicio. Da lugar a una actividad compleja cuyo elemento voluntario esta integrado por la
voluntad del titular de los derechos, ejercicio y completada por la voluntad de la persona que
desempeña la función de controlador.
Art 102: “Asistencia. Las personas con capacidad restringida y las inhabilitadas son asistidas por los
apoyos designados en la sentencia respectiva y en otras leyes especiales.”
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Tutela. Está destinada a brindar protección a la persona y bienes de niños y adolescentes que no
han alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no haya persona que ejerza la
responsabilidad parental. La tutela termina por:
1º La muerte del tutelado.
2º La emancipación.
3º Desaparición de la causa de tutela.
4º Por la declaración de incapacidad restringida.
5º Remoción o renuncia aceptada por el juez de quien ejerce la tutela.

Arts. del Código del 104 al 137


Art 104 CCyC: “Concepto y principios generales. La tutela está destinada a brindar protección a la persona
y bienes de un niño, niña o adolescente que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil cuando no haya
persona que ejerza la responsabilidad parental. Se aplican los principios generales enumerados en el Título
VII del Libro Segundo. Si se hubiera otorgado la guarda a un pariente de conformidad con lo previsto en el
Título de la responsabilidad parental, la protección de la persona y bienes del niño, niña y adolescente puede
quedar a cargo del guardador por decisión del juez que otorgó la guarda, si ello es más beneficioso para su
interés superior; en igual sentido, si los titulares de la responsabilidad parental delegaron su ejercicio a un
pariente. En este caso, el juez que homologó la delegación puede otorgar las funciones de protección de la
persona y bienes de los niños, niñas y adolescentes a quienes los titulares delegaron su ejercicio. En ambos
supuestos, el guardador es el representante legal del niño, niña o adolescente en todas aquellas cuestiones de
carácter patrimonial.”
Art 105 CCyC: “Caracteres. La tutela puede ser ejercida por una o más personas, conforme aquello que más
beneficie al niño, niña o adolescente. Si es ejercida por más de una persona, las diferencias de criterio, deben
ser dirimidas ante el juez que haya discernido la tutela, con la debida intervención del Ministerio Público. El
cargo de tutor es intransmisible; el Ministerio Público interviene según lo dispuesto en el artículo 103.”
Art 110 CCyC: “Personas excluidas. No pueden ser tutores las personas: a. que no tienen domicilio en la
República; b. quebradas no rehabilitadas; c. que han sido privadas o suspendidas en el ejercicio de la
responsabilidad parental, o han sido removidas de la tutela o curatela o apoyo de otra persona incapaz o con
capacidad restringida, por causa que les era atribuible; d. que deben ejercer por largo tiempo o plazo indefinido
un cargo o comisión fuera del país; e. que no tienen oficio, profesión o modo de vivir conocido, o tienen mala
conducta notoria; f. condenadas por delito doloso a penas privativas de la libertad; g. deudoras o acreedoras
por sumas considerables respecto de la persona sujeta a tutela; h. que tienen pleitos con quien requiere la
designación de un tutor. La prohibición se extiende a su cónyuge, conviviente, padres o hijos; i. que, estando
obligadas, omiten la denuncia de los hechos que dan lugar a la apertura de la tutela; j. inhabilitadas, incapaces
o con capacidad restringida; k. que hubieran sido expresamente excluidas por el padre o la madre de quien
requiere la tutela, excepto que según el criterio del juez resulte beneficioso para el niño, niña o adolescente.”
Ejercicio de la tutela Art 117 CCyC: “Ejercicio. Quien ejerce la tutela es representante legal del niño, niña
o adolescente en todas aquellas cuestiones de carácter patrimonial, sin perjuicio de su actuación personal en
ejercicio de su derecho a ser oído y el progresivo reconocimiento de su capacidad otorgado por la ley o
autorizado por el juez.
Art 120 CCyC: “Actos prohibidos. Quien ejerce la tutela no puede, ni con autorización judicial, celebrar
con su tutelado los actos prohibidos a los padres respecto de sus hijos menores de edad. Antes de aprobada
judicialmente la cuenta final, el tutor no puede celebrar contrato alguno con el pupilo, aunque haya cesado la
incapacidad.”
Art 135 CCyC: “Causas de terminación de la tutela. La tutela termina: a. por la muerte del tutelado, su
emancipación o la desaparición de la causa que dio lugar a la tutela; b. por la muerte, incapacidad, declaración
de capacidad restringida, remoción o renuncia aceptada por el juez, de quien ejerce la tutela. En caso de haber
sido discernida a dos personas, la causa de terminación de una de ellas no afecta a la otra, que se debe mantener
en su cargo, excepto que el juez estime conveniente su cese, por motivos fundados. En caso de muerte del tutor,
el albacea, heredero o el otro tutor si lo hubiera, debe ponerlo en conocimiento inmediato del juez de la tutela.
En su caso, debe adoptar las medidas urgentes para la protección de la persona y de los bienes del pupilo.”
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Curador. El curador asiste a la persona y los bienes del incapaz, integrando con su conformidad la
manifestación de voluntad del propio inhabilitado. Si el curador niega irrazonablemente o
infundadamente. Su asentimiento, el inhabilitado puede recurrir ante un juez para lograr la
autorización; y este se resolverá sumariamente y con audiencia del curador y del Asesor de Menores
e Incapaces.
Art 138 CCyC: “Normas aplicables. La curatela se rige por las reglas de la tutela no modificadas en esta
Sección. La principal función del curador es la de cuidar a la persona y los bienes de la persona incapaz, y
tratar de que recupere su salud. Las rentas de los bienes de la persona protegida deben ser destinadas
preferentemente a ese fin.”
Art 139 CCyC: “Personas que pueden ser curadores. La persona capaz puede designar, mediante una
directiva anticipada, a quien ha de ejercer su curatela. Los padres pueden nombrar curadores y apoyos de sus
hijos incapaces o con capacidad restringida, en los casos y con las formas en que pueden designarles tutores.
Cualquiera de estas designaciones debe ser aprobada judicialmente. A falta de estas previsiones el juez puede
nombrar al cónyuge no separado de hecho, al conviviente, a los hijos, padres o hermanos de la persona a
proteger según quien tenga mayor aptitud. Se debe tener en cuenta la idoneidad moral y económica.”

d) Menores: Concepto. Fundamento de las restricciones a su capacidad. Capacidad progresiva:


actos civiles, derechos personalísimos, salud, derecho a ser oído, capacidad laboral,
reconocimiento de hijos, responsabilidad parental.
Art 25 CCyC: “Menor de edad y adolescente. Menor de edad es la persona que no ha cumplido dieciocho
años. Este Código denomina adolescente a la persona menor de edad que cumplió trece años.”
Art 26 CCyC: “Ejercicio de los derechos por la persona menor de edad. La persona menor de edad
ejerce sus derechos a través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de
madurez suficiente puede ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento jurídico. En
situaciones de conflicto de intereses con sus representantes legales, puede intervenir con asistencia letrada.
La persona menor de edad tiene derecho a ser oída en todo proceso judicial que le concierne así como a
participar en las decisiones sobre su persona. Se presume que el adolescente entre trece y dieciséis años tiene
aptitud para decidir por sí respecto de aquellos tratamientos que no resultan invasivos, ni comprometen su
estado de salud o provocan un riesgo grave en su vida o integridad física. Si se trata de tratamientos
invasivos que comprometen su estado de salud o está en riesgo la integridad o la vida, el adolescente debe
prestar su consentimiento con la asistencia de sus progenitores; el conflicto entre ambos se resuelve teniendo
en cuenta su interés superior, sobre la base de la opinión médica respecto a las consecuencias de la
realización o no del acto médico. A partir de los dieciséis años el adolescente es considerado como un adulto
para las decisiones atinentes al cuidado de su propio cuerpo.”

Son menores de edad las personas que no han cumplido los 18 años, son menores adolescentes
aquellos que no han cumplido los 13 años. Su incapacidad se fundamenta en su falta de madurez y
comprensión mental de los actos Los menores impúberes son incapaces de hecho, es decir que no
pueden por si ejercer ningún acto de la vida civil. En realidad, tanto los impúberes como los menores
adultos, son, como regla general incapaces de hecho, y solo pueden realizar aquellos actos
autorizados por la ley. Dado el mayor desarrollo y comprensión de los menores adultos, pueden
realizar más actos que los impúberes. Esto es solo una diferencia cuantitativa y no cualitativa. En
síntesis, tienen la misma categoría estructural, o sea, que son básicamente incapaces, y solo capaces
por excepción cuando alguna norma legal los autoriza a realizar algún acto.

Menores impúberes (13):


Son incapaces absolutos, sin embargo hay excepciones en la vida cotidiana como:
∞ Llevar a cabo pequeños contratos
∞ Pueden adquirir por sí mismo la posición de las cosas si tiene más de 10 años
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∞ A partir de los 10 años tienen discernimiento para actos ilícitos.

Sus representantes son los padres, en caso de ausencia de ellos un tutor.


Menores púberes (13 a 18):
∞ Son incapaces relativos y pueden realizar los actos que la ley autorice. Pueden contraer
matrimonio (autorización judicial y paterna)
∞ Pueden ejercer el comercio (autorización judicial y paterna)
∞ Entrar en el ejército (autorización judicial y paterna)
∞ Reconocer hijos extramatrimoniales (sin autorización)
∞ Pueden trabajar
∞ Ser testigos en un juicio

Capacidad progresiva.
Derecho a ser oído. La efectiva realización del concepto de autonomía progresiva requiere la previa
escucha del niño, niña o adolescente de que se trate, frente a cualquier cuestión que lo involucre.
Esta exigencia surge ya de la previa ley 26.061 que, receptando el principio general del art. 12 CdN,
incorporó al art. 3° —como recaudo integrante del concepto de interés superior— el derecho de los
niños a “ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos”,
respetando “su edad, grado de madurez, capacidad de discernimiento, y demás condiciones
personales”. También otros artículos de la norma especificaron este derecho: así, el art. 24 contiene
el derecho del niño a “participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que les conciernan
y en aquellos que tengan interés (...) “[en] todos los ámbitos (…) estatal, familiar, comunitario, social,
escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo”. La escucha no constituye únicamente una
garantía procesal, sino que se erige como principio rector en toda cuestión que involucre o afecte al
niño, niña o adolescente, sea en los ámbitos judiciales, administrativos, familiares, educativos,
sociales, comunitarios, etc.
El ejercicio de este derecho-garantía no puede estar condicionado ni a pisos mínimos etarios ni a la
presencia de cierto grado de madurez en el niño: todo niño o niña tiene derecho a ser oído. Si bien
la opinión del niño no es determinante, en razón del peso que ella presenta en especial para la
construcción del interés superior del niño, en los casos en que el Juez decida apartarse de dicha
expresión debe aportar argumentos de peso que justifiquen contradecirla.

Derechos personalísimos. Salud. El Código regula en forma expresa lo relativo al ejercicio de


derechos personalísimos atinentes al cuidado de la salud y el propio cuerpo por las personas
menores de edad. En forma coherente con la distinción establecida en el artículo anterior entre niños
y adolescentes, el ejercicio en forma personal de los derechos sobre el propio cuerpo se concede en
favor de estos últimos. En efecto, el piso etario para la aplicación de la norma son los 13 años de
edad. En el otro extremo, la edad de 16 años se introduce como el tope él es considerado como un
adulto para la toma de decisiones relativa al cuidado de su propio cuerpo. En esta franja etaria —13
a 16 años— la cuestión relativa a la capacidad de ejercicio de los actos personalísimos por el
adolescente se regula considerando la complejidad y/o efectos eventuales de los actos/tratamientos
médicos.
Que el régimen admita la competencia o aptitud del adolescente para la toma de decisiones frente
a actos y/o tratamientos médicos, no importa consagrar su capacidad para la celebración del
contrato médico; el primer aspecto refiere al ejercicio de un derecho personalísimo, en tanto el
segundo es un acto jurídico patrimonial que exige la consecuente capacidad; claramente, el
adolescente carece de capacidad para el segundo, pero no necesariamente para el primero.
Las tres situaciones contempladas por la norma son:
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a. Respecto de la pretensión de ejercicio de derechos y actos que no comprometen la salud del


adolescente ni provocan riesgo en su integridad física —y psíquica—, la sola petición del
adolescente hace presumir su aptitud para el acto que desea practicar.
b. Frente a tratamientos invasivos que sí comprometen la integridad, salud o vida del adolescente,
se exige la asistencia del representante, con el consentimiento de la persona menor de edad. No se
está hablando de representación ni de sustitución, sino de asistencia: es el adolescente el que presta
el consentimiento, asistido por su representante. Siendo previsible la generación de conflictos entre
las opiniones de quien consiente y quien/es asienten, ello se resuelve judicialmente, debiendo la
decisión considerar dos pautas: por un lado, el interés superior del niño y, por el otro —si bien se
trata de un efecto que también se mide para delinear y adoptar la decisión que realiza tal interés
superior—, la opinión médica respecto a las consecuencias de la realización del acto.
c. A partir de los 16 años el sistema se independiza de las previsiones, incapacidad y competencia,
considerándose como un mayor de edad al efecto de la decisión médica.

Capacidad laboral.
Art 30 CCyC: “Persona menor de edad con título profesional habilitante. La persona menor de edad
que ha obtenido título habilitante para el ejercicio de una profesión puede ejercerla por cuenta propia sin
necesidad de previa autorización. Tiene la administración y disposición de los bienes que adquiere con el
producto de su profesión y puede estar en juicio civil o penal por cuestiones vinculadas a ella.”
Pueden ejercer la profesión por cuenta propia teniendo la administración y disposición de los bienes
que adquieren con el producto de su profesión.
La solución permite que el trabajo de estos jóvenes no dependa de la voluntad de sus padres. Los
representantes legales, padres o tutores no cuentan con posibilidad de válida oposición, ya que los
contratos de locación de servicios o laborales que el hijo adolescente celebre no requieren
autorización previa alguna, menos aún judicial.
Habiendo obtenido el título que habilita la profesión, aparecería contradictorio requerir una
autorización judicial —que, por lo demás, no podría ser contradictoria con la habilitación otorgada
por el organismo competente que expidió la certificación y/o título habilitante—. La consecuencia
de la habilitación que reconoce la norma es la capacidad de administración y disposición de los
bienes que fueron obtenidos con el producto de dicho trabajo, así como la asunción de las
responsabilidades y derechos derivados de su ejercicio —en el caso, la aptitud para presentarse y/o
promover procesos penales y/o civiles relacionados con la labor ejercida—. Estos bienes están
excluidos del régimen general de administración a cargo de los padres, que se regula en el CCyC a
partir del art. 677.
La exclusión del régimen de administración abarca no solo los bienes adquiridos con el producto
del trabajo referido en la norma —“peculio” del hijo—, sino también los bienes subrogados con
dichos fondos. La libertad de disposición incluye aun la disposición a título gratuito, sea de los
fondos obtenidos como de los bienes adquiridos con ellos. Bastará con la manifestación efectuada
por el hijo respecto de que los fondos provienen de dicho origen; lo contrario implicaría la necesidad
de judicializar la cuestión o complejizar su acreditación en el escenario notarial con un régimen de
prueba que el CCyC no prevé. Se trata de una suerte de independencia del hijo adolescente, fundada
en la formación de este para un oficio o profesión y en la habilitación otorgada por el organismo
competente —que, por lo demás, en nada altera la obligación alimentaria de los progenitores que el
CCyC mantuvo en igual sentido que en el CC (ley 26.579): durante la menor edad y con extensión a
los 21 años de edad (art. 658 CCyC)—.

Reconocimiento de los hijos. Responsabilidad parental.


Art 644 CCyC.- “Progenitores adolescentes. Los progenitores adolescentes, estén o no casados, ejercen la
responsabilidad parental de sus hijos pudiendo decidir y realizar por sí mismos las tareas necesarias para su
cuidado, educación y salud. Las personas que ejercen la responsabilidad parental de un progenitor
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adolescente que tenga un hijo bajo su cuidado pueden oponerse a la realización de actos que resulten
perjudiciales para el niño; también pueden intervenir cuando el progenitor omite realizar las acciones
necesarias para preservar su adecuado desarrollo. El consentimiento del progenitor adolescente debe
integrarse con el asentimiento de cualquiera de sus propios progenitores si se trata de actos trascendentes
para la vida del niño, como la decisión libre e informada de su adopción, intervenciones quirúrgicas que
ponen en peligro su vida, u otros actos que pueden lesionar gravemente sus derechos. En caso de conflicto, el
juez debe decidir a través del procedimiento más breve previsto por la ley local. La plena capacidad de uno de
los progenitores no modifica este régimen.”
En primer lugar, el art. 25 CCyC introduce la categoría “adolescente” y para ello utiliza un criterio
etario: a partir de los trece años, y hasta los dieciocho, las personas menores de edad se denominan
adolescentes. Esta distinción se efectúa esta diferenciación, que facilita la conceptualización de un
niño o niña respecto de aquellas personas que, sin haber aún adquirido la plenitud de sus
habilidades, se encuentran en un estadio de desarrollo que no puede asimilarse ni a la niñez ni a la
juventud, ni menos aún a la adultez. Y en términos jurídicos, justamente, el principio constitucional
de autonomía progresiva funciona como pauta de diferenciación respecto del ejercicio de los
derechos.
Entonces, aquellos adolescentes (art. 25 CCyC) que sean progenitores, independientemente de su
estado civil o con quién convivan, ejercen la responsabilidad parental sobre sus hijos, pudiendo
realizar por sí mismos las tareas de cuidado, educación y salud.
Pero así como no es lo mismo ser niño que adolescente, tampoco lo es ser adolescente que adulto. Y
es por ello que la norma en análisis diseña un sistema en el cual, sin dejar de lado a los adolescentes
en el ejercicio de la responsabilidad parental sobre sus hijos, tampoco los deja solos. Y es así que
quienes ejercen la responsabilidad parental de un progenitor adolescente (abuelo/a de este hijo, por
ejemplo) tienen tres posibilidades de actuación respecto de las decisiones en relación a su nieto/a:
a. pueden oponerse a la realización de aquellos actos decididos por los progenitores adolescentes
respecto a su hijo/a que resulten perjudiciales para el mismo/a; b. pueden intervenir en forma
directa ante la omisión del progenitor adolescente de realizar o decidir cuestiones necesarias al
desarrollo del hijo/a; c. su asentimiento es exigido para integrar el consentimiento del progenitor
adolescente respecto a actos trascendentes para la vida del niño o que puedan provocar daños
graves a sus derechos.
Así, en las cuestiones cotidianas o de menor impacto en la vida del niño o niña, quienes ejercen la
responsabilidad parental sobre sus progenitores adolescentes, tienen la posibilidad de oposición u
acción directa. Pero en aquellas materias que pudieran provocar una grave modificación en la
situación del niño o niña —la decisión de su entrega en adopción, por ejemplo— o que afecten
seriamente su vida o sus derechos —una intervención quirúrgica—, las decisiones de los
progenitores adolescentes deben ser complementadas e integradas con el asentimiento de
cualquiera de sus propios progenitores. Dado que es suficiente al menos el asentimiento de uno de
ellos, las diferencias o desacuerdos deberán ser resueltos en instancia judicial.
Se trata, entonces, de un sistema que brinda una doble protección, destinada tanto al progenitor
adolescente como a su hijo, en el que los adultos acompañan y apoyan al hijo/a adolescente en las
decisiones relacionadas con su propio hijo, sin desplazarlo/a ni sustituirlo/a.
Por último, se destaca que la adquisición de la mayoría de edad de uno de los progenitores, cesando
así su condición de progenitor adolescente, no altera este régimen si el otro/a aún no arribó a la
mayoría de edad.

Actos civiles.
Actos que se pueden realizar según las edades:
1) Sin límite de edad:
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∞ Pequeños contratos de la vida civil.


∞ Contraer suministros de urgente necesidad.
∞ Casarse con dispensa judicial de la edad
∞ Trabajar en empresas familiares
∞ Ser mandatario (Borda dice que para ser mandatario hay que tener discernimiento, o
sea, 14 años).

2) A los 10 años:

∞ Adquirir por si mismo la posesión de las cosas.


∞ Son responsables civilmente por los actos ilícitos que se cometan (relacionado con el
discernimiento y no con la capacidad).

3) A los 14 años:
a) Sin necesidad de autorización:

∞ Defenderse en juicio. Para querella sigue siendo incapaz.


∞ Reconocer hijos
∞ Estar en juicio laboral, como actor o demandado.
∞ Demandar a sus padres por alimentos, con asistencia de un tutor o Ministerio de
Menores.
∞ Ser testigo en juicio civil y laboral
∞ Recibir cosas en “deposito necesario”, o sea en caso de peligro o fuerza mayor.
∞ Afiliarse a sindicatos.

b) Con autorización de sus padres:

∞ Ejercer empleo, oficio, profesión o industria.


∞ Estar en juicio civil
∞ Dejar la casa de sus progenitores a salir al extranjero
∞ Ingresar a comunidades religiosas, fuerzas armadas o de seguridad.

4) A los 16 años:

∞ La mujer casarse con autorización de los padres o venia judicial, y al emanciparse tiene
plena capacidad laboral.

5) A los 18 años: (Alcanzan la Mayoria de Edad)


a) Sin necesidad de autorización:

∞ Plena capacidad laboral


∞ Hacer testamento
∞ Pedir en el registro civil se agregue a su nombre el apellido materno o el segundo
apellido paterno.
∞ Ser dador de órganos o materia anatómico para trasplantes.
∞ Ejercer derechos públicos

b) Con Autorización:

∞ El hombre, casarse.
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∞ Ser emancipados por habilitación de edad.


∞ Ejercer el comercio

e) Responsabilidad de los Menores: Responsabilidad por hechos lícitos y por hechos ilícitos.
f) Cesación de la Incapacidad.
“Cese de la incapacidad y de las restricciones a la capacidad Art. 47 CCyC.- Procedimiento para
el cese. El cese de la incapacidad o de la restricción a la capacidad debe decretarse por el juez que la declaró,
previo examen de un equipo interdisciplinario integrado conforme a las pautas del artículo 37, que dictamine
sobre el restablecimiento de la persona. Si el restablecimiento no es total, el juez puede ampliar la nómina de
actos que la persona puede realizar por sí o con la asistencia de su curador o apoyo.”
Bajo la nueva norma, el cese de la incapacidad y/o restricción —es decir, el restablecimiento pleno
de la capacidad de la persona— no requeriría un proceso autónomo dirigido a este fin, pudiendo
resultar de la re-evaluación interdisciplinaria (arts. 37 y 40 CCyC). Como consecuencia de ello, se
advierte la innecesariedad de mantener la restricción y/o la conveniencia de morigerar las
restricciones oportunamente impuestas en beneficio de la persona.
A resultas de dicha revisión pueden resolverse modificaciones particulares que restituyan el
ejercicio de determinados derechos, o bien el cese absoluto y completo de las restricciones
oportunamente impuestas.
Este examen deberá expedirse sobre el “restablecimiento de la persona”. Se alude al
restablecimiento de las condiciones personales, sociales, de contexto familiar y/o comunitario, que
le permiten la restitución al ejercicio de los actos por sí.
Para que el cese de los efectos de la sentencia de incapacidad o capacidad restringida sea oponible
a terceros, la nueva resolución debe ser inscripta en el Registro de Estado Civil y Capacidad de las
Personas. art. 39 CCyC).
El pedido de cese puede ser planteado por cualquiera de los legitimados en el art. 33 CCyC y, por
supuesto, por el propio interesado.
Las pautas del debido proceso expuestas en los arts. 31, 35 y 36 CCyC, son también aquí exigibles;
en particular, las relacionadas con la inmediación y el derecho del interesado a ofrecer pruebas y
postular su defensa en pos del cese de las restricciones. Remitimos al comentario de dichos artículos.

g) Personas con capacidad disminuida o adicciones. Concepto. (Art 32 y 48 CCyC) Ley 26657.
h) Inhabilitados. Concepto de pródigos. Condición jurídica.
Art 32 CCyC: “Persona con capacidad restringida y con incapacidad. El juez puede restringir la
capacidad para determinados actos de una persona mayor de trece años que padece una adicción o una
alteración mental permanente o prolongada, de suficiente gravedad, siempre que estime que del ejercicio de
su plena capacidad puede resultar un daño a su persona o a sus bienes. En relación con dichos actos, el juez
debe designar el o los apoyos necesarios que prevé el artículo 43, especificando las funciones con los ajustes
razonables en función de las necesidades y circunstancias de la persona. El o los apoyos designados deben
promover la autonomía y favorecer las decisiones que respondan a las preferencias de la persona protegida.
Por excepción, cuando la persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno
y expresar su voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte
ineficaz, el juez puede declarar la incapacidad y designar un curador.”
El juez puede restringir la capacidad de ciertos actos de una persona mayor de 13 años con adicción
o alteración mental permanente o prolongada, siempre que el ejercicio de su capacidad resulte un
daño a su persona o a sus bienes. El juez debe designar los apoyos necesarios especificando las
funciones de los mismos. Esta declaración de incapacidad o capacidad restringida puede ser
solicitada por el propio interesad, el cónyuge ( que no esté separado de hecho), el conviviente
(siempre que no haya cesado la convivencia), los parientes dentro del cuarto grado, si fuera por
afinidad dentro del segundo grado, o el ministerio público.
11

El juez debe entrevistar al interesado personalmente, antes de dictar la resolución, el cual puede
aportar todas las pruebas que hagan a su defensa.
La condición de la persona sujeta a restricciones a su capacidad en el CCyC no es la del inhábil del
CC. La restricción a la capacidad es una categoría genérica, que incluye un amplio abanico de
posibilidades relacionadas con la amplitud o estrechez de los actos que han sido limitados a la
persona por sentencia. En segundo lugar, la inhabilitación fue pensada exclusivamente para la
protección patrimonial de la persona, direccionada a actos de administración y disposición, en tanto
que la restricción a la capacidad apunta a actos personales y/o patrimoniales. Finalmente, el efecto
de la restricción de la capacidad no es la designación de un curador —ni siquiera en su modalidad
más “benévola” de asistencia— sino la designación de figuras de apoyo, en los términos del art. 12
CdPd.
El CCyC define las personas pasibles de restricción a la capacidad: mayores de 13 años, con
padecimiento de adicción o una alteración mental permanente o prolongada, de suficiente
gravedad. El “piso” impuesto en los 13 años guarda coherencia con la categoría de adolescente
incorporada en el CCyC (art. 25) y la inexistencia de discernimiento para los actos lícitos por debajo
de dicha edad.
El CCyC elimina las etiquetas o calificaciones preexistentes —“sordomudos que no saben darse a
entender por escrito”; “dementes”; “disminuidos en sus facultades mentales”— y reemplaza ello
por enunciaciones genéricas: alteración mental y adicción. Además, se exige un supuesto material,
dado por las circunstancias personales y sociales de la persona y no por su pertenencia “a un grupo”
y/o a la identificación con un diagnóstico. Así, la declaración de “capacidad restringida” requiere
que la persona se encuentre en situación de daño a su persona o a sus bienes consecuencia de sus
actos.
Al efectuar esta ponderación en relación al eventual riesgo para la persona y/o su patrimonio debe
entenderse aplicable la referencia final del artículo respecto a la aptitud de la persona para
comprender y expresar voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado; así, el juez no
podría entender configurado riesgo o daño a la persona si la misma puede manifestar voluntad,
comprender y razonar con el auxilio de estos medios de comunicación, avalados por lo demás por
la Convención.

Inhabilitados Art 48 CCyC: “Pródigos. Pueden ser inhabilitados quienes por la prodigalidad en la
gestión de sus bienes expongan a su cónyuge, conviviente o a sus hijos menores de edad o con discapacidad a
la pérdida del patrimonio. A estos fines, se considera persona con discapacidad, a toda persona que padece
una alteración funcional permanente o prolongada, física o mental, que en relación a su edad y medio social
implica desventajas considerables para su integración familiar, social, educacional o laboral. La acción sólo
corresponde al cónyuge, conviviente y a los ascendientes y descendientes.”
Acorde el nuevo régimen implementado de restricciones a la capacidad, ya no procede la anterior
alternativa de inhabilitación en relación a las personas disminuidas en sus facultades mentales que
consignaba el art. 152 bis CC. Por un lado, no hay categorías médicas que califiquen a las personas
como incapaces o inhábiles; por el otro, la permeabilidad y flexibilidad del régimen de restricciones
posibilita respuestas a medida en el caso de las restricciones puntuales, que conservan la vigencia
del principio de capacidad a excepción de los actos limitados o restringidos. Tampoco procede la
declaración de inhabilidad respecto de las personas con trastornos derivados del consumo de
sustancias —“embriaguez habitual o uso de estupefacientes”, conforme el art. 152 bis CC—, pues la
situación de la persona afectada por una adicción es también abrazada por el sistema general —art.
32 CCyC—. Así, la figura de la inhabilitación solo podía mantenerse para uno de los supuestos
anteriormente incluidos en el régimen derogado: la situación del pródigo.
Cuanto el art habla de “... la prodigalidad en la gestión de sus bienes” se trata de una condición
objetiva, que involucra el actuar de la persona, independientemente de cuales sean las causas —
psíquicas, mala administración, negligencia, dilapidación— que expongan a la persona al resultado
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abarcado por la norma. Se exige asimismo una habitualidad en esta conducta, que contempla el
resultado de un actuar objetivo que provoca el resultado descripto: la amenaza de pérdida del
patrimonio de las personas protegidas.
“... expongan a su cónyuge, conviviente, hijos menores de edad o hijos mayores de edad o con
discapacidad a la pérdida de patrimonio” Las conductas abrazadas bajo la configuración de
prodigalidad provocan un perjuicio cierto y gravoso para las personas protegidas por la norma: el
grupo familiar del afectado. La declaración de inhabilitación no tiene por fin amparar a la persona
que es así declarada —el pródigo—, sino a los miembros del grupo familiar tutelado, que se ven
perjudicados por la dilapidación del pródigo. No obstante, ha de entenderse que también existe un
interés jurídico en la protección de la persona (art. 31 CCyC), dado que no es de interés la
dilapidación gravosa o ruinosa del patrimonio familiar, que también involucra al propio pródigo.
Las personas protegidas por efecto de la declaración resultan el cónyuge, el conviviente, los hijos
menores de edad o hijos mayores con discapacidad.
La protección del cónyuge no requiere mayor justificación, en razón de hallarse en juego el derecho
a la ganancialidad, que puede verse severamente afectado por el obrar negligente y dilapidador del
pródigo. La extensión de la protección al conviviente se explica en el contexto de reconocimiento de
la protección jurídica a las uniones convivenciales, en el que existe un piso protectorio mínimo que
no distingue entre uniones matrimoniales y convivenciales a los fines de resguardar derechos
humanos básicos (art. 509 CCyC y ss.).
De la mano del reconocimiento del deber de asistencia y de contribución a los gastos del hogar, y
de la protección de la vivienda familiar, resulta coherente la protección familiar dispensada también
en favor del conviviente, legitimándolo para el planteo de inhabilitación.
En cuanto a los hijos, la protección ampara a los hijos menores de edad y también a los mayores con
discapacidad.
Están legitimadas para pedir la declaración de inhabilitación las mismas personas que son
beneficiarias también los ascendientes y descendientes en general, en función del interés familiar en
la protección del patrimonio. No obstante la norma no lo dice, indudablemente el mismo pródigo
puede pedir su declaración; esto no podría negarse en el caso en que la propia persona, conocedora
y advirtiendo su condición, solicitara la declaración de inhabilitación como herramienta de
protección para la limitación de sus actos.

i) Cesación de la Incapacidad: Emancipación por matrimonio: requisitos, caracteres. Nulidad del


matrimonio. Capacidad del menor emancipado: Limitaciones. Mayoría de edad.
Art 27 CCyC.- Emancipación. La celebración del matrimonio antes de los dieciocho años emancipa a la
persona menor de edad. La persona emancipada goza de plena capacidad de ejercicio con las limitaciones
previstas en este Código. La emancipación es irrevocable. La nulidad del matrimonio no deja sin efecto la
emancipación, excepto respecto del cónyuge de mala fe para quien cesa a partir del día en que la sentencia
pasa en autoridad de cosa juzgada. Si algo es debido a la persona menor de edad con cláusula de no poder
percibirlo hasta la mayoría de edad, la emancipación no altera la obligación ni el tiempo de su exigibilidad.
Es requisito para la celebración del matrimonio contar con la edad de 18 años (art. 403, inc. f, CCyC).
Quien carece de la edad nupcial, si el adolescente que pretende contraer matrimonio cuenta con 16
años puede contraer nupcias con autorización de sus representantes legales. En caso de no contar
con esta venia se requiere dispensa judicial. En cambio, si el adolescente es menor de 16 años, se
exige la previa dispensa judicial (art. 404 CCyC). En uno u otro caso, la celebración del matrimonio
emancipa a la persona menor de edad. La emancipación tiene como efecto la adquisición de
capacidad por la persona menor de edad, con las únicas excepciones que son establecidas en el
artículo siguiente, el art. 28.
Se establece el efecto de la eventual nulidad del matrimonio y su impacto en la emancipación
anteriormente obtenida. Así, en tanto importa la adquisición de plena capacidad, y conforme el
principio de no regresividad, una vez adquirida la capacidad fruto de la emancipación, ella es
13

irrevocable. Aún el caso de nulidad del matrimonio no afecta la emancipación y efectos adquiridos.
La única excepción la constituye el supuesto del cónyuge de mala fe, cuya emancipación cesa a
partir del día en que la sentencia de nulidad pase en autoridad de cosa juzgada. La nulidad por falta
de dispensa judicial constituye un supuesto de nulidad relativa, por cuanto se establece en beneficio
del cónyuge que no contaba con la edad nupcial, ostentando legitimación para plantearla tanto este
como las personas que, en su representación, podrían haberse opuesto a la celebración del
matrimonio (art. 425 inc. a), CCyC). Si el matrimonio fue celebrado de buena fe por ambos cónyuges,
produce todos los efectos del matrimonio válido hasta el día en que se declare su nulidad. Si solo
uno de los cónyuges es de buena fe, tales supuestos operan en relación a éste, además de concederle
los efectos mencionados en el art. 429. En cambio si ambos cónyuges lo fueron de mala fe no produce
efecto alguno (art. 430 CCyC).
La cláusula final del artículo, en tanto, tiene como objetivo la preservación de los intereses de los
terceros, que no pueden verse afectados por los efectos de la emancipación derivada del matrimonio
de la persona menor de edad.
Bajo el régimen anterior se plantearon ciertos interrogantes en relación a la capacidad civil del
emancipado. Así, por ejemplo, respecto a la capacidad para testar del menor de edad que no alcanzó
los 18 años y, en cambio, ha sido emancipado por matrimonio. El art. 2464 CCyC establece que
“pueden testar las personas mayores de edad al tiempo del acto”, lo cual despeja la posibilidad de
habilitar el testamento a un emancipado menor de 18 años.
En la esfera personal, la emancipación tampoco produce efectos en relación al ejercicio de la
responsabilidad parental: la solución del art. 644 CCyC es que los progenitores adolescentes “estén
o no casados” ejercen la responsabilidad parental de sus hijos, pudiendo decidir en relación a los
actos de la vida doméstica —salud, educación, cuidado—; se requerirá en su caso la integración del
consentimiento de la persona mayor de edad que ejerce la responsabilidad parental sobre el
progenitor adolescente frente a actos de trascendencia o entidad o que puedan implicar un riesgo
para el niño, hijo del adolescente. Este régimen es aplicable en tanto el progenitor sea adolescente,
sin interesar si está casado —por ende, emancipado— o no lo está. Finalmente, la plena capacidad
de uno de los progenitores adolescentes no modifica este régimen.

Capacidad de Menor Emancipado: Limitaciones.


Art 28 CCyC.- Actos prohibidos a la persona emancipada. La persona emancipada no puede, ni con
autorización judicial: a. aprobar las cuentas de sus tutores y darles finiquito; b. hacer donación de bienes que
hubiese recibido a título gratuito; c. afianzar obligaciones.
Se mantiene la enunciación de determinados actos —art. 134 CC— que son completamente
prohibidos a la persona emancipada, por la circunstancia que si bien la emancipación importa una
suerte de “adelantamiento” de la capacidad civil, se preservan aquellos actos de entidad que pueden
comprometer patrimonialmente a la persona emancipada. Ellos son, la aprobación de las cuentas
de la tutela (art. 130 CCyC) tanto periódicas como la cuenta final (art. 131 CCyC), en referencia al
emancipado que oportunamente hubiese estado bajo el régimen de tutela; en este sentido la ley
pretende proteger a la persona emancipada frente al riesgo de influencia que pueda ejercer el tutor
para lograr la aprobación de las cuentas de su administración.
La rendición de cuentas en la tutela debe practicarse al término de cada año, al cesar en el cargo,
cuando el juez lo ordena de oficio o a petición del Ministerio Público (art. 130 CCyC). Aprobada la
cuenta del primer año, puede disponerse que las posteriores se rindan en otros plazos, cuando la
naturaleza de la administración así lo justifique (art. 130, párr. 2 CCyC). Luego, la rendición final
procede terminada la tutela y aunque el tutelado exima por testamento de dicho deber (art. 131
CCyC). En segundo lugar, se prevé la donación de bienes que hayan sido recibidos por la persona
menor de edad a título gratuito; se explica la prohibición por el menoscabo patrimonial que produce
la donación sin contraprestación de un bien recibido a título gratuito. Finalmente constituirse en
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fiadores respecto de obligaciones de terceros. En este sentido, no se innova en relación al régimen


anteriormente existente. La prohibición de la norma es absoluta, es decir, no puede suplirse ni con
autorización judicial.

j) Insania. Normas del Código Civil y los Códigos Procesales. Legitimación activa. Desarrollo del
proceso: curadores, dictamines, pruebas. Sentencia, efectos. Cesación de la incapacidad:
Rehabilitación.
El Código antes establecía en su Art 141:
De los Dementes e Inhabilitados. Art 141 CCyC: “Se declaran incapaces por demencia las personas que
por causa de enfermedades mentales no tengan aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes.
Modificado por: Ley 17.711 Art.1 (Sustituido por inciso 23). (B.O. 26-04-68). A partir del 01-07-68 por art.
7. )”
Establecía que se declaraba incapaz por demencia, a las personas mayores de 14 años que por causa
de enfermedad mental no tuviese aptitud para dirigir su persona o administrar sus bienes. E
inhabilitados a quienes por embriaguez habitual o uso de estupefacientes (alcohólicos y
drogadictos) estuviesen expuestos a otorgar actos jurídicos perjudiciales a su persona o patrimonio,
y a los disminuidos de sus facultades cuando sin llegar al supuesto del art 141 el juez estimase que
del ejercicio de su plena capacidad pudiese resultar presumiblemente daño a su persona o
patrimonio.
Esto fue sustituido por el art 32 (Punto g). La restricción, que abandona el término demencia, ahora
comprende tanto el supuesto de las adicciones (en consecuencia con lo previsto por el art 4º de la
ley 26657 (Art 4° Ley 26.657 — Las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las
políticas de salud mental. Las personas con uso problemático de drogas, legales e ilegales, tienen
todos los derechos y garantías que se establecen en la presente ley en su relación con los servicios
de salud.), como el de alteraciones mentales, permanente o prolongada de suficiente gravedad. La
declaración solo se justifica si se estima que del ejercicio de su plena capacidad pueda resultar un
daño a la persona o a sus bienes.
Aun es los casos de excepción cuando se considere necesario declarar la incapacidad (Hipotesis que
podría incurrir imposibilidad de orden físico), deberá expresarse la voluntad y las preferencias de
la persona en la medida que de algún modo puedan ser conocidas y en tanto no resulten perjudicial
para ella.
El supuesto El último párrafo del art. 32 prevé la incapacidad exclusivamente para el caso en que la
persona se encuentre absolutamente imposibilitada de interaccionar con su entorno y expresar su
voluntad por cualquier modo, medio o formato adecuado y el sistema de apoyos resulte ineficaz.
En primer término, la incapacidad es el supuesto de excepción en el nuevo régimen. A su turno, y
aún admitida como opción viable, el Código exige también un criterio objetivo, que excede a un
diagnóstico de la persona y/o a su pertenencia a un grupo social. Lo que se califica es la “situación”
de la persona: absoluta imposibilidad de interacción y/o comunicación por cualquier modo, medio
o formato adecuado. La imposibilidad no es cualquier dificultad o complejidad, sino que debe ser
un impedimento de carácter absoluto, tal como exige la norma. Se trata de aquella persona que se
encuentra en situación de ausencia de conciencia de sí, de su alrededor, carente e imposibilitada de
comunicación con el entorno, con otras personas, y por todo lo cual un sistema de apoyo aparece
insuficiente, correspondiendo entonces la figura de un curador que ejerza representación pura.

Las personas declaradas incapaces bajo la caratula de Insania son aquellas que tiene problemas
psíquicos o sus facultades mentales alteradas. Por ende carecen de discernimiento. La interdicción
(decisión de incapacidad) radica en la necesidad de proteger al sujeto para el gobierno de su persona
y sus bienes y para dirigir su conducta en general. En doctrina existen tres criterios para llegar a la
declaración de demencia:
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 Criterio medico: (Molinas y Rojas) Se declara la incapacidad si existe alguna dolencia mental
típica, sin considerar la incidencia en la vida de relación. Este era el criterio de Vélez.
 Criterio puramente jurídico o económico social: La incapacidad se declara a los ineptos en
administrar sus bienes, aunque no tengan enfermedad mental, pero si otras limitaciones
psíquicas o físicas.
 Criterio biológico jurídico o mixto: Utilizado por la mayoría de la doctrina, exige dos
elementos: 1) factor psiquiátrico, enfermedad mental con carácter habitual; 2) factor jurídico,
o sea la incapacidad para dirigir su persona o sus bienes. El fundamento de la declaración de
incapacidad es proteger al sujeto enfermo.

La declaración de demencia requiere que se verifique la enfermedad denunciada. Estos son los
Requisitos de Forma:
a) No puede declararse de oficio sin juicio de insania, salvo que fuera notoria y atente contra su
vida o la de terceros.
b) Examen previo facultativo
c) Verificación de la dolencia por sentencia judicial.
Los requisitos de Fondo son aquellos que presenta la persona para que el juez declare su
incapacidad. Estos son:
a) Que se trate de un enfermo mental.
b) Que el estado de enajenación mental sea habitual.
c) Que la enfermedad influya en la vida de relación, privando al sujeto del gobierno de su
persona y de sus bienes.
d) Que no ocurran impedimentos para afectar la declaración.
Mientras que no se dicte la declaración judicial de demencia, el insano es una persona capaz, salvo
que la enfermedad sea notoria, lo cual perjudica cualquier contrato que pueda tener con terceros ya
que corren con el riesgo de ser declarados nulos. En ese caso el juez de oficio declarar la inhibición
de bienes muebles y valores, y la indisponibilidad de los mismos. Si ofrece peligro para sí o para
terceros el juez ordenara la internación en una institución.

Legitimados para solicitar la incapacidad.


“Art 33.- Legitimados. Están legitimados para solicitar la declaración de incapacidad y de capacidad
restringida: a. el propio interesado; b. el cónyuge no separado de hecho y el conviviente mientras la convivencia
no haya cesado; c. los parientes dentro del cuarto grado; si fueran por afinidad, dentro del segundo grado; d.
el Ministerio Público.”
El CCyC modifica el anterior art. 144 CC: el límite a la solicitud del cónyuge es ya la situación de
separación de hecho y no solo el divorcio vincular, incorpora acorde con el reconocimiento que
brinda a las uniones convivenciales, la legitimación del conviviente en tanto la convivencia no haya
cesado. Se agrega un límite a la enunciación de “parientes” que puedan solicitar la restricción: hasta
el cuarto grado de consanguinidad y segundo de afinidad, superando controversias interpretativas
en la materia. Se mantiene la legitimación del Ministerio Público.
Al Ministerio Público corresponde asistir y/o representar a la persona y garantizar sus derechos en
este proceso. En dicha función, como organismo del Estado, su intervención debe cumplir con las
reglas generales establecidas por el art. 31 CCyC y los estándares internacionales de derechos
humanos garantizando la participación de la persona en el proceso, la adopción de ajustes
razonables e, incluso, si fuera necesario, medidas de apoyo provisorias durante el mismo proceso.
La legitimación otorgada al Ministerio Público permite asimismo que quienes no se encuentren
legitimados para solicitar la declaración de incapacidad o de capacidad restringida, cuando por
cuestiones de afecto o interés consideran que sería necesaria para proteger los derechos de la
persona, lo planteen por su intermedio. En dicho caso, el Ministerio Público actúa de conformidad
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a sus obligaciones y facultades, no siendo obligatoria la solicitud ni promoción del proceso judicial
si a su juicio no se dan los recaudos y presupuestos legales necesarios.
Se elimina la legitimación en favor de “cualquier persona del pueblo” (art. 144, inc. 5 CC), por cuanto
la amplitud de intervención del Ministerio Público torna innecesario al inciso; el inciso derogado
parecía referirse más a la situación de eventual evaluación e internación, que a la limitación a la
capacidad. Finalmente y el mayor logro de la norma, es la introducción expresa de la legitimación
de la propia persona interesada. Teniendo en cuenta el derecho de acceso a la justicia. y conforme
es establecido por los arts. 31, inc. e) y 36, párr. 2 CCyC, la solicitud de declaración de incapacidad
o de capacidad restringida por el propio interesado debe admitirse sin más requisito que la solicitud
de la persona ante la autoridad judicial. De carecerse de patrocinio letrado, debe el juez hacerle saber
su derecho a designar un abogado y que, en caso de no tenerlo, se le debe nombrar uno “para que
la represente y le preste asistencia letrada en el juicio” (art. 36 CCyC).

Desarrollo del proceso. Lo pueden solicitar los legitimados mencionados en el punto anterior.
Una vez interpuesta la solicitud, debe nombrarse un curador ad litem, el cual lo representara
durante el proceso; y un curador de bienes, en caso de que el estado de enfermedad sea notorio.
Se fija un plazo de 30 días dentro del cual deberá pronunciarse todas las pruebas y la designación
de tres médicos psiquiatras para que informen sobre el estado actual del presunto insano, esto se
llama pericia interdisciplinaria.
Debe entenderse que la declaración de incapacidad apareja la designación de un curador que
representará a la persona y cuya actuación se regirá por las normas de la curatela (art. 138 CCyC, y
concs.). La principal función del curador es cuidar a la persona y sus bienes y procurar que recupere
su salud (art. 138 CCyC). La figura se justifica, como dijimos, frente a la absoluta imposibilidad de
la persona de interactuar por su medio y expresar voluntad; no reconocer la opción de un curador
como alternativa en estos casos implicaría impedir a la persona el ejercicio de sus derechos.

Art 34 CCyC.- Medidas cautelares. Durante el proceso, el juez debe ordenar las medidas necesarias para
garantizar los derechos personales y patrimoniales de la persona. En tal caso, la decisión debe determinar qué
actos requieren la asistencia de uno o varios apoyos, y cuáles la representación de un curador. También
puede designar redes de apoyo y personas que actúen con funciones específicas según el caso.
La apertura del proceso de restricción a la capacidad aporta un cierto grado de verosimilitud del
derecho, es decir, la mera apariencia de la situación de posible riesgo de daño a la persona o su
patrimonio, aún sin llegar obviamente a la certeza, que recién se adquirirá en el momento del
dictado de la sentencia respectiva.
Como la mayoría de las medidas cautelares del derecho familiar, no se requiere contracautela, amén
que sería un contrasentido requerir contracautela para la protección de derechos en este caso. Las
medidas de protección pueden ser decretadas de oficio, sin perjuicio de las peticiones que formulen
el denunciante, el propio denunciado, el curador provisorio y el Ministerio Público. Es juez
competente el interviniente en el proceso de restricción.
En cuanto a su duración, debe distinguirse si se trata de medidas cautelares de protección de bienes
—las que subsistirán el tiempo necesario para la tutela de la persona, inclusive después del dictado
de la sentencia de restricción a la capacidad jurídica o de inhabilitación— y las medidas cautelares
de tutela personal —como la internación, la que no debe prolongarse en el tiempo más de lo
estrictamente necesario, como recurso terapéutico excepcional (ley 26.657 y art. 41 CCyC)—.
Entre las tradicionales medidas figura la designación de un curador a los bienes o ad bona, una
figura que, diferenciada del curador provisorio, coadyuva en el control de legalidad y cumplimiento
del debido proceso. A diferencia de este curador provisorio, cuya designación solo puede recaer en
un abogado de la matrícula o en el curador oficial cuando no se cuenta con bienes suficientes, la
designación del curador a los bienes puede hacerse en el cónyuge o un familiar e incluso el mismo
denunciante.
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Entre las medidas patrimoniales principales, podemos citar: inhibición general de bienes, dirigida
a evitar el aprovechamiento de la situación de vulnerabilidad de la persona y/o, asimismo, la
asunción de deudas; inventario, embargo y depósito de los bienes; recaudación o secuestro de
valores; apertura de cajas de seguridad; cobro de alquileres; suspensión de poderes; retención de
haberes; pago de deudas; depósito de haberes, etc. En fin, la ley le otorga al juez amplias facultades
para disponer de la medida cautelar más adecuada para evitar los peligros que pueden amenazar
el patrimonio de la persona. Por su parte, el CCyC habla de medidas personales o establecidas en
protección de la persona, pudiéndose incluir aquí a todas aquellas dirigidas a la protección de la
salud y de sus derechos personalísimos.
La jurisprudencia ha entendido que corresponde postergar las exigencias formales y burocráticas
invocadas por las prestadoras de salud pues ello significaría otorgar primacía a las cuestiones
formales en desmedro de derechos fundamentales de preferente tutela constitucional. Con tal
criterio ha concedido reiteradamente medidas cautelares —bajo modalidad innovativa— o tutelas
anticipadas, a los fines de asegurar la provisión de medicación, asistencia, gastos extraordinarios,
terapéuticos, cobertura de internación, etc., en resguardo de la salud integral. Así, entre las medidas
principales —y a mero título ejemplificativo— se ha resuelto la reafiliación a la obra social de la
persona con discapacidad; se han obviado los límites internos de cobertura alegados por las
empresas; y se ha ordenado la provisión de lugar de alojamiento para la externación, entre otras.

Art 35 CCyC.- Entrevista personal. El juez debe garantizar la inmediatez con el interesado durante el
proceso y entrevistarlo personalmente antes de dictar resolución alguna, asegurando la accesibilidad y los
ajustes razonables del procedimiento de acuerdo a la situación de aquél. El Ministerio Público y, al menos,
un letrado que preste asistencia al interesado, deben estar presentes en las audiencias.
La inmediación exigida por el artículo se funda en la situación de vulnerabilidad de la persona sujeta
al proceso, en función de su padecimiento. Se relaciona con el objetivo de garantizar el derecho de
acceso a la justicia. El acceso a la justicia se vincula con las obligaciones de respeto y garantía del
principio de no discriminación.
El conocimiento directo, no solo permite al juez la comprensión de la situación de la persona y de
sus habilidades, aptitudes y necesidades; también viabiliza el derecho a ser oído. Permite conocer
las diversas necesidades de la persona durante el proceso y habilitar, por ejemplo, el dictado de
decisiones cautelares en resguardo de sus derechos. La efectividad de la entrevista personal se
garantiza mediante los requisitos de accesibilidad y ajustes razonables. En consonancia con el art.
13 de la CdPd, que prevé el acceso a la justicia para las personas con discapacidad, el Código destaca
la accesibilidad para la participación plena y efectiva en los procesos judiciales, esto se materializa
mediante los ajustes razonables. En primer lugar, debe tomarse en consideración las
particularidades de la situación concreta de cada persona con discapacidad. Así, para el caso de
discapacidad visual se debe considerar que no todas las personas con esta discapacidad leen Braille,
los grados de deficiencia visual son variados, la pérdidas de visión ocurren en diferentes momentos
de la vida de una persona, y cada una de estas particularidades requiere de un sistema de apoyos
diferente. de igual modo sucede con la discapacidad auditiva, ya que no todas las personas se
comunican mediante Lengua de Señas, no todas realizan lectura labial y no todas se comunican
mediante la lecto-escritura, y la pérdida de audición acontece a diferentes edades, determinándose
el tipo de comunicación requerida para su ajuste. En casos de discapacidad intelectual, la
comunicación también debe adecuarse a las circunstancias particulares de las personas. El juez debe
contar con dispositivos de apoyos técnicos a través de equipos interdisciplinarios que deben ser
provistos por el Estado.
Las personas con discapacidad se enfrentan con diversas barreras al momento de acceder al proceso
y, más ampliamente, al ámbito judicial para cualquier fin. Desde las barreras de tipo visual —
arquitectónicas, por ejemplo—, hasta aquellas relacionadas con el proceso de comunicación con los
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interlocutores judiciales e información que debe recibir la persona con discapacidad —piénsese en
la inexistencia, por ejemplo, de notificaciones en sistema Braille cuando resulte necesario; la falta de
capacitación de los operadores (en particular, de los equipos técnicos de los juzgados) en el lenguaje
de señas; la no adecuación de las resoluciones judiciales a un lenguaje de fácil lectura y
entendimiento para un verdadero acceso a la justicia, etc.—; las barreras actitudinales —acciones de
los operadores intervinientes— y el abordaje de la comunicación con la persona con discapacidad;
la inexistencia de medios, formas o formatos adecuados a través de los cuales las personas con
discapacidad puedan expresar sus opiniones y preferencias; la falta de normas procesales expresas
relativas a su derecho a comparecer en el proceso con patrocinio propio; y, finalmente, el
reconocimiento del más amplio y pleno carácter de parte de la persona con discapacidad en el
proceso en que se determina el alcance de su capacidad jurídica. A cubrir estas falencias apunta la
regulación del CCyC.
Es función del juez del proceso diseñar aquellos ajustes de procedimiento de un modo permeable y
amoldable a la práctica y, en cada caso concreto, de un modo apropiado y artesanal. Así,
mecanismos rituales clásicos, tales como la notificación de las resoluciones —por ejemplo, del auto
de apertura del proceso— deberían verse adaptados a la necesidad de que la persona con
discapacidad comprenda la información recibida y así pueda asegurarse la eficacia del acto procesal
y la debida tutela del derecho de defensa y participación procesal “en igualdad de condiciones que
las demás personas”.
La audiencia de contacto con el Magistrado exige la participación del Ministerio Público en razón
de su carácter de representante de los derechos de la persona con discapacidad (art. 103 CCyC).

Art 37 CCyC.- Sentencia. La sentencia se debe pronunciar sobre los siguientes aspectos vinculados a la
persona en cuyo interés se sigue el proceso: a. diagnóstico y pronóstico; b. época en que la situación se
manifestó; c. recursos personales, familiares y sociales existentes; d. régimen para la protección, asistencia y
promoción de la mayor autonomía posible. Para expedirse, es imprescindible el dictamen de un equipo
interdisciplinario.
El CCyC inhabilita la posibilidad de declaración de incapacidad civil o de sus restricciones como
consecuencia del solo diagnóstico de discapacidad. En la valoración judicial, el diagnóstico es solo
uno de los aspectos considerados, debiendo centrarse la actividad de ponderación en la situación
contextual de la persona y en la existencia de apoyos y ajustes que permitan el ejercicio personal de
sus derechos —“recursos personales, familiares y sociales existentes”.
Así, debe entenderse que cuando el artículo habla de “diagnóstico y pronóstico” no está requiriendo
una evaluación médico psiquiátrica sino la toma en consideración del examen interdisciplinario —
art. 31, inc. c) CCyC; ley 26.657—. Por ende, la sentencia no debe fundarse en una evaluación médica
y su diagnóstico, sino que el diagnóstico y pronóstico resulta contextual e interdisciplinar. La
referencia a la “época en que la situación se manifestó” alude a la situación global, contextual, de la
persona y guarda relación con el régimen de nulidades de los actos jurídicos —que, a continuación,
el CCyC también regula—, a los fines de ponderar la eventual nulidad en función del carácter
ostensible o no de la condición mental a la época de la celebración del acto jurídico (art. 44 y ss.
CCyC). El régimen de protección, finalmente, tiene en cuenta el objetivo central del proceso, que es
la promoción de la autonomía de la persona y el ejercicio personal de sus derechos, a cuyo fin se
regula la designación de figuras de apoyo (art. 43 CCyC). Por último, se califica al dictamen
interdisciplinario como “imprescindible”. Como dijimos, es la regla del derecho vigente y de las
normas internacionales, como establece la ley 26.657. Remitimos al comentario efectuado en relación
a esta exigencia.
La sentencia debe pronunciarse sobre:
1. El diagnóstico y el pronóstico.
2. Época en la que se manifestó la situación.
3. Recursos personales, familiares y sociales.
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4. Régimen para la protección, asistencia y promoción de la autonomía.


La sentencia debe determinar la extinción y el alcance de la restricción, y especificar los actos y
funciones que se limitan. La revisión de la sentencia puede tener lugar en cualquier momento y
debe ser revisada por el juez que determino la incapacidad, en un plazo de 3 años con nuevos
exámenes interdisciplinarios.
La sentencia se dictara en el plazo de 15 días y se comunicara en los registros de incapaces y del
estado civil de las personas. Puede quedar internado cuando atente contra su vida o la de un tercero.

Art 38 CCyC.- Alcances de la sentencia. La sentencia debe determinar la extensión y alcance de la


restricción y especificar las funciones y actos que se limitan, procurando que la afectación de la autonomía
personal sea la menor posible. Asimismo, debe designar una o más personas de apoyo o curadores de acuerdo
a lo establecido en el artículo 32 de este Código y señalar las condiciones de validez de los actos específicos
sujetos a la restricción con indicación de la o las personas intervinientes y la modalidad de su actuación.
¿Cuál es la consecuencia de la restricción a la capacidad? Ya no la designación de un curador
sustituto. El nuevo sistema exige que al momento de la sentencia que eventualmente involucre la
restricción para la realización de determinados actos, el juez designe a la/las persona/s o redes de
apoyo que posibiliten y asistan a la persona en el ejercicio de su capacidad.
La denominación “apoyos” constituye un término general, a partir del cual cada Estado debe
determinar el contenido a imprimir desde su ordenamiento jurídico, con la salvedad de no admitir
modelos contrarios al convencional.
Hablar de apoyos implica reconocer la capacidad jurídica, la autonomía, contar con medios
alternativos de comunicación, permitir la toma de decisiones asistidas respecto a cuestiones
personales. Este apoyo puede adoptar múltiples formas y actuar en diversos ámbitos, desde el
prestado por la familia especialmente preferido al asistencial en sus diversas áreas —personal,
económico, social, de salud, educación y, finalmente, jurídica—.
Es necesario diferenciar entre diversos tipos de apoyo: para actos jurídicos negóciales, para actos
ordinarios de la vida común (viajar, asociarse a un club, aun para pequeños contratos de la vida
doméstica), para el ejercicio de actos personalísimos (votar, o más ampliamente, ejercer derechos
políticos, celebrar matrimonio, ejercer la responsabilidad parental). Es que cuando el CCyC regula
si una persona puede comprar, disponer, administrar, casarse, votar, ejercer su paternidad, no
estamos solo ante derechos particulares sino ante el ejercicio de derechos fundamentales.
Resaltamos también la función esencial que cabe reconocer al Ministerio Público, siendo su misión
fundamental la representación del interés de la persona con discapacidad, como contralor de las
medidas de apoyo adoptadas. También como receptor de denuncias sobre actos abusivos o
perjudiciales a los derechos de estas personas.
Las medidas de apoyo deben recibir revisión periódica. Pueden solicitarse por la propia persona, su
familia y Ministerio Público.

Art 39 CCyC.- Registración de la sentencia. La sentencia debe ser inscripta en el Registro de Estado
Civil y Capacidad de las Personas y se debe dejar constancia al margen del acta de nacimiento. Sin perjuicio
de lo dispuesto en el artículo 45, los actos mencionados en este Capítulo producen efectos contra terceros
recién a partir de la fecha de inscripción en el registro. Desaparecidas las restricciones, se procede a la
inmediata cancelación registral
La registración de la sentencia que dispone restricciones a la capacidad y/o declara la incapacidad
guarda relación con la oponibilidad a terceros de dicha declaración. Ello es sustancial a los fines del
régimen de nulidades también regulado en el CCyC.
La declaración de demencia convierte al enfermo en un Incapaz de Hecho, por ende los actos
anteriores a la declaración son válidos pero pueden ser anulados.
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Art 40 CCyC.- Revisión. La revisión de la sentencia declarativa puede tener lugar en cualquier momento, a
instancias del interesado. En el supuesto previsto en el artículo 32, la sentencia debe ser revisada por el juez
en un plazo no superior a tres años, sobre la base de nuevos dictámenes interdisciplinarios y mediando la
audiencia personal con el interesado.
Es deber del Ministerio Público fiscalizar el cumplimiento efectivo de la revisión judicial a que refiere el
párrafo primero e instar, en su caso, a que ésta se lleve a cabo si el juez no la hubiere efectuado en el plazo allí
establecido.
Tradicionalmente, el modo de procurar la revisión de la sentencia originaria que declaraba la insania
o inhabilitación de la persona fue el proceso de rehabilitación, por medio del cual se perseguía un
objetivo único y lineal: la restitución a la plena capacidad jurídica. De tal modo, solo en caso de
contarse con la posibilidad, fundamentos y pruebas suficientes para provocar el dictado de la
sentencia de rehabilitación, procedía un nuevo examen de la situación originariamente declarada
—que, en el anterior sistema, se delineaba principalmente en torno de la incapacidad, a excepción
del último y más reciente tiempo con el impacto del art. 152 ter CC y la jurisprudencia precursora—
. No estaba previsto, al menos legalmente y en forma expresa, la posibilidad de revisión de la
sentencia a efectos de ajustar lo oportunamente dictado a las condiciones actuales —más o menos
favorables, según el caso— de la persona.
La ley 26.657, tras establecer como principio que el padecimiento mental de una persona no debe
considerarse un estado inmodificable, introdujo un verdadero derecho a la revisión de las sentencias
dictadas.
Se introduce en forma expresa la posibilidad de revisión en cualquier momento —aun previo a los
tres años— en favor del acceso a la justicia por la propia persona y del derecho a la defensa de su
capacidad jurídica. Esta facultad, a su turno, se relaciona con el carácter de parte que el CCyC
reconoce al interesado en el art. 36. Regula así un concreto derecho de revisión, a resultas del cual,
por supuesto, puede derivar la rehabilitación de la persona —en términos más acorde, debe decirse
“la restitución plena de su capacidad”—, pero no es requisito la comprobación de un determinado
estado diverso al originario, ni es necesario invocar ningún justificativo para motorizar esta revisión,
siendo suficiente el solo derecho reconocido.
Por lo demás, la revisión no constituye un proceso nuevo sino, exactamente, una revisión de la
sentencia dictada. Ello, previo examen interdisciplinario y revisión de las consideraciones y
fundamentos tenidos en cuenta al momento de la sentencia originaria, a fin de mantener los
estándares de justificación y proporcionalidad de la restricción. La revisión de la sentencia es,
además, un deber para el magistrado. Asimismo, es deber del curador instar dicha revisión; lo es
también del Ministerio Público. En tanto que el tradicional proceso de rehabilitación es una facultad
a promover por las personas interesadas —siendo posible que una sentencia, entonces, permanezca
pétrea en el tiempo si nadie provocaba su modificación—, el artículo en comentario lo impone como
deber del juez y del Ministerio Público en su control, amén de prever el derecho a la revisión por el
interesado. Como recaudo al nuevo dictamen interdisciplinario, el CCyC agrega la audiencia
personal con el interesado.

Art 41 CCyC.- Internación. La internación sin consentimiento de una persona, tenga o no restringida su
capacidad, procede sólo si se cumplen los recaudos previstos en la legislación especial y las reglas generales
de esta Sección. En particular: a. debe estar fundada en una evaluación de un equipo interdisciplinario de
acuerdo a lo dispuesto en el artículo 37, que señale los motivos que la justifican y la ausencia de una
alternativa eficaz menos restrictiva de su libertad; b. solo procede ante la existencia de riesgo cierto e
inminente de un daño de entidad para la persona protegida o para terceros; c. es considerada un recurso
terapéutico de carácter restrictivo y por el tiempo más breve posible; debe ser supervisada periódicamente; d.
debe garantizarse el debido proceso, el control judicial inmediato y el derecho de defensa mediante asistencia
jurídica; e. la sentencia que aprueba la internación debe especificar su finalidad, duración y periodicidad de
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la revisión. Toda persona con padecimientos mentales, se encuentre o no internada, goza de los derechos
fundamentales y sus extensiones.

La internación debe estar fundada en una evaluación interdisciplinaria y procede ante la existencia
de riesgo cierto e inminente de un daño para sí mismo o para terceros. Debiéndose garantizar el
debido proceso, el control judicial inmediato y el derecho a defensa, especificando su finalidad,
duración y periodicidad de la revisión, ya que la internación debe ser supervisada periódicamente.
De tal modo, a partir de la ley 26.657 no resulta ya legalmente válido que un juez ordene la
internación de una persona a petición de persona interesada, mecanismo que solo es viable, por
necesario, en caso de que las autoridades sanitarias se nieguen a recibir a la persona (art. 20 de la
ley 26.657).
El rol de la justicia en este nuevo escenario es el control de la internación, que abarca el de su
fundamentación o justificación, motivos legítimos, condiciones, duración y revisión periódica.
Según la ley nacional, las internaciones se clasifican en voluntarias e involuntarias, siendo el factor
determinante la existencia del consentimiento de la persona y su mantenimiento durante la
internación, pues cuando este se pierde, la medida se torna involuntaria. también se torna
involuntaria como efecto del tiempo, la internación consentida en su origen, transcurrido el plazo
predeterminado por la norma especial.
Con la primera, se valida el consentimiento informado de la propia persona respecto a su decisión
de someterse a un internamiento como alternativa eficaz de tratamiento. El art. 16, inc. c) de la ley
26.657 dispone los recaudos que debe cumplir la internación. La sola prestación del consentimiento
por el representante legal no es suficiente cuando la persona afectada no pueda expresarse con juicio
y válidamente respecto de la cuestión.
Así, el consentimiento expresado por el representante de la persona durante el curso de una
descompensación, no exime a la internación del control judicial propio al internamiento
involuntario. Este consentimiento debe mantenerse durante toda la internación, pues permite a la
persona “en cualquier momento decidir por sí misma el abandono de la internación”. Si el
consentimiento informado inicial, prestado en estado de lucidez, desaparece durante la internación,
automáticamente esta debe considerarse involuntaria, cumpliéndose con los recaudos de los arts.
20 y ss. de la ley especial.
Por su parte, el factor temporal también modifica el carácter voluntario del internamiento, pues
siempre que este se prolongue más allá de 60 días corridos, el equipo de salud a cargo debe
comunicarlo al órgano de revisión creado por ley (108) y al juez, a fin de que este evalúe en un plazo
no mayor de cinco días de ser notificado “si la internación continua teniendo carácter voluntario o
si la misma debe pasar a considerarse involuntaria, con los requisitos y garantías establecidas para
esta última situación” (art. 18 LSM).
En relación a la internación involuntaria —que es la decidida por el equipo de salud con posterior
control judicial. Las internaciones involuntarias proceden únicamente previa evaluación de equipo
interdisciplinario sanitario, quien habrá de determinar, conforme su criterio profesional, la
existencia de “riesgo cierto e inminente para sí o para terceros” (art. 20 LSM).
La internación involuntaria de una persona es una medida de carácter excepcional, ya que solo
puede ser dispuesta cuando sea de temer que, usando su libertad, esta se dañe a sí mismo o a otros.
Por hallarse en juego un derecho constitucional fundamental como es la libertad personal, este
carácter excepcional implica que solo se debe recurrir a ella en aquellos casos en que lo exija una
necesidad de defensa individual o de terceros —es decir, una necesidad concreta real—, y en
previsión probable de daño inminente.
En el caso que fuese curado completamente el demente de su enfermedad, se promueve el proceso
de rehabilitación, y comprobada la cura el juez dictara sentencia rehabilitándolo y cesando su
incapacidad. El proceso de rehabilitación es similar al del juicio de insania, lo pide las mismas
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personas, ante el mismo juez que declaro la incapacidad, interviene el asesor de menores, se realiza
la pericia interdisciplinaria (x 3 médicos) para que informen si está curado, si la cura es parcial no
se da lugar a la rehabilitación.

k) Sordomudos que no saben darse a entender por escrito. Procedimiento para su declaración.
Alcance de su incapacidad.
El Código establecía en EL Titulo 11: De los sordomudos (artículos 153 al 158) Artículo 153.- Los
sordomudos serán habidos por incapaces para los actos de la vida civil, cuando fuesen tales que no puedan
darse a entender por escrito.
La incapacidad de los “sordomudos que no puedan darse a entender por escrito” (art. 153 CC) es
eliminada, quedando fuera de toda restricción cualquier presunta incapacidad derivada de una
discapacidad física y/o sensorial que suponga solo una limitación —o diferencia— en la
comunicación o en la manifestación de la voluntad, integrable por otros medios, modalidades o
formatos adecuados. La prueba respecto a estos extremos debe integrarse interdisciplinariamente,
sumada a la que el propio interesado incorpore al expediente.
Los Sordomudos son aquellos privados del habla y sordos de nacimiento. Los que no pueden hablar
con los demás ni oír lo que dicen. Sus actos son nulos y deben estar representados por un curador.
Para la declaración de incapaz por sordera se es necesaria una declaración judicial con examen
médico previo. Este procedimiento es similar al de declaración de demencia; pero su DIFERENCIA
FUNDAMENTAL es el examen médico, los médicos verifican si es verdaderamente sordomudo y
si no se puede dar a entender por escrito, pero también se debe examinar si posee una enfermedad
mental que le impide dirigir a una persona o administrador. Pueden contraer matrimonio
(manifestando su voluntad por signos inequívocos), son responsables de los actos ilícitos, y no
requieren internación. Cesa la incapacidad del mismo modo que los dementes.

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