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Lectura Fundamental
Contenido
Palabras clave:
Derecho, justicia, equidad, Estado, política
Introducción
En la unidad anterior se estableció que el Derecho es un sistema de normas que regula a la sociedad.
En esta unidad se añade a este concepto que el Derecho es un sistema que está estrechamente
vinculado con el Estado. Es decir, el sistema jurídico necesariamente se corresponde con las formas
de gobierno que imperan en un determinado momento de la historia. Así, por ejemplo, en una
forma de gobierno imperial, como lo era la clásica Roma, el Derecho respondía de algún modo a las
necesidades de regulación de la vida de entonces. Es posible, por ejemplo, señalar, que uno de los
temas de reflexión por parte del Derecho romano fue el de determinar quiénes eran ciudadanos y
quiénes extranjeros. Esto, con el fin de establecer qué clase de Derechos civiles y políticos podían
ejercer cada uno de ellos.
Más aún, también se pueden describir ejemplos en los cuales, desafortunadamente, el Derecho ha
sido utilizado como un medio que va en detrimento de la justicia, e inclusive, de la misma vida. El
ejemplo más lamentable, y que tenemos a mano por lo impactante, incomprensible e insuperable es la
Segunda Guerra mundial. Este episodio de la historia es un claro ejemplo que demuestra que cuando
el Derecho obedece ciegamente a los intereses políticos del Estado termina siendo un cómplice
peligroso de crímenes atroces; pues el Derecho de la Alemania del tercer Reich legitimó, por
mencionar tan solo uno de los episodios, las políticas anti migratorias y declaró como legales los tratos
que se dieron a judíos, negros, gitanos, etc.
De lo anterior se podría dar una primera conclusión, aunque ligera, según la cual hay una relación
directa entre la política y el Derecho. Pues en buena medida, todo Derecho, o todo sistema jurídico,
se circunscribe a los intereses del Estado. Sin embargo, tal y como se advirtió, esta solo podrá ser
tenida en cuenta como una conclusión parcial, pues justamente una de las tesis que se exponen a lo
largo de las siguientes páginas, es que el Derecho, como sistema, debe mantener su autonomía y estar
al margen de los intereses del Estado. De lo contrario, se estaría frente a la politización del Derecho,
situación que necesariamente, termina por impactar de forma negativa a la sociedad.
A continuación, se presentan los puntos en los cuales se puede relacionar al Derecho con el Estado,
así como aquellos eventos en los que se debe marcar una total diferencia entre uno y otro.
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1. Relación entre Derecho y Política
El Derecho es una ciencia que mantiene complejas relaciones con las demás ciencias sociales y con
un gran número de disciplinas auxiliares de carácter técnico y científico. Lo cual deja en evidencia la
naturaleza interdisciplinaria del Derecho.
A partir del paradigma de la complejidad propuesto por Edgar Morín (2005) no se trata de delimitar
en forma rigurosa y especifica el objeto de estudio propio de cada disciplina del saber. Por el contrario,
se debe reconocer la existencia de unos límites difusos que son, muchas veces, compartidos con otras
disciplinas.
Este es el caso específico de la compleja relación entre el Derecho y la política. Punto que exige una
salvedad destinada a evitar cualquier ambigüedad: no se trata aquí de establecer las similitudes entre
el Derecho y la Ciencia Política, el objetivo se circunscribe a indicar las diferencias y las similitudes
existentes entre el Derecho y la política, entendida esta última no como ciencia, sino como actuación
practica destinada a la administración y dirección del estado y de la sociedad.
Para empezar, hay que señalar que el Derecho se caracteriza precisamente por crear derechos u
obligaciones que necesariamente deben ser exigibles mediante una acción judicial: “… si no se tiene
un mecanismo que proteja el derecho, este no existe. Lo demás es filosofía, religión, moral o política”
(Medellín Becerra, 2014, p. 9).
Así, el principal punto de contacto entre el Derecho y la política se halla en la propia Constitución
Política. Texto que goza de una doble naturaleza, en tanto regula fenómenos políticos como la
estructura del Estado y el funcionamiento del gobierno, a la par que se constituye en la norma de
normas y, en consecuencia, su contenido se convierte en criterio de validación de todas las leyes que
regulen la vida jurídica del Estado y de la sociedad.
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La principal diferencia entre Derecho y política se halla en su relación con el poder. Podría afirmarse
que la política tiene como principal objetivo el ejercicio del poder político, que comprende una amplia
serie de mecanismos por medio de los cuales se busca alcanzar la influencia de unos hombres sobre
otros. Los principales mecanismos del poder político se relacionan con el Estado, el gobierno, los
partidos políticos, la opinión pública, etc. Mientras que el Derecho, por su parte, dicta normas y
procedimientos destinados a evitar que el poder político degenere en despotismo o arbitrariedad. Bajo
esta perspectiva el Derecho se presenta como un mecanismo de contención frente al poder político.
El anterior planteamiento permite formular una diferencia aún más radical: mientras la política se
ocupa de la realidad social tal y como esta es, el Derecho se preocupa por la realidad social tal y como
esta debería ser. Lo que permite afirmar que mientras en la política prima el “realismo”, en el derecho
se hace patente la tendencia a construir un ideal social con apoyo en las normas jurídicas (deber ser).
Atendiendo a esta radical diferencia, tanto el derecho como la política cuentan con metodologías
diferentes de trabajo. Puede afirmarse que en el Derecho se otorga un gran valor a los métodos
teóricos y descriptivos, mientras que en la política se otorga mayor importancia a los métodos
prácticos y aplicados; quiere esto decir que la política es una actividad preeminentemente pragmática.
Para que una ley pueda ser considerada como válida, necesariamente debe satisfacer dos requisitos:
Corolario de lo anterior es que la validez de una norma dependa de su existencia. Para que una norma
sea considerada como válida lo primero que se le exige es que sea existente –que exista, que sea–.
Luego, cabe preguntarse ¿qué hace que una norma exista?
La respuesta a este interrogante no es para nada sencilla y varia de un sistema jurídico a otro. Para
el iusnaturalismo o teoría del Derecho natural, que afirma la existencia de unas normas universales
que brotan de la naturaleza humana, y cuya existencia no depende del derecho positivo emanado de
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la autoridad, la validez de la norma viene dada por su correspondencia con esos grandes principios
universales –no escritos–, como, por ejemplo, la justicia, la solidaridad, la dignidad del hombre, etc.
Observe el siguiente ejemplo: El rey Creonte ordena que el cadáver de Polinices permanezca
insepulto. Esta decisión es un castigo contra Polinices por haber participado en una insurrección que
tenía como meta deponer al rey. Antígona –hermana de Polinices– decide incumplir la orden del rey
y procede a llevar a cabo los ritos funerarios de su hermano. Cuando se le pregunta sobre por qué ha
desconocido la ley (dike) responde que por encima de esta se encuentra otra ley que posee mayor
validez: la ley natural (nomos) que, como ya indicamos, es una norma no escrita que se corresponde
con los grandes principios universales que dicta la razón del hombre.
Podría pensarse que el iusnaturalismo es cosa ya vieja y superada. Sin embargo, no podemos olvidar
que el proceso de constitucionalización del Derecho a traído como consecuencia el resurgimiento de
principios y valores que el juez debe interpretar en cada caso concreto: “los principios no son meras
declaraciones de buena voluntad, sino que son mandatos que fijan políticas que buscan un objetivo
colectivo o derechos individuales que hacen osmosis en el ordenamiento” (Dueñas Ruiz, 2006, p.
33).
En los ordenamientos jurídicos positivistas para que una norma sea considerada como válida se deben
satisfacer tres requisitos formales:
Hans Kelsen expone unos criterios de validez de la norma que se asemejan bastante a los que se
acaban de indicar:
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En la mitología griega, “Themis” (se traduce como ley de la
naturaleza) da nombre a la Diosa de la justicia.
Los jueces griegos eran conocidos como themistopoloi o servidores de
la diosa Themis. Themis, la del “buen consejo”, era la encarnación del
orden divino, las leyes y las costumbres.
Adicionalmente, se exige para que una norma sea válida el cumplimiento de un requisito material.
Aquí cobra gran importancia el proceso de interpretación, puesto que se trata de saber si lo que la
norma manda, prohíbe o permite se encuentra en concordancia con la totalidad del ordenamiento
jurídico. Dos ejemplos son aquí pertinentes: piénsese en una ley expedida por el Congreso de la
Republica y que ha recibido la correspondiente sanción presidencial, pero que es contraria a la
Constitución Política, y en consecuencia debe ser declarada inexequible (invalida). Incluso con
anterioridad a que la Corte la declare inexequible los jueces pueden negarse a su aplicación en
razón del control difuso de constitucionalidad, que los faculta para aplicar la Carta Política en forma
directa y con preferencia a cualquier norma de jerarquía inferior que se muestre como contraria a la
misma. En estos casos, necesariamente, el juez habrá de interpretar y motivar (argumentar) en forma
razonada, coherente y jurídicamente valida su decisión de no aplicar la norma.
El segundo ejemplo es mucho más sencillo, se relaciona con una norma cuyo contenido es contrario
al de otra de mayor jerarquía que regula la misma materia. Tal es el caso de la norma especial que dice
una cosa y la norma general que dice otra. En este caso, al igual que en el anterior, el intérprete de
la norma habrá de servirse tanto de los principios generales del Derecho como de los métodos que
proporciona la hermenéutica jurídica para poder hallar la respuesta mayormente acertada.
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Esto profundiza en un problema socio-jurídico relacionado con la percepción que tienen los
ciudadanos sobre la norma. Los ciudadanos saben que la norma existe y conocen su contenido, pero
no están dispuestos a acatarla, bien sea por que la consideran injusta, inútil o porque al desacatarla
obtienen más beneficios.
Por último, se debe indicar que los destinatarios de la norma no son únicamente los ciudadanos,
pues también poseen la condición de destinatarios el Estado y los jueces. Lo que permite pensar la
posibilidad de un Estado que profiere normas que el mismo no está dispuesto a acatar. Igualmente,
se puede considerar el caso de los jueces –destinatarios de la ley– que, por desconocimiento de
la norma, por sesgos ideológicos o por otros factores jurídicos o extrajurídicos deciden no aplicar
determinadas leyes.
En conclusión, para que pueda hablarse de una norma valida se requiere de unos requisitos formales
que se suman a un requisito de eficacia, tal como a continuación se sintetiza.
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Tabla 1. Síntesis de la validez de la norma
Lo primero que hay que advertir es que la justicia es un concepto que trasciende al Derecho y a
cualquier sistema jurídico. Pues la justicia es ante todo un valor a partir del cual las sociedades se
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organizan, asignan funciones y sistemas de solución de los conflictos.
Actualmente, existe una idea imperante de justicia, heredada de la filosofía de J. Rawls, filósofo
estadounidense, para quien la justicia debe ser, ante todo, un concepto de justicia material, en donde
el Estado debe ocuparse de generar las oportunidades necesarias para que todos los ciudadanos
tengan las mismas oportunidades para acceder a aquellos servicios que les permitirán tener una mejor
calidad de vida. Así entonces, independientemente del sistema jurídico, la justicia es un concepto que
trasciende a toda ley.
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Referencias
Dueñas Ruiz, Óscar José. (2006). Lecciones de hermenéutica jurídica. Bogotá: Universidad del
Rosario.
Kelsen, H. (2006). Teoría pura del derecho. México D. F.: Grupo editorial Éxodo.
Medellín Becerra, Carlos Eduardo. (2014). La interpretatio iuris y los principios generales del
derecho. Bogotá: Trabajo de Ingreso a la Academia Colombiana de Jurisprudencia como miembro
correspondiente.
Solana Ruiz, José Luis. (2005). Con Edgar Morín, por un pensamiento complejo: implicaciones
interdisciplinares. Andalucía: Akal.
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INFORMACIÓN TÉCNICA
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